Prólogo

«He visto el futuro del género de horror y su nombre es Clive Barker —escribió Stephen King después de haber leído los primeros relatos de este autor—. Lo que Barker hace con los Books of Blood —añadió— crea la impresión de que el resto de sus colegas hemos permanecido estáticos durante los últimos diez años. Algunos de sus cuentos me resultaron tan terroríficos, en el sentido más macabro del término, que literalmente no pude leerlos a solas».

El entusiasmo de King por su más flamante —y serio— competidor no tiene límites, y cada vez que se le presenta una oportunidad reincide en el panegírico. En una reseña que King publicó acerca de la Convención Mundial de Fantasía de 1983, se deshizo en alabanzas a Barker, a su imaginación, a la originalidad de sus temas y a los prodigios de su estilo: «No insufla un hálito de encanto a sus relatos, sino que lo incrusta a martillazos. ¿Queréis sentiros como Clive Barker se sintió cuando escribió los mejores de ellos? Tal vez no. Muy posiblemente moriríais víctimas del delirio. Estamos hablando de explosivos poderosos… Nunca, nunca en mi vida me he sentido tan cabalmente conmocionado por una colección de cuentos. Nunca dejé de lado uno de sus libros porque estaba solo y sabía que pronto debería apagar las luces… Nunca he experimentado una combinación parecida de repulsión, deleite y asombro… Aunque el relato sea de lo más horripilante, el texto te hechiza, te atrapa, y después te impulsa a seguir adelante… Los cuentos de Barker, simultáneamente surrealistas y naturalistas, representan lo mejor de la literatura de horror…, que también es lo peor: son chocantes, demenciales, brutales, pasmosos, alegóricos, asimétricos, profundamente revulsivos y profundamente estimulantes… ¿Estáis aquí porque buscáis algo auténtico? Entonces estáis aquí para conocer a Clive Barker».

La enumeración de todos los elogios que ha recibido Barker a lo largo de su corta carrera llenaría, por sí sola, un volumen de grandes dimensiones. Elogios firmados, además, precisamente por aquellos que, como Stephen King, pueden pensar que Barker les está eclipsando del primer plano de la escena pública. Ramsey Campbell, que prologó algunos volúmenes de los Books of Blood, auguró que Barker revolucionaría la ficción de horror «como Stephen King la revolucionó en 1975», y más tarde, cuando ya se había producido el ascenso fulminante del nuevo escritor a la cima de la popularidad, el mismo Campbell sentenció: «Barker es un autor que está dispuesto a llegar hasta el fin hasta donde lo lleve la lógica de su imaginación. A mi juicio, es la primera voz autentica de la próxima generación de autores de obras de horror».

Peter Straub no fue menos terminante. Durante la ya citada Convención Mundial de Fantasía de 1983, dijo desde la tribuna que los cuentos de Barker lo habían «asombrado por su originalidad y audacia». Y agregó, reflexivamente, en medio de las carcajadas del público: «Me han dejado jodidamente celoso».

La crítica literaria corroboró la opinión de los maestros del género. Michael Morrison escribió, en Fantasy Review: «Los cuentos de Barker son originales, turbadores, y tan inquietantes como los mejores de la literatura contemporánea. Books of Blood augura la aparición de un nuevo talento de primera categoría en la ficción de horror… La fuerza de su visión procede de su perspectiva consecuentemente tenebrosa del mundo, de sus horrores viscerales y gráficos, de los subtextos temáticos que enriquecen muchos de sus cuentos, y de su predisposición a correr riesgos… La imaginación ilimitada de Barker triunfa sobre el realismo, la razón y la racionalidad, y crea un universo primitivo que es implacablemente hostil al hombre, un lugar peligroso donde el más decente de los actos puede generar las consecuencias más espantosas». Y el critico del Publishers Weekly dictaminó: «Ciertamente, Barker está dominado por una de las imaginaciones más excéntricas de nuestro medio… Estas breves obras demuestran un talento fascinante para lo macabro».

No ha de sorprender, por tanto, que los premios hayan llovido sobre Clive Barker a lo largo de su breve carrera. En 1985 ganó el World Fantasy y el British Fantasy, o sea, los premios que corresponden a la fantasía mundial y a la británica. En 1986 Publishers Weekly, la revista más prestigiosa del mundo editorial norteamericano, colocó sus Books of Blood a la cabeza de los mejores libros de bolsillo de aquel año. John Mutter, autor de la selección, los definió como «cuentos de horror eclécticos y correctamente elaborados por un nuevo y refinado autor británico». Más no se podía pedir en tan breve lapso: en 1984 Sphere Books había publicado los primeros volúmenes de Books of Blood en Gran Bretaña, y su irrupción en la escena norteamericana se produjo en 1985. Con una salvedad adicional: en Estados Unidos, su editor se negó a encasillarlo en la colección de horror, y lo publicó en la de literatura general. «Es así de bueno —afirmó Ann Patty, vicepresidenta de la editorial Poseidon Press—. Atrae a un público mucho más numeroso que el adicto al género de horror. Creo que todo lector inteligente y culto reaccionará favorablemente, porque es en verdad fascinante».

Pero ¿quién es Clive Barker, y qué dice acerca de su propia obra? Barker nació en 1952 en la ciudad inglesa de Liverpool, cuna de los Beatles, fue a las mismas escuelas que John Lennon, y su rostro de querubín tiene un extraño parecido con el de Paul McCartney. Terminó sus estudios de filosofía en la universidad de Liverpool, y fue pintor y dramaturgo antes de empezar a escribir ficción. Ahora se ha convertido en guionista de las películas inspiradas en algunas de sus obras.

Cuando le preguntaron qué fue lo que le impulsó a escribir cuentos de horror, responde: «En el género de horror subviertes lo que la gente piensa acerca de la mortalidad, la sexualidad y la política. Es un ámbito donde todo está a tu disposición, y me atrae porque aborrezco lo seguro, lo convencional. La ficción en general examina los estratos del mundo con criterio realista; la ficción de horror arremete contra ellos con una sierra eléctrica, corta la realidad en pedacitos y le pide al lector que vuelva a armarla. Es, una forma agresiva de redefinir lo que piensas acerca del mundo, y ésa es la causa de que a menudo la rechacen los críticos y los lectores. Puede maltratar brutalmente nuestra visión del mundo».

Barker atribuye la singularidad de su ficción de horror al hecho de que no está influido sólo por la literatura. «También me han afectado los cuadros de artistas como El Bosco y Goya, que forman parte de la tradición europea de pintura fantástica. No son sólo objetos que nos asustan: también están asociados a la exploración del inconsciente. Siempre me han fascinado».

Beth Levine, que lo entrevistó para Publishers Weekly, recoge su confesión de que influyeron sobre él películas como Psicosis, La noche de los muertos vivientes y Viernes trece. La truculencia vívida y gráfica de estas películas, explica Levine, es quizá la causa de uno de los rasgos característicos de Barker: éste nunca desvía la vista, aunque la escena sea extremadamente chocante. «Nunca me echo atrás —afirma Barker—. Para mí, ése es un artículo de fe. La buena ficción de horror siempre debe estar un paso más allá de los límites del buen gusto, para que el lector reciba la sensación de que el libro que tiene en sus manos es peligroso. La gente recurre a la ficción de horror para que ésta impugne sus tabúes, y a mí me gusta satisfacer este deseo. Casi toda la ficción de horror empieza con una vida rutinaria que es desquiciada por la aparición del monstruo. Una vez eliminado el monstruo, todo vuelve a la normalidad. No creo que esto sea válido para el mundo. No podemos destruir el monstruo porque el monstruo somos nosotros. Piénselo: no hay peores monstruos que las personas con quienes nos casamos, o con quienes trabajamos, o que nos han engendrado».

En otra entrevista concedida a Douglas E. Winter, de la revista Twilight Zone, Barker siguió desnudando sus motivaciones íntimas. «Mi anhelo de perversidad es tal vez un poco más completo que el de algunos de mis colegas escritores —confesó—. Quiero decir que si olfateo la predictibilidad de algo que estoy haciendo, inmediatamente me enfrío y dejo la pluma. Esto determina que mis cuentos sean un poco escandalosos para algunos gustos, pero también determina que los lectores aborden mis cuentos con la certeza de que se van a encontrar con algo que no se parece a ninguna otra cosa. Supongo que ésta es la cualidad que ha demostrado ser fructífera… Nunca me he autocensurado. Nunca he emprendido una indagación para después detenerme a mitad de camino al darme cuenta de que me lleva a algo más macabro de lo que puedo soportar. Nunca he eliminado ningún subtexto sexual de mi obra, en cambio, he tendido a llevarlo hasta sus últimas consecuencias con mucho placer. Y nunca he supuesto que algo era demasiado pasmoso o extraordinario para mis lectores. Siempre he supuesto que son tan valientes, temerarios y morbosos como yo… La verdad es que no me encarnizo con lo sanguinario. Me encarnizo con todo. Cuando mi relato es sanguinario, es muy sanguinario; cuando es sexual, es muy sexual; cuando es humorístico, es muy gracioso. No me gustan las medias tintas… Así que no creo ser un buscador de sangre. Soy un buscador de excesos. Me gusta llevar los cuentos, los hechos y los personajes hasta las últimas consecuencias. Me afligiría que mi público me leyera sólo para ver cómo despedazan a la gente. Esto sería un poco como asistir a una función del Rey Lear sólo para ver cómo le arrancan los ojos a Gloucester».

Dicho lo cual, sólo cabe replegarse para dejar que Clive Barker abra la caja de Pandora de sus excesos innombrables.

EDUARDO GOLIGORSKY