Introducción
La leyenda de «Tristán e Iseo»
Tras las canciones de amor de los primeros trovadores occitanos, en el tiempo de los juglares, de los cantares de gesta, de las traducciones latinas, de las vidas de santos, de las iglesias románicas, cuando se construía Notre Dame de París, se celebró en las cortes provenzales y francesas la historia de los amores de Tristán y la reina Iseo.
Ninguna obra medieval conoció un éxito comparable al de Tristán e Iseo. Por su realismo y fantasía, su halo misterioso y sus rasgos profundamente humanos fascinó al público de todas las épocas. Contenía elementos mágicos, viejos resabios de creencias primitivas y concepciones del mundo ya en desuso en el siglo XII. Mostraba con singular audacia los conflictos internos nacidos de la doble inclinación del hombre: en cuanto individuo que busca su satisfacción personal y en cuanto miembro de un cuerpo social del que no puede (ni quiere) renegar. Comparada con las novelas de su época, la leyenda de Tristán e Iseo sorprende por su novedad.
Tristán e Iseo es la historia del amor trágico y fatal, pero su fatalismo tiene poco que ver con el heredado de la Antigüedad. Los contemporáneos, familiarizados con la historia de Dido y Eneas, que por aquellos años se había adaptado al francés, podían captar sus diferencias. Sólo Dido es víctima de su pasión y de un destino implacable, mientras que en Tristán e Iseo la pasión, nacida del azar, embarga por igual a los dos protagonistas; no existe en ellos protesta alguna contra el destino; Tristán e Iseo asumen su suerte, unas veces sufren y otras se recrean en ella. No por ello dejan de ser conscientes del sino trágico que pesa sobre sus vidas. El Tristán de Béroul lo resume en una fórmula admirable:
Si longuement l’avon menee,
Itelfu nostre destinée[1].
De la Antigüedad había llegado también la breve novela de Píramo y Tisbe, adaptada de Ovidio. En ella no se planteaba el problema del héroe, como tampoco en Romeo y Julieta, y las contrariedades que separaban a los amantes se debían a enemistades de familia. Pero, sobre todo, en Píramo y Tisbe, el desenlace fatal es fruto de un error, de un azar desafortunado que podía haberse evitado. En Tristán e Iseo, por el contrario, la muerte es consecuencia misma de su amor; es su única culminación posible y su plena realización, como muestra la leyenda de origen popular de los árboles que nacen de sus tumbas para enlazarse y que ninguna mano humana puede separar o cortar sin que vuelvan a brotar con más fuerza. Gottfried von Strassburg insiste sobre este tema y Wagner basará en él su adaptación musical de la leyenda.
Los autores de los textos antiguos insisten en el sino adverso que envuelve las vidas de Tristán e Iseo, vinculado a su amor trágico, nacido del filtro, germen de dolor y de muerte. Los protagonistas conservan, a través de las dificultades, su esperanza de vivir. Astutos y audaces, actúan como si ningún destino implacable los aguardase. No parece influirles la fatalidad que los marca desde su nacimiento: el nombre de Tristán, en la mayoría de las versiones, se relaciona con «tristeza» y su entrada en la vida sucede en trágicas circunstancias. Tal vez la leyenda sea el relato del fracaso de la pasión total o del amor humano imposible, pues éste surge por efectos mágicos, sólo se explica por arte de nigromancia y encuentra su culminación en la muerte, pero sus protagonistas niegan tanto su fracaso como su imposibilidad. Apenas conscientes de vivir una experiencia única, Tristán y la reina están decididos a no dejar encerrar su conducta dentro de los rígidos esquemas sociales y morales de su época. Puede sorprender la ausencia de sentimientos religiosos de los personajes, la carencia absoluta de arrepentimiento moral de los amantes, que no dejan de proclamar su inocencia. Es más, Dios mismo se hace su cómplice y los ayuda a escapar del peligro; incluso los elementos naturales los favorecen: el viento hincha los vestidos de Tristán para amortiguar su caída cuando salta de la capilla encaramada sobre un acantilado escarpado, huyendo de la hoguera que el rey Marcos ha encendido para ellos. Ningún autor medieval se atreve a condenar sus amores; el buen ermitaño al que acuden inventa piadosas mentiras para reconciliarlos con el rey, intuyendo que algo en sus vidas está más allá del bien y del mal. Si algo añoran los amantes, cuando la disminución del filtro les impulsa a abandonar la vida errante y salvaje en el bosque de Morois, es la pérdida de su posición social. El conflicto entre moral individual y moral ortodoxa se soslaya gracias a la magia del filtro, que los redime y hace inocentes, y acaso también a la creencia popular de que Dios protege y ayuda a los amantes. Los autores insisten, por el contrario, en el conflicto entre el individuo y la sociedad representada por la corte de Marcos en Cornualla. En ningún momento sienten los amantes deseos de huir de la sociedad. La vida en común en medio de la naturaleza, en la bella escena del bosque de Morois —episodio cumbre en torno al que se organiza la historia— no ha sido buscada voluntariamente: han huido, atemorizados, para salvar sus vidas (en las versiones de Béroul y Eilhart) o han sido expulsados de la corte (como en la versión de Thomas). Es inexacto hacer de Tristán un rebelde social. Por su conducta puede juzgársele como tal en algunos momentos, pero su intención es siempre distinta. Su conflicto es más íntimo y profundo. Salvo en la tardía novela en prosa, Tristán respeta y ama a su tío, el rey Marcos, esposo de Iseo, y si es desleal con él actúa impulsado por una fuerza superior, nacida del filtro, que se ha identificado con su propio ser. En contra de su voluntad quebranta la fidelidad que le vinculaba a su señor y de la que nacía su gloria de caballero. En ocasiones su actuación recuerda la de los protagonistas de las epopeyas llamadas de los «barones sublevados», que también quebrantaban la fidelidad que debían a su señor, y su historia presenta analogías de detalle con la de Girart de Rousillon. Los separa la intencionalidad (y la historia fue escrita en el siglo de Abelardo y su moral de la intención), por eso los primeros conocen el remordimiento que Tristán nunca sentirá.
En Tristán e Iseo pueden descubrirse numerosos vestigios de la literatura heroica o épica: los relatos de la infancia o juventud del héroe, su lucha contra el Morholt, con lo que libera a Cornualla del infamante tributo de jóvenes, o contra el dragón que asolaba a Irlanda, no dejan lugar a dudas. Las hazañas de sus primeros años son dignas de las mocedades de Teseo, Sigfrido o Gilgamesh. El amor surgido del filtro transforma esta imagen heroica. No desaparecen sus dotes de gran guerrero, pero, durante un tiempo, mientras permanece en Cornualla junto a la reina o cuando vive con ella en el Morois, pasan a segundo plano: en el bosque ya no es el héroe que luchó contra el Morholt, es el furtivo que acecha su caza para proveer a su sustento. Vive en el temor. El amor produce la degradación del héroe y del vasallo: prueba de ello son sus regresos a Cornualla, una vez separados los amantes, bajo disfraces deshonrosos, como leproso, pobre romero o loco. El alemán Eilhart, sobre todo, insiste en este aspecto negativo del amor, en su incompatibilidad con la vida noble y heroica. En franca contradicción con la teoría de la cortesía, que por aquel entonces predominaba en la literatura francesa, el héroe y el amante no logran integrarse armónicamente.
La Edad Media conoció dos figuras de amantes que encarnaban la teoría del amor adúltero, del amor-pasión, opuesto a la monotonía de la vida conyugal: Tristán y Lanzarote. La figura de Lanzarote, esbozada por vez primera en la novela francesa con Chrétien de Troyes (Le Chevalier á la Charrette), es menos inquietante, menos subversiva. El amor es en él fuente de proezas. Lanzarote supéralas contradicciones que imposibilitan la realización humana de Tristán. Será el prototipo del perfecto amante y del perfecto caballero, algo que ni siquiera en la novela en prosa logrará Tristán: en esta redacción tardía de la leyenda, Tristán se convierte en émulo de Lanzarote, al que supera en ocasiones, pero su muerte, consecuencia de sus amores con la reina de Cornualla, trunca su participación en la empresa social, colectiva y religiosa de la búsqueda del Grial. No había escapado a Chrétien de Troyes este conflicto que en Tristán opone al héroe y al amante pero, como tantos autores medievales, intentó buscar un equilibrio más o menos estable entre obligaciones sociales, obligaciones religiosas y derechos de la pasión. Por el contrario, la novela de Tristán e Iseo no ofrece soluciones, no elude la contradicción: tal vez en este punto de vista más veraz esté su mayor fuerza. Lanzarote está anclado en su tiempo, es un bello producto de la sociedad francesa del siglo XII. Tristán es más universal. Es más realista su concepción del amor, son más profundamente humanos los conflictos que plantea: por eso su atractivo se ha mantenido intacto hasta nuestros días.
Tristán e Iseo es la historia de un amor tan extraordinario que requiere una explicación mágica, el filtro, sin perder por ello sus rasgos más profundamente humanos. Es la historia del fracaso del hombre cuando entra en conflicto con la sociedad, pero también la del triunfo de la pasión por encima de las convenciones y de la muerte. La magia del filtro no impide, sin embargo, presentar del modo más realista la pasión y sus efectos sobre los protagonistas. Bajos sus impulsos el héroe sufre una verdadera degradación en su vida de caballero, la reina recurre, como cualquier heroína de fabliau, a engaños y argucias indignos. Los personajes sufren la angustia de vivir el conflicto entre sus obligaciones y su amor. De estas contradicciones nace su carácter inestable y sus cambios bruscos de humor, más evidentes en la versión de Béroul, aunque de un modo u otro presentes en todas las versiones. Unas veces resuelta, decidida y astuta, otras veces deprimida, Iseo pasa fácilmente de la confianza al temor que puede impulsarla a cometer las más viles acciones, como enviar a la muerte a su fiel compañera Brangel. El rey Marcos se enfurece cuando cree haberlos sorprendido en flagrante delito e, incitado por los felones, decide su rápido castigo sin acceder a las peticiones de clemencia ni al juicio previo. Pero en otros momentos pierde su fiereza, se muestra pronto a la compasión, como al descubrirlos castamente dormidos en el bosque, o benévolo y condescendiente hasta creer la farsa que los amantes representan delante de él al saberse espiados en el encuentro del jardín. Los autores de las novelas en verso han evitado cuidadosamente hacer de él tanto el marido anciano, necio, ridículo y bobalicón, justamente engañado por su joven esposa, de los fabliaux, como el esposo vindicativo y cruel del Tristán en prosa. Estos cambios bruscos de humor que manifiestan un conflicto interno insoluble son menos evidentes en Tristán, puesto que la presentación heroica que de él nos hacen los autores impedía resaltarlos como en Iseo. No por ello dejan de existir. Son significativos ciertos motivos como el poco heroico temor de Tristán al conocer que el rey los ha descubierto en el bosque o al ver al despertar la cabeza de su enemigo al que su fiel ayo ha dado muerte (en la versión de Béroul).
Presas de la alegría y de la tristeza, nobles aunque impulsados a acciones ruines o viles engaños, contradictorios en sus estados de ánimo, apegados a la vida, deseosos de gozar de su amor, pero arrastrando un sino adverso, Tristán e Iseo son la mejor imagen del amor-pasión de la literatura occidental. Pese al ambiente mágico creado por el filtro, nunca el amor había sido tratado de manera tan exaltada y a la vez realista, vinculado a conflictos psíquicos internos e imposiciones sociales, confrontado con la más trivial existencia, como en esta pequeña novela, una de las obras maestras de la literatura universal.
Es difícil presentar la leyenda de Tristán e Iseo sin tener en cuenta las diferentes versiones antiguas que de ella se hicieron. Ningún texto francés del siglo XII nos ha llegado completo: se ha conservado un largo fragmento de la obra de Béroul y diversos fragmentos de desigual extensión del poema compuesto por Thomas; junto a ello existen dos importantes versiones alemanas (la de Eilhart von Oberg y la de Gottfried von Strassburg) y la extensa novela en prosa francesa. Los autores no coinciden ni en la sucesión de las escenas ni en los episodios incluidos, pero, lo que es más importante, cada uno de ellos modifica el sentido de la vieja leyenda.
Las versiones antiguas de la leyenda
En la Edad Media francesa existieron poemas de Tristán e Iseo hoy perdidos[2]. El fragmento de Béroul, tal vez obra de dos autores[3], se compuso en Normandía en la segunda mitad del siglo XII[4]. Comparado su texto con el conjunto de las versiones conservadas, es más popular y directo. Son numerosas las apelaciones al auditorio, las intervenciones del poeta, los rasgos arcaicos que recuerdan la técnica juglaresca, los procedimientos del cantar de gesta, del que muchas veces está más cerca que de la novela cortesana de la segunda mitad del siglo. El estilo es rápido y ligero; son escasas las descripciones o los párrafos narrativos, abundan los diálogos; la composición es dramática y afectiva; combina admirablemente los tonos y estilos, ora irónico, ora serio o trágico. A diferencia de Thomas, se detiene en los detalles concretos, realistas, y prescinde casi totalmente del monólogo psicológico. Atiende más a los objetos y gestos que permiten exteriorizar los sentimientos que a los largos razonamientos. La composición de su poema ha sorprendido y fascinado a los críticos contemporáneos. Su arte es sencillo, espontáneo y fragmentario. Construye su obra en pequeñas escenas superpuestas, aparentemente sin enlazar entre sí, aunque vinculadas mediante una serie de motivos y temas recurrentes. Por momentos su poema tiene algo de la crueldad y barbarie primitiva de algunos cantares de gesta, como en España el de los Siete infantes de Lara. Su Tristán es menos heroico que el de Eilhart. En cambio, la figura de Iseo cobra un relieve particular: inventa tretas, hace declaraciones ambiguas, ayuda a construir la cabaña del bosque, propone adiestrar al perro Husdén y enseñarle a cazar en silencio. Con más resolución que los restantes autores, Béroul toma partido a favor de sus protagonistas, recoge los lamentos del pueblo cuando son condenados y no vacila en hacer intervenir a Dios en su favor. Siente auténtica obsesión por vengar a los amantes de cuantos los acechan, espían y delatan: es el único que nos ha transmitido las escenas de la muerte de los felones.
Nada sabemos de su «modelo» (o «modelos»); por ello es difícil valorar adecuadamente su originalidad. Parece probable que algunos episodios que sólo él ha conservado sean de su entera creación: entre ellos destaca el bello sueño de Iseo en el bosque de Morois. El Tristán de Béroul es menos culto y refinado que el de Thomas, pero también, por momentos, más poético y, en general, más profundamente humano.
Sólo se ha conservado aproximadamente la sexta parte del poema en verso[5] que Thomas compuso, en dialecto anglonormando, entre 1155 y 1170. Adapta libremente la leyenda. La racionaliza, refina y concentra: reduce el número de personajes secundarios y destaca a los protagonistas; incluso el rey Marcos, cuyo temor o cariño condicionaba la actuación de Tristán e Iseo en Béroul, pierde importancia. En cambio, desarrolla enormemente los episodios que conserva y añade la narración detallada de los amores de los padres de Tristán, que le sirve para destacar un rasgo esencial de la obra: el destino trágico que marcará a Tristán desde su nacimiento. Suprime cuantos episodios podrían parecer arcaicos o crueles: no existe en su versión el episodio de Iseo entregada a los leprosos por el rey Marcos en castigo a su infidelidad. No parecen interesarle los detalles realistas; en contrapartida se detiene en los diálogos y monólogos de sus personajes. La vivacidad e ironía de Béroul se transforma en melancolía, a veces sombría, en Thomas; intenta analizar sus estados de ánimo e introduce un nuevo sentimiento que ignoraban los protagonistas del poeta normando: los celos, que aparecen principalmente en el largo monólogo con el que intenta justificar el matrimonio de Tristán. Pero sus monólogos, construidos según los principios de la retórica de la época, en los que no evita las repeticiones, tienden a la generalización y universalidad, a pesar de que haya en ellos momentos de gran fuerza y poesía. Thomas intenta exaltar el amor reduciendo el fatalismo de la pasión: Iseo observará las cualidades del héroe cuando, tras la batalla de Tristán con el dragón, cura sus heridas. No será por ello el filtro mero símbolo, ya que confiere al amor de Tristán e Iseo los rasgos que lo distinguen del amor cortés.
Su arte refinado, algo abstracto, se despliega en dos escenas que son probablemente creación suya: la del perrillo venido del otro mundo, del mundo de las hadas, con su cascabel mágico capaz de ahuyentar las penas, o la descripción de la sala de las imágenes en la que Tristán recrea las figuras de Iseo y Brangel con tal exactitud que se diría que son personas vivas.
A Thomas no le interesa tanto el Tristán guerrero como el Tristán artista y el protagonista de una experiencia amorosa única, aun cuando esta experiencia esté marcada por el fracaso y la muerte y sea fruto de un sino trágico al que Tristán, desde su concepción, parece destinado. Espiritualiza la leyenda y suprime toda alusión a las realidades concretas, incluso a las penalidades de la vida en común en el Morois: no existe sufrimiento de orden físico para los amantes, salvo el que ellos voluntariamente aceptan por amor, como el cilicio que reviste Iseo. Sus penalidades son de orden psíquico y surgen de su propia pasión. Thomas no rehuye los elementos mágicos a pesar de reducir la influencia del filtro: al contrario, los acoge e incluso acrecienta cuando son capaces de manifestar el destino privilegiado, hecho de tristeza y alegría de los amantes, por ejemplo en la extraordinaria concepción de Tristán o en el cascabel mágico que remedia la tristeza.
Hacia 1170 compone el alemán Eilhart von Oberg su Tristrant. Es la única historia de Tristán del siglo XII conservada en su totalidad[6]. Tradicionalmente se le consideraba el mejor representante del «poema primitivo», el más fiel traductor del modelo que inspiró las restantes versiones. Trabajos recientes obligan a considerar su supuesta fidelidad al original con mayor prudencia: Eilhart no es un mero traductor, sino un adaptador cortés.
Su concepción de la leyenda es más épica, sin por ello evitar ciertos elementos corteses, como el monólogo de Iseo después de beber el filtro. Tristán es un gran héroe malogrado por un destino adverso. Se complace en sus aventuras, relata mucho más detenidamente que los autores franceses sus batallas. En cambio, el papel de Iseo es más reducido. El relato es rápido y vivo: la obra es más breve de lo que los restantes poemas del siglo XII debieron de haber sido; se detiene poco en los detalles y prefiere el estilo directo. Le repugna mezclar a Dios en la historia de los amantes: tal vez suprimiese voluntariamente el juramento ambiguo por el que la reina se justifica ante la corte de Marcos y Arturo y la declaración equívoca de Iseo en el encuentro bajo el pino[7].
Los antiguos poemas franceses del siglo XII cayeron en el olvido en el siglo siguiente, sustituidos por la adaptación en prosa de la leyenda, hasta ser resucitados y publicados en el siglo XIX.
En el siglo XIII la historia de Tristán y la reina de Cornualla se refunde, se prosifica y transforma en un relato de aventuras caballerescas. Anegados por los interminables episodios de justas, torneos y por los elementos caballerescos, perviven, sin embargo, restos de la leyenda primitiva.
La historia de Tristán se vincula definitivamente a las aventuras de los caballeros de la corte del rey Arturo, con la que se relacionaba ya en las antiguas versiones. Pervive el Tristán amante, aunque pierde algunos de sus rasgos: Tristán conocerá otros amores antes del filtro. Pero ocupa el primer plano de la escena el Tristán caballero errante: tras una larga ascensión, partiendo del mundo mezquino de Cornualla, conquistará el sitio antes ocupado por el Morholt de Irlanda en la Tabla Redonda; se convierte en el mejor caballero —supera a Lanzarote en el torneo de Louvezerp (en la versión castellana del Tristán de Leonís, Vercepón)— y participa en la búsqueda del Grial. En esta obra interminable se modifica el carácter de algunos de los viejos protagonistas. En las antiguas versiones Tristán se debatía entre su fidelidad de vasallo a Marcos y su amor por la reina. En la prosa el conflicto moral desaparece: el rey Marcos es un ser ruin, vindicativo y cobarde, cuyo primer acto de gobernante es asesinar a traición a su hermano. Marcos es la antítesis de Tristán, su rival mezquino, que acabará dándole muerte cuando el héroe no puede defenderse[8].
Diversos poemas episódicos narran escenas aisladas de la leyenda. El más antiguo es el Lai du Chévrefeuille («Lay de la Madreselva»), de Marie de France, compuesto hacia 1160. Como tantos otros textos, cuenta uno de los retornos de Tristán exiliado a Cornualla para ver a su amiga: espía el cortejo real y logra comunicarse con ella gracias a las inscripciones que graba en una rama de avellano. Sus vidas son como las de la madreselva y el avellano: juntos pueden vivir largo tiempo, separados ambos perecen.
Dos poemas cuentan un regreso de Tristán disfrazado de loco, episodio también contenido en el Tristrant de Eilhart y en una de las versiones del Tristán en prosa[9]. Son la Folie de Berna, escrito en dialecto normando y basado en el poema de Béroul, y la Folie de Oxford, anglonormando, inspirado en el poema anterior y en la versión de Thomas, aunque es posible que ambos tuvieran además una fuente común, un lay episódico. La situación se desenvuelve con humor; el disfraz de loco permite a Tristán multiplicar las atrevidas alusiones a su vida con la reina, mezclar la fantasía con la realidad y hacer inquietantes confesiones acerca de su pasado.
En el Donnei des amants («Charla amorosa de dos enamorados»), poema anglonormando de fines del siglo XII, al lado de las historietas tomadas de la Disciplina clericalis, se cuenta cómo Iseo abandona una noche al rey dormido para acudir junto a su amigo, al que ha reconocido por su imitación del canto del ruiseñor. El ejemplo muestra la valentía de los amantes y el joven lo cuenta para intentar vencer las resistencias de su amiga. Es posible que el autor recogiese un lay sobre el mismo tema de los que circulaban en su tiempo[10].
El poema de Thomas suscitó diversas imitaciones extranjeras[11], entre las que destaca el Tristán und Isolde de Gottfried von Strassburg (compuesto en las dos primeras décadas del siglo XIII). Reelabora la leyenda. Le interesa la motivación de las acciones, tiende hacia el simbolismo y la alegoría y hacia una concepción exaltadora del amor humano, utilizando el lenguaje de la experiencia mística. Reelabora con particular atención la escena de la vida de los amantes en el bosque: su descripción de la Minnegrotte («gruta de amor») figura entre los más bellos fragmentos de la leyenda. Con su arte refinado, la historia pierde algo de su inicial alegría: para Gottfried el dolor y las penas de los amantes no son consecuencia del filtro, sino precio y parte integrante del amor. Su fuente principal es Thomas, pero en algunos casos parece haber recurrido igualmente a Eilhart. Su poema se interrumpe poco antes del matrimonio de Tristán. Ulrich von Türheim y Heinrich von Freiburg intentaron concluirlo, aunque sin lograr imitar su fascinante estilo ni captar su espíritu.
Mayor divulgación y popularidad alcanzó el Tristán en prose. De él derivan, directa o indirectamente, la mayor parte de la Tavola Ritonda (ca. 1300) y los Tristano Riccardiano, Tristano di Viena y Tristano Corsiniano. En la Península Ibérica se compusieron los Tristanes catalán (del que se conservan dos breves fragmentos), galaico-portugués (del que nos ha llegado un pequeño fragmento) y castellano. La traducción española, que debió concluirse antes de 1342 o 1343, se ha conservado en un manuscrito del siglo XIV escrito en aragonés y amputado de los primeros y últimos capítulos (Cuento de Tristán de Leonís). Existe además un fragmento de un folio también del siglo XIV. Del Tristán de Leonís se hicieron diversas ediciones en el siglo XVI. Parece haber existido un Tristán servio del que deriva la versión rusa de 1580. Thomas Malory redactó su Sir Tristrem of Lyones, que ocupa los libros VIII-XII de su Marte Darthur. De las diferentes versiones se desgajaron breves poemas populares: los cantan italianos, como La Marte di Tristano, o el romance castellano Herido está don Tristán, etc.
El origen de la leyenda
El origen de la leyenda de Tristán e Iseo es discutido[12]. La historia transcurre en regiones celtas (Cornualla, Irlanda, Pequeña Bretaña). Algunos nombres de personajes parecen ser de origen celta[13]. La aparición en Francia de los poemas de Tristán coincide cronológicamente con el inicio de la novela de tema bretón. Si a ello añadimos las alusiones a la leyenda del rey Arturo que contienen, no nos extrañará que muy pronto los estudiosos modernos incluyesen la historia de Tristán e Iseo en la «materia de Bretaña» (G. París, G. Schoepperle, etc.). Diversos autores señalaron el posible origen oriental de algunos episodios. Voces aisladas (R. Zender, E R. Schröder, L. Polak, P. Galláis) insistían sobre sus semejanzas con la novela persa Wis y Ramin de Gurgani.
Las menciones a la leyenda de Tristán e Iseo en la literatura celta antigua son escasas. En las tríadas[14] galesas, conservadas en manuscritos del siglo XIII o posteriores[15], existen diversas menciones de Drystan: es citado entre los tres sometedores de enemigos de la isla de Bretaña (tríada núm. 19), es uno de los tres porqueros poderosos (núm. 26), uno de los tres enamorados que poseen caballos célebres (núm. 41). La tríada de los Tres porqueros principales relata una breve intriga entre Drystan y Essyllt:
Drystan guardaba los cerdos de March, hijo de Meirchiawn, mientras el porquero llevaba un mensaje a Essyllt. Arturo intentó robarle uno de los cerdos, mas ni por la astucia ni por la fuerza lo consiguió.
La novela galesa de Kulhwch y Olwen, escrita hacia 1100, enumera las damas de la corte de Arturo y cita, entre otras, a Essyllt Vinwen («la de los labios blancos») y Essyllt Vingul («la de los labios delgados»[16]). En el Sueño de Rhonabwy (principios del siglo XIII), March, hijo de Meirchiawn, jefe de los hombres de Escandinavia y marido de Essyllt, figura entre los consejeros de Arturo, así como Drystan, hijo de Tallwch, amante de Essyllt. Habría que añadir los fragmentos del Libro Negro de Carmarthen (mitad del siglo XII) y la curiosa Ystoria Trystan, conservada en un manuscrito del siglo XVI. Narra este último texto cómo March, ayudado por Arturo, sitia el bosque de Kelyddon donde Trystan ha huido con Essyllt. Trystan logra escapar al cerco y Kae Hir («el largo»), enamorado de la doncella de Essyllt, Golwg Haf Ddydd, informa a Essyllt de su feliz huida, aprovechando la ocasión para solicitar la mano de su sirvienta. Tras diversos incidentes, Arturo idea una estratagema para reconciliar a March y Trystan: uno poseerá a Essyllt durante el tiempo en el que los árboles pierden sus hojas, el otro cuando están frondosos. March elige primero, como marido, y astutamente prefiere la época de los árboles desnudos pensando en las noches más largas. Cuando Arturo acude a comunicarlo a Essyllt, la mujer observa que tres árboles conservan las hojas durante todo el año: el acebo, la hiedra y el tejo, por lo que ella pasará todas las estaciones con Trystan. Salvo en los nombres, en el amor adúltero, la estancia en el bosque, la vinculación de la historia con Arturo —que actúa de mediador— y acaso en el amor de Kae Hir por la doncella de Essyllt, las relaciones con nuestra leyenda son escasas.
Los viejos textos irlandeses desconocen a los amantes de Cornualla. Drust (hijo de Seirb) aparece fugazmente como figura secundaria en El cortejo de Emer, leyenda no exenta de coincidencias con la historia de Tristán: Cu Chulainn libera al rey Ruad de un tributo matando a los fomorians. Marcha sin revelar su identidad, pero más tarde será reconocido en el baño por Emer, hija de Ruad. Es posible que en un principio la aventura se refiriera a Drust y que más tarde se transfiriera a Cu Chulainn, héroe bien conocido en la epopeya irlandesa. Además, diversos episodios de la historia de Tristán e Iseo presentan ciertas semejanzas con las historias de aitheda («raptos») irlandesas, especialmente con las de Diarmaid y Grainne, así como con las de Noisey Derdriu, Cano y Cred, Baile y Aillinn.
El relato de Diarmaid y Grainne pertenece al ciclo de Finn, su título aparece en una lista del siglo X, pero los manuscritos que lo han conservado son bastante posteriores. A pesar de las numerosas variantes y versiones, podemos resumir la historia en sus líneas generales:
El viejo Finn decide volver a casarse y elige a Grainne, hija de Cormac, rey supremo de Irlanda. (Para retrasar la boda la joven exige una pareja de cada animal salvaje que habita la isla). Durante el banquete de boda Grainne duerme, con una bebida mágica, a todos los guerreros excepto a Oisin, hijo de Finn, y a Diarmaid. Pide a Oisin que huya con ella, pero él se niega para no traicionar a su padre. Grainne dirige entonces su propuesta a Diarmaid, que la rechaza. Ella le impone una geis[17] y Diarmaid, obligado por el sortilegio, la rapta. Huyen al bosque perseguidos por el viejo Finn y sus hombres. La historia narra las diversas peripecias de la persecución. Durante un tiempo Diarmaid respeta a Grainne por fidelidad a Finn. En una versión coloca por las noches una piedra fría entre ambos. Diarmaid deja tras de sí carne cruda en prueba de su inocencia. En algunas versiones Diarmaid respeta a Grainne hasta el final, en otras hasta el día en que la muchacha lo provoca. En una versión, no documentada hasta el siglo XVIII, un día Grainne pone el pie en un charco, el agua la salpica y sube por sus piernas. La joven reprocha a su compañero que el agua sea más atrevida que él y ese día Diarmaid hace de ella su mujer. Otros manuscritos conservan el episodio de las virutas talladas que Diarmaid arroja al río y Finn encuentra y reconoce. Entre las geasa de Diarmaid estaba no poder una jauría de caza sin seguirla: Finn lo utiliza para hacerle salir de su refugio. Impulsado por el maleficio, Diarmaid acude a la caza del jabalí y el animal lo hiere de muerte: entre los tabús del guerrero estaba la imposibilidad de matar a un jabalí. Sólo Finn puede curar a Diarmaid herido, pero retrasa acudir en su auxilio; cuando al final llega encuentra al guerrero muerto. El final varía según las versiones: Grainne exhorta a los hijos de Diarmaid a vengar a su padre, o lo llora durante toda su vida, o regresa tranquilamente al lado de Finn, y en algunas versiones Finn descubre la inocencia de Diarmaid y envía a la hoguera a la esposa infiel[18].
Son numerosas las semejanzas y diferencias con Tristán e Iseo. La vida como fugitivos en el bosque, los trocitos de madera arrojados al río, el agua atrevida, etc., son rasgos comunes a ambas historias. Sin embargo, en los aitheda irlandeses falta el rasgo esencial de la leyenda de Tristán e Iseo: ninguno de ellos es una historia de amor, sino relatos de raptos por los que se desencadena un enfrentamiento entre dos pueblos o dos tribus a la manera de la Iliada. Una joven esposa, para evitar a un marido anciano, fuerza a un guerrero a huir con ella mediante un sortilegio. Por el contrario, nunca soñará Tristán con raptar a la reina. No es evidente, antes al contrario, el amor de Grainne hacia Diarmaid[19], pues la muchacha recurre a él ante la negativa de Oisin. La geis no es un sortilegio amoroso, sino un encanto por el que queda comprometido el honor del hombre y al que no puede escapar. Existen en Tristán e Iseo elementos que pueden proceder de los aitheda irlandeses, pero ocupan un lugar secundario en la historia de los amantes de Cornualla.
En suma, los textos galeses e irlandeses sólo muestran que en Gales existió una leyenda de Drystan y Essyllt, que probablemente en Irlanda se contó una aventura de Drust en la que el héroe liberaba a un país de un tributo y era reconocido por la princesa en el baño y que en este mismo país existieron leyendas con elementos que pudieron ser aprovechados por la de Tristán e Iseo, o viceversa.
La leyenda de Tristán e Iseo se ha formado mediante una sabia fusión de elementos de origen diverso. Algunos son claramente folclóricos, como motivo del cabello traído por la golondrina, la sustitución de la novia en la noche de bodas, el ardid de la flor de harina como argucia para atrapar a alguien o el bello motivo de los árboles que surgen de las tumbas de los amantes y enlazan sus ramas, que encontramos también en el romance castellano del Conde Olinos o en el portugués del Conde Nilo[20]. Un motivo folclórico coincide a veces con un cuento celta, como el episodio del dragón. El intento de Iseo de matar a Brangel es un motivo folclórico, documentado en la Edad Media francesa, pero se remonta en último término a un relato oriental. Los amantes ven cómo Marcos espía su encuentro y astutamente deshacen su engaño, al igual que en un viejo cuento del Panchatantra y del Calila e Dimna. El juramento ambiguo y la ordalía proceden de la India y se encuentra incluso en relatos del África Negra. También en la India surgió el motivo de la espada de castidad. El matrimonio de Tristán goza de precedentes persas y árabes, etc.
Los recuerdos de mitos y leyendas clásicos en Tristán e Iseo han sido señalados desde antiguo: son indudables las semejanzas entre la leyenda de Teseo y el Minotauro y el episodio del Morholt, las orejas de caballo de Marcos recuerdan la historia de Midas, las velas determinan la muerte de los amantes y de Egeo, pero, además, en Eilhart Tristán es herido cuando acompaña a Kaherdín a conquistar a la mujer amada por su amigo, como Teseo ayuda a Pirítoo a raptar a Coré. El tema del tributo de doncellas es folclórico, pero también clásico, e incluso la escena de Brangel abandonada en el bosque para que perezca es popular y coincide con un episodio de Peleo, etc.
No hay razones para negar toda vinculación de la leyenda con el mundo celta, como se ha hecho en algún caso, ni tampoco para pensar que debemos gran parte de sus elementos a las leyendas insulares celtas, como es más frecuente afirmar. Los nombres, algunos episodios nos llevan a zonas británicas, cornuallesas, galesas o bretonas, etc. Diversos motivos coinciden con leyendas irlandesas, ya sea porque Tristán e Iseo los tomó de ellas o porque existió una vieja historia que influyó sobre Instan y sobre los aitheda irlandeses. Mas nada de lo que hace la originalidad esencial de Tristán e Iseo aparece en estas fuentes, ni en los cuentos folclóricos, ni en los relatos de origen oriental de astucia femenina que aprovecha la novela: el tema del amor indestructible, nacido del filtro, el motivo de la pasión que triunfa por encima de todo.
Desde que en la segunda mitad del siglo pasado se conoció en Occidente la historia de Wis y Ramin, algunos autores alemanes insistieron sobre sus semejanzas con Tristán e Iseo, aunque en general sus observaciones tuvieron poco eco en Francia. La tesis del origen oriental de Tristán ha sido defendida de nuevo en los últimos años[21]. Gurgani compuso entre 1050 y 1055 la novela persa a partir de una vieja leyenda. La historia transcurre en el norte de Irán en tiempos de la dominación parta (247 a. J. C.-244 d. J. C.).
La princesa prometida antes de nacer; En una fiesta el rey Maubad se enamora de Chahru, princesa de Media, y pide su mano, pero ella, sintiéndose gastada por los años, lo rechaza y promete a cambio entregarle a su hija, si la tuviese. Unos años después Chahru da a luz a una hija, Wis («la afortunada»), que es enviada a Hruzan a casa de una nodriza que también lo es de Ramin, hermano menor de Maubad.
Boda de Wis: Wis regresa a Hamadan y su madre la da como esposa a su hermanastro Viru. Cuando celebran las bodas, la noche cae sobre el día luminoso y un viento impetuoso se levanta. Llega un caballero vestido de negro y montado sobre un caballo negro: es Zerd, hermanastro de Maubad, que acude a reclamar la promesa que un día Chahru hizo a Maubad.
Guerra entre los dos países: Disgustado por la promesa incumplida, Maubad invade el país de Viru. Qaren, padre de Wis, perece en la lucha. Maubad vencido huye hacia Ispahán, pero, al no ser perseguido, regresa y llega a Gurab donde se encuentra Wis. A fuerza de dádivas, corrompe a Chahru que le abre las puertas del castillo. Por la noche Maubad rapta a Wis, que aún no había consumado su matrimonio con Viru.
El sortilegio de la nodriza: Wis es conducida a Marve Chahedjan. Ramin la ve y se enamora de ella. La nodriza de Wis y Ramin acude a Marv. Wis se desespera y ruega a su nodriza que, durante un año, el tiempo de guardar el luto de su padre, haga impotente a Maubad. La nodriza accede a fabricar el talismán, pero la impotencia del rey sólo durará un mes. Lo entierra a orillas de un río, pensando desenterrarlo al cabo de treinta días. Por desgracia, una crecida arrastra el talismán: el rey es impotente para siempre.
Amor de Wis: Ramin convence a la nodriza para que le ayude, pero Wis rechaza sus consejos y se niega a aceptar a Ramin. En un banquete lo ve y se enamora de él, pero durante un tiempo aún resistirá. Al fin, mientras Maubad ha ido de viaje al Kuhestan, recibe a Ramin. Prometen amarse eternamente. Wis entrega a Ramin un ramo de violetas y le pide que, cuando vea las violetas en flor, recuerde su pacto. Maubad envía a Ramin una carta para hacerle ir a Kuhestan con Wis. La muchacha encuentra allí a su madre y a su hermano.
Maubad sorprende a los amantes: Al cabo de un mes, Ramin va a partir hacia Mugan; la nodriza advierte a Wis durante la noche, pero el rey sorprende sus palabras. Llama a Viru y Wis declara su amor delante de su hermano y de Maubad.
Destierro de Wis: Maubad regresa al Khorasan con Wis. La joven declara de nuevo su amor por Ramin y el rey la expulsa de Marv. Regresa al Kuhestan junto a su madre y a su hermano. Ramin se aflige y al cabo de seis meses pide a su hermano permiso para ir de caza: el rey comprende que acudirá junto a Wis. Ramin encuentra a Wis en Hamedan, donde ambos viven felices durante siete meses.
Reconciliación con Maubad: La madre de Maubad aconseja a su hijo no matar a Ramin, pues, de no tener hijos, sería su sucesor. Prepara un ejército y se dirige a Hamedan para combatir a Viru. Pero nacen las paces y Viru ofrece devolver a Wis. Regresan a Marv.
La ordalía. Huida de los amantes: Wis proclama su inocencia. Maubad exige de ella un juramento ante el fuego. Atemorizada huye con Ramin a Reyy, donde Behruz los acoge y esconde. Durante cien días vivieron juntos felices.
Perdón de Maubad. Nueva reconciliación: Maubad marcha en busca de Wis sin resultado. Su madre media entre él y Ramin y prepara su reconciliación. Ambos regresan a Marv.
Encuentro en la terraza. Sustitución de la esposa en el lecho real: una noche Wis ve a Ramin en la terraza en medio del frío. Abandona el lecho real, dejando en su lugar a la nodriza, y se reúne con él.
Wis encerrada en el castillo: Maubad va a la guerra contra el emperador griego y deja a Wis encerrada en el castillo «Caverna de los demonios», bajo la custodia de Zerd. Lleva con él a Ramin que languidece. Por consejo de los señores del país, lo deja regresar a Marv para que se cure. Ramin llega hasta el castillo. Lanza una flecha que se clava en la madera del lecho de Wis, en la que ha grabado su nombre. La nodriza le tira piezas de seda para ayudarlo a subir. Ramin pasa allí nueve meses.
La princesa maga los delata: Una princesa de Marv, Zerrin-Guis, poseía dotes mágicas y descubre su secreto. Los delata a Maubad, quien acude al castillo. Ramin logra escapar, pero el rey azota a Wis y a la nodriza y las deja abandonadas. Ante las quejas de Chahru, Maubad se arrepiente y envía a Zerd para hacerlas volver a Marv. Zerd intercede y logra el perdón de Ramin.
Encuentro en el jardín: Maubad marcha al país de Zabol y confía la guardia de Wis a la nodriza. Ramin vuelve esa noche, pero la nodriza se niega a dejarlo entrar por temor a que el rey los sorprenda. Por medio de una cuerda Wis logra alcanzar el jardín, donde se reúne con Ramin. El rey regresa; Ramin huye, pero Maubad descubre a Wis dormida. Saca su espada para matarla, pero Zerd intercede y logra calmar al rey.
El juglar: Maubad organiza un gran banquete en el jardín, durante el cual un juglar canta un poema que simboliza la historia de Wis y Ramin. El rey lo comprende e intenta matar a su hermano, pero él lo evita y lo derriba a tierra.
Separación. Marcha de Ramin: Un sabio astrólogo, Bello Hablar, aconseja a Ramin abandonar su pasión. Maubad exhorta entre tanto a Wis y ella promete fidelidad. El rey otorga a Ramin el cargo de condestable del país de Mah. Ramin se despide de Wis, le promete ser fiel y se aleja.
Matrimonio de Ramin: En Curaba, Ramin encuentra un día a Gol, se enamora de ella y se casa. Escribe una dura carta a Wis comunicándoselo. Wis le envía a la nodriza que él despide bruscamente. Wis cae gravemente enferma y escribe diez cartas a Ramin, que le envía por medio de Adzin.
Regreso de Ramin: Tras un tiempo, Ramin se hastía de Gol. Un día de primavera sale al campo con sus caballeros y una muchacha le ofrece un ramo de violetas. Al verlo, Ramin recuerda a Wis. Regresa hacia el Khorasan, encuentra al mensajero de Wis, lee sus cartas y prepara una respuesta. Llega a Marv, donde Wis, presa de los caos, lo rechaza. Tras diversos reproches, se disipa su enfado y lo acepta.
Ramin se proclama rey: Ramin anuncia su regreso a la corte y se presenta a Maubad. A la primavera siguiente, el rey sale de caza llevando a Ramin. Wis le escribe una carta rogándole que regrese. Retorna con cuarenta hombres. Durante la noche se apoderan del castillo y del tesoro real, matando a Zerd que lo defiende celosamente. Maubad conoce la noticia y ve que la suerte se alza contra él. Una mañana encuentra la muerte luchando contra un jabalí. Ramin regresa triunfalmente y es proclamado rey. Durante ochenta y tres años gobierna su país con Wis, que le da dos hijos, Hrurchid y Djemchid. Ella muere tres años antes que él. Ramin le hace levantar un magnífico sepulcro donde se alza el altar del fuego. Luego deja el reino a su hijo. A su muerte lo entierran en una tumba junto a la de Wis[22].
Las coincidencias son escasas en la primera parte, en el relato de la infancia y juventud de Tristán. Ramin no interesa en cuanto héroe. Un rasgo los une, sin embargo, ambos son excelentes músicos. El planteamiento inicial ofrece algunas semejanzas: los protagonistas pertenecen, en ambas historias, a países enemigos, el futuro amante ayuda a conquistar a la esposa del rey, la muchacha se convierte en amante del más próximo pariente de su esposo, sobre el que recaería el trono si el rey no tuviera herederos, el padre de Wis perece como el Morholt, tío de Iseo. No existe el filtro en Wis y Ramin, no se siente la necesidad de justificar este amor que producirá la muerte del rey. El sortilegio por el que la nodriza consigue la impotencia de Maubad, pese a las opiniones de Schröder y Galláis, no cumple la misma función que el filtro. Recuerda, por el contrario, el expediente utilizado por Fenice para evitar a su marido en el Eliges de Chrétien de Troyes, obra que, en algunos casos, coincide con Wis y Ramin, lo cual para Schröder era prueba de que novela persa fue conocida en Francia. Una vez que ha nacido amor las coincidencias se multiplican: el rey sorprende el secreto de los amantes cuando Ramin va a partir de viaje como en el episodio de la flor de harina, Maubad los destierra como en el poema de Thomas, exige un juramento ambiguo con la prueba del fuego (también en Thomas existe la ordalía del fuego); los amantes huyen juntos al Morois en las novelas francesas, a casa de un amigo en el relato persa; Maubad los perdonará gracias a la intervención de su madre, Marcos gracias a la ayuda del ermitaño Ogrin, quien en Eilhart aconseja firmemente al rey que vuelva a tomar a su esposa. Ramin, como Tristán, se encuentra en secreto con Wis (o Iseo) en el jardín y Wis se hace sustituir en el lecho real por su nodriza como Iseo por Brangel. Por magia descubre su secreto la princesa en Wis y Ramin, las mismas artes permiten al enano conocerlo en Tristán. El ramillete de violetas que recodará Wis a Ramin cumple una función análoga al anillo de Iseo que impide a Tristán consumar su matrimonio con la princesa bretona, etc. El parecido es evidente incluso en la figura del rey burlado que conserva su dignidad. Hay que observar que las semejanzas son mayores entre Wis y Ramin y el poema de Thomas que con el Tristrant de Eilhart von Oberg, al que hasta ahora se consideraba el mejor testimonio de la leyenda primitiva.
Dos elementos inexistentes en Wis y Ramin podrían proceder de una novela árabe: la segunda muchacha, con la que el protagonista se casa, lleva el mismo nombre que la primera y la obra termina, no con el reinado feliz de Wis y Ramin, sino con la muerte como en Qays y Lubna.
¿Cómo pudo llegar hasta Francia (o a las cortes anglonormandas) el relato persa o un relato semejante, tal vez ya fundido con la historia de Qays y Lubna? Se han apuntado diversas soluciones. Schröder pensaba que la fuente de la estoire primitiva, de la que surgieron los restantes poemas de Tristán, era un texto latino perdido derivado de la novela persa. También pudo llegar a Occidente a través de Bizancio. Pero la vía de transmisión más probable es la de los árabes de España. Es posible que en manos de los recitadores árabes se fundiese con la historia de Qays y Lubna. Se difundiría oralmente por la España musulmana, de donde pasaría a la corte de Poitiers, a las zonas del norte de Francia o a la región anglonormanda, donde el relato se combinaría con la historia de March, Essyllt y Drystan, tal vez en boca de los cuentistas bretones. La influencia de la literatura árabe, a través de Andalucía, sobre el mundo occidental es hoy admitida en otros dominios.
Intentemos concluir. Nos parece probable que en zonas celtas de las Islas Británicas (posiblemente en el norte de Inglaterra o en Gales) se crease una leyenda en torno a Drystan, amante de Essyllt, esposa de March. Los cuentistas bretones la adaptaron y divulgaron. Muy pronto se añadieron las aventuras juveniles del héroe, diversos motivos tomados de la tradición clásica y anécdotas folklóricas. En las cortes anglonormandas y francesas, tal vez por influencia de los cuentistas bretones, se fundió la leyenda con elementos procedentes de Wis y Ramin y de Qays y Lubna (o de obras semejantes), llegados a Occidente a través de la España musulmana. Los relatos orientales transformaron la primitiva leyenda celta. A partir de tan diversos elementos se formó la primera gran novela de amor del mundo occidental[23].