Sherlock Holmes en Rancho Drácula
Un prólogo en tres partes
I
El holmesiano reconocerá que, a pesar de los diversos pastiches existentes, el señor Sherlock Holmes nunca reconoció haber visitado el Oeste de los Estados Unidos. Esta afirmación incluye las especulaciones vertidas por el llorado y respetado William S. Baring-Gould en su imprescindible Sherlock Holmes de Baker Street (1962), la biografía del Maestro más conocida, extendida, citada y editada. Baring-Gould, en uno de sus muchos alardes de fantasía, afirma que un joven Sherlock Holmes visitó el Far West durante sus años como actor en la compañía de teatro del viejo Sasanoff, en una gira americana. Esto, por supuesto, es una especulación extra canónica, muy divertida y sugerente, que muchos (demasiados) pasticheros han tomado al pie de la letra.
En el Canon holmesiano existen las más diversas referencias al Lejano Oeste, podríamos decir que casi desde su comienzo, si consideramos (y podemos hacerlo) la historia de Jefferson Hope, recogida por Watson-Doyle en la segunda parte de Un estudio en escarlata, como un western.
Hay muchas más referencias que son de sobras conocidas por todos. Pero ninguna nos conduce de manera directa a una posible visita del señor Holmes a aquellas tierras de hombres y mujeres duros, crimen y violencia.
No obstante, nuestras Sagradas Escrituras sí que nos informan de un tardío viaje del Gran Detective de Baker Street al otro lado del Atlántico, y de una larga estancia en tierras americanas. Este viaje tuvo lugar entre con toda seguridad entre 1912 y 1913, y se describe, como suele ser habitual en los testimonios directos de Sherlock Holmes (pensemos en el relato que hizo a Watson de sus andanzas durante el llamado Gran Hiato, entre 1891 y 1894), de una forma parca, caprichosa, incompleta e inexacta.
Encomendamos, pues, al lector, a que relea atentamente esa magnífica historia escrita por Arthur Conan Doyle (que no por el doctor John II. Watson) titulada “His Last Bow” (septiembre de 1917), y que en castellano se su suele traducir como “Su último saludo en el escenario”.
Eso es, sin duda alguna, lo que el señor Norm Eldritch hizo en el año 1964 antes de escribir su relato “Blood in The jar”.
II
En 1960, la editorial Bruguera publicó en su colección Kansas de novelas populares del Oeste un título francamente insólito que durante años trajo de cabeza al presente autor: Se trata de Rancho Drácula (Kansas nº 115), de Silver Kane, cuyo verdadero nombre es el del célebre escritor Francisco González Ledesma. La historia de la pérdida individual, de la búsqueda multitudinaria y del feliz hallazgo final de esta novelita merecería un artículo aparte, para el cual no hay espacio en esta publicación: Baste con decir que la novela estuvo desaparecida durante años y años, y que a día de hoy, y con el beneplácito del señor González Ledesma, cualquiera puede saciar su curiosidad, descargarla gratuitamente de un montón de rincones de la Red de Redes, y leerla y disfrutarla en su sillón favorito o sentado a la pantalla de su computadora. Cosa que, por supuesto, recomendamos encarecidamente.
La búsqueda de la novela tomó tintes épicos para los aficionados al terror y, sobre todo, para los mitógrafos creativos, que empezaron a especular acerca de su contenido. La realidad es que Runcho Drácula no es tanto una novela de vampiros en el Oeste, como la historia de una mixtificación, en la que los malvados utilizan un supuesto ataúd del Conde Drácula (el vampiro creado por Bram Stoker, quien se basó en el sanguinario e histórico Vlad Tepes para escribir su novela) para realizar sus fechorías.
No obstante, otros autores de novelas populares españolas, como Juan Gallardo Muñoz (Donald Curtís) o Francisco Javier Miguel Gómez (Lem Ryan) se aproximaron desde un punto de vista más cercano a esa historia de vampiros en el Oeste en lo que podríamos denominar “sus propias versiones del Rancho Drácula”
En cualquier caso, tanto la novela de Silver Kane, como Drácula en el Oeste (Colección Diligencia nº 152, Astri, 1987; Colección Western nº 24, Astri, 1998; y Colección Caravana nº 38, Astri, 2001) y Drácula West (Colección Búfalo Serie Roja nº 1398, Bruguera, 1980; y Colección Oeste Legendario nº 417, Ediciones B, 2000) de Donald Curtís, y por último Cazadores de Vampiros (Colección California nº 1400, Bruguera, 1983) de Lem Ryan, son importantes hitos de la literatura popular, la mitología creativa y la hibridación de ambientes, y como tales, no caerán en el olvido. Todas ellas pertenecen al subgénero literario (y la que menos, probablemente sea la obra inaugural) que podríamos llamar ranchodraculiano.
III
Norm Eldritch era el pseudónimo utilizado por un autor americano tan poco conocido en España como en los Estados Unidos. Su obra se publicó en las más diversas y oscuras revistas de relatos del Oeste, y se caracterizó por la hibridación del género del western con otros géneros, sobre todo la ciencia ficción y el terror.
Los relatos de Eldritch se empezaron a recuperar en nuestro país en el año 2009, con la aparición de dos volúmenes de cortísima tirada y distribución, que aglutinaban unos pocos relatos bajo el título de Los límites del rancho. Esos dos fanzines grapados son hoy codiciados objetos de coleccionista.
Dos de esos relatos se reeditaron recientemente como anexos de la novela Necronomicón Z (Dolmen, 2012), obra del presente autor, pues Norm Eldritch aparece como personaje protagonista en dicha historia, donde se desvela la que probablemente fuera su verdadera identidad.
En diciembre de 2012, la Academia de Mitología Creativa “Jules Verne” de Albacete publicó una edición que pretende ser facsimilar (sin conseguirlo) del número 95 de la colección Bisonte Futuro, el cual contiene la novela corta —de connotaciones holmesianas bastante explícitas— La rata gigante de Sumatra en el Oeste (The Giant Rat of Sumatra Goes West), publicada originalmente en el número de noviembre de 1963 de la revista Weird Far West.
Lo que el lector encontrará a continuación es un relato que vio la luz en marzo de 1964, en la revista neoyorquina Western Island. Se trata de un cuento definitivamente holmesiano, aunque para aquellos que no se hayan dado por avisados o no conozcan bien los últimos años de la vida canónica del señor Sherlock Holmes, “Blood In The Jar” (paráfrasis de la archiconocida canción tradicional nacionalista irlandesa “Whiskey In The Jar”) no será más que otro relato ranchodraculiano. Además, hay que añadir que hace referencia directa a otra obra de Eldritch (ver la contraportada del presente cuaderno), que a su vez está relacionada con la más famosa de Bram Stoker.
En cualquier caso, una rara avis.