CAPITULO VI

Stein vio que al otro lado de la estación, ya al aire libre, se extendía el inmenso cráter, cuyo fondo se perdía entre la bruma. Saltó al anden, repleto de pertrechos y material. De los vagones surgieron los operarios que subieron a vehículos de grandes ruedas, capaces de avanzar en cualquier clase de terreno. No se oía ninguna voz de mando. Todos se movían como un equipo bien entrenado.

Dos hombres armados siguieron a cierta distancia a Kassandra. Ella les indicó que podían descansar. Deseaba estar a solas con su acompañante.

—Estoy confundido, Kassandra —confesó Stein.

Observó que los vehículos con los operarios se perdían por una carretera, la cual terminaba unos kilómetros más adelante, junto donde se alzaba una plataforma de casi diez mil metros de diámetro. Se preguntó si era en el mismo centro del cráter.

—Estoy segura que no puedes aclarar tus ideas, Karl —rió ella con nerviosismo.

Aspiró el aire suave y añadió:

—Yo también quisiera aclarar las más.

—Por los dioses, Kassandra, dime de una vez lo que sea. Me tratas como si fuera tu aliado y no un espía que...

—Es que por fuerza tenemos que ser aliados, Karl —puso las manos en la cintura y lo miró burlona—. ¿Por qué supones que sólo tú eres el único espía en Murciar?

—No sabría como convencerte para que me creyeras. La Superioridad sólo me envió a mí.

—¡Oh, sí! Estoy segura. Después que se marchó el espía de segunda o tercera categoría que te surtió los datos, no hay más que tú de la Superioridad. Pero ¿es que no puede ocurrir que de otro lugar de la galaxia se hayan interesado en Murdar?

Stein retrocedió un paso. Los guardaespaldas de Kassandra estaban muy lejos. Y los operarios ya se habían alejado muchos kilómetros. Estaban solos en medio del andén. El tren permanecía quieto junto a la salida subterránea del túnel. Kassandra hablaba libremente, pero con cierto tono de ansiedad y preocupación en su voz.

—Los Señores de las Estrellas —susurró Stein.

Ella acogió sus palabras con un asentimiento de cabeza y una amplia sonrisa.

—Piensas bien.

—¿Kassandra un agente de los Señores?

—Kassandra, no. Pamela O’Leary, sí.

—Pam apareció muerta cerca del límite...

—Era el cuerpo de una mujer que conservaba Osborn. Lo desfiguré y una noche lo dejé para que todos creyeran que era Pam. Su ausencia empezó a levantar sospechas en Cupiers y otros. Claro que corro el riesgo ahora de que el médico eche en falta el cuerpo. Pero será difícil porque tiene muchos y poco trabajo en los trasplantes.

Stein meneó la cabeza.

—No puedo creerlo. ¿Tú un enviado de los Señores? Siempre pensé que odiaban a la Tierra.

—Cordialmente, diría yo. Pese a todas las jugarretas que les hizo la Superioridad, nunca levantarían un brazo contra ella. Es más, siempre están dispuestos a ayudarla.

—¿De los mits?

—De quienes sean. En este caso es contra Mit. Sus mundos no fueron enviados todos a otra dimensión y luego abortado el plan de invasión. Quedan aún bastantes. Y quieren la revancha.

Stein miró el cráter.

—Entiendo. Ellos llegarán por aquí. Usarán Murdar como cabeza de puente. ¿Cómo conseguiste introducirte entre los condenados?

—Los Señores se enteraron que algo se tramaba aquí y me enviaron a mí a la Tierra. Me hice condenar rápidamente y luego ocupé el lugar de Kassandra. Llegué hasta ella usando el pasadizo que comunica su residencia con Punto Alfa.

—La eliminaste —dijo Stein secamente.

—Eso pensé hacer, pero me limité a someterla a suspensión animada. La tengo bien guardada. Pero mi plan tiene un gran fallo. Estoy desesperada. ¡No he podido encontrar entre toda la documentación de Kassandra nada que aluda a sus planes, a cómo han de terminar estos trabajos en la plataforma! Pronto los trabajos se detendrán si no logro suministrar más datos a los obreros. Y entonces...

Stein le tomó una mano, apretándola con fuerza.

—Dentro de poco llegará al carguero con los suministros. Subiré a bordo, me identificaré y enviaré un mensaje a la Tierra para que la Superioridad lance sus naves de guerras. Murdar debe ser destruido. Sin cabeza de puente los mits no podrán...

—¡No! —negó ella con la cabeza—. Te olvidas de los miles de residentes. Muy pocos saben lo que se está haciendo aquí. Estoy segura que si intuyeran que se está luchando contra la humanidad se negarían a seguir secundando a Kassandra. Todos creen, los que están al tanto del proyecto, que sólo se trata de preparar la huida general, el abandono de Murdar.

—¿Quiénes están entonces incondicionalmente con Kassandra? —inquirió Stein.

Miraba a Pamela, viendo el rostro de la líder de Murdar. Se preguntó cómo sería ella en realidad. El cuerpo era difícil que no fuese auténtico. Mas, ¿cómo sería su rostro? ¿Tan hermoso y cruel como el de Kassandra?

—No lo sé. Tal vez Cupiers, aunque lo dudo a veces. Lo tengo apartado de mí porque temo que me descubra en medio de cierta intimidad.

—Ahora comprendo la repentina castidad de la casquivana Kassandra —sonrió

—No te burles —replicó ella apretando los labios—. Mi trabajo es demasiado importante. No me habría importado acostarme con Cupiers si estuviese segura que él no descubriría nada.

Stein iba a replicar algo cuando levantó la cabeza al escuchar un lejano y suave ruido que procedía de la muralla norte del cráter.

—No sabía que hubieran vehículos voladores en Murdar —comentó.

—Así es. —Pamela se giró para intentar descubrir el origen de aquel ruido que procedía, al parecer, del cielo—. No hay deslizadores ni naves espaciales. De eso estoy segura.

Las nubes oscuras ahogaron el incipiente sonido. Stein comentó que tal vez se trataba de una lejana tormenta.

—Volvamos —dijo Pamela—. Sé prudente a partir de ahora. Para todo el mundo te he traído aquí para decirte cuál será tu trabajo.

—Creo que debemos seguir con esta conversación, Kas... Pamela. Esta noche, en tu casa.

* * *

Cupiers bebió de un trago su copa y dijo roncamente:

—Eso es todo, doc. Esa puta se ha deslumbrado con Stein. No sólo lo ha llevado a su lecho, sino que lo ha nombrado encargado de los trabajos especiales. Volvieron hace poco. Salieron de Punto Alfa muy alegres, al parecer. Y hace poco él fue a Omega, en donde ella le tenía preparada una cena íntima.

Osborn suspiró. Parecía cansado.

—Estás celoso, Cupiers. Y eso es malo. No deja pensar fríamente.

—Mataré a Stein.

—Aún no puedes. Faltan unos días para que puedas volver a retarlo.

—No esperaré. Lo llevaré fuera de la urbe y allí lucharemos, sin testigos.

—¿Cuándo?

—Esta misma noche —aseguró Cupiers acariciando la empuñadura de su láser—. Le haré creer que usaremos dagas. Cuando esté confiado lo atravesaré de un disparo. Esperaré a que salga de Omega.

El médico sonrió, extendiendo la sonrisa por todo el amplio rostro.

—Entonces bebe para que estés eufórico.,

Y le llenó la copa. Cupiers la vació varias veces. Al cabo de un rato rodaba por el suelo. Osborn le dio un puntapié y se aseguró que estaba inconsciente totalmente. Entonces, despacio, acarició el frasquito del cual había vertido cierta cantidad en el licor que bebió el lugarteniente de Kassandra.

Hizo apretar un timbre. Al cabo de un rato apareció Brick Connors. Lo miró un instante y dijo:

—Brick, tu amigo Stein está en problemas.

El hombre asintió. Metió las manos en los bolsillos y esperó.

* * *

—¿Por qué no dices a los guardianes que se larguen? —gruñó Karl—. Me molesta saber que los tengo al otro lado constantemente.

—Entre las muchas cosas que sé de Kassandra, ella nunca hubiera hecho tal cosa. Si los hiciera irse sospecharían. Ellos suponen que te he hecho venir para divertirme un rato, tal vez intrigada por tu virilidad desde la noche que venciste a Cupiers. Es normal en Kassandra.

La miró fijamente.

—¿También en Pamela?

—Aún no conoces a Pamela.

—Es cierto. Y me gustaría ver su rostro.

Despacio, Stein llevó su mano hasta la oreja de Pam. Sabía que allí estaba la unión de la mascarilla. Con suavidad empezó a tirar. Ella apretó los labios. Debía sufrir algo, pero aguantó el dolor.

—Vamos, no me haces mucho daño —le alentó Pam—. En realidad debo cambiarla esta noche —sonrió—. Pero creo que lo haré mañana. A no ser que prefieras la compañía de Kassandra a la de Pamela.

—Eso lo veré ahora mismo.

Stein sostenía la falsa piel. Estaba viendo el rostro, con ligeros restos de plasticarne. Pan parpadeó y luego estudió la reacción de Karl.

—¿Qué tal?

—Muy hermosa —susurró Stein—. Más hermosa que Kassandra; ella es fría, impersonal.

Acercó sus labios a los de ella. Pam le contuvo.

—Espera. Tengo que ir al cuarto de baño. Es preciso que me desprenda de los girones. Mientras puedes ir repasando todos los planes de trabajo que poseía Kassandra.

—Por cierto, ¿dónde está ella? Si no la mataste.

—Hay un cuarto pequeño al otro lado del dormitorio. Cuando descubrí que había una unidad de suspensión animada decidí no matarla.

—¿Para interrogarla? ¿Por qué no lo hiciste?

—Porque Kassandra es dura. Se dejaría matar antes de confesar nada. Si hubiera dispuesto de medios científicos para soltarle la lengua los habría utilizado.

Stein asintió. Mientras Pam iba al cuarto de baño él se sentó y empezó a repasar papeles y registros. Allí estaba todo lo que Kassandra tenía a su alcance. Al rato se sintió desilusionado. Pam tenía razón. Su plan podía venirse abajo porque llegaría el momento en que ella tendría que impartir instrucciones para el cráter y no había manera de conseguirlas. La suplantación seria sospechada y descubierta enseguida.

Escuchó que ella volvía. Se desperezó y dijo sin volverse:

—Tienes razón, preciosa. Aquí no hay nada que nos sirva. Me temo que vamos a tener que despertar a Kassandra y calentarle los pies.

Sintió que una cálida mano se ponía sobre su hombro. Volvió la mirada. Contempló con admiración el rostro y la figura de Pam. Se levantó y la tomó entre sus labios. Mientras la besaba intentó empujarla a la cama.

—Karl, te había hecho venir para que me ayudaras a encontrar una solución, a descubrir cómo piensan atraer a los mits, y no para que hagamos el amor.

Ante las palabras de ella, Stein se pasó la lengua por los labios, saboreando el cálido aliento que los de Pam habían dejado. Maldijo entre dientes y regresó a la mesa.

—Está bien. Dedicaremos un rato más a esto. Cariño, si mañana no entregas nuevos planes de trabajo para el cráter vas a encontrarte en dificultad. Como no des el día libre a los obreros...

—No puedo. El trabajo nunca se ha interrumpido. ¿Sabes qué significan esos postes que bordean la plataforma?

—Aquí tengo unos mapas. A! parecer son simples lanzaderas de emisiones taquiónicas. No soy ingeniero.

—Yo tampoco.

—No hay otra alternativa que ordenar la destrucción de Murdar. Espera... Me pregunto una cosa. —Stein frunció el ceño y luego sus ojos brillaron—. Es posible que fuese... Si, eso es. No puede ser que Kassandra soto tuviese el plan a medio trazar. Ella no es científica, ni pensarlo. Por lo tanto, alguien debía suministrarle las órdenes. Y también me pregunto cuánto tiempo le queda a la plataforma para estar concluida. ¡Si es que no lo está desde hace tiempo, al menos parcialmente y ahora sólo se está ampliando!

—Karl... No te comprendo.

—Dime, Pam. ¿Cuántas horas se trabaja en el cráter?

—Diez.

—Por lo tanto el resto del ciclo diario está todo desierto, ¿no? ¿O acaso existe allí una guardia?

—Eso no lo sabía y me enteré con sumo cuidado de que nadie queda allí. Sólo el retén en Punto Alfa vigila el subterráneo.

—Muéstrame a Kassandra.

—¿Acaso piensas despertarla?

—Tal vez.

Y sonrió mientras seguía a Pam.