NO IMPORTA
Arriba, abajo, cardos alpinos.
Alguien canta algo.
No importa, ni siquiera es bonito, es una canción triste, vieja, vieja.
—¿Y mañana? ¿Te levantas, adonde vas?
—A ninguna parte. Aunque quizá sí vaya a algún lugar.
No importa, de todos modos no se está bien en ninguna parte.
Pero dormir es difícil, hay campanas que suenan, hay relojes.
—Extienda su pañuelo, señor. Me gustaría arrodillarme.
—Sí, claro.
Eran dos en el tranvía. Uno hacía sonar la campana, el otro hacía los agujeros.
No había nadie para bajar en la parada final.
Sin embargo, ahí es donde se detienen todos los tranvías.
Tampoco había nadie para subir.
No importa.
Se ponen de rodillas, intercambian palabras.
—¿Quiere hablar conmigo?
—Pensaba que usted quería rezar.
—Ya está.
—Oh, es diferente. Entonces podemos irnos. Mañana le llamaré por teléfono.
—¿Cuáles son las novedades?
—¿Cómo están los niños?
—Se lo agradezco. Por ahora solo dos están enfermos. Los mayores van a las tiendas para calentarse. ¿Y en su casa?
—Nada en especial. Nuestro perro se ha vuelto limpio. Hemos comprado muebles a crédito. De vez en cuando nieva.