IX. VICTORIA SILENCIOSA

No hace mucho estuve presente en un banquete muy bien organizado en el que el famoso abogado Louis Nizer pronunció uno de los dos discursos principales. La alocución constituyó una visión experta y optimista del futuro de la humanidad, fue pronunciada con perfecta elocuencia y sin la ayuda de apuntes. Verdaderamente se trataba de una pieza oratoria superlativa de ciencia-ficción, y como yo estaba allí en la cabecera junto a él, no pude menos que retorcerme de envidia. Me estaban derrotando en mi propio campo… y el que lo hacía era un visitante.

Quince minutos después de que hubo terminado me tocaba a mí hablar, pero yo era uno entre cincuenta (exactamente cincuenta) y se esperaba que hablaría sólo un par de minutos. Creo que también se esperaba que yo emplearía mi par de minutos para expresar humildemente mi gratitud por el honor que se me dispensaba (a mí y a los cuarenta y nueve). Sin embargo, mi humildad está muy poco desarrollada, y era algo bien distinto lo que yo quería hacer.

Dije (hablando bien rápido para poder despachar todo dentro del límite de tiempo):

—El doctor Nizer les ha dado una imagen excelente de un futuro maravilloso y, ya que yo soy un autor de ciencia-ficción, no puedo menos que envidiar la claridad y la elocuencia de su descripción. No obstante, debemos recordar que los distintos gobiernos de la Tierra son, en esta época complicada que nos toca vivir, los agentes directos del cambio: y que son ellos quienes determinan francamente la naturaleza, el grado, el sentido y la eficiencia de los cambios. También debemos recordar que la mayoría de los gobiernos están en manos de los abogados; por cierto que el nuestro lo está. La pregunta que debemos hacernos es, entonces, ¿qué podemos esperar de los abogados?

Y a propósito de esto, hay un cuento sobre un médico, un arquitecto y un abogado que una vez, mientras tomaban unos tragos, se pusieron a discutir sobre la antigüedad de la profesión de cada uno.

El médico dijo: —Durante el primer día de vida de Adán, Dios lo sumió en un sueño profundo, le quitó una costilla y de ésta creó una mujer. Ya que ésta fue sin duda una operación quirúrgica, yo sostengo que la medicina es la profesión más antigua del mundo.

—Esperen un momento —dijo el arquitecto—. Debo recordarles que durante el primer día mismo de la Creación, por lo menos seis días antes de la extracción de la costilla de Adán, Dios creó los cielos y la tierra a partir del caos. Ya que esto constituye un acto de construcción, sostengo que la arquitectura tiene el lugar de privilegio.

—Ah, sí —murmuró, el abogado—, pero ¿quién creen ustedes que creó el caos?

Y mi corazón se regocijó cuando el tronar de las risas que provoqué prometió ser (y de verdad resultó ser al final) el más fuerte y prolongado de toda la velada… Y el doctor Nizer también se rió, según pude ver con alivio.

El cuento también viene a propósito de lo que sigue. En el capítulo anterior hablé sobre el ozono. En nuestra vida diaria encontramos el ozono (constituido por tres átomos de oxígeno por molécula) porque se forma a partir de la molécula diatómica ordinaria que es tan común en la atmósfera.

Pero ¿quién suponen ustedes que creó el oxígeno ordinario?

No, no fue un abogado…

Una atmósfera que contiene tanto oxígeno libre como la nuestra es inestable desde el punto de vista termodinámico. Ello significa que, librado a sí mismo, el oxígeno libre debería desaparecer gradualmente. Por una parte, debería reaccionar lentamente con el nitrógeno y con el vapor de agua que se encuentran en el aire para producir ácido nítrico.

Por cierto que esto debería ocurrir muy lentamente, pero la Tierra existe desde hace 4.600 millones de años. A estas horas todo el oxígeno se habría combinado, en especial debido a que la energía de los rayos acelera la reacción y produce cantidades perceptibles de ácido nítrico, que cumplen la función de ayudar a renovar la provisión de nitratos fertilizantes para la tierra seca.

Si todo el oxígeno se combinara con nitrógeno, y si el ácido nítrico resultante fuera a parar al océano (como lo haría), el océano se volvería lo bastante ácido como para hacer imposible la vida tal como nosotros la conocemos.

Bueno, ¿a qué se debe que el océano no se haya convertido en ácido hace mucho tiempo?, y si no lo ha hecho, ¿por qué razón no se está transformando lentamente en ácido hoy día?… Las pequeñas cantidades de ácido nítrico que forman nitratos en el suelo y en el océano son recogidas por los organismos vivos que habitan la tierra y el mar y con el tiempo vuelven a tomar la forma de nitrógeno, oxígeno y agua.

Por así decirlo, el nitrógeno y el oxígeno caen rodando por la montaña cuando forman ácido nítrico, mientras que los organismos vivos los patean de vuelta hacia arriba con la misma rapidez con que se forman. Los organismos vivientes hacen esto gracias a la energía que obtienen a partir de las sustancias químicas que hay en sus tejidos, sustancias que de una u otra manera se formaron originalmente gracias a la energía solar. En consecuencia es la energía del Sol, a través de los organismos vivos, la que mantiene en estado libre al oxígeno de nuestra atmósfera y hace posible la vida animal, incluyendo la nuestra.

Esto suena a círculo vicioso. ¿Es que la vida sólo es posible debido a algo que la misma vida hace? En ese caso, ¿cómo se inició la vida?

Pero en realidad el círculo no se cierra. La vida animal es la que no puede existir sin oxígeno libre. Ninguna forma de vida animal puede conservar una atmósfera de oxígeno. Es la vida vegetal la que mantiene la atmósfera de oxígeno y la que puede prescindir del oxígeno libre en caso necesario. La vida animal es parasitaria de la vida vegetal y no puede existir en ausencia de ésta (al menos en la forma que conocemos en la Tierra).

Pero, entonces hubo una época en que tampoco existió la vida vegetal sobre la Tierra: en que no existía ninguna clase de vida. Tampoco había en ese entonces oxígeno libre en la atmósfera: no podía haberlo. ¿Esto quiere decir que el oxígeno que existía estaba combinado con el nitrógeno y que la Tierra tenía un océano formado por ácido nítrico diluido? La respuesta es no, pues en tal caso parece dudoso que la vida, tal como la conocemos, se pudiera haber desarrollado.

Si el oxígeno y el nitrógeno no estaban combinados entre sí, cada uno de ellos debe haber estado combinado con algún otro elemento. El único otro posible es el hidrógeno, del cual hay superabundancia en el Universo, siendo el elemento que constituye la mayor parte de la materia de los dos cuerpos más grandes del sistema solar (el Sol y Júpiter), y cuya abundancia en la Tierra debe haber sido mucho mayor en épocas primitivas que en la actualidad.

El oxígeno combinado con el hidrógeno es el agua (H2O) y el nitrógeno combinado con el hidrógeno es el amoníaco (NH3). Además el carbono, un elemento común, se puede combinar con el hidrógeno para formar metano (CH4). La atmósfera primitiva (A-I) pudo estar formada por amoníaco, metano, vapor de agua e incluso cierta cantidad del mismo hidrógeno. Una atmósfera tan rica en hidrógeno se denomina «atmósfera reductora», por motivos que se ocultan en la historia de la química y que no deben preocuparnos. La atmósfera actual, rica en oxígeno, es una «atmósfera oxidante».

En consecuencia, cuando se considera el origen de la vida es necesario imaginar procesos que pueden tener lugar en una atmósfera reductora.

Si se deja librada a sí misma una muestra que contiene fragmentos de atmósfera reductora y de océano, no pasa nada. Los diversos compuestos: agua, amoníaco, metano e hidrógeno, forman una mezcla estable desde el punto de vista termodinámico, lo cual significa que las moléculas no se pueden transformar en nada nuevo a menos que haya una energía capaz de empujarlas cuesta arriba.

Sin embargo, en la Tierra primitiva había energía. Estaba el calor originado en la actividad volcánica, el calor y el poder ionizante de los rayos, la radiación intensa de los átomos radiactivos y la radiación constante del Sol. Con toda probabilidad todas estas fuentes de energía eran más intensas en la Tierra primitiva que en la actualidad.

En 1952, el químico estadounidense Stanley Lloyd Miller comenzó con una muestra pequeña de una mezcla semejante a la de la atmósfera primitiva, empleó chispas eléctricas como fuente de energía y en el transcurso de una semana se encontró con que las moléculas simples se habían combinado para formar moléculas algo más complicadas, incluyendo un par de los aminoácidos que constituyen los ladrillos a partir de los cuales se construyen las proteínas, moléculas esenciales para la vida. Desde entonces otros experimentos realizados con el mismo objeto han dejado bien en claro que debe haberse producido una serie continua de cambios orientados hacia la vida, a partir de la combinación de una atmósfera reductora más un océano más energía.

¿Podemos decir qué forma específica de energía fue la principal responsable de la aparición de la vida en la Tierra primitiva? Consideremos que, de todas las formas, la radiación solar es la más continua y penetrante y parece lógico darle la parte del león en cuanto al mérito de nuestra actual presencia por aquí. En especial podríamos dar las gracias a la componente más energética de la luz solar, la radiación ultravioleta. En efecto, los experimentos han demostrado de manera precisa que la luz ultravioleta tiene energía suficiente para interactuar con las sustancias químicas de la atmósfera primitiva y para hacerlas arrancar en su marcha hacia la vida. (La luz visible ordinaria no tiene la energía suficiente).

Además parece razonable suponer que la vida comenzó en la superficie del océano. El océano está constituido por un conjunto de moléculas de agua y tiene en solución muchas otras moléculas útiles, especialmente amoníaco. El amoníaco es tan soluble en el agua que, con mucho, la mayor porción del mismo debería hallarse en el océano antes que en la atmósfera. El metano y el hidrógeno son muy poco solubles en el agua, pero debería encontrárselos en abundancia en la superficie del océano, en contacto con el agua.

En realidad, la tierra «seca» es húmeda debido a la acción de las mareas, las lluvias, etc., de modo que no es inconcebible que las sustancias químicas que avanzaban hacia la vida puedan haberse formado en el suelo, aunque en cantidades mucho menores pero, como lo habré de explicar, no podrían haber llegado muy lejos.

La luz ultravioleta actúa como una especie de martillo. Por cierto, puede juntar de un golpe varias moléculas pequeñas y con ellas construir moléculas más grandes. Pero ¿podemos entonces suponer que a medida que las moléculas van haciéndose cada vez más grandes bajo la influencia de la luz ultravioleta podrán llegar a ser tan grandes y tan complejas como para poseer los principios de la vida?

Lamentablemente, a medida que las moléculas van creciendo se van haciendo más destartaladas y el golpe de la luz ultravioleta puede llegar a separarlas nuevamente. O sea que la influencia de la luz ultravioleta puede iniciar la combinación de las moléculas primordiales en un camino que conduce hacia la vida, pero no les va a permitir que lleguen muy lejos en esa dirección.

Sobre la tierra no hay modo de escapar de la radiación ultravioleta, así que aunque se formaran moléculas complejas a partir de las primordiales simples, no es muy probable que lleguen a alcanzar niveles de complejidad comparables siquiera con la forma de vida más primitiva que se pueda imaginar. Por lo tanto, la vida no pudo comenzar sobre la tierra firme.

En el océano las cosas son distintas. Los compuestos que se forman en la superficie por la acción de la luz ultravioleta pueden hundirse, moviéndose al azar, hasta un nivel más bajo donde la radiación ultravioleta no puede penetrar y allí pueden sobrevivir. Claro está que puede haber niveles donde la luz ultravioleta que penetra puede proveer energía suficiente para producir las combinaciones, pero insuficiente para las descomposiciones.

Es decir que parecería que en el océano primitivo uno se debería encontrar con moléculas cada vez más complicadas a medida que uno fuera sondeando cada vez más abajo a partir de la superficie. Los primeros casos de sustancias proto-vivientes pueden haberse formado algunos centímetros o decímetros por debajo de la superficie del agua.

Dichas formas de vida pueden haberse formado durante los primeros mil millones de años de existencia de la Tierra, y durante los eones que siguieron la situación puede haber sido algo así:

En la capa más alta del océano había moléculas medianamente complejas formadas por la energía de la radiación solar ultravioleta, que servían como alimento a las moléculas vivas todavía más complejas de abajo. Algunas de estas moléculas alimenticias podían desplazarse hacia abajo y ser consumidas o lo que es más importante, en días nublados o, en especial de noche, las moléculas vivas podían moverse hacia arriba de alguna manera y alimentarse vorazmente hasta que el Sol saliera, para volver a hundirse entonces.

No sabemos hasta qué nivel de complejidad se pueden haber desarrollado las formas de vida en este período. Los únicos rastros de vida que podemos hallar, y que se remontan a mil millones de años o más, parecen provenir de minúsculas criaturas unicelulares y nada más. Esto quizá no sea sorprendente. No cuesta mucha energía transformar amoníaco, metano y agua en sustancias químicas alimenticias y, recíprocamente, no se libera mucha energía descomponiendo nuevamente dichas sustancias. La vida primordial no tenía mucha energía a su disposición, así que sólo podía vivir y evolucionar con lentitud.

Todo podría haber seguido así hasta nuestros días si la atmósfera A-I no hubiera sufrido cambios… pero los hubo.

Por una parte perdió su hidrógeno. Todo el hidrógeno que pudo haber tenido en su atmósfera la Tierra primitiva se escapó rápidamente al espacio exterior, puesto que la gravedad de la Tierra no podía retener sus moléculas pequeñas y veloces.

Además la luz ultravioleta del Sol, que esta presente en la alta atmósfera con toda su intensidad, puede partir en dos aun a las moléculas más simples. En particular, la molécula de agua puede descomponerse para formar hidrógeno y oxígeno bajo la acción de los rayos ultravioletas. Esto se denomina «fotólisis».

Generalmente, la fotólisis de agua se produce en la alta atmósfera. A esas alturas se encuentran pocas moléculas de agua y el proceso es lento… pero la Tierra tiene una larga vida y dispone de tiempo suficiente.

El hidrógeno que se produce por fotólisis se pierde en el espacio pero los átomos de oxígeno, más pesados y menos ágiles, se quedan atrás. Pero, en presencia del oxígeno libre, el metano y el amoníaco dejan de ser estables desde el punto de vista termodinámico. Los átomos de carbono e hidrógeno que componen la molécula de metano tienden a combinarse con los átomos de oxígeno para formar anhídrido carbónico (CO2) y agua, respectivamente. Los átomos de hidrógeno de las moléculas de amoníaco se combinan con el oxígeno para formar agua, dejando tras de sí a los átomos de nitrógeno, que se combinan para formar moléculas de nitrógeno diatómicas (N2). El nitrógeno también se puede combinar con el oxígeno, pero lo hace de una manera tanto más lenta que los átomos de carbono e hidrógeno se llevan todo el oxígeno.

El resultado neto es que la atmósfera de metano/amoníaco/hidrógeno/vapor de agua (A-I) se convierte lentamente, mediante la fotólisis, en una atmósfera de anhídrido carbónico/nitrógeno/vapor de agua (A-II).

Hacer subir a las moléculas de A-II cuesta arriba, hasta el nivel de las moléculas alimenticias, requirió más energía que hacer lo mismo a partir de las moléculas de A-I. Por esa razón el ritmo de producción de alimentos disminuyó y, a medida que A-I se transformaba lentamente en A-II, se fue extendiendo sobre la faz del océano una especie de hambre.

El tipo de organismos que se habían desarrollado en A-I, que vivían de la descomposición de las moléculas alimenticias para formar amoníaco y metano, y que se las arreglaban con la pequeña cantidad de energía que resultaba de este proceso, debe haber ido disminuyendo gradualmente en vista del hambre que se iba extendiendo[35].

Una vez que la A-I se hubo convertido por completo en A-II, puede parecer que la situación alimentaria de los organismos de A-I debió tocar fondo, pero no fue así. Las cosas se pusieron todavía peores debido a la fotólisis.

Aun después que la atmósfera se hubo convertido por completo en A-II, la fotólisis siguió produciéndose, las moléculas de agua siguieron descomponiéndose, los átomos de hidrógeno escapándose y los átomos de oxígeno quedándose atrás. Pero ahora los átomos de oxígeno no tenían nada con qué combinarse excepto entre ellos mismos (o con el nitrógeno, muy lentamente). Por lo común deberían formar la molécula diatómica de oxígeno pero, en la alta atmósfera, bajo ciertas condiciones la energía de la luz ultravioleta puede golpearlos con fuerza suficiente para que formen moléculas tri-atómicas de ozono.

Las moléculas de ozono son opacas para casi todo el rango de energías ultravioletas. A medida que se forman más ozono, la cantidad de radiación ultravioleta que logra penetrarlo se hace cada vez más pequeña. Así que la atmósfera A-II no sólo poseía moléculas que podían transformarse en alimentos con mayor dificultad, sino que permitía el paso de una cantidad cada vez menor de la luz ultravioleta que podía originar algún cambio.

Al disponer de una cantidad de radiación ultravioleta cada vez menor, el ritmo de la fotólisis (que se producía a alturas atmosféricas bien por debajo de las regiones donde se formaba el ozono) también debía disminuir. Esto quería decir que la atmósfera II debía estabilizarse y que los cambios posteriores debían hacerse cada vez menos probable, después de haber cesado la provisión de luz ultravioleta a la superficie del océano.

En el presente, el ozono está concentrado a una altura de veinticinco a sesenta y cinco kilómetros sobre la superficie de la Tierra (la «ozonósfera», pero incluso allí sólo una molécula entre cien mil es de ozono (en una atmósfera que a esas alturas es demasiado delgada).

Aun cuando las moléculas de ozono son demasiado raras, en comparación con las abundancias normales, son suficientes como para impedir el paso de casi toda la radiación ultravioleta y permitir que sea muy poca la que llegue hasta la superficie de la tierra. (Por cierto que la suficiente como para quemar a la gente de piel clara como yo, así que soy lo bastante inteligente como para mantenerme lejos de la luz solar).

La vida sobre la Tierra tendría que haber descendido hasta un nivel muy bajo, en el cual se habría sostenido por medio de fuentes secundarias de energía como los rayos, la radiactividad y el calor volcánico, y habría continuado así indefinidamente, si no hubiera sido por un suceso inesperado.

De alguna manera (no conocemos los detalles) y en algún momento (no sabemos exactamente cuándo) se produjo el acontecimiento evolutivo más importante, después del comienzo mismo de la vida. Debe haberse desarrollado una molécula parecida a la clorofila junto con un sistema primitivo de enzimas, que era capaz de catalizar la combinación de anhídrido carbónico y agua para formar moléculas alimenticias. Éste fue el comienzo de la «fotosíntesis».

El desarrollo de la fotosíntesis por los organismos que estaban adaptados a la A-II significaba lo siguiente:

1. Hasta entonces la luz ultravioleta era la fuerza que daba origen a la producción de alimentos, pero la fotosíntesis hacía uso de las longitudes de onda de la luz visible, menos energéticas. Como la luz visible es mucho más abundante en la radiación solar que la luz ultravioleta, se convertía en una fuente de provisión de alimentos potencialmente mucho más grande.

2. Como la fotosíntesis se produce en medio de las moléculas mismas de la forma de vida, el alimento se forma allí y ya no es necesario cazarlo en el océano, como generalmente ocurría. Esto debe haber significado que las células podían hacerse más grandes y complejas.

3. Ya que la luz visible no es bloqueada por el ozono, los organismos fotosintéticos de A-II ya no eran afectados por el cierre paulatino de la cortina de ozono y podían florecer mientras desaparecían los organismos de A-I.

4. Durante la conversión en sustancias alimenticias del metano, el amoniaco y el agua, la composición atómica general no sufre mayores cambios y se dejan muy pocos «restos». Sin embargo, al emplear el agua y el anhídrido carbónico como fuentes de alimentos comenzamos con moléculas que contienen más átomos de oxígeno que las que hacen falta para alimentarse. Esos átomos de oxígeno deben ser descartados como «desperdicios» y se los arroja a la atmósfera.

O sea que la existencia de la fotosíntesis aumentó la rapidez con que se fue inundando la atmósfera de oxígeno libre. Por cierto que la fotosíntesis producía oxígeno libre a un ritmo muy, muy superior al de la fotólisis. La cortina de ozono comenzó a cerrarse con una rapidez enormemente mayor, de modo que las formas de vida de A-II aceleraron notablemente la defunción de las formas de vida de A-I, gracias a la nueva química que habían desarrollado. Sin moverse de su puesto y sin ninguna agresión flagrante, ganaron una victoria silenciosa en escala planetaria, victoria que casi nunca ha podido ser igualada desde entonces.

5. Las formas de vida fotosintéticas florecieron con tanto vigor que consumieron el anhídrido carbónico de la atmósfera, incorporando el carbono a sus propios tejidos y llenando el aire de oxígeno. De esta manera, mediante la acción de la vida, la A-II formada por nitrógeno/anhídrido carbónico, se convirtió en la A-III actual, formada por nitrógeno/oxígeno.

La concentración actual del anhídrido carbónico en la atmósfera es de sólo 0,035 por ciento, en comparación con un veintiuno por ciento de oxígeno. En verdad parecería que es útil para el mundo vegetal en general que existan como parásitos formas de vida que consuman oxígeno y produzcan anhídrido carbónico. Estas formas servirían para aumentar, por lo menos un poco, el anhídrido carbónico del aire. Así fue como las formas de vida de A-II se diferenciaron en vegetales y animales, mientras que es posible que las formas de vida de A-I nunca hubieran avanzado más allá de la etapa bacteriana.

6. Las formas de vida de A-II desarrollaron sistemas de enzimas que son capaces de manejar las moléculas muy activas del oxígeno. Las formas de vida de A-I aparentemente no lo hicieron. Para ellas el oxígeno libre era un activo veneno destructor de la vida y, también de esta manera, las formas de vida de A-II aceleraron su triunfo silencioso.

7. Ya que, según las pautas típicas de A-I, la cantidad de energía requerida para transformar anhídrido carbónico y agua en alimentos es enormemente elevada, la reconversión de alimentos en anhídrido carbónico y agua libera una cantidad de energía enormemente alta. Esto quiere decir que las formas de vida de A-II tenían a su disposición mucha más energía que las formas de vida de A-I. Esto era cierto en especial para los animales de A-II, que podían servirse para la provisión de alimentos de muchos vegetales a la vez.

¿Cuándo comenzaron a arrojar oxígeno a la atmósfera los organismos de A-II?

No podemos decirlo. La fotosíntesis debe haberse desarrollado en épocas muy remotas, pero debe haber sido muy ineficiente durante muchos millones de años y su producción de oxígeno debe haber sido muy, muy lenta. Durante mucho tiempo los organismos de A-II deben haber avanzado con mucha dificultad a la sombra de los organismos de A-I, que estaban mejor dotados.

¿Cuándo llegó a ser la fotosíntesis lo bastante eficiente, y la cantidad de oxígeno en la atmósfera lo bastante elevada para señalar la culminación de la victoria silenciosa de A-II?

Yo estimo que esto ocurrió hace cerca de 700 millones de años. Debe haber habido un momento en que la eficiencia fotosintética se elevó hasta tal punto que hubo una explosión de energía evolutiva y de repente, hace cerca de 600 millones de años, comenzaron a hacerse presentes las formas de vida complejas en cantidades suficientes como para empezar a dejar rastros fósiles abundantes. Por ese entonces comenzamos a tener organismos de A-III que, por su complejidad, se encuentran muy por encima de los organismos de A-I y de A-II.

¿Y cuándo se completó el reemplazo por los de A-III?

Yo creo que esto ocurrió hace 400 millones de años. Por aquel entonces, aunque la vida había existido durante más de tres mil millones de años, todavía no se había colonizado la tierra firme. En un artículo anterior[36] he sugerido que la tierra firme no fue colonizada hasta después que la Tierra hubo capturado a la Luna y quedó expuesta a los efectos de las mareas. Pudo haber sido así, pero debo admitir que ahora se me ocurre una explicación más probable de la demora en la colonización de la Tierra, una explicación que no he visto en ninguna otra parte.

Después de todo, mientras la luz ultravioleta bañaba la superficie de la Tierra, todo intento de emerger a tierra firme por parte de la vida significaba exponerse continuamente a la radiación ultravioleta sin contar con la esclusa de emergencia que podía representar el hundirse a mayor profundidad en el agua del océano. Recién después de que se cerró la cortina de ozono la tierra firme se convirtió en lugar seguro para la vida, y fue hace 400 millones de años que la vida comenzó a trepar hacia las playas.

Entonces, ¿qué sucede si le ocurre algo a esa capa de ozono tan terriblemente delgada y quizá tan frágil?

Los cambios que se hicieron posibles con el cierre de la cortina de ozono se invertirían. Una vez más la radiación ultravioleta del Sol inundaría la faz de la Tierra, de modo que la superficie firme del planeta junto con la cubierta más exterior del océano se volverían tan hostiles a la vida como lo habían sido hace más de 400 millones de años. Más aún, la fotólisis de las moléculas de agua comenzaría nuevamente.

Pero entonces, ¿tenemos que aterrorizarnos? Después de todo, aun en el caso en que comenzara nuevamente, la fotólisis tardaría miles de millones de años en agotar el océano. Y hoy la vida terrestre no es lo que era hace 400 millones de años. Los animales tienen piel, escamas, pelo, plumas, todos los cuales bloquean la radiación ultravioleta y evitan que se cause daño a los órganos internos.

Además, los animales avanzados pueden buscar protección en la sombra y el animal más avanzado, el homo sapiens, puede usar sombrillas, construir barreras de vidrio, irse a vivir más cerca de los polos, etc. Incluso la apertura completa de la cortina de ozono puede no ser suficiente para dañar seriamente las formas avanzadas de vida sobre la Tierra, y quizá lo único que haga será crear inconvenientes a la humanidad en general.

Aumentaría la incidencia de cáncer en la piel entre los humanos, especialmente entre los de piel clara si no tomamos precauciones, y podría acelerarse el ritmo de las mutaciones, especialmente entre los vegetales, con resultados impredecibles, pero ¿qué más?

Bueno, no todas las formas de vida terrestre han avanzado más allá de lo que fueron en un principio. Todavía hay protozoarios, algas, bacterias y virus que no tienen protección especial contra la luz ultravioleta y que no cuentan con pautas de comportamiento que puedan ayudarlos a escapar de ella. Si la cortina de ozono se descose puede suceder que los microorganismos terrestres disminuyan seriamente… y no sabemos qué puede provocar eso en el resto de la estructura ecológica.

¿Cómo puede afectar la muerte de los microorganismos a la naturaleza del suelo, al crecimiento de los cultivos, a la vida de los animales, incluyendo al hombre?

No sabemos cómo, pero me parece que es difícil que nos pueda hacer ningún bien, y hasta es posible que represente un desastre inmenso.

Pero ¿acaso existe algo que ponga en peligro una cortina de ozono que ha estado cerrada durante más de 400 millones de años? A ese respecto voy a tener algo que decir en el capítulo próximo. (Cambio de aire).