Apenas llevaba unos minutos fuera del hiperespacio, cuando el indicador de entrada de mensajes zumbó. Tomó una bocanada de aire —su cuerpo todavía se estaba recuperando de su escape por los pelos de Ulicia sólo media hora antes— y después activó la pantalla del comunicador:

MENSAJE PARA: Hart-y-Parn Gorra-Fiolla de Lorrd

SECCIÓN: Oficina del Auditor General

DE: Akeeli Somerce, Primer Asistente del Prex

SECCIÓN: Oficina del Prex, Chils Meplin

CON RESPECTO A: Nueva asignación

PRIORIDAD: X / Infracción de Clase A

En un primer momento, el uso de su nombre completo la enfureció, pero la fuente y la prioridad del mensaje habían atrapado su atención, relegando ese fastidio a la parte posterior de su mente.

—¿Prioridad X? —se encontró diciendo en voz alta. ¿De la Oficina del Prex? Algo en el propio encabezado le ponía nerviosa; le causaba pura y simple ansiedad, de hecho.

Se adentró en el cuerpo del mensaje. Tardó unos instantes en leerlo hasta el final, momento en el que no pudo hacer nada más que mirar a la pantalla, con la esperanza de que estuviera sufriendo alucinaciones. Según los informantes del Prex, los rebeldes acababan de destruir la estación de batalla Estrella de la Muerte del Imperio cerca del sistema estelar de Yavin. Y debido a que la Autoridad del Sector Corporativo tenía negocios con el Imperio, cualquier cosa que afectase al Imperio afectaba también a la ASC.

El mensaje indicaba que los rumores ubicaban a la banda de insurgentes fugitivos en el sistema de Abo Dreth, que estaba dentro de las fronteras del Sector Corporativo. El Prex quería que se verificase esa información… de inmediato.

Normalmente, no necesitaba mucho tiempo para prepararse para una misión. Pero en este caso andaba escasa de combustible, casi sin células de energía para su bláster, y todavía en posesión del prisionero que acababa de «liberar» de la sede de Commex. Ahora no podía dar la vuelta sin más y lanzarse a otro caso…

Salvo por el hecho de que la asignación procedía de la Oficina del Prex y estaba clasificada con Prioridad X, lo que esencialmente no le dejaba elección.

Sin más debate, pulsó las coordenadas designadas para Abo Dreth en el ordenador de navegación y luego dejó que el software de astrogación calculase los vectores precisos mientras se dirigía a popa para ocuparse de su prisionero, que en ese momento se encontraba atado a uno de los mamparos de la nave.

Naven Crel levantó la vista cuando Fiolla entró en la zona de pasajeros.

—Prioridad X, ¿eh? Suena importante.

—Dame un respiro, Crel. Ni siquiera sabes qué significa.

—Tal vez. O tal vez no.

—¿No tienes otras cosas de qué preocuparte? El sabotaje industrial es una infracción de Clase B, ¿sabes? Si el Prex no me hubiera ordenado sacarte de allí, Commex habría acabado con tu vida sin pensárselo dos veces. En pocos días serás juzgado ante todo el consejo Direx; tal vez deberías comenzar a pensar un plan.

Dio un fuerte tirón a sus esposas, provocando un grito de Crel.

—Eso debería mantenerte quieto durante un tiempo.

Regresó a la cabina, haciendo caso omiso de las maldiciones que Crel murmuraba por lo bajo. Una luz en el tablero de control indicaba que el ordenador de navegación había completado los cálculos de hiperespacio. Se abrochó los arneses de la silla de vuelo y tiró hacia atrás de las tres palancas de la velocidad luz. Con una ligera sacudida, el Tydia Rish saltó al hiperespacio.

Comprobó los indicadores de estado de la nave. Todo normal. Según el ordenador de navegación, el viaje duraría menos de 45 minutos; el tiempo suficiente para echar una siesta rápida. Aunque odiaba dormirse al timón, ya llevaba despierta más de 30 horas seguidas, por lo que incluso un breve descanso haría maravillas… o eso esperaba.

Cuando sucumbió a su agotamiento, un último pensamiento se abrió paso por su mente: Además, ¿qué podría salir mal?

***

Prioridad2

Se despertó con un sobresalto. Antes de que pudiera concentrarse, sintió algo frío presionado contra un lado de su cuello.

—¿Qué te parece este plan? —dijo Crel, estallando en una carcajada que sacudió su esbelta estatura.

Fiolla se enderezó en su silla mientras recuperaba la compostura. Crel estaba a su derecha, con el dedo en el gatillo del bláster. Fiolla se dio cuenta que era su propio bláster. Miró hacia arriba, directamente a sus ojos.

—¿No hablarás en serio?

—Bastante en serio. ¿Y qué vas a hacer al respecto?

Mientras se deslizaba en su asiento, dijo:

—Esto.

Y entonces empujó hacia delante las palancas de la velocidad luz, haciendo volver inmediatamente la nave al espacio real. Mientras él trataba de ver lo que Fiolla acababa de hacer, ella agarró el acelerador y activó los impulsores de la marcha atrás.

La inercia del Crel lo estrelló contra el tablero de control, y el bláster voló de su mano. Medio segundo después, Fiolla se soltó los arneses de su asiento, dio un salto y —justo cuando Crel se daba la vuelta— le propinó un fuerte puñetazo en la barbilla. Cayó hecho un ovillo sobre las planchas de la cubierta.

—Me gusta más mi plan —dijo, flexionando la mano magullada para que no se endureciera mientras los músculos se reparaban a sí mismos.

Quince minutos más tarde ella le había encadenado de nuevo —esta vez por las muñecas y los tobillos— y lo había atado en el asiento junto al suyo. El cronómetro estaba realizando la cuenta atrás de los últimos segundos hasta llegar a su destino, y luego el Tydia Rish desaceleró saliendo al espacio real.

Fiolla miró por la ventana hacia Abo Dreth; un gran planeta de color marrón oscuro salpicado por cientos de lagos plateados. Las líneas delgadas de los ríos vagaban por la superficie del planeta sin ningún patrón particular, y algunos bancos de nubes grises flotaban en la región ecuatorial. Los sensores automáticos mostraban escasos signos de vida, niveles de radiactividad más altos de lo normal y una atmósfera rica en nitrógeno.

—Un lugar perfecto para un escondite, supongo.

Dejó los sensores en modo de exploración, en busca de cualquier forma de vida humanoide. Menos de un minuto más tarde, obtuvo algo: un punto en el borde occidental del continente más pequeño. Agarró el mando de control y se lanzó hacia la superficie.

***

Arrastró a Crel hasta el borde de un acantilado. No podía dejarle atrás; ni siquiera había descubierto aún cómo había escapado la primera vez. Comprobó su máscara respiratoria para asegurarse de que estaba bien sellada y luego regresó a su vigilancia.

Echó un vistazo a través del amplio páramo con sus propios ojos y luego, al no encontrar nada, hizo otra prueba usando los macrobinoculares.

Todavía nada.

No… espera.

A unos tres kilómetros de distancia se encontraba un objeto que brillaba a la luz del sol amarillo del sistema.

—Es un StarRunner corelliano —dijo una voz de mujer detrás de ella.

Fiolla se dio la vuelta, golpeando accidentalmente a Crel, que cayó al suelo. La mujer humana que se encontraba ante ella llevaba la ropa habitual de un viajero espacial y una máscara de respiración… y apuntaba a Fiolla con un bláster de caza.

—¿Quién eres? —preguntó Fiolla.

La mujer se acercó.

—Mi nave… es un StarRunner corelliano. Ni siquiera está en el mercado todavía.

Fiolla entrecerró los ojos para protegerse de la dura luz del sol del mediodía. Definitivamente, la mujer le resultaba familiar.

—¿Planeas usar esa cosa? —preguntó, mirando el bláster.

—¿Esto? —dijo con un timbre melodioso—. Por supuesto.

—Muy bien, ¿qué quieres? Tengo algunas provisiones en mi nave, algunos créditos, un par de células de energía gastadas. ¿Te suena bien algo de eso?

Junto a ella, Crel finalmente consiguió ponerse en pie de nuevo.

—No —dijo la mujer mientras continuaba acercándose—. No estoy interesada en nada de eso.

—Entonces, ¿qué?

Le ofreció una sonrisa que Fiolla no encontró nada agradable.

—Yo estoy aquí por ti.

Hora de cambiar de táctica.

—¿Sabes quién soy?

—Oh, sin duda… Fiolla de Lorrd. De hecho, te he estado esperando. Llegas tarde.

—Sí, bueno, tuve algunos problemas… con los pasajeros.

La mujer se detuvo a pocos metros de Fiolla y Crel, y apuntó su bláster al pecho de Fiolla.

Fiolla tragó saliva y miró su propio bláster en la funda en su cadera.

—Inténtalo —dijo la mujer.

Fiolla era lo bastante lista para no intentar tomar su bláster mientras su adversaria se centraba en él… especialmente cuando su mano todavía estaba un poco tiesa por el puñetazo propinado a Crel. Necesitaba una distracción que le diera ese momento extra.

—Estoy segura de que mi jefe desearía haber estado aquí para verlo —dijo la mujer—. Pero tiene asuntos más importantes de los que ocuparse.

—¿Quién es tu jefe?

—¿Aún no lo has descubierto? Estoy sorprendida. Te infiltraste en una de sus sedes corporativas no hace ni tres horas.

—¿Commex? ¿Trabajas para Erdin Giblo?

—No lo creo. Respondo ante la cabeza de la super-corporación que posee Commex.

Fiolla se preguntó de pronto cómo esta mujer podría haber sabido siquiera acerca de su última misión. Sólo había dos personas que tenían acceso a esa información: el propio Prex, Chils Meplin, y su asistente.

Miró a los ojos de la mujer.

—Akeeli Somerce.

—Muy bien, mi ex Auditor General. El Prex ha decidido que tú y tu amigo aquí presente sabéis demasiado.

—Así que el rumor acerca de los rebeldes…

—Obviamente ficticio.

Somerce levantó el arma y apuntó con cuidado.

En el mismo momento, Fiolla sintió que algo le rozaba el costado. Bajó la mirada para ver la mano libre de Crel dirigiéndose hacia su bláster. De alguna manera se las había arreglado para quitarse las esposas cuando se ponía de nuevo en pie.

—¡Espera! —dijo Fiolla, intentando ganar tiempo—. No entiendo. ¿Qué tiene que ver el Prex con que Commex esté filtrando al Imperio datos de nivel superior de la ASC?

Somerce la miró a los ojos.

—No creo que eso sea asunto tuyo. —Apretó el gatillo…

Y al mismo tiempo, Crel sacó el bláster de Fiolla de su funda y disparó.

Fiolla saltó a un lado, golpeó con fuerza el suelo y luego rodó, deteniéndose a sólo un metro de distancia. Levantó la vista para ver a Somerce tendida boca arriba, inmóvil.

—Gracias, Crel —dijo mientras se ponía en pie—. Te debo una.

Al no obtener respuesta, se dio la vuelta para ver a Crel tendido sobre la polvorienta superficie. Corrió hacia él y se arrodilló a su lado.

—¿Crel?

Mientras decía su nombre, se dio cuenta de que una tarjeta de identificación estaba asomando de un bolsillo —hasta ahora oculto— de su chaqueta. La sacó por completo y le dio la vuelta.

Era una insignia de Auditor General.

Finalmente las circunstancias comenzaron a encajar, formando una retorcida trama de sabotaje y traición… y ahora intento de asesinato. Naven Crel estaba trabajando de incógnito para descubrir a un traidor que actuaba contra la ASC, y su investigación le había dirigido a Commex, que a su vez era controlada por… el Prex, el segundo hombre más poderoso en el Sector Corporativo.

—¿Crel? —dijo, sacudiéndole el hombro.

Él abrió ligeramente los ojos y examinó los rasgos de Fiolla como si tratara de reconocerla.

—Tenías razón —dijo después de un momento—. Esto me superaba. —Mientras hablaba, sus palabras iban perdiendo fuerza—. Hazme un favor…

—Lo que sea.

Tragó saliva con dificultad obvia.

—Atrapa… a Meplin.

Fiolla vio como Crel exhaló su último aliento, y luego le puso una mano en el pecho. Echó un vistazo a través de la superficie hacia el cuerpo sin vida de Somerce.

—No te preocupes, amigo mío. Los días de Meplin de la vender la ASC al imperio han terminado. Pongo mi vida en ello.