-X- Al éxito por patriotismo
Inútil soy; poned a contribución esta pobre vida, y veréis si la vida, pobre como es, no se quema en una pira por la defensa de su patria,
(CARDENAL MONESCILLO)
Nada hay tan grande y tan sublime como la pasión o el amor a la patria.
(CASTELAR)
Donde nos criamos, allí está nuestra patria.
(GOETHE)
Allí donde existe el derecho, está nuestra patria.
(SCHILLER)
La patria espera que cada cual cumpla con su deber.
(NELSON)
Schiller recogió la leyenda y de ella hizo una de sus magníficas obras. Anotemos los rasgos principales para conocer al héroe.
Un hombre huye perseguido por otros e implora a un barquero que le pase al otro lado del lago. Ni el barquero ni algún otro que hay con él, se atreven, dada la horrible borrasca que se ha desencadenado. a entrar en el lago. El perseguido se desespera, cuando el héroe aparece.
Sabe también manejar los remos y se decide a intentar la salvación de aquel compatriota tan apurado.
«Yo os salvaré, dice, del poder del tirano. De los peligros de la tempestad es otro el que debe salvaros; sin embargo es preferible para ti caer entre las manos de Dios que entre las manos de los hombres»
Cuando los perseguidores llegan, es tarde; el fugitivo escapó.
Otro día ve el héroe a varios de sus compatriotas trabajando duramente bajo las órdenes de un funcionario público que los azota, si no son activos. La obra que hacen es una fortaleza-prisión para mejor oprimirlos y sojuzgarlos. El héroe murmura indignado: «Lo que unas manos edifican otras manos lo podrán derribar El corazón no se alivia de su peso por palabras, pero actualmente los solos actos son paciencia y silencio». Dicho esto desaparece.
El tirano tiene en una ocasión la cínica ocurrencia de colocar su tricornio sobre un palo para que las gentes del país saluden el sombrero como si fuese la propia persona que representa la autoridad del monarca. Nuestro héroe pasa por delante del sombrero sin hacer la reverencia obligada y por ese delito se le emprisiona como traidor al rey. Pide gracia, como ignorante de la orden, y el tirano se la otorga con una condición: la de probar la habilidad que le han dicho posee de tirador de ballesta, disparando sobre una manzana colocada en la cabeza de su hijo.
Horrible condición es, pero se decide, dispara y acierta. El niño de Guillermo Tell sale ileso de la terrible prueba a que ha sido sometido su padre, por un hombre al cual poco tiempo antes pudo haber asesinado en el campo a solas e impunemente.
El tirano Gessler observa que Tell escondía una segunda flecha y exige explicaciones. Tell obligado contesta: «Bien, señor, puesto que me va la vida, os diré la verdad toda entera. (Saca la flecha de debajo de su vestido y mira a Gessler con ojos amenazadores). Con esta segunda flecha, os hubiera disparado, si hubiese tocado a mi hijo, y estad cierto de que no os hubiera marrado el golpe»
«Perfectamente, Tell; exclama Gessler. Te he asegurado que te perdonaría la vida, he dado mi palabra de caballero y la cumpliré; pero sabidas tus malas intenciones, voy a ordenar se te conduzca a un lugar donde ni la luna ni el sol vayan a alumbrarte, para quedar yo seguro de tus flechas. Cogedle, criados, sujetadle».
Al poco rato una barca navega por el lago. Gessler ha querido por sí mismo conducir al prisionero, que, fuertemente ligado, va con un fardo, tirado sobre el suelo del bote. Al salir de las gargantas del Golardo una fuerte tempestad amenaza a los que con Gessler, llevando a Tell, tripulan la débil embarcación. Solo uno de ellos pudiera salvarles. Es Tell que como nadie manejaría los remos si se le desatase. Gessler se dirige a él con estas palabros: «Tell, si tienes confianza en ti y piensas poder ayudarnos, estoy dispuesto a dejarte libre de tus ligaduras».
Tell responde: «Sí, señor, con la ayuda de Dios, tengo confianza y pienso conseguir salir de este peligro».
El prisionero es desatado, se encarga de la dirección del bote, lo dirige hacia la orilla frente a unas rocas, salta rápido a éstas, vuelve a empujar la embarcación hacia atrás y huye, llevándose sus. armas, en busca de varios compañeros con quienes se había juramentado para defender la patria contra la tiranía de los dominadores.
Gessler ha logrado por fin salvarse de la tormenta, y a caballo con varios acompañantes, cruza los escarpados senderos de la montaña.
Se le oye decir: «Yo soy todavía un amo demasiado benigno para este pueblo, las lenguas están todavía libres, aún no está del todo domado como conviene, pero esto cambiará, yo lo prometo. Quiero quebrar este carácter tan estirado, haré recoger ese temerario espíritu de libertad.
Voy a promulgar una nueva ley en este país. Quiero... (una flecha acaba de herirle, se lleva la mano al corazón) ¡Dios mío, piedad! ¡Es el golpe de Tell!»
En lo alto de las rocas un hombre exclama: «Conoces al tirador, no busques otro. Las cabañas son libres, la inocencia no tiene ya nada que temer de ti, ya no harás más agravios a la nación».
Desde aquel instante el pueblo se ve sin el yugo del opresor; los mismos obreros que levantaban la fortaleza, queman los andamios y destruyen lo edificado, las demás fortalezas caen en poder de los sublevados que abren las puertas a los injustamente detenidos, y por todas partes no se oye más grito que éste, el cual hasta los niños repiten: «¡Libertad, libertad para la Patria!»
Aquel ridículo sombrero, chispa de la revolución, quieren destruirlo unos, como recuerdo del tirano, mas otros piden que se le conserve diciendo:
«¡Puesto que ha servido de instrumento a la tiranía que quede como un signo eterno de la libertad!»
Los gritos de «¡Viva Tell el arquero y libertador!» atruenan el espacio, y desde aquel día el pueblo suizo ha hecho de la memoria de Guillermo Tell un culto y de su nombre el símbolo del patriotismo.
+Y si nosotros también tomamos para estas líneas a Tell como modelo de patriotas, y por su patriotismo célebre, es porque en él su amor a la Patria y a la libertad era un sentimiento puro sin mezcla de ambición, soberbia, orgullo u otra de las pasiones que frecuentemente desnaturalizan en los hombres el elevado amor a la Patria.
Patriotas los ha habido en todos los pueblos y en todas las categorías sociales, tanto civiles como militares; patriotas fueron Viriato el pastor, el labrador Cincinato, el orador Pericles, el guerrero Escipión, el impresor Franklin, el estadista Bismarck y tantos otros cuyos nombres llenan las páginas de la historia.
Hoy no germina la semilla del patriotismo con la pujanza que germinó y fructificó en otras épocas. El patriotismo de hoy tiene mucho de chauvinismo y de hipocresía La constante comunicación que hoy existe entre los pueblos y las doctrinas humanitarias del socialismo han modificado el concepto de la palabra patriotismo, o por mejor decir lo han destruido, sin que todavía se haya atinado con el nuevo sentido que a las voces patriotismo y patriota haya en lo sucesivo que darles.
Es más, se han cambiado de tal modo los papeles que yo creo que están pasando, o se quieren hacer pasar por patriotas, los que más daño causan a la patria. Persistiendo en el concepto antiguo de la palabra patriotismo se arruina a los pueblos teniéndoles continuamente bajo la amenaza de guerras, cuando no metidos en ellas, inutilizando para la industria, la agricultura y el progreso todo de un país, lo más florido de su juventud y consumiendo en armamentos y en medios de destrucción lo que, por la cultura y el trabajo, habría de ser fuente de prosperidad.
«La ínfima minoría que vive en el lujo y en el ocio, al mismo tiempo que hace trabajar a los obreros, prepara las matanzas y las rapiñas de la guerra, forzando a la masa desheredada a que sea su cómplice». Esto escribía el gran apóstol ruso Tolstoy, pero nadie lo repita ni aspire a cambiar tal estado de cosas, porque sobre quienes semejantes ideas expongan caerá el estigma del antipatriotismo, sin comprender los censurantes que no en vano pasan los tiempos y que no siempre se ha de tener por patriotismo luchar, conquistar y destruir a los hombres en horribles carnicerías.
Tell fue patriota y su nombre debe ser sagrado para los suizos, al par que recordado con respeto por los hijos de todas las naciones, porque defendió el honor y la libertad de su país. Aquellos tiempos y aquellas circunstancias requerían un patriotismo como él lo tuvo, pero patriotas por otro estilo son los suizos de la época actual que de un país pobre han hecho una tierra encantadora y respetada mediante su actividad para el trabajo, su espíritu de tolerancia, su respeto a todas las ideas, su cultura y hasta sus modales y urbanidad.
Si la Suiza actual necesitase patriotas a lo Guillermo Tell no tendría uno sólo, sino que tendría tantos como habitantes, manejando el fusil tan certeramente como aquel hombre manejaba el arbalate y dirigía las flechas. Pero entretanto, los mismos suizos que procederían así piensan que amar la patria es darle consideración ante los extraños por el orden, la paz, el derecho, la justicia, y el trabajo con que viven, no envidiando a nadie, no aspirando a tierras que no son suyas y creyendo que la riqueza se crea dentro de la propia casa viviendo con economía, produciendo mucho, y sabiendo atraerse a su suelo a los millonarios de todo el mundo para que en su país consuman gustosos crecidas sumas de sus inmensos capitales.
La Suiza moderna no podría presentar, porque procura no tener ocasión para ello, patriotas al estilo antiguo, pero sus hijos son, todos sin excepción, patriotas al estilo moderno; los patriotas que en todas las naciones se debieran procurar, educándolos: los de la paz y del trabajo.
Nosotros ya lo hemos dicho en otro libro[3], hoy las naciones no conservan su existencia por la fuerza bruta del número, sino por la fuerza intelectual de sus masas y por el ascendiente moral que ante los otros países les dan sus progresos y su cultura. Labor, pues, de patriotismo es contribuir a esa cultura y a ese progreso. Spiru Haret en Rumania, elevando por la cultura a este país a nación de primer orden, la hizo en lo moral gran potencia; fue un excelso patriota, a quien su país debe estar más reconocido que Francia a Napoleón con todas sus resonantes, pero efímeras conquistas.
Si el patriotismo es amor, más ¡la amado Spiru Haret a Rumania que Napoleón amó a Francia dejándole tendidos en los campos de batalla sus más robustos hijos.
No imaginamos que el ideal socialista de la paz universal sea un hecho, ni que llegue día en que los hombres prescindan de odios y se amen como hermanos, pues la humanidad lleva en su corazón gérmenes para el mal como para el bien y para odiarse tanto como amarse, pero si confiamos en que uno de los resultados del progreso moral de las gentes será asentar los fundamentos del patriotismo sobre bases muy diferentes a las tradicionales de hostigar al vecino, apoderarnos de su territorio, si podemos más que él, sojuzgarle, tiranizarle sí se resiste a entregarnos sus campos y sus minas, o hasta aniquilarle por completo si su presencia nos estorba, como si ese vecino que defiende su casa y hacienda, sus templos o la sepultura de sus padres, fuese una alimaña, indigno de ser tenido por hijo de Dios y sin derecho a un trozo de tierra en el mundo.
La plutocracia y el imperialismo son las dos plagas mayores que padece la sociedad moderna y los dos enemigos cardinales del verdadero patriotismo. El verdadero patriota mira por los naturales de su país tanto o más que por sí mismo, pero el plutócrata es un egoísta inhumano que con la bandera del patriotismo no repara en sacrificar hombres poniéndolos frente a frente para que a él le conquisten un nuevo campo a donde extender sus garras de ave de rapiña.
Hoy no son, en verdad, los reyes y los gobiernos quienes por un patriotismo, bien o mal entendido, promueven las guerras; es la plutocracia insaciable, en aras de una ambición innoble porque está movida por el egoísmo y el interés, quien lleva a los pueblos a la miseria y a la desolación para aumentar sus negocios con nuevas explotaciones levantadas sobre los huesos calcinados de los guerreros infelices.
Por eso hay tan pocos ejemplos hoy de patriotismo, tan pocos patriotas que merezcan el nombre; en la paz como en la guerra se carece de un ideal superior que mire a la patria; los plutócratas carecen de sentimientos patrióticos que les hagan en tal sentido elevarse sobre el común de los ciudadanos, y éstos no pueden tener ideal cuando ven que se les hace trabajar y luchar, no por la patria y para la gloria de ésta, sino para el provecho material de los que mueven el teclado sin exponerse siquiera a las responsabilidades del gobierno y sin que sobre ellos pueda tampoco caer la sanción moral de la historia.
Cuando los hombres saben que la posteridad ha de contemplarles como buenos hijos que han hecho algo por la madre patria, cuando los hombres tienen el temor de que la historia, por el cargo que ejercen, ha de contemplarles, como Napoleón decía a sus soldados ante las pirámides que los contemplaban cuarenta siglos, entonces, o no se es hombre, pues se ha perdido todo vislumbre de sentimientos, o si la con alteza de propósitos. Mas, cuando quien rige, tras la cortina, los destinos de una nación es un judío, por ejemplo, que ni aún asiento tiene en cámaras legislativas, pero que desde su despacho bancario domina en diputados, senadores, consejeros y ministros, entonces ¿qué patriotismo cabe esperar de ese ente misterioso, ni qué patriotismo cabe pedir a los cuerpos sin alma que él para sus fines ponga en movimiento?
«¡Buena cuenta daremos a Dios de nuestro gobierno!» decía Felipe III a uno de sus ministros. Si por antipatriotismo pide cuentas Dios, ¡buenas las darán esos hombres!; entonces sí que pasará más fácil un camello por el ojo de una aguja que los plutócratas verdaderos sin patria, entren en el reino de los cielos.
Demolins considera que se pueden reconocer cómodamente cuatro variedades de patriotismo: «el patriotismo fundado sobre el sentimiento religioso; el patriotismo fundado sobre la competencia comercial; el patriotismo del Estado, fundado sobre la ambición política y el patriotismo fundado sobre la independencia de la vida privada». Nosotros no admitimos más que uno: el patriotismo del amor a la patria, ni más patriotas que los que a la patria le procuran el mayor bien posible y más desinteresadamente. El sentimiento religioso y las otras causas sobre que Demolins fundamenta el patriotismo, podrán ser estimulantes para el patriotismo, pero no la causa eficiente de él como lo prueba el que tales motivos suelen anteponerlos las personas al beneficio de la patria, mientras que el patriotismo está siempre y por siempre sobre cualquier provecho individual, así como sobre cualquier otro sentimiento de orden de los personales y aún del orden de los altruistas y superiores.
El patriotismo fundado en el amor puro y desinteresado es un sentimiento que nos mueve, dentro de la esfera de nuestras aptitudes, a realizar la mayor suma posible de acciones que eleven ante los extraños la categoría de la nación a la cual pertenecemos. Entre el soldado mercenario que escrupulosamente cumple por disciplina sus deberes militares y el voluntario que se alista al ver la patria en peligro para defenderla, o sin alistarse se marcha a la montaña como guerrillero defensor de su país, hay la misma diferencia que entre la noche y el día. De los primeros no salen héroes; los segundos los han dado a millares a la historia; los primeros son seres innominados, los segundos llevan en las mochilas el bastón de general; los primeros son máquinas, los segundo son hombres.
Igual que con los guerreros sucede con los artistas y con los hombres de ciencia. El artista y el hombre de ciencia que son patriotas tienen una doble ambición para llegar al éxito: la del amor a la belleza o a la verdad y la de elevar el nombre de su patria. El premio Nobel se lo disputan los sabios generalmente, no para que se reconozca su valer como tales, pues la sabiduría es modesta, sino para que el mundo conozca la sabiduría del país en que han nacido.
Los que van a la guerra llevados por la ley, no sabemos si son o no patriotas, pero los que burlan las leyes y se quedan en sus pueblos ejercitándose en los deportes, una fase de la holganza, o asistiendo a corridas donde se lidian dieciocho toros, como la célebre majadería de Santander, esos sí sabemos que carecen de patriotismo, aunque a voz en grito censuren luego, desde los divanes de un café, a los socialistas antipatriotas que hablan mal de una guerra.
Todavía podría pasar que esos burladores de leyes más o menos justas dieren patentes de patriotismo, si ellos en vez de correr con sus automóviles de balneario en balneario buscando alivio al tedio de su ociosidad, se ocupasen en alguna labor pacífica, útil por donde la patria aumentase su renombre mediante los éxitos artísticos, científicos o literarios de esos hábiles y ociosos deportistas.
Aparisi y Guijarro decía en cierta ocasión que quisiera tener mucha gloria para añadir una flor a la corona de la patria, pero que no teniendo más que un alma sensible le daba el amor de ella. Ved ahí el patriotismo: dar a la patria lo que cada cual posea: flores, brazos que la defiendan, obras de arte para su embellecimiento, ciencia que la eleve, obreros que la hagan rica, y siempre dárselo todo con amor.
Y el verdadero patriota lucha y llega al éxito para poder ofrecer a su patria sus obras y con ellas su nombre.