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… la pregunta que me han hecho con más frecuencia desde mi paso de los medios de comunicación tradicionales al mundo de la red es: «¿Por qué?» ¿Qué me había llevado a abandonar una carrera estable para lanzarme a la aventura de un medio desconocido para mí hasta el momento, donde mi experiencia no sólo sería motivo de burla, sino que se volvería contra mí? ¿Cómo era posible que un hombre en su sano juicio (y la mayoría de la gente así me considera) quisiera hacer algo así?

A menudo he respondido con las típicas mentiras que siempre quedan bien: necesitaba un nuevo reto, quería poner a prueba mis capacidades y creo en la necesidad de contar la verdad y de informar. Sólo esta última parte es cierta, pues creo en la necesidad de contar la verdad. Y eso es a lo que me dedico actualmente.

Me casé joven. Mi esposa se llamaba Lisa. Era una mujer inteligente, hermosa y, por encima de todo, estaba tan perdidamente enamorada de mí como yo de ella. Yo iba a convertirme en periodista, y ella en profesora… unos planes que quedaron en suspenso cuando, tres días después de acabar la carrera, la prueba de embarazo dio positivo. Superamos esa prueba y lo hicimos con alegría. Fue la única prueba que superamos.

Nuestro hijo, Ethan Patrick Cousins, nació el 5 de abril de 2028 con un peso de tres kilos y ochocientos gramos. Un examen rutinario de sus fluidos corporales y de sus constantes vitales reveló un sistema invadido por el virus de Kellis-Amberlee. Su madre lo había condenado sin siquiera enterarse; pruebas posteriores demostraron que el virus se había instalado en sus ovarios, donde había estado reproduciéndose sin llegar a infectarla ni a provocar un cambio mínimo en su calidad de vida. Nuestro hijo no había sido tan afortunado.

Tuve suerte. Disfruté de mi hijo durante nueve años pese a las precauciones y a las cuarentenas que conllevaban su afección. Le encantaba el béisbol. En sus últimas Navidades escribió a Papá Noel para pedirle una cura para que «mamá y papá dejen de estar tristes». Sufrió una amplificación viral espontánea dos meses y seis días después de su noveno cumpleaños. Su cadáver pesaba veintiocho kilos y trescientos dieciséis gramos. Lisa se quitó la vida. ¿Y yo? Pues emprendí una nueva carrera.

Una carrera en la que todavía se me permite contar la verdad.

Extraído de La verdad desde otra perspectiva,

blog de Richard Cousins,

21 de abril de 2040