Círculo completo
Nadando durante miles de años, bajo muchas lunas llenas..., te buscaba.
Naves y almas perdidas toman tierra en lugares acogedores guiadas por el anhelo y los ángeles del mar.
Mi corazón vaga, me acurruco y me abrazo,
ansiando estar en casa,
sin saber que está siempre aquí
Y en medio del vaivén
suscitado por la fuerza de la lluvia,
respirando por los ojos,
siento venir la dulzura de muchos árboles risueños
que saben que esos tesoros
enterrados en el ¡ondú de mi corazón
han comenzado a entonar
la Canción de los Ángeles Soñadores.
Teniendo a mi Alma por único mapa,
con el cual conducir,
con el cual guiar
mis deseos de que el mundo sea tan suave
como la amabilidad de las manos tiernas,
y se deslice muy silencioso,
con la dulce musita de los pájaros
que sube en espiral desde el lugar más profundo...
sonrío en mi interior,
sonrío profundamente.
La gratitud nos puede alegrar el día
Karen M. Haughey
Karen M. Haughey es una galardonada pintora, poetisa y diseñadora artística cuya obra se ha expuesto por todo el mundo. Es también la autora del libro de arte de gran formato Angels: Guardians ofthe Líght [Ángeles: Los guardianes de la Luz]. Cuando se le pregunta qué la inspira a pintar principalmente ángeles y sirenas, contesta: «Miro dentro de mí en actitud visionaria con la ayuda de la meditación y de sonidos tranquilizadores, como la música». Esto estimula e ilumina el intelecto creativo, evitando así la lógica preconcebida. Karen tiene su hogar en el norte de California.
Deseo comenzar por expresar mi gratitud a mi querida amiga Louise L. Hay por convertir en realidad muchos de mis sueños. Su cariño, su apoyo y su bondad serán siempre motivo de mi eterno agradecimiento.
También me llena de gratitud el don que Dios me ha dado de pintar los ángeles como lo hago, porque este don que tengo no es para mí, sino para los demás, para influir de un modo positivo en su vida.
La vida no está hecha para que uno se aísle en sí mismo, sino para compartirla en el contexto del amor y la paz. La gratitud también proviene del hecho de hacer algo por los demás, o de lo que algunos llamarían «actuar con bondad al azar», sin otro motivo que simplemente desear hacer una buena acción por alguien, ya sea ese alguien un desconocido o una persona a la que se conoce de toda la vida. Me produce una absoluta satisfacción hacer este tipo de cosas. Y no es que lo busque, pero siempre recibo algo de vuelta, y sé que Dios vela por mí en todo momento.
Recuerdo algunos sencillos incidentes. Uno ocurrió cuando iba cruzando el puente de San Mateo, cerca de mi casa en la zona de la bahía de San Francisco. Siempre pago el peaje del coche que viene detrás. En esta ocasión, el coche que se detuvo detrás del mío era uno muy caro, con los cristales tintados y esas cosas. Le pasé el dólar extra a la chica que atendía la cabina diciéndole que se cobrara también el peaje del coche de atrás. Ella me miró algo extrañada; evidentemente estaba comparando la calidad de nuestros respectivos coches. Pero hizo lo que le pedí.
Rara vez veo una reacción en las personas cuando hago esto, aparte de una sonrisa o un gesto con la mano, o a veces una mirada extrañada, pero en esta ocasión fue algo diferente. El susodicho coche se puso al lado del mío, bajaron las ventanillas y dos niñas, su mamá y su papá comenzaron a hacer gestos y tocar la bocina con un entusiasmo que yo no había visto jamás, con toda esa gratitud y ese agradecimiento de que hemos estado hablando. Por su reacción uno habría pensado que yo había hecho muchísimo más que pagarles el peaje, algo tan simple. Pero ver la sorpresa y la felicidad en las caras de las niñas y esa pizca de incredulidad en las de los padres fue suficiente para alegrarme el día.
En otra ocasión, iba conduciendo por un barrio residencial y observé que alguien había dejado el coche aparcado delante de la casa con las luces encendidas. Tuve que desviarme de mi camino, pero di la vuelta, aparqué el coche y subí a pie hasta la casa; llamé a la puerta y les dije a los dueños que habían dejado encendidas las luces de su coche. Me dieron las gracias efusivamente una y otra vez, como si hubiera realizado algo milagroso, cosa que, en mi opinión, obviamente no había hecho.
Lo que quiero decir es que lo que importa no es lo que des de forma tangible, sino lo que des con el alma y el corazón a otro ser humano, sin esperar nada a cambio.
La gratitud que recibas provendrá del hecho de darlo.
La vida es un regalo, y lo que hagas con la tuya depende totalmente de ti. Agradece este regalo y úsalo para sanar este hermoso planeta en que vivimos, nuestra Madre Tierra.
Elogio de la gratitud
Christopher Hills
Christopher HÜIs, doctor en filosofía y en ciencias, ha escrito 27 libros sobre la conciencia, fue presidente de la World Yoga Society, fundador en 1972 de la University of the Trees —pionera en el desarrollo de alimentos derivados de algas para aliviar el hambre en el mundo—, y fundador de la empresa Light Forcé, que produce y comercializa la espirulina. Actualmente se dedica a poner en marcha proyectos para las personas sin hogar y enseña expresión emocional a los niños.
Siento una inmensa gratitud cuando acabo de tener un encuentro de cerca con la muerte. Una vez salió volando una rueda delantera de mi Buick cuando iba descendiendo por un serpenteante y empinado camino de montaña. Logré maniobrar hasta llegar al pie de la montaña, en medio de una lluvia de chispas, y acompañado por una oración. Otra ocasión de profunda gratitud fue cuando estaba en el puente de un barco y cayó un rayo sobre el montante, a menos de un metro de mi cara, y el acero condujo mágicamente los millones de voltios de electricidad hacia el mar. Di las gracias y jamás he olvidado el olor de aire quemado en lugar de cabellos quemados.
Cuando nací también fui alcanzado por un rayo en el interior del vientre de mi madre. Ella sufrió graves quemaduras en el brazo, y yo nací repentinamente, con una enorme marca roja desde el codo hasta la muñeca, que me duró 14 años. Mi madre quedó tan traumatizada que nunca pudo abrazarme sin sentirse sobrecogida por la emoción. Entonces yo era demasiado pequeño para dar las gracias por el regalo de la vida. Pero mirando hacía atrás, agradezco que ambos hayamos sobrevivido a esa descarga eléctrica y que yo esté todavía vivito y coleando en el mundo humano.
Me vienen a la mente muchas ocasiones dignas de agradecimiento que sólo reconocí cuando ya había comenzado a valorar todo lo bueno que me ha dado la vida. Ahora sé expresar esa gratitud, no sólo en los momentos de peligro o de gran abundancia, sino en todas las experiencias. Agradezco la increíble amistad de muchas personas, y también doy las gracias a aquellas que me han mentido y engañado, por las muchas enseñanzas que me han proporcionado, acentuando así mi aprecio por aquellas que practican lo que predican y viven de acuerdo con sus palabras espirituales.
Uno de los momentos en que sentí mayor gratitud fue cuando volví en mí después de haber quedado inconsciente durante una tormenta. Estaba en mi yate en el Caribe,
junto con mis invitados, navegando alrededor de Jamaica en dirección a Port Antonio.
Entre mis invitados en ese viaje se encontraban Louise Hay y su entonces marido Andrew, que en esa época eran mis socios en el comercio de especias. Se desencadenó una tormenta cuando estábamos a medio día de Port Antonio. De pronto el fuerte y arremolinado viento desprendió el enorme botalón, de más de 30 cm de grosor, que salió volando y me golpeó, sacándome de la caseta del timón y arrojándome sobre cubierta encima de los imbornales. No sé cómo quedé atrapado en la barandilla, que estaba prácticamente bajo el agua, y ya no recuerdo nada más, porque perdí el conocimiento. Lo primero que vi, después de lo que pareció una eternidad, fue la cara de Louise inclinada sobre mi, y a Andrew, que me gritaba y me sacudía al mismo tiempo. Me gritaba que tenía que despertar porque no había nadie allí que supiera pilotar un barco de 90 toneladas. Nadie conocía el rumbo hacia Port Antonio, y habíamos perdido de vista la tierra.
Esa fue una de mis primeras experiencias de ser absolutamente indispensable. Sin mí, me gritaba Andrew, pereceríamos todos. Cuando recuperé del todo el conocimiento. Y entendí lo que me decía, comprendí la suerte que tienen algunas personas de escapar de la muerte, pero que también están aquellas cuyo destino se encuentra fuertemente ligado a las habilidades de otra persona. Jamás he olvidado la sensación de alivio que experimenté cuando me di cuenta de que era capaz de caminar y hablar. Tuve que esperar ocho semanas para que me dejara de doler el cuello, pero mientras tanto pensé cuánto agradecía el hecho de estar vivo, y cuan afortunados habían sido mis invitados de que yo fuera capaz de llevarlos a salvo a Pon Antonio.
Todavía veo la cara de Louise cuando desperté en medio de la tormenta: no le quedaba ni rastro de maquillaje y tenía el pelo chorreando agua. Siento incluso mucha más gratitud por el hecho de que, treinta y ocho años después de ese incidente, la vida me haya hecho aún más agradecido. Creo que estaba protegido por algún poder superior para que mi vida pudiera tomar un rumbo totalmente diferente. No tengo ningún nombre para ese poder, aunque he oído muchos. Prefiero imaginármelo como la «Energía de la Diosa». Esa energía nos llega cuando hacemos sitio en nuestro corazón para la gratitud y la valoración. También nos llega como una inteligencia sutil que circula por nuestro entorno natural. Desde nuestra conciencia, nos dirigimos hacia fuera en busca de esa inteligencia, pero en realidad, su frecuencia y su energía están ocultas en nuestro interior.
La gratitud y la valoración, llevadas hasta la fuente misma de la vida, nos llegan cuando nos rendimos a su inteligencia oculta. Esta Energía de la Diosa ha sido muy olvidada y tratada sin miramientos en nuestra cultura. En muchas otras civilizaciones se reprime totalmente, puesto que ni siquiera se respetan los derechos humanos. Bajo diferentes banderas, la matan, proclamando «el único camino hacia la salvación». No es ese el modo de recibir la gracia.
Por último, el sentimiento de gratitud proviene de nuestra actitud al recibir un regalo. Ese aprecio es lo que le da su verdadero valor. Cuando no «recibimos» realmente el regalo, porque no lo valoramos, entonces en realidad ese regalo no se ha hecho.
Hacer regalos no es más importante que recibirlos— Es mucho más fácil hacer un regalo que recibir uno de verdad. De todos nuestros talentos naturales, no solemos agradecer el valioso don de la conciencia. ¿Cómo podemos dar a otros en espíritu lo que no hemos recibido y valorado plenamente en nuestro propio ser? Creo que primero hemos de recibir con gratitud aquello que damos a los demás, porque si no, nuestro regalo no funciona.
Doy gracias por ser capaz de encontrar belleza y encanto en la vida para derramar mi amor y continuar siendo feliz. La gratitud es saber que todos los regalos tienen muy poco valor mientras no se los reciba plenamente. En realidad es nuestra gratitud lo que da valor a cualquier regalo. Ser capaz de perdonar todos los agravios es el mayor regalo que podemos hacernos, pero pocas personas se sienten agradecidas por tener esta opción.
Si no valoramos la fuente del poder, no vamos a obtener demasiado de ella. Toda gratitud es la consecuencia de esta valoración.
Elegir conscientemente perdonar el pasado y cualquier herida que nos pueda deparar el futuro es un regalo que jamás podremos devolver, porque disuelve todo karma negativo. Llegar a casa libre de karma sólo es posible cuando respetamos y valoramos el profundo poder de la gratitud. Al expresar nuestra gratitud, nos abrimos para recibir un estado de gracia y vivir en él. Ese es el regalo de la Diosa, y ella desea dárnoslo a iodos. Dar las gracias incluso antes de recibir, eso es lo que crea los milagros.
Gratitud: la clave para una vida feliz, sana y próspera
Sharon Huffman
Sharon Huffman es la fundadora del Center for Enlightened Leadership [Centro de Liderazgo Inteligente], en el que se enseña cómo ser un líder inspirado y hacer un buen uso del poder. Ha sido consejera de líderes de todo el mundo en todos los campos. Enseña a las personas a desarrollar todas sus capacidades y a vivir en equilibrio al mismo tiempo que hacen nobles aportaciones a nuestro mundo. Da conferencias, orienta y escribe. Ha colaborado en Women of Vision [Mujeres de visión] y en la serie Vitaminas para el alma y Sopa de pollo para el aliña, de]ack Canfield y Mark Víctor Hansen.
Esta mañana, mientras daba mi paseo, me he sentido invadida por la gratitud. El cielo estaba azul, hacía una agradable temperatura (23 grados) y dondequiera que mirara veía belleza, una belleza deslumbrante: el verdor de las suaves colinas, salpicado por flores y palmeras, ei sonido de las fuentes y cascadas, los patos retozando en el agua y un estornino a medio vuelo sobre el lago, todo enmarcado por las hermosas montañas coronadas de nieve. Impresionada por la exuberancia que se extendía hasta donde veían mis ojos, me he sentido sobrecogida por la gratitud.
He recordado el día en que, hace tres meses, caminaba por encima de la nieve helada de la montaña, y le pedí a mi fuente espiritual que me guiara hacia un lugar más templado y hermoso donde pudiera hacer mis paseos matinales. Llené mi corazón de gratitud por todo lo que había recibido y casi sin esfuerzo fui conducida a este hermoso paraíso.
Durante los quince años en que he enseñado a mis clientes cómo llevar una vida próspera y feliz, he descubierto un secreto. Cuando les enseñaba a expresar gratitud, todo se transformaba en su vida. Se sentían a gusto con ellos mismos y tenían el poder de crearse el futuro que deseaban. Los acontecimientos de su vida y su capacidad para reaccionar ante ellos de un modo positivo daban un giro completo, de 360 grados. Era como si hubieran encontrado una varita mágica.
La gratitud cambia nuestra forma de ver la vida y de considerarnos a nosotros mismos. Situaciones difíciles que en otro tiempo nos resultaban insoportables y parecían inalterables se transforman. En el momento en que sentimos gratitud, la situación comienza a aclararse y entonces podemos ver las oportunidades para crear el cambio. Nos sentimos mejor con nosotros mismos y con nuestra capacidad de influir de rnodo positivo en nuestro entorno y en nuestro mundo. Desaparece la depresión, el conflicto se transforma en armonía y el estrés en paz. Cuando la gratitud se convierte en una forma de vida, e! éxito, la felicidad y la salud se convierten en la norma.
Cuando estamos enfadados, asustados, tristes o deprimidos, eso quiere decir que hemos perdido nuestra gratitud. Recuerdo la cantidad de veces que me he sentido resentida, triste o abatida y he decidido contar mis bienes y agradecer todo lo que tengo; casi de inmediato me he sentido mejor. Cuando encontramos algo que agradecer en una situación que nos ha estado trastornando, eso nos anima y nos llena de energía.
Tan pronto como sentimos gratitud, todo cambia. La gratitud puede convertir una situación que nos entristece y nos aflige (lo cual a su vez causa más tristeza y aflicción) en una situación llena de alegría y dicha. La misma situación se transforma inmediatamente cuando la contemplarnos con el corazón lleno de agradecimiento.
En mi vida la gratitud ha sido lo más importante del mundo. Me di cuenta por primera vez de su poder después de la traumática pérdida de mi compañero en un accidente de avión. Al cabo de meses de sentirme abatida y al borde de la desesperación, me atrajo la idea de leer libros de antiquísima sabiduría, y allí aprendí que mi vida tiene sentido y un propósito. Cuando comencé a sentir gratitud, mi vida cambió. Primero cambió mi perspectiva; luego comencé a sentirme positiva y capaz de volver a empezar. De pronto, en lugar de acabar, mi vida empezó de nuevo.
Poco después de eso, me diagnosticaron una enfermedad muy grave y me dijeron que me quedaban de seis a nueve meses de vida. Continué expresando gratitud y sentí cómo la enfermedad se iba marchando de mi cuerpo y mis células se inundaban de vida y vitalidad. Después me enteré de que los sentimientos de gratitud liberan endorfinas positivas por todo el cuerpo, creando salud.
La gratitud no sólo sana el cuerpo, también lo rejuvenece. Si por un instante dudas de esto, simplemente mira los estragos que los años de rencor producen en la cara de una persona; verás un rostro ajado y ojeroso. Después mira a alguien que se ha pasado ia vida expresando gratitud. Estará radiante de salud y vitalidad.
La clave para una vida feliz, sana y próspera es la gratitud, porque nos anima, nos sostiene y atrae lo que deseamos. Como hice yo hace tres meses durante un paseo matutino, cuando nos concentramos con gratitud en lo que deseamos, lo atraemos. Nos convertimos en imanes para nuestro bien.
Cuando damos gracias a la vida, la vida nos responde de la misma manera. Cuando nos sentimos agradecidos, atraemos a otras personas y la abundancia del universo. Si tienes problemas de dinero y te encuentras un centavo, siente gratitud con gran intensidad y atraerás más dinero.
Cuando agradecernos las situaciones y acontecimientos difíciles de nuestra vida, sabiendo que esas experiencias nos bendicen con la sabiduría, el solo hecho de agradecer las convierte en positivas esas experiencias negativas. Al expresar gratitud atraemos a personas y situaciones dignas de agradecer. Esa es la magia de la gratitud.
La gratitud nos llena de alegría el corazón y nos permite ver la verdad, capacitándonos para tomar las decisiones correctas y las medidas oportunas. Con el corazón agradecido podemos ver lo mejor de cada situación y de cada persona, y hacer aflorar lo mejor de ellas.
La gratitud es también la puerta hacia lo Divino. Un corazón agradecido es un corazón abierto que no cesa de elevarnos hasta que conectamos con lo Divino.
Hace unos años hice un viaje al monte Shasta, situado en el norte de California, con el deseo de entrar en comunión más profunda con mi yo superior. Durante las largas horas del viaje en coche, centré mi atención en mi yo superior con amor y gratitud. Hora tras hora fui elevando mi centro de atención hasta justo encima de mi cabeza, enviando amor y gratitud a esa querida parte de mí misma por guiarme y protegerme momento a momento, día a día.
Durante la última hora de viaje, cuando iba entrando en el hermoso pinar que rodea el monte Shasta, sentí cómo descendía mi yo superior y me rodeaba con sus amorosos brazos. Al envolverme esta presencia, me sentí totalmente amada. No fue una idea intelectual, sino una sensación corporal; realmente sentí todas las células de mi cuerpo envueltas por ese amor. Me invadió la felicidad, me sentí totalmente completa en esa unión sagrada. Supe que estaba en los brazos del amado.
En ese momento comprendí lo que han dicho todos los místicos a lo largo de los siglos: que jamás estamos solos. Todos estamos conectados con lo Divino. Cualquier idea de que estamos separados es una ilusión. El amor y la gratitud revelan la conexión.
Este estado de comunión fue el más maravilloso que he experimentado en mi vida. Por la noche, cuando me despertaba, inmediatamente elevaba mi atención para ver si todavía estaba ahí esa presencia. Sí que estaba, y volvía a dormirme feliz.
Y este estado de comunión continuó. A veces, cuando me ponía a pensar que tenía que darme prisa para llegar a alguna parte, una voz me decía al oído: «Ve despacio y llegarás a tiempo». Esa no era mi forma normal de darme prisa para cumplir el plan del día, pero descubrí que cuando me relajaba, asumía esa nueva forma de ser y me dejaba guiar suavemente, siempre llegaba a donde tenía que ir en el momento adecuado. La vida se iba desenvolviendo de un modo fácil y sin esfuerzo alguno, de una manera mágica, llena de maravillosos sucesos sincrónicos. Era como llevar una vida de ensueño en la que se me proporcionaba todo lo que necesitaba. Mi decisión consciente de enviar constantemente amor y gratitud a mi yo superior fue la llave que me abrió la puerta.
Siempre es uno quien elige cómo desea vivir. Cuando elegimos mantener una actitud de constante agradecimiento, tenemos garantizada una vida feliz, sana y próspera.
«La gratitud es el mismo cielo»
Laura Archera Huxley
Laura Archera Huxley llegó a Estados Unidos procedente de su Italia natal como concertista de violín. En 1956 se casó con Aldous Huxley. Es autora de los libros You Are Notthe Target [No eres el objetivo]; His Tímeless Moment: A Personal View of Aldous Huxley [Su momento eterno: Visión personal de Aldous Huxley]; Between Heaven and Earth, One-a-Day Rea-sons to Be Happy [Entre el cielo y la tierra: Motivos día a día para ser felices] y TheChi!dofYourDreams[E\ niño de tus sueños], este último escrito en colaboración con Piero Ferrucci.
Con las palabras «La gratitud es el mismo cielo», el poeta místico Wiiliam Blake expresó la esencia de la gratitud.
Si la gratitud comienza en el momento de nacer, se convierte en parte integral de nuestra vida emocional. El nacimiento es un milagro, y ha de saludarse con alegría y gratitud. Desgraciadamente no siempre ocurre así. Con demasiada frecuencia, el nacimiento está rodeado por el miedo y la inconsciencia. Sin embargo, queda el hecho de que el prodigio del nacimiento físico es sobrecogedor, al igual que la maravilla del renacimiento psíquico y el hecho fisiológico de que las células del cuerpo mueran constantemente y sean de inmediato reemplazadas por células nuevas. Llamado a veces «experiencia cumbre», el renacimiento se experimenta como la liberación de condicionamientos antiguos y limitadores; revela la maravilla de la renovación eterna de la vida y de inesperadas posibilidades.
En nuestro libro The Child of Your Dreams [El niño de tus sueños], Fiero Ferrucci y yo sugerimos una visualización guiada de nuestro nacimiento ideal, que se puede experimentar a cualquier edad— Busca un lugar tranquilo para leer tu nacimiento ideal sin interrupción; te convendría grabar con tu voz esta meditación, con una música de fondo que te guste, que te inspire amor y gratitud. Antes de comenzar, respira lenta y profundamente unas cuantas veces. Que cada respiración te acerque más a ese lugar de tu interior que está intacto, que no ha recibido ninguna impresión, donde los dramas de la vida no han dejado huella. Allí todo sigue siendo posible, ninguna idea es absurda y todo parece ocurrir por primera vez.
Crea tu nacimiento ideal
Cierra los ojos, relájate un momento y luego haz entrar en tu mente una imagen clara del lugar donde vas a nacer.
Mira ese sitio, aspira su fragancia y olvídate de Lu cuerpo actual. Eres un recién nacido y tienes muchísima sensibilidad. Sientes la vibración del amor y la gratitud que te rodean. En este nacimiento hay una paz profunda y natural, y sientes que se encuentran a tu alrededor todos los seres, reales o imaginarios, a los que amas y respetas. Toda la creación está preparada para darte la bienvenida. Mira tu flor favorita, que con su aroma y su belleza te dice: «¡Bienvenido! ¡Agradezco que hayas nacido! Bienvenido al mundo, al mundo de las flores».
Ahora mira a los animales, cómo cada uno te da la bienvenida en su propio idioma. Podría ser tu animal favorito el que te da la bienvenida: un perro con una cariñosa lamida, un delfín con un salto milagroso, o una mariposa con su aleteo. Todos te dan la bienvenida diciendo: «Agradezco que hayas nacido. El mundo de los animales te da la bienvenida».
Ahora mira las estrellas del firmamento, centelleando por todas partes. Ellas también te hablan, diciéndote: «Bienvenido. Agradezco que hayas nacido. El mundo de las estrellas te da la bienvenida».
Ves que haces tu entrada en un mundo que te respeta y te da la bienvenida. Sientes cómo te envuelve la gratitud de este mundo. Inspiras esa gratitud para que circule por tu cuerpo-mente. Sientes la alegría de entrar en la vida, de entrar en un mundo acogedor donde puedes hacer tantas cosas hermosas, donde tienes la posibilidad de dar amor e inspirar gratitud en los demás.
Ahora piensa en algunos de los grandes personajes de la historia mundial: pintores, filósofos, músicos, poetas... Piensa que tus favoritos se reúnen aquí a celebrar tu entrada en el mundo. En su inmenso saber también hay gratitud. Se han reunido la belleza, la inteligencia y el amor para reconocer agradecidos tu nacimiento. Eres un milagro y todos han venido a decírtelo. Millones de años de evolución han sido necesarios para crearte a Ti, un ser noble que tiene un potencial divino. Las plantas y flores, los animales y las personas están todos aquí para recordártelo: «Eres un ser noble y hermoso y nos sentirnos agradecidos porque has venido a este mundo». Hay mucha alegría en este nacimiento. Ves rostros sonrientes, flores sonrientes y animales sonrientes que bailan a tu alrededor. Toda la creación está de fiesta y agradecida por tu llegada.
Has entrado en un mundo donde todos los seres son cariñosos, un mundo donde dar y recibir es tan natural como respirar. Sientes gratitud por este nuevo mundo. Esta gratitud te penetra hasta lo más profundo, circula por tu interior y pasa a formar parte de tu sangre. Ahora tu Alma y tu Cuerpo saben que...
¡La gratitud es el mismo cielo!
«El amor es el sendero por donde camino en gratitud»
(Un curso de milagros)
Dr. Gerald G. Jampolsky y Diane V Cirincione
El doctor Gerald Jampolsky y Diane Cirincione están casados y viven en Tiburón (California). Cerald es psiquiatra y fundador del primer Center for Attitudinal Healing [Centro de Curación por la Actitud]. Diane ha sido empresaria y tiene 25 años de experiencia en empresas públicas y privadas. Los dos son los autores de Llamadas al despertar, libro que revela cómo alcanzar la paz mental aplicando principios espirituales a todos los aspectos de nuestra vida. Su filosofía se basa en conceptos tomados de Un curso de milagros.
«El amor es el sendero por donde camino en gratitud» es una frase tomada de Un curso de milagros. Es una meditación que nos encanta hacer juntos caminando. Cada paso que damos nos recuerda que el Amor es el modo de caminar en gratitud. Y qué hermosa paz y serenidad nos proporciona.
Otra de nuestras citas favoritas es del Maestro Eckhart, que dice que la oración más importante del mundo consta de una sola palabra: «Gracias». Estamos profundamente convencidos de que todo lo que nos ocurre es una enseñanza que Dios quiere que aprendamos. Nuestra vida está más llena de paz cuando dejamos de interpretar lo que nos sucede y, en cambio, lo experimentamos todo, sea cual sea su apariencia, como una bendición disfrazada. Cuando vamos por nuestro camino en la vida con un «Gracias» en el corazón, en la mente y en los labios, todo miedo al que hayamos estado aferrados, sea cual sea, desaparece, y reaparece la pureza del amor,
Al escoger elevarnos por encima del mundo de la percepción y vivir en el mundo del amor de Dios, el agradecimiento se convierte en una forma de vida. El maestro que mora en nuestro corazón diría que todo lo que nos ocurre en el mundo de la percepción no es sino una nueva oportunidad para elegir el sistema de creencias del amor, de Dios, un mundo en donde lo único que existe es el amor.
Rindiéndonos al amor, rindiéndonos a Dios, podemos vivir cada día reconociéndonos los unos a los otros con gratitud. Imaginémonos lo que sería el mundo si las únicas palabras que dijéramos, a Dios y entre nosotros, fueran de agradecimiento— Creemos que cada vez que expresamos nuestra gratitud extendiendo nuestro amor a todo, hay un poco más de luz en el mundo y un poco menos de oscuridad.
¡Con qué rapidez cambia nuestro mundo cuando aprendemos a devolver todo el amor que nos da constantemente nuestra Fuente! ¿Qué mayor gratitud podemos expresar a nuestro Creador que elegir amarnos los unos a los otros y a nosotros mismos viendo el rostro de Dios en todos y sabiendo que cada ser es su reflejo?
Hay una oración que escribió Jerry hace unos años y que a los dos nos encanta pronunciar cada mañana:
En agradecimiento a Ti
Todo mi ser vibra
con el fuego del deseo
de nuestra unión eterna.
Mi aliento es sólo Tuyo.
Mi corazón es un faro sin límites de Tu Amor.
Mi Espíritu, que es Tuyo, es la Luz del Mundo.
Mis ojos sólo irradian y reflejan
nuestro Perfecto Amor.
Mi esencia vibra Contigo
como la armonía de la música
que aún no se ha escuchado.
Mi visión, que es Tuya, sólo sabe bendecir.
Mí oración no es sino una eterna canción de gratitud,
porque Tú estás en mí y yo en Ti
y porque vivo en Tu Gracia para siempre.
Reconocer la abundancia
Susan Jeñers
Susan Jeffers, doctora en filosofía, ha ayudado a millones de personas a superar sus miedos y avanzar por la vida con confianza y amor. Es la autora de Aunque tenga miedo, hágalo igual; Pensamientos de poder y amor, y End the Struggle and Dance with Life [Deja de luchar y danza con la vida], entre otros libros de gran éxito. Además de escribir, Susan dirige talleres y da conferencias, y ha participado como invitada en muchos programas de radio y televisión. También ha realizado casetes sobre el miedo, las relaciones y el crecimiento personal.
Cuando trabajaba con gente pobre en Nueva York, siempre me maravillaba la gratitud que veía en el corazón de tantas personas que tenían tan poco en un sentido material. ¿Qué agradecían? Se sentían agradecidas por estar vivas, porque había comida en la mesa, por disfrutar del sol de un día hermoso, por tener buena salud, amigos y familia, y porque podían aportar algo a su comunidad.
Al mismo tiempo, me sorprendía la falta de gratitud en el corazón de muchas personas que tenían tanto en un sentido material. Si me preguntaran cuál de estos dos grupos de gente era más feliz, sin vacilar diría que esas personas pobres que tenían gratitud en el corazón.
Lo que quiero decir es muy sencillo:
Cuando nos concentramos en la abundancia, sentimos que nuestra vida es abundante; cuando nos concentramos en la escasez, sentimos que nuestra vida está llena de carencias. Todo depende simplemente de dónde centremos nuestra atención.
Es verdad que no podemos negar los sufrimientos de la vida. Eso es perjudicial para la salud, tanto la física como la emocional. Pero igualmente importante es lo siguiente:
/No podemos negar la abundancia que hay en nuestra vida!
Te recomiendo que escribas para ti un «Libro de la Abundancia». Cada noche, antes de acostarte, anota por lo menos cincuenta cosas maravillosas que te hayan ocurrido ese día. «¡Vamos, Susan cincuenta cosas! ¡Si difícilmente logro encontrar tres!» Es obvio que no te has fijado en las bendiciones y bienes de tu vida. La finalidad de este ejercicio es ayudarte a hacerlo. He aquí algunas de las cosas que podrías anotar; Esta mañana arrancó el coche.Soy capaz de caminar
• Tengo alimentos para comer
• Alguien me hizo un elogio
• Hoy mis hijos no se metieron en ningún lio
• Sentí el calor del Sol en la cara
• Hablé con una de mis mejores amigas
• Las flores están comenzando a abrirse " Tengo agua caliente para ducharme
• Estoy respirando
• Salió el Sol
Las cosas que anotes en tu Libro de la Abundancia no tienen por qué ser brillantes y sensacionales. En realidad es mejor que no lo sean. Ten siempre presente que si sólo nos fijamos en las cosas brillantes y sensacionales, gran parte de nuestra vida parecerá triste, y eso desde luego no es cierto. Respirar, por ejemplo, ¿no es algo increíble, realmente extraordinario?
Al principio, encontrar esas 50 cosas que agradecer te va a llevar mucho, muchísimo tiempo. Pero muy pronto las cosas buenas van a llover sobre el papel, porque te pasarás gran parte del día buscando las bendiciones de tu vida para poder tener cosas nuevas que añadir a tu Libro de la Abun dancia cada noche. ¡Y las encontrarás! Los beneficios son evidentes...
Cuando empieces a buscar las cosas buenas, inmediatamente dejarás de fijarte en las malas, y te sentirás jeliz, una persona afortunada.
Si logras adquirir el hábito de fijarte en la abundancia, tu vida se transformará.
Recuerdo un día muy frío y triste de invierno en que estaba sentada con mi madre en su sala de estar, unos meses antes de que muriera. Tenía muchos dolores y estaba muy debilitada. En cierto momento en que yo sufría por verla sufrir, me miró y me dijo:
—Hace mucho frío fuera, y yo estoy calentita y cómoda aquí dentro, y mi hija está conmigo. ¡Qué suerte tiene una a veces!
¡Caray! Yo estaba concentrada en su dolor, y ella estaba concentrada en sus bendiciones. Gracias, mamá, por esa hermosa lección.
«En todas las cosas dad gracias»
(I Tes 5,18) Tone Shockey Jenson
lone Shockey Jenson es consejera psicológica, especializada en terapia de los sueños, y profesora titulada de pedagogía y psicología. Junto con Julie Keene ha escrito el libro titulado Women Alone: Creating a Joyous and Fuífilling Life [Mujeres solas: Creación de una vida dichosa y gratificante]. Es también la autora de Empowering the Child from Within: Education and Parenting for the Twenty First Century [Capacitación de los hijos desde el interior: Educación y crianza de los hijos para el siglo XXI]. Durante los siete últimos años ha dirigido talleres y se ha dedicado a la orientación psicológica en su consulta particular. Es cofundadora del Holo Center, una casa de retiro en Hayden Lake (Idaho).
Aprender sobre el concepto de la gratitud y comprenderlo ha sido para mí un proceso de toda la vida. Tuve la suerte de nacer en una familia que creía (aun cuando hubo épocas difíciles y no siempre teníamos mucho en lo que respecta a bienes mundanos) que si uno agradece lo que tiene, Dios proveerá el resto. Y ciertamente siempre tuvimos lo que necesitábamos, y un poco más para poder compartirlo.
Mis ideas y mi comprensión del concepto de la gratitud se han desarrollado y expandido a lo largo de los años. Cuando era niña, sentada entre mis padres en la iglesia los domingos por la mañana, con frecuencia oí estas palabras de las Escrituras: «En todas las cosas dad gracias». Y mi mente infantil contestaba: «Sí, es necesario agradecer todas las cosas buenas que nos ocurren en la vida». Estas palabras resonaban de vez en cuando en mi conciencia durante los años de mi juventud, y aprendí a sentir gratitud por muchas cosas obvias. Expresaba gratitud por los regalos recibidos, por los actos de bondad, por las oportunidades educativas no previstas, por mis amigos y por todos los momentos agradables que me brindaba la vida.
Después, ya casada, como joven esposa de un granjero, aprendí a agradecer cosas maravillosas y sencillas, como la fresca lluvia en un caluroso día de verano que proporcionaba la humedad que tanto necesitaban nuestros sedientos cultivos. Y un año, después de una repentina tormenta de granizo que destrozó nuestra cosecha de maíz, incluso fui capaz de sentir gratitud por la exigua cantidad que recibimos del seguro agrícola, que nos permitió sobrevivir a nuestras pérdidas y continuar otro año con la granja.
Me resultaba fácil ser agradecida cuando, como joven madre, daba dichosas e infinitas gracias por el precioso regalo de mis hijos. Con el corazón rebosante de amor, cuidé de ellos y los vi crecer hasta convertirse finalmente en los guapos hombres que son ahora. Mi vida estaba colmada de gratitud por el calor y la intimidad de nuestra familia. Siempre había muchísimas cosas que valorar y agradecer, y con frecuencia he pronunciado sinceras oraciones de gratitud mientras contaba mis bendiciones.
Como educadora, me enorgullecía y me hacía muy feliz mi trabajo, y siempre me sentí agradecida de poder trabajar en algo que me gustaba, con lo que podía aportar algo al mundo. Daba las gracias por poder influir en la vida de tantos niños, recibir tanto cariño y tener tantas ilimitadas oportunidades. Ciertamente me sentía bendecida.
«En todas las cosas dad gracias.» Entonces, como ocurre a veces, un día (hace 21 años) estaba mirando libros en una librería y me llamó la atención un volumen titulado La alabanza da resultados, de Merlin Carothers. Ese libro me dio a conocer una interesante idea. El autor expresaba su convicción de que dar gracias «en todas las cosas» significa agradecerlo todo, lo bueno y lo malo por igual. Si bien ese concepto era nuevo para mí, los argumentos expuestos por el señor Carothers eran convincentes, y decidí intentarlo. Así descubrí, como era de esperar, una nueva dimensión de la gratitud y comprobé que expresar gratitud es algo poderoso incluso durante los «malos tiempos».Expresar gratitud cuando las cosas iban mal me resultaba mucho más difícil, pero también me sorprendían sus consecuencias. «Dios mora en la alabanza de Su pueblo.» Descubrí que estas palabras de las Escrituras eran para recordarnos que la gratitud libera una energía que podría comenzar a dar la vuelta a las cosas, y que cuando daba gracias, me imbuía de la fuerza y la habilidad necesarias para remontar lo que fuera que ocurriera en mi mundo exterior. Finalmente logré llegar al punto de ver que lo que me había parecido una circunstancia negativa era en realidad el punto de apoyo esencial para la nueva dirección que iba a tomar. Muchas veces, al mirarlo retrospectivamente, veía con claridad que eso había sido una bendición disfrazada que me había llevado a un lugar más profundo y significativo.
En los años transcurridos desde que descubrí ese maravilloso aspecto de la gratitud, he podido comprobar que agradecer cada nuevo día me llena de esperanza, puesto que, cuando busco las bendiciones que me rodean por todas partes, éstas se van desplegando una a una con una magnífica sincronicidad. Cada mañana bendigo mi cuerpo por ser la «capa más externa de mi alma» y por servirme con tanta eficiencia mientras avanzo a través de las enseñanzas y placeres de mi vida. Agradezco la amistad y colaboración de que disfrutamos mi cuerpo y yo. Hace muchos años comencé a aprovechar la lectura del periódico para hacer mi lista de plegarias, y cuando rezo por las personas cuya historia aparece en sus páginas, encuentro en mi vida muchísimas cosas que agradecer.
Durante muchos años he sido una estudiosa de los sueños, y de vez en cuando mi psique prescinde del proceso simbólico y despierto con un mensaje en la mente, que puede ser de una o dos frases; lo escribo inmediatamente, no sea que se me olvide. Una mañana desperté con estas palabras: «A lo largo de tus días toma una actitud de gratitud». Cuando estaba pensando en el sentido de esa frase, caí en la cuenta de que la gratitud puede ser también un acto de voluntad, además de una emoción o sentimiento. La gratitud puede convertirse en un estilo de vida elegido.
«En todas las cosas dad gracias.» Ahora soy capaz de sentirme igualmente maravillada y agradecida por una puesta de sol en el mar que por el proceso de aprendizaje que supone una enfermedad o un periodo de confusión. Soy capaz de agradecer mi inquebrantable fe en el Orden Divino cuando mi hijo sufre de una grave enfermedad sobre la que yo no tengo ningún control, y en la que aún he de descubrir plenamente todo lo que significa y todas las lecciones que conlleva. Agradezco los momentos de armoniosa comunicación con las personas que amo, y agradezco igualmente los momentos de desacuerdo y distanciamiento que me indican nuevas lecciones que aprender e intuiciones que discernir. Me siento verdaderamente agradecida por descubrir el poder de la gratitud en mi vida, y siempre continuaré dando las gracias «en todas las cosas».
El agradecimiento es bueno
Elizabeth A. Johnson
Elizabeth A. Johnson es la autora de As Someone Dies: A Handbook for the Living [Cuando alguien muere: Manual para los vivos] y coautora, con Lucia Capacchione, de Lighten Up Your Body, Lighten Up Your Life [Aligera tu cuerpo, aligera tu vida]. Ha producido espectáculos de música, danza y teatro a lo largo y ancho de Estados Unidos, y también promueve programas de arte en la educación. Estudiosa de la expresión corporal y las filosofías orientales y occidentales desde hace mucho tiempo, es profesora titulada de tai-chi y bailarina de jazz y claque.
No le tengo cariño a la nieve.
Los vientos fríos no me estimulan ni me entusiasman.
Entonar alegres himnos de alabanza al esplendor del duro invierno
Sería para mí cantar una mentira.
Y sin embargo...
i Qué bella es la magnificencia y serenidad del silencio cuando la luna llena arroja diminutos rayos de luz sobre ¡os copos de nieve que, como encajes de novia, reposan en las ramas de los inmensos árboles! La absoluta quietud del atardecer invernal une lo de arriba con lo de abajo en una simetría tan perfecta que me desborda el corazón y casi lloro ante la intensa belleza, el todavía más intenso silencio y la aún más intensa Unidad de todo. Gracias.
No me gusta especialmente que las cosas resbalen y se deslicen por el hielo
- los coches y los pies, por ejemplo—,ni las temperaturas mínimas a ambos lados del grado cero.
Pero de todos modos...
Doy las gracias a Beauty Blue, mi coche, y a las excelentes personas que fabricaron su batería Empedernida y Longeva; y doy las gracias con mucha sinceridad, con una increíble sinceridad, a quienes inventaron la calefacción para coches. Y siguiendo en la misma línea, dedico un momento a dar las gracias a mis pies por bailar (tap tap tap) y envío un cariñoso abrazo a todos los bailarines de invierno que deshielan un camino hasta la puerta del estudio y se ponen ropas abrigadas para los ejercicios de calentamiento. ¡Y doy las gracias al tai-chi por todo!
Mi espíritu no brinca de alegría ante los guaníes mojados, los ojos llorosos por el viento, las orejas /rías, la nariz foja, los dedos casi congelados, los carámbanos que se me forman en los cabellos o el hecho de dejarme los guaníes en el coche toda la noche.
Pero también...
Alegremente hago extensiva mi gratitud a: la sopa, las zapatillas peludas, el grueso albornoz, las orejeras, los coros de espirituales negros batiendo palmas, el sol, el popurrí de flores de primavera, los edredones de plumón, los despertadores, el agua caliente, la lumbre del hogar, el cielo azul, los calcetines rojos, la buena idea de vestirse con capas y capas de ropa, el sol, las sábanas de franela, mi perro que trepa por los montones de nieve y mi gato que no lo hace, el té con leche caliente, los calentadores para las piernas, los amigos con gruesos jersey, el sol, las ovejas que nos dan su lana, los muñecos y muñecas de nieve, los nuevos cortes de pelo para invierno, el sol, los niños pequeños que dan sus primeros pasos vestidos con alegres monos acolchados para la nieve, un buen ponche caliente, las botas, las flores de todo tipo y —ah, sí— el sol.
No me entusiasma terriblemente que se cierren o suspendan ciertas partes de la vida, como la escuela y el trabajo, todas las clases de danza, los aeropuertos, las carreteras, las tiendas de alimentos, las gasolineras. Nieve. Nieve. Palas. Nieve
Dichosos copitos de nieve
Y entonces...
Auriel Rose, mi ángel, se echa a reír cuando me acerco a la ventana y veo a los risueños adolescentes del barrio jugando a arrojarse nieve en mi camino de entrada, y al cartero abriéndose paso con sus botas altas y cantando con voz fuerte y clara. Me recuerda que a Dios le encanta sonreír. Entonces me siento en la cocina, cuyas paredes reflejan los colores del arco iris formado por los cristales. Hoy no tengo nada que hacer. Hay demasiada nieve. No hay adonde ir. No hay nada que hacer hoy. ¡Qué idea! ¡Qué suerte! Nada que hacer hoy. ¡Pensar! Eso es lo que haré hoy. Pensaré en muchas cosas: pasadas, presentes y futuras. Todas las cosas están conectadas: las grandes, las pequeñas, las amorosas, las del Universo y mis cosas, las de Nueva York y las de Christenstaad, en la isla de Saint. Croix, las cosas felices y las reflexivas. Gracias, gracias, cosas, gracias.
Y cuando mi hermana la luna brilla en lo alto del cielo, Auriel Rose y yo visitamos el exterior, y cada una hace un perfecto ángel de nieve. Esa será la maravillosa nota de agradecimiento del invierno.
Entonces todos podremos ver nuestra gratitud y lo alegre que es.
Días fabulosos
Patrice Karst
Patrice Karst es la autora del libro CodMade Easy: A Simple Cuide [Dios hecho fácil: Una guía sencilla]. Ha sido escritora y buscadora espiritual la mayor parte de su vida. Da conferencias sobre la maravilla de introducir a Dios en la propia vida de la forma en que a uno le parezca agradable. Vive en Los Ángeles con su hijo Elíjah, donde ambos disfrutan haciendo excursiones, saboreando helados y mirando las estrellas fugaces.
Como madre de un niño pequeño, muchas veces me he encontrado cantando la triste canción del «pobre de mí». Criar a un hijo sola es el mayor reto que he tenido que afrontar en mi vida, desde el punto de vista emocional, físico y espiritual. Cuando la soledad, el miedo, el tedio y el agotamiento han dicho lo que querían, pueden hacerme sentir realmente vieja. Y por mucho que me diga que, comparada con gran parte de las otras seis mil millones de almas de este planeta, yo llevo una vida de ensueño, hace poco me di cuenta de que todavía no estaba cerca del estado de paz que deseaba.
Una vez comprendido eso, decidí ponerme en marcha para dejar de centrar ia atención en mis dificultades. Desde entonces cada noche, antes de dormirme, cumplo con el rito de dar las gracias a Dios por algo que me haya ocurrido durante el día, algo que pueda agradecer sinceramente. Pues bien, ¿adivinas qué ha ocurrido? [Un milagro! La mayor parte del día camino por ahí en un estado de gracia y gratitud. Y como durante el día mi mente anda buscando cosas para «hacer sus deberes», veo cuántos acontecimientos preciosos ocurren durante cada periodo de veinticuatro horas.
Ahora cada noche tengo una larga lista: desde los momentos más simples, como el sonido de las campanillas de la casa de mis vecinos movidas por la brisa o la amable sonrisa del chico de la gasolinera después de llenar mi depósito, hasta la emoción de mi corazón cuando mi hijo Eli deja sus juegos y entra corriendo en casa simplemente para decirme que me quiere «más que al mar, al cielo y a cien trillones de lunas».
Sigue causándome un respeto reverencial (y un profundo alivio) el hecho de que, por muy agobiante y temible que sea este viaje llamado «vida», cuando me desacelero lo suficiente, comprendo que sólo está hecha de centenares de miles de «momentos», la mayoría de los cuales son condenadamente maravillosos si me tomo el tiempo necesario para verlos y valorarlos.
Deseo que todos nos acordemos de ver y sentir lo Divino en todo, desde un refrescante té helado un día caluroso hasta el calor de las mantas que nos cubren y abrigan toda la noche. Y deseo que prestemos atención a todos los milagros que danzan de verdad a nuestro alrededor cuando tenemos ojos para ver y oídos para oír.
.Bendito sea todo!
Julie Keene
Julie Keene fue catedrática en la Universidad Estatal Ferris de Michigan y después entró a servir como ministra de las Iglesias de la Unidad por todo el país. Escribió junto con lone Jenson Women Alone: Creating a ¡oyous and Fulfüüng Life [Mujeres solas: Creación de una vida dichosa y gratificante], y también es la autora de una obra autobiográfica titulada From Soap Opera to Symphony [Del melodrama a la sinfonía]. Actualmente vive y trabaja en Holo Center, una casa de retiro situada en Hayden Lake (Idaho), donde dirige talleres centrados en el crecimiento espiritual y psíquico.
La gratitud y la confianza están estrechamente ligadas. Para: sentirme agradecida por todas las cosas y personas de mi j vida necesito confiar en que el Universo tiene sentido, en i que todo lo que mi alma ha elegido experimentar durante esta vida es en definitiva para mi Mayor Bien. Confió en que, cuando parece que fracaso, sólo estoy aprendiendo. Me esfuerzo muchísimo por bendecir mi vida tal como es, tanto lo que llamamos triunfos como los supuestos desastres. Con frecuencia me viene a la mente un verso del poema de Kipling «Si»; «Si cuando te encuentras con el triunfo y el desastre logras tratar a esos dos impostores del mismo modo...».
Cuando me recuerdo a mí misma que soy una alumna de la Escuela Tierra y que he elegido aquellas lecciones que van a favorecer el propósito de mi alma, estoy más dispuesta a bendecir todas las circunstancias de mi vida. Naturalmente, hay una parte de mí menos iluminada que a veces se pregunta: «¿Por qué habré elegido esta desgracia?». Pero la gratitud por la justicia definitiva del Universo y la confianza en ella son el mejor antídoto para las venenosas emociones de la autocompasión y el resentimiento. Me resulta imposible sentir gratitud y emociones negativas al mismo tiempo. Elisabeth Kúbler-Ross nos dice: «Si cubres los desfiladeros para protegerlos de los vendavales, jamás vas a ver la belleza de sus esculturas». He aprendido a bendecir y agradecer los vendavales que han dado forma a mi vida.
Cuando mi alma llegó a la Escuela Tierra, eligió algunas lecciones difíciles. Me lleve) muchos años aprender a ver las bendiciones ocultas en esas experiencias. Cuando pude comenzar a comprender sinceramente su finalidad y a sentir gratitud por ellas, escapé de la oscuridad de la prisión en la que me había encerrado al sentirme una victima y entré en la luz de la libertad y la alegría.
Aunque en mi certificado de nacimiento se estampó la palabra «ilegítima», ahora me siento agradecida porque sé que Dios no tiene ningún hijo ilegítimo. Reconozco la presencia vivificadora de Dios y mi dignidad innata cuando llevo a cabo mis tareas legítimas en la Escuela Tierra. Aunque de niña sufrí maltratos físicos y abusos sexuales, me siento agradecida porque ahora sé que mi espíritu es indestructible y no puede dañarlo nada que se haga al Traje que llevamos en la Tierra. Aunque he experimentado «fracasos» en mis relaciones, agradezco que todas ellas me hayan proporcionado oportunidades únicas para practicar el amor y el perdón, y para conocerme a mí misma con más profundidad. Me siento agradecida porque puedo aprender de las relaciones después que han acabado.
Richard, mi hijo mayor, murió cuando tenia nueve años, y me siento muy agradecida porque sé que cada alma elige sus experiencias en la Escuela Tierra, entre ellas la forma y el momento de abandonar el plano terrestre, En realidad, la muerte no existe; el alma es eterna, no tiene edad, y el amor no conoce barreras de espacio ni de tiempo. Robert, mi segundo hijo, casi murió a los dos años, y a consecuencia de la enfermedad que sufrió, le quedaron lesiones cerebrales. Me siento agradecida porque sé que Robert eligió esta lección en la Escuela Tierra y que yo, como madre suya, elegí tener esa experiencia con él. He sufrido mucho viéndolo debatirse entre la vida y la muerte, pero me ha necesitado y me ha reclamado, y así me ha enseñado el amor incondicional. ¡Qué regalo más fabuloso!
Al mirar mi vida retrospectivamente, veo la belleza que han esculpido los vendavales. Confío en que los retos presentes y futuros van a hacer que mi alma crezca más. Mi corazón está henchido de gratitud por todas las personas y todas las circunstancias de mi vida, porque ahora comprendo su Finalidad Superior. Mi corazón rebosa de gratitud por el Amor Divino que nos envuelve, nos guía, nos protege y nos sostiene a todos.
La gratitud, una de las enseñanzas más importantes
de la vida
Kimberly Lockwood
Kimberly Lockwood es una viajera por el camino espiritual cuya manera luminosa y positiva de ver la vida la convierte en una inspiración y un modelo para sus familiares y amigos. Está muy agradecida por su papel de esposa de Barry y de madre de Brittany. Es la ayudante personal de Louíse L. Hay, y piensa que su familia, Louise y la Iglesia de la Cien cia Religiosa han contribuido de un modo muy importante a su proceso de crecimiento. Vive en La Costa (California).
La gratitud es una de las lecciones más importantes de la vida. También puede ser una de las más sencillas, si la aprendemos la primera vez que se nos presenta.
Cuando era niña y daba las gracias, decía lo que mis padres me habían enseñado a decir. No tenía un verdadero sentimiento de gratitud. Era sólo algo que hacia, lo que mis padres llamaban «buenos modales».
A medida que me fui haciendo mayor, dar las gracias se convirtió simplemente en un buen hábito: «Sé siempre amable, respeta siempre a tus mayores; di siempre "Por favor" y "Gracias"».
Ya de adulta comencé a apreciar las cosas que me rodeaban: la belleza de las montañas en otoño, las cimas coronadas de nieve en invierno, los vivos colores de las flores en primavera y lo fresco y limpio que huele el aire después de llover. Comencé a ver la belleza del mundo que me rodeaba. ¿Era gratitud lo que sentía?
Pasó el tiempo y disfruté de la vida y de lo que me ofrecía. Encontré al compañero más maravilloso. Nos hicimos amigos y después nos enamoramos. Pasamos algunos periodos difíciles, pero a consecuencia de ellos se fortaleció nuestra relación de pareja. Alrededor de un año después nos casarnos.
¡Todo era maravilloso! Había llegado el momento de sentar la cabeza y comenzar nuestra vida juntos. Pero nos entró una especie de locura que nos duró algún tiempo. Simplemente hacíamos lo que queríamos y cuando se nos antojaba. Si deseábamos algo, lo comprábamos, sin preocuparnos de si teníamos o no el dinero suficiente; simplemente lo cargábamos en cuenta.
Al cabo de un tiempo nos paramos a ver lo que nos estábamos haciendo. ¡Lo que vimos no era nada agradable! ¿Adonde se nos había ido la gratitud? No valorábamos las cosas, las dábamos por descontadas, no agradecíamos lo que teníamos. Sólo queríamos más, más y más.
De acuerdo, era hora de enderezarnos. Abrimos una cuenta de ahorro, sólo comprábamos cuando podíamos pagar al contado y dejamos de tirar la casa por la ventana haciendo regalos. Comprendimos que nuestros familiares y amigos nos querrían igual, al margen de lo que gastáramos en ellos.
Pasamos una época muy difícil tratando de tapar todos los agujeros. Por eso, puedo asegurarte que ahora me siento francamente emocionada cuando tengo un poco de dinero en la cartera.
Pasó el tiempo y me quedé embarazada, lo cual fue una maravillosa sorpresa para mi marido y para mí. A medida que pasaban los meses e iba creciendo esa vida dentro de mí, también fue aumentando nuestra gratitud. Poder experimentar ese milagro era el mayor regalo que se nos había hecho en la vida.
El día que nació nuestra hija y se la pasaron a mi marido para que la cogiera en brazos, he de decir que puso una cara increíble, y los ojos se le llenaron de lágrimas de alegría. Se podía palpar el amor que sentía. Después me la colocó en los brazos y lo único que pude decir fue: «¡Gracias, Dios mío!». A los dos nos corrían las lágrimas por las mejillas. Era una verdadera bendición para ambos. Cuando miré los ojos de mi hija, me sentí totalmente inundada de amor y gratitud. Era un ángel de Dios.
Finalmente lo sentí, tuve ese sentimiento definitivo de gratitud. Y cada día lo llevo conmigo. La gratitud es un regalo especial. No des nada por descontado, ama y valora todo lo que hay en tu vida. Está ahí por algún motivo, aprende de ello.
Y recuerda, cuando digas «Gracias», siente un verdadero agradecimiento. ¡Yo lo siento!
¡Tantas bendiciones...!
Sir John Masón
Sir John Masón nació en Manchester (Gran Bretaña) en 1927. Hizo sus estudios en el instituto de segunda enseñanza de Manchester y luego en Cambridge, donde obtuvo el doctorado en historia. Sirvió en el Ejército británico durante la Segunda Guerra Mundial y la guerra de Corea, y obtuvo el rango de capitán. Desde 1952 a 1984 trabajó en el Servicio Exterior: en Roma, Varsovia, Damasco y Nueva York; desde 1976 a 1980 fue embajador británico en Israel, y desde 1980 a 1984 ocupó el cargo de Alto Comisario Británico en Australia. En 1984 se retiró y se estableció en Australia, donde ha sido presidente de muchas empresas importantes. Tiene la doble nacionalidad británica y estadounidense. En 1954 se casó con Margaret Newton; tienen un hijo y una hija adultos. En 1980 recibió el título de Sir.
Tengo 68 años y no hay absolutamente nada en mi vida por lo cual no me sienta agradecido. Doy gracias a todas las personas que me han dado tantos motivos para estarles agradecido. Son tantas las bendiciones que he recibido que ya he perdido la cuenta.
Primero trataré de contar algunas de mis bendiciones personales y después hablaré de aquellas que comparto con las demás personas de este mundo.
Bendiciones personales
Debo a mis padres una gran inteligencia, motivación y un hogar seguro y feliz. Me animaron a obtener becas, con las cuales, y gracias a la excelente enseñanza que recibí, pude pagarme los estudios.
Tal vez no sea políticamente correcto decirlo, pero me considero muy afortunado de haber nacido heterosexual, porque la mayor bendición de mi vida han sido los cuarenta años de matrimonio con una mujer maravillosamente paciente y cariñosa, a la cual, como es lógico, estaré siempre agradecido. Espero acordarme de decírselo. Nos dio dos hijos admirables que no sólo son felices y se sienten realizados, sino que también se llevan bien entre ellos y con nosotros.
Hace veintinueve años mis dos pulmones se cubrieron de metástasis (cáncer secundario) después de que me extirparan un tumor del riñón. Me dijeron que me quedaba menos de un año de vida. Quienes me lo dijeron estaban equivocados, pero para demostrar su buena voluntad me dieron un medicamento experimental que según ellos no podía hacerme ningún daño, medicamento que actualmente sigo tomando cada día. Doy las gracias a quienes lo crearon, aunque soy la única persona del mundo que ha sobrevivido a ese tratamiento más de cinco años.
Pero también doy las gracias a la intensa rabia que me produjo esa enfermedad, la cual, estoy seguro, influyó en la derrota de mi cáncer de pulmón.
Si no tuviera dos caderas ortopédicas de titanio no podría caminar. Tampoco podría ver si no tuviera dos lentillas intraoculares poscataratas. Estoy muy agradecido a las personas que hicieron posible todo esto.
Bendiciones que comparto con los demás
En los años treinta, cuando yo era pequeño, dos amigos míos murieron, uno de escarlatina y el otro de difteria. Recuerdo que todo el mundo tenía en el brazo una o dos cicatrices redondas que dejaba la vacuna contra la viruela. Hasta hace menos de veinte años era esencial presentar un certificado de vacunación contra la viruela para poder viajar por el extranjero. Pero hoy en día la viruela, la mayor asesina de la Historia, está erradicada. Más que un motivo de gratitud o una bendición, eso es un milagro.
Recuerdo el azote de la tuberculosis, que no era una enfermedad romántica, como en el caso de Keats y los hermanos Bronté [Emily Anne y Patrick], sino una terrible plaga, desde el punto de vista social y médico. Ahora prácticamente ha desaparecido, y debemos estar agradecidos a aquellos que consiguieron eliminarla.
También recuerdo que no podía bañarme en la piscina municipal por temor a contraer la polio. ¿Alguien se acuerda de la polio? Debemos estar agradecidos al doctor Salk.
Demos las gracias de que en la actualidad podamos hablar francamente del cáncer, tema que hace treinta años era tabú. Dado que ahora podemos hablar de él, tenemos la posibilidad de tratarnos a tiempo y con más eficacia. Me siento muy agradecido de poder contar rni historia a los enfermos de cáncer y animarlos con el convencimiento de que pueden tener esperanzas.
Por encima de todo, como padre, me siento agradecido de que mi hijo no haya tenido que aprender a matar a sus semejantes en la guerra, como tuvimos que hacer mi padre y yo.
Espero que haya quedado claro que creo que el mundo se ha convertido en un lugar mejor durante mi vida, y que me sienta afortunado por haber vivido en la época en que he vivido. Siento una profunda gratitud hacia aquellos de mis semejantes, los conozca o no, que han contribuido a hacer de éste un mundo mejor.
Dar gracias, una actitud curativa
Dr. Emmett E. Müler
El doctor Emmett E. Miller tiene en su haber más de veinticinco años de éxitos enseñando a las personas a aumentar su salud y su bienestar. Sus casetes de relajación y visuali-zación, entre las cuales / am [Soy], Letting Co of Stress [Liberación del estrés] y Healing journey [Viaje sanador], son un modelo aceptado en todo el mundo y su uso está muy extendido entre los atletas olímpicos, los directivos de empresas, los médicos y otras personas que se dedican a las artes curativas. Su último libro se titula Deep Healing: The Essence ofMind/Body Medicine [Curación profunda: La esencia de la medicina del cuerpo-mente].
¡Mira mi vida! ¿Debo sentirme agradecido o timado? ¿Está el vaso medio vacío o medio lleno?
Podría quejarme de que los rosales tienen espinas, o agradecer que algunos arbustos espinosos tengan rosas. En un sentido puramente intelectual o «científico», estas dos actitudes son equivalentes. Pero en la vida real tiene una enorme importancia cuál de las dos elegirnos.
Cuando la imagen que tenemos de nosotros en relación con el mundo nos retrata como víctimas, la sensación de impotencia que eso nos produce se transmite a todo nuestro organismo. La consecuencia de esta actitud puede ser un mal funcionamiento o un colapso de un órgano o sistema orgánico.
Ya sea que sintamos gratitud y plenitud, o que tengamos una sensación de pérdida, privación y resentimiento, cada uno de estos estados anímicos genera su correspondiente estado químico interno, que, a su vez, produce comportamientos característicos que conducen a determinados resultados: salud o enfermedad, poder o impotencia, realización o insatisfacción, éxito o fracaso.
En el ejercicio de mi profesión (medicina del cuerpo-mente), la importancia de la gratitud es extraordinariamente clara en el sentido psico-fisiológico: las personas agradecidas sanan más rápido, son capaces de eliminar con más facilidad de su vida los comportamientos dañinos y son más felices.
En mis veintitantos años de experiencia, he hecho un interesante descubrimiento. Hay personas que aceptan lo que les enseño y hacen profundos cambios en su vida; hay otras, cuyos síntomas y enfermedades son exactamente los mismos, a las que les cuesta sanar o cambiar su comportamiento. Los pacientes que agradecen las sesiones que tene-mos, que valoran la energía y el enfoque que les proporciono, son los que mejoran. Las personas que desconfían, que piensan que las sesiones deberían ser más largas o menos caras, que se preguntan si no las estaré «timando», son mucho más lentas para cambiar. En cuanto a la sucesión de los acontecimientos, queda claro que la gratitud (o su falta) va primero.
Nuestro modo de ver el mundo configura nuestra reacción ante los retos que nos presenta la vida. El sentimiento de gratitud nos capacita para elegir sabiamente nuestra forma de sentirnos, lo que decimos, lo que creemos, lo que hacemos.—. Qué absurdo es que centremos la atención en la «mitad vacía», nosotros los estadounidenses, que somos más ricos y consumimos diez veces más recursos que el 95 por ciento de la población mundial, que normalmente vivimos veinticinco años más que nuestros bisabuelos, que disfrutamos de libertad y tenemos un gran potencial personal. La gratitud nos lleva a ver aquello que está a nuestro alcance, lo que podemos desarrollar. Al fin y al cabo, no hay nada con qué trabajar en la parte vacía del vaso.
Sin la actitud de dar gracias se produce una sensación de carencia, bien conocida para el 60 por ciento de estadounidenses con exceso de peso. De modo similar, los fumadores, los bebedores y los drogadictos, cuya calidad de vida está en constante deterioro, son incapaces de tomar la aparentemente sencilla decisión de hacer lo que dicen y creen que desean hacer. Estas personas se encuentran en un involuntario estado de negación: la negación de la riqueza que tienen dentro. En comparación, la conciencia de la plenitud de su yo superior haría que sus compulsiones desaparecieran. Sin la percepción de lo que uno es realmente, es difícil discernir el verdadero valor de cualquier cosa que ocurra en la vida, a excepción de la sensación inmediata y pasajera de la gratificación instantánea.
Círculo vicioso, círculo virtuoso
Cuando sentimos gratitud, participamos a los demás de nuestra plenitud; las personas se sienten valoradas y atraídas por nuestra energía. El resentimiento, la amargura y la actitud de victima tienden a repeler a los demás, y entonces nos sentimos menos apoyados. De igual modo, cuando nuestra falta de gratitud nos lleva a la impotencia y la enfermedad, nos sentimos «timados», pensamos que nuestra salud decae mientras los demás disfrutan.
Gratitud aprendida
En el campo de la psiconeuroinmunología, ahora tenemos la seguridad de que ciertas emociones, creencias e interpretaciones (nuestro mapa del mundo) tienen un profundo efecto en el funcionamiento del cuerpo, de lo cual depende que nos pongamos enfermos u opongamos resistencia a la enfermedad. Más espectaculares son los estudios sobre la «impotencia aprendida». Sean cuales fueren las dificultades o crisis de nuestra vida, si nos sentimos impotentes ante ellas, tenemos muchas más probabilidades de enfermar.
En mi opinión, el estado mental que llamamos gratitud no es innato, sino algo que aprendemos. La gratitud tiene que ver con sentirnos llenos, completos, capaces, con el hecho de sentir que tenemos todo lo que necesitamos y que nos lo merecemos; miramos el mundo desde la perspectiva de que somos personas valiosas. La experiencia del grado de realización y plenitud que es posible alcanzar es lo que nos lleva a la capacidad de sentir gratitud— Sin gratitud, tendemos a sentirnos incompletos, engañados, faltos de algo; en una palabra, impotentes.
Si no tuviste la suerte de que te enseñaran la actitud de dar gracias en tu infancia, puede que de vez en cuando caigas en la desesperación, el resentimiento y la desdicha. Eso todavía me ocurre a mí a veces, y cuando me pasa, simplemente recuerdo con gratitud mis motivos para hacer las cosas que hago, mi misión personal en la vida y mis sueños. Puede tardar un poco, pero con la atención centrada en mi interior y la visualización, la actitud de dar gracias siempre vuelve. Después de todo, igual que tú, «soy lo que pienso».
La gratitud trascendental
Dan Millman
Dan Millman es autor de siete libros, entre ellos El guerrero pacífico, No Ordinary Moments [No hay momentos normales], The Life You Were Born to Uve [La vida para la que nacimos] y dos libros para niños. Sus obras (traducidas a 16 idiomas) han inspirado a millones de personas. Ex campeón mundial de atletismo y profesor universitario, ahora educa a personas de todas las profesiones en aspectos del crecimiento personal y espiritual.
La mayoría disponemos de cinco sentidos, pero hay otros dos que tienen una importancia especial: el sentido del humor y el sentido de la perspectiva. En ellos se origina una natural efusión de gratitud. Si nos falta perspectiva también nos falta el sentido del humor; entonces, las pequeñas desilusiones, las expectativas no cumplidas y las imperfecciones o los errores de otras personas nos pueden alterar.
Sin embargo, aquellos que nos hemos encontrado con fuertes retos y pruebas, como el sufrimiento, la enfermedad y la muerte de un ser querido, tenemos un punto de referencia distinto. No nos preocupan las insignificancias, y sentimos gratitud por los más pequeños favores y bendiciones. Charles Grodin, el escritor y actor, me contó una vez que al morir su padre, cuando él tenía 18 años, todo lo demás le pareció «insignificante*. La muerte de su padre le dio el sentido de la perspectiva, y con él, un profundo sentido de la gratitud.
A medida que pasa el tiempo, con una perspectiva más amplia, cambian nuestras percepciones. Comenzamos a agradecer no sólo determinados favores, actos de bondad o circunstancias agradables, sino también cosas pequeñas, como ver salir el sol, o la belleza de un árbol mecido por la brisa. La perspectiva también nos lleva a un profundo tipo de humildad, no en el sentido de mansedumbre, sino de valoración de nuestro lugar en el vasto universo y la oportunidad que representa la vida, ya sea que nos vaya bien o no en ese momento.
De niños nos enseñaron la gratitud convencional: «Gracias, tía Susan, por esta preciosa camiseta». O tal vez se nos «enseñó» a dar las gracias utilizando el sentimiento de culpabilidad: «Con lo que me he sacrificado por ti, y ¡mira cómo te portas!»— Cuando alguien nos llama «desagradecidos» se debe a que hemos transgredido sus convenciones sociales. La gratitud convencional puede conllevar la sutil carga de la obligación, el intercambio de favores o el pago de cuentas: «Tú has hecho más por mí que yo por ti, o sea que estoy en números rojos. Te debo una». Generalmente, bajo los actos altruistas subyace una mezcla de motivos: sentido del deber, obligación, conciencia social, necesidad de reconocimiento o atención, y sólo rara vez el altruismo puro o la abnegación.
Si alguien me hace un favor, las convenciones sociales me dicen que «debo» agradecérselo. Pero si le he proporcionado a esa persona la oportunidad de dar, de servir y de elevar su sensación de valía personal, tal vez ella debería agradecérmelo a rní. Cuanto más profundamente las miramos, más evasivas se vuelven las «reglas» de la gratitud.
La gratitud trascendental, sin embargo, va más allá de las convenciones sociales. En lugar de sentirnos agradecidos a alguien, nos sentimos agradecidos por esa persona, por Dios o el Espíritu que actúa a través de ella. Comenzarnos a sentir gratitud por todas las personas y todas las cosas que hay en nuestra vida. Este sentimiento nos eleva, nos anima y nos sirve para elevar y animar a otras personas, reconociendo que, en definitiva, todos estamos en esto juntos.
Desde hace algún tiempo, cada mañana despierto agradecido y cada noche me voy a dormir agradecido, con una tácita y creciente percepción de la presencia, el amor y la bendición del Espíritu. Me siento agradecido por mis amigos y mis adversarios, por las alegrías y dificultades de mi vida, porque las alegrías me dan placer y las dificultades me ayudan a crecer. Todo sirve a su manera.
Penetrar en la gratitud
Mary-Margaret Moore
Mary-Margaret Moore se crió en Hawai, donde vivió sus primeros dieciocho años. Después estudió cinco años en la Universidad Stanford, y obtuvo dos títulos. Durante muchos años se ha dedicado a buscar la claridad de la conciencia usando técnicas que van del estudio del poder de los santos cristianos y el budismo zen a las revelaciones de Ramana Maharshi. Los diecisiete últimos años ha sido la intermediaria para la energía llamada Bartholomew.
Una de las cosas que he aprendido en estos últimos diecisiete años trabajando con la Conciencia Bartholomew es que la gratitud, como el amor, se puede experimentar de un modo cada vez más profundo. Hubo una época en que creía que ser agradecida sólo significaba estar satisfecha con las cosas, las personas y los placeres de mi propia vida. Pero Bartholomew nos ha enseñado algo mucho más vasto que este punto de vista limitado y lineal de «qué puedo sacar de esto». Lo que ha demostrado repetidamente es que la gratitud, en su grado más profundo, es un campo energético omnipresente lleno de paz que tenemos constantemente a nuestra disposición, en iodos los momentos de nuestra vida, al margen de las circunstancias que se estén manifestando. Él nos ha alejado de la identificación con el hecho de «sentirse bien si las cosas van bien» para llevarnos a la realidad profunda y sincera de que esta gratitud, esta maravilla, esta paz, es una vibración electromagnética constante a la que podemos acceder simplemente desprendiéndonos de nuestros dramas mentales y emocionales para penetrar en la silenciosa constancia de la gratitud.
Es emocionante el momento en que comprendemos que nos pase lo que nos pase, sea como sea el momento presente, eso es precisamente lo que necesitamos para despertar a la Infinita e Inmensa Luz del Ser: Dios, Amor, Luz, Lo que Existe, Nuestra Verdadera Naturaleza, sea cual sea el nombre que queramos darle. Las palabras que nos repite constantemente Bartholomew son: «Sea lo que fuere lo que esté presente, es Eso. Sea lo que fuere lo que experimentes, si simplemente te permites sentirlo y experimentarlo en su totalidad, sin pensarlo, sin tratar de cambiarlo, de entenderlo ni de evitarlo, en el centro de todas las experiencias encontrarás la paz y la maravilla que has andado buscando».
Estos últimos años, en todos los caminos espirituales, muchos hemos comenzado a ser verdaderamente conscientes de esta realidad omnipresente. Cuando viajo por el mundo, en todos los países que visito veo que esto es cierto, en personas de muchas culturas diferentes.
Es como si miles de millares de buscadores de todos los caminos, conocidos y desconocidos, hubieran encontrado un manantial de esperanza y gratitud, y estuvieran teniendo profundas revelaciones. He oído una y otra vez a la gente proclamar su gratitud por saber finalmente que Dios existe; que de algún modo, quién sabe por qué gracia, estamos comenzando a comprender verdaderamente que tenemos, por derecho de nacimiento, la capacidad de experimentar la Bondad de nuestro Ser. Y esa capacidad la tenemos en este momento, en este día, en esta vida, no en algún renacimiento futuro más propicio cuando las circunstancias sean más favorables. Al parecer todos estamos dispuestos a escuchar la «buena nueva» de que somos Aquello que buscamos, que nunca hemos estado separados de Quienes Somos, y que esta Realidad es nuestra siempre que estemos dispuestos a desprendernos de nuestras creaciones mentales y emocionales temporales para penetrar en la Presencia Eternamente Presente.
La liberación final llega cuando nos permitimos comprender que cada momento puede estar lleno de este entusiasmo si dejamos que las cosas sean exactamente como son. No podemos «hacerlo», «encontrarlo» ni «ganarlo», pero sí podemos Serlo, porque ya Lo somos. ¿Qué podría ser más fácil que Ser lo que realmente somos? Sólo necesitamos dejar de intentarlo, y lo que queda es la Inmensidad del Ser. No hemos de luchar ni esforzamos, sino simplemente Ser.
Mi «Libro de agradecimientos»
Nancy Norman
La reverenda Nancy Norman está consagrada a estimular a las personas a descubrir, desarrollar y utilizar sus más elevadas capacidades. Su enfoque es claro, práctico y sincero, y se puede aplicar fácilmente a la vida cotidiana. Nancy es ministra de la iglesia de la Unidad, y ha ejercido con éxito actividades profesionales en los campos inmobiliarios, de la moda y la educación. Dedica su vida a ayudar a los demás a vivir de un modo mejor, más pleno y abundante.
La nubecilla negra se cernía sobre mí en todo momento, lista para arrojarme encima el desastre y la tristeza. Hacía poco que me había divorciado, veía incierto mi futuro, no había a la vista ningún trabajo ni profesión, me sentía insegura económicamente y muy sola; la nubecilla negra no se separaba de mí. ¿Qué podía hacer? Ni siquiera sabía por dónde empezar. Entonces se me ocurrió una idea. Fue como si alguien me dijera: «Deja de fijarte en lo que no está bien en tu vida y comienza a ver lo bueno y positivo». No es una idea muy original, debo admitirlo, pero a mí no se me había ocurrido antes.
Comenzó a formularse un plan. Me senté y empecé a hacer la lista de todas las cosas buenas y positivas que fui capaz de pensar, retrocediendo hasta donde tenía memoria. Mientras escribía, el mundo empezó a parecerme más amistoso, y comprendí lo mucho que tenía para agradecer. Al final de mi sesión de escritura, había llenado varias páginas con cosas buenas, y mi sensación de desastre y tristeza se estaba disolviendo. Entonces decidí avanzar un poco más en esa idea de expresar gratitud, de centrarme en lo que era bueno y estaba bien en mi vida. Me propuse llevar siempre conmigo una pequeña libreta para anotar las cosas por las que me sentía agradecida a medida que me ocurrían.
Salí a dar mí paseo matinal y vi el mundo con otros ojos. El paisaje que otras mañanas había mirado con indiferencia estaba lleno de belleza y colorido— Los perros con que me crucé en el camino, los pájaros que escuché, eran recordatorios de que vivía en un Universo abundante, amoroso y armonioso. Anoté todas esas maravillas en mi «Libro de agradecimientos».
A medida que avanzó el día, hubo una bendición tras otra. Llegó la correspondencia y en lugar de facturas venían tres cheques: ingresos inesperados. Una vecina me trajo un maravilloso pastel hecho por ella; me dijo que no sabía por qué, pero cuando estaba cocinando pensó en mí.
Un amigo me regaló un cuadro que había encargado para mí a un pintor muy conocido. Continué escribiendo todo esto en mi «Libro de agradecimientos», y a primera hora de esa tarde la nubecilla negra se había desvanecido.
Sigo utilizando mi «Libro de agradecimientos*. Me sirve para ver más allá de mis miedos y dudas contraproducentes. La gratitud es una poderosa fuerza magnética que atrae hacia mí de un modo natural personas alegres y acontecimientos dichosos. Atrae el potencial oculto de la vida. La gratitud es uno de los grandes secretos de una vida plena, es una colaboradora del Universo.
¡Si¡...Vivo en un Universo amoroso, abundante y armonioso, ¡y me siento agradecida!
El don de la gratitud
Robert Odom
Robert Odom, autor de Your Companion To 12 Step Recovery [Tu compañero para la recuperación en 12 pasos], es consejero metafísico, profesor y conferenciante, y tiene en su haber una experiencia de más de quince años en el campo de la recuperación. Es un estudioso de la historia de Nuevo México y, como corresponde, tiene su hogar en Santa Fe y Las Cruces (Nuevo México).
Aprender a amar es un proceso que supone recordar quiénes somos realmente— La realidad fundamental es que todo lo que vive sobre el planeta es una manifestación del Espíritu en un cuerpo físico. Todo lo que vive es Espíritu, y el Espíritu es sagrado; por lo tanto, todo lo que vive es sagrado.
La gratitud entraña tomarse el tiempo necesario para apreciar conscientemente la complejidad de la vida. Solemos estar tan ocupados «haciendo» que nos queda poco tiempo para vivir. A veces sólo somos capaces de agrade-cer los bienes evidentes, mientras acabamos protestando por nuestro sufrimiento.
Vivimos en una cultura que nos programa para esperar una gratificación instantánea y no para valorar los procesos que implican una gran cantidad de tiempo y una cuidadosa atención. Nos resulta fácil leer unos cuantos libros, asistir a varios seminarios y esperar la iluminación inmediata. Es una mentalidad de «espiritualidad en microondas». Al aprender a amar, hemos de abarcar todas las experiencias de la vida, las horribles y las sublimes. Con mucha frecuencia, el mayor conocimiento espiritual viene envuelto en confusión y sufrimiento. Es un verdadero reto agradecer el sufrimiento además de las alegrías.
Dar las gracias por nuestras lecciones y experiencias es en realidad una manera de responder a la vida que nace de un corazón lleno. Ser agradecido, o como decimos en los programas de Doce Pasos, adoptar una «actitud de agradecimiento», nos mantiene conscientes de nuestra interconexión, nos recuerda que todos formamos parte de la gran espiral de la creación, en un viaje espiritual de regreso a la Fuente. Todo lo que nos ocurre en este viaje forma parte de un mayor acercamiento al Espíritu, que nos vuelve conscientes de nuestra propia divinidad.
Tenemos la responsabilidad espiritual de ser conscientemente agradecidos, porque esa frecuencia de energía fluye de nosotros y contribuye a nuestra curación, a la curación de nuestros hermanos y hermanas, y en último término a la curación del planeta, nuestra Madre Tierra.
Dedica algún tiempo a estar a solas en la naturaleza. Observa en silencio a las hormigas, los pájaros, las hojas de los arbustos y árboles. Todas las formas de vida disfrutan del mundo con naturalidad. Las hormigas tienen arena más que suficiente para construir sus colinas; los pájaros tienen abundancia de ramitas para hacer sus nidos; hay luz de sol de sobras para que las hojas produzcan alimento para las plantas. Mientras contemplas la naturaleza, recuerda que tú también formas parte de esta maravillosa e intrincada red de vida. ¡Es una bendición tan colosal estar vivo en este maravilloso lugar! Haz una respiración profunda, abre el corazón y recuerda que la gratitud es Dios que aprecia el don de Sí Mismo al mundo.
Da las gracias conscientemente por todas las personas, lugares y cosas que te sirven para aprender a amar.
La gratitud, expresión natural de un corazón lleno de amor
Daniel T. Peralta
Daniel T. Peralta es un profesor de metafísica licenciado en psicología de la conciencia por la Universidad Antioch. Ha trabajado muchísimo con Louíse L Hay. El trabajo de Daniel es de utilidad para diversos grupos de personas, desde niños de nuestras escuelas públicas a adultos con problemas mentales o emocionales. Actualmente está trabajando con personas que cumplen condena en la cárcel. También ha presentado una serie de televisión interactiva en directo: «Self-Esteem: Becoming Empowered!», [La autoestima: adquirir capacidad] en el canal de Educación. Vive en Hawai.
La gratitud centra nuestra atención en las cosas buenas de la vida. Coge nuestros bienes y los multiplica. Cuando con alegría expresamos gratitud, ésta nos abre el corazón y nos permite experimentar más amor El amor es el poder que nos sana la vida, y es el poder que finalmente sanará este mundo. La gratitud viene del amor; es la expresión natural de un corazón amante. Por lo tanto, siempre que expresamos gratitud nos ponemos del lado del poder que nos sana. Dar las gracias y elogiar difunde la energía sanadora y hace de nuestra vida y del mundo un lugar mejor para ser y vivir. Siempre que expresamos agradecimiento y aprecio, contribuimos a sanar el mundo. La gratitud proyecta vibraciones positivas hacia la atmósfera, y nuestro benévolo Universo responde del mismo modo.
Por lo tanto, es esencial cultivar una «actitud de agradecimiento», que empieza por fijarnos en todo lo bueno que ya tenemos. Hacer un recuento de las bendiciones es una de las maneras más seguras de levantar el ánimo, siempre hace que la energía se dirija hacia algo positivo y deseable. Si te sientes deprimido o triste, piensa en todas las cosas buenas de tu vida. Comienza por agradecer todos tus bienes y bendiciones. Búscalos, están ahí. Eso cambiará tu energía. Dale las gracias a la Vida por todo lo bueno que ya está abundantemente presente en tu interior y a tu alrededor.
El hecho de estar vivo y experimentando el regalo de la vida es un inmenso honor. Cada nuevo día está lleno de nuevas posibilidades que puedes experimentar. Cada nuevo día es otra oportunidad de volver a comenzar, otra oportunidad de ser la maravillosa persona que eres. ¡Qué gran bendición! Da las gracias a Dios porque estás aquí, dispuesto y capaz de aportar tus talentos y dones a este mundo. El mundo te necesita y la Vida te está agradecida. Ahora es el momento de dar las gracias por ser tú.
Cuando expresamos gratitud, aumenta la frecuencia de las vibraciones que nos rodean. La gratitud genera energía positiva que emana de nosotros y regresa en forma de experiencias maravillosas. Nos convertimos en imanes. Atraemos personas y cosas buenas porque es una dicha y un placer estar a nuestro alrededor. Una actitud de agradecimiento es atractiva por naturaleza; tiene el poder de convertir las dificultades en posibilidades, los problemas en soluciones, las pérdidas en ganancias; cambia la energía, expande nuestra visión, y nos permite ver lo que normalmente es invisible para alguien que tiene una actitud limitadora.
Incluso en las horas más negras podemos cultivar una actitud de agradecimiento. Ocurra lo que ocurra a nuestro alrededor, podemos elegir reaccionar de una manera que nos sirva para aprender y crecer. Cuando vemos las dificultades como oportunidades de crecimiento, entonces podemos agradecer las lecciones que estamos aprendiendo de esas experiencias difíciles. Siempre hay un regalo en toda experiencia— Expresar gratitud nos permite descubrirlo. Cuando valoramos sinceramente todo lo que nos ofrece la Vida, vemos la Luz en nosotros mismos y en los demás, vemos codas las cosas y a todas las personas como una posible bendición.
La gratitud es una oración para que abunde lo bueno. Atrae hacia nosotros abundancia y generosidad. Creo que la palabra «gracias» es una de las más hermosas. Puede iluminar la cara de una persona y hacerle saber que se la aprecia. Abre la puerta de nuestro corazón y nos permite sentirnos conectados.
Cada mañana al despertar, la primera palabra que sale de mi boca es: «¡Gracias!». Esto me hace sentirme inmediatamente conectado con Dios y me llena de amor el corazón. Me siento agradecido por estar vivo, respirar y tener otro día por delante para vivirlo plena y exquisitamente. Doy gracias por estar aquí, participando de la pródiga abundancia de este Universo.
La abundancia de la Vida está aquí para todo el mundo. Cuando expresamos amor y gratitud, armonizamos nuestras energías y nos damos cuenta de que nuestra vida forma parte de esta copiosa abundancia.
He aquí algunos consejos para cultivar una actitud de agradecimiento:
• Durante el día di la palabra «gracias», ya sea en silencio o en voz alta. Haz saber a Dios que te sientes feliz de estar vivo y de participar en esta experiencia llamada Vida. Da las gracias, a ti mismo, a los demás y al mundo. Difunde la actitud de expresar gratitud.
“Lleva un libro de agradecimientos. Escribe todas las cosas que agradeces en tu vida. Acuérdate de incluir cosas como la electricidad, el agua, las tuberías, la tecnología y todas las comodidades modernas que solemos mirar con indiferencia. Si no las puedes escribir sobre papel, hazlo mentalmente— Alaba el progreso que todos hemos hecho. “Cuando lo estés pasando mal, mira esas experiencias y di: «Sé que esto ha venido a bendecirme, y estoy dispuesto a ver el regalo que hay en esta experiencia. Que se me revelen las enseñanzas y que me vuelva más fuerte y vea las cosas más claras».
Gracias, gracias, gracias, gracias...
La gratitud, un estilo de vida
Marcia Perkins-Reed
Marcia Perkins-Reed es muy conocida en Estados Unidos por sus conferencias y seminarios sobre la motivación. Ofrece a sus oyentes una combinación de su experiencia de veinticinco años en diversas empresas, sus estudios en psicología y derecho, sus diez años en el Nuevo Pensamiento, y el éxito y la realización obtenidos por ella y los clientes que la consultan. Es autora del libro When 9 to 5 Isn't Enough: A Cuide To Finding Fulfillment at Work [Cuando no basta (trabajar) de 9 a 5: Guía para encontrar realización en el trabajo].
No siempre es fácil expresar gratitud. Si las circunstancias son desagradables o si nos concentramos más en lo que nos falta que en lo que tenemos, puede parecer absurdo tratar de encontrar algo que agradecer. Pero la gratitud abarca algo más que el simple hecho de estar agradecido.
El agradecimiento se dirige hacia cosas en concreto o acontecimientos que nos acaban de suceder, por ejemplo: «Agradezco el jersey que hoy me han regalado». La gratitud, en cambio, es un estilo de vida. Las personas que viven en un estado de gratitud han desarrollado la capacidad de experimentar, momento a momento, una sensación de maravilla y alegría por su vida tal como es. Y al hacerlo, paradójicamente parece que atraen más bendiciones a su vida en forma de dinero, trabajos gratificantes, relaciones personales muy satisfactorias y otras cosas que desean.
Expresar agradecimiento de modo regular puede conducir a un estilo de vida impregnado de gratitud. Cada vez que ocurre algo bueno, esperado o no, tengo por costumbre decir lo siguiente, para mis adentros o en voz alta: «¡Gracias, Dios!». Si haces esto con regularidad, comenzarás a notar cambios. Cosas que solían molestarte ya no te molestarán tanto. Cuando veas a alguien menos afortunado que tú, al mismo tiempo que agradeces a tu Fuente lo que tienes, también echarás una mano a esa persona y le darás lo que puedas de ti y de tu substancia.
Expresar gratitud es sencillamente reconocer que hay una sustancia infinita a nuestro alrededor, por todo el Universo y más allá. Y debemos, como nos insta a hacer Eric Butterworth en su libro Spiñtual Economics [Economía espiritual]: «Meternos en la conciencia que vivimos en esta sustancia como el pez vive en el agua». Nunca nos falta sustancia, aunque perdamos todos nuestros bienes en una crisis económica, porque la substancia es la esencia inmaterial de las cosas que vemos. Así siempre podemos expresar gratitud por la substancia invisible que nos rodea, sabiendo que al hacerlo atraeremos su manifestación.
La gratitud produce dos agradables consecuencias en nuestra vida. En primer lugar, nos crea una profunda sensación de alegría. Se dice que si nuestro objetivo es la felicidad, ésta nos va a eludir. Lo mismo pasa con la alegría. Si la buscamos por sí misma, no la vamos a encontrar. Pero si expresarnos gratitud, viviendo en una conciencia de alegría, agradeciendo lo que tenemos (aunque sea poco) y cultivando la paz interior mediante una silenciosa meditación, descubriremos que la alegría aparece espontáneamente.
La segunda consecuencia de la gratitud es una experiencia personal de abundancia y prosperidad. Es un principio ampliamente aceptado que «aquello en lo que nos concentramos se expande». Si nos pasamos la mayor parte del tiempo pensando en lo que no tenemos, o en cómo deseamos que nuestra vida sea diferente, o en lo que acabamos de perder, eso se expandirá, y tendremos más pérdidas, más carencia y más descontento con nuestra situación actual. Pero sí nos concentramos en lo que tenemos (por ejemplo: comida en la mesa, amigos y/o familiares que nos quieren, el sol que brilla fuera...), eso también se expandirá. La energía de la gratitud atrae hacia nosotros las cosas que deseamos, casi por arte de magia.
Así pues, comienza a expresar gratitud hoy mismo. Cuando despiertes por la mañana, pregúntate inmediatamente: «¿Qué puedo agradecer hoy?». Dedica tiempo a estar en el silencio de cu yo interior, apreciando la maravilla de tu ser. Y acuérdate siempre de agradecer lo bueno que te llega.
La gratitud, una fuerza poderosa
John Randolph Price
John Randolph Price es el autor de varios libros de gran éxito, entre ellos The Superbeings [Los superseres], The Abundance Book [El libro de la abundancia], TheAngels Within Us [Los ángeles interiores] y Practical Spirituality [Espiritualidad práctica]. Es el presidente del consejo de administración de la fundación The Quartus, y junto con su esposa Jan dirige seminarios y cursos intensivos. En reconocimiento a su labor de promoción del Global Mind-Link y el Día Mundial de la Curación, en 1986 los Price recibieron el «Premio Luz de Dios Expresándose», otorgado por la Asociación de Iglesias de la Unidad. En 1992 John recibió también el Premio Humanitario otorgado por el distrito de Arizona de la Alianza Internacional Nuevo Pensamiento.
El significado que se da corrientemente a la gratitud es el de agradecer los beneficios recibidos. Si bien eso es importante, yo creo que la energía de la gratitud es una de las fuerzas de atracción más poderosas del Universo. Un corazón lleno de acción de gracias, incluso cuando las apariencias nos dicen que estamos atascados en la escasez, el conflicto y la aflicción, nos impulsa hacia una conciencia más elevada, y pronto vemos brillar la realidad a través de la ilusión.
Parafraseando lo que he escrito en mi libro Empower-ment [Capacitación], nuestros deseos se cumplen primero en la conciencia y después se manifiestan en el mundo exterior en forma de experiencias y circunstancias ideales; así pues, el secreto es ser agradecidos cuando nuestro bien todavía es invisible. La gratitud produce una corriente de energía espiritual que va por delante de nosotros a ejercer una poderosa influencia en nuestro mundo. No sólo elimina las pautas negativas que tenemos en el subconsciente producidas por la ingratitud, sino que también forma un puente que nos conecta con todas las fuentes posibles del bien. Evidentemente hay una sola Fuente, pero la Mente Divina funciona de maneras misteriosas para realizar magníficas maravillas a través de un número infinito de canales. Y mediante el sentimiento de gratitud nos ponemos del lado de las riquezas del Universo, de las relaciones llenas de amor y del poder sanador del Espíritu que irradia desde el interior.
Mi esposa Jan y yo hemos comprobado el poder de la gratitud muchas veces en nuestra vida. En los años setenta, yo estaba pasando por un periodo difícil en el ámbito laboral y llevaba días orando y meditando en busca de una solución. Una mañana, cuando estaba saliendo de la cama, oí resonar una voz en el dormitorio: «Serena confianza». Para mi eso significaba que el problema se había resuelto y que rni papel en el asunto era acallar mi mente (es decir, dejar de preocuparme) y confiar en el proceso divino. Me invadió una inmensa gratitud y durante los días siguientes la expresión constante de mi mente y mi corazón fue: «¡Gracias, Dios!». Y de pronto, del caos salió un orden y una armonía perfectos.
El 30 de diciembre de 1993, cuando Jan tuvo un ataque al corazón y murió en la camilla, en nuestra casa, mientras la transportaban a la ambulancia, experimenté una sensación de distanciamiento y muy poca reacción emocional— Incluso cuando el enfermero me dijo: «Lo siento, la hemos perdido», no le creí. En algún lugar de mi conciencia sabía que ella volvería y se recuperaría rápidamente. Y así fue: después de pasar más de cuatro minutos en el otro lado, Jan volvió. Ya en el hospital, mientras esperaba el informe de los médicos, mi sentimiento de gratitud se intensificó más que nunca. Mi oración en la sala de espera fue de enorme agradecimiento por la Fuerza Vital que había en ella y que iba a sanar y perfeccionar su cuerpo. A la mañana siguiente Jan también expresó su gratitud por la vida, por su increíble experiencia y por lo maravillosamente bien que se sentía; el médico movía la cabeza con agradecimiento, asombro y respeto por su rápida recuperación. La gratitud, que combina las energías del amor y la alegría, había llenado a rebosar el hospital, y no me habría sorprendido que hubieran ocurrido otras curaciones milagrosas durante esos momentos.
Cuando vivimos con un corazón agradecido, el miedo no puede entrar, la culpa se disuelve y sólo hay paz, amor, perdón y comprensión. Para mí, de eso trata la vida.
Un atajo hacia un milagro
Michael C. Rann
El reverendo Michael C. Rann es el pastor de la Primera Iglesia de la Ciencia Religiosa de Chicago, y autor de varios libros, entre ellos Effective Radio Advertising [Anuncios radiofónicos eficaces], Something Good is About to Happen ¡Algo bueno va a ocurrir] y The Power of Commitment [El poder del compromiso]. Michael es un orador carismático y dinámico cuya filosofía de la vida centra su atención en el éxito: el suyo propio, el de sus clientes y el de todas las personas que conoce.
Si existe un atajo para manifestar un milagro es el de la actitud del agradecimiento— Cuando aprendemos a ser agradecidos, abrimos nuestra vida a la acción receptiva. El agradecimiento apela a la Ley de la Receptividad.
Aprender a usar la sencilla palabra «gracias» nos ayuda a conseguir las cosas que deseamos. Por ejemplo, si deseas una determinada mesa en un restaurante y das las gracias por adelantado a la persona encargada, generalmente eso hará que te ofrezca exactamente la mesa en la que querías sentarte. Podría poner más ejemplos, pero estoy seguro de que entiendes lo que quiero decir.
¿Se te ha ocurrido pensar en lo que sucede cuando te sientes agradecido y das las gracias? Pensemos en eso un momento. Das las gracias, y en una fracción de segundo se establece una intimidad entre cu y la persona a quien has dado las gracias. Al expresar tu gratitud has hecho que esa persona se sienta útil, valorada, e incluso importante. En otras palabras, decir «gracias» hace que los demás se sientan bien.
La sencilla realidad es que no se puede dar sin recibir. Esto, según todos los sabios filósofos, es una Ley. «Darnos lo que elegimos dar y recibimos de vuelta aquello que damos. De modo, pues, que en realidad en la vida elegimos lo que recibimos.» Qué triste para quienes no han aprendido esta simple verdad.
Respecto a esto, no aceptes mí palabra ni la de nadie más. ¡Compruébalo personalmente! Da las gracias y observa los resultados en tu vida. Luego prueba a dar las gracias antes de obtener los resultados deseados. Te sorprenderá comprobar lo rápido que se llena tu vida de maravillosas consecuencias que alguien decidió llamar milagros.
¿Qué hace por nosotros el hecho de decir «gracias»? Cuando hacemos que otra persona se sienta bien, también nosotros nos sentimos bien. Cuando hacemos sentirse importante a otra persona, también nos sentimos importantes nosotros. ¡Qué maravilloso es ayudarse a uno mismo a sentirse bien, importante e incluso valorado! Al dar las gracias a otras personas las tratamos con respeto y hacemos que se sientan satisfechas, y nosotros nos sentimos igualmente respetados y satisfechos.
Esta forma de vida es una aventura fabulosa. Conocer cualquier Ley es respetarla, y las Leyes de la Gratitud y la Receptividad son una ciencia establecida. Tener fe en estas leyes y seguirlas con regularidad permite al Poder Creativo trabajar por nosotros.
Las posibilidades son asombrosas cuando aprendemos a valorar y respetar las cosas que hacen los demás para hacernos más agradable la vida. Cada persona se crea sus experiencias; así pues, haz que las tuyas estén llenas de respeto y aprecio. Dado que de ti depende elegir lo que vas a experimentar, tienes la oportunidad de demostrar esta forma de amor, y el amor siempre produce actos constructivos y creativos.
Todo comienza con una actitud de agradecimiento y diciendo esta simple palabra; «gracias». No podemos deshacernos del bien. Siempre regresa a nosotros más grande y mejor que cuando lo dimos. ¡Ahora depende de ti! Comprueba el poder de la gratitud, y practicarás lo que algunos llaman «la forma más sublime de oración»,
Ah, por cierto, gracias por leer este escrito. ¡Valoro tu tiempo y te valoro a ti!
La gratitud y sus propiedades curativas
Frank Richelieu
Frank Richelieu es pastor de la Iglesia de la Ciencia Reli giosa de Redondo Beach (California) y ex presidente de Ciencia Religiosa Internacional. Gran parte de su formación religiosa la recibió de Ernest Holmes, el fundador del movimiento de la Ciencia Religiosa. Sus dinámicas charlas se oyen diariamente por radio en el programa «Living Ideas» [Ideas vivas], que se emite desde hace 25 años. Es autor de The Prosperity Connection [La conexión prosperidad], Reincarnation: The Inhehtance of a Soul [Reencarnación: La herencia del alma] y The Art of Being Yourself[ & arte de ser uno mismo].
La gratitud es más que una actitud ennoblecedora. Es uno de los instrumentos más capacitadores, curativos y dinámicos de la conciencia, esencial para que se manifiesten en la vida las experiencias que uno desea. Cuando nos centrarnos en la gratitud, estamos llenos de la conciencia de lo bueno y de lo que es de desear en nuestra vida. Literalmente alabamos y bendecimos lo que sabemos que ya tenemos. Este conocimiento es el cumplimiento de una ley cósmica: «Lo que adoras aumenta».
La gratitud es como un imán. Atrae hacia nosotros lo que es igual que ella. Si, por ejemplo, estás echado en la cama porque te encuentras mal, expresa gratitud con respecto a la salud. Agradece la salud que tienes— Concéntrate en la paz y e! bienestar que sientes en otras zonas de tu cuerpo. Cuando sufrimos una enfermedad de cualquier tipo, es especialmente importante pensar en la salud con gratitud y aceptación de lo bueno. Date cuenta de que la mayor parte de tu cuerpo está haciendo lo que tú deseas que haga. Elógialo y bendícelo. Tu cuerpo es renovable y recargable. La gratitud es como el fertilizante del árbol de nuestra vida. Favorece la salud y el crecimiento.
Cuando nos sentimos agobiados por un trastorno o una situación caótica, es el momento de pensar en la paz que hay en el corazón de lo infinito. Es el momento de llenar de paz la mente y las emociones agradeciendo la Ley y el Orden Divinos que existen en todo el Universo, convirtiendo así esa Ley y ese Orden en una posibilidad para nosotros también. Cuando nos llenamos de gratitud por la salud y la paz, aparecen las soluciones y la curación. Si no sabemos cómo vamos a solventar nuestras necesidades económicas del próximo mes y nos invaden la tensión y la idea de carencia, comprendamos que el antídoto divino es agradecer la abundancia. Cuando te encuentres en medio de cualquier problema o situación difícil, di para tus adentros:
Agradezco la perfecta salud y los abundantes bienes que están de camino hacia mí a través de las vías que he abierto en mi vida para que pueda pasar por ellas el flujo divino. Agradezco toda la alegría que surge en mi conciencia. Agradezco la abundante salud que ahora es mía. Agradezco la oportunidad de, saber más y de ser cada vez más consciente.
Aquello en lo que centramos la atención es lo que se manifiesta en nuestra vida. El maestro Jesús lo sabía, hasta el punto de poder dar las gracias por lo que no era visible, con la seguridad de que se haría tangible y real en virtud de la Ley de Causa y Efecto. Lo que llamamos «problemas» está muy cerca de nosotros, nos bloquea en todos los aspectos: físico, mental y emocional. Los problemas son tan «visibles» que nos resulta difícil ser objetivos ante ellos. Es necesario que apartemos la atención de los problemas y la centremos en el resultado deseado, que ya se ha consumado en la Mente Infinita,
Hemos de mirar más allá de los problemas, hacia nuestra oración que es escuchada. Hemos de introducir lo invisible en lo visible, pensando en lo que deseamos dentro de la conciencia en lugar de pensar en lo que parece ser. Esa es la manera de convertir los problemas en oportunidades.
Esa es la manera de liberarnos de la tensión y la congestión y pasar a través de lo que parece que nos crea problemas. Al hacerlo entramos en el dominio de la solución. Muchos damos las gracias y estamos agradecidos por lo que tenemos; pero, ¿cuántos damos las gracias por lo que vamos a recibir? Intenta adquirir el hábito de decir:
Agradezco los bienes y bendiciones que voy a recibir. Agradezco las condiciones cada vez más armoniosas de mi hogar. Agradezco las maravillosas experiencias que favorecen mi crecimiento. Agradezco las novedades que voy a recibir. Doy las gracias por ser capaz de expresar gratitud con respecto a mi vida. Mi actitud de agradecimiento me abre los portales que conducen a una vida más rica y abundante.
Al hacerlo no estarás trabajando en las cosas y situaciones, sino en tu propia conciencia. Así la programarás para esperar lo mejor. No se puede tener una actitud de agradecimiento y estar amargado al mismo tiempo. Hemos de librarnos de la idea de que las personas o las circunstancias están en contra de nosotros. Hemos de librarnos también de la creencia de que hemos fracasado en la vida y no hay nada que hacer al respecto.
Cuando surge la gratitud en nuestro interior como un manantial, trae consigo más salud, más alegría, más bienes, más prosperidad y más oportunidades para disfrutar de la vida de lo que hemos tenido nunca antes. Si te sientes agobiado por una situación o un problema y no logras ver claro cómo sentir y expresar gratitud, haz lo siguiente:
Siéntate y retrocede en la conciencia hasta el recuerdo de cosas por las que puedes sentirte verdaderamente agradecido. Piensa en cómo te guió Dios a través de los problemas que tuviste en el pasado. Una vez que sientas una sincera gratitud por esas bendiciones del pasado, comprende que ese mismo Dios esta contigo ahora, guiándole, orientándote, renovándote y restableciéndote. Entonces proyecta tus pensamientos hacia mas allá de la situación presente y agradece lo que vas a recibir.
Los salmos son himnos de alabanza y acción de gracias que se cantaban durante las épocas de aflicción. En medio de condiciones y situaciones calamitosas, la fe del salmista jamás flaqueaba. Alababa, bendecía y agradecía, porque sabía que Dios estaba presente en todo momento, dirigiendo el Universo y creando lo bueno. Tal vez no siempre comprendía por qué ocurrían esas cosas (el punto de vista humano es muy limitado en épocas de dificultades), pero su fe jamás (laqueaba.
La gratitud es importante porque no es una aceptación fría y mental de algo. Es cálida como la luz del sol que hace crecer las flores. Descongela el problema y hace posible que se manifieste el bien deseado.
Alégrate de tu libertad de elección. En Lu vida, tú eres la ley Di ahora mismo:
La gratitud es un poder curativo que entra en todos las partes de mi ser, transformándolo, fortaleciéndolo, renovándolo y sanándolo. Ahora la gratitud fluye sin cesar por mi interior. Estoy rebosante de un profundo sentimiento de gratitud que enriquece todas mis experiencias.
Gracias, Dios
Murray Salem
Murray Salem es actor y guionista cinematográfico. Escribió el guión de la famosa película de Arnold Schwarze-negger Poli de guardería. Vive en Los Ángeles con sus tres gatos: Blue, Grey y Kiri.
Mi abuela paterna, que murió hace ya mucho tiempo, era una sencilla campesina siria que no sabia leer ni escribir, pero era muy religiosa. Fuera lo que fuera lo que estuviera haciendo, siempre tenía a Dios en los labios. Pero no repetía sólo Su nombre; decía, al menos cien veces al día: «Gracias, Dios». Y no lo decía solamente cuando le ocurrían cosas buenas. A veces la sopa se derramaba de la olla al hervir y le dejaba hecha un desastre la cocina. Mientras la limpiaba, decía: «Gracias, Dios. Gracias. Gracias, Dios».
Le pregunté por qué le daba las gracias a Dios por algo malo. Ella se echó a reír y me dijo que lo hacía porque cuando ocurre algo malo, es cuando nos olvidamos de nuestra conexión con Dios (es decir, con nuestro Poder Superior). En ese momento a mí eso me pareció muy raro, y ella insistía en que yo hiciera lo mismo. Si me daba un golpe en la rodilla, me decía que dijera: «Gracias, Dios». Lo raro es que parecía funcionar, y la rodilla me dolía menos.
Cuando cumplí los cinco años comencé a ir a la escuela. Debido a mis orígenes étnicos, los niños rubios y de ojos azules se reían de mí. Me apodaron «el Negro» porque tenía la piel morena. Yo odiaba la escuela y suplicaba a mis padres que no me obligaran a ir. A ellos les daba pena, pero no podían protegerme eternamente. Entonces mi Situ («abuela» en sirio) se enteró de lo que ocurría y me dijo que debía decir: «Gracias, Dios» cada vez que los niños me insultaran. En ese momento pensé que era la recomendación más tonta que había oído en mi vida.
Sin embargo, pocos días después de esa conversación, algo ocurrió cuando un grupo de niños comenzó a gritarme: «¡Negro! ¡Negro!». Yo traté de contener las lágrimas con todas mis fuerzas; no quería comportarme como un «mariquita» dejando que me vieran llorar. Pero no lograba contenerlas, y las lágrimas estaban a punto de brotar de todos modos.
Entonces recordé el «Gracias, Dios» de Situ. Comencé a repetir para mis adentros: «Gracias, Dios. Gracias, Dios». ¡Y funcionó! No sé exactamente qué pasó, pero se me fueron las ganas de llorar. De pronto ya no me importó tanto lo que pensaran, tal vez porque sentí que yo también tenía un amigo: Dios. Eso ocurrió hace muchísimo tiempo. Después me convertí en guionista de cine y he tenido mucho éxito. He viajado por todo el mundo y he conocido a cientos de personas maravillosas. Mi vida es mucho más fabulosa de lo que había esperado. Y en todo momento, he continuado repitiendo: «Gracias, Dios». A veces lo digo unas cien veces al día, igual que mi abuela. Incluso me apetece decirlo ahora.