Capítulo 13
15 de enero
Cariño, perdona que no te haya escrito antes. Ha habido muchos cambios desde la última vez que vine. Las cosas están más asentadas y podré escribir más a menudo. También te mando todo mi amor.
Dale recuerdos a tu disparatada compañera de piso. Jared.
15 de enero
¡Qué alivio saber algo de ti! Se me han hecho muy largas estas dos semanas. No paraba de mirar a Oscar para ver si se le había parado la cola.
Me encanta trabajar en el museo y estoy aprendiendo mucho de lo que se cuece entre bastidores. La seguridad es impresionante, pero es normal cuando sabes los tesoros que tenemos aquí. Por favor, cuídate mucho. Tu amante esposa.
14 de febrero
Te he comprado algo por San Valentín, pero he decidido esperar a que vuelva para dártelo. Me acuerdo de la pulsera que te regalé y de lo cariñosa que estuviste. Supongo que no importa esperar un poco para que yo pueda recibir tu maravilloso agradecimiento. Te echo de menos. Te quiero, J.
14 de febrero
Cariñosa, ¿eh? Me alegro de saberlo. Es posible que en septiembre se me haya olvidado todo lo que me has enseñado y tengas que empezar otra vez.
Sigo encantada con el trabajo. Tengo una jefa muy buena. Sigo impresionada de la cantidad de trabajo que tenemos. Gracias por escribirme todos los días. Tener noticias tuyas me anima mucho. A veces me pregunto si soñé el tiempo que estuvimos juntos. Si es así, quiero seguir soñando. Te quiero.
26 de marzo
Me alegro de que hayas vuelto a hablar con tu padre. No tienes que estar mucho tiempo con él si no quieres, pero te quiere aunque sea a su manera, tan posesiva. Estoy seguro de que tiene virtudes, aunque yo no las haya visto. (Es una pequeña broma). Como siempre, fuiste muy educada.
Mi padre me ha escrito y me ha contado que han encontrado a un hombre íntegro y preparado para ocupar el cargo del senador y ya está consiguiendo mucho apoyo. Jugar con nuestras vidas se le ha vuelto en su contra... aunque no paro de recordarme que salí beneficiado de esa jugada. Cuando te conocí no estaba dispuesto a casarme. Ahora soy feliz. Por cierto, qué llevas puesto en este momento? Tengo que hacer algo para dormir por la noche. Imaginarte con algo sexy podría ayudar… o empeorar las cosas. Tu marido añorante.
26 de marzo
Estoy delante de mi ordenador con mi vaporoso... no, no te lo tragarías. Está nevando y estamos casi en abril. Llevo un pijama de franela y calcetines de lana. Estoy reservando mis camisones sexys para cuando vuelvas. Además, están casi nuevos. Han ido de un lado a otro, pero excepto el que me puse la primera noche en Cancún, los demás están sin estrenar Es tarde y tengo que acostarme. En el trabajo sigo aprendiendo mucho. Espero que con tanta experiencia pronto pueda aspirar a ser conservadora de un museo pequeño. Quiero poder estar contigo allí donde te manden. Si hay un museo, siempre podré hacer algo. Te adoro, señor Crenshaw.
2 de abril
Hoy hemos tenido una tormenta de arena. Es espantoso. La arena se mete por todos lados. Metí el ordenador en un compartimiento estanco y aun así tenía arena cuando lo saqué. No entiendo que alguien quiera vivir en un sitio así, sobre todo si puede vivir en el paraíso, en Texas. Te echo de menos.
2 de abril
Ya, Texas el paraíso. Aunque, efectivamente, con sus tormentas de arena (Arabia no tiene el monopolio), sus sequías, sus inundaciones, sus langostas, tarántulas y escorpiones, Texas parece sacada del antiguo testamento.
Janeen lleva varios semanas saliendo con un tipo. Le he recordado que quedaste en presentarle a algún Crenshaw y me ha dicho que te diga que ya puedes darte prisa en ponerlos en fila porque su reloj biológico está dando señales de alarma.
Hoy he comido con mi padre. Ya nunca volveré a sentir lo mismo, pero seguramente sea mejor así.
Lo tenía en un pedestal y ahora ya no lo veo con un cristal de color rosa. No tengo intención de estar con él más que lo estrictamente necesario. Tendrías que haber oído su versión sobre lo que se está cociendo para las próximas elecciones. Me quedé pensando que seguramente nunca en su vida le hayan dicho toda la verdad. Me alegro de que no estés metido en política. Te quiero y todo eso. Lindsey.
6 de abril
¿Qué tal está tu reloj biológico? Janeen siempre tiene unas salidas muy divertidas. Hablando de la familia, tengo que confesarte algo. No te lo había ocultado intencionadamente, es que no creía que fuera importante hasta que me he dado cuenta de lo que opinas sobre los políticos. Mi tío Jerome es senador por Texas y mi primo Jed, diputado. Creo que otro primo, Justin, también aspira a un puesto electo.
Pregúntale a Janeen si quiere un marido con alguna vocación concreta. Los Crenshaw somos muy versátiles. Jared el casamentero.
Lindsey se despertó de mal humor. Hacía meses que no sabía nada de Jared. Al menos, eso le parecía. Era 12 de mayo y él llevaba dos semanas sin escribirle, lo cual era raro y preocupante.
Quizá debiera llamar a la sede central de la empresa para saber qué pasaba. Él había intentado llamarla algunas veces, pero había tantas interferencias que era casi imposible entenderse.
Fue a la cocina y se sirvió un vaso de zumo y un café. Janeen ya estaba levantada y estaba en la sala viendo las noticias del día.
—¡No, no! ¡No puede ser! —exclamó Janeen mientras Lindsey dejaba la cafetera.
Ella abandonó el café y el zumo y fue corriendo.
—¿Qué pasa?
Janeen, que estaba con la mano en la boca y un gesto de horror, señaló la pantalla.
—...el terrorista suicida forma parte de un grupo que lleva meses actuando en la zona...
Lindsey miró a Janeen.
—¿Dónde ha sido el atentado?
—En Riad.
—¡Allí está la empresa de Jared!
Janeen la miró sin decir nada.
—¿Dónde ha explotado la bomba exactamente? ¿Lo han dicho? —preguntó Lindsey al ver que empezaban los anuncios.
—¿Te acuerdas de que hace poco un terrorista suicida se coló en un recinto estadounidense?
—Dios mío, ¿ha sido lo mismo?
—Sólo he oído que eran estadounidenses. Varios muertos y muchos heridos.
Lindsey intentó tranquilizarse. Había muchos estadounidenses trabajando allí. Jared trabajaba mucho en el yacimiento petrolífero. Buscó el número de teléfono de la sede central de la empresa en Houston.
—Sí... Tengo que hablar con alguien que me informe de la explosión que ha habido en Arabia Saudita. Mi marido está allí con su empresa. Se llama Jared Crenshaw. Sí, esperaré.
Janeen le acarició suavemente la espalda. Lindsey sonrió levemente mientras esperaba al teléfono.
—Sí, soy la señora Crenshaw. ¿Sabe algo de...? ¿Sabe si él estaba en Riad...? Sí, entiendo.
¿Podría tomar mi número de teléfono y llamarme cuando sepa algo? Claro, pero si hubiera alguna forma... Gracias —colgó y se volvió hacia su amiga—. Janeen...
—¿Qué te han dicho?
—No tienen ninguna información contrastada —Lindsey suspiró—. No saben dónde está Jared, no saben nada.
—Pero te llamarán cuando sepan algo, ¿verdad?
—No lo sé —se encogió de hombros—. Les he dado este número, el de mi móvil y el de el museo. Yo no puedo hacer nada más.
—Eso es lo peor; la sensación de impotencia.
—Tengo que irme o llegaré tarde. Te llamaré si me entero de algo. Tú haz lo mismo.
—Cuenta con ello.
Tres días y tres noches en vela más tarde, el teléfono sonó a las cuatro de la madrugada.
Lindsey lo descolgó con el corazón en un puño.
—Dígame... —oyó unas interferencias y una voz muy lejana—. ¿Quién es?
—Soy Jared, ¿puedes oírme?
Se echó a llorar.
—¿Estás bien? —le preguntó mientras intentaba secarse las lágrimas.
Oyó la voz, pero no pudo descifrar las palabras. Cuando colgó al cabo de unos minutos, vio la silueta de Janeen en la puerta.
—¿Está bien?
—No lo sé —contestó Lindsey entre hipos, sollozos y risas—. Sólo sé que está vivo.
—¿Qué te ha dicho?
—Sólo he entendido palabras sueltas. Un colapso del ordenador, Frankfurt, que me quiere y que vendrá pronto.
Se miraron con incertidumbre.
—¿No te ha dicho si está herido? —le preguntó Janeen.
—No lo sé. Si lo ha hecho, no lo he entendido.
Se hizo un breve silencio.
—No me importa —siguió Lindsey—. No me importa si ha perdido un miembro o un ojo o va a pasar el resto de su vida en una silla de ruedas. Está vivo y eso es lo único que me importa.
Tres días más tarde, Lindsey recibió una llamada de la empresa en su teléfono móvil.
—Dígame... Sí, soy yo. Ya, entiendo. Sí, gracias. Le agradezco la llamada.
Colgó y llamó a Janeen.
—Acaba de llamarme la empresa. Mañana lo mandan en avión a Estados Unidos. Me han dado el número de vuelo y me han dicho que aterrizará en Newark. La secretaria no sabía cómo estaba ni de dónde venía. Tengo que ir.
Cuando volvió al trabajo, tuvo que hacer un esfuerzo para no ponerse a bailar y gritar.
Esa noche, Janeen estaba esperándola en la puerta.
—¡Serás canalla! Me has colgado antes de que pudiera preguntarte algo.
Lindsey colgó el abrigo.
—Le he contado lo que pasa a mi jefa y me ha dado permiso para que me tome todo el tiempo que necesite. Sin embargo, como Jared viene mucho antes de lo previsto, le he dicho que tendrá que buscarme un sustituto. Hemos hablado un rato y se ha ofrecido a darme una carta de recomendación cuando la necesite. Me ha emocionado.
Se abrazó a Janeen y dio vueltas con ella por toda la habitación.
—Me muero de ganas de verlo bajar del avión. Cuando esté en tierra, se necesitará una palanca para separarme de él.
—¿Sabía la secretaria si está herido?
—No, pero si estuviera gravemente herido no vendría en un vuelo regular, ¿no?
—Nunca se sabe —Janeen levantó las dos manos.
Lindsey estaba en el aeropuerto dos horas antes de la hora prevista para la llegada del avión. En vez de sentarse, buscó a alguien que tuviera alguna autoridad.
—Mi marido viene de Frankfurt y es posible que venga herido. Me gustaría estar en la puerta cuando baje del avión.
—Lo siento, pero si no tiene billete, tendrá que esperarle en la barrera de seguridad.
—Ya lo sé, por eso estoy hablando con usted. ¿No podría darme algún pase para que pueda recibirlo en la puerta?
—No. Si hiciera una excepción, todo el mundo querría el mismo trato.
Miró al hombre que estaba al otro lado del mostrador. No iba a dejarle que recibiera a Jared. ¿A lo mejor ella no lo veía cuando saliera? Él no sabía que ella estaba allí. El no la buscaría y podrían no encontrarse.
—Entiendo. No hay excepciones.
—Efectivamente.
—Muy bien —Lindsey sonrió—. Entonces, compraré un billete para cualquier avión que despegue en esa zona —ella se alejó del mostrador.
—Pero, señora Crenshaw, son vuelos internacionales...
Ella se volvió y lo miró con displicencia.
—Lo sé perfectamente.
—¿Va a gastarse todo ese dinero para estar en la puerta cuando baje su marido?
—Me gastaré hasta el último céntimo si es necesario.
Lindsey miró las salidas de vuelo y eligió Roma. Fue al mostrador y se puso a la cola. No tuvo ningún inconveniente hasta que dijo que no tenía equipaje. En ese instante, se vio rodeada de unos policías federales que la llevaron a una especie de sala de interrogatorios.
—¿Qué quiere decir con que no piensa utilizar el billete? ¿Quién va a hacerlo?
—Nadie —ella suspiró—. Sólo quiero ir a la puerta de llegadas para recibir a mi marido.
—¿Antes de que pase la aduana?
—Sí. Puede comprobar que no llevo nada en el bolso.
—No se trata de eso, se trata de lo que él pueda darle a usted.
—Le aseguro que lo único que espero es que me dé un beso apasionado. Llevábamos tres semanas casados cuando él se fue. Hemos estado separados unos meses y es posible que esté herido por el atentado suicida de Riad. Él no sabe que estoy aquí y temo que no me vea entre toda la gente.
Los tres hombres hablaron entre ellos y Lindsey empezó a ponerse nerviosa porque el vuelo iba a llegar.
—Podemos hacer una cosa —dijo uno de ellos—. No hace falta que compre el billete, yo le escoltaré para que pueda verlo y luego usted y yo esperaremos a que pase la aduana.
—¡Muchísimas gracias! —Lindsey miró el reloj—. Tenemos que irnos o no llegaremos.
Condujeron a Lindsey por una serie de pasillos reservados para empleados.
En esa zona sólo había algunos pasajeros que esperaban a embarcar y unos empleados del aeropuerto. Ella podía ver claramente la puerta por donde aparecería Jared. Todo fue bien hasta que salieron los pasajeros y ninguno de ellos era Jared. Ella intentó no ponerse nerviosa, pero salieron dos auxiliares de vuelo y los auxiliares de vuelo siempre salían los últimos. Fue hacia ellos para preguntarles si quedaba algún pasajero cuando vio a Jared que bajaba lentamente la rampa. Había adelgazado unos diez kilos, estaba pálido y claramente agotado. Era la imagen más maravillosa que había visto en su vida.
Jared no la vio hasta que estuvo tan cerca que ella pudo dirigirse a él.
—Bienvenido a casa, vaquero.
Él se paró en seco y la miró como si hubiera visto un fantasma. Parpadeó, se frotó la cara y fue hacia ella con una sonrisa deslumbradora. Ella lo recibió con los brazos abiertos de par en par.
Epílogo
Era junio y los Crenshaw daban una fiesta para recibir a Jared. Lindsey y él vivirían en Houston, a media hora en coche del rancho. Jared ya no quería viajar y lo habían destinado a las oficinas de la sede central. Tenía a Lindsey agarrada por la cintura y recibían a todos los que llegaban, pero él ya parecía cansado.
—Estás temblando —le dijo ella cuando estuvieron solos—. Vamos a sentarnos.
—Me siento muy débil, como un inválido.
Se sentaron a una de las mesas.
—Ya llevas unas semanas aquí. Te mataría por no haber dicho que estabas tan mal.
—He sobrevivido...
—Pero podrías habérmelo dicho.
—¿Para qué? ¿Qué habrías hecho?
—Exigir que te mandaran de vuelta inmediatamente para que yo pudiera cuidarte.
—Y lo habrías hecho... —Jared se rió.
—Por lo menos estabas lejos del atentado. Cuando me enteré casi me da algo.
—Intenté llamarte inmediatamente, pero no conseguía conectar. Ya estaba de camino a Frankfurt cuando pude hablar contigo.
—Y te hospitalizaron al instante.
—Sólo para hacerme unas pruebas.
Jake y Ashley, muy embarazada, se sentaron con ellos.
—¿De qué estáis discutiendo? —preguntó Jake.
—No estamos discutiendo —Jared sonrió—. Sólo intercambiamos opiniones.
—Ya...
—Ashley —intervino Lindsey—. Estarás muy incómoda estos días...
—Ella no lo reconocerá —Jake acarició la espalda de su mujer—. He hecho todo lo posible por aligerarle la tensión.
—Es verdad. Me da masajes en la espalda, los pies y los tobillos todas las noches —le brillaron los ojos—. Anoche me pintó las uñas de los pies.
—Podrías habértelo callado —replicó Jake entre las risas de Jared.
—Me parece encantador —le tranquilizó Lindsey.
—Es una descripción perfecta de Jake, encantador.
—Cierra el pico —gruñó Jake—. Ya veremos qué haces cuando tu mujer diga que no puede verse los pies y tiene que pintarse las uñas. No sé qué os pasa a las mujeres con el esmalte de uñas.
—Yo me siento desnuda si no me pinto las uñas de los pies —explicó Ashley mientras enseñaba las uñas de las manos sin pintar—. Naturalmente, hace años que me he resignado con éstas. Es una pérdida de tiempo para una veterinaria.
—¿Tienes fecha para el parto? —le preguntó Lindsey.
—En teoría, es para dentro de un par de semanas, pero, a juzgar por lo mal que me he encontrado últimamente, creo que podría ser antes.
Jake y Jared se miraron con gesto de espanto.
—¡Ni se te ocurrirá tenerlo esta noche! —exclamó Jake.
Las dos mujeres se rieron.
—Jake, ¿te has fijado esta noche en Jude? —le preguntó Jared mientras miraba alrededor
—. Está ausente y más callado que nunca —señaló con la cabeza a Jude, que estaba hablando con su padre—. ¿Cómo le va su destino en San Antonio? ¿Sabes algo?
—No —contestó Jake—. Ha debido de considerar que tu vuelta merecía una visita. Lleva más de un año en San Antonio y es la primera vez que viene desde nuestra boda.
—¿Y sabes algo de Jason?
—Te digo lo mismo. Le escribe correos electrónicos a mamá de vez en cuando, pero nunca dice dónde está.
—¿Vuestros hermanos están sorprendidos de que os hayáis casado? —preguntó Lindsey.
Jared y Jake se miraron.
—Es una forma de decirlo —contestó Jared—, pero creo que sus palabras serían: «Mejor tú que yo».
Las dos mujeres soltaron una carcajada.
—Es un buen epitafio —puntualizó Lindsey.