—Corre un grave riesgo, Capitán Ventris —dijo el Adepto Komeda, mirando la pantalla de comandos hololiticos del Rhino. Sus ópticas, del color rojo cereza parpadearon mientras procesaba los datos entrantes.
—El riesgo es insignificante —respondió Uriel—. Mis guerreros conocen su Codex.
—El Adepto Komeda espera ciertamente que así sea —dijo Komeda—. La casa Nassaur y el Mechanicus se disgustaran enormemente si sufre el mínimo daño.
—Eso no pasará —dijo Uriel.
—El Adepto Komeda no comparte su confianza.
Uriel apartó a Komeda de la pantalla y una borrasca de código binario de irritación salió expulsada de las piezas mecanizadas en la boca del adepto.
—Están acostumbrados a tratar con Skitarii, así que disculpare el insulto a nuestra competencia, por esta vez —dijo Uriel—. Pero dude de nosotros otra vez y tendremos un grave problema.
—Mis disculpas —dijo el técnico-sacerdote—. Lo dicho por el Adepto Komeda no implica ningún delito.
—Entonces cuente esto, como una lección bien aprendida —dijo Uriel, asintiendo con la cabeza a los guerreros en el compartimento de la tropa del Rhino. Brutus Cipriano amartilló su bólter y golpeó el arma contra el metal de su rodilla augmetica. Un zumbido penetrante llenó el compartimiento cuando Livio Hadrianus encendió la carga de su rifle de fusión. Los guerreros devolvieron su inclinación de cabeza. No se necesitaron palabras. El plan era del Codex y todos los hombres sabían su parte en él.
* * *
Uriel había renunciado a su escuadrón, había estado a su mando durante tanto tiempo, que ahora se sentía extraño yendo a la batalla otra vez, con las Espadas de Calth a su lado. Petronio Nero y el Anciano Peleo habían tenido otras funciones que desempeñar y el Apotecario Selenus estaba de vuelta de Calth, donde estuvo ayudando a erradicar al último de los «Nacidos de la sangre» de sus profundas cavernas.
El mini altavoz vox en el oído de Uriel gorjeó y una voz ronca habló en tono cortante y eficiente.
—Todos los objetivos de nivel uno a la vista —dijo Torias Telion.
—A mi señal —dijo Uriel, girando la rueda de cierre de la escotilla del rinoceronte de mando y abriéndola. El olor húmedo y fangoso de la atmósfera de Sycorax se precipitó dentro, un olor astringente de tierra batida y azufres volcánicos.
Uriel se aupó, viendo así la fea colección de torres, barricadas y equipos de perforación titánicas, por delante, en cuclillas entre los cerros cubiertos de barro, estaba la escuadra de fuego de Pasanius oculta.
—Pasanius —dijo Uriel—. Telion ha hecho una identificación positiva del Fabricatus Ubrique, de Alexia Nassaur y Casimir Nassaur.
—¿Están vivos? —respondió Pasanius—. Le deberé una nueva hoja de combate a Brutus. ¿Telion esta seguro que son ellos?
—Es difícil estar seguro de nada, con todo este maldito barro.
—Si el viejo dice que son ellos, no seré yo el que vaya a interrogarlo.
—Muy cierto —convino Pasanius, despidiéndose.
El Rhino agito la superficie empapada de Sycorax y avanzó trabajosamente hacia la ruina que era el sitio de la incursión. Su estructura estaba parcialmente hundida en el profundo lodo, sus equipos de perforación y torres, torcidas como un lisiado borracho o derrumbadas por completo. Lo poco que quedaba había sido reforzada con paneles de hierro mal cortados y puntales de acero apresuradamente apañados. Había sido una vez un puesto avanzado del Mechanicus, diseñado para desviar los océanos de promethium debajo de la litosfera del planeta hasta que el barro lo reclamó. Ahora era una destartalada fortaleza orka.
Glifos groseros pintarrajeados desfiguraban las aquilas de plata e iconos del Mechanicus, tótems con cuernos se habían plantado sobre las pasarelas. Eso y los pilares de densos humos petroquímicos dieron testimonio de la presencia de los pieles verdes. No era común que se mantuvieran fijos en un lugar durante mucho tiempo, sobre todo después de un incursión para conseguir suministros, pero no todos los días se capturaba a un alto Fabricatus del planeta y los gemelos de alta cuna del gobernador planetario, que tuvieron ese día la infeliz ocurrencia de participar en una inspección sorpresa.
Que los pieles verdes no los hubieran matado en el acto, sólo le dijo a Uriel que los orkos habían reconocido el verdadero valor de sus cautivos. Los equipos de respuesta de Skitarii y Defensa Auxiliar mantenían la distancia, cuidando mucho de acercarse por miedo a que ejecutaran a los rehenes.
Pero ahora, habían llegado los Ultramarines.
Una campanilla sonó en el oído de Uriel cuando el Rhino estuvo dentro del alcance de la jubilosa estructura orka. El vehículo se lanzó hacia delante, levantando enormes aerosoles de barro detrás de él.
Estelas de cohetes florecieron en las paredes del puesto de avanzada, haciendo salvajes tirabuzones en dirección inicial hacia el Rhino. Dos se fueron volando claramente lejos de la realidad, un tercero se enterró en el suelo, delante mismo de la puerta, creando una lluvia de lodo y rocas, pero el cuarto misil, con un colmillo pintado fue tejiendo un camino bamboleante que en realidad sí podría interceptarlos.
—A todas las unidades, eliminen los objetivos —dijo Uriel.
La forma alargada de un Land Speeder Tormenta se dejó caer a través del humo tóxico por encima del puesto de avanzada, Uriel vio cuatro fogonazos cuando el equipo del Anciano Peleo y Torias Telion efectuaron sus disparos. Proyectiles de bólter siguiendo un patrón Stalker eliminaron las cuadrillas de cohetes, lo que garantizaba no volver a ser atacado por ellos, pero todavía había uno entrante.
Uriel balanceó el bólter de asalto montado en la cúpula y apretó sin dudarlo los gatillos.
Una lluvia de ondas explosivas llenó el aire, Uriel envió tranquilamente su fuego en la trayectoria errática del misil. El cohete explotó con una tos mellada, su ojiva penetrante de blindaje detonó a unos cincuenta metros de distancia.
El Land Speeder voló en un patrón de evasión aullando por encima del puesto de avanzada, Telion y Peleo acababan con los enemigos con cada disparo. Algunos disparos volaron hacia ellos, pero ninguno llegó ni de lejos ha acercarse al ágil volandor.
—Hadrianus —dijo Uriel, cuando el Rhino casi alcanzó las puertas disparejas del puesto avanzado. Las puertas de asalto del Rhino se abrieron de golpe hacia atrás, Livio Hadrianus se afianzó en los estribos del Rhino. Disparó dos veces con su rifle de fusión y las puertas simplemente se desvanecieron en una explosión atronadora de aire sobrecalentado y metal vaporizado. Flácidas protuberancias de acero fundido era todo lo que quedaba de los portones, el Rhino patinó sin detenerse en ningún momento sobre el compuesto.
Uriel vio pieles verdes muertos por donde quiera que mirase, cada uno muerto limpiamente con un disparo en la cabeza. El Fabricatus Ubrique y los gemelos de alta cuna de la Casa Nassaur estaban atados a crucifijos empapados de aceite en el centro del emplazamiento, su elaborada vestimenta estaba ahora en ruinas, cubierta de barro y sangre. Los tres estaban con vida, sus guardianes y futuros verdugos de honor, yacían tumbados a sus pies con las tapas de sus cráneos ausentes.
Dos docenas de pieles verdes quedaban sobre los pórticos y toscos parapetos, Uriel apuntó los bólters de asalto modelo tormenta hacia la parte oriental. Explosiones sordas llegaron desde la espalda de los orkos y los destrozaron en rápida sucesión. Ecos lejanos de fuego a distancia bólter, sonaron desde las colinas, cuando el escuadrón encubierto de Pasanius abrió fuego desde su ocultamiento.
Los pieles verdes se apiñaron en la confusión.
El ataque había llegado tan de repente, tan brutalmente, que no tenían ni idea de en qué dirección concentrar su fuerza. Un brutal orko corrió hacia sus cautivos, más grande que el resto, con un casco con grandes cuernos y un brazo con monstruosas garras. El líder de los pieles verdes sabía que su fugaz desafío había terminado, pero estaba decidido a matar antes a sus prisioneros.
Una figura con armadura azul cobalto cayó del Land Speeder, aterrizó con una gracia que debería haber sido imposible en el empalagoso barro. Petronio Nero se levantó y sacó su espada en un movimiento sinuoso. Se dio la vuelta con su espada recién forjada extendida a la altura del hombro y la cabeza con su casco con cuernos del piel verde se separó limpiamente de su cuello.
Uriel descendió del Rhino y aceptó su propio bólter de manos de Brutus Cipriano, quien acabó con los pocos orcos restantes con precisos disparos de su pistola. El Land Speeder descendió casi a ras de suelo, permitiendo a Telion y Peleo saltar del vehiculo. Dos exploradores Ultramarines los siguieron rápidamente, trasladándose a posiciones elevadas.
—Puesto Avanzado despejado —dijo al poco tiempo por el vox Telion, escudriñando el puesto de avanzada con la mirada de un cazador.
Uriel asintió y golpeó con un puño en el blindaje lateral del Rhino.
El Adepto Komeda emergió del compartimento de la tropa, su óptica haciendo varios clics, mientras se ajustaban para el cambio de los niveles de luz. Un chillido encantador de adulador binario, salió siseando con estrépito de su boca cuando vio al Fabricatus Ubrique.
—El Adepto Komeda hizo mal en dudar de ti, Capitán Ventris, este es un resultado totalmente satisfactorio —dijo Komeda—. El Mechanicus tiene contigo una deuda de gratitud.
—Sycorax es parte de Ultramar —dijo Uriel—. Su gratitud es del todo innecesaria.
—El Adepto Komeda la ofrece, no obstante.
Las Espadas de Calth formaron alrededor de Uriel cuando Komeda corrió hacia el Fabricatus, mientras unidades de Skitarii se acercaron para asegurar el perímetro.
—¿Y ahora qué, capitán? —preguntó el Anciano Peleo.
—Ahora llevemos a esos altos nacidos a casa de una pieza —dijo Uriel.