Cuando mas escucho,
más profundo se
hace el silencio
Los especialistas estiman que nuestra mente tiene sesenta mil pensamientos cada día durante las horas de vigilia. Sesenta mil veces cada día, algo hace que un nuevo pensamiento penetre en nuestra conciencia y luego salga para dejar paso a otro.
El problema de esto no radica en la enormidad del número, sino en que hoy tendremos esencialmente los mismos sesenta mil pensamientos que tuvimos ayer y antes de ayer. Nuestro mundo interior es una frenética colmena de actividad con los mismos pensamientos que se repiten interminablemente.
A este frenesí interno yo lo llamo diálogo interior. Es un zumbar omnipresente. La mayor parte de dicho diálogo interior es una suma de creencias que otras personas nos han transmitido. Esos pensamientos incluyen todas sus creencias sobre todo lo imaginable. No hay límites: la familia, las relaciones, el sexo, la política, la historia, el entorno, los delincuentes, Dios, todo. Los pensamientos llegan y se marchan, un día sí y otro también, en una repetitiva interacción de creencias.
Puede que recuerde lo que antes escribí acerca de las creencias. Expliqué que llevan en sí la duda porque las obtuvo de otras personas. Por lo tanto, su diálogo interior refuerza la duda. Duda respecto de uno mismo, de su capacidad para crear milagros, de su capacidad para las relaciones divinas, para curarse, para alcanzar prosperidad y, finalmente, duda sobre la capacidad para conocer el júbilo de la paz interior.
La forma de llegar a este lugar de paz interior, y en consecuencia lograr la conciencia superior, es acallar el frenesí interno.
LA PAZ Y EL DIÁLOGO INTERIOR
El sabio chino Seng T’san nos legó la siguiente muestra de sabiduría: «Deja de hablar, deja de pensar, y no habrá nada que no puedas entender. Regresa a la raíz y hallarás significado. Mira al interior, y en un destello conquistarás lo aparente y la nada». Sólo nos aconseja que dejemos de hablar y dejemos de pensar. Ésta es la tercera clave para obtener la sensación de paz que forma parte de la búsqueda espiritual.
Quiero dejar claro que la paz no es la ausencia de conflictos. Siempre habrá conflictos porque siempre habrá otras personas que querrán que se comporte según sus dictados. Si tiene una arraigada percepción de usted mismo como un individuo único, siempre se le presentarán oportunidades para reforzar esa creencia. Los conflictos también se presentarán cuando consiga acallar su diálogo interno y aquietar su mente.
La paz no es la ausencia de conflicto. Paz es vivir la presencia de Dios. A medida que aprenda a acallar su diálogo interior y sentirse más en paz, comenzará a percibir la presencia de Dios en su vida. Esa paz la sentirá tanto en su cuerpo como en su mundo interior. Las creencias desaparecerán. Y su lugar lo ocupará el conocimiento.
Mientras me preparaba para escribir este libro, leí el Nuevo Testamento y me encontré con algo escrito por san Pablo, y que para mí resultó de una suprema importancia. En la epístola a los Filipenses 2, 5:6, escribió:
Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo en Cristo Jesús, quien siendo en forma de Dios, no tuvo por usurpación ser igual a Dios.
La razón por la que esto tuvo tanto valor para mí es que el primer discípulo de Jesús, san Pablo, acaba con la noción de Dios como ente separado del hombre. Me parece que rechaza la acusación de aquellos que creen que es blasfemia el hablar de Dios como parte de nosotros. Cuando usted acalla el diálogo interno, se encuentra en contacto directo con la amante presencia de Dios. «Dejad que esta mente esté dentro de vosotros… Dios reside dentro de vosotros,».
Para saber dar este primer paso, la frase de Melville citada anteriormente resulta tan apropiada que la repetiré: «El silencio es la única voz de nuestro Dios». Pero este silencio sólo vale lo que traigamos al regresar de él. La capacidad para penetrar en el interior, conocer a Dios y traer de vuelta algo de valor en forma de conciencia superior es alcanzable sólo cuando uno acalla el diálogo interno. Lo que se trae de vuelta es la paz.
En diferentes momentos de mi vida, tanto el alcohol como otras sustancias fueron parte de mi sendero vital. Mediante la meditación conseguí dejar el alcohol, y desde entonces no he vuelto a tocarlo. Pero con otras sustancias, creía que podía usarlas cuando quisiera para conseguir un efecto de recarga energética superior. Que tenía la capacidad de utilizarlas, disfrutar del incremento energético, y luego dejarlas durante largos períodos. Pero llegó un momento en el que me encontré recurriendo con mayor frecuencia a estas fuentes externas de energía. Llegó el día en el que supe que estaba tomando decisiones estúpidas y vacías de todo contenido espiritual, y que ello se relacionaba con el hecho de que buscara la ayuda de esas sustancias adictivas.
Mi reto se convirtió en librarme de esa adicción. Intenté librarme de ellas mediante la lectura, pero volví. Probé la acupuntura, los tratamientos con especialistas y las curas de hierbas. Pero volvía a caer. Estaba decidido a no continuar jugando con esas sustancias. Pero caía una y otra vez. Entonces tuve mi momento de iluminación.
A las 4.05 de una madrugada de un enero estaba meditando. En la quietud, en el silencio de esa meditación, el pensamiento de que nunca más recurriría a esa sustancia se hizo real. Fue mi primera vivencia de Dios. Se me «abrió el corazón», como dice Lao-tze en la cita que da comienzo a este capítulo.
Toda la pantalla interna de mi conciencia se transformó en una brillante luminiscencia mientras oía una voz que decía: «Has intentado todo lo demás. ¿Por qué no intentarlo conmigo?». Nunca en mi vida he conocido una paz semejante, ni tal certidumbre de que Dios estaba dentro de mí y a mi alrededor. Me sentí abrumado por el júbilo.
Pensé que tal vez estaba muriéndome en ese momento, y no me importó porque el gozo lo abarcaba todo de modo absoluto. Podía ver mi cuerpo desde la distancia, como las personas que han descrito sus muertes. Luego vi una ventana que era lo más transparente que haya tenido delante de los ojos. Era como si alguien hubiese limpiado el cristal con una milagrosa disolución que me permitía ver la eternidad.
Nunca había estado tan seguro de nada en toda mi existencia. Sentí que comprendía de verdad el significado de «Al tener abierto el corazón actuarás admirablemente. Al actuar admirablemente, alcanzarás lo divino». Supe que el deseo de buscar algo exterior a mi propia persona desaparecería de mi vida. Ninguna sustancia me había provocado jamás este tipo de éxtasis.
Escuché esa voz, sentí la presencia de Dios, y desde entonces no he experimentado el más leve deseo de volver a consumir ninguna sustancia análoga. Esto es lo que yo traje al regresar de mi silencio interior: la capacidad para librarme de una malsana adicción y el absoluto conocimiento de que «en vosotros este sentir que hubo en Cristo Jesús, quien siendo en forma de Dios, no tuvo por usurpación ser igual a Dios». Yo había alcanzado ese sentir.
Llegó a mí cuando hube acallado todo diálogo y renunciado a todos los otros métodos para expulsar a aquel monstruo malvado de mi vida. Por esto puedo escribir con convicción que la paz interior no es lo único que usted obtendrá al acallar el diálogo interior. Tal vez lo más valioso es lo que traerá de vuelta de esa experiencia.
Lao-tze continúa diciéndonos que «al ser divino, serás uno con Tao». Tao es el nombre que él le da a Dios. Así pues, nos convertimos en uno con Dios al alcanzar la conciencia superior.
He discutido conmigo mismo sobre si incluir una historia tan personal como ésta en el presente libro. Es decir, mi ego discutió con mi yo. Gracias a mi yo espiritual supe que mi experiencia con las sustancias químicas implicaba también ayudar a otros a mirar a su interior, ayudarles a buscar la paz que yo experimenté.
Millones de personas están jugando con fuego cuando andan con esas sustancias, que amenazan a nuestros hijos y la estructura de la vida. Eso está robándonos nuestra esencia espiritual y carcomiéndonos los huesos. Si al relatar mi historia, una sola persona adicta a cualquier sustancia y que sabe que ha perdido el control sobre ella decide acallar el torbellino interior y buscar ayuda en su amante presencia interior, habrá valido la pena.
No es necesario que cuente con el reto de abandonar alguna droga para encontrarle valor a la conciencia superior. Funciona del mismo modo para todo aquello que desee superar. Consiste en llegar al silencio y dejar que Dios se haga presente en usted. Llegar al silencio requiere un esfuerzo consciente. Puede resultar útil saber cómo funciona su mente.
LOS PASOS PARA ACALLAR EL DIÁLOGO INTERIOR
Como he comentado en el capítulo anterior, los pensamientos entran y salen de su mente durante todo el día, y usted puede observar esos pensamientos en lugar de identificarse con ellos. No obstante, ha de recordar que los pensamientos se originan en usted.
Con el fin de entender mi mente, me sirvo de la metáfora de un estanque de profundidad ilimitada. No llamo «meditación» a esta metáfora ni al ejercicio derivado de la misma, porque hay incontables métodos de meditación. Prefiero pensar en ello como en una sencilla y eficaz manera de acallar el diálogo interior. En ese estanque hay cinco niveles.
Primer nivel: la superficie
En la superficie del estanque se encuentra toda la agitación. Es en la superficie donde el viento agitará el agua, caerá la lluvia y la henderá, las temperaturas frías helarán la superficie, y las temperaturas altas la devolverán a su estado líquido. Las tormentas harán que la superficie se muestre violenta. El tiempo plácido devolverá a la superficie a una calma lisa y cristalina. Las hojas y el polvo ensucian la superficie, la gente arroja piedras que perturban su calma, y todas las agitaciones son visibles.
La superficie de su mente es también el lugar en el que usted advierte todas las agitaciones. Éste es el que yo llamo nivel «de charla». Es aquí donde multitudes de pensamientos se abaten de forma constante sobre la superficie de su mente.
La charla va de economía, fechas límite, salud, hijos, citas, listas de compra, jubilación, vacaciones, violencia en el Próximo Oriente, conflictos en el trabajo, relaciones sexuales, el libro que está leyendo, el tráfico, las reparaciones del coche, su jaqueca, la gripe de su madre, lo que tiene miedo de decirle a su jefe, la esposa o el marido del que usted es víctima… Podría llenar un millar de páginas con estos pensamientos fugaces. Ésta es la realidad de su vida mental. Muchas agitaciones zumban en la superficie de su mente, todas relacionadas con la vida cotidiana.
Las tormentas de su vida se convierten en violencia en su mente. Los vientos de su existencia crean agitaciones. Todo ello adopta la forma de pensamientos. La mente queda así por entero poblada de pensamientos relativos a su vida externa.
Este tipo de existencia resulta extenuante. Pero más que cansarle, este nivel le impide experimentar la conciencia superior. Por desgracia, resulta probable que sea ésta la forma como se ha acostumbrado a utilizar su mente. Puede que incluso crea que la mente no es más que el receptáculo de todos estos pensamientos.
Y podría creer que no hay nada que hacer, que está condicionado para utilizar la mente así tanto por educación como por genética. Hasta que explore otras posibilidades, podría creer que los pensamientos vienen y se van según su propia voluntad, y que en realidad no hay mucho que pueda hacer al respecto. Si su mente está así ocupada, pues que así sea.
Le insto a reconsiderar esa postura. Préstele atención tanto al cuidado del nivel de superficie de su mente, como a la profundidad y anchura de tu mente, igual que si fuera el responsable de mantener limpio un estanque. La imagen de la superficie de un estanque azotada con violencia por una tormenta no recoge todo lo que sucede en el estanque. Algunos desperdicios que flotan en la superficie no lo degradan por completo.
Segundo nivel: justo por debajo de la superficie
Las agitaciones de la superficie tienen muy poco impacto por debajo de ésta. Se puede continuar observando una tormenta desde debajo de la superficie, pero su presencia no se siente de la misma forma que cuando uno se encuentra en medio de ella.
Del mismo modo, cuando usted puede descender por debajo de su mente, deja tras de sí el bullicio de la charla. Aquí, la constante entrada y salida de pensamientos la reemplaza una forma de pensamiento diferente. Usted tiene un mayor control sobre el proceso de sus pensamientos, aunque todavía se encuentra muy lejos del silencio.
No obstante, la actividad se encuentra ahora más concentrada. Si se queda quieto, descubre que sus pensamientos están ahora analizando. Es aquí donde busca razones para todo. Desmenuza cada pensamiento e intenta descubrir por qué sucedió esto o falló aquello. Se establecen diálogos burlones con las personas de su vida que no le apoyan como usted juzga que deberían.
Justo por debajo de la superficie tiene lugar el análisis. Puede sorprenderse analizando algo y realizar un esfuerzo para dejar de hacerlo, pero en este nivel existe un análisis constante.
Piense en una piedrecilla arrojada a la superficie del estanque. Llega un momento en que empieza a hundirse camino del fondo. Ha atravesado el nivel de la charla y está pasando a través de la parte analítica que se encuentra justo debajo de la superficie. Adopte la postura del espectador que aprendió en el capítulo precedente. Contemple cómo cae la piedrecilla y observe los pensamientos analíticos.
El análisis es la actividad mental a la que estamos dedicados cuando, de modo automático, nos hacemos silenciosos comentarios sobre todas las personas y cosas. Esos comentarios silenciosos insisten en analizar su progreso o ausencia del mismo.
La dificultad reside en pensar que existe algo más aparte de este momento y encontrar cómo llegar a la paz y el éxtasis. Ha de saber esperar. Llegarán por sí mismas. No juzgue ni se sienta frustrado. Deje que su mente analice, y tenga la seguridad de que antes o después la piedrecilla continuará camino hacia el júbilo. A medida que vaya cayendo, dejará tras de usted el análisis y llegará al tercer nivel.
Tercer nivel: muy por debajo de la superficie
La piedrecilla está ahora muy por debajo de la superficie de su mente. La charla disminuye y también lo hace la necesidad de analizar. Su mente ve el flujo de las cosas y cómo están todas conectadas entre sí. Sintetizar equivale a reunir; analizar a separar.
A este nivel se acerca más a su naturaleza espiritual. Usted puede sentir el flujo de la gratitud, el júbilo y la aceptación. Sabe que está conectado con toda la vida y se sirve de la mente para comprender su lugar en el estanque.
Cuando la «piedrecilla» llega a la síntesis, todavía se está usando la mente. Sin embargo, aquí uno ya no es víctima. Se ha aprendido a controlar los pensamientos que entran y salen.
En este nivel usted acepta que las personas son únicas y que no puede entender cómo ni por qué todos actúan de la forma en que lo hacen, incluido usted mismo. Uno se encuentra flotando en un nivel más profundo de la conciencia. Sentirá el fluir divino a través de todo y todos. Uno se siente más en paz.
La piedrecilla cae cada vez más lentamente hacia el fondo. Usted comienza a conocer en profundidad quién es sin que la mente tenga que entenderlo. Hasta ahora, usted ha estado convencido de que la iluminación implicaba ser un explorador a la búsqueda de algo en concreto. Ahora se da cuenta que no es así.
Se entrega al hecho de no entender y comienza a experimentar la iluminación. Sabe que Dios está dentro y fuera de usted. La piedrecilla cae más al fondo, en el centro de su ser, deja atrás la fastidiosa charla, el análisis y la síntesis, y llega al cuarto nivel.
Cuarto nivel: quietud y éxtasis
Ahora está llegando al lugar en el que le embargará el júbilo de acallar el diálogo interior. En este lugar, uno empieza a bloquear los pensamientos y es uno con la conciencia. Repara en el silencio de ésta. Al aquietarse su mente, el júbilo comienza a destellar en las profundidades del cuarto nivel. El júbilo es una señal de la presencia de Dios. El júbilo es un rasgo de la búsqueda espiritual particularmente digno de mención, porque su presencia confirma que ha encontrado su sendero. La sustancia básica de la vida es el júbilo, que surge del movimiento espontáneo del momento presente. Con esta espontaneidad llega el verse libre del egocentrismo y del enjuiciamiento de uno mismo y de los otros. Esta mente en calma flota en el mar del júbilo. Me encanta el siguiente pasaje del libro A Gift for All Mankind (Un regalo para toda la humanidad), de Tara Singh: «Creo que lo más esencial en la vida de uno es el silencio. ¿Qué es el silencio? Pensamos que si estamos callados, estamos en silencio. Pero tenemos que llegar al silencio sin deseo ni necesidad; en caso contrario no estamos en silencio… Avance hacia el discernimiento y el no querer nada. Inhiba todo estímulo. Es lo más beneficioso».
Este aquietamiento de la mente es una experiencia trascendental. Uno conoce el júbilo de no oír la interminable charla y de no necesitar a nadie para que confirme que uno está o no en la senda correcta. La quietud es una confirmación interior de que está experimentando una parte superior de sí mismo.
A medida que se acostumbre a la quietud, se encontrará con que la busca de forma regular. Sabrá que hay una presencia dentro de usted. Pasado un corto período de tiempo, la piedrecilla alcanzará ese lugar de quietud.
Un antiguo proverbio afirma: «Cuando el zapato te queda bien, te olvidas del pie». Éste es el estado mental al que le transporta el cuarto nivel: un gozoso olvido de lo que no encaja, porque la mente está en paz.
Quinto nivel: un espacio abierto a todas las posibilidades
Éste es el lugar definitivo de descanso. Está más allá del aquietamiento de la mente. Es el lugar interior en el que la mente se vacía de todo pensamiento y a uno le embarga la quietud. La mejor descripción que jamás haya leído de este nivel es del indio americano Alce Negro.
Lo expresa de la forma siguiente: «La primera paz, que es la más importante, es la que proviene del interior del alma de las personas cuando se dan cuenta de su relación, su identificación, con el universo y todas las fuerzas; y cuando se dan cuenta de que en el centro del universo mora el Gran Espíritu, y que este centro está realmente en todas partes, dentro de cada uno de nosotros».
Ésta es la esencia del espacio abierto a todas las posibilidades, al que se ha denominado con muchos nombres, incluidos los de espacio unificado, espacio de amor infinito y el lugar en el que todo es posible.
Imagine que dentro de usted hay un espacio, en lo profundo del estanque. Cuando uno es capaz de llegar a este lugar, mediante el poder que confiere la condición de espectador, se descubre que uno no es la ola sino el mar. Y recuerde que aquello que traiga al regresar de este ámbito es lo que resultará más significativo para su búsqueda espiritual.
El Gran Espíritu del que habla Alce Negro está en el interior de cada uno de nosotros. Es el espacio unificado. En el espacio unificado en el que la piedrecilla alcanza su estado de reposo, usted es uno con la vida. Usted es uno con Dios y con la energía de amor que se encuentra en el centro de todo. No logrará penetrarse de esta verdad mediante la lectura de estas palabras. Ha de vivirlo. Ha de conocerlo.
Yo conozco el espacio unificado. Si algo sé de la mecánica cuántica es que todas las cosas, cuando se las divide en sus más diminutos elementos, no son partículas sino espacio. Todos nosotros compartimos ese espacio unificado, y esa experiencia es lo que hallará en el núcleo de su ser.
En lugar de concentrarme en un solo pensamiento, soy capaz de fijar mi conciencia entre pensamiento y pensamiento. Este espacio es mental, carece de forma. Sólo su conciencia puede apartarse de un pensamiento concreto y centrarse en ese espacio.
Cuando comience a verse a sí mismo observando el espacio de los pensamientos en vez de los pensamientos mismos, tendrá la sensación de conocer a Dios. Al alcanzar el espacio unificado en su vida diaria, ésta se orientará según un propósito que ya no le será desconocido.
El espacio abierto a todas las posibilidades es a lo que se refería san Mateo al decir «… con Dios, todo es posible». Es un lugar mágico al que usted ha de acceder, y sólo lo hará si viaja por su interior. La frase «todas las cosas son posibles» no es una exageración. Dentro de este reino, uno puede lograr lo que antes creía imposible.
Ahora ya conoce mi metáfora de cómo funciona la mente y de lo que puede alcanzar cuando acalle el incesante, monótono diálogo interior. Las inclemencias continuarán en su vida, como lo hacen sobre el estanque. La serenidad ya no será definida como la ausencia de tormentas, sino como la paz que vivirá a pesar de la existencia de tales inclemencias.
Si le apetece, puede llamar a esto meditación. Puede llamarlo conciencia, o simplemente momento de quietud. Algunos prefieren llamarlo «plegaria de la serena experiencia interior». Cualquiera que sea el nombre que escoja, le recomiendo que, seriamente, se tome un tiempo cada día para dejar que esa piedrecilla llegue a descansar en el espacio unificado, el espacio abierto a todas las posibilidades.
LA PLEGARIA Y SU DIÁLOGO INTERIOR
Hace poco acabé de leer uno de los libros más notables con que me he encontrado. Healing Words: The Power of Prayer and the Practice of Medicine (Palabras curativas: el poder de la plegaria y la práctica de la medicina) está escrito por un hombre por el que siento un inmenso respeto. Se llama Larry Dossey.
El doctor Dossey es un médico en ejercicio que ha descubierto el poder curativo de la plegaria. Ha llevado a cabo una asombrosa cantidad de investigaciones y, tras éstas, defiende el valor científico de la plegaria. Las plegarias parecen ser una variable decisiva en los casos de enfermos que logran la curación. El tema de este magnífico y ameno libro es que, en el futuro, la ciencia y la religión pueden encontrar en la plegaria un terreno común para la exploración y el diálogo.
Cuando pensamos en la plegaria, por lo general suponemos que es una actividad que tiene lugar entre la persona que reza y Dios. Y por lo común ubicamos a Dios fuera de quien reza, no lo identificamos con él. Pero resulta que no es así.
Como remarca Larry Dossey: «No existe ninguna prueba avalada por ningún experimento de que al rezar se "envíe" algo, ni de que esté presente ninguna clase de energía… Lo que a todas luces sugiere que la plegaria no tiene que ver con ningún tipo convencional de energía, que no viaja desde aquí hasta allá, y que podría no ir a ninguna parte». Por supuesto que esto nos resulta muy difícil de entender si nos encontramos atrapados por nuestras viejas creencias.
Para entender el poder y valor de la plegaria tenemos que despojarnos de las viejas ideas, y mirar más allá de la causa y el efecto, así como del tiempo y el espacio. El reino de Dios no tiene ni principio ni fin. El reino del espíritu tiene que ver con la totalidad, donde todo existe en todo momento, en todas partes.
La cita que más me gusta respecto de este fenómeno es del legendario escritor Hermes Trimesgisto: «Dios es una esfera cuyo centro está en todas partes y cuya circunferencia no se encuentra en ningún sitio». Intente hacer encajar esta definición según sus patrones intelectuales y se encontrará confuso.
El centro de Dios (y también el de usted) está en todas partes, no conoce límites. Así pues, la plegaria le pone en contacto con su núcleo. Pero no se trata de algo que envíe fuera de su cuerpo, al interior de otro.
La conclusión de Dossey es: «Si la plegaria no va a ninguna parte, entonces podría estar presente simultáneamente en todas partes, envolviendo al que reza y al Todopoderoso a la vez». Es de una extrema importancia que entienda esto, porque le ayudará a acallar el diálogo interior mediante el uso de la plegaria.
La práctica de la plegaria le pone en contacto con la verdad que hay dentro de usted. Ese centro más interior es el campo unificado que antes mencioné. Es allí donde la verdad mora en su plenitud, y es el ámbito donde se halla al rezar. Se halla en la eternidad, que es un espacio mágico invisible dentro del cual puede tener lugar la curación y donde uno conoce la divinidad. La plegaria es un método fabuloso para acallar el diálogo interno. Proporciona un espacio para aquietar la mente y para comunicarse con Dios.
La esencia de la tercera clave de acceso a la conciencia superior es sencillamente alcanzar el silencio interno. Si quiere llamar meditación a esto, hágalo, pero llévelo a la práctica, conocerá un gozoso júbilo. Si prefiere llamarlo plegaria, y la ve como un diálogo con Dios que excluye los ruidos ajenos a su ser interior, hágalo, pero rece.
La clave no se encuentra ni en el método ni en la etiqueta que le ponga. La clave está en la práctica de dejar que la piedrecilla caiga desde la superficie de su mente hasta el espacio abierto a todas las posibilidades. Ahí es donde somos todos uno, y donde conocerá a Dios.
Sugerencias para acallar el diálogo interior
• Cuando se dirija a su interior, recurra a la metáfora de la piedrecilla que desciende por los varios niveles de su mente. Mientras la piedrecilla cae, adopte la condición de espectador. Observe con actitud benevolente todos sus pensamientos mientras desciende hasta el espacio unificado.
• Cuando advierta que tiene la mente demasiado llena de pensamientos, intente no concentrarse en nada durante unos minutos. Necesita detenerse y llevar un poco de quietud a su charla interior. Diga para sí: «Tengo la mente llena de los pensamientos. Voy a intentar pasar cinco minutos sin que me bombardee ningún pensamiento. Apartaré de mí cualquier pensamiento durante unos minutos».
• Use la respiración como medio para evitar que su mente parlotee de forma incesante. Puede hacerlo concentrándose en la respiración. Inspire profundamente al tiempo que excluye todo pensamiento. Luego exhale el aire con lentitud y del todo con la misma concentración. Cuando aparezcan los pensamientos, que lo harán, tenga presente que son avisos de que debe volver a concentrarse en su respiración.
También puede usar los latidos del corazón como punto de concentración. Vuelva a concentrarse en los latidos regulares de su corazón cuando advierta que los pensamientos se entrometen.
• Cuando encuentre que sus pensamientos están justo por debajo del nivel analítico, piense en una rosa. Al reemplazar el análisis por la belleza de una rosa, podría recordar estos versos de Rabindranath Tagore:
No le llevemos una rosa a nuestra amada
porque en ella ya hay encarnado un mensaje que
a diferencia de las palabras de nuestro idioma, no puede ser analizado.
Esto es un recordatorio de que el hábito de analizar puede impedirle conocer la verdad que es el centro de su ser. La rosa no necesita ser analizada. Simplemente es. Lo mismo es aplicable en su caso.
• En el nivel en que se produce la síntesis, cuando esté sintiendo la belleza y unidad de la vida, podría descubrir que está dejándose llevar por pensamientos relativos al placer de esa paz espiritual. Abandone también esos pensamientos. Necesita acallar todo diálogo interior que enturbie el camino que conduce al espacio abierto a todas las posibilidades.
A su ego le gusta decirle que es mejor que otros, porque es más espiritual y tiene un entendimiento más profundo. El recorre su conciencia con tales pensamientos. Cuando lo haga, líbrese de él; ahora es un momento de meditación o plegaria.
• Intente fijar su conciencia en el espacio de los pensamientos, en su entorno, no en ellos. Puede que esto le parezca imposible, pero le aseguro que usted es capaz de hacerlo.
Cuando se encuentre en un pensamiento, deslícese por el intervalo que precedió a ese pensamiento y fije su conciencia justo en ese vacío. En su obra Quantum Consciousness, Stephen Wolinsky dice lo siguiente sobre el espacio de los pensamientos: «Experimentar el espacio que hay entre nuestros pensamientos acaba por conducir a la relajación de los límites que colocamos en torno a las cosas, ideas, personas y demás. Y a medida que estos límites se relajan, nuestro contento aumenta».
Ese espacio sin límites que existe entre sus pensamientos es un hueco que se encuentra más allá de sus percepciones físicas y mentales, es allí donde experimenta el éxtasis de la espiritualidad. Cuando, a propósito, fije allí su conciencia, le embargará una abrumadora sensación de contento. Cuando regrese a un pensamiento, lo cual resulta inevitable, no se juzgue. Con suavidad pero firmeza intente volver a deslizarse en el hueco que haya entre ese pensamiento y el siguiente.
• Matricúlese en un curso de artes marciales que enseñe el arte de la concentración. Hay muchas actividades de este tipo a su disposición—. El tai-chi y el taekwondo no son más que dos de las muchas que disfrutan de popularidad debido a su eficaz combinación de disciplina física y espiritual. Le hacen conocer la concentración, que es otro término para definir el proceso de acallar el diálogo interior y ser uno con la presencia divina.
• Póngase en contacto con un centro de meditación trascendental y matricúlese en un curso de introducción. Resulta un magnífico primer paso para hallar la paz interior y acallar el diálogo interno.
El propósito de la meditación trascendental es el de enseñarle cómo llegar a ese espacio unificado y aprender a superar su resistencia. Se lo recomiendo vivamente. He practicado meditación trascendental durante muchos años.
• En cualquier momento de estrés, diríjase hacia su interior y deje que la piedrecilla caiga, aunque sea sólo durante unos segundos. Usted puede acallar el diálogo interior en cualquier parte. Esta técnica me ha resultado útil incluso en medio de un partido de tenis. Cuando he hecho esto he descubierto que algunos de los momentos más importantes de la competición atlética están entre punto y punto.
Ese espacio es como el espacio entre los pensamientos. En situaciones como un partido de tenis, usted puede concentrarse merced a la respiración entre golpe y golpe. De esta forma será inmune a las distracciones. Intente convertir sus actividades en meditaciones.
Acallar su diálogo interior no tiene por qué ser algo que practique en solitario, en un lugar silencioso. Puede hacerlo en cualquier parte, con independencia de las circunstancias externas.
• Póngase delante de un espejo, mírese directamente a los ojos y diga en voz alta: «Te quiero, te valoro, y sé que hay mucho más en ti que aquello que me devuelve la mirada». Luego cierre los ojos y repítalo otra vez. Se encontrará con que va más allá de su yo físico y se libera de muchos de sus pensamientos relacionados con demostrar su valor.
Usted es un ser precioso en la medida en que es una criatura divina. Punto. No necesita demostrar nada. Así que cualquier pensamiento que sea contrario a esto está impidiéndole llegar a conocer su yo espiritual conectado con la divinidad.
• Cuando tome la decisión de rezar, en lugar de dirigir la oración al exterior y buscar una consideración especial por parte de Dios, realiza un intento de estar en la mente de Dios sobre la que escribió san Pablo en su carta a los Filipenses. En lugar de hacer solicitudes, escuche la voz de Dios que está presente en el centro de su ser.
Si está orando por otra persona, haga que su observador se concentre en la energía divina que rodea a esa persona. No permita que sus pensamientos se aparten de esa divina luz curativa. Vea a Dios como su eterna guía divina, siempre a su disposición. Vívalo.
• Imagine un gran reloj cuyo segundero haga una pausa muy leve cada vez que avanza un segundo. Yo pienso en un viejo reloj Seth Thomas que había en el aula de mi colegio. Parecía detenerse cada vez que pasaba un segundo. Primero, concentre su atención en cada segundo, luego desvíe la atención al espacio existente entre los segundos.
O imagínese corriendo entre una gran multitud sin tocar a nadie. Imagine que está corriendo por los huecos que hay entre las personas.
Los huecos representan ese espacio existente entre sus pensamientos, espacio que simboliza el Tao. El silencioso e ilimitado vacío interior. Marsha Sinetar, al escribir su obra Ordinary People as Monks and Mystics (Personas corrientes como monjes y místicos), resumió este proceso de la manera siguiente:
Si las personas corrientes se tomaran el tiempo necesario para volverse hacia su interior, para desarrollarse a sí mismas tal como estamos comentando, su comportamiento, elecciones, actividades, también vendrían motivadas por su interior. Cada acto y elección tendría más significado. Dichos actos auténticos son el resultado de un proceso de conversión que todos podemos experimentar, seamos o no dependientes de una tienda de comestibles, un fracasado escolar, un científico nuclear, o un vago. Este proceso, por fortuna, es el gran igualador, tiene poco que ver con dónde o cómo viva una persona.
Todos somos personas corrientes, y todos somos también místicos.
Tómese un poco de tiempo cada día para volverse hacia su interior y dejar que esa piedrecilla caiga a través de los niveles de su mente hasta que se pose en el espacio abierto a todas las posibilidades. El ruido interior le impide conocer el silencio, que es la voz de Dios.
Usted puede conocer esta tercera clave de acceso a la conciencia superior si está dispuesto a reconocerse como una criatura divina. Su búsqueda espiritual se inicia en los momentos de silencio celestial.
Al reunir la energía espiritual que tiene en los jubilosos momentos de silencio, usted hará que su ego quede relegado. Esta última clave de acceso a la conciencia superior le está aguardando.