EL MUNDO DE CORDWAINER SMITH
El nombre de Cordwainer Smith es bien conocido para aquellos que han leído sus relatos en Galaxy, Fantasy and Science Fiction, Amazing y otras revistas norteamericanas. Sin embargo, nada de lo que escribió ha sido jamás reunido en lengua española en una antología. Y resulta asombroso, ya que es uno de los pocos talentos realmente originales de la SF.
Todas las historias recogidas aquí tienen un cierto número de características comunes: y es que en ellas puede ser claramente vista la originalidad de Cordwainer Smith. En efecto, creó todo un universo propio, situado a unos 40.000 años en el futuro; un universo que es gobernado por los Señores de la Instrumentalidad, una casta despótica y a veces cruel, pero sin embargo benevolente, reclutada entre la intelligentsia de un millar de mundos. Mientras la Instrumentalidad contempla los asuntos del hombre desde un plano elevado, sus intereses materiales son servidos desde abajo por los subhumanos: animales transformados genéticamente, que combinan un aspecto semihumano con las particulares habilidades de sus especies. Otros temas y caracteres aparecen en todas o casi todas las historias: los Go-Capitanes que abrieron las rutas del espacio profundo; los fabulosamente ricos norstrilianos que controlan las únicas fuentes de la droga de la inmortalidad; y el planeta Shayol, un lugar de castigo eterno.
En su nivel más básico, la cosmología de Cordwainer Smith es una desenfrenada colección de trucos tecnológicos y fantástica brujería. Pero un examen más profundo revela que cada historia que escribió es, de hecho, un fragmento de una gran (y nunca terminada) crónica del futuro, en la que el todo es superior a la suma de las partes. El sentido de lo maravilloso, que es parte esencial de toda historia de ciencia ficción realmente buena, surge, en los relatos de Cordwainer Smith, de la vasta perspectiva que ha creado como escenario para sus obras. Tras la historia que se nos está contando podemos notar la vibrante vida de la galaxia que ha creado. Además, nunca comete el error de tratar de explicar fenómenos pseudocientíficos con términos pseudocientíficos. Simplemente, nos pide que seamos crédulos y que aceptemos los trucos y la brujería sin preguntar cómo o por qué. Y la mayor parte de las veces estamos dispuestos a ello, porque el universo de Cordwainer Smith, completo y consistente en sí mismo, representa una hazaña mantenida de la imaginación, tan única y ricamente decorada como la Fundación de Isaac Asimov o el Gormenghast de Mervyn Peake.
Raramente sucede en la SF que los personajes descritos se nos presenten como personas de verdadera carne y huesos: Cordwainer Smith no es ninguna excepción. Lo que le distingue de los otros escritores cuyos personajes son simples mecanismos destinados a llevar a su término la trama es su interés por la mitología y sus arquetipos. Esto era algo más que un interés subconsciente. Él mismo proclamó que The Ballad of Lost C’mell (La balada de C’mell) era una nueva versión de El romance de los tres reinos de Lo Kuan-Chung, tal como la odisea de Casher O’Neill (una trilogía de la que en este volumen aparece Planeta de joyas y en N. D. n.° 2 otra de las partes: Planeta de arena) seguía la línea general de La Odisea de Homero.
De modo significativo, la gesta de Casher O’Neill no termina en la matanza de Ulises al regresar a Ítaca, sino en una operación quirúrgica realizada por telequinesis que transforma al usurpador en un gobernante justo y benevolente. El supremo interés por los valores humanos de Cordwainer Smith embebe todo lo que escribió. Los verdaderos héroes no son los Señores de la Instrumentalidad —remotos, caprichosos y tan dados a la disensión como los dioses del Olimpo— sino los subhumanos: C’Mell, D’alam y la muchacha-tortuga T’ruth. A un nivel más modesto, su afinidad con los animales resulta bien evidente en otro de los relatos de esta colección: El juego de la rata y el dragón.
El estilo de Cordwainer Smith es tan distintivo como la materia de sus relatos. Sus historias están escritas como baladas históricas, recopiladas por un observador contemporáneo para diversión e instrucción de la posteridad. Este método le permite combinar la objetividad de la narrativa en tercera persona con la autoridad del testigo visual.
Dicho todo esto, uno podría preguntarse, razonablemente, por qué la obra de Cordwainer Smith es prácticamente desconocida en los países hispanos. Se debe, parcialmente, a que prefería el relato corto a la novela. Murió en 1966: si hubiera seguido con vida, quizá hubiera reunido su obra en una serie ligada de relatos que formasen una única saga épica. Pero una razón más importante es que se mantuvo aparte de las corrientes literarias principales, tanto de la fantasía como de la SF, de los años 50 y principio de los 60. Cualquier relato de Cordwainer Smith puede ser reconocido instantáneamente como tal. Hay ecos de su estilo y forma de relatar en Theodore Sturgeon y Samuel R. Delany: una mezcla extraña similar de fantasía barroca y de pura ciencia ficción, una facilidad poética, y a menudo extravagante, en el lenguaje, y una profesionalidad escrupulosa que desafía toda inclusión bajo la etiqueta de subliteratura. Estos dos escritores tienen mucho éxito en ambos lados del Atlántico. Espero que esta colección pueda servir para establecer un público igualmente apreciativo para Cordwainer Smith.
ANTHONY CHEETHAM