Sobre el autor y la obra

Abilio Estévez nació en La Habana en 1954, ciudad donde se licenció en lengua y literatura hispánicas y cursó estudios de filosofía. Irrumpió en el panorama de las letras en 1997 con Tuyo es el reino (Andanzas 317), una primera novela que obtuvo enseguida el máximo reconocimiento de la crítica, y que no sólo conquistó a un notable número de lectores, sino que además ha sido traducida a doce idiomas y recibió el Premio de la Crítica Çubana en 1999 y, un año después, en Francia, el Premio al Mejor Libro Extranjero. En Tusquets Editores ha publicado también el libro de cuentos El horizonte y otros regresos (Andanzas 348) y las prosas poéticas Manual de tentaciones (Marginales 179), merecedoras del Premio Luis Cernuda (Sevilla, 1986) y del Premio de la Crítica Cubana (1987). Abilio Estévez es además un celebrado autor de obras de teatro y de numerosos estudios sobre literatura cubana. No cabe duda de que Los palacios distantes, su esperada segunda novela, abre nuevos caminos narrativos no sólo en su consolidada trayectoria literaria, sino también en la literatura en español de este siglo que empieza.

La Habana, poco antes de la llegada del año 2001. Un cuarentón llamado Victorio es desalojado de su apartamento días antes de que se desplome el edificio en el que vive. Añorando un cuarto propio y desprovisto de las necesidades más elementales de la vida, vagabundea vencido y errático por la ciudad hasta topar con Salma, una joven «jinetera» acosada por un proxeneta hermoso y despiadado. En busca de refugio, los dos llegan a las ruinas de un antiguo teatro abandonado, donde los acoge un excéntrico y enigmático personaje, un viejo funambulista y payaso al que han visto actuar en terrazas y parques despreciando el ridículo. Victorio y Salma descubren que tal vez sea ese teatro el «palacio distante» que les estaba reservado, y que quizá no sea tan extravagante la misión que quiere inculcarles ese sacerdote de la risa, empeñado en liberar del cansancio y el hastío a sus atribulados compatriotas mechante el asombro y la burda escenificación de la belleza.