Capítulo 6: Emisario del Vacío

6

—Siempre pensé que miraría a la muerte directamente a los ojos —dijo Leaft, rascándose detrás de la oreja con su pie derecho.

—Bueno —dijo Uldir, con aire ausente—, al menos podrás ver donde no está la muerte.

Leaft resopló.

—Juegos de palabras humanos —dijo—. No sólo no veremos nada, sino que además no sentiremos nada. No es forma de marcharse para un guerrero. Mi madre siempre me dijo que acabaría mal, mezclándome con humanos.

—Bueno, nadie te ha arrastrado por la fuerza. De todos modos, ya estabas destinado a terminar mal, al margen de la compañía que frecuentases. —Uldir se encogió de hombros—. Si te sirve de consuelo, nadie sabe exactamente qué se siente cuando se cruza la singularidad de un agujero negro. Puede que sea muy doloroso cuando cada átomo de tu cuerpo se derrumba en neutrones. Y puesto que el tiempo prácticamente se detiene, podría durar un tiempo muy largo.

—Estás tratando de animarme.

—No, lo que estoy haciendo es tratar de pensar en una manera para evitar que eso suceda, Leaft. Hay más de doscientas personas en esta nave. Tal vez deberías dejar de preocuparte acerca de si esta es una muerte digna para ti, y empezar a…

Se volvió al oír un ruido detrás de él, levantando su bláster. Después de todo, estaban en una nave enemiga. Pensaba que se habían ocupado de la totalidad de la tripulación, pero con los yuuzhan vong nunca se sabía. La nave, al igual que todas sus herramientas, era un organismo vivo. Probablemente tenía por todas partes extraños bolsillos y cámaras que no habían advertido.

Pero la mujer que se abría paso a través de la biocompuerta rasgada del puente del transporte de esclavos no era yuuzhan vong; era una corelliana de escasa estatura y cabello platino, una mirada cortante como el diamante, y un rifle bláster.

—Hola, Vega —dijo Uldir—. Buen trabajo allí abajo.

—Buen trabajo tú también. Explícame de nuevo por qué estamos cayendo en un agujero negro.

—El piloto nos dirigió hacia él, y luego atacó a Leaft. Leaft tuvo que matarlo. —Señaló hacia uno de los tres cuerpos mutilados en el suelo. Las cicatrices y mutilaciones eran antiguas; los yuuzhan vong se cortaban a sí mismos como signo de rango. Lo que había matado al piloto eran los tres disparos bláster que el dug le había propinado.

—Entonces… desdirígenos —recomendó Vega—. Cambia de rumbo.

Alguien más estaba entrando detrás de Vega a través del portal destrozado: una mujer joven con el pelo oscuro y largo flequillo. Medio apoyado en su hombro estaba un varón humano alto, con una mata de pelo rojo y ojos de esmeralda. Uldir conocía a la mujer; era una Jedi, Klin-Fa Gi, y era la responsable directa de la misión que los había llevado a su situación actual. No conocía al hombre, pero por lo amistosos que se mostraban él y Klin-Fa, supuso que era el Jedi que habían venido a rescatar.

—El piloto también destruyó la capucha cognitiva —explicó, tratando de ignorar la repentina sensación de hundimiento en su estómago.

Vega frunció el ceño.

—¿No hay controles manuales?

—No que yo sepa. Pero si ves alguno, asegúrate de hacérmelo saber. —Se volvió hacia la Jedi—. Klin-Fa, tú has tenido algo más de experiencia con naves vong. ¿Qué piensas?

—Los yuuzhan vong no son muy dados a los sistemas de respaldo —dijo.

—Probablemente piensen que es una forma cobarde de pensar, o alguna idiotez semejante —resopló Vega—. ¿Y si nos dejamos remolcar? Vook todavía está ahí fuera con el Suerte Innecesaria. Debería tener potencia suficiente para desviarnos de este rumbo suicida.

—Sí, aunque con el pozo de gravedad que tiene esa cosa, esa ventana se está cerrando rápidamente. Desafortunadamente, eso no es una opción ahora: Está siendo atacado.

—Pensaba que se había ocupado de todos los coralitas —dijo Vega.

Uldir se encogió de hombros.

—Apareció algo más. No estoy seguro de qué, él realmente no tenía tiempo para hablar. Pero a menos que les venza en los próximos diez minutos, estamos solos en esto.

***

Tsaa Qalu gruñó con satisfacción mientras realizaba un rizo con su nave y hacía que sus armas vomitasen plasma. Proyectiles rojos salieron despedidos hacia la nave infiel, el Suerte Innecesaria.

—Este piloto es bastante bueno —dijo—. Conoce nuestra forma de actuar.

—Es un infiel, señor —le recordó su subordinado.

—¿Niegas sus habilidades de pilotaje, Laph Rapuung? —gruñó Tsaa Qalu, mientras el glauco fuego láser cruzaba la penumbra. Eso no era preocupante, los vacíos defensivos del Rebanador de Gaznates deberían detenerlos a todos, pero algo no le olía bien. Un cazador vivía por instinto. Viró bruscamente ascendiendo hacia babor. La capucha cognitiva a través de la cual pilotaba el Rebanador de Gaznates le hacía sentir como si la nave fuera su propio cuerpo, así que cuando cambió violentamente de dirección sintió algo parecido a un tobillo torcido. Al mismo tiempo, sintió la oleada de las fuerzas gravitatorias cuando el dovin basal se exigió demasiado a sí mismo, incapaz de cancelar la totalidad del impulso en un cambio tan abrupto.

Pero fue un buen movimiento. Distraído por el bombardeo láser, no había advertido el misil de impacto que descendía en una larga parábola desde otro cuadrante. El infiel debía de haberlo liberado mucho antes en la batalla, programándole esta maniobra retardada. A pesar de su cambio de rumbo repentino, la detonación casi fue demasiado cerca. El golpe aturdió brevemente al Rebanador, enviándolo haciendo trompos hacia un lado. Lanzas de luz del enemigo le siguieron, arrancando metros cúbicos de coral yorik del casco antes de que pudiera recuperar el control.

—¿Y bien, Rapuung? —se burló—. Sólo los instintos otorgados por los dioses nos han salvado de eso. ¿Aún cuestionas su habilidad?

—Es su máquina, señor, no él.

—Bah. Sus máquinas son vulgares y sin vida. ¿Realmente sugieres que una máquina ha estado a punto de matarnos? ¿Prefieres esa explicación a la simple aceptación de que algunos pilotos infieles tienen una habilidad superior?

—Eso es una herejía, señor.

—No lo es —rugió Tsaa Qalu—. Es la verdad. La verdad es esencial para un cazador, Rapuung. Si subestimas a la presa porque te mientes a ti mismo, tú mismo te convertirás en presa. Los infieles son corruptos, sí, y la mayoría son débiles. Pero algunos son dignos, como han demostrado repetidas veces. Es totalmente absurdo decir lo contrario.

—Pero los sacerdotes…

—Los sacerdotes. —Tsaa Qalu escupió la palabra como si fuera veneno.

Volvía a tener al Suerte Innecesaria bajo sus garras. Apretó los dientes y disparó. Esta vez un destello rojo de metal evaporándose le dijo que había atravesado los escudos enemigos.

—Puede que sea un buen piloto —concedió Laph Rapuung—. Pero no puede igualarse a usted.

—Por supuesto que no. Soy un cazador, elegido por los dioses para el manto de los nuun.

—Y ahora va a acabar con él.

—Pronto.

El villip ante él eligió ese momento para transformarse en el rostro de Viith Yalu, el maestro modelador de Wayland, el planeta donde había comenzado esta cacería.

—¡Tsaa Qalu! —exclamó el modelador, mientras el villip trataba de imitar los retorcidos zarcillos de su tocado y así transmitir la agitación del maestro.

—Sí, maestro modelador.

—Si no se encuentra a solas, diga a sus subordinados que se marchen. Tengo que hablar de algo con usted. —Podía notarse una profunda molestia en su voz.

—Estoy en medio de un combate.

—En ese caso, abandónelo de inmediato. Tengo que hablar con usted ahora.

—Muy bien —dijo Qalu, tratando de mantener oculto su propio rencor. Cambió el vector para alejarse del infiel, disparando algunos tiros de despedida. La nave no le siguió sino que regresó hacia el transporte de esclavos que se dirigía a su perdición—. Déjanos a solas, Laph Rapuung —dijo.

***

Uldir observaba la nada que se aproximaba con una creciente sensación de impotencia.

—¿Alguna idea, gente? —preguntó—. Hablad.

—Hay una posibilidad —dijo el pelirrojo con voz ronca. Eran las primeras palabras que pronunciaba.

—Lo siento —dijo Uldir—. ¿Tú eres…?

Aunque sabía muy bien quién debía ser, por la familiaridad en el trato entre él y Klin-Fa.

—Bey Gandan. Un Jedi, como Klin-Fa.

En efecto.

—¿Conoces alguna manera de pilotar esta nave?

—Creo que sí —dijo. Se estremeció y cerró los ojos por un momento.

—Bueno, no nos mantengas en vilo —dijo Vega.

—Está herido —espetó Klin-Fa—. ¿Es que no te das cuenta? Dadle un minuto.

No, pensó Uldir, no me gusta este tipo. Miró a Bey a los ojos.

—Sin ánimo de ofender, pero creía que estabas en coma —dijo.

—Lo estaba —explicó Klin-Fa—. Yo lo saqué del coma con la Fuerza. ¿Quieres sobrevivir, Uldir?

—Por favor —dijo Bey—. No discutáis. Puede que vuelva a desmayarme, y tengo que deciros esto mientras todavía estoy coherente.

—Que hable, jefe —dijo Vega—. A estas alturas ya no puede hacernos ningún daño.

—Adelante —dijo Uldir, vagamente avergonzado por su actitud. Pero este tipo ya le estaba dando mala espina antes de conocerlo, y ahora…

—Los coralitas también tienen capuchas cognitivas —dijo Bey—. Están vinculados, en red, con el control central de esta nave. Si todavía hay algún coralita a bordo, deberíais ser capaces de pilotar el transporte desde ahí; de forma remota, por así decirlo.

—Eso es estúpido —espetó Leaft—. ¿Cualquier piloto de coralita puede hacerse cargo de la nave en cualquier momento?

Bey negó con la cabeza.

—No, no si alguien está usando la capucha central. Pero si está fuera de servicio, entonces sí, creo que sí.

—Grr. —Leaft enseñó los dientes—. ¿Y cómo es que sabes tanto de pilotar naves vong?

—He sido su prisionero por un tiempo —dijo Bey, con suavidad—. Y de todas formas sólo son conjeturas. Pero creo que es la mejor oportunidad que tenéis.

—Vale la pena intentarlo —tuvo que admitir Uldir.

—¿Dónde están los hangares de coralitas? —preguntó Vega—. Yo lo haré.

—Deberían estar a lo largo del pasillo de acceso al casco exterior —dijo Klin-Fa—. Vuelve al pasillo axial y toma cualquier arteria principal que se aleje del centro.

—Bien —dijo Vega—. Deseadme suerte.

Se dio la vuelta para irse.

—No —gruñó Leaft—. Yo lo intentaré. Y si no funciona…

—Si no funciona, en el mejor de los casos podrás enfurecerte con el universo por unos pocos segundos —dijo Klin-Fa.

—No me tientes, Jedi, —se volvió Leaft, fulminándola con la mirada.

Klin-Fa le devolvió desapasionadamente la furiosa mirada.

—Si vas a ir, Leaft, ve ya —dijo Uldir—. Y que la Fuerza te acompañe.

Leaft puso los ojos en blanco, y sin decir nada más trotó fuera de la cámara.

—¿Estás seguro de que es prudente confiarle esto? —preguntó Klin-Fa, una vez que el dug estuvo fuera donde ya no podía oírles.

Uldir estudió a la joven Jedi. Se dio cuenta de que estaba agarrando a Bey, casi como si tuviera miedo de que pudiera abandonarla de nuevo.

—¿Crees que puedes pilotar mejor que Leaft? —preguntó.

—No, pero creo que tú sí. Y su ira…

—Los yuuzhan vong tienen ira de sobra —dijo Uldir—. No creo que eso vaya a confundir ni una pizca a la nave.

—Seis minutos, jefecillo —dijo Vega—. Entonces ya no importará quién esté pilotando la nave; estaremos demasiado dentro del pozo de gravedad para lograr salir.

Uldir asintió y volvió la mirada hacia la transparencia. Leaft tenía razón: no podían ver el agujero negro y nunca lo harían. Pero, como él había dicho, se podía ver donde no estaba; una corona luminiscente de partículas de gas y hierro lo rodeaba en un nimbo azulado. Parecía la pupila de un gigante lo suficientemente grande como para tragarse un sistema estelar.

Se dio cuenta de Vega se había acercado un poco más a él.

—¿Crees que podrá hacerlo? —susurró.

Sonaba raro, viniendo de Vega. Vega nunca se inmutaba. Nunca había imaginado que ella llegara a plantearse la muerte. Pero ella —al igual que Leaft— estaba acostumbrada a enfrentarse al peligro con un bláster. Era diferente a caer en la nada sin poder hacer nada. Por eso había dejado que Leaft fuera el encargado de hacer el intento; unos segundos más, y el dug habría hecho su propia intentona.

***

Leaft gruñía y escupía para sí mismo mientras corría por los pasillos vivientes de la nave yuuzhan vong. La ira le golpeaba en el pecho como uno de los viejos tambores Y’sd de los ancianos thorp, como una antigua canción de matanza de los gran. Como estampidos sónicos, uno tras otro.

El jefe se había vuelto loco; de eso no había la menor duda. Pese a lo repugnante que era la hembra humana, había conseguido volverlo loco… si era debido a alguna clase de feromona o esa denominada Fuerza, no podía saberlo. Y Vega también estaba actuando de forma estúpida, como si alguien le hubiera robado algo muy preciado. Si ella amaba al jefe, ¿por qué no hinchaba su piel para demostrarlo y quedarse con él? Era lo suficientemente fuerte.

Aunque tampoco es que Leaft tuviera ningún deseo de presenciar ninguna cómo una hembra o un varón humano hinchaban su piel.

Por supuesto, ellos no hacían eso, ¿verdad? No se inflaban. No había ningún anuncio decente y simple del deseo de aparearse. En lugar de eso, se dirigían unos a otros estúpidas palabras supuestamente ingeniosas, y luego realizaban acrobacias alocadas para impresionarse. Era como si la naturaleza funcionara al revés en los seres humanos, favoreciendo la procreación de los estúpidos en lugar de seleccionar los más aptos.

Y, sí, tal vez hubiera algún tipo de amenaza para la galaxia, o lo que fuera. ¿Eso justificaba ese tipo de comportamiento?

Incluso si se las arreglaba para sacarlos de esta —tal y como había hecho entonces en Wayland, cuando se le ocurrió salir y conectar la manguera de combustible a la antigua nave—, incluso si lograba hacerlo, en menos de una hora estándar estarían de nuevo metidos hasta el fondo en otro pozo de sarlacc, porque todos los humanos de la nave estaban siendo arrastrados por ese frenesí de apareamiento.

Se detuvo, echando un vistazo a su alrededor. ¿Dónde estaban los estúpidos coralitas? Pensaba que estaba en el pasillo correcto. Estaban en el exterior de la nave, pero tenía que haber alguna manera para acceder a ellos desde ahí, algún mecanismo de acoplamiento. Comenzó a golpear en las paredes. ¿Cuánto tiempo le quedaba, de todos modos?

Tal vez no fuera el jefe quien era estúpido. Tal vez fuera él.

Tal vez debería haber pedido mejores indicaciones.

—¿Dónde estáis? —aulló. Avanzó a saltos por el pasillo. Nada.

Por pura frustración, desenfundó sus blasters y comenzó a disparar. Jirones de mamparo micoluminescente llenaron el aire, junto con un olor como a carne quemada y algas. Jadeando, se dejó caer sobre sus manos. Habían recibido su merecido.

Y entonces, en silencio, se abrieron agujeros en las paredes, cada uno de aproximadamente un metro de ancho.

—No sé lo que me hago, ¿eh? —gruñó Leaft—. Ahora les enseñaré.

Los agujeros eran las bocas de unos tubos. La mayoría no llegaban muy lejos y terminaban en la opacidad; después de todo, el transporte había lanzado la mayoría de sus coralitas para luchar contra el Suerte Innecesaria. Pero después de unos segundos de paso frenético, encontró uno que se abría en una pequeña gruta. Se apresuró a entrar y se encontró con algo así como un cruce entre el interior de un caza estelar y el cadáver putrefacto de un rancor. Había un asiento, sin embargo, y saltó sobre él. La capucha cognitiva colgaba por encima de él, y la agarró y se la colocó sobre las orejas y la cabeza.

Y entonces comenzó a hablarle. En yuuzhan vong.

Sintió que sus orejas se aplastaban. Quería quitarse esa cosa de un tirón, sacarse esas voces de la cabeza, pero tenía que hacerlo, demostrar…

Demostrar nada. Era Leaft, un dug, un guerrero. No tenía nada que demostrar. Sólo tenía que hacer esto, salvar al jefe, salvar a Vega.

Recordó haber oído que era mucho más fácil pilotar una de estas cosas si conocías la lengua, pero ya se había hecho antes sin ese conocimiento, y por un humano. Para él no debería suponer ningún problema en absoluto. Cerró los ojos.

—¡Vuela! —dijo—. ¡Marcha atrás!

No pasó nada, excepto una sensación extraña en sus piernas y que la voz iba sonando cada vez más fuerte en su cabeza.

—¡Vuela, cosa estúpida!

Nada.

Frustrado, dio una patada al suelo.

La aceleración le empotró en el asiento, y de repente vio las estrellas y el transporte, que se alejaba.

Era un comienzo. Un mal comienzo.

—¡No! —gritó a la capucha—. ¡El coralita no, el transporte!

Luchó contra el pánico. El círculo de la nada estaba muy cerca.

Pero entonces lo comprendió. El coralita no estaba obedeciendo sus pensamientos; no podía entenderlos. Pero entendía su cuerpo, sus impulsos nerviosos voluntarios.

Cerró los ojos de nuevo, flexionó sus dedos prensiles, y el coralita dio una vuelta. Gruñó alegremente. Podía controlar el coralita. Pero ¿cómo tomar el control del transporte?

—Bueno —reflexionó en voz alta—. Si el coralita es como mi cuerpo, ¿qué es el transporte para mí?

¿Otro cuerpo? Exactamente. Y esa voz. La que trataba de hablarle… Debía ser el dispositivo de coordinación o como quiera que se llamase.

Se centró en la voz, y empezó a hablar con ella, tratando de alcanzarla, extendiéndose hacia ella…

Tocó algo, pero se escabulló. Reprimiendo otro aullido de frustración, volvió a concentrarse.

Y lo consiguió. De repente, su cuerpo parecía más grande, y podía sentirse empujando, empujando hacia el agujero negro, porque el último piloto había dejado el motor en marcha.

Así que Leaft necesitaba empujar hacia el otro lado.

Así lo hizo, y la agonía lo desgarró. El impulso era demasiado grande como para detenerlo sin más, incluso con el motor gravitatorio yuuzhan vong. La tensión desgarraría el transporte; a él mismo.

Por supuesto, era un piloto; debería saber que no podía revertir sin más la marcha para salir de un agujero negro. Así que tenía que virar, avanzando todavía hacia el agujero, pero en ángulo, para mantenerse por encima del horizonte de sucesos, alejado de donde el espacio se curvaba en un círculo perfecto.

Estaba jadeando. A esa distancia, incluso un pequeño cambio de rumbo era difícil. Sin embargo, estaba ocurriendo, estaba ocurriendo, ¿pero lo suficientemente rápido? No estaba seguro.

Lo enfermizo era que estaba empezando a disfrutar de pilotar esa cosa. Los controles no podían mover de esta forma una nave, no podían hacer que respondieran del modo que lo harían tus propios músculos. Sentía como si estuviera corriendo por un embudo, tan rápido que si trataba de detenerse caería y se hundiría por donde la pendiente cada vez mayor del embudo se convertía en una caída en picado. Tenía que correr para que su impulso lo llevase a lo largo de la pared del embudo, no hacia abajo. Eso sería una órbita.

Lo logró, con sus músculos gritando, pero no era suficiente con simplemente orbitar. Tenía que huir, volver a subir hasta el borde, y alejarse de él… sin que todos sus miembros se desencajaran.

La gravedad tiró de él, y escuchó el grito silencioso de protesta del dovin basal, mientras aminoraba, aminoraba… y aceleraba de nuevo.

Leaft aulló de dolor y alegría. Aulló a la estrella muerta que no le había podido vencer. Aulló a la vida. Y porque lo había logrado.

Se relajó, y su cuerpo se sintió pequeño otra vez. Durante un buen rato se sentó allí, parpadeando y confuso, porque el agujero negro todavía estaba allí, más grande que nunca. Sin embargo, el transporte ya no estaba allí. Bueno, no, ahí estaba, alejándose cada vez más rápido…

—Oh, flupp —gimió Leaft.

Su madre tenía razón, después de todo.

***

—¡Lo ha conseguido! —gritó Vega—. ¡Hemos salido! ¡Estamos fuera!

Uldir se dio cuenta de que también estaba gritando, y de que se le habían quedado dormidos los dedos por haberlos apretado con demasiada fuerza. Dio a Vega una palmada en la espalda, y un instante después descubrió aturdido que de alguna manera se había convertido en un abrazo.

Vega se dio cuenta también, y dio un paso atrás, evitando mirarle a los ojos.

—No nos dejemos llevar, ¿eh?

—Sí.

Uldir lanzó una mirada a Klin-Fa y Bey. Él estaba sentado, ahora, en una de las cosas con aspecto de silla, y Klin-Fa estaba de pie, con el rostro enrojecido, aliviada… y algo más. Una vez más, Uldir sintió movimiento en la Fuerza, algo tan grande que incluso sus sentidos disminuidos podían sentirlo.

Algo iba mal.

—¿Qué ha sido eso? —preguntó, sin pensárselo dos veces.

—¿Qué ha sido qué?

Algo en la Fuerza.

—Yo no he sentido nada.

Uldir la miró fijamente durante un momento.

—Supongo que me equivoqué —murmuró—. Debe haber sido simplemente el alivio.

—Por un instante, creí que la nave se haría trizas —dijo Bey—. Pero tengo que admitir que tu hombre lo ha conseguido…

—No podría haberlo logrado sin tu ayuda —dijo Uldir—. Gracias.

El Jedi sonrió débilmente.

—Tenía la esperanza de que funcionaría. Sentí que lo haría.

—Antes de que este festival del amor se nos vaya de las manos, deberíamos ver cómo está Vook —les recordó Vega.

—Yo… Oh, cierto. —Uldir sacó su comunicador—. Vook, ¿estás ahí?

—Aquí, capitán —respondió Vook con prontitud.

—¿Cuál es tu situación?

—No está mal. La nave enemiga se retiró hace unos momentos. Hemos recibido sólo daños menores. Veo que habéis hecho funcionar el transporte.

—Sip. Leaft lo está pilotando. ¿Puedes reunirte con nosotros?

—Sí, señor, os tengo en los visores. Distancia… 555.892 kilómetros.

—Haré que Leaft altere el curso para reunirse contigo.

—Muy bien, señor.

—Leaft, ¿has oído eso?

Pero no recibieron señal alguna del comunicador del dug.

***

—Jefe, déjalo —dijo Vega, con la voz más suave que nunca.

Uldir parpadeó, con la mirada perdida en las estrellas.

—Sólo han pasado un par de horas. Podía estar en cualquier lugar.

—Parece que el coralita en el que estaba despegó. Jefe… Uldir… es imposible que un coralita tenga la potencia necesaria para escapar del pozo de gravedad a esa distancia.

Uldir sintió que se le desencajaba la mandíbula.

—Debería haberlo hecho yo.

—Eso es una estupidez, y lo sabes. Consiguió hacer el trabajo. Probablemente habría ocurrido lo mismo con cualquiera de nosotros, con la diferencia de que si hubieras sido tú, me habría dejado a mí al mando. Eso no sería nada bueno en absoluto.

—Lo hiciste muy bien cuando estuviste al mando en el sistema Wayland.

—Tal vez, pero odié hacerlo. No me gusta el mando.

—¿En serio? —dijo Uldir, sintiendo mucho frío—. Bueno, a mí tampoco. Me gusta pilotar. Me gusta el trabajo. Pero ser responsable… —Se quedó sin aliento, luchando contra las lágrimas—. Soy responsable, Vega. Tengo que serlo. Yo estoy al mando. Yo nos traje hasta aquí.

—Leaft también era responsable. Él lo sabía. Todos lo sabemos. Vamos, jefe. ¿Es realmente el primer miembro de la tripulación que has perdido? ¿El primer amigo?

—No. No. Ni de lejos. Incluso tuve que matar a uno una vez… al menos yo pensaba que era mi amigo. Pero aquello fue elección suya. Leaft murió a causa de mis elecciones. —Se volvió hacia ella—. Y todas han sido equivocadas, ¿no es cierto? Cada decisión que he tomado desde que conocí a Klin-Fa Gi ha sido equivocada.

—No.

—¿Qué? Has estado en desacuerdo conmigo a cada paso del camino.

—Sí. Pero tienes razón, yo estaba equivocada. Lo de Leaft te ha afectado tanto que no has mirado lo que la Jedi encontró en Wayland. Es malo, y tenemos que detenerlo. Puede que no seamos capaces de hacerlo, pero si pasamos otra hora buscando a Leaft, es una hora menos que tenemos para hacer lo que podamos. ¿Quieres que la muerte de Leaft signifique algo? Entonces deja de compadecerte y ponnos en marcha.

—¿A dónde?

—A Thyferra. Han encontrado una manera de destruir el bacta… y algo peor.

Uldir se puso rígido.

—Bien —dijo, con cansancio—. Vamos. Pero cuando esto termine…

—Guárdatelo para cuando haya terminado, Jefe —dijo Vega.

—Vale. —Volvió la vista hacia el panorama estelar, donde su rotación estaba haciendo aparecer el agujero negro de nuevo a la vista—. Espero que doliera —susurró.

—¿Qué?

—No le gustaba la idea de marcharse sin sentir nada.

Ella asintió con la cabeza.

—Ese era Leaft.

Él se volvió para irse, y notó que los ojos de Vega reflejaban la luz del panel de control. Estaban brillando.

***

Aliviado de estar de vuelta a bordo del Suerte Innecesaria, Uldir encontró a Bey y Klin-Fa encorvados sobre algo que parecía una esfera con tentáculos cortos y rechonchos. Los tentáculos se retorcían ligeramente. En la superficie de la esfera en sí, extraños símbolos aparecían y desaparecían.

Klin-Fa levantó la mirada.

—Hola —dijo en voz baja—. ¿Estás bien?

—Estoy bien —respondió con brusquedad Uldir—. He establecido rumbo a Thyferra. Ahora dime por qué exactamente.

—¿La nave de esclavos?

—Vook lo está pilotando. Ha tenido el mismo problema que debió de tener Leaft, pero ha descubierto la manera de corregirlo. Cuando finalmente podamos contactar con alguien, les pediremos que se ocupen ellos de la nave. Ahora, dime, ¿qué tenéis ahí?

Bey habló.

—Lo que los yuuzhan vong encontraron en Wayland era una secuencia bioquímica de bacta. En algún momento el Emperador debió de haber estado considerando neutralizarlo, pero sus científicos nunca llegaron tan lejos. Los yuuzhan vong lo hicieron. —Señaló la pantalla—. Han desarrollado un agente, algo así como un virus. Ataca la planta alazhi de la que se obtiene el bacta.

—¿La mata?

—No, algo mucho más sutil. El virus imita los compuestos químicos activos y las bacterias presentes en la planta alazhi y luego queda latente. Absolutamente imperceptible, a menos que se sepa exactamente lo que se debe buscar. Permanece allí cuando se mezcla con kavam para producir bacta. Pero cuando el bacta se introduce en un sujeto vivo, se activa inadvertidamente. Es una especie de bomba de acción retardada. Unas semanas después del tratamiento de bacta, el sujeto cae muerto en pocas horas. Ya lo han probado en una amplia muestra de especies. No hay cura, y no se puede invertir el proceso. Una vez infectadas, las plantas alazhi transmiten el virus genéticamente. ¿Ves lo que esto significa?

Uldir asintió.

—Todo el mundo utiliza bacta. Llevamos tanto tiempo utilizándolo que ha reemplazado a la medicina más convencional.

—Exactamente. Si se hubieran salido con la suya sin que nadie lo supiera, imagina el número de heridos que habrían sido infectados.

—Millones, tal vez, si hubiera una nueva ofensiva yuuzhan vong —dijo Uldir.

—Y las pruebas apuntan a eso —agregó Vega.

—Sí, esto no es bueno —admitió Uldir—. ¿Cómo van a introducir el virus?

—Eso es un poco confuso —admitió Klin-Fa—. Pero por lo que tenemos aquí, mi mejor conjetura es que tendrán un agente operativo. El virus se propaga muy rápidamente. Si fuera introducido en una de las principales plantaciones de alazhi, infectaría todo el planeta en cuestión de días.

—Puede que ya lo hayan hecho —observó Vega.

—Puede que sí —concedió Klin-Fa—, pero no lo creo. Aquí hay un calendario. Parece que tenemos cerca de cuarenta horas.

—Podemos llegar a Thyferra en treinta —dijo Uldir—. Pero todavía tendremos que encontrar al agente que lleva el virus. Teniendo en cuenta la capacidad de los yuuzhan vong para disfrazarse… suena imposible.

—Empezaremos con las plantaciones más grandes, más céntricas —dijo Bey—. La única cosa buena acerca de no ser capaz de sentir a los yuuzhan vong en la Fuerza es que hace que sea más fácil distinguirlos cuando están disfrazados. Es como si no estuvieran ahí.

—Vale la pena intentarlo —dijo Uldir—. Mientras tanto, hagamos correr la voz. Si fracasamos, al menos sabrán que no deberán usar bacta a partir de ahora.

—La pérdida del bacta va a ser un golpe duro del que recuperarse, sobre todo en tiempos de guerra —señaló Vega.

—Es cierto —dijo Uldir—. Así que no dejemos que esto ocurra. Nosotros los detendremos. Conéctate en la hiperonda y la HoloRed. Que alguien sepa lo que está pasando. Necesitamos ayuda en esto, y si algo nos sucede, este secreto no puede morir con nosotros.

—Lo haré, jefe —respondió Vega.

***

—¿Estás ocupado?

Uldir apartó la mirada de los controles y vio a Klin-Fa de pie en la entrada del puente. Se estaba apartando el oscuro flequillo de los ojos, y sintió extraño en el pecho.

—¿Dónde está tu amigo? —preguntó.

—Durmiendo. Todavía no está en muy buena forma.

—¿Qué le ha pasado?

—No está seguro. Algo muy doloroso, es todo lo que recuerda.

—Bueno, así son los yuuzhan vong que todos conocemos y amamos. «La vida es dolor». A veces pienso que tienen razón.

—La vida es un montón de cosas —dijo Klin-Fa—. El dolor es ciertamente una de ellas, pero no es la única que lo resuma todo. —Bajó la voz—. Lamento lo del dug.

—Su nombre era Leaft —dijo Uldir, con más dureza de lo que pretendía—. Y sí, yo también lo lamento.

—No ha sido en vano.

—Gracias, pero eso realmente no ayuda demasiado.

—Lo sé. Yo también perdí a un amigo. —Hizo una pausa—. Éramos tres, en un principio. Bey, yo, y Yabaley.

—Te escuché decir ese nombre allá en Bonadan. Cuando mataste al guerrero yuuzhan vong.

—Sí.

—Estabas furiosa.

—Era mi amigo. Él… —Su mirada se apartó, como si buscara el consejo de alguien que estuviera en la esquina—. Era más que un amigo, en realidad. Los yuuzhan vong lo mataron poco después de que fuéramos capturados. Lo torturaron hasta la muerte. Le sentí morir.

Uldir sintió que sus mejillas se ruborizaban de vergüenza.

—Lo siento. Yo sabía que…

—Sé lo que piensas. Allá en Wayland, dejaste claro que pensabas que me había pasado al lado oscuro.

Uldir asintió. Había estudiado en la academia Jedi del Maestro Skywalker, pero no había mostrado verdadero talento para la Fuerza. Aun así, a veces tenía cierta sensibilidad ante la Fuerza, y tenía una extraña clase de suerte que era difícil de atribuir a la mera casualidad.

—Sentí algo oscuro en Wayland —dijo—. Y en Bonadan. Pensé que eras tú.

—Wayland ha visto muchas cosas del lado oscuro. Yo también sentí sombras allí. En Bonadan… bueno, creo que aquella vez estuve cerca, Uldir. Lo sentí: el poder del lado oscuro, su atracción. Quería matarlos a todos. Pero me alejé de él.

—Me alegro de oír eso.

—Tú ayudaste.

—No veo cómo.

—Eres un tipo decente. Puede que no seas poderoso en la Fuerza, pero hay cosas más importantes que eso. Tienes muchas de ellas. Estaba empezando a volverme un poco loca. Donde quiera que fuera, todo el mundo que encontraba terminaba siendo estúpido o corrupto o un enemigo. Tú no. Yo… eh… Supongo que renovaste mi fe, o algo así.

—Me habría gustado que eso se hubiera traducido en confianza un poco antes —dijo Uldir.

—Estoy tratando de darte las gracias.

—Lo sé. Lo aprecio de veras. Yo sólo… —Frunció los labios con rabia—. ¿Por qué me besaste?

Ella abrió los ojos como platos, y luego se rió.

—Eso sí que ha sido inesperado. —Cruzó los brazos sobre su pecho—. Te besé porque me apetecía hacerlo.

—Porque soy un tipo decente.

—Por supuesto.

Uldir se puso de pie y dio un paso hacia ella. Ella pareció abrazarse a sí misma con más fuerza.

—¿Y si yo te besara?

Ella apartó la mirada.

—Eso no es una buena idea, en este momento. Bey…

—Claro —murmuró Uldir, dándose la vuelta.

—Si dejas que te lo explique…

—Estamos volviendo al espacio real —dijo Uldir—. Eso va a tener que esperar. Y de todos modos no me debes ninguna explicación.

Ella estaba empezando a decir algo más cuando las estrellas regresaron… las estrellas y algo más.

—¡Saliva de Sith! —jadeó Klin-Fa.

Uldir no dijo nada; simplemente aceleró el motor iónico al máximo e hizo girar la nave para evitar la fragata yuuzhan vong contra la que estaba a punto de estrellarse. Logró esquivarla a duras penas, pero el espacio estaba lleno de naves, fuego láser, y regueros de plasma.

—¿Qué está pasando? —dijo Vega, corriendo desde la parte posterior.

—Parece que hemos aparecido en medio de una batalla —gruñó Uldir, constatando lo obvio.

—¿Dónde estamos?

—En el sistema Yag’Dhul —respondió, mientras la nave se estremecía por el impacto de un proyectil de plasma—. Iba a trazar nuestro último salto desde aquí. Parece que el alto el fuego se ha roto. Estamos en guerra con los vong de nuevo.

—Yo diría que sí —dijo Vega, secamente. Lanzó a Klin-Fa una mirada desagradable—. Hazte a un lado, dulzura. Necesito el asiento del copiloto.

Klin-Fa se apartó en silencio.

—Calcula el último salto, antes de que nos frían —dijo Uldir.

—Estoy en ello —dijo Vega—. Yag’Dhul es un sistema complejo. Todas esas lunas. Al menos ya no tenemos que preocuparnos por el transporte.

—Cierto. —Habían dejado el transporte y los refugiados que iban a bordo en lo que Uldir esperaba que fuera espacio neutral, por temor a poder encontrarse en una situación como ésta.

Bueno, no como ésta. Lo que él temía era un interdictor o algo así, no toda una maldita flota.

Uldir abrió fuego con los cañones de proa y activó el intercomunicador.

—Leaft… —Entonces se detuvo en seco.

—Está bien, jefe —dijo Vega, sin levantar la vista—. Yo también me preguntaba por qué no estaba en la torreta.

Pero entonces la torreta empezó a disparar. No con la exactitud infalible de Leaft, pero un coralita explotó en pedazos incandescentes.

—¿Quién está ahí? —preguntó Uldir.

—Yo —respondió la voz de Klin-Fa.

—Bien hecho. Sigue así. Uuve, ¿cómo van las cosas?

Sistemas deteriorándose, se leyó en la pantalla traductora del droide astromecánico.

—Bueno, para no variar —murmuró Uldir, mientras una nave yuuzhan vong aparecía ante su vista. Más de cincuenta coralitas se separaron y salieron volando.

—¿Vega?

—Ya casi estamos —dijo ella, con aire ausente.

Los coralitas se separaron en varias formaciones de cuña. Uldir comenzó a preguntarse contra quién estaban peleando exactamente los yuuzhan vong: hasta el momento no había visto ninguna nave que no fuera enemiga.

Los coralitas se acercaron a distancia de tiro.

—Lo tengo, jefe. Puedes saltar.

Y saltó.

***

Su siguiente reversión sucedió completamente sin incidentes. Aparecieron a unos cientos de miles de clics de Thyferra; justo en el lugar, en términos galácticos.

—Todavía no hay noticias de Skywalker o de cualquier otra persona —le dijo Vega.

—No es de extrañar. Hay una guerra en curso.

Vega negó con la cabeza.

—Es más que eso. Me las arreglé para obtener un resumen de noticias de la HoloRed. Se ha ordenado el arresto del Maestro Skywalker. Ha huido de Coruscant y ha pasado a la clandestinidad.

Uldir silbó.

—Sabía que Borsk Fey’lya era estúpido, pero eso es realmente estúpido. ¿Cómo piensa la Nueva República que puede llegar a ganar esta guerra sin los Jedi?

—Los yuuzhan vong prometieron que si se les entregaban todos los Jedi, la guerra terminaría, ¿recuerdas?

—Sí, claro. Es por eso que mientras hablamos están tomando Yag’Dhul.

Una luz parpadeó en la consola.

—Los thyferranos preguntan qué venimos a hacer en su sistema.

Uldir suspiró.

—Díselo. Dales nuestro código de acceso de mayor prioridad. Si eso no funciona, continuamos sin ellos. No hay tiempo que perder. El operativo probablemente ya estará aquí.

***

Una hora más tarde estaban en la superficie del planeta, en un antiguo edificio que recordaba la arquitectura imperial. La oficina en la que se encontraban había sido abierta al aire por dos lados y estaba decorada con macetas y plantas colgantes, y muebles de mimbre no diseñados para cuerpos humanoides, pero las líneas duras e industriales de la estructura aún podían distinguirse.

—Es imposible —estaba diciendo Xeshen Kra, haciendo chasquear los tres dedos de una mano y tocando el hombro de Uldir con otra. Su piel había pasado del gris claro al malva desde la llegada de Uldir, y aunque recordaba que eso significaba un cambio de emociones, no tenía ni idea de qué emoción concreta significaba el malva.

—Nuestros datos han sido robados directamente a los yuuzhan vong —señaló Klin-Fa—. Planean destruir el bacta, todo el bacta, y lo lograrán si no nos toma en serio.

Xeshen Kra no parpadeó —no podía, ya que no había párpados en sus bulbosos ojos negros—, pero Uldir obtuvo esa impresión igualmente.

—¿Y cómo podrían llevar a cabo ese plan? —preguntó suavemente Kra—. Examinamos cuidadosamente a los extranjeros, y no creo que un yuuzhan vong pudiera hacerse pasar por uno de nosotros, por muy bueno que fuera su disfraz.

—Cierto —convino Uldir. Su anfitrión era un vratix. Su cuerpo tenía forma de garfio, con una cabeza insectoide colocada sobre un largo y fino cuello en el extremo largo del garfio. Miraba a Uldir desde una altura de casi dos metros. Sus dos patas posteriores eran tremendamente musculares y tenían dos articulaciones que se doblaban al contrario que la mayoría de las especies. Las espinosas extremidades delanteras también tenían dos articulaciones—. Pero la biotecnología yuuzhan vong…

—Podría ser capaz de generar nuestra forma, aunque lo dudo mucho. Pero también nos comunicamos mediante el tacto y el olfato, y mente a mente. ¿Podría ser duplicado todo esto de forma convincente? Lo sabríamos. Nuestra producción de bacta no carece de precauciones de seguridad. Ya hemos tenido saboteadores anteriormente.

—Podrían estar utilizando a un vratix —señaló Vega—. Podrían haber capturado y lavado el cerebro a alguien de su especie.

—Sería aún menos probable que no hubiéramos detectado tal cosa. Sus intenciones quedarían desveladas en la conexión mente a mente.

—Pero tienen empleados humanoides, ¿no es cierto? —insistió Uldir.

—No muchos. Desde que expulsamos a los cárteles foráneos hace muchos años, hemos contratado principalmente gente de nuestra especie.

—Eso en realidad podría facilitar las cosas —indicó Bey—. Tiene razón, casi con toda seguridad el agente yuuzhan vong estará disfrazado de humanoide. Si no hay muchos humanoides trabajando en la producción de bacta, hace que nuestro trabajo de examinarlos sea mucho más sencillo.

El vratix pensó en ello por un instante, sin dejar de tocar el brazo de Uldir.

—Muy bien —dijo al fin—. Todavía dudo de esta amenaza, pero no nos hará ningún daño actuar como proponéis.

—Bien —dijo Uldir—. ¿Por dónde deberíamos empezar?

Xeshen Kra se volvió hacia su asistente, que tenía una base de datos portátil.

—Deberíamos comprobar a los últimos llegados —dijo Vega—. Cualquiera que acabe de ser contratado o que haya vuelto recientemente de fuera del planeta.

El asistente consultó la tableta un instante y luego levantó la mirada.

—Los campos de alazhi de Vrelnid están cerca. Son extensos, y hay varios técnicos humanoides allí. Dos comenzaron a trabajar allí la semana pasada.

El vratix soltó el brazo de Uldir.

—Podemos tomar mi volador —añadió.

***

Durante el vuelo, Uldir observó con aire ausente la alternancia entre selva y praderas.

Vega se acercó a su lado.

—¿Pasa algo? —preguntó.

—No lo sé. Algo en todo esto me resulta extraño.

—¿A qué te refieres?

—Si nuestro hipotético saboteador ya está ahí, su trabajo ya está hecho: el bacta está infectado.

—Es verdad, pero puede que no todo. Pueden quemar los campos infectados.

—Cierto. Es tan sólo… —Se encogió de hombros—. Tan sólo un presentimiento.

Los campos de Vrelnid eran realmente extensos, aunque Uldir no los habría llamado realmente campos, sólo una especie de jungla de escasa altura, extendiéndose por la base de una pequeña cordillera. La planta de procesado era modesta, unos pocos edificios en el exterior de un pueblo vratix con murallas en forma de anillo. Vio que los trabajadores humanoides ya estaban reunidos cerca de la plataforma de aterrizaje.

—Esa bioarma —preguntó Xeshen Kra, mientras iniciaban el descenso—, ¿sabéis cómo la van a desplegar?

—La forma inicial, no —dijo Klin-Fa—. Podría ser algún tipo de recipiente en aerosol. Una vez introducida, las propias plantas comenzarían a producirla en forma de esporas. Las esporas no sólo se transmiten por el aire, sino que actúan por su cuenta. Buscarán la firma química de las plantas alazhi.

—Entonces, ¿se extendería muy rápido? —preguntó el vratix.

—Mucho —dijo Bey—. Por eso necesitamos atrapar al agente antes de que pueda comenzar la introducción.

El volador tomó tierra y su rampa de aterrizaje se desplegó. Los cuatro humanos y dos vratix descendieron a la tierra marrón comprimida. Tres humanos, un twi’lek y un neimoidiano les observaron acercarse con expresiones de extrañeza.

—¿Qué es todo esto? —preguntó uno de los humanos, una mujer pequeña de cabello rubio.

—Sí —dijo el neimoidiano—. ¿Por qué nos hacen perder el tiempo?

—¿Y por qué las tropas de seguridad? —dijo un segundo humano, un hombre de cabello castaño claro como la arena—. No somos criminales.

—Lamentamos por las molestias —dijo Uldir—, pero es necesario. Y no tomará mucho tiempo. ¿Klin-Fa? ¿Bey?

Los dos Jedi asintieron y dieron un paso adelante.

—¿En serio? —dijo el neimoidiano—. ¿Ni siquiera nos merecemos una explicación?

Xeshen Kra agitó sus manos.

—Estos Jedi creen que el bacta está amenazado. Todo será explicado a su debido tiempo.

—Él no está aquí —dijo Klin-Fa, señalando al hombre que acababa de hablar.

Antes de que las palabras terminaran de salir de su boca, el hombre ya estaba en movimiento, saltando directamente a la garganta de Uldir, gritando algo en el tristemente familiar idioma yuuzhan vong.

Era rápido. Vega fue más rápida. Su rifle bláster apareció y lanzó un disparo. El atacante de Uldir gimió y se tambaleó al recibir un impacto en el esternón, pero no se detuvo. Uldir levantó las manos para defenderse y trató de retroceder, pero chocó contra Xeshen Kra. Un puñetazo chocó contra sus brazos y pasó más allá, golpeándole con fuerza en el lateral de la mandíbula. Entonces las manos estuvieron sobre su cabeza, y sentía como su cuello se retorcía. Vagamente pudo escuchar el siseo de un sable de luz al encenderse, y quedó súbitamente libre cuando las manos —y los brazos a los que estaban unidas— cayeron al suelo. Klin-Fa estaba allí de pie, en guardia con el sable de luz en la mano. El hombre —el yuuzhan vong, más bien— cayó de rodillas, mirando jadeante los muñones de sus brazos.

—Infieles —graznó—. Llegáis demasiado tarde. Las puertas de esta fortaleza ya se han debilitado. Nuestra flota la arrasará como las llamas de un incendio.

—¿Flota? —dijo Uldir—. ¿La flota que vimos en Yag’Dhul? ¿Se está preparando para un ataque a Thyferra? —Miró a Klin-Fa con el ceño fruncido—. ¿Entonces por qué enviarían a alguien para envenenar el bacta?

—La plaga del bacta es una iniciativa de los modeladores —dijo Klin-Fa—. Tal vez no conocían la invasión militar; son los guerreros quienes la habrán planeado. O tal vez es un plan de refuerzo, en caso de que la flota fuera derrotada en Yag’Dhul.

El yuuzhan vong arrodillado se derrumbó, superado finalmente por sus heridas.

—Espera —dijo Uldir—. Eso significa que este tipo no es…

—¿Dónde se ha metido Bey? —preguntó Vega.

—¿Qué? —Uldir miró a un lado y a otro, buscando.

—Oh, no. —Dijo Klin-Fa—. Oh, no.

—Por todos los moffs —dijo Uldir. Es Bey, ¿verdad? Él es el agente.

—Yo… los vong deben de haberle hecho algo.

—¿Sospechabas que iba a pasar esto? —exclamó Vega.

—No… quiero decir, sabía que le pasaba algo raro. Se cerraba a mí. Pero a veces sentía…

—Algo oscuro —terminó Uldir—. Era él, no tú.

Ella cerró los ojos.

—Debe de ser cierto.

—¿Se me permite una pregunta? —preguntó Vega—. ¿Por qué seguimos hablando de esto?

—Tienes razón. Tenemos que encontrarle, y rápido.

—Los campos —dijo Klin-Fa—. No puede haber ido muy lejos.

—Separémonos —ordenó Uldir.

Klin-Fa ya había comenzado a correr a toda velocidad. Uldir eligió otra dirección, pero Vega le tiró de la manga.

—¿Todavía confías en ella? —preguntó—. ¿Qué pasa si acaba de ir a ayudarle?

—Entonces estamos en problemas muy graves —respondió Uldir—. Ahora ve. Y ten cuidado. Si él es lo que creo que es…

—Ya.

Vega salió corriendo a su vez.

***

Leaft se despertó de mal humor. Le dolía la cabeza, le picaba la nariz… ah, y tenía las extremidades pegadas a una pared con alguna especie de moco.

Gelatina bloorash, supuso, porque eso era lo que los yuuzhan vong usaban para retener a los cautivos, y claramente seguía en la nave yuuzhan vong.

¿Qué había ocurrido con el jefe y los demás? ¿Les habían capturado? ¿Le habían dejado abandonado aquí? Trató de romper la gelatina hasta que sus extremidades comenzaron a sufrir espasmos, y entonces trató de tranquilizarse. No era fácil, pero tenía que pensar.

Estaba en un coralita. Estaba cayendo en un agujero negro, y entonces algo atrapó el coralita, una fuerza que contrarrestaba el arrastre y tiraba de él… y luego nada.

Pero tampoco creía que este fuera el transporte de esclavos. Era otra nave; tal vez la misma contra la que Vook había estado luchando.

—¿Dónde estáis, cobardes? —gritó con toda la fuerza de sus pulmones—. ¿Dónde estáis, valientes yuuzhan vong? He matado a un millar de vosotros y jamás he visto todavía el rostro de ninguno… —hizo una pausa para tomar aire—… ¡porque siempre estáis huyendo en dirección contraria!

Y entonces forcejeó un poco más con la gelatina.

Al poco rato, alguien entró en la sala. Era yuuzhan vong, por supuesto. Un tatuaje negro en forma de telaraña cubría su rostro, centrado en los dos orificios que hacían las veces de nariz. Tenía las orejas cortadas formando tres lóbulos, y tenía tres agujeros en cada mejilla. Era alto y delgado, casi demasiado delgado para ser yuuzhan vong.

—Reza —creyó entenderle, en básico.

—No soy muy creyente —le informó Leaft—. Pero deberías seguir tu propio consejo y pedir a tus miserables y cobardes dioses que tengan piedad de ti, porque cuando logre liberarme de esta cosa…

El yuuzhan vong sonrió y levantó una especie de bastón. La cosa escupió en las muñecas y rodillas de Leaft, y el material que le sujetaba se disolvió de pronto. Con un aullido, Leaft saltó hacia el yuuzhan vong, preparándose para lanzar una poderosa patada.

Pero cuando sus manos y pies llegaron a su objetivo, el enemigo ya no estaba allí. Se había apartado, cegadoramente rápido. O, no, no estaba allí en absoluto. Leaft miró a un lado y a otro, resoplando furioso.

Entonces la pared le golpeó en la cabeza con tal fuerza que por un instante creyó que sus ojos llegaban a tocarse. Se tambaleó, y el yuuzhan vong volvía a estar ahí, agitando el bastón, y le golpeó en el diafragma dorsal dejándole sin aire en los pulmones. Una última patada le envió chocando contra el muro, donde toda clase de cosas parecieron romperse. Jadeando, Leaft trató débilmente de levantarse.

Presa, no reza[1], infiel —dijo el yuuzhan vong—. Eres mi presa, y nada más. Te he honrado dándote la oportunidad de atacarme. Claramente era mayor honor del que merecías.

Leaft trató de replicar, pero aún tenía problemas para respirar.

—Soy Tsaa Qalu, un cazador —continuó el yuuzhan vong—. ¿Comprendes? Te he seguido el rastro desde Wayland. Aún sigo rastreando al resto de tu grupo.

—¿Por qué?

—Levántate. Te lo mostraré.

—No puedo. Me has roto un brazo.

—Ah. ¿De verdad? —Se acercó un paso y señaló—. ¿Este?

—Sí.

Le dio una potente patada. Leaft gritó con lo que creyó que era un volumen adecuadamente alto. No le resultó demasiado difícil, ya que realmente estaba roto.

—Abraza el dolor, infiel, porque ya nunca conseguirás respirar sin él.

—Vete a comer mierda de mynock —sugirió Leaft.

—Ven.

El yuuzhan vong le agarró del brazo bueno y tiró de él como si estuviera hecho de briznas de pfith. Lo sacó de la celda y lo condujo por un pasillo, pasando frente a un par de muelles de coralitas, a través de una membrana retráctil a otra sala. Pasaron otra puerta más y entraron en lo que Leaft reconoció como el puente. Había otro yuuzhan vong sentado con una capucha cognitiva en la cabeza.

A través de una transparencia, Leaft podía ver la curva de un gran planeta verde-azulado.

—Tus compañeros de nido están ahí abajo —dijo Tsaa Qalu—. Entre ellos hay alguien que ha visto la sabiduría y la verdad de nuestro camino.

—¿Un traidor? ¿La chica?

El yuuzhan vong rechazó la pregunta golpeando el rostro de Leaft con el dorso de la mano. Le dolió, pero no era nada comparado con sus demás dolores.

—Estoy hablando yo, infiel. Él ha abrazado la Verdad. Los modeladores lo enviaron allí para hacer una cosa, algo que acelerará nuestra victoria. No sé qué. No me importa —gruñó, agarrándose las manos a la espalda—. Los modeladores no se han molestado en informarme de en qué consiste. Dos de vosotros invadieron nuestro territorio en Wayland. Yo os seguí, sintiendo una buena caza. Sólo cuando tenía vuestra nave en mis garras decidieron los modeladores contarme su plan, conscientes de que lo arruinaría si os mataba a todos. —Hizo una mueca—. Modeladores. No saben nada acerca del honor. Deberían haberme encargado a mí realizar esa tarea, pero prefieren trabajar en secreto, ocultar las cosas al resto de castas e incluso a otros modeladores para no tener que repartir los despojos de la batalla. Incluso muchos de ellos son herejes. —Se encogió de hombros—. Pero no importa, la caza ha comenzado. Simplemente he cambiado el momento en el que asestaré el golpe letal. Tenía que impedir que arrojaseis la nave de esclavos a la singularidad para que el agente de los modeladores no muriera.

—¿De qué estás hablando? —murmuró Leaft—. Fui yo quien salvó el transporte. —El brazo le dolía realmente demasiado. Estaba empezando a pensar que podía llegar a desmayarse.

—Casi fue un milagro —dijo Tsaa Qalu—. Yo os di el conocimiento. El agente de los modeladores tiene un pequeño villip implantado en el cráneo. A través de él, le dije lo que debía hacerse. Y aun así, casi fracasas.

Bajo ellos, el planeta parecía hacerse más grande.

—¿Y ahora qué? —preguntó Leaft con cautela.

—La tarea del agente está completa —dijo Tsaa Qalu—. Pero ha sido descubierto. Así pues, ahora mataré a todo el mundo que conoce el plan de los modeladores. De acuerdo con el agente, la mayor parte de ellos están todos en un lugar. No debería ser difícil rastrear a los que quedan. Estaremos allí en pocos instantes.

—Ja. ¿Tú y este tipo vais a vencer al jefe? No lo creo.

—No me enfrentaré a ellos cuerpo a cuerpo, aunque eso sería glorioso. No, debo ser efectivo y certero. Tengo armas que pueden neutralizar fácilmente a cualquier ser racional de la zona. No supondrá ningún problema.

—Te olvidas de una cosa —dijo Leaft.

—¿De qué?

—Que tendrás que matarme a mí primero.

E, ignorando el dolor, Leaft usó las tres extremidades que aún le funcionaban para saltar con todas sus fuerzas.

***

Uldir sintió algo en la Fuerza: Una sombra, pero una sombra familiar. Estaba seguro de que era la misma presencia oscura que ya había sentido anteriormente otras veces. Imaginó que si tuviera auténtico potencial Jedi, no sería tan intangible, sino como un cartel láser gigante indicando el camino. Pero tenía que conformarse con lo que tenía, que sólo era una vaga idea de la dirección a seguir. Bey podía estar a un metro de distancia, oculto en los matorrales, o a medio kilómetro de distancia.

¿Era Bey lo que sentía? El Jedi no había estado en Bonadan, ¿verdad? Bueno, tal vez sí estuviera. ¿Cuánto tiempo hacía que los yuuzhan vong le habían quebrantado?

Pero el único Jedi que sabía a ciencia cierta que había estado en Bonadan era Klin-Fa. ¿Y si Vega tenía razón? ¿Y si ambos se habían pasado al lado oscuro? Eso tenía algo de sentido; si los yuuzhan vong podían quebrar a uno de ellos, podrían haber quebrado a los dos.

Escuchó algo delante de él y avanzó todavía con más cautela. Pero ahora el sonido había desaparecido. Al igual que su sensación de la presencia oscura.

Entonces escuchó el zumbido de un sable de luz activándose, sólo a unos pasos de distancia. Se giró y vio a Klin-Fa, con una expresión sombría en su rostro. Su hoja se lanzó hacia él. Con un grito, se echó al suelo y rodó. Ella pasó de largo y su hoja atravesó los matorrales. Uldir se incorporó sobre una rodilla, sacó su bláster para apuntar…

… y vio al verdadero objetivo de Klin-Fa cuando su hoja ámbar chocó contra la carmesí de Bey con una lluvia de chispas. Bey debía de haber estado oculto a menos de un brazo de distancia de Uldir.

Tomó el comunicador con una mano mientras trataba de apuntar su bláster con la otra.

—Vega, le he encontrado. ¡Date prisa!

Klin-Fa era un remolino. Fragmentos de planta alazhi volaban por todas partes, y su hoja era un borrón danzante. Bey no parecía estar preocupado, bloqueando sus golpes con facilidad y golpeando a su vez en ataques que Klin-Fa sólo esquivaba por milésimas. Estuvo a tiro un instante, y Uldir disparó. El Jedi lo detuvo sin mirar siquiera hacia él, desviando el disparo que se perdió entre los matorrales, quemando sus hojas.

—Ya es demasiado tarde —les informó Bey—. Ya está hecho. Las esporas están en mí. Se liberan por mis poros. Ahora nos rodean a todos.

Klin-Fa retrocedió, poniéndose en guardia. Uldir pudo ver lágrimas resbalando por su rostro.

—¿Qué es lo que te hicieron, Bey? ¿Cómo te transformaron en… esto?

El Jedi pelirrojo rio.

—¿Crees que fueron los yuuzhan vong quienes me hicieron esto?

—Fuiste su prisionero…

Él sonrió con una mueca malvada.

—Nunca fui su prisionero. Tú sí.

—¿Qué quieres decir? Escapamos, y entonces…

—Todo era parte del plan —dijo—. Todo lo que ha ocurrido hasta ahora ha sido planeado.

—No lo entiendo.

—Bueno, yo no os entendía a ti y a Yabeley. ¿Qué veías en él? Yo era más fuerte, más listo. Él no te merecía.

—Yo le amaba.

—Y a mí no. Y en toda mi vida, eso es todo lo que he querido realmente. Y nunca lo tendré, ¿verdad? Así que voy a arreglar las cosas. Voy a arreglar las cosas ayudando a los yuuzhan vong a quemar todo esto, y luego tal vez también les mate a ellos. O tal vez les gobierne.

—Vaya —dijo Uldir—. Tienes una imagen mental de ti mismo de lo más asombrosa. Lástima que no tenga nada que ver con la realidad.

—No eres más que un insecto —dijo Bey con un suspiro. Movió la mano con aire casual, y un dolor penetrante se clavó entre los ojos de Uldir.

—¡No! —escuchó gritar a Klin-Fa. Ella saltó hacia Bey, lanzando un tajo hacia abajo. A través de la niebla de su dolor, Uldir vio cómo Bey bloqueaba el golpe, y entonces de algún modo el arma de Klin-Fa salió despedida dando vueltas por el aire. Ella jadeaba con dolor y se agarraba la mano derecha, a la que parecían faltarle varios dedos. Bey tenía el arma preparada para dar el golpe final. Klin-Fa relajó los hombros y le miró a los ojos.

—Hubo un tiempo en el que te admiraba, Bey —dijo—. Creía que eras el mejor de nosotros.

Soy el mejor de vosotros —se burló él—. Adiós, Klin-Fa.

Uldir trató de tomar su bláster, pero no estaba cerca de su mano.

La hoja trazó un arco, y Uldir reprimió un grito de frustración, pero la hoja roja se alzó en un bloqueo, no en un ataque, y varios disparos de bláster salieron rebotados en ángulos extraños.

Vega.

Aprovechando esa distracción, Klin-Fa lanzó una patada giratoria hacia Bey. Impactó en él, y él se tambaleó, giró, y golpeó a Klin-Fa en la sien con el mango de su sable. Ella cayó. Uldir gruñó y se puso en pie, buscando su bláster, pero no podía verlo por ningún lado.

Pero a pocos metros de distancia se alzaba un fino hilillo de humo.

El sable de luz de Klin-Fa. Corrió hacia él.

Lo tomó en sus manos y se dio la vuelta a tiempo de ver cómo Vega caía bajo una lluvia de piedras y ramas impulsadas por la Fuerza. Los arbustos estaban en llamas, y respiró una bocanada de humo que le aturdió ligeramente, pero vio que Bey estaba levantando una vez más su arma sobre la caída Klin-Fa.

Nunca llegaría a tiempo. Hizo lo único que podía hacer: lanzó el sable de luz.

Observó como giraba sobre sí mismo en dirección a Bey. Bey levantó una mano y de pronto el sable cambió drásticamente de trayectoria, girando hacia arriba a la derecha. Bey comenzó a lanzar su golpe.

—¡No! —gritó Uldir.

El mango del sable de luz chocó contra un árbol, rebotó de forma extraña, y la hoja atravesó el cuerpo de Bey desde el hombro hasta la cadera. Se volvió, completamente incrédulo, para mirar por un instante a Uldir, antes de que su cuerpo cayera en dos pedazos.

Uldir se quedó de pie, inmóvil, durante veinte segundos, tratando de asimilar lo que acababa de ocurrir. Luego corrió para ver la gravedad de las heridas de Klin-Fa y Vega.

Sobre ellos sonó un trueno, y miró hacia arriba. Era una nave de guerra Yuuzhan Vong, descendiendo como un meteorito.

***

Leaft habría aullado de satisfacción si no hubiera estado aullando de dolor. Tsaa Qalu se preparó para recibir el ataque, casi con aire casual, sabiendo cuál sería el resultado. Pero Leaft también lo sabía. Todo el mundo pensaba que los dugs eran estúpidos, cabezotas, emocionales… incapaces de aprender.

Pero aprendían bastante rápido. Su salto no iba dirigido hacia el cazador yuuzhan vong, sino al piloto, y con un único y brutal tirón le arrancó la capucha cognitiva de la cabeza y luego salió corriendo sin más, por la puerta por la que habían entrado. Tsaa Qalu estaba justo tras él, por supuesto, y le ganaba terreno, cuando de repente la nave se puso boca abajo. El yuuzhan vong, con su centro de gravedad grotescamente alto y sus estúpidas extremidades superiores, aterrizó de mala manera. Leaft, incluso con un miembro roto, todavía fue capaz de aterrizar mejor. Por supuesto, le dolió, y casi se desmaya de nuevo, pero logró ponerse en pie antes que Qalu, y mientras la nave continuaba dando sacudidas sin control, la postura cuadrúpeda y baja de Leaft le hizo ganar aún más terreno.

Lo suficiente para llegar a uno de los coralitas, cerrarlo con una orden en la capucha cognitiva, y ver cómo Tsaa Qalu golpeaba el casco con una frustración espantosa y patética. Cosa que no debería haber hecho. Si Tsaa Qalu hubiera empleado ese tiempo en llegar al otro coralita, sin duda habría podido controlar fácilmente un sistema que —después de todo— estaba creado para su química y su fisiología, no para la de un dug.

Pero antes de que Qalu pudiera pensar en ello, el coralita que Leaft había tomado prestado salió de su cápsula de atraque con una sacudida. Esta vez había lanzado el coralita a propósito.

El dug perdió poco tiempo tratando de tomar el control del Rebanador de Gaznates mientras dirigía su nave lejos de la nave mayor.

Una imagen mental del paisaje, acercándose rápidamente desde el punto de vista del Rebanador de Gaznates, se formó en el ojo de su mente, y el dug se permitió una sonrisa victoriosa. Observó desde su posición privilegiada a unos cientos de metros de distancia cómo la nave de Qalu dejaba una bonita cicatriz roja en la ladera de una montaña.

***

—Es agradable volver a oír su voz, Maestro Skywalker —dijo Uldir—. Felicidades por el nacimiento de su hijo.

—Gracias, Uldir —respondió el Maestro Skywalker—. ¿Cómo van las cosas por ahí?

—Los vratix pueden moverse realmente rápido cuando lo necesitan. Han quemado el campo y están usando voladores para rociar la zona circundante. Aún están en ello, aunque en el peor de los casos el virus sólo se habrá extendido medio kilómetro en ese tiempo. Tienen una muestra de la plaga para poder hacer pruebas, y parece que el peligro está contenido.

—Bien. Ha sido un buen trabajo, Uldir. Estoy orgulloso de ti y de tu equipo. Realmente has ido mucho más allá de lo que reclamaba el deber. Y la Fuerza te ha acompañado.

—Maestro, a propósito de la Fuerza. Sé que mi entrenamiento fue un fracaso…

—La Fuerza está contigo, Uldir —dijo Skywalker—. Sólo que tienes una relación peculiar con ella. No supe verlo cuando estuviste en la academia, aunque creo que el Maestro Ikrit sí lo entendió. Recientes… debates en el seno de los Jedi, y lo que me acabas de contar, me han obligado a reconsiderar las cosas.

—No lo entiendo.

—No controlas la fuerza, no. No la usas como una herramienta. De algún modo, no estás hecho de ese modo. Pero eres parte de la Fuerza viva de una forma que pocos Jedi jamás consiguen.

—No creo que yo tenga nada tan especial —dijo Uldir.

—Eso pensabas la primera vez que te conocí —dijo Skywalker—. Tenías una visión del universo centrada en ti mismo, sólo en ti mismo. Pero cambiaste. —Sonrió—. Y entonces fue cuando comenzó tu suerte, ¿no es cierto? Cuando te dejaste ir. Cuando abandonaste tus deseos y encontraste tu verdadero camino.

—Supongo. El Maestro Ikrit dijo algo parecido, justo antes de que me fuera de la academia.

—Era sabio —dijo Skywalker—. Ve a descansar con tu tripulación, ¿de acuerdo? Todavía quedan algunos mundos libres donde podéis relajaros.

—Lo haré.

—Que la Fuerza te acompañe, Uldir.

—Y a usted, Maestro.

Apagó el transmisor de hiperonda y volvió a la sala común, donde esperaban los demás.

Sonrió al ver a Leaft con el brazo aparatosamente entablillado.

El dug entrecerró los ojos.

—No irás a besarme de nuevo, ¿verdad?

—Debería. No sólo sigues vivo, sino que nos has salvado a todos.

—Esta vez vomitaré —advirtió Leaft—. ¿Necesito contarte lo que acabo de comer?

—No. —Se volvió hacia Vega—. Establece un rumbo hacia algún lugar relajante. Órdenes del Maestro Skywalker.

—De acuerdo, jefecillo.

Vook se aclaró la garganta.

—La plataforma de lanzamiento Hxil abandonada en el sistema Sluis Van podría estar bien. Tiene las torres aceleradoras pre-republicanas más hermosas…

—¿Una pieza de chatarra espacial sin aire? —gruñó Leaft—. ¿Qué clase de vacaciones son esas? Yo digo que vayamos a los casinos de Ciudad Nube. Eso sí es divertido.

—¿Jefecillo? —preguntó Vega.

—Tú decides, Vega —dijo—. Estás temporalmente al mando.

—Jefe…

—Lo siento, Vega. Yo también necesito un descanso.

Encontró a Klin-Fa sentada en la torreta artillera, con la mirada perdida en el espacio. Su mano vendada reposaba en sus rodillas.

—No fue culpa tuya —dijo Uldir.

—Lo fue, no lo fue… —dijo ella—. Sé que tengo que pasar página. Pero eran mis amigos. Los dos. Y ahora…

—Lo sé. —Le puso la mano en el brazo. Para su sorpresa, ella la tomó.

—Lo que estaba tratando de decirte antes… —dijo—. Antes de que supiera que Bey se había pasado al lado oscuro…

—Sé que sentías algo por él —dijo Uldir.

—Sí. Amistad. Pero sabía que mis sentimientos hacia Yabeley le habían hecho daño. No sabía hasta qué punto, pero lo sabía. No quería volver a hacerle daño tan pronto.

—¿A qué te refieres?

Ella se puso en pie y le miró a los ojos.

—¿Realmente eres tan tonto, Uldir Lochett?

—Bueno…

—Calla.

Le tapó la boca con la mano, y luego con sus labios. Se quedaron así durante un buen rato.