Naufragio
Toda vida es fruto de un naufragio casi infinito de otras vidas, que pudieron haber sido, y justamente no fueron porque se dio ésta. Cada uno de nosotros mismos somos en definitiva el náufrago de infinidad de otras posibilidades, que quizá tuvieron las mismos chances que nosotros de existir. Pero ellos nunca existieron, y nosotros sí.
A veces me imagino que Tata Dios está a la orilla del mar de lo posible, y desde allí, vaya a saber por qué secreto misterio de su Omnipotencia, rescata lo que tiene que existir, le da un nombre y se alegra con su vida.
Cada uno de nosotros somos para Dios un hallazgo, y le producimos la fascinante alegría de habernos encontrado. Desde ese momento somos de él. Y si somos de la especie de las semillas, entonces elige para nosotros una tierra fértil para que nuestra vida haga estallar todas sus posibilidades.
Desde el mar profundo, madre de las cosas,
fruto de un naufragio, he nacido yo;
¡cuántos sucumbieron antes de que fueran,
por entre el oleaje que a mí me acunó!
Pude no haber sido, lo mismo que otros
nada me distingue, sin embargo: Soy.
Yo estoy en el mundo, sangre y pensamiento
llegué hasta la orilla, y Dios me encontró.
He sido el asombro de sus ojos niños,
le poblé de sueños su gran corazón;
me tomó en sus manos, me miró sonriente
y contra su Pecho luego me apretó.
No es que valga mucho, mirado en mí mismo:
¡vengo del misterio !… de ahí mi valor;
nací de un encuentro, vendaval afuera
y océano adentro, cuando amaneció.
No soy un juguete, yo soy un hallazgo,
tengo mucha historia, que sólo es de Dios;
por eso me guarda entre sus recuerdos
y un lugar preciso Para mí eligió.
Tormentas y oleaje, dolor y distancias,
anhelos y espera me hicieron su don;
guardo en mi silencio un mundo que ha sido
y debo llevarlo a un mundo mejor.
Es fértil la tierra de esta nueva playa
donde mi semilla al fin abordó;
y ahora comienza en un nuevo ciclo
mi vieja existencia mirada por Dios.
Amen. Aleluya.