8
A la mañana siguiente, Brigitte Heim me despierta con su voz de bruja.
—¡En pie, enano! Hoy, o te esmeras en asustar a la gente o te echo.
De buena mañana, su voz de vinagre me provoca náuseas. Tengo resaca amorosa y no me conviene un despertar tan violento.
¿No habré mezclado demasiado mis sueños con la realidad? ¿Tendré derecho a repetir tanta emoción y dicha si hay una próxima vez? La idea de un reencuentro me provoca un cosquilleo en el reloj. Sé perfectamente que voy en contra de las recomendaciones de Madeleine, pero jamás he sido tan feliz como ahora, aunque también estoy angustiado. Voy a ver a Mélies para revisar mi reloj.
—Tu corazón nunca ha funcionado mejor, muchacho —me asegura—. Tienes que mirarte en el espejo cuando evoques lo que sucedió anoche, descubrirás en tus ojos que el barómetro de tu corazón marca buen tiempo y estable.
Durante todo el día, deambulo por el tren fantasma con el pensamiento de que a la noche podré aún jugar al alquimista.
Nos vemos solo de noche. Su orgullosa coquetería me avisa infalible de su llegada: siempre tropieza con algo. Es su modo de llamar a la puerta del tren fantasma.
Nos amamos con mucha intensidad, y la pasión aumenta con los días. Apenas hablamos pero nos emocionamos a cada instante. Mi cuerpo está mejor que nunca, me encuentro lleno de fuerza y energía. Mi corazón se escapa de su cubierta-prisión. Vuela por las arterias, instalándose bajo mi cráneo para convertirse en cerebro. ¡En cada músculo y hasta la punta de los deseos, el corazón! Sol feroz por todas partes. Enfermedad rosa de reflejos rojos.
Ya no puedo estar sin su presencia; el olor de su piel, el sonido de su voz, sus pequeñas maneras de representar a la muchacha más fuerte y a la más frágil del mundo. Su manía de no ponerse las gafas para ver el mundo tras el cristal ahumado de su visión lastimada; su forma de protegerse. Ver sin ver de verdad y, sobre todo, sin hacerse notar.
Descubro la extraña mecánica de su corazón. Funciona con un sistema de concha autoprotectora ligada a la falta de confianza que la habita. Una ausencia de autoestima pelándose con una determinación fuera de lo común. Los resplandores que produce Miss Acacia al cantar son los estallidos de sus propias fisuras. Es capaz de proyectarlos sobre el escenario, pero en cuanto la música se apaga, pierde el equilibrio. Aún no he descubierto qué engranaje tiene roto.
El código de acceso a su corazón cambia todas las noches. A veces, la concha es dura como la piedra. Por mucho que pruebe con mil combinaciones en formas de caricias y palabras de apoyo, apenas consigo quedarme en las puertas de su misterio. Sin embargo, ¡me gusta tanto hacer crujir esa concha! Escuchar ese pequeño ruido que produce al desactivarse, ver los hoyuelos que se marcan en la comisura de sus labios y que parecer decir “¡Sopla!”. El sistema de protección volando en dulces pedazos.
—¡Cómo domesticar a una centella, he ahí el manual que necesitaría! —le digo a Mélies.
—Un compendio de alquimia pura, querrás decir. ¡Ja, ja! Pero las centellas no se domestican, muchacho. ¿Te imaginarías a ti mismo tranquilamente apoltronado en tu casa con una centella enjaulada? Ardería y te quemaría con ella, ni siquiera podrías acércate a sus barrotes.
—No quiero meterla en una jaula, solo querría darle un poco más de confianza en sí misma.
—¡La alquimia pura es eso exactamente!
—Digamos que yo soñaba con un amor grande como la colina de Arthur’s Seat y me encuentro con una cadena de montañas que crece directamente bajo mis huesos.
—Tienes una suerte excepcional, ¿lo sabes? Poca gente se acerca a ese sentimiento.
—Tal vez, ¡pero ahora que ya lo he probado, no puedo pasar sin él! Y en cuanto ella se encierra, me quedo completamente vacío.
—Conténtate con aprovechar los momentos en los que todo eso te atraviesa. Yo también conocí a una centella, y puedo decirte que ese tipo de muchachas son como el tiempo en las montañas: ¡imprevisibles! Aunque Miss Acacia te quiera, no lograrás controlarla jamás.
Nos amamos en secreto. Somos jóvenes, apenas tenemos treinta años sumando la edad de los dos. Ella es la pequeña cantante famosa desde la infancia. Yo soy el extranjero que trabaja en el tren fantasma.
El Extraordinarium funciona como un pueblo; todo el mundo se conoce y los cotilleos van y vuelan. Los hay celosos, tiernos, moralistas, mezquinos, valientes e invasivos bienintencionados.
No me molesta tener que aguantar los rumores si con eso puedo besarla durante más tiempo. Miss Acacia, en cambio, no se siente tan cómoda y rechaza categóricamente la idea de que nuestro secreto puede conocerse.
Esa situación de semiclandestinidad nos iba muy bien al principio —nos creíamos piratas—, y la sensación mágica de escapar del mundo nos permitía mantenerlo.
Pero a medida que la gran sensación amorosa se confirma más allá del primer fogonazo, desembarca como un paquebote en una bañera. Entonces, uno empieza a necesitar espacio. Por mucho que uno se deleite con la luna, también necesita del sol.
—Te besaré delante de todo el mundo, no arriesgamos nada.
—A mí también me gustaría besarte en pleno día y hacer como todo el mundo. Solo que, mientras nadie nos vea, nos mantenemos a salvo de los cotilleos. No volveremos a vivir en paz si gente como Brigitte Heim descubre nuestro secreto.
Claro que el azúcar de las pequeñas notas que ella me esconde en los bolsillos es sabrosos, y con gusto las deslizaría por debajo de mi lengua. Pero cada vez soporto menos tener que ver cómo se escapa por los intersticios de la noche cuando se acerca la aurora. La aguja de sus tacones, que marca el tempo de su alojamiento, reaviva mis insomnios. Me duele la espalda cuando despunta el día y los pájaros me indican que ya me queda apenas tiempo para dormir.
Tras algunos meses, nuestro amor continúa creciendo, pero parece que ya no puede contentarse con alimentarse tan solo en los senos de la noche. Mandad llamar al sol y al viento, nos hace falta calcio para los huesos de nuestros cimientos. Quiero dejar caer la máscara de murciélago romántico. Quiero amor a pleno día.
Casi un año después de nuestros primeros encuentros, la situación sigue sin evolucionar. Nada más, nada menos. No consigo disminuir su angustia a exponernos. Mélies me aconseja que sea paciente con Miss Acacia. Estudio la mecánica de su corazón con pasión, trato de abrir los cerrojos bloqueados, con llaves blandas. Pero tengo la sensación de que Miss Acacia tiene rincones en su corazón que permanecerán cerrados para siempre.
Su reputación de cantante apasionada traspasa ya los límites del Extraordinarium. Me gusta ir a oírla cantar en los cabarets de las ciudades aledañas. Sentir el viento en sus movimientos flamencos. Llego siempre después de que empiece el espectáculo, y me desvanezco antes del fin, para que nadie advierta mi presencia regular.
Tras los conciertos, cohortes de hombres bien vestidos esperan bajo la lluvia para ofrecerle ramos de flores más grandes que ella misma. La cortejan delante de mis narices. Varado en la linde de un bosque de sombras, no tengo derecho a aparecer. Se maravillan de su talento de gran pequeña cantante. Conozco al dedillo su fuego sagrado, lo destilan cada escenario que pisa. Me encuentro al margen de su vida social. Ver brillar esas centellas en los ojos de una gran manada de hombres con el corazón sano me produce el efecto de una terrible resaca de llamas. El reverso de la medalla amorosa proyecta sus sombríos reflejos; descubro que yo también puedo sentir celos.
Esta noche he decidido ensayar un experimento para que se quede en mi cama. Bloquearé las agujas para detener el tiempo. Pondré el mundo en marcha de nuevo solo si ella me lo pide. Madeleine debía prohibirme que las tocara porque temía que interviniera en el curso del tiempo. Si cenicienta hubiese tenido un reloj en el corazón, habría parado el curso de las horas a las doce menos un minuto y se habría pasado toda la vida divirtiéndose en el baile.
Cuando Miss Acacia toma sus escarpines con una mano y se reacomoda el pelo con la otra, bloqueo la aguja de los minutos. Son la 4.37 hace un buen cuarto de hora en el reloj de mi corazón cuando la vuelvo a soltar. Entretanto, Miss Acacia ha desaparecido por el laberinto silencioso del Extraordinarium, los primeros pájaros de la aurora acompañando el rumor de sus pasos.
Habría querido tomarme un poco más de tiempo para contemplar con deleite su tobillos de polluelo, para remontar la curva de sus pantorrillas aerodinámicas, hasta las piedras ambarinas que le sirven de rodillas. Entonces, habría bordeado sus piernas entreabiertas para posarme en ella. Allí me habría desmoronado hasta convertirme en el mejor besador-acariciador del mundo. Cada vez que quisiera volver a su casa, le haría el mismo truco. Bloqueo temporal seguido de un curso de lenguas amorosas. Ella se sentirá rara y no podrá resistirse a la idea de pasar aún unos cuantos minutos auténticos y luminosos en el hueco de mi cama. Y durante estos instantes robados al tiempo, ella será solo para mí.
Pero si este trasto viejo sabe perfectamente hacerme notar el tiempo que pasa marcando con su tic-tac todos mis insomnios, se niega a ayudarme con la magia. Me quedo sentado en mi cama, solo, intentando, bien o mal, aliviar los dolores de mi reloj apretando los engranajes entre mis dedos. ¡Oh, Madeleine, te vas a enfurecer!
A la mañana siguiente, decido hacerle una visita a Mélies. Se ha construido un taller donde trabaja muy duro en su sueño de fotografía móvil. Voy a verle casi todas las tardes, antes de ir al tren fantasma. A menudo lo sorprendo con alguna “belleza”. Un día una morena con el pelo largo, al otro, una joven pequeña y pelirroja. Sin embargo, sigue trabajando en el viaje a la luna que quería regalar a la mujer de su vida.
—Me curo de este amor perdido a golpes de consuelo; es una medicina dulce que a veces pica un poco, pero que me permite reconstruirme. La brujería rosa se me ha vuelto en contra; ya te lo he dicho, ningún truco funciona de manera infalible. Necesito reeducarme un poco antes de lanzarme de nuevo a las grandes emociones. Pero no me tomes como ejemplo. Continúa soldando tus sueños en la realidad, sin olvidar lo más importante: es de ti de quien Miss Acacia está enamorada.