Notas
[1] Véase el Apéndice que va al final de esta orden. <<
[2] Como se verá después, los marroquíes lograron realizar su alevoso intento, en aquel mismo paraje y valiéndose de igual astucia, aquella, el día de la célebre Batalla de los Castillejos, siendo precisamente víctima del engaño el propio escuadrón de Húsares de la Princesa.—(Nota de la segunda edición). <<
[3] Ya puede decirse claramente lo que hace veinte años no me atrevía más que a indicar. Los ingenieros que construyeron las baterías de la rada de Tetuán ¡eran ingleses! <<
[4] Los editores de este libro se permiten poner aquí una nota al relato del Sr. Alarcón, en vista de que su modestia, muy laudable por otro lado, le ha impedido hacerse cargo de la parte que tomó en el combate del 30 y en otros. Para suplir el silencio del autor, nosotros nos limitaremos a tomar de los periódicos la carta que le dirigió el general Ros de Olano el mismo día en que escribió las presentes páginas. Dice así:
«31 de diciembre.
Sr. D. Pedro Antonio de Alarcón. Querido amigo mío: la última bala de ayer fue para usted. Como era de noche, no pude cerciorarme al pronto de si estaba usted herido o contuso: el ruido del golpe me indicaba ser lo segundo; pero el temor nacido del afecto que profeso a usted, me tuvo inquieto hasta que me avisaron del hospital de sangre su estado de usted. Los moros tiraban ya al mundo cuando dieron a usted en la carne, y esto revela que la expone usted a todas horas, como soldado que aprecia. EL GENERAL ROS DE OLANO».[*] (N. de los editores).
[*] No por modestia, sino por ahorrar lágrimas a mi familia, que leía la presente obra según se iba publicando por entregas, omití en este capítulo y en otros varios (como ya he dicho en el Prólogo) la parte que tomé en la guerra de África. El accidente a que se refiere en su carta el general Ros de Olano fue que, en el combate de aquella noche, recibí en un pie un balazo que, afortunadamente, solo me produjo una fuerte contusión, por venir ya la bala fría. Creyendo que no había peligro en ello, dos días después monté a caballo, y asistí a la batalla de los Castillejos; pero se me hinchó toda la pierna y me entró fiebre, por lo cual tuvieron que trasladarme a Ceuta en muy mal estado. Doy estas explicaciones para la mejor inteligencia de mi relato, que de otro modo resultaría inverosímil.—(N. del A. para la 2.ª edición). <<
[5] Pocos días antes, al regresar de Ceuta, había tenido la honra de ser presentado particularmente al general en jefe, a quien ya era deudor de muy corteses atenciones por resultas de mi pasada dolencia. <<
[6] La primera edición de esta obra se publicó con muchos grabados.
Esos grabados son los que ilustran esta edición (N. del editor digital). <<
[7] Uno de ellos fue el coronel Puente, jefe de estado mayor de la división recién llegada, y hermano de aquel otro coronel Puente, amigo mío (y también jefe de estado mayor), que murió del cólera en Ceuta. <<
[8] El memorable hecho de armas que acabo de referir valió al citado brigadier D. Francisco Romero Palomeque, jefe de la brigada de lanceros, una honrosísima y especial recompensa.
En el certamen literario celebrado en el Ateneo de Cádiz, obtuvo D. Eugenio Quijano el premio, que consistía en una FLOR DE ORO, por la poesía titulada Fe, Esperanza y Caridad: «A la salida de las naves de Colón del puerto de Palos.».
Al abrirse el pliego que contenía el nombre del autor, halláronse en otro sobre estos dos versos:
No he escrito, no, para la gloria mía
He escrito sólo para ajena gloria.
Aquel sobre encerraba una carta firmada por el autor, en que cedía la FLOR DE ORO «a un oficial que se distinguiera por un brillante hecho de armas en la guerra de España con Marruecos».
Remitida la FLOR al general en jefe del ejército de África, la confirió al dicho señor brigadier por su comportamiento en la acción que voy relatando. <<
[9] Uno de los tenientes que figuraban en esta batería, el Sr. D. José Navarrete, ha escrito hace poco un precioso libro titulado De Wad-Rás a Sevilla, cuya lectura recomiendo a todos los que quieran tener idea completa de todos los cuadros de aquella inmortal campaña.—(Nota de la segunda edición). <<
[10] Recordaréis que el primer cuerpo de ejército, mandado por el general Echagüe, se quedó guarneciendo el Serrallo cuando emprendimos nuestra marcha el 1 de enero. Por eso no he vuelto a hablar de él. <<
[11] Textual. <<
[12] Plaza principal. <<
[13] Este párrafo y el siguiente están copiados al pie de la letra de la primera edición del DIARIO DE UN TESTIGO, publicada en 1860. No sé, pues, en qué se habrán fundado algunos críticos para atribuir a recientes mudanzas y flamantes conversiones la religiosidad de que más tarde he dado iguales muestras en mis novelas El Escándalo y El Niño de la Bola. ¡Así se escribe la historia, o, por mejor decir, así se ejerce la crítica! .—(N. del A. para la segunda edición). <<
[14] Textual. <<
[15] Erzini es cónsul de Marruecos en Gibraltar. <<
[16] No con orgullo, sino con amargura, leo, al cabo de veinte años, estos párrafos que textualmente constan en la primera edición del presente libro. Hase cumplido mi profecía, y la Internacional ha venido a dar cuerpo al peligro que yo anunciaba en 1860. ¡Quiera Dios que se cumpla también el otro pronóstico con que termina este párrafo, y que las masas populares sean rescatadas de la servidumbre de la materia por la caridad de los sacerdotes de Cristo! .—(Nota de la edición de 1880). <<
[17] Nota de la segunda edición. Ya no hay por qué guardar incógnitos. Esta carta era del entonces brigadier D. Lorenzo Milans del Bosch, y los jefes de que más abajo se habla eran el conde de Cuba; el auditor D. Francisco Monteverde, hoy senador del Reino, y D. Eduardo Comas, actual secretario del gobierno militar de Madrid. Milans y el conde no existen ya.
Nota de la tercera edición. También ha fallecido Monteverde. <<
[18] Como el tristísimo hecho del campo de Melilla, a que se hace referencia aquí fue extraño a la campaña dirigida por O'Donnell, pues ocurrió a muchas leguas del ejército de África, no he creído ni creo conducente narrarlo en esta obra.—(Nota de la tercera edición). <<
[19] Sabido es que, al año siguiente de firmarse este tratado de paz, Muley-el-Abbas vino a España a pedir a S. M. la Reina que permutase la garantía de la ciudad de Tetuán por los rendimientos de las aduanas marroquíes, a cuyo fin serían estas intervenidas por empleados españoles, a lo cual accedió el gobierno español, por cuyas resultas nuestro ejército evacuó a Tetuán, después de padecer muchas enfermedades y privaciones durante la ocupación y haber tenido el sentimiento de ver morir del cólera al bizarro teniente general don Diego de los Ríos, que se había quedado de gobernador de aquella plaza.
Los marroquíes han cumplido fielmente sus compromisos, y todos los años ingresan en el tesoro español los rendimientos de aquellas aduanas, quedando ya muy poco que cobrar de la enorme indemnización de guerra que se obligó a pagarnos el Imperio.—(Nota de la segunda edición). <<