LIVY
— ¿Cómo que te vas a Montauk? ¿Por qué?
—Porque Chris está allí y voy ir a buscarle y traerle a casa. A hostias, si hace falta.
— ¿Por qué?
—Porque el muy capullo dice que no sabe si llegará a tiempo para cenar con nosotros en Nochebuena, y me voy a asegurar de que sí llegue.
—No… ¿No… Viene tampoco?
—Oh, sí. Sí viene. Y Lexy también.
—Pero…
—Te llamaré —dice besando mi frente, justo antes de hacer un intento en vano por acercarse a Max, que al verle acercarse, se remueve encima de su cama y le da la espalda.
—Vete. No quiero verte.
Aaron resopla resignado y sale de la habitación. Pocos segundos después escucho el ruido de la puerta principal al cerrarse.
—No estás siendo justo —le reprocho.
—Le odio…
—Eso no es verdad…
—Sí es verdad. Le ha dejado morir.
—Eso no es así. Lo que ha hecho Aaron es ayudarle a que deje de sufrir.
—¡Matándole!
—Max, Bono estaba muy enfermo, cariño… Sé que es difícil de entender, pero Aaron le ha hecho un favor.
—Estaba bien… —dice con un tono de voz mucho más apagado, como si se estuviera rindiendo.
—No estaba bien, y lo sabes. Últimamente se cansaba mucho durante los paseos y respiraba como si jadease… Acuérdate de aquel día que no funcionaba el ascensor y subimos a casa por las escaleras… Se derrumbó nada más traspasar la puerta.
—Me da igual. Yo le quería igual, aunque estuviera enfermo.
Finalmente, me doy por vencida y decido que reflexione él solo acerca de lo sucedido. Salgo de la habitación y me dirijo al salón, donde me encuentro a Jimmy sentado en el sofá, viendo la televisión.
—Papá ha ido a traer a Chris de vuelta a casa —me informa sin despegar los ojos de la pantalla.
—Lo sé. ¿Estás bien?
Me contesta encogiéndose de hombros y sin mirarme, así que me acurruco a su lado y me dispongo a ver el capítulo de Bob Esponja con él.
—Mamá, no me habéis comprado un microscopio para Navidad, ¿verdad?
—¿Quieres un microscopio?
—No, por Dios. Quiero esa consola de videojuegos nueva… ¿Os habéis acordado, verdad?
—¿Crees que te has portado bien?
—Pues mejor que Max, seguro. Y ya puestos, mejor que Lexy y que Chris también, porque, al menos, yo no os abandono por Nochebuena.
Media hora después, Jimmy sigue viendo la televisión y yo sostengo un libro en las manos. Digo sostengo porque no me puedo concentrar lo suficiente como para leer ni una de las palabras que están escritas en él. Max pasa por nuestro lado y se sienta en uno de los taburetes de la cocina. Apoya los codos en la barra y se coge la cabeza con ambas manos. Me levanto, voy hacia allí y saco una botella de agua de la botella. Lo hago todo de forma casual, aunque mientras doy un trago, no le pierdo de vista. Sigue enfadado, pero le conozco lo suficiente como para saber que algo ha cambiado en su actitud.
—¿Estás mejor? —Recibo un leve movimiento de cabeza a modo de respuesta—. ¿Has podido pensar en lo que has dicho? ¿En todo?
Se encoge de hombros con pasotismo, ya no irradia rabia, y por lo que le conozco, sé que en su cabeza se está lidiando una dura batalla. Sabe que tengo razón con respecto a Bono, pero está muy apenado por su pérdida y necesita culpar a alguien. Le dejo reflexionar durante un rato más, hasta que decido volver a insistir: —Tienes todo el derecho del mundo a estar triste, Max… E incluso cabreado, pero no con Aaron.
Piensa un poco… ¿Te piensas que tomar esa decisión fue fácil para
él? ¿Cuánto hace que compartimos nuestra vida con Aaron? Diez años, Max. ¿Y Bono? Bastantes más, ¿no?
Max levanta la cabeza y me mira con los ojos llorosos. Mantiene la boca cerrada y respira con fuerza por la nariz. Con la manga de la camiseta, se frota la cara al tiempo que se sorbe los mocos.
—Bono estaba allí para Aaron mucho antes que nosotros… Se tenían el uno al otro mucho antes de que yo le conociera… Fue su mejor amigo antes incluso de que lo fueras tú. ¿Lo entiendes?
Max desvía la mirada unos segundos, pero luego vuelve a fijarse en mí. Asiente con la cabeza, primero con timidez y luego con convicción.
—Sé que le echarás de menos. Todos lo haremos…
—Pero ni siquiera me dejó despedirme —me dice con las lágrimas resbalando de nuevo por su cara.
—Él tampoco se despidió de él. Estaba dormido cuando le pusieron la inyección. Además, ¿sabes por qué lo hizo? —Max niega con la cabeza—. Cierra los ojos y piensa en los ratos que pasaste con Bono. ¿Qué recuerdos vienen a tu mente?
—Bono y yo corriendo por el parque. Él sacaba la lengua así, de lado —dice sacándola él también, imitándole. Jimmy ríe también al recordarlo—. Y luego bebiendo en la fuente y salpicándome de agua.
—Eso es… Piensa en otro.
—Bono y yo tumbados en mi cama. Cuando me dabais el beso de buenas noches y nos asegurábamos de que os habías alejado lo suficiente, él se subía a mi cama y dormíamos juntos.
A pesar de no gustarme un pelo esa revelación reconozco que, en el fondo, lo sospechábamos, y sonrío.
—Y cuando le escondíamos los restos de la pizza por casa y le cronometrábamos para ver cuánto tardaba en encontrarlos…
—Sí… —recuerdo con nostalgia.
—Y cuando tú te empeñabas cada Navidad en que tuviera su regalo y le comprabas esos juguetes de plástico que pitan y tardaba menos de un minuto en cargárselo con los dientes.
—¡Jajaja! —río con ganas.
—Y cuando dormía al lado de Jimmy cuando se ponía malito… —Max ha abierto ya los ojos, y compruebo que le ha vuelto ese brillo característico que se formó en ellos cuando Aaron, Chris y Bono entraron en nuestras vidas—. Y cuando le enseñé a buscar juguetes enterrados en el jardín y Aaron se enfadó… Y la primera vez que le lancé una pelota, fue a buscarla y me la trajo… Y cuando parecía que me entendiera cuando no sabía hablar… Y cuando Aaron le enseñó a obedecerme con solo darle órdenes con las manos… Y cuando le paseé por primera vez… Y cuando Aaron jugó conmigo en el parque… Y cuando me regaló el Ipod y nos hicimos fotos… Y cuando nació Jimmy y Aaron no dejó de abrazarme en ningún momento y…
Max se calla de repente y su expresión se ensombrece de golpe. Frunciendo el ceño y con los ojos entornados, me mira fijamente. Abre la boca para intentar hablar, pero creo que las palabras, simplemente, no salen de su boca.
—¿Max…? ¿Estás bien…? —le pregunto, acercándome a él.
—Soy un gilipollas… —dice con un hilo de voz.
—¡Max, esa boca!
—Pero es verdad… Me he portado fatal con Aaron… Déjame el teléfono —me pide poniéndose en pie—. Tengo que llamarle.
Se lo tiendo sin dudar, orgullosa de su reacción, de que se haya dado cuenta de su error.
—Me salta el buzón de voz… —dice alejándoselo de la oreja—. Mamá, ¿estás ya de vacaciones?
—Eh… Claro…
—¿Vamos a Montauk? ¿Me llevas?
—¿A…? ¿Cómo?
—Necesito pedirle perdón.
—¿Y no puedes esperar a que vuelva?
—No. Además, no tenemos nada que hacer…
—Habla por ti. Yo tengo una cena que preparar…
—Y una consola de videojuegos que comprar —interviene Jimmy.
—¿Cena para quién? Si solo vamos a estar nosotros tres y Aaron… —me contesta encogiéndose de hombros.
—Bueno, pero… Aún así…
—Mamá, por favor… Necesito pedirle perdón. He sido un completo imbécil y…
—Solo son tres horas en coche —vuelve a intervenir Jimmy—. Y papá solo nos lleva una de ventaja…