Capítulo 7

Cuando se despertó a la mañana siguiente, Blossom no sabía dónde estaba. De repente, lo recordó todo.

Estaba en casa de Zak.

En su cama.

Bueno, en una de ellas.

Desnuda porque no se había llevado pijama.

Y sola porque Zak se había comportado como todo un caballero la noche anterior.

Blossom se tapó con el edredón al oír que llamaban a la puerta y supuso que sería Geraldine con el desayuno.

—Adelante—contestó.

Pero no era Geraldine

—Hola—la saludó Zak con la bandeja y el periódico—. ¿Has dormido bien?

—Sí, gracias.

—Me alegro—comentó dejando la bandeja sobre el regazo de Blossom—. Es maravilloso verte por la mañana—declaró besándola—. Ya verás qué desayuno tan estupendo te ha preparado Geraldine. Le encanta que la gente desayune bien.

—Ya lo veo—contestó Blossom, fijándose en el zumo de naranja, las tostadas, el café y los huevos revueltos.

Nunca se había sentido tan vulnerable. Estaba completamente desnuda. Por lo menos, Zak llevaba los pantalones del pijama y una bata encima.

—Se me había ocurrido que podríamos ir a un mercadillo de antigüedades que montan aquí cerca los domingos por la mañana—sonrió Zak sin percatarse aparentemente de la agitación de Blossom—. ¿Qué te parece?

—Fenomenal—contestó Blossom, haciendo malabarismos entre la bandeja y el edredón.

—Tu ex marido es el hombre más bobo del mundo, desde luego, pero debo estarle agradecido—declaró Zak yendo hacia la puerta.

—¿Cómo dices?

—Si no te hubiera dejado, no estarías aquí en estos momentos—declaró desde la puerta.

A continuación, la cerró lentamente, dejando a Blossom estupefacta.

 

 

El mercadillo de antigüedades resultó ser muy divertido.

Bueno, más bien, lo divertido fue ir de puesto en puesto de la mano de Zak.

También resultó perturbador, pues, por primera vez en mucho tiempo, Blossom se sintió una persona normal y corriente, sintió que podía ser amada de nuevo, volvió a sentirse joven y atractiva.

Debía de proyectarlo porque se percató de que los hombres la miraban.

Zak se interesó por una porcelana de Meissen de dos dobermanns y se puso a negociar el precio con la vendedora. Los perros eran la viva imagen de Thor y de Titus. Cuando consiguieron llegar a un acuerdo, Blossom tuvo que hacer un esfuerzo para no llevarse la mano a la boca ante el precio de la porcelana.

Zak, sin embargo, parecía muy satisfecho.

—Es para Geraldine y Will—le explicó—. Son sus bodas de oro a finales de este mes y quería comprarles algo especial. Creo que les va a encantar.

Blossom sonrió. La generosidad de aquel hombre hacia el matrimonio la incomodaba de alguna manera. Era más fácil mantener las distancias creyendo que aquel hombre era un jefe duro y despiadado y un donjuán, como se lo había pintado su hermana.

De vuelta al coche, Zak no puso el motor en marcha inmediatamente.

—¿Qué pasó con tu ex marido?—le preguntó con cariño—. Si no quieres, no me lo cuentes, pero me gustaría saberlo para entenderte.

Blossom lo miró sobresaltada.

—Creía que lo sabías todo. Creía que la persona que contrataste para encontrarme te lo habría dicho.

—Lo único que me dijo fue que habías estado casada, que él se fue siete meses después de la boda y que había otra mujer por medio. También sé que tu ex marido era modelo y que, cuando te conoció, comenzó a tener más trabajo que nunca. Supongo que no sería coincidencia.

Blossom bajó la mirada.

—No, no fue coincidencia—admitió—. Dean me utilizó para conseguir lo que quería. Se casó conmigo por interés. Yo no me enteré hasta que me abandonó. Se llevó todo el dinero que tenía en el banco y se fue con la mujer con la que vivía cuando me conoció y a la que nunca había dejado de ver mientras estaba conmigo—le contó levantando la mirada—. Lo más gracioso fue que yo creía que éramos felices. Estaba convencida de ello. Ahora, miro para atrás y me doy cuenta de ciertas cosas, pero entonces...—añadió meneando la cabeza—. Supongo que fui tonta.

—No, fuiste una mujer que confió, una buena persona a la que engañó un canalla mentiroso y sin escrúpulos. No fuiste tonta, Blossom. Confiaste en una persona que proyectó una determinada imagen, la imagen que quería que tuvieras de él. Cuando una persona no tiene escrúpulos y le quiere hacer creer algo a una buena persona, lo consigue, pero, tarde o temprano, paga por lo que ha hecho.

—No creo que en el caso de Dean vaya a ser así.

—Algún día, se dará cuenta de que ha tirado por la borda la oportunidad de estar con una persona que lo hubiera sacado de ese mundo de mentiras y que lo hubiera convertido en un rey. Algún día se dará cuenta, tal vez antes de lo que tú te crees. Mi detective me dijo que no le había ido muy bien en estos dos últimos años. ¿Lo sabías?

Blossom negó con la cabeza y volvió a tener la misma sensación de tristeza que había tenido la tarde anterior, sólo que ahora comprendía lo que estaba sucediendo.

Ojalá hubiera conocido Zak antes que a Dean, ojalá no se hubiera casado jamás con el modelo, ojalá no la hubiera traicionado, ojalá fuera la Blossom de antes, pero no lo era.

Había cambiado. Irrevocablemente. Sabía que nunca tendría paz estando al lado de un hombre como Zak y una de las cosas que más valoraba en el mundo era su paz interior.

—¿Qué harías si Dean se pusiera en contacto contigo y quisiera verte?

—No lo sé—contestó Blossom sinceramente—. Ya no siento nada por él, ni siquiera odio. Al principio, lo odié. Mucho. Me gustaba odiarlo porque, de alguna manera, me demostraba que todavía era capaz de sentir. No sé si me entiendes.

Zak asintió.

—Un buen día, me di cuenta de que odiándolo me estaba haciendo daño a mí misma, así que fui al psicólogo, le abrí mi alma, escribí cartas para Dean que leía en la terapia y luego quemaba, un día fuimos al río y estuve tirando piedras que simbolizaban mi rabia, mi dolor y mi odio—sonrió recordando sus tardes de terapia.

—¿Y funcionó?—le preguntó Zak con afecto.

—Sí—contestó Blossom.

—Me alegro—dijo Zak, besándola en la boca.

Al instante, Blossom sintió que algo muy fuerte se apoderaba de ella. No era sólo deseo. No sabía qué quería Zak exactamente de ella, pero no se lo iba a poder dar. Tenía mucho miedo.

—Bueno, ahora ya sabes por qué estoy centrada completamente en mi trabajo—comentó—. Ahora ya sabes por qué no quiero salir con nadie y te advierto que voy a seguir opinando así. No necesito a ningún hombre en mi vida. Quiero que te quede claro. Por si este fin de semana te ha parecido otra cosa. No he cambiado de opinión—le dijo mirándolo desafiante.

Zak no contestó, se limitó a mirarla.

—¿Te sientes mejor?

No, lo cierto era que se sentía bastante peor, se sentía fatal.

—Sólo quería...

—Sí, que quedara claro—la interrumpió Zak sin acritud—. Bueno, ¿y qué te parece si nos vamos a casa a disfrutar del brunch de Geraldine, de una buena siesta y de un largo paseo con los perros cuando haya refrescado?

Era un plan maravilloso, pero no debía quedarse.

—Tengo que volver a mi casa. Tengo un montón de trabajo—se excusó.

—Probablemente, lo terminarías mucho antes si recargaras pilas durante el fin de semana.

Blossom tenía las pilas bien cargadas, era su libido la que le estaba dando problemas.

—Lo siento, pero tengo mucho trabajo.

—Qué pena. Te tengo que proteger de ti misma, así que no pienso llevarte a casa hasta después del té. Y te advierto que Geraldine hace el té a la antigua usanza, con montones de sándwiches y de bizcochos.

—¿Es que no sabes pensar más que en comer?—le espetó Blossom.

—Pienso en muchas otras cosas, pero no te las digo para que no salgas del coche corriendo.

Blossom comprendió que se lo había buscado, así que no contestó.

Zak sonrió muy satisfecho y volvió a besarla, haciéndola sentirse viva.

—Esto es de verdad—le dijo—. Lo que sentimos cuando nos tocamos es de verdad.

—Dean me hizo el amor y era todo mentira.

—No, con él tuviste sexo. Lo sé porque yo me he acostado con muchas mujeres, pero ninguna me ha hecho sentir lo que tú me haces sentir. Me he acostado con ellas y he experimentado placer, pero no he sentido con ninguna lo que siento contigo con un beso. ¿Cómo te explicas eso?

—Porque yo soy... yo soy un reto—contestó Blossom, elevando el mentón en actitud desafiante.

—Tonterías. Los chiquillos se excitan ante los retos, pero yo dejé de ser un adolescente hace mucho tiempo. Antes de conocerte, lo único que quería era placer y satisfacción, no quería relaciones ni complicaciones, no quería lágrimas, así que solamente estaba con mujeres que buscaban lo mismo que yo, relaciones sin ataduras que cuando terminaban nos permitían seguir siendo amigos. Mi infancia fue un antídoto contra el amor porque vi lo que le sucedió a mi padre. El quería mucho a mi madre. Intentó no quererla, pero no pudo evitarlo. Quiso hacernos creer a todos que ese amor se había convertido en odio. No sé si fue así, pero lo que sí sé es que su vida quedó destrozada y no quiso ocuparse de nadie más, ni siquiera de su hijo.

Blossom no dijo nada. Era evidente que Zak estaba sufriendo al recordar todo aquello.

—Desde muy pequeño, decidí que aquello no me iba a suceder a mí jamás, quería vivir solo, ser libre como un pájaro, pero tú eres diferente. Ya sé que parece algo muy típico, pero es la verdad. No sé lo que tienes, pero me enamoré de ti nada más verte. Así de simple. De repente, se abrió la puerta y apareció una mujer despeinada y con la camiseta manchada de comida y me enamoré—declaró meneando la cabeza como si todavía le costara creerlo.

Blossom no quería que Zak dijera cosas así.

—Desde el principio, quise volver a verte. Me costara lo que me costara, tenía que saber.

Blossom no preguntó qué era lo que tenía que saber. Quería que aquella conversación se terminara. Si seguía adelante, cuando su relación terminara, iba a sufrir mucho. Y seguro que terminaba porque un hombre como Zak no era para ella, era imposible que quisiera seguir con ella toda la vida cuando conocía a mujeres guapísimas todos los días.

Entonces, tarde o temprano, se daría cuenta de que se había equivocado, de que ya no tenía nada especial, le diría con mucho afecto, no como Dean, que lo sentía mucho y se iría, la abandonaría y seguiría adelante con su vida y ella... a ella le resultaría imposible hacer lo mismo.

—Te has quedado pálida. Dime algo.

—Lo siento, Zak—se lamentó Blossom—. No puedo ser lo que tú quieres que sea. Entiéndeme. No eres tú, soy yo.

—Lo único que quiero es que seas tú misma.

No era suficiente. No sería suficiente para él. Blossom lo miró apenada. Aquel hombre no lo entendería nunca.

—Lo siento—repitió apartando la mirada.

—Está bien—accedió Zak—. Entonces, seguimos como antes. Vamos a seguir conociéndonos poco a poco.

—Yo creo que lo que deberíamos hacer es dejarlo ahora mismo—le espetó Blossom.

Zak la miró aterrado y dolido.

—Algún día, te darás cuenta de que no eres capaz de resistirte a mis encantos—sonrió sin embargo.

—¿Lo dices porque siempre consigues lo que quieres?

—Por eso también—contestó Zak, poniendo el coche en marcha y dando por finalizada la conversación con aquella contestación enigmática.