EPILOGO

 

—...Y éste fue él fin de la historia de Yzoord, profesora Random
Le escuchaba ella en silencio. Y con ella el doctor Zake, Kolman, Yuriv, Wang y los demás, en la sala de controles de la Supernave. El vuelo continuaba, imperturbable, a través de estrellas y de soles desconocidos.
Tras una pausa, fue Yuriv quien, habló roncamente:
—¿Está seguro, doctor Zake, de que el comandante ya no lleva en su cerebro la placa de control de Alfa 17?
—Segurísimo —asintió el médico—. Es lo mejor que pudo hacer esa mujer, reina, o lo que fuese, cuando se quedó a solas con el comandante. El, cuando menos está liberado de todo. Ya no debe obediencia ciega a los tiranos. Resulta maravilloso, ¿no, señor?
—Muy cierto —sonrió Shark—. Soy el primer rebelde. Ya ha comenzado la lucha por la libertad de todos nosotros. Y tengo cierta idea en mi mente...,
—¿Qué idea, señor? —indagó. Kolman.
—Traten de pensar —ordenó Shark, enérgico—. Piensen que vamos a liberarnos Que conduciremos esta nave a nuestro antojo sin hacer caso de Alfa 17, Piensen que regresaremos a la Tierra un día, quieran ellos o no... ¡para combatir por la libertad, antes de que un día llegue el holocausto que soñó la poderosa mente de Hydron! ¡Vamos, piensen, piensen en ello! ¡Piensen y actúen!
—¿Actuar? —se sorprendió vivamente el doctor Zake—. ¿Cómo, señor?
—¡Así! — rugió Shark.
E inesperadamente, sin que nadie pudiera preverlo, alzó un objeto contundente y lo descargó sobre la zona de la computadora Alfa 17, destinada al control mental y activo de los tripulantes y viajeros de la Supernave.
Destrozó una serie de controles sin que sucediera nada. Chisporroteó la máquina. Rápido, Yuriv aferró su propia, arma y, de un culatazo, destrozó un panel luminoso, entre chisporroteos...
Tampoco le sucedió nada. Ni a los demás, que siguieron su tarea destructora sobre la zona de la computadora destinada a controlar a los seres humanos sometidos al cautiverio físico y mental de sus amos de la Tierra.
—¡Lo sabía! —aulló, Shark, radiante—. ¡Lo sabía! ¡Esos seres galácticos son los que castigaron a Hydron!... ¡Ellos nos devolvieron la libertad, estaba seguro de ello! ¡No conformes con salvarnos de una muerte horrible, nos dan lo único que estaba en su mano facilitarnos ¡Les debemos el ser nuevamente libres! ¡Libres!
La profesora Random estalló en llanto. Y se precipitó a los brazos de Shark, espontáneamente, llena de una felicidad radiante, contagiosa. Shark la apretó contra sí. Sin saber cómo, sus bocas se encontraron. Y Shark supo que esta vez sí se encontraba con la mujer que le atraía, aunque no fuese ninguna reina galáctica...
La Supernave 1.009 seguía su marcha, inmutable. Pero ahora a bordo todo había cambiado y setecientos seres humanos eran libres. Totalmente libres...
A su alrededor, las estrellas seguían centelleando en el negro vacío infinito. Shark no supo sí aquellas estrellas, por fin, gritaban también en un canto de libertad dedicado a todos ellos...

FIN