CAPÍTULO 29

Jack

 

 

 

La puerta del apartamento de Maddie se abre y me pongo en guardia enseguida. Me levanto de un salto aunque me llevo una mano en los riñones, que se resienten tras haber pasado todo la noche sentado en el suelo del pasillo.

Ella se queda parada aguantando la puerta sin decirme nada hasta que pasados unos segundos, me da la espalda para cerrar la puerta del apartamento con llave.

—¿A dónde vas? —le pregunto cuándo se gira mientras me interpongo en su camino.

—A trabajar —contesta intentando esquivarme.

—Preferiría que no lo hicieras.

—Pues muy bien.

—No Maddie, no lo entiendes —digo agarrándola de los hombros.

—¡No! ¡Lo entiendo perfectamente! —me grita soltándose de mi agarre y clavándome el dedo en el pecho—. Sé que ese tío es peligroso, créeme que me di cuenta cuando me agarró de la cara y me empotró contra pared. Pero no puedo quedarme encerrada en casa. Aunque a mí misma me parezca mentira, sigo confiando en ti y tú dijiste que no tenía nada en tu contra. Así que para que siga así y no sospeche más, creo que debemos seguir con nuestras vidas con normalidad.

—Te… ¿te empotró contra la pared? —digo tragando saliva mientras noto como me hierve la sangre.

—Jack… —dice frotándose la frente con los dedos—, hazme un favor, llama a Kolya tal y como me dijo que hicieras y todo irá bien.

—Maddie, no me has respondido. ¿Te hizo daño? ¿Te amenazó?

Me acerco a ella con la intención de acariciar su rostro, pero al instante retrocede poniendo su mano delante para quitarme la idea de la cabeza. ¿Cómo he podido pasar de estar en su cama haciéndola jadear a que ni siquiera quiera que la toque? Niego con la cabeza apretando los dientes con fuerza para detener el nudo que se me está formando en la garganta y levanto las palmas de la mano para hacerle ver que no voy a intentarlo de nuevo.

—¿Y qué ganas sabiéndolo? ¿Te volverás loco e irás a por él para matarle con tus propias manos, echando a perder el trabajo de todos estos años? ¿Haciendo que alejarte de tu vida no haya servido de nada? O peor aún, ¿provocando que sus matones te maten a ti en tu intento de obtener justicia?

—Eso me suena a un sí —digo apretando los puños con fuerza a ambos lados de mi cuerpo.

Noto como la sangre hierve en mi interior, porque sé que tiene razón. Me encantaría citarme con él y matarle con mis propias manos, aunque eso significara echar al traste la operación. El problema es que entonces, estos 20 años sacrificando mi vida entera, no habrían servido para nada. Así que tras meditarlo durante un rato, y antes de que Maddie pierda la paciencia y se largue, respiro profundamente varias veces y la encaro de nuevo.

—Necesito saber qué te hizo para informar a mis superiores y ver cómo proceder —digo lo más calmado que puedo—. A la vista de los acontecimientos, puede que tengamos que tomar algunas decisiones urgentes…

Agacha la cabeza y apoya la espalda contra la pared. Se frota ambos brazos con las manos y se humedece los labios. Sopesa las palabras con cautela y eso me pone muy nervioso porque sé que lo que voy a escuchar no me va a gustar nada.

—Me… arrinconó contra la pared y me cogió de la cara para… olerme y… lamer mi cuello —sus manos viajan inconscientemente a su cuello y sus dedos acarician su piel—. Y luego me dijo que te dijera que le llamaras esta mañana.

—Te… —hundo las manos en mi pelo sin poder quedarme quieto—. ¿Se propasó contigo?

—No. Dijo que las mujeres de sus camaradas son intocables —asiento con la cabeza, algo más aliviado al escuchar que Kolya sigue al pie de la letra su código de honor—, hasta que dejan de ser camaradas…

Vale, eso es una amenaza clara hacia mí y por consiguiente hacia Maddie. Tengo que hacer algo para acabar con esto de una vez por todas porque no voy a permitir que le ponga una mano encima nunca más.

Camino de un lado a otro con la cabeza a pleno rendimiento. Necesito aclararme, ver todas las opciones que tengo y jugar bien mis cartas. Lo primero que haré es hablar con Sean y explicarle la nueva situación, y luego llamaré a Kolya, aunque antes debería pensar qué excusa darle por mi ausencia de ayer… Y sobre todo, serenarme para poder interpretar bien mi papel y no echar por tierra mi tapadera.

Entonces me doy cuenta que, una vez más, me he olvidado de Maddie. Levanto la cabeza y me quedo parado frente a ella, que me mira resignada, como si… se hubiera dado por vencida.

—No puedo creer que te hiciera daño —digo finalmente reprimiendo unas ganas locas de abrazarla con todas mis fuerzas y no soltarla nunca más.

—No, él solo me asustó —contesta colocándose varios mechones pelirrojos detrás de la oreja—. Tú me hiciste más daño.

Me quedo totalmente quieto, como si una barra me hubiera atravesado el cuerpo y me hubiera anclado en el suelo, partiendo mi corazón a su paso por mi pecho. Creo que casi puedo escuchar el sonido del mismo al romperse en mil pedazos. Yo preocupado por si Kolya le había hecho daño, y resulta que el causante de sus lágrimas, he sido yo.

—Yo… —consigo articular con la voz tomada.

—No pasa nada, Jack —dice ella con esa resignación que antes he visto en su mirada—. No tengo sitio en tu vida. Ya está. Simplemente eso. Lo asumo. Ya estaba advertida, me lo habías dicho… Yo no entraba en tus planes. Has intentado hacerme un hueco, pero eso casi arruina 20 años de trabajo, así que casi que esto es lo mejor para ambos.

—Maddie… —digo con lágrimas en los ojos—. No me hagas esto…

—Lo que te estoy haciendo es un favor. Me preocupo por ti, y no quiero que tus… amigos rusos sospechen de ti por mi culpa.

—Pero… Pero yo te quiero…

—Y yo —contesta con la cara totalmente mojada—. Por eso me alejo de ti.

Me tambaleo, perdiendo el equilibrio, hasta que mi espalda toca con la pared del pasillo. Creo que me falta el aire, así que apoyo las manos en las rodillas e intento respirar con fuerza. No puedo perderla. Me niego a hacerlo.

—Toma —levanto la vista y la veo con los cascos de la moto en las manos—. Acuérdate de que tu moto sigue aparcada delante de la tienda.

Los cojo con ambas manos y la miro con la boca abierta, sin saber qué más hacer, hasta que mi cuerpo reacciona al verla bajar las escaleras. Es como si una alarma sonara en mi cabeza y alguien me gritara: “¡Corre so idiota!”

—¡No, no, no!

Dejo caer los cascos al suelo mientras la persigo corriendo escaleras abajo, hasta que la alcanzo antes de llegar a la portería. Me pongo delante de ella y extiendo mis manos hacia delante para hacerla detener y obligarla a que me escuche.

—Maddie, por favor… Te necesito…

—Y yo… pero no te puedo tener.

Se acerca a mí y acerca su mano a mi mejilla. La deja suspendida en el aire durante unos segundos, indecisa sin saber qué hacer. Al final, la apoya en mi pecho y acaricia mi camiseta, agarrándola entre sus dedos cuando cierra el puño.

—Ten cuidado por favor.

La veo salir a la calle y me acerco al cristal para seguirla con la mirada. No es buena idea que salga tras ella, aunque me da pavor saber que caminará sola las cuatro manzanas hasta la tienda. Así que actúo con rapidez y saco el teléfono del bolsillo.

—Sean —digo en cuanto descuelga al primer tono—. Kolya amenazó a Maddie.

—Tengo a dos hombres siguiéndola ahora mismo. No te preocupes porque no la vamos a dejar sola. De todos modos, creo que no ha sido buena idea que salga a la calle.

—Intenta convencerla tú porque a mí no me va a escuchar. La he cagado Sean… y la estoy perdiendo —digo secándome las lágrimas con el dorso de la mano—. Y no quiero…

—Jack, tranquilízate. No podemos joderla ahora con lo que nos ha costado llegar hasta aquí…

—Me la suda, Sean. Ahora mismo solo puedo pensar en su seguridad y lo demás… es secundario. Es como si fuera incapaz de controlar nada. Todo se me escapa de las manos.

—Escucha, Jack —dice con un tono conciliador mientras me siento en las escaleras totalmente sobrepasado por la situación—. No te preocupes por su seguridad porque ya no pasará lo de anoche. Ahora necesitas una coartada creíble para justificar tu ausencia de ayer. Llama a Kolya y dile que te seguimos y que ayer estuviste todo el día tratando de darnos esquinazo. Él sabe que tenemos hombres vigilando vuestros movimientos, aprovechemos eso.

Apoyo la cabeza en mis rodillas y cierro los ojos brevemente. Las piezas vuelven a encajar en mi cabeza, pero estoy agotado, y lo hacen muy lentamente. La idea puede funcionar, pero Kolya es muy listo, así que tendré que ser muy convincente.

—Jack, ¿qué te parece?

—Que puede funcionar… Ahora tengo que llamarle. Te mantendré informado. ¿Se sabe algo del agente que tenías anoche vigilando la tienda?

—Me temo que no… —Se hace el silencio entre los dos porque ambos sabemos lo que eso significa—. Jack, solo te pido una semana, dos a lo sumo.

—Te doy una —respondo mientras oigo a Sean suspirar al otro lado.

—Hecho.

—Escucha, Sean… Si le tiene Kolya…

—Lo sé… Intenta hacer lo posible por intentar que salga con vida, pero en ningún caso pongas en peligro tu coartada o a ti mismo —Se queda callado sintiendo gran pesar al decir esas palabras, tanto como yo al escucharlas, pero así es nuestro trabajo—. Estamos en contacto.

—Vale.

—Y Jack… Te prometo que voy a hacer de la seguridad de Maddie, Kate y Cody, algo personal.

—Gracias… Te lo agradezco.

Cuelgo el teléfono y subo de dos en dos las escaleras hasta mi apartamento. Entro y voy directo a la cocina. Abro uno de los armarios y cojo la botella de whisky. Me sirvo dos dedos en el primer vaso limpio que encuentro y lo bebo de un trago. Sé que este no es el desayuno equilibrado que recomiendan, pero teniendo en cuenta que mi vida muy equilibrada tampoco es que sea, supongo que ya me va bien. Dejo el vaso y me agarro de la encimera de la cocina con las dos manos. Respiro profundamente mientras cambio el peso de mi cuerpo de una pierna a otra, repetidas veces, como si me estuviera preparando para afrontar quizá, el momento más delicado en estos veinte años de trabajo.

Miro la botella y sin pensarlo, vierto un dedo más en el vaso y me lo llevo a los labios. Vuelvo a bebérmelo de un trago, dejo el vaso en la encimera y marco el número de Kolya sin darme tiempo a pensármelo demasiado.

—Igor, pensaba que se te había tragado la tierra —Vuelve a contestarme en su inglés perfecto—. Incluso fui a hacerle una visita a tu amiga Maddie. ¿Te lo dijo? Toda una belleza…

Me muerdo el labio inferior hasta notar el sabor algo metálico de la sangre a la vez que aprieto el puño de mi mano libre.

—Kolya, ayer tuve a un agente del FBI siguiéndome todo el puto día —digo sin siquiera molestarme a reírle la gracia por su comentario, y la urgencia de mi respuesta parece surtir efecto, porque le dejo sin palabras durante unos segundos—. Por eso no me arriesgué a ir al almacén. Estuve mareándole por la ciudad sin rumbo fijo y luego volví a casa. Registré mi apartamento en busca de micros y luego comprobé mi teléfono. Por eso no te he llamado antes, hasta que no he estado seguro de que estoy limpio.

—¿Estás seguro de que no nos escuchan? —dice con un tono de voz totalmente diferente al de hace unos segundos. Casi puedo notar el miedo en su voz, y eso tengo que reconocer que me encanta.

—Kolya, si no lo estuviera no estaríamos manteniendo esta conversación.

Mi respuesta parece convencerle porque escucho como deja ir aire por la boca con fuerza, como si se hubiera quitado un gran peso de encima. De todos modos, no me arriesgo y decido ir un poco más allá en mi representación.

—Kolya, deberías tener cuidado y cubrirte las espaldas. Si me han seguido a mí, puede que vayan también detrás de ti. ¿Has visto algo fuera de lo común?

—No… —esbozo una sonrisa al notar su tono de voz inseguro—. Pero ayer sí había un agente apostado en la puerta de la tienda de tu amiguita.

¡Bingo!

—¡¿Cómo?! —grito intentando sonar todo lo convincente que puedo.

—Tranquilo, ella no parecía saber nada —se queda en silencio esperando mi respuesta, pero al ver que no tengo intención de decir nada, básicamente porque estoy apretando los dientes con tanta fuerza que parece que quiero hacerlos añicos, añade—. Hemos estado interrogando al capullo, pero no suelta prenda.

—¿Le tenéis vosotros? —digo intentando no sonar preocupado.

—Sí, le tenemos en el almacén. ¿Vendrás? Te necesito aquí cerca Igor.

—Si no me siguen, vendré. Salgo en diez minutos.

Cuelgo sin esperar su respuesta, sin salirme ni un poco del estilo de Igor. Además, estoy algo más tranquilo al comprobar que Kolya parece haberse quedado convencido con mi excusa para no haber estado localizable en todo el día de ayer.

Envío un mensaje a Sean desde mi otro teléfono y le informo de mis progresos, incluyendo el paradero de nuestro agente, y antes de salir de casa decido hacer algo que llevo pensando desde que Maddie salió por la puerta esta mañana. Busco el número de teléfono en la agenda y espero tres tonos hasta que me responden.

—¿Hola?

—Andrew, soy Jack.

—Eh… Hola… —contesta totalmente extrañado.

—¿Ha llegado Maddie?

—Sí… —Y al escuchar su respuesta suspiro algo aliviado—. Pero, espera un momento…

Noto como separa el teléfono de su oreja y entonces oigo su voz a lo lejos, preguntándole algo a Maddie.

—Salgo a por los cafés. ¿Lo de siempre? —escucho decir.

—Sí. Gracias, cariño —contesta Maddie.

Cierro los ojos inconscientemente. Me duele escuchar su voz tan apagada y ser consciente que yo soy el causante.

—Vale, ya estoy en la calle. ¿Qué ha pasado Jack?

—Es complicado, Andrew…

—No, no lo es. No estoy seguro de qué ha pasado porque no me lo ha querido contar, pero si tengo que apostar por algo, apuesto a que has sido tú el que la ha cagado. Así que arrástrate como un perro y pídele perdón.

—Sí, la he cagado. Digamos que ayer no estuve todo lo atento que tenía que estar y la dejé de lado… Me olvidé de ella… He intentado disculparme, pero no quiere escucharme. Dice que no tengo sitio para ella en mi vida.

—¿Y eso es cierto? Porque si lo es, te exijo que le hagas un hueco inmediatamente. Jack, no te conozco mucho, pero sí la conozco a ella, y la sonrisa que llevaba estos días en su cara, no se la había visto nunca. Y tú eras el causante de ella…

Suspiro mientras me dejo caer en el sofá. Echo la cabeza hacia atrás y miro al techo mientras me froto los ojos que me escuecen producto del estrés y el cansancio acumulado.

—Soluciónalo, ¿vale? —insiste Andrew.

—Lo intentaré.

—Hazlo.

—Vale —digo mientras se me escapa una sonrisa—. Lo haré. Cuídamela, ¿vale?

—Eso está hecho. Haré campaña en tu favor, que lo sepas. Me gustas.

—Tú también a mí.

—Demasiado tarde, guapo. Ya hay un hombre que se ha adueñado de mi corazón —niego con la cabeza pensando que no cambiará nunca, aunque, bien pensado, ese es el encanto de Andrew, y si no dijera estas cosas, no sería tan genuino.

—Bueno, qué se le va a hacer. Ahogaré mis penas en silencio —digo mientras ambos reímos—. Gracias, Andrew.

—De nada guapo.

—No le digas que te he llamado, ¿vale?

—¡Y tanto que se lo voy a decir!

—Pero…

—¡Calla! Déjame a mí. Formará parte de mi campaña pro-Jack. Encuentro súper romántico que hayas conseguido mi teléfono para saber de ella sin agobiarla. Eso dice mucho de ti… Es como darle su espacio sin perderla de vista.

Lo pienso durante unos segundos. En su boca no suena nada mal y si se lo vende a Maddie la mitad de bien, será de gran ayuda, la verdad. Además, tampoco creo que pueda convencerle de que no lo haga, así que simplemente le doy las gracias por ello y nos despedimos.

Voy hacia el dormitorio, me quito la camiseta, la lanzo al otro lado de la habitación, y me pongo la primera que cojo de la estantería del armario. Voy al baño y abro el grifo del lavamanos. Me mojo varias veces la cara con agua helada y levanto la vista para ver mi reflejo en el espejo. Observo como las gotas caen por mi rostro mientras intento reconocerme en la imagen que veo delante de mí. Una sola noche sin ella y ya veo los estragos que su ausencia ha provocado. Tengo ojeras debajo de los ojos, la barba que ayer me hacía sexy, hoy me convierte en un mendigo, y estoy bastante pálido. Además, mi mirada refleja un miedo nada propio en mí y mi respiración es entrecortada.

Decido no prestar más atención a mi desastroso aspecto ya que afortunadamente no es algo por lo que mi jefe se vaya a preocupar. Agarro el casco y cuando llego a la calle, arranco el motor de mi motocicleta y salgo quemando rueda. La velocidad ayuda a relajarme y cuando aparco delante del almacén, he recuperado parte de la confianza perdida.

Entro decidido mientras todos los hombres con los que me cruzo me saludan inclinando la cabeza demostrando respeto. Yo no me paro ni miro a ninguno, sino que, sin perder tiempo, voy directo al despacho de Kolya.

Cuando llego a su puerta, llamo con tres golpes secos y la abro cuando oigo la voz de Kolya dándome el permiso necesario. En cuanto entro, la imagen que me encuentro me deja petrificado. Hay un hombre arrodillado en medio del despacho, con las manos atadas a la espalda y la cara bañada en sangre. Kolya lleva una camisa negra arremangada a la altura de los codos, dejando a la vista todos sus tatuajes, y una corbata gris, y camina a su alrededor con parsimonia, tomándose todo el tiempo necesario entre pregunta y pregunta. Cada respuesta va seguida por un puñetazo que le tira al suelo y cada vez que cae, él le agarra del pelo y le vuelve a poner de rodillas. Así que aunque va vestido tan elegante como siempre, va lleno de salpicaduras de sangre, tanto en la cara, como en los brazos, como en la ropa.

—Hoy no es tu día de suerte, porque, ¿ves a ese tío de ahí? —Kolya agarra del pelo al agente y le obliga a mirarme—. La tía a la que estabas siguiendo, es su novia.

Le miro achinando los ojos y arrugando la frente. Intento descifrar por su cara si me reconoce o no, pero creo que tiene los ojos tan hinchados que no creo que sea capaz de ver nada.

—Igor —dice Kolya ya a mi lado encendiéndose un cigarrillo y ofreciéndome otro a mí—. No hemos conseguido que diga nada. ¿Quieres intentarlo tú?

—¿No le habéis sacado nada de nada? —le pregunto sin dejar de mirar a ese hombre arrodillado que mueve la cabeza nervioso intentando adivinar si estamos cerca y por donde le caerá el siguiente golpe.

Kolya niega con la cabeza dando una larga calada y mirándome con un ojo medio cerrado por causa del humo.

—Todo tuyo —dice dándome unas palmadas en el hombro—. Hazlo por Maddie.

Le miro de reojo y aprieto la mandíbula para no asestarle un puñetazo que le deje sin dientes. Me acerco lentamente hacia el agente, al que doy gracias de no haberle visto nunca la cara para no hacer esto aún más difícil de lo que ya es de por sí y empiezo a dar vueltas a su alrededor, observándole detenidamente y poniéndole nervioso al escuchar mis pasos.

—¿Para quién trabajas? —digo con toda la calma del mundo dando una calada a mi cigarrillo mientras observo a Kolya por el rabillo de ojo.

El agente se mantiene impertérrito, sin abrir boca, aunque tiembla asustado. Vuelvo a mirar a Kolya, que observa la escena con una sonrisa en la cara y sé que voy a tener que darle a este tío para que no vea nada raro en mi actitud. Así que le asesto tal puñetazo que le tiro de espaldas y le hago saltar dos dientes. Me recompongo rápidamente y le cojo del pelo para volverlo a poner en su sitio, imitando a Kolya, que sigue carcajeándose por mi golpe.

—Repito la pregunta —digo dando una larga calada al cigarrillo hasta apurarlo—. ¿Para quién trabajas?

Ante su silencio, acerco el cigarrillo a su cuello y lo aprieto contra su piel, provocando que suelte un alarido de dolor que le hace rodar por el suelo y que provoca que Kolya aplauda entusiasmado por el espectáculo que le estoy ofreciendo.

Tras varios golpes más, sabiendo que he disipado cualquier posible duda que mi jefe pudiera tener, me acerco a él y le digo:

—No creo que consigamos nada. Es un profesional y está entrenado para soportar estas cosas. No hablará por mucho que le hagamos.

—¿Y qué propones que hagamos con él? —me pregunta aunque sé que solo aceptará una respuesta, así que me le miro levantando una ceja y me capta al instante—. Amigo mío, no sé qué haría sin ti.

Se lleva la mano a su espalda y saca su pistola automática. Me la tiende y agacho la vista antes de cogerla. Le miro de nuevo alzando una ceja. Para variar, podrá empezar el trabajo, pero nunca se le podrá achacar ninguna muerte.

Cojo la pistola y me acerco al agente arrodillado. Me acero con paso decidido, quito el seguro y coloco el cañón en la sien de ese pobre hombre. Trago saliva mientras repito una y otra vez: “Ya casi se acabó Maddie… Ya casi está… Espérame…”

El sonido del disparo resuena en toda la habitación y su eco me acompaña cuando me acerco a Kolya para devolverle el arma.

—Toma —Y dándome igual de como pueda tomárselo o de lo que pueda hacerme, añado—: Y como me entere que vuelves a ponerle un dedo encima a Maddie, te meto el cañón por el culo y aprieto el gatillo.

—¡Jajaja! Tranquilo camarada. Solo olí la mercancía, pero no la caté. Es toda tuya.

El sonido del disparo me acompaña incluso cuando, varias horas después, siendo ya de noche, salgo del almacén y arranco el motor de la motocicleta en dirección a mi apartamento. Conduzco como un loco de vuelta a casa, como si intentara provocar tener un accidente, creyendo hacerle un favor al mundo si algo me pasara y muriera en el asfalto.

Aparco delante de mi edificio y subo las escaleras hasta mi piso con lentitud, como si llevara un peso en cada tobillo. Cuando llego al rellano, veo la luz del apartamento de Maddie escapándose por debajo de la puerta. Me planto delante, dejo el casco en el suelo y apoyo las palmas de las manos y la frente en la madera. Las notas de una canción llegan a mis oídos. Cierro los ojos y me la imagino feliz, sentada en el sofá, con una copa de vino, con un libro en las manos. Como si nada hubiera cambiado. Quiero creer que es así como está, no quiero pensar que está como yo, destrozado, adorando una puerta de madera porque es lo más cerca que puedo permitirme estar de ella.

Me dejo caer de rodillas, aún con la frente y las manos en contacto con la puerta y dejo salir todo lo acumulado durante estas horas. Lloro desconsoladamente mientras mis manos acarician la madera como si se tratara de su cuerpo. Mezo mi cuerpo hacia delante y hacia atrás mientras susurro en voz baja para que no sepa que estoy ahí, para que esté tal y como ella quiere, alejada de mí.

—Te quiero, Maddie… No te rindas conmigo… Quiero cuidar de ti…

Quédate conmigo…
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