7- INFLUENCIA DEL DÍA SOBRE LA NOCHE

Hábito y rutina

«¡Cama! ¡Cama!».

Andrea, de dieciséis meses de edad.

Lo que ocurre por la noche viene determinado por lo que sucede durante el día. Al igual que nuestro propio sueño se ve afectado por todo lo que tiene lugar en nuestras vidas, es decir, tensión, preocupaciones, carencia de aire puro y ejercicio, etc., carece de sentido considerar la conducta nocturna de nuestro bebé como algo aislado de lo que acaece durante su periodo diurno.

Este capítulo se ocupa del tiempo a lo largo del cual nuestro bebé se supone que no está dormido. El siguiente considera los trastornos normales que inevitablemente se producirán, después de que su dormir nocturno esté bien establecido, cuando se supone que se encuentra sumido en profundo sueño.

Utilización de la fuerza del hábito

Hemos visto con qué rapidez se desarrollan los hábitos, incluso en bebés de muy corta edad. Conviene destacar que los bebés se muestran fuertemente inclinados hacia la repetición y ello debido a que se esfuerzan considerablemente para desarrollar unas reglas que les ayuden a comprender cómo funciona el mundo. Apoyándonos en nuestra propia experiencia sabemos cuán poderosos pueden ser los hábitos y cuan difícil resulta romper con ellos. Los hábitos reconocen como origen todo cuanto hacemos cada día. La forma en que cuidamos de nuestro bebé es la nuestra habitual de hacer las cosas y las expectativas que esto crea vienen a ser el comienzo de sus propios hábitos.

El hábito es una fuerza que siempre está en nosotros y dado que no podemos escapar de ella, la mejor táctica es sacar provecho de la situación. La idea consiste en estimular los buenos hábitos e impedir que los malos se formen. Y nuestro mejor aliado en este empeño es la rutina.

Procede señalar, sin embargo, que la rutina se encuentra un poco fuera de uso. Hizo su aparición de un modo natural cuando la vida era más ordenada y predecible, y el ritmo que seguía era más lento. Todo se desarrollaba a base de unas horas de comida regulares y abundancia de tiempo para dedicarlo a las labores domésticas y al cuidado de los niños. Hoy en día, en cambio, la vida presenta un carácter complejo, variado, flexible y a menudo frenético. No obstante, esto no es preciso que signifique que la rutina constituye una causa perdida.

Para nuestro bebé la rutina no significa el momento exacto en que ocurren las cosas. De hecho no está en condiciones de señalar la hora, Para él supone una relación con una serie de indicaciones o señales de las que puede depender para que le informen de lo que va a ocurrir a continuación.

Los bebés manifiestan a edad muy temprana la satisfacción que para ellos se deriva de estas secuencias. Un bebé de pocos meses de edad reaccionará con placer ante el sonido de la llave introduciéndose en la cerradura ya que le anuncia el regreso de alguno de sus padres. Para un bebé de más edad, la comida del mediodía puede convertirse en el evento que siempre va seguido por una siesta. Aun en el caso de que tanto la hora de dicha comida como de la siesta varíen de un día para otro. Y a todo ello cabe añadir que un bebé se halla bien programado para dormir si invariablemente constituye el paso inmediato dentro del orden siguiente: baño, cena, cama. Es, por consiguiente, la secuencia lo que cuenta y no el momento preciso del día.

Los bebés se sienten seguros cuando saben dónde se encuentran y qué es lo que va a ocurrir a continuación. Y lo mismo se puede decir de ciertos padres. Algunos de nosotros concedemos más importancia al reloj que otros. Yo, por ejemplo, me mostraba muy partidaria del irse a la cama a las 8 de la tarde y esta idea, una vez asentada, sólo era objeto de variación cuando concurrían circunstancias especiales. Mi bebé, por su parte, también se convirtió en un observador tanto o más atento que yo del reloj. «¡Cama!, ¡cama!», decía cuando se le mostraba la cuna a las ocho en punto. Emma, la hija de Lucy, cuando todavía era un bebé prácticamente se arrastraba hacia su cuna cuando llegaba la hora de irse a dormir.

A mí personalmente me gusta así. Otros padres quizá tengan la sensación de que sufren el dictado del reloj. La cuestión, sin embargo, es que tal hecho carece de importancia y podemos decidir lo que mejor nos convenga. El punto a tener en cuenta es la rutina y no el momento. O bien hacer las cosas exactamente en el mismo instante todos los días.

Como es natural, en este ámbito lo importante es que todo se desenvuelva dentro de unos limites razonables. Una siesta matinal puede variar no sólo en cuanto al instante sino también respecto a su duración de un día para otro. No obstante si no tiene lugar de acuerdo con una base apreciablemente regular, no podemos esperar que nuestro bebé adquiera el hábito y se mantenga en él.

Cuándo introducir una rutina para irse a la cama

Un buen momento para introducir una rutina al caer la noche es cuando nuestro bebé ha alcanzado la edad de dos meses. Cuanto más pronto empecemos, más profundamente arraigado estará el hábito de irse a la cama, pero dos meses es lo más pronto que razonablemente podemos esperar para comenzar a actuar. Antes de esta edad no tiene todavía una idea formada con relación a lo que significa irse a la cama, independientemente de que duerma hasta que es el momento de levantarse, como para que signifique mucho para él.

Puede servir de ayuda con relación a esta cuestión el establecer una comparación entre los primeros pocos meses y el calendario de Lucy:

  • Se requieren dos semanas para que nosotros y nuestro bebé nos adaptemos a su presencia en el mundo. Este periodo constituye la etapa más difícil y puede resultar algo angustiosa para todos. Por consiguiente, es mejor no esperar que la misma se caracterice por una situación de idílica armonía doméstica. Los nuevos padres se ven bombardeados por rosadas imágenes de parejas que contemplan a su hijo transidos de felicidad. Conviene señalar que en todos los casos estos bebés tienen alrededor de cuatro meses.
  • En el curso del espacio constituido por la tercera y cuarta semana se desarrolla un clima de confianza. Nuestro bebé comienza a creer que sus necesidades se verán atendidas. Y nosotros, por nuestra parte, también comenzamos a adaptamos a ser padres si esto ocurre por primera vez o a la presencia del nuevo bebé en la familia si ya no es así.
  • Tan pronto como este proceso se ha puesto en marcha, lo cual habitualmente ocurre a partir del instante en que nuestro bebé ha cumplido un mes, comenzará a dormir durante todo el espacio nocturno básico. Tal circunstancia es resultado de una combinación entre la maduración de los sistemas digestivo y nervioso del bebé y una reducción del nivel de ansiedad presente tanto en él como en los padres.
  • El espacio nocturno básico viene a ser una especie de línea divisoria. Después de que haya hecho su aparición, nuestro bebé avanzará rápidamente hacia la situación que le llevará a dormir toda la noche, si concurren las condiciones adecuadas, y siempre que se suspenda la alimentación durante dicho periodo. Al cumplir los tres meses son muchos los bebés que son capaces de dormir a lo largo de diez o doce horas ininterrumpidamente por la noche.
  • Su nueva capacidad para dormir durante prolongados espacios de tiempo por la noche pone de manifiesto que nuestro bebé ha comenzado a adaptarse a nuestros ritmos por lo que al dormir nocturno se refiere y al comer durante el día.
  • Éste es un buen momento para introducir una rutina por lo que concierne al dormir, consolidar la diferencia existente entre el día y la noche y comenzar a cultivar el hábito de irse a la cama. Es posible que hasta ahora esto último no se haya hecho en debida forma, pero es preciso que así se efectúe a partir de este instante.

La hora de irse a la cama

Pongamos a nuestro bebé en la cama. Es posible que parezca algo obvio, pero lo cierto es que no siempre se realiza del modo apropiado. Los bebés a los que se permite estar levantados hasta que se encuentran agotados y debido a ello se quedan dormidos dondequiera que estén, no pueden desarrollar unos buenos hábitos por lo que a dormir se refiere. Es excesivo lo que se deja en sus manos. Cuando se despiertan por la noche o durante las primeras horas de la madrugada Se ven obligados a decidir y a tal fin se preguntan: «¿Dónde estoy? ¿Me gusta? ¿Todavía tengo sueño? ¿Debería despertarme del todo?».

Evidentemente los bebés no se hallan en condiciones de enfrentarse con tal cúmulo de elecciones acerca de algo tan fundamental para su bienestar como es el dormir. Si se les inculca la idea tan pronto como están en situación de comenzar a comprenderla, es decir que nosotros nos vamos a la cama cuando ha llegado la hora y permanecemos en ella hasta la mañana siguiente, la vida resultará más fácil y agradable para ellos (y también para nosotros) que en el caso de que se les deje decidir por su cuenta a medida que van creciendo.

Si permitimos que un bebé decida por sí mismo el cuándo y el cómo necesita dormir no debemos sorprendernos si el resultado se traduce en un gran embrollo para él. Es una responsabilidad que no desea y es más de lo que está en condiciones de manejar y el resultado final es que crea ansiedad y confusión en su mente. Necesita que le aseguremos que nosotros estamos al cuidado de todo y ello hará que se sienta perfectamente. De este modo quedará liberado para proseguir con lo que cabe considerar su actividad propia, es decir, crecer y aprender, y en ambos aspectos el dormir juega un importante papel.

¿Dónde debe dormir nuestro bebé?

Los beneficios que de dormir en la misma habitación que sus padres se derivan para un pequeño bebé ya han sido objeto de mención anteriormente. Algunos padres optan por tenerlo en su propia cama y a este respecto cabe señalar que existe una corriente de opinión que asegura que esto es lo mejor para él. Es cierto que puede contribuir a tranquilizar a un recién nacido de talante inquieto y permitirle desarrollar una transición más gradual desde su presencia en el útero materno a su nueva, separada y cada vez más independiente existencia.

El punto de vista de Lucy es que un bebé está mucho mejor en un espacio propio desde el principio. De acuerdo con su experiencia, tanto los bebés como sus padres duermen mejor cada uno en su correspondiente cama pues si está junto a nosotros cabe muy bien que se despierte con mayor frecuencia y que nuestra presencia le incite a pedir un alimento que realmente no necesita. Es de todo punto obvio que esto puede interferir en el desarrollo de sus propios ciclos regulares por lo que hace referencia al dormir. Por otra parte tenemos que los movimientos de nuestro bebé pueden despertamos a nosotros mientras el permanece dormido y lo cierto es que nosotros necesitamos dormir tanto como él.

Un buen compromiso en esta cuestión es instalar la cuna o el capazo de nuestro bebé al lado de nuestra cama al objeto de que podamos acariciarlo, hablarle y cogerlo en brazos sin necesidad de levantamos. De este modo resulta fácil abrazarlo amorosamente cuando precisa de un contacto físico pero sin que ello impida dejar que vaya aprendiendo que cuenta con su propio espacio para dormir.

Cuando nuestro bebé haya alcanzado los dos meses de edad y por tanto esté más estabilizado y «cohesionado» podemos colocar su cuna en un punto un poco más alejado, como por ejemplo al pie de nuestra cama o al lado opuesto de la habitación. Este traslado vendrá a alentar la capacidad creciente de nuestro bebé para valerse por sí mismo. Y lo mismo podemos decir si lo instalamos en una habitación propia o junto a otros niños, medida que dependerá de nuestras circunstancias así como de nuestras preferencias. Sea como fuere es permaneciendo en nuestra habitación durante los primeros tres meses que nuestro bebé consigue los mayores beneficios.

Llega finalmente un día (que con frecuencia se puede situar en tomo al final del primer año) en que si todavía compartimos habitación, nosotros y nuestro bebé comenzamos a despertarnos mutuamente. Su sueño se verá perturbado por nuestra entrada y por los movimientos que hagamos mientras dormimos, y nosotros es posible que nos despertemos también por los suyos y por cualquier ruido que haga. Además es mucho más probable que solicite nuestra atención si se despierta, aun cuando sólo sea a medias precisamente debido a que nos hallamos presentes, visibles y disponibles. En esta etapa el dormir en nuestra habitación le resulta estimulante antes que tranquilizador y tanto él como nosotros dormiremos bastante mejor si podemos trasladarlo a otro punto.

La hora del baño

La rutina al llegar al anochecer comienza con un baño. Si éste se ha venido llevando a cabo por la mañana como siendo un comienzo refrescante después de una noche azarosa, ahora es el momento de transferirlo al final del día. Un baño caliente es relajante y actúa a guisa de señal de que la hora de irse a la cama ya no esta lejos.

Una de las formas más agradables y fáciles de bañar un pequeño bebé es hacerlo juntamente con nosotros. Percibe que se le sostiene de un modo seguro y esto le ayuda a relajarse. Además de mantenerlo apoyado contra nuestro pecho probemos también a colocarlo sobre su espalda con una mano debajo de su cabeza y la otra debajo de sus glúteos. Con esta medida lo estimulamos a que se distienda y ejercite sus miembros. Dentro de una bañera existe agua en abundancia necesaria para servir de soporte a sus movimientos. Procede considerar asimismo que no se somete a tensión nuestra espalda y por consiguiente nos encontramos más relajados, lo cual significa que nuestro bebé también lo estará.

Los bebés muy pequeños son algo escurridizos y por tal motivo es mejor que alguien preste ayuda. Idealmente uno debe meterse en el baño y el otro quitar la ropa al bebé y dárnoslo para después volver a cogerlo y secarlo. Para un padre que acabe de llegar a casa de vuelta del trabajo, ésta puede ser una forma inmediata, afectuosa e íntima de involucrarse en la jornada del bebé.

El masaje del bebé

Tras el baño llega el momento de aplicar un masaje infantil, el cual resulta especialmente útil para reforzar nuestra confianza si algunas veces nos sentimos algo desasosegados al tener que manejar el bebé. Algunos, de talante algo nervioso, se relajan al percibir un contacto en su piel llevado acabo de forma distendida y deliberada. Existe evidencia asimismo de que esta clase de contacto entre una y otra piel puede contribuir a reforzar el sistema inmunológico.

Para aplicar el masaje necesitamos contar con una habitación en la que predomine una temperatura templada, debiendo concurrir asimismo esta circunstancia en nuestras manos y en nuestro bebé. Comencemos por relajar nuestros propios hombros y brazos y apliquemos a las palmas de las manos algún aceite (de oliva, vegetal, infantil o de almendras). Después friccionemos nuestro bebé con suavidad, comenzando por la parte superior de la cabeza. Descendamos acto seguido por sus miembros con inclusión de las manos y los pies. Finalicemos por último en su barriga con movimientos rotatorios en el sentido de las manecillas de un reloj y en la dirección de su sistema digestivo.

Prendas de vestir nocturnas

Pongamos ahora a nuestro bebé sus prendas de vestir nocturnas. Hasta llegar a este punto tal hecho no ha tenido mucha relevancia. Los bebés recién nacidos pueden necesitar varios cambios o ninguno en absoluto a lo largo de 24 horas pero al llegar a la edad de dos meses aproximadamente es probable que salgan al exterior y sean llevados de un lado a otro con mayor frecuencia y además pasen algún tiempo en el suelo, lo cual supondrá que van a necesitar algo más que un pijama o un camisón durante el día. Las prendas de vestir nocturnas cómodas y suaves al tacto producen efectos calmantes.

Momentos de tranquilidad

Instalémonos para proporcionar al bebé su alimento en un ambiente especialmente íntimo y tranquilo. Convirtamos este momento en un espacio de tiempo exclusivo para él si ello ésta a nuestro alcance. Debe tenerse en cuenta que los bebés se adaptan a todo y que el ruido de carácter múltiple generado por la vida familiar no parece molestarles. Sin embargo, esforcémonos para conseguir un tiempo nuestro para proporcionar a nuestro bebé la oportunidad de relajarse junto a nosotros antes de irse a la cama.

Éste es además el tiempo que nosotros y él podamos pasar juntos cuando sea algo mayor y hablar de cuanto le ha ocurrido a lo largo del día. A dicha edad seguimos transmitiéndole el mismo mensaje tranquilizador al permanecer física y emocionalmente cerca. Dormir bien, para nuestro bebé, significa separación sin sentir preocupación alguna. Con nuestro proceder conseguiremos que experimente el sentimiento de sentirse amado y objeto de cuidados y ello le permitirá incorporarlo a su sueño.

Esforcémonos en mantenemos tranquilos y relajados. Sin embargo, esto resulta más fácil de decir que de hacer. El momento en que un bebé debe irse ala cama siguiendo la rutina establecida coincide con momentos de gran actividad en la mayoría de hogares, ya que algunos de sus miembros vuelven a casa, precisa preparar la cena, hay otros niños que necesitan atención, el teléfono suena. En resumen, son muchas las cosas que contribuyen a distraernos a nosotros y también a nuestro bebé.

Resulta frecuente el que los bebés se muestren inquietos en este momento del día, precisamente cuando consideramos que deberían estar más relajados. Lo cierto es que están cansados, algunas veces «quemados» y sobreestimulados, ocurriendo asimismo que en determinadas ocasiones se ven ignorados y experimentan aburrimiento. También es posible que acontezca que el nuestro se ponga a llorar si nosotros nos sentimos inquietos. Debe tenerse en cuenta que representamos su seguridad y que debido a tal circunstancia cuando percibe que anida en nosotros la preocupación o la angustia se siente amenazado. Si su inquietud nos pone tensos, olvidará la razón original que le llevaba a llorar y comenzará a quejarse hasta que esté convencido de que nosotros, y también él, estamos perfectamente.

Es posible que nos preguntemos a nosotros mismos; «No sé qué es lo que quiere» pero a ello cabe responder que lo que desea es tener a su lado unos padres relajados, divertidos y felices al objeto de que le hagan sonreír, le digan que todo va bien y que le aman y que ha llegado el momento de irse a la cama. En el mundo real, no obstante, lo que con frecuencia obtiene es unos padres cansados y preocupados que desean que vaya a la cama al objeto de que ellos puedan ocuparse de otras cosas o simplemente disponer de un tiempo que estiman muy necesario para sí. Con todo, si nos es posible conseguir aun cuando sólo sean quince minutos de tranquilidad, le resultará más fácil a nuestro bebé irse a la cama y permanecer dormido y gracias a ello la velada será realmente nuestra.

El irse a la cama

Mostremos a nuestro bebé el lugar en que va a dormir. Esto le permitirá saber dónde se encontrará si se desvela por la noche y por tanto no experimentará sorpresa o se asustará ante un entorno inesperado. Hagamos que su capazo o cuna sea cómodo y acogedor. Puede que también decidamos mostrarle su osito de peluche o cualquier otro juguete de textura similar para inducirle gradualmente a que lo considere como «objeto confortador» que es conveniente llevarse a la cama. Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que en esta etapa los juguetes de peluche no significan mucho para el bebé y por consiguiente deberemos limitar su número a uno o dos. Arropémoslo con firmeza.

La textura de los tejidos es importante para ciertos bebés mientras que para otros lo es el olor. Algunos muestran preferencia por las mantas de franela suaves al tacto y cálidas mientras que en otros casos la elección se orienta hacia los tejidos de algodón que se caracterizan por ser menos flexibles. Tenemos asimismo el ejemplo de bebés que parecen encontrar solaz durmiendo sobre una piel de cordero y a este respecto debemos recordar que se utilizaron por primera vez en las unidades de prematuros y que ahora es posible adquirir en el comercio. Si disponemos de una de estas pieles constituye una buena idea el que primero durmamos nosotros en ella al objeto de que incorpore nuestro olor.

Si nuestro bebé se muestra inquieto, probemos a cambiar su posición habitual de cuando duerme. Es un hecho comprobado que algunos sólo se sienten felices si se apoyan sobre su barriga. A este respecto conviene señalar, no obstante, que lo habitualmente aconsejable es evitar que los bebés duerman boca abajo y, por consiguiente, ¿qué es lo que debemos hacer si el nuestro sólo se relaja cuando se encuentra en esta postura?

  • Probemos a proporcionarle la presión sobre su barriga, y la sensación de contacto, hacia la cual siente preferencia.
  • Es posible que le guste estar envuelto en una manta de franela.
  • Coloquémoslo acostado sobre uno de sus lados, apoyado sobre el brazo que se encuentre en la parte inferior, con la barriga en contacto con el colchón. No es recomendable acostarle boca abajo.
  • Un pequeño cojín, acoplado contra su barriga mientras se encuentra acostado sobre uno de sus lados, puede algunas veces servir de ayuda.
  • Existe un medio en el mercado que se compone de dos pequeños cojines unidos entre sí mediante una banda de tejido y que hace posible colocar al bebé acostado sobre uno de sus lados y mantenerlo en esta posición gracias al soporte prestado por los cojines situados uno a cada lado.

A partir del instante en que nuestro bebé esté en condiciones de dar vueltas por sí mismo no le resultará difícil encontrar su posición preferida para dormir. A algunos les gusta sentir que sus pies se hallan en contacto con la parte inferior de la cama mientras que otros se desplazan hacia arriba hasta conseguir que su cabeza se apoye contra la cabecera. Por tanto ajustémonos a lo que parezca ser la preferencia de nuestro bebé cuando lo pongamos en la cama.

Es posible que deseemos permanecer junto a él durante unos pocos minutos, quizá hablándole suavemente o cantándole alguna canción, mientras se va acomodando. Un juguete musical que emita una nana, por ejemplo, puede actuar como sustitutivo de nuestra presencia y contribuir a que nuestro bebé nos deje marchar. Otro extremo a tener en cuenta es que algunos se sienten plenamente felices en la oscuridad mientras que a otros les gusta la tenue luz de una lámpara de noche. Digámosle «buenas noches» en tono decidido y abandonemos la habitación acto seguido.

No esperemos, sin embargo, que el sistema funcione de inmediato. De hecho, algunas veces ha de transcurrir una semana aproximadamente antes de que nuestro bebé adquiera la confianza suficiente para irse a dormir sin que medie una visita tranquilizadora. Si sus protestas persisten más de unos pocos minutos, entonces volvamos de nuevo a la rutina de acomodación y de las «buenas noches», apartándonos de su lado en el momento en que ya se haya calmado. Si se muestra muy nervioso y llora podemos tomarlo en brazos para consolarlo pero lo que en modo alguno debemos hacer es sacarlo de la habitación o actuar de modo que tenga la impresión de que el día comienza de nuevo. Lo que nos esforzamos en conseguir es que descubra que puede dormir a través de su propio esfuerzo y que no aprenderá cómo hacerlo si no cuenta con la oportunidad de intentarlo.

Tan pronto como nuestro bebé haya adquirido el hábito de meterse en la cama sin problemas en el momento previsto y dormir hasta la mañana siguiente podremos congratulamos por el éxito alcanzado. A partir de dicho instante habrá ajustado su proceder a una pauta de conducta que deberá constituir la base de unos hábitos que van a durar toda su vida por lo que a dormir se refiere Nuestra misión, en tales casos, es procurar asegurarse de que nada vendrá a interferir el proceso.

Como parte de su crecimiento y desarrollo normales habrá momentos en que nuestro bebé se despertará por la noche y no podrá conciliar el sueño de nuevo sin contar con nuestra ayuda. También ocurrirá que en determinadas circunstancias se mostrará reacio a irse a la cama. Tales situaciones es posible que duren un par de días e incluso unas pocas semanas, pero no deben preocuparnos ya que no existe razón alguna que justifique el que estas breves interrupciones puedan desembocar en un problema que impida dormir.

Sin embargo conviene no olvidar que algunas veces un bebé se mantiene despierto durante una o dos noches por una buena razón y que la reacción que esta situación provoca puede incitarlo a seguir despertándose hasta que ello acabe convirtiéndose en un hábito. Lo mismo es cierto con relación a las protestas proferidas a la hora de irse a la cama. La clave que ha de permitir evitar esto es comprender la causa de la perturbación original al objeto de que podamos enfrentarnos a ella de modo apropiado y limitar sus efectos a un mínimo. Esta forma de permanecer despierto constituye el tema del capítulo siguiente.

Siestas diurnas

Nos hemos concentrado en el dormir nocturno por dos buenas razones. Una de ellas es la de que es altamente esencial para los padres y la otra es la de que un bebé que duerme bien por la noche se desarrolla de modo satisfactorio. Su humor y su apetito serán buenos y toda la cuestión de la alimentación y de las siestas resultará mucho más fácil. Un bebé cansado e irritable, cuyas noches plagadas de interrupciones impiden que su metabolismo se desenvuelva ajustándose a unos ritmos sanos, puede estar demasiado tenso como para gozar de su comida y sus momentos de descanso.

Ahora bien, aun cuando el dormir por la noche supone cuestión prioritaria, las siestas diurnas también son importantes ya que permiten a los padres disponer de unos periodos de descanso de los que están muy necesitados. Aparte de ello tenemos que incluso dormir durante un breve espacio de tiempo transforma a un bebé irritado y descontento en otro alegre y entusiasta. Sin siestas nuestro bebé acabará extremadamente cansado y alcanzará un punto de agotamiento elevado que coincidirá precisamente con el momento en que debería estar en condiciones de desconectarse de modo relajado para irse a la cama.

Para nosotros, la hora en que nuestro bebé debe acostarse es la fase final de un largo día dentro del hogar pero para él, el ritual de un baño y un plácido momento en que es alimentado y cariñosamente abrazado constituye un hecho de la máxima importancia ya que se trata de un espacio de tiempo que transcurre agradablemente gozando de nuestra plena y total atención. A tal fin necesita disponer todavía de algunas reservas de energía para disfrutar de él.

Algunos padres creen que las siestas diurnas harán que un bebé muestre menos predisposición a dormir por la noche. Esto, sin embargo, sólo es cierto en los que tienen más de un año, los cuales como mejor se comportan es cuando su siesta coincide con la parte central del día aproximadamente ya que si tiene lugar al caer la tarde tal circunstancia ciertamente supondrá que no tendrán sueño a la hora de irse a la cama. En cambio, para los bebés que no llegan a la edad indicada, el dormir es factor tan básico para un crecimiento y un desarrollo sanos, tanto desde un punto de vista físico como mental, que resulta casi cierto afirmar que el tiempo durante el cual duerman nunca cabrá considerarlo excesivo. Debe tenerse en cuenta que el dormir constituye un hábito y que cuanto más duermen los bebés, más lo hacen todavía.

En sus primeros días, las repetidas siestas cuidan de ellos. Un bebé recién nacido simplemente se duerme cuando tiene sueño, a menos que surja algo que se lo impida. Y cuando comience a consolidar el dormir de forma que cubra un prolongado periodo de tiempo por la noche, las siestas tenderán a adoptar una pauta natural en torno a este hecho. Un bebé que duerma bien por la noche es probable que se muestre descansado, relajado, feliz y coma bien, lo cual dará lugar a que le resulte fácil entregarse a siestas regulares durante el día.

Una regla empírica es la que sostiene que la mayoría de bebés necesitan dos siestas al día, una por la mañana y otra por la tarde, y ello hasta que hayan cumplido un año. Después, generalmente abandonan una u otra y aquélla de las dos que permanece viene a situarse hacia el centro del día aproximadamente. Algunos conservan este hábito hasta el momento en que comienzan a ir a la escuela mientras que otros desisten antes de cumplir tres años o lo convierten en un momento de descanso junto a algunos libros y juguetes con los que distraerse.

Las siestas de nuestro bebé se adaptarán a su cambiante necesidad de dormir. La única cosa que puede hacer difícil el que siga fiel a un mismo instante del día es el hecho de que se despierte en horas ampliamente distintas por la mañana. Si tal circunstancia tiene lugar a las 5 de la madrugada un día y a las 8 al siguiente, será mucho lo que deberá recuperar en el primer caso pero en cambio se mantendrá totalmente despierto en el segundo. Por consiguiente, en situaciones así toda norma o pauta de conducta resulta desbaratada y suponen un buen motivo para estimular la práctica de dormir durante periodos presididos por la regularidad por la noche. Los momentos en que se duerma a lo largo del día deben ser vistos como espacios adicionales a una noche prolongada y sin interrupciones y en modo alguno como un sustitutivo de ella.

A partir del instante en que las siestas se ajustan a una pauta, su duración variará. Es posible que ocurra que un día nuestro bebé duerma durante treinta minutos mientras que al siguiente lo haga a lo largo de tres horas. Dejémosle que duerma si ello es posible. Si al final se hace preciso despertarlo para sacarlo al aire libre, procedamos de modo que crea que lo ha hecho de un modo natural. Abramos la puerta suavemente y hagamos algo a su alrededor que provoque ruidos leves. Corramos las cortinas. Cuando se despierte, saludémosle cariñosamente en tono suave. Con ello le incitamos a creer que el dormir es algo que comienza y finaliza de un modo fácil y agradable. Si con frecuencia se le despierta provocándole un sobresalto y se le saca de la cama con cierta brusquedad, es posible que desarrolle el hábito de mantenerse en alerta desde el mismo instante en que comience a abrir los ojos en lugar de permanecer soñoliento y con tendencia a volver a conciliar el sueño.

Los bebés con frecuencia duermen mejor cuando se encuentran al aire libre. Si el nuestro se halla bien abrigado, instalado en un cochecito dotado de protección contra el viento y en un punto en el que podamos verlo y oírlo, nada obsta a que sus siestas diurnas tengan lugar de este modo siempre y cuando y como es lógico no esté lloviendo. Las hojas de los árboles que se mueven encima de su cabeza parece que tienen un efecto casi hipnótico por lo que a conseguir tranquilizarlo respecta. A medida que vaya creciendo tendremos ocasión de ver cómo gorgotea y agita los brazos al despertarse, y golpea los juguetes colgados transversalmente de su cochecito. Descubrir que cuenta con recursos propios para entretenerse viene a mostrarle que no necesita solicitar nuestra presencia en el mismo momento de despertarse.

¿Cuánto tiempo necesita dormir un bebé?

Los bebés varían por lo que al tiempo que necesitan para dormir se refiere, lo cual, de hecho, es válido para todo lo demás. Los gráficos que indican cifras promedio respecto al dormir de bebés de diferentes edades solamente confirman el elevado grado de variación existente. Existe un sistema sencillo e infalible para determinar si nuestro bebé duerme lo suficiente y es el de que si lo ha hecho, al despertar se muestre feliz y contento.

Si por el contrario se despierta gimoteando e irritado a las 5 de la madrugada, tal circunstancia pone de manifiesto que se encuentra cansado. No siente la necesidad de iniciar la jornada. Lo único que hará es mantenerse amodorrado hasta el instante en que pueda gozar de una buena siesta. Volvamos pues a instalarlo en su cama como si fuese plena noche y expliquémosle que todavía no es el momento de levantarse. Aun en el caso de que remolonee y no concilie de nuevo el sueño vale la pena persistir hasta llegar a un instante que se pueda clasificar razonablemente de mañana, quizá las 6. Todo puede servir para contribuir a inducir en él la idea de que ha de permanecer en la cama hasta que llegue el momento de levantarse.

Por otra parte tenemos que si se despierta riéndose alegremente, gorgoteando y con semblante sonriente entonces y lamentablemente ya podemos estar seguros de que ha dormido bastante. Es posible que se deje convencer para que permanezca durante otra hora aproximadamente en su cuna, siempre que disponga de algo que le sirva de entretenimiento, e incluso es probable que duerma un poco más si es algo mayor. Probemos a que duerma su siesta matinal un poco más tarde pues con ello quedará totalmente separada del dormir nocturno y le incitará a consolidar este de modo que constituya un periodo ininterrumpido más prolongado. Sea como fuere, si al despertar se muestra contento y feliz, tal circunstancia supone un indicio seguro de que ha dormido lo suficiente ya sea por la noche o durante la siesta diurna.

¿Cómo podemos determinar el momento en que nuestro bebé necesita dormir?

La misma regla resulta de aplicación en sentido inverso cuando nuestro bebé se encuentra cansado. Así tenemos que del mismo modo que podemos decir cuándo nuestro bebé ya ha dormido bastante debido a que se despierta contento y satisfecho, también podemos señalar cuándo necesita dormir y ello como consecuencia de que se muestra menos feliz. Un bebé de muy corta edad puede llorar tristemente si se halla inquieto, lo cual suena de forma totalmente distinta del vigoroso tono de voz que corresponde a los lloros provocados por el hambre. El frotarse los ojos con los puños constituye un indicio seguro de cansancio. Esto es algo que hacen los bebés de todas las edades.

Un bebé de más edad puede cambiar su conducta de un modo repentino. En un momento dado cabe que juegue feliz y al siguiente adopte una actitud hosca, evaporada su concentración y alegría, y aparte de sí con gesto irritado un juguete tras otro. Con ello produce la impresión de que se está desintegrando ante nuestros ojos, casi como si se hubiera cortocircuitado. Éste es el momento para tomarlo rápidamente en brazos y llevarlo a otro punto para permanecer juntos unos tranquilos instantes y tratar de que duerma a continuación.

Cuando se despierte feliz, mimémoslo y pongamos de manifiesto lo complacidos que estamos de verlo, diciéndole al mismo tiempo que es un ser maravilloso. Resulta fácil considerar como algo normal el dormir bien pero lo cierto es que conseguir que se transforme en un hábito requiere una considerable destreza y por tal motivo nuestro bebé merece grandes alabanzas cuando el éxito le sonríe en este aspecto.

Plan para la consecución de unos buenos hábitos y la correspondiente rutina en el dormir

  • Busquemos estimular unos buenos hábitos y evitar los malos.
  • Recordemos que crear un conjunto de señales coherentes que permitan a nuestro bebé saber qué es lo que debe esperar, es más importante que la hora del reloj.
  • Introduzcamos una rutina por lo que al irse a la cama respecta después de que nuestro bebé haya comenzado a permanecer dormido de modo regular durante prolongados periodos nocturnos. Un buen momento para ello es cuando ha cumplido dos meses aproximadamente.
  • Esforcémonos en conseguir algo de «tiempo de protección» para así poder proporcionar a nuestro bebé su alimento rodeado de un clima especialmente cálido, íntimo y tranquilo antes de meterlo en la cama. Esto despertará en él un sentimiento de saberse amado y cuidado que le acompañará en su sueño.
  • Mostremos a nuestro bebé el lugar en el que va a dormir. Arropémoslo, digámosle buenas noches en tono decidido y abandonemos la habitación.
  • No esperemos que este proceder actúe de inmediato. Es posible que nuestro bebé necesite tiempo para entender de modo cabal lo que de él se espera a la hora de irse a la cama. Insistamos en tranquilizarlo y hagamos que la rutina se mantenga de forma coherente.
  • Mostrémonos vigilantes para descubrir en nuestro bebé cualquier indicio de cansancio y permitámosle que duerma cuando dé muestras de ello. No dejemos que se fatigue en exceso.
  • Nuestro bebé ya ha dormido bastante si al despertarse lo hace con aspecto de sentirse feliz.
  • Cuando nuestro bebé se despierte, alabémoslo por haber dormido bien y démosle una gran bienvenida.