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El tránsito estaba horrible, eran apenas las dos de la tarde y al parecer todo el mundo decidió salir a la calle – pensó Alex.

La llamada de su primo la había puesto furiosa y tuvo que cancelar sus citas de la tarde para personarse a la Torre Durr. Presentía que algo malo pasaba. Eran ya las dos treinta cuando llegó al vestíbulo del edificio.

Todo estaba decorado con un excelente gusto. La joven recepcionista parecía estar lista para una sesión de fotos de alguna revista de modas, pensó con ironía.

-Buenas tardes, tengo una cita con el Sr. Jensen.

-¿Su nombre por favor? – preguntó la recepcionista de mirada inquisitiva.

-Alexandra Jensen.

-Srta. Jensen ya la están esperando, el guardia de seguridad la escoltará a la oficina de presidencia.

Cada vez era más agudo su presentimiento de que su primo estaba en problemas. El trayecto en el elevador le pareció una eternidad. Al abrirse las puertas, entró a un recibidor sumamente elegante, al igual que la mujer que le daba la bienvenida. La mujer de unos aproximados cincuenta años, le hizo una señal al guardia de seguridad para que se quedara al lado del elevador.

-Por favor sígame – le dio un toque a la hermosa puerta en caoba y la abrió haciéndole un gesto con la mano para que Alex pasara adelante. Tan pronto Alex entró cerró la puerta.

-Buenas tardes- se escuchó su voz firme más de lo que esperaba. La escena que tenía ante sí, confirmó sus sospechas. En la habitación habían dos guardias de seguridad al lado de su primo que tenía una cara de malos amigos. Además, en el otro extremo de la habitación habían dos hombres uno de pie al lado del escritorio y otro sentado cómodamente con un aire de misterio que la observaba detenidamente. Sentía ante su intensa mirada como si estuviera bajo un visor electrónico de seguridad.  En eso escuchó la voz de su primo cargado de angustia y de impaciencia.

-¡Por fin llegaste!

-El tránsito estaba imposible – contestó como autómata - Pero ¿qué sucede aquí? – su primo, trato de acercarse a ella pero uno de los guardias de seguridad se lo impidió, colocándole una mano con firmeza sobre el hombro. Alex comenzó a ponerse nerviosa con la situación. El rostro de su primo estaba desencajado, sus ojos desorbitados por la desesperación, sus manos temblorosas se las pasaba una y otra vez por su ya desordenado cabello.

-Disculpe- interrumpió el hombre que estaba de pie al lado del escritorio.

-Soy Charles McNeil abogado de esta empresa – le extendió una mano a Alex y esta correspondió al saludo a la vez que repetía con asombro.

- ¿Abogado?, No entiendo ¿qué es todo esto?

-Tenemos evidencias – contestó McNeil – de que el Sr. Jensen tomó cien mil dólares de la empresa.

-¿Qué? – preguntó, con voz chillona.

-Alex, lo siento – interrumpió su primo.

Alex se llevó una mano sobre su boca, mirando sorprendida a su primo el cual no pudo sostenerle la mirada y bajó su cabeza.

-¿Es cierto eso John?- caminó hacia él.

En una voz apenas audible su primo contestó – si.

-Pero ¿por qué?, tú no tienes necesidad de hacer esto…yo no …

Alex fue interrumpida por una voz profunda tras su espalda, causándole un sobresalto que la hizo girar sobre sus pies.

-El juego, el Sr. Jensen es un jugador compulsivo.

Por un momento Alex se quedó atrapada por esos ojos grises que la observaban de forma intensa. Luego al dejar de mirarla, Alex sintió como si volviera a respirar.

-Tenemos del Sr. Jensen videos de seguridad y otras evidencias que lo involucran con las apuestas de juego. - Caminó nuevamente, y se sentó tras su escritorio.

Alex sentía que las piernas apenas las sostenían, así que caminó con toda la fuerza que le quedaba y se sentó frente a él que aunque no había dicho su nombre, sabía muy bien de quien se trataba, Andreas Durr, uno de los hombres más poderosos y ricos del mundo.

-Como sabrá Srta. Jensen, este delito se paga con la cárcel – mencionó McNeil

-Entiendo.

-El Sr. Durr- continuó el abogado- le ofrece la alternativa de que pague el dinero robado en un plazo de una semana y no se le formularán cargos criminales. Será despedido inmediatamente y entrará en un programa de terapia sicológica para jugadores compulsivos. Como verá, el Sr. Durr ha sido sumamente benévolo ante la falta del Sr. Jensen.

Alex observó a su primo… siempre tan pedante, inmaduro, malcriado  y ahora estaba a punto de llorar y ella de matarlo por la vergüenza que le hacía pasar. Si sus tíos se enteraban de que su hijo era un ladrón, se morirían de la pena. En especial su tío que estaba delicado de salud por su corazón, una noticia así sería fatal.

En el rostro de Alex se reflejó una gran preocupación. ¿Qué iba hacer? No tenía esa cantidad de dinero.

-Lamentablemente, yo no tengo esa cantidad- la voz de Alex apenas se escuchó.

-Oh vamos Alex, ¡no me digas que no me puedes dar la mano en esto! – expresó con incredulidad y fastidio su pedante primo.

Alex se levantó furiosa y se puso frente a su primo- Eres un cínico- le espetó-¿Es que acaso no entiendes, o no quieres ver en el lío en que estás? – lo sacudió por los hombros ante los sorprendidos guardias.

-Es que si no les pagaba – con voz suplicante- me iban a matar. Tú no entiendes a esa gente.

-Pues debió pensar en eso antes, ¿no cree Sr. Jensen?- interrumpió Andreas.

El primo de Alex lo miró con odio y resentimiento

-¡Oh vamos! ¿Qué son cien mil para usted?  Eso es nada.

Alex lo miró con tristeza y volvió a sentarse. Esta situación le daba nauseas.

-No lo puedo creer el Sr. Durr le da una oportunidad y usted…- el abogado lo miró de arriba abajo – ¡me encargaré de refundirlo en la cárcel! – el rostro del abogado era todo una máscara de indignación.

-Cálmate Charles. Me gustaría hablar a solas con la Srta. Jensen.

-Pero Andreas- protestó Charles.

-Haz lo que te digo, por favor- Charles asintió.

Los guardias de seguridad se llevaron custodiado a John Jensen pero antes de salir…

-  Tiene razón Sr. Jensen cien mil dólares no son nada para mí, pero ese dinero no era ni  mío ni suyo, era de los fondos de retiro de los empleados de esta compañía, usted le robó a sus compañeros. Yo le confié a usted ese departamento y nunca pensé que usted les robara. Espero que su conciencia lo deje dormir.

John Jensen miro a Andreas sin expresión alguna y luego a Alex que permanecía de espaldas a él.

-Alex por favor ayúdame- dijo suplicante.

-John- respiro profundamente- cuando salga de aquí procura desaparecer o les diré a los hampones con los que te enredaste, que terminen el trabajo – contesto Alex con frialdad.

John la miro furioso pero ella no se volteo ni por un segundo a mirarlo. La puerta se cerró y quedaron Alex y Andreas a solas.

Andreas la observaba con detenimiento desde que entró en su despacho. Era una mujer al parecer con carácter, tenía personalidad. Su cabello lo tenía peinado en un moño que la hacía parecer de mayor edad, pero en su ojo crítico, tendría unos aproximados veintiocho años.

Su rostro de suaves formas reflejaba unos hermosos y expresivos ojos color miel, su nariz era pequeña, clásica, sus labios eran carnosos y sensuales. Apenas tenía maquillaje pero no le hacía falta, pensó. Era alta y esbelta por lo que pudo apreciar. La mujer que tenía ante él era perfecta, así que no dudó en proponerle lo que estaba pensando, era el momento y el tiempo estaba en su contra.

 

Alex se sentía incómoda con el escrutinio de aquel hombre, le alteraba los nervios así que decidió romper el silencio.

-Bien Sr. Durr, ya estamos solos que desea decirme.

-Quiero que escuche bien lo que le voy a proponer. Creo que sería la salida más justa tanto para usted, como para mí. Si acepta, su primo no irá a la cárcel yo pagaría su deuda y nadie sabría lo que pasó.

Alex pensó que esto era demasiado bueno para ser verdad. – Bien escucho- respondió algo intrigada.

-Para que este negocio salga bien necesito algo simple – hizo una pausa y posó su mirada burlona sobre Alex- Que se  case conmigo.

Alex se levantó como un resorte de su silla – ¡usted está loco!, ¿por quién me toma? – inmediatamente, comenzó a caminar hacia la puerta de salida. Estaba tan furiosa que apenas veía el picaporte. Andreas la alcanzó tan rápido, que no le dio tiempo de abrir la puerta. Le sujetó con firmeza su muñeca – suélteme no se atreva a tocarme- dijo con furia contenida- se soltó de la mano de Andreas y tocó la puerta nuevamente. A sus espaldas escuchó la voz serena de Andreas.

-Si sales por esa puerta, así de rápido verás a tu primo entrar en la cárcel y te aseguro que le haré pagar cada centavo que se robó.

Alex puso su frente contra la puerta, Dios ¿qué estaba pasando? No sabía que hacer.

-Porque no vienes y te sientas para que hablemos como dos personas civilizadas, aún no haz escuchado todo lo que voy a proponer.- su tono de voz era una de aparente calma que Alex sabía que no era real, cuando se volteó a mirarlo. Él caminó hacia el escritorio y le señaló la silla de la que se había levantado tan rápidamente.

-Verás Alex, ¿te puedo tutear? – por toda respuesta, Alex encogió sus hombros.

-Esta compañía era de mi abuelo, es el negocio familiar, con el paso del tiempo mi padre la dirigió y ahora sus hijos somos los que estamos al mando por así decirlo.

-¿Cómo que por así decirlo? –interrumpió Alex – ¿es o no es suya la empresa?

-En estos momentos puede que no. Veras Alex, en toda familia existen situaciones difíciles. Mi padre para proteger la empresa, hizo un testamento que deja bien claro que su hijo mayor dirigirá la empresa siempre y cuando se case antes de los 35 años. Si no se casa, la empresa pasará a manos del hijo de su hermano en otras palabras, mi primo que ha hecho todo lo posible por arruinarnos y sospecho que anda involucrado en cosas algo turbias. Yo no puedo permitir que esta empresa caiga en sus manos. Mi intensión no es casarme, pero dentro de poco cumpliré los 35 años y necesito resolver esto cuanto antes. Mi primo sabe de la condición y ya se está afilando los dientes para la toma de posesión de la empresa, con la suma de mis acciones se convertiría en el miembro mayoritario. Según mis fuentes, lo que planea no es manejar la empresa sino venderla y obtener todo el capital posible, de esa forma nos arruinaría a todos y no permitiré que esto pase.

- ¿Y por qué no apeló esa cláusula del testamento? – Alex observó esos fríos ojos grises.

-Porque mi padre, estaba en pleno uso de sus facultades mentales y se aseguró de certificarlo legalmente. ¿Acaso crees que no lo intenté?

-Lamento su situación, pero en su posición puede buscar a otra mujer para el trabajo, lo siento, no estoy interesada - comenzó a levantarse.

-¿Estas segura de lo que haces? Te estoy ofreciendo la oportunidad de la libertad para tu primo sin ninguna mancha en su expediente. –Alex parecía no escucharlo tomo su bolso- Me gustaría saber… ¿qué pensarían tus tíos si supieran que tuviste la oportunidad de ayudar a su hijo y no hiciste nada por él? -Alex se quedó paralizada, ¿cómo ese hombre conocía tanto de su familia?

-Usted no se atrevería -lo miró a los ojos y levantó su rostro desafiante.

Andreas se cruzó de brazos – pruébame.

Alex se sentó nuevamente – ¡eso es chantaje, un vil chantaje! –exclamó con indignación.

 

Andreas la observó, sabía que había dado en el clavo. En la investigación que se hizo para atrapar al primo de Alexandra, se interesó mucho por ella. Era huérfana de ambos padres, estos al parecer murieron en un accidente automovilístico cuando apenas ella tenía 6 años, desde ahí, vivió con sus tíos a los que amaba. Estudió relaciones públicas y tenía una pequeña compañía, que iba abriéndose camino a buen paso y adquiriendo clientes importantes. Era soltera, tenía pocas amistades y sus relaciones amorosas al parecer no eran muchas, cosa que le extrañó mucho a Andreas porque si en las fotos se veía hermosa más aún lo era en persona.

      -    Alex, sé que estás comenzando tu negocio y que vas muy bien.

- No me diga que me ha estado investigando – sus ojos color miel se oscurecieron y sus manos se crisparon en su regazo. Por un momento, Andreas pensó que lo golpearía, definitivamente esa mujer tenía fuego en las venas. Un fuego que le gustaría encender aún más…

Acto seguido Andreas sacó de su escritorio un expediente con su nombre y se lo extendió para que ella lo viera. Alex lo miró sorprendida, jamás imagino que esto le pasaría, tenía deseos de salir corriendo. El expediente tenía fotos, itinerarios, comentarios con fechas y horas.

-Es cierto, te hemos investigado ¿crees que haría esto al azar y a la ligera? – su sonrisa fue más bien una mueca - ese hombre se movía con la gracia de un felino al momento de atrapar a su presa y ella era esa presa, que entró a su territorio y ni siquiera se percató de dónde estaba. –pensó con incredulidad.

Empezó a sentirse mal sus manos comenzaron a sudar.

-Voy a ir al grano… - la miro con intensidad – el matrimonio será por un año luego nos divorciaremos, firmarás un documento que indicará que la separación será por acuerdo mutuo, no mencionarás nada a nadie sobre este negocio y recibirás un millón de dólares por el trabajo, no más… si durante el año quedas embarazada, la custodia será mía totalmente y ya sabes, tú primo quedará libre de todos los cargos – hizo una pausa – creo que el trato es justo.

Alexandra se levantó lentamente, sus piernas apenas la sostenían. Sentía que el corazón le latía desbocadamente – miró a Andreas,  este se levantó de su escritorio – como puede ser así, tan frío y tan calculador - puso sus manos en el escritorio para apoyarse. -Andreas la observó con el ceño fruncido, estaba tan pálida.

Alexandra sabía que él tenía razón, si sus tíos se enteraban de lo que había hecho John sería fatal. Tenía que pensar, ganar tiempo –Con voz apenas audible dijo - necesito pensarlo.

-Tienes hasta mañana en la noche, tengo una cena de negocios a las 7:00 y ya a las 9:00 te estaré llamando- hizo una pausa- ¿Estas bien? te veo un poco pálida.

Quien lo viera pensó Alexandra, pensaría que su preocupación es real.

-No sea cínico – Alex tomo su bolso y salió de la oficina con la poca fuerza que le quedaba, cuando se sentó tras el volante de su BMW deportivo, las piernas le temblaban tanto que se quedó un tiempo en el estacionamiento, se miró en el espejo y noto su palidez – que ironía hace unas horas ella pensaba que era la salvadora de su primo pero ahora se había hundido con él y estaba en manos de Andreas Durr, un hombre frío y sin escrúpulos, que quería salvar su empresa a toda costa, sin importar a quien se llevara por el medio – ¡maldito Andreas!, pero no te lo voy a hacer tan fácil tu aún no conoces a Alexandra Jensen.  

Andreas canceló su cena de negocios, se sentía impaciente y algo preocupado, la palidez que llevaba Alexandra al salir de su oficina lo dejó pensando - Debí enviar a alguien con ella al estacionamiento - pensó frente a su computador. Lo cierto era que desde su encuentro, no ocupaba en su mente otro pensamiento que Alexandra. En realidad,  cuando vio sus fotos se interesó por ella pero al verla entrar ayer a su oficina, quedó turbado con su presencia esto no le había pasado antes. Ella era hermosa, pasional, femenina y con una gran personalidad, si las circunstancias fueran otras… pero no, necesitaba su respuesta hoy así que iría a su casa y la invitaría a cenar - si eso haré- dijo en voz alta.

 

 

El sonido del teléfono hizo que Alexandra se sobresaltara.

-Alex ¿qué te sucede? Preguntó su asistente y amiga Gil.

-No es nada… sigamos con la minuta.

-Un momento – Gil dejó a un lado los documentos sobre el escritorio de Alex – No pienso continuar hasta que me digas ¿qué rayos te pasa?

-Ya te dije… - pero al mirar a su amiga sabía que no podía mentirle. Gil y ella eran amigas desde la prepa y entre ellas nunca había existido ningún secreto. Necesitaba decirle a alguien, porque si no se volvería loca.

-Hay  amiga no sabes en qué lío estoy – Se levantó de su asiento y caminó hacia el ventanal de pared a pared que tenía en su despacho. Recordó que cuando buscaba un local para su oficina, quedó impresionada por la vista espectacular, podía ver la ciudad y parte de los muelles en la bahía, el atardecer desde allí era fenomenal. Pero ahora, no podía apreciar nada de esto. Con la mirada perdida le contó a su amiga cada detalle de lo acontecido. Cuando miró a Gil esta estaba pálida y en su rostro reflejaba preocupación e indignación. Lentamente, Gil se levantó caminó hacia su amiga y la abrazo fuertemente…

-¿No sé qué hacer? – exclamó frustrada

-Tranquila debemos ver esto con serenidad… -levantó las manos para que Alex no la interrumpiera – sé que no es fácil… ven vamos a sentarnos. Si bien es cierto que ese hombre…

- Andreas- dijo en voz baja, como si sintiera que el solo mencionar su nombre, aparecería en la puerta de su oficina, para mirarla fríamente con esos ojos grises.

-Andreas tiene unas condiciones, tú también puedes tener otras condiciones.

-Gil me estás pidiendo – con incredulidad- ¡que acepte!

-¿Tienes otra opción? – la miró con seriedad.

-Luego de mirar a Gil con un silencio solemne dijo – No, no tengo otra opción.

-Es cierto que si tus tíos se enteran de lo que hizo tu primo, no se qué podría pasar, además es tan solo un año y esa cantidad de dinero tu sabes que la necesitas, sería una buena inyección de capital para la empresa.

-Gil no me acostaré con él. - Expresó con indignación.

-Esa puede ser una de tus condiciones. Amiga, piénsalo bien.

 

Eran las 5:30 de la tarde cuando sonó el móvil de Alexandra.

-Buenas tardes Alex- era la voz profunda de Andreas - Cancelé mi cena de negocios de las 7:00, así que paso por ti para cenar y así me comunicas tu decisión.

¡Qué estupendo! pensó Alex ni siquiera le preguntaba si quería ir, él asumía que ella diría que si… engreído y prepotente ¡como lo detestaba!

-¿Y a dónde iremos a cenar? – se escuchó decir con voz serena.

-Hay un restaurante italiano excelente en la avenida principal.

-No me gusta la comida italiana –interrumpió Alex –

-Pero a mi si y se me antoja un rica pasta, pasaré a las siete y no me gusta esperar.- Sin más preámbulos cortó la llamada.

Alex se quedó con el móvil en la mano y con miles de improperios en la punta de la lengua que no pudo decir. Los ojos le brillaban de la furia contenida, maldito, estúpido, pedante… ya no sabía que más insultos pensar para Andreas. Pero está bien, ella era una mujer paciente y si bien ella estaba acorralada por él, él también la necesitaba a ella y esa era su gran oportunidad. La venganza es un plato que se sirve frío – sonrío complacida.

 

A las siete en punto sonó el timbre de la puerta. Alex se miró por última vez en el espejo. Se había arreglado con gran esmero, solamente le faltaba un toque de perfume y estaba lista para la batalla.

Cuando abrió la puerta, se encontró con un Andreas relajado vestido formalmente, tenía una camisa blanca impecable un poco abierta,  el color de su traje era azul marino y este le quedaba hecho a la medida, definitivamente era de diseñador. Su cabello negro era un poco largo pero estaba peinado con sumo cuidado y aunque en su rostro se dibujaba una cordial sonrisa, sus ojos grises la miraban con absoluta frialdad.

-Buenas noches, solo recojo mi bolso y salimos.

-Bien aquí te espero.

Alexandra fue un momento a la habitación, menos mal que dejó su bolso ahí, porque necesitaba respirar. Andreas la había dejado sin aliento. En cualquier liga él era más que un diez. Respiró profundo tres veces – tranquila Alex todo va a salir bien – se dijo así misma.

Al salir de la habitación se encontró a Andreas en medio de la sala, observando algunas de las fotos de familia y de sus amistades, que tenía en una de las repisas.

-Ya nos podemos marchar.

-Tienes un lugar muy acogedor – ¡Andreas Durr dando un cumplido, eso si que era una sorpresa!

-Gracias, me alegro que le guste.

 

El restaurante estaba lleno a capacidad, la gente charlaba alegremente había una música estupenda, pista de baile, luces tenues, en realidad le gustaba el ambiente.

El camarero los llevó a un segundo piso, el cual estaba más tranquilo y más privado  pero igual de agradable.

-¿Te gusta el lugar?

-Sí, me encanta –dijo con honestidad.

Para sorpresa de Alex el chef fue a saludarlos, era un hombre joven aunque un poco mayor que Andreas y sumamente simpático.

-Alex él es chef Alfredo Chías es un gran amigo.

-Cuando supe que Andreas venía para mi restaurante, con una dama que no le gusta la comida italiana, quise venir a conocerla. Es usted una delicia para la vista de cualquier caballero. Me perdonas amigo, pero si tú no te quedas con ella lo haré yo.

-¡Oye! De cuando acá eres tan galante.

-Desde que vi este ángel.

-Gracias por tantos halagos – dijo sonrosada Alex.

-¿Por qué en vez de estar hablando tanto no nos preparas algo de comer?

-Por supuesto- miró a Alex- distinguida dama, que le apetece comer lo que sea yo se lo preparo.

-Bueno, aunque no soy muy amante de la comida italiana, me gustaría probar su especialidad, a ver si me hace cambiar de parecer.

-Que sean dos.

-Salen dos especial de Chías, señorita, le aseguro que no se arrepentirá, con este plato he conquistado a muchas mujeres.

 

Andreas y Alex sonrieron ante la simpatía de Alfredo. Andreas la observó por un momento.

     -     Y ahora  a la cocina- Alfredo desapareció no sin antes darle algunas instrucciones a uno de los camareros.

-Estás hermosa – dijo Andreas – la miraba con tal intensidad que Alex se sonrojó. La alegría de Alex se opacó, con ese comentario tan inesperado de Andreas. ¿Por qué le decía eso? Esto no era de gran ayuda.

-Gracias, pero hoy no estamos aquí para los halagos- dijo en seco.

- Es cierto, ¿qué haz decidido? – Andreas le respondió en el mismo tono.

-Me casaré con usted, siempre y cuando cumpla con unas condiciones.

-¿Condiciones?, Creo que no estás en posición de tener condiciones – en sus ojos se reflejó la burla.

-Y usted tampoco está en condiciones de perder más tiempo tic, tac, el reloj corre.

Andreas apretó los labios y Alex sintió la victoria en sus manos.

-Solo seré su esposa de nombre por un año, durante ese tiempo no perderé contacto con mi empresa… - Andreas se reclinó hacia el espaldar de su silla – Alex lo miraba fijamente mientras hablaba – dejaré personas encargadas pero si se presenta algo que no pueda delegar, tendré que atenderlo. Tampoco perderé contacto con mis tíos y no quiero que sepan que esto es una farsa y por último, no me acostaré con usted, por lo tanto, no tendremos hijos –Andreas levantó una ceja algo que ya notaba era característico en él – y… – sonrió levemente- quiero dos millones. Si está de acuerdo – Alex se inclinó hacia delante y en voz pausada dijo – ¿tenemos un trato?

 

Por toda respuesta hubo un gran silencio. Eso puso nerviosa a Alex. Aunque Gil y ella habían acordado todos los puntos que mencionó, lo de aumentar la cifra a dos millones no estaba incluido. Tenía la esperanza de que Andreas la dejara en paz, pero si aceptaba tendría dos millones y eso sería estupendo.

En ese instante llegó la comida, comieron en silencio. Alexandra no sabía que esperar. Andreas no decía nada. Pese a todo esto la comida estuvo exquisita.

-Desean tomar algún café – preguntó el camarero

-Si por favor, ¿deseas uno Alex?

-Claro.

-Enseguida regreso- dijo el camarero y se retiró rápidamente.

La música estaba estupenda en la sala de baile. Alex miró a su alrededor.

-¿Vienes muy seguido aquí? – ¡ya no soportaba el silencio de ese hombre!

-No mucho – miro alrededor del salón- las veces que he venido es para cenar con Alfredo.

-Aquí está el café, ¿desean algo más? 

-No gracias -dijeron al unísono.

-El Chef Alfredo me indicó, que eran sus invitados en la noche de hoy, que espera que no sea la última vez que nos visiten y le pide excusas por no despedirse es que el volumen de trabajo está complicado.

-Gracias –dijo un sonriente Andreas.

-Dígale al Chef Alfredo, que me hizo cambiar de opinión con relación a las pastas, que todo estuvo excelente, gracias- dijo Alexandra con una gran sonrisa.

Andreas la observó, era aún más hermosa cuando sonreía. Desde que la vio al abrir la puerta de su casa lo dejó sin aliento. Su vestido era del color de un zafiro, que le sentaba estupendamente, revelaba una silueta esbelta y una piernas bien torneadas su escote era profundo, dejando ver un poco sus pechos. El cabello era una cascada de color castaño claro hasta la mitad de su espada, dándole un aire más juvenil. El no sabía dónde posar su mirada si en esa cara hermosa y sus labios carnosos o en ese cuerpo de diosa.

¡Como rayos, pensaba ella que no se acostaría con él! Ninguna mujer lo había rechazado…mentira, si había una, pero eso era parte del pasado. El aumento de la oferta a dos millones lo desconcertó, no pensó que fuera de la clase de mujer ambiciosa.

Tan pronto se marchó el camarero…

-Acepto- dijo Andreas

-¿Perdón qué dijo?

-Que acepto tu oferta.

Alexandra se puso seria.

-¿Qué pensaste, que no aceptaría? – Andreas le sonrió con tanta picardía  que Alex se quedó hipnotizada. ¿Qué le estaba pasando?

-No es eso… - dijo fingiendo que no le importaba.

-Si es por el dinero, para mí eso no es inconveniente y en cuanto a lo demás –su sonrisa se hizo aún más amplia – yo haré lo que tú me pidas.

-Vaya que comprensivo- dijo Alex con ironía.

-¿Bailamos? – dijo animado

-Bueno –hizo una pausa - yo pensé en regresar a casa.

-La noche es joven y así bajamos lo que comimos, solo una pieza y te prometo marcharnos.

Alex lo miró con desconfianza, pero él le extendió la mano invitándola con una amplia sonrisa.

-De acuerdo.

La pista de baile estaba muy concurrida. Mientras se acercaban, la algarabía y la música era energizante. Andreas la llevaba de la mano. Alexandra sentía que una corriente de electricidad le recorría el cuerpo con tan solo tocar su mano, se sentía extraña, pero le gustaba la sensación. Cuando llegaron a la pista, comenzaron a tocar un ritmo que Alexandra le fascinaba, siempre y cuando su compañero supiera bailarlo. La Salsa, era un ritmo latino tropical muy sensual. Se detuvo un momento… en realidad no imaginaba a Andreas bailando salsa.

-¿Pasa algo? –dijo Andreas divertido - si no sabes los pasos yo te puedo enseñar - le dijo cerca de su oído.

La pista se vació un poco dejando más espacio para las parejas que comenzaron a bailar el caliente ritmo.

Alexandra miró a Andreas y pensó, ¿por qué tenía que ser tan arrogante? Le demostraría quien bailaba a quien.

-No se preocupe yo lo sigo y le sonrió cándidamente.

Cuando empezaron a bailar, Alexandra se dio cuenta de que Andreas era un excelente bailarín. Sabía cómo moverse en la pista, dándole la seguridad para hacer los movimientos de la salsa sin preocupación alguna. Ambos bailaban en la pista  tan bien que la gente empezó a mirarlos y a dejarle espacio.

Andreas sonreía mientras la sujetaba por la cintura para luego soltarla y hacerla  girar. Alexandra movía sus caderas con total sensualidad, Andreas se embelesaba al verla bailar, por su mente pasaron muchas cosas, que trato de despejar. El calor en su entrepierna era una tortura cuando la abrazaba. Esto no estaba nada bien –pensó.

Cuando se acabó la pieza no se habían dado cuenta de que muchos dejaron de bailar para  observarlos y comenzaron a aplaudirlos. Ambos se miraron y sonrieron divertidos. Acto seguido salieron de la pista y se dirigieron hacia la salida del lugar.

Mientras Andreas esperaba que le entregaran su vehículo miró a Alexandra  su cabello alborotado su pecho subía y bajaba agitado por el ejercicio del baile.

-Eres una tramposa.

-Alexandra lo miró extrañada – ¿por qué me dice eso?

-Porque resultaste ser toda una bailarina profesional.

Alexandra sonrió – Bueno es que tuve un excelente compañero de baile, ¿dónde aprendió a bailar así?

-Cuando más joven tuve una novia cubana y ella me enseñó.

-Pues lo hizo muy bien.

-¿Y tú?

-Pues en la universidad para pagar mis estudios trabajé algún tiempo en un club de música latina y pues lo demás es historia.

-Interesante –dijo Andreas.

 

Llegó el vehículo un BMW negro del año modelo deportivo. Andreas la ayudó a subir y salieron disparados hacia la autopista. Durante el trayecto hablaron de temas sin importancia. Alex descubrió y tuvo que aceptar que cuando quería, Andreas podía ser un gran conversador ya no se veía como el hombre con quien habló ayer, era más simpático, jovial y galante. Mientras conducía, Alex lo observó detenidamente y tuvo que admitir que era un hombre sumamente atractivo tanto, que le comenzaba a inquietar.

Al llegar a la entrada de su casa, él se bajó y  la ayudó a salir del auto - todo un galán – pensó Alex.

-Muchas gracias.

-Mañana te enviaré los datos del contrato.

Bueno de vuelta a la realidad Alex.

-Por supuesto- dijo solemne.

-Luego de que los verifiques, nos reuniremos para ultimar  los detalles de la boda y todos los demás pormenores.

-Entendido.

Ambos se quedaron mirando frente a frente. Andreas la miró con intensidad, algo que puso un poco nerviosa a Alex.

-Buenas Noches, Alex – por un momento Alex pensó que la besaría… pero no la toco. 

-Buenas Noches, Sr. Durr – le dijo con apenas un hilo de voz.

El subió a su deportivo y ella camino hacia la puerta.

Cuando entró a su casa, se quitó los tacones y con ellos en mano fue a la cocina, se sirvió un vaso con agua tomándoselo en dos grandes sorbos. Cerró todo y se dirigió a su cuarto. Se desvistió poco a poco, se dio una ducha rápida se puso una camiseta gigante y se metió entre las sabanas.

Andreas, solo llevaba dos días en su vida y ya ocupaba todos sus pensamientos y no solo eso, le había vendido un  año de su vida por ¡dos millones de dólares! - suspiro - Ya no hay vuelta atrás.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

2

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Eran las nueve de la mañana cuando Alex llegó a su oficina. En su despacho la esperaba una ansiosa Gil. Sus grandes ojos cafés eran toda expresión.

-¿Y qué pasó?

-Bueno- dijo Alex lentamente – fuimos a comer a un restaurante italiano espectacular, le hice la propuesta solo que – hizo una pausa.

-Por Dios mujer habla me estás matando ¡acaba de una vez! – dijo impaciente.

-Le aumenté la oferta a dos millones – Gil se desplomó en la silla que estaba a un lado del escritorio. Alex no pudo evitar reírse, su amiga siempre fue melodramática para todo. Mientras se reía caminó hacia su escritorio y se sentó para encender su ordenador.

-¿Ya estás mejor?

-¿De veras que le pediste dos millones? Me imagino que te rechazó.

-No- dijo Alex con seriedad y un dejo de tristeza- dijo que el dinero no era problema para él y en cuanto a lo demás, aceptó todas las condiciones que planificamos.

-Al menos dentro de un año tendrás dos millones para el negocio – dijo con pesar Gil- Amiga no sé si estar triste o alegre por ti.

-No dormí en toda la noche – se tocó el cuello cansada.

-Hablamos de la situación, pero no me has dicho ¿cómo es él?

Alex miró a su amiga y respiró profundo, se levantó y caminó hacia el gran ventanal con vista a la bahía - Andreas es un hombre físicamente arrollador es… - hizo una pausa - un adonis.

-¡Wow! ¿de veras?

-Alex asintió con la cabeza- Es un caballero y un gran conversador cuando quiere, pero también es prepotente, arrogante, sabe lo que quiere y va por eso y mucho cuidado al que se meta en su camino- dijo con tristeza.

-En estos momentos- Gil camino hacia el ventanal - me encantaría poder decirte algo que te ayude pero…no tengo palabras. Solo puedo estar y ofrecerte mi ayuda incondicional amiga – Alex le toco el hombro – lo sé.

-Hoy enviará el contrato y quiero que me ayudes en eso. Me imagino que luego lo veré, quiere ultimar los detalles de la boda lo antes posible.

-¿Cuándo le dirás a tus tíos?

-No se… me imagino que cuando hable con él – expresó preocupada.

-Además, en mi ausencia quiero que te encargues de todo y le pides asesoría a John. – A Gil se le dibujo una sonrisa de tan solo escuchar, el nombre del otro agente de publicidad de la agencia.

-Me imagino que no habrá ningún inconveniente ¡ah! – ambas amigas rieron de buena gana.

 

Andreas no durmió en toda la noche, tenía en su mente la presencia perfecta de Alex su voz, su cuerpo, su belleza. Rayos esa mujer lo estaba descontrolando todo. La quería con él, sentirla, hacerla suya. ¿Por qué rayos cuando estaba a su lado todo era diferente? Sus impulsos se disparaban de una forma que hace mucho tiempo no le pasaba. En realidad,  no creía poder cumplir el trato  tal y como ella quería. Nunca había tenido la necesidad de violar a una mujer, en realidad siempre había tenido mucha suerte y sabía que ella no era inmune, lo notó cuando se despidió, la vio algo nerviosa – sonrió.

-Tarde o temprano vas a caer Alex y por 2 millones que más se puede pedir.

Andreas llamó a su abogado para que preparara el contrato, quería que Alex lo tuviera a más tardar en la tarde, no tenía tiempo que perder.

 

Eran las tres de la tarde cuando Alex recibió el contrato. Gil se lo entregó y rápidamente comenzaron a revisarlo. Las estipulaciones eran claras y directas tal y como Alex quería.

Bueno todo al parecer está muy claro- comento Gil.

Si palabra por palabra – cuando vio que su amiga se levantaba mirando su reloj – ¿A dónde vas?

-  John me invitó a salir hoy a las ocho y quiero estar fabulosa así que si no te importa, me voy – se veía tan feliz que parecía flotar.

-  Me alegro mucho y sabes que quiero detalles  de todo.

-   ¿Y tú, qué  vas a hacer?.. ¡Es viernes social!

- Aun me quedan algunas cosas por hacer – Gil movió su cabeza en forma de desaprobación – lo sé, lo sé – levanto las manos en señal de rendición -no me quedaré mucho rato.

-    Promételo – dijo Gil con mucha seriedad.

     -    Te lo prometo, quizás vaya a visitar a mis tíos.

     -    Eso está muy bien. Bueno Chao – le hizo un gesto de despedida con la mano y salió presurosa.

Todo quedó en silencio. Se levantó de su silla frotándose el cuello, decidió que lo mejor era que fuera a casa se diera una ducha  y fuera a visitar a sus tíos. Hacía como dos semanas que no los veía y tenía que buscar la manera de darles la fabulosa noticia de su casamiento. Hizo una mueca de tan solo pensarlo, en ese instante sonó el teléfono, lo que hizo que se sobresaltara.

-Agencia de publicidad AJ.

- Vaya, vaya aun trabajando - esa voz profunda y sexy era inconfundible.

-No todos tenemos los privilegios que tiene usted.

-Es cierto pero muy pronto tú también podrás descansar o al menos tener parte de esos privilegios.

-¿Sr. Durr que desea? – ese hombre tenía la habilidad de exasperarla.

-Quería saber si todo estuvo bien con el contrato y quiero verte mañana sábado.

Su tono arrogante y autoritario la sacaba de balance. ¿Pero qué se creía, que ella estaba disponible para él con tan solo chasquear los dedos?

-No creo que pueda…

-El la interrumpió – si tienes planes cancélalos.

-Alex respiró profundamente – ajá si claro ya los cancelé y quien se cree que es …

-Tu futuro esposo y el hombre que te pagará dos millones de dólares. Pasaré por ti a las once, lleva ropa cómoda traje de baño y un vestido ligero para la noche – acto seguido colgó el teléfono dejando a Alex con la palabra en la boca y con un montón de improperios que decirle.

Alex llamó a sus tíos para saber si estarían en casa. Como bien dijo Gil, era viernes y todos salen los viernes. Ella era la única tonta que aún estaba en la oficina. En realidad hizo bien, sus tíos asistirían al teatro esa noche, así que acordaron verse el domingo para almorzar.

 

A las once en punto tocaron a su puerta – ya voy- al abrir la puerta se encontró con un sonriente Andreas vestido con pantalón de mezclilla azul con una polo blanca  y zapatos deportivos. Al menos ella le hizo caso llevaba pantalón de mezclilla  con camiseta rosa y un abrigo ligero sobre sus hombros se había atado el cabello en una cola de caballo con una cinta rosada.

-      ¿Ya estás lista? – pregunto Andreas luego de recorrerla de pies a cabeza sin ningún disimulo haciendo que Alex se sonrojara.

Al dirigirse al auto Andreas la abrió la puerta entrando Alex rápidamente. En los pocos segundos que tuvo Andreas para rodear el auto y sentarse a su lado Alex respiró profundamente tres veces. Ese hombre la descontrolaba y con esa ropa tan informal la hacía perder el aliento y sentía deseos de tocarlo- cerró los ojos con fuerza, deseaba borrar esa imagen.

-¿Estás bien? – Preguntó Andreas quien ya estaba tras el volante.

-Si claro ¿por qué no he de estarlo?  Aunque no se para dónde voy – dijo con ironía- estoy sumamente bien.

Andreas encendió el motor y salieron hacia la avenida principal.

-¿Sabes que la ironía no te sienta?

-Lo siento -dijo con falsa dulzura- ¿y a dónde vamos?

-Vamos a que conozcas a mi hermana.

-¡Pero como puede hacerme esto! No estoy presentable, no sé nada de ellos y si nos preguntan de la relación ¿qué voy a decir? – su angustia era evidente.

-Te agradeceré que dejes la histeria. – expresó con una calma que Alex no tenía – En la casa de mi hermana tienen un día de piscina y playa con mis sobrinos y barbacoa que les encanta,  de hecho yo soy el cocinero experto en la parrilla- Alex lo miro y levantó una ceja con gesto de incredulidad.

-Y en cuanto a nuestra relación, no te preocupes nos apegaremos a la verdad – miro por unos segundos a Alex- lo importante es que fue amor a primera vista – sonrió  mostrando su dentadura perfecta.

-No creo que sea conveniente esto. Algo puede salir mal, ¿y si quieren detalles y no estás a mi lado para ayudarme? – frunció el ceño.

-¿Crees que botaría dos millones de dólares a la basura por una equivocación tonta? Todo está calculado, de esta forma llegará a los oídos de mi primo que el casamiento está a la vuelta de la esquina – apretó el volante con fuerza- todo tiene su propósito…- hizo una pausa y la miró por un momento- lo único que necesito de ti, es que seas cariñosa y una feliz novia.

-Entiendo – dijo Alex mirando por la ventanilla del auto que cruzaba veloz la carretera de la costa. El mar se veía en total calma, ojala ella pudiera sentirse igual.

 

A los pocos minutos entraron en un sector exclusivo de villas de veraneo. Era un vecindario de casas espectaculares, de techos altos y jardines bien cuidados. Algunas eran de dos plantas y otras tan solo de una. En la que se detuvo Andreas, era  una hermosa casa de dos plantas con un gran jardín lleno de flores de colores. Andreas apagó el motor y solo se escuchó el sonido de los pajaritos.

Andreas la miró detenidamente. Alex tenía su vista puesta al frente y estaba muy consciente de la cercanía de ambos en el auto y del escrutinio del hombre a su lado.

-Pareces como si fueras al paredón.

-Alex se volteó a mirarlo – pues así  me siento. No puedo creer que usted me tire a los leones como lo está haciendo.

-No sé porque te quejas tanto. Por dos millones esto es nada, muchas darían todo por estar ahí sentada.

-Pues ¿por qué no se consiguió a otra? – dijo molesta.

-Porque te quiero a tí – diciendo esto se la acercó tan rápido como un felino y la besó con tanta pasión que Alex no había sentido jamás. Sus labios apretaron los de ella con tanta fuerza y sensualidad que Alex abrió su boca sintiendo el sabor de la boca de Andreas, su aliento y la caricia de su lengua al saborear sus labios de manera hipnotizante. De repente, Andreas se separó de ella dejándola sin aire y mareada. Cuando Alex abrió sus ojos se encontró con la sonrisa burlona de Andreas y el triunfo reflejado en sus ojos.

-Nada mal ¡ah!  Si escucho que te diriges a mí en forma de usted te pasará lo mismo – la observó por un momento - Los ojos de Alex botaban chispas de coraje, estaba sonrojada y sus labios levemente hinchados por el delicioso beso. Se veía sexy y hermosa, pero faltaba algo… levantó su mano hacia su cabello y le quitó la cinta que lo sostenía cayendo este como una cascada de seda castaña, haciendo un hermoso marco a su rostro.

-Si vuelve a hacer esto… - Alex contuvo los insultos. Estaba furiosa consigo misma. ¿Cómo pudo sucumbir a su beso tan fácilmente? Aún sentía que temblaba por dentro.

-¡Está bien, es mi culpa! – levantó sus manos en acto de rendición – creo que debemos entrar.

Andreas le tomó su bolso y caminaron hacia la entrada. Tocaron el timbre y mientras esperaban…

-¿Lista? – Alex lo miró con preocupación – Andreas le tomó la mano justo en el momento en que abrieron la puerta.

Lo recibió una señora de baja estatura y de mirada vivaz, con cachetes sonrosados.

-Qué bueno que llegaste Andreas, yo ya no tengo fuerzas para seguir corriendo detrás de Sofía y Andrés – dijo esto mientras lo abrazaba con efusividad-

-No te preocupes Nana estoy aquí para relevarte – sonrió a carcajadas.

-Qué bueno mi niño, yo ya no estoy para estos trotes, miró a Alex con sumo interés y se presentó ella misma- Soy Ana… - Andreas la interrumpió mientras rodeaba los hombros de la diminuta señora.

-Ella es mi segunda madre- Alexandra no pasó desapercibida la mirada de ternura que le dio Ana – Ana nos cuidó a mí y a mi hermana Sofía, desde que éramos unos bebitos. Te presento a mi futura esposa, Alexandra Jensen.

Alexandra le entendió la mano con una amplia sonrisa - Dígame Alex.

- Eres más que bienvenida, ya Andreas nos dijo que vendrías a pasar un tiempo con nosotros – mirando a Andreas pícaramente- es más bonita de lo que nos dijiste.

Alex se sonrojó levemente y Andreas la abrazó por la cintura – Es que si decía más pensarían que estaba exagerando.

Alex miró a Andreas y creyó ver en su mirada algo que no pudo descifrar. Pero al parecer se equivocó, porque seguía viendo los mismos ojos grises, fríos e impenetrables. 

-Bueno entren, todos están en la piscina yo voy un momento a la cocina a traer unas bebidas, los veo dentro de un rato. 

Luego del recibidor, entraron a una sala amplia decorada en colores tierra y arena la ambientación era fresca y clara, había exquisitas esculturas y jarrones en barro que le daban un toque clásico en combinación con los muebles modernos. Los pisos eran en madera bien pulida y cuidada. Tenía un amplio ventanal que daba para uno de los jardines.

        -  Es una casa hermosa – giró para mirar a Andreas fijamente -y se puede saber ¿cuándo les hablaste de mi a tu familia?

       -  Tan pronto te encontré – dijo un despreocupado Andreas.

       -  ¿Y se puede saber qué les dijiste? ya que al parecer soy la última en enterarme de todo- levanto sus cejas.

        -    Les dije que ya era tiempo de presentarle a la que iba a ser mi futura esposa, que ya llevábamos un tiempo saliendo, que eras simpática y hermosa – la miro de arriba abajo- y que solo estaba buscando la fecha indicada para presentársela… - la miró  y le sonrió.

¡Dios por qué tenía que sonreírle así! Pensó Alex – cada vez te detesto más ¿lo sabías? – Andreas se paró justo frente a ella y le puso las manos sobres sus hombros. Alex sintió que su contacto la derretía por dentro.

-No entiendo por qué estás tan molesta. No quiero que pierdas la perspectiva de todo esto – le dijo en voz baja y seca – esto es un negocio y tengo que hacerlo creíble porque si no, puedo perder todo y mucha gente depende de mí, así que no quiero más interrogantes como esa.

-Alex miro sus manos  sobre sus hombros – ¿me estás amenazando?

-Yo hago lo que tengo que hacer y si no te gusta mis procesos pues… - la soltó y se encogió de hombros  - lo siento por ti, de hecho – le hizo un ademán para que caminaran hacia la terraza la guió con gentileza, cosa que su tono de voz bajo no reflejaba – quiero conocer a tus tíos lo antes posible, ¿qué te parece verlos mañana? -le rodeó la cintura y la atrajo hacia sí tan pronto llegaron a la terraza.

-¡Tío Andreas! – se escucharon dos vocecitas chillonas desde la piscina.

-Hola  a todos – dijo en voz alta.

Alex se sentía como si estuviera en una pesadilla de la que no podía despertar. Cómo era posible, que le estuviera hablando en ese tono tan frío  y autoritario y ahora lo escuchaba tan gentil y cariñoso. Definitivamente, ya todo empezaba a correr. Tenía a su lado a un hombre que apenas conocía, pero lo que si sabía es que sus opiniones para él no importaban y que las cosas se tenían que hacer como él dijera o se enfrentaría a las consecuencias. Deseaba salir corriendo y dejar que todo se fuera al cuerno, pero no podía y Andreas lo sabía muy bien.

Una mujer joven de cabello largo y negro como el azabache se le acercó a ellos llevaba en sus manos un delantal y un tenedor de barbacoa.

-Hola – lo saludó con beso y un abrazo – toma – le entrego ambas cosas con una amplia sonrisa- que bueno que llegaste la parrilla te espera.

-Por fin estás con nosotros Alexandra - la saludó con beso - bienvenida a mi casa que también es tuya. Desde que mi hermano habló de tu existencia, estamos ansiosos por conocerte, soy Sofía.

-Gracias es un placer conocerte, pero por favor llámame Alex.- dijo sonriente.

-Cariño - interrumpió Andreas - el trabajo  me llama así que te dejo en buenas manos.

-Tranquilo cariño- Alex le dio un beso fugaz en la boca a Andreas y pudo ver que lo desconcertó por completo - vete y cocina que todos tenemos un hambre atroz. - Andreas le sonrió sorprendido.

-¡Aja! Ella es de las mías –sonrío a carcajadas, Sofía – ponte cómoda, espero que hallas traído traje de baño. Hay una ensenada espectacular.

Andrea contemplaba la escena desde la parrilla. La mirada  que Alexandra le dirigió parecía traspasarlo, pero tan pronto su hermana la miraba su sonrisa era de ángel. – ¡Vaya, sí que sabe disimular! pero por dos millones todo es posible – pensó con ironía.

Los niños salieron de la piscina para saludar a su futura tía. Eran encantadores. Ambos eran adoración con su tío y la acogieron muy bien. A ella le fascinaban los niños, así que no tenía que fingir y al parecer el varoncito quedó prendado de ella cosa que le hacía mucha gracia.

A pesar de que pensaba que la acribillarían con preguntas de su relación con Andreas no fue así. En realidad la pasó muy bien y Andreas demostró ser un experto en la parrilla.   

-Me imagino que te quedaras a cenar con nosotros – dijo Sofía.

Alex miró a Andreas que estaba sentado al frente de ella. El entendió el mensaje.

-¡Claro!- contestó Andreas.

-Pues que bien, le diré a Ana. Los voy a dejar solos un rato tengo varias llamadas que hacer y quiero llevar a estos dos angelitos arriba para que duerman la siesta. Por qué no se dan un chapuzón en la playa el mar está hoy precioso. Si mi esposo Richard estuviera aquí los acompañaríamos, pero dentro de media hora me va a llamar y como comprenderán es una llamada que no me quiero perder- sus ojos brillaron de emoción.

-Entiendo, qué bello es estar enamorada- dijo Alex mirando a Andreas – ¿verdad mi amor?

La sonrisa de Andreas reflejaba toda simpatía. Pero Alexandra sabía que no le había caído nada bien  su comentario, en su cien le vio el latido de una pequeña venita que lo delataba. Para Alexandra, fue un pequeño triunfo que lo disfrutó grandemente.

Caminaron hacia la playa por un sendero lleno de flores de colores,  al final bajaron unos escalones en madera. El área de la playa era una ensenada pequeña, era como tener una playa privada. La arena era blanca y el mar parecía un plato, no tenía olas, lo que lo hacía perfecto para nadar.

Alexandra le fascinaba nadar, era su pasatiempo favorito así que no lo pensó mucho. Se quitó la pañoleta de playa que la cubría, dejando ver un diminuto bikini negro que dejaba al descubierto todas sus delicadas curvas. Se recogió el pelo en una alta cola de caballo. Cuando terminó miro a Andreas que estaba embelesado mirando su escultural cuerpo.

-¿Vienes?

- ¡Claro! - el dejó los bultos con las toallas en el suelo y se quitó la camisa y los pantalones cortos dejando ante los ojos de Alexandra, lo que ella ya imaginaba y que ahora era una realidad. Un cuerpo perfecto de color caramelo, ¡Dios y ese sería su esposo! Si se quedaba allí esa sensación que la invadía la delataría. Se sentía extraña, esto no le había pasado antes, simplemente era el estar tan consciente de tener a un hombre a su lado. Le sonrió a Andreas y empezó a correr hacia el agua.

-El último en llegar al agua es un tonto- corrió como gacela dando pequeños gritos mientras escuchaba entre las carcajadas de Andreas que le decía- eres una tramposa te voy a atrapar.

El contacto del agua con su cuerpo fue fenomenal el agua estaba fresca y tibia comenzó a dar varias brazadas fuertes mar adentro. No se percató de que Andreas la seguía muy de cerca, cuando se detuvo él estaba a su lado.

-Vaya no sabía que nadabas tan bien.

-Bueno al parecer eso no lo pusieron en tu informe – dijo con picardía.

-¡Tuche! – exclamó Andreas

-¡Ah!- suspiró- Esto me encanta. Me fascina el mar ¿y a ti?

Andreas la observaba, por respuesta levantó su mano y le quito un mechón mojado de la cara a Alexandra. Estaban tan cerca, que sus respiraciones agitadas eran lo único que escuchaban y sus piernas se tocaban levemente bajo el agua.

Andreas trago hondo, esa mujer lo estaba perturbando demasiado. Se excitó tanto al verla en ese diminuto traje de baño que apenas pudo controlarse. Su cuerpo esbelto con sus suaves curvas que estaba loco por recorrer con su boca y sus manos. ¡Rayos! tenía a su lado a una diosa que no quería nada con él o al menos eso decía ella, pero cuando la beso ella le correspondió sin ningún problema y fue delicioso. Esto era un reto, doblegaría su voluntad y la haría suya solo era cuestión de tiempo y tenía todo un año para lograrlo.

De repente – oye te reto a una carrera hasta la boya,  ¿qué dices? –

-Fui campeón de natación en la universidad, no tienes oportunidad conmigo- sonrió Andreas.

-¿A si? pues yo también,  vamos a ver quién es el mejor. Ambos se alinearon

-En sus marcas, listos – dijo Andreas.

-Fuera – dijo Alex.

Ambos nadaron con fuerza hacia la boya. Andreas tuvo que admitir que se esforzó bastante para alcanzarla, parecía una sirena y era muy rápida  pero al final él gano por una brazada.

       -    Te gané – dijo un agitado Andreas.

       -    Por poco – contesto Alexandra sujetándose de la boya.

Andreas la miró sonreírle por primera vez  y sintió algo extraño en su pecho que lo desconcertó.

-¿Cómo lo has pasado?, la verdad.

Ella respiró profundo – pues muy bien, mejor de lo que esperaba. Tu hermana es maravillosa y tus sobrinos encantadores lo mismo que Ana – dudo un momento.

     -      ¿Qué sucede?

-Mañana tengo un almuerzo con mis tíos, así que los llamaré para decirle que llevo un invitado especial – en sus ojos se reflejó la preocupación.

-Oye – Andreas le tomo la barbilla – mírame – ella sentía que se perdía en esos ojos grises que la miraban con intensidad.- todo saldrá bien, ten confianza.

-¿En ti? – dijo Alexandra en un tono suave.

-En nosotros- Alexandra pensó que  Andreas la iba besar de nuevo pero…

-Bueno ya es hora de regresar si nos quedamos aquí te puedes convertir en una sirena. Ambos rieron  de buena gana.

 

Después de llegar a la orilla, ambos se tumbaron en la arena sobre sus toallas bajo las uvas playeras. El fuerte ejercicio y la suave brisa del mar hicieron que ambos se quedaran dormidos. Alex despertó para ver a su futuro esposo tumbado a su lado profundamente dormido.

Su respiración era suave y acompasada. Verlo así, era un regalo que no esperaba tener ese día. Sus facciones estaban más suaves y sin esa mueca cínica que hacía casi todo el tiempo, sus pestañas eran largas y oscuras su pelo estaba alborotado por la brisa sus labios eran carnosos y sensuales. Se le erizó la piel el recordar como la besó en el auto. Alex bajo la mirada a ese cuerpo espectacular. Sus brazos firmes su estómago definido y su… bueno al parecer – se sonrojó.

-¿Te gusta lo que ves? – escuchó la voz ronca de Andreas.

Fue tanto el susto que se puso de pie de un solo brinco y le dio la espalda. ¡Rayos! Quien sabe desde cuando la estaba observando ¡qué vergüenza! – se sentía roja de  los pies a la cabeza.

Él se levantó  y la abrazó por la cintura atrayéndola hacia su pecho. Alex sintió su erección y se paralizó. Andreas le acarició su melena alborotada y le dio un suave beso en su hombro. Alex sintió que se derretía por dentro. La apretó aún más hacia él.

-Eres tan hermosa – la besó en el otro hombro – la volteó para que lo mirara. En sus ojos Alexandra vio el brillo del deseo. Era como si la hipnotizara – me tienes loco ¿lo sabes verdad? – le besó la oreja  y Alex cerro sus ojos, se sentía flotar, era como si todo a su alrededor desapareciera y solo existieran él y ella.

Andreas le rozó sus labios suavemente y los humedeció con la punta de su lengua Alexandra gimió de placer entreabriendo sus labios. La sonrisa triunfal de Andreas hizo que sonaran miles de alarmas en su cabeza, pero qué importaba, esto era maravilloso. Andreas la besó entrando su lengua suavemente en su boca, explorando con lentitud. Luego su beso se hizo más profundo, Alexandra se abrazó a él  llevando sus manos alrededor del  cuello de  Andreas pegándose más a él sintiendo como su deseo crecía más y más. El beso se hizo profundo, apasionado y Alex le correspondió con la misma intensidad. Todo estaba perfecto hasta que Andreas comentó…

-Creo que después de todo, estos dos millones valdrán la pena - para Alexandra esto fue como un balde de agua fría. Se paralizó en los brazos de Andreas – ¿Qué pasa? -y allí otra vez estaba ese gestó cínico y burlón que tanto detestaba.

-Eres un idiota – alcanzó decir Alexandra y lo empujó, se llevó una mano a sus labios que estaban hinchados por el  apasionado beso como si quisiera borrarlo, gesto que no pasó desapercibido por Andreas – los ojos de Alexandra se le llenaron de lágrimas de humillación.

-Alex somos adultos ¿por qué te pones así? – frunció el ceño – a ti te gustó al igual que a mí, vamos a estar juntos por un año. Tú me deseas, no lo niegues – dijo en completa arrogancia.

Alexandra lo ignoró por completo y comenzó a colocarse la pañoleta de playa sobre su traje de baño. A Andreas no le quedó más remedio que comenzar a recoger las cosas. Definitivamente, en este primer encuentro salió perdiendo.

-Sí, tienes razón Andreas, somos adultos – se tragó sus lágrimas, primero muerta que hacer que Andreas la viera llorar –  y como adulta que soy, yo decido que esto no volverá a suceder.

Andreas la miró con seriedad. Su rostro era una máscara impenetrable.

-Te estás comportando como una niña Alexandra. Lo cierto es que yo no te soy indiferente y tú a mí tampoco – la miró de arriba abajo- vámonos – dijo con fastidio- tenemos que arreglarnos para la cena y espero que te comportes según lo acordado o ya sabes lo que le pasará a tu primo.

-No te preocupes así será, no tienes por qué recordármelo ¡Chantajista!

 

Andreas apretó su quijada, estaba furioso con ella. Pero si pensaba que ella se regalaba a cualquiera, estaba bien equivocado. Si bien era cierto que le atraía, ella tenía sus convicciones y no era una mujer de pasarla bien como dijo Andreas. No podía permitir que la tocara de nuevo, no sabía qué era, pero Andreas la hacía sentir diferente y bien consciente de su femineidad. El camino de regreso fue en absoluto silencio.

Cuando llegaron a la casa Andreas le indicó dónde estaba su cuarto para arreglarse – la cena la servirán a las 7:00, te esperaré abajo y no llegues tarde – dijo con sequedad.

-No acostumbro a llegar tarde… estaré lista.

Sin más, Alex entró a su habitación y él bajo las escaleras. Alex cerró la puerta con seguro no estaba para las sorpresitas de Andreas. Al menos la habitación era preciosa, tenía una cama inmensa que invitaba a dormir, el baño era espacioso tenía una ducha y bañera, al lado de esta tenía una mesita llena de sales aromáticas y aceites. Apenas eran las cinco, así que se daría un baño rápido se secaría su cabello y descansaría al menos media hora.

A las 6:50 estaba mirándose en el espejo, para ver que todo estuviera perfecto. Puso mucho cuidado en el maquillaje pensó en recogerse el cabello pero luego de cepillarlo varias veces se veía sedoso y con brillo así que se lo dejo caer como cascada hasta la mitad de su espalda. Se puso un vestido sencillo color blanco con tirantes, en tela india que caía suavemente hasta un poco más arriba de sus rodillas, el vestido tenía un cinturón blanco enmarcado con una hebilla plateada que le daba el toque especial. Se colocó unos aretes en forma de argolla y se calzó con unas sandalias plateadas. Al mirarse al espejo sonrió con aceptación, se puso un poco de su perfume favorito y listo.

Al bajar las escaleras escucho voces y risas que provenían de la sala principal. Al entrar ya todos estaban, Sofía se dio cuenta de su llegada.

-Hola cuñada, ¡que bella estás me encanta tu vestido! – Andreas estaba mirando por el ventanal y se volteó al escuchar el comentario de su hermana.

La mirada que le dirigió Andreas fue algo extraña y como siempre difícil de descifrar. Atravesó la sala y mientras caminaba hacia ella, Alex sintió que su corazón le daba un vuelco. Se veía arrolladoramente masculino, vestía un pantalón negro y camisa azul claro de manga larga no tenía corbata, para darle ese aire informal llevaba el cabello bien peinado y algo húmedo. Cuando estuvo a su lado le sonrió, pero Alex sabía que estaba disimulando en su mirada fría lo podía notar, aún estaba molesto. Eso la hizo sonreír con tanta dulzura que a él le brillaron los ojos. Se le acercó y le dio un beso fugas.

-¿Quieres tomar algo antes de cenar? – le dijo Andreas muy servicial.

-Si me gustaría un Martini de manzana.

-Sale un Martini – se alejó para servirle la bebida.

-¿Querida es cierto que tienes un negocio de publicidad? – Andreas regresó con el trago y se quedó a su lado. – Mi hermanito me dijo que eres bien próspera en tu negocio.

-Si, apenas estoy comenzando, pero me encanta lo que hago –sonrío

-Pues que bueno, muchas de las… como decirte – hizo una pausa para buscar la palabra correcta- mmm..... Amigas de mi hermano, no son tan prósperas como tú o mejor dicho, no hacían nada para valerse por sí mismas.

-Sofía, creo que Alex no necesita saber de mis antiguas conquistas o como bien dices tú… desastres.

-Bueno no sé quiénes eran las anteriores, pero lo cierto es que yo no soy así. Aunque hay ciertas ocasiones en que la vida te obliga a realizar acciones que tú jamás pensaste. ¿No lo crees cariño? – miro a Andreas quien la miró con los ojos entrecerrados en una clara señal de advertencia.

-Si en eso tienes razón. Pero hermanita ¿qué clase de comentario es ese? Acaso quieres espantarme a esta mujer hermosa, con la cual quiero casarme – la miro con intensidad.

-Tranquilo cariño – le dijo Sofía acariciándole el rostro – solo preguntaba y lo menos que quiero es espantarte a esta mujer, que me ha causado tan buena impresión - le dio un abrazo cariñoso a Alex.

- La cena está servida - dijo Ana

-Pues bien vamos a comer – dijo alegre Sofía.

Mientras caminaban al comedor Alex preguntó por los niños a Sofía y ella le explicó que ellos habían comido antes y estaban ya es sus habitaciones listos para dormir.

La comida estuvo exquisita y la charla fue bien amena. Ya eran alrededor de las diez cuando Andreas y Alex comenzaron a despedirse, momento que  a Alex le causaba ansiedad eso significaba que estarían muy cerca.

Ya en el auto Andreas se sentó tras el volante y no pronunció palabra, era claro que aún estaba molesto y que disimuló muy bien ante su hermana.

Pues bien, si él no hablaba ella tampoco, así que se dedicó a mirar por su ventana como si tampoco le importara.

-¿No piensas decir nada? – escuchó la profunda voz de Andreas a su lado.

-Pues yo no obligo a nadie a hablar conmigo. Además estoy cansada.

Por toda respuesta Andreas suspiro. Al parecer él también estaba cansado. Alex lo miro conducir sus manos firmes en el volante, se veía cansado, por un momento se recreó en el pensamiento de cómo sería pasar sus dedos por su espeso cabello, tocar su mejilla.

-Si me sigues mirando así no voy a responder Alex. Si no quieres hacer nada no me provoques – dijo molesto.

Alex reaccionó indignada- ¡yo no te estoy provocando! esa nunca ha sido mi intención y quiero que quede bien claro.

En esos momentos Andreas estacionaba frente a la casa de Alex. Se bajó del vehículo para ayudar a Alex a bajar pero ya esta se había bajado y se dirigía a la entrada de su casa. Andreas la alcanzó en dos zancadas. La sujetó del brazo obligándola a verlo de frente. Alex le miró la mano en su brazo y el la soltó.  Respiró profundo como si le costara trabajo dominarse y le dijo con su ya consabido tono arrogante…

- Quiero que quede claro algo entre tú y yo, esto es un negocio  de dos millones, beneficioso para ti y para mí. Y sí te investigue y sí planifique a tus espaldas pero tú eras la persona idónea, la situación de tu primo pues – hizo una pausa y la miro con intensidad, su rostro se veía entre sombras y luz  y estaban tan cerca que Alex podía sentir su calor, su aroma que la estaba embriagando, seduciendo sin tan siquiera tocarla. Si él supiera cuanto la afectaba…

    ¡Dios era tan hermosa! Dulce pero fuerte a la vez. Su larga melena la hacía ver angelical en ese vestido blanco. Lo miraba con seriedad y estaban tan cerca que no lo pudo evitar tenía que tocarla, besarla, sentirla. No lo pensó dos veces la agarró por la cintura y la atrajo hacia su pecho, su boca buscó la de ella como un sediento en busca de agua. Sus labios se juntaron y sintió como ella respondía a su beso con la misma intensidad y fuerza pero…

Alex no dejaría que esto pasara de nuevo, usó toda su fuerza de voluntad y se quedó quieta en sus brazos, tan quieta que lo sorprendió.

-Lo siento Andreas aquí no hay nadie, solos tú y yo. Por lo tanto, no hay que disimular, además – su voz sonaba fría y firme – no recuerdo que en el contrato exista escrita una cláusula que indique expresiones cariñosas como esta.

Andreas bajo sus brazos y la miro fijamente tal y como ella lo hacía.

- Entonces dime tu precio, cuanto te pago para llevarte a mi cama y lo añadimos al contrato- Por toda respuesta Alex le dio una sonora bofetada, que estaba segura que le dejo el rostro ardiendo, como su mano.

Andreas se llevó la mano al rostro y sonrió. Alex retrocedió un paso y levantó su barbilla en un gesto desafiante.

-Yo no soy una prostituta Sr. Durr y mi precio como usted dice no lo alcanzaría ni aunque reuniera toda su fortuna – se expresó con dignidad.

-No importa lo que digas por lo visto te haces la difícil, pero yo sé que me deseas tanto como yo a ti. – Alex desvió su mirada, lo que le confirmó a Andreas lo que pensaba – Serás mía tarde o temprano el tiempo está a mi favor, la miro de arriba abajo y si vuelves a hacer esto otra vez, atente a las consecuencias. Acto seguido giró sobre sus talones y se fue, dejando a Alex allí en la acera parada idiotizada por lo que acababa de pasar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

3



 

Alex llamó a sus tíos en la mañana para confirmar el almuerzo, les mencionó que llevaría a un invitado y su tía pensó que lo ideal era recibirlo en su casa en vez de salir a un restaurante como hacían en otras ocasiones. Alex no estaba muy contenta con la idea pero no tuvo otro remedio.

Tenía que llamar a Andreas y no encontraba como hacerlo. El incidente de la noche anterior no fue nada agradable, se sentía culpable pero a la vez, reconocía que él le faltó el respeto y ella no soportaría ese tipo de comentarios. Al menos ya él sabía cómo era y lo pensaría dos veces antes de meterse con ella. Suspiró profundo y marcó su número telefónico.

Escucho al otro lado la voz profunda y seca de Andreas- ¿Si?

-Soy Alex.

-Ya lo sé – dijo escueto.

Esto no iba a ser fácil pensó Alex – te llamo para decirte que mis tíos nos esperan a la 1:00 para almorzar y quieren que sea en su casa.

-Bien paso por ti a las 12:30, te veo entonces.

No dejo que Alex contestara ya que corto la llamada, lo que puso furiosa a Alex. Odiaba que le cortaran así, pero podía entender que estaba aún furioso con ella.

El trayecto de la casa de Alex a la de sus tíos era relativamente corto. Lo que fue un gran alivio. Andreas no había pronunciado palabra en todo el camino. Alex lo miró de reojo y pensó que nunca había visto un hombre tan viril, cuando estaba a su lado sentía que su cuerpo lo necesitaba, era horrible sentir eso y a la misma vez maravilloso.  Cuando llegaron frente a la casa de sus tíos…

-Lo siento- dijo Andreas y se giró a mirarla.

Alex no podía dar crédito a sus oídos. Andreas Durr, disculpándose con ella una simple mortal.

-No debí hablarte de esa forma. Dentro de poco serás mi esposa y te debo un respeto ahora y siempre.

Alex estaba muda. Sabrá Dios cuantas veces ensayó esto frente al espejo y le dieron ganas de reírse,  tanto que no lo pudo evitar.

¡Demonios! ¿Y ahora que había hecho? Definitivamente, con Alexandra no sabía a qué atenerse. Había pensado en disculparse en toda la noche y ella solo se reía, ¡se reía de él! 

Cuando pudo controlarse Alex respiro hondo y le dijo – disculpas aceptadas. Yo también te pido disculpas, no debí reaccionar de la forma en que lo hice.

Andreas no dijo nada solamente asintió con la cabeza y salió del auto.

El encuentro con sus tíos fue más relajado de lo que Alex pensaba. Al parecer, Andreas se los había echado al bolsillo.

-Sra. Jensen la comida ha estado exquisita –dijo Andreas con una sonrisa irresistible, tanto que su tía se ruborizo. ¡Qué rayos! ¿Es que no había una mujer inmune a sus encantos? Ni siquiera ella, pensó con tristeza. En cierta forma lo que le dijo Andreas era cierto. Tenía todo el tiempo del mundo para hacerla caer en sus brazos.

-¿Cariño qué te pasa?  -preguntó su tío – casi no haz pronunciado palabra, ¿te sientes bien? Te noto un tanto distraída.

-No te preocupes tío estoy bien.

-Lo que sucede Sr. Jensen es que Alex y yo nos vamos a casar y al parecer la idea de la boda la pone un poco nerviosa.

-¡Querida!- dijo su tía con lágrimas en los ojos – ¡que buena noticia! – miro a su esposo – ¿no es así cariño?

Su tío la miro con gran ternura se levantó de su asiento y le dio un beso en la frente a Alex. -¡En hora buena, mi niña!- Se dirigió hacia Andreas quien se levantó de su asiento, ambos hombres se fundieron en un abrazo. Sus tíos estaban emocionados. Su tía dijo que esto merecía un brindis y salió disparada hacia la cocina para traer unas copas y vino.

-Vamos a la terraza, allí está más fresco y podemos seguir conversando quiero que nos cuenten todo. Alex porque no llevas a tu prometido- sonrió- a la terraza en lo que yo ayudo a tu tía.

Claro tío – Alex se quedó sola con Andreas en el comedor. No encontraba como levantarse de su silla. Se sentía fatal, por engañar de esa forma a sus tíos. Se le partía el corazón de ver su alegría con la noticia, nunca antes los había engañado pero ahora… miró a Andreas quien también seguía sentado. Cuando lo miró creyó ver en sus ojos por unos segundos algo extraño como… ¿ternura? No... eso fue su imaginación la mirada de Andreas era la misma en sus ojos grises no había más que hielo.

La tarde para sus tíos fue muy amena y en realidad después del trago amargo de la noticia del casamiento todo fue más sencillo. Su tío era un hombre educado, era versado en muchos temas y le gustaba hacer muchos chistes. Andreas se los disfrutó uno tras otro. Alex lo miraba y aunque no quería, tenía que sonreír, en realidad él lo estaba pasando muy bien.

Cuando se despidieron de sus tíos eran las seis de la tarde. Alex quedó con su tía de ir de compras en la semana para comenzar los preparativos de la boda y Andreas quedó de ir con su tío y los amigos de este a jugar golf. Era lo único que practicaba después del padecimiento de su corazón.

-Tus tíos son espectaculares ahora entiendo muchas cosas.

-¿Qué es lo que entiendes? ¿Qué los estoy engañando y jugando con sus sentimientos? – lo miró molesta

-Eso no es justo Alex. Yo no te estoy obligando a nada – su atención estaba puesta en la carretera.

-¿Cómo puedes engañar a tu familia tan fácilmente? Ellos son también igual de encantadores que mis tíos.

-No me queda otro remedio- dijo sombrío.

-Creo que te equivocaste de ruta.

-No, no lo hice

-¿A dónde me llevas?

-Lo dices como si te estuviera secuestrando, ¡por Dios quieres calmarte! – dijo con falsa paciencia.

-Está bien. Es que no me siento bien, este día ha sido estresante para mí. Pero al menos me podrías decir que tienes en mente  para que yo no me ponga tan histérica. – Andreas la miro brevemente.

- ¡Cara mía! la ironía no te sienta. – Alex lo miró con hostilidad.

-Vamos a mi casa – Alex palideció- aún no has ido y quiero que la conozcas. Además quiero que me des tu opinión de la casa. Viviremos allí o si lo prefieres compro otra.

-Vaya lo que es tener dinero. No veo que mi opinión sea importante al fin y al cabo solo estaremos casados un año. Doce meses, mejor dicho 365 días.- enfatizó.

-Entiendo que no te importe pero a mí sí. Y me interesa tu opinión.

-Como quieras- dijo Alex simulando aburrimiento, aunque tenía que reconocer que tenía algo de curiosidad por ver la casa de su futuro esposo y donde viviría con él por un año.

El lugar de residencia de Andreas era en las afueras de la cuidad. Salieron de la carretera principal y se encaminaron por una calle vecinal. Más bien era una zona rural. Cuando llegaron ya era de noche y no pudo apreciar varias cosas, pero por lo que pudo ver el lugar era hermoso. Al final del camino, se encontraron con un portón de control de acceso pasaron el mismo y allí estaba. Era una hermosa casa campestre de una planta. Parte de una de sus paredes eran en piedra rosada tenía faroles y una gran puerta en madera y cristal a la entrada. Andreas no estacionó el auto en el garaje como pensó y lo dejó al frente de la entrada principal. Se bajó del auto y luego la ayudó a salir. Contrario a lo que ella especulaba no vino nadie a recibirlos, pensó que tendría empleados de servicio.

Al entrar, el recibidor era amplio y estaba suavemente iluminado. Los pisos eran en madera. La sala tenia muebles modernos de color blanco con una gran alfombra en tonos crema y marrón. Al fondo tenía un piano de cola espectacular encima de este habían varias fotos, que asumía eran de la familia.

-¿Te gusta?

-Sí, mucho- Alex paseo su mirada por los techos altos decorados con grandes cuartones y una lámpara en cristal hermosa. Caminó lentamente hacia el piano de cola y comenzó a ver las fotos.

-Yo quiero algo de beber ¿te preparo algo?

-Lo mismo que tú.

-Bien.

-Tienes muchas fotos. ¿Son todas de tu familia?

-No todas, algunas son de amistades.

-Espero te guste – dijo ya a su lado extendiéndole la copa de vino.

-Gracias.

-Ven quiero enseñarte el resto de la casa.

Andreas la llevo por todos los rincones de su casa. Alex estaba maravillada todo estaba decorado con buen gusto. La casa tenía cuatro habitaciones que parecían suites del mejor hotel. Llegaron a una habitación llena de juguetes y decorada con colores alegres.

-Asumo que esta es la habitación de tus sobrinos.

-Así es - dijo Andreas sonriendo- a veces se quedan conmigo.

- ¿Y tú puedes hacerte cargo sin ayuda?- dijo con asombro.

-¡Claro!… bueno, Ana también viene con ellos. ¿Seguimos?

-Si

Al final del pasillo había una puerta en madera doble hoja en caoba labrada con un hermoso diseño artesanal. Al entrar tenía un toque muy varonil con una amplia cama matrimonial. Tenía un amplio ventanal que al parecer daba hacia una vista del campo, tenía en un extremo un pequeño juego de sala y estaba totalmente alfombrado con una mullida alfombra crema.

Alex tragó hondo definitivamente, era la habitación de Andreas.

-¿Qué te parece?- dijo con picardía

-Muy agradable – cuando se dio media vuelta para irse, Andreas la sujeto del brazo.

Enseguida sintió que una corriente eléctrica le recorría todo el cuerpo.

- ¿A dónde vas?

- ¿A dónde crees? Afuera, no hay razón para que estemos aquí más tiempo del necesario.

- ¿Acaso tienes miedo? – Alex vio en sus ojos la mirada burlona que tanto le molestaba.

- ¿Y por qué eh de tener miedo? Confío en que me tratarás con el respeto que merezco. – Alex lo miró expectante, tan tensa como una cuerda de un violín.

- Claro… pero ni siquiera me has dado tu impresión de mi habitación.

- Pues… es muy – trago hondo- agradable, ya te dije. ¿No me vas a enseñar los alrededores? – dijo esperanzada.

Andreas la miró con detenimiento, parecía querer traspasarla con la mirada. Pero aunque Alex quisiera, su rostro era impenetrable cuando la miraba así, la ponía realmente nerviosa.

-¿Pasa algo?

-No… - frunció el ceño – no pasa nada. Vamos.

Salieron de la habitación y Andreas la llevó al exterior de la casa en la parte de atrás tenía una iluminada y espectacular piscina.

-Cuando sea de día te enseñaré los terrenos.

- Por supuesto. En realidad tienes una casa de ensueño.

-Gracias.

Alex hizo como si tuviera un escalofrío.

-¿Tienes frío?

-Un poco.

-Bueno será mejor que entremos.

Ya en el interior de la casa, se ubicaron en el salón principal. Andreas le quitó la copa que aún tenía Alex y le dio una cajita negra de terciopelo.

Alex lo miró con extrañeza.

-Ábrela - insistió Andreas.

Alex le hizo caso y encontró una hermosa sortija con un gran solitario rodeado de pequeños diamantes, que al tener contacto con la tenue luz de la sala, brillaba espléndidamente. Los ojos de Alex se abrieron enormes al mirar la fina pieza.

No lo podía creer, Andreas le estaba dando una sortija de compromiso. Ni siquiera había pasado por su mente ese detalle que la dejo sumamente sorprendida.

Alex levantó su mirada y sus ojos se posaron en los ojos grises de Andreas que la miraban de forma extraña, diferente.

-Esto es algo para lo cual no tengo palabras… es hermoso, es fabuloso.

-Me alegro que te guste- Acto seguido Andreas sacó el anillo de la cajita y lo puso en el dedo  de  Alex- pronto  nos casaremos y es propio que tengas tu anillo – Alex lo observaba, su tono era tan impersonal que parecía como si le hubiese regalado una paleta.

Por un momento, los ojos de Alex se oscurecieron con tristeza, algo que no pasó desapercibido por Andreas.

-¿Qué sucede?

-No pasa nada – Alex le esquivó la mirada. No quería que notara sus sentimientos. ¿Por qué con ese hombre se le hacía tan difícil mantener la compostura? Se levantó del sofá y caminó hacia el piano.

Sintió a sus espaldas el calor del cuerpo de Andreas. Que la tomó por los hombros y con suavidad la volteó para que quedaran frente a frente. Estaban tan cerca uno del otro, que Alex sentía que él podía escuchar el latir desbocado de su corazón.

-Creo que es mejor que nos marchemos.- bajo la cabeza.

Andreas la tomó de la barbilla con tanta delicadeza, para encontrarse con unos ojos llenos de lágrimas por derramar.

-¿Estás llorando? – Dijo extrañado- ¿por qué lloras?

- Es una estupidez – dijo Alex en voz baja.

Las miradas de ambos se quedaron fijas. Alex se perdía en la profundidad de sus hermosos ojos grises. Él le acarició uno de los mechones de su cabello y se lo colocó detrás de su oreja. Si quería hacerla sentir mejor esto no ayudaba en nada. Estaban cada vez más cerca.

-Por favor dime confía en mi - dijo con seriedad Andreas.

Alex consiguió apartarse de él, con esa cercanía no podía pensar en otra cosa que besarlo.

-Es que es la primera vez que recibo – levantó su mano en un gesto por mostrar el anillo- esto. Siempre pensé que el día en que recibiría uno, era por amor – suspiro- pero las circunstancias son otras – trato de sonreír pero solo se dibujó una mueca.

-Lamento que fuera así- dijo Andreas con sequedad.

-Y yo también – dijo Alex con pesar.

 

Los preparativos para la boda fueron un torbellino. Su tía, Gil y Sofía se dividieron las tareas y una vez a la semana se encontraban para ultimar detalles de lo que faltaba por hacer. Eran las planificadoras de bodas por excelencia. Los fines de semana eran estrictamente para todo lo referente a la boda. Después de aquella noche en la casa de Andreas, fijaron que se casarían dentro de tres meses así que quedaba muy poco tiempo.

Alex se sumergió en adelantar todo lo de su trabajo y dejar todo en orden. Apenas había visto a Andreas. Se comunicaron en algunas ocasiones y era por correo electrónico para firmar papeles o acordar algo referente a la boda.

El romanticismo estaba solamente en las cabezas de sus tres coordinadoras. Andreas se había asegurado de que los medios de comunicación se enteraran del compromiso y de la futura fecha de la boda. Quería que su primo estuviera al tanto de que con el casamiento no tendría oportunidad alguna sobre la empresa. En cambio el primo de Alex, se internó en una clínica para el tratamiento de jugadores compulsivos. Para sus tíos su hijo estaba de viaje de negocios por unas tareas que Andreas le había encomendado, así que estaba cumpliendo su palabra.

Una mañana, revisando los documentos de las capitulaciones se fijó que en una de las páginas su nombre estaba mal escrito y al parecer nadie se dio cuenta del detalle. Así que se dispuso a escribirle a Andreas un correo electrónico, pero se detuvo y pensó que ya estaba bien de esto. Si bien su matrimonio no era por amor, no podían seguir comunicándose de esa manera. Además, apenas se habían visto y tuvo que admitir que quería verlo. No sabía por qué pero era algo que deseaba hacer. Lo cierto es que lo extrañaba. Movió su cabeza en señal de negación.

-Yo no puedo extrañarlo y estoy loca sí creo que él me extraña - Se quedó mirando el ordenador  y luego de meditarlo unos minutos, se levantó de su asiento, recogió los documentos  y salió sin pensarlo dos veces.

Mientras iba de camino sentía un hormigueo que ya no soportaba. Pensaba en si él estaría, o si estaba en una reunión importante. Sacudió la cabeza para despejar su mente de esos pensamientos. Al entrar al edificio todos los empleados con los que se cruzó la miraban diferente, definitivamente todos estaban enterados de que ella era la prometida de su jefe. A diferencia de la vez anterior, esta vez no hubo protocolo e inmediatamente subió a las oficinas de presidencia.

La asistente personal de Andreas no estaba en su escritorio, quizás estaba con él. Tocó con suavidad la puerta pero no hubo respuesta, así que entró. Vio a un Andreas sumergido en documentos muy concentrado.

Tenía el cabello revuelto, no tenía su chaqueta puesta estaba solo, con su camisa de manga larga y su corbata aflojada. No se dio cuenta de que Alex estaba allí, al parecer pensó que era su asistente porque le dijo que le llevara un café sin levantar la mirada. Solamente cuando escuchó la voz de Alex levantó la vista sorprendido.

-¿Cómo quieres tu café? – Le sonrío – al parecer estás muy ocupado. Será mejor que me vaya.

- ¡No! – Andreas se levantó como un rayo de su asiento- ¡Que sorpresa!, no me dijeron… - se pasó las manos por su cabello- qué puedo hacer por ti.

Alex lo miró en silencio y sonrió, no sabía porque pero se alegraba de verlo y mucho.

Andreas la contempló con esa hermosa sonrisa dibujada en su rostro. Siempre tan hermosa, de tanto pensarla por un momento cuando escucho su voz, pensó que era una aparición. Todas estas semanas se había mantenido a raya sin verla. Su deseo por ella era una tortura que casi le dolía y el no tenerla lo estaba volviendo loco. Necesitaba un poco de paz mental así que se había concentrado en su trabajo y sus comunicaciones eran por medio de sus correos electrónicos. En cuanto a la boda su hermana Sofía, lo mantenía al tanto de todo, estaba tan entusiasmada que él no tenía que preguntar nada ella sola le decía todo.

-Vine a traerte esto –Andreas tomó el sobre - Son los documentos de las capitulaciones en una de las páginas mi nombre está mal escrito.

- Gracias… pero no te hubieras molestado pudiste enviarlo con un mensajero.

- Si es cierto –dudó antes de hablar- Andreas levantó una ceja.

-¿Si? - instó Andreas para que continuara.

- Es que – si mordió el labio inferior-

¡Dios! No hagas eso –pensó Andreas – Sintiendo el calor en su entrepierna.

-Dentro de poco estaremos casados y si bien es cierto que esto es una negociación. Al menos quiero tener una relación cordial contigo. No quiero compartir una casa y que nuestras conversaciones sean monosílabos.

-Tienes razón yo…

Se escucharon unas voces fuera de la oficina. Al parecer estaban discutiendo.

Andreas frunció el ceño y la puerta de su oficia se abrió de par en par.

-Señor Durr por favor no puede entrar así – se escuchó la voz frustrada de la asistente de Andreas. Que lo miró haciendo un gesto de impotencia al no poder detener a Aníbal Durr, el primo de Andreas.

Este entró obviamente sin ser invitado. Alex lo observó. Era un poco menos alto que Andreas y al igual que su futuro esposo era un hombre atractivo, pero sus ojos eran oscuros de mirada penetrante y no tenía el bronceado de Andreas. Su tez era blanca y aunque elegante carecía del porte y la gracia de los movimientos felinos de Andreas. 

-No te enseñaron a esperar tu turno- le contestó Andreas con una falsa calma que Alex sabía que aparentaba. El ambiente se sentía tenso.

-No tengo porque esperar cuando aquí se está atentando contra mí… Vaya así que esta es tu – hizo una pausa  y miró a Alex de arriba abajo.

-Prometida – interrumpió Alex con una sonrisa espectacular. Estaba nerviosa y Andreas parecía una pantera a punto de atacar. Caminó hacia él y se abrazó a su brazo. Andreas la miró, sus ojos estaban oscuros y su mandíbula tensa.

-Tengo que admitir primo que al menos mantienes tu buen gusto.

-¿Qué quieres Aníbal? – respiró hondo, tratando de contener la poca tolerancia que le inspiraba su primo.

-Tú sabes lo que quiero. Pero por lo visto estas utilizando todo cuanto tienes para evitar que me quede con la empresa.

-Yo no estoy haciendo nada. Y la empresa nunca será tuya – sonrió con sarcasmo- siempre tarde primo. Las condiciones en el testamento son claras y yo las cumplo todas. No entiendo porque vienes con este arranque – le dijo fingiendo estar despreocupado- confórmate con las ganancias que generan tus acciones de la empresa que son sustanciales.

-Está bien… por ahora, pero no te saldrás con la tuya esto será mío. - Comenzó a  caminar hacia la puerta en donde estaba la asistente de Andreas y usted cuando yo sea el jefe quedará despedida- la señaló con el debo de forma amenazante. Ya en la puerta se giró hacia Andreas y Alex – y cuando termines con esa – sonrió con crueldad- prometida zorra que conseguiste – Andreas se abalanzó hacia él pero Alex lo sujetó con fuerza.

-¡No le des el gusto!

-¡Suéltame!- dijo entre dientes Andreas.

-¡No! – dijo Alex con firmeza.

Los guardias de seguridad que llamó Martha ya estaban allí para sacarlo.

- Tranquilos muchachos, ya conozco la salida. Hasta pronto primo – dijo en voz alta mientras era escoltado por los guardias.

Cuando se marchó Alex sintió que respiraba con dificultad.

- Martha por favor, tráigale un whiskey doble.

- Si, enseguida.

-Que sean para todos- dijo Andreas. Martha asintió y salió rápidamente cerrando las puertas.

- ¿Estas mejor? – Andreas miró a Alex pero no pudo pronunciar palabra. Si ella no hubiera estado le habría dado su merecido.

En eso entró Martha con las bebidas y luego de colocarlas en la mesa se retiró rápidamente.

Andreas se tomó el trago de un tiro. A Alex le temblaban tanto  las manos al tomar el trago que lo dejó en la mesa.  Andreas la miró y caminó hacia ella en dos zancadas y la abrazo con fuerza.

Alex se abandonó a su abrazo. Él lo necesitaba y ella también.

-Perdóname- dijo Andreas mientras la abrazaba.

-Tranquilo, no tengo por qué perdonarte- Alex se separó de él.

-¿Estás bien? – le dijo Andreas preocupado- debiste dejar que lo pusiera en su sitio.

-No, no vale la pena. Además las palabras se las lleva el viento – sonrió.

Andreas no aguantó más, le tomó la cara entre sus manos y la besó con toda la pasión contenida de todos estos días sin verla. Quería borrar el mal sabor de lo que su primo le dijo. La beso con fuerza, demandante y con ansias. Ella se abandonó a su pasión y le correspondió con total entrega. Se olvidó de todo y solo estaba consciente de sus labios. Alex sentía que las piernas no la sostenían y subió sus manos alrededor del cuello de Andreas y se arqueó hacia él, quería sentir su pasión fuerte, dura, viril. Andreas dejo sus labios y comenzó a besarla por su cuello subió una de sus manos y le acarició uno de sus senos lo que hizo que a Alex se le escapara un gemido de su garganta.

-Dios eres hermosa, no sabes cuánto te deseo. Me vuelves loco – la besaba una y otra vez.

Andreas la guío hacia el sofá y se tumbaron en el sin separarse uno del otro. Alex sintió el peso de Andreas sobre ella, sintió su creciente erección y el roce con su pelvis, que la hacía sentir dispuesta, húmeda, excitada.

Esto se estaba saliendo de control, pero no le importaba absolutamente nada. Los besos y las caricias de Andreas eran cada vez más sensuales y sentía que su cuerpo se compenetraba perfectamente con el de él.

De repente como una película recordó el incidente de la playa. Cuan firme y enfática había sido al decirle que no pasaría nada entre ellos y ahora ¿dónde estaba su firmeza?

No, esto no podía seguir ¡no eso no! Empujó a Andreas. Pero el siguió como si nada. Buscó su boca y ella volteó la cabeza.

-Por favor detente, ¿o es que acaso me vas a violar? – Alex no tenía su chaqueta. Andreas apenas tenía la camisa abotonada y estaba fuera de sus pantalones.

-¿Por qué haces esto? – le dijo con frustración Andreas.

-Yo, no hice nada fuiste tú el que empezaste – dijo con dignidad.

Andreas se levantó del sofá y caminó por la habitación tratando de contenerse. Respiraba profundamente mientras se arreglaba la ropa. Alex hacia lo mismo ya sentada en el sofá.

-Estoy sumamente excitado- dijo con una falsa calma entre dientes- Esta es la segunda vez- se volteó a mirarla.-La próxima vez…

-No habrá próxima vez no soy una zorra como dijo tu primo.

-Pues parece ser que rompes tus negativas fácilmente. Al menos ten la valentía de reconocer que hay química entre nosotros – Alex abrió la boca para decir algo pero se arrepintió- ¿qué pasa te comieron la lengua los ratones?- guardó silencio por un momento- Alex quiero que quede claro una cosa – clavó la mirada en ella- no me gustan los juegos  y está bien no te voy a violar, no es mi estilo y si no quieres que exista una próxima vez así será.

Alex lo miró sin querer entre la entrepierna y se sonrojó visiblemente, en realidad si estaba excitado. Ella también lo estaba, su cuerpo temblaba y ansiaba las caricias de Andreas era un traidor de su conciencia. Se hizo un largo silencio.

-Bueno… en realidad vine para que saliéramos a almorzar y ultimar los detalles de la boda.- dijo para aliviar la tensión.

-No puedo tengo trabajo que hacer. Además las coordinadoras están haciendo muy bien su trabajo o ¿no? – dijo con sarcasmo.

Alex se levantó y caminó hacia el quien se quedó quieto.

-Hay cosas que ellas no pueden hacer…

-¿Cómo qué? – la interrumpió.

-Como nuestros votos- dijo en voz baja.

Por toda respuesta Andreas la miró con intensidad. Alex lo miró de la misma forma.

-Mira, lamento que todo esto pase, pero la idea de casarse no fue mía. Pero si no quieres hacerlo allá tú, para lo que me importa.

Dio media vuelta, caminó hacia la silla en donde estaba su bolso.

-¿Por qué quieres hacer esto? – Alex suspiró y se volteó para verlo de frente.

-Porque eso es lo que hacen las parejas. Pronuncian sus votos matrimoniales y se juran amor eterno- dijo con cinismo.

-Acaso no sabes que ese tono no te va.

-Me vale. – dijo con fastidio.- no te preocupes, cuando lo tengas me lo envías por correo electrónico y comparamos notas, ¿te parece? – caminó hacia la puerta y salió de allí furiosa con ella misma por ser débil, tonta y por creer que Andreas… - pero ¿qué estoy pensando?

Era sábado y la esperaba una comitiva para seleccionar su vestido de novia y su ajuar de luna de miel. Ya todo estaba listo pero lo más importante no se había hecho porque Alex siempre le daba largas al asunto. Se reunió con su tía, la hermana de Andreas y su amiga Gil en una de las tiendas más exclusivas para trajes de novia de la cuidad. Alex estaba algo nerviosa tenía miedo de que no le notaran su entusiasmo. Ya en la tienda escogieron varios modelos en tonos blancos, crema y perlado. Luego de un rato de seleccionar vestidos vieron un color crema bellísimo tanto, que Alex exclamó que estaba hermoso.

Era un color crema suave. Con los hombros al descubierto su escote era cuadrado su cinturón era de perlas. Estaba exquisitamente bordado en perlas y cristales. Era tan ancho como el de una princesa de cuento de hadas. Para el arreglo de cabeza Alex decidió llevar una matilla adornada con perlas y pequeños cristales. Cuando salió del vestidor con todo puesto, sus coordinadoras empezaron a llorar de la emoción, así que ese fue el vestido. Cuando Alex vio el precio, empezó a decirle a la dependienta de la tienda que no lo llevaría, pero Sofía la interrumpió inmediatamente.

-Lo siento, la señorita se lleva todo, tenga – le extendió una tarjeta de crédito a la sonriente dependienta- tengo instrucciones de mi hermano que pague lo que sea necesario.

-Entiendo, el siempre tan colaborador – dijo Alex.

-Cariño sé que no te gusta utilizar el dinero de tu futuro esposo, pero si él así lo quiere debes dejarlo… - dijo su tía.

-Además es un regalo- interrumpió Sofía.

-Bueno ya está todo listo, porque no vamos a comer algo. Se dé un sitio espectacular -dijo Gil.

-Buena idea – expresó Alex con alivio.

La tarde trascurrió muy agradable. El proceso de la boda las había unido bastante comieron hicieron chistes, hasta que llegó la hora de marcharse. Al final quedaron en la mesa con una taza de café Gil y Alex.

-¿Cómo te sientes? – Gil la miró por encima del borde de la taza mientras le daba un sorbo a su taza de café.

-Pues, no sé si triste o con deseos de salir corriendo o de mandar todo al demonio.

-Lo siento amiga, este día debió ser muy difícil para ti.

Alex suspiró – si así es.

-¿Has visto a Andreas?  Preguntó en voz baja a Alex.

-Apenas nos hablamos. Es horrible pensar que me voy a casar con un extraño, pero más aún, es que no podemos estar mucho tiempo juntos sin empezar a discutir.

Su amiga sonrió pícaramente.

-Un momento, conozco esa sonrisa…

-Solo me estoy riendo.

-Pues yo no he dicho nada chistoso –dijo bajando la voz.

-¿Estás segura que no te gusta aunque sea un poquito?

-¡No como dices!- la miro brevemente y luego tomo un sorbo de su café.

Gil la miró incrédula. Conocía a su amiga y le estaba ocultado algo.

-     ¡Ni siquiera se han besado!

-      Bueno si…

-     ¿Cuantas veces? – la interrumpió con emoción.

-    ¡Cálmate quieres! – Alex hizo un gesto con las manos para que bajara la voz. – fueron unas tres veces.

-    ¡Tres veces! Y no me habías dicho nada. Eres una falsa amiga. ¿Cómo algo tan importante no me lo has dicho? No tienes perdón – exclamó indignada.

-      Lo siento es que no se…

-     ¿Y qué sentiste? – la interrumpió sonriendo.

- Pues fue – hizo una pausa - ¡maravilloso!, sus besos me transportan a otro lugar hace que lo desee como a nadie. Me siento completa cuando estamos juntos. Siento que me llena – dijo con emoción y un dejo de tristeza.

- Amiga, ¿no te estás enamorando de tu futuro esposo?

Alex miró a Gil con terror. Nunca había pensado en ello, estar enamorada de Andreas, no estaba en la oferta de los dos millones. Este matrimonio es un puro negocio frío y calculado.

-No Gil, eso no puede pasar y yo no me entregaría a un hombre sino lo amara. Esto quizás es puro deseo nada más. Él es un hombre muy atractivo, rico y sabe engatusar a la más virtuosa para que se entregue a él. Yo no lo puedo hacer aunque – miró a su amiga- te confieso, que no es nada fácil resistirse y sé que si llegara a pasar, al despertar me sentiría muy mal conmigo misma. Sería como vender todo lo que soy por dinero. Sin amor no puedo.

-¡Ah Alex! Eres una romántica empedernida, pero te entiendo y en lo que pueda ayudarte allí estaré. Quiero que me acompañes al estacionamiento. Te tengo un regalo, pero no lo habrás hasta que estés en tu casa.

Ambas rieron de buena gana pagaron la cuenta y se fueron.

Cuando Alex llegó a su casa colocó la caja encima de su cama. La curiosidad la estaba matando. Al abrir el obsequio se encontró con un hermoso ajuar de noche de bodas. No era lo común o vulgar. Era blanco y de tela satinada con un delicado encaje, que lo hacía ver sensual y eterio al mismo tiempo. Alex no sabía qué hacer, en sus planes no estaba el intimar con Andreas y aunque sabía que viajarían fuera del país no sabía si llevarlo. Bueno aunque Andreas no lo viera era su regalo y no la echaría a perder así que buscó la maleta que estaba casi por terminar y lo echó.

 

Llegó el tan ansioso fin de semana de la boda. Tenían en lista a alrededor de ochenta personas de las cuales cinco eran invitados de Alex. Aunque Sofía le preguntó, si estaba segura de la cantidad y ella le dijo que si, se extrañó de que fueran tan pocos en su lista de invitados. Sin embargo en la lista de Andreas había familiares, algunos empleados de la empresa, amistades y algunos socios, Alex no conocía prácticamente a ninguno.

La noche antes Andreas quiso hacer una cena para los familiares y amigos más íntimos. Alex llegó en la tarde a la casa de Andreas y de hecho la novia tenía su habitación para vestirse el día de su boda ya que se celebraría en  los hermosos jardines de la casa de su futuro esposo.

Todo era actividad dentro y fuera de la casa. Había jardineros y personal de servicio corriendo de un lado para el otro ultimando los detalles del gran acontecimiento. Todos sabían lo que tenían que hacer. Sofía verificaba que todo marchara sobre ruedas. Le mencionó a Alex que su hermano llegaría pronto. En un momento dado se encontró con ella en uno de los corredores de la casa.

-¿Alex estás bien? Te noto muy apagada – Sofía se veía preocupada por ella.

-Si estoy bien, lo que pasa es que estoy nerviosa con todo esto. A veces pienso que es la boda de alguien más y no mía.

-Es normal que te sientas nerviosa – dijo conciliando la situación – porque no te recuestas un rato y así repones fuerzas para la cena de esta noche.

-Si eso haré, gracias Sofía por todo lo que haces, significa mucho para mí y por supuesto para tú hermano.

-Gracias, que lindas palabras. Definitivamente, mi hermano eligió a una mujer especial.

Alex se estaba arreglando para la cena, estaba casi lista cuando tocaron suavemente la puerta. Pensando que era Sofía le dijo que pasara.

-Sofía, podrías ayudarme con el cierre del vestido parece que se atoró.

-Claro te ayudo- escuchó tras si la voz profunda y suave de Andreas.

Inmediatamente, Alex se volteó sorprendida. No sabía que había llegado cuando subió a su habitación para recostarse no había regresado aún a la casa.

-No sabía que habías llegado- Alex no pudo evitar mirarlo con admiración estaba vestido de etiqueta y se veía arrebatadoramente masculino y viril. Él le hizo una señal para que se volteara nuevamente. Alex lo hizo pero estaba tensa. El contacto de las manos de Andreas con su espalda fue suave rápido y electrizante. Ese hombre hacía que su cuerpo respondiera a él de forma mágica.

-Listo.

Alex tenía un traje de color salmón, largo de un solo hombro que le quedaba a la medida. Le hizo a su larga melena unas ondas suaves que le enmarcaban el rostro de forma angelical. Se había puesto un maquillaje sencillo a tono con el delicado color de su vestido.

-Estás… preciosa – Andreas la miró con evidente admiración.

-Gracias, tú también estás muy guapo y elegante.

Por toda respuesta Andreas le sonrió. Pensó que se pondría difícil como la última vez pero no fue así, lo que para ella fue un alivio.

-¿Estás lista?- Alex asintió – pues vamos.

La cena estuvo estupenda. Todos estaban de buen humor al final trajeron un bizcocho de cumpleaños. Estaba espectacular. Todos le cantaron cumpleaños feliz a Andreas y le dieron fabulosos regalos. Todos menos Alex, ella quería dárselo en privado, al menos eso dijo frente a todos los presentes. Lo que hizo que los invitados sonrieran con complicidad. Si felicitó a Andreas con un beso de una aparente mujer perdidamente enamorada de su novio.

Al separarse creyó ver en los ojos de Andreas algo que no pudo descifrar. Pero como siempre, se desvaneció. Los invitados se fueron a eso de las diez de la noche, ya que en pocas horas estarían de vuelta para celebrar la gran boda. Alex se retiró a su habitación se dio una ducha rápida y se vistió con su bata favorita de dormir, un suéter gigante parecido a los que usan los futbolistas. Se cepilló el cabello dejando que cayera como una cascada hasta su cintura y bajó a buscar a Andreas.

Lo buscó en su estudio pero no estaba allí, quizás estaba ya en su habitación pero si era así no entraría, sabía que sería una mala idea. Así que prefirió ir a la cocina por un vaso de leche, cuando se acercaba vio luz, al parecer no era la única en la cocina. Al entrar vio a Andreas buscando en la nevera. No la escuchó así que Alex aprovechó el momento para contemplarlo. Tenía ropa de dormir puesta con una camisilla que se le ajustaba al torso muy bien.

Alex carraspeo la garganta y fue entonces que se volteó a mirarla sorprendido.

-¿Tienes hambre como yo? – sacó todos los ingredientes para hacerse un emparedado.

-No solo vine por un vaso de leche y aprovecho para darte tu regalo de cumpleaños.

-Vaya no tenías por qué hacerlo pero ya que insistes – sus ojos brillaron-

Alex le extendió la caja. Andreas tomó el regalo, se sentó en la mesa y cuando lo abrió encontró una pieza de ingeniería suiza, un reloj. Tenía la esfera cuadrada y se veía a través de ella el funcionamiento de la pieza.

-¡Gracias está genial! pero no debiste…- Alex lo interrumpió.

-Tiene una inscripción para ti.

Andreas lo volteó y leyó el grabado “Lo que se escribe en el alma de alguien… se escribe para siempre” Alex.

-Pensé en darte algo para cuando no esté te acuerdes de mí.

- Siempre me acordaré de ti… - hizo una pausa y mirando el reloj dijo- Gracias, mañana comienza todo – la miró.

-Si -dijo Alex con una tristeza que apenas pudo disimular.

-Espero que mañana no tengas esa cara. Debes sonreír.

-Lamento no poder hacerlo tan bien como tú lo haces.

Andreas comenzó a preparar su emparedado luego de servirle el vaso de leche a Alex.

        - No te entiendo. Vas a recibir dos millones de dólares. Por doce meses de tu vida sin        contar lo beneficios marginales. – comenzó a comer su emparedado.

-¿A qué te refieres con beneficios marginales? – le dio un sorbo a su vaso de leche.

-Bueno no se – hizo un ademán con una mano- cosas como ropa, fiestas, conocerás gente que quizás sean clientes potenciales para tu empresa – en eso no había pensado Alex - y... – fue interrumpido.

-¡No más! porque no me acostaré contigo – se tomó lo que le quedaba de leche de un solo sorbo

-Ya estoy claro, - dijo pausado- pero sé que vendrás a mí. Tú eres la única ilusa que se cree que la luna es de queso.

-Eso no es cierto- Alex se levantó para dejar el vaso en el lavado. Andreas se levantó como un rayo y la acorralo colocando sus brazos a cada lado de Alex haciendo imposible que esta se moviera, obligándola a recostándose del lavado.

Estaba tan cerca que Alex podía oler su loción, tan cerca que se perdía en sus ojos grises que centellaban con un brillo de deseo. Tan solo tenía que levantar sus manos y hacer que se deslizaran por su pecho y entrelazarlas en su cuello para acariciar su cabello. Él era perfecto, ¿por qué no hacerlo? pensó, con su vista clavada en el pecho de Andreas.  Simplemente por orgullo, después que le dijo que no caería con él sería ridículo ver esa mirada de triunfo reflejada en sus ojos. No podía hacerlo. Pero si esto se repetía no iba aguantar. El hacía que su cuerpo respondiera perdiendo toda voluntad.

Andreas casi no se podía contener. Sus labios se veían apetecibles invitadores, sus ojos color miel eran hermosos profundos. Sentía su aliento acariciar su rostro. Parecía un ángel. Ella no se daba cuenta de lo que provocaba en él. La deseaba tanto, si por el fuera le arrebataba esa camiseta que dejaba ver unas esbeltas y largas piernas y le haría el amor allí, en el suelo de la cocina. ¡Dios! Si esto era así, este año sería una tortura de 365 días de calvario.

Súbitamente Andreas bajó los brazos y Alex se movió inmediatamente.

-Creo que mejor nos vamos a descansar mañana será un largo día.

-Si es lo mejor. Que descanses – dijo Alex un poco agitada para su gusto y salió disparada dejando un Andreas inmutable. 

 

El día estaba hermoso la casa estaba llena de actividad. Cuando llegaron Sofía y Gil  sus coordinadoras de boda, Alex estaba desayunando en su habitación. Ese día por órdenes de sus coordinadoras Alex estaría confinada en su cuarto y de allí saldría cuando fuera el momento, así que no vería a Andreas. El encuentro de anoche había hecho que se durmiera tarde y muy mal, viéndose cansada y con ojeras. Lo que para Sofía y Gil fue un escándalo.

La boda estaba pautada para las cuatro de la tarde. El itinerario era cargado pero bajo la mano de Sofía todo marchaba sobre ruedas. En un momento Alex se quedó sola en la habitación y entró Andreas, al parecer estaba esperando el momento propicio para hacerlo.

-¿Qué haces aquí? Se supone que no te vea hasta la ceremonia.

-Mi hermana parece un general… vine a traerte esto.

Le entregó una caja de terciopelo. Cuando Alex la abrió se quedó con la boca abierta era un collar de diamantes con sus aretes haciendo juego.

-No puedo aceptarlo- cerró la caja.

-¿Por qué no? – exclamó un sorprendido Andreas – Es mi regalo de bodas para ti y quiero vértelo puesto. – ambos estaban de pie en el centro de la habitación cuando la puerta se abrió de repente  y apareció Sofía con Gil y el peinador de Alex.

Andreas aprovechó la ocasión y abrazó a Alex para darle un beso que la dejó sin aliento para luego irse rápidamente bajo las protestas de todos por estar allí sin autorización.

Eran la tres treinta de la tarde y Alex se miró en el espejo, la imagen que este le devolvió era la de una novia perfecta con su traje ancho de princesa de cuento de hadas. Su cabello estaba recogido en un moño bajo con suaves rizos que enmarcaban su rostro, el maquillaje que le habían realizado le resaltaba el color miel de sus ojos, la mantilla era hermosa delicada y tan larga como la cola de su vestido. Se había puesto el regalo costosísimo que le había dado Andreas y se veía espectacular. Si esta boda fuera por amor estaría feliz, radiante pero no era así. Le esperaba un año de ataduras viviendo una relación aunque a veces cordial pero sin amor. Aunque debía ser honesta consigo misma, Andreas la atraía como la luz a las luciérnagas, pero una vez hacían contacto con la luz sus alas se quemaban. Y si superaban esa etapa, pensó…y nacía algo entre ellos… ¿amor?

Alex movió su cabeza para disipar esos pensamientos fantasiosos. Ella sabía muy bien que Andreas estaba claro con lo que quería… su empresa y evitar que su primo se adueñara de ella. Alex era solo una pieza del rompecabezas y después de un año recibiría su paga y no lo volvería a ver nunca. Sintió un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo. Se sintió extraña… ¿acaso estaba sintiendo algo por el que dentro de poco sería su esposo?

El toque en la puerta la sacó de sus pensamientos.

-Adelante - entraron sus tíos que al verla se emocionaron muchísimo.

-  Cariño te ves hermosa, estás radiante- dijo su tía con los ojos llenos de lágrimas. Alex caminó hacia ella y la abrazo tratando de contener las lágrimas. Su tío visiblemente emocionado sacó su pañuelo y se lo dio a Alex.

-Vamos no llores, este debe ser el día más feliz de tu vida. No sabes cuánto lamento que tus padres no estén y vean en la hermosa mujer en que te has convertido. – Alex lo abrazó con ternura.

-Bueno cariño yo me voy. Tu tío se queda contigo, ya es hora. – le arregló la mantilla y salió rápidamente.

 

En el jardín había muchos invitados, estaba precioso. Las flores de varios colores contrastaban con el verde de la yerba habían colocado sillas vestidas con tul y lazos color rosa y crema. Al final del pasillo improvisado había un arco de rosas con los colores de su ramo. Andreas estaba de espaldas. Tan pronto Alex llegó al pasillo comenzó la tradicional marcha nupcial. Todos se voltearon para ver a la novia y le sonreían con admiración. Alex escuchaba a su paso los murmullos acerca de lo hermosa que se veía. Su tío sonreía orgulloso y la llevaba con firmeza del brazo. Alex sintió que el pasillo era inmensamente largo, tenía deseos de salir corriendo, de gritar que todo era una farsa y dejar plantado a Andreas, te imaginas ver aun Durr plantado en el altar. De solo pensarlo se le dibujó una leve sonrisa.

Cuando llegó al lado de Andreas este se volteó a mirarla, como siempre Alex no vio en su cara la más mínima emoción. Parecía estar tan controlado y tranquilo.

Sin embargo Alex nunca se percató de la pequeña vena que palpitaba rápidamente en la cien de Andreas, ni tampoco el leve temblor de su mano al estrechar la de su tío en el momento de entregarla ante el altar.

Andreas miró en un momento de soslayo a Alex. Se veía serena, notó que se puso su obsequio y se le veía hermoso en su cuello largo de cisne. Parecía un ángel en ese momento Alex, lo miró y le sonrió eso era más que suficiente para tumbarlo al piso. Cómo podía ser tan hermosa, era la mujer más bella que había visto en su vida. Eso era extraño pensarlo. En su pasado había una mujer que también lo había perturbado pero extrañamente tenía que admitir, que Alex estaba abriendo en él, una puerta que creía haber cerrado con candado. Estaría con él un año a partir de ahora. Ese pensamiento lo inquietó grandemente - miró hacia el frente- ¿estaría sintiendo algo diferente por Alex?

La ceremonia fue hermosa según los invitados. Alex y Andreas hicieron el papel que les correspondía de ser unos enamorados perfectos. Se había habilitado un piso de madera para que los invitados bailaran. Cuando comenzaron las notas del vals Andreas le tomó la mano a su esposa y la llevó al centro de la pista, inmediatamente se escucharon los aplausos de los presentes. De ahí en adelante la pista nunca se vació, Andreas y Alex bailaron casi todo el tiempo. La comida la bebida estuvo estupenda, el brindis lo dijo Alfredo Chías, se le veía guapísimo sin su ropa de chef. Dijo cosas muy chistosas de Andreas y de ella cuando fue a su restaurante. Fue un brindis muy emotivo ya que él y Andreas eran amigos de toda una vida. Luego del brindis tocaron una balada y las parejas comenzaron a llenar la pista. Andreas le dijo a Alex- vamos a bailar esta última pieza.

-Estoy cansada y ya me duelen los pies – dijo en voz baja para que nadie la escuchara. - Lo último que quería era un bolero en los brazos de Andreas.

-Si no lo hacemos se va a ver mal, Alex – le extendió su mano- por favor. -Alex accedió y camino con él hacia la pista de baile.

Andreas la estrechó en sus brazos. El ritmo era  suave y sensual muy romántico. Sentirla en sus brazos oler su perfume y ver como ella recostaba su cabeza en su hombro. Provocó en Andreas un calor ya familiar en su entre pierna. Cada roce hacia que su erección aumentara. No sabía cómo iba a ser para controlarse un año.

-¿Qué perfume usas?

-¿Te gusta? – Alex seguía el ritmo de la música sintiendo los latidos del corazón de Andreas. Se sentía flotar.

- Si como todo lo que tú eres.

Alex se puso tensa.

-Tranquila ¿es que acaso no puedo decir lo que siento?

-No, es que nunca paras de insistir Andreas. Al parecer – lo miro- la palabra no, no está en tu vocabulario.

-Andreas sonrío – estas en lo cierto, no existe y daría cualquier cosa por llevarte de aquí corriendo y hacerte el amor hasta que pidieras clemencia.

Alex levanto una ceja, en un gesto que ya Andreas lo veía muy familiar en ella.

-En todo caso será acostarnos, porque lo único que sientes por mí es puro deseo no amor así que nunca haremos el amor.

-Nunca digas nunca cariño.- le dio un beso en la frente y fue tan sorpresivo y tierno para Alex, que sintió que se derretía en sus brazos.

La música cesó y ellos se quedaron mirando el uno al otro como si no hubiera nadie alrededor. No fue sino hasta que sintieron las sonrisas de los presentes que se dieron cuenta de que eran los únicos en la pista de baile.

El último invitado se fue a la una de la mañana. Alex estaba en su habitación quitándose el traje de novia, cuando entró Andreas. Se cubrió con el vestido pero no fue lo suficientemente rápida como para no dejar a un atontado Andreas.

- ¿Es qué nunca te enseñaron a tocar la puerta?

- Lo siento – dijo sonriente – pero si por cada vez que no toco tu puerta, te voy a encontrar así, pues bien vale la pena.

- ¡Eres un idiota lo sabias!- le gritó.

- Tranquila cariño solo vine a decirte que salimos en 20 minutos, tu equipaje ya está en el auto.

- ¿A dónde?, no me informaron de ninguna salida.

- Es que era un secreto… nos vamos de luna de miel.

- ¡Cómo! Pero es que… yo no quiero ninguna luna de miel.

- Es que nada Alex ahora te quedan – miró su reloj y Alex notó que era el que le regaló para su cumpleaños- quince minutos y por favor no me hagas regresar.

Alex lo miró furiosa, pero no dijo nada.

Una limosina los estaba esperando ya eran casi las dos de la mañana durante el trayecto Alex ni tan siquiera pregunto a dónde se dirigían.  Estaba tan cansada que los ojos se le cerraban y se quedó profundamente dormida. Sintió una voz suave en el oído que la despertó. Cuando abrió sus ojos estaba acurrucada en el hombro de Andreas. Al darse cuenta se separó de él como si tuviera lepra. Su esposo al parecer se molestó por su acción ya que su mirada parecía de granito.

Estaban en el ala privada del aeropuerto y un jet los estaba esperando. El viaje le indicó el piloto sería de aproximadamente dos horas. La sobre cargo le sirvió desayuno y luego desapareció dejándolos solos.

-Creo que al menos debiste consultarme de este viaje. Digo sé que tendríamos que hacer algo para que la gente no hablara pero nunca pensé en algo así.

-No, no tengo porque consultarte por si no lo recuerdas ahora eres mía por un año y trabajas para mí.

-Eso es ser desconsiderado al menos…

-Si estas preocupada por tus tíos ya ellos lo sabían y tu amiga Gil hizo los arreglos pertinentes en tu agencia. – la miro con burla- ¿acaso no entiendes que todas las parejas de recién casados se van de luna de miel? Si me disculpas, tengo que hacer unas llamadas. Se movió de asiento y se sentó en el otro que ya tenía una mesa con su computador y unos documentos.

Alex estaba furiosa ¿cómo era posible que todos los supieran menos ella? hasta su amiga Gil, era una traidora. Pero ya no le quedaba de otra esta era su luna de miel  mejor dicho de hiel. Miró a Andreas concentrado en sus documentos. Suspiró profundo, tenía que controlarse y ver las cosas del lado positivo, era un viaje a quien sabe dónde y mientras mantuviera a raya a Andreas todo estaría bien. Recostó su cabeza en el espaldar de su asiento y cerró los ojos entrando en un profundo sueño.

 

 

4



 

Sintió que alguien le desabrochaba el cinturón lo que la hizo despertar un poco azorada.

-¡Hey!  Tranquila ya llegamos.

-¿En dónde estamos?

-En mi isla Quiroz

-Deja de jugar conmigo.

-Es cierto.

-¿Tienes una isla privada? – exclamó sorprendida.

-Si – dijo con simpleza – y si no bajas del jet nunca la verás. Además aún nos falta el último trayecto en helicóptero.

-Yo nunca he viajado en un helicóptero.

Andreas rió de buena gana al ver su expresión de pánico.

-¡No te rías de mí!

-No cariño – dijo tratando de reprimir las ganas de reír.

 

El trayecto en helicóptero fue espectacular, viajaron a través de la costa de la isla grande. Los acantilados y el mar chocando en las rocas eran impresionantes. Al llegar a la pequeña isla el helicóptero aterrizó en el helipuerto, Andreas la ayudo a salir, el personal bajo el equipaje y lo colocó en un vehículo todo terreno. Cuando todo estuvo listo el helicóptero se elevó sobre sus cabezas dejando todo en un total silencio. Alex miro alrededor había mucha vegetación, se escuchaba el canto de los pájaros y sentía la brisa que le acariciaba su rostro.

-Oye ¿te quieres quedar aquí? – Andreas la observaba recostado del vehículo.

- ¡Esto es hermoso! - camino hacia Andreas.

- No… hay cosas más hermosas – Alex se sonrojó – Andreas le abrió la puerta y en segundos ya iban de camino.

Los caminos a la residencia estaban hechos en piedra pero con el todo terreno era sencillo transitarlo. Subieron al tope de una colina en donde estaba la casa. Era una hermosa villa de color blanco rodeada de vegetación. Cuando llegaron no los recibió nadie así que al parecer estaban solos. Esto despertó unas mariposas en el estómago de Alex. Lo que había hecho Andreas no era la luna de miel convencional de un hotel, playa y piscina, la había llevado a una isla en donde no había nadie más que ellos.

-Ven te enseñaré la casa primero y luego vengo por el equipaje.- la sujetó de la mano y subieron juntos. Alex le gustó su contacto y no retiró su  mano.

La decoración era fresca, con amplios ventanales y pisos de madera. La casa estaba habilitada tenia los ventanales abiertos eso significaba que no estaban solos. Tenía cuatro habitaciones todas con sus baños y equipadas con modernas facilidades. La parte trasera daba hacia una terraza con una amplia piscina y con vista a una hermosa ensenada privada. Aquello era espectacular, la vista era impresionante a lo lejos se veían otros cayos y pequeñas islas todo un archipiélago.  

Andreas la observaba al parecer, había hecho una buena elección al traer a Alex a la isla. Durante la boda  al momento de pronunciar el sí, pensó que ¿por qué este matrimonio no podía ser verdadero? Ella era hermosa, tenía un carácter fuerte pero eso lo divertía hasta cierto punto… le gustaba estar con ella, quizás si lo intentaba podría hacer que esto fuera para siempre. Ya estaba casado y la empresa seguía en sus manos, había logrado lo que quería…

-Andreas esto es bellísimo ¿y de veras es tuya?

-Si, yo mismo estuve a cargo de la remodelación de la casa y el personal del hotel de la isla grande que también es de la familia Durr le da el mantenimiento. Varios miembros de la familia y amigos se han quedado aquí. Cuando quieren descansar y aislarse de todo. Si quiero venir hago una llamada y me la habilitan de todo. Si lo deseo me envían un chef para preparar las comidas.

-Pero eso no hace falta yo se cocinar y me gusta – dijo espontánea.

-¿Estás segura? – levantó una ceja.

-Por supuesto que sí y… – hizo una pausa- ¿seremos los únicos en la casa?

-Es una luna de miel Alex.

Sospechas confirmadas pensó Alex.

-Pero esta no es una luna de miel convencional Andreas – enfatizó Alex

-Tienes razón – Andreas miró hacia el horizonte – te propongo… una tregua, hace tiempo que no tomo unas vacaciones y adelanté todo el trabajo posible para disfrutar este tiempo. ¿Por qué tú no haces lo mismo? – la miro fijamente- escogí este lugar porque sé que te gusta el mar al igual que yo. Podemos relajarnos y ser unos simples amigos que están compartiendo en un viaje de vacaciones y no haré nada que tu no quieras que haga. Aunque te deseo y me gustas mucho - Alex se sonrojo- no te voy a tocar si tú no quieres, te lo prometo -  Alex lo miró con recelo - Vamos a pasarla bien y… tu tenías razón, vamos a estar juntos por un año así que... – se encogió de hombros.

-Está bien- lo interrumpió Alex – vamos a  llevar la fiesta en paz – le sonrió  con candidez- Andreas pensó que se tendría que dar muchas duchas frías, pero le dio su palabra.

-Vamos a comer algo estoy hambriento.

-Yo también.

Después de comer Andreas le enseñó todos los detalles de la casa y sus alrededores. Alex estaba fascinada el sitio era hermoso y la isla era una reserva natural ya que las tortugas en el lado oeste de la isla venían a poner sus huevos. Esto hizo que Alexandra le brillaran los ojos y le suplicó a Andreas que la llevara ya que de casualidad era temporada y quizás podrían ver la salida de algunas tortuguitas de sus huevos y dirigirse al mar.

-¿Esta noche deseas cenar aquí o en el hotel? – le preguntó Andreas.

-No lo sé, yo estoy un poco cansada y me gustaría algo informal. Pero si tú prefieres ir al hotel pues…

-No te preocupes –la interrumpió Andreas – yo también quisiera algo sencillo es más yo seré el chef de hoy.

-¡Oh no! – exclamó preocupada Alex-

-¿Qué te pasa?

-Es que dejé las pastillas para la indigestión.

-¡Oye! Eso no es justo- sonrió Andreas de buena gana.

Alex lo contempló fascinada. Cuando sonreía se veía más joven y desaparecía de su rostro esa mueca burlona que siempre tenía y sus ojos siempre tan fríos e impenetrables cobraban vida.

-¿Qué?- la miró Andreas.

- Nada.

-No me mires así – dijo Andreas mirándola intensamente – o no podré cumplir mi palabra.

Alex se sonrojó. Sentía que el corazón le latía desbocado tanto que se llevó inconscientemente una mano a su pecho.

-¿Qué tal si mientras cenamos hacemos una lista de las cosas que podríamos hacer? – Andreas contempló el paisaje.

-Sería perfecto - hizo una pausa- ¿cuánto tiempo estaremos aquí?

-Una semana o quizás menos. Por eso es que tenemos que aprovechar el tiempo.

-Yo quisiera descansar un rato si te parece. – Andreas asintió.

-Nos encontramos a las 7:00 en la terraza.

-De acuerdo. – Alex subió a su habitación y dejó a Andreas en la terraza. Después de que hicieron el recorrido por la casa Andreas subió las maletas a sus respectivas habitaciones así que Alex pensó deshacerlas luego. Se dio una ducha y se recostó en la inmensa cama. Luego de programar la alarma del reloj en su móvil quería bajar un poco antes para ayudar a Andreas con la comida.  

Cuando Alex bajó encontró a un Andreas bien concentrado en la cocina. Tenía un pantalón de mezclilla y una camisa de algodón azul claro que le sentaba muy bien. Su cabello estaba bien peinado y húmedo varios mechones le caían sobre su frente. No importa lo que usara su esposo era un hombre arrolladoramente guapo- pensó Alex – Estaría con él varios días y si bien era cierto que esto era la oportunidad perfecta para conocerlo, se sentía rara. Y aunque Andreas le había prometido que no la tocaría, tenía que admitir que sí, que añoraba sus besos. Lo que hacía que se sintiera sorprendida.

-¿Te ayudo?

Andreas se volteó al escuchar su voz y le sonrío a Alex. Esta sintió que se derretía por dentro. Si esto era así, en estos días, no sabría cómo evadir sus encantos.

-Claro, que tal si me ayudas a poner la mesa. Las cosas están en la credenza.

Trabajaron en equipo. Al sentarse a la mesa la comida olía espectacular. Andreas preparó un salmón con papas rojas y ensalada verde que quedó para chuparse los dedos.

Comieron animadamente mientras conversaban de varios temas de la isla y de cómo el hotel pasó a manos de la familia. Andreas observaba a su esposa, sonrió para sí, era una mujer inteligente y una gran conversadora. Tenía buen apetito, contrario a las otras mujeres a las que estaba acostumbrado. Alex casi no usaba maquillaje como ahora, era una belleza natural, tan solo llevaba una camisilla de tirantes y un pantalón de mezclilla, no tenía tacones lo que hacía que se viera más baja que él. Mientras él hablaba lo miraba con atención y se reía con ganas de sus chistes. Ella era curiosa y muy graciosa tanto, que lo hacía reír con facilidad. Podría decir que estaba… - pensó - contento a su lado, le gustaba estar con ella y este pensamiento lo inquietó. Más que querer tenerla en su cama, le gustaba compartir con Alex.   

Cuando Alex se despertó a la mañana siguiente, se puso su traje de baño y una camiseta con unos pantalones cortos se recogió el cabello en una coleta y bajo a  la cocina. La noche anterior Andreas le dijo que estaría unas horas trabajando en algo que surgió de último minuto pero esperaba que no le tomara mucho tiempo. Quedaron en que iban a recorrer los alrededores.

Al bajar el silencio era patente, definitivamente Andreas no estaba, se sintió un poco preocupada cuando llegó a la cocina, Andreas le dejo una nota de que estaba corriendo. Al leerla se sintió aliviada, así que pensó en preparar el desayuno para los dos.

Andreas llegó justo a tiempo, casi había terminado cuando entró a la cocina, empapado de sudor.

-¡Mmm! Que rico huele, ¿qué preparaste?

-Un poco de todo, es que no sé lo que te gusta- sonrío Alex.

Para Andreas eso fue como un sol, se le quedó mirando sin disimulo alguno. La tenía allí con esas piernas tan esbeltas y bien formadas. Definitivamente, tendría que correr todas las mañanas para ver si sus pensamientos libidinosos se controlaban. Suspiró profundo.

-¿Siempre te levantas así de bella en las mañanas? – Alex se sonrojó y se volteó hacia la estufa para que no viera como su comentario la desconcertó.

-Porque no subes y te cambias en lo que yo sirvo el desayuno. Te espero en la terraza.

Andreas sonrió ante su reacción, esto tendría que trabajarlo con otra estrategia. Alex definitivamente, era diferente. – Regreso enseguida.

En el desayuno dialogaron de muchas cosas… En eso Andreas recibió una llamada de su celular.

-Vengo enseguida.

Cuando regresó tenía el ceño fruncido y estaba muy serio.

-¿Pasa algo?

-Era mi primo Aníbal se enteró de que estamos en la isla y quiere que asistamos a una fiesta que ofrece a una de las corporaciones comunitarias. De hecho, recibí la invitación pero no me acordaba de esa actividad. Con los asuntos pendientes y la boda se me olvidó esta gala. Dijo que quería disculparse.

-¿Y no quieres ir?

Andreas se sentó a la mesa y miró a Alex

-¿Te gustaría ir? 

-¿Por qué no? Además creo que debes hacer algo para acercarte a tu primo. Quizás accediendo a estas cosas sea el primer paso para zanjar diferencias.

-Vaya mi esposa es una mujer conciliadora y muy sabia. Eres toda una cajita de sorpresas- sonrió y le guiñó un ojo.

Alex se sonrojó por el cumplido inesperado o ¿quizás fue que le agradó que le dijera esposa?

-. Voy a llamar al hotel para que lo tengan todo listo a nuestra llegada.

- Yo estaré en la cocina – hizo un gesto hacia los platos.

- Gracias, todo estuvo muy rico. Le dedicó una sonrisa que hizo que las piernas de Alex temblaran.

Al medio día ya el helicóptero los estaba buscando. Acordaron quedarse esa noche ya que la actividad se acabaría tarde y viajarían el próximo día. A su llegada fueron recibidos por el gerente del hotel quien le explicó a Andreas todo lo de la actividad mientras caminaban hacia el interior.

Los jardines y las piscinas del hotel eran fenomenales Alex estaba extasiada con la belleza de lo que veía. Todos los empleados al parecer estaban para complacer hasta el mínimo detalle de los huéspedes. Obviamente, Andreas era el dueño y las atenciones fueron inevitables. A su llegada, Andreas comenzó a hacer preguntas de todo. Quería saber hasta el último detalle en especial de su primo.  Cuando llegaron al recibidor principal del hotel Andreas se volteó a verla. Bueno al parecer se dio cuenta de que ella existía – pensó con ironía-

-Vamos a la suite un momen… - se quedó extrañado al parecer vio a alguien o algo que lo desconcertó.

-¿Pasa algo? – Alex dirigió su mirada hacia donde el clavó la suya-

-No – dijo desconcertado- no es nada, es que creí ver a alguien. Entonces la miró a ella- nuestro equipaje ya lo subieron a la habitación.

Para Alex la habitación era en singular en ningún momento escuchó habitaciones.

-¿Vamos a estar en la misma habitación? – comentó con voz chillona-

Por toda respuesta Andreas la miró - ¿qué crees?, somos marido y mujer- saltó con ironía.

-Bueno si… pero.

-Pero nada Alex – la interrumpió, se pasó una mano por su cabello  reflejando poca paciencia- la habitación es enorme y tranquila que no te voy a violar – dijo entre dientes-

- Por tu bien eso espero.

-Si ya terminaste tu acto de histeria virginal – miró a su alrededor- vamos para que veas la habitación y luego puedes ir de compras. La actividad es formal, las boutiques del hotel tienen todo lo que puedas necesitar. – Acto seguido condujo a Alex hacia el elevador. En él había varias personas así que no se dijeron nada.

Al llegar a la suite, Alex sabía que debía ser espaciosa  pero aquello era todo un apartamento espectacular, con una vista maravillosa del mar y las islas del archipiélago. Andreas comenzó a hablar por el celular mientras Alex recorría todo el lugar fascinada.  Tenía dos salas decoradas con un estilo clásico, las paredes tenían cuadros de estilos abstractos con colores llamativos. La suite tenía otra habitación inmensa en donde había otra sala de estar con una cama inmensa colocada en un espacio elevado del suelo. Era una cama de pilares con una cenefa de donde salía unas telas de color marfil espléndidamente decorada. La habitación tenía un balcón terraza en donde se podía admirar la vista y sentir la suave brisa del mar.  Allí se quedó admirando el paisaje cuando Andreas llegó a su lado.

-¿Y bien qué te parece?

-Es… increíblemente hermoso. No puedo creer que se viva con tanta opulencia.

-¿Acaso me estás criticando? – se hizo el ofendido.

-No, es que nunca había… - Andreas la tomó por los hombros y la volteó hacia él- solo son objetos nada más. – le sonrió - Voy a ver a mi primo, me avisaron que ya llegó al hotel- entraron a la habitación – ¿quieres que alguien te acompañe de compras? Solo dices que lo pongan en mi cuenta no importa la cantidad.

-¡Vaya que generoso! Pero no, yo puedo solita además así veo el hotel.

-Bien. La actividad comienza a las 8:00. Si quieres nos vemos como a las cinco en el gastro bar para comer algo.

-Por supuesto, nos vemos a las cinco.

Alex entró y tomó su cartera ya estaba lista y presta para salir.

-¿Oye y te vas así sin despedirte?

Alex lo miró asombrada.

-No te entiendo…

-Acuérdate de donde estamos Alex, mi primo tendrá sus ojos puestos en nosotros toda la noche y no quiero ningún error.

-Te entiendo, ¿pero no estás un poco paranoico?– Andreas se acercó a ella lo que puso los sentidos de Alex en alerta.

-No, no lo estoy.

Alex se sacó una carcajada.

-Aquí no hay nadie así que no… – en eso tocaron a la puerta

-Yo abro- dijo Alex y salió disparada hacia la puerta.

Al abrir se encontró con uno de los empleados.

-Señora vengo por el señor Durr.

-Por supuesto – pero al voltease ya Andreas estaba a su lado.

-Mi amor – la miro a los ojos y Alex se olvidó de todo. Escucharlo decirle así aunque fuera mentira, causaba en ella que se movieran todas sus emociones. Acto seguido la tomo por la cintura, bajo su cabeza y la beso de la forma más tierna y dulce que nunca ningún hombre, la había besado. Al separar sus labios Alex abrió sus ojos y se encontró con la mirada intensa de Andreas y por un momento vio que estaba al parecer sorprendido. Pero todo se esfumó cuando le dijo al empleado, quien vio toda la escena.

- Lo siento, ya sabes recién casados. Se nos hace difícil separarnos- sonrió con picardía.

El empleado le correspondió con una  sonrisa de complicidad y se marcharon.

Al salir de la habitación Alex, se sentía mareada. Se llevó una mano a sus labios y cerró los ojos recordando el sabor, el tacto de sus labios en los suyos, y sus ojos grises desconcertados, parecía como si se diera cuenta de algo… pero qué.

 

Era inevitable pasar desapercibida entre los empleados del hotel todos sabían que era la esposa del dueño. Se sentía como una famosa tratando de pasar de incógnito. Andreas tenía razón, en el hotel tenían un piso solo de tiendas exclusivas que tenían de todo para el huésped más exigente. En la boutique que entró las dependientas fueron sumamente atentas con ella le explicó que tenía que seleccionar un vestido para la actividad de hoy y no tuvo que mencionar su talla cuando ya volaron a buscarle diferentes estilos y colores. Ellas al parecer, tenían un buen ojo clínico bien entrenado para tratar con eficiencia a las clientas. Alex se probó casi quince vestidos, pero una de las chicas le trajo uno especial que quedó fascinada cuando lo vio.

El color del vestido era rosado pero en su tela tenía pequeños cristales que lo hacían brillar con cada movimiento que ella hiciera. Se ajustaba perfectamente a su cuerpo esbelto, marcando cada una de sus curvas delicadamente. El vestido lo sujetaban dos finos tirantes, con un corte en V profundo y la espalda estaba toda al descubierto llegando su escote justo hasta la parte baja de su espalda. La caída de la tela en la parte del frente tenía una apertura que deja al descubierto su bien formada pierna. Era uno delicado y de suave caída, al salir del probador todas quedaron encantadas con el vestido.

-¿No creen que está un poco escotado?- pregunto insegura mirándose al espejo.

-¡No! – exclamaron todas al unísono y luego se rieron al ver la expresión de sorpresa de Alex.

-Ahora lo que le falta es un hermoso collar y aretes en juego y será la mujer más bella de todas en la fiesta.

-Chicas muchas gracias por todo.

-No se preocupe por sus compras que se las enviaremos a su suite.

-Gracias.

Alex caminó por otras tiendas y compró varias cosas. Por supuesto con su dinero. Lo único que no compro fueron las joyas que le sugirieron las dependientas de la tienda. Sabía que eso será prohibido para su bolsillo. Se sentía contenta con sus compras. Ya casi era hora de encontrarse con su esposo. De solo pensarlo se le dibujó una sonrisa en sus labios. Ya la idea no le molestaba tanto y eso hizo que sintiera mariposas en su estómago.

-No son mariposas es hambre ¡si eso es!- se dijo en voz baja.

De camino al restaurante vio que Andreas estaba hablando con una rubia espectacular. Estaban cerca de los elevadores y aunque ella los veía ellos no podían verla. Vio que estaban muy cerca para su gusto, la mujer le colocaba su mano en el brazo en señal de complicidad y confianza. Algo que hizo que ella sintiera una extraña sensación en la boca del estómago. Andreas no hacía nada por apartarse, simplemente la miraba y al parecer le contestaba lo que ella le decía.

La escena no le gustaba mucho y ya prácticamente era hora de encontrarse con él no quería que la viera allí parada como si los estuviera espiando. Bueno, eso era justo lo que hacía, se dijo así misma. Caminó hacia el gastro bar el cual tenía una atmósfera muy acogedora, la ubicaron en una mesa en el área más privada con vista a uno de los jardines del hotel. Ya eran las cinco en punto y pasaron los primeros diez minutos, los quince, los treinta, cuando el camarero llegó discretamente a darle un mensaje de parte de Andreas de que no llegaría. El hombre le entregó una nota que decía “Alex algo se presentó, un imprevisto. Nos veremos a las ocho,… Andreas”     

-Gracias- le dijo con una sonrisa amable al camarero-  pero las deseos que tenía era de salir de allí y decirle lo que pensaba de él y su estúpida nota.

-¿Va a ordenar algo?

-Si quiero la ensalada de  la casa con salmón por favor y para tomar quiero un te frío. Gracias.

-Enseguida.

Cuando el camarero se marchó, Alex respiró profundo solo tenía la imagen de su esposo con la bomba rubia. ¿Cómo era posible, que le mintiera tan descaradamente? Era cierto que su matrimonio era solo de papel, pero al menos se suponía que guardarían las apariencias y dentro de eso estaba el ser fiel el uno al otro, al menos eso creía.

Estaba tan sumida en sus pensamientos que cuando el camarero le trajo su orden se sobresaltó. Comió como autómata, mientras pensaba que haría en la cena. Quería saber qué él le iba a contestar, y por su bien esperaba que no le mintiera porque Andreas aún no la conocía.

Cuando llegó a la suite caminó directo a la habitación pero Andreas no estaba. Luego de verificar se dio cuenta de que estaba sola así que miró su reloj eran casi las seis, así que tendría tiempo suficiente de arreglarse con sumo cuidado quería estar perfecta para esta noche. En la habitación, tenía las bolsas de todas las compras que había hecho. Eso alivió un poco su mal humor, se dijo así misma que le estaba dando mucho color a la situación y que Andreas le explicaría todo.

 

Faltando diez minutos para las ocho sintió un suave toque en la puerta. Se miró en el espejo. Se había recogido su pelo en un moño clásico. Se había maquillado usando como base el color rosa de su vestido y el tono ahumado que le recomendaron las chicas de la boutique. Su calzado eran unas sandalias plateadas que le robaron su corazón y que iban perfectas con su vestido. Antes de abrir se colocó su perfume favorito se miró una vez más asegurándose que todo estuviera  en su lugar y con voz calmada dijo, adelante. Cuando la puerta se abrió, hizo como si estuviera recogiendo su bolso. Cuando miró a Andreas se quedó impactada, su esposo tenía una chaqueta negra cortada a la medida al parecer era de corte italiano y la enterneció por un momento el toque de su pañuelo rosado en la solapa. Se veía arrebatadoramente alto, guapo e irresistible. Aunque trató, no pudo disimular, sintió el estúpido impulso de comérselo a besos. Los ojos grises de Andreas se clavaron en ella,  paseando su mirada sin disimulo alguno de arriba abajo.

-     Estás - hizo una pausa- ¡hermosa!

-Si me sigues mirando así me vas a poner nerviosa- sonrió-

-Viéndote así, no iría a ninguna fiesta y me quedaría aquí contigo en esta habitación y consumaría este matrimonio haciéndote el amor toda la noche.

Alex al escucharlo dio un paso hacia tras, lo cual no pasó desapercibido por Andreas. En su mirada se reflejó una sombra tan fugaz que Alex dudo de haberla visto.

-Tranquila, no haré nada que tu no desees y un trato es un trato – expresó con seriedad.

Alex volvió a respirar, en realidad ni siquiera había notado que había aguantado su respiración.

-Gracias, ¿dónde te vestiste? –dijo suavemente-

-Esta suite conecta con otra por una puerta discreta así que esa es la que voy a usar a menos que me quieras aquí por supuesto.

Alex ignoró el comentario sugestivo de Andreas y en vez de eso le preguntó

-¿pudiste resolver tu asunto? –con un tono algo despreocupado

-Si todo bien, creo que debemos irnos.

-Por supuesto- sonrió levemente, cómo se atrevía a mentir tan fácilmente. Sintió como si una bola de fuego, la quemara por dentro.

Más aún cuando al llegar al salón de la actividad los recibiera el primo de Andreas con la resbalosa rubia colgada del brazo.

-¡Qué bueno que llegaron! –Pero el Primo de Andreas no lo miraba a él sino a Alex con tal intensidad que la hizo sentir incómoda.

-Andreas querido ¿no nos vas a presentar?

-Por supuesto, mi esposa Alexandra, Alex ella es Camila fue la coordinadora del  evento.

Alex le extendió la mano que ella estrechó y aunque sonreía sus ojos la miraron con la frialdad de un témpano de hielo.

-Pasen sean bienvenidos y diviértanse – dijo el primo de Andreas aún mirando a Alex.

El salón estaba hermosamente decorado había mesas con comida y esculturas de hielo aludiendo a criaturas marinas.  Tenían una orquesta en vivo que estaba tocando una pieza de jazz. Había mucha gente que saludaba a Andreas así que estuvieron mucho rato paseando entre los grupos de asistentes. Andreas le había presentado a tanta gente que ya confundía los nombres, siempre estuvo a su lado. Tenía que admitir que hacía bien su papel de esposo enamorado. De vez en cuando veía a la cabeza rubia entre la gente. En una ocasión la sorprendió observándolos. Lo que hizo que Alex se detuviera de repente tomando desprevenido a Andreas. Cuando este la miró extrañado, Alex le acarició el rostro y le dio un beso fugaz en los labios que ciertamente lo desconcentró. El la miró con tal intensidad que Alex pensó que se derretiría bajo la mirada de esos ojos grises. Luego se dirigieron hacia su mesa ya que comenzarían los actos protocolares de la actividad benéfica.

Todo estaba marchando sobre ruedas. Las aportaciones eran cuantiosas, al finalizar pasaron un video a los presentes sobre una escuela que se creó con fondos de uno de los benefactores. No tan solo fue responsable de la escuela sino que también creó un fondo de becas que habían ayudado a muchos jóvenes a terminar sus estudios universitarios. De ese grupo de jóvenes había una representación de tres de ellos. Quienes fueron presentados por la Presidenta de la Organización. Ellos quisieron otorgar un detalle a esa persona que había hecho tanto por ellos y que aún seguía contribuyendo, no tan solo con su dinero, sino con su tiempo ya que pasaba varias temporadas compartiendo con los jóvenes.

-Por esto y mucho más queremos entregar este humilde detalle a un hombre al que admiramos, respetamos y quien se ha ganado todo nuestro aprecio, El Señor Andreas Durr.

El salón se llenó de los sonidos de cientos de aplausos. Alex miró a Andreas sorprendida, pero a la vez su corazón se llenó de orgullo por él. Cuando él se levantó Alex le sujetó la mano y él se inclinó y le dio un beso que la dejo sin aliento. Caminó hacia el podio y se abrazó con los jóvenes quienes le entregaron una hermosa artesanía hecha por uno de los participantes, que estaba cursando sus estudios en arte.

La actividad continuó con los nuevos proyectos que tenían para la organización y una deliciosa cena.

Ya en la mesa todos vieron la artesanía que le habían regalado. Andreas pidió a seguridad que la guardaran en la caja fuerte del hotel.

-¿Tú sabías de todo esto? -Pregunto Alex-

-En realidad no, tengo que admitir que me sorprendieron- la miró directo a los ojos- ¿Y ahora qué piensas de mí?- le dio un sorbo a su copa de vino.

-Pues… que eres un hombre agradecido, y das de lo que tienes, más que el dinero… tu tiempo. Estoy muy orgullosa de mi esposo.

A Andreas le brillaron los ojos al escuchar las palabras de Alex. No sabía por qué, pero lo que dijo fue sumamente importante para él. Era tan hermosa y aunque sabía que su matrimonio era una farsa, le fascinaba escucharle decir que estaba orgullosa de él “de su esposo”.

- Gracias. – le sonrió-

La orquesta comenzó a tocar luego de la cena y las parejas comenzaron a llenar la pista.

-Vamos a bailar – dijo Andreas

-Pensé que nunca lo dirías –Alex tomó la mano de Andreas y salieron disparados para la pista. El ritmo cambió a un bolero que comenzó justo al ellos llegar a la pista.

Andreas sintió que Alex se detuvo, quizás un poco arrepentida y antes de que se le escapara la abrazó para no dejarla huir. Su cuerpo era tibio, la piel de su espalda tan tersa. Al sujetarla hizo que se aferrara arqueando su espalda hacia él. Sentía sus pechos rozando el suyo, su respiración y su suave perfume era un afrodisíaco para él. Se movían suavemente por la pista las luces eran tenues, ella recostó su cabeza en su hombro lo que hizo que Andreas tragara hondo. Sentía su entrepierna un poco caliente para su gusto. Era como hacerle el amor con ropa se movía tan suave y lento que le iba a provocar una erección.

Alex sentía que su cuerpo se derretía en los brazos fuertes de Andreas. Su mano en su espalda de vez en cuando la movía suavemente provocando escalofríos en su cuerpo. Sentía que si la soltaba se caería. Sonrió levemente, su colonia era tan deliciosa, recostó la cabeza sobre su hombro y cerró los ojos para dejarse llevar. No quería que ese baile terminara nunca.

-Sabes que te deseo tanto- escuchó la voz ronca de Andreas

-Alex levantó su cabeza y lo miró directamente a sus profundos ojos grises – eso no es lo que busco.

-¿Y qué quieres Alexandra? Pídeme lo que quieras que yo te lo daré, anda dime- le susurró al oído.

-Lo que yo quiero no me lo puedes dar. Ni siquiera todo tu dinero, lo puede conseguir.

En ese momento se terminó la pieza.

-Voy a retocarme el maquillaje te veo en la mesa.

-Está bien… pero no te me escaparás tan fácilmente.

 

Alex sentía que le temblaban las piernas, sentía el correr de su sangre por todo su cuerpo. Andreas provocaba en ella sensaciones que nunca había experimentado. Llegó al tocador y para su mala suerte se encontró a Camila mirándose al espejo. Al parecer solamente estaban ellas solas. La rubia la miró de arriba abajo sin disimulo alguno y le sonrió o más bien era una mueca - pensó Alex -.

-Querida me gustaría saber ¿cómo le hiciste para atrapar a Andreas, acaso te embarazaste? - Le miró el vientre con descaro.

-No, ¿por qué haría una cosa tan baja como esa? – Alex la miró de frente por un momento y luego se volteó al espejo para comenzar a retocar su maquillaje.

-Andreas es un amante apasionado. Sus besos son como fuego por la piel y sus caricias te vuelven loca. No importa que este contigo pronto se aburrirá de ti.- pasó sus manos por su cuerpo voluptuoso-¿acaso crees que se quedará contigo? 

Alex la miró por el espejo y sonrió con dulzura. – ¿Sabes? No me importa las mujeres que ha tenido mi esposo en el pasado- enfatizó en mi esposo-  Lo cierto es que está conmigo ahora y no solo soy una simple amante de ocasión soy su esposa. – Se volteó y la miró de arriba abajo -  aunque en algo si te doy la razón – la mujer la miraba como si pudiera evaporarla con la mirada – se aburre con facilidad, por eso ya tú no estás, eres agua pasada – la miró con lástima.

-¡Ja jajá!,  Vaya no eres tan mosquita muerta como aparentas.

-Las apariencias engañan querida – contestó sarcástica-. Y si me disculpas mi esposo me espera. – pero ella se le adelantó y comenzó a caminar hacia la puerta contoneando sus caderas.

-No cantes victoria querida, él volverá a mí. – Dijo esto saliendo del tocador - gusto en saludarte.

Alex se quedó sola en el tocador, en sus ojos aparecieron las lágrimas del coraje que bullía en su interior. Esa mujer era una zorra, desde que la vio lo sabía. Las ganas que tenía era de borrarle esa sonrisa burlona de una buena bofetada – respiró profundo y terminó de retocarse - aunque ya no tenía deseos de nada, esa estúpida con sus comentarios le había dañado la noche.

Cuando salía del tocador se encontró de frente con el primo de Andreas – ¡rayos es que esto se puede poner peor! -  pensó frustrada.

-Que agradable vista a mis ojos es usted Alexandra – sonrió mientras la miraba de arriba abajo con lentitud, haciendo que Alex se sintiera otra vez incómoda, ¡no toleraba ese hombre!

-Gracias, siempre es bueno ver a la zorra que se casó con su primo por conveniencia – le espetó-

Por toda respuesta comenzó a reír a carcajadas como si Alex le hiciera un chiste.

-Ya veo por qué mi primo te escogió, me disculpo por mis palabras inapropiadas la última vez que nos vimos– se acercó más a Alex- eres una fiera por domar – Alex sintió nauseas al escucharlo y sobre todo por su cercanía.

-Creo que esta conversación es inapropiada si me disculpa- comenzó a caminar pero él la tomo por el brazo, sorprendiendo a Alex quien de inmediato trató de zafarse.

-Creo que debes soltarla ¿no crees? - la soltó inmediatamente al ver a Andreas. –Solo quería enseñarle las facilidades del hotel.

-No te preocupes – Alex se agarró del brazo de Andreas – es mi hotel y yo puedo hacerlo.

-Ya veo por qué te casaste con esta hermosa mujer, me imagino que valió la pena cada centavo que pagaste por ella – la miró lascivamente.

Andreas por toda respuesta se movió tan rápido sorprendiendo a Alex y le propinó un puñetazo que lo arrojó al suelo. Acto seguido, lo agarró con fuerza y lo levantó en vilo pegándolo contra la pared.

-Respeta a mi esposa ya me tienes harto con tus comentarios y esta me la debías, ¡discúlpate con ella desgraciado! – lo zarandeó fuertemente.

Aníbal levantó las manos en señal de rendición y Andreas lo soltó.

-Lo siento- lo dijo mirando el pálido rostro de Alex.

Alex estaba en shock ante lo que acababa de suceder. Andreas fue tan rápido en sus movimientos que no le dio tiempo ni de gritarle que no lo hiciera. Ante las disculpas de Aníbal, solamente asintió.

Aníbal se arregló la ropa y se pasó una mano por el despeinado cabello y con la otra se limpió la poca sangre que salió de su labio inferior. Andreas se colocó al lado de Alex quien no dejaba de mirarlo. Sus ojos se oscurecieron y su respiración era agitada. Aníbal dio varios pasos hacia tras.

-Sabes que esto no se va a quedar así, me tomaste desprevenido primo.

-Pues cuando quieras primo- Alex sujetó por el brazo a Andreas.

-¡Basta por Dios!- Cuando Andreas la miró Alex tenía los ojos llenos de lágrimas cuando pestañeó estas rodaron por sus mejillas.

-Si ustedes par de neandertales se quieren agarrar a golpes, a mí no me importa pero yo no voy a ver semejante espectáculo- diciendo esto dio media vuelta y salió casi corriendo del lugar.

Al menos el incidente se dio en un área poco concurrida y nadie se dio cuenta del terrible altercado. Andreas salió rápido tras ella pero uno de los invitados lo detuvo para saludarlo e hizo que se le perdiera brevemente, cuando la divisó estaba atravesando la salida del salón. Para cuando llegó hacia la puerta de entrada  en dirección al recibidor principal del hotel no estaba.   

Le preguntó a uno de los guardias y este le dijo que la vio dirigirse hacia la playa. Cuando llegó al mirador la vio cerca de la orilla, rápido bajó los escalones y caminó hacia ella. 

Alex no tuvo que voltearse para saber que Andreas estaba a sus espaldas. Estaba tan furiosa con lo que había sucedido y con ella misma por permitir que sus lágrimas cayeran como cascada por su rostro. Cuando pensaba que todo podía salir bien, pasaba algo que cambiaba todo. Se sentía extraña, más que el incidente con el primo de Andreas la conversación con Camila la había desconcertado, sabía que Andreas era un hombre que podía tener muchas amantes y por lo visto un mal carácter, aunque había sido en su defensa o quién sabe si se cobró alguna que otra rencilla pendiente y esto fue la gota que colmó la copa – Dios ¿qué le estaba pasando con él, por qué esta pena? Si fuera una adolescente se encerraría en su habitación, pero no lo era y ya todo no puede resolverse de esa forma.

-Déjame sola Andreas no quiero ver a nadie – su tono de voz sonó seco.

-No quiero dejarte aquí sola, por favor regresemos al hotel.

Alex se volteó para miralo. La luna iluminaba el rostro de Andreas y por un momento vio preocupación en él.

-¿Sabes? Además de esa demostración de testosterona, tuve una curiosa conversación con tu amante.

-¿Con mi qué? – dijo Andreas visiblemente sorprendido.

-Si con la rubia oxigenada, la tal Camila. No me digas que no la conoces.

- Bueno si, pero Camila no es mi amante. – Alex lo miró incrédula – ¡Esta bien! en el pasado tuvimos algo pero ni siquiera duró dos semanas aunque ella siempre ha querido, pero no es lo que yo quiero. – esto último lo dijo con extrañeza, como si el mismo se hubiera sorprendido de lo que decía.

-¿Y qué es lo que quieres?

-A tí – las palabras salieron tan claras y firmes de la boca de Andreas, pero no hicieron mella alguna en ella. 

Por toda respuesta Alex comenzó a reírse a carcajadas. Andreas la miro con seriedad y apretó los labios demostrando su desaprobación.

-De veras que los hombres son unos cerdos, que creen, que con palabras bonitas pueden hacer que todo- levantó sus brazos al aire – se resuelva y que aquí, no ha pasado nada.

-¿Acaso estás borracha?- dijo Andreas en voz baja.

-¡No, fíjate que no! – levantó la voz- Pero me gustaría saber qué hacías realmente durante la tarde, qué fue tan importante, por lo que me dejaste plantada si… eso si me gustaría saber. – lo miro echando chispas por los ojos.

-Tenía que resolver una situación, ya te dije Alex – se notó la poca paciencia en Andreas. Pensó que todas eran iguales, mujeres histéricas y controladoras al parecer Alex no era la excepción.

- Con tu amiga la rubia resbalosa. Sabes que te vi con ella, por cierto muy atento.

-Te he dicho que ese tono irónico no te queda.

-¡Me importa un cuerno! – contestó con rabia- quiero que quede claro que aunque esto no es algo real, me gustaría que tus aventuras sean discretas. Tengo una imagen que proteger. Porque sabes qué – se le acercó y lo miró desafiante- yo también puedo tener situaciones que resolver.

-Alex, no me amenaces.

-Yo no amenazo Andreas.

Dicho esto comenzó a caminar hacia el hotel tan rápido como pudo pensando que quizás Andreas la seguiría, pero no fue así. Entró directamente al elevador y se fue a su suite.

Andreas se quedó en la playa un rato, en su mente todavía quedaba el eco de las palabras de Alex y el olor de su perfume. Sin embargo, en vez de estar furioso porque nunca alguien le había hablado de esa manera, comenzó a reírse a carcajadas, como hace mucho no lo había hecho. Definitivamente, Alex estaba celosa, su esposa estaba celosa no lo podía creer, pero lo más fascinante de todo era que a él le gustó. Las discusiones entre ellos eran tan pasionales y eso nunca le había pasado. El siempre llevaba el control de todo pero con Alex, no sabía qué esperar. Era intensa, sincera y recta en sus convicciones. No era tonta, pasiva, ni tímida.

Andreas se pasó una mano por su alborotado cabello y sonrió se sentía diferente, Alex hacía que todo en él se moviera y quería más de eso, no cabe duda. Qué le estaba pasando con ella en estos pocos meses, todo era diferente y si bien es cierto que pensaba que este año sería aburrido, ahora se estaba dando cuenta de que se había equivocado por completo.

Alex no supo nada de Andreas esa noche cuando llegó a su suite entró a su habitación y cerró la puerta con seguro.

Eran las 8:30 de la mañana cuando Alex miró la hora en su móvil. Pensó que no dormiría en toda la noche pero fue todo lo contrario calló en un profundo sueño hasta ahora. Respiró profundo y se levantó, fue al baño y se lavó los dientes y su rostro con suma clama quería retrasar el encuentro con Andreas. Se hizo una cola de caballo y salió de su habitación para encontrase con un carrito que al parecer tenía su desayuno, destapó la bandeja para encontrarse con huevos revueltos, tocineta, tostadas también había frutas con yogurt, café y jugo de china todo se veía delicioso. Sobre su plato habían colocado una rosa amarilla con una nota.

“Lamento no esperarte para desayunar, pero tenía que salir temprano y no quise despertarte. Espero que todo sea de tu agrado. Regresamos hoy a las 11:30 pasarán por ti para ayudarte con el equipaje”. Andreas

Alex tomó la rosa en sus manos y la observó, era perfecta, cerró los ojos e inhaló el delicado aroma de la flor. Jamás pensó que su mañana comenzaría así, Andreas la desconcertaba y movía sus sentimientos hacia extremos que jamás pensó. Algunas veces era controlador, otras era tan gentil, accesible, conversador y encantador. Pero odiaba cuando se veía frío, distante y con esa mirada burlona y a veces tan fría e inmutable. ¿Cuál de todos era Andreas?  También estaban sus sentimientos, recordando la escenita de anoche, cualquiera que no supiera los términos de su relación pensaría que estaba celosa. Lo cierto es que se sentía celosa, tenía que admitirlo se sentía mal de solo pensar que estuvo con esa rubia odiosa.  

- Comenzó a comer su desayuno- lamentablemente no tenía por qué sentirse así, tampoco podía exigirle nada así que de ahora en adelante tenía que controlar lo que pensaba de las acciones de Andreas. En cierto modo trabajaba para él y tenía solamente una labor que realizar y por el momento los celos no estaban en el contrato a menos que fuera una escena fingida.     

El regreso a la isla fue rápido, al llegar al helipuerto del hotel Andreas no estaba, así que el personal la ayudó con el equipaje y subió al helicóptero a los pocos minutos llegó Andreas, se sentó a su lado y la miró pero Alex no pudo ver nada gracias a las gafas de sol que tenía puestas. Con el ruido del helicóptero no se podía hablar mucho así que apenas la saludó.

Cuando llegaron a la casa estaba todo muy tranquilo y como siempre la naturaleza se hacía sentir con el canto de los pájaros y la brisa fresca y tibia con el aroma del salitre. Al entrar a la casa subieron las cosas.

-Voy a estar en mi habitación no tengo hambre así que comeré algo después.

-¡Ah! qué pena, quería enseñarte algo.

-¿Sí?- Alex lo miro de frente- y qué es lo que me quieres mostrar.

- Es una sorpresa, es al otro lado de la isla y debemos llegar antes del atardecer, ¿vienes?

Alex lo miró con desconfianza, no sabía que se traía entre manos pero accedió - voy a cambiarme y bajo en cinco minutos.

-Perfecto yo haré lo mismo.

Salieron de la casa y subieron al todo terreno. Andreas condujo por varias veredas hasta llegar cerca de la playa.

-Bueno ya llegamos.

-¿Qué hacemos aquí Andreas, contemplar el mar?- lo miró con ironía

-¿Cuántas veces te he dicho?…

-Si, si –lo interrumpió con fastidio- ya lo sé que la ironía no me sienta- Se bajó del todo terreno.

-Ven caminemos con cuidado hacia la orilla. Quiero que observes con cuidado la arena.

Alex lo miró con extrañeza mientras caminaban hacia la orilla y comenzó a mirar la arena, tal y como él dijo. Al cabo de unos minutos vio un movimiento, parecía que algo luchaba por salir. Cuando se dio cuenta de lo que era ahogó un grito de emoción y de sorpresa mirando a Andreas quien la miraba sonriente. ´

-¿Es una tortuga? – susurró- ¡no lo puedo creer!

Andreas la tomó de la mano y con cuidado se sentaron cerca de la orilla para ver el espectáculo.

-Aún es muy temprano, las nuevas tortugas tratan de emerger en la noche cuando no hay tantos predadores y la temperatura es baja. Las pequeñas tortugas siempre esperan hasta que todas sus hermanas salgan del huevo, así salen todas a la vez dirigiéndose al mar. Los lugares para el depósito de los huevos tienen que estar sin vegetación y a cierta distancia de la costa, ya que la marea alta podría llegar al lugar de incubación y arrastrar a los huevos. Luego, las tortugas escarban un hoyo de entre 40 cm a 60 cm en los que depositan de 50 a 100 huevos.

-¿Cómo sabes todo esto?

-Tengo un amigo que es biólogo y me ha enseñado mucho. Además cuando adquirí esta propiedad lo hice para salvaguardar esta zona como reserva natural para ellas y también para los diferentes tipos de aves que vienen a anidar aquí. Cuando no pude almorzar contigo era porque me vi con Héctor. Hace dos meses o tres él estuvo en la isla para registrar la llegada de las hembras a la playa que venían a colocar sus huevos así que me dijo que si teníamos suerte en estos días podríamos ver las nuevas tortugas salir de sus caparazones y verlas llegar al mar. Como ves no te lo podía decir, era una sorpresa. Espero que te haya gustado.

 

Alex lo miró avergonzada no sabía que decir. Era un detalle muy especial que se acordara de su petición cuando recién llegaron a la isla. Alex lo miró de reojo, sabía que la estaba mirando con esos ojos grises penetrantes.

-Lo siento te pido disculpas – lo miró de frente- este detalle que has tenido conmigo es… hermoso gracias – Andreas sonrió de oreja a oreja.

-Te perdono.

Alex dirigió su mirada a la orilla ya algunas tortugas estaban por llegar. El espectáculo de verlas llegar al mar y lanzarse sobre las olas era impresionante. Ambos se quedaron en silencio observando el espectáculo hasta que oscureció totalmente.

-Bien creo que es hora de irnos –dijo Andreas mientras se levantaba y le extendía la mano para ayudarla.

Pese a lo que pensó Alex, Andreas no le soltó la mano y ella no la retiró. Caminaron juntos hasta llegar al vehículo. Al llegar a la casa se prepararon algo rápido de comer mientras seguían con conversaciones relacionadas a las tortugas y otros animales de la reserva que habitaban la isla.

-Bueno la conversación está fabulosa pero es tarde me retiro.

-Claro descansa, yo estaré en el estudio contestando unos correos electrónicos pendientes antes de irme a dormir.

-Debes descansar además nadie verá esos correos ahora.

-En Australia si, allá apenas son las 10 de la mañana.

-Claro se me olvida que tienes un imperio que manejar- Alex se levantó de su silla se dirigió hacia Andreas y le dio un beso en la mejilla.

-Gracias- Ambos se quedaron mirando muy cerca pero antes de que Andreas reaccionara Alex se enderezó y caminaba hacia su habitación.

El corazón de Alex parecía un caballo desbocado en su pecho, lo que hizo fue un impulso y aunque no se arrepentía se sentía como una quinceañera. Se preguntaba qué pensaría Andreas de ella, ni siquiera le dijo nada, es más ni tan siquiera reaccionó se quedó tan impasible como siempre.

Andreas la vio marcharse tocó su mejilla y cerró los ojos respirando profundo. Por qué ella hacía eso, se sentía vibrar por dentro, pareciera que estuviera en la escuela, nervioso, torpe con deseos de abrazarla y pedirle que fuera su novia. Aunque no era su novia si no su esposa, una mujer arrolladoramente hermosa pero que no podía tocar, de veras que hay cosas que el dinero no puede comprar - sonrió con amargura - Será mejor que contestara esos correos y luego se diera una ducha fría, bien fría.

 

Mientras estaba en el estudio comenzó a llover con fuerza y se desató una tormenta eléctrica. Cada rayo que caía iluminaba todo el interior del estudio. Sabía que durante la noche habría un episodio del mal tiempo pero no pensó que fuera tan fuerte. Se dirigió a su habitación luego de cerciorarse de que todo estuviera bien cerrado y seguro. Fue a darse un baño rápido y cuando estaba a punto de colocar la cabeza en al almohada, escuchó un grito desgarrador. Salió disparado hacia la habitación de Alex.

Cuando entró a la habitación encontró a Alex abrazando sus piernas y arrinconada en una esquina de la cama, llorando descontrolada. Andreas corrió hacia la cama y la abrazó.

-Shhh ya todo pasó estoy contigo – El mal tiempo seguía afuera y cada vez que un rayo iluminaba la habitación Alex se estremecía y se abrazaba fuertemente a él apenas podía hablar mientras sollozaba sin parar. Andreas le pasaba una mano consoladora por el largo cabello y la acunó entre sus brazos, mientras le murmuraba palabras cariñosas con ternura.

-Lo siento, odio las tormentas me recuerdan el día en que murieron mis padres- era lo único que apenas decía Alex entre sollozos.

Cuando Alex se tranquilizó Andreas la recostó en la cama. Al levantarse, Alex lo sujetó por el brazo.

-No te vayas por favor.

-Alex no quiero –tragó hondo- no puedo quedarme contigo… - pero al ver su mirada perdida, se veía tan vulnerable y tan pálida- está bien- Alex le hizo un espacio y Andreas se acostó a su lado. Le extendió sus brazos y ella se acurrucó perfectamente a él.

Andreas fue su protector en esa horrible tormenta y Alex estaba agradecida por ser tan humano con ella y entenderla. Cuando murieron sus padres en ese accidente automovilístico era una noche tormentosa como esa, venían de una fiesta del trabajo de su padre ella estaba en el asiento protector lo que hizo que le salvara la vida. Recordaba ver a su padre concentrado en la carretera y a su madre que la miraba constantemente para darle tranquilidad. De repente, al parecer un animal asustado por los truenos y rayos cruzó la carretera y su padre para evitar golpear al animal lo esquivó pero en la acción perdió el control del vehículo. Solo quedó el eco de los gritos de su madre, el sonido de las gomas en el pavimento y el crujir del acero. No sabe cuántas vueltas dieron antes de impactar el árbol al lado del camino. Sus padres perdieron la vida en el acto y ella aunque grave pudo salvarse. Cada vez que llegaban noches así revivía el horrible accidente y despertaba bañada en sudor, ansiosa y llorando. Hace algún tiempo que no le pasaba, pero esta noche los recuerdos la alcanzaron y la atraparon sin piedad.

 

Andreas abrazaba a Alex con ternura sentía como su calor, su suave perfume y la seda de su cabello acariciaban su hombro y su barbilla. Se había acurrucado como una niña en busca de protección, ya no lloraba y sentía su respiración más calmada y profunda al parecer se había quedado dormida. Se movió un poco para salir de la cama pero ella murmuró algo que él no pudo entender y se acomodó sobre su pecho, haciendo imposible su retirada.

Esto nunca le había pasado, cuando estaba en la cama con una mujer no era para esto ni siquiera después de hacer el amor se quedaba, siempre se marchaba y ahora tenía una mujer en sus brazos por la que estaba loco por hacerle el amor y no había pasado nada – sonrió- lo cierto es que le gustaba estar así, abrazándola sin peleas y sin las miradas quisquillosas de Alex. Bueno, no se aprovecharía de la ocasión aunque quisiera, se controlaría y sería su cuidador de sueños… por el momento.

 

La tormenta había pasado, los tímidos rayos del sol entraban por la ventana iluminando la habitación. Alex abrió poco a poco los ojos a la misma vez que llegaban a su mente los sucesos de la noche anterior, miró la cama vacía y sintió desilusión, pero qué esperaba, verlo allí a su lado, abrazándola y murmurándole palabras dulces y consoladoras- cerró los ojos con fuerza- de veras que era una tonta al atreverse pensar que amanecería a su lado.

 

Escuchó un suave toque en la puerta. Alex se alisó el cabello rápidamente y se sentó en la cama – adelante - Andreas trajo en una bandeja el desayuno que olía delicioso. Acomodó la bandeja frente a Alex, había café, jugo tostadas, jamón, huevos y frutas. Se veía tan apetitoso que a Alex se le hizo la boca agua.

-Gracias, no tenías que hacerlo – sonrió apenada

-Sé que no pasaste una buena noche, así que, por qué no empezar el día con un rico desayuno además, yo te voy a acompañar. ¿Cómo te sientes?

-Mejor con este suculento banquete – le hizo un guiño- yo… apenas era muy pequeña cuando ocurrió lo de mis padres pero al parecer se quedó grabado en mi subconsciente y hay momentos en que surgen, por eso detesto las noches tormentosas.

Andreas le tomó la mano, se la llevó a sus labios y sin dejarla de mirar la besó con inmensa ternura, tanto que Alex sintió que se derretía por dentro, dejó que Andreas sostuviera su mano. No quería ser ella quien rompiera la magia el momento de ser capturada en la inmensidad de esos ojos grises.

-Lo lamento mucho…que tal si comemos antes de que se enfríe – y ahí estaba, ese escudo de hierro, esa sombra en la mirada que opacaba el brillo de sus ojos, otra vez era el Andreas distante. Era como ver dos hombres en uno.

Si era mejor comer si seguía mirándola así y ella sonriéndole tiraría toda la comida al suelo y la besaría con toda la pasión que lo quemaba por dentro. Cuando el amanecer lo sorprendió estaban abrazados había tenido muchas aventuras pero jamás amanecía con ellas. Ni si quiera con… pero era mejor no pensar en ella. No se merecía ni tan siquiera un pensamiento suyo. A mitad de la noche salía furtivamente como un ladrón que toma lo que quiere y desaparece. Sin embargo, cuando amaneció y la sintió entre sus brazos suave, delicada tan suya, se apoderó dentro de su pecho una calor que no era el simple deseo carnal por una mujer, era algo más que no entendía, que lo sorprendió. Se sentía cautivado por ella y por un momento pensó que podría confiar de nuevo y abrir las puertas de su corazón que pensó jamás las volvería abrir o quizás se quedaron entre abiertas y Alex poco a poco se estaba metiendo y acomodando en su interior.

La besó en la frente mientras dormía, ella sintió el beso y murmuró su nombre cosa que lo sorprendió, Alex se acurrucó en su pecho, y él se quedó quieto, cerró los ojos y sintió la paz de estar en donde tenía que estar. Antes pensaba que había amado a alguien, pero este sentimiento era nada comparado con lo que sentía ahora… ¿sería esto amor?  No, no pasaría por esto otra vez no lo soportaría, será mejor dejar las cosas así esto era un negocio frío y calculado. No existen contratos inválidos, Alex estará en su vida por un año. Aquí no caben los sentimentalismos – pensó decidido – Su corazón estaba irremediablemente roto, el amor fue el culpable y hace tiempo juró no cometer el mismo error.

 

Durante el resto del día Alex no vio a Andreas, pareciera que la estaba evitando, después del desayuno. Se mantuvo en el estudio así que Alex caminó por los alrededores tomo baños de sol y nadó por un rato, de veras que era un paraíso. En la tarde preparó la cena y a eso de las siete se encontraron en la terraza. Comieron y hablaron amenamente Andreas le mencionó que tendría que hacer un viaje de improviso y que ya mañana tendrían que regresar. A Alex le dio algo de tristeza por la repentina partida pero sabía que no podían quedarse allí para siempre. Al volver a la normalidad tendrían que volver a la farsa que tanto Alex detestaba. Acordaron que ella viviría en la casa de Andreas así que tendría que ir a su casa para recoger algunas cosas y ponerse al día en su trabajo aunque Gil la mantenía informada, había que regresar a la oficina.

Partieron temprano en la mañana, mientras el helicóptero se elevaba Alex miraba el lugar y al sobrevolar por encima de la casa en la que habían estado le ganó la melancolía porque sabía que nunca más iba a regresar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

5



 

-      Parece mentira ayer en la noche estábamos cenando en la isla y hoy estamos cenando en un sitio totalmente diferente. – tenía que decir algo, el silencio la estaba matando, Andreas se había sumido en una coraza que no entendía. Estaba frío y parco con ella desde que salieron de la isla. Sabía que él tenía sus cambios, pero esto ¡era el colmo!

-   Mañana en la mañana salgo de viaje para Italia, por negocios, así que estaré fuera algunos días – detestaba la mirada de tristeza de Alex, sabía que estaba diferente con ella, pero así tenía que ser no podía permitirse sentir nada por ella al final se iría como lo hizo…

-    Vaya – la voz pausada de Alex interrumpió sus pensamientos- así que me quedaré sola en esta casa. Qué tal si me voy a la mía durante esos días en que no estarás  y así pues organizo algunas cosas.

-     No, si haces eso pensarán que estamos enojados y que esto se fue al traste. Internaliza que esta es tu casa – su seriedad era insoportable pensó frustrada Alex.

-     Pero…

-   Pero nada Alex, ya no estamos en la isla – levantó la voz- y aquí todos nos observan apenas está comenzando el año. Te daré unas especificaciones – dijo más calmado- que quiero que hagas en mi ausencia. Si tienes alguna duda le dices a mi asistente.

-     Como tú digas siento ser impertinente, ¿acaso me puedo retirar?

-     Pero apenas haz comido - dijo Andreas mirando su plato intacto.

-   Se me quitó el apetito y estoy algo cansada por el viaje - se levantó y salió del comedor sin mirarlo.

    Andreas tiró los cubiertos sobre el plato y se recostó del espaldar de la silla. También, a él se le quitó el apetito, cerró los ojos para recobrar la calma. Luego fijó su mirada en la silla vacía frente a él – sonrió con amargura – así estaría dentro de poco, sin ella. Era mejor dejar los sentimentalismos fuera por el bien de los dos. Alex se despertó temprano pero al bajar a desayunar la señora de servicio le indicó que Andreas se marchó hacia algunos momentos y que le dejó una nota.

-Gracias María, no se preocupe yo me sirvo. Estaré fuera todo el día y regresaré tarde así que no cenaré en casa.

-Muy bien señora.

-Por favor dígame Alex – María sonrió y se marchó.

Alex se sirvió su desayuno y al sentarse a la mesa procedió a leer la nota que Andreas le había dejado…

Lamento irme sin despedirme. Estaré alrededor de cuatro días fuera si necesitas la información de donde estaré pídeselo a mi asistente. Además, dile que te de copia de la agenda de actividades a las que tenemos que asistir. Disfruta de tus días sin mí. Andreas…

Pues le tomaría la palabra, así que antes de irse hizo una agenda mental de las cosas que haría. Lo primero era arreglarse muy bien, la primera parada sería en las oficinas de Andreas para dialogar con Martha su asistente. Luego llegaría a su oficina para ponerse al día de todos sus pendientes.

 

El llegar a las oficinas de Andreas, fue totalmente diferente a su primera vez todas la puertas a su paso se abrían, definitivamente su estatus había cambiado. En el despacho de Andreas vio a Martha hablando con una hermosa mujer, alta delgada y sumamente elegante. Cuando ambas mujeres la vieron llegar Alex la saludó a ambas.

-Sra. Durr ella es la Srta. Anais Duke

-¡Anais Duke! Usted es la primera bailarina de la compañía de ballet de Nueva York o me equivoco.

-No, no se equivoca –le sonrió y le estrechó la mano que le tendía Alex.

-¿Y en que la podemos servir? – Martha se retiró a tomar una llamada.

-La compañía está de visita y quise pasar a saludar Andreas somos – hizo una pausa- amigos desde hace algunos años. No sabía que se había casado.

-Si estamos recién casados- sonrió Alex – es una pena que Andreas no esté para recibirla, salió muy temprano de viaje para Italia a trabajar algunos asuntos.

-¡Que lastima! De todas formas estaré varios días por acá tendremos varias funciones y – miró a Alex un poco dudosa- me imagino que son muy felices.

-Estamos muy enamorados –Alex encontró muy extraña la pregunta y notó en la mirada de la mujer una sombra melancólica.

-Disculpe no es de mi incumbencia.

-Tranquila no es problema.

-Bueno me retiro ha sido una placer conocerla.

-Espero que su estadía por acá le sea grata y éxito en sus presentaciones.

 

Al marcharse Alex miró a Martha quien le sonrió algo nerviosa, pero pensó que era cosa suya, se reunieron y todo transcurrió normal. La agenda de trabajo de Andreas era larga y tenía varias actividades así que este año sería muy activo. Llegó a sus oficinas y se sintió como en casa, todos la saludaron con tanto cariño que Alex se conmovió. En su despacho había una gran canasta de bienvenida y sabía que esto era orquestado por su amiga Gil. Durante el resto de la mañana y tarde estuvo en reuniones para ponerse al día en todos los pendientes y las citas con los clientes.

Al final del día cuando todos se habían marchado ella y Gil se fueron a cenar era el momento de las amigas y extrañó mucho el tiempo en que no hablaron. Se dirigieron a su restaurante favorito y allí se pusieron al día de todo.

-Por lo visto tu estadía estuvo interesante – Alex le contó desde las tortugas, el altercado con el primo de Andreas y la noche que pasó con él.

-Así es amiga la isla es un paraíso…

-¿Y su dueño?- Alex la miró con tristeza

-No sé, a veces es tan encantador y pienso que quizás puede haber algo, pero hay veces en que es un total extraño. Es frio, hermético y lo siento tan lejos de mí que no lo entiendo. No es fácil estar con él, delante de todos somos la pareja perfecta, los recién casados enamorados y cuando me besa o me dice mi amor, pienso que es verdad y creo que algo en mí se mueve. Pero luego llega la cordura y regreso a la realidad – le dio un sorbo a su margarita.

-Amiga ¿no te estarás enamorando de él? – Alex la miró inquieta- te lo digo porque estás melancólica y tú no eres así, quizás sea porque lo extrañas. Ahora que está de viaje, no te has puesto a pensar que quizás a él le pase lo mismo.

-¿De veras? -Alex se rió con ganas – no lo creo Andreas es un hombre de mundo y no creo que sea su tipo. Además, creo que estoy haciendo demasiadas conjeturas en mi cabeza. Pienso que en el fondo a toda mujer le gusta pensar que hay un príncipe azul, violeta o rosa por ahí. – Ambas empezaron a reír.

-Se me olvidaba decirte que hace un par de días unos vándalos irrumpieron en las oficinas.

-¿Cómo, pero por qué no me llamaste? – exclamó alarmada.

-Tranquila todo está bajo control lo que hicieron fue revolcar el área y no se llevaron gran cosa. La policía se presentó y nos informó que también había pasado lo mismo en otras dos oficinas del edificio. Revisé todo, los contratos, del equipo tecnológico solo se llevaron el plasma de la sala de conferencia y lo reclamé al seguro, se organizó todo y luego del inventario se le dio el informe a las autoridades. Tampoco quería arruinarte tu luna de miel y en realidad todo se resolvió. De todas formas, te enviaré copia del informe que sometimos a las autoridades para que lo revises y estés al tanto de lo sucedido.

-Bueno la oficina está como si no hubiera pasado nada, así que buen trabajo. Creo que ya debo irme aún no me familiarizo con el camino hacia mi nueva casa y estoy algo cansada demasiadas reuniones hoy.

-Por supuesto, nos vemos mañana.

 

Cuando Alex atravesó el portal de la casa de Andreas el silencio era patente. María se había retirado a una pequeña casa que estaba al final de una vereda saliendo por el área de la piscina, allí vivía con su esposo. Alex colocó el sistema de seguridad tal y como le habían explicado y se dirigió a su habitación que conectaba con la de Andreas. Se dio un refrescante baño y cuando puso su cabeza en la almohada su móvil sonó. Era Andreas, al ver su llamada su corazón le dio un vuelco, pero no quería que él se diera cuenta. Así que respiró profundo y contestó con un tono de voz tranquilo.

-Hola

-¿Cómo estás, te desperté? - ¡Dios! No se había dado cuenta de cuanto lo extrañaba, pensó Alex cerrando los ojos.

-No precisamente, ahora me voy a acostar y ¿tú cómo estás?

-Mejor al escucharte.

-¿Quién está contigo?

-Nadie, estoy solo en mi habitación, ¿por qué preguntas?

- Por nada y ¿cómo ha resultado todo?

-Bien quizás llegue antes de lo que tenía pautado, ¿y tú día cómo fue?

-Demasiadas reuniones, fui a tu oficina y ya tengo tu agenda de actividades. Por cierto, hoy te fue a visitar una amiga tuya se llama Anais Duke, se estará presentando varios días en la ciudad y quiso pasar a saludarte.

Andreas tardó tanto en responder que por un momento Alex pensó que se había cortado la llamada.

-¿Andreas?

-Si aquí estoy, disculpa. Si cuando regrese está su compañía en cartelera podemos ir a verla.

-Me gustaría mucho, me dio buena impresión se sorprendió de que te habías casado.

-¿De veras? – Alex escuchó su risa – si me imagino que se sorprendió muchísimo como otros tantos. Bueno cariño, ya es tarde para ti así que me voy.

Alex pensó no te vayas quiero seguir escuchándote pero se vería muy raro – y qué hora es allá.

-Son apenas las seis y treinta de la tarde. Pronto voy a cenar.

-Ah y ¿con quién vas? - rayos por qué tenía que preguntar eso.

-¿Celosa? – Alex escuchó su voz aterciopelada.

-¡No, por supuesto que no! Es simple curiosidad.      

-¿Me extrañas Alex?

-¿Por qué me preguntas eso? Tú mismo me escribiste que disfrutara estos días sin ti - ¡rayos por qué tenía que ser tan culebra ponzoñosa!

-Simple curiosidad. Pero aún no me contestas.

-Y tú, aún no me contestas con quién vas a cenar – le dijo suavemente.

-Voy a cenar con un amigo que hace tiempo que no veo se llama Giovanni y está loco por conocerte. Dijo que eres una mujer muy bella.

-¿Y cómo lo sabe?

-Le enseñé una foto tuya.

-Vaya no sabía que tenías una foto mía.

-¿Cómo no voy a tener una foto de mi esposa conmigo? Espero que tú también tengas una mía aunque sea en tu móvil.

-Pues no lo había pensado – mintió.

-¿Me extrañas Alex? –Andreas insistió.

-La casa se siente sola sin ti y… - se escuchó un sonido raro en el móvil y la llamada se cortó. Ella hizo otro intento pero nada. Quizás fue oportuno que fuese así, porque le hubiese dicho que si lo extrañaba y que quería verlo aunque fuera para discutir. ¿Sería cierto lo que dijo Gil que se estaba enamorando de Andreas? Lo cierto es que estaba melancólica y extrañaba a rabiar esos ojos grises y su sonrisa burlona.

 

Ya habían pasado dos días de la llamada de Andreas y no se había comunicado con ella. Sabía que había estado en contacto en sus oficinas pero con ella nada. Eso aunque no quería aceptarlo la tenía un poco triste, pero sabía que de él no podía esperar nada.

Miraba su computador y se quedaba en blanco pensando por qué no la había llamado.

-Te traigo estos informes para que los revises… Alex, planeta tierra llamando a Alex.

-¿Disculpa qué decías?

-¿Amiga qué tienes? – Gil se sentó frente a Alex.

-No es nada – tomó los documentos que le había puesto Gil en su escritorio.

-A mí no me engañas.

-Andreas no me ha llamado hace dos días después de su última llamada y estoy preocupada – Gil la miró  algo escéptica – está bien lo extraño, ¿contenta?

-¿Y por qué no lo llamas tú?

-Pues porque… no me atrevo ¿qué le voy a decir?

-Que estás preocupada y que quieres saber de él.

-Es que él desde que llegamos ha estado distante conmigo y pienso que ha hecho lo posible por evitarme.

-Piensa que es un amigo o mejor aún es tu jefe por un año lo puedes llamar con la excusa de algo en la agenda no sé. ¡Llámalo! Y así sales de eso. – Se levantó de la silla- sabes que te quiero, nos vemos luego.

Bien la vida era de los valientes y ella siempre había tomado el toro por los cuernos. Tomó el teléfono y marcó el número de Andreas, le pareció una eternidad hasta que escuchó su voz aunque algo sorprendido.

-¿Alex?

-Si hola soy yo – hizo una pausa- es que hace unos días que no sé de ti y quería saber cómo estas.

-Yo estoy muy bien, ahora acabo de salir de mi última reunión, me alegro que me llames.

-¿De veras? Es que no sabía si tenías alguna instrucción que darme, esas que no le puedes decir a tu asistente.

-Ah eso- se escuchó un poco desilusionado o fue su imaginación – pues no, no tengo nada especial. Me imagino que sabes lo de la exposición de fotografía de mi hermana. No sé si podré llegar a tiempo pero me gustaría que estuvieras allí.

-No me lo perdería por nada del mundo. ¿Y cuándo te veré?

-Haré lo posible por llegar mañana a ver si alcanzo estar en la exposición.

-Bien pues nos veremos a allí- se hizo un silencio.

-La otra vez que se cortó la llamada me ibas a decir algo ¿qué era?

-No…- tosió - nada en particular.

-Te extraño Alex.

-¡De veras! – en realidad no se esperaba esa respuesta de Andreas a menos que estuviera con alguien - entiendo ¿con quién estas?

-Con Giovanni.

-Que bueno que me extrañas, hazme un favor ponme en alta voz quiero saludar a tu amigo – a Andreas le pareció extraño la petición pero lo hizo.

-Si ya estás en alta voz cariño.

-Saludos Giovanni, mi esposo me habló de ti y aunque sea por teléfono quiero decirte hola.

-Para mí es un placer conocer a la mujer que tiene loco a mi amigo, no hace más que hablar de ti…- dijo con su acento italiano.

-Más le vale que siempre me tenga presente. Cuando decidas darte un viaje para acá nos avisas.

-Por supuesto es muy amable de tu parte- dijo con voz alegre.

-Mi amor ya debo irme.

-Lo sé, te espero pronto cariño y… –silencio– te extraño y te amo.

Andreas al escucharla por poco se le cae el móvil de la mano. Lo que hizo que su amigo estallara en risas. Inmediatamente, le quitó el alta voz al móvil y se alejó haciéndole una gesto a Giovanni de que esperara un momento.

-Sonaste muy convincente.

-Solamente hice lo que tú hiciste cuando me dijiste que me extrañabas.

-Lo que dije fue cierto.

Alex sintió que se estremecía por dentro ¿cómo era posible que tan solo su voz la alterara de esa forma?

-Te veré pronto – no esperó que le dijera nada y le cortó la llamada.

¡Que rayos le pasaba! Llevaba apenas unos meses desde que lo conoció, no era posible que se enamorara así, definitivamente el remedio fue peor que la enfermedad, no debió llamarlo fue una pésima idea.

 

Eran la siete de la noche cuando llevó a la exhibición de fotos de Sofía había mucha gente importante. En las paredes de la galería estaban las fotos de Sofía y eran impresionantes, en el lugar además de las fotos había esculturas hermosas que también ella había creado. El ambiente era agradable con una suave música de jazz, vino, quesos y buena conversación. Andreas al parecer no había llegado así que trató de sacárselo de su mente y disfrutar de la noche.

-Alex disculpa que no te saludara antes pero…

- Tranquila Sofía entiendo y te felicito – le dio un fuerte abrazo- las fotos están espectaculares.

- Al final quise hacer algo bien personal, nunca coloco fotos de mi familia pero esta vez hice una excepción, espero que no te moleste. Cuando la revelé no pude contenerme – alguien la llamaba- me tengo que ir después nos vemos para que me digas tus impresiones.

-Así será- Alex siguió viendo cada una de las fotos y tomando el dulce vino que le servían los camareros, se sentía relajada de vez en cuando compartía impresiones con uno que otro invitado.

Al fondo de uno de los salones estaba la foto que le había dicho Sofía y para su sorpresa era ella. Estaba vestida con su traje de novia al parecer no se dio cuenta de la foto, estaba parada en una esquina de la pista de baile y miraba distraída su anillo de bodas. Tenía que admitir que la foto era algo diferente a las que se toman en una boda. Allí estaba sola, los invitados se veían riendo pero el rostro de ella era todo un poema de soledad, incredulidad y puro sentimiento.

-La foto está hermosa, ¿no lo cree así? – dijo un hombre que se detuvo a su lado y que al igual que ella contemplaba la foto, al mirarla a ella exclamó sorprendido – ¡pero si es usted!

Alex por toda respuesta le sonrió – si eso parece- el hombre la miró con franca admiración. Era alto y muy atractivo.

-Dichoso el hombre que es su esposo, al tener a una mujer tan hermosa como compañera.

-Gracias, es usted muy amable.

-Me llamo Fernando Cranz – le extendió su mano.

-Alexandra  Jensen – correspondiendo al saludo.

A partir de ese momento comenzaron a dialogar sobre la exposición y lo que hacían. Fernando era un gran conversador y un hombre difícil de ignorar. Además las copas de vino hacían que la conversación fuera liviana. Cuando se dirigían a la última sala Alex sintió un pequeño mareo que hizo que Fernando la sujetara por la cintura para evitar que perdiera el equilibrio.

-¿Estás bien? Creo que por hoy, no hay más vino.

-Si, que vergüenza contigo Fernando, tienes razón – se llevó una mano a su frente.

-Estoy de acuerdo con eso – ambos miraron hacia dónde provenía la voz para ver a un Andreas con cara de malos amigos. El miró a Fernando quien aún sujetaba a Alex firmemente por la cintura.

Alex se aclaró la garganta - Fernando Cranz, él es Andreas Durr, mi esposo - se le escapó una sonrisa burlona que hizo que los ojos de Andreas centellaran peligrosamente.

Fernando la soltó poco a poco, al parecer Andreas no lo intimidaba en lo absoluto.

-Creo que debemos irnos – Andreas la tomó firmemente del brazo y la atrajo hacia él- Señor Cranz gracias por ayudar a mi esposa.

-Es un placer, Alex – Andreas levantó las cejas en señal de sorpresa por la confianza con la que él mencionaba su nombre- después te llamo para que dialoguemos de la campaña.

-Por supuesto, fue agradable compartir contigo – le guiñó un ojo en franca coquetería.

Andreas enmudeció. Cuando Alex lo miró de soslayo la vena que tenía cerca de la cien le latía rápidamente. Lo cual era un signo innegable de que estaba furioso.

Al llegar al estacionamiento Alex se soltó de la mano de Andreas  y comenzó a caminar  en la dirección opuesta.

-¿Oye a dónde crees que vas?

-Voy a buscar mi auto – Andreas la alcanzó en dos zancadas. 

- No vas a conducir en ese estado.

Alex lo miró y empezó a reírse a carcajadas.

-De veras que estás bien molesto y eres un mal educado, no nos despedimos de tu hermana. Pensándolo bien ¿por qué no regresamos? – hablaba lentamente sentía su lengua pesada.

-Estas borracha –su rostro era tan inmutable como granito.

-¡Yo, pero como te atreves! - exclamó indignada- si lo que tome fueron dos copitas de vino. – De repente se le quedó mirando y sonrió – eres tan guapo, pero a veces eres tan… – se llevó una mano a la cabeza- si Andreas no la hubiera sujetado se habría desplomado en pleno estacionamiento. Como si fuera una pluma la cargó hasta su auto y salieron de allí.

Al llegar a la casa Alex estaba dormida, así que Andreas le tocó cargarla nuevamente hasta la habitación. La llevó hasta la cama y la colocó suavemente en ella, le quitó las sandalias y aunque se vio tentado de quitarle la ropa no lo hizo. Sin embargo, se sentó en la orilla de la cama por un buen rato y la contempló mientras dormía. No sabía que sentía por ella, lo cierto es que cuando la vio abrazada a ese idiota sintió una oleada de… ¿celos? pensó sorprendido. Sabía que sentía algo por Alex, aunque se juró no sentir algo por nadie más después de terminar con Anais. Por más que trató de evitarla después de aquella noche tormentosa, Alex ocupaba todos sus pensamientos, aun estando en Italia la sentía presente, se moría por verla aunque fuera para discutir – sonrió cuando recordó que le dijo que era guapo- Al menos el alcohol hacía que soltara la lengua. La contempló con intensidad, le pasó una mano por su rostro suave y relajado se inclinó lentamente y le rozó sus labios, luego le besó su frente. Mejor era irse a descansar –pensó cansado- ya comenzaba a sentir los estragos del viaje.

 

Cuando Alex bajo a desayunar, su esposo estaba ya sentado en la mesa leyendo el periódico. Alex sentía que la cabeza le iba estallar, se dijo que nunca más tomaría vino. Se había puesto sus lentes oscuros para minimizar la claridad. Cuando se sentó a la mesa Andreas levantó su mirada.

-Le dije a María que te trajera unos analgésicos – Alex los tomó con un vaso de agua que se tomó apenas sin respirar-

-Gracias, buenos días.

-Estos analgésicos son buenos para la resaca – la miró mientras Alex se masajeaba la cien.

-Por lo visto la exhibición estuvo muy buena y concurrida. Lástima que no pude ver mucho gracias a que mi esposa, se le pasaron las copas. Me pregunto qué habría pasado si no hubiera llegado quizás estarías ahora en la casa de ese tal ¿cómo se llamaba? Ah sí… Fernando – expresó con sarcasmo.

Alex lo miró a través de sus gafas oscuras  y suspiró.

-      No me digas que me vas a hacer una escena de celos, por Dios no estoy para eso – comenzó a comer.

-    ¿Celos? – se sonrió- no te des tanto el crédito querida. Sabes muy bien que las apariencias deben cuidarse y esta es la segunda advertencia. No hagas que tome otras medidas.

- ¡Por Dios si no pasó nada! Yo no tengo la culpa de que la gente quiera hablar conmigo. Además, tú fuiste el que me dijo que sacara partido de la gente que puedo conocer- Andreas levanto sus cejas- Fernando es un potencial cliente para mi compañía y yo no hice nada malo. Allá tú en ese viajecito que hiciste a Italia. Como dice el dicho ojos que no ven corazón que no siente.

-      Yo no hice nada- expresó con seriedad.

-      Si tú lo dices. Mira lo lamento si te molestó, no volverá a suceder y si me disculpas   voy a vomitar. – Se levantó y salió disparada para el baño.

Andreas se puso a pensar, lo cierto es que reaccionó como todo un hombre celoso. Era mejor que no le diera color al asunto. Mejor le daría una vuelta a ver como estaba.

Cuando llegó al cuarto de Alex, estaba sentada en la silla de su tocador tan pálida como un papel.

-¿Te sientes mejor? - Andreas se arrodilló frente a ella para poder observarla

-Siento que la cabeza me va a estallar.

- Por qué no te recuestas un rato, ven te ayudo.

- Gracias.

-Llamaré para que sepan que hoy no vas a la oficina yo me quedaré contigo.

-¡No! – dijo enfática- no es necesario.

-Creo que esta resaca te pegó duro.

-No soy buena tomadora.

Andreas sonrió – no definitivamente no eres tu cuando bebes – le acomodó la almohada

-¿No me digas que dije algo fuera de lugar?- por toda respuesta Andreas volvió a sonreír. Lo que le preocupó a Alex.

-¿Qué dije? ¡habla! – lo miró profundamente a sus brillantes ojos grises.

-Solamente que era muy guapo y …

-Y…

-Nada más porque te desmayaste.

-Bueno al menos no fue tan grave- Los dos estaban muy cerca.

-¿Hay algo más que deba saber? – sus ojos se posaron en su boca mientras le acariciaba un mechón de su cabello de una forma tan suave, tan sensual que Alex tuvo que tragar hondo.

-No – con voz apenas audible – no hay nada más, además, lo que dije ya estás harto de escucharlo por muchas otras.

-Tal vez, pero no por ti- Andreas se estaba perdiendo en la suavidad de su cabello. Sentirla era maravilloso. Comenzó a masajearle a ambos lados de su frente lo que provocaba que ella cerrara los ojos. Aunque Alex hacía lo posible por protestar.- Schhh tranquila y relájate no te muevas.

Alex se abandonó a las caricias suaves de Andreas hasta que al parecer se quedó dormida.

Andreas notificó que ella no iría a su oficina y el tampoco. Alex durmió hasta las tres de la tarde. Al despertar ya no tenía el dolor de cabeza y no estaba mareada. Se refrescó un poco y se cambió de ropa, cuando bajó pasó por el despacho de Andreas y para su sorpresa allí estaba.

- ¿No fuiste a la oficina?  

Andreas levantó su vista del ordenador. Alex se veía tan sexy en esos pantalones cortos enseñado unas largas y esbeltas piernas. Que por un momento lo distrajeron.

-Decidí no ir, tú no te sentías bien y yo todavía no me reponía bien del viaje. ¿Te sientes mejor?

-Si – sonrió- como nueva, pero no vuelvo a tomar vino en buen tiempo.

-¿Te sientes tan bien como para cenar fuera?

-¡Claro! - Por toda respuesta Andreas sonrió con un extraño brillo en sus ojos.

A partir de ese instante su relación cambió poco a poco, ya no discutían tanto Alex cumplía con su trabajo de ser la esposa perfecta ante todos y él igual. Durante los siguientes meses la armonía predominó en su relación. Alex ya no sentía a Andreas tan distante aunque ya no intentaba nada con ella, si sentía esa fuerza que los atraía, esa química que los envolvía pero el cuidado porque no sucediera nada estuvo presente. Cuando había la oportunidad de que algo se saliera de control, Andreas daba la media vuelta solo sonreía y se marchaba. Alex no era tonta y aunque su voluntad era fuerte su cuerpo la traicionaba y sabía que él no era del todo inmune a ella, pero no podía dar ese paso. Al final del año acabaría todo, ella obtendría sus dos millones y cada quien tomaría caminos diferentes.  El solo pensar que no lo volvería a ver hacía que su corazón se llenara de melancolía y una profunda tristeza.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

6

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Hoy era un día especial Alex cumplía años eran sus 28 primaveras se levantó y puso un cuidado especial en su arreglo. Al bajar a desayunar María le dijo que Andreas se marchó temprano y que le pidió que lo excusara. Alex se sintió un poco desilusionada, aunque reflexionando fríamente, él no tenía por qué saberlo ni tampoco tenía que darle un regalo – suspiró – no permitiría que eso le empañara su día.

Al llegar a su oficina sus compañeros la felicitaron, sus tíos la llamaron para felicitarla en fin todos menos el que ella esperaba.

-¿Y bien? – entró Gil a su oficina.

-¿Y bien qué?

-Pues Andreas, ¿te felicitó?

Por toda respuesta Alex se rio por no llorar.

-No… en realidad no lo he visto. Cuando me levanté esta mañana ya no estaba y tampoco me ha llamado. Por un momento pensé que las cosas entre nosotros estaban bien pero… parece ser que no.

-¡Qué pena amiga, cuanto lo siento! – Alex la miró con tristeza

-Pero sabes qué, no voy a permitir que eso me amargue el dulce.

-¡Eso es, así se habla! – exclamó una solidaria Gil.

Ambas fueron interrumpidas por la recepcionista que llevaba un ramo de rosas rojas. Ambas se miraron y Alex sonrió de oreja a oreja.

-Vaya por fin se acordó - dijo Gil – Oye tiene una tarjeta

Alex tomó el ramo y buscó la tarjeta que decía “Para una mujer encantadora e inolvidable” Fernando…

-Es de Fernando –dijo con franca desilusión- pero ¿cómo supo que hoy es mi cumpleaños?

-Es que ayer pasó por la oficina para concertar una cita y de vez quiso ver nuestras facilidades, nos vio haciendo los preparativos para decorar tu oficina y así se enteró. Lo lamento Alex.

-Si yo también – dijo en voz baja.

El día transcurrió lleno de felicitaciones hasta que fue hora de irse. Cuando llegó a la casa vio que el auto de Andreas estaba allí, así que se preparó mentalmente para disimular. Cuando entró al recibidor para su sorpresa estaba decorado con rosas rojas, cuando llegó a la estancia principal todo estaba lleno de rosas rojas, el aroma de las flores impregnaba el lugar, no había un solo rincón que no tuviera un ramo de rosas. Alex miró atónita el lugar paseando su mirada por toda la sala, hasta que sus ojos se posaron en el hombre más atractivo que había visto jamás. Estaba al lado del piano y en sus manos llevaba solamente una hermosa rosa roja. La miraba con intensidad y en su rostro había una sonrisa que paralizaría el corazón de cualquier mujer y ella estaba fascinada.

Alex caminó lentamente hacia él.

-Feliz cumpleaños Alex.

-No sé qué decir – sentía que la alegría le salía por los poros.

-Creo que con un gracias, estaría bien.

-Pero esto – miró a su alrededor- ¡esta hermoso!

Andreas se inclinó y le dio un beso en la mejilla. Alex cerró sus ojos porque a pesar de que no fue en los labios, sintió que su cuerpo despertaba con tan solo sentir su contacto.

-Pensé que se te había olvidado- Alex tomo la delicada flor en sus manos y disfrutó de su rico aroma – lo miró – gracias – dijo con una amplia sonrisa.

-Porque no te pones cómoda y te espero en la terraza.

-Bien, ¿hay más? – preguntó coqueta-

-Sí, hay más – le dijo con esa voz suave y sensual que la derretía.

-Enseguida regreso.

El corazón de Alex latía como un caballo desbocado. El gesto de Andreas realmente la había sorprendido, simplemente no había palabras para expresar lo que sentía. Cuando llegó a su habitación se refrescó con una ducha rápida se puso un vestido de tirantes cuya tela caía como seda marcando suavemente sus curvas, apenas se puso maquillaje. El rubor que pintaba su rostro era más que suficiente, se puso un poco de su perfume favorito y se cepilló su melena para que le cayera como una suave cascada por la espalda, se calzó unas sandalias sin tacón y salió disparada hacia la terraza.

Cuando llegó a la terraza había una mesa para dos con velas y rosas amarillas, música suave y un Andreas que también se había refrescado, su cabello húmedo estaba peinado con todo cuidado y su atuendo era todo negro con una camisa de hilo con varios botones sin abotonar, se veía espectacular, el negro le sentaba de maravilla. Alex caminó hacia la mesa y el la ayudó a acomodarle la silla. El aroma de su loción le ponía los nervios de punta. Él sirvió la cena, que estuvo deliciosa, conversaron como dos buenos amigos, sonreían de sus chistes, todo estaba perfecto.

-Cierra los ojos- Alex lo miró algo escéptica- vamos confía en mí. -Alex cerró sus ojos – ahora extiende tus manos no seas tramposa y no mires hasta que yo te diga.

Alex hizo lo que él le dijo, al momento sintió el peso de una pequeña cajita de terciopelo.

-Ya lo puedes abrir –Alex miró la cajita expectante.

- Anda ábrelo – le instó Andreas.

Cuando Alex abrió la caja había una fina cadena cuyo dije era una tortuga cortada en pequeños diamantes. Era una pieza sencilla y delicada, cuando la luz tenue de las velas le daba, salían pequeños destellos. Alex se enterneció  tanto, que sus ojos se le llenaron de lágrimas. Él sabía lo que significaba para ella así que se levantó de la mesa y le dio un beso en la mejilla.

-Muchas gracias es un hermoso detalle ¿quieres ponérmela?

- Por supuesto - Los dedos de Andreas rozaron ligeramente su cuello, lo que la hizo sentir escalofríos por toda su espalda - solamente existe un dije, lo mandé hacer para ti. Me alegro que te guste… Porque no bailamos un rato.

-¡Bailar! Pues qué tienes.

-Ya verás.

Bailaron varias piezas, la salsa era una de sus favoritas. Alex se sentía volar en los brazos de Andreas en cada vuelta que daba, en como la sujetaba y el recorrer de sus dedos por su espalda. Luego Andreas cambió a algo más suave y romántico.

-Creo que ya es hora de irme.

-No seas cobarde.

-Cobarde ¿yo? -Alex lo miró recelosa – está bien.

Caminó hacia él y se entregó a los brazos de la perdición. Durante el baile las emociones se dispararon definitivamente, Andreas provocaba en ella reacciones fuertes, íntimas y sensuales, era simplemente despertar a un cuerpo que ha estado dormido por mucho tiempo. No podía seguir…

Alex de repente se detuvo y se alejó de Andreas. Se volteó y comenzó a caminar, pero el la sujetó por el brazo y la haló hacia si volteándola tan rápido que ella no pudo ni protestar. La boca de Andreas hizo presa de la de ella perdiéndose en su beso. Dejo que su lengua hiciera con ella lo que quisiera, su cuerpo la traicionó y se sujetó a él como si su vida dependiera de ello.

 

Andreas de repente la dejó de besar y la miró con los ojos llenos de deseo, oscuros e insondables, respirando entrecortadamente y con el cuerpo tenso. Alex le acarició el rostro y miró sus labios… esta vez tiraría sus estúpidas convicciones y apagaría las señales de peligro. Subió sus manos al cuello de Andreas y lo besó con todo lo que la hacía sentir.

Siguieron besándose, devorándose,  sintiendo el deseo crecer cada vez más, Andreas la cargo en sus brazos y la llevó a su habitación. Parados junto a la cama, Andreas se quitó la camisa y la arrojó al suelo, su pecho subía y bajaba por el esfuerzo. Alex paseó su mirada hasta la pequeña línea de vellos lacios que eran interrumpidos por la correa de su pantalón. Llevó sus temblorosas manos hacia el cinturón y torpemente, le desabrochó el pantalón quedando expuesta a través de la ropa interior su evidente excitación. Sentía su rostro tan rojo y caliente que no se atrevía mirar a Andreas a la cara.

Andreas la tomó con delicadeza de la barbilla y la hizo que lo mirara a la cara, se acercó y la besó con suavidad. Llevó sus manos al cierre de su vestido y este calló a los pies de Alex. Se apartó para contemplar esa diosa que tantas noches había imaginado y ahora la tenía ante él… necesitaba tenerla. Hacerla suya, ella era una obsesión para él y ahora no le iba a importar nada y si ella lo rechazaba, esta vez no la escucharía.

-Eres perfecta – le sujetó un mechó de su larga melena.

-Tú también – susurró tímidamente Alex.

-Te deseo tanto que hasta duele – sus ojos oscuros evidenciaban el deseo contenido

Alex lo miró a los ojos – haces que me sienta consiente de la mujer que soy.

-Y eso es lo que quiero – Andreas se acercó y comenzó a besarla, le quitó el sostén, dejando ante sus ojos unos pechos firmes y suaves. Con su pulgar comenzó a acariciar su pezón haciendo que Alex se inclinara hacia él. Entonces bajó lentamente y su boca se apoderó de él comenzando a lamerlo y a succionarlo con desesperante lentitud. Alex respiró profundo y de su garganta se le escapó un gemido de placer. Andreas la levantó en sus brazos y la depositó en la cama con delicadeza.

-Eres hermosa – se detuvo a contemplarla sin reserva alguna. Luego se quitó su ropa interior y la delicada braguita de Alex.

Ya no había ninguna barrera entre ellos solo su piel, para acariciarse. Los besos y las caricias de Andreas la volvían loca de deseo, nunca pensó que sería así. Cada vez que las manos de Andreas se acercaban a su entrepierna sentía un fuego que la quemaba, sus caderas la traicionaban y se levantaban hacia él. Andreas se acomodó entre sus piernas y comenzó la desesperante tortura para Alexandra, al sentir cómo él besaba y  devoraba sus partes íntimas. Alex sujetó por el cabello a Andreas, quería que no parara y echó su cabeza hacia atrás gimiendo de placer, uno que nunca había conocido. Su cuerpo temblaba y aunque nunca pensó que podría pasar, le suplicó a Andreas que la hiciera suya. 

-Andreas- decía su nombre en su delirio de deseo por él, suplicante.

-Sí – dijo él con voz ronca- dilo otra vez.

-Andreas hazlo, hazme tuya.

Quería también que el sintiera lo que ella sentía y cuando su mano se posó sobre el miembro viril de Andreas este se tensó cada vez más y más por cada caricia de Alex. Para ella era un descubrir, un despertar al momento perfecto con el hombre perfecto. Era su iniciación en el sexo y sabía que Andreas podía ser un amante maravilloso.

Sus caricias tímidas y suaves despertaron en Andreas la pasión fiera que sentía por ella. Nunca se había sentido así con otra mujer, ni siquiera con Anais. Esto era nuevo para él ya no podía más, quería estar dentro de ella hacerla suya escucharla llegar al éxtasis. Conectar con su cuerpo, hacerla llegar a las estrellas y él con ella. Quería simplemente, que fueran uno.

Sin más se colocó encima de ella. Alex abrió sus piernas y lo esperaba gustosa. Andreas fue penetrándola poco a poco, pero una alarma llegó a su mente la sentía estrecha y el rostro de Alex reflejó cierta incomodidad. No, no podía ser.

-¿Alex esta es tu primera vez?

El rostro de Alex era una mezcla de sentimientos y fue entonces que vio que una lagrima bajo por su rostro.

-Debí decírtelo, lo siento.

-Tranquila amor, no pasa nada seré más que cuidadoso. No quiero hacerte daño quiero que lo disfrutes tanto como yo – Andreas la besó- lo haremos juntos.

Comenzó a entrar lentamente en ella. Era maravilloso, sus respiraciones entrecortadas, sus gemidos, eran lo único que se podía escuchar en la habitación. Poco a poco Andreas comenzó a moverse dentro de ella sus embestidas eran cada vez más fuertes, mientras el deseo pudo más que el dolor en Alex y sus caderas se movían junto con Andreas pidiendo más y más. Sentía que estaba fuera de este mundo, sentirlo dentro de ella era inexplicable. Ella gritó de placer y luego lo escuchó a él decir su nombre y desplomarse sobre ella. Se quedaron largo rato así abrazados él aún dentro de ella.  

- ¿Te lastimé? – le acarició el cabello.

-No, estoy bien – sonrió.

-Gracias.

-¿Por qué? – Alex acarició el rostro Andreas.

-Por aceptarme, ser el primero es algo especial. Sin embargo, tengo una curiosidad, ¿Por qué no lo habías hecho antes? Eres una mujer hermosa y pretendientes no te habrán faltado.

-Pues… – Alex no tenía explicación de cómo había accedido a acostarse con Andreas. Siempre dijo que el día que lo hiciera lo haría no por sexo, sino por amor. Pero ahora no sabía que pensar.

Sus ojos miraron el rostro de Andreas quien se había recostado a su lado y la miraba con sumo interés. Lo cierto era que ella también quería saber por qué. Así que contestó con un elegante…

-No sé, quizás no había tenido el tiempo de pensar en eso. Pero si hubiera sabido que era así pues no habría esperado tanto- sonrió.

-Qué bueno que esperaste- la voz ronca de Andreas era el preludio de una segunda ronda.

Esta vez dejó que Alex lo explorara que lo tocara, que hiciera con él lo que quisiera. La deseaba tanto que era una sensación agridulce quería hacerle el amor en todas las posiciones posibles hasta que no pudiera más, pero tenía que aguantar ella apenas era nueva en esto - suspiró al ella sujetar su erección- pero al parecer en su inexperiencia lo hacía muy bien, era una tigresa innata, llena de pasión y cuando esos ojos ámbar lo miraban se perdía en el deseo.

La noche fue intensa llena de caricias, suspiros y gemidos de pasión. Se amaron una y otra vez hasta quedar exhaustos uno en los brazos del otro. La sed de Andreas por ella era insaciable, con tan solo un roce de su cuerpo desnudo bastaba para que la tomara una y otra vez. Alex se entregaba sin reservas a sus brazos, su boca y a las caricias que la hacían enloquecer de pasión. Sabía cómo y en dónde tocarla para que todo su cuerpo convulsara con tan solo el roce de sus dedos.

A partir de esa noche la vida cambió para Alex. Andreas era el amante perfecto que todas las noches la llevaba a un mundo de placer y de caricias. Siempre procuraba complacerla y ella aprendía cada vez más sobre cómo complacer a un hombre, era maravilloso y juntos eran amantes enardecidos por la pasión. Alex no concebía una sola noche sin estar en los brazos de Andreas  y aunque ninguno mencionaba el amor en su relación, lo cierto era que se habían convertido en amantes donde el sexo les iba de maravilla.

Los meses transcurrieron y la fecha final para que se cumpliera el plazo de un año era cada vez más corta. Cada vez que Alex veía a Andreas, su corazón quería saltar de su pecho no podía seguir engañándose a sí misma, se había enamorado de Andreas, él era su amor ese que tanto había esperado. Irónicamente, había hecho todo lo contrario a lo que había pensado, lo amaba quizás desde que lo vio en el despacho la primera vez que le cortó la respiración.

No sabía qué hacer con esa verdad que le apretaba el pecho, tenía que morderse la lengua para no decirle. Mientras él no estaba,  la tristeza la consumía poco a poco. Disimular era cada vez peor.

Una noche Andreas llegó a la casa más tarde de lo acostumbrado. Su rostro expresaba una gran preocupación.

-   Hola… ¿estás bien? – dijo sonriente Alex.

-  ¿No has visto los noticiarios? – Andreas la miró con el ceño fruncido.

- En realidad no, estaba contestando unos correos de último minuto antes de que llegaras.

-   Las autoridades investigan a Aníbal desde hace algún tiempo y hoy lo arrestaron por malversación de fondos y evasión de impuestos.- fue al bar y se sirvió un trago.

-   Lo siento mi… - rayos por poco se le escapaba un mi amor – Andreas la miro de forma inquisitiva, como si sospechara algo. Caminó hacia ella.

-     ¿Qué decías?

-     Que mi corazón sabía que él no era de fiar – dijo nerviosa.

-    Si así es, las autoridades quieren entrevistarme. – Alex se preocupó- tranquila es obvio que me entrevisten es mi primo y somos de una familia que siempre está en el ojo público ya veré.

La miró detenidamente, lo que hizo que Alex le esquivara la mirada.

-Tienes ojeras ¿estás bien?

-Si por supuesto que estoy bien.

-Es mi culpa, no estoy dejando que descanses – la miró con picardía – tendré que frenar mis impulsos- dijo con voz ronca.

Alex se sonrojó tanto que Andreas comenzó a reírse.

-¿Cenamos?

-Estoy de acuerdo, me muero de hambre.

-Eso se puede solucionar – la sujetó por la cintura y le robó un beso.

-Andreas no me refería a esa clase de hambre – dijo Alex con voz suave.

-¡Que lastima!

El escándalo del arresto de Aníbal Durr estaba en todos los medios y redes sociales.  Tal como dijo Andreas, las autoridades lo llamaron para hacerle varias preguntas de rigor. Definitivamente, ese tipo no podía terminar de otra forma y al parecer lo que se había descubierto era tan solo la punta del iceberg.

 

Las semanas seguían su curso una tarde al regresar a la casa el auto de Andreas ya estaba allí lo que para Alex fue algo inusual.

-Hola ¿hay alguien en casa? – dijo en voz alta.

Se encontró con María que ya iba de salida.

-Señora el señor la espera en el despacho.

-Gracias María –pero el rostro de la señora era de preocupación-

-¿Está todo bien?

-Creo que el señor no tuvo un buen día.

-Entiendo, gracias María.

Alex respiró hondo y toco la puerta antes de entrar al despacho. Andreas estaba de pie  mirando por el ventanal. En sus manos tenía un sobre amplio que al voltearse lo lanzó hacia el escritorio.

-Anda ábrelo. Quiero saber – dijo entre dientes con furia contenida - ¿por qué mi primo tenía eso en su despacho? y más te vale que me convenzas.

Alex tomó el sobre sorprendida por la reacción de Andreas.

-No sé de qué me hablas – pero al abrir el sobre su rostro demudó. Era el contrato matrimonial que habían firmado con todos los acuerdos. - No sé por qué tenía esto – dijo sorprendida.

-Tu respuesta no me convence. ¿Acaso tú y él tenían otra negociación que yo no sé?-  la rabia aumentaba en Andreas cada vez más y más.

-Yo no tengo ninguna relación con ese tipo ¡acaso estás loco! – los ojos color ámbar de Alex se tornaron oscuros- y no tengo porqué soportar tu retorcidos pensamientos- Se dio media vuelta para marcharse pero Andreas la tomó del brazo con fuerza.  

-¡Suéltame! Me haces daño.

- Tú sabes lo importante que era mantener esto en silencio. ¿Qué ibas a hacer, pedirle también dos millones como me los pediste a mí? – Alex palideció - ¡Ja! Lo sabía tu cara lo dice todo, y después qué… te acostarías con él como lo has hecho conmigo- la sacudió por los hombros - ¡habla, maldita sea! – la soltó tan bruscamente que Alex cayó sentada sobre una de las butacas.

Alex se levantó conteniendo las lágrimas, su indignación y rabia en ese momento eran más fuertes.

-¡Por Dios no me vengas con lágrimas de cocodrilo! Me imagino que ahora me saldrás con que me amas o algo así de estúpido para convencerme. ¿Desde cuando tenían el teatro montado? Pero todo se sabe, no es así Alex.

El rostro de Andreas estaba lívido del coraje las venas de sus brazos y manos estaban brotadas por la ira. Sus ojos grises estaban oscuros y la miraban con desprecio.

-Estas equivocado.- entonces le hizo sentido a Alex lo del robo en las oficinas de su edificio, no había otra forma de que Aníbal, tuviera acceso a ese documento- En nuestra luna de miel unos vándalos entraron a varias de las oficinas del edificio donde tengo la agencia. Gil me dijo – tragó hondo - que solamente se llevaron un plasma del salón de conferencias pero nada más. Si no me crees, puedes verificar el reporte con las autoridades. Definitivamente, fue así que él obtuvo el documento. Lamento que esa sea la opinión que tienes de mi- las lágrimas comenzaron a bajar por su rostro, pero su voz seguía firme- y esta zorra como dijo tu primo, solamente se ha acostado contigo y no sabes cuánto lo lamento- Andreas palideció- pero en cuestión de varias semanas esto se acabará y cada cual irá por su lado.

-Alex es que…- se pasó una mano por su cabello- él me dijo que ustedes…

-¡Así que hablaste con él y le creíste a él!- exclamó indignada- Aníbal te odia, te envidia y quisiera verte sumido en lo más bajo. ¿Cómo te dejaste arrastrar por él? Pero tranquilo, dentro de unas semanas ya no te incomodaré con mi presencia.

Andreas caminó hacia ella, fue un tonto que se dejó llenar la cabeza por las estupideces que su primo le dijo. Accedió a verlo porque se lo suplicó y pensó que quería hablarle de su arrepentimiento pero se equivocó. Ahora la mujer que amaba se marcharía y todo lo que había pasado entre ellos se esfumaría. Tenía que decirle, quizás así… emendaría lo que los celos le hicieron hacer.

-Alex perdóname te hice daño, por Dios déjame ver tu brazo- caminó hacia ella pero Alex retrocedió como un animalito asustado.

-¡Aléjate de mí, no quiero que me toques! – le gritó.

-Alex por favor. Tienes que entender que mucha gente dependía de esto. Si Aníbal tomaba el control todo se acabaría y yo- la miró con desesperación- te necesito a mi lado. ¿es que no entiendes?

-¿Entender?- Alex limpió sus mejillas con el dorso de su mano eliminando los rastros de las lágrimas. No lloraría más, al menos no ante él-  No, no te entiendo. Ya te dije lo que querías saber. Espero que ahora sí me permitas irme ¿o es que tengo que escuchar otro insulto?

-No – dijo derrotado Andreas- ya terminé dijo en voz baja.

Alex salió del despacho y se fue a su habitación entró al baño y cerró la puerta con seguro para dar rienda suelta a su llanto. Poco a poco su cuerpo recostado de la puerta se deslizó hacia el piso y lloró hasta que las lágrimas no brotaron más.

 

Las siguientes semanas, reinó entre ellos la ley del silencio sin contar con que Alex lo evitaba la mayor parte del tiempo. Todo el día hacía un esfuerzo mental para no dar rienda suelta al llanto. Estaba herida y los recuerdos de cada palabra acusatoria de Andreas hacían eco en su mente. Pero a pesar de sentirse de esa manera, su amor por él seguía intacto e inamovible. Pensaba que no tenía dignidad que la había perdido por completo. Amarlo así la enfermaba, en las noches daba vueltas en su cama, su cuerpo lo añoraba, lo necesitaba, era un vicio que la estaba volviendo loca.

 

El sonido de su móvil la sacó del trance en que estaba, si seguía mirando así el monitor de su computadora se quedaría ciega.

-Hola Sofía ¿cómo estás?

-Alex estoy en el área y pensé si querías que almorzáramos juntas.

-Es que no…

-Vamos no acepto un no.  Te espero en el café que está a la vuelta de la esquina en cinco minutos- cortó la llamada sin escuchar la respuesta de Alex.

 

Alex llegó al café tal y como Sofía acordó. El lugar era muy concurrido a esa hora pero al parecer Sofía se las arregló para conseguir una mesa en una esquina tranquila.

-Pensé que no llegarías – Alex la saludó con un beso.

-Pues no me diste opción de un no – sonrió.

-¡Quiero contarte una buena noticia!- exclamó Sofía emocionada- Estoy viendo la posibilidad de un contrato para tomar unas fotos exclusivas a la familia real de Grecia.

-¡Qué! Eso es maravilloso – exclamó contenta Alex.

-Si estaría varias semanas trabajando lo de las fotos ya que algunas serán publicadas pero otras serán privadas para la familia. Me están dando la opción de escoger la fecha y pensé hacerlo en las vacaciones de los niños, así Richard también puede ir y…Alex no me estas escuchando ¿te pasa algo?

-No sigue, ¡claro que te escucho! ¿por qué dices eso?

-Porque aunque tu cuerpo está aquí tu mente no. – la miró detenidamente- Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea.

-Gracias Sofía eres una buena amiga.

-Estoy segura que el neandertal de mi hermano te hizo algo.

Las lágrimas llenaron los hermosos ojos de Alex, que miraron a Sofía con una inmensa tristeza.

-Lo sabía, ¿qué te hizo Andreas?

-Tuvimos una discusión como cualquier pareja eso es todo. Pero pronto se arreglará el asunto ya lo verás. Además no sé por qué lloro al parecer estoy sensible.

-Te pregunto algo- los ojos grises de Sofía la miraron con ternura- ¿tú amas a mi hermano?

-Las lágrimas cayeron por las mejillas pálidas de Alex – lo amo con toda el alma.

-Y él ¿te lo ha dicho?

-No, ni una sola palabra. Es encantador cuando quiere – Sofía hizo en gesto de incredulidad que hizo sonreír a Alex – y pues, nos compenetramos muy bien en… ya tú sabes, pero no sé, a veces pienso que me mira o veo en sus ojos algo que puede ser… pero de nuevo llega esa mirada fría y ese gesto distante, hermético en su rostro que siento como si me cerraran la puerta en la cara.

-   Lo siento, pero solo te pido que no te rindas. Mi hermano ha pasado por muchas cosas duras, una de ellas es la gran responsabilidad de la compañía y todo el imperio que ha levantado aumentando lo que nos dejaron nuestros padres. Es un trabajador compulsivo. Pero eso ya lo sabes- tomó un sorbo de su bebida-Hace algunos años Andreas conoció a una mujer muy hermosa, de la cual se enamoró perdidamente eran una pareja aparentemente perfecta. Ambos eran de buenas familias y al parecer todo iba bien. Pensaron en casarse y la noche del compromiso ella le dijo que no quería casarse con él. La Compañía de Ballet de Nueva York le ofreció un contrato para ser su primera bailarina y eso conllevaba que tendría que mudarse a Nueva York además, de que no podía quedar embarazada ni por equivocación en fin, entre el amor que él le profesaba y su carrera, ella escogió su carrera. Mi hermano cayó en una depresión que lo transformó en un hombre frío, irónico que cerró toda posibilidad de sentir el amor en su vida. Tuvo sus amigas, para que negártelo, pero ninguna llegó a su corazón.

Alex sabía muy bien quien era esa mujer y ahora entendía él por qué de su pregunta y la tristeza que reflejaban sus ojos al saber que Andreas había contraído matrimonio.

-¿Anaís Duke?

-¿La conoces?- el asombro de Sofía era evidente.

-Bueno hace unos meses fue a la oficina de Andreas cuando él estaba de viaje por Italia y nos conocimos. Se sorprendió mucho cuando supo que él se había casado. Creo que vino a buscarlo, me dio la impresión de que estaba arrepentida y ahora conociendo la historia todo encaja.

-Pues, que pena por ella. El corazón de mi hermano ya tiene dueña y esa eres tú. –la sorpresa de Alex era pasmosa - Llegaste tú con tu chispa y tu carácter para cambiarle los esquemas a Andreas  y despertar su curiosidad. Quizás  vio la posibilidad  de que con tu amor  pudieras reparar a ese hombre roto.

-No digas eso Sofía. ¿Cómo puedes estar tan segura?

-Porque mi hermano está desesperado.- sonrió al ver el rostro incrédulo de Alex- Ayer estuvo en mi casa y me dijo entre otras cosas que no sabía si tú lo amabas. Al parecer siente que el tiempo se le acaba, no sé por qué- sonrió misteriosa- Por eso quería hablar contigo, esto es algo – le sujetó las manos a Alex- que dialogando lo pueden resolver. No dejes que el orgullo le gane al amor y no me cabe la menor duda, de que hay amor.

-Muchas gracias – Alex se sintió esperanzada con las palabras de Sofía. No había tiempo que perder solamente quedaba una semana para que se venciera el contrato.

Al Alex regresar a la agencia  la recepcionista le entregó un sobre que le trajo un mensajero. Cuando Alex ve el sobre, provenía de la oficina de Andreas. Ya en su oficina tomó el sobre en sus manos y al ver el contenido, eran los papeles del divorcio tal y como se había acordado y un cheque a su nombre por dos millones de dólares.

Alex comenzó a llorar amargamente. Era el fin, ya el tiempo se acabó no podía hacer nada por recuperarlo y ni tan siquiera le pudo decir cuanto lo amaba y ver en sus ojos si él sintió algo por ella alguna vez. Pero no… no se quedaría de brazos cruzados iría a su oficina para de una vez y por todas expresarle lo que sentía frente a frente.

 

 

 

 

 

 

 

7



 

Entró directamente al despacho. El personal ya se había marchado. Andreas se encontraba frente a su computador cuando ella hizo su entrada.

-¿Qué haces aquí? – apenas la miró y su tono frio hizo que Alex frenara en seco.

-Vine a traerte los documentos del divorcio.

-¡Ah!- siguió mirando su computador- si ya los firmaste los puedes dejar sobre el escritorio.

-Aún no los he firmado y podrías al menos prestarme unos minutos de tu ocupado tiempo- expresó con ironía

Andreas la observó, tenía el sobre en su mano y como siempre estaba hermosa. Pero no podía darle largas a ese asunto. No tendría las fuerzas suficientes para dejarla ir. Jamás pensó que ella trajera los documentos, como siempre Alex lo sorprendía. Nunca imaginó esta escena, estaba tan seguro de que sería como cualquier otro de sus tantos negocios, un contrato finalizado, pero de ningún modo, pensó comprometer su corazón. Ella se convirtió en su todo, se adueñó de su mente, su cuerpo, su vida y su alma. Recordó la frase grabada en su reloj “lo que se escribe en el alma de alguien… se escribe para siempre”. ¡Que amarga verdad! Ahora su alma estaría sola, más que nunca. Ella estaba frente a él como siempre altiva, hermosa con su mirada clavada en él.

-¿Y qué esperas para firmarlos? Necesito dejar todo listo, mañana temprano salgo de viaje para Canadá.

-¿Te vas? - dijo sorprendida.

-Firma los documentos Alexandra – la frialdad de su tono fue como si una mano helada le apretara el corazón a Alex. Toda esperanza se fue, la mirada de Andreas era hermética, fría y sin emoción.

Alex caminó hacia el escritorio sacó los documentos y firmó los mismos. Luego se los entregó a Andreas y el los firmó sin miramiento alguno.

-Bien me imagino que tienes el cheque.

-Así es, está en mi bolso. Andreas yo…

-Me encantaría seguir hablando contigo pero  –la interrumpió- como te dije tengo cosas que hacer.

-Entiendo – dijo con tristeza - no te quito más tiempo. Lamento que todo terminara así, de veras lo siento - la poca esperanza que había en su corazón acabó de exhalar su último aliento.

-Te deseo que todo te vaya bien, nuestra negociación ha terminado. – El sonido de un rayo iluminó la oficina de Andreas cosa que hizo que Alex se sobresaltara un poco.

-Creo que debo irme.

Ambos se miraron con intensidad en el silencio incómodo. Alex sentía que el corazón le saldría por la boca. Pero fue Andreas quien desvió su mirada y siguió trabajando en su computador.

Alex salió destruida de la oficina de Andreas, cuando subió a su auto y salió del estacionamiento llovía copiosamente al parecer el universo se confabuló con su estado de ánimo. Iría a casa de Andreas y recogería sus cosas. Lo intentó, pero chocó contra el muro de su indiferencia, como la trató no dejaba dudas de que ella no le importaba y que Sofía se había equivocado.

 

Cuando Alex salió de la oficina Andreas se levantó y se sirvió un trago que se tomó de un solo sorbo. Luego tomó los documentos del divorcio en una de sus manos, estas le temblaban como hojas y en un momento de rabia y frustración lanzó el vaso de cristal hacia la pared haciéndolo añicos. ¿Por qué la dejé ir?, ¿por qué fui tan estúpido?- miraba los papeles firmados- ya es tarde. Caminaba como león enjaulado de un lado para el otro, pensando una y otra vez lo que había hecho. Hasta que tomó la decisión. No dejaré que se vaya, no la iba perder. Tomó la llaves de su vehículo y salió disparado de seguro iría a su casa, la llamó al móvil pero no contestó. El tiempo estaba horrible la lluvia era tan fuerte que apenas había visibilidad en la carretera. Sin contar con los truenos y los rayos que iluminaban el oscuro cielo. Recordó como Alex se ponía cuando el tiempo estaba de esa forma, no quería pensar, estaba tan intranquilo y tenía un mal presentimiento.

Llegando a su casa había un pequeño taponamiento de vehículos en la carretera, una ambulancia lo rebasó por el carril contrario escoltada por dos patrullas de la policía, al parecer había ocurrido un accidente. Poco a poco los vehículos comenzaron a moverse. Al estar cerca del accidente la policía tenía bloqueado el área y estaban dirigiendo el tránsito al Andreas pasar, el corazón se le fue al piso era el auto de Alex que se había salido de la carretera y al parecer fue a parar hacia una árbol. Andreas detuvo su auto en medio de la vía y salió corriendo.

-¿Señor a dónde cree que va? – le dijo uno de los policías.

-Es mi esposa – la voz se le quebró por la angustia.

-Lo siento ya fue llevada al hospital – Andreas se agarró la cabeza desesperado.

-Tranquilo señor yo lo escoltaré.

-¿Está viva? – le preguntó al policía desesperado.

- Al parecer sí, es lo único que sé.

Andreas llegó como un loco al hospital el doctor de emergencias le salió al paso.

-¿Usted es familiar de la paciente que acaban de ingresar?

- Soy su esposo, ¿Cómo está ella?  ¿dónde la tienen? Quiero verla.

-Tranquilo ¿señor?…

-Durr.

-Soy el Doctor Ganne, por el momento debe esperar le estamos haciendo unos análisis. Recobró un poco la conciencia y eso es muy bueno pero le inyectamos un calmante ligero para el dolor  Al parecer se dio un golpe en la cabeza – Andreas palideció- Gracias a que llevaba el cinturón de seguridad no hubo consecuencias mayores. Tranquilícese – le puso una mano en el hombro- lo llamaré tan pronto la lleven a cuarto, para que pueda verla.

-Gracias Doctor.

Alexandra despertó poco a poco, sentía que su cabeza le iba a estallar. La enfermera que estaba tomándole los vitales fue por el doctor para indicarle que ya estaba consciente.

-Señora Durr soy el Doctor Ganne, ¿cómo se siente?

-Como si un tren me hubiera pasado por encima – dijo con una mueca de dolor.

-Lo bueno es que no hubo consecuencias serias, solo es una contusión y tendrá varios moretones por el impacto. El dolor de cabeza se irá desapareciendo y si todo sigue como va ya mañana estará de alta. En cuanto a su embarazo todo está bien. – sonrió.

-¿Cómo? – lo miró con asombro.

-¿Es que acaso no sabe?   Usted tiene 8 semanas de gestación, ¡muchas felicidades!

Alex quedó atónita con la noticia, no entendía cómo sucedió. Andreas y ella siempre tomaban sus precauciones. Lo cierto es que no siempre. ¡Rayos! no sabía si reír de la alegría o llorar. Iba a ser madre tendría un hijo del hombre que amaba y del que se acababa de separar.

-¿Mi esposo ya sabe la noticia?  - pregunto con cautela.

-Aun no se lo he comunicado. Por cierto, él está afuera con varios familiares esperando pasar.

-Por favor, no le diga nada quiero darle la noticia a mi esposo.

-Por supuesto y nuevamente felicidades. Le diré a su esposo que pase.

-Gracias – sonrió Alex  

Alex sabía que si Andreas conocía de la existencia de un hijo se lo quitaría y aunque ya los papeles del divorcio estaban firmados sabía que esta noticia cambiaría todo. Andreas le había destrozado su corazón, pero no dejaría que se llevara a su hijo. Era lo único que tendría de él, se marcharía lejos… si eso haría.

Cuando Andreas entró a la habitación Alex tenía los ojos cerrados sintió como alguien le tomó con delicadeza su mano. Al abrir los ojos contempló a un Andreas tan pálido como ella, en su rostro se reflejaba el cansancio y la preocupación. Andreas le besó la mano con suavidad sin dejar de mirar a Alex.

-¿Cómo te sientes? – le devoró el rostro con la mirada.

-Tengo mucho dolor de cabeza y un poco mareada.

-El Doctor dijo que fue una contusión menor y que te quedaras esta noche en observación.

-Si lo sé – Alex lo miró, de veras se veía preocupado – por poco y no me tienes que pagar los dos millones.

Andreas la miró con toda la seriedad del mundo.

-Es una broma.

-De mal gusto, pudiste… – dijo con voz ronca- morir, de solo pensarlo…

-Pero no fue así - lo interrumpió- yerba mala nunca muere – trató de sonreír pero más bien fue una mueca de dolor.

-El doctor me informó que ya mañana durante la tarde si todo sale bien, te dará de alta y vendré por ti. Tenemos que hablar pero será cuando estés mejor.

-Andreas ya hablamos lo que teníamos que hablar. Nuestro contrato se terminó – se miró su mano aún con el anillo de bodas.

-Ya veremos. Ahora será mejor que descanses. – Andreas se inclinó y le besó los labios suavemente y luego su frente.

Para Alex ese beso sería el último, el más tierno el que atesoraría en su corazón con las noches de pasión, sus conversaciones, sus bailes de salsa, sus risas, sus rosas, sus peleas y sus tortugas. ¡Cuanto lo amaba! y cuanto le dolía hacer lo que iba a hacer. Necesitaba poner distancia, tener tiempo para pensar y recobrar sus fuerzas. Tenía que deshacerse de ese amor, sabía que su bebé tenía todo el derecho de conocer a su padre. Lamentablemente, él no se lo quitaría, ese era su tesoro y si no estaba dispuesto, desaparecería con su hijo al menos tenía dos millones de dólares para empezar – pensó con amargo pesar.

En la tarde Andreas llegó al hospital a recoger a Alex pero se encontró con la sorpresa de que ya no estaba. La llamó a su móvil pero no contestó la llamada. Tenía un mal presentimiento, pero sabía quién podría decirle dónde estaba Alex.

Alex hizo todos los arreglos con Gil luego de explicarle su situación. Ahora viajaba en el auto de Gil hacia una casa de playa que tenían sus tíos. Era un lugar hermoso frente a una ensenada espectacular. Había pasado varios veranos allí y sentía que era el lugar perfecto para pensar y organizar su vida. Inconscientemente, se tocó el vientre y pensó que ya no era ella sola. Sonrió con tristeza y pensó que todo sería distinto si Andreas la amara.

Los días pasaron lentamente y Alex se miraba todos los días en el espejo aunque no había aumentado de peso se sentía diferente le emocionaba saber que llevaba un ser creciendo en su interior. Sus largas caminatas por la playa le sirvieron de mucho para calmar sus emociones y pensar qué haría, sabía que aunque se había divorciado de Andreas él tenía derechos sobre su bebé.

Había decidido que lo visitaría en su oficina para darle la noticia de la forma más serena posible. Pensaba que ya se sentía con las fuerzas suficientes para hablar con él frente a frente sin echarse a llorar o al menos disimular su amor por él. Casi eran ya dos meses los que habían pasado desde la última vez que lo vio en el hospital y sentía que eran años sin verlo. La soledad en su corazón solamente la podía sobrellevar la esperanza de tener a su hijo. Eso hacía que sus días fueran más llevaderos aunque por momentos la melancolía la alcanzaba y los recuerdos le dolían demasiado. Ahora no podía derrumbarse, pronto sería mamá y esa era su fuerza.

Gil era su espía, la mantenía informada de todo lo que pasaba tanto en la oficina como con Andreas. Todos los viernes se encontraban en la casa de playa, ese era el tiempo de la terapia – sonrió- caminaban por la playa, cenaban y Gil la hacía reír con sus ocurrencias y le contaba de su relación con John que iba viento en popa. 

Hoy era viernes así que la esperaba como siempre cuando sintió el toque de la puerta no dudo en que fuera ella.

-Pasa está abierto, Gil – le dijo en voz alta desde la cocina.

Para su sorpresa no era Gil la figura alta  que estaba en el centro de la sala y que con su sola presencia dominaba el espacio a su alrededor. Andreas se volteó a mirarla. Sentía el deseo enorme de correr y abrazarla. Estrecharla en sus brazos y besar esos labios que tanto extrañaba. Esta era su última carta, si era preciso le suplicaría que regresara con él. Parecía que había pasado una eternidad sin verla sin escuchar su voz, sin acariciar su larga cabellera sin ver su sonrisa, esa que lo dejaba sin aliento. Extrañaba verse en  esos hermosos ojos color miel, que ahora lo miraban llenos de sorpresa.

-¿Qué haces aquí? – Alex pensó que su mundo se caía. Así no era que lo había pensado. No estaba en control de sus emociones y había sido una estúpida al pensar que al verlo otra vez no le afectaría y que podría disimular su amor por él. ¡Que tonta! si todo su ser despertó con tan solo verlo allí parado mirándola. Pero se veía diferente - pensó- sus ojos, su rostro…pero ahora las cosas eran diferentes, levantó su rostro desafiante.

-¿Pensaste que nunca te vería de nuevo? Te dije que teníamos que hablar.

-Y yo te dije que no hay nada de qué hablar.- se sintió culpable.- Me imagino que mi falsa amiga Gil te dijo dónde encontrarme.

-Tu amiga Gil – enfatizo en tu amiga- entendió que teníamos que hablar que alguien tiene que dar ese primer pasó y yo no soporto más estar lejos de ti. – Alex lo iba a interrumpir – por favor, déjame terminar. – Alex le hizo una señal para que se sentara y ambos lo hicieron- Hace muchos años pensé que me había enamorado perdidamente de Anais Duke, a quien ya conociste. Ante muchos éramos la pareja perfecta, así que el próximo paso era el matrimonio, pero ella tomó una decisión que hizo estragos en mí. Prefirió su carrera como bailarina de ballet y lo nuestro se hizo agua y sal. Fue tan doloroso  que cerré toda posibilidad al amor en mi vida, el trabajo era lo más importante y las mujeres eran eso, mujeres. Cuando te conocí – suspiró – fue como si rompieras con todos los moldes no eras una mujer sumisa- sonrió y Alex sintió que su corazón se derretía por él – no tenías miedo en llevarme la contraria. Tenías tu carácter, tu inteligencia, tu sensibilidad, tus convicciones y eres tan hermosa, sexy y te amo tanto, que este tiempo sin ti ha sido un infierno – se pasó las manos por el cabello- Te amo, desde el día que entraste a mi oficina a defender a tu primo, tan bella y dueña de ti. Te amo, desde el día en que te vi jugar con mis sobrinos, me fascinaste cuando me amenazaste en la playa y te adoro cuando dices mi nombre al hacer el amor, ahí mi corazón comenzó a latir… pero por ti. Sé que la última vez en la oficina fui un bestia contigo, pero no quería perderte –las lágrimas asomaron a los ojos de Alex- y no encontraba como rayos detenerte estabas tan decidida al firmar los documentos que mi frustración y el miedo de que me dijeras que no, pudieron más.

-¿Y ahora qué diferencia hay a aquella vez? – Alex lo miró de frente.

-Que… - se veía desesperado, Alex al contemplarlo noto sus ojeras alrededor de sus hermosos ojos grises y se veía cansado y más delgado-   no me importa, te insistiré, te daré lo que quieras y si no me amas yo haré lo que sea para que te enamores de mí – la miró desolado.

-Yo… – las lágrimas cayeron por las mejillas de Alex- sé que no empezamos bien y lo que te voy a decir debiste saberlo desde antes, pero tuve miedo de ti de tu reacción y tenía que pensar – lo miró fijamente- estoy embarazada me enteré en el hospital- Andreas palideció y las lágrimas asomaron a sus ojos.

-¿Por qué tuviste miedo? – dijo Andreas, lleno de emoción.

- Porque tú dijiste que si tuviéramos un hijo me lo quitarías – Andreas cerro los ojos-

-Fui un estúpido – se levantó y se arrodilló ante ella- cuando hice eso yo estaba herido y no sabía la mujer maravillosa que eres, perdóname.- las lágrimas bajaron por las mejillas de Andreas.

- Alex le acarició el rostro al hombre que tanto amaba- entonces ¿no me lo quitarás?

-¡Por Dios cariño! Jamás haría una cosa como esa.

-¡Pues vas a ser papá! – Alex sonrió y Andreas le tocó el vientre.

-¿Estás contento?- Alex lo miró expectante.

Andreas le tomó las manos Alex y ambos se levantaron. Estaban frente a frente muy cerquita.

-Estoy feliz, aunque sé que no me amas yo haré que eso cambie.

Alex se acercó y lo besó con todo el amor que tenía por dentro ya no tenía que disimular más, él la amaba, amaba a su bebé y para ella no había por qué temer podían estar juntos y ser una familia feliz.

Andreas la miró sorprendido.

-Yo te amo Andreas, desde que me besaste en tu auto por primera vez. Supiste  escribir en mi alma…para siempre y te quedaste en mi corazón - la sonrisa de Andreas le iluminó el rostro.

- Y tú en la mía, supiste entrar en mi corazón y te quedaste ahí para nunca salir - la beso con ternura.

Luego Andreas sacó una cajita de terciopelo negra del bolcillo. La abrió y se la enseño a Alex. Ella estaba sorprendida, el anillo era hermoso y delicado. Andreas lo tomó en sus manos y le pregunto de rodillas.

-¿Alexandra Jensen quieres ser mi esposa? – En el corazón de Alex solo había amor y una inmensa felicidad, porque por fin había encontrado el amor de su vida. Ese anillo era el símbolo de su amor, no de un contrato. Ellos eran la pareja perfecta.

-¡Si, si quiero! – exclamó llena de emoción.

- Andreas le quitó el antiguo anillo que aún llevaba Alex y le colocó la verdadera alianza de su amor, se levantó y ambos se fundieron en un beso apasionado lleno de entrega y pasión.

Después de un largo rato lleno de besos y caricias.

-Bueno y ahora ¿qué haremos con el contrato – le acarició el rostro a su amado – la demanda de divorcio y… los dos millones?

-Pues… Andreas le toco el vientre con cariño- ¿qué tal si lo declaramos un contrato invalido? ¿Estás de acuerdo? – la besó como si su vida dependiera de ello.

Alex le sonrió llena de amor, perdiéndose en sus brillantes ojos grises y abrazándose a su amado Andreas le contestó.

-De acuerdo. 

 FIN