CAPÍTULO VII

 

 

Danton...

No, no era posible.

Floté por la cámara, convertido en un ser galáctico ligeramente estúpido y sin razonar debidamente. Toda mi brillante mentalidad, de golpe, había sido vapuleada por un fenómeno terrestre inexplicable.

Danton no sólo había muerto ya, sino que su cadáver estaba a mucha profundidad en el mar, esperando a que yo acudiese a recogerlo y ocupar su mente, como había hecho hasta entonces.

Y he aquí que de súbito, Rocky Danton estaba allí. Delante mío, lleno de vida, sin la menor diferencia con el cuerpo y el rostro que yo tan bien conocía... Prisionero de los japoneses, en su Base sumergida. Y tomando ahora en sus brazos a Yoko, a quien hablaba dulcemente, con la voz exacta de Danton, que yo recordaba muy bien:

—No temas nada, Yoko —decía— Estoy seguro de que esta pesadilla terminara pronto, A tu padre no le harán ningún daño. En cuanto a nosotros, ¿qué, Rocky? —murmuró Yoko angustiado el gesto de bella figura de porcelana— Todos somos víctimas de este horror. Nuestro país que no quería en modo alguno ser mezclado en esta lucha, se vio arrastrado por sus pasos con otros países de Asia, y bien por el fanatismo de sus nuevos dirigentes en China. Pero estoy convencida de que nuestros pueblos no desean esto, no quieren morir torpemente, en plena calle. No desean ser sacrificados por intereses egoístas de sus rectores... sin embargo, Rocky... tú lo ves. Presentan eso como una lucha entre dos razas cuando en verdad, ni una ni otra desea de verdad que esto ocurriendo.

Cálmate Yoko sonrió Danton — Todo se arreglará antes de que el fin se precipite, lo sé. Debes confiar en mí. Debes confiar en que algo nos salga bien y podamos abandonar este maldito recinto.

Mi curiosidad acababa de ser satisfecha.

Me bastó asomarme al interior del cerebro de aquel Rocky Danton que hablaba tiernamente dando alientos a Yoko.      

Entonces comprendí la verdad. La sencilla y ridícula verdad.

Aquel hombre no era Rocky Danton.

Sencillamente, era un «doble», un perfecto «sosias», pero nada más. Su cerebro era vulgar, sus pensamientos nada brillantes, y hurgando en su mente supe que había sufrido una intervención quirúrgica facial, y de ahí su falsa semejanza con Danton. Cabello falso, tintes artificiales, cirugía y una serie de engaños hábiles.

Eso era Danton.

Pero ¿por qué y para qué? ¿Para ganarse la confianza de Yoko tal vez?

No dejaba de ser una posibilidad sumamente razonable. Tanto, que empecé a pensar que no podía haber otra razón. Por alguna causa, los orientales lanzaban una especie de muñeco un agente con apariencia física de Danton, para que Yoko confiase en él ciegamente, porque así confió siempre en Danton.

Aquel hombre había sido manipulado debidamente en todos los sentidos. Ni siquiera pensaba por sí mismo, sino por control de otras personas, a base de un sistema de sugestión a distancia, favorecido por ciertas innovaciones quirúrgicas en el interior de su cerebro.

Todo ello, convertía al tal Danton en un «robot» sin conciencia ni voluntad. Movido a voluntad, con aquella determinación misteriosa que yo sospechaba.

Obré con celeridad. Todo cuanto pudiera verse allí dentro, en la formidable Base sumergida, no me era absolutamente útil en nada. Era preferible marcharse, volver en busca de mi amigo Danton. Del verdadero Danton, quiero decir, tal y como lo dejé, abandonado en el fondo del océano.

Quizás en ese doble juego, pudiese dar una sorpresa desagradable a los agentes enemigos, que querían manejar a Yoko como instrumento de algo...

Decidido mi plan, abandoné la Base. Como al entrar, mi energía brotó de nuevo al mar, sin dificultad alguna. Y unos breves segundos me bastaron para regresar a donde estaba el cuerpo inerte de Danton, dentro del tubo de metal.

La descarga térmica del arma de Corinne, le había causado grave daño en su físico, pero mi energía regeneradora actuó en el acto.

De nuevo, Danton volvió a ser el mismo Danton, sin huella alguna de quemadura o de herida de ningún género. No podía penetrar en él, porque estábamos lejos, bastante lejos de la Base sumergida. Y a la velocidad de Rocky, en su normal aspecto humano, tardaríamos demasiado en llegar.

Resolví trasladar el cuerpo de Danton por medio de energía concentrada, a gran distancia. Una vez allí, lo materialicé de nuevo, junto con mi llegada al punto de destino, fuera de la forma de oscuro metal hermético.

Lo que Danton no podía hacer en modo alguno, era cruzar aquellos muros. Su físico impedía cualquier cosa. Tenía cuerpo, solidez, y eso lo hacía supeditarse a sus normales modos de comportamiento físico, aunque yo estuviera dentro de él.

Resolví dejar ese asunto para más adelante. Y opté por aguardar a un momento oportuno para penetrar en el secreto de los nipones.

Justamente entonces, vi salir de una de las invisibles, herméticas escotillas de salida del recinto, una especie de nave aérea y subacuática, que emergió a considerable velocidad, partiendo a través del océano, con un rumbo fijado de antemano.

Sorprendido, descubrí dentro a Yoko y a Rocky Danton. Al falso Danton, claro...

Había que admitir que algo fallaba. Ale estaban burlando con sucesos imprevisibles. No tenía lógica que ellos pudieran abandonar la Base tan fácilmente...

¿O tal vez sí?

Decididamente, utilicé mi energía vital, en toda su potencia. Descargué un foco de energía contra la nave, inmovilizándola. Se paralizó por completo en el mar. Yo, con mi inseparable cuerpo de Rocky Danton, me moví hacia ella. Subí a bordo. Abrí la escotilla e hice pasar a «mi» Danton, al verdadero.

Contemplé, irritado, al robot viviente que era aquel falso Danton. Me apresuré a lanzarlo por la portezuela al mar. Me subí al aero-sub, y me acomodé al lado de Yoko, tal como estaba el otro, el falso Danton, liberando la energía paralizante de la nave.

Continuó viaje el aerosub, conmigo a bordo.

Al lado de Yoko. Ella me miró, al reanudarse la marcha. Nada recordaba en realidad. No podía recordarlo, porque mi energía paralizó también su mente en ese momento, para que no tuviera noción de nada.

Yoko me miró con una luz distinta en sus ojos.

Aún no comprendo cómo pudimos escapar de ahí, Rocky — manifestó con sorpresa.

De modo que era eso. Escapatoria. Falsa escapatoria, claro. El «doble» de Danton, enviado por los agentes enemigos, tenía alguna razón de ser. Su influencia sobre Yoko, su viaje actual, solos ambos, y como hubiera sido tan fácil huir de allí por algún medio que yo ignoraba, demostraban claramente que algo pretendían con la hija del profesor. Pero ¿qué?

Otra vez recordé a Danton, sus memorias Gorradas, relacionadas con Yoko... ¿Qué significaba ella en aquel juego? Algo muy importante para Oriente, sin duda, cuando la utilizaban en aquel sucio truco de la fuga preparada...

Ha sido providencial — dije, por boca de Danton, evasivamente—. Ahora, ya somos libres, Yoko. Tú y yo...

Rocky, no podemos conformamos con esto, y tú lo sabes. Hemos de sacar a papá de ahí, hemos de intentar lo imposible, para que los pueblos se enteren de la verdad de lo que sucede... Cuando China, Japón, Birmania, Tailandia y los demás, sepan que van a perecer sus poblaciones, sacrificadas para ganar la guerra con el arma terrible que se prepara, ¿qué harán esos pueblos? Nadie quiere morir. Ellos serán los que cambien el curso de esta guerra, y el destino de la historia del mundo actual.

, es cierto — dije, mientras trataba de ver claro en todo aquello —. Pero nuestra voz es muy débil para tan gran empeño. A mí no me escucharan...

—Pero a mí, sí — afirmó ella, rotunda —. Claro que me escucharán, Rocky... Como hubieran escuchado a papá, si él lo hubiera realmente deseado.

—¿Cómo dices? ahora si revelé sorpresa y es porque estaba realmente sorprendido. No te comprendo, Yoko...

Ella me miraba con inteligente expresión, aguda y sensible.

Rocky, no trates de disimular para confortarme. No me engañes. Sé la amarga verdad... — hubo repentinas lágrimas en sus ojos hermosos, levemente almendrados—. Rocky, yo sé... yo sé que mi padre... desea esta guerra y el caos, igual que todos los demás.

¡Yoko! — exclamé.

—Lo supe siempre, aunque he procurado ocultárselo a él. Sé que le hicieron algo en la mente cuando fuimos hechos prisioneros. Le han amoldado a sus deseos, y él dará gustoso su colaboración al lanzamiento de ese arma, a la destrucción masiva. No dirá nada, porque a él sí le creerían...

—Yoko, entonces... dilo tú. Habla al mundo, ahora que estamos libres... — la apremié.

—Libres... —ella reveló temor en su mirada—. Pero ¿es que no temes algo, Rocky? ¿Crees que esta fuga tan simple no habrá sido preparada por ellos, e incluso con la colaboración de mi propio padre, a cuya mente de robot a su servicio, prácticamente no puede ya dolerle mi final? Yo me temo que nos enviaron en este vehículo para morir, no para salvarnos. Quizás fue una simple prueba, estúpidos de nosotros... ¡Rocky, tal vez están escuchándonos y viéndonos ahora... y van a destruirnos, para que yo jamás hable y avise al mundo de lo que le acecha!

Diablo, eso sí que era verdad...

Inmediatamente supe que era lo cierto, que íbamos a bordo de una bomba destructora. Yo no me preocupaba por mí, sino por ella, por Yoko.

Rápidamente, me precipité sobre ella. Manejé los mandos violentamente, y proyecté en torno de los dos una esfera de energía magnética aislante. En ese momento, reventó la nave en mil pedazos, y nos vimos lanzados al aire, a través de oleadas furiosas del mar... pero dentro de la burbuja invisible, de energía magnética, que nos mantuvo a salvo de la aniquilación.

Conmovida por el impacto, Yoko perdió el sentido. Yo hice flotar la burbuja hasta una distancia prudencial. Allí descendimos suavemente, en una de las islas japonesas. Miré a Yoko, como dormida. Sonreí.

Ahora sabía ya la verdad. Ahora conocía la siniestra idea de los dirigentes orientales, del propio profesor Shindo, convertido en autómata al servicio de ellos. Yoko era retenida y aislada para que no tuviera ocasión de hablar, de exponer al mundo oriental la verdad de lo que se preparaba. Había que evitar la rebeldía de los pueblos amarillos a su propia extinción, y arrojar el arma que lo aniquilaría todo, menos los reductos de los principales dirigentes de Oriente.

Yoko estaba libre ahora. Yo me ocuparía de lo demás. Mi fuerza era suficiente. Haría que el mundo entero oyese a Yoko Shindo, como voz de la paz en el planeta Tierra. Y no dejaría que nadie lanzase el arma terrible antes de tiempo. Yo me podía ocupar de eso, pero para ello volvía a estorbarme el cuerpo del infortunado Danton.

Esta vez, pensé que sí era momento ya de dejarle por muerto de verdad. Pasaría a la historia como un gran héroe hasta el fin. Y yo... yo nunca revelaría a nadie la verdad sobre Rocky Danton. Ni sobre muchas otras cosas...

Me alejé, apenas un puntito de luz en el aire. Rodeé la Tierra, proyectando una energía capaz de inmovilizar todas las armas existentes. Luego, proyecté otro chorro de energía hacia las emisoras del Japón, de televisión inter-mundial, y de toda clase de comunicaciones públicas por donde la voz de Yoko Shindo pudiera ser oída poderosamente...

Después, aguardé acontecimientos, para iniciar mi retirada hacia otros lugares de las Galaxias, cuando todo hubiera terminado en el Planeta Tierra...

Solamente esperaría a que Yoko hablase.

Y Yoko habló.

Cuando su voz sonó en todo Oriente, anunciándoles el caos a que serían sacrificados, hubo un clamor público de extremo a extremo de Asia.

Y ese clamor se hizo resistencia, rebeldía a la guerra masiva y aniquiladora.

Y ese clamor, en suma, significó al fin la paz. La paz para Oriente. Y para Occidente. Paz para blancos. Y para amarillos. Y para todos...

 

* * *

 

Ya me voy.

El planeta Tierra queda atrás. Con su Sistema Solar, su Galaxia, todo.

Sigo viaje. Hacia alguna parte. O hacia ningún sitio...

Mi experiencia cósmica ha sido curiosa. Sobre todo, en el Planeta Tierra, donde ocupé el lugar de Rocky Danton, un espía.

Hermosa diversión tuve durante unos días. Fue algo distinto, nuevo para mí.

De todos modos, me marcho. La gente de ese planeta terminaría por aburrirme. Son demasiado extraños, demasiado absurdos en sus reacciones.

Nunca los entenderé lo suficientemente bien... Pero lo cierto es que de mi paso por el Planeta S-3, guardaré un buen recuerdo. De Rocky Danton, de Yoko, de tantas cosas...

Creo que echaré de menos la envoltura física de Danton, mi amigo sin vida de la Tierra. Vuelvo a ser un punto de luz en el firmamento, un poco de energía poderosa, de pura mente, invisible, flotando en el Cosmos a velocidades de vértigo.

Yo, Zen me marcho.

Me voy lejos ya de ustedes, los terrestres. Sinceramente, me sentiré más tranquilo y descansado flotando en el abismo del infinito, que ahí entre ustedes, metido en tan grandes complicaciones.

Adiós a todos.

Zen se despide de ustedes. De su planeta.

Quizás algún día vuelva, no lo sé aún. Me gusta viajar, soy travieso y me divierto haciendo cosas extrañas. Pero ocurre que, a las velocidades que yo me traslado por el Universo, a lo mejor paso por ahí dentro de mil siglos, que para mí no habrán sido apenas nada...

O vuelvo mañana mismo. O en este momento estoy cerca de usted, mirándole curiosamente...

Sí. Creo que volveré, de todos modos. Palabra que sí...

Ahora, adiós definitivo. A todo. Y a todos. Creo que Rocky Danton lo enterraron con grandes honores militares. Bueno, él se lo mereció. A fin de cuentas, ¿quién puede suponer que tuvo un pequeño huésped ignorado, dentro de su cerebro...? Y ahora, sí.

Ahora, adiós.

Adiós...

Zen se despide de ustedes. Zen se va. Zen se aleja...

Se alejó.

 

FIN