Qui-Gon halló el centro de su voluntad y su tranquilidad
incluso mientras volteaba, saltaba por el aire y se acercaba a
Xánatos por un lado y luego por otro. Su voluntad chocaba contra la
de su antiguo aprendiz.
Xánatos saltó hacia atrás dos veces y luego se cambió el
sable de mano para atacar a Qui-Gon desde otro ángulo. Esta
habilidad era nueva. Ahora, Xánatos era ambidiestro. Qui-Gon
tendría que estar alerta por si había cambios repentinos en los
ataques. El Maestro Jedi esquivó un golpe de Xánatos con un
inesperado revés, y luego giró sobre sí mismo para asestarle un
gancho en la barbilla. Xánatos se anticipó al movimiento y se echó
hacia atrás, pero Qui-Gon ya lo había supuesto y Xánatos escapó a
su siguiente estocada por los pelos. Pudo ver el disgusto en sus
ojos.
Xánatos se dio la vuelta y echó a correr. Qui-Gon le
persiguió, subiendo sin esfuerzo por las escaleras, e irrumpió en
la Sala del Consejo Jedi.
La Fuerza le indicó que se agachara y Qui-Gon se arrojó al
suelo hacia la izquierda. Una mesita impulsada por la Fuerza chocó
contra la pared a sus espaldas. Qui-Gon se agachó al ver que detrás
venía un monitor, que quedó destrozado al impactar contra la pared
detrás de su cabeza. El Maestro Jedi saltó hacia delante y se
acercó a Xánatos con una serie de veloces
embestidas.
–La edad te ha vuelto más lento, Qui-Gon -jadeó Xánatos -.
Hace cinco años habrías acabado conmigo en la Cámara de Seguridad.
Ahora soy más rápido que tú.
–No -dijo Qui-Gon mientras los sables entrechocaban-, tan
sólo hablas más.
El Maestro Jedi rodeó a Xánatos, buscando un punto desde el
que atacarle. Xánatos siguió moviéndose, mientras, ayudado por la
Fuerza, mantenía las sillas del Consejo suspendidas entre ellos.
Xánatos arrojó una de ellas contra la pared y luego
saltó.
La batalla se tornó aún más feroz. Los sables láser se
entrelazaban una y otra vez mientras los dos contendientes
intentaban ganar ventaja sobre su adversario.
–Ríndete, Qui-Gon -gruñó Xánatos -. Sobreviviré a la lucha,
te mataré aquí mismo y luego me llevaré el vértex. Tus maravillosos
Jedi tendrán que arreglárselas sin ti.
Qui-Gon bloqueó un golpe bajo.
–Tus pequeños errores siempre han sido tu
perdición.
–Yo… no… cometo… errores… -Xánatos masculló las palabras
dando un paso involuntario hacia atrás ante la furia del ataque de
Qui-Gon.
–Tus pies te delatan -respondió Qui-Gon, tomando la delantera
con un golpe oblicuo -. No te das cuenta de hasta qué punto delatas
tu siguiente movimiento. Veo cómo tu cuerpo se ladea ligeramente.
Estás dejando caer tu peso sobre el pie izquierdo. Vas a moverte
hacia la izquierda.
Xánatos cambió de lado. Qui-Gon, que ya lo había supuesto, se
abalanzó hacia delante. Xánatos chocó contra la pared. El sable
láser casi se le cayó de las manos
Aprovechando la ventaja, Qui-Gon saltó sobre él, pero Xánatos
volvió a cambiarse el sable de mano y esquivó el golpe de Qui-Gon
mientras cruzaba la habitación. Xánatos agarró el sable láser y
cortó un agujero en la ventana que daba a las elevadas torres de
Coruscant.
La ventana cayó. Con los ojos fijos en Qui-Gon, Xánatos
sonrió.
–Nunca me vencerás, Qui-Gon Jinn. Ésa es tu
maldición.
Y saltó al vacío.