CUADRO III

La HERMANA vuelve a su asiento, impasivamente, mientras la madre de la muchacha y su hermano menor aparecen, viniendo del jardín. La madre, Sra. HOLLY, es una fatua señora meridional que no necesita otra descripción. El hermano, JORGE, es típicamente buen mozo y el que posee la mejor figura en la familia; alto y elegante. Entran.

SRA. HOLLY:

—¡Mi querida Catalina! ¡Catalina…! (Se levanta con cautela). Bueno, bueno… ¿Verdad que está hermosa, Jorge?

JORGE:

—¡Uh, uh!

CATALINA:

—Te mandan al salón de belleza cada vez que vas a ver gente de tu familia. En los demás momentos estás horrible; ni siquiera puedes tener una cajita de polvo, un lápiz de rouge ni ningún objeto hecho de metal, por miedo a que te lo tragues.

SRA. HOLLY (Suelta una risa campanilleante):

—Yo la encuentro muy mona. ¿Y tú, Jorge?

JORGE:

—¿No hay forma de hablar con ella un minuto sin la monja?

SRA. HOLLY:

—Sí. Supongo que no habrá inconveniente. ¿Verdad, hermanita?

CATALINA:

—Discúlpenos, Hermana Felicity. Son mi madre, señora Holly y mi hermano Jorge.

HERMANA:

—Encantada.

JORGE:

—¡Hola!

CATALINA:

—Os presento a la HERMANA FELICITY.

SRA. HOLLY:

—¡Nos alegra tanto que Catalina esté en Santa María! ¡Y nos sentimos tan agradecidos por todo lo que hacen por ella!

HERMANA (Con tristeza, mecánicamente):

—Se hace todo lo posible, señora Holly.

SRA. HOLLY:

—No lo dudo un instante. Sí, pues bien… ¿Podríamos hablar un poco a solas con nuestra Catie?

HERMANA:

—No me está permitido perderla de vista.

SRA. HOLLY:

—Es sólo un minutito. Puede sentarse en el vestíbulo o en el jardín, y la llamaremos de nuevo apenas termine la parte privada de nuestra conversación.

La HERMANA FELICITY se retira, con una inclinación de cabeza, no muy decidida, y ronroneo de tela almidonada.

JORGE (A Catalina):

—¡Cristo! ¿Qué es lo que te has propuesto, hermanita? ¡Eh! ¿Arruinamos?

SRA. HOLLY:

—¡Jorge! ¿Quieres callarte? Estás inquietando a tu hermana.

El hombre se pone de pie de un salto y se aparta indignado, golpeándose una rodilla con su raqueta de tenis cubierta por funda con cierre relámpago.

CATALINA:

—¡Qué elegante está Jorge!

SRA. HOLLY:

—Jorge heredó el guardarropa del primo Sebastián, pero todo lo demás está en litigio. ¿Lo sabías? ¿Que todo lo demás está en litigio y Violeta puede hacer que el litigio siga todo el tiempo que quiera?

CATALINA:

—¿Dónde está la tía Violeta?

SRA. HOLLY:

—¡Jorge, vuelve aquí! (JORGE obedece de mala gana). Violeta está bajando.

JORGE:

—¡Ah, sí! La tía Violeta tiene ahora un ascensor.

SRA. HOLLY:

—Sí, tiene. Se lo ha hecho instalar donde estaba la escalera del fondo… y ¡oh, oh! es el ascensorito más precioso que es posible imaginar. Está recubierto de laca china, dorada y negra, con encantadores dibujos de pájaros. Pero sólo hay sitio para dos personas por vez. Jorge y yo viajamos a pie, Supongo que ahora estará tomando su daiquiri helado; sigue tomando su daiquiri helado todas las tardes de la vida… a las cinco en punto, cuando hace calor. Catalina, la muerte horrible de Sebastián ha estado a punto de aniquilarla. Ahora se ha repuesto algo…, pero es cuestión de tiempo. ¡Querida! Una cosa… Yo confío que entiendas por qué no fuimos a visitarte al hospital Santa María. Decían que estabas muy alterada y una visita familiar te alteraría más aún. Pero quiero que sepas que nadie, absolutamente nadie en esta ciudad, conoce el más mínimo detalle de lo que te ha pasado. ¿Verdad, Jorge? Nada en absoluto. Ni siquiera se ha sabido que volviste de Europa. Cuando preguntan, cuando se interesan por averiguar, les decimos simplemente que te has quedado fuera del país para estudiar esto o aquello. (Respira afanosamente). Ahora, querida… deseo que, por favor, tengas mucho cuidado en lo que dices a tu tía Violeta sobre lo que le ocurrió a Sebastián en Cabeza de Lobo.

CATALINA:

—¿Qué quieres que diga sobre lo que…?

SRA. HOLLY:

Basta con que no repitas tu fantástico relato. Por mí y por Jorge, por tu hermano y por tu madre, no cuentes de nuevo esa historia horrible. ¡A Violeta, no! ¿Lo harás?

CATALINA:

—¿Cómo? ¿Pero es que esperáis que le cuente a ella lo que le pasó a su hijo?

SRA. HOLLY:

—Tesoro mío, para eso has venido. Violeta insistió en escucharlo de tus propios labios.

JORGE:

—Tú fuiste el único testigo, Catalina.

CATALINA:

—No. Hubo otros. Los que huyeron.

SRA. HOLLY:

—¡Oh, querida mía! Lo que pasa es que has tenido una especie de pesadilla. Pero ahora escúchame, ¿quieres, Catalina? Sebastián ha dejado… en su testamento, para ti y para Jorge…

JORGE (Con fervor):

—¡Para cada uno, cincuenta mil…! Deducido los impuestos, ¿entiendes?

CATALINA:

—¡Ah, sí! Pero si me aplican una inyección, no tendré más remedio que contar exactamente lo que pasó en Cabeza de Lobo este último verano. ¿Os dais cuenta? No tendré más remedio que decir la verdad. Esa inyección anula cuanto induzca a decir otra cosa y todo sale decente e indecente, sale sin que una pueda gobernarlo y es siempre… ¡¡siempre la verdad!

SRA. HOLLY:

—Querida Catalina, no conozco todo el asunto; pero sin duda no estarás tan mal de la cabeza como para no saber, en el fondo de tu corazón, que la historia que estuviste refiriendo es demasiado…

JORGE (Interrumpe):

—¡Catalina! ¡Catalina! ¡Tienes que olvidar esa versión! ¿No puedes? ¿Por tus cincuenta mil dólares?

SRA. HOLLY:

—Porque si la tía Violeta se opone al testamento, y sabemos que ella se opondría, el asunto rodará en los tribunales eternamente… Nosotros…

JORGE:

—Está en litigio ahora. Y nunca saldrá del litigio si tú no abandonas esa historia… Nosotros no podemos contratar abogados tan buenos como para ganar el pleito. Si no desistes de decir eso, nos quedaremos cazando moscas, como imbéciles.

Se vuelve bruscamente, con una mueca y una súbita sacudida de la mano, cual si derribase algo de un bofetón.

CATALINA la contempla un momento la alta espalda y ríe salvajemente.

SRA. HOLLY:

—¡Catalina, no rías de ese modo! Me das miedo, Catalina. (Chillan aves selváticas en el jardín).

JORGE (volviéndole la espalda a la hermana):

—Catalina, el dinero está todo en la herencia.

Se agacha encima del sofá, con las manos en las rodillas de franela de su pantalón y le habla directamente a CATALINA a la cara, como si ella fuese dura de oído. CATALINA levanta una mano y le toca una mejilla cariñosamente; él le toma la mano y se la retira de la cara, pero la retiene con fuerza en la suya.

JORGE:

—Si la tía Violeta decidiese oponerse al testamento de Sebastián que nos lega todo ese dinero… ¿Me entiendes bien?

CATALINA:

—Sí, querido hermanito. Te entiendo bien.

JORGE:

—¿Has visto, mamá? ¡Está loca como una cabra! (Le da un rápido y frío beso). No nos tocará ni una moneda partida por el medio… ¡Yo te aseguro que no! Por eso debes dejar de contar esa historia de lo que, según tú dices, le sucedió al primo Sebastián en Cabeza de Lobo, aun cuando sea cierto… cosa que no puede ser. Tienes que desistir de ese cuento, hermana, no puedes ir con ese relato a gente civilizada de un país civilizado y moderno.

SRA. HOLLY:

—¡Catie! ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué inventaste esa patraña?

CATALINA:

—¡Pero mamá…! Yo no la inventé. Sé que es una historia abominable, pero es un hecho real de nuestro tiempo y del mundo en que vivimos, y ocurrió verdaderamente en Cabeza de Lobo…

JORGE:

—¡Oh! Pero entonces quiere decir que vas a contar eso. ¡Mamá, va a contar eso! Precisamente a la tía Violeta, haciéndonos perder cien mil dólares. ¡Catie! ¡Eres una perra!

SRA. HOLLY:

—¡Jorge!

JORGE:

—Lo repito, una perra. No está loca, mamá, no está más loca que yo… Lo que pasa es que es… es perversa, dañina… ¡Siempre lo fue! ¡Perversa!

CATALINA se aparta y prorrumpe en serenos sollozos.

SRA. HOLLY:

—¡Jorge! ¡Jorge! Pídele perdón a tu hermana. Esa no es manera de tratarla. Vuelve ahora mismo y dile que estás muy afligido por haberle hablado así.

JORGE (Vuelve de nuevo hacia CATALINA):

—Perdóname, Catalina, pero tú sabes bien que nos hace mucha falta ese dinero. A mamá y a mí… Nosotros… ¡Catalina! ¡Yo tengo ambiciones! Además, soy joven. Quiero cosas; las necesito, Catalina. No dejes, pues, de pensar en mí… en nosotros.

SRTA. FOXHILL (Fuera):

—¡Señora Holly! ¡Señora Holly!

SRA. HOLLY:

—Están llamándome, Catalina. Jorge explica muy mal las cosas, pero tú sabes que lo que dice es la verdad. Es necesario que cobremos lo que Sebastián nos ha dejado en el testamento, querida mía. Tú no nos abandonarás, ¿verdad? ¿Lo juras? No nos abandonarás, ¿no es cierto?

JORGE (Gritando ferozmente):

—¡Ahí viene la tía Violeta! ¡Mamá! ¡Catalina! La tía Violeta está… La tía Violeta ya está aquí…