Capítulo 6

 

 

 

Dicen que el destino es la excusa de los perdedores, que el futuro de cada cual depende de las decisiones que toma en la vida, pero lo cierto es que nadie sabe lo que va a suceder en los próximos cinco minutos, El Hombre Luz lo sabía, pero no le permitían cambiar ni un solo segundo. El destino era para él un hecho inalterable. Su misión era servir de intermediario entre las personas y el mundo de la luz, podía mezclarse entre la gente, recibir revelaciones y viajar por el tiempo, pero sin influir. Era el embajador de un país en dictadura.

Su manía de intervenir ya había traído serias consecuencias en el pasado.

En 1807, durante una recepción en Viena, le dijo a Ludwig Van Beethoven que las óperas del italiano Luigi Cherubini se podían identificar con solo escuchar las primeras cinco notas. El músico alemán tardó algunos segundos en comprender, pues la sordera ya le había inutilizado el oído izquierdo, pero una vez que entendió el comentario, entró en un berrinche de celos y gritó a todo pulmón que su próxima obra comenzaría con las cuatro notas musicales más famosas de todos los tiempos… Un año después se estrenaba su Quinta Sinfonía.

Pero las consecuencias no siempre fueron tan creativas.

En una conversación que sostuvo en 1812 con el joven Mikhail Speransky, en San Petersburgo, hizo un pequeño comentario sobre lo insoportable que resultaba el invierno ruso para los visitantes, el zar Alejandro Primero lo escuchó, y tras reflexionar un par de horas, tomó la decisión de no atacar a Napoleón, sino dejar que el ejército francés se desgastara en la nieve. El Corso perdió medio millón de hombres.

Para permitir que Europa decidiera su propio destino, El Hombre Luz decidió viajar a Los Estados Unidos y durante casi 40 años vivió tranquilo en Carolina del Sur, trabajando en la construcción del Fuerte Sumter, en la bahía de Charleston.

Cuando los confederados atacaron el fuerte, en abril de 1861, tuvo cuidado de no abrir la boca y resistió las 30 horas de bombardeo en completo silencio, acurrucado en un rincón, hasta que sus compañeros lo tildaron de cobarde. La batalla terminó sin una sola baja, cuando el fuerte se rindió a los sureños, pero un día después, le ordenaron disparar una salva en saludo a los soldados de la Unión, y sin querer cargó el cañón con demasiada pólvora, provocando una terrible explosión que mató a un artillero y marcó el inicio oficial de La Guerra de Secesión.

La Gran Energía no ocultaba su enfado, estaba realmente enojado con El Hombre Luz por sus constantes intervenciones en la historia, así que reunió a todos los Luminarios en el Blue Room de la alcaldía de Nueva York y dictó sentencia:

Si no puedes vivir sobre la tierra, vivirás bajo ella. -Y se marchó de la sala sin dar más explicaciones.

Nadie entendió lo que quiso decir. ¿Bajo la tierra? La Gran Energía no hablaba en parábolas, evidentemente no se refería al infierno, porque a pesar del consenso popular, el infierno no está debajo de la tierra sino dentro de la gente, tampoco debía referirse a la muerte, porque los Seres de Luz nunca mueren.

Los Luminarios no lograban ponerse de acuerdo, el Blue Room se había convertido en un campo de batalla, cada cual creía tener la verdadera respuesta al acertijo y los ánimos comenzaban a caldearse. El Hombre luz abandonó la sala sin llamar la atención; cuando sus hermanos se enfrascaban en un debate, podían pasar décadas sin que llegasen a un acuerdo.

Salió del edificio y caminó cabizbajo rumbo a Broadway, donde una inmensa zanja comenzaba a marcar el lugar por donde dos años después correrían los primeros trenes subterráneos de la Interborough Rapid Transit Company. Al instante comprendió lo que quiso decir La Gran Energía, y sin pensarlo dos veces, entró por uno de los túneles hasta las entrañas de la tierra, decidido a cumplir su condena.