Capítulo 12
Hope revisó los archivos de Magnolia Heights. Según el informe final, los beneficios no habían sido muy altos para Palmer, pero debería haberlo compensado el haber hecho una buena labor social.
Aunque ella no había visto el informe de la empresa de fontanería Stockwell, suponía que ellos habían tomado la misma decisión.
Luego decidió ponerse guapa para ir a trabajar. Así que escogió un traje de color escarlata y, después de vestirse, salió de su apartamento.
Ya en Palmer, fue a ver a Slidell, que se había teñido el pelo de amarillo y se había dejado una especie de cresta.
—En el ordenador que me habéis prestado, puedo acceder al correo de Benton.
—Creía que nunca te ibas a dar cuenta.
—Pero, ¿por qué? ¿Por qué yo?
—Porque pensé que quizá abrieras algún mensaje y te dieras cuenta de que algo estaba pasando —contestó él—. La gente cree que solo nos fijamos en los bytes y en la memoria RAM, pero en realidad conocemos los secretos de todo el mundo. Aunque mantengamos la boca cerrada.
—Hasta ahora.
—Seguimos manteniéndola cerrada.
—Quieres que hable con Benton.
—Sé que tomarás la decisión acertada.
Hope se sintió emocionada.
—No sé por qué confías tanto en mí, pero me siento honrada —dijo ella—.
Vives en Magnolia Heights, ¿verdad?
—No, es mi madre quien vive allí. Y sé que estuviste viendo las casas.
Ella asintió.
—Y viste en qué estado se encuentran, ¿verdad?
Hope volvió a asentir.
—Así que había algún fallo en las cañerías, ¿no?
—Pregúntaselo al señor Quayle —contestó Slidell.
Minutos después, asomó la cabeza en el despacho de su jefe.
—Benton, ¿puedo hablar contigo un momento?
—Claro —dijo él claramente disgustado—. Vas muy festiva, ¿no?
—Pero no me siento nada festiva. Aunque supongo que tú tampoco lo estás,
¿verdad?
—Bueno, todas las empresas pasan por dificultades —contestó él—. Pero lo superaremos.
—Benton, creo que había algún fallo en la cañería 12867. También creo que tú lo sabes y que también está al corriente al menos una persona de Stockwell. Y si no me equivoco, Cap Waldstrum se enteró y os está haciendo chantaje.
Hope vio cómo el rostro de Benton se ponía tenso. Sus ojos reflejaban miedo y confusión. Parecía un animal atrapado.
—Así que eras tú quien tenía acceso a mi correo. ¡Tú! La última persona de la que habría sospechado.
—Fue un accidente, pero cuando supe lo que estaba sucediendo, no pude dejarlo pasar —lo miró fijamente—. Tú no quieres que continúe, ¿verdad?
En ese momento, Benton se derrumbó.
—Fueron las juntas —confesó—. Por algún motivo, hubo un fallo en las juntas.
Después de fabricar la primera serie y probarlas, nos dimos cuenta del fallo, pero ya era tarde.
—Porque, dado el bajo presupuesto, no podíamos permitirnos tirarlas y volver a empezar, claro.
—El bajo presupuesto y el compromiso que teníamos con Stockwell para mandárselas en una fecha determinada.
—A los de Stockwell les dijiste la verdad, ¿no es cierto?
—Sí, hablé con una persona y le conté lo de las juntas. Entre los dos decidimos que no podía ser tan grave. Pensamos, además, que como las defectuosas habían sido repartidas al azar dentro de la instalación, nunca se descubriría que era responsabilidad nuestra.
—Pero Cap lo descubrió.
El rostro de Benton se ensombreció.
—Sí, y decidió utilizarlo para chantajearnos.
—Pero si no parecía que necesitara el dinero… —murmuró Hope, recordando el estilo de vida que llevaba Cap.
—Al parecer estaba arruinado. Estaba completamente endeudado y no se atrevía a contárselo a Muffy.
—¿Cuánto te ha pedido?
La suma la dejó impresionada.
—Pero no puedes dejar que te haga algo así.
—Yo soy el responsable ante los accionistas —aseguró Benton—. Tú, sin embargo, tienes la oportunidad de salvarte. Si no dices nada, conseguirás la vicepresidencia, Hope.
—¿Y qué pasará con los inquilinos de Magnolia Heights?
—¿Qué crees, que a mí no me afecta? Pero no puedo traicionar a Palmer.
Ella no quería juzgar a Benton. El había hecho lo que creía mejor. ¿Por qué no había sido entonces tan generosa con Sam? Bueno, porque aquello era distinto. Al fin y al cabo, no estaba pensando en pasar el resto de su vida junto a Benton.
—Entonces presentaré mi dimisión —dijo ella—. Te la haré llegar al mediodía.
Él asintió.
Después de salir del despacho de Benton, se acordó de que le quedaba por hacer una cosa. Llamar a su amiga Sandi para decirle que finalmente no podría ir a la reunión de aquella noche.
Sam se sentía muy mal después de lo que había pasado la noche anterior con Hope. No sabía si ella podría perdonarlo algún día. Y eso que finalmente había hecho lo que debía, a pesar de que aquello implicaría empezar de nuevo.
Había ido a ver a Cap, pero no para hacer el trato que le había dicho a Hope que haría. No le había costado mucho trabajo sacarle la verdad. Seguidamente, lo había obligado a prometerle que cambiaría de trabajo, a cambio de no contar nada en Brinkley Meyers. Cap tendría que contarle la verdad a Muffy, ya que el cambio supondría bajar el nivel de vida que llevaban. Incluso, tal vez, tener que vender la casa de ambos.
Sam miró el reloj. La reunión de socios era a las seis, así que tenía que darse prisa si quería hablar antes con Phil.
—Es una noticia terrible —dijo este—. Terrible. Pero yo debo proteger la reputación de la empresa a toda costa.
—Lo sé —contestó Sam—. Y por eso te ahorraré algunos detalles que os obligarían a tomar decisiones más embarazosas. La empresa en sí no es la culpable.
Sam pensó que no hacía falta contarle a Phil lo de Cap. Le recordó durante unos segundos y pensó en Muffy. Por un momento, casi tuvo celos. Su camino, en solitario, le iba a resultar mucho más difícil.
—…hay que hacerlo de modo que la imagen de la empresa quede lo más limpia posible —repetía Phil preocupado.
—Sí, esa será tu tarea. La mía es otra muy diferente.
—Pero Sam, piensa en tu posición en la empresa, en tu futuro…
—Mi futuro no creo que le importe mucho a los inquilinos de Magnolia Heights.
—En eso tienes razón —Phil dio un suspiro y miró a Sam fijamente a los ojos—.
Charlene se va a poner muy triste. Pero haz lo que creas que debes hacer. Yo te apoyaré hasta donde pueda.
—Gracias, Phil. En primer lugar, voy a dimitir. Lo que tenga que hacer, debo hacerlo por mi cuenta.
—Temía que ibas a decir eso. Pues ya eres el segundo que dimite hoy. Cap también va a dejarnos. Me dijo que había sentido una especie de llamada y que quería hacer el bien al prójimo. ¿Qué os pasa? Debe de ser el espíritu navideño —
bromeó.
—Nunca se conoce del todo a las personas, ¿no crees? —contestó Sam, levantándose para marcharse.
—A algunas no.
Algo en la voz de Phil le hizo darse la vuelta para mirarlo por última vez. Phil sonreía. No era una sonrisa triste, sino de admiración.
Eran casi las seis cuando volvió a su despacho y llamó a Hope.
No la encontró en el despacho y en su casa había dejado un mensaje, diciendo que estaría fuera hasta el domingo después de Navidad. Podía llamar a todas las personas de Chicago que se apellidaran Summer hasta encontrarla. También podía irse a casa, alquilar un coche hasta el aeropuerto y aparecer también él en Chicago.
Pero en lugar de ello se quedó sentado en su despacho, demasiado triste para decidir nada.
Maggie y Hank Summer se alegraron mucho de que Hope llegara el viernes en lugar del sábado, tal como les había dicho. Hope se acostó pronto aquel día y al día siguiente se levantó tarde. Una vez en pie, ayudó a su madre a preparar una hornada de galletas mientras recordaban el pasado y charlaban sobre el presente.
—Siempre fuiste la mayor de las tres —dijo en un momento dado Maggie—. Y
todavía lo eres. Incluso creo que Faith y Charity están esperando que tú seas la primera en casarte, ya me entiendes.
Los ojos de Hope se abrieron mucho.
—Entonces te vas a quedar sin nietos, porque yo nunca… nunca…
—¿Qué pasa, tesoro? —le preguntó Maggie, poniéndole una mano sobre el hombro y mirándola con cariño.
Hope se sentó en la silla que tenía al lado y se echó a llorar, sin fuerzas para hablar de ello.
El avión de Faith llegaba aquella tarde. Charity, que vivía en una casita de campo al norte de Chicago, fue a recogerla al aeropuerto. Así que llegaron juntas en medio de un torbellino de risas, abrazos, besos y regalos envueltos con brillantes colores. Lo primero que hicieron después de darle un beso a su hermana fue preguntarle por Sam.
—No salió bien —aseguró Hope con una sonrisa que había practicado en el espejo—. Aunque fue bonito mientras duró.
Ya por la noche, después de cenar, las tres se sentaron al lado del árbol de Navidad mientras se tomaban un café.
—En cuanto vuelva, me compraré un gato —comentó Hope después de dar un sorbo a su taza.
—¿De qué tipo? —preguntó Charity con delicadeza.
Eran muy bromistas, pero no cuando veían que su hermana estaba triste.
—Todavía no lo he decidido, así que si queréis hacerme alguna sugerencia, será bienvenida —dijo Hope—. Me compré un libro pero lo que probablemente haré será ir a una casa de acogida de animales y llevarme el gato que me guste más.
—Eso será lo mejor —afirmó Faith—. Confía en tu intuición.
Estaban en la cocina y no se habían molestado en quitar la televisión. En ese momento, estaban dando las noticias, y Hope oyó de repente que decían algo de Magnolia Heights. Se levantó rápidamente y se acercó al aparato.
En la pantalla, se veía una escena caótica. Había policías, bomberos y periodistas intentando hacerse sitio en el césped de entrada del edificio. Césped que ya no era tal, sino una especie de gran charco.
—… un desastre a mayor escala —decía el reportero—. Magnolia Heights está envuelta en una batalla legal que dura ya varios meses por las goteras de las cañerías, que han arruinado el proyecto desde el comienzo. Lo que ha pasado esta noche probablemente conducirá a que se llegue a un acuerdo entre las partes implicadas.
Partes que hasta ahora se han negado a cooperar. La rotura mayor ha ocurrido en el edificio B, que ha inundado…
Hope enseguida se acordó de la señora Hotchkiss y de su bebé. También pensó en la madre de Slidell, la señora Hchiridski…
De pronto, se dio cuenta de que su familia se había reunido detrás de ella.
—¿No es este el proyecto…? —preguntó Charity.
—Sí. ¡Es Sam! —gritó sorprendida.
El rostro del hombre que llenaba la pantalla estaba serio. También tenía ojeras e iba sin afeitar.
—Señor Sharkey, ¿puedo hacerle unas preguntas? —le dijo un reportero.
—¿Es ese Sam Sharkey? —Quiso saber Faith—. ¡Pero si es guap…!
—¡Calla! —gritó Charity.
—Señor Sharkey, ¿es verdad que es usted el encargado de defender a Cañerías Palmer en los tribunales?
—No quiero hacer declaraciones.
—¡Señor Sharkey! —El grito procedía de otro de los periodistas—. ¿Es cierto que ha dimitido?
—¿Dimitido? ¡Oh, Sam! —exclamó Hope.
—Ya he dicho que no voy a hacer declaraciones —repitió Sam.
—¿Tiene que ver su dimisión con las pruebas que se han encontrado…?
—¡Tengo que volver enseguida! —exclamó Hope.
—Oh, tesoro, no puedes marcharte —le suplicó su madre—. Estamos en Navidad. Además, ¿qué puedes hacer tú?
—Mamá, ya sabes cómo es Hope con su trabajo —añadió Faith—. No puede evitar sentirse responsable de todo.
—No es por mi trabajo. Lo he dejado. Vuelvo para ayudar a Sam.
Salió corriendo de la cocina para llamar por teléfono.
—¡Oh, Dios mío! —oyó exclamar a su hermana Charity.
Capítulo 13
Sam estaba sentado frente al televisor, adormilado y totalmente agotado, cuando oyó que en la televisión empezaron a hablar de Magnolia Heights.
—… a la temperatura ambiente de hoy, siete grados Fahrenheit, el agua está formando una capa de hielo de aproximadamente tres o cuatro pulgadas alrededor de los tres edificios, creando unas condiciones horribles para…
Sam comenzó a vestirse rápidamente sin dejar de soltar maldiciones.
—… en estos momentos, ya no quedan reservas de agua para el edificio B. Los habitantes de los otros dos edificios han ofrecido…
Para entonces, Sam ya había terminado de vestirse.
—… no habrá mucha alegría navideña en Magnolia Heights este año, mientras los residentes tengan que…
De camino a la puerta, Sam recordó que su avión salía al día siguiente. Pero en esa situación, no podía irse a Nebraska. Así que decidió llamar a sus padres para decírselo.
—Papá, no puedo ir a casa mañana. Tengo problemas en el trabajo.
Su padre comenzó a protestar, pero enseguida se puso su madre.
—Hijo, haz lo que puedas por esa pobre gente de Magnolia Heights. Nos hemos enterado de todo por las noticias. Además, celebraremos la Navidad el veinticinco para los nietos, pero los mayores esperaremos hasta que puedas venir.
—Gracias mamá, pero no es necesario que me esperéis.
—Ya lo sé, pero queremos hacerlo.
Después de colgar, salió de su casa en dirección a Magnolia Heights.
Hope llegó a Nueva York a las cuatro de la mañana, sin haber dormido nada, y fue directamente a la dirección que le habían buscado sus hermanas. Habían localizado a un tal Samuel Sharkey en la Avenida B. Llamó al 4R.
Como no contestó nadie, pensó que seguramente estaría dormido. Así que decidió despertarlo y siguió llamando. No hubo respuesta. Estaba empezando a helarse cuando vio que llegaba un taxi y que Sam bajaba de él.
—¿Qué estás haciendo aquí? —le preguntó nada más verla.
—Tengo que hablar contigo.
—¿Aquí? —preguntó él.
—Sí, claro —gritó ella—. ¿Es que quieres que me hiele o qué?
—Oh, claro, perdona —Sam abrió la puerta.
Hope se fijó, nada más entrar, en lo modesto que era el apartamento. Y mientras Sam preparaba una cafetera, ella no pudo evitar hacer sus consideraciones. Era evidente, se dijo, lo importante que era para Sam convertirse en socio de su empresa.
Solo así se explicaba que únicamente se gastara dinero en su imagen pública. Fue entonces cuando comprendió emocionada el verdadero sacrificio de Sam al renunciar a todo en pos de la justicia.
Después de haber puesto la cafetera al fuego, Sam se volvió hacia ella y comenzó a quitarle las botas. Luego, mientras la miraba fijamente a los ojos, comenzó a masajearle los pies.
—Vi lo de Magnolia Heights en la televisión y he venido lo antes posible —le explicó ella.
—Yo vengo ahora mismo de allí. Han desalojado los edificios para tratar de detener el escape. Pero… ¿tú no estabas en Chicago?
—Estaba, pero ahora estoy aquí y quiero contarte la idea que he tenido.
Una vez se la contó, Sam se la quedó mirando fijamente.
—Pero, ¿cómo vamos a conseguir todo eso en solo veinticuatro horas?
—Papá Noel lo hace en tan solo una noche —le recordó ella.
Era Nochebuena y se respiraba un aire festivo en Magnolia Heights. Entre Cañerías Palmer, Stockwell y la empresa constructora de Magnolia Heights, habían montado una pista de patinaje, habían comprado un enorme árbol de Navidad y habían instalado unos enormes altavoces a través de los que sonaban villancicos.
Brinkley Meyers había financiado también una serie de vendedores ambulantes que regalaban perritos calientes, chocolate y dulces.
También habían llegado montañas de regalos de donantes anónimos.
Por otra parte, Palmer y Stockwell habían anunciando que financiarían la reinstalación de las cañerías de Magnolia Heights.
Hope y Maybelle se acercaron donde Benton estaba dando una conferencia de prensa.
—Esta situación ha sido horrible para todas estas maravillosas personas —
estaba diciendo Benton—. Así que tanto si la culpa es nuestra como si no, aceptamos nuestra responsabilidad y nos ocuparemos de arreglar lo que ha pasado.
—Oh, Dios, eso es estupendo —comentó Maybelle.
—Sí, no podría haber salido mejor —asintió Hope.
—Bueno, eso es exagerar. He estado en los otros edificios y esta gente tiene sus casas hechas un desastre.
—Es que no todo el mundo tiene dinero para decorarlas como es debido.
—No estoy hablando de dinero. Lo que sucede es que no respetan la armonía.
Voy a organizar unos seminarios gratuitos de feng shui para esta gente.
—Es estupendo, Maybelle. Por cierto, ¿cuándo quieres que te pague la…?
—¿La factura? —terminó la frase por ella—. Ya te la mandaré uno de estos días.
Y ahora, adiós. ¡Felices fiestas!
Después de que Maybelle se fuera, Hope echó un vistazo a su alrededor buscando a Sam. Pero no había ni rastro de él.
Hope estaba sentada en el suelo, contemplando el árbol de Navidad. Debajo de él, estaba el regalo para Sam. Un jersey de cachemir del color de sus ojos.
El problema era que no estaba Sam para poder dárselo. De todos modos, sabía que lo suyo no habría salido bien.
Al día siguiente, volvería a Chicago para pasar unos días con su familia. A su regreso a Nueva York, tendría que comprarse un gato y conseguir un trabajo nuevo.
En ese momento, sonó el teléfono.
—Hola.
—¿Sam? —dijo ella con voz temblorosa.
—¿Estás ocupada?
—No, estoy delante del árbol de Navidad, contemplándolo.
—Bueno, es que tengo un regalo para ti y me gustaría dártelo.
—¿Ah, sí? —preguntó Hope—. Pues yo tengo otro para ti.
—Entonces me pasaré por allí en… minuto y medio —aseguró él.
Cuando le abrió la puerta, Hope tuvo que hacer un gran esfuerzo para no echarse en sus brazos. Lo que habría sido difícil, por otra parte, ya que él llevaba una jaula en la mano.
Por los maullidos era evidente de qué se trataba.
—Ahora verás —dijo él, destapando una de las jaulas.
Se trataba de un gatito precioso, de pelo largo y ojos azules.
—Oh, Sam, es muy bonita —dijo, agachándose para acariciar al animal.
—Bonito —la corrigió él—. Es un gato.
El animal echó a correr y se metió en el dormitorio.
—Me encanta, Sam. Muchas gracias —aseguró ella, abrazándolo y dándole un beso—. ¿Me has perdonado ya por no haber confiado en ti?
—Claro que sí. Además, tenías razón. Por un momento, me olvidé de mis prioridades. Es normal que te enfadaras conmigo —dijo él, llevándola hasta la cama
—. Pero, ¿confías en mí ahora? Recuerda que estoy en el paro. ¿Confías en que podré conseguir otro trabajo y convertirme en un ciudadano responsable?
—¿Quieres decir que si confío en que podrás alimentar una familia? —Hope comenzó a besarle el cuello—. Porque como yo también estoy en el paro, quizá sea el momento adecuado para tener un hijo.
—Mientras nos tengamos el uno al otro, todo irá bien —dijo él, tumbándose al lado de ella sobre la cama.
Hope se apretó contra él mientras se despertaba en ella un deseo incontrolable.
Entonces Sam la besó apasionadamente y ella le desabrochó la camisa, impaciente por sentir el vello del pecho de él contra sus senos.
—Oh, Dios —exclamó entonces Hope al ver que el gato estaba en lo alto del árbol de Navidad, luchando contra la estrella de goma espuma.
Se levantó y fue a agarrar al animal.
—Me parece que vas a encajar bien en esta casa —le dijo al gato mientras le desenganchaba las garras de la estrella.
Igual que Sam.
Hope decidió llamar Feng Shui al gato.
Pasaron las navidades juntos. Primero estuvieron con la familia de Sam y luego con la de Hope. Feng Shui fue con ellos.
En febrero, Hope y Sam fundaron su propia empresa.
Se casaron en marzo, decidiendo que si después de trabajar juntos no se habían peleado todavía, su matrimonio podía durar.
Susana Summer Sharkey nació el día de Navidad del año siguiente. Como habían montado una guardería infantil en su empresa, podían llevarla con ellos al trabajo todos los días.
Con Feng Shui no había ratones en la casa, pero tuvieron que cambiar las cortinas dos veces.
Maybelle se siguió encargando de la decoración, pero sin mandarle ninguna factura a Hope.