Capítulo 16


Qui-Gon sintió la ira de Xánatos fluyendo por el aire y no dejó que se encontrara con la suya propia. En el pasado había odiado a Xánatos, pero no podía vivir con el odio y seguir siendo un Jedi. No odiaba a su enemigo, sólo quería detenerle. Había una diferencia. Sabía que Xánatos quería verle utilizar su odio y su ira, y que, por encima de todo, quería demostrar que Qui-Gon Jinn podía violar el Código Jedi. Ésa sería su victoria.


Qui-Gon halló el centro de su voluntad y su tranquilidad incluso mientras volteaba, saltaba por el aire y se acercaba a Xánatos por un lado y luego por otro. Su voluntad chocaba contra la de su antiguo aprendiz.

Xánatos saltó hacia atrás dos veces y luego se cambió el sable de mano para atacar a Qui-Gon desde otro ángulo. Esta habilidad era nueva. Ahora, Xánatos era ambidiestro. Qui-Gon tendría que estar alerta por si había cambios repentinos en los ataques. El Maestro Jedi esquivó un golpe de Xánatos con un inesperado revés, y luego giró sobre sí mismo para asestarle un gancho en la barbilla. Xánatos se anticipó al movimiento y se echó hacia atrás, pero Qui-Gon ya lo había supuesto y Xánatos escapó a su siguiente estocada por los pelos. Pudo ver el disgusto en sus ojos.

Xánatos se dio la vuelta y echó a correr. Qui-Gon le persiguió, subiendo sin esfuerzo por las escaleras, e irrumpió en la Sala del Consejo Jedi.

La Fuerza le indicó que se agachara y Qui-Gon se arrojó al suelo hacia la izquierda. Una mesita impulsada por la Fuerza chocó contra la pared a sus espaldas. Qui-Gon se agachó al ver que detrás venía un monitor, que quedó destrozado al impactar contra la pared detrás de su cabeza. El Maestro Jedi saltó hacia delante y se acercó a Xánatos con una serie de veloces embestidas.

–La edad te ha vuelto más lento, Qui-Gon -jadeó Xánatos -. Hace cinco años habrías acabado conmigo en la Cámara de Seguridad. Ahora soy más rápido que tú.

–No -dijo Qui-Gon mientras los sables entrechocaban-, tan sólo hablas más.

El Maestro Jedi rodeó a Xánatos, buscando un punto desde el que atacarle. Xánatos siguió moviéndose, mientras, ayudado por la Fuerza, mantenía las sillas del Consejo suspendidas entre ellos. Xánatos arrojó una de ellas contra la pared y luego saltó.

La batalla se tornó aún más feroz. Los sables láser se entrelazaban una y otra vez mientras los dos contendientes intentaban ganar ventaja sobre su adversario.

–Ríndete, Qui-Gon -gruñó Xánatos -. Sobreviviré a la lucha, te mataré aquí mismo y luego me llevaré el vértex. Tus maravillosos Jedi tendrán que arreglárselas sin ti.

Qui-Gon bloqueó un golpe bajo.

–Tus pequeños errores siempre han sido tu perdición.

–Yo… no… cometo… errores… -Xánatos masculló las palabras dando un paso involuntario hacia atrás ante la furia del ataque de Qui-Gon.

–Tus pies te delatan -respondió Qui-Gon, tomando la delantera con un golpe oblicuo -. No te das cuenta de hasta qué punto delatas tu siguiente movimiento. Veo cómo tu cuerpo se ladea ligeramente. Estás dejando caer tu peso sobre el pie izquierdo. Vas a moverte hacia la izquierda.

Xánatos cambió de lado. Qui-Gon, que ya lo había supuesto, se abalanzó hacia delante. Xánatos chocó contra la pared. El sable láser casi se le cayó de las manos

Aprovechando la ventaja, Qui-Gon saltó sobre él, pero Xánatos volvió a cambiarse el sable de mano y esquivó el golpe de Qui-Gon mientras cruzaba la habitación. Xánatos agarró el sable láser y cortó un agujero en la ventana que daba a las elevadas torres de Coruscant.

La ventana cayó. Con los ojos fijos en Qui-Gon, Xánatos sonrió.

–Nunca me vencerás, Qui-Gon Jinn. Ésa es tu maldición.

Y saltó al vacío.