Corrido de Emiliano Zapata (III)

En Cuautla, Morelos hubo

un hombre muy singular,

justo es ya que se los diga:

hablándoles, pues en plata,

era Emiliano Zapata

muy querido por allá.

Todo es un mismo partido,

ya no hay con quién pelear;

compañeros, ya no hay guerra,

vámonos a trabajar.

Ya se dieron garantías

a todo el género humano,

lo mismo que al propietario

como para el artesano.

¡Unión! que es la fuerza santa

de todito el mundo entero,

Paz, Justicia y Libertad

y gobierno del obrero.

Así como los soldados

han servido pa’ la guerra,

que den fruto a la nación

y que trabajen la tierra.

¡Quién no se siente dichoso

cuando comienza a llover!

Es señal muy evidente

que tendremos qué comer.

Si los campos reverdecen

con la ayuda del tractor,

es el premio del trabajo

que nos da nuestro sudor.

El oro, no vale nada

si no hay alimentación:

es la cuerda del reloj

de nuestra generación.

Quisiera ser hombre sabio

de muchas sabidurías;

pero más quiero tener

que comer todos los días.

Dan la una, dan las dos,

y el rico siempre pensando

cómo le hará a su dinero

para que vaya doblando.

Dan las siete de la noche

y el pobre está recostado,

duerme un sueño muy tranquilo

porque se encuentra cansado.

¡Dichoso el árbol que da

frutos, pero muy maduros:

Si señores, vale más

que todos los pesos duros!

No quiere ya relumbrones

ni palabras sin sentido,

quiere sólo garantías

para su hogar tan querido.

Es el mejor bienestar

que el mexicano desea:

que lo dejen trabajar,

para que feliz se vea.