Capítulo 8

 

 

 

Peter no durmió bien esa noche. Por más que haya tratado suprimirlo, la primera advertencia de duda ha comenzado a flotar dentro de su cabeza, clamando ser escuchada y dejándole enojo y un sentimiento de culpa. Se halló preguntándose sobre religión, la delgada línea entre la antigua medicina y la Longevidad, se encontró preocupándose sobre el grado de impacto que realmente podría hacer en el mundo en tan sólo cincuenta años, si viviera tanto tiempo. Cincuenta años más no parecían mucho cuando todos los demás estaban aquí para siempre, cincuenta años en realidad no era mucho tiempo en absoluto.

Fue un alivio, luego de que Peter encontrara la nota de Pip sobre el felpudo en su camino hacia el trabajo la mañana siguiente, recordándole que tenía un importante papel que cumplir, que era importante después de todo. Al principio pensó que era solo un folleto para algún servicio u otros - pintura, decoración, inyección de vitaminas, cirugía plástica, planes de bonos comerciales de gasolina, maquillaje permanente - pero mientras comenzó a estrujarlo en sus manos, vio las marcas del Subterráneo - una pequeña paloma con una rama de olivo en su pico, representando la búsqueda por la nueva vida. Inmediatamente, retrocedió hacia adentro, cuidadosamente desenroscándolo.

¿Buscando una nueva dirección? ¿Aburrido de hacer la mismo todos los días? Llama a nuestros asesores de reclutamiento para preguntar sobre nuestra formación. Si estás interesado en la tecnología, lenguajes, ciencia o el servicio industrial tenemos el trabajo y la formación para hacer tus sueños realidad. Si crees en ti mismo, cualquier cosa es posible.

Teléfono 0845 389 7053, donde estamos esperando por tomar tu llamado.

Parecía intrascendente, pero Peter inmediatamente sabía que nadie de su calle había recibido este anuncio en particular. Rápidamente, corrió subiendo por las escaleras y sacó el teléfono móvil que Pip le había dado. En computadoras y teléfonos estándar no podían ser de confianza, le había dicho a Peter. El Subterráneo usaba antiguos teléfonos sintonizados a una única frecuencia que cambiaban regularmente de manera que las Autoridades no fueran capaces de descubrirlos. Toma sólo una llamada telefónica hecha precipitadamente desde un teléfono fijo o web para poner la totalidad de la operación en peligro.

Peter marcó el número.

- ¿Si?

Estaba bastante convincente que era Pip, pero no podía estar seguro; su tono era más energético que el usual.

- Estoy buscando una nueva dirección, - dijo Peter, leyendo las palabras directamente del folleto. - Creo en mí.

- Entonces nuestros asesores pueden ayudar. Grays Inn Road, número 87, piso octavo, habitación 24b, 6 p.m, esta noche.

Peter garabateo los detalles. - Genial. Allí estaré. -Dijo sin aliento, pero el teléfono ya había muerto.

Más tarde esa mañana, Ben estaba en un quejoso humor, y Anna lo mimaba mientras caminaba por las calles suburbanas, inclinándose sobre su cochecito de niño con frecuencia para tirar de su apretado manto contra el frio invierno, para sonreírle, para tranquilizarse de que todo está bien. El cochecito de bebé, el cual los padres de Anna habían hallado para él, era como una pieza de museo - maltratado, chirriante, inestable sobre sus ruedas y ahora demasiado pequeño por el crecimiento rápido de su hermano. De alguna manera había sobrevivido por más de cien años para ver el servicio activo de nuevo; en algún lugar, alguien había pensado quedárselo, por si acaso. Y mientras se sacudía por el pavimento, llamaba la atención de los transeúntes - miradas de sorpresa, de horror, de confusión. Muy ocasionalmente, algunos se detenían - casi siempre una mujer, casi siempre mayor, aquellos que estaban vivos cuando la Longevidad fue creada, aquellos que recordaban cómo eran los niños. Preguntaban para ver al 'bebé', sus ojos humedeciéndose frecuentemente mientras le contaban a Anna su propia historia - un niño perdido, una Declaración firmada antes de que la mujer entendiera su verdadero significado, un anhelo de algo que Anna sospechaba que no se atrevían a articular, a nombrar. Pero lo más frecuente, las personas que pasaban arrugaban sus caras con miradas de disgusto, se quedaban mirando arrogantemente a Anna y a Ben como si estuviera desfilando algo desagradable en público, como si ella no debería someter su presencia en ellos.

Anna deseaba poder sentirse más segura, deseaba que su corazón no se acelerara por un tiempo cada vez que alguien la miraba, cada vez que la computadora se enciende en casa, cada vez que suena el teléfono. Había ansiado por salir del Grange Hall, había trabajado duro así ella se podía convertir en un Empleado Valioso y vivir fuera del Grange Hall. Pero cada vez más, le resultaba difícil deshacerse de su culpa al convertirse en Legal cuando todavía había tantos Excedentes encarcelados. Cada vez que alguien la miraba, sentía que estaban juzgándola. Cada vez que vislumbraba a un Excedente trabajando como un ama de llaves, encarcelados en la casa de sus empleadores, sentía su culpa como una puñalada profunda en su estómago. Y ellos eran los más afortunados. Eran aquellos considerados como Valiosos, no simplemente Inútiles y Malvados.

Haciendo lo mejor para ignorar las miradas de las personas a su alrededor, caminó hacia el centro comercial, pero mientras caminaba, vio una gran, pantalla parpadeante en la ventana de la tienda de electrónica. Frente a la ventana, una pequeña multitud se había reunido mirando vorazmente a la gran, pantalla brillante de plasma. Los comprobantes de energía hicieron tales cosas un lujo inalcanzable para la mayoría.

Anna, quien había crecido sin televisión o computadoras, nunca se había entusiasmado con los rostros y voces sin cuerpo que hablaban con tanta confianza, vendiendo su propaganda, diciéndole qué pensar sobre cosas.

Hoy, sin embargo, quería ser valiente en vez de seguir caminando, se halló girando el coche hacia la derecha, torpemente, uniéndose a la multitud, moviéndose con cuidado por su camino de manera que ella, también, podía mirar la imagen del show silencioso.

Era un programa de noticias. Anna miró como la cámara focalizó a una mujer hablando, luego revelando un hombre siendo arrestado en frente de su casa. Un número telefónico destellaba en la pantalla con las palabras 'Vigía Energética - denuncie los desperdicios, confidencialmente seguro'. Mientras el hombre era arrastrado lejos por la policía, Anna sintió su interior apretarse ansiosamente.

Una mujer mayor cerca de Anna sacudió su cabeza. - Es como la sangrienta Guerra Fría de nuevo. Personas entrometiéndose con otras personas. No me gusta. Solo no me gusta.

- Tal vez no te guste, -otra mujer de aspecto más joven con un artificial cabello color castaño rojizo respondió firmemente, - pero si algunas personas abusan del sistema, es necesario que existan repercusiones. Estoy durmiendo con tres mantas y dos edredones estos días y ¿luego te enteras que las personas están recurriendo a la red central? Yo te digo, los denunciaré en un instante si oigo hablar de eso. No lo pensaría dos veces.

Anna escuchó, mordiendo sus labios mientras observaba la pantalla. Halló difícil de juzgar al mundo como otros, que parecían capaces. Antes de haber conocido a Peter, había tenido una idea muy clara de lo que era correcto y lo incorrecto, bien y malo pero luego su mundo había sido vuelto al revés, sus opiniones cambiaron, sus ojos se abrieron. Todos estos años en el Grange Hall le habían dicho que el delito debe ser castigado, pero ahora en el Exterior, se dio cuenta que el delito no era siempre fácil de identificar, que algunas veces las cosas incorrectas eran de hecho las correctas.

La mujer mayor se giró de nuevo a la ventana de la tienda. - ¿Qué se supone este hombre ha hecho, de todos modos?

- Probablemente estuvo comerciando cupones de energía, -un hombre intervino. - Están tomando medidas severas, ¿no es así?

- ¡Comerciando cupones de energía! -La mujer del cabello rojizo chasqueó la lengua. -

Como si no tuviéramos suficientes problemas.

La mujer mayor se echó a reír. - ¿Eso es todo? Vive y deja vivir, eso es lo que digo.

La mujer del cabello rojizo se volvió y la fulminó con la mirada. - ¿Eso es todo? Suena como si podrías ser beneficiada por los cupones ilegales, -dijo. - Tal vez tendré que hacer una pequeña llamada a Vigía Energética, ¿debería? Tal vez así no lo encontrarías tan gracioso.

- Yo solo estaba diciendo... -la mujer mayor comenzó a decir, pero la mujer de cabello rojizo no la estaba mirando más. En su lugar, estaba mirando directamente a Anna, quien palideció ligeramente.

- ¿Y qué es lo que tenemos aquí?- Todos se giraron y vieron a Anna, quien ahora se ruborizó profundamente por la atención. - Sólo que no es exactamente lo que necesitamos, ¿no? Aquí estamos luchando por salir adelante, personas trabajadoras tratando de mantenerse cálidos en la noche, y conseguimos traer Excedentes criminales en el mundo. -Se volvió de nuevo a la cara de Anna. - Orgullosa de ti, ¿no? Oh, sé que tienes tu estado de Legal, ¿no es así? Leí sobre eso en los periódicos como todos los demás. Apuesto, señorita, a que sabes todo acerca de la interpretación del sistema, ¿no? Es probable que pienses que eres terriblemente inteligente. Pero somos nosotros los que sufrimos. Supongo que no te preocupas por eso, ¿verdad?

- No, -dijo Anna cuidadosamente. - No creo que sea inteligente. Pero...

- Probablemente es por eso que no puedo conseguir un Excedente ama de llaves, -otra mujer interrumpió, ignorándola. - Haciéndolos a todos Legales, creo. Cuatro meses he estado esperado. Cuatro meses y ninguna palabra de nadie.

Anna negó con su cabeza. ¿Era eso lo que las personas pensaban? - No, estás equivocada, -ella dijo ansiosamente. - Ellos no los están haciendo Legales. Están en Establecimientos de Excedentes, trabajan día y noche para pagar los pecados de sus padres. A pesar de que sus padres no pecaron. Tener niños no es un pecado. No es...

Su voz se apagó - sabía que había ido demasiado lejos, sabía que lo que acababa de decir podía atraer la atención de la policía, de las Autoridades. Pero luego miró a Ben quien estaba comenzando a agitarse y sintió la familia sensación de amor, del sentido protector de tigre. ¿Cómo podía ser su existencia un pecado?

- ¿No es un pecado? -la mujer del cabello rojizo chilló, maniobrándose de manera que bloqueaba el camino de Anna. - ¿Cómo te atreves? Vienes aquí alardeando esa desagradable criatura en público; comes nuestra comida, usas nuestra energía y me dices que lo piensas está perfectamente ok?

Anna miró a la mujer en shock, luego sintió su mandíbula apretarse furiosamente. - Él no es desagradable. Es un bebé. Los Excedentes no piden nacer. Y de todas maneras, ahora soy Legal. También lo es Ben. Nuestros padres murieron.

Se aferró al cochecito, su ira hizo sentirse fuerte, más fuerte de lo que ella se había sentido en meses.

- Oh, así que está todo bien entonces, -dijo la mujer, su voz temblando de emoción. - Los Excedentes no piden nacer, así que no es su culpa. Al igual que aquellos inmigrantes quienes entran de contrabando, supongo.

Anna sacudió su cabeza; la cara de la mujer se había vuelto rosada coincidiendo con su horrible cabello.

- Ellos piensan que es un juego, que todo lo que tienen que hacer es llegar a este país y luego pueden comer nuestra comida, vivir en nuestras casas, usar nuestra energía. ¿Y eso dónde nos deja? ¿Dónde deja nuestro arancel de energía?

- No sé sobre eso, -dijo Anna uniformemente.- Deberías preguntarles a las Autoridades.

- Como si harían algo, -la mujer resopló. - Más policía fronteriza, eso es lo que han dicho. Pero no está funcionando, ¿no? Ellos siguen viniendo, cada día. No es nuestra culpa si hay inundaciones. No es nuestra culpa que los ríos se están secando. Lo siento, pero este es nuestro país y van a tener que mantener esas personas fuera.

- Absolutamente, -otra voz de repente dijo, una calmante, sensible voz. - Espero que llegues a alguna parte. No deberías parar de luchar.

La mujer del cabello rojizo frunció el ceño. - No, no lo haré, -dijo energéticamente. - Tengo mis derechos. Todos nosotros tenemos derechos y necesitamos defenderlos, no dejar que estas personas se salgan con la suya. Recibí un folleto el otro día, empujado a través de mi puerta, diciendo que estamos robando energía de países de África...

Anna sintió una mano en su hombro. - ¿Tal vez ahora debería ser un buen momento para irse? -dijo la voz calmada, y Anna miro hacia arriba para ver una cara amable enmarcada por cabello gris recogido en un moño.

- Si, -dijo ella, tirando hacia atrás el cochecito torpemente. - Sí, creo que tienes razón.

Lo empujó hacia la multitud, haciendo lo mejor para evitar enviar las ruedas por encima de los pies de cualquiera; la mujer de cabello canoso la siguió.

- Que pequeño niño tan encantador, -dijo, después de unos momentos. - ¿Cuántos años tiene?

Anna se asustó. Nadie nunca le habían preguntado cuántos años tenía Ben; era como si la edad había dejado de significar algo, aun mas cuando podía ser contado en meses.

- Tiene cerca de un año, -dijo cautelosamente.

- Que bella edad. Y está muy bien educado.

- Si, supongo que lo es. -El único conocimiento de Anna sobre bebés había sido obtenida en el piso de los Pequeños del Grange Hall donde los menores de cinco eran dejados para gritar antes de que uno del staff no podía tolerar más el sonido y reaciamente iba para alimentarlos o cambiarlos. Era en parte de la memoria de aquellas escenas de terror que la incitó a conceder tanta atención a Ben, para correr a su lado al primer indicio de llanto.

- Es Anna, ¿no? -la mujer dijo de repente. - Eres Anna Covey, ¿verdad? Me pregunto, ¿te gustaría una taza de té? Solo vivo cerca de la esquina. Soy más bien una admiradora tuya, debo confesar. Mi nombre es María. María Whittaker.

Ella tendió su mano y Anna la tomó indecisamente.

- No, no lo creo, -dijo, mordiéndose el labio. - Probablemente debería regresar a mis compras.

- Por supuesto, -María dijo amablemente. - ¿Entonces tal vez pueda caminar contigo?

Ann asintió con gratitud. No solía buscar compañía, aparte de la de Peter y Ben; otras personas la hacían sentir ansiosa, en guardia. Pero esta mujer parecía muy simpática, y después de rodar con la horrible mujer de cabello rojizo, ella recibió la compañía. Juntas hicieron su camino de regreso hacia la calle principal, en silencio al principio, antes de que Anna no pudiera aguantarse de preguntar la pregunta que tenía en la punta de su lengua.

- ¿Tu...tú dices que eras una admiradora? -Miró alrededor dudosamente mientras hablaba, buscando por cámaras, por policías, por cualquiera que podría estar siguiéndola. Pero la calle estaba despejada.

La mujer se echó a reír. - Siempre admire lo joven,- dijo suavemente. - Y cuando escuché tu historia, bueno, me conmovió. Sonabas muy valiente. Tú y tu amigo, Peter. Y para cuidar a tu hermano de esa manera... creo que se necesita una gran dosis de coraje, y, si, admiro eso. Lo admiro mucho.

Anna sonrió torpemente. Aparte de Peter, no escucha muy seguido palabras amables.

- No fue tan valiente, -dijo rápido. - Peter fue el valiente, no yo.

- Estoy segura que tú también fuiste valiente, -dijo cálidamente.

 

Anna halló una pequeña sonrisa deslizarse sobre su rostro. - Sabes, ella dijo, mientras giraban en la esquina, - podría ser capaz de recibir una taza de té. Si eso estaría bien.

María regresó su sonrisa. - Estaría más que bien. Sería un privilegio.

María vivía en un moderno edificio de apartamentos solo a unos minutos de caminata desde la calle principal. Su apartamento estaba en el cuarto piso, así que dejaron el cochecito abajo y Anna llevó a Ben por la tortuosa escalera.

- Lo siento mucho por esto. Me temo que el elevador fue desarmado como parte de un ejercicio de ahorro de energía,- dijo con una sonrisa apenada. - Es una pesadilla con las compras también.

- Oh, no hay problema, -Anna le aseguró, tirando Ben hacia ella y sosteniéndose de la barandilla mientras subía.

- ¿Tomas con azúcar? -María preguntó cuando había abierto la puerta de su apartamento, revelando una pequeña sala de estar con un área de cocina solo fuera de él y un estrecho pasillo el cual Anna supuso que conducía a la habitación.

- Sí. Si por favor, -dijo Anna. - Solo una.

Ella siguió a María dentro de la sala de estar y se quedó al lado del sofá mientras María se dirigió hacia la pequeña cocina en el rincón y puso la tetera. En la repisa de la chimenea había fotos de niños, y Anna las observo con curiosidad, mirando rápido a otro lado cuando María le entregó una vaporosa taza de té y le señaló sentarse en el sofá.

- Me temo que no es muy grande, -dijo, sentándose en el otro extremo. - Mi apartamento, quiero decir. Pero esa es la forma de las cosas hoy en día. Solía tener una casa, sabes, hace años y las tarifas y facturas de energía siguieron aumentando y con el tiempo las Autoridades me animaron a mudarme a algún lugar más pequeño. -Sonrió irónicamente.

Anna le devolvió la sonrisa. Sabía todo sobre cómo las Autoridades podían 'animar'. - Es muy agradable, a pesar de todo, -dijo educadamente.

- Gracias. Supongo que es cómodo, -María dijo pensativamente. - Y cómodo es, después de todo, uno de los objetivos principales de las Autoridades. Comodidad, Salud, Riqueza y Conocimiento. Metas dignas, estoy segura.

Anna sonrió torpemente sintiéndose ignorante y odiándolo. Peter siguió cada decreto y conferencia de prensa de las Autoridades codiciosamente, utilizando valiosos cupones de energía en la computadora, encendiéndola todos los días para comprobar si había noticias y análisis; a ella no parecía importarle mucho al respecto. Siempre y cuando,

Peter y Ben estaban a salvo y abrigados, eso era lo que realmente importaba. Pero ahora, ahora deseaba haber prestado más atención así ella tendría algo para decir.

- Por supuesto, no puedes ser una gran fanática de las Autoridades, -continuo María. - No puedo imaginar que tengan muchos fanáticos entre los titulares de los Establecimientos de Excedentes.

Anna sacudió su cabeza. La verdad era que en el Grange Hall las Autoridades siempre habían sido un vago y distante poder; la única autoridad que había pensado acerca era la Casa de la Señora.

- Es mejor ahora que estamos fuera,- dijo rápido, esperando que María no se diera cuenta de su evasión a la pregunta. - No fue muy...tranquilo en Grange Hall.

María volvió a sonreír con pesar. - No, no imagino que lo fue. Sabes, cuando los Establecimientos de Excedentes fueron constituidos, nos dijeron que serían como las escuelas. La separación de los padres fue visto como necesario para alejar a las personas de tenerlos. Para que te quede claro de que eran diferentes. Pero nunca fueron destinados a ser lugares brutales. Y el empleo - empleo fue siempre el final de la meta, pero no la esclavitud. Eso llegó después.

- ¿Después? -Preguntó Anna, ahora curiosa. Nadie nunca habló abiertamente de Excedentes, de niños, por miedo a ser etiquetado como un revolucionario, una amenaza para las Autoridades.

- Cuando a nadie le importaba nada más. Las personas solían hacerlo, sabes. Solían importarles las libertades civiles, sobre el bienestar de los Excedentes, sobre el tratamiento de los inmigrantes ilegales, incluso de los criminales. Actualmente, todas las personas se preocupan por cómo lucen, cómo se sienten, cuántas horas pueden tener la calefacción central, cuantos pasatiempos pueden empezar y desechar. No les gustan los niños. Le tienen miedo. Tú has visto cómo miraban a ese pequeño hombrecito.

Anna miró al rostro regordete de Ben y tiro de él más hacia ella.

- Las fotografías, -dijo, ruborizándose ligeramente ante la perspectiva de hacer una pregunta directa. - Sobre la repisa de la chimenea. ¿No te preocupa lo que las personas podrían pensar?

María siguió su mirada, sus ojos lleno de lastima y tristeza.

- Por supuesto. Me preocupo todo el tiempo, pero esa no es una razón para esconderlas lejos. No podemos tener miedo a no hacer nada, Anna, ¿podemos?

Anna sacudió su cabeza. - No, -dijo. - Pero las Autoridades...

- Las Autoridades tienen mucho poder, -dijo María inmediatamente. - Poder que lo usan mal. Poder que necesita ser desafiado.

María se movió de manera que estaba sentada cerca de Anna y le tomó su mano antes de mirarla esperanzadamente. - Anna, espero que no te importe. Estos niños... estas fotografías... son la razón por la que te invite aquí. Esta... -caminó al otro lado y recogió una del marco, apretándola sobre su pecho antes de pasársela a Anna. - Esta es mi niña. Era joven, tonta, pensé que me las arreglaría para mantenerla en secreto. Pero los Cazadores... bueno, la encontraron. Se la llevaron lejos. Fueron los primeros días cuando la gente todavía se trataba con indulgencia si se disculpaban; me multaron, pero aparte de eso me dejaron con una precaución debido a que mostré 'Debido Remordimiento'. Pensé que había aprendido mi lección. Pero veras, no funciona de esa manera, ¿verdad?

Anna tomó rápidamente el marco, lágrimas aparecieron en sus ojos mientras estudiaba la fotografía de un diminuto bebé, envuelto en una manta.

- ¿Es un Excedente ahora? -preguntó rápido.

María asintió. - El asunto es, -dijo, con su voz contagiando un poco. - Al principio, cuando fue capturada, estaba bien. Tenía una carrera, una vida que vivir. Estaba agradecida de que había evitado la condena de prisión. Convenciéndome que había sido una afeitada al ras, un golpe de suerte. Pero mientras los años iban pasando, me encontré pensando sobre ella. Me encontré perdiéndola, desesperadamente, lo cual es tonto, porque yo apenas la conocía - solo unas pocas semanas, eso es todo. Me encontré buscando cosas de niños, hurgando en el mercado de pulgas por elementos de época como los juguetes o pequeñas mantas. Había tejido pequeños abrigos para ella, cantado canciones de cuna en mi cabeza. Incluso a pesar de que para ese momento ella había tenido quince. Probablemente se vería más vieja que yo ahora. Tal vez ella ni siquiera este viva...

Anna vio una lágrima en el ojo de María mientras su voz se apagaba. Miró de vuelta la fotografía y pensó en todos los Excedentes del Grange Hall, todos los Excedentes alrededor del país.

- No como tú, -continuó María pareciendo sacudirse. - Supongo que eres libre de tomar la Longevidad ahora, ¿no?

Anna negó con su cabeza, determinado por la revelación de María. - Yo no... quiero decir, nosotros no... Vamos a Excluir Voluntariamente,- dijo enérgicamente. - No queremos vivir por siempre.

María asintió, sus ojos llenos con admiración. - Por supuesto, sabes, sabía que tú fuiste valiente. Lo podía ver la primera vez que vi tu fotografía en el periódico. No como yo, Anna. No fui valiente; fui débil. Decepcioné a mi hija.

Anna tomó un sorbo de té. - No fue tu culpa, -dijo ella. Era una línea que repetía con frecuencia, la línea que siempre usaba cuando las mujeres culpables o desesperadas la abordaban en la calle. - No es tu culpa. Estoy segura que tu hija fue/es feliz. Estoy segura que hubieses sido una gran madre, también.

- Eres amable, Anna, pero me temo que es mi culpa - tanto en el acto en sí mismo y de mi incapacidad para superarlo. Nos encontramos con nuestros propios caminos a través de los momentos de dificultad y yo encontré el mío.

Ella volvió a mirar a la repisa de la chimenea y Anna siguió su mirada fija, tomando cada una de las fotografías delante de ella.

- Quién... -dijo ella. - ¿Quiénes son los otros?

- Niños como la mía, -María dijo simplemente. - Bebes, niños que comienzan a andar, niños jóvenes arrancados de sus madres. Es muy tarde para rastrear a mi hija. Pero trate de ayudar a otros a encontrar sus niños perdidos. Hablando con cualquiera que podría saber algo. Pensé... pensé que tu podrías reconocer a uno o dos de ellos. Cualquier cosa que podrías ser capaz de hacer para ayudar...

- ¿Todos son Excedentes? -Anna jadeó. - ¿De dónde vienen? Las fotografías, quiero decir.

- De sus madres, de sus padres, de personas que los aman, -María dijo suavemente. Apretando a Ben entre dos cojines, Anna se puso de pie, estabilizándose en el lado de la silla mientras la sangre se le subía a la cabeza. Caminó cuidadosamente hacia la repisa de la chimenea, comenzando en el extremo derecho y volviendo su camino a la izquierda. Para su conmoción y sorpresa, reconoció a algunos de ellos.

- Excedente Sarah, -dijo ella, tirando de un marco de peltre sosteniendo una fotografía en blanco y negro de una pequeña niña. - Ella se fue hace tres años. Debe ser un ama de llaves ahora. Y este... -ella tiró de otro marco, éste era un marco grande, negro con un joven sonriente de ella. - Es el Excedente Patrick. Él... -Anna sintió a sus ojos llenarse con furia e indignación mientras recordaba al Excedente Patrick y sus constantes preguntas, su insistencia de que él no era un Excedente, que sus padres vendrían a buscarlo cualquier día. - Patrick fue enviado a un Centro de Detención, -ella consiguió decir. - Él no se adaptó muy bien. Se negaba aceptar que era un Excedente.

María se puso de pie y tomó el marco de Anna. - ¿Y tu si?

- Yo era un Excedente, -Anna dijo categóricamente. - No había nada para aceptar.

Volvió a la repisa de la chimenea. Rostro tras rostro, mirando a su suerte. Y luego sintió su pecho oprimirse. Justo en el lejano extremo, era un marco de madera, con una fotografía de una niña que comenzaba a andar. Una pequeña niña con un tenue, cabello rojo e intensos ojos azules.

- ¿Hay otra fotografía de esta chica? -preguntó, su corazón estallando en su pecho. -

¿Una de ella un poquito mayor?

María sacudió su cabeza. - Sus padres la tomar unos años antes de que la llevaran lejos. Ellos no tomaron otra - tomar fotografías es un negocio peligros, me temo. Las consideran como evidencia. ¿Por qué? ¿Piensas que conoces a Sheila?

- ¿Sheila? -Anna jadeó, agarrándose de la repisa de la chimenea mientras una sensación de náuseas brotó en su interior. - Sheila era mi amiga. La deje atrás en Grange Hall. La deje atrás...

María la cogió mientras caía; se encontró unos momentos después en el sofá, acostada con María inclinada sobre ella, con preocupación en sus ojos.

- Yo... no sé qué sucedió, -dijo con inquietud. - Lo siento. Yo...

- Te desmayaste, -María dijo amablemente. - ¿Te encuentras bien, Anna?

Anna asintió. - Estoy bien, -ella dijo incondicionalmente. Había aprendido en el Grange

Hall nunca mostrar debilidad.

- Estoy segura que lo estás. Pero debes ser cuidadosa, Anna. Sin la Longevidad tu salud es más débil que la del resto de nosotros. Y ese pequeño niño depende de ti.

Anna miró a Ben preocupada, luego se levantó. - Has sido muy amable. Pero debería irme ahora.

- ¿Podemos vernos de nuevo? -Preguntó María.

Anna mordió su labio, imaginando lo que Peter podría decir. - No estoy segura, -ella dijo rápido. Luego, sus ojos bajaron de nuevo a la fotografía de Sheila. - Quiero decir, tal vez, - se corrigió. - Si puedo ayudar.

 

 

 

Capítulo 9

 

 

 

Peter estuvo a punto de no llegar a tiempo a la reunión con Pip. El Dr. Edwards lo tenía estudiando algo llamado Sintético PirB toda la mañana y presentando los resultados de un importante estudio en la tarde y había sido las 5:15 p.m. antes de haber sido capaz de marcharse y más veinte minutos antes de que se sintió absolutamente seguro que no estaba siendo seguido - una paranoia regular que se estaba poniendo peor últimamente. Como siempre cuando se reunía con Pip, la dirección no era sencilla de hallar. El número 87 no estaba de hecho en la calle Grays Inn Road, sino a la vuelta de la esquina, un viejo edificio situado por detrás de un edificio de oficinas. Desde el exterior parecía abandonado; desde adentro un portero estaba sentado detrás de un escritorio luciendo medio dormido, pero todavía exigió a Peter que firmara antes de entrar. Se dio cuenta de que no le pidieron su tarjeta de identificación, Peter garabateó la contraseña actual del Subterráneo; el guardia asintió y Peter se dirigió a las escaleras.

No era necesario que se apresurara, en este caso; Pip estaba diez minutos retrasado. La habitación era pequeña, gris, con una mesa de reunión en el medio y una improvisada disposición de sillas metálicas baratas alrededor de la mesa. Peter sacó una y se sentó en ella, luego miro alrededor. Había muy poco para mantener su atención; las paredes estaban cubiertas en empapelados descamados, sin color y una pizarra colgaba apáticamente de una pared. No había persianas en las ventanas, pero ninguna era necesaria debido a la grasa y suciedad acumulada las cuales prevenían a cualquiera ver adentro - o afuera.

- Este lugar será convertido en apartamentos el próximo mes, -Peter escucho la voz familiar de Pip hablar, y se dio la vuelta rápidamente. Pip nunca anunciaba su presencia; siempre parecía aparecer de la nada, merodeando en las habitaciones inadvertido, con sus ojos azules brillando para sorpresa de las personas.

 

- Los apartamentos son más eficientes energéticamente, -Peter respondió.

La respuesta pareció satisfacer a Pip, - Así que, ¿Cómo esta Pincent Pharma?

Peter se encogió de hombros. - Bien. Estoy atento en conseguir su caída. ¿No has encontrado una nueva sede todavía?

Pip no pareció notar la pregunta. - Y tu abuelo. ¿Has visto mucho de él?

Peter se erizó mientras pensaba en su conversación del día anterior. - Un poco. Continua diciéndome qué maravillosa es la Longevidad. Tratando de convencerme de no Excluir Voluntariamente.

- ¿Le dijiste que ibas a Excluir por Voluntad? -La voz de Pip estaba incrédula. - ¿Tu solo le dijiste?

Peter vaciló un poco. - Dijiste ser lo más honesto posible. Y yo solo dije que no lo he decidido todavía.

- Dije no decir tantas mentiras porque te confundirías. También te dije que le digas que estabas planeando firmar... Oh Peter. -Él sacudió su cabeza, y Peter encontró su pecho tensado incómodamente.

- Solo salió,- dijo. - Pero está bien, honestamente. ¿No confías en mí?

- Claro que confío en ti, -dijo Pip, pero sus ojos todavía estaban preocupados. Ellos hicieron sentir culpa a Peter; la culpa lo puso irritable.

- No, no lo haces. Piensas que solo soy un niño. Piensas que no sé nada. Pero lo hago. Se lo que estoy haciendo.

Pip asintió, luego miró a la mugrienta ventana. - Yo sé que si, Peter. Pero no sabes que tan persuasivo puede ser tu abuelo. Yo sí.

- Él no es persuasivo, -dijo Peter, sus defensas en aumento. - Creo que habla basura total. Piensa que los jóvenes son una pérdida de espacio.

- Y un regalo para él. -Pip se permitió una pequeña sonrisa. - Sabes, Peter, hace unos cientos de años, muchos países en el mundo consideraban la esclavitud como una forma perfectamente solida de gestión de empresas y hogares. Un poco como la postura de los Excedentes ahora. Muchas de las personas no tenían voto y las mujeres eran consideradas como propiedad de sus esposos.

Peter bajo la mirada. - ¿Tengo 'por favor dame una lección de historia' escrito en mi frente?- murmuró. - Porque tú eres la segunda persona en darme una en muchos días.

Pip levantó una ceja. - Muchas personas perdieron sus vidas luchando por estos derechos - a votar, a ser libres, a trabajar, ser capaces de subirse al mismo autobús que alguien considerado su superior. Y fueron las siguientes generaciones quienes introdujeron estos cambios, quienes llegaron a ver a la mujer como iguales a los hombres, quienes llegaron a entender que el color de la piel no tiene relevancia. Los jóvenes son el futuro. Sin ellos, el mundo se detiene.

- Yo sé eso,- dijo Peter, un poco demasiado rápido.

- Bien,- dijo Pip seriamente. - Porque personas como tu abuelo no lo ven de esta manera. Ellos piensan que la juventud se puede prescindir, que el mundo no sufrirá.

- Lo sé,- Peter bajo la mirada, tratando de alejar la imagen de Anna muriendo, en necesidad de los fármacos de Longevidad, de su cabeza.- Sé que la Longevidad está mal. No como el Dr. Edwards. Piensa que es hermosa.

- ¿Dr. Edwards?

Peter asintió. - Es el que me está enseñando. Trabajo en su laboratorio.

- ¿Tú estás en el laboratorio del Dr. Edwards? -Pip, por una vez, parecía un poco sacudido.

- ¿Lo conoces? Es el Jefe del Re Entrenamiento.

 

- Re Entrenamiento.- Pip frunció el ceño, luego asintió. - Sabes, el Dr. Edwards solía ser uno de los más poderosos científicos en Pincent Pharma. Sé muy cuidadoso, Peter. El Dr. Edwards es peligroso.

- ¿Peligroso? ¿El Dr. Edwards? No podría asustar a un cuervo, -dijo Peter incrédulamente.

- El peligro se manifiesta de muchas maneras, Peter. El brillo de la mente puede ser tan peligroso como un arma cargada.

- Bueno, estás equivocado, dijo Peter. - El Dr. Edwards no es peligroso. Él está bien, de hecho. Es solo un chiflado de la ciencia. Y dijo que le gustaban las personas jóvenes porque le gusta ser contrariado.

Pip no dijo nada por unos segundos, y Peter se encontró ruborizándose un poco - nunca le había dicho a Pip que estaba equivocado sobre nada antes. Levantó la mirada provisionalmente, para ver la reacción de Pip.

- Un chiflado de la ciencia, -dijo Pip, su tono más insistente que antes. - Si, supongo que tienes razón. Pero veras, Peter, el problema con los chiflados de la ciencia, así como los llamas, es que ponen el descubrimiento por encima de cualquier cosa. Fue un chiflado de la ciencia quien descubrió la bomba atómica. No intentó causar un asesinato masivo, pero no obstante lo hizo. Tienes que creerme cuando digo que no puedes confiar en el Dr. Edwards. No puedes confiar en nadie.

- Excepto tú, ¿Quieres decir? -preguntó Peter, levantando sus cejas. Luego se encogió de hombros, disparo a Pip una sonrisa triste. - Mira, soy cuidadoso. Y honestamente, puedo manejar al Dr. Edwards. Él está bien.

- ¿Está bien? -la voz de Pip todavía insistente. - Peter, el Dr. Edwards no está de nuestro lado. Los que no están para nosotros están contra nosotros, son peligrosos para nosotros.

Peter se sintió ponerse impaciente. - Siempre dices eso. Pero no es verdad, -dijo, con irritación avanzando por su voz. - Solo porque alguien que no está en el Subterráneo, no lo hace malvado. Las cosas no son siempre negras y blancas, sabes. -Su rubor se profundizó mientras se dio cuenta que estaba repitiendo las palabras de su abuelo, y cruzo sus brazos defensivamente.

Pip no dijo nada. Luego asintió, sus ojos llenos de inquietud y puso su mano en el hombro de Peter. - Si soy sobreprotector, Peter, es porque eres muy importante para nosotros. Tú y Anna representan el nuevo comienzo, nuestra esperanza para el futuro. -Miró atentamente a Peter; Peter encontró que no podía ver nada excepto los pesados ojos de Pip en los suyos. - Representas mucho para el Subterráneo, Peter, dijo suavemente. - Y mucho para mí, personalmente. Te he visto crecer desde niño, pronto serás un hombre. Solo deseo guiarte, señalar los peligros. Eso es todo.

Los ojos de Peter se movieron hacia abajo. - Lo sé. Mira, seré cuidadoso, -dijo rápidamente.

- Yo sé que lo serás. Haré contacto pronto, -dijo Pip, caminando hacia la puerta, y luego se había ido.