Capítulo 8
LOGAN miró a Abby mientras pensaba en la caminata que tenían por delante.
- ¿Estás segura? Deberíamos intentar mantenernos calientes hasta que Floyd venga a buscarnos.
-Sí. Floyd tardará al menos un par de horas en llegar hasta aquí, y nosotros podemos llegar en media hora -le aseguró ella, aunque no lo miró a los ojos.
«Más bien una hora» se dijo él. Siempre y cuando no se perdiesen, estarían bien. Los dos iban bien abrigados y se encontraban en buena forma física.
-De acuerdo -dijo Logan. No quería discutir con ella.
Abby respiró profundamente como si intentase hacer acopio de fuerzas.
-¿Tienes una navaja?
-¿Para qué? -inquirió él, preguntándose si habría algún problema que no hubiese previsto.
-Cortaremos mi bufanda por la mitad y así la podremos utilizar los dos. Logan frunció el ceño.
-No quisiera romperla. Utilízala tú, yo estoy bien.
-Puedo comprarme otra -dijo ella-. Ahora necesitamos toda la ayuda que podamos conseguir -concluyó y extendió la mano.
Él metió la mano en el bolsillo de sus vaqueros y buscó la navaja que siempre llevaba encima, prometiéndose a sí mismo que le compraría otra bufanda.
Le entregó la navaja y sujetó la prenda mientras Abby la cortaba.
-Si metes los extremos debajo del sombrero, no se te caerá -le sugirió ella mientras se colocaba su mitad de la bufanda a modo de máscara.
Cuando salieron de la furgoneta, el fuerte viento y la nieve les azotaron. Los primeros pasos del ascenso por el arroyo fueron los más difíciles, y cuando ella se escurrió, Logan la sujetó con rapidez y la ayudó a llegar a la cima.
Ella, a su vez, le ofreció la mano para ayudarlo a dar el último paso.
Cuando ambos se enderezaron, Abby señaló con el brazo la dirección que debían tomar y comenzaron el penoso camino de vuelta.
No habían andado mucho cuando Logan pasó el brazo por los hombros de Abby, atrayéndola hacia sí. Y aunque ella levantó la cabeza y lo miró con sorpresa, no se apartó.
Él se dijo que solo quería protegerla, facilitarle el camino, pero al final admitió que necesitaba el apoyo de Abby tanto como ella el suyo. Y pensó con agrado que formaban un buen equipo.
Cuando llegaban a la granja, exhaustos por el esfuerzo, Logan oyó el ruido de una furgoneta y, cuando el vehículo apareció delante de ellos, tuvo que empujar a Abby a un lado, cayendo al suelo encima de ella.
-Abby, ¿estás bien? -preguntó él apartándose la bufanda de la cara y apremiándola para que hablase.
-Creo que sí -contestó ella casi sin mover los labios congelados.
Logan apenas dudó un momento antes de que sus labios rozaran los de Abby, acariciándolos y calentándolos con el contacto. Su mente se quedó en blanco a medida que su cuerpo entraba en calor. De repente, no le importaba dónde estuviesen, siempre y cuando estuviesen vivos y juntos.
No sabía qué habría sido de ellos si Floyd no los hubiese encontrado.
-¿Estáis bien? -preguntó el hombre-. No os he visto hasta el último momento. ¿Dónde está la furgoneta?
Al oír la voz de Floyd, Logan se apartó, se puso de pie y extendió la mano para ayudar a Abby a levantarse. Cuando esta se levantó, él quiso abrazarla; pero ella se acercó a Floyd.
-Gracias por venir a buscarnos.
-Subid a la furgoneta. Ellen me está volviendo loco y quiero regresar a casa enseguida.
La calefacción estaba encendida y los tres se acomodaron en la cabina del conductor. Floyd dio la vuelta y se encaminaron hacia la granja.
-Te queda muy bien el color rosa, Logan. ¿Intentas ir a la moda? -le preguntó Floyd. Él sonrió mientras se quitaba la bufanda.
-No: Solo intentaba estar abrigado. Abby ha sido muy generosa compartiendo lo que tenía
-contestó Logan y se guardó la prenda rota en el bolsillo.
Por alguna razón, le parecía importante guardar lo que ella le había dado.
-Tu hermana también estaba muy impaciente. Las dos se aliaron contra mí. Pero contadme, ¿qué ha ocurrido? -preguntó Floyd.
-La furgoneta no pudo subir por el arroyo -le explicó ella.
-Estaréis congelados. Habéis andado mucho.
-Tardamos poco tiempo en subir por el arroyo
-dijo Logan-. Abby es una mujer fuerte -añadió, pensando que su propia hermana no habría sido capaz de enfrentarse a una caminata así.
Sorprendido, Logan notó que ella se arrimaba a Floyd.
-Ya hemos llegado -dijo ella.
Cuando el hombre aparcó junto al porche trasero de la casa, Logan bajó y se dio la vuelta para ayudar a Abby a descender, pero ella lo ignoró y se dirigió apresuradamente hacia la casa. ¿Qué había hecho mal?
-Me teníais muy preocupada. ¿Estáis congelados? -preguntó Ellen al abrirle la puerta a Abby.
-Casi -murmuró ella. El calor de la casa le provocó escalofríos por todo el cuerpo.
-Toma una taza de café caliente -le ofreció Lindsay.
-Déjala sobre la mesa. No creo que pueda sujetarla -dijo ella intentando sonreír en señal de agradecimiento. A pesar de la bufanda, sentía la piel congelada.
Logan y Floyd entraron en la casa y, tomando las tazas de café que Ellen y Lindsay les ofrecían, se sentaron a la mesa.
Abby no se sentó. Dio un par de tragos a su café y se dirigió a las escaleras.
-Voy a darme una ducha. Gracias de nuevo por salir a buscarnos, Floyd -dijo ella.
-No teníais que haber salido -comentó Lindsay con seriedad.
Antes de que Abby pudiese contestar, Logan miró a su hermana con dureza.
-Había que alimentar a los animales.
-Pero os podía haber pasado algo -insistió Lindsay angustiada.
-No -dijo Logan mirando a Abby-. Sabíamos que lo íbamos a conseguir. Abby es fuerte.
Aquellas palabras la hirieron de nuevo, igual que lo hicieran en la furgoneta. Ella era fuerte, no dulce y tierna como Lindsay, aunque sí lo suficiente como para que Logan la hubiese besado.
-Sí. Soy fuerte. Como un hombre -dijo ella impasible e hizo ademán de marcharse.
-Yo ya me marcho -dijo Logan.
-¿Adonde? -le preguntó ella.
-Al barracón. Yo también quiero darme una ducha.
-No es necesario que vuelvas a salir. Saca ropa limpia del taller y dúchate aquí. Solo faltan un par de horas para la cena.
Desde luego no iba a dejar que nadie saliese por tercera vez a la tormenta, se dijo a sí misma. Y por supuesto no estaba siendo protectora con él.
-Sí, quédate aquí, Logan. Así después podemos hablar. Casi no te he visto -se quejó su hermana haciendo un puchero.
-Tenía trabajo que hacer, Lindsay -dijo Logan, pero miró a Abby-. ¿Estás segura, Abby?
-Por supuesto -contestó ella y salió de la cocina.
Cuando Ellén le explicó que solo había un cuarto de baño en el piso de arriba, Logan se sentó y terminó su taza de café. Le ofreció utilizar el aseo que había en el apartamento de Floyd y suyo, pero él dijo que esperaría.
-Abby tenía intención de añadir otro cuarto de baño pero, como es la única que vive allí arriba, no tenía mucho sentido -le explicó Ellen.
-Supongo que no -dijo Logan.
El sonido de la ducha le avisó de que Abby estaba sintiendo el agua caliente sobre su piel congelada y aquel pensamiento le hizo entrar en calor.
¿Qué le ocurría? Si no lograba controlar sus pensamientos conseguiría que lo despidiesen. Cuando estaban afuera, en la tormenta, y la besó, sintió el frío en los labios de ambos, pero también el calor que lo inundó al tocarla.
No había perdido el control por completo, pero era algo que podía ocurrir en circunstancias más fortuitas. Por ejemplo, cuando ella estuviese en la ducha, desnuda.
Logan se aclaró la garganta.
-Abby es una mujer decidida. Floyd se rio.
-Por lo que tengo entendido, su tía Beulah la enseñó bien. Esa mujer se ha convertido en una leyenda, manejando el rancho por sí sola.
-¿Abby? -preguntó Lindsay.
-No. Beulah Kennedy. Aunque era probable que ella siga el mismo camino. Es igual que su tía.
-¿Por qué su tía no se casó? Así habría tenido a un hombre para que se ocupase de todo -preguntó Lindsay.
Su hermano frunció el ceño. ¿Era aquella la respuesta de su hermana a los problemas? ¿Encontrar a un hombre para que se hiciese cargo de ellos? Logan se regañó a sí mismo. ¿Acaso no lo habían criado de aquella manera?
Hasta que conoció a Abby, pensaba que era lo apropiado. Pero, después de pasar unos días con ella, la actitud de Lindsay le parecía... diferente.
-La señora Kennedy era viuda -le explicó Ellen con tranquilidad-. Una mujer de un solo hombre. Nunca pensó en volver a casarse.
-Quizá no dedicaba tiempo en arreglarse para un hombre. Mamá dice que no se puede oler a vaca, hay que ser dulce y femenina para atraer al género masculino -dijo Lindsay.
-Ten cuidado con lo que dices -le regañó Logan. No quería que hiriese los sentimientos de Abby. Además, empezaba a darse cuenta de que las palabras de su madre no eran del todo ciertas.
Su hermana abrió los ojos de par en par, sorprendida.
-Pero es cierto, Logan. Un hombre rico...
-¡Ya es suficiente! -espetó él y se levantó de la silla al oír que la ducha se había cerrado-. Voy a por ropa y a darme una ducha -añadió y se marchó de la cocina.
Abby disfrutó de la ducha caliente, pero no quiso tardar demasiado. Si Logan se iba a duchar allí, también necesitaría agua caliente.
Arropada con un albornoz, se cepilló el pelo y deseó otra vez que se rízase, aunque solo fuese un poco. En su mente vio los suaves rizos del cabello de Lindsay. Aquella jovencita era suave y femenina; a Abby no le extrañaba que Logan la mirase como si no pudiese creer lo que estaba viendo. Tampoco le parecía extraño que dijese de ella que era fuerte.
-Pues lo soy -murmuró.
Y no iba a pedir disculpas por ello. Si no hubiese sido fuerte, el rancho no habría salido adelante. Y si la tía Beulah tampoco hubiese tenido fortaleza, quizá no hubieran tenido un sitio donde vivir, ni serían una familia.
Pero el nudo que se le formó en la garganta le indicó que se había sacrificado para ser fuerte y estar al mando.
Logan le había preguntado si no quería ser madre. Por supuesto que pretendía tener hijos; deseaba tener su propia familia, su propia felicidad, disfrutar de un amor y un cariño que podrían vencer incluso los tiempos más difíciles.
Sin embargo, aquel no era su destino.
Hasta que llegó Logan, pensaba que algún día encontraría un hombre que estaría a su lado y formarían una familia. Después se dio cuenta de que ella era un bicho raro.
La fuerza no era algo que sedujese a los hombres. Solo la delicadeza.
Abby se sacudió y dejó el cepillo. Sería mejor que recogiese el cuarto de baño para que él se duchara. Lo avisaría desde las escaleras antes de meterse en su habitación.
Después de darse crema por todo el cuerpo, recogió la toalla y la ropa sucia y abrió la puerta del aseo. Allí estaba Logan, con la mano levantada como si estuviese a punto de llamar.
-¡Hola! -exclamó Abby sorprendida. La mirada de él recorrió su cara y después se centró en el pelo.
-He soñado con eso. Ella parpadeó varias veces.
-¿Con qué?
-Con ver tu cabello suelto. Abby sintió que sus mejillas se encendían, pero culpó de ello al aire caliente del baño.
-Siento haber tardado tanto -dijo ella apresuradamente e intentó pasar por un lado.
Pero él no se movió, y sus anchos hombros no dejaban sitio para los dos.
-Logan -empezó a decir ella. Pero cuando levantó la cabeza para mirarlo, los labios de este cubrieron los suyos, al igual que lo habían hecho aquella tarde en medio de la tormenta.
Pero antes, los dos estaban medio congelados y Abby se había tomado aquel beso como una señal de alivio por haber sido rescatados.
En aquel momento no había rescate posible.
Ella sintió que la sangre se aceleraba por sus venas; sintió que la respiración se le entrecortaba y cómo sus propios dedos se deslizaban por el oscuro pelo de Logan, al tiempo que abría la boca para recibir un beso.
De repente, los brazos de él la rodearon; aquellas manos la acariciaban a través del albornoz, apretándola contra él. Sintió la dureza de aquel cuerpo contra el suyo. Fuerte, como ella.
La situación la hizo recordar que la consideraba fuerte como un hombre, y se apartó. Lo miró fijamente, como si buscase algo... aunque no sabía qué.
-Abby. Lo siento -murmuró, al tiempo que intentaba acercar de nuevo sus labios a los de ella.
Claro que lo sentía, pensó ella. No querría que se hiciera una idea equivocada. Abby lo empujó, salió del cuarto de baño y corrió por el pasillo hasta su habitación, donde cerró la puerta de un portazo.
¡Maldita sea! Acababa de cometer un grave error.
Besarla había sido el cielo y el infierno a la vez: había resultado más dulce de lo que había podido esperar, pero se imaginó que no lo dejaría volver a acercarse a ella.
Si es que la volvía a ver.
Probablemente le llegaría un mensaje, a través de Floyd, para que se marchase. Sobre todo porque, al parecer, el beso no le había proporcionado el mismo placer que a él.
Pero placer no era la palabra adecuada. Había compartido besos placenteros con otras mujeres. El beso con Abby había sido una experiencia increíble. Apasionante.
Logan entró en el cuarto de baño y cerró la puerta mientras pensaba en aquello. La humedad del ambiente, delicadamente perfumado por la colonia de ella lo envolvió.
No. Estaba seguro de que ella también había participado. Recordó cómo le había acariciado la cabeza, cómo aquel cuerpo se había estrechado contra el suyo. Y no recordaba que ella hubiese puesto resistencia hasta que se apartó de él. Animado por aquel pensamiento, se quitó la ropa y se metió en la ducha, dejando que tanto su imaginación como el agua caliente lo hiciesen entrar en calor.
Abby volvió al piso de abajo antes de que él saliese de la ducha. Quería encerrarse en su despacho y ponerse a trabajar antes de que Logan bajase para estar con su hermana.
Cuando entró en la cocina, tomó una taza y la llenó de café caliente.
-Ellen, a no ser que necesites mi ayuda, pasaré el resto de la tarde trabajando en mi despacho, -dijo Abby y, sonriendo a Ellen, Floyd y Lind-say, salió de la cocina.
-No te preocupes -contestó el ama de llaves mirándola fijamente.
Abby intentó trabajar, pero imágenes de lo que había ocurrido en el cuarto de baño le invadían la mente.
¿Qué podía hacer?
Le había prometido un mes de prueba, pero no podía continuar trabajando con él. No, cuando el deseo se apoderaba de ella cada vez que pensaba en aquel hombre.
-¡Maldita sea! -murmuró para sí mientras se secaba las lágrimas que rodaban por sus mejillas.
¿Podía ser que se estuviese enamorando de Logan? ¿Tan rápido? ¿De una persona que pensaba de ella que era fuerte cuando debería ser dulce y femenina?
Acabaría odiando aquella palabra. Tendría que pedirle que se marchase.
Aquella conclusión la tranquilizó un poco. Quizá se sintiese atraída, pero cuando se hubiese marchado, se olvidaría de él. La vida continuaría como siempre.
Estaba segura de ello.
En aquel momento sonó el teléfono y, cuando descolgó el auricular, oyó la voz de Melissa.
-Hola, hermanita. ¿Estáis todos bien?
-Sí. ¿Rob ya se encuentra en casa?
-Sí, regresó a la hora de comer y no ha vuelto a salir. He llamado a Beth y Jed para asegurarme que estaban bien -le comentó Melissa-. He visto un coche deportivo aparcado junto a tu casa-dijo, después de un momento.
-Ya sé por qué llamas. No estabas preocupada por mí, solo querías un poco de información.
-¡Abby! -protestó ella riéndose, aunque no lo negó.
-Es el coche de la hermana de Logan. Ha venido a verlo.
-Supongo que se quedará a pasar la noche.
-Sí. Las carreteras no estarán en buenas condiciones, incluso aunque la dejase conducir de noche -dijo Abby, sabiendo que él no se lo permitiría. En aquel momento recibió otra llamada-. Melissa, suena el teléfono. Te llamaré más tarde -le prometió Abby.
-Dígame.
-¿Señorita Kennedy? -preguntó una voz profunda al otro lado de la línea.
-Sí, soy yo.
-Hola. Soy Caleb Crawford, el padre de Logan. ¿Puedo pedirle un favor?