CAPÍTULO XXII

 

 

Cuando Constantí abrió los ojos preguntó:

—¿Dónde estoy?

—Estamos en los calabozos de la comisaría —dijo Rodolfo mirando a su amigo.

—¿Qué ha pasado?, ¿dónde está Erika?, ¿y los otros? No me acuerdo de nada.

—¿De nada… de nada? —Preguntó muy interesado Rodolfo.

—Bueno, no sé si he soñado que eras gay o lo he vivido —dijo Constantí muy dolorido por el golpe.

—Ehhhh… bueno… aquí no te voy a contestar —dijo Rodolfo susurrando y mirando todos los hombres malos de las celdas adyacentes.

—Ya hablaremos. Ahora dime ¿qué ha pasado?

—Entonces te da igual que yo sea…

—Claro. Lo que no entiendo es por qué no me lo has dicho antes.

—No lo sé… en fin… Lo que ha ocurrido es que hubo una gran pelea en el “Lorry-Mamporri”. Te desmayaste. Te han curado y te han traído aquí; las chicas también se las llevó la policía. Creo que están en otros calabozos. Pero no te preocupes, pronto nos sacaran de aquí.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque acaba de irse el padre de ese chico… Pol. Ha sacado a su hijo y a su pareja de aquí y me ha prometido que volvería para sacarnos a nosotros.

Mientras, en la celda de mujeres, Magda hablaba con Paloma bajo la atenta mirada de sus tres amigas (la barbuda, la de la nariz rota y la del collar de pinchos, ahora sin su abalorio).

—Suerte que nos han separado de ellas —dijo Paloma viendo a sus amigas entre unos gruesos barrotes.

—¿De verdad estás tres chicas son tus amigas? —Preguntó Magda preocupada.

—Bueno, me lo paso bien con ellas.

—Tienes un concepto un tanto extraño de pasártelo bien —dijo Magda tocándose el labio partido.

—Sí, la verdad es que a veces son un poco nocivas —a Paloma le habían inmovilizado el brazo dislocado.

—Me alegro de que solo sea a veces.

—¿Y se puede saber que hacíais tú y tus amigos en el “Lorry-Mamporri”? —Preguntó curiosa Paloma.

—Querrás decir que hacía Nat en el “Lorry-Mamporri” ¿no?

—¿Tienes celos de Nat?

—No. Lo que tuve contigo solo fue una noche. Nat es mi compañera de piso y la quiero ayudar.

—¿Ayudar?, ¿en qué? —Preguntó Paloma con muchísima curiosidad.

—En nada —dijo Magda que había metido la pata a propósito.

—¿Cómo que en nada? —Preguntó Paloma con más curiosidad que antes.

—A veces hablo más de la cuenta.

—¿En qué quieres ayudar a Nat? Por favor dímelo.

—En… —dijo Magda sintiéndose observada por sus enemigas del “Lorry-Mamporri”.

—Por favor dímelo. Necesito saber si a Nat le ocurre algo. ¿Está enferma?

—Nooo. Nat está bien. Que yo sepa… No es eso.

—Pues ¿qué es? —Dijo Paloma mirando muy fijamente a Magda.

—Vale. Te lo voy a decir… Hemos ido al “Lorry-Mamporri” para que Nat pudiera verte. Pudiera acercarse a ti.

Paloma se quedó callada hasta que la chica barbuda chilló para insultarla. Sabía que había perdido a sus tres supuestas amigas, le daba igual, ahora solo tenía en la cabeza a Nathalia Peixoto, más que nunca a Nathalia Peixoto.

—¿Ahora quiere acercarse a mí? —Preguntó con escepticismo Paloma.

—¿Cómo? —Dijo Magda.

—No me lo acabo de creer.

—¿Por qué?

—Me dejó. Me abandonó. Se fue —dijo Paloma con tristeza.

—Tienes que hablar con ella.

—Me gustaría pero tengo demasiados miedos.

—Dale una oportunidad.

De nuevo Paloma se quedó callada y pensativa, reflexionaba sobre las palabras de Magda mientras esperaba que Bernat las sacara de aquel tétrico tugurio.

—Por cierto, ¿dónde está Nat ahora? —Preguntó Paloma a Magda.

—No lo sé. No sé ni donde está Nat, ni donde está Erika mi otra compañera de piso. Espero que hayan corrido mejor suerte que nosotras. La última vez que las vi fue gateando por la pista de baile y no era precisamente una nueva modalidad de danza.

 

Todavía era oscuro cuando Bernat pagó la fianza de Magda, Paloma, Rodolfo y Constantí. A la salida de la comisaría les esperaban Diniz, Pol, Erika, Nat y naturalmente el señor Tintinyà; las dos fugitivas chicas no tenían ni un solo rasguño de aquella intensa riña, fue la alemana quien explicó como consiguieron escapar por la salida de emergencia del local. Mientras la señorita Friedmann relataba la aventura y se justificaba del porqué ellas dos habían tenido tanta suerte, una embobada Nathalia observaba apenada el estado en que se encontraba Paloma. La señorita Peixoto seguía viendo a su ex novia la chica más guapa e interesante de la faz de la tierra. Los jóvenes magullados y ex carcelados no tenían muchas ganas de hablar y menos con la presencia allí de su salvador, ahora bastante enfadado, el señor Bernat Tintinyà.

—¿Cómo nos repartimos los coches?, ¿quién va con conmigo y quién va con  Bernat? —Preguntó Nat sin dejar de mirar a su adorable Paloma.

—Pues muy simple. Erika, Constantí y Magda van en tu coche ya que vais a la misma casa. Diniz, Pol, Rodolfo y Paloma pueden venir conmigo —Bernat hacía cara de muy pocos amigos.

—Pero Paloma… tú… ¿dónde duermes? —Preguntó con prudencia Nat.

—Tenía previsto dormir en casa de una amiga pero después del incidente de hoy tendré que coger el bus para Esplumeneit —Paloma sabía que después de esta noche se había quedado sin amigas, si es que alguna vez fueron declaradas como tal.

—No te preocupes, puedes venir a dormir a nuestra casa… —Nat no pudo disimular su alegría al decirlo.

—No. Tú te vienes a dormir a mi casa y mañana te llevo a Esplumeneit —dijo con autoridad Bernat señalando a Paloma y alejándose en busca de su coche.

Aún sabiendo Paloma de como la estaba observando su ex, con auténtica adoración, la venganza y el dolor de su corazón todavía anidaban en su interior; con la clara intención de herir a Nat, Paloma, le dijo a Magda:

—En la habitación de Magda hay un sitio para mí, ¿verdad cariño?

Magda, que vio enseguida el claro intento de Paloma por dañar a Nat, dijo inmediatamente:

—Paloma, lo mejor será que cada una duerma en su casa y tú en la de tu hermano.

Nathalia, que se sentía muy cansada, pensaba que no se merecía tanto dolor por parte de su ex pareja y decidió devolvérsela diciéndole a Magda:

—Tienes razón. Mejor será que yo duerma con mi amor.

—¿Con tu amor? —Preguntó Magda sin entender.

Todos sin excepción miraron extrañados a Nat, pero ésta, al ver la reacción de Paloma, aprovechó para terminar de hablar.

—Sí, ya sabéis, mi gran amor, el que conocí en el parking de mi trabajo.

—Aaahh —dijeron todos comprendiendo la bofetada sin manos que Nat le acababa de mandar a Paloma.

El amor al que se refería Nat era Unknown, el perro simpaticón e inteligente que tanto quería la portuguesa. Paloma disimuló sus celos y aprovechó que llegaba Bernat con el coche para introducirse en él, separándose así, de la persona que le había hecho descubrir el significado de la palabra amor pero también dolor.