2. LA META Y LOS MEDIOS

En esta sección se recogen algunos sermones particularmente pertinentes con respecto a la meta que propone la Enseñanza del Buddha, o sea el Nibbāna, que ya caracterizamos en la sección correspondiente más arriba (capítulo 3.4.), y también con referencia a los medios para alcanzarla. Estos consisten esencialmente en la práctica del Noble Óctuple Sendero (ver capítulo 3.3 más arriba).

En el sermón 139 («Sermón en el que se expone lo que da la paz interior») se explica cómo el Óctuple Sendero evita tanto los extremos del sensualismo como los del ascetismo desaforado, razón por la cual viene también calificado de Sendero Medio. Es famoso el pasaje en el que el Buddha caracteriza la actitud que lo distingue:

«No tenéis que entregaros al placer de los sentidos porque es inferior, vulgar, común, innoble e inútil, y tampoco tenéis que entregaros a la práctica de la mortificación personal porque es dolorosa, innoble e inútil. Evitando ambos extremos, el Camino Medio… hace ver y conocer, conduce al apaciguamiento, al conocimiento superior al despertar perfecto, al Nibbāna».

El sermón 117 («Sermón sobre los cuarenta grandes factores») ofrece la explicación más detallada del Óctuple Sendero, y los sermones 125 («Sermón sobre las fases del adiestramiento») y 107 («Sermón al contable Moggallāna») exponen las fases del proceso de purificación. El primero las compara a las de la doma de un elefante salvaje, tema muy actual tanto en la India de entonces como en la de nuestros días, mientras que el segundo entra más concretamente en el proceso de formación gradual de los monjes. También se incluye en esta sección, en último lugar, el sermón 2 («Sermón sobre todas las corrupciones»), en el cual se exponen los métodos a utilizar, en los procesos de formación y purificación, para erradicar las llamadas corrupciones, o sea las impurezas de la mente que empañan la capacidad cognoscitiva de los seres humanos (ver nota 103), manteniéndolos con ello sujetos al ciclo de sucesivas existencias. Sólo el liberado, o iluminado, que ha aniquilado dichas corrupciones practicando la visión cabal con suficiente concentración mental para llegar a percibir la realidad tal y como es, llega al estado nibbánico que no desemboca en nuevas existencias por estar ya libre de todo residuo kármico de avidez, odio y ofuscación.

Sermón en el que se expone lo que da la paz interior
(n.º 139)

Así lo he oído. En cierta ocasión, el Bienaventurado residía en Sāvatthī, en la arboleda de Jeta, en el parque de Anāthapiṇḍika. Allí, el Bienaventurado se dirigió a los monjes:

—Monjes.

—Sí, venerable señor —respondieron los monjes.

Y el Bienaventurado les dijo así:

—Monjes, os expondré lo que da la paz interior, escuchad con cuidadosa atención y hablaré.

—Sí, venerable señor —respondieron los monjes.

Y el Bienaventurado les dijo así:

—No tenéis que entregaros al placer de los sentidos porque es inferior, vulgar, común, innoble e inútil[59]. Tampoco tenéis que entregaros a la práctica de la mortificación personal porque es dolorosa, innoble e inútil. Evitando ambos extremos, el Camino Medio perfectamente realizado por el Tathāgata hace ver y conocer, conduce al apaciguamiento, al conocimiento superior, al despertar perfecto, al Nibbāna.

»Tenéis que conocer las alabanzas y los desprecios, y, habiéndolos conocido, no tenéis que alabar ni despreciar a nadie, sino limitaros a predicar la Enseñanza. Tenéis que saber discernir las clases de felicidad y, habiéndolas conocido, tenéis que dedicaros a la felicidad interior[60]. No tengáis secretos y no digáis cosas que molestan a quien las oye. Tenéis que hablar sin premura, no apresuradamente. No os aferréis al dialecto de una región y no os desviéis del lenguaje al uso. Esto es en esquema la exposición de lo que da la paz interior.

»Al decir: «No tenéis que entregaros al placer de los sentidos porque es inferior, vulgar, común, innoble e inútil», o al decir: «No tenéis que entregaros a la práctica de la mortificación personal porque es dolorosa, innoble e inútil», ¿a qué nos referimos? Pues a que entregarse al deleite y complacencia con el deseo de los sentidos[61], (placer que es inferior, vulgar, común, innoble e inútil), conlleva estados de sufrimiento, frustración, tribulación, excitación y es un camino equivocado. En cambio, libertarse de la entrega al deleite y complacencia con el deseo de los sentidos (placer que es inferior, vulgar, común, innoble e inútil), no conlleva estados de sufrimiento ni de frustración, tribulación, excitación y es el buen camino.

»Entregarse a la mortificación personal, siendo doloroso, innoble e inútil, conlleva estados de sufrimiento, frustración, tribulación, excitación y es un camino equivocado. En cambio, libertarse de la entrega a la mortificación personal que es dolorosa, innoble e inútil, no conlleva estados de sufrimiento ni de frustración, tribulación, excitación y es el buen camino.

»A esto nos referimos al decir: «No tenéis que entregaros al placer de los sentidos porque es inferior, vulgar, común, innoble e inútil», o al decir: «No tenéis que entregaros a la práctica de la mortificación personal porque es dolorosa, innoble e inútil».

»Al decir: «Evitando ambos extremos, el Camino Medio perfectamente realizado por el Tathāgata hace ver y conocer, conduce al apaciguamiento, al conocimiento superior, al despertar perfecto, al Nibbāna», ¿a qué nos referimos? Pues al Noble Óctuple Sendero, es decir: recta opinión, recto propósito, recta palabra, recta conducta, recto sustentamiento, recto esfuerzo, recta atención y recta concentración.

»A esto nos referimos al decir: «Evitando ambos extremos, el Camino Medio perfectamente realizado por el Tathāgata hace ver y conocer, conduce al apaciguamiento, al conocimiento superior, al despertar perfecto, al Nibbāna».

»Al decir: «Tenéis que conocer las alabanzas y los desprecios y, habiéndolos conocido, no tenéis que alabar ni despreciar a nadie, sino limitaros a predicar la Enseñanza», ¿a qué nos referimos? Monjes, ¿qué es alabar y despreciar en vez de limitarse a predicar la Enseñanza? Pues es que al decir: «Todos aquéllos que se entregan al deleite y complacencia con el deseo de los sentidos, (placer que es inferior, vulgar, común, innoble e inútil), soportan estados de sufrimiento, frustración, tribulación y excitación, y siguen un camino equivocado», estamos despreciando a alguien.

»Al decir: «Todos aquéllos que se liberan de la entrega al deleite y complacencia con el deseo de los sentidos, (placer que es inferior, vulgar, común, innoble e inútil), no soportan estados de sufrimiento ni de frustración, tribulación ni excitación, y siguen el buen camino», estamos alabando a alguien.

»Al decir: «Todos aquéllos que se entregan a la mortificación personal, siendo ello doloroso, innoble e inútil, soportan estados de sufrimiento, frustración, tribulación y excitación y siguen un camino equivocado», estamos despreciando a alguien.

»Al decir: «Todos aquéllos que se liberan de la entrega a la mortificación personal que es dolorosa, innoble e inútil, no soportan estados de sufrimiento ni de frustración, tribulación ni excitación, y siguen el buen camino», estamos alabando a alguien.

»Al decir: «Todos aquéllos que no han renunciado a la traba del devenir[62], soportan estados de sufrimiento, frustración, tribulación y excitación, y siguen un camino equivocado», estamos despreciando a alguien.

»Al decir: «Todos aquéllos que han renunciado a la traba del devenir, no soportan estados de sufrimiento, frustración, tribulación ni excitación y siguen el buen camino», estamos alabando a alguien.

»Esto es, monjes, alabar y despreciar en vez de limitarse a predicar la Enseñanza.

»Y, monjes, ¿qué es no alabar ni despreciar y limitarse a predicar la Enseñanza? Pues en lugar de decir las cosas de la manera anterior, hay que decirlas así: «La entrega al deleite y complacencia con el deseo de los sentidos o la entrega a la mortificación personal, conlleva estados de sufrimiento, frustración, tribulación, excitación y es un camino equivocado». «Liberarse de la entrega al deleite y complacencia con el deseo de los sentidos o liberarse de la entrega a la mortificación personal, no conlleva estados de sufrimiento, ni de frustración, tribulación, excitación y es el buen camino». «Mientras no se renuncie a la traba del devenir, no se renuncia al devenir». «Si se renuncia a la traba del devenir, se renuncia al devenir».

»Esto es limitarse a predicar la Enseñanza. Esto, monjes, es no alabar ni despreciar y limitarse a predicar la Enseñanza[63].

»A esto nos referimos al decir: «Tenéis que conocer las alabanzas y los desprecios, y, habiéndolos conocido, no tenéis que alabar ni despreciar a nadie, sino limitaros a predicar la Enseñanza».

»Al decir: «Tenéis que saber discernir las clases de felicidad y, habiéndolas conocido, tenéis que entregaros a la felicidad interior», ¿a qué nos referimos? Pues, monjes, a que hay cinco sogas de los placeres de los sentidos. ¿Cuáles son?: formas materiales cognoscibles por la vista que son deseables, apetecibles, encantadoras, seductoras, acompañadas de deseo de los sentidos y conducentes a la pasión, sonidos cognoscibles por el oído… olores cognoscibles por el olfato… sabores cognoscibles por el gusto… objetos tangibles cognoscibles por el tacto que son deseables, apetecibles, encantadores, seductores, acompañados de deseo de los sentidos y conducentes a la pasión. Éstas son, monjes, las cinco sogas del placer de los sentidos. Cualquier felicidad y deleite que surja a partir de estas cinco sogas del placer de los sentidos se denomina felicidad del placer de los sentidos, un placer que es inmundo, común e innoble. De este placer afirmo que no debe ser frecuentado ni cultivado, ni fomentado, sino que hay que temerlo[64].

»He aquí, monjes, que un monje apartado de los deseos de los sentidos, apartado de lo que es perjudicial, alcanza y permanece en la primera abstracción meditativa… en la segunda… en la tercera… en la cuarta abstracción meditativa[65]. Esto se denomina la felicidad de la renunciación, del apartamiento, del apaciguamiento, del despertar perfecto. De esta felicidad afirmo que debe ser frecuentada, cultivada y fomentada sin temor[66]. A esto nos referimos al decir: «Tenéis que saber discernir las clases de felicidad y, habiéndolas conocido, tenéis que dedicaros a la felicidad interior».

»Al decir: «No tengáis secretos y no digáis cosas que molesten a quien las oye», ¿a qué nos referimos? Pues, monjes, a que si se sabe de un secreto que no es cierto, verídico ni útil, es mejor no decirlo. Si se sabe de un secreto que es cierto y verídico pero inútil, es aconsejable no decirlo. Si se sabe de un secreto que es cierto, verídico y útil, entonces se puede decir pero cuando sea oportuno. Si se sabe de algo que puede molestar a quien lo oye, que no es cierto, verídico ni útil, es mejor no decirlo. Si se sabe de algo que puede molestar a quien lo oye, que es cierto, verídico pero inútil, es aconsejable no decirlo. Si se sabe de algo que puede molestar a quien lo oye, que es cierto, verídico y útil, entonces se puede decir pero cuando sea oportuno. A esto nos referimos al decir: «No tengáis secretos y no digáis cosas que molesten a quien las oye».

»Al decir: «Tenéis que hablar sin premura, no apresuradamente», ¿a qué nos referimos? Pues, monjes, a que el que habla apresuradamente, además de agotar el cuerpo, cansar la mente, estropear las cuerdas vocales e irritar la garganta, no es claro ni se le entiende. Sin embargo, monjes, el que habla sin premura, además de no agotar el cuerpo ni cansar la mente, no estropea las cuerdas vocales ni irrita la garganta, es claro y se le entiende. A esto nos referimos al decir: «Tenéis que hablar sin premura, no apresuradamente».

»Al decir: «No os aferréis al dialecto de una región y no os desviéis del lenguaje al uso», ¿a qué nos referimos? Monjes, ¿en qué consiste el aferrarse al dialecto de una región y desviarse del lenguaje al uso? He aquí, monjes, que en una región llaman a algo plato, en otra cuenco, en otra recipiente, en otra cacerola, en otra cazuela, en otra puchero, en otra olla, en otra perol. Pero he aquí que alguien se aferra y se adhiere vigorosamente a la terminología de una región y sea donde sea afirma: «Esto es la verdad y lo demás es falso». En esto, monjes, consiste el aferrarse al dialecto de una región y desviarse del lenguaje al uso.

»Y, monjes, ¿en qué consiste el no aferrarse al dialecto de una región y no desviarse del lenguaje al uso? He aquí, monjes, que en una región llaman a algo plato, en otra cuenco, en otra recipiente, en otra cacerola, en otra cazuela, en otra puchero, en otra olla, en otra perol. Pero he aquí que alguien no se aferra ni se adhiere vigorosamente a la terminología de una región y sea donde sea la modifica: «Estos señores, se conoce que se refieren a esto llamándolo de tal modo». En esto, monjes, consiste el no aferrarse al dialecto de una región y no desviarse del lenguaje al uso.

»He aquí, monjes, que entregarse al deleite y complacencia con el deseo de los sentidos, (placer que es inferior, vulgar, común, innoble e inútil), conlleva estados de sufrimiento, frustración, tribulación, excitación y es un camino equivocado. Por lo tanto, es algo que no da la paz interior. En cambio, monjes, he aquí que libertarse de la entrega al deleite y complacencia con el deseo de los sentidos, (placer que es inferior, vulgar, común, innoble e inútil), no conlleva estados de sufrimiento ni de frustración, tribulación, excitación y es el buen camino. Por lo tanto es algo que da la paz interior.

»He aquí, monjes, que entregarse a la mortificación personal, siendo doloroso, innoble e inútil, conlleva estados de sufrimiento, frustración, tribulación, excitación y es un camino equivocado. Por lo tanto es algo que no da la paz interior. En cambio, monjes, he aquí que libertarse de la entrega a la mortificación personal que es dolorosa, innoble e inútil, no conlleva estados de sufrimiento ni de frustración, tribulación, excitación y es el buen camino. Por lo tanto es algo que da la paz interior.

»He aquí, monjes, que, evitando esos dos extremos, el Camino Medio perfectamente realizado por el Tathāgata hace ver y conocer, conduce al apaciguamiento, al conocimiento superior, al despertar perfecto, al Nibbāna, no conlleva estados de sufrimiento ni de frustración, tribulación, excitación y es el buen camino. Por lo tanto es algo que da la paz interior.

»He aquí, monjes, que alabar o despreciar a alguien, en vez de limitarse a predicar la Enseñanza, conlleva estados de sufrimiento… y es un camino equivocado. Por lo tanto es algo que no da la paz interior. En cambio, he aquí, monjes, que no alabar ni despreciar a nadie, limitándose a predicar la Enseñanza, no conlleva estados de sufrimiento… y es el buen camino. Por lo tanto es algo que da la paz interior.

»He aquí, monjes, que la felicidad del placer de los sentidos es inmunda, común e innoble, conlleva estados de sufrimiento… y es un camino equivocado. Por lo tanto es algo que no da la paz interior. En cambio, he aquí, monjes, que la felicidad de la renunciación, del apartamiento, del apaciguamiento, del despertar perfecto, no conlleva estados de sufrimiento… y es el buen camino. Por lo tanto es algo que da la paz interior.

»He aquí, monjes, que si se sabe de un secreto que no es cierto, verídico ni útil, o si se sabe de un secreto que es cierto y verídico pero inútil, y se dice, ello conlleva estados de sufrimiento… y es un camino equivocado. Por lo tanto es algo que no da la paz interior. En cambio, he aquí, monjes, que si se sabe de un secreto que es cierto, verídico y útil, y se dice en tiempo oportuno, ello no conlleva estados de sufrimiento… y es el buen camino. Por lo tanto es algo que da la paz interior.

»He aquí, monjes, que si se sabe de algo que puede molestar a quien lo oye, que no es cierto, verídico ni útil, o si se sabe de algo que puede molestar a quien lo oye, que es cierto y verídico pero inútil, si se dice, ello conlleva estados de sufrimiento… y es un camino equivocado. Por lo tanto es algo que no da la paz interior. En cambio, he aquí, monjes, si se sabe de algo que puede molestar a quien lo oye, que es cierto, verídico y útil, y se dice en tiempo oportuno, ello no conlleva estados de sufrimiento… y es el buen camino. Por lo tanto es algo que da la paz interior.

»He aquí, monjes, que hablar apresuradamente conlleva estados de sufrimiento… y es un camino equivocado. Por lo tanto es algo que no da la paz interior. En cambio, he aquí, monjes, que hablar sin premura no conlleva estados de sufrimiento… y es el buen camino. Por lo tanto es algo que da la paz interior.

»He aquí, monjes, que aferrarse al dialecto de una región y desviarse del lenguaje al uso conlleva estados de sufrimiento… y es un camino equivocado. Por lo tanto, es algo que no da la paz interior. En cambio, he aquí, monjes, que no aferrarse al dialecto de una región y no desviarse del lenguaje al uso, no conlleva estados de sufrimiento… y es el buen camino. Por lo tanto es algo que da la paz interior.

»Por lo tanto, monjes, tenéis que disciplinaros de este modo: «Conoceré lo que da y no da la paz interior y, habiéndolo conocido, seguiré el camino que da la paz interior». Ahora bien, monjes, Subhūti[67] es un hijo de familia que ya sigue el camino que da la paz interior.

Así habló el Bienaventurado, y los monjes gozaron y se complacieron con sus palabras.

Sermón sobre los cuarenta grandes factores
(n.º 117)

Así lo he oído. En cierta ocasión el Bienaventurado residía en Sāvatthī, en la arboleda de Jeta, en el parque de Anāthapiṇḍika. Allí, el Bienaventurado se dirigió a los monjes diciendo:

—Monjes.

—Sí, venerable señor —le contestaron los monjes.

Y el Bienaventurado dijo así:

—Monjes, os enseñaré la noble recta concentración con sus fundamentos y sus requisitos[68]. Escuchad con cuidadosa atención y hablaré.

—Sí, venerable señor —le contestaron los monjes.

Y el Bienaventurado dijo así:

—¿Qué es, monjes, la noble recta concentración con sus fundamentos y sus requisitos, o sea: la recta opinión, el recto propósito, la recta palabra, la recta conducta, el recto sustentamiento, el recto esfuerzo y la recta atención? Pues, monjes, la unificación de la mente en concomitancia con estos siete factores, es lo que, monjes, se denomina: «La noble recta concentración con sus fundamentos y sus requisitos[69]».

»A este respecto, monjes, es la recta opinión lo que va en primer lugar. ¿Y cómo, monjes, va la recta opinión en primer lugar? Pues al conocer lo que es la opinión incorrecta y al conocer lo que es la recta opinión, se tiene recta opinión.

»¿Y cuál es, monjes, la opinión incorrecta? Pues es pensar que no sirven para nada la generosidad, las donaciones y las ofrendas[70], pensar que no se recogen los frutos ni las consecuencias de las buenas o malas acciones, pensar que no existe ni éste ni otro mundo[71], pensar que no hay madre ni padre, ni seres que nacen espontáneamente[72], ni que hay en el mundo ascetas y brahmines rectamente encaminados que, habiendo seguido el buen camino, afirman éste y el otro mundo habiéndolos experimentado por si mismos con conocimiento superior. Esto es, monjes, la opinión incorrecta.

»¿Y cuál es, monjes, la recta opinión? Yo digo, monjes, que hay dos clases de recta opinión: aquélla con corrupciones, con cierto mérito, pero que desemboca en los fundamentos de la existencia[73], y aquélla que es Noble, sin corrupciones, transmundana[74], factor del Sendero.

»¿Y cuál es, monjes, la recta opinión con corrupciones, con cierto mérito, pero que desemboca en los fundamentos de la existencia? Pues es pensar que sirven para algo la generosidad, las donaciones y las ofrendas, pensar que se recogen los frutos y las consecuencias de las buenas o malas acciones, pensar que existe este y el otro mundo, pensar que hay madre y padre, que hay seres que nacen espontáneamente, y que hay en el mundo ascetas y brahmines rectamente encaminados que, habiendo seguido el buen camino, afirman este y el otro mundo habiéndolos experimentado por sí mismos con conocimiento superior. Esto es, monjes, la recta opinión con corrupciones, con cierto mérito, pero que desemboca en los fundamentos de la existencia.

»¿Y cual es, monjes, la recta opinión Noble sin corrupciones, transmundana, factor del Sendero? Pues es, monjes, la de la mente de los Nobles, la de la mente sin corrupciones, la propia del Sendero Noble y de aquél que lo cultiva; es la sabiduría, la facultad de la sabiduría, el poder de la sabiduría, el factor de la iluminación que consiste en la indagación de la realidad[75], el factor del Sendero: «recta opinión». Ésta es, monjes, la recta opinión Noble, sin corrupciones, transmundana, factor del Sendero. Aquél que hace el esfuerzo por renunciar a la opinión incorrecta y alcanzar la recta opinión, ese es el que hace el recto esfuerzo. Aquél que, atento, renuncia a la opinión incorrecta y atento alcanza la recta opinión permaneciendo en ella, ése es el de recta atención. Por tanto hay tres cosas que rodean y giran en torno a la recta opinión: la recta opinión misma, el recto esfuerzo y la recta atención.

»También con respecto al propósito, monjes, es la recta opinión lo que va en primer lugar. ¿Y cómo, monjes, va la recta opinión en primer lugar? Pues al conocer lo que es el propósito incorrecto, y al conocer lo que es el recto propósito, se tiene recta opinión. ¿Y cual es, monjes, el propósito incorrecto? Pues el propósito de deseo de los sentidos, el propósito de malevolencia y el propósito de crueldad: esto es, monjes, el propósito incorrecto.

»¿Y cuál es, monjes, el recto propósito? Yo digo, monjes, que hay dos clases de recto propósito: aquél con corrupciones, con cierto mérito, pero que desemboca en los fundamentos de la existencia, y aquél que es Noble, sin corrupciones, transmundano, factor del Sendero.

»¿Y cuál es, monjes, el recto propósito con corrupciones, con cierto mérito, pero que desemboca en los fundamentos de la existencia? Pues el propósito de renunciación, el propósito libre de malevolencia y el propósito libre de crueldad. Éste es, monjes, el recto propósito con corrupciones, con cierto mérito, pero que desemboca en los fundamentos de la existencia.

»¿Y cuál es, monjes, el recto propósito sin corrupciones, transmundano, factor del Sendero? Pues es, monjes, el de la mente de los Nobles, el de la mente sin corrupciones, el propio del Sendero Noble y de aquél que lo cultiva; es su razonar, la aplicación de su pensar, su determinación, la orientación, fijación y asentamiento de su mente y la formación de su palabra. Éste es, monjes, el recto propósito sin corrupciones, transmundano, factor del Sendero.

»Aquél que hace el esfuerzo por renunciar al propósito incorrecto y por alcanzar el recto propósito, ése es el que hace el recto esfuerzo. Aquél que, atento, renuncia al propósito incorrecto y atento alcanza el recto propósito permaneciendo en él, ése es el de recta atención. Por tanto hay tres cosas que rodean y giran en torno al recto propósito: la recta opinión, el recto esfuerzo y la recta atención.

»También con respecto a la palabra, monjes, es la recta opinión lo que va en primer lugar. ¿Y cómo, monjes, va la recta opinión en primer lugar? Pues al conocer lo que es la palabra incorrecta y al conocer lo que es la recta palabra, se tiene recta opinión. ¿Y cuál es, monjes, la palabra incorrecta? Pues es mentir, hablar maliciosa, grosera y frívolamente. Esto es monjes, la palabra incorrecta.

»¿Y cuál es, monjes, la recta palabra? Yo digo, monjes, que hay dos clases de recta palabra: aquélla con corrupciones, con cierto mérito, pero que desemboca en los fundamentos de la existencia, y aquélla que es Noble, sin corrupciones, transmundana, factor del Sendero.

»¿Y cuál es, monjes, la recta palabra con corrupciones, con cierto mérito, pero que desemboca en los fundamentos de la existencia? Pues abstenerse de mentir, y de hablar maliciosa, grosera y frívolamente. Esto es, monjes, la recta palabra con corrupciones, con cierto mérito, pero que desemboca en los fundamentos de la existencia.

»¿Y cuál es, monjes, la recta palabra sin corrupciones, transmundana, factor del Sendero? Pues es, monjes, cesar, renunciar, desistir y abstenerse de las cuatro clases de mal comportamiento verbal, con mente Noble, con mente sin corrupciones, con la mente propia del Sendero Noble y de aquél que lo cultiva.

»Esto es, monjes, la recta palabra sin corrupciones, transmundana, factor del Sendero.

»Aquél que hace el esfuerzo por renunciar a la palabra incorrecta y por alcanzar la recta palabra, ése es el que hace el recto esfuerzo. Aquél que, atento, renuncia a la palabra incorrecta y atento alcanza la recta palabra permaneciendo en ella, ése es el de recta atención. Por tanto, hay tres cosas que rodean y giran en torno a la recta palabra: la recta opinión, el recto esfuerzo y la recta atención.

»También con respecto a la conducta, monjes, es la recta opinión lo que va en primer lugar. ¿Y cómo, monjes, va la recta opinión en primer lugar? Pues al conocer lo que es la recta conducta y al conocer lo que es la conducta incorrecta, se tiene recta opinión. ¿Y cuál es, monjes, la conducta incorrecta? Pues matar a seres vivientes, apropiarse de lo que no nos es dado y mala conducta en lo relativo a los placeres de los sentidos. Esto es, monjes, la conducta incorrecta.

»¿Y cuál es, monjes, la recta conducta? Yo digo, monjes, que hay dos clases de recta conducta: aquélla con corrupciones, con cierto mérito, pero que desemboca en los fundamentos de la existencia, y aquélla que es Noble, sin corrupciones, transmundana, factor del Sendero.

»¿Y cuál es, monjes, la recta conducta con corrupciones, con cierto mérito, pero que desemboca en los fundamentos de la existencia? Pues abstenerse de matar a seres vivientes, de apropiarse de lo que no nos es dado y de mala conducta en lo relativo a los placeres de los sentidos. Esto es, monjes, la recta conducta con corrupciones, con cierto mérito, pero que desemboca en los fundamentos de la existencia.

»¿Y cuál es, monjes, la recta conducta sin corrupciones, transmundana, factor del Sendero? Pues es, monjes, cesar, renunciar, desistir y abstenerse de las tres clases de mal comportamiento corporal, con mente Noble, con mente sin corrupciones, con la mente propia del Sendero Noble y de aquél que lo cultiva.

»Esto es, monjes, la recta conducta sin corrupciones, transmundana, factor del Sendero.

»Aquél que hace el esfuerzo por renunciar a la conducta incorrecta y por alcanzar la recta conducta, ése es el que hace el recto esfuerzo. Aquél que, atento, renuncia a la conducta incorrecta y atento alcanza la recta conducta permaneciendo en ella, ése es el de recta atención. Por tanto, hay tres cosas que rodean y giran en torno a la recta conducta: la recta opinión, el recto esfuerzo y la recta atención.

»También con respecto al sustentamiento, monjes, es la recta opinión lo que va en primer lugar.

»¿Y cómo, monjes, va la recta opinión en primer lugar? Pues al conocer lo que es el recto sustentamiento, y al conocer lo que es el sustentamiento incorrecto, se tiene recta opinión. ¿Y cuál es, monjes, el sustentamiento incorrecto? Pues el que proviene de engaños, charlatanería, de decir la buenaventura, de juegos de manos y de ambicionar ganancia tras ganancia. Eso es, monjes, el sustentamiento incorrecto[76].

»¿Y cuál es, monjes, el recto sustentamiento? Yo digo, monjes, que hay dos clases de recto sustentamiento: aquél con corrupciones, con cierto mérito, pero que desemboca en los fundamentos de la existencia, y aquél que es Noble, sin corrupciones, transmundano, factor del Sendero.

»¿Y cuál es, monjes, el recto sustentamiento con corrupciones, con cierto mérito, pero que desemboca en los fundamentos de la existencia? Pues he aquí, monjes, que un Noble Discípulo renuncia al sustentamiento incorrecto y se gana la vida por medios lícitos. Esto es, monjes, el recto sustentamiento con corrupciones, con cierto mérito, pero que desemboca en los fundamentos de la existencia.

»¿Y cuál es, monjes, el recto sustentamiento sin corrupciones, transmundano, factor del Sendero? Pues es, monjes, cesar, renunciar, desistir y abstenerse del sustentamiento incorrecto, con mente Noble, con mente sin corrupciones, con la mente propia del sendero Noble y de aquél que lo cultiva. Esto es, monjes, el recto sustentamiento sin corrupciones, transmundano, factor del Sendero.

»Aquél que hace el esfuerzo por renunciar al sustentamiento incorrecto y por alcanzar el recto sustentamiento, ése es el que hace el recto esfuerzo. Aquél que, atento, renuncia al sustentamiento incorrecto y atento alcanza el recto sustentamiento permaneciendo en él, ése es el de recta atención. Por tanto, hay tres cosas que rodean y giran en torno al recto sustentamiento: la recta opinión, el recto esfuerzo y la recta atención.

»Así pues, monjes, es la recta opinión lo que va en primer lugar. ¿Y cómo, monjes, va la recta opinión en primer lugar? Pues, monjes, de la recta opinión surge el recto propósito, del recto propósito surge la recta palabra, de la recta palabra surge la recta conducta, de la recta conducta surge el recto sustentamiento, del recto sustentamiento surge el recto esfuerzo, del recto esfuerzo surge la recta atención, de la recta atención surge la recta concentración, de la recta concentración surge el recto conocimiento, del recto conocimiento surge la recta liberación. De este modo, monjes, el camino del practicante consta de ocho factores y de diez factores el del santo[77].

»Así pues, monjes, es la recta opinión lo que va en primer lugar. ¿Y cómo, monjes, va la recta opinión en primer lugar? Pues, monjes, en aquél que tiene recta opinión, la opinión incorrecta es derrotada y, con ella, las múltiples cosas malas y perjudiciales que se originan a causa de las opiniones erróneas, mientras que las múltiples cosas beneficiosas que se originan gracias a la recta opinión llegan a la plenitud de su desarrollo.

»En aquél que tiene recto propósito, el propósito incorrecto es derrotado y, con él, las múltiples cosas malas y perjudiciales que se originan a causa del propósito incorrecto, mientras que las múltiples cosas beneficiosas que se originan gracias al recto propósito llegan a la plenitud de su desarrollo.

»En aquél que tiene recta palabra…, recta conducta…, recto sustentamiento…, recto esfuerzo…, recta atención…, recta concentración…, recto conocimiento…, recta liberación, la palabra…, la conducta…, el sustentamiento…, el esfuerzo…, la atención…, la concentración…, el conocimiento…, la liberación incorrecta es derrotada y, con ella, las múltiples cosas malas y perjudiciales que se originan a causa de ellas, mientras que las múltiples cosas beneficiosas que se originan gracias a la recta palabra…, la recta conducta…, el recto sustentamiento…, el recto esfuerzo…, la recta atención…, la recta concentración…, el recto conocimiento…, la recta liberación, llegan a la plenitud de su desarrollo.

»De manera que, monjes, hay veinte factores por parte de lo beneficioso y otros veinte por parte de lo perjudicial. La enseñanza de los cuarenta grandes factores está en movimiento y no hay asceta, brahmín, dios, Māra[78], brahmā[79], ni nadie en el mundo que pueda pararlo.

»Monjes, a cualquier asceta o brahmín que pensara que esta enseñanza de los cuarenta grandes factores merece ser reprobada o desestimada, se le pueden hacer aquí mismo diez objeciones basadas en sus propias aseveraciones que deslegitiman su reprobación.

»Si ese respetable señor reprueba la recta opinión, entonces ese respetable señor está honrando, ese respetable señor está elogiando a los ascetas y brahmines de opinión incorrecta.

»Si ese respetable señor reprueba el recto propósito…, la recta palabra…, la recta conducta…, el recto sustentamiento…, el recto esfuerzo…, la recta atención…, la recta concentración…, el recto conocimiento…, la recta liberación, entonces ese respetable señor está honrando, ese respetable señor está elogiando a los ascetas y brahmines de propósito…, palabra…, conducta…, sustentamiento…, esfuerzo…, atención…, concentración…, conocimiento…, liberación incorrecta.

»Monjes, a cualquier asceta o brahmín que pensara que esta enseñanza de los cuarenta grandes factores merece ser reprobada o desestimada, se le pueden hacer aquí mismo estas diez objeciones basadas en sus propias aseveraciones que deslegitiman su reprobación.

»Monjes, ni siquiera Vassa y Bhañña, los de Okkala, partidarios de las doctrinas de la no causalidad, no acción, no existencia[80], pensarían que la enseñanza de los cuarenta grandes factores merece ser reprobada o desestimada. ¿Y por qué?, pues por miedo a ser censurados, reprendidos y criticados».

Así habló el Bienaventurado, y los monjes gozaron y se complacieron con sus palabras.

Sermón sobre las fases del adiestramiento
(n.º 125)

Así lo he oído. En cierta ocasión el Bienaventurado residía en Rājagaha, en el soto de bambúes, en el santuario de las ardillas. En aquella ocasión el novicio Aciravata residía en una cabaña del bosque. El príncipe Jayasena, dando un paseo, fue adonde estaba el novicio Aciravata, se le acercó e intercambió saludos con él. Terminada aquella charla amigable y cortés, se sentó a un lado. Una vez sentado, el príncipe Jayasena le dijo:

—Maestro Aggivessana[81], esto he oído: «El monje que permanece diligente, fervoroso y resuelto podrá lograr la unificación de la mente».

—Así es príncipe, así es: el monje que permanece diligente, fervoroso y resuelto[82] podrá lograr la unificación de la mente.

—Sería bueno que el maestro Aggivessana me predicara la Enseñanza tal y como la ha escuchado y aprendido[83]. —Príncipe, no soy capaz de predicarte la Enseñanza tal y como la he escuchado y aprendido. Si lo hiciera y no entendieras el significado de lo que digo, me sentiría insatisfecho y contrariado.

—Que el maestro Aggivessana me predique la Enseñanza tal y como la ha escuchado y aprendido. Si lo hace, tal vez entienda el significado de sus palabras.

—Príncipe, te predicaré la Enseñanza tal y como la he escuchado y aprendido. Si entiendes el significado de lo que digo, estupendo, pero si no, te quedarás como estás y no me preguntes más.

—Que el maestro Aggivessana me predique la Enseñanza tal y como la ha escuchado y aprendido[84]. Si entiendo el significado de sus palabras, estupendo, pero si no, me quedaré como estoy y no le preguntaré más.

Entonces, el novicio Acivarata predicó la Enseñanza al príncipe Jayasena tal y como la había escuchado y aprendido. Cuando terminó, el príncipe Jayasena dijo al novicio Acivarata:

—Es imposible, Maestro Aggivessana, es inverosímil que un monje, permaneciendo diligente, fervoroso y resuelto pueda lograr la unificación de la mente.

Dicho esto, el príncipe Jayasena se levantó de su asiento y se marchó.

Poco después de que se fuera el príncipe Jayasena, el novicio Acivarata fue adonde estaba el Bienaventurado, se le acercó, le ofreció sus respetos y se sentó a un lado. Una vez sentado, el novicio Acivarata le contó toda la conversación que había tenido con el príncipe Jayasena. Cuando terminó, el Bienaventurado le habló así:

—¿Qué se puede esperar, Aggivessana, del príncipe Jayasena? Él vive en medio del deseo de los sentidos, entregándose al deseo de los sentidos, devorado por pensamientos de deseo de los sentidos, consumido por el ardor del deseo de los sentidos, buscando incansablemente el placer de los sentidos, y, por lo tanto, es imposible que conozca, vea o experimente lo que tiene que conocerse mediante la renunciación, verse mediante la renunciación, conseguirse mediante la renunciación y experimentarse mediante la renunciación[85].

»Imagina, Aggivessana, dos elefantes, caballos o bueyes domesticables bien domados y bien adiestrados, y dos elefantes, caballos o bueyes domesticables sin domar ni adiestrar. ¿Qué te parece, Aggivessana, los dos elefantes, caballos o bueyes domesticables bien domados y bien adiestrados, habiendo sido domados, llegarán a comportarse como animales domésticos, alcanzarán el nivel de los animales domésticos?

—Sí, venerable señor.

—¿Y los dos elefantes, caballos o bueyes domesticables sin domar ni adiestrar, al no haber sido domados, llegarán a comportarse como animales domésticos, alcanzarán el nivel de los animales domésticos?

—No, venerable señor.

—De la misma manera, Aggivessana, si el príncipe Jayasena vive en medio del deseo de los sentidos, entregándose al deseo de los sentidos, devorado por pensamientos de deseo de los sentidos, consumido por el ardor del deseo de los sentidos y buscando incansablemente el placer de los sentidos, es imposible que conozca, vea o experimente lo que tiene que conocerse mediante la renunciación, verse mediante la renunciación, conseguirse mediante la renunciación y experimentarse mediante la renunciación.

»Imagina, Aggivessana, una gran montaña cercana a un pueblo o ciudad, y dos amigos de ese pueblo o ciudad que juntos se dirigen a la montaña. Una vez llegados a ella, uno de los amigos se queda al pie de la montaña y el otro sube hasta la cima. Entonces, el que está al pie de la montaña dice al que ha subido a la cima:

—¿Amigo, qué es lo que ves desde la cima de la montaña?

»Y el que está en la cima contesta:

—Amigo, desde la cima de la montaña veo parques, arboledas, praderas y lagos maravillosos[86].

»Y el que está al pie de la montaña le dice:

—Amigo, es imposible, es inverosímil que desde la cima puedas ver parques, arboledas, praderas y lagos maravillosos.

»Entonces el que estaba en la cima baja hasta el pie y, tomando a su amigo de la mano, le ayuda a subir hasta la cima. Tras dejarle recobrar el aliento le pregunta:

—Amigo, ¿qué ves ahora desde la cima de la montaña?

»Y el otro le contesta:

—Amigo, desde la cima de la montaña, ahora veo parques, arboledas, praderas y lagos maravillosos.

»Y el otro le dice:

—Amigo, hace un momento te oí decir: «Amigo, es imposible, es inverosímil que desde la cima puedas ver parques, arboledas, praderas y lagos maravillosos», pero ahora entiendo que dices: «Amigo, desde la cima de la montaña, ahora veo parques, arboledas, praderas y lagos maravillosos».

»Y él le contesta:

—Amigo, eso era porque esta gran montaña, me impedía ver lo que hay que ver.

—Aggivessana, de la misma manera e incluso más, el príncipe Jayasena está obstruido, impedido, obcecado y cubierto por una masa de ignorancia. De modo que si el príncipe Jayasena vive en medio del deseo de los sentidos, entregándose al deseo de los sentidos, devorado por pensamientos de deseo de los sentidos, consumido por el ardor del deseo de los sentidos y buscando incansablemente el placer de los sentidos, es imposible que conozca, vea o experimente lo que tiene que conocerse mediante la renunciación, verse mediante la renunciación, conseguirse mediante la renunciación y experimentarse mediante la renunciación.

»Aggivessana, si le hubieras contado espontáneamente estos dos símiles al príncipe Jayasena, te habrías ganado su confianza y confiadamente, habría puesto su confianza en ti.

—Venerable señor, ¿cómo le iba a contar esos dos símiles si los cuenta ahora espontáneamente el Bienaventurado y nunca antes habían sido escuchados?

—Imagina, Aggivessana, un noble rey ungido que ordena a un cazador de elefantes: «Buen cazador de elefantes, monta en el elefante del rey, intérnate en la selva de los elefantes y cuando veas un elefante selvático, átalo por el cuello al elefante del rey», y, Aggivessana, el cazador de elefantes contesta: «Sí, señor», monta en el elefante del rey, se interna en la selva de los elefantes y, cuando ve un elefante selvático, lo ata por el cuello al elefante del rey y de este modo el elefante del rey conduce al elefante selvático hacia campo abierto. Así, Aggivessana, llega el elefante del bosque a campo abierto. Sin embargo, Aggivessana, el elefante selvático sigue teniendo querencia por la selva de los elefantes. El cazador de elefantes comunica al noble rey ungido que el elefante ha llegado a campo abierto. Entonces el rey ordena al domador de elefantes:

—Ven, buen domador de elefantes, y domestica al elefante selvático. Templa los modos propios de la selva, templa los instintos e inclinaciones propios de la selva, templa la angustia, la insatisfacción y la excitación por haber dejado la selva, haciendo que disfrute de lo urbano y habituándolo a los modos de los hombres.

»Y, Aggivessana, el domador de elefantes, tras contestar: «Sí, señor» al rey, clava un gran poste en el suelo, y atando a él al elefante selvático por el cuello, templa los modos propios de la selva, templa los instintos e inclinaciones propios de la selva, templa la angustia, la insatisfacción y la excitación por haber dejado la selva, haciendo que disfrute de lo urbano y habituándolo a los modos de los hombres.

»Para ello, el domador de elefantes le dice palabras amistosas, agradables al oído, afables, que van al corazón, corteses, queridas y deseadas por muchos. Por ello, Aggivessana, el elefante selvático, al oír del domador de elefantes palabras amistosas, agradables al oído, afables, que van al corazón, corteses, queridas y deseadas por muchos, le escucha, le presta atención y agudiza la inteligencia para comprender. Luego, el domador de elefantes le da follaje y agua.

»Aggivessana, cuando el elefante selvático acepta del domador de elefantes el follaje y el agua, éste sabe: «El elefante del rey[87] sobrevivirá». Luego, el domador de elefantes le hace hacer otra cosa: «Tómalo, suéltalo».

»Entonces, Aggivessana, cuando el elefante del rey es dócil y obedece las órdenes del domador de elefantes de «tomar» y «soltar», éste le hace hacer otra cosa: «Adelante, atrás».

»Aggivessana, cuando el elefante del rey es dócil y obedece las órdenes del domador de elefantes de «adelante» y «atrás», entonces éste le hace hacer otra cosa: «Levántate, siéntate».

»Aggivessana, cuando el elefante del rey es dócil y obedece las órdenes del domador de elefantes «levántate» y «siéntate», entonces éste le hace hacer otra cosa, a saber, lo que se conoce como «imperturbabilidad»: ata un gran escudo a la trompa del elefante, un hombre con una lanza en la mano se le sienta en el cogote, otros hombres con lanzas en las manos le rodean completamente y el domador de elefantes se sitúa delante de él con una gran lanza en la mano. Cuando el elefante está practicando la imperturbabilidad, no mueve ni las patas de delante ni las de atrás, tampoco mueve la parte delantera ni la trasera del cuerpo, ni la cabeza, ni las orejas, ni los colmillos, ni el rabo ni la trompa. El elefante del rey sabe soportar los golpes de lanzas, espadas, flechas y otras armas, también soporta el ensordecedor sonido de timbales, tambores, trompetas y tantanes. Libre de todo vicio y sin ningún defecto, es digno de un rey, propio de un rey y se considera parte integrante de la soberanía real.

»De la misma manera, Aggivessana, he aquí que un Tathāgata aparece en el mundo, santo, completamente iluminado, perfecto de saber y buena conducta, bien encaminado, conocedor del universo, insuperable guía de los seres humanos por adiestrar, maestro de dioses y hombres, iluminado, bienaventurado.

»Éste, habiendo experimentado por sí mismo con conocimiento superior, da a conocer este mundo con sus divinidades, sus Māra y Brahmā, a esta humanidad con sus ascetas y brahmines, con sus gobernantes y plebeyos. Él expone la Enseñanza que es buena en su principio, buena en su medio, y buena en su fin, tanto en la letra como en el espíritu, él proclama la vida de santidad lograda en su integridad y completamente pura.

»Un cabeza de familia o el hijo de un cabeza de familia o alguien nacido en cualquier otro clan escucha la Enseñanza. Al escucharla, nace en él la confianza en el Transcendente. Dotado de esa confianza que ha nacido en él, reflexiona así: «La vida en el hogar está llena de estorbos e impurezas. La vida sin hogar es al aire libre. No es fácil, viviendo en un hogar, practicar la vida de santidad en su máxima integridad y completamente pura hasta el final, brillante como la madreperla. ¿Y si me cortase cabellos y barba, me pusiese el hábito anaranjado y dejase el hogar para salir a la vida sin hogar?

»Y al cabo de poco tiempo, liberado de todos sus bienes, sean muchos o pocos, y liberado de sus parientes, sean muchos o pocos, cortándose los cabellos y la barba, y poniéndose el hábito anaranjado, da el paso de la vida en el hogar a la vida sin hogar.

»Así, Aggivessana, el Noble Discípulo sale a campo abierto. Sin embargo, Aggivessana, dioses y humanos tienen querencia por las cinco sogas de los placeres de los sentidos.

»Luego el Tathāgata continúa su educación: «Ven monje, sé virtuoso y controlado siguiendo la regla monástica[88], vive en un lugar adecuado, sé perfecto de conducta, ten muy en cuenta el peligro de incluso las faltas más leves y, habiendo aceptado los preceptos de la Disciplina, practícalos».

»Aggivessana, cuando el Noble Discípulo es virtuoso y controlado siguiendo la regla monástica, mora en lugar adecuado, es perfecto de conducta, tiene muy en cuenta el peligro de incluso las faltas más leves y, habiendo aceptado los preceptos de la práctica, los practica, entonces el Tathāgata continúa su educación: «Ven monje, vigila las puertas de tus facultades. Cuando veas una forma con la vista no te aferres ni a sus características ni a sus detalles, ya que, si vives con una facultad visual descontrolada, te pueden invadir estados mentales perjudiciales o nocivos de aflicción y avidez; practicando el control, protege la facultad visual y dedícate a controlar la facultad visual. Cuando oigas un sonido con el oído… huelas un olor con el olfato… gustes un sabor con el gusto… toques algo tangible con el tacto… tengas conciencia de un pensamiento con la mente, no te aferres ni a sus características ni a sus detalles, ya que, si vives con una facultad mental descontrolada, te pueden invadir estados mentales perjudiciales o nocivos de aflicción y avidez; así practica el control, protege la facultad mental y dedícate a controlar la facultad mental».

»Aggivessana, cuando el Noble Discípulo vigila la entrada de sus facultades, el Tathāgata continúa su educación: «Ven monje, sé moderado en el comer. Atendiendo acertadamente, haz uso de la comida no para divertirte, ni por gula, ni para ser bello o atractivo sino sólo para conservar y mantener este cuerpo, para acabar con las molestias y favorecer la vida de santidad, pensando: “Así terminaré con las sensaciones anteriores sin generar otras nuevas y subsistiré sin tacha y tranquilamente”».

»Aggivessana, cuando el Noble Discípulo es moderado en el comer, el Tathāgata continúa su educación: «Ven, monje, mantén la mente alerta. Durante el día, ya sea caminando de aquí para allá, ya sea cuando estés sentado, limpia la mente de estados obstructivos. Durante el primer tercio de la noche, ya sea caminando de aquí para allá, ya sea cuando estés sentado, limpia la mente de estados obstructivos. En el segundo tercio de la noche, échate sobre el costado derecho en la postura del león, con una pierna sobre la otra, atento y lúcido, habiendo determinado la hora a la que te vas a levantar. Durante el último tercio de la noche, tras levantarte, ya sea caminando de aquí para allá, ya sea cuando estés sentado, limpia la mente de estados obstructivos».

»Aggivessana, cuando el Noble Discípulo mantiene la mente alerta, el Tathāgata continúa su educación: «Ven, monje, permanece atento y lúcido. Actúa con plena lucidez en todo lo que hagas, ya sea yendo o viniendo… mirando adelante o mirando a tu alrededor… encogiéndote o estirándote… llevando el manto, el cuenco y el manto… comiendo, bebiendo, masticando, saboreando… defecando u orinando… caminando, de pie, sentado, dormido, despierto, hablando o en silencio, actúa con plena lucidez».

»Aggivessana, cuando el Noble Discípulo permanece atento y lúcido, el Tathāgata continúa su educación: «Ven, monje, instálate en un lugar de residencia aislado, un bosque, el pie de un árbol, una colina, un barranco, una cueva de montaña, un cementerio, una selva, a cielo abierto, en un montón de paja».

»El Noble Discípulo se instala en un lugar aislado, un bosque, etc… Allí, de vuelta de recolectar la comida que le ofrecen, después de haber comido, se sienta con las piernas cruzadas, pone el cuerpo erguido y enfoca la atención en torno a la boca[89].

»Renunciando a la codicia por lo mundano, permanece con una mente libre de codicia, limpiándose la mente de codicia.

»Renunciando al odio y a la malevolencia, permanece con una mente libre de malevolencia, limpiándose la mente de odio y de malevolencia, vive benévolo y compasivo para con todos los seres vivos.

»Renunciando a la pereza y apatía, permanece libre de pereza y apatía, con la mente despejada, lúcido y atento, limpiándose la mente de pereza y apatía.

»Renunciando al desasosiego y a la ansiedad, permanece sereno, con paz interior en la mente, limpiándose la mente de desasosiego y ansiedad.

»Renunciando a la duda, va más allá de la duda, sin confusiones sobre lo que es provechoso, limpiándose la mente de duda.

»Renunciando a estos cinco impedimentos, impurezas de la mente que menoscaban la sabiduría, permanece contemplando el cuerpo en el cuerpo, fervoroso, lúcido y atento, desechando la codicia y la aflicción de lo mundano. Permanece contemplando las sensaciones en las sensaciones… la mente en la mente… los objetos mentales en los objetos mentales, fervoroso, lúcido y atento, desechando la codicia y la aflicción de lo mundano.

»Aggivessana, así como un domador de elefantes clava un gran poste en el suelo y, atando a él al elefante selvático por el cuello, templa los modos propios de la selva, templa los instintos e inclinaciones propios de la selva, templa la angustia, la insatisfacción y la excitación por haber dejado la selva, haciendo que disfrute de lo urbano y habituándolo a los modos de los hombres, de la misma manera, estos cuatro fundamentos de la atención atan[90] la mente del Noble Discípulo para templar los modos propios de la vida del hogar, para templar los instintos e inclinaciones propios de la vida del hogar, para templar la angustia, la insatisfacción y la excitación por haber dejado la vida del hogar y así alcanzar la verdad y la realización del Nibbāna[91].

»Entonces el Tathāgata continúa su educación: «Ven, monje, permanece contemplando el cuerpo en el cuerpo pero sin aplicar la mente a pensamientos relativos al cuerpo, permanece contemplando las sensaciones en las sensaciones… la mente en la mente… los objetos mentales en los objetos mentales, pero sin aplicar la mente a pensamientos relativos a las sensaciones, a la mente, a los objetos mentales. Al cesar la ideación y la reflexión, el monje alcanza y permanece en la segunda abstracción meditativa[92], en la que hay gozo y felicidad nacidos de la concentración, está libre de ideación y reflexión, y va acompañada de unificación de la mente y serenidad interior… [luego la tercera y la cuarta abstracciones meditativas, y los tres conocimientos de la iluminación como en el sermón 36]… y sabe: “Aniquilado el renacer, cumplida la vida de santidad, hecho lo que había por hacer, no hay ya más devenir”».

»Ese monje soporta el frío, el calor, el hambre, la sed, el contacto con moscas, mosquitos, viento, sol y reptiles; soporta formas de hablar que son hostiles e importunas; soporta pacientemente cuando surgen sensaciones corporales dolorosas, penetrantes, agudas, punzantes, desagradables, displicentes, mortales. Libre de toda pasión, odio, ofuscación y sin corrupción alguna, es merecedor de ofrendas, de hospitalidad y de dádivas, digno de reverencias, incomparable terreno de mérito para el mundo[93].

»Aggivessana, si el elefante del rey muere en su vejez, madurez o juventud sin domar y sin adiestrar, se considera que ha muerto sin adiestrar. De la misma manera, Aggivessana, si un monje de mucha, mediana o poca antigüedad muere sin aniquilar sus corrupciones, se considera que ha muerto sin adiestrar.

»Aggivessana, si el elefante del rey muere en su vejez, madurez o juventud bien domado y bien adiestrado, se considera que ha muerto adiestrado. De la misma manera, Aggivessana, si un monje de mucha, mediana o poca antigüedad muere habiendo aniquilado sus corrupciones, se considera que ha muerto adiestrado».

Así habló el Bienaventurado, y los monjes gozaron y se complacieron con sus palabras.

Sermón al contable Moggallāna
(n.º 107)

Así lo he oído. En cierta ocasión el Bienaventurado residía en Sāvatthī, en el parque del este, en el palacio de la madre de Migāra. Entonces, el brahmín Moggallāna, que era contable, fue adonde estaba el Bienaventurado, se le acercó e intercambió saludos con él. Terminada aquella charla amigable y cortés, se sentó a un lado. Una vez sentado a un lado, el brahmín le dijo:

—Maestro Gotama, de la misma manera que en este palacio de la madre de Migāra puede apreciarse que ha habido práctica gradual, acción gradual y camino gradual, es decir, desde lo más bajo hasta el último tramo de escaleras[94], igualmente entre estos brahmines puede apreciarse que hay práctica gradual, acción gradual y camino gradual en sus estudios[95], igualmente entre arqueros puede apreciarse que hay práctica gradual, acción gradual y camino gradual en aprender el tiro con arco. De igual modo entre nosotros, los que nos ganamos la vida contando, puede apreciarse que hay práctica gradual, acción gradual y camino gradual, en aprender contabilidad. Cuando tenemos un aprendiz, lo primero que le enseñamos es a contar: un uno, dos doses, tres treses, cuatro cuatros, cinco cincos, seis seises, siete sietes, ocho ochos, nueve nueves, diez dieces, y también le enseñamos a que cuente hasta cien.

—Maestro Gotama, ¿no es posible en ésta Enseñanza y Disciplina, enseñar también su práctica gradual, su acción gradual y su camino gradual?

—Sí que es posible, brahmín, en esta Enseñanza y Disciplina, enseñar su práctica gradual, su acción gradual y su camino gradual. Brahmín, al igual que un domador de caballos experimentado al tener un magnífico pura sangre, primero lo acostumbra a llevar el bocado y luego continúa su doma, del mismo modo, brahmín, el Tathāgata, al tener un hombre para ser adiestrado, primero lo educa así: «Ven, monje, sé virtuoso y controlado mediante el control de la regla monástica, mora en lugar adecuado, sé perfecto de conducta, ten muy en cuenta el peligro de incluso las faltas más leves y, habiendo aceptado los preceptos de la Disciplina, practícalos».

»Brahmín, cuando el Noble Discípulo es virtuoso y controlado siguiendo la regla monástica, mora en lugar adecuado, es perfecto de conducta, tiene muy en cuenta el peligro de incluso las faltas más leves y, habiendo aceptado los preceptos de la práctica, los practica, entonces el Tathāgata continúa su educación: «Ven, monje, vigila las puertas de tus facultades, cuando veas una forma con la vista no te aferres ni a sus características ni a sus detalles, ya que si vives con una facultad visual descontrolada te pueden invadir estados mentales perjudiciales o nocivos de aflicción y avidez; practicando el control, protege la facultad visual y dedícate a controlar la facultad visual. Cuando oigas un sonido con el oído… huelas un olor con el olfato… gustes un sabor con el gusto… toques algo tangible con el tacto… tengas conciencia de un pensamiento con la mente, no te aferres ni a sus características ni a sus detalles, ya que si vives con una facultad mental descontrolada, te pueden invadir estados mentales perjudiciales o nocivos de aflicción y avidez; así practica el control, protege la facultad mental y dedícate a controlar la facultad mental».

»Brahmín, cuando el Noble Discípulo vigila las puertas de sus facultades, el Tathāgata continúa su educación: «Ven, monje, sé moderado en el comer. Reflexionando apropiadamente, haz uso de la comida no para divertirte, ni por gula, ni para ser bello o atractivo sino sólo para conservar y mantener este cuerpo, para acabar con las molestias y favorecer la vida de santidad, pensando: “Así terminaré con las sensaciones anteriores sin generar otras nuevas y subsistiré sin tacha y tranquilamente”».

»Brahmín, cuando el Noble Discípulo es moderado en el comer, el Tathāgata continúa su educación: «Ven, monje, mantén la mente alerta. Durante el día, ya sea caminando de aquí para allá, ya sea cuando estés sentado, limpia la mente de estados obstructivos. Durante el primer tercio de la noche, ya sea caminando de aquí para allá, ya sea cuando estés sentado, limpia la mente de estados obstructivos. En el segundo tercio de la noche, échate sobre el costado derecho en la postura del león, con una pierna sobre la otra, atento y lúcido, habiendo determinado la hora a la que te vas a levantar. Durante el último tercio de la noche, tras levantarte, ya sea caminando de aquí para allá, ya sea cuando estés sentado, limpia la mente de estados obstructivos».

»Brahmín, cuando el Noble Discípulo mantiene la mente alerta, el Tathāgata continúa su educación: «Ven, monje, permanece atento y lúcido. Actúa con plena lucidez en todo lo que hagas, ya sea yendo o viniendo… mirando adelante o mirando a tu alrededor… encogiéndote o estirándote… llevando el manto, el cuenco y el manto… comiendo, bebiendo, masticando, saboreando… defecando u orinando… caminando, de pie, sentado, dormido, despierto, hablando o en silencio, actúa con plena lucidez».

»Brahmín, cuando el Noble Discípulo permanece atento y lúcido, el Tathāgata continúa su educación: «Ven, monje, instálate en un lugar de residencia aislado, un bosque, el pie de un árbol, una colina, un barranco, una cueva de montaña, un cementerio, una selva, a cielo abierto, en un montón de paja».

»El Noble Discípulo se instala en un lugar aislado, un bosque… etc. Allí, de vuelta de recolectar la comida que le ofrecen, después de haber comido, se sienta con las piernas cruzadas, pone el cuerpo erguido y enfoca la atención en torno a la boca[96].

»Renunciando a la codicia por lo mundano, permanece con una mente libre de codicia, limpiándose la mente de codicia.

»Renunciando al odio y a la malevolencia, permanece con una mente libre de malevolencia, limpiándose la mente de odio y de malevolencia, vive benévolo y compasivo para con todos los seres vivos.

»Renunciando a la pereza y apatía, permanece libre de pereza y apatía, con la mente despejada, lúcido y atento, limpiándose la mente de pereza y apatía.

»Renunciando al desasosiego y a la ansiedad, permanece sereno, con paz interior en la mente, limpiándose la mente de desasosiego y ansiedad.

»Renunciando a la duda, va más allá de la duda, sin confusiones sobre lo que es provechoso, limpiándose la mente de duda.

»Renunciando a estos cinco impedimentos, impurezas de la mente que menoscaban la sabiduría, apartado del deseo de los sentidos, apartado de lo que es perjudicial, alcanza y permanece en la primera abstracción meditativa, en la que hay gozo y felicidad nacidos del apartamiento y va acompañada de ideación y reflexión. Al cesar la ideación y la reflexión, alcanza y permanece en la segunda abstracción meditativa, en la que hay gozo y felicidad nacidos de la concentración, está libre de ideación y reflexión, y va acompañada de unificación de la mente y serenidad interior.

»Al desvanecerse el gozo, permanece ecuánime, atento y lúcido, experimentando con el cuerpo aquel estado de felicidad que los Nobles llaman: «Vivir feliz, atento y ecuánime», con lo que alcanza y permanece en la tercera abstracción meditativa. Al renunciar al placer, al renunciar al dolor, y previa desaparición de la alegría y la aflicción, alcanza y permanece en la cuarta abstracción meditativa, sin dolor ni placer, completamente purificada por la atención y la ecuanimidad.

»Ésta es, brahmín, mi instrucción para los monjes practicantes que no han logrado todavía la santidad y que permanecen aspirando a la suprema salvación de toda sujeción. Sin embargo, para los monjes de perfecta santidad[97], que han aniquilado las corrupciones, que han vivido la vida de santidad, hecho lo que había por hacer, abandonado la carga, logrado el bien supremo, extirpado las trabas del devenir y se han liberado por el recto conocimiento, esas prácticas conducen en este mismo mundo a una vida feliz, atenta y lúcida».

Dicho esto, el contable Moggallāna preguntó al Bienaventurado:

—¿Los discípulos del maestro Gotama al ser aconsejados e instruidos así por él, logran todos la meta definitiva, el Nibbāna, o los hay que no la logran?

—Brahmín, algunos discípulos, al ser aconsejados e instruidos así por mí, logran la meta definitiva, el Nibbāna; otros no la logran.

—Dado que existe el Nibbāna, el camino que lleva al Nibbāna y también el maestro Gotama que invita a recorrerlo, ¿cuál es la causa, maestro Gotama, cuál es la razón de que algunos discípulos al ser aconsejados e instruidos así por él, logren la meta definitiva, el Nibbāna, y otros no?

—Brahmín, ahora te preguntaré yo, así que respóndeme como te parezca oportuno. ¿Qué te parece, brahmín, conoces bien el camino que lleva a Rājagaha?

—Sí, maestro, conozco bien el camino que lleva a Rājagaha.

—¿Qué te parece, brahmín? Imagina que llega un hombre que quiere ir a Rājagaha, se acerca a ti y te dice: «Venerable señor, desearía ir a Rājagaha, indíqueme el camino a Rājagaha». Y entonces tú le dices: «Buen hombre, éste es el camino que va a Rājagaha; ve por él un trecho y cuando hayas recorrido un trecho verás una aldea, sigue un poco más y cuando hayas recorrido otro trecho verás un pueblo, sigue aún un poco más y cuando hayas recorrido otro trecho verás Rājagaha con sus maravillosos parques y arboledas, con sus maravillosas praderas y estanques», y aconsejado e instruido así por ti, éste toma el camino equivocado y se va hacia el oeste.

»Llega otro que quiere ir a Rājagaha… Y éste, aconsejado e instruido así por ti, llega tranquilamente a Rājagaha.

»Ahora bien, brahmín, dado que existe Rājagaha, el camino que lleva a Rājagaha y también tú que invitas a recorrerlo, ¿cuál es la causa, brahmín, cuál es la razón de que un hombre, al ser aconsejado e instruido así por ti, tome el camino equivocado que va hacia el oeste y el otro llegue tranquilamente a Rājagaha?

—Maestro Gotama, ¿qué puedo hacer yo?, yo sólo soy el que indica el camino.

—De la misma manera, brahmín, existe el Nibbāna, el camino que lleva al Nibbāna y también yo, que invito a recorrerlo. Sin embargo, algunos de mis discípulos, al ser aconsejados e instruidos así por mí, logran la meta definitiva, el Nibbāna, y otros no. Brahmín, ¿qué puedo hacer yo? Yo sólo soy el que indica el camino[98]».

Dicho esto, el brahmín Moggallāna dijo al Bienaventurado:

—Maestro Gotama, hay hombres sin fe[99] que dan el paso de la vida del hogar a la vida sin hogar para ganarse la vida[100]. Ésos son embaucadores, hipócritas, truhanes, desequilibrados, insolentes, veleidosos, groseros, charlatanes, no vigilan las puertas de sus facultades, desconocen la moderación en el comer, no mantienen sus mentes despiertas, no tienen interés por la vida retirada ni mucho respeto por la práctica, son dados a los excesos y a la laxitud, son los primeros en caer en error y los últimos en retirarse a meditar, son vagos, con poca energía, distraídos, sin lucidez, de mente dispersa y descarriada, de escasa sabiduría, cerrados al aprendizaje[101]. El maestro Gotama no convive con ellos.

»Sin embargo hay hijos de familia con fe que dan el paso de la vida del hogar a la vida sin hogar. Ésos no son embaucadores, hipócritas, truhanes, desequilibrados, insolentes, veleidosos, groseros, charlatanes. Ésos vigilan las puertas de sus facultades, conocen la moderación en el comer, mantienen sus mentes despiertas, tienen interés por la vida retirada y mucho respeto por la práctica, no son dados a los excesos ni a la laxitud, son los últimos en caer en error y los primeros en retirarse a meditar, son enérgicos, diligentes, siempre atentos y lúcidos, de mente equilibrada y unificada, sabios, abiertos al aprendizaje. El maestro Gotama convive con ellos.

»Maestro Gotama, de la misma forma que del aroma de la raíz de goma arábiga se dice que es el mejor de los aromas de raíces, del aroma de la madera de sándalo se dice que es el mejor de los aromas de maderas, y del aroma del jazmín se dice que es el mejor de los aromas de las flores, igualmente del consejo del maestro Gotama se dice que es supremo entre las enseñanzas de nuestros tiempos[102].

»¡Excelente maestro Gotama, excelente maestro Gotama! En verdad, maestro Gotama, como uno que levanta lo caído, o revela lo oculto, o indica el camino al extraviado, o alza un candil en la oscuridad pensando: «los que tengan ojos, que vean», así es como el Bienaventurado explica la Enseñanza de diversas maneras.

»Yo voy por refugio al maestro Gotama, a la Enseñanza y a la Comunidad de monjes. Ruego al maestro Gotama que de hoy en adelante me considere como un devoto laico venido a él por refugio para toda la vida».

Sermón sobre todas las corrupciones
(n.º 2)

Así lo he oído. En cierta ocasión el Bienaventurado residía en Sāvatthī, en la arboleda de Jeta, en el parque de Anāthapiṇḍika.

Allí, el Bienaventurado se dirigió a los monjes diciendo:

—Monjes.

—Sí, venerable señor —le respondieron los monjes.

Y el Bienaventurado dijo así:

—Os enseñaré la forma de controlar todas las corrupciones[103], escuchad con cuidadosa atención y hablaré.

—Sí, venerable señor —le respondieron los monjes.

Y el Bienaventurado dijo así:

—Monjes, yo afirmo que la aniquilación de las corrupciones se da en quienes conocen y ven, no en quienes ni conocen ni ven.

»¿Cómo se da la aniquilación de las corrupciones en el que conoce y ve? Hay atención acertada y atención desacertada[104]. Monjes, si la atención es desacertada, las corrupciones que no habían surgido, surgen y las que ya habían surgido, aumentan. Si la atención es acertada, las corrupciones que no habían surgido, no surgen y se renuncia a las que habían surgido ya.

»Monjes, hay corrupciones a las que hay que renunciar viendo, a otras controlando, a otras haciendo uso, a otras soportando, a otras evitando, a otras suprimiendo, a otras cultivando.

»¿A qué corrupciones hay que renunciar viendo[105]? He aquí que un hombre común inculto, que no respeta a los Nobles, que no está versado ni educado en su Enseñanza, que no respeta a los hombres con nobleza de carácter, que no está versado ni educado en su Enseñanza, no distingue entre aquello a lo que hay que atender y aquello a lo que no hay que atender. Éste atiende a las cosas que no merecen la atención y no atiende a las que sí la merecen.

»Monjes, ¿a qué cosas que no merecen la atención atiende? Monjes, a las cosas que, atendidas, hacen surgir las corrupciones antes no surgidas del deseo de los sentidos, del devenir y de la ignorancia o a las que, atendidas, aumentan las corrupciones ya surgidas del deseo de los sentidos, del devenir y de la ignorancia. Ésas son las cosas que no merecen la atención pero a las que sin embargo atiende.

»Monjes, ¿a qué cosas que merecen la atención no atiende? Monjes, a las cosas que, atendidas, no hacen surgir las corrupciones antes no surgidas del deseo de los sentidos, del devenir y de la ignorancia o a las que, atendidas, hacen que se renuncie a las corrupciones ya surgidas del deseo de los sentidos, del devenir y de la ignorancia. Ésas son las cosas que merecen la atención pero a las que, sin embargo, no atiende.

»Atendiendo a lo que no lo merece y no atendiendo a lo que lo merece, las corrupciones que no habían surgido surgen y las ya surgidas aumentan.

»Así atiende desacertadamente: ¿Fui o no fui en el pasado?, ¿qué fui y cómo fui?, habiendo sido algo, ¿en que otro me convertí?, ¿seré o no seré en el futuro?, ¿qué seré y cómo seré?, habiendo sido algo, ¿en qué otro me convertiré? O si no, se pregunta interiormente sobre el presente: ¿Soy o no soy?, ¿qué soy y cómo soy?, este ser ¿de dónde viene?, ¿adónde va?

»Atendiendo desacertadamente, se le ocurre alguna de estas seis opiniones[106] como verdadera y real: «El yo existe en mí»… «El yo no existe en mí»… «Reconozco el yo a través del yo»… «Reconozco el no yo a través del yo»… «Reconozco el yo a través del no yo»… o si no, la opinión: «Es mi yo el que habla, siente, y recoge aquí o allí, el fruto de mis buenas o malas acciones, es mi yo que es permanente, imperecedero, eterno, de naturaleza inmutable y perdurable por siempre».

»Monjes, estas opiniones se denominan la maraña de las opiniones, el yermo de las opiniones, el enredo de las opiniones, el lío de las opiniones, la traba de las opiniones.

»Monjes, yo afirmo que, trabado con la traba de las opiniones, un hombre común inculto no puede librarse del nacer, del envejecer, del morir, del pesar, del lamento, del dolor, de la aflicción y de la tribulación, no puede librarse del sufrimiento.

»Monjes, un Noble Discípulo[107], instruido, que respeta a los Nobles, que está versado y educado en su Enseñanza, que respeta a los hombres con nobleza de carácter y está versado y educado en su Enseñanza, conoce las cosas que merecen la atención y las que no la merecen. Conocedor de ello, no atiende a lo que no merece la atención y atiende a lo que sí la merece.

»Monjes, ¿qué cosas son la que no merecen la atención y a las que no atiende? Pues aquellas que, atendidas, hacen surgir las corrupciones antes no surgidas del deseo de los sentidos, del devenir y de la ignorancia, o las aumentan si es que han surgido ya.

»Monjes, ¿qué cosas son la que merecen la atención y a las que atiende? Pues aquellas que, atendidas, no hacen surgir las corrupciones antes no surgidas del deseo de los sentidos, del devenir y de la ignorancia, o hacen que se renuncie a esas corrupciones, si es que han surgido ya.

»No atendiendo a lo que no lo merece y atendiendo a lo que sí lo merece, las corrupciones que no habían surgido no surgen, y se renuncia a las ya surgidas. Éste atiende acertadamente: «Esto es el sufrimiento», «éste es su origen», «ésta es la cesación del sufrimiento», «éste es el camino que lleva a la cesación del sufrimiento». Atendiendo de este modo, renuncia a tres trabas: la concepción de un «yo[108]», la duda y la dependencia de reglas y ceremonias.

»Monjes, éstas son las corrupciones a las que hay que renunciar viendo.

»Monjes, ¿cuáles son las corrupciones a las que hay que renunciar controlando?

»Monjes, he aquí que, un monje atiende acertadamente y permanece controlado mediante el control de la facultad visual… auditiva… olfativa… gustativa… táctil… mental, y mientras que al que permanece descontrolado, con esas facultades sin controlar, le podrían asaltar corrupciones, ansia y excitación, al que permanece controlado, con las facultades controladas, no le asaltan corrupciones, ansia ni excitación. Monjes, éstas son las corrupciones a las que hay que renunciar controlando.

»Monjes, ¿a qué corrupciones hay que renunciar haciendo uso? Monjes, he aquí que un monje, atendiendo acertadamente, hace uso del manto para combatir el frío, el calor, el contacto con moscas, mosquitos, viento, sol, reptiles, y para cubrir sus partes más íntimas. Atendiendo acertadamente, hace uso de la comida que le ofrecen, no para divertirse, ni por gula, ni para ser bello o atractivo, sino para conservarse y mantenerse físicamente, para acabar con molestias y favorecer la vida de santidad, pensando: «Terminaré con las sensaciones anteriores sin generar otras nuevas y viviré tranquilo y sin tacha».

»Atendiendo acertadamente, hace uso de su aposento para combatir el frío, el calor y el contacto con moscas, mosquitos, viento, sol y reptiles, para guarecerse de las inclemencias del tiempo y disfrutar del retiro. Atendiendo acertadamente, hace uso de la medicina para combatir las sensaciones dolorosas y gozar de buena salud.

»Monjes, si no se hiciera este uso podrían surgir corrupciones, ansia y excitación, pero si se hace este uso no surgen corrupciones, ansia ni excitación. Monjes, éstas son las corrupciones a las que hay que renunciar haciendo uso.

»Monjes, ¿cuáles son las corrupciones a las que hay que renunciar soportando? Monjes, he aquí que un monje atiende acertadamente, y soporta el frío, el calor, el hambre, la sed, el contacto con moscas, mosquitos, viento, sol y reptiles; soporta formas de hablar que son hostiles e importunas; soporta pacientemente cuando surgen sensaciones corporales dolorosas penetrantes, agudas, punzantes, desagradables, displicentes, mortales.

»Monjes, si no soporta esto podrían surgir corrupciones, ansia y excitación, pero si lo soporta no surgen corrupciones, ansia ni excitación. Monjes, éstas son las corrupciones a las que hay que renunciar soportando.

»Monjes, ¿cuáles son las corrupciones a las que hay que renunciar evitando? Monjes, he aquí que un monje atiende acertadamente y evita un elefante enfurecido, un caballo enfurecido, un toro enfurecido, un perro enfurecido, una serpiente enfurecida, evita troncos secos, arbustos espinosos, grietas profundas, despeñaderos, pozos negros y albañales. Evita asientos inadecuados, lugares inadecuados para recibir ofrendas y malas compañías. Si no lo hiciera así, sus compañeros, sabios en la vida de santidad, podrían desconfiar de su condición moral.

»Monjes, si no evita esto podrían surgir corrupciones, ansia y excitación, pero si lo evita no surgen corrupciones, ansia ni excitación. Monjes, éstas son las corrupciones a las que hay que renunciar evitando.

»Monjes, ¿cuáles son las corrupciones a las que hay que renunciar suprimiendo? Monjes, he aquí que un monje atiende acertadamente y, cuando surge un pensamiento de deseo de los sentidos, de malevolencia, de crueldad o cualquier estado mental perjudicial y maligno, no lo soporta, renuncia a él, lo aparta, termina con él, hace que deje de existir.

»Monjes, si no suprime esto podrían surgir corrupciones, ansia y excitación, pero si lo suprime no surgen corrupciones, ansia ni excitación. Monjes, éstas son las corrupciones a las que hay que renunciar suprimiendo.

»Monjes, ¿cuáles son las corrupciones a las que hay que renunciar cultivando? Monjes, aquí, un monje atiende acertadamente y cultiva los factores de la iluminación: la atención, apoyada por el apartamiento, el desapasionamiento y la cesación, que madura en el desasimiento [de todas las contaminaciones]. La indagación de los estados mentales… la energía… el gozo… el sosiego… la concentración… la ecuanimidad, apoyada por el apartamiento, el desapasionamiento y la cesación, que madura en el desasimiento [de todas las contaminaciones].

»Monjes, si no se cultivan esos factores podrían surgir corrupciones, ansia y excitación, pero si se cultivan no surgen corrupciones, ansia ni excitación. Monjes, éstas son las corrupciones a las que hay que renunciar cultivando.

»Monjes, si un monje renuncia a las corrupciones a las que hay que renunciar viendo… controlando… haciendo uso… soportando… evitando… suprimiendo… cultivando, de ése se dice que vive controlado mediante el control de todas las corrupciones, ése ha cortado con el deseo, se ha quitado las trabas y, percibiendo rectamente la presunción del “yo”, acaba con el sufrimiento».

Así habló el Bienaventurado, y los monjes gozaron y se complacieron con sus palabras.