Capítulo 2

Michael se levantó temprano a la mañana siguiente, pero no despertó a nadie porque todos estaban desayunando cuando entró en la cocina.

Floyd le sirvió una taza de café y poco después Ellen le dio un plato con su desayuno favorito: huevos revueltos, beicon y bollos con mantequilla recién hechos.

—Por favor, me estáis malcriando —protestó, con una sonrisa en los labios—. ¡Qué buena forma de empezar el día!

—Como es tu primer día en tu nuevo trabajo, hemos querido celebrarlo —rió Logan.

—Me han dicho que en el bufete hay mucho que hacer, así que las calorías me vendrán bien.

Michael había aceptado el puesto de ayudante del fiscal del distrito en Wichita Falls, el pueblo más grande de la zona, y estaba deseando llegar a su nuevo bufete.

—Te va a encantar, hermanito —sonrió Logan—. No tenías suficiente trabajo en Norman.

—Sí, la verdad es que se me había quedado pequeño. Además, no sólo me incorporo yo, hay otro abogado nuevo y supongo que entre los dos podremos sacar el papeleo adelante. Me parece que el otro no tiene mucha experiencia, pero de todas formas...

—¿Lo conoces personalmente? —preguntó Abby.

—No. Voy a conocerlo esta mañana

—Pues buena suerte —sonrió ella, levantándose—. Yo voy a echar un vistazo a los pastos del sur. Logan, ¿vas a arreglar el pozo?

—Sí —suspiró su marido—. Pero terminaré a la hora de comer. O eso espero.

—Nos veremos aquí entonces. Y ten cuidado —sonrió Abby, dándole un beso de despedida—. Hasta luego, Michael.

—Hasta luego, cuñada —dijo él—. Me resulta difícil creer que Abby es una experta vaquera.

—A mí también me resultaba difícil creerlo, hasta que me lo demostró —sonrió Logan.

Años atrás, su hermano había solicitado el puesto de capataz del rancho. Michael recordaba que Abby no había querido contratarlo al principio y lo hizo sólo por necesidad.

Pero, como Logan decía a menudo, formaban una pareja perfecta. Y después de varios años casados y dos niños, su hermano seguía locamente enamorado de ella.

Después de mirar su reloj, Michael se despidió de todo el mundo. Quería llegar temprano al despacho.

Estaba organizando su mesa cuando el fiscal del distrito, Ned Cobb, pidió una reunión informal para presentar a los dos nuevos abogados del bufete.

Cuando entraba en la sala de juntas, Ned, un hombre enérgico de sesenta años, le pasó un brazo por los hombros.

—Ah, aquí está tu compañero. Michael, te presento a Daniele Langston.

Michael la miró, perplejo.

Dani dio un paso adelante y le ofreció su mano... otra vez.

 

Dani se sentía traicionada. Michael Crawford no le había contado nada sobre sí mismo la noche anterior.

Ella esperaba empezar de nuevo en Wichita Falls sin nadie que conociera su pasado...

Pero se encontraba frente a un miembro del clan Kennedy como compañero de trabajo.

Michael la miraba como si estuviera tan desencantado como ella, pero estrechó su mano comentando que no esperaba trabajar con una chica tan guapa. El comentario, por supuesto, tampoco le hizo ninguna gracia.

El fiscal del distrito les presentó a otro de los abogados del bufete, Dick Stanton, un hombre de apariencia sobria y agradable, y explicó que Dick sería el mentor de Michael durante el primer mes.

¿El mentor de Michael? ¿Por qué no le ofrecían a ella esa oportunidad de aprender?

—Y yo seré tu mentor, Daniele. Será un placer mostrarte cómo funciona este bufete —sonrió Ned entonces, mirándola de arriba abajo.

Dani se quedó helada. Había oído ese tono muchas veces. El hombre la creía presa fácil.

Hubo un silencio embarazoso hasta que Ned les pidió que se sentaran para presentarles a los demás, pero cuando la tomó por la cintura para llevarla a su sitio, Dani sintió ganas de vomitar.

Sin embargo, la mirada de Michael le decía que, en su opinión, a ella no le importaban esos manoseos.

No podía estar más equivocado, pero no pensaba decírselo.

—¿Verdad, Dani? —dijo Ned entonces, pillándola desprevenida.

—Perdona... no te he oído. Estaba intentando recordar los nombres de todos y...

—No te preocupes —sonrió Ned, apretando su mano—. Dani viene de la universidad de Texas. Y Michael, por supuesto, de la universidad de Oklahoma. Pero no habrá peleas entre ellos... ni siquiera cuando Oklahoma venga a jugar un partido —rió el fiscal del distrito.

Dani miró alrededor. Era la única chica en la sala de juntas y empezaba a entender por qué. No se le había ocurrido pensar que podría tener problemas en un bufete por ser una mujer, pero...

Tenía tantos deseos de conectar de alguna forma con el mundo de su abuela que pensó que un puesto de trabajo en Wichita Falls sería perfecto. Aparentemente, se había equivocado.

Tras una breve discusión, Ned dio la reunión por terminada... pero le pidió a Dani que se quedara un momento. Ella aprovechó la oportunidad para mostrar su iniciativa;

—Me gustaría tener algún tiempo para estudiar los archivos de los casos que estéis llevando en este momento. A lo mejor así podría ayudar un poco.

—No te preocupes, no tengo intención de echarte a los lobos —rió Ned—. La verdad es que ahora llevo un caso importante y me vendría bien alguien que hiciera el trabajo de investigación. Ven a mi despacho.

Michael casi sintió compasión por Dani al verla salir con el fiscal del distrito. La verdad era que Ned no se molestaba en disimular. Parecía un niño con un juguete nuevo.

—¿Esto ha pasado antes? —le preguntó a Dick.

—¿Que Ned contrate gente nueva?

—Que contrate a una mujer guapa.

Dick dejó escapar un suspiro.

—Sí. Y no durará mucho... a menos que le haga el juego.

—¿No está casado?

—Claro que sí. Lleva cuarenta años casado con una mujer encantadora. Pero es el jefe. Y no podemos hacer nada.

A Michael no te hacía ninguna gracia esa actitud. La tradición familiar no permitía que un Crawford se quedara de brazos cruzados cuando había una mujer en peligro. La cuestión era: ¿sería Dani una inocente jovencita o tendría toda aquello planeado? ¿Pensaría medrar en el bufete aceptando las atenciones del fiscal del distrito?

Suspirando, Michael empezó a estudiar los casos que Ned le había encargado. Por supuesto, no iba a llevar personalmente ninguno de ellos pero, para ser el primer día, todo estaba yendo muy bien.

Cuando por fin se reunió con su familia para cenar, Abby le preguntó cómo había ido.

—Bien. Voy a tener mucho trabajo.

—Beulah diría que es lo mejor —sonrió su cuñada.

Ese comentario hizo que se sintiera culpable por no mencionar a Dani, pero permaneció en silencio.

—He intentado hablar con Dani esta mañana —dijo Abby entonces—, pero no he encontrado su número ni en Lubbock ni en Amarillo.

—Lo siento, cariño —sonrió Logan—. A lo mejor, ella se pone en contacto contigo.

—Dudo que se fuera a Amarillo después de cenar.

Michael decidió entonces romper su silencio.

—No está en Amarillo, está aquí.

—¿Aquí, en el rancho? —preguntó Abby, sorprendida.

—No, mujer, aquí en Wichita Falls.

—¿Y cómo lo sabes?

—Es el otro abogado que ha contratado Ned Cobb.

Abby lo miró, horrorizada.

—¿Y por qué no me lo has dicho antes? Podríamos haberla invitado a cenar.

—No te lo he contado precisamente porque no sé si está intentando engañarte —replicó Michael.

—¿Engañarme? ¿No dices que es abogado?

—Eso no tiene nada que ver.

—¿Ah, no? Qué interesante.

—Hay estafadores en todas partes.

—Ya, claro. Bueno, ¿y qué tal le ha ido esta mañana?

Michael iba a decir que Dani no duraría mucho en el bufete de Ned Cobb, pero decidió que era mejor no contar nada. Quizá Dickse hubiera equivocado... o a lo mejor Dani no tendría ningún problema en «cooperar».

—Bien.

—Genial. La llamaré mañana.

Michael no dijo nada. Sabía que era un error, pero la vida de Daniele Langston no era problema suyo.

 

Dani agradeció la llamada de Abby al día siguiente. Fue el único momento agradable del día... en contraste con las horas que tenía que pasar en compañía de Ned Cobb. Pero no aceptó la invitación de cenar en el rancho.

—¿Qué tal va todo? —preguntó Ábby.

—Bien—contestó ella.

—Si necesitas ayuda, seguro que Michael se prestará para echarte una mano. ¿Has encontrado apartamento?

—Aún no. Pero estoy buscando uno que me guste.

No quería contarle que había pocas posibilidades de que se quedara en el bufete y que, por lo tanto, sería absurdo pagar la fianza de un apartamento.

Cuando Abby la llamó el viernes por la mañana para invitarla de nuevo a cenar, le costó trabajo negarse.

Dani no le había contado a nadie donde se hospedaba, pero Ned se había enterado y apareció en el hotel la noche anterior con una botella de champán en la mano.

Afortunadamente, ella lo vio por la mirilla y no abrió la puerta. Y no contestó al teléfono cuando sonó unos minutos más tarde.

—¿Has encontrado apartamento? —preguntó Abby.

—No. He decidido quedarme en el hotel.

—¿Quedarte en el hotel? ¡De eso nada! En el rancho tenemos una habitación de sobra... Tienes que quedarte aquí.

—No, Abby, no puedo hacer eso —protestó Dani.

Apenas se conocían y no sería justo cargarla con su problema.

—Bueno, ya hablaremos de eso. Pero tienes que venir mañana.

—¿Para qué?

—Vamos a arreglar la casa del capataz para Michael. Pero no es nada, sólo una mano de pintura, cambiar el suelo de la cocina... Va a venir toda la familia y nos vendría bien que nos echaras una mano. Y luego, te quedas a cenar.

Aquello sonaba tan apetecible... Dani so había hecho amigos en Wichita porque tenía demasiado trabajo como para perder el tiempo. Y en un hotel era imposible hacer amigos.

—¿De verdad podría echar una mano?

Claro que sí.

—Muy bien. ¿A qué hora?

—A la hora que te parezca —contestó Abby.

Cuando colgaba el teléfono, Ned entró en su despacho.

—¿Era una llamada personal?

—Sí, lo era —suspiró Dani. Sabía que Ned usaría cualquier excusa para hablar con ella.

—Estaba esperando que colgases. Hoy vamos a comer con un colega, uno de los mejores abogados de Wichita Falls. Es un tipo interesante.

Dani estaba segura de que el «colega» cancelaría la cita a última hora. Y, por supuesto, Ned no se lo diría hasta que llegaran al restaurante. Ya había pasado lo mismo dos veces aquella semana.

—Te agradezco la invitación, pero ya he quedado para comer.

Ned se puso tenso.

—En el futuro, deberías consultar conmigo antes de aceptar una cita con nadie.

—Ah, lo siento. Pensé que la hora de la comida era cosa mía.

Ned puso las manos sobre su escritorio.

—No se haga la lista, señorita Langston. Si no cooperas, te quedarás sin trabajo.

—Tengo intención de cooperar, Ned. En la oficina. Pero no pienso mantener una relación personal contigo.

Él la fulminó con la mirada.

—Eso ya lo veremos.

Dani suspiró mientras lo veía salir del despacho. Aquello iba a durar mucho menos de lo que esperaba. Afortunadamente, aún no había firmado un contrato de alquiler, se dijo.

Unos segundos después se levantó para ir a la biblioteca jurídica del bufete. En toda la semana no había visto un tema jurídico sobre su mesa y mucho menos trabajado en él. Y empezaba a estar harta.

—Tiene que haber un precedente para este caso, pero no lo encuentro —oyó que decía Dick Stanton.

Michael y él estaban en la biblioteca, rodeados de libros abiertos.

Dani escuchó la conversación durante cinco minutos y luego decidió intervenir:

—Hay un precedente para ese caso. Me habló de él uno de mis profesores.

Dick y Michael la miraron, sorprendidos. Unos minutos después, Dani había sacado un libro de la estantería y estaba buscando la página.

Nunca olvidaría aquel caso porque su profesor estuvo una semana explicándolo.

—Ah, aquí está.

Después de leerlo, Dick la miró, aún más sorprendido.

—Gracias, Dani. Esto es justo lo que buscaba.

—Sí, gracias —murmuró Michael.

Ella se encogió de hombros.

—¿Estás buscando algo para Ned? —preguntó Dick entonces.

—No... creo que se ha ido a comer.

Dick soltó una carcajada.

—Entonces tienes un par de horas libres. ¿Quieres hacer algo?

—Me encantaría —contestó ella, entusiasmada.

—Estamos estudiando una situación de acoso sexual en el trabajo y nos vendría bien el punto de vista de una mujer.

Qué irónico. Ella misma estaba a punto de denunciar a Ned Cobb. Incluso podría reunir información para su caso mientras los ayudaba, pensó.

Se pasó la tarde entera en la biblioteca, buscando precedentes y discutiendo temas con los dos hombres. Ese fue el único momento agradable que había pasado en el bufete, pero Ned entró dos horas después y le pidió que lo acompañara a su despacho. Su tono furioso le dijo que iba a ser una reunión más desagradable de lo normal.

Sin pensar, Michael decidió intervenir.

—La verdad es que ahora mismo nos hace falta aquí, Ned. Necesitamos una perspectiva femenina porque estamos estudiando una denuncia por acoso sexual. ¿Podría quedarse media hora más?

Ned Cobb lo miró, enfurecido.

—Muy bien. ¡Haced lo que queráis con ella! —les espetó, cerrando de un portazo.

Ninguno de los tres dijo o hizo nada durante lo que pareció una eternidad.

Por fin, Michael sonrió:

—Lo creas o no, sólo estaba intentando ayudar.

—Y te lo agradezco. ¿Os importa si me quedo un rato? No me apetece volver a mi despacho por el momento —sonrió Dani.

—Por mí, encantado. Pero puede que el lunes te encuentres sin trabajo. Ned es así —suspiró Dick.

—Entonces es posible que yo misma presente una demanda por acoso sexual —replicó Dani, irritada.

Dick la miró, alarmado. Luego se excusó y salió de la biblioteca.

—Cuidado con lo que dices —le advirtió Michael—. No estás precisamente en una posición de fuerza.

—¿Ah, no?

—Que el tío intente hacerte la vida agradable no significa que te esté acosando.

—¿No me digas? Me alegro de que entiendas mi posición tan bien —replicó Dani, irónica, recogiendo los libros.

—¿No querías seguir trabajando? —sonrió Michael.

Ella dejó escapar un suspiro. Aquel era el primer trabajo serio que hacía en el bufete. Si salía corriendo sólo porque le irritaba su actitud nunca conseguiría establecerse como abogado.

De modo que volvió a abrir los libros y siguió tomando notas.

Dick regresó a la biblioteca unos minutos después, pero parecía intranquilo.

Dani, en cambio, seguía trabajando como si no pasara nada, dirigiendo sus preguntas a Michael hasta que Dick pareció tranquilizarse.

A las ocho, Dick le dio las gracias y se levantó.

—Gracias, Dani. No creo que Michael y yo hubiéramos llegado tan lejos sin tu ayuda.

—De nada.

—Tenemos el juicio el martes. ¿Te importaría ayudarnos a preparar al testigo?

—Encantada —sonrió ella.

—Ned ha dicho que puedes trabajar con nosotros. Es año de elecciones y, según él, le iría bien ganar un caso de acoso sexual.

Dani hizo una mueca.

—Sí, claro, para conseguir el voto de las mujeres.

—Desde luego. Bueno, nos vemos el lunes... ¿Vienes, Michael?

—Voy enseguida.

Cuando Dick salió de la biblioteca, Michael le dijo al oído:

—No dejes que se te suba a la cabeza.

Y luego desapareció.

Dani se quedó mirando la puerta, molesta. ¿Qué había querido decir? ¿Que no se tomara en serio los cumplidos de Dick? ¿Que no se tomara en serio haber dejado a Ned con un palmo de narices? ¿A qué se refería?

No lo sabía. Pero estaba disfrutando del momento pensara lo que pensara Michael Crawford.