-Bien, -Žl dijo, despuŽs de considerarlo. ƒl hab’a bebido mas que Tara. ƒl hab’a bebido demasiado.
Hablamos de amigos y conocidos mutuos hasta el saque inicial, despuŽs del cual el juego fue el œnico tema de conversaci—n. El Juego, ampliamente, porque cada juego durante los pasados cincuenta a–os esta grabado en la memoria colectiva de Bon Temps, y este juego fue comparado a todos los otros juegos, estos jugadores a todos los otros. Estaba disfrutando realmente de esta ocasi—n un poco, ya que hab’a desarrol ado mi guardia mental hasta tal punto que pod’a pretender que la gente estaba diciendo exactamente lo que ellos dec’an, ya que no escuchaba absolutamente nada.
JB se arrim— m‡s cerca y m‡s cerca, despuŽs de una l uvia de elogios sobre mi pelo y mi figura. La madre de JB le hab’a ense–ado desde chico que las mujeres apreciadas son mujeres felices, y esto era una filosof’a simple que hab’a guardado la cabeza de JB
encima del agua durante algœn tiempo.
-¢7H DFXHUGDV GH OD GRFWRUD HQ DTXHO KRVSLWDO 6RRNLH" -Žl me pregunt— de repente, durante el segundo cuarto.
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Viviendo Muerto en Dallas Charlaine Harris
-S’. Doctora Sonntag. Viuda. -Ella hab’a sido joven para ser viuda, y m‡s j—ven para ser una doctora. Yo la hab’a presentado con JB.
-Salimos por un tiempo. Yo y una doctora, -dijo Žl asombrado.
-£(KHVRHVJUDQGLRVR-Yo lo hab’a deseado tanto. Me hab’a parecido que la doctora Sonntag podr’a seguro usar lo que JB ten’a que ofrecer, y JB necesitaba. . bien, Žl necesitaba a alguien que cuidara de Žl.
-Pero entonces ella fue rotada hac’a Baton Rouge, -Žl me dijo. ƒl pareci— un poco golpeado. -Supongo que la echo de menos. -Un sistema de asistencia mŽdica hab’a comprado nuestro peque–o hospital, y los doctores de la sala de emergencias fueron hechos entrar durante cuatro meses en una extensi—n. Su brazo se apret— alrededor de mis hombros. -Pero es horrorosamente bueno poder verte,-Žl me tranquiliz—.
Bendije su coraz—n.
-JB, tœ podr’a ir a Baton Rouge a verla, -suger’. -¢3RUTXpQRORKDFHV"
-Ella es una doctora. No tiene mucho tiempo libre.
-Ella har’a el tiempo para ti.
-¢7~FUHHV"
-A menos que ella sea una absoluta idiota, -le dije.
-Podr’a hacer eso. HablŽ con el a por telŽfono la otra noche. El a dijo que desear’a que yo estuviera all’.
-Era una indirecta bastante grande, JB.
-¢7~FUHHV"
-Seguro que s’.
ƒl se mir— animado.
-Muy bien, fijo que conduzco a Baton Rouge ma–ana, -dijo Žl otra vez. ƒl bes— mi mejilla. -Tœ me haces sentir bien, Sookie.
-Bueno, JB, cuando quieras. -Le di un picorete sobre los labios, solamente uno r‡pido.
Entonces vi a Bill perfor‡ndome con la mirada.
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Viviendo Muerto en Dallas Charlaine Harris
ƒl y Portia estaban en la siguiente secci—n de asientos, cerca del fondo. ƒl casi se hab’a torcido para poder alzar la vista hac’a m’. Si yo lo hubiera planeado, no podr’a haberme resultado mejor. Este era un magn’fico momento que±se±joda.
Y estaba arruinado.
Yo solamente lo quer’a.
GirŽ mis ojos lejos y le sonre’ a JB, y todo el tiempo lo œnico que quer’a era encontrarme con Bill bajo las gradas y tener sexo con Žl, ah’ mismo en ese mismo instante. Desee que Žl arrancara mis pantalones y se pusiera detr‡s de m’. Quer’a que Žl me hiciera gemir.
Estaba tan impresionada conmigo misma que no sab’a quŽ hacer. Pod’a sentir como mi cara se tornaba de un rojo embotado. Ni siquiera pod’a pretender que sonre’a.
DespuŽs de un minuto, pude apreciar que esto era casi gracioso. Yo hab’a sido criada tan convencionalmente como fue posible, considerando mi ins—lita incapacidad. Naturalmente, hab’a aprendido los hechos de la vida bastante temprano ya que pod’a leer mentes (y, como era una ni–a, no tuve ningœn control acerca de lo que absorb’). Y
siempre pensŽ que la idea del sexo era bastante interesante, aunque la misma incapacidad que me hab’a conducido a saber tanto sobre eso, te—ricamente me hubiera impedido poner en pr‡ctica la teor’a. DespuŽs de todo, es dif’cil estar realmente implicada en el sexo cuando una sabe que su compa–ero lamenta que no eres Tara Thornton (por ejemplo), o cuando Žl espera que una se acuerde de traer el cond—n, o cuando Žl critica tus partes del cuerpo. Para tener sexo placentero, se tiene que conservar la concentraci—n fija en lo que tu compa–ero hace, no distraerte con lo que Žl piensa.
Con Bill, yo no pod’a o’r una sola cosa. Y Žl era tan experimentado, tan suave, tan absolutamente dedicado a acertar en todo. Parec’a que era una adicta como Hugo.
Me sentŽ durante el resto del juego, sonriendo y cabeceando cuando parec’a indicado, intentando no mirar abajo a mi izquierda, y encontrando que despuŽs de que el espect‡culo de media tiempo hab’a terminado no hab’a escuchado una sola canci—n que la banda hab’a tocado. Tampoco hab’a notado las cabriolas del primo de Tara.
Nos movimos despacio junto a la multitud rumbo al estacionamiento despuŽs de que los Halcones de Bon Temps hab’an ganado, 28±18, acordŽ l evar a JB a su casa. Huevos se hab’a recompuesto para entonces, estuve segura que Žl y Tara estar’an bien; pero me sent’ aliviada cuando Tara tomo el volante.
JB vive cerca del centro de la cuidad en un dœplex. ƒl me pidi— dulcemente entrar, pero le dije que ten’a que l egar a casa. Le di un gran abrazo, y le aconsejŽ que l amara a la doctora Sonntag. Todav’a no sab’a su nombre.
ƒl dijo que lo har’a, pero con JB, realmente no se pod’a saber.
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Viviendo Muerto en Dallas Charlaine Harris
Entonces tuve que pararme a poner gas en la œnica gasolinera nocturna, donde mantuve una larga conversaci—n con el primo de Arlene, Derrick (quiŽn era muy valiente por tomar el turno nocturno), por lo quŽ l egue a casa un poco m‡s tarde de lo que hab’a planeado.
Cuando abr’ la puerta de en frente, Bil sali— de la oscuridad. Sin una palabra, agarr— mi brazo, me gir— hac’a Žl, y luego me bes—. En un minuto est‡bamos presionados contra la puerta con su cuerpo que se mov’a r’tmicamente contra el m’o. AlcancŽ con la mano detr‡s de m’ a hurgar en la cerradura, y la l ave finalmente gir—. Tropezamos dentro la casa, y Žl me volteo para caer en el sof‡. Lo agarrŽ con mis manos y, tal como lo hab’a imaginado, Žl bajo mis pantalones, y luego estuvo dentro de m’.
Hice un ruido ronco que nunca hab’a o’do salir de mi garganta antes. Bil hac’a ruidos igualmente primitivos. No pensŽ que podr’a formar una sola palabra. Sus manos estaban bajo mi suŽter, y mi sostŽn estuvo en dos pedazos. ƒl era implacable. Casi sufr’ un colapso despuŽs de la primera vez que me vine.
-No, -Žl gru–— cuando yo deca’a, y Žl sigui— bombeando.
Entonces Žl aument— el ritmo hasta que casi sol ocŽ, y luego mi suŽter se rasg—, y sus dientes encontraron mi hombro. ƒl hizo un sonido profundo, espantoso, y luego, despuŽs de unos largos segundos, termino.
Estaba jadeando como si hubiera corrido una milla, y Žl temblaba, tambiŽn. Sin molestarse en sujetar de nuevo su ropa, Žl me gir— para afrontarlo, y curvo su cabeza en mi hombro otra vez para lamer la peque–a herida. Cuando dej— de sangrar y hab’a comenzado a curarse, Žl me quit— todo lo que ten’a encima, muy despacio. ƒl me limpi—
debajo; Žl me bes— encima.
-Hueles como Žl -fue la œnica cosa que dijo. ƒl se puso a borrar aquel olor y reemplazarlo por el propio.
De repente estuvimos en el dormitorio, y tuve un momento para alegrarme porque hab’a cambiado las sabanas esa ma–ana antes de que su boca se posesionara de la m’a otra vez.
Si hasta entonces hab’a tenido dudas, ya no las ten’a m‡s. ƒl no dorm’a con Portia Bellefleur. Yo no sab’a que hab’a sido, pero Žl no ten’a una relaci—n verdadera con el a. ƒl desliz— sus brazos debajo de m’ y me sostuvo tan fuertemente como era posible; Žl hociqueo mi cuello, amas— mis caderas, control— sus dedos abajo mis muslos, y bes— el trasero de mis rodillas. ƒl se ba–— de m’.
-Extiende tus piernas para m’, Sookie,-susurr— Žl, con su oscura y fresca voz, y lo hice. ƒl estaba listo otra vez, y hab’a cierta aspereza en el o, como si tratara de demostrar algo.
-Se tierno, -dije, era la primera vez que hablaba.
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Viviendo Muerto en Dallas Charlaine Harris
-No puedo. Ha sido demasiado largo, la pr—xima vez serŽ dulce, lo juro, -dijo Žl, recorriendo con su lengua la l’nea de mi mand’bula. Sus colmil os paladearon mi cuel o. Colmillos, lengua, boca, dedos, virilidad; se pareci— a hacer el amor con el Demonio de Tasmania. ƒl estaba en todas partes, y en todas partes apresurado.
Cuando Žl se derrumbo encima de m’, estaba agotada. ƒl se movi— para quedar a mi lado, una pierna cubriendo la m’a, un brazo atravesando mi pecho. ƒl podr’a haber sacado tambiŽn un hierro para marcar y hacerlo, pero esto no habr’a sido muy divertido para m’.
-¢(VWiVELHQ"-Žl mascul —.
-Excepto por haber estado corriendo contra una pared de ladrillo algunas veces,-dije vagamente.
Ambos nos adormecimos por un rato, aunque Bill despert— primero, como siempre lo hac’a por la noche.
-Sookie, -Žl dijo quedamente. -Querida. Despierta.
-Ooum, -dije, despacio retornando a la conciencia.
Por primera vez en semanas, despertŽ con la nebulosa convicci—n que todo estaba bien con el mundo. Con lenta consternaci—n, realicŽ que las cosas estaban lejanas de estar bien. Abr’ mis ojos. Bil estaba justo encima de m’.
-Tenemos que hablar, -dijo Žl, quitando el pelo de mi cara.
-Habla, pues. ±Ya estaba despierta. Lo que yo lamentaba no era el sexo, si no la necesidad de hablar de las cuestiones entre nosotros.
-Me deje llevar en Dal as, -dijo Žl inmediatamente. -Los vampiros lo hacen, cuando la posibilidad para cazar se presenta a si misma tan obviamente. Fuimos atacados. Tenemos el derecho de perseguir aquellos que quieren matarnos.
-Eso es volver a los d’as de la anarqu’a, -dije.
-Pero los vampiros cazamos, Sookie. Es nuestra naturaleza, -dijo Žl muy seriamente. Como los leopardos; como los lobos. No somos humanos. Podemos pretender serlo, cuando tratamos de vivir con la gente... en tœ sociedad. Podemos recordar a veces lo que era estar entre ustedes, ser uno de ustedes. Pero no somos la misma raza. No somos m‡s de la misma arcilla.
MeditŽ esto. ƒl me hab’a dicho eso, repetidas veces, con palabras diferentes, desde que hab’amos comenzado a vernos el uno al otro.
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Viviendo Muerto en Dallas Charlaine Harris
O tal vez, Žl hab’a estado viŽndome, pero yo no hab’a estado viŽndolo: claramente, realmente. No importa con que frecuencia pensŽ que hab’a hecho mi paz con su condici—n diferente, me di cuenta que todav’a esperaba que Žl reaccionara como si Žl fuera JB du Rone, o Jason, o mi pastor de iglesia.
-Pienso que finalmente consigo captarlo, -dije. -Pero tœ tienes que captar, que a veces no va ha gustarme esta diferencia. A veces tengo que escaparme y enfriarme. Realmente voy a intentarlo. Realmente te amo.
Haber hecho todo lo posible prometiendo encontrarlo a mitad del camino, me record—
mi propio agravio. AgarrŽ su pelo y rodŽ sobre Žl, as’ yo lo ve’a abajo. Mire directamente a sus ojos.
-Ahora, tœ me dice lo que hac’as con Portia.
Las manos grandes de Bill descansaron sobre mis caderas cuando Žl explic—.
-Ella vino a m’ despuŽs que regresŽ de Dal as, la primera noche. Ella hab’a le’do sobre lo que pas— al ’, se pregunt— si conocer’a a alguien que hab’a estado al ’ ese d’a. Cuando le dije que yo mismo hab’a estado al ’±no te mencione±Portia dijo que ten’a informaci—n de que algunas armas usadas en el ataque hab’an venido de un lugar en Bon Temps, la Tienda de Deportes de Sheridan. Le preguntŽ como hab’a o’do esto; el a dijo que como abogada, no pod’a decirlo. Le preguntŽ por quŽ estaba tan preocupada, si no hab’a nada mas que pod’a decirme sobre esto; dijo que el a era un buen ciudadano y odiaba ver que se persiguiera a otros ciudadanos. Le preguntŽ por quŽ vino a m’; dijo que yo era el œnico vampiro que ella conoc’a.
Cre’ esto, tanto como cre’a que Portia era en secreto una bailarina del vientre.
EstrechŽ mis ojos mientras trabajaba este pensamiento.
-Portia no se preocupa una maldita cosa por los derechos del vampiro, -dije. -Ella podr‡
querer meterse en tus pantalones, pero no se preocupa por las cuestiones legales del vampiro.
-¢³0HWHUVHHQPLVSDQWDORQHV´" 4XpJLURGHIUDVHVWLHQHV
-Ah, ya lo has o’do antes, -dije, un poco avergonzada.
ƒl sacudi— su cabeza, la diversi—n centel eaba en su cara.
-Meterse en mis pantalones, -repiti— Žl, tanteando despacio. -Yo estar’a en tus pantalones, si tuvieras alguno encima. -ƒl frot— sus manos de arriba abajo para demostrarlo.
-Deja eso, -dije. -Trato de pensar.
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Viviendo Muerto en Dallas Charlaine Harris
Sus manos presionaban mis caderas, entonces me deje, moviŽndome de aqu’ para al ‡
sobre Žl. ComencŽ a tener dificultad para formar pensamientos.
-P‡rate, Bil , -dije. -Escucha, creo que Portia quiere ser vista contigo as’ podr’a ser invitada a unirse al supuesto club sexual aqu’ en Bon Temps.
-¢&OXEVH[XDO"-Bill dijo con interŽs, no par‡ndose en lo m‡s m’nimo.
-S’, no te lo dije. . ah, Bil , no. . Bil , todav’a me estoy reponiendo del œltimo. . Ah. Oh, Dios. -Sus manos me hab’an agarrado con su gran fuerza, y me hab’an movido resueltamente, directamente sobre su rigidez. ƒl comenz— a mecerme otra vez, de ac‡
para all‡. -Ah, -dije, perdida en el momento. ComencŽ a ver colores flotar delante de mis ojos, y luego estaba siendo mecida tan r‡pido que no pude guardar la pista de mi movimiento. El final vino al mismo tiempo para ambos, y nos enroscamos jadeando durante varios minutos.
-Nunca deber’amos separarnos otra vez, -dijo Bill.
-No sŽ, esto lo hace casi digno el o.
Una peque–a sacudida riz— su cuerpo.
-No, -Žl dijo. -Esto es maravilloso, pero prefiero irme de la ciudad durante unos d’as, a pelear contigo otra vez. -ƒl abri— sus ojos amplios. -¢&KXSDVWHUHDOPHQWHXQDEDODGHO
hombro de Eric?
-Ah‡, Žl dijo que ten’a que sacarla antes de que su carne se cerrara sobre el a.
-¢7Hdijo que Žl ten’a una navaja en su bolsil o?
Fui tomada en curva.
-1R¢eOWHQtD"¢3RUTXpKDUtDpOHVWR"
Bill levant— sus cejas, como si yo hubiera dicho algo bastante rid’culo.
-Adivina, -Žl dijo.
-¢(QWRQFHV\RFKXSDUtDVREUHVXKRPEUR"1RSXHGHVignificar esto.
Bill solamente mantuvo su mirada escŽptica.
-Ay, Bill. Ca’ en el o. (VSHUD XQ PLQXWR«£pO REWXYR XQ WLUR $TXHO D EDOD SRGUtD
haberme golpeado, pero en cambio lo golpe—. ƒl me proteg’a.
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Viviendo Muerto en Dallas Charlaine Harris
-¢&yPR"
-Bueno, estaba encima de m’. .
-Descanso mi caso. -No hab’a nada pasado de moda sobre Bil en este momento. Por otra parte, hab’a una mirada bastante pasada de moda sobre su cara.
-3HUR%LO ¢TXLHUHVGHFLUTXHpOHVWDQGHVYLDGR"
Otra vez con las cejas levantadas.
-Estar encima de m’ no es un convite tan grande, -protestŽ, -que alguien deba tomar XQDEDODSDUDHO R£&DUD\£(VFKLIODGR
-Con esto consigui— que un poco de su sangre este dentro tuyo.
-S—lo una gota o dos. Escup’ el resto, -dije.
-Una gota o dos es suficiente cuando se es tan viejo como Eric.
-¢6XILFLHQWHSDUDTXp"
-ƒl sabr‡ algunas cosas sobre ti, ahora.
-4Xp¢FRPRPLWDO DGHYHVWLGR"
Bill sonri—, no siempre un signo relajante.
-No, como te sientes. Enojada, cachonda, cari–osa.
Me encog’ de hombros.
-No le servir‡ de nada.
-Probablemente no es muy importante, pero ten cuidado de aqu’ en adelante, -Bill me advirti—. ƒl parec’a bastante serio.
-Todav’a no puedo creer que alguien se pondr’a en posici—n para tomar una bala por m’
solamente con la esperanza de que yo ingerir’a una gota de sangre al sacar la bala. Eso es rid’culo. Tœ lo sabes, me parece que introdujiste esto para que yo deje de molestarte sobre Portia, pero no voy hacerlo. Pienso que Portia cree que si sale contigo, alguien le pedir‡ ir a este club sexual, por que si ella quiere ser la pelota de un vampiro, ella esta dispuesta a hacer todo. Ellos pensaran, -dijo a toda prisa despuŽs de ver la cara de Bil . 7UDGXFLGRSRU/LHEH 3»JLQD175 &RSLDJUDWXLWDVLQDI»QGHOXFUR
Viviendo Muerto en Dallas Charlaine Harris
-Entonces Portia calcula que ella ir‡, aprender‡ la materia, y averiguar‡ quiŽn realmente mat— Lafayet e, Andy estar‡ fuera del gancho.
-Eso es un complot complicado.
-¢3XHGHV UHIXWDUOR"-Estaba orgullosa por usar refutar, que hab’a sido mi Palabra del D’a en el calendario.
-De hecho, no puedo. -ƒl se puso inm—vil. Sus ojos quedaron fijos y sin parpadear, y sus manos relajadas. Ya que Bill no respira, Žl estaba absolutamente quieto.
Finalmente Žl parpade—.
-Habr’a sido mejor si el a me hubiera dicho la verdad para empezar.
-Es mejor que no hayas tenido sexo con ella, -dije, finalmente confes‡ndome a m’
misma que la posibilidad desnuda casi me cegaba por los celos.
-Ten’a curiosidad en ver cuanto dilatabas para preguntarme, -dijo Žl tranquilamente. Como si yo me acostara alguna vez con una Bellefleur. No, ella no tiene el m‡s m’nimo deseo de tener sexo conmigo. Hasta tuvo un tiempo duro fingiendo que quer’a en alguna fecha posterior. Portia no es una buena actriz. La mayor parte del tiempo que estamos juntos, me lleva a intentos totalmente inœtiles de encontrar ese escondite de armas que el Camaradersimo ha guardado aqu’, diciendo que todos los simpatizantes del Camaradersimo las esconden.
-¢$VtTXHSRUHVRVHJXLVWHFRQHVR"
-Hay algo sobre ella que es honorable. Y quise ver si te pon’as celosa.
-Ah, ya veo. ¢%LHQTXpSLHQVDV"
-Pienso, -dijo Žl, -que mejor no te vuelvo a ver nunca cerca de aquel apuesto tarado otra vez.
-¢-%"6R\FRPRVXKHUPDQD-dije.
-Te olvidas, que has tenido mi sangre, y puedo decir lo que sientes, -dijo Bill. -No pienso que te sientas exactamente como una hermana con Žl.
-¢4XHH[SOLFDUtDSRUTXpHVWR\DTXtHQODFDPDFRQWLJR"
-Tœ me amas.
Me re’, contra su garganta.
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Viviendo Muerto en Dallas Charlaine Harris
-Est‡ cerca el alba, -dijo Žl. -Tengo que irme.
-Bien, bebŽ. -Sonre’ hac’a Žl cuando recogi— su ropa. -£(KPHGHEHVXQVXpWHU\un sostŽn. Dos sostenes. Gabe rasg— uno, de modo que fue una lesi—n de ropa relacionada con el trabajo. Y tœ rasgaste uno en la noche, m‡s mi suŽter.
-Por eso comprŽ una tienda de ropa para mujer, -dijo Žl suavemente. -As’ podr’a desgarrar si el esp’ritu me mueve.
Me re’ y me acomode en la cama. Pod’a dormir un par de horas m‡s. Todav’a sonre’a cuando Žl dej— mi casa, y me despertŽ a media ma–ana con una ligereza en mi coraz—n que no hab’a estado al ’ durante mucho tiempo. (Bien, me pareci— mucho tiempo.) Anduve, algo cautelosamente en el cuarto de ba–o para penetrar en una tina l ena de agua caliente. Cuando comencŽ a lavarme, sent’ algo en mis l—bulos de las orejas. Me levantŽ de la tina y revisŽ en el espejo encima del lavamanos. ƒl me hab’a puesto los pendientes de topacio mientras estaba dormida.
6UÒOWLPD3DODEUD
***
Ya que nuestro reencuentro hab’a sido secreto, fui yo a quien invitaron al club primero. Esto nunca se me ocurri— que podr’a pasar; pero despuŽs de que esto paso, realicŽ que si Portia hab’a calculado que el a podr’a ser invitada despuŽs salir con un vampiro, yo tambiŽn era carne a quien invitar.
Para mi sorpresa y repugnancia, el que menciono el tema fue Mike Spencer. Mike era el director de casa de pompas fœnebres y el juez de primera instancia en Bon Temps, no siempre ten’amos una relaci—n completamente cordial. Sin embargo, lo conoc’a de toda mi vida y estuve acostumbrada a tratarlo con respeto, un h‡bito dif’cil de romper. Mike llevaba puesta su atuendo de casa de pompas fœnebres cuando entr— a 0HUORW HV esa tarde, porque ven’a del velorio de la Sra. Cassidy. Un traje oscuro, camisa blanca, corbata rayada, y pulidos zapatos. Aunque Mike Spencer era un tipo que realmente prefer’a corbatas de lazos y botas de vaquero con puntera de metal.
Ya que Mike era al menos veinte a–os m‡s viejos que yo, siempre lo relacionaba como un mayor, por eso me escandalice tan a lo tonto cuando se me acerc—. ƒl se sent— s—lo, que ya era bastante ins—lito para hacerlo merecedor de nota. Le traje una hamburguesa y una cerveza. Cuando me pag—, me dijo por causalidad:
-Sookie, algunos de nosotros nos reunimos en la casa del lago de Jan Fowler ma–ana por la noche y nos preguntamos si pudiŽramos conseguir que vinieras.
Soy afortunada por tener una cara bien ense–ada. Sent’ como si se hubiera abierto un pozo bajo mis pies, realmente estaba algo asqueada. Entend’ inmediatamente, pero me costaba bastante creerlo. Abr’ mi mente, mientras mi boca dec’a: 7UDGXFLGRSRU/LHEH 3»JLQD177 &RSLDJUDWXLWDVLQDI»QGHOXFUR
Viviendo Muerto en Dallas Charlaine Harris
-8VWHGGLMR¢³DOJXQRVGHQRVRWURV´"¢4XLpQHVVHUtDQ Sr. Spencer?
-¢3RUTXpQRPHO DPDV0LNH6RRNLH"-Asent’, mirando dentro de su cabeza todo el rato. Oh, caray, Louise. Aggh. -Bien, algunos de tus amigos estar‡n al ’. Huevos, Portia, y Tara. Los Hardaways.
Tara y Huevos... esto realmente me impresion—.
-¢$VtTXHGHTXHYDQHVWDVILHVWDV"¢(VVRODPHQWHGHOWLSREHELGD\EDLOH"
Esto no era una pregunta irrazonable. No importa cuanta gente sab’a que yo, supuestamente, era capaz de leer mentes, ellos casi nunca lo cre’an, no importa cuantas pruebas de lo contrario ellos hab’an atestiguado. Mike simplemente no pod’a creer que yo pudiera recibir las im‡genes y conceptos que flotaban en su mente.
-Bien, nos descontrolamos algo salvaje. Pensamos que desde que has roto con tu novio, podr’as querer venir a soltarte el pelo un poco.
-Tal vez vendrŽ, -dije, sin entusiasmo. No har’a parecer que estaba ansiosa. -¢&XiQGR"
-Ah, ma–ana a las diez de la noche.
-Gracias por la invitaci—n, -dije, record‡ndome mis maneras, y luego se larg— sin dejarme propina. PensŽ furiosamente, en los raros momentos que tuve para m’ durante el resto de mi turno.
¢4XpGHEXHQRSRGUtDKDEHUVLLED"¢3RGUtDUHDOPHQWHDSUHQGHUDOJRTXHVROXFLRQDUtDHO
misterio de la muerte de Lafayette? No me gustaba Andy Bellefleur mucho, y ahora hasta me gustaba menos Portia, pero no era justo que Andy pudiera ser procesado, su reputaci—n arruinada, por algo que no era su culpa. Por otra parte, me detuve para razonar que ningœn presente en la fiesta de la casa del lago me confiar’a cualquier secreto oscuro y profundo hasta que me hubiera hecho una regular, y simplemente yo no ten’a estomago para eso. Ni siquiera estaba segura que pudiera pasar esta reuni—n. La
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pelo´1RTXHUtDYHUORVVROWiUVHORRDOJRPiV
-¢4XpSDVD6RRNLH"-Sam pregunt—, tan cerca de m’ que brinquŽ.
Lo vi, deseando poder preguntarle que pensaba. Sam era fuerte y nervudo, y era inteligente, tambiŽn. La contabilidad, el orden, el mantenimiento y planificaci—n, Žl nunca pareci— ser sobrepasado con ninguno de el os. Sam era un hombre autosuficiente, me gustaba y confiaba en Žl.
-Estoy justo en un peque–o dilema, -dije. -¢4XpSDVDFRQWLJR6DP"
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Viviendo Muerto en Dallas Charlaine Harris
-Recib’ una interesante l amada telef—nica anoche, Sookie.
-¢'HTXLpQ"
-Una chirriante mujer en Dal as.
-¢(QVHULR"-Me encontrŽ sonriendo, realmente, no la mueca que sol’a usar para cubrir mis nervios. -¢6HUtDXQDVHxRUDGHDVFHQGLHQWHPHMLFDQD"
-As’ lo creo. El a habl— de ti.
-Ella es batalladora,-dije.
-Ella tiene muchos amigos.
-¢/DFODVHGHDPLJRVTXHTXHUUtDVWHQHU"
-Ya tengo algunos buenos amigos, -dijo Sam, apretando mi mano brevemente. -Pero es siempre agradable conocer a gente que comparte tus intereses.
-'HPRGRTXH¢LUiVD Dal as?
-Podr’a ser. Mientras tanto, el a me ha puesto en contacto con algunas personas en Ruston quienes tambiŽn. .
Cambian su aspecto cuando la luna l ena, terminŽ mentalmente.
-¢&yPR WH ORFDOL]y HO D" 1R OH GL WX QRPEUH D SURSyVLWR SRUTXH QR VDEtD VL tœ lo quisieras.
-Ella te localiz— a ti, -dijo Sam. -Y averigu— quiŽn era tœ jefe por los. . la gente local.
-¢&yPRHVTXHQXQFDORVKDEtDVFRQWDFWDGRSRUFXHQWDSURSLD"
-Hasta que tœ me dijiste sobre la mŽnade, -dijo Sam, -nunca realicŽ que hab’a tantas cosas m‡s que deb’a aprender.
-¢6DPQRHVWDUiVSHUGLHQGRHOWLHPSRFRQHO D"
-He pasado algunas tardes en los bosques con ella, s’. Como Sam, y en m’ otra piel.
-Pero ella es tan perversa, -yo soltŽ.
El culo de Sam se puso r’gido.
7UDGXFLGRSRU/LHEH 3»JLQD179 &RSLDJUDWXLWDVLQDI»QGHOXFUR
Viviendo Muerto en Dallas Charlaine Harris
-Ella es una criatura sobrenatural como yo, -dijo Žl uniformemente. -Ella no es, ni mala, ni buena, ella solamente es.
-Oh, tonter’as. -No pod’a creer que estuviera oyendo eso de Sam. -Si ella te alimenta esta l’nea, entonces el a quiere algo de ti. -RecordŽ que hermosa hab’a sido la mŽnade, si a uno no le importaban las manchas de sangre. Y a Sam, como adaptoformas, quiz‡s no le importar’an. -Oh, -dije, cuando la comprensi—n l eg—.
No, que yo pudiera leer la mente de Sam claramente, ya que Žl era una criatura sobrenatural, pero yo pod’a conseguir una aproximaci—n sobre su estado emocional, que era±avergonzado, cachondo, resentido, y cachondo.
-Ah, -dije otra vez, algo r’gidamente.-Perd—name, Sam. No quer’a hablar mal de alguien con quien tœ. . tœ, ah. . ±Dif’cilmeQWHSRGUtDGHFLU³HVWDVMRGLHQGR´DSHVDUGH
lo acertado que ser’a.-«SDVDVHOWLHPSR-terminŽ sin convicci—n.-Estoy segura que ella es encantadora una vez que la llegas a conocer. Desde luego, el hecho que ella cort— mi espalda en tiras sangrientas puede tener algo que ver con mi prejuicio contra ella. TratarŽ de ser m‡s de mente abierta.
Y anduve con paso majestuoso a tomar una orden, dejando a Sam con la boca abierta detr‡s m’o.
***
DejŽ un mensaje en el contestador autom‡tico de Bil . No sab’a lo que Bill tuviera intenci—n de hacer sobre Portia, y adivinŽ que hab’a una posibilidad que alguien m‡s estuviera all’ cuando Žl escuchara sus mensajes, entonces dije:
-Bill, me invitaron aquella fiesta ma–ana por la noche. Av’same si crees que yo deber’a ir. -No me identifiquŽ, ya que Žl conoc’a mi voz. Posiblemente, Portia hab’a dejado un mensaje idŽntico, una idea que solamente me puso furiosa.
Cuando conduje a casa esa noche, medio esperŽ que Bil estuviera para emboscarme otra vez de modo er—tico, pero la casa y la yarda estaban silenciosas. Me reanimŽ
cuando notŽ que la luz sobre mi contestador autom‡tico parpadeaba.
- Sookie, -dijo la voz sedosa de Bill,- quŽdate lejos del bosque. La mŽnade estuvo descontenta con nuestro tributo. Eric estar‡ en Bon Temps ma–ana por la noche para negociar con el a, y Žl quiz‡s te l amŽ. Los-otra gente-de Dal as, quiŽnes te ayudaron, piden una recompensa escandalosa de los vampiros de Dal as, as’ que voy al ‡ por Anubis a encontrarme con el os, con Stan. Ya sabes donde me quedarŽ.
Caramba. Bill no estar’a en Bon Temps para ayudarme, y Žl estaba fuera de mi alcance.
¢2 ORHVWDUtDpO"Era la una de la ma–ana. LlamŽ al nœmero que hab’a puesto en mi 7UDGXFLGRSRU/LHEH 3»JLQD180 &RSLDJUDWXLWDVLQDI»QGHOXFUR
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libreta de direcciones, para el Silent Shore. Bill no se hab’a registrado aœn, aunque su DWD~GTXHHOSRUWHURUHILULyFRPRVX³HTXLSDMH´KDEtDVLGRSXHVWRHQVXFXDUWRDejŽ un mensaje, que frasee tan cautelosamente que podr’a ser incomprensible.
Estaba realmente cansada, ya que no hab’a dormido mucho la noche anterior, pero no ten’a ninguna intenci—n de ir a la fiesta de la pr—xima noche sola. SuspirŽ
profundamente, y llamŽ Fangtasia, el bar de vampiro en Shreveport.
- Usted ha alcanzado la Fantas’a, donde los no±muertos viven otra vez cada noche,-dijo una grabaci—n con la voz de Pam. Pam era un codue–o. ± Para los horarios del bar, presione el uno. Para hacer una reservaci—n de fiesta, presione el dos. Para dirigirse a una persona viva o un vampiro muerto, presione el tres. O, si usted ten’a la intenci—n de dejar un simp‡tico mensaje de travesura en nuestro contestador autom‡tico, sepa esto: lo encontraremos.
ApretŽ el tres.
- Fangtasia, -Pam dijo, como si ella estuviera en el limite de lo aburrido que alguien se hubiera aburrido alguna vez.
-Hola,-dije, interviniendo con voz alegre para contrarestar el tedio.-Soy Sookie, Pam.
¢(VWi(ULFDOUHGHGRU"
- ƒsta cautivando a los bichos, -dijo Pam.
Supuse que eso significaba que Eric estaba tumbado en alguna silla sobre el ‡rea principal de la barra, luciendo magn’fico y peligroso. Bill me hab’a dicho que algunos vampiros estaban bajo contrato en Fangtasia, apareciendo una o dos veces por semana por cierto tiempo, as’ los turistas seguir’an viniendo. Eric, como uno de los due–os, estaba all’ casi cada noche. Hab’a otro bar donde los vampiros iban por propio acuerdo, un bar donde un turista nunca entrar’a. No hab’a estado nunca ah’, porque francamente, tengo suficiente de bares mientras estoy en el trabajo.
-¢3RGUtDVpasarle el telŽfono, por favor, se–ora?
- Ah, est‡ bien, -dijo ella de mala gana. - O’ que tuviste un buen tiempo en Dal as, -ella dijo mientras andaba. No, que yo pudiera o’r sus pasos, pero el ruido en el fondo baj— y fluy—.
-Inolvidable.
- ¢4XpSHQVDVWHGH6WDQ'DYLV"
Hmmm.
-ƒl es de una clase.
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- Me gusta su estilo timorato±pazguato con que se mira.
Me alegrŽ que el a no pudiera ver la mirada sorprendida que le di al telŽfono. Yo nunca hab’a visto que a Pam le gustaron los tipos, tambiŽn.
-ƒl no parec’a estar saliendo con alguien, -dije, esperŽ de manera casual.
- Ah. Tal vez tome unas vacaciones en Dal as pronto.
TambiŽn eran nuevas noticias para m’ que los vampiros estuvieron interesados el uno en el otro. Nunca hab’a visto realmente a dos vampiros juntos.
- Estoy aqu’, -dijo Eric.
-Y yo estoy ac‡. ±Estuve un poco divertida con la tŽcnica para contestar de Eric.
- Sookie, mi peque–a chupa±balas, -Žl dijo, sonando tierno y c‡lido.
-Eric, mi gran escudo contra balas.
- ¢4XLHUHVDOJRPLTXHULGD"
-No soy tu querida, y tœ lo sabes, en primer lugar. PorRWURODGR«%LO GLMRTXHYHQtDV
DTXt¢PDxDQDSRUODQRFKH"
- S’, a trotar por los bosques en busca de la mŽnade. El a encuentra que nuestros ofrecimientos de vino de solera y un toro j—ven son inadecuados.
-¢/HO HYDVWHXQWRURYLYR"
Fui moment‡neamente desviada por la visi—n de Eric conduciendo con una vaca dentro de un remolque por la interestatal y ech‡ndosela al hombro para sacarla y despuŽs azuzarla dentro los ‡rboles.
- S’, en efecto lo hicimos. Pam, Indira y yo.
-¢)XHGLYHUWLGR"
- S’, -Žl dijo, sonando dŽbilmente sorprendido. ± Han pasado varios siglos desde que tratŽ con el ganado. Pam es una chica de ciudad. Indira ten’a demasiado miedo del toro para ser de mucha ayuda. Pero si te gusta, la pr—xima vez que tenga que transportar animales te harŽ una l amada, y puedes venir.
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-Gracias, eso ser’a delicioso, -dije, sintiŽndome bastante confiada que esa era una llamada que nunca recibir’a. -La raz—n por la que te l am— es que te necesito para ir a un fiesta conmigo ma–ana por la noche.
Un largo silencio.
- ¢%LO QRHVPiVWXFRPSDxHURGHFDPD"¢/DVGLIHUHQFLDVTXHGHVDUURO DVWHHQ'DO DV
son permanentes?
-/R TXH \R GHEHUtD KDEHU GLFKR HV ³QHFHVLWR XQ JXDUGDHVSDOGDV SDUD PDxDQD SRU OD
QRFKH´%LO HVWDHQ Dal as. ±dije mientras me golpeaba sobre la frente con la mano. Mira, existe una larga explicaci—n, pero la situaci—n consiste en que tengo que ir a una fiesta ma–ana por la noche que es realmente bueno a. . bien, esto es a... ¢XQ WLSR GH
org’a? Y necesito a alguien conmigo por si. . por si acaso.
- Esto es fascinante, -dijo Eric, sonando fascinado.- ¢< \D TXH YR\ D HVWDU HQ OD
YHFLQGDGW~SHQVDVWHTXH\RSRGUtDKDFHUWHFRPRGHHVFROWD"¢$XQDRUJtD"
-Tœ puedes parecer casi humano, -dije.
- ¢(VXQDRUJtDKXPDQD"¢8QDTXHH[FOX\HYDPSLURV"
-Es una org’a humana que no sabe que viene un vampiro.
- $VtTXH¢PiVKXPDQRPHYHDPHQRVDWHPRUL]DQWHVHUp"
-S’, tengo que leer sus pensamientos. Escoger cerebros. Y si los atrap— pensando en una cierta cosa, cuando escoja sus cerebros, entonces podemos salir de all’.
Acababa de tener una gran idea sobre como conseguir que pensaran en Lafayette. Dec’rselo a Eric iba a ser el problema.
- ¢(QWRQFHVW~TXLHUHVTXH\RYD\DDXQDRUJtDKXPDQDGyQGHQRVHUpELHQYHQLGR\W~
quieres que nosotros nos marchemos antes de que yo consiga divertirme?
-S’,-dije, casi chillando en mi ansiedad. -Y... ¢SLHQVDVTXHSRGUtDVSUHWHQGHUVHUJD\"
Hubo un silencio muy largo.
- ¢$TXpKRUDWHQJRTXHHVWDUDO t"-Eric pregunt— suavemente.
-8P¢1XHYHWUHLQWD"¢(QWRQFHV puedo contarte?
- Nueve treinta en tœ casa.
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- Llevo el telŽfono de vuelta, -Pam me inform—.- ¢4XpOHGLMLVWHD(ULF"eOVDFXGHVX
cabeza de ac‡ para al ‡ con sus ojos cerrados.
-¢6HHVWDULHQGRDXQTXHVHDXQSRTXLWR"
- No, que yo pueda ver, -dijo Pam.
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&DSÇWXOR
Bill no volvi— a l amar esa noche, y me fui para el trabajo antes de la puesta del sol al d’a siguiente. ƒl hab’a dejado un mensaje sobre el contestador autom‡tico cuando vine a casa para vestirme pDUD³ODILHVWD´
-Sookie, necesite un mont—n de tiempo para descifrar cual era la situaci—n de tœ
mensaje tan protegido, -Žl dijo. Su voz generalmente calmada estaba definitivamente en el lado infeliz. Disgustado. -Si vas a esta fiesta, no vas sola, sea como sea. No vale la pena. Consigue a tœ hermano o Sam para ir contigo.
Bueno, hab’a obtenido alguien aœn m‡s fuerte para ir conmigo, as’ que ya pod’a estar sintiŽndome muy virtuosa. Pero, de algœn modo, no pensŽ que teniendo a Eric conmigo tranquilizar’a a Bill.
-Stan Davis y Joseph Velasquez mandan sus respetos, y Barry el botones.
Sonre’. Estaba sentada con las piernas cruzadas en mi cama, llevaba s—lo una bata de ba–o vieja de felpil a, cepil aba mi pelo mientras escuchaba mis mensajes.
-No he olvidado el viernes por la noche, -Bill dijo, en la voz que siempre me hac’a temblar. -Nunca lo olvidarŽ.
-¢4XpVXFHGLyHOYLHUQHVSRUODQRFKH"-Eric pregunt—.
ChillŽ. Una vez que pude sentir que mi coraz—n permanecer’a en mi cavidad del pecho, gatee fuera de la cama y anduve a zancadas sobre Žl con mis pu–os cerrados.
-Eres lo suficiente viejo para saber que no se entra a la casa de alguien sin llamar a la SXHUWD \ HVSHUDU UHVSXHVWD ¢$GHPiV FXiQGR WH LQYLWp DOJXQD YH] GHQWUR" -Tuve que haber extendido la invitaci—n, o Eric no podr’a haber cruzado el umbral.
-Cuando parŽ el mes pasado para ver a Bil . Yo golpeŽ realmente, -Eric dijo, tratando de parecer herido. -Tœ no contestaste, y pensŽ o’r voces, as’ que entrŽ. Incluso dije tœ
nombre.
-Tœ puedes haber susurrado mi nombre. -Estaba todav’a furiosa. -£3HURDFWXDVWHPDO\
lo sabes!
-¢4XpYDVDO HYDUDODILHVWD"-Eric pregunt—, cambiando el tema eficazmente. -¢6LHVWR
deber‡ ser una org’a, quŽ l eva una chica buena como tœ?
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-Apenas lo sŽ, -dije, desinflada por el recordatorio. -Estoy segura que se supone que deb— parecerme a la clase de chica que va a org’as, pero yo nunca he estado en una y no tengo la menor idea de c—mo empezar, aunque tengo un bonita idea de c—mo acabar.
-He estado a org’as, -Žl ofreci—.
-¢3RUTXpQRPHVRUSUHQGHHVWR"¢4XpO HYDEDV"
-La œltima vez l evŽ una piel de animal; pero esta vez me decid’ por esto. -Eric hab’a estado llevando un abrigo largo y estrecho.
Ahora Žl lo lanz— lejos dram‡ticamente, y s—lo pude qued‡rmelo viendo fijamente. Normalmente, Eric era el tipo de jeans±azules y±playeras. Esta noche, Žl l evaba un camiseta rosada y leggins de Lycra. Yo no sŽ donde los obtuvo; no conoc’a ninguna compa–’a que hiciera Lycra leggins para hombres altos tal a eXtra±Grande. Eran rosados y aqua, como los remolinos a los lados de la camioneta de Jason.
-Wow, -dije, desde que era todo lo que pod’a pensar en decir.-Wow. Eso es todo un equipo.
Eso ocurre cu‡ndo una ha obtenido un tipo grande que l eva Lycras que no dejan terreno para la imaginaci—n. Resist’ la tentaci—n de pedirle a Eric darse una vueltecita.
-No creo que pueda convencer como una reina, -Eric dijo,-pero decid’ que esto env’a una se–al mezclada, as’ casi todo era posible. -El revolote— sus pesta–as para m’. Eric estaba gozando definitivamente esto.
-Ah, s’, -dije, tratando de encontrar otra parte donde mirar.
-¢4XLHUHVTXHPH]DPEXO DDWUDYpVGHWXVFDMRQHV\WHHQFXHQWUHDOJRSDUDO HYDU"-Eric sugiri—.
ƒl hab’a abierto realmente el caj—n superior de mi comoda antes de que yo dijera:
-£1RQR£(QFRQWUDUpDOJR
Pero no pude encontrar nada m‡s informalmente sexy que pantaloncil os y una camiseta. Sin embargo, los pantaloncillos eran los que hab’a usado en mis d’as de secundaria, y se me pegaban: ³&RPR XQD RUXJD DEUD]D XQD PDULSRVD´, Eric dijo poŽticamente.
-M‡s bien como Daisy Dukes, -refunfu–Ž, pregunt‡ndome si la pauta de encaje de mi ropa interior de biquini se quedar’a impreso sobre mi culo para el resto de mi vida. LlevŽ puesto un sostŽn azul acero que hac’a juego con la camiseta blanca baja que expon’a mucha decoraci—n del sostŽn. Este era uno de mis sostenes de reemplazo, y Bil 7UDGXFLGRSRU/LHEH 3»JLQD186 &RSLDJUDWXLWDVLQDI»QGHOXFUR
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no hab’a conseguido verlo aœn, as’ que seguro esperaba que nada le pasara. Mi bronceado se manten’a firme todav’a, y deje mi pelo suelto.
-£(KQXHVWURSHORHVGHOPLVPRFRORU-dije, mir‡ndonos lado al lado en el espejo.
-Seguro que lo es, novia. -Eric sonri— abiertamente hac’a m’. -¢3HURW~HUHVUXELDHQ
todo lo de abajo?
-¢1RGHVHDUtDVVDEHUOR"
-S’, -Žl dijo simplemente.
-Bien, tendr‡s que pregunt‡rtelo solamente.
-Yo soy, -dijo Žl. -Rubio en todas partes.
-Yo podr’a decirlo por tœ pelo del pecho.
ƒl levant— mi brazo para comprobar mi axila.
-Ustedes mujeres tontas, afeit‡ndose su pelo del cuerpo, -dijo Žl, dejando caer mi brazo.
Abr’ mi boca para decir algo m‡s sobre el tema, me di cuenta que conducir’a al desastre, y en cambio dije;
-Tenemos que irnos.
-¢1RYDVDO HYDUSXHVWRSHUIXPH"-ƒl estaba oliendo todas las botel as encima de mi tocador. -£$K Oleva este! -ƒl me tir— una botel a y yo la agarrŽ sin pensar. Sus cejas volaron.-Usted ha tenido m‡s sangre de vampiro de lo que pensŽ, se–orita Sookie.
- Obsession, -dije, viendo la botella. -Oh, esta bien. -Con cuidado de no responder a su observaci—n, frotŽ ligeramente un poquito de Obssesion entre mis pechos y detr‡s de mis rodillas. CalculŽ que as’ estar’a cubierta de la cabeza hasta la punta del pie.
-¢&XiO HV QXHVWUD DJHQGD 6RRNLH" -Eric pregunt—, mirando este procedimiento con interŽs.
-Lo que vamos hacer es ir a esta estœpida l amada fiesta sexual y hacer todo lo posible en aquella l’nea mientras reœno la informaci—n de las mentes de las personas al ’.
-¢&RQFHUQLHQWHD"
-Concerniente al asesinato de Lafayette Reynold, el cocinero del Bar MerORW HV. 7UDGXFLGRSRU/LHEH 3»JLQD187 &RSLDJUDWXLWDVLQDI»QGHOXFUR
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-¢<SRUTXpKDFHPRVHVWR"
-Porque me gustaba Lafayette. Y para limpiar a Andy Bellefleur de la sospecha que Žl asesin— Lafayet e.
-¢%LO VDEHTXHWUDWDVGHVDOYDUXQ%HO HIOHXU"
-¢3RUTXpSUHJXQWDVHVWR"
-Ya sabes que Bill odia a los Bellefleur, -dijo Eric, como si fuera el hecho m‡s conocido en toda Luisiana.
-No, -dije. -No, yo no sab’a esto en absoluto. -Me sentŽ en la sil a cercana a mi cama, mis ojos se fijaron en la cara de Eric. -¢3RUTXp"
-Tœ tendr‡s que preguntarle a Bil esto, 6RRNLH ¢< HVWD HV OD ~QLFD UD]yQ SRUODTXH
YDPRV"¢1RXVDVKiELOPHQWHHVWRFRPRXQDH[FXVDSDUDVDOLUIXHUDFRQPLJR"
-No soy tan h‡bil, Eric.
-Pienso que te enga–as, Sookie, -dijo Eric con una sonrisa brillante.
RecordŽ que Žl podr’a sentir ahora mis humores, segœn Bil . Me preguntŽ lo que Eric sab’a sobre m’ que yo ni sab’a.
-Escucha, Eric, -comencŽ, cuando salimos por la puerta a travŽs del porche. Entonces tuve que pararme y buscar alrededor de mi mente para como decir lo que quer’a decir. ƒl esper—. La tarde hab’a sido nublada, y los bosques se sintieron m‡s cercanos alrededor de la casa. Yo sab’a que la noche solamente parec’a opresiva porque iba a ir a un acontecimiento personalmente desagradable. Yo iba a aprender cosas sobre la gente que conoc’a y no quer’a saber. Parec’a estœpido buscar la clase de informaci—n que hab’a gastado mi vida entera para aprender como bloquear hacia fuera. Pero sent’a una especie de obligaci—n de servicio pœblico hac’a Andy Bel efleur por descubrir la verdad; y respetaba a Portia, de un modo raro, por su buena voluntad de sujetarse a algo desagradable a fin de salvar a su hermano. Como Portia pod’a sentir genuina aversi—n por Bill era simplemente incomprensible para m’, pero si Bil dec’a que el a estaba asustada de Žl, era verdad. En esta pr—xima velada, la idea de ver la verdadera cara secreta de la gente que conoc’a de siempre me asustaba.
-1RGHMHVTXHQDGDPHSDVH¢HVWDELHQ"-Dije a Eric directamente.-No tengo ninguna intenci—n de hacerme ’ntima con cualquiera de aquellas gentes. Adivino que me asusta que algo pasar‡, alguien ir‡ demasiado lejos. Incluso por vengar el asesinato de Lafayette, no tendrŽ de buen grado sexo con ninguna de aquel a gente.
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Era mi verdadero miedo, uno que no me hab’a confesado ni a m’ misma hasta ese momento: aquello de que algœn diente resbalar’a, alguna salvaguarda fal ar’a, y yo ser’a una v’ctima. Cuando hab’a sido una ni–a, me hab’a pasado algo, que no pude prevenir, ni controlar, algo incre’blemente vil. Casi prefer’a morir a dejarme abusar as’ otra vez. Por eso hab’a luchado con tanta fuerza contra Gabe y estuve tan aliviada cuando Godfrey lo hab’a matado.
-¢7~FRQItDVHQPt"-Eric son— sorprendido.
-S’.
-Eso es... loco, Sookie.
-No lo creo. -De donde aquella seguridad hab’a venido, no lo sab’a, pero estaba al ’. Me puse un suŽter pesado hasta el muslo que hab’a tra’do conmigo.
Sacudiendo su cabeza rubia, su ce–ido abrigo se dibujo alrededor de Žl, Eric abri— la puerta de su Corvet e rojo. Yo llegar’a a la org’a con estilo.
Le di a Eric las direcciones hac’a el Lago Mimosa, y lo l enŽ tanto como pude sobre el fondo de esta serie de acontecimientos cuando condujimos (volamos) bajo el camino estrecho de dos veredas. Eric manejaba con gran entusiasmo y br’o±y la temeridad de alguien extremadamente dif’cil de matar.
-Recuerda, soy mortal, -dije, despuŽs de pasar alrededor de una curva con una velocidad que me hizo lamentar que mis u–as no fueran bastante largas para morderlas.
-Pienso en esto a menudo, -dijo Eric, sus ojos se fijaron en el camino delante de Žl.
No sab’a quŽ hacer con esto, entonces dejŽ que mi mente pensara en cosas relajantes. La tina caliente de Bill. El agradable cheque que recibir’a de Eric cuando el cheque de los vampiros de Dal as se aclarara. El hecho que Jason hab’a estado saliendo con la misma mujer varios meses seguidos, lo que podr’a significar que Žl era serio sobre el a, o podr’a significar que Žl ya hab’a recorrido a todas las mujeres disponibles (y unas cuantas quiŽnes no deber’an haberlo sido) en la Regi—n. Que esta era una hermosa y fresca noche, y yo montaba en un maravilloso auto.
-Tœ eres feliz, -dijo Eric.
-S’. Lo soy.
-Estar‡s segura.
-Gracias. SŽ que voy a estarlo.
Se–alŽ la peque–a placa que marcaba FOWLER que indic— una calzada casi escondida por un soporte de mirto y espino. Bajamos una corta calzada de grava, alineada con 7UDGXFLGRSRU/LHEH 3»JLQD189 &RSLDJUDWXLWDVLQDI»QGHOXFUR
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‡rboles. Que se inclin— bruscamente cuesta abajo. Eric frunci— el ce–o cuando el Corvet e dio tumbos a lo largo de los profundos surcos. Cuando el paseo se nivel—
llegamos al claro donde estaba la caba–a, la cuesta era suficiente para dejar ver s—lo un poco del techo a travŽs del camino alrededor del lago. Hab’a cuatro autos aparcado sobre la golpeada tierra delante de la caba–a. Las ventanas estaban abiertas para admitir la fresca brisa de la noche, pero algunas sombras se dibujaban. Pude o’r voces que sal’an hac’a fuera, aunque no pude distinguir palabras. De repente, estaba profundamente reacia a entrar en la caba–a de Jan Fowler.
-¢3RGUtD VHU ELVH[XDO" -Eric pregunt—. No parec’a molesto, Žl parec’a algo; divertido. Nos apoyamos en el auto de Eric, viŽndonos el uno al otro, mis manos metidas en los bolsillos del suŽter.
-Esta bien. -Me encog’ de hombros. ¢$TXLpQOHLPSRUWDED"6HWUDWDEDGHILQJLU$JDUUp
un movimiento con la esquina de mi ojo. Alguien nos miraba por una cortina parcialmente levantada.-Estamos siendo observados.
-Entonces actuarŽ amistoso.
Est‡bamos fuera del auto para ese momento. Eric se dobl—, y sin jalarme hac’a Žl, puso su boca sobre la m’a. ƒl no me agarr—, as’ me sent’ justamente relajada. Ya sab’a que como m’nimo tendr’a que besar a otra gente. Entonces puse mi mente en eso.
Tal vez ten’a un talento natural, que hab’a sido nutrido por un gran profesor. Bil me hab’a pronunciado una besadora excelente, y quise hacerlo sentir orgulloso.
Juzgando por el estado de la Lycra de Eric, tuve Žxito.
-¢/LVWRSDUDHQWUDU"-PreguntŽ, haciendo todo lo posible por mantener mis ojos sobre su pecho.
-Realmente, no, -dijo Eric. -Pero supongo que tenemos que. Al menos me miro con el humor necesario.
Aunque estaba consternada al pensar que esta era la segunda vez que yo hab’a besado a Eric y que hab’a disfrutado con el o m‡s de lo que deber’a, pod’a sentir que una sonrisa tiraba las esquinas de mi boca cuando cruzamos la tierra desigual del claro. Subimos los escalones a una cubierta grande de madera, esparcida con las sillas plegables habituales de aluminio y una parrilla grande de gas. La puerta mosquitera chirri— cuando Eric la jal— para abrir, llamŽ ligeramente sobre la puerta interior.
-¢4XLpQHV"-La voz de Jan dijo.
-Es Sookie y un amigo, -contestŽ.
-£2KV~SHU£3DVHQ-ella llam—.
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Cuando empujŽ para abrir la puerta, todas las caras en el cuarto se giraron hacia nosotros. Las sonrisas de bienvenida se tornaron en miradas asustadas cuando Eric entr—
detr‡s de m’.
Eric anduvo a mi lado, su abrigo sobre su brazo, y casi silbŽ ante la variedad de expresiones. DespuŽs del choque de realizar que Eric era un vampiro, lo que cada uno en el cuarto hizo despuŽs de un minuto m‡s o menos, los ojos parpadearon mirando de arriba abajo la longitud del cuerpo de Eric, que abarcaba todo el panorama.
-£(K 6RRNLH ¢TXLpQ HV WX DPLJR" -Jan Fowler, mœltiple divorciado en sus treinta, llevaba puesto lo que me pareci— un salto de encaje.
El pelo de Jan estaba iluminado y profesionalmente peinado, y su maquillaje habr’a parecido mas adecuado para un escenario, que para una caba–a del Lago Mimosa el efecto estaba un poco de m‡s. Pero como anfitriona, supongo que ella sinti— que podr’a O HYDUSXHVWRORTXHTXLVLHUDDVXSURSLDRUJtD'HVOLFpPLVXpWHU\VRSRUWpODYHUJHQ]D
de recibir el mismo escrutinio que le hab’an dado a Eric.
-Este es Eric, -dije. -¢(VSHURTXHQROHVLPSRUWHTXHKD\DWUDtGRDXQDPLJR"
-Oh, m‡s es mejorrr, -dijo ella con indudable sinceridad. Sus ojos nunca se elevaron a la cara de Eric. -¢(ULFTXpSXHGRFRQVHJXLUWHSDUDEHEHU"
-¢6DQJUH"-Eric pregunt— esperanzado.
-Ah‡, pienso que tengo alguna O aqu’, -dijo ella, incapaz de arrancar su mirada fija de la Lycra.-A veces nosotros... fingimos. -Ella levant— sus cejas considerablemente, y le lanz— una clase de mirada lasciva a Eric.
-Ninguna necesidad de fingir m‡s,-Žl dijo, devolviŽndole la mirada. Camino al refrigerador, Žl logr— acariciar el hombro de Huevos, y la cara de Huevos se ilumin—.
Oh. Bueno, ya sab’a que aprender’a algunas cosas. Tara, al lado de Žl, se enfurru–o, sus cejas oscuras se dibujadas sobre sus ojos oscuros. Tara llevaba puesto un sostŽn y bragas de un rojo chill—n, que le quedaban bastante bien. Sus u–as de los dedos y de los pies estaban pintadas para que hicieran juego, y su l‡piz labial tambiŽn. Ella hab’a venido preparada. EncontrŽ sus ojos, y el a desvi— la mirada. No se necesitaba a un adivinador del pensDPLHQWRSDUDUHFRQRFHUODYHUJHQ]D
Mike Spencer y Cleo Hardaway estaban sobre un sof‡ desvencijado contra la pared izquierda. La casita entera era b‡sicamente un cuarto grande con un fregadero y estufa contra la pared derecha y un amurallado±era el cuarto de ba–o en la esquina mas apartada, estaba amueblada con los desechos, porque en Bon Temps eso era lo que uno hac’a con su viejo mobiliario. Sin embargo, la mayor parte de las caba–as del lago no habr’an destacado una manta gruesa y suave con tantas almohadas esparcidas alrededor al azar, y no habr’a tenido esas sombras gruesas dibujadas en todas las ventanas. M‡s, 7UDGXFLGRSRU/LHEH 3»JLQD191 &RSLDJUDWXLWDVLQDI»QGHOXFUR
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las chucher’as regadas alrededor de esa manta suave eran simplemente repugnantes. Yo ni sab’a lo que algunos de el os eran.
Pero peguŽ una sonrisa alegre sobre mi cara, y abracŽ a Cleo Hardaway, como por lo general hac’a cuando la ve’a. Concedido, el a siempre hab’a l evado puesta m‡s ropa cuando manejaba la cafeter’a de la escuela secundaria. Pero bragas eran m‡s de lo que Mike llevaba, y no es una puntada.
Bien, sab’a que ser’a malo, pero adivino que uno simplemente no puede prepararse para algunas visiones. Las enormes tetazas de color cafe chocolate con leche de Cleo reluc’an con una especie de aceite, y las partes privadas de Mike eran igualmente brillantes. No quise ni pensar en esto.
Mike trat— de agarrar mi mano, probablemente para asistirlo con el aceite, pero me deslicŽ lejos y me acerquŽ a Huevos y Tara.
-Nunca hubiera pensado que ibas a venir, -Tara dijo.
Ella sonre’a, tambiŽn, pero no realmente feliz. De hecho, parec’a malditamente miserable. Tal vez el hecho que Tom Hardaway se arrodillaba delante de ella y que le besuqueaba el interior de su pierna tuvo algo que ver con esto. Tal vez era el obvio interŽs de Huevos por Eric. TratŽ de encontrar los ojos de Tara, pero me sent’ enferma.
Hab’a estado aqu’ s—lo cinco minutos, pero podr’a apostar que estos eran los cinco minutos m‡s largos de mi vida.
-¢'HYHUGDGKDFHVHVWRDPHQXGR"-PreguntŽ a Tara, absurdamente.
Huevos, ten’a sus ojos sobre el trasero de Eric, mientras Eric estaba parado conversando en el refrigerador con Jan, comenz— a hurgar sobre el bot—n de mis pantaloncil os. Huevos hab’a estado bebiendo otra vez. Pod’a olerlo. Sus ojos eran vidriosos y su mand’bula estaba floja.
-Tu amigo es realmente grande,-dijo Žl, como si su boca se hiciera agua, y tal vez se le hac’a.
-Las partes m‡s grandes que Lafayet e, -susurrŽ, y su mirada de un tir—n se encontr—
con la m’a.-Calcul— que Žl ser’a bienvenido.
-Ah, s’,-Huevos dijo, decidiendo no encarar mi declaraci—n.-S’, Eric es. . muy grande. Est‡ bien tener alguna diversidad.
-Esto es como el arco iris cuando se pone en Bon Temps, -dije, tratando con fuerza de sonar vivaz. SoportŽ la continua lucha de Huevos con el bot—n. Esto hab’a sido un gran error. Huevos pensaban solamente en el culo de Eric. Y otras cosas acerca de Eric.
Hablando del diablo, Žl se arrim— detr‡s m’o y deslizo sus brazos alrededor de m’, tir‡ndome y quit‡ndome de los torpes dedos de Huevos. Me recostŽ en Eric, realmente 7UDGXFLGRSRU/LHEH 3»JLQD192 &RSLDJUDWXLWDVLQDI»QGHOXFUR
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contenta que Žl estaba al ’. Me di cuenta de que era porque yo esperaba que Eric se comportara mal. Pero viendo gente que una conoc’a de toda la vida actuando as’, bueno, pues era profundamente asqueroso. No estaba demasiado segura de poder impedir a mi cara mostrar esto, entonces me meneŽ contra Eric, y cuando Žl hizo un sonido feliz, me di vuelta en sus brazos para afrontarlo. Puse mis brazos alrededor de su cuello y levantŽ
mi cara. ƒl felizmente obedeci— mi sugerencia silenciosa. Con mi cara oculta, mi mente era libre de vagar. Me abr’ mentalmente, justo como Eric separ— mis labios con su OHQJXDHQWRQFHVPHVHQWtFRPSOHWDPHQWHLQGHIHQVD+DEtDDOJXQRV³HPLVRUHV´IXHUWHV
en aquel cuarto, y no me sent’ como yo mi misma, si no como una tuber’a para las necesidades aplastantes de otra gente.
Pod’a probar el sabor de los pensamientos de Huevos. ƒl recordaba a Lafayet e, su cuerpo delgado marr—n, dedos talentosos, y ojos pesadamente entrecerrados. ƒl recordaba las sugerencias susurradas de Lafayette. Entonces Žl ahogaba aquel as memorias felices con otras m‡s desagradables, Lafayet e que protestaba violentamente, de modo estridente...
-Sookie, -Eric dijo en mi o’do, tan bajo que no pienso que otra persona en el cuarto podr’a haberlo o’do.-Sookie, rel‡jate. Te tengo.
Lo acaricie con mi mano en su cuello. EncontrŽ que alguien m‡s estaba detr‡s de Eric, intentando hacerlo con Žl por detr‡s.
La mano de Jan me alcanz— alrededor de Eric y comenz— a frotar mi trasero. Ya que el a me tocaba, VXV SHQVDPLHQWRV HVWDEDQ DEVROXWDPHQWH FODURV HO D HUD ©XQD HPLVRUDª
excepcional. HojeŽ su mente como las p‡ginas de un libro, y no le’ nada de interŽs. El a pensaba s—lo en la anatom’a de Eric, y se preocupaba de su propia fascinaci—n con el pecho de Cleo. Nada ah’ para m’.
AlcancŽ otra direcci—n, me deslice en la cabeza de Mike Spencer, encontrŽ el enredo repugnante que hab’a esperado, hab’a encontrado que cuando Žl hac’a girar sus manos sobre los pechos de Cleo Žl ve’a otra carne marr—n, floja y sin vida. Su propia carne se elev— cuando Žl record— esto. Por sus memorias vi a Jan dormida sobre el sof‡ l eno de bultos, la protesta de Lafayette que si ellos no paraban de lastimarlo dir’a todo lo que Žl hab’a hecho y con quien, entonces los pu–os de Mike que descienden, Tom Hardaway TXHVHDUURGLO DHQHOSHFKRRVFXURGHOJDGR«
Ten’a que salir de aqu’. No pod’a aguantarlo, aun si no hab’a acabado de aprender lo que ten’a que saber. No vi como Portia podr’a haberlo soportado, tampoco, sobre todo ya que ella hDEUtDWHQLGRTXHTXHGDUVHSDUDDSUHQGHUDOJRQRWHQLHQGR³HOUHJDOR´TXH
yo ten’a.
Sent’ la mano de Jan masajear mi culo. Este era la excusa m‡s triste para el sexo que yo hab’a visto jam‡s: el sexo separado de la mente y el esp’ritu, del amor o el cari–o. Incluso del simple gustar.
Segœn mis cuatro veces casada amiga Arlene, los hombres no ten’an ningœn problema con esto. Evidentemente, algunas mujeres tampoco.
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-Tengo que salir de aqu’, -respirŽ en la boca de Eric. Supe que Žl me podr’a o’r.
-Ven junto conmigo,-Žl contest—, y fue casi como si lo oyera en mi cabeza. ƒl me levant— y me arrojo sobre su hombro. Mi pelo cayo sobre casi medio de su muslo.
-Vamos afuera durante un minuto,-Žl dijo a Jan, y o’ un gran ruido de palmada hœmeda. ƒl le hab’a dado un beso.
-¢3XHGRYHQLUWDPELpQ"-ella pregunt—, en una voz jadeante de Marlene Dietrich. Ten’a suerte que mi cara no se viera.
-Danos un minuto. Sookie es todav’a un poco t’mida,-Eric dijo con una voz llena de promesas como una tina con un sabor nuevo de helado.
-CaliŽntala bien,-dijo Mike Spencer con una voz amortiguada.-Queremos ver a nuestra Sookie encendida.
-Ella estar‡ caliente,-prometi— Eric.
-Malditamente caliente, -dijo Tom Hardaway, de entre las piernas de Tara.
Entonces, bendito Eric, nosotros estuvimos fuera por la puerta y Žl me coloc— sobre el cofre del Corvet e. ƒl se coloco encima de m’, pero la mayor parte de su peso estaba sostenido por sus manos que descansaban sobre el cofre a ambos lados de mis hombros. ƒl miraba hacia abajo en m’, su cara se sujet— hacia abajo como una plataforma de barco durante una tempestad. Sus colmillos estaban fuera. Sus ojos eran amplios. Y como lo blanco eran tan puramente blanco, pod’a verlos. Estaba demasiado oscuro para ver lo azul de sus ojos, aun si hubiera querido.
No quer’a.
-Eso fue...-ComencŽ, y tuve que pararme. SuspirŽ.-Me puedes llamar un beatuca en dos zapatos si quieres, y no te culpar’a, a fin de cuentas esto fue mi idea. ¢3HURVDEHVORTXH
pienso? 3LHQVR TXH HVR HV KRUULEOH ¢4XLHUHQ UHDOPHQWH ORV KRPEUHV HVWR" ¢$ ODV
PXMHUHVQROHVLPSRUWD"¢(VGLYHUWLGRWHQHU VH[RFRQDOJXLHQTXHQLWHJXVWD"
-¢7HJXVWR6RRNLH"-Eric pregunt—. ƒl descans— m‡s pesadamente sobre m’ y se movi—
un poco.
Uh±oh.
-(ULF¢UHFXHUGDVSRUTXpHVWDPRVaqu’?
-Ellos miran.
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-,QFOXVRVLHO RVORKDFHQ¢UHFXHUGDV"
-S’, recuerdo.
-Entonces tenemos que irnos.
-¢7LHQHVDOJXQDSUXHED"¢<DVDEHVORTXpTXHUtDVDYHULJXDU"
-No tengo m‡s pruebas que ten’a antes de esta noche, no la clase de evidencias que puedes manejar en el tribunal. -Me hice poner mis brazos alrededor de sus costillas. Pero sŽ quiŽn lo hizo. Fue Mike, Tom, y tal vez Cleo.
-Eso es interesante, -dijo Eric, con una falta completa de sinceridad.
Su lengua chasque— en mi o’do. Acto en particular, que me hizo sentir como mi respiraci—n se aceleraba. Tal vez no era tan inmune al sexo incomplicado como hab’a pensado. Pero, por otro lado, me gustaba Eric, cuando no ten’a miedo de Žl.
-No, solamente odio esto,-dije, llegando alguna conclusi—n interior.-No me gusta ninguna parte de esto.-EmpujŽ duro a Eric, aunque no hizo diferencia-Eric, escœchame. He hecho todo lo que pude por Lafayette y Andy Bellefleur, aunque sea muy poco. ƒl tendr‡ que ir s—lo de aqu’ en adelante sobre las peque–as cosas que agarrŽ. ƒl es polic’a. ƒl puede encontrar pruebas de tribunal. No soy lo suficientemente generosa para llevar m‡s lejos esto.
-Sookie,-Eric dijo. No creo que Žl hubiera o’do una sola palabra.-R’ndete a m’.
Bien, eso fue bastante directo.
-No,-dije, con la voz m‡s definitiva que pude invocar.-No.
-Te protegerŽ de Bil .
-£7~HUHVpOTXHYDDQHFHVLWDUSURWHFFLyQ-Cuando reflexionŽ sobre aquel a oraci—n, no me sent’ orgul osa de el a.
-¢3LHQVDVTXH%LO HVPiVIXHUWHTXH\R"
-No estoy teniendo esta conversaci—n. -Entonces me puse a tenerla. -Eric, aprecio tu ofrecimiento para ayudarme, y aprecio tu buena voluntad de venir a un lugar horrible como este.
-CrŽeme, Sookie, este peque–a reuni—n de basura no es nada, nada, comparado con algunos sitios donde he estado.
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Y le cre’ completamente.
-Bien, pero es horrible para m’. Ahora, me doy cuenta que deb’ saber que esto despertar’a, ah, tus expectativas, pero tœ sabes que no vine aqu’ afuera esta noche para tener sexo con nadie. Bill es mi novio.-Aunque la palabra novio y Bil sonar‡n rid’culas HQODPLVPDRUDFLyQ³QRYLR´HUDODIXQFLyQGH%LO HQPLPXQGRGHWRGRVPRGRV
-Me alegro de o’rlo,-dijo una voz fresca, familiar.-De otro modo, esta escena me har’a pregunt‡rmelo.
Oh, grandioso.
Eric se elev— de m’, y yo trepŽ para bajarme del cofre y tropecŽ en direcci—n de la voz de Bill.
-Sookie, -Žl dijo, cuando me acerquŽ,-estamos llegando al punto que apenas puedo permitir que salgas sola.
Por lo que pude distinguir a travŽs de la pobre iluminaci—n, Žl no parec’a muy contento de verme. Pero no pod’a culparlo por esto.
-Seguro que comet’ un gran error, -dije, desde el fondo de mi coraz—n. Lo abracŽ.
-Hueles como Eric, -dijo Žl en mi pelo.
Bien, demonios, yo estaba oliendo siempre como otros hombres para Bill. Sent’ una LQXQGDFLyQGHPLVHULD\YHUJHQ]D\PHSHUFDWpGHODVFRVDVTXHHVWXYLHURQDSXQWRGH
pasar.
Pero lo que pas— no era lo que esperaba.
Andy Bellefleur apareci— fuera de los arbustos con un arma en su mano. Su ropa aparec’a rasgada y manchada, y el arma parec’a enorme.
-Sookie, un paso lejos del vampiro, -Žl dijo.
-No. -Me envolv’ alrededor de Bil . No supe si yo lo proteg’a o Žl me proteg’a. Pero si Andy nos quer’a separados, yo nos quer’a unidos.
Hubo una oleada repentina de voces en el porche de la caba–a. Alguien hab’a estado mirando claramente por la ventana±me preguntŽ si de alguna manera Eric hab’a arreglado esto±porque, aunque ninguna de las voces se hab’a alzado, la contienda en el claro hab’a atra’do la atenci—n de los juerguistas adentro. Mientras Eric y yo hab’amos estado en la yarda, la org’a hab’a progresado. Tom Hardaway estaba desnudo, y Jan, tambiŽn. Huevos Tallie parec’a m‡s borracho.
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-Tœ hueles como Eric, -Bill repiti—, con una voz siseante.
Me ergu’ hac’a Žl, olvidando completamente a Andy y su arma. Y explot— mi temperamento. Esto es una cosa rara, pero no tan rara como sol’a serlo. Era algo estimulante.
-£6tDKi±ah‡! £<\RQLVLTXLHUDGLJRDTXHKXHOHVW~£3RUWRGRORTXHVpW~KDVHVWDGR
con seis mujeres! $SHQDVMXVWR¢YHUGDG"
Bill se quedo boquiabierto, aturdido. Detr‡s de m’, Eric comenz— a re’rse. La multitud sobre la cubierta superior fue silenciosamente cautivada. Andy no pens— que todos deber’amos ignorar al hombre con el arma.
-£3yQJDQVHjuntos en un grupo! -Žl bram—. Andy hab’a tenido mucho de beber.
Eric se encogi— de hombros.
-¢+DWUDWDGRDOJXQDYH]FRQYDPSLURV%HO HIOHXU"-Žl pregunt—.
-No, -Andy dijo.-Pero puedo matarle a tiros. Tengo balas de plata.
-(VRQRHV«-comencŽ a decir, pero la mano de Bill cubri— mi boca.
Las balas de plata eran s—lo fatales de manera definitiva para los hombre±lobo, pero los vampiros tambiŽn ten’an una reacci—n terrible a la plata, y un golpe al vampiro en un lugar vital lo har’a sufrir seguramente.
Eric levant— una ceja y se pas— junto a los orgi‡sticos sobre el porche. Bil tom— mi mano, y los alcanzamos. Por una vez, habr’a adorado saber lo que Bil pensaba.
-¢4XLHQGHXVWHGHVIXHRIXHURQWRGRVXVWHGHV"-Andy bram—.
Todos guardamos silencio. Yo estaba junto a Tara, quiŽn temblaba en su ropa interior roja. Tara estaba asustada, nada sorprendente. Me preguntŽ si conocer los pensamientos de Andy ayudar’a en algo, y comencŽ a concentrarme en Žl. Los borrachos no dan una lectura buena, puedo decir, porque ellos s—lo piensan en cosas estœpidas, y sus ideas no son bastante fiables. Sus memorias son inestables, tambiŽn. Andy no ten’a demasiados pensamientos en este momento. No le gustaba nadie en el claro, ni Žl mismo, y estaba determinado a conseguir la verdad de alguien.
-Sookie, ven aqu’, -grit— Žl.
-No, -Bill dijo muy definitivo.
-£7HQJRTXHWHQHUODDTXtPLVPRDPtODGRHQWUHLQWDVHJXQGRVROHGLVSDURD«HO DAndy dijo, apuntando su arma directamente a m’.
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-No vivir‡s treinta segundos despuŽs, si lo haces, -Bill dijo.
Yo le cre’. Evidentemente Andy, tambiŽn.
-No me importa, -dijo Andy. -Ella no es mucha pŽrdida para el mundo.
Bien, eso me enloqueci— de nuevo. Mi genio hab’a empezado a apagarse, pero esto lo hizo llamear de una manera impresionante.
TirŽ libre mi mano de Bil y pisŽ muy fuerte los escalones para bajar a la yarda. No estaba tan ciega de c—lera para ignorar el arma, aunque estaba tentada dolorosamente de agarrar a Andy por sus pelotas y exprim’rselas. El todav’a me disparar’a, pero estar’a adolorido, tambiŽn. Sin embargo, eso era tan contraproducente como lo era la bebida.
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-Ahora, Sookie, tœ lees las mentes de aquel as personas y me dices quien lo hizo, orden— Andy. ƒl agarr— la base de mi cuello con sus manos grandes, como si yo fuera un cachorro inexperto, y me gir— alrededor para afrontar el porche.
-¢4XpGHPRQLRVSLHQVDVTXHKDFtDDTXtHVW~SLGDPLHUGD"¢3LHQVDVTXHHVWHHVHOPRGR
que me gusta gastar mi tiempo, con tarados como estos?
Andy me sacudi— por mi cuel o. Soy muy fuerte, y hab’a una buena posibilidad que yo pudiera liberarme de Žl y agarrar su arma, pero no estaba bastante cercana a una cosa segura para sentirme c—moda. Decid’ esperar durante un minuto. Bil trataba de decirme algo con su cara, pero no estaba segura que ser’a. Eric trataba de asegurarse alguna sensaci—n de Tara. O Huevos. Era dif’cil saber.
Un perro gimote— en la oril a de los bosques. Hice girar mis ojos en aquella direcci—n, incapaz de girar mi cabeza. Bien, grandioso. Simplemente grandioso.
-Ese es mi collie, -dije a Andy. -'HDQ¢UHFXHUGDV"
Yo podr’a haber usado un poco de ayuda en forma de humano, pero ya que Sam hab’a llegado sobre la escena en su personaje de collie, Žl tendr’a que quedarse de esa manera o correr el riesgo de exponerse.
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-1RVp1ROHSHJXHVXQWLURDpO¢HVWiELHQ"
-Nunca le pegar’a un tiro a un perro, -dijo Žl, sonando genuinamente impresionado.
-Ah, pero a m’, esta bien, -dije amargamente.
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El collie se acerc— a donde est‡bamos de pie. Me preguntŽ lo que habr’a en la mente de Sam. Me preguntŽ si Žl retendr’a mucho de humano pensante mientras estaba en su forma favorita. GirŽ mis ojos hacia el arma, y los ojos de Sam/Dean siguieron los m’os, pero cu‡nta comprensi—n hab’a al ’, no lo pod’a estimar.
El collie comenz— a gru–ir. Sus dientes fueron expuestos y fulminaba con la mirada el arma.
-Atr‡s, perro, -dijo Andy, enojado.
Si pudiera entretener a Andy todav’a un minuto, los vampiros lo podr’an conseguir. TratŽ de calcular dentro de mi mente los movimientos a seguir. Tendr’a que agarrar su mano con el arma con ambas de mis manos y forzarla arriba. Pero como Andy me sosten’a fuera de Žl as’, no ser’a f‡cil.
-No, amor, -dijo Bill.
Mis ojos destellaron. Estuve considerablemente sorprendida. Los ojos de Bill se movieron de mi cara a detr‡s de Andy. Pod’a entender una indirecta.
-¢2KTXLpQHVWiVLHQGRVRVWHQLGDFRPRXQSHTXHxRFDFKRUUR"-pregunt— una voz detr‡s de Andy.
Ah, esto era sencil amente estupendo.
-£(VPLPHQVDMHUD
La mŽnade pase— alrededor de Andy en un amplio c’rculo y vino a pararse a su derecha, unos cuantos pies antes de Žl. Ella no estaba entre Andy y el grupo del porche. Iba limpia esa noche, y vistiendo nada de nada. AdivinŽ que el a y Sam hab’an estado fuera en el bosque haciendo hurras, antes de que oyeran a la multitud. Su pelo negro ca’a en una masa enredada sobre sus caderas. No parec’a tener fr’o. El resto de nosotros (menos los vampiros) nos sent’amos definitivamente al pellizco del aire. Ven’amos vestidos para una org’a, no para un fiesta al aire libre.
-£+RODPHQVDMHUD-la mŽnade me dijo.-OlvidŽ presentarme la vez pasada, mi amigo canino me lo record—. Soy Callisto.
-Se–orita Cal isto, -dije, ya que no tuve ni idea como llamarle. La habr’a saludado con la cabeza, pero Andy me ten’a asida del cuel o. Este ya me empezaba a doler.
-¢4XLpQHVHVWHYDOLHQWHIRUWDFKyQTXHWHDJDUUD"-Callisto se acerc— un poco.
No tuve ni idea por quŽ Andy le pareci— esto, pero cada uno sobre el porche estaba cautivado y aterrorizado, exceptuando a Eric y Bill. Ellos retroced’an, lejos de los humanos. Esto no era bueno.
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-Este es Andy Bellefleur, -graznŽ. -ƒl tiene un problema.
Podr’a decir por la manera que mi piel se eriz— que la mŽnade se hab’a acercado hacia adelante un poco.
-1XQFDKDVYLVWRQDGDFRPR\R¢YHUGDG"-ella dijo a Andy.
-No, -Andy admiti—. ƒl son— aturdido.
-¢6R\KHUPRVD"
-S’, -Žl dijo, sin vacilar.
-¢0HUH]FRWULEXWR"
-S’, -Žl dijo.
-Adoro la embriaguez, y tœ estas muy bebido, -dijo Callisto felizmente. -Adoro los placeres de la carne, y esta gente esta llena de lujuria. Este es mi tipo de lugar.
-Oh, bueno, -dijo Andy inciertamente. -Pero una de estas gentes es un asesino, y tengo que saber quien.
-No solamente uno, -refunfu–Ž. Record‡ndole que estaba al final de su brazo, Andy me sacudi— otra vez. Ya me hab’a cansado realmente de esto.
La mŽnade se hab’a acercado ahora lo suficiente para tocarme. El a suavemente acarici—
mi cara, y ol’ la tierra y el vino entre sus dedos.
-Tœ no has bebido, -observ— el a.
-No, se–ora.
-Y no has tenido los placeres de la carne esta noche.
-Ah, solamente deme tiempo, -dije.
Ella se ri—. Era una risa alta, chil ona. Sigui— sin cesar.
El apret—n de Andy se solt—, cuando Žl se puso cada vez m‡s desconcertado por la proximidad de la mŽnade. No sŽ lo que la gente sobre el porche pensar’a que el os ve’an. Pero Andy supo que Žl ve’a una criatura de la noche. Me solt—, bastante de repente.
-Ven aqu’ arriba, chica nueva, -llam— Mike Spencer. ±DŽjanos echarte un vistazo. 7UDGXFLGRSRU/LHEH 3»JLQD200 &RSLDJUDWXLWDVLQDI»QGHOXFUR
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Yo estaba echada en un mont—n de tierra cercana a Dean, que lam’a mi cara con entusiasmo. De ese punto de vista, pude ver el brazo de la mŽnade que se enroscaba como serpiente alrededor de la cintura de Andy. Andy transfiri— su arma a su mano izquierda as’ Žl podr’a devolver el cumplido.
-$KRUD¢TXpTXLHUHVVDEHU"-ella pregunt— a Andy.
Su voz era tranquila y razonable. Ella ociosamente agit— la varita larga con el penacho durante al final. Le llamaban un thyrsis; yo hab’a mirado mŽnade en la enciclopedia. Ahora pod’a morir educada.
-Una de aquellas gentes mat— a un hombre l am— Lafayet e, y quiero saber quien, Andy dijo con la beligerancia del borracho.
-Por supuesto que quieres, mi vida, -la mŽnade canturre—. -¢3XHGRDYHULJXDUORSDUDWL"
-Por favor, -Žl pidi—.
-Bien.
Ella examino a la gente, y torci— su dedo a Huevos. Tara se agarr— a su brazo para tratar de retenerlo con ella, pero Žl dio tumbos hac’a abajo y la mŽnade, sonriendo tontamente todo el tiempo.
-¢8VWHGHVXQDFKLFD"-Huevos pregunt—.
-No para cualquier estrecho de imaginaci—n, -dijo Callisto. ±Tœ has tenido mucho vino.-Ella lo toc— con el thyrsis.
-Oh, ah‡, -estuvo de acuerdo Žl.
ƒl no sonre’a m‡s. ƒl examin— los ojos de Callisto, tembl— y se sacudi—. Sus ojos brillaban. Mire hac’a Bil , y vi que Žl enfocaba sus propios ojos en la tierra. Eric ve’a el cofre de su auto. Ignorada por todos, comencŽ arrastrarme lentamente hacia Bil .
Esto era una buena cazuela de pescado.
El perro marc— el paso al lado m’o, olisque‡ndome con inquietud. Sent’ que Žl quer’a que me moviera m‡s r‡pido. AlcancŽ las piernas de Bil y las agarrŽ. Sent’ su mano sobre mi pelo. Estaba tan asustada como para hacer el movimiento tan grande de ponerme de pie.
Callisto envolvi— sus delgados brazos alrededor de Huevos y empez— a susurrarle a Žl. ƒl asinti— y le susurr— de vuelta. Ella lo bes—, y Žl se puso r’gido. Cuando el a lo abandon— para deslizarse al porche, Žl se quedo de pie absolutamente quieto, mirando fijamente a los bosques.
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Ella se par— donde Eric, que era el m‡s cercano al porche donde est‡bamos. El a lo mir—
de arriba abajo, y sonri— con esa sonrisa aterradora otra vez. Eric vio su pecho fijamente, cuidando de no encontrarse sus ojos.
-Adorable, -ella dijo, -simplemente adorable. Pero no para m’, tœ pedazo hermoso de carne muerta.
Entonces ella se levant— entre la gente sobre el porche. El a suspir—, inhalando los olores de bebida y sexo. Ella oli— como si siguiera un rastro, y luego se balance— para afrontar a Mike Spencer. Su cuerpo de mediana edad no se las entend’a bien en el aire fr’o, pero Callisto pareci— deleitada por Žl.
-£$K-ella dijo tan contenta como si acabara de recibir un regalo, -£7~ HUHV WDQ
orgulloso! ¢(UHVXQ rey? ¢(UHVXQJUDQVROGDGR"
-No,-Mike dijo.-Poseo una casa de pompas fœnebres.-ƒl no son— demasiado seguro.¢4XpHVXVWHGVHxRUD"
-¢+DVYLVWRDOJXQDYH]DOJRFRPR\RDQWHV"
-No, -Žl dijo, y todo los dem‡s sacudieron sus cabezas.
-¢1RUHFXHUGDVPL primera visita?
-No, se–ora.
-Pero tœ me has hecho un ofrecimiento antes.
-¢/RKLFH"¢8QRIUHFLPLHQWR"
-Ah, s’, cuando tœ mataste al peque–o hombre negro. El bonito. ƒl era un ni–o menor m’o, y un tributo apropiado para m’. Te agradezco por abandonarlo fuera del lugar de EHELGDORVEDUHVVRQPLSODFHUSDUWLFXODU¢1RSXGLVWHHQFRQWUDUPHHQORVERVTXHV"
-Se–ora, no hicimos ningœn ofrecimiento, -dijo Tom Hardaway, su piel oscura por todas partes como si fuera de gallina y su pene mirando al sur.
-Yo te vi, -dijo ella.
Todo se call— entonces. Los bosques alrededor del lago, siempre repletos de ruidos peque–os y movimientos diminutos, se quedaron quietos. Cuidadosamente me levantŽ
sobre mis pies al lado de Bill.
-Yo amo la violencia del sexo, me gusta el tufo de la bebida,-dijo ella so–adoramente. Puedo correr millas con tal de estar all’ para el final. 7UDGXFLGRSRU/LHEH 3»JLQD202 &RSLDJUDWXLWDVLQDI»QGHOXFUR
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El miedo que flu’a de sus cabezas comenz— a l enarse con el m’o, y agotarse. Cubr’ mi cara con mis manos. ElevŽ los escudos m‡s fuertes que pude formar, pero apenas pod’a contener todav’a el terror. Mi espalda se arque—, y mord’ mi lengua para impedirme hacer un sonido. Pude sentir el movimiento de Bill girando hac’a m’, y luego Eric estaba por el otro lado y ambos me trituraban entre ellos. No hay ninguna cosa er—tica sobre ser presionada entre dos vampiros en aquellas circunstancias. Su propio deseo urgente SRUPLVLOHQFLRDOLPHQWyPLPLHGR¢SRUTXHTXpVHDVXVWDUtDQORVYDPSLURV"(OSHUURVH
apret— contra nuestras piernas como si Žl nos ofreciera su protecci—n.
-Tœ lo golpeaste durante el sexo, ±la mŽnade dijo a Tom. ±Tœ lo golpeaste, porque tu eres orgulloso, y su servilismo te repugno y te excit—. ±Ella estir— su mano huesuda para magrear la cara oscura de Tom. Yo pod’a ver lo blancos de sus ojos. ±< W~«±ella acarici— a Mike con la otra mano±«W~ORJROSHDVWHWDPELpQSRUTXHW~IXLVWHDJDUUDGR
por la locura. Entonces Žl amenaz— con contar. ±Su mano abandon— a Tom y frot— a su esposa, Cleo. Cleo hab’a puesto encima un suŽter antes de salir, pero no se lo hab’a abrochado.
Ya que ella hab’a evitado el aviso, Tara comenz— a dirigirse hac’a arriba. El a era la œnica quiŽn no estaba paralizada por el miedo. Pod’a sentir la chispa diminuta de esperanza en ella, el deseo de sobrevivir. Tara se puso en cuclillas bajo una mesa de hierro forjado sobre la cubierta, se hizo una peque–a pelota, y apret— sus ojos cerrados. Ella hac’a muchas promesas a Dios sobre su futuro comportamiento, si Žl la sacaba de esta. Esto se verti— en mi mente, tambiŽn. El tufo de miedo de los dem‡s l ego a lo m‡ximo, y pude sentir que mi cuerpo entraba en temblores porque el os transmit’an tan pesadamente que esto se abri— camino sobre todas mis barreras. Yo no ten’a nada m‡s para m’. Ten’a s—lo el miedo. Eric y Bil cerraron sus brazos el uno con el otro, sosteniŽndome toda derecha e inm—vil entre el os.
Jan, en su desnudez, fue completamente ignorada por la mŽnade. Puedo s—lo suponer que no hab’a nada en Jan que apel— a la criatura; Jan no estaba orgul osa, el a era patŽtica, y ella no hab’a bebido esa noche. El a se abrazaba al sexo mas que nada para olvidarse de s’ misma±autonecesidades que no ten’an nada que ver con irse de la mente de alguien y cuerpo durante un momento de maravillosa locura. Tratando, como siempre, ser el centro del grupo, Jan extendi— la mano con una sonrisa ligona y tom— la mano de la mŽnade. Repentinamente ella comenz— a convulsionarse, y los ruidos que ven’an de su garganta eran horribles. La espuma sali— de su boca, y sus ojos giraron. Ella sufri— un colapso en el porche, y pude o’r sus tacones que golpeteaban en la madera.
Entonces el silencio se reasumi—. Pero algo se coc’a a unas pocas yardas lejos del peque–o grupo del porche: algo terrible y fino, algo puro y horrible. Su temor bajaba, y mi cuerpo comenz— a calmarse otra vez. La espantosa presi—n se alivi— en mi cabeza. Pero cuando baj—, una fuerza nueva empez— a construirse, y era indescriptiblemente hermosa y absolutamente malvada.
Esto era la locura pura, esto era la locura sin mente. La mŽnade verti— la rabia mas loca, la lujuria de pillaje, la arrogancia del orgullo. Fui agobiada cuando la gente sobre el porche fue abrumada, sacud’ y me azotŽ cuando la locura hecha rodar por Cal isto 7UDGXFLGRSRU/LHEH 3»JLQD203 &RSLDJUDWXLWDVLQDI»QGHOXFUR
Viviendo Muerto en Dallas Charlaine Harris
arroll— sus cerebros, y s—lo la mano de Eric a travŽs de mi boca me impidi— gritar como ellos hicieron. Lo mord’, probŽ su sangre, y lo o’ gru–ir por el dolor.
Esto continu— sin cesar y m‡s, el griter’o, luego hubo sonidos mojados atroces. El perro, apretado contra nuestras piernas, llorique—.
De repente, termin—.
Me sent’ como una marioneta de baile cuyas cuerdas se han cortado repentinamente. Estaba coja. Bill me puso hacia abajo en el cofre del auto de Eric otra vez. Abr’ mis ojos. La mŽnade mir— hacia abajo en m’. Ella sonre’a otra vez, y estaba empapada en sangre. Estaba como alguien que se hubiera vertido un cubo de pintura roja sobre la cabeza; el pelo empapado, como lo estaba cada trozo de su cuerpo desnudo, y ella apestaba con el olor de cobre, suficiente para ponerte los dientes en la orilla.
-Tœ estuviste cerca, ±me dijo ella, su voz tan dulce y alta como una flauta. Ella se movi— un poco m‡s deliberadamente, como si el a hubiera ingerido una comida pesada.
±Tu estuviste muy cerca. Tal vez tan cerca de cuanto tœ vendr‡s alguna vez, tal vez no. Nunca he visto a nadie enfurecido por la locura de otros. Un pensamiento entretenido.
-Entretenido para usted, tal vez, -jadeŽ. El perro mordi— mi pierna para traerme a m’
misma. Ella vio abajo Žl.
-Mi estimado Sam, -ella murmur—. -Querido, debo abandonarte.
El perro alz— la vista hac’a el a con ojos inteligentes.
±Hemos tenido algunas buenas noches corriendo por el bosque, ±ella dijo, y acarici— su cabeza. -Agarrando a peque–os conejos, peque–os mapaches.
El perro mene— su cola.
-Haciendo otras cosas.
El perro sonri— y jade—.
±Pero es tiempo para m’ de irme, querido. El mundo est‡ repleto de bosques y personas que necesitan aprender su lecci—n. Debo ser pagada con tributo. El os no deben olvidarme. Me lo deben, ±dijo ella, su voz saciada, ±se lo deben a la locura y la muerte.
Ella comenz— a dirigirse a la oril a al borde de los bosques.
±A fin de cuentas, ±dijo sobre su hombro, ±no siempre puede ser temporada de caza.
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Viviendo Muerto en Dallas Charlaine Harris
&DSÇWXOR
Incluso si hubiera querido, no pod’a haber caminado para ver lo que estaba sobre el porche. Bill y Eric parecieron sometidos, y cuando los vampiros parecen sometidos, esto significa que una no quiere realmente ir a investigar.
-Tendremos que quemar la caba–a, -dijo Eric a unas cuantas yardas de distancia. Lamento que Callisto no hubiera recogido su propio revoltijo.
-Ella nunca lo hace, -dijo Bill, -SRUORTXpKHRtGR(O DHVODORFXUD¢4XpOHSUHRFXSDD
la verdadera locura el descubrimiento?
-Ah, no sŽ, -dijo Eric descuidadamente. ƒl son— como si levantara algo. Luego o’ un ruido sordo, pesado. -He visto a unas personas que estar’an definitivamente locas y bastante desquiciadas con esto.
-Es verdad, -dijo Bill. -¢'HMDPRVXQSDUGHHO RVVREUHHOSRUFKH"
-¢&yPRSXHGHVGLVWLQJXLUORV"
-Es verdad, tambiŽn. En esta rara noche puedo estar de acuerdo contigo en muchas cosas.
-Ella me llam— y me pidi— ayudarla. -Eric respond’a al subtexto m‡s que a la declaraci—n.
-Entonces, bien. Pero recuerda nuestro acuerdo.
-¢&yPRSXHGRROYLGDUOR"
-Sabes que Sookie puede o’rnos.
-Todo bien conmigo, -Eric dijo, y se ri—.
MirŽ hac’a el cielo nocturno pregunt‡ndome, no demasiado curiosa, de que demonios hablaban ellos. No es que yo fuera Rusia, para ser tomada por el dictador m‡s fuerte. Sam descansaba a mi lado, de vuelta a su forma humana, y completamente desnudo. En ese momento, no pod’a haberme importado menos. El fr’o no molest— a Sam, ya que Žl era un adaptoformas.
-££2RSSVV$TXtDKtXQRYLYR-llam— Eric.
-Tara, -Sam llam—.
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Viviendo Muerto en Dallas Charlaine Harris
Tara gate— abajo los escalones del porche hac’a nosotros. El a arroj— sus brazos alrededor de m’ y comenz— a sollozar. Con tremendo cansancio, la sostuve y deje que lloriqueara. Yo estaba todav’a en mi atuendo de Daisy Duke, y ella estaba con su lencer’a de cami—n de bomberos. Nosotras parec’amos blancas y grandes azucenas de agua en un estanque fr’o, ambas. Me hice enderezarme y sostener Tara.
-¢&UHHVTXHKDEUiXQDPDQWDHQODFDEDxD"-PreguntŽ a Sam. ƒl trot— sobre los pasos, y notŽ que el efecto era interesante por detr‡s. DespuŽs de un minuto, Žl trot— de regreso± wow, esta vista era aœn m‡s interesante±y puso una manta alrededor de nosotras dos.
-Debo sobrevivir, -refunfu–Ž.
-¢3RUTXpGLFHVHVWR"-Sam era curioso. ƒl no pareci— excesivamente sorprendido por los eventos de la noche.
Dif’cilmente pod’a decirle que era porque lo hab’a mirado saltar alrededor, entonces dije:
-¢&yPRHVWiQ+XHYRV\$QG\"
-Suena como un programa de radio,-dijo Tara de repente, y se ri— tontamente. No me gust— el sonido de el o.
-Ellos est‡n de pie todav’a donde ella los abandon—, -report— Sam.-Todav’a contemplando.
-(VWR\«WRGDYtD« FRQWHPSODQGR -7DUD FDQWy DO HVWLOR GH OD PHORGtD GH (OWRQ ³ I'm Stil Standing
(VWR\WRGDYtDSDUDGR´
Eric se ri—.
ƒl y Bil iban a comenzar el fuego. El os pasearon entre nosotros para un control de œltimo minuto.
-¢(QTXpDXWRYLQLVWH"-Bill pregunt— a Tara.
-Ooo, un vampiro, -ella dijo. -¢7~ HUHV HO FDUDPHOLWR GH 6RRNLH YHUGDG" ¢3RU TXp
estabas en el juego la otra noche con una caballona como Portia Bellefleur?
-Ella es simp‡tica, tambiŽn, -dijo Eric. ƒl vio a Tara con una especie de sonrisa caritativa pero decepcionada, como har’a un criador de perros en frente de un cachorrito mono, pero inferior.
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Viviendo Muerto en Dallas Charlaine Harris
-¢(Q TXp DXWR YLQLVWH" -Bill pregunt— otra vez. -Si hay un lado sensato en ti, quiero verlo ahora.
-Vine en un Camaro blanco, -dijo ella, muy sobriamente. -Lo conducirŽ a casa. O tal YH]PHMRU\RQR¢6DP"
-6HJXURWHFRQGXFLUpDFDVD¢%LO QHFHVLWDVPLD\XGDDTXt"
-Pienso que Eric y yo podemos adaptarlo. ¢3XHGHVWRPar al flaco?
-¢+XHYRV"9HUp
Tara me dio un beso sobre la mejilla y comenz— el empinado camino a travŽs de la yarda rumbo a su auto.
-DejŽ las l aves dentro, -llam— el a.
-¢<WXEROVR"-La polic’a seguramente har’a preguntas si el os encontraban el bolso de Tara en una caba–a con un mont—n de cuerpos.
-Ah... est‡ al ’.
Mire a Bill silenciosamente, y Žl entr— para traer su bolso. ƒl volvi— con un bolso de hombro, bastante grande para contener no s—lo maquil aje y art’culos diarios, sino tambiŽn un cambio de ropa.
-¢(VWHHVHOWX\R"
-S’, gracias, -dijo Tara, tomando el bolso de Žl como si tuviera miedo que sus dedos pudieran tocar los suyos. Ella no hab’a sido tan exigente mas temprano en la noche, pensŽ.
Eric llevaba Huevos a su auto.
-ƒl no recordar‡ nada de esto, -Eric dijo a Tara cuando Sam abri— la puerta de atr‡s del Camaro para que Eric pudiera meter a Huevos dentro.
-Lamento no poder decir lo mismo. -Su cara pareci— combarse sobre sus huesos bajo el peso del conocimiento de lo que hab’a pasado esa noche. ±Desear’a que nunca hubiera visto esa cosa, independientemente de lo que ella sea. Desear’a nunca haber venido aqu’, comenzando por eso. OdiŽ hacer esto. Solamente pensŽ que Huevos lo val’a. ±Ella mir— a la forma inerte en el asiento trasero de su auto. ±ƒl no lo vale. Nadie lo vale.
-Puedo quitar tœ memoria, tambiŽn. -Eric hizo la oferta desenvueltamente.
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-No, ±ella dijo.±Tengo que recordar un poco de esto, y vale la pena llevar la carga por el resto.
Tara son— veinte a–os m‡s vieja. A veces podemos madurar en un minuto; yo lo hab’a hecho cuando ten’a aproximadamente siete y mis padres murieron. Tara lo hab’a hecho esta noche.
-Pero ellos est‡n todos muertos, todos excepto yo, Huevos y Andy. ¢1R HVWiQ FRQ
miedo de que hablaremos? ¢9an a venir despuŽs por nosotros?
Eric y Bill intercambiaron una mirada. Eric se acerc— un poco a Tara.
-Escucha, Tara, -comenz— Žl, con una voz muy razonable, y el a cometi— el error de mirarlo.
Entonces, una vez que su mirada fue fijada, Eric comenz— a borrar la memoria de la noche. Estaba demasiado cansada para protestar, como si esto sirviera de algo. Si Tara hubiera podido ser preguntada, ella no querr’a ser cargada con el conocimiento. EsperŽ
que no repitiera sus errores, que hab’an sido separados del conocimiento de lo que ellos le hab’an costado; pero no se le pod’a permitir que fuera por ah’ diciendo cuentos.
Tara y Huevos, conducidos por Sam (quiŽn hab’a tomado prestados los pantalones de Huevos), estaban sobre su camino a la ciudad cuando Bill comenz— a arreglar el fuego±
de manera natural±que pareci— consumir la caba–a. Eric aparentemente contaba los huesos sobre el porche, asegur‡ndose de que los cuerpos al ’ estuvieran lo bastante completos para tranquilizar a los investigadores. ƒl fue a travŽs de la yarda para checar a Andy.
-¢3RUTXp%LO RGLDDORV%HO HIOHXUVWDQWR"-Le preguntŽ otra vez.
-Ah, es una vieja historia, -dijo Eric. ±De mucho antes de que Bill cambiara. -ƒl pareci— satisfecho por la condici—n de Andy y regreso para trabajar.
O’ acercarse un auto, Bil y Eric aparecieron en la yarda al instante. Pude o’r un dŽbil crujido del lado opuesto de la caba–a.
-No podemos comenzar el fuego de m‡s de un lugar, o el os podr’an ser capaces de decir que no fue natural, -dijo Bill a Eric. -Odio estos avances en la ciencia de la polic’a.
-Si no hubiŽramos decidido recibir publicidad, ellos tendr’an que culparse los unos a los otros, -dijo Eric. -Pero ahora somos unos cabeza de turco muy atractivos...es humillante, cuando piensas cu‡ntas veces m‡s fuerte somos.
-£(KFKLFRVQRVR\XQD0DUFLDQDVR\XQDKXPDQD\SXHGRRtUORVPX\ELHQ-dije. Los fulmine con la mirada, y ellos se miraron quiz‡s una quincuagŽsima parte avergonzados, cuando Portia Bellefleur sali— de su auto y corri— a su hermano. 7UDGXFLGRSRU/LHEH 3»JLQD208 &RSLDJUDWXLWDVLQDI»QGHOXFUR
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-¢4Xp OH KDQ KHFKR XVWHGHV D $QG\" -ella dijo, su voz ‡spera y quebrada. -Ustedes condenados vampiros. -Ella tir— el cuel o de la camisa de Andy, buscando se–ales de punturas.
-Ellos salvaron su vida, -le dije.
Eric vio a Portia durante un momento largo, evalu‡ndola, y luego comenz— a buscar los autos de los juerguistas muertos. Como hab’a conseguido las l aves de los autos, no me lo quise ni imaginar.
Bill se acerc— a Andy y dijo:
-DespiŽrtate, -con una voz muy calmada, tan suave que apenas podr’a ser o’da a unos pies lejos.
Andy parpade—. ƒl miraba hac’a m’, tan confundido que supongo que no asimilaba donde estaba. Vio a Bill, tan cerca de Žl, que retrocedi— esperando venganza. ƒl registr—
que Portia estaba a su lado. Entonces miro sobre Bill hac’a la caba–a.
-Esta ardiendo, -observ— Žl, despacio.
-S’, -Bill dijo. -Todos ellos est‡n muertos, a excepci—n de dos quiŽnes han vuelto a la ciudad. Ellos no sab’an nada.
-(QWRQFHV ¢HVDJHQWHPDWyUHDOPHQWH/DID\HW H"
-S’, -dije. -Mike, y los Hardaways, supongo que quiz‡s Jan sab’a sobre el o.
-Pero no tengo ninguna prueba.
-Ah, yo creo que s’, -llam— Eric. ƒl miraba abajo en la cajuela del Lincoln de Mike Spencer.
Todos nos movimos al auto para ver. La visi—n superior de Bil y Eric hizo f‡cil para ellos decir que hab’a sangre en la cajuela, sangre, alguna ropa manchada y una cartera. Eric la alcanz— y cuidadosamente abri— la cartera.
-¢3XHGHXVWHGOHHUGHTXLpQHV"-Andy pregunt—.
-Lafayette Reynold, -Eric dijo.
-As’ quŽ, si solamente dejamos los autos como est‡n, y nos marchamos, la polic’a encontrar‡ lo que est‡ en la cajuela y todo habr‡ acabado. EstarŽ limpio.
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-£2KJUDFLDVD'LRV±Portia dijo, y dio una especie de grito ahogado en sollozos. Su lacia cara y grueso pelo casta–o destel aron por la filtraci—n de luz de luna entre los
‡rboles. ±Oh, Andy, vamos a casa.
-Portia, -Bill dijo, -m’rame.
Ella le ech— un vistazo, y mir— hac’a otro lado.
-Lamento haberte conducido a esto, ±dijo ella r‡pidamente. El a se avergonz— de pedir perd—n a un vampiro, podr’a decir. ±Yo trataba solamente de conseguir que una de las gentes que ven’a aqu’ me invitaran, entonces podr’a averiguar por m’ misma que pasaba.
-Sookie hizo eso por ti, -dijo Bill suavemente.
La mirada de Portia se clav— sobre m’.
-Espero que no fuera demasiado espantoso, Sookie, -dijo ella, sorprendiŽndome.
-Fue realmente horrible,-dije. Portia se agach—. -Pero ha terminado.
-Gracias por ayudar a Andy, -dijo Portia con valent’a.
-No ayudaba a Andy. Ayudaba a Lafayette, -espetŽ.
Ella suspir—.
-Desde luego, -ella dijo, con alguna dignidad. -ƒl era tu compa–ero de trabajo.
-ƒl era m’ amigo, -correg’.
Su espalda se enderez—.
-Tœ amigo, -ella dijo.
El fuego estaba lamiendo la caba–a ahora, y pronto habr’a polic’a y bomberos. Era definitivamente tiempo de marcharse.
NotŽ, que ni Eric ni Bil ofrecieron remover ninguna memoria de Andy.
-Mejor sal de aqu’, -le dije. -Mejor vuelve a tu casa, con Portia, y dile a tu abuelita que jure que tœ estuviste al ’ toda la noche.
Sin una palabra, hermano y hermana se apilaron en el Audi de Portia y se marcharon. Eric se dobl— dentro de su Corvet e para manejar de regreso a Shreveport, y Bill y yo fuimos a travŽs del bosque al auto de Bil , oculto entre los ‡rboles a travŽs del camino. 7UDGXFLGRSRU/LHEH 3»JLQD210 &RSLDJUDWXLWDVLQDI»QGHOXFUR
Viviendo Muerto en Dallas Charlaine Harris ƒl me carg—, y disfrut— haciŽndolo. Tengo que decirlo, tambiŽn disfruto con el o, en ocasiones. Y esta era definitivamente una de esas ocasiones.
No estaba lejana el alba. Una de las noches m‡s largas de mi vida estaba a punto de terminar. Me recargue contra el asiento del auto, cansada m‡s al ‡ de todo c‡lculo.
-¢'yQGHLUD&DO LVWR"-PreguntŽ a Bil .
-No tengo ni idea. Ella se mueve de un lugar a otro. No muchas mŽnades sobrevivieron la pŽrdida de su dios, y las que lo hicieron se encuentran en los bosques, y vagando por ellos. Ellas se mueven antes de que su presencia sea descubierta. As’ de ma–osas son. Les gusta la guerra y su locura. Nunca las encontrar‡s lejos de un campo de batal a. Pienso que todas ellas se mover’an al Medio Oriente si hubiera m‡s bosques.
-Callisto estaba aqu’ porque. .?
-Solamente de paso. Ella se qued— tal vez dos meses, ahora el a dirigir‡ su camino. .
¢TXLpQVDEH"$ORV Everglades, o r’o arriba al Ozarks.
-No puedo entender como Sam, ah, amigueaba alrededor con ella.
-¢(VDVtFRPROHO DPDV"¢(VORTXpQRVRWURVKDFHPRVDPLJXHDPRVDOUHGHGRU"
Lo alcancŽ y le di un golpecito en el brazo, me pareci— como si presionara madera.
-Tœ, -dije.
-Tal vez Žl solamente quiso andar por el lado salvaje, -dijo Bill. -DespuŽs de todo, es dif’cil para Sam encontrar alguien que pueda aceptar su verdadera naturaleza. -Bill hizo una pausa significativa.
-Bueno, es duro de hacer, -dije. RecordŽ a Bil cuando volvi— a la mansi—n en Dal as, todo ros‡ceo, y traguŽ saliva. -Pero la gente enamorada es dif’cil de mantenerse lejos.
PensŽ como me hab’a sentido cuando hab’a o’do que Žl hab’a estado viendo a Portia, y pensŽ como hab’a reaccionado cuando lo hab’a visto en el juego de fœtbol. EstirŽ mi mano para descansarla sobre su muslo y le di un apret—n suave.
Con sus ojos sobre el camino, Žl sonri—. Sus colmil os salieron un poco.
-¢$UUHJODVWHWRGRFRQORVDGDSWRIRUPDVHQ Dal as? -PreguntŽ despuŽs de un momento.
-Lo arregle en una hora, o m‡s bien Stan lo hizo. ƒl les ofreci— su rancho para las noches de luna llena, durante los pr—ximos cuatro meses.
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Viviendo Muerto en Dallas Charlaine Harris
-Ah, eso fue lindo departe de Žl.
-Bien, esto no le cuesta nada exactamente. Y Žl no puede cazar, a cierto animal, aunque HO³FLHUYR´QHFHVLWHVHUFD]DGRGHWRGRVPRGRVFRPRpOindic—.
-Oh, -dije entendiendo, y despuŽs de un segundo, -ooooh. Ellos si pueden cazarlo.
-Cierto. Lo has captado.
***
Cuando regresamos a mi casa, no faltaba mucho para el alba. Eric ya estar’a en Shreveport, me imaginŽ. Mientras Bil se duch—, com’ algo de mantequil a de man’ con jalea, ya que no hab’a tenido nada durante m‡s horas de las que me acordaba. Entonces fui y cepillŽ mis dientes.
Al menos Žl no ten’a que irse corriendo. Bil hab’a gastado varias noches el mes pasado para crear un lugar para Žl en mi casa. ƒl hab’a recortado el fondo del armario en mi viejo dormitorio, el que yo hab’a usado durante a–os antes de que mi abuela muriera y comenzara a usar el suyo. Hab’a hecho en el suelo entero del armario una puerta secreta, as’ Žl podr’a abrirla, meterse, y cerrarla despuŽs de Žl, y nadie lo sabr’a, solo yo. Si todav’a yo estaba despierta cuando Žl se iba a la tierra, pon’a una vieja maleta en el armario y un algunos pares de zapatos para hacerlo parecer m‡s natural. Bil guardaba una caja en el espacio para dormir, porque estaba muy feo all’ abajo. ƒl no se quedaba muy a menudo all’, pero hab’a resultado pr‡ctico de vez en cuando.
-Sookie, -Bill llam— desde mi cuarto de ba–o. -Ven, tengo tiempo para frotarte.
-Pero si tu me frotas, me va a costar trabajo dormirme.
-¢3RUTXp"
-Por que estarŽ frustrada.
-¢)UXVWUDGD"
-Por que estarŽ limpia, pero. . no amada.
-Est‡ cerca el alba, -Bill admiti—, con la cabeza fuera de la cortina de ducha. -Pero tendremos nuestro tiempo ma–ana por la noche.
-Si Eric no nos hace ir a otra parte, -refunfu–Ž, cuando su cabeza estaba seguramente bajo la cascada del agua. Como de costumbre, Žl consum’a la mayor parte de mi agua caliente.
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Me quite los malditos pantaloncillos y resolv’ tirarlos al d’a siguiente. AventŽ la camiseta sobre mi cabeza y me estirŽ sobre mi cama para esperar a Bil . Al menos mi nuevo sostŽn estaba intacto. Me voltee de lado, y cerrŽ mis ojos contra la luz que llegaba de la puerta del cuarto de ba–o entreabierta.
-¢4XHULGD"
-¢7erminaste tu ducha? ±PreguntŽ so–olienta.
-S’, hace doce horas.
-¢4Xp"-Mis ojos se abrieron. Vi las ventanas. No estaban negras como boca de lobo, pero si muy oscuras.
-Te quedaste dormida.
Ten’a una manta sobre m’, y l evaba puesto todav’a el sostŽn azul acero a juego con la braga. Me sent’ como un pan mohoso. Mire hac’a Bil . ƒl no l evaba puesto nada en absoluto.
-Mantente pensado eso, -dije y pegue una visita al cuarto de ba–o. Cuando volv’, Bil me esperaba sobre la cama, apoyado sobre un codo.
-¢1RWDVWHHOHTXLSRTXHPHFRQVHJXLVWH"-Yo girŽ para darle el beneficio completo de su generosidad.
-Es adorable, pero puedes estar ligeramente sobrevestida para la ocasi—n.
-¢4XpRFDVLyQVHUtDHVD"
-El mejor sexo de tu vida.
Sent’ una sacudida de pura lujuria recorriŽndome por todo abajo. Pero mantuve mi cara quieta.
-¢<SXHGHVHVWDUVHJXURTXHHVWHVHUiHOPHMRU"
-Oh, s’, -dijo Žl, su voz que se volvi— sedosa y fr’a, se pareci— al agua corriendo sobre las piedras. -Puedo estar seguro, y tœ tambiŽn.
-PruŽbalo, -dije, sonriendo ligeramente.
Sus ojos estaban en las sombras, pero pod’a ver la curva de sus labios cuando Žl sonri—
en respuesta.
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-Ser‡ un placer, -Žl dijo.
DespuŽs de un rato, trataba de recuperar mi fuerza, Žl estaba enredado sobre m’, un brazo a travŽs de mi est—mago, una pierna a travŽs de la m’a. Mi boca estaba tan cansada que apenas pod’a fruncirla para besar su hombro. La lengua de Bil lam’a gentilmente las se–ales de punturas diminutas sobre mi hombro.
-¢6DEHVTXpWHQHPRV quŽ hacer? -Dije, sintiŽndome demasiado perezosa para moverme alguna vez.
-¢8P"
-Tenemos que conseguir el peri—dico.
DespuŽs de una pausa larga, Bil despacio se desenred— de m’ y fue a la puerta de en frente. Mi repartidora se avienta los tumbos dentro de mi camino en direcci—n del porche porque le pago una buena propina por este arreglo.
-Mira,-dijo Bill, y abr’ mis ojos. ƒl sosten’a un plato de aluminio tapado. El periodico estaba bajo su brazo.
RodŽ de la cama y fuimos autom‡ticamente a la cocina. Me puse mi bata rosada mientras segu’a a Bil . ƒl iba todav’a al natural, y admirŽ el efecto.
-Hay un mensaje sobre el contestador autom‡tico, -dije, cuando puse un poco de cafŽ. La cosa m‡s importante quŽ hacer, quitŽ el aluminio domŽstico y vi un pastel de dos capas con chocolate glaseado, esparcido con nueces haciendo un modelo de estrella sobre la cumbre.
-Este es el pastel de chocolate de la vieja Sra. Bellefleur,-dije, con horror en mi voz.
-¢7~SXHGHVVDEHUGHTXLpQHVVRORPLUiQGROR"
-Ah, este es un pastel famoso. Es una leyenda. Nada es tan bueno como el pastel de la Sra. Bellefleur. Si ella entra con Žl en la feria del condado, gana siempre el list—n. Y el a lo trae cuando alguien muere. Jason dice que merece que alguien muera, solamente para conseguir un pedazo del pastel de la Sra. Bellefleur.
-QuŽ maravil oso olor, -dijo Bill, para mi asombro. ƒl se inclin— y oli—. Bill no respira, as’ que no he entendido exactamente como huele, pero Žl lo hace. -Si tu pudieras llevar puesto esto como perfume, te comer’a por completo.
-Ya lo hiciste.
-Lo har’a por segunda vez.
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-No pienso como podr’a ponŽrmelo. -Me serv’ una taza de cafŽ. ContemplŽ el pastel, llena de admiraci—n. -Yo ni siquiera sab’a que el a sabe donde vivo.
Bill presion— el bot—n de mensajes sobre mi contestador autom‡tico.
- Se–orita Stackhouse, -dijo la voz de una muy vieja y muy arist—crata del sur. - LlamŽ a su puerta, pero usted debe haber estado ocupada. Deje un pastel de chocolate para usted, ya que no sab’a que m‡s hacer para agradecerle por lo que Portia me dice que usted ha hecho por mi nieto Andrew. Algunas personas han sido bastante amables para decirme que el pastel est‡ bien. Espero que usted disfrute de el o. Si puedo servirle alguna vez, solamente h‡game una l amada.
-No dijo su nombre.
-Caroline Holliday Bellefleur espera que cada uno sepa quiŽn el a es.
-¢4XLpQ"
AlcŽ la vista hac’a Bil , quiŽn se apoyaba contra la ventana. Yo estaba sentaba en la mesa de la cocina, bebiendo cafŽ de una de las floreadas tazas de mi abuela.
-Caroline Holliday Bellefleur.
Bill no pod’a ponerse un poco m‡s p‡lido, pero Žl estaba indudablemente aturdido. Se sent— repentinamente en la sil a en frente de m’.
-Sookie, hazme un favor.
-6HJXUREHEp¢4XpFRVD"
-AcŽrcate a mi casa y consigue la Biblia que est‡ en el librero con encristalado en el vest’bulo.
ƒl parec’a tan trastornado, que agarrŽ mis l aves y conduje con mi bata, esperando que no me encontrar‡ a nadie a lo largo del camino. No hab’a muchas personas que vivieran sobre nuestro camino del cementerio, y ninguno de ellos estar’a fuera a las cuatro de la ma–ana.
LleguŽ a la casa de Bil y encontrŽ la Biblia exactamente donde Žl hab’a dicho. La saquŽ
de la librer’a con mucho cuidado. Obviamente era bastante vieja. Iba muy nerviosa mientras la transportaba por los escalones de m’ casa que casi tropecŽ. Bil segu’a sentado donde lo hab’a dejado. Cuando puse la Biblia delante de Žl, Žl la contempl—
durante un largo minuto. ComencŽ a preguntarme si podr’a tocarla. Pero no pidi— ayuda, as’ que esperŽ. Su mano se extendi— y los blancos dedos acariciaron la cubierta de cuero. El libro era solido, y la rotulaci—n de oro sobre la tapa era ornamentada.
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Bill abri— el libro con dedos suaves y gir— una p‡gina. ƒl ve’a una p‡gina de familia, con entradas con tinta descolorida, hecha en varias escrituras diferentes.
-Yo hice estos, -dijo Žl en un susurro.-Estos aqu’. -ƒl se–al— unas l’neas de la escritura.
Mi coraz—n estaba en mi garganta cuando di la vuelta por la mesa para ver por sobre su hombro. Puse mi propia mano sobre su hombro, para unirlo al aqu’ y ahora.
Apenas pod’a distinguir la escritura.
Wil iam Thomas Compton, su madre hab’a escrito, o quiz‡s su padre. Nacido el 9 de abril de 1840. Otra mano hab’a escrito Muri— el 25 de noviembre de 1868.
-Tienes un cumplea–os, -dije, de todas las cosas estœpidas para decir. Nunca hab’a pensado en que Bill tuviera cumplea–os.
-Yo fui el segundo hijo, -dijo Bill. -El œnico hijo que creci—.
RecordŽ que Robert, el hermano mayor de Bill, hab’a muerto cuando Žl ten’a doce a–os m‡s o menos, y otros dos bebŽs hab’an muerto en la infancia. Al ’ todos estos nacimientos y muertes fueron registrados, en la p‡gina bajo los dedos de Bil .
-Sarah, mi hermana, muri— sin hijos. -RecordŽ esto. -Su hombre muri— j—ven por la guerra. Todos los hombres j—venes murieron con la guerra. Pero yo sobreviv’, s—lo para morir m‡s tarde. Esta es la fecha de mi muerte, por lo que mi familia se preocup— por registrarla. Esta en la letra de Sarah.
Sostuve mis labios apretado, as’ no har’a un sonido. Hab’a algo sobre la voz de Bil , el modo que toc— la Biblia que era casi insoportable. Pude sentir que mis ojos se llenaron con lagrimas.
-Aqu’ est‡ el nombre de mi esposa,-dijo Žl, su voz quieta, muy quieta.
Me inclinŽ otra vez para leer, Caroline Isabel e Hol iday. Durante un segundo, el cuarto se balanceo de reojo, hasta que me di cuenta que no pod’a ser.
-Y ten’amos ni–os, -dijo Žl. -Ten’amos tres ni–os.
Sus nombres estaban all’, tambiŽn. Thomas Charles Compton, n. 1859. Ella se hab’a embarazado despuŽs de que el os se hab’an casado, entonces.
Yo nunca tendr’a al bebŽ de Bil .
Sarah Isabel e Compton, n. 1861. Nombrada as’ por su t’a (la hermana de Bil ) y su madre. Ella hab’a nacido alrededor del tiempo cuando Bill se hab’a ido para la guerra. Lee Davis Compton, b. 1866. Un bebŽ a su regreso. Muerto 1867, una mano diferente hab’a a–adido.
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Viviendo Muerto en Dallas Charlaine Harris
-Los bebŽs mor’an como moscas entonces,-Bill susurr—.-ƒramos tan pobres despuŽs de la guerra, y no hab’a ninguna medicina.
Estuve a punto de tomar mi triste y llorona persona fuera de la cocina, pero entonces supe que si Bill pod’a pasar esto, m‡s o menos yo ten’a que hacerlo tambiŽn.
-¢/RVRWURVGRVQLxRV"-PreguntŽ.
-Ellos vivieron, -dijo Žl, la tensi—n en su cara se alivi— un poco.-Yo me hab’a marchado entonces, desde luego. Tom ten’a s—lo nueve a–os cuando mor’, y Sarah ten’a siete a–os. Ella era cabesota, como su madre.-Bill sonri— un poco, una sonrisa que yo nunca hab’a visto sobre su cara antes.
ƒl parec’a bastante humano. Pareci— la vista de alguien diferente sentado aqu’ en mi cocina, no la misma persona con la que yo hab’a hecho el amor tan a fondo casi una hora antes. SaquŽ un Kleenex de la caja sobre el estante de la fresquera y frotŽ
ligeramente mi cara. Bill lloraba, tambiŽn, y le di uno. ƒl lo vio con sorpresa, como si hubiera esperado ver algo diferente, tal vez un pa–uelo personalizado de algod—n. ƒl acarici— sus propias mejil as. El Kleenex se volvi— rosado.
-Ni siquiera hab’a mirado alguna vez para ver lo que pas— con el os,-dijo Žl con asombro.-Me cortŽ tan a fondo. Nunca volv’, desde luego, mientras existiera alguna posibilidad de que cualquiera de ellos estuviera vivo. Ser’a demasiado cruel.-ƒl ley—
abajo la p‡gina.
-Mi descendiente Jessie Compton, de quien recib’ mi casa, era el œltimo de mi l’nea directa, -Bill me dijo.-La l’nea de mi madre, tambiŽn, se extingui—, los Loudermilks restantes me est‡n s—lo distantemente relacionados. Pero Jessie descendi— realmente de mi hijo Tom, y por lo visto, mi hiMD 6DUDK VH FDVy HQ £(O D WXYR XQ EHEp HQ«
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No pod’a ver hac’a Bil . En cambio, vi hac’a la ventana. Hab’a comenzado a l over. A mi abuela le hab’a gustado su tejado de hojalata, tanto que cuando hab’a tenido que ser sustituido, nos hab’amos hecho de hojalata otra vez, y el tamborileo de la l uvia sobre el era normalmente el mejor sonido relajante que conoc’a. Pero, esta noche no.
-Mira, Sookie,-dijo Bill, se–alando.-£0LUa! La hija de Mi Sarah, llam— a Caroline por su abuela, se cas— con un primo suyo, Mat hew Phil ips Hol iday. Y su segundo ni–o era Caroline Holliday. -Su cara resplandec’a.
-As’ que la vieja Sra. Bel efleur es tu bisnieta.
-S’, -Žl dijo con incredulidad.
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-Entonces Andy, -segu’, antes de que yo pudiera pensar dos veces en el o,-es tu, ah, gran±bisnieto. Y Portia...
-S’, -Žl dijo, menos feliz.
No tuve ni idea que decir, y por una vez, no dije nada. DespuŽs de un minuto, tuve el presentimiento que podr’a ser mejor si yo desaparec’a, entonces tratŽ de resbalar por Žl para salir de la peque–a cocina.
-¢4XpQHFHVLWDQHO RV"-Žl me pregunt—, agarrando mi mu–eca.
Bien.
-Ellos necesitan dinero, -dije al instante. ±Tœ no puedes ayudarlos con sus problemas de personalidad, pero ellos son en efectivo pobres del peor modo posible. La vieja Sra. Bellefleur no dejar‡ aquel a casa, y esta devora cada cŽntimo.
-¢(O DHVRUJXO RVD"
-Pienso que podr’as saberlo de su mensaje telef—nico. Si no supiera que su segundo DSHO LGRHV+RO LGD\\RKDEUtDSHQVDGRTXHHUD³2UJXO RVD´-MirŽ a Bil .-Adivino que le viene natural.
De alguna manera, ahora que Bill sab’a que podr’a hacer algo por sus descendientes, Žl pareci— sentirse mucho mejor. Yo sab’a que Žl rememorar’a durante unos d’as, y no lo envidiaba por esto. Pero si Žl decid’a tomar a Portia y Andy como causas permanentes, esto podr’a ser un problema.
-No te gustaba el nombre Bellefleur antes de esto, -dije, sorprendiŽndome. -¢3RUTXp"
-Cu‡ndo hablŽ para el club dHWXDEXHOD¢ORUHFXHUGDV Los Descendientes de la Muerte Gloriosa?
-S’, claro.
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Asent’.
-Tolliver muri— en la tentativa, -dijo Bill tristemente. -Y el soldado herido reanud— a pedir ayuda despuŽs de su muerte. Logramos recuperarlo durante la noche. Su nombre era Jebediah Bellefleur. ƒl ten’a diecisiete a–os.
-$K£Pt'LRVDe modo que eso era todo lo que tœ sab’as de los Bel efleurs hasta hoy.
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Bill asinti—.
TratŽ de pensar en algo significativo que decir. Algo sobre planes c—smicos. Algo sobre lanzar tu pan sobre las aguas. ¢7RGRORTXHYDWLHQHTXHYHQLU"
TratŽ de marcharme otra vez. Pero Bill agarr— mi brazo, y me jal— hac’a Žl.
-Gracias, Sookie.
Era la œltima cosa que hab’a esperado que Žl dijera.
-¢3RUTXp"
-Tœ me ayudas a hacer la cosa correcta sin ninguna idea de eventual recompensa.
-Bill, no puedo hacerte hacer algo.
-Tœ me haces pensar como un humano, como cuando estaba todav’a vivo.
-Todo lo bueno que tœ haces est‡ en ti, no en m’.
-Soy un vampiro, Sookie. He sido un vampiro mucho m‡s tiempo de lo que fui humano. Te he molestado muchas veces. A decir verdad, algunas veces no puedo entender por quŽ haces lo que tœ haces a veces, porque ha pasado tanto desde que fui una persona. No siempre es c—modo recordar lo que era ser un hombre. A veces no quiero ser recordado.
Estas eran aguas profundas para m’.
-No sŽ si tengo raz—n o no, pero no sŽ ser diferente, -dije. -Yo ser’a miserable si no fuera por ti.
-Si algo me pasa, -Bill dijo, -deber‡s ir con Eric.
-Ya me has dicho eso antes, -le dije. -Si algo te pasa, no tengo que ir con nadie. Soy mi propia persona. Consigo decidir lo que quiero hacer. Tœ tienes que asegurarte que nada te pase.
-Tendremos m‡s problema con el Camaraderismo en los a–os venideros,-dijo Bill. -Las acciones que tendr‡n que ser tomadas pueden ser repugnante para ti como humana. Y
hay peligros atado a tu trabajo. -ƒl no se refer’a a servir mesas.
-Cruzaremos aquel puente cuando nos pongamos sobre Žl.
La sesi—n sobre el regazo de Bil era un verdadero convite, sobre todo ya que Žl estaba todav’a desnudo. Mi vida no hab’a estado exactamente l ena de convites hasta que encontrŽ a Bil . Ahora cada d’a sosten’a un convite, o dos.
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En la poco iluminada cocina, con el cafŽ que ol’a tan maravil oso (en su propio modo) como el pastel de chocolate lo hac’a, y la l uvia que tamborileaba sobre el tejado, yo ten’a un momento hermoso con mi vampiro, lo que uno podr’a l amar un c‡lido momento humano.
Pero tal vez no deber’a l amarlo as’, reflexionŽ, frotando mi mejil a contra Bil . Esta madrugada, Bill hab’a parecido un completo humano. Y yo±bueno, yo hab’a notado mientras hac’amos el amor sobre nuestras sabanas limpias, que en la oscuridad la piel de Bill hab’a estado bril ando de ese bel ’simo modo tan desapegado del mundo. Y la m’a ORKDEtDKHFKR«WDPELpQ
Fin del segundo libro.
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