Cómomatar al presidente de Timofónica
“Me he propuesto matar al presidente de Timofónica. Tú me conoces y sabes que no soy ningún sicópata y que jamás he matado a nadie. Ni tan solo me peleé en la escuela. Hasta día de hoy he sido un ciudadano adaptable, modélico y alegre, un buen esposo y padre de familia. He ido a inauguraciones de arte, y he comprado flores. Soy generoso, cordial y en ocasiones incluso reverencial. Pago mis facturas, hago la compra, me lavo los dientes y me detengo en los pasos de cebra. Pero en los últimos años una serie de acontecimientos desafortunados han dañado mi fortaleza, y mi fe en la raza humana se ha visto severamente atenuada. Perdí mi empleo en la embajada —fui sustituido por un ordenador— mi mujer me abandonó y mis hijos han resultado ser maleducados, pijos y estúpidos. Ahora estoy en paro, mi vida de privilegio se esfumó. Me paso el día realizando tareas domésticas, tendiendo la ropa, y recortando cupones de descuento de aquí y de allí. Vivo en un piso vacío con un espejo torcido. Durante la siesta, la gruesa vecina de arriba se apresura de una estancia a otra a base de contundentes pisadas. Es bajita, tiene una cara graciosa y demoníaca —con una perpetua expresión de una especie de asco alegre— y unos muslos gordos y atléticos. Sus pisadas hacen vibrar mi lámpara del techo —remueven mis entrañas— y en cada una de ellas siento que el mundo empeora. En medio de todo —y con la intención de reducir gastos— llevo seis meses tratando inútilmente de darme de baja de una línea fija que contraté a Timofónica. Este asunto me está agobiando inhumanamente. Con Timofónica siempre es lo mismo. Ya me he hartado. He llamado cien veces pidiendo la baja, y he enviado faxes y emails inútilmente y siento que una fuerza extraña y bestial está poseyendo mi espíritu. Se están aprovechando de mí. Sé que hay miles, tal vez millones de ciudadanos en mi situación —la gente habla— y no pienso permitir que el presidente de esta corporación, el responsable de todo esto, con sus tácticas de confusión, engañadizas y maquiavélicas, continúe abusando del dinero y la energía de la gente. No puede seguir saliéndose con la suya. Esto tiene que cambiar, alguien debe darle lo que se merece. Alguien tiene que ser el primero. Su día tiene que llegar. Sé que va a sonar fuerte, pero he decidido matar al presidente de Timofónica, y te pido que me ayudes. Sé a lo que me expongo, y además estoy convencido de que no estoy loco.”
“¡Yo tampoco, te lo juro! Recibo eso a menudo, ¡pero te juro que yo tampoco estoy loco! ¡Me encanta! Creo que lo que propones es genial y te voy a ayudar, pero deja que también te confiese algo. Contigo siempre he podido hablar de estos asuntos. Yo también tengo ocurrencias. Una cosa que he aprendido a hacer bien, por ejemplo: observar a la gente. Vibro. Les veo ahí fuera, yendo a sitios y haciendo cosas, y vibro. Cómo entran y salen de las tiendas, por ejemplo. Son como hormiguitas. El modo en que entran y salen de los sitios habla mucho de ellos. O sus servilletas de papel, por ejemplo. Cuando terminan de comer, son como una radiografías de sus pensamientos, tío… Limpias, bien dobladas, manchadas, arrugadas, rajadas, encogidas, trilladas; a veces con formas de animales, bailarinas o flores.”
“No comprendo de qué me estás
hablando.”
“Espera… Otra cosa que me produce placer, en serio, lo que más,
escúchame bien: cuando empuño mi nabo bien empalmado. Hablo muy en
serio, tío. Lo empuño bien y me miro en el espejo, y entonces
pienso, ‘joder qué rabo más grande tienes.’ De verdad, es
grandiosa. Es como un arco olímpico. A veces siento sostener un
saco lleno de monedas, o una central eléctrica, o el mismísimo
parlamento. Es algo que me gusta hacer a menudo delante del espejo
y que disfruto más que nada. Pienso: jodeos, jodeos cabrones, con
este bazuca no voy a tener competencia.”
“¡Pero de qué mierdas hablas! ¡No digas chorradas!”
“Hablo de lo mismo que tú. De que el mundo está loco.” “Tú estás
loco, tío…”
“No en serio. La gente es alucinante. Piénsalo. Nos peleamos en las
colas y al volante, pero luego, cuando a media mañana levantamos
nuestras cervezas en un bar y nos pedimos fuego unos a otros, somos
putos hermanitos. Frágiles y enfermas cabritas.”
“Bueno, tío ¿de qué coño hablas?”
“De que pensar cosas raras no quiere decir que estés loco. Todo el
mundo las piensa. Pensar diferente es bueno para los cambios.
Conozco un tío que metió la polla en un enchufe. Escucha esto. Iba
tan caliente que metió la polla en un enchufe. Sus colegas le
convencieron. Te lo juro, le retaron a hacerlo y el tío se bebió
unwhisky y lo hizo. Y luego el otro día,
en un bar, una tía me enseñó sus tetas. ¡Joder! Las tenía tan
caídas que parecían calcetines o lenguas africanas. Me quedé frito.
¿Sabes que hago cócteles rápidos muy ricos? ¡Ah, pero espera! No te
he explicado lo más fuerte…”
“En serio, Muelas, déjalo ya, no me interesa. Te confieso que a
veces consigues derrumbarme. No he venido para escuchar tus
sandeces, he venido a planificar un asesinato. Esto es serio. Voy
muy, muy en serio, tío, ¿me oyes?”
“Sí, sí, pero escucha… Me encanta hablar contigo, por eso he
venido. Escucha…”
“Ni en broma. Estoy demasiado nervioso…”
“La otra mañana estaba sentado en el retrete de una tía que me
enrollé. Ella se había ido a currar. De repente llegó para enseñar
el piso, que según parece estaba intentando vender. Yo salía del
baño en busca de papel higiénico con los pantalones por los
tobillos. Acababa de levantarme de una de esas siestas
regeneradoras de media mañana, y estaba empalmadísimo. De hecho, no
había podido mear porque mi lanza hidráulica se salía del inodoro.
¡No me cabía!”
“¿Ah, no?”
“¡No! ¡Ni boca abajo! ¡Te imaginas! Total, que me encontraron en el
pasillo con los pantalones por los tobillos alzando la nariz para
oler un aire hermoso de tormenta que hacía siglos que no olía, y
con mi lanza, mi alegre sabueso, como a mí me gusta llamarle,
completamente alzado. Lo que quiero decir es que a veces olvidamos
lo esencial…“
“Estás chiflado. No puedo creer que te esté proponiendo hacer esto
juntos. Estás loco…”
“¡Mira quién habla! Deberías oírte. ¿Sabes lo que tienes que hacer?
Relajarte. Atraparemos a ese cabrón. No te preocupes. Explica, ¿qué
pasó?”
“Bueno. El caso es que llevo seis meses tratando de dar de baja la
línea fija de casa. Bueno, ya sabes cómo va eso con Timofónica. No
tengo ganas de explicártelo ahora. Los líos de siempre. Total, que
es imposible darse de baja. El caso es que…”
“Tío, pero explícamelo. Quiero saber los detalles. Te sigo, soy
todo bafles. Bueno, ya sabes…”
“Está bien. A ver… Conseguir llegar a hablar con alguien del
departamento de bajas es casi imposible y luego te ponen en espera
eternamente. Yo sé de qué va eso, es una táctica, para que cuelgues
y te olvides del asunto. Para que lo dejes para mañana y mañana no
tengas tiempo. Cuando conseguí hablar con un operador de bajas me
llevó diez minutos atravesarle y reafirmar mi petición de baja y al
mes siguiente, ‘patapam,’ me llega otra factura. Volví a llamar y,
cuando al cabo de cinco llamadas, pude volver a hablar con alguien
de bajas, me dijeron que había una incidencia en el sistema y que
no podían acceder al ordenador y que probase a llamar más tarde o
mañana. También sé de qué va eso. Es parte de la misma táctica. Les
aparece en el ordenador, estoy seguro. Así estuve dos semanas, con
incidencias en el sistema cada vez que lograba hablar con alguien
de bajas.”
“Ya ves, colega, vaya conejillo de indias. Pero me suena, me suena…
Mucha gente explica ese tipo de historias.”
“Está todo estudiado. Es parte de la operativa. Total, un día, de
carambola, conseguí hablar y me dijeron que la baja constaba ya en
el ordenador, sin embargo, me llegaron dos facturas más. Volví a
llamar y me dijeron que debía haber enviado también un fax, pero a
mí nadie me lo había mencionado jamás.”
“No veas, ¿no?”
“Sí, es ridículo… Está clarísimo. En fin, envié el fax con la
petición de baja, pero siguieron llegando las facturas. Todo esto
mientras a mi alrededor mi vida se desmoronaba. Y bajo las
contundentes pisadas de mi vecina día y noche. Esa mujer nunca
duerme, mueve muebles por la noche. En fin, esta parte es buena…
Vuelvo a llamar y, tras varias llamadas misteriosamente
finalizadas, otra operadora me dice que en el ordenador no consta
ninguna petición de baja.
“¡No!”
“Sí, tío. En ese instante la rabia que sentí pudo conmigo y entré
en una depresión. Sacaba fuego por la boca, como un faquir, tío.
Impotencia y rabia es lo que sentía. Estaba como loco. Ni te
explico. Entraba en un bar, o en las colas, y mataba a todo el
mundo con la mirada. Sacaba fuego por los ojos.”
“¿Y qué pasó luego?”
“Bueno. Ese es el tema. Todavía siguen llegando
facturas.”
“¿Y qué puedes hacer?”
“Nada.”
“¿Nada?”
“Sí. Nada. Pero la cuestión es que ya he tenido suficiente. Ya sé
de qué van. Te dejan indefenso, sin un lugar al que acudir en busca
de justicia. El último día les colgué yo el teléfono. Porque me dio
la gana.”
“Complicado…”
“Todo esto solo pueden ser tácticas del presidente de la compañía.
No puede ser de otro modo. El jefe es siempre el que pone las
reglas, ¿no?”
“De eso no hay duda.”
“Por eso es él quien debe recibir. El caso es que he investigado al
individuo en cuestión. La idea es matarle, aunque tal vez tenga
suficiente empujándole por unas escaleras, o dándole una buena
patada en el culo, o un puñetazo, o mordiéndole la nariz. Ya
veremos. Lo que es seguro, es raptarle primero.”
“¿Matarle u hostiarle?”
“Matarle, matarle, sí, sí, matarle …”
“Joder, sí que vas fuerte.”
“Sí, supongo que sí. Bueno. Me parece bien quedar en esta cafetería
para las reuniones. ”
“Perfecto. Bueno, tengo hambre. ¿Te apetece un bocado, Rodón?
¡Señorita! Menuda tía, ¿no? Anda como una cebra.”
“No tienes solución, Muelas.”
“Buenos días caballeros… ¿Qué les apetece comerse?”
“A ti…”
“¡Qué gracioso!”
“Discúlpele por favor…”
“Un café.”
“Dos…”
“Enseguida…”
“Gracias.”
“Bueno, como te decía, tengo un plan. Hay que desarrollarlo. He
traído una carpeta. Mira…”
“Deja que te diga algo, esta morenita está muy buena. La llevo
mirando desde que hemos entrado, y está muy, pero que muy buena.
Acabo de tener una erección. ¿Te lo puedes creer? No me pasaba
desde párvulos. ¿Has visto su pelo?”
“¡Muelas! Baja la voz. Eres un caso perdido. Venga, tío, que esto
es muy serio. Si descubren esta carpeta acabamos entre rejas.
¿Puedo exponerte ya el plan? Aunque no sé si debería…”
“Que sí, que sí… Suéltalo ya. Pero quiero que me expliques cómo te
van las cosas. Háblame del plan, pero luego quiero saber cómo
estás, qué te está pasando. No te veo bien, y tampoco quiero que te
metas en un lío…”
“Vale, vale… Bueno. A ver. He pensado en raptarlo y llevárnoslo a
un almacén que tengo en la ciudad. Quiero atar al hijo de puta y
torturarle. Atarle a una cañería y darle comida de perros durante
un mes, y luego lanzarlo al mar desde tu helicóptero. Tal como
suena. Quiero alimentarle durante un mes con pienso.”
“¡Qué bueno!”
“No te animes. Las torturas serán más sicológicas que otra
cosa.”
“¿Tipo qué?”
“He hecho una lista. Aquí tienes. Aparte de la que ya te he
comentado, atarle a una silla en una habitación y abrir y cerrar la
luz durante un día entero. Luego el juego de torturas ‘qué
prefieres’: darle a escoger entre diferentes torturas tipo comerse
un plato de excrementos de paloma, o un relato de Borges sin
pestañear. Atarle a una silla y obligarle a contarle su vida a una
gallina. Están todas ahí. Ya las comentaremos…”
“¡Ja! ¡Bestial!”
“¿Sí? ¿Te gusta?”
“¿Qué si me gusta? Me encanta. ¿Y dónde entro yo?”
“Bueno. Habrá que conseguir cuerda, El
Aleph, de Borges, una gallina, y varias cosas más. ¿Todavía
tienes la licencia de piloto?”
“Sí, sí. Ahora vendo helados en ese carrito de ahí fuera, pero de
vez en cuando subo ahí arriba. Tengo buenos amigos en el ejército.
Mi licencia es de caza, pero supongo que sabría pilotar un
helicóptero. Además puedo conseguir uno.”
“Te necesitaré para coordinar el rapto, para acompañarme en cada
paso y finalmente para pilotar el helicóptero desde donde lo
lanzaremos al mar.”
“¿Cuánto pagas?”
“Cien mil. Estoy vendiendo una propiedad y van a pagarme un
millón.”
“Doscientos mil.”
“Ciento cincuenta mil.”
“Hecho.”
“Bien.”
“Nos la jugamos. Lo sabes. ¿Qué has pensado?”
“Bueno, que hay que hacerlo muy bien. Hay que pensar un modo limpio
e inteligente de hacerlo. Sé que lo hay. Siempre lo hay. Solo hay
que mantener la calma en el momento clave. Ahí vienen los
cafés…”
“Aquí tienen.”
“Gracias.”
“Sí, sí, gracias…”
“Bueno, Muelas, eh, ¿me escuchas? Hasta aquí la primera reunión. Es
mejor no alargarse para no despertar sospechas. Quedamos el jueves
aquí otra vez a la misma hora para comprar el material y empezar a
esbozar ideas para el secuestro. ¿Te va bien?”
“Sí, sí… Hecho, tío, hecho.”
“Jamás he matado a nadie y jamás pensé que me propondría hacerlo,
pero la verdad es que la sensación de que voy a cargarme a un
capullo, a un chorizo, es alucinante. Pero antes, explícame cosas,
Muelas. ¿Qué tal te va la vida a ti? El martes no hubo tiempo de
ponernos al día. He pedido dos cafés. Este sitio está bien. Me
gusta…”
“Voy sobreviviendo. Sabes que siempre estoy metido en algo. Después
del ejército hice un poco de todo. Ya sabes… Lavé servicios en un
bufete de abogados, barrí en una iglesia y representé a un pintor.
No sé, hice tantas cosas… Hice de recepcionista en un centro de
yoga, vigilé la cueva de un hombre, llevé un tractor y repartí algo
de droga. Después monté mi propia radio en la roulotte de un vagabundo. Un tipo con pasta nos
dejó una parcela de su jardín. Ahora vendo helados por la calle. Me
gusta. Hablo con la gente. Hablo con todos. Mi carro les encanta.
Está lleno de banderas y mascotas. También llevo un loro. Juan. Me
acompaña siempre y a la gente le chifla. Se mete con ellos. Vivo
encima de una panadería. En un pequeño desván. Todos dicen que
estoy loco, porque llevo letreritos en el carro de helados en los
que puede leerse ‘devolved la tierra a los marcianos’ y cosas por
el estilo. Lo hago porque llama la atención, como un reclamo. En la
calle conozco a muchas mujeres. En realidad no paro de trincar. Les
gusta mi nabo. Lo huelen a distancia. A veces me las tiro a pares.
Se ríen. Les chifla mi nariz. Siempre me besan en la nariz. Una vez
me tiré a dos que eran primas. Me hicieron subir a su casa. Me
sentaron en el sofá y me pasaron un libro para que me distrajera.
Empecé a leerlo y de repente una empezó a chupármela. Fue
alucinante. La otra empezó a besarme en los labios. Yo estaba muy
concentrado en el libro. Era un buen libro, y de repente noté que
las chicas me estaban desconcentrando, pero yo continué leyendo
mientras ellas trabajaban, se subían y bajaban del caballo una y
otra vez, si entiendes lo que quiero decir. Terminé sin avisarlas.
Vaya susto se dieron. Ni yo lo esperaba. Estaba tan concentrado en
el libro que ni yo mismo lo esperaba. La verdad es que estaban muy
buenas. Eran sorianas. Jovencitas. Una era bizca, pero qué buena
estaba. Tenía un pelo rubio y liso tan largo que casi le tocaba el
suelo, y un brillo en la piel especial, muy fresco. Fueron muy
amables. Me trataron muy bien. Luego me comí una hamburguesa. Me
encanta McDonalds. Los días de lluvia. Hay menos gente. La cuarto
de libra es fantástica. Las patatas son las mejores. Las de Burguer
King son duras y aceitosas. ¿Tú cómo estás? ¿Cómo lo llevas? No te
veo bien. Pareces hecho polvo. Explícame algo, eres un buen
escuchador. Yo hablo mucho, pero también soy un buen
escuchador…”
“Lo cierto es que durante un tiempo fui fuerte. Aunque jamás pensé
que mi vida llegaría a fracasar tan estrepitosamente.”
“Te veo, amigo.”
“Con Lara vivimos en diferentes países. Vivimos muy bien. Pero lo he perdido todo. La crisis. Supongo. No sé qué es eso de la crisis… He perdido la fe en las cosas. A veces no comprendo por qué la gente dice lo que dice. Pero supongo que es mi problema. Hay gente que se pone el televisor a todo volumen y creo que ahora entiendo por qué lo hacen. También entiendo por qué silban.”
“Ya…”
“A veces lo mejor que puede hacer un individuo es recoger sus cosas y marcharse. Desaparecer, dejarlo todo atrás, y esa idea está empezando a rondarme por la cabeza otra vez. Mi hijo se ducha vestido y duerme en el asfalto. Bebe mucho. Puede que sea mi culpa. Pero es mi hijo y hago lo posible para que sea feliz. Sé fuerte, le digo, hay que luchar, hijo, le digo, y me contesta que sí, que sí, pero entonces se echa a llorar como una niña. Cuando regresé de Nueva York, todo me molestaba en esta vieja y sucia ciudad. Las cosas se me caían al suelo constantemente, todo estaba averiado, la gente me parecía mal educada, ruidosa, llorona y estúpida. Y todavía me lo parecen. El diseño urbano me parecía triste, fantasmagórico y con frecuencia temerario. Los locales estaban llenos de humo. La gente tosía constantemente en mi cara y me tiraban el humo. Recuerdo que los árboles estaban tan sucios que a veces su aspecto me hacía llorar. Volver me mató. Significó mi muerte.”
“Ya ves.”
“Recuerdo que lo primero que hice al día siguiente fue prepararme una sopa de melón. A veces pienso que es lo mejor que he hecho en este país. Una sopa de melón. Mi energía se ha fundido. Hace meses que dejé de estar aquí. Mi coche todavía huele a nuevo. No sé a qué espero. A veces lo mejor que puede hacer un individuo es desaparecer, dejarlo todo atrás. Huir por la puerta trasera. En medio de una cena, de un polvo, de una mala película, una conversación patética, una presentación o una demostración de electrodomésticos. Hay días que arrancaría los semáforos. Los mataría. Hace tiempo que no encuentro un lugar agradable. Un sitio cómodo en el que echarme a descansar. Estoy cansado de ir a hurtadillas. No aguanto más…El otro día conduciendo pasé cerca de una cancha de básquet en el momento en que los jugadores de un equipo lanzaban un grito unísono gigantesco que resonó en todo el barrio y me hirió el corazón. Aceleré con la pierna trémula a toda leche. A veces tengo la sensación de que voy a huir de ese grito horrorizante el resto de mi vida.”
“Ya ves, pero creo que te entiendo. Sé a qué te refieres. Estoy contigo. A veces yo también experimento cosas raras. Miro a la gente y pienso cosas raras. Somos humanos, ¿no?”
“¿A qué te refieres?”
“No se… Por ejemplo: últimamente me interesan mucho las conversaciones de otras mesas mientras como o ceno solo en los restaurantes. Lo de la gente es alucinante. La otra noche un tipo afirmaba que había mordido una cremallera. Flipo. Otro pavo que había enviado un bistec a Francia y una mujer se había encontrado en el servicio de un centro comercial a un hombre con un rifle y un porrón. Un tipo aseguraba que se estaba preparado para la muerte. Que había comido lo suficiente en las mejores mesas de los mejores restaurantes, que había tenido hijos y saltado al mar desde una roca. Que había besado las mejillas de cientos de tardes espléndidas, y abrazado amaneceres, tormentas, terremotos y eclipses. Había follado, cantado, olido rosas, cagado y amado con todo su corazón. Había estado solo en bosques, se había perdido en aeropuertos, se le habían cruzado conejos en la carretera, se había bañado en los mejores ríos y piscinas y liado cigarrillos. Otro tipo decía que su perro ladraba a los vagabundos, una niña, que un hombre había escupido a un guardia, un viejo, que un ocupa había amueblado una casa en ruinas con muebles de Ikea, y otro tipo gritaba desde su silla con los brazos extendidos que la vida era una gran carcajada, una gran carcajada cruzando la ciudad en coche. Yo también creo que la vida es una gran carcajada. Eso me gustó. Pienso que morirse debería ser tan hermoso y excitante como comerse un frankfurt, o bañarse en el mar bajo un cielo negro, o mirar arriba y ver un ejército de nubes corriendo el telón de la luna. He caminado solo por calles desiertas y he amado y he sido amado por la mujer más hermosa del mundo. Victoria. Las mujeres hermosas me atraen tanto como las calles desiertas, como esos escaparates iluminados de las pastelerías. El caso es que creo que te entiendo. A eso me refiero.”
“No hay nadie de quien puedas fiarte…”
“Ya ves, ese es el tema…”
“Lo último que imaginaba era que mi esposa me dejaría por un mulato veinte años más joven. Pero, en fin, ya basta de sermones. Vamos al asunto…”
“Ese es otro tema. Victoria no me dejó, por lo menos directamente. La dejé yo porque creía que era lo que debía hacer. Hay que dejar que las cosas circulen. Hay que estar bien en casa. Me refiero a nivel espiritual. Hay que abrir las ventanas… ¿Quieres que te lo explique?”
“¿Qué pasó?”
“Fuimos a una fiesta. A ella le encantaban. Pero siempre llegaba un punto en que se perdía y yo no sabía dónde demonios se metía. Charlaba con los hombres. Siempre hombres. Las mujeres, aseguraba, la aburrían. Claro. Siempre estaba arrimada a algún tipo ‘interesante’ con una copa en la mano. Le gustaba lucir sus encantos, no hay nada de malo en eso, pero el caso es que en la última fiesta a la que fuimos sucedió algo. Era en uno de esos bares con un billar en la parte trasera, cerca de casa. A las cuatro de la madrugada le dije que estaba cansado y ella sonrió, ebria. Me invitó a bailar, así que medio bailé una canción rara y le dije que me iba. Ella había bebido bastante y me pareció algo distante. Mientras yo me alejaba, hizo una mueca triste y luego, sonriendo otra vez, insistió tiernamente en que me quedara un rato más. Yo le dije que estaba hecho polvo y me dijo que no tardaría, que también estaba cansada y que mañana quería aprovechar el día. Comprar el periódico y desayunar en albornoz. Pues bien, parece ser que hacia las ocho de la mañana, según me explicó un tipo, la fiesta todavía continuaba, y ella empezó a charlar con un desconocido. Un cazador de cocodrilos australiano. Un cantamañanas. Al cabo de media hora empezaron a montárselo en un rincón del fondo del bar. Se ve que el tío le bajó las bragas ahí mismo y empezó a tirársela. Ella solo quería más. Unos tipos protegieron la escena para que el espectáculo no se detuviera, cuando al parecer apareció otro personaje en acción, un curioso, ya me entiendes. Ella ni le conocía… En fin, se acercó a ella desde atrás bajándose la cremallera, sacó su arma, su flauta travesera, para entendernos, y se ve que ella, en fin, ni corta ni perezosa, la empezó a tocar con muchísima inspiración, según cuentan. Dicen que estaba algo sobrepasada, aunque gratamente sorprendida, es lo que explican. Total, se metió la gamba del tío en la boca, sin haberle visto antes ni la cara.”
“Joder, tío, pero ¿qué dices?”
“Pero eso no es nada… La gente se iba asomando,
y de repente apareció un negrito, el ayudante de la tienda de
souvenirs, entró como si llegase tarde a
una cita con el dentista, se colocó detrás de ella, apartó al otro
pavo, se bajó la cremallera, y ‘pa
dentro.’
“¡No!”
“Que sí, que sí.
“Joder, tío, esto que cuentas es muy bestia.”
“Bueno, también hay que decir que ella no se dio cuenta del cambio de tíos hasta al cabo de un par de minutos, cuando se volvió para mirarle, y qué iba a hacer entonces, aparte de entregarse todavía más al asunto. Cuentan que con este último se presentaron y que incluso charlaron de cosas mientras lo hacían. Total. Había empezado a entrar gente para almorzar en la barra o tomarse un café o a preguntar por calles con niños y ramos de flores, o a comprar tabaco, y ellos seguían allí, nadie se olía lo que estaba sucediendo al fondo del bar. Se oía música y ruido, pero nada más. Al parecer ella notaba que aquello se le estaba escapando de las manos, pero ya estaba tan borracha e iba tan caliente, que no le importó que se unieran un par de tíos más. Total, que hacia las nueve tenía en juego cuatro pollas y, además, dicen, esto me hizo gracia, que estaba hermosa. Dicen que parecía hermosa e inocente, como si estuviera con una amiga tomándose un chocolate con churros en una granja una tarde de principios de primavera, después de un día de playa, ¿sabes? Se ve que cuando le cortaron las bragas con unas tijeras, ella se rió como una niña tímida y buena.”
“Venga tío, ¿de qué va eso?”
“Yo que sé, que ni se preocupaba de si los tíos llevaban preservativo o no.”
“¡No! ¡Tío, es un desastre!”
“Pues el caso es que sí. Al despertarme por la mañana y no verla en la cama, inocente de mí, le preparé el desayuno y salí a comprar el periódico y pasear al perro. Entré a por tabaco en el bar de la fiesta, y luego hasta el fondo, por curiosidad, para comprobar al oír ruido y música, si podía ser posible que ella todavía estuviera ahí, y cuando me reconocieron no pudieron negarme el paso, así que ahí me la encontré, sosteniendo dos rabos uno en cada mano, y un negro montándola tan fuerte por detrás, que parecía que estuvieran reformando el local. La llamé, ¡Victoria! Dije, y ella se volvió y me miró pero no supo cómo reaccionar mientras el negro llegaba a su granfinale, con un bramido marcial. Pegó un grito el negro que me quedé helado. De piedra. O sea, ni una célula se movía en mi cuerpo. ¡Voy para allá, cariño!. Gritó ella. ¡Enseguida voy! Dijo. Yo le contesté que no se preocupara, que no tuviera prisa, que en todo caso ya nos veríamos, y eso fue todo. Me fui directo a casa de un colega y le puse algo de comer al perro en un plato sopero, y ella se quedó con todo. Le dije que tranquila, que todo estaba bien, que no se preocupara, le dije, que ya quedaríamos algún día para tomarnos una paellita con un vino baratito. Invitaba yo. Le envié un beso y salí de allí con el corazón partido, aunque suene ridículo, pero totalmente partido. La quería. Era el amor de mi vida. Había hecho planes con ella. ¿Sabes? Queríamos tener hijos.”
“Estoy consternado. Hasta me he puesto caliente.”
“No te culpo, tristemente, es una buena historia.”
“Santo cielo…” “No lo sientas. Tenía que ocurrir. Aunque nunca me lo imaginé así. En el fondo me quité un peso de encima, y lo que más me alucina es que yo fui el que insistí en ir a esa fiesta. Ella prefería ir al cine. Se dejaba llevar con demasiada facilitad. Sonreía a los desconocidos y charlaba con ellos. Le gustaba el alcohol, pero debo reconocer que la histórica despedida en plena orgía me cogió por sorpresa. ”
“Ya ves, ya ves. Bueno, bueno …Vamos a olvidar el pasado que hay que ponerse en marcha. ¿Vamos?”
“¿Qué hacemos primero?”
“Tienda de mascotas y ferretería. Habrá que comprar un bebedor para
perros y cuerda. Luego quería enseñarte el almacén donde he
planeado secuestrar al capullo ese, para ver cómo lo ves. Ya he
pagado. ¿Vamos?”
“Sí.”
“Oye, me encantan tus bambas.”
“La verdad es que son muy cómodas.
“Ir cómodo es lo que necesito ahora.”
“¿Quieres unas? ¿Quieres que vayamos ahora? Será un
momento”
“Primero veamos el local…”
***** “¿Qué te ha parecido el local…?”
“Genial. Aunque grite, nadie va a oír nada. Es
como una zona industrial, ¿no?”
“Sí. Bueno, ahora hay que concentrarse en la cena esta, en casa del
tío este. No te he explicado nada, eso es lo que me gusta de ti,
que sabes dejarte llevar. Deja que te explique cuatro cosas. Un
momento, ¿vamos bien? Sí, es por aquí, estamos a dos calles. Como
te decía, mi amigo…”
“Vale, pero un momento, ¿son cómodas o no las bambas?”
“¿El qué?”
“Las bambas…”
“Mucho, mucho, en serio tío, ha sido una idea genial.”
“¿En serio?”
“Sí, sí.”
“¡Cuánto me alegro!”
“Gracias, gracias. Bueno, como te decía, mi amigo, bueno, es el
amigo de un amigo, se cree que vamos para publicarle una novela y
que hoy vamos para conocerle. Le han dicho que somos de la
editorial Universalis, o sea que esta noche seremos editores. Tú no
abras la boca. Al parecer está un poco loco y es un pordiosero.
También van a estar su mujer y sus hijos. Tiene cuatro hijos. Dos
gemelas de dieciséis años y dos pequeños. Hay que sacarle la máxima
información posible sobre la próxima convención de Timofónica. Uno
de sus DJ, de los que trabajan en su agencia, ha sido contratado.
Hay que averiguar el día, el lugar, la gente que acudirá y todo
eso. Para eso he montado esta cena. Ah, habla como una cotorra, no
te lo había dicho. Bueno, ya hemos llegado. Es aquí. ¿Listo? Voy a
llamar al interfono.”
“OK.”
“No suena. ¿Tú has oído algo?”
“Creo que no.”
“¿Vuelvo a probar?”
“A ver … Espera.”
“’Diga.”
“Hola, de editorial Universalis.”
“¿Les han seguido?”
“No, ¿por qué?”
“¡Ja, ja! Estoy bromeando. Suban, por la escalera. No va el
ascensor, pero escúchenme bien, cuando suban por la escalera,
mientras acarician la barandilla, quiero que piensen que están a
punto de conocer a un genio. Piensen en eso mientras oyen el eco de
sus pasos y el de sus toses por el rellano, voy a ser el siguiente
Hemingway… Hay una hurraca suelta por la escalera, vayan con
cuidado…”
“Claro, claro.”
“Joder, esta escalera está hecha polvo. Cómo puede vivir alguien
aquí. ¿Dónde está el puto interruptor de la luz? ¿Tú ves
algo?”
“Tú sube, Muelas. Sube y calla …”
“¿No te ocurre a veces, que al subir o bajar escaleras, no sabes
hasta qué punto tensar los dedos de los pies?”
“¡Qué chorradas dices!”
“A veces pienso que no debería ir tan tenso… ¡Jodeeer!
¡Aaagg…!”
“¡Pero qué coño pasa!”
“¡Me he caído!”
“¡Pues levanta, coño! ¿Se puede saber qué mierdas haces en el
suelo?”
“Eh, tío, no me jodas. He venido para ayudar. Relájate. Relájate y
piensa que vamos a salir de aquí con toda esa información. Piensa
en la imagen del presidente de Timofónica atado a una silla
intentando darse de baja de su maldito móvil. A ese chorizo que nos
tima a todos. Tú solo piensa en eso porque vamos a conseguirlo, te
lo digo, lo vamos a hacer. Vamos a atar a ese fantasma a una silla
de ruedas y a obligarle a darse de baja de su puto móvil si quiere
salvar el pellejo. ¡A ver si lo consigue! Eso es lo que tenemos que
hacer.”
“Es aquí. A ver… Tercero segunda. Sí. Voy a llamar, espera, están
abriendo…”
“Vaya, vaya…! ¡A quién tenemos aquí! ¡Parecen ustedes dos capullos,
justo antes de florecer! Si no supiera que son editores, diría que
son un par de capullos que acaban de perderse. ¡Pero pasen…! Antes
de entrar quiero que sepan que acaban de conocer a un genio y que
la noche de hoy va a pasar a la historia. Tengo muchas cosas que
explicarles… Muchos asuntos. Pero pasen de una vez y dejen de
comportarse como dos niñas buenas. Detesto las niñas buenas. A mis
hijas les digo siempre que sean malas, ya me entienden, que sean
listas, zorras, ¿entienden? A eso me refiero. ¿Verdad,
hijas?”
“Claro, papá…”
“Dios mío, señor Brekelmans, tiene usted dos bellezas de
hijas.”
“Muelas, no empecemos…”
“Eh, no sufra tanto, es cierto. Venga, no se queden ahí con esas
caritas de niñas buenas. Sáquense las chaquetas, hace
calor.”
“Gracias, señor.”
“Sí, señor Brekelmans… ¿Señor Brekelmans…? ¿Alemán?”
“No, de San Andrés de la Barca. Es mi nombre artístico. Suena a
ladrillo. Me gusta. Los ladrillos son importantes. Sin ladrillos no
hay obras. En fin… ”
“¡Qué cachondo! Yo soy Muelas. Me llaman así porque como a
saco.
“¡Caray!”
“Tiene usted una casa muy amable, y dos hijas muy
bonitas.”
“Oh, no, no, no mienta, mi casa está en ruinas, pero queremos
impresionarles. Nos hemos propuesto que esta noche salgan de aquí
vibrando.”
“Pues de momento están ustedes haciendo un gran trabajo.”
“Gracias.”
“Muelas hombre…”
“Deje ya de sufrir. Les presento a Roberta, mi esposa, y mis hijos,
ocho y tres, el de encima de la mesa. ¡Bernardito, no empecemos¡
¡Baja de ahí! ¡Me cago en tu padre! ¡Si no fueras mi hijo me
cagaría en tu padre! ¡Baja de ahí! ¡Estos señores han venido para
hacerme famoso!”
“Encantado, señora, un placer, es usted muy hermosa. Deje que le
diga, por favor, tiene usted las mejillas de una
campesina.”
“Muelas, coño…”
“No sufra, no sufra usted tanto, eso ha sido muy bonito. Se nota
que son ustedes artistas. Así es como hablan los
artistas.
“Señor, creo que su hijo está haciendo pis en la
alfombra…”
“¡Hijo! ¡No! ¡No, no y no! Mear en la alfombra no era parte del
plan!”
“Yo me encargo, cariño.”
“Su esposa es un sol.”
“Sin ella no sería nada. Saca al niño de aquí, cámbiale el
pantalón, nos va destrozar la velada…”
“Voy, será un segundo.”
“¿Qué tienen ahí fuera en la terraza?”
“Es Cristina, nuestra avestruz, es un polluelo. Nos encantan los
animales. Ahora está durmiendo. Le pongo Liszt para que no se
desvele. Le encanta. Pero ya hablarán con ella otro día, hoy
estamos aquí para otros asuntos.”
“Listo, niño cambiado y cena a punto, podéis sentaros.”
“Pues a la mesa se ha dicho. Siéntense por ahí mismo, en ese
lado.”
“Gracias.”
“Gracias, señor Brekelmans, son ustedes muy amables. ¿Y todos esos
cuadros de la pared?”
“Son míos. No sé pintar, pero pinto mucho. Deje que le diga algo,
no creo en la técnica ni en las escuelas.”
“¿Ah, no?”
“Son muy originales.”
“Cariño, despeja el centro de la mesa, por favor.”
“¡Ah, la comida! ¿No les encanta cuando entra la comida? Es siempre
un gran momento, ¿no creen? ¡Qué aroma!”
“Canelones de gallina peruana con mermelada y queso de
cabra.”
“¡Qué bien huele!”
“Bueno, bueno… Vale ya de romances, tengo que hablarles de muchas
cosas y voy a empezar. Tengo mucho que decir. Primero quiero que
sepan que dispongo de decenas de ideas para películas, óperas,
relatos, cuadros, novelas, esculturas, inventos y líneas de
perfume. Lo más importante de la novela que van ustedes a
publicarme, es que la escribí conduciendo. Por la ciudad. Durante
encargos de trabajo. Una vez incluso adelanté a un Ferrari en las
rondas. Esa es la urgencia con la que escribo. Más rápido que un
Ferrari. No quiero desvelarles nada importante sobre ella, aunque
sí les diré que trata del idilio entre un ejecutivo obeso y una
joven japonesa en paraguas que pasea por el barrio de ambos los
días lluviosos. La chica tiene la piel muy blanca y no habla el
idioma del ejecutivo. Se conocen mirando un escaparate a la hora de
comer. Un día ella le ofrece a él cobijo bajo el paraguas y se
hacen amantes y ella le espera por las tardes en una habitación de
hotel donde después del trabajo, él llega y la posee … Ella
acaricia las cosas del ejecutivo, pero como hipnotizada, con la
mirada entre nostálgica y perdida: su maletín, su reloj, su ticket
del parking, los pliegues de su traje,
pero con un extraño y fantasmagórico sosiego. A veces, un vaso
sucio, así, con un dedo, con suavidad y lentitud, como si lo
estuviera dibujando. En fin… De golpe, un día, una secta alienígena
la abduce… Pero ya la leerán, no pienso explicarles nada más… Otra
cosa que quería decirles es que conservo objetos históricos muy
valiosos. Tengo un vaso de Hitler, una pluma de Dalí, y la butaca
de Bismarck. También he ideado decenas de buenos títulos para
libros. Les diré uno: Cosas que aprendí sobre
mi vida pelando una manzana. Escuchen este, prepárense…
¡Parecéis gilipollas! ¡Ja! ¡A que es
bueno! ¿Les gusta? Pues no es el más bueno que tengo. Ahora, una
descripción, siéntense bien, la he hecho esta tarde, pensando en
ustedes, está bien fresquita, solo para que vean… ‘Recuerdo ver mis
fluidos derramarse por su cuerpo grácil y níveo, por sus pechos, y
contemplarlo todo con la perplejidad de un atardecer.’ ¿Qué les
parece? ¡Con la perplejidad de un atardecer! ¡Pura
poesía…!”
“¡Este tío habla más que yo!”
“¡Muelas…!”
“Nadie habla más que yo. Ningún cabronazo habla más que yo. Mi
padre y mis tres tíos eran predicadores y mi abuelo fue
conferenciante y yo hablo más que los tres juntos. Una vez tuve un
amigo senderista. Se perdió. No le echo de menos porque era un
rollo de tío. Parecía mudo. Andaba por ahí como una sombra. También
como mucho. Una noche, pinchando en una boda, me bebí diecisiete
zumos de fruta. ¡Diecisiete! Por eso soy un genio, porque me nutro
constantemente de mi alrededor. No conozco a gente corriente. Esa
es la clave. Quiero que me entiendan porque es importante. Por
ejemplo, mi amigo Félix se bebía tres litros de leche al día. Era
un animal. Una vez, en un bar, por un ataque de celos, arrancó un
lavabo entero y rayó el techo con él. Patrick, otro personaje, un
seductor loco, así es como yo le llamaba. Una vez se presentó en
nuestra casa de veraneo con una ballesta, determinado a matar a uno
de los pretendientes de esta hija mía que tienen ustedes ahí
delante. ‘¡Pero dónde coño vas con una ballesta!,’ le dije yo, te
vas a hacer daño.’ Era un tipo genial. Yo le quería. Se presentaba
en casa exclamando con los brazos abiertos ‘¡He venido a pasar el
verano!’. Era un tipo fantástico. ¿Y saben por qué? Pues porque
ejercía su estado. Quiero decir, y esto es lo más importante de
todo lo que he dicho hasta ahora, escúchenme bien, que lo sacaba
todo, que era un tipo muy natural. ¡Ahí está! ¡Naturalidad! ¡Eso
es! Ahí es a donde quería llegar. Es una obviedad, pues bien, casi
nadie la practica. Cuando uno ejerce su estado y se escucha a sí
mismo, se siente fuerte. Voy a decirles algo de una vez por todas…
Soy una persona muy sensible y observadora. Cuando entro en los
baños de las bodas o las fiestas, antes de mear, me bajo bien los
pantalones, separo las piernas, y me masajeo las pelotas. Me las
friego del todo, con las dos manos, y entonces grito con todas mis
fuerzas. ¡Ahhhh! Pruébenlo. Es alucinante. Lo mejor del mundo.
Masajéense las pelotas en el servicio de un bar y
griten.”
“¡Cómo mola!”
“Muelas, no te animes…”
“Cariño, vas a asustar a estos señores. ¿Qué estás
diciendo?”
“Saben de lo que estoy hablando.”
“Por mí no sufra, señora …”
“Pero cariño, no crees que…”
“No, no, no, no, no, no, no, y no. Me da igual, ellos me entienden
porque son artistas. Empresarios, pero artistas, y es importante
que comprendan mi filosofía antes de leerse mi novela. Tienen que
entenderlo. Siempre que lo hago, siempre que me sacudo las pelotas
en un baño público y grito como un karateca, me encuentro luego en
frecuencia con todo. Hace unos meses un ejecutivo en coche se
distrajo mirando un cartel publicitario de ropa interior femenina,
golpeó una señal de tráfico y se quedó bizco. ¡Es precisamente a
eso a lo que me refiero! En el fondo somos todos una pandilla de
capullos. Sea cual sea nuestro trabajo. Yo soy un capullo, él es un
capullo, estos dos capullos son unos capullos. Son editores, pero
son un par de capullos.”
“¡Papi, papi, capullo, capullo…!”
“¡Cariño, basta! Los niños te están imitando.”
“¡Papá, mira!“
“¡Ja! ¡Qué bueno, hijo! ¡Claro que sí! ¡Eres el mejor! De un
puñetazo en la cuchara has trazado un arco de comida sobre el sofá
y has hecho diana en el reloj del salón. ¡Eres el mejor! ¡Claro que
sí hijo!!”
“Caballeros, por favor disculpen a mi marido… Ruego le
entiendan…”
“Cariño, no hay nada que entender, aparte de que ayer cayeron copos
de polen y me fijé en ello mientras me tomaba un zumo de naranja
bajo el sol en una terraza, y que de repente empecé a llorar. Nada
más, eso es lo único que hay que entender. Sentí la primavera en su
máximo esplendor. Eso es lo importante, lo único que cuenta. ¡Hay
que sentir! ¡Sentir y sacar! ¡Ejercer tu estado! ¡Ese es el
secreto! Y, ¿sabéis qué pasó luego? Un capullo en un traje mal
escogido que se había pedido un café con hielo a unos metros de mí
se cabreó conmigo porque se ve que me lo quedé mirando llorando por
la emoción del momento y me arrancó los botones de la camisa. ¡Pero
me dio igual! Era solo un capullo más, uno más, y yo le besé en la
frente y me reí. Lancé una carcajada tan bestial, tan enorme, que
bajaron de golpe todas las persianas del barrio. De lo que hablo es
de que hay que estar por encima de todo, de que hay que sentir y
sacar las emociones. Soy un genio y se acabó, y si no me publican
la novela se van a arrepentir. No porque vaya a cortarles las
cabezas, que lo haré, sino porque asistirán al enriquecimiento de
su competencia. ¿Ves los coches de fórmula uno…?”
“Espera cariño, descansa, traeré el postre…”
“Cariño, ven aquí.”
“¿Qué quieres? Déjame…”
“Eres la mujer más hermosa del mundo.”
“Cállate.”
“No, es que lo eres. Punto. Y quiero que les enseñes las tetas a
estos dos caballeros. Ahora estoy yendo muy en serio, voy fuerte
pero muy en serio, y quiero que te levantes el delantal y que
descubras los dos continentes más hermosos del planeta Tierra.
¡Tienes que hacerlo! ¡Por mi! ¡O moriré porque no me van a publicar
la novela!”
“Cariño, por favor.”
“Señor Brekelmans…”
“Cariño, no puedes hacerme esto…”
“¡Señor Brekelmans! Esto tiene que acabar. No puede usted estar
hablando en serio. Ya le hemos entendido, no se
preocupe.”
“No estoy preocupado.”
“Le aseguro que no es necesario…”
“Señora, ¡señora, no!…”
“¡Ooooh!”
“¡Claro que sí cariño! ¡Esa es mi chica! ¡Lo has hecho y siempre te
lo agradeceré! ¡Te quiero!”
“¡Jesús! ¡Son como transatlánticos! ¡Vaya tetas!”
“¡Muelas, por el cielo glorioso!”
“¡Pasen y vean los senos más suculentos del mundo! ¡Aquí los
tienen! ¡Mi fruta de temporada! ¡Son como naciones, centrales
nucleares! ¡Qué hermosas tetas viven conmigo! ¡Lo has hecho por mí
y eso quiere decir que eres la mujer más maravillosa del
mundo!”
“Esto es una locura, Muelas…”
“Señor Brekelmans, le pido que…”
“Pero si no se porta bien mi mujer… ¿saben lo que hago…? Visito
esos lugares con luz roja…”
“Bueno, ahora ya sí que se acabó, punto final, nos tenemos que ir.
Esto ha ido demasiado lejos…”
“Si te vieras la cara, Rodón… Estás flipando…”
“Señora, súbase el vestido por favor, ha sido un placer, siento lo
ocurrido, pero nos vamos…”
“Lo siento por ustedes…”
“No se preocupe, señora…”
“¡Lárguense! ¡Perdedores! ¡Fuera de aquí! ¡Y más vale que vuelvan
con buenas noticias, porque de lo contrario les cortaré esas
cabezas de niñas obedientes y las colgaré en mi salón, encima de la
tele!”
**** “Juaaaaa!!!”
“Tranquilo, Muelas, respira. Joooder.”
“¡Dios! ¡Qué flipada!”
“Bueno, seguimos mañana.”
“Oye, he conseguido el pase para el palacio de convenciones,
tío,
mira…”
“¿Cómo lo has hecho?”
“Bueno, al regresar del lavabo me he colado en el estudio del
pasillo…”
“¡No, qué bien! Menuda suerte… Buen trabajo, Muelas, esa sí
que
es una buena noticia. Empezaba a deprimirme… Ven aquí, tío…”
“Bueno, bueno, ya basta.”
“Mañana a las cuatro en la cafetería, ¿vale?”
“Vale, vale… Pero ahora yo necesito una copa, ¿te apuntas?” “De
ningún modo, otro día, estoy hecho polvo.”
“Te he pedido un americano.”
“Gracias, Rodón.”
“¿Qué te pasa, Muelas? ¿Y esa cara?”
“Creo que me he enamorado…”
“Qué dices … ¿De quién? A ver si el loco de Brekelmans te
comió
la cabeza…”
“La conocí ayer. Es prostituta. Ramera, supongo…”
“Muelas, no jodas…”
“Pero es muy hermosa y no parece prostituta. Ella asegura que
es
algo temporal. Oh, parece tan buena e inocente …”
“Muelas, te aconsejo que no te líes…”
“Tío vas a tropezar de nuevo con la misma piedra, ¿te das cuenta?”
“Eh, ¿estás llamando zorra a Victoria?”
“Pues en cierto modo, sí.”
“Es verdad, Victoria era una zorra, sería absurdo no
reconocerlo,
pero creo que me he enamorado, va en serio…”
“¿Qué demonios pasó? ¿Cómo fue?”
“Bueno, ayer fui a tomarme una copa, ¿te acuerdas? Al llegar a
mi
piso, me senté en el sofá y encendí la tele. Me sentía solo. Muy
solo.
Necesitaba una mujer, ya sabes … Daban anuncios de esos
de
contactos así que terminé encargando una. Tampoco creo que
sea
ninguna locura. Mis compañeros de piso ya dormían. Cuando la
chica
llegó y le abrí la puerta, se me cayó la mandíbula. Era una
preciosidad,
toda recogidita y tímida. No podía ser prostituta, pensé, lo
vi
inmediatamente en sus ojos. Lo que hice fue tocarle el piano
y
prepararle una buena cena, eso fue lo que hice, va en serio. No
es
cachondeo. No me había sucedido nunca, ni con Victoria.” “Muelas,
es prostituta…”
“Pero es solo algo temporal.”
“Eso lo dicen todas, ¿es que no lo entiendes, tío?”
“No seas pesado, tío. El caso es que uno de mis compañeros
de
piso salió a por un vaso de leche y nos encontró haciéndolo sobre
el
piano. Esta mañana me han echado del piso, pero ella me ha
acogido
en su casa, bueno, en realidad vive con su madre. Pero
créeme,
conectamos muy bien, fue como una cita romántica.
Hablamos
mucho. Ahora duermo en el sofá de casa de su anciana madre,
solo
durante una temporada. Ayer me hicieron palomitas. Es todo lo
que
comen por el momento. ¿No es genial? ¡Palomitas! ¡Me encanta!
No
tenía a dónde ir, y ella me salvó, ayer por la noche. ¿No es
alucinante?
¿Quién hace algo así? Siento que ya nos conocemos. ¿Sabes qué?
Lo
he estado pensando, podría casarme con ella.”
“¡No digas chorradas, bufón! Serás el hazmerreír del
vecindario.
Susurrarán a tus espaldas. ¿Que no lo ves?”
“Me la suda. Ellos se lo pierden. Será mi belleza, solo para mí.
Es
una mujer buena y sensible. No entendéis nada. Ella es
distinta.
Siempre está silbando. ¿Sabes lo que hizo? Después de hacerlo
me
pidió que la paseara en coche porque quería ver las luces y las
fuentes
de la ciudad. Nadie me había pedido algo así jamás. Oye, ¿y ese tío
de
la gabardina? ¿Qué hace?”
“¿Cómo…? ¿Quién? Nadie, un cliente …”
“Nos mira mucho.”
“Déjalo en paz. A propósito, Muelas, venga, que tengo el plan
listo.
Tengo los datos de la convención de Timofónica, horarios,
el
programa, el menú de la cena y demás.”
“No lo sé, Rodón, no lo sé … No sé si… No estoy seguro de
que
vayas a pagarme. Todo este asunto de raptar a un tipo tan
importante…Nos vamos a meter en un lío…”
“Se lo merece. Es un capullo. Acuérdate de lo que dijo
Brekelmans
anoche. A ti te gustó, ¿verdad? Pues eso…”
”Quiero la mitad ahora. La otra mitad si quieres, cuando
terminemos.”
“Mañana te haré la transferencia.”
“Estoy arriesgando demasiado… He estado pensando que con
Herminia podría empezar de cero. Es una buena oportunidad.
Ella
también quiere empezar de cero. Le he prometido que tendremos
una
vida próspera, pero que debemos empezar de cero. Es todo lo
que
queremos, una vida sencilla. Hemos acordado que besaremos una rosa
y
empezaremos de cero. Oye, el tío ese de la gabardina me está
poniendo
nervioso, no nos quita el ojo de encima.”
“Deja ya al tío ese. No pasa nada. Es un payaso. Un loco.
Muelas,
lo siento, tienes razón, he sido demasiado duro. En definitiva es
tu
vida, tú sabrás lo que haces, y pienso apoyarte. Aunque sí debo
decirte
que creo que es un poco demasiado pronto para hablar de boda…” “Uf,
no sabes cuánto te lo agradezco. Gracias por tu
comprensión.
Estoy tan hecho polvo… Siento una extraña mezcla de
sentimientos
con todo esto, es demasiado intenso, como unas mareas
subterráneas
que van y vienen. Mi vida ha dado un vuelco importante.
Últimamente
no me encuentro bien. Será la crisis de los cuarenta…”
“¿Pero qué pasa, hombre? Cuéntame…”
“Nada, nada…”
“Dime, hombre… Cuéntame. Explícame y luego nos ponemos
manos a la obra. Venga, dime qué sucede, tío.”
“Nada. Ayer, después de la cena tuve una especie de crisis.
Como
una revelación. Ver a Brekelmans rodeado de todos sus hijos y
su
mujer, me provocó un ataque de soledad, de qué coño estoy
haciendo
con mi vida, y entré en un bar, consciente de mi cara de náufrago.
Pero nada más entrar percibí que todos los hombres solitarios que
bebían en la barra —una pandilla de fracasados, igual que yo— me
querían matar con la mirada. Sé que era por mi cara de náufrago y
por el pelo sucio, pero en el fondo ellos estaban tan desesperados
como yo y lo último que querían era verse reflejados en el espejo
de mi rostro. Por eso no hay espejos en los bares, pensé. Si los
hubiera y se vieran reflejados en ellos, se pondrían a sollozar.
Todos ellos acudían al bar para ver los pechos de la hermosa
camarera, escuchar música y hundir su desesperación en una copa. Lo
último que necesitaban era otro capullo más, otro perdedor, otro
puto mendigo más con su misma cara de náufrago. Me di cuenta
enseguida. Tengo que cambiar mi vida. Eso
no puede ser. No puedo seguir así. No quiero ser como ellos.”
“Vamos a hacer una cosa. Relájate. Con Herminia todo pinta
bien.
Es un buen principio. Tienes a alguien que te quiere. Acabamos
este
trabajo y te dedicas a tu nueva vida. ¿Te parece? Tendrás cien mil
para
empezar. ¿No está mal, no?”
“La verdad es que no está nada mal. Además, ella podría
ejercer
unos meses más para ahorrar. Gana mucho más que yo.”
“¡Eh, si a ti no te importa …! Pero ahora concentrémonos en
mi
plan. Es importante que no perdamos el hilo. Mañana te haré
la
transferencia. No sufras. ¿Vale? Bien. A ver. Resumiendo. Luego
te
explico más detalles pero en principio se trata de raptarlo y
llevárnoslo
a mi almacén de los suburbios. Hay que comprar uniformes
de
personal de limpieza. He leído que el capullo es muy maniático
de
mucha categoría. Se lava las manos unas seis veces durante
cada
comida. Le esperaremos en el baño, ¿vale? Hay que comprar una
de
esas máquinas que dan una descarga eléctrica. Resumiendo, la idea
es
pillarle mientras se esté lavando las manos y meterlo en un carro
de
limpieza. Conseguiremos uno de esos carros grandes.”
“Eso está bien, Rodón, eso es buena idea. Has tenido una
buena
idea, deja que te lo reconozca. Un carro de limpieza. Me
encanta,
como en el teatro.”
“Lo sé, gracias, yo también estoy orgulloso, ah, y hay que comprar
un
letrero de ‘fuera de servicio,’ para ponerlo una vez haya entrado
el
capullo, y que no nos molesten más capullos. Luego bajamos al
parking
por el montacargas, ya sé cómo se accede a él. Ya me conozco
ese
palacio de convenciones. Una vez abajo es pan comido. Lo cargamos
en
el maletero y salimos.”
“Me parece bien, hay que ir con cuidado, pero me parece un
buen
plan, tío, perfecto…”
“Bien. Hay que comprar los uniformes y demás. ¿Te encargas tú?” “¿Y
por qué yo?”
“Tú eres joven y cachondo. Yo me pondré nervioso y no quiero
que
nadie sospeche…”
“Entiendo.”
“Eso es, ese es el espíritu. Luego nos dividimos las otras
compras…
Ah, sí, también hay que comprar…”
“Mi primera novia era hermosa.”
“¿Cómo?”
“¿Ves esos árboles? Mira como se mueven.”
“¿El qué?”
“Hacía tiempo que no me fijaba en este tipo de cosas. Quiero que
lo
entiendas, quiero que me comprendas. Mi primera novia era delgada
y
hermosa, pero le apestaba la boca. No te creas, me besaba con la
boca
bien abierta, pero tenía un cabello lacio, bello y rubio como el
trigo, y
yo estaba tan empalmado cuando me besaba, que la peste de su
aliento
solo me empalmaba más. Desde entonces he asociado siempre el
amor
y las mujeres hermosas a la peste de cloacas.”
“¿Ah sí?”
“Sí, de inodoros de tascas y contenedores de basura húmedos. “Ya
ves…”
“No, pero me encanta volver a sentir todo eso, volver a fijarme
en
los árboles y el cielo y el olor de la lluvia y la peste de las
cloacas. A
veces uno se aleja demasiado de todas esas cosas y Herminia me lo
ha
devuelto de golpe. El mundo es un milagro. Soy feliz.”
“Vaya, pues así me gusta. Felicidades. Me das incluso envidia.”
“¡Gracias! Esta tarde Herminia se tomará fiesta y me ha pedido
que
la lleve al cine. Hace años que no va al cine. Yo tampoco.
¿Sabes
algo? Ayer al dejarla en casa, paseé por el barrio. Hay algunas
casas
con piscina y la noche estaba asombrosamente quieta. Había
una
sensacional impresión de paz en el aire. Una pareja cenaba en
silencio
en su jardín. Ropa tendida flanqueaba sus espaldas. El
hombre
levantaba el plato y lo lamía con la lengua. Más adelante otra
pareja se
bañaba desnuda en la piscina. No hacían prácticamente ruido al
nadar.
Me emocioné. Fue como si fueran con muchísimo cuidado en
no
romper la armonía de la noche. De golpe me sentí ordenado, capaz,
y
limpio. Vuelvo a creer en la pareja. Por primera vez en siglos
…
Siempre he tenido la sensación de que las cosas se me escapan.
Lo
esencial, lo importante, los secretos de un día, de una noche
estrellada,
de una buena cena o película. Pero ahora, desde esta mañana,
desde
que he conocido a Herminia, todo es distinto. Siento estar en
la
frecuencia adecuada. A mi modo de ver, que sea prostituta
es
absolutamente secundario. Lo importante es cómo me siento
ahora.
Antes de entrar en casa, esta madrugada, una hermosa pareja joven
me
ha prestado fuego con una ternura y gentileza que por poco me
caigo
al suelo fulminado. Se habían quedado sin gasolina y
estaban
empujando su moto, pero se han desviado sin dudarlo para encenderle
el cigarrillo a un maldito vagabundo como yo. Luego, un coche del
semáforo, con el agua del limpia parabrisas a propulsión, forma un
arco equívoco sobre el asfalto despejado, y un motorista derrapa
frenando en seco para evitar colisionar con un autocar, clavando
sus ojos en los míos. Mi mecánica intuitiva reconoció las señales.
Fue un momento crucial en mi vida. Jamás lo olvidaré. A nuestro
alrededor una mujer tocaba la flauta para que un perro dejase de
llorar. Alguien comentaba que un muñeco de nieve le robó la cartera
a un ejecutivo, que un hombre inventó un lavabo retráctil, y que un
oso hormiguero montó un coche estacionado de la autopista al
confundirlo con una hembra. Todo esto en un segundo, a mi
alrededor, fue alucinante… Al
entrar en casa, me arrodillé en el recibidor y besé el mueble.”
“¡Brindemos por eso! ¡Brindemos con café americano!”
“¡Vamos!”
“Disculpen…”
“¿Y usted quién coño es? ¿Por qué nos mira todo el tiempo?
¿Se
cree que no nos hemos dado cuenta?”
“Sé lo que están planeando. Hace días que escucho sus
conversaciones. Me gusta lo que dicen. ¿Comprenden? Soy cliente
de
Timofónica y no lo soporto más. Quiero formar parte de esto.
Estoy
dispuesto a colaborar. Tengo un tubo dentífrico. Explota en
segundos.
Conozco a más gente que está dispuesta a entrar…”
“¡Qué bueno!”
“¡Muelas…!
“Lo siento…”
“¡De qué está hablando! ¿Usted quién coño es? ¿Qué quiere?
¿No
será policía?”
“Ya se lo he dicho. Quiero ayudarles a matar al presidente
de
Timofónica. Soy un buen tipo. No tendrán problemas.”
“Largo de aquí.”
“Les denunciaré.”
“No lo hará.”
“Lo haré. No tienen opción. Sé quiénes son. Sé dónde viven.” “¡Hijo
de puta!”
“¡Rodón, suéltalo! ¿Quieres que se entere todo el mundo?
Siéntate,
coño. Haz el favor. ¡Eh, tíos, los dos, sentaos, por el amor de
Dios!
¡Rodón! Así, buen chico. Coño tío, que la vas a cagar. No hablabas
de
mantener la calma. Pues vaya ejemplo. Venga, y usted pídase
algo,
tómese un café, hablemos, pero espere, le traeré una silla,
bonito
abrigo.”
“Me ha hecho daño en el brazo. Tiene suerte de que no le
denuncie.
Tiene suerte de que sea un buen tipo.”
“¡Qué demonios quiere?”
“Quiero ver cómo torturan al presidente de Timofónica, eso es
todo,
darle una patada en el trasero, quiero hacer historia.”
“Joooder…”
“A ver, Muelas… Calmémonos. Dios mío…¿Ha hablado de esto
con alguien?”
“Con nadie.”
“Ya veo… Deme su número de teléfono.”
“Tome, mi tarjeta.”
“Le llamaremos.”
“No les queda otra.”
“Un momento. ¿Por qué? Tiene que haber un motivo…” “Mi mujer calza
un 45. Le encanta el cine. Antes calzaba un 46. Lo
sé, es mucho. Pero no le huelen los pies, que digamos. Lo que
le
ocurre es que tiene una depresión, que es mucho peor. Llevamos
3
años con un engaño de Timofónica. No me apetece hablarles de ello
ahora, pero ya se imaginan, lo de siempre: unos ladrones, y a ella
le está afectando mucho. El gobierno les protege. Quiero darle un
buen puñetazo en la boca al presidente de Timofónica, eso es todo
lo que necesito. Si luego ustedes le quieren lanzar al mar, no se
lo recomiendo, pero hagan lo que crean conveniente. Bueno, ahora
tengo que irme, nos
veremos aquí…”
“Eh, eh, pare el carro, oiga. Tranquilo. A ver… Necesitamos
tiempo
para pensarlo bien. ¿Por qué deberíamos confiar en usted? No
le
conocemos.”
“Ya les he dicho lo que hay. Si no me aceptan, les denunciaré.”
“Rodón, este tío va en serio.”
“Está bien. Está bien. Tranquilo. A ver… Dios, esto es una
locura,
no me lo puedo creer. Bueno, el tema es el siguiente. Usted… A
ver.
Bien, hagamos una cosa, cuando le tengamos ya le llamaremos
para
que pueda venir y darle un buen puñetazo o una patada en el culo.
Con
los nudillos, si lo desea.”
“De eso nada. Quiero participar en el secuestro. Quiero volver
a
sentirme vivo. Quiero vivir con intensidad. No pienso ceder y
les
recomiendo que no intenten juegos raros.”
“Rodón, el colega podría llevar el coche. Esperarnos fuera, ya
sabes
…”
“Sí, sí. Está bien. Acabemos de una vez con esto. Vamos a
ver.
Dejadme respirar un poco. Uf. Bueno, la idea es llevarlo a un
lugar
secreto para las torturas y demás.”
“Lo sé y me gusta.”
“Cierto, nos ha estado espiando…”
“Así es.”
“Hay una serie de compras que hay que realizar, y ensayar
el
secuestro. Antes de la convención nos tomaremos unos días libres.”
“Me parece bien.”
“Sí.”
“Bueno, haremos una cosa. Tenemos que conocernos mejor.
Iremos
a cenar. Esta noche. Usted y yo. ¿Cómo se llama?”
“Pueden llamarme Calcetín A Rayas.”
“Demasiado largo.”
“Pues Rambo. Rambo me gusta.”
“Lo que usted quiera. Rambo me parece bien. Ridículo,
pero
funcional.”
“¿Por qué ridículo?”
“Da igual. Como le decía, cenaremos esta noche, quiero saber
con
quién me estoy asociando. ¿Está claro? Quiero asegurarme de que
no
es usted policía o algo por el estilo.”
“Perfecto, tengo todo el tiempo del mundo. Estoy en paro.” “Por mí
no sufras, Rodón, yo confío en ti, además, quería llevar
a
Herminia a Italia, enseñarle Roma. No ha estado nunca. Me
parece
bien, lo que digas me parece correcto, tío.”
“Pero antes, pasado mañana, todo el mundo aquí con las
compras
realizadas y el plan a punto para el día en cuestión. Bueno, quién
compra
qué …”
“Delicioso.”
“No se pase de listo, Rambo.”
“Compréndame.”
“¡Este tío me gusta, Rodón! ¡Tiene huevos! ¡Qué bueno! ¡Está
tan
loco como tú!”
“Yo no estoy loco.”
“¡No te jode! ¡Ni yo! ¡Qué cachondo…!”
“En fin, dejémoslo. Bueno, tomad … La lista de cada uno.
Sobre
todo, no habléis de este asunto con nadie. Nadie quiere decir
nadie. Todavía no comprendo por qué, pero confío en vosotros.
Supongo que
es lo que debo hacer. Una cosa más.”
“Qué…”
“He estado recibiendo cartas. ¿Alguien sabe de qué va eso?”
“No.”
“¡Sí, yo también he estado recibiendo cartas! Hablan de
delatarnos
a la policía y demás, ¿no?”
“Pues vamos bien…”
“La policía no envía cartas.”
“No lo sé, Rambo, depende. Quién sabe las tácticas que utilizan.”
“¿Y qué dicen las que recibes tú, Muelas?”
“Pues eso, que saben lo que estamos tramando. Tal vez
deberíamos
dejarlo. Todavía estamos a tiempo, si queréis.”
“De eso nada. Me he estado fijando y es imposible que nos
hayan
estado siguiendo.”
“Tampoco sabíais que yo os estaba espiando.”
“Cierto. Todo es posible, pero no lo sé, me da igual. Veremos
cómo
evoluciona eso. Será algún capullo. Tenemos que asegurarnos en
todo
momento de que nadie nos escucha o sigue.”
“Suena bien.”
“Sí, sí, Rodón, supongo que sí.”
“Pues venga, ahora todos a casa. Nos vemos el jueves. Y
contigo,
Rambo, esta noche en Harry’s a las nueve y media…”
“OK, hasta luego, ahí estaré.”
“¡Mucha mierda, Muelas!”
“¿El qué?”
“Es lo que se dice, tío.”
“No entiendo…”
“Mucha mierda… los actores, antes de salir al escenario,
¿pillas…?”
“No, tío, no. ¿De qué te ríes?”
“De nada, tío, de nada, se llama sentido del humor…” “Pues no tiene
gracia.”
“¿Pero a ti qué te pasa ahora?”
“Que no te pases de listo. ¿Vale?”
“Que ya está tío, que no me estoy riendo. Era cachondeo …” “Más te
vale. No me gusta que me toquen los huevos.” “Chicos, dejadlo ya.
Ya está. Esto es absurdo.”
“Pues a mí no me da la gana de que se mofen de mí. Una risita
más
y me largo.”
“Muelas, pero qué te ocurre, tío.”
“Que no me da la gana que se cachondeen más de mí, me he
cansado, ¿está claro? A partir de ahora soy un tipo serio, alguien
a
quien debéis respetar. Estoy a punto de empezar una nueva vida en
la
que, si os soy sincero, todo esto no termina de encajar. Quiero
vestir y
hablar bien. Quiero ampliar mi vocabulario. Quiero tener hijos y
plantar
un árbol, ese es el tipo de cambio al que me refiero. Voy a empezar
una
nueva vida besando una rosa y no quiero risitas. Me joden las
risitas en
este punto de mi vida. ¿Está claro? Vale ya de risitas. Te estás
riendo
ahora, ja, ja, ji, ji, la, la, la, vale, guay, sé de qué va eso,
mira cómo me
rio yo también, jaaaaaaaaaaaa, ja, ja, ja, gua,varlstsd…”
“Muelas, es patético, estoy flipando, parece que la putita esa te
ha
estado tocando bien la flauta…”
“¡Te voy a…!”
“¡Eh tíos! ¡Dejadlo ya! ¡Rodón…! ¡Muelas, suéltale! ¡Que está
de
guasa, coño! ¡Basta! ¡Basta, por el amor de Dios! ¡Os está
mirando
todo el mundo! ¡La vais a cagar! Vale. ¡De qué coño os peleáis
ahora!
Vale ya, o es que lo queréis echar todo a perder. ¿Me oís? Parecéis
dos locos. Dejadlo ya o la vais a cagar, os lo digo, aireaos un
poco, joder, tíos, dejadlo para mañana. Así. Eso es… Bien… Buenos
chicos…
Madre mía, se diría que me necesitabais.”
“Vale, vale, Muelas, coño… Tiene razón, he perdido los papeles.
Lo
siento, siento haber todo dicho eso, serán los nervios,
concentrémonos
en el plan.”
“Va, Muelas, suéltalo, deja que se vaya. Muelas… Suéltalo.
Así.
Eso es. Vamos, déjale ya. Eso es… así me gusta. Todo en orden.
Aquí
no ha pasado nada. ¿Vale? Vamos a olvidar esto. Venga, nos
vemos
esta noche, Rodón. Esta noche charlamos y comprenderás por qué
me
necesitáis. Verás que sin mí no lo habríais conseguido, y ahora,
adiós,
venga, va, andando …”
“Bueno. Espero que el Muelas de los cojones no se retrase mucho
más. La convención acaba de empezar y tenemos que cambiarnos en la
furgoneta y prepararlo todo. ¿Qué tal lo llevas, Rambo? Te
portaste
muy bien la otra tarde, tengo que decírtelo, en la cafetería.”
“Bueno, estoy acojonado, pero bien, bien.”
“Ahí está el Muelas. ¿Con quién viene? ¡No! Ha venido con
la
chica… “
“¿Qué chica?”
“La prostituta. La madre que lo parió…Ya está aquí…Muelas,
tío,
pero qué haces…”
“Hola equipo… ¡Buenos días! ¡Qué mañana más maravillosa!
¡Nos
hemos tomado un croissant buenísimo en una
boulangerie! “Muelas…”
“¡Qué pasa!”
“¿Qué pasa? ¿Tú qué crees que pasa? ¿Por qué llevas puesto
el
uniforme de limpieza? Vas a levantar sospechas. Y ella qué
hace
aquí.”
“Pues lo mismo que tú y que yo y que él. La he puesto al día y
está
dentro.”
“¿Dentro de qué?”
“De esto, de matar al corto ese…”
“Aquí nadie va a matar a nadie.”
“Pues mejor, hombre, ¿lo ves, Herminia, mucho mejor, no le
vamos
a matar? Bueno, os presto, perdón, quería decir, os presento
a
Herminia.”
“Hola, yo soy Rambo, aunque no es mi nombre auténtico.” “Muelitas me ha hablada mucha de ustedas. Son hombres como
enmi país, muy fuerte y viril.”
“Viril, sí… ¿Pero qué coño dice? No hablarás en serio, Muelas. No podemos asociarnos con una puta. No podemos continuar cambiando las cosas de este modo cada minuto que pasa. Aquí estamos temblando tío…”
“No hay nada que hablar. Quiero que me acompañe
en todo.” “¿Para qué?”
“No os lo queríamos decir todavía, pero en fin, ha escapado del
prostíbulo y el chulo, como comprenderás, la
estará buscando.” “Ah, perfecto, o sea que ahora nos persigue un
chulo.” “En realidad, dos, creo, o tres, no está muy
claro.”
“¡Genial! Me encanta.”
“No empieces a exagerar.”
“¿A exagerar? ¡No te jode! ¡Voy a desmayarme, eso es lo que va
a
pasar! Pero, ¿sabes qué? no hay tiempo para esto, que la chica espere con Rambo en la furgoneta. Vamos, hay que moverse.”
“Así me gusta, Rodón, con buen ánimo. Ahora vuelves a gustarme. Ven aquí colega… dame un abrazo. ¿Somos amigos o no? Va, ven aquí. Abracémonos de verdad, tío…”
“Joder, tío, ya te vale… Venga, ya basta de mamonadas… Uhhh, que me aprietas, tío. Venga… Un minuto y salimos. ¿Listo para la acción de verdad? Recuerda, calma y la cabeza bien fría. Bueno, ¿ves allí?”
“Sí.”
“Pues al partir la esquina se halla la entrada
de servicio. Es por donde entraremos.”
“’Se halla la entrada del servicio…’’ ¡Lo ves! Quiero aprender a
hablar así.”
“Vale, perfecto… Venga, toma, aquí tienes el pase, tan pronto como
salgamos con el carro de limpieza, vosotros lleváis la furgoneta al
parking y esperáis en economato, en la
plaza 27. Está señalizado. ¿Vale, Rambo? No hay pérdida. Sed
discretos. El carro de limpieza está listo, lo sacaremos rápido y
entramos. ¿Lo tenemos todo?”
“Sí, Rodón, aquí está, Herminia me ayudó, el letrero, el
inmovilizador… Espera, solo queríamos deciros que nos hemos
prometido en Italia.”
“Felicidades.”
“Sí, eso, felicidades, Muelas. Me alegro, de veras, me alegro mucho
por ti, pero en marcha, coño. Luego lo celebramos.”
“Bueno, Muelas, empieza la acción. Vamos hacia la puerta de
servicio.”
“¿Por dónde es?”
“Sígueme. Es ahí.”
“¡Vaya ambientazo!”
“Sí, pero mejor para nosotros. Más lío, menos tiempo para control.
Vale, es ahí. Sobre todo, actúa con naturalidad. Ahora eres
personal de limpieza, recuerda, hay que entrar en el
papel.”
“¡Mucha mierda!”
“Eso, mucha mierda, Muelas… Jolín, tío.”
“¿Qué?”
“Menuda facha llevas con ese uniforme. Pareces un paje.”
“Ya.”
“En fin, tú encárgate del cenicero ese de al lado de la puerta,
¿ves ahí? Esos tipos fumando. Yo me encargo de aquella papelera y
luego entramos con toda naturalidad.”
“Hecho. Voy para allá.”
“Venga, va…”
“Caballeros, buenos días, necesito vaciar el cenicero ¿me permiten
por favor? Hay… ¿Saben que fumar reduce la potencia sexual? Va en
serio. ¿De qué se ríen?”
“Muelas, deja en paz a los señores. Ustedes disculparán, es un
bromista. Venga, que nos quedan tres papeleras para acabar. Buenos
días tengan…”
“¡Ya estamos dentro! ¡Me tiembla el cuerpo entero! Vaya subidón. No
veas…”
“¡Esto es de puta madre!”
“Muelas, debemos disimular… Mira, ¿ves? La cena es en la sala más
grande, aquella de allí. Los servicios están ahí, ¿los ves? Son los
del vestíbulo, ahí y ahí, ¿ves? Tú te meterás en el izquierdo una
vez haya entrado el presidente de Timofónica, y, después de haber
colgado el letrerito de averiado, yo me quedaré limpiando allí para
desviar a la gente hacia el otro servicio. Entonces habrá que
moverse rápido. Recuerda, cuando se esté lavando las manos, le
pegas la descarga, vuelves a asomarte para darme la señal y entro
yo con el carro de limpieza. Lo cargamos en el carro y, con
cuidadito y muchísima naturalidad, nos lo llevamos al garaje.
Tenemos una hora aproximadamente antes de que se despierte, es lo
que dura el somnífero. Piensa que este lugar está lleno de guardias
de seguridad. Todos esos tíos de negro con auriculares, ¿lo ves?
Fíjate. Así que en marcha, de momento a esperar por aquí hasta que
empiece la comida…”
“Joder, tío, no lo sé, me voy a mear de miedo.”
“Es pan comido. Piensa en los cien mil que ya tienes en el banco y
el resto que te espera. Piensa en Herminia.”
“Vale. Bien. Tienes razón, los cien mil, es cierto… Pensaré en
Herminia, en sus muslos delgados y sus pechos turgentes como bollos
de crema y azúcar.”
“Eso es…”
“¡Coño, que es él!”
“¡La madre…!”
“En marcha.”
“Sí, sí.”
“¡Al baño! ¡Corre!“ “¡Cálmate, Muelas! ¡Cálmate por Dios! ¡Tienes
que entrar en razón! ¡Ha salido todo bien! ¡Tenemos al tío! ¡Qué
coño te pasa! ¡Cálmate!”
“¡Cómo quieres que me calme! ¡Se nos va a caer el pelo por esto!
¡Acabo de darme cuenta! ¡Hemos perdido la cabeza! ¡Acabamos de
meter al puto presidente de Timofónica en un puto carrito de
supermercado, como si saliéramos del Caprabo después de haber hecho
la compra! ¡Es una locura!”
“¡Muelas! ¡Escúchame! ¡Muelas! ¡Ahora no hay tiempo para
debilidades! ¡Me oyes! ¡Reacciona! ¡Haz el favor! ¡Le vamos a
llevar al local y luego nos relajamos, tío! ¡Me escuchas! Ven,
vamos, sígueme, no te detengas, piensa en el aroma de esa
rosa.”
“¡Dios mío…! Vale, vale. Está bien… Dios mío, sí, sí, tío, la estoy
oliendo y huele muy bien, sí, sí, ¡oh qué bien huele…!”
“Así me gusta, y ahora vamos a bajar al parking en ese montacargas,
¿vale? No te pares, así, eso es, venga, vamos…”
“¡Espera! ¡El cartel! Hay que sacarlo…”
“Deja el cartel. El cartel se queda donde está. Será mejor así. ¿Me
escuchas? Estaba planeado. ¿Lo entiendes? Así tardarán más en
descubrirlo todo. ¿Vale? Así me gusta. Venga, vamos allá.
Respira…”
“Me has utilizado.”
“Muelas, coño, luego hablamos…”
“Te has aprovechado de mí. Me has arruinado la vida… ¿Por qué
tuviste que meterme en esto?”
“Muelas, te lo digo, tenemos que salir de aquí ya o esto se va a
poner muy, pero que muy feo.”
“Te has aprovechado de mí… ¡Dios, qué voy a hacer! ¡Mi vida ha
concluido…!”
“No seas nenaza…”
“Bueno, será mejor que nos larguemos, tienes razón, vámonos de
aquí, vale, vale, perdona, perdona, es cierto.”
“¡Que ha pasado! ¡Cómo ha ido, tíos!”
“¡Arranca, Rambo!”
“¿Lo tenéis?”
“Sí.”
¡No jodas!”
“Pues claro, quién coño te crees que hay en el carro. ¿Tu madre o
qué?”
“¡Arranca, Rambo, coño! Pero no vayas rápido o sospecharán, con
tranquilidad, como si fuéramos operarios perezosos de vuelta a
casa. Le acabo de inyectar el somnífero pero no estaremos a salvo
hasta que salgamos de aquí. ¡Por ahí! ¿Lo ves, Rambo? ¡Va, tío,
muévete!”
“¡Me cago…! ¡No me lo puedo creer!”
“¡Sí, tíos, ya es nuestro! Ese es el ruido que me gusta, el del
motor de esta vieja y sucia camioneta, bien, Rambo, por este carril
y luego sigues por ahí. Ahora calmémonos o la vamos a
cagar.”
“Herminia, amor mío, te quiero.”
“Yo tambian, Muelas…”
¿Te lo había dicho antes? Creo que no… Un momento, ¿qué ocurre
aquí…? Estás sudada, ¿a qué hueles? Huele a sexo… Y ¿qué hace el
Rambo tan sonriente? ¡Qué miras tío! ¿Que habéis estado haciendo en
la camioneta?
“Nada.”
“¡Y una mierda, nada!”
“Carriño… Me ha ofresido dos cientas euros y
el dinero poder ir bien parra boda…”
“¡Noooooo! ¡Hijo de puta! ¡Habéis echado un polvo en la camioneta!
¡Es inconcebible! ¡Aquí! ¡En este garaje! ¡Bajo el fluorescente
oscilante, encima de esa marca de aceite accidental! ¡Mientras
nosotros nos jugábamos el pellejo! ¡Estoy flipando!”
“¡Basta, Muelas!”
“Rodón, tío.”
¡Te lo juro que la cagamos si no te callas! ¡Te juro que nos
encarcelan a todos!”
“Carriño, dijimos que…”
“Sí, ya sé lo que dijimos, amor, pero delante de mis narices… Y con
este impostor. Esto no puede estar ocurriendo. ¡Señor…! Lo siento,
es que a veces olvido que eres, en fin…Ya sabes. Está bien, ven
aquí, pequeña, ven aquí, amor mío, tranquila, dame un beso, bueno
ahora no, mejor más tarde.”
“Lo siento, Muelas, es que pensaba que…”
“Hablamos luego, Rambo…”
“¡Silencio! Por ahí, por elparking de
clientes, hay que esquivar el control de logística. Es tan fácil
como ir por el otro lado y pedir por el interfono que nos abran.
Decimos el nombre de la empresa, y en principio no habrá problemas.
A ver si funciona, si lo conseguimos… estamos fuera.”
“¡Bueno, ahí le tenéis, maniatadito en calzoncillos en la maldita
habitación de al lado, quién lo diría, en este viejo y sudoroso
almacén! ¡Vaya subidón! ¡Qué placer! ¡El puto presidente de
Timofónica! ¡Esto hay que celebrarlo! ¡Pero antes, a comer algo!
Son las siete, pero me muero de hambre. A cambiarse. Conozco una
tasca genial, buena música y comida.”
“Estás loco, Rodón. ¿No hablarás en serio?”
“No hemos comido nada en todo el día. Hay que comer. Nunca había
tenido tanto apetito. Especialmente beber algo. Con la dosis extra
de sedante que le acabo de poner va a dormir horas.”
“Pero ¿y si entra alguien?”
“Esto es una nave industrial, nadie más que yo tiene acceso a ella,
es mía y no nos han visto entrar. Venga, a por unas birras. Ponerle
pienso al capullo, que tenga algo que comer cuando se levante, tú
mismo, Rambo. Empieza la acción, me muero de ganas…”
“¿Cuál le pongo?”
“¿Cómo que cuál le pongo?”
“Compré uno ecológico y otro normal.”
“Y yo qué coño sé, tío, no fastidies, el que sea.”
“El ecológico le sentará mejor, ¿no? Le hará menos daño. ¿Qué pasa?
¿Qué miráis, tíos? A mí no me digáis, yo que sé…”
“En fin, a cambiarse, tomad, vuestra ropa…”
“¡Joder tíos, estoy vibrando! ¡Soy un puto contrabajo humano! ¡Has
visto, Herminia! Tenemos al puto presidente de Timofónica atado a
una cañería en calzoncillos comiendo pienso. Es monumental. Todavía
no me lo puedo creer. Cariño, amor mío, dime que todo va a salir
bien…”
“Clarro, amorr, perro ti has puesta la
camiseta delrevés.”
“Vaya. ¿Y tú de qué te ríes, Rambo?”
“Se te ha caído, al descargarlo de la camioneta, se te ha caído al
suelo el presidente de Timofónica. Es buenísimo.”
“Y tú le has soltado de golpe cuando le desnudábamos.”
“Pesaba como un muerto. Espera, ¿de quién son estos pantalones?
¿Son tuyos, Muelas?”
“Sí, sí… Rodón, y a ti ya te vale, casi te metes solo en el
montacargas y me dejas colgado…”
“Había que moverse.”
“Bueno, le hemos pillado a la segunda, no está nada mal. ¿Sabes lo
que estaba haciendo? El colega se estaba peinando las pestañas. No
lo había visto hacer nunca.”
“¡Qué caña! ¡Qué grandes sois!”
“Bueno, ¿listos? Ah, el temporizador de la luz. Hay que activarlo
ya para que se encienda y se apague cada dos segundos. Quiero que
el capullo empiece a flipar cuando se despierte.”
“Tíos, ¿le vamos a matar?”
“No lo sé, Muelas, ¿vosotros qué creéis? No sé. Ya lo decidiremos.
¿Estáis ya?”
“¿No tendrá frío en calzoncillos?”
“Joder, Rambo… el tema es que sufra.”
“Vale, vale. A ver, el temporizador. Cómo iba esto… Venid. Ya
veréis. Vamos a enchufarlo… Vamos allá. Vamos a ver. Esto va así…
¡Ah!”
“¡Coño!”
“¡Qué susto!”
“¿Qué ha pasado?”
“Ha explotado el aparatito este.”
“Sale humo.”
“¿De dónde?”
“Del temporizador.”
“Espera, sácalo y enchúfalo al revés. Mi padre me enseñó este
truco. Ya verás… ¡Ah!”
“¡Ole! ¡Ahora explota la bombilla! ¿No hay otra luz?” “Tranquilas,
nenas, era una bombilla vieja. Tengo otra.” “Coño, se ha
movido…”
“¿Quién?”
“El capullo.”
“¿Ah sí?”
“Estará sobando…”
“A ver…”
“¡Sí, sí! ¡Pero se mueve!”
“Dejadlo en paz. Espera, ya verás. Apaga, toma, probaremos con esta
bombilla…”
“Rambo, vuelve a enchufar el temporizador.”
“¿Qué es el temporizador?”
“Coño, tío… ¿Va en serio?”
“Ah, el temporizador, sí, sí, sí…”
“Un momento… Ya está.”
“¿Sale humo?”
“¿Eh?”
“Que si sale humo…”
“¿Tú hueles algo?”
“Yo no veo nada.”
“Vamos a probar. Apartad, por si acaso…”
“¡Eureka!”
“¡Ahora!”
“¡Bueno…!”
“Joder, qué incomodo. ¿Lo vais a dejar intermitente así todo el
rato?”
“A que es bueno…”
“¡Es la polla!”
“¿Listos? ¿Nos podemos ir ya, por favor?”
“Está bien, está bien, vamos, vamos.
“¡Qué cachondo estar ahora aquí en esta tasca de
repente!”
“¡Ya ves!”
“Vaya ambientazo, ¿no?”
“Este lugar mola… Menudo barullo. Cuánta gente joven. ¡Da
gusto!”
“Es guapa la barra, ¿eh? De madera. No quedan muchas barras de
madera en la ciudad. Lo que además me gusta de esta, es lo larga
que es, fijaos, y la música está fuerte, pero entra muy bien porque
es buena. Ahora, lo mejor de todo es lo condenadamente fresca que
está esa maldita cerveza. ¡Ua! ¡Qué gusto!”
“¿Dónde está el servicio?”
“Al fondo, Rambo. Venga tío, que eres un crac. ¡A beber, a beber y
a celebrar! ¡Hemos hecho historia!”
“Me voy a fregar las pelotas, como decía el tío ese…”
“¡Eso es! Y tú Muelas, ¿cómo lo llevas? Te dio una movida,
¿no?”
“La verdad es que relajado me gustas más, tío. En fin…”
“¡Ven aquí tío! ¡Lo tenemos! ¡Tenemos a un gran chorizo! ¡Herminia,
ven aquí tú también! ¡Ven aquí, hermosa! Quiero que sepáis que me
alegro mucho por vosotros y que os deseo toda la felicidad del
mundo. ¡Brindemos por eso! ¡Y por el Brekelmans ese, que en el
fondo tenía mucha razón!”
“¡Vaya, mirad al Rambo! ¡Bailando detrás de la nena esa! ¡Qué
rápido el tío! ¡Cómo se mueve el cabrón! ¡Se ha bebido la cerveza
de golpe y mirad qué sonrisa el pájaro! ¿Por qué señala al altavoz?
¿Qué es lo que dice? ¡Ah! ¡La canción! ¡Claro, sí! ¡Es la del
anuncio de Timofónica! ¡Qué bueno!”
“¡Es verdad! ¡A bailar! ¡A bailar todos!”
“¡Herminia, amor mío, te quiero, te lo prometo, después de esto
empezaremos nuestra nueva vida! ¡Ahora a bailar! ¡Vamos con Rambo y
Rodón! ¡Me encanta esta tasca! ¡Mira al Rodón! ¡Qué marcha el
malvado! ¡Se ha vuelto loco! ¡Como se mueve el tío! ¡Qué risa!
¡Pero míralo! ¡Se ha puesto cachondo!”
“Chicos, ya está en las noticias, me lo acaba de decir esa
chica.”
“¿El qué, Rambo?”
“¡Qué va a ser! La desaparición del presidente de
Timofónica.”
“Coño…”
“De momento solo la radio, pero la noticia pronto abrirá los
informativos. No tienen sospechosos.”
“Voy a decirte algo, Muelas, necesitaba una buena marcha como esta.
Guapa la tasca, ¿eh? En fin, cuando llegue Rambo de La Rambla con
las palomas, empezamos de una vez. ¿Alguien le ha recordado que
compre la gallina? Bueno, ¿entramos a ver qué hace el capullo? Tú
solo, Muelas, la chica se queda aquí.”
“Cielo mío, tú espera aquí…”
“A mi mi da igual… ¿Pero poniís lus pasamuntanias?”
“Ah, sí…”
“Es verdad, eso es, venga, ahora sí. ¿Vamos ya Muelas?”
“Pa dentro.”
“Vamos a ver…”
“¡El colega está despierto!”
“No se mueve un centímetro.”
“Vaya pinta, parece que lleve pañales.”
“Joder, esto es buenísimo. Eh, ¿qué está diciendo?”
“Quiere hablar. Pues va a ser que no, y no hace falta que suplique,
amigo, la fiesta acaba de empezar.”
“Mira, acaba de llegar el Rambo.”
“Dile que pase.”
“Pasa, Rambo, aquí…”
“¿Dónde? Ah… ¿Qué tal, tíos? Vaya ambientazo en La Rambla.
¡Coño!”
“¡Qué, a que mola! Míralo… ¡Ja, ja! Deja ahí las palomas, tío, ¿has
comprado la gallina?”
“Sí, sí. No veas…”
“¡Cojonudo!”
“¿Qué hacéis?”
“A ti qué te parece…”
“Me refiero a qué vamos a hacerle al capullo.”
“Pues le hemos atado a la silla, para la tortura de las palomas.
Pero primero quiero comprobar el sensor de decibelios… A ver si
funciona correctamente. A ver, Rambo, coge algo y pínchale. A ver
si se enciende la descarga cuando grita. La idea es untarle la piel
con comida, pan y gusanos.”
“¿Va bien con un mechero?”
“¿Un mechero pincha?”
“Un momento, a ver…”
“Es igual, pellízcale.”
“No sé…”
“Tíos, le estáis acojonando…”
“¿Pero no se trataba de eso?”
“¡Pínchale, coño!”
“Me da cosa, tíos, yo que sé …”
“Pues pégale una hostia o arráncale un mechón de pelo, métele un
dedo en el ojo, lo que sea.”
“Ya va, ya va …”
“Rambo, haz que grite, coño.”
“Vamos a tener que aguantarle, si sigue moviéndose así se va a
caer.”
“¡Joder…! ¡Parecéis dos capullos!”
“¡Es que no te explicas, tío! ¡Yo qué sé!
“Rodón, un momento. Habla, explícate…”
“¡No quiero! ¡Sois la hostia!”
“¡Deberíamos organizarnos mejor!”
“¡Pero si no hay nada que organizar! Es el Rambo este.”
“¡No me da la gana de cargármelas por nada!”
“Un momento, vamos a comprobar si el sensor funciona y pega bien la
descarga eléctrica.”
“Y luego ¿qué…?”
“¡Basta!”
“¡Mira, funciona! ¡Ya verás, vuelve a gritar ‘basta’!”
“¡Aaaaaah!”
“¡Ja, qué bueno! ¡Cómo se retuerce!”
“¡Basta!”
“Aaaaaaahhh!”
“Ja, ja, ja!”
“¡Coño!”
“¿Qué pasa?”
“¿Habéis oído? Han llamado al timbre.”
“Yo no he oído nada…”
“¡Callad, silencio!”
“¡Ya ves…! ¿Quién será?”
“Hay que ir a ver…”
“Son mis chulos. Un amiga di elios mi ha visto
in la tasca. Ya mi lo ha paresido. Lu sabía.”
“¡Pues gracias por avisar!”
“¡Mierda!”
“¡Qué hacemos!”
“Hay que largarse. Rápido y en silencio. Muelas, cierra la
habitación del capullo con llave y larguémonos. Tenemos que
quitarnos a estos de encima, si es que son los chulos, Va id a
ver.”
“Pero…”
“Hacedme caso, si son los chulos, dejamos aquí al capullo con las
palomas sueltas y, cuando despistemos a estos, regresamos. Lo
último que necesitamos es a la policía por aquí. Rambo, ve a la
puerta y pregunta qué quieren. Yo abriré atrás y si son ellos subís
y nos largamos …”
“¡Voy…! Joder, tíos… ¡Buenas tardes! ¿Hola? ¿Qué desean?”
“Buscamos a Silvia.”
¿Silvia…? Se equivocan. Aquí no hay ninguna Silvia. Esto es una
imprenta. Gráficas Buen Día. ¿Quieren un presupuesto?
¡Coño!”
“¡Disparos!”
“¡Subid, vamos…! ¡Hay que largarse! ¡Vamos, vamos!” “¡Ya ves, tío!
¡Estos cabrones no nos van a dejar en paz o qué!”
“¡Métete en la autopista, Rambo!”
“¡Qué bueno! ¡Estoy flipando!”
“Ya, Rambo, pues mejor que empieces a acojonarte un poco porque, si
nos pilla la pasma, acabaremos en una celda con un tío con aspecto
de mamut dándonos por el culo.”
“Tíos…”
“Muelas, tranquilo o entregamos a Herminia… Silvia,
perdón…”
“¡De eso nada…! Herminia, ¿qué podemos hacer…? Piensa
algo…”
“Dinerro… Ofresédles dinero.”
“¿Cuánto?”
“Cincuenta mil.”
“Está bien. No hay tiempo para pensar.”
“Tíos, ¿dónde se han metido?”
“¡Los tenemos al lado! ¡Agachaos!”
“¡En el carril derecho! ¡Métete en el carril derecho!
Métete
ya!”
“¡Aaaaah!”
“¡Jooooooder…! ¡Nos vas a matar!”
“¡Toma ese desvío, el de la otra autopista!”
“¡Vale, vale!”
“Nos siguen, pero han aminorado. ¿Qué estarán tramando?”
“¿Dónde estamos?”
“En la Bisbal.”
“Hay que buscar un pueblo más pequeño.”
“Pals, está cerca…”
“¿Cuántos habitantes tiene?”
“Ni idea, pero es pequeño.”
“Pues vamos hacia allí.”
“¿Qué estás tramando, Rodón?”
“Ya veréis.”
“No en serio, Rodón, qué coño estás tramando, tío.”
“Un segundo. Ahora, para.”
“¿Aquí? ¿En medio de la carretera?”
“Sí, ponte a un lado.”
“Pero si aquí no hay nada. Solo el arcén y la noche. Quiero decir
que nos van a ejecutar…”
“Joder con el poeta del Muelas, pareces un poeta, tío. ¡Que
detengas el coche, Rambo, para ya!”
“Madre de Dios…”
“Esto es una locura, Rodón, tío, nos van a agujerear el
culo…”
“Muelas, está todo controlado. Les pagaré. ¿Vale? Voy a pagarles
una pasta para que nos dejen en paz. Punto. Final del problema. Me
da igual, voy a cobrar un millón en dos semanas, qué más dan
cuarenta o cincuenta mil menos.
“Ya hablo yo con ellos… para de una puta vez y quedaos dentro del
coche. ¡Venga!”
“¡Está bien, joder! ¡Está bien!”
“Muelas, tu camiseta…”
“¿Para qué…?”
“Para utilizarla de bandera blanca.…”
“Ten cuidado tío…”
“¿Quieres la navaja?”
“No.”
“¡Suerte, tío, suerte!”
“¡Vaya par de huevos!”
“Cuitato, son asisinos. Dispararán si no habla
bien…” “En ese caso estamos salvados…”
“¡Qué ha pasado! ¡Qué has hecho, tío! ¡Cómo te los has toreado!
¡Eres un campeón!”
“Arranca. Nos seguirán hasta el siguiente pueblo. Nos hospedaremos
todos en el mismo hotel y mañana por la mañana les pagaré. Les he
dado dos mil en efectivo. Mañana iré al banco, les daré cuarenta
mil, nos dejarán en paz y regresaremos a la nave para continuar con
las torturas. Bueno, más bien para empezar, porque de momento está
siendo un maldito desastre. Nos vigilarán de cerca, pero les he
dicho que escondan las pistolas, que si la cagan se quedan sin
pasta, que no queremos llamar la atención, que estamos metidos en
algo importante. Tengo hambre. ¿Tenéis hambre? ¿Habéis oído eso? Ha
sido mi estómago.”
“¿Y Herminia? ¿Quedará libre?”
“Básicamente. Y debería descontarte la pasta de tu parte, aunque
por ahora busquemos un buen restaurante en Pals y a relajarse,
tíos, que nos tenemos que relajar. Es importante.”
“Joder, Rodón, estoy flipando… ¿Cómo lo haces?”
“Tranquilo, Muelas…”
“Va, Rambo, ven aquí, tío, muy bien, lo estás haciendo muy
bien.”
“¡Tú eres el puto crac! ¡Estoy vibrando! ¡Soy un puto contrabajo
humano! ¡Tocadme y oiréis música! ¡Esto es lo más alucinante que he
hecho en mi vida! ¡Cantemos unblues!”
“Estás chalao tío…”
“En serio… El de Zeppelin… ‘I’ve been working
since seven…’”
“Estáis todos locos…”
“No empecemos con el tema de quién está loco aquí…”
“Rambo, déjate de cantar. Déjate de hostias… Herminia, ¿estás bien,
amor mío? ¿Cómo lo llevas?”
“Buono, bien… si mañana
soy libre todo bian. Tengo miedo de ellos, son unas
asesinos.”
“Tranquila cariño, todo irá bien… Mirad, es el pueblo,
Pals.”
“Bien, un banco en la esquina.”
“Pues aparquemos, ¿no? Y buscamos un buen restaurante. Pago yo. Son
las doce pero no habrá problema, ya veréis.”
“Esto es la Costa Brava…”
“Mirad, un motel…”
“Escuchad, ¿y si se les va la pelota a los chulos esos?”
“Si nos comportamos con tranquilidad todo irá bien. Hay que empezar
a pensar en deshacerse de la furgoneta. Nos pueden haber visto.
Regresaremos a Barcelona en tren.”
“Buena idea.”
“¿Alguien sabe cómo se borran las huellas dactilares de un
volante?”
“Supongo que con algún tipo de detergente.”
“Con un trapo y basta…”
“Buenas noches, caballeros. Soy la dueña de este increíble
restaurante. Mi pelo es largo y pelirrojo, pero no existe un rojo
tan natural como el mío en todo el país. El vestido lo compré en un
todo a cien y se lo confieso con orgullo porque es el único todo a
cien que hay en el pueblo. ¿No es genial …?Bienvenidos a mi casa,
hoy celebramos una fiesta en honor al rapto del presidente de
Timofónica. Mi hijo Braulio servirá copas y helados con palmeritas.
Ha venido Sir David Glethans, y Anton Hoffman, una eminencia de la
medicina. Es ciego, pero el año pasado descubrió una importante
vacuna, ahora no recuerdo cuál exactamente. Son ustedes un grupo
muy variopinto y divertido de aspecto, pero, por favor, a qué se
dedican, de dónde vienen…”
“Somos paleontólogos, eso es, andamos tras la pista de un Australopithecus. Nos encanta su casa… ¿Verdad,
Rambo?”
“Si. Deje que le diga, señora, y tiene usted una gran melena.
Quiero decir que es todo muy cálido, así con las lamparitas en las
mesas y el patio y esa terraza tan veraniega de ahí atrás. Yo
llevosandalias, ¿hará frío?”
“Creo que no… Aquí nunca hace frío. Paleontólogos… Qué interesante.
Por favor, quédense a la fiesta, esta es su casa, son ustedes un
grupo muy alegre. ¡Feliz noche…! ¡Feliz madrugada! ¡Feliz
momento!”
“Hasta luego, señora…”
“Por supuesto que vendremos.”
“Gracias…”
“Ya veis con la pava…”
“¿De qué iba el rollo ese de la melena, Rambo, tío…”
“Yo qué sé, estaba improvisando. Anda, que la movidita del
Australopithecus…”
“¿Qué podía a decir? Me ha pillado en bragas. Es lo primero que se
me ha ocurrido.”
“O sea que esta noche seremos paleontólogos.”
“No te fastidia… ¿Y Herminia quién es, la putita de Tutankamon?”
“¡Eh, sin pasarse!”
“Tranquilo, Muelas, la chica no se ha enterado, pero, ¿para qué se
pinta ahora los labios ahora?”
“No os metáis con Herminia, os lo juro, os avisé con lo de las
risitas. Sonará muy cursi, pero Herminia es el amor de mi vida. Es
una mujer buena y sensible. Es una flor, en realidad. ¿Sabéis lo
que ha hecho por mi esta mujer?”
“¡Afinar tu corneta!”
“¡Jaaaaa!”
“¡Cantar bien por tu micrófono!”
“¡Ja, ja, ja, ja!! ¡Qué bueno!”
“¡Qué típicos sois!”
“Vale, ya basta, dejemos al Muelas en paz, ven aquí, chaval, que en
el fondo eres el más afortunado de todos, estás enamorado y os va
bien, venga chicos, vamos a brindar por Muelas y
Herminia…”
“Si lo prefirís vuy a hablar con mis chulos
allí, os sacudirán como felpudos…”
“No, no, perdona, Herminia, perdona, tienes razón, basta ya de
cachondeo. Somos unos brutos. ¿Qué quieres? ¿Qué te apetece tomar?
¿Quieres un cóctel?”
“Pues sí, mi apitece una buena dosis di
alcohal.”
“Ya habéis oído a la chica, venga, Rambo, avisa al camarero de una
vez…”
“Lo mejor, hasta ahora, lo de la fiesta que nos han montado sin
saberlo.”
“Sí, tío.”
“Impresionante…”
“Es cojonudo.”
“Ja, ja.”
“Venga, ahora brindaremos.”
“Bueno, esta fiesta nos ha venido genial. Quería aprovechar el
ambiente distendido para hablaros relajadamente sobre el plan de
vuelta, sobre el asunto de la camioneta. ¿Os parece?”
“¿Crees que el tío todavía estará allí?”
“¿Quién?”
“El capullo…”
“No puede escapar, tiene pienso y agua …”
“Creo que nos hemos pasado un poco.”
“No seáis nenazas. Estamos yendo fuertes, eso es todo.”
“Los chulos esos no nos quitan el ojo de encima. Miradles, pero si
además son dos mierdas.”
“Dejadles en paz, venga, va, primer brindis de la noche por los
secuestradores del presidente de Timofónica.”
“¡Eso es!”
“¡Bravo!”
“¡Por ellos!”
“Chicos, yo me largo, estoy agotado. ¿Qué le pasa al
Muelas?”
“La chica… Rodón, se ha enrollado con algún tipo.”
“¿Cómo que con algún tipo…? Bueno, ¿qué os pensáis que hacía cada
vez que iba al lavabo con uno? Se está forrando, eso es lo que está
pasando, Muelas, tío, es que también me haces gracia…”
“No lo sé, tío, no lo sé, yo no he visto nada, pensaba que era la
regla, que tenía el periodo, ya sabes …”
“¿Pero qué ha pasado? ¿Con quién se ha enrollado, Rambo?”
“A ver, se ha tirado a uno de los chulos, se la ha chupado al
biólogo y le ha hecho una paja al jorobado, al hijo de la
dueña.”
“Habéis bebido demasiado. Esta fiesta se ha desmadrado. Me largo.
Muelas, tío, ¿cómo puedes ser tan inocente?”
“¡Se la ha chupado al jorobado, tío! Esto es una mierda… Herminia,
tienes que dejarlo ya cariño…”
“Bueno, por fin de vuelta, en la nave otra vez. No veas con el
asiento del maldito tren, me ha dejado el culo cuadrado. Bueno, a
ver cómo está nuestro amiguito.”
“¡Durmiendo como un bebé!”
“¿A ver?”
“Si se ha terminado todo el pienso. Buen chico…”
“¿Y esos moretones…?”
“Habrá intentado escapar.”
“Tíos, ¿puedo darle ya mi patada? Es que tengo que irme.”
“¿Qué dices, loco? ¿A dónde te crees que vas?”
“Mi mujer me espera. Ha hecho paella y vienen mis suegros. ¡Qué
tarde tan maravillosa!”
“Tío, para el carro, tú no te vas a ninguna parte, ¿o es que crees
que puedes largarte así, sin más?”
“Pues claro. ¿Por qué no?”
“Pues porque no, porque así no es cómo se hacen lascosas, ¿O es que
te piensas que vamos a dejarte correteando por ahí como un conejo
histérico? Antes de despedirnos, tenemos que trazar un buen plan de
desenlace. Es como se hace. Lo he leído, y lo he visto en el cine.
¿Vale? ¿Capicci? No compliques las cosas,
Rambo. Dile a tu mujer que estás de viaje buscando trabajo y que
regresarás en una o dos semanas. Y ahora siéntate, siéntate y
juguemos al poker. Tenemos cartas y
whisky del bueno.”
“La verdad es que no suena mal, creo que acabas de convencerme,
está bien, está bien, me quedo.”
“Ahora te escucho, Rambo, venga, va, que hay que organizarse, esto
es serio, tíos, no sé si os dais cuenta de la magnitud del asunto.
Tenemos a un presidente de corporación, a un pez gordo, encerrado
en esta nave… No, mejor dicho, tenemos al mismísimo ‘sistema’, al
‘sistema’ en calzoncillos, alimentándose de comida para perros
barata, explicándole su vida a una gallina.”
“Pues a mí me encanta.”
“Lo sé, Rambo, pero el golpe tiene que ser contundente y debemos
enviar un claro mensaje. Nos tenemos que poner serios.”
“Vale, tío, tranquilo, tú mandas, tú sabrás lo que
haces.”
“Pues, ¿quién quiere empezar? Rambo, tú mismo.”
“Sí, que empiece Rambo …”
“Por mi bien, de acuerdo, de acuerdo, pero quiero estar solo, no
quiero testigos.”
“Está bien, luego Muelas le lee Borges un par de horas y luego
entro yo. Podríamos mantener este orden siempre.”
“OK.”
“Perfecto.”
“Si acaso que Herminia prepare algo de comer.”
“Vale …”
“Mientras dormíais, durante el camino de vuelta decían en la radio
que la policía va bastante perdida en la investigación, que todavía
no tienen nada.”
“Oye, ¿y si le vendamos los ojos? Yo paso del
pasamontañas.”
“Buena idea.”
“Por mí bien…”
“¿Le ponemos los pañales ahora? El tío apesta. Así no se
puede…”
“¿Se ha cagado? No me jodas. ¿A ver? Levántalo…”
“No, no se ha cagado, ya se los pondremos más tarde.”
“Va, ponle el pasamontañas del revés…”
“¿Podrá respirar?”
“¡Joder, parecéis una pandilla de maricas! ¿Empezamos o
qué?”
“Mirad, la gallina le está picoteando las migas de pan de entre los
dedos de los pies.”
“Sacadla de ahí, coño, que le está asustando.”
“¡A ver, tíos! ¿Se trata de torturar al colega o no? ¿De qué coño
estamos hablando aquí? Venga, todos fuera, que necesito
concentrarme.”
“Está bien, Rambo, está bien…”
“Mientras Rambo termina… ¿Cómo lo llevas, Muelas? Sentémonos un
rato. ¿Qué tal, tío?”
“Pues la verdad que con ganas de que se acabe todo este asunto. Ya
tengo tortícolis.”
“Claro.”
“No sé…”
“Qué pasa. Qué te ocurre hombre…”
“Estoy deshecho…”
“Pero qué pasa…”
“En general. No me siento bien.”
“Está siendo duro…”
“Déjalo, Rodón, cosas mías …”
“Que no tío, cuéntame, me gustaría ayudarte…”
“No sé, me siento desubicado. Ante la belleza de Herminia y de las
cosas, me hallo frágil, distante e incómodamente desconectado de
todo.”
“Ya pasará, será una etapa.”
“Estoy nervioso y desde que empezó todo esto me cuesta estar
tranquilo, me muerdo las uñas y no tengo paciencia con las colas.
Los semáforos me enervan, como te ocurría a ti. Siento que no hay
harmonía en mi vida. No sé, he estado pensando en patentar algún
invento.”
“¿Ah, sí?”
“Sí, no sé, ponerme objetivos me irá bien. Un ‘volumenómetro’, por
ejemplo, automático, para el televisor, que baje el volumen durante
los anuncios, ¿sabes? ¿Estoy hablando bien? Me preocupa hablar
bien, tío, eso sí que lo estoy aprendiendo de ti y te lo agradezco.
Pero no sé, estoy demasiado susceptible. Los vecinos me ponen
histérico, por ejemplo, he descubierto que no puedo vivir más en
comunidades, no lo soporto.”
“Te veo, pero ¿por qué?”
“Una mujer lava platos siempre, a todas horas. Lava platos todo el
día. A veces incluso silbando. Luego hay un hombre que por la noche
le narra a su mujer en una voz muy grave y ronca, todo lo que va
viendo en la televisión. Se escucha todo por la ventana del patio
interior. Otra mujer se dirige a su marido cantando, siempre. Todo
se lo dice cantando. Me hace volver loco. No lo sé… Es muy extraño.
Siento cosas muy raras, muy raras. Por ejemplo, los muebles baratos
de los escaparates me deprimen. Cosas así. No sé por qué. Supongo
que porque parecen hechos con prisa y sin gracia, muy probablemente
por gente insípida que está de paso en el sector, gente sin
aspiraciones concretas. Conozco a ese tipo de gente, hace tiempo
que los observo. Van en bicicleta y gritan a carcajadas en las
plazas a cualquier hora, y en la madrugada sacan una guitarra y se
sientan a tocar una canción triste debajo de tu balcón. No lo sé,
Rodón, el rapto, Herminia, todo esto me está cambiando. Quiero
hacer las cosas bien a partir de ahora, pero no sé cómo. Por un
lado, me siento tan inspirado como Leonardo da Vinci, que descubría
el todo en la minucia del ala de un murciélago, pero, por el otro,
me ahorcaría, abriría la ventana y saltaría en paraguas. Me están
pasando cosas, tío, eso es lo que quiero decirte, estoy como más
receptivo y sensible, eso es. Hace una semana, por ejemplo, después
de conocer a Herminia, salí en bicicleta. De golpe, la belleza de
la mañana explotó ante mí como un meteorito. Iba por un sendero y
entonces pasó algo hermoso, escuché una música de piano y un poco
más abajo, vi una escuela. Era una escuela de música. Alguien
practicaba un concierto de piano, y era tan maravilloso que me
quedé inmóvil. La escuela parecía desierta, así que aparqué la
bicicleta, entré, subí unas escalerillas, y me senté delante de un
piano. Sé algo de música y, dejándome llevar, empecé a tocar. Fue
maravilloso, pude sacar algunas combinaciones celestiales. Entonces
sucedió algo divertido. De golpe, el aspecto atlético y raquítico
de mis piernas –casi femenino, con las bambas Nike excesivamente
grandes, me provocó un ataque de risa tan estrepitoso y loco, tan
reconstituyente, que tuve que salir corriendo. Pero lo que quiero
decir es que no soy constante, que en mi vida todo es improvisado,
todo me parece bien, todo me parece perfecto, todo es una gran
carcajada, todo es maravilloso, hasta que se convierte en una
catástrofe. Carezco por completo de sentido común, o de algo que no
sé qué es ni dónde adquirirlo. Si hubiese una escuela o alguna
academia donde lo enseñaran, pagaría alegremente el coste de la
matrícula. Silbando. También sufro un grave problema de falta de
poder de decisión. No lo sé, estoy estancado, ya te digo. Creo que
eso es lo que producen las ciudades en los individuos, ¿tú no? No
sé, me faltan fuerzas. Mis erecciones, desde una semana, son
marchitas, y los cigarrillos que me lío se deshacen. Todo se me cae
al suelo. Quiero ser libre de esa sensación, disfrutar de la vida
como decía el Brekelmans ese, no sé, hacer locuras y disfrutarlas,
¿sabes? Viajar a África en frac, mezclarme con las tribus y tocar
un tambor, tirar mermelada al suelo, mearme en la cama… Quiero
trabajar de peón en un buque que recorra Hong Kong y Buenos Aires,
¿sabes? ¿Me explico? Quiero ver pescadores con lanzas y
disfrutarlo. Correr desnudo por un campo de futbol, saborear la
fruta y escribir poesías. Quiero morir en alta mar durante una
pelea con un delfín, bajo una luna llena. ¿Me entiendes? ¿Me
comprendes, Rodón? Ese Brekelmans tenía razón, soy un capullo.
Somos unos malditos capullos y ese cabrón loco es un sabio.
Disfrutar, eso es lo que jamás nos preocupamos por aprender a hacer
bien en la vida. Vamos todo el día por ahí mirando el móvil como
jodidos capullos, como malditas ovejitas. Hay gente que cruza los
semáforos en rojo cabizbaja sin dejar de escribir mensajes en el
móvil. No lo sé, pero a mí me parece una locura. Hay que disfrutar
de las cosas… Quiero comprarme una zódiac y oír el ruido del agua y
tocar los peces. Aunque tal vez me haya vuelto loco …”
“No, no lo estás, sé exactamente a lo qué te refieres… Claro que
sí, ven aquí, ven, tío. Aguanta. Aguanta un poco más y verás.
Siento todo este asunto del rapto, realmente te ha llegado en un
mal momento, lo siento de veras, pero ahora cálmate. Oye… ¿Y esos
gritos?”
“¡Y ahora qué pasa! ¡Rambo!”
“¡Rambo!”
“¡Rambo, qué ocurre, ven aquí!”
“¿El qué…? Ah, nada, que le he metido un dedo en el ojo. Así en
plan dardo. Ha sido buenísimo. Se ha pegado un susto de cojones, ha
pegado un saltito superhistérico. Ah, y me ha ofrecido dinero. Me
ha suplicado que le soltemos.”
“¿Y tú qué le has dicho?”
“Nada, dice que somos un desastre. Pregunta que qué
queremos.”
“No me extraña. ¿Y tú qué le has contestado?”
“Que la verdad es que todavía no sabemos qué hacer con él, que en
realidad lo estamos discutiendo y que cuando lo tengamos claro se
lo comunicaremos. Mientras tanto le he dejado con la gallina. Tiene
todo el día para explicarle su vida, era eso, ¿no?”
“¿Y qué más le has hecho?”
“Ah, se ha comido los excrementos de paloma …”
“¡Qué asco!”
“¿Sí?”
“Sí, al final, sí.”
“Bueno, Rambo, descansa… Démosle un cuarto de hora y entro yo …”
“Suerte, Rodón…”
“Gracias, chicos…”
“Bueno, bueno, el mismísimo presidente de Timofónica. Deje que le
mire bien. Menuda pinta. ¿Sabe qué? Lo que más admiro en la gente
es la ausencia de soberbia y de avaricia, y usted posee las dos. El
mundo sería un lugar mejor sin individuos así. Lo más responsable
sería que acabase con usted, pero antes voy a darle una
oportunidad. Si consigue darse de baja de su propio móvil en cinco
minutos, le soltaré, podrá irse a su casa.”
“¡Mmmn…!”
¿Qué le pasa? Con esa mordaza no entiendo lo que dice…”
“¡Nooooo!”
“Vaya, esta sí que es buena, cómo le va a gustar esta historia a la
prensa. Tiene cinco minutos. Le voy a quitar la mordaza y le
aconsejo que se porte bien, porque, de lo contrario, ¿ve ese
revolver de ahí? Pues no es precisamente un objeto de decoración.
¿Nos entendemos? Manos a la obra. Cinco minutos a partir de
ya…”
“¡Dios! Están ustedes locos, suéltenme o se les caerá el
pelo…”
“Ya han pasado veinte segundos…”
“Pero… Les voy a… Está bien, ya estoy marcando. Un momento…
¡Mierda!”
“¿Qué pasa?”
“Me han puesto en espera…”
“No me diga…”
“Oiga, les puedo hacer muy ricos, acabemos con esto…”
“¡Cállese, bufón!”
“Señorita, quisiera dar de baja la línea de móvil que le aparece en
la pantalla. Es una urgencia.”
“¿Me facilita su nombre para poder dirigirme a usted?”
“Antonio…”
“Señor Antonio, podría comunicarme, si es tan amable, los motivos
de la baja.”
“Bueno, la verdad es que no, y tengo muchísima prisa…”
“Entiendo, señor Antonio, será solo un instante, permita antes que
le informe de las últimas tarifas y promociones, iremos muy rápido.
¿Ha oído hablar de nuestra Tarifa Arlequina? El horario podría
interesarle, abarca desde las…”
“Señorita, no tengo tiempo, créame, por favor…”
“Desde las ocho, a las seis de la tarde, y además tiene
los…”
“Señorita, por favor, déjeme hablar…”
“Ya termino, un minuto, como le decía, se beneficiaría de ella
también de los fines de semana…”
“¡Oiga! ¡Cállese! ¡Cállese fulminantemente o conseguiré que la
despidan! ¡Me ha entendido! ¿Señorita…? ¡Me ha colgado la
muy…!”
“Vaya, vaya, vaya… Bueno, supongo que la prueba ha
concluido…”
“¡Espere, vuelvo a llamar, esta no ha valido, se lo
suplico…!”
“Le queda un minuto y medio…”
“Ya está, ya está, mire, me lo han cogido, señorita, quisiera dar
de baja este móvil. Es urgente…”
“Muy bien… ¿podría preguntarle los motivos de la baja?”
“No.”
“Un momento, le paso …”
“¿Me pasa con quién? ¿No estoy llamando a bajas?”
“Un momento, por favor…”
“Buenas tardes, le atiende Manuel Picatoste. ¿Cómo puedo
ayudarle?”
“Manuel, necesito que me aplique la baja de este móvil con una
inminencia modélica…”
“Pero desde aquí no puedo, señor, tiene usted que llamar al 902 432
456, nosotros no tramitamos bajas.”
“¿Pero vosotros quién demonios sois?”
“No lo sé, señor, pero yo no tramito bajas desde aquí.”
“¿Desde dónde? ¿Dónde está usted?”
“No sé quién le ha pasado con este departamento. Tendrá que llamar
al 902 432 456, aunque ahora están con incidencias en el sistema y
tampoco van a poder solucionarle el asunto. Yo no puedo hacer nada
desde aquí.”
“¿Desde dónde? ¿Dónde está usted?”
“Le repito, señor, no lo sé, desde mi departamento …”
“Pero ¿qué departamento es este?”
“No le entiendo, señor, quiero decir que está hablando con el
servicio técnico…”
“Es una cuestión de vida o muerte, se lo suplico…”
“Ya, pero tiene que llamar al 902 432 456. Y ahora, voy a
colgar.”
“¡Nooo!”
“Pip, pip, pip, pip…”
“Joder, tíos, me duermo una hora y mirad la que habéis montado, ¿de
dónde habéis sacado esta ropa?”
“Tranquilo, Muelas, es de Herminia, estaba en su bolsa.”
“Pues no tiene ninguna gracia.”
“Espera un momento ya verás, mira, le vamos a poner esta peluca
rosa fucsia. ¡Ah! No ha superado la prueba de la baja, no lo ha
conseguido.”
“¿Ah, no?”
“No, ya verás, espera, espera, que se la voy a poner, un momento a
ver si… Si se deja es la bomba… Con las minifaldas y los
sujetadores esos…”
“Tíos, dejadlo ya …”
“¡Ya está!“
“Ja, ja, está de muerte. Eh, hagámosle una foto, se la podríamos
enviar a los periódicos.”
“Ya ves, la verdad es que está de portada de disco.”
“Tíos dejadlo ya, en serio, el tío da pena. Está como desquiciado,
se ríe y todo.”
“Pero qué te pasa, Muelas, déjanos en paz, tío.”
“Rodón, ¿a qué viene esta historia ahora de vestirlo de
puta?”
“Yo que sé, nos hemos emborrachado y se nos ha ocurrido. No tiene
mayor importancia.”
“¿Y le habéis pintado los labios?”
“¡Se los ha pintado él, te lo juro!”
“Sí, le ha dado una movida, como un ataque de risa histérica, y se
los ha pintado él, se estaba partiendo de risa, igual ha sido el
whisky que le hemos dado, pero en fin, que
Rambo dice la verdad, realmente el tío está ya como desquiciado por
las torturas, ha sido memorable.”
“No sé de qué os reís, tío, no me hace ninguna gracia. ¿De qué
demonios vais?”
“¡No, de qué vas tú, tío! Dime tú la gracia que tiene que Timofónica haga lo
mismo, en cierto modo, con sus clientes, que nos maree y nos haga
bailar sobre brasas, del modo que lo hace.”
“Tíos, superadlo ya, todo ese rollo de los timos es únicamente una
movida que habita en vuestros tarros, y haber llegado a esto es prueba de ello, tíos, en serio, necesitáis
ayuda, estáis muy mal, yo paso, es una locura.”
“Vale, vale, está bien, relájate, Muelas, llevamos ya casi una
semana de torturas y es evidente que el colega lo lleva mal. Pasado
mañana lo recogemos en el helicóptero y veremos qué hacemos con él.
Yo ya he terminado la carta que enviaremos a los periódicos. Tiene
razón, tenemos que zanjar el asunto.”
“Sí, tíos, yo ya no puedo más, le llevo en el helicóptero a dónde
me digas y nos vemos, tíos, hasta nunca …”
“Muelas, ¿eres tú? Escucho un helicóptero.”
“¡Si, sí, estoy aquí arriba!”
“Pues baja, en este descampado ahora no hay nadie. ¿Y
Rambo?”
“No lo sé, ha desaparecido. Bueno, voy a aterrizar. Si es que me
acuerdo.”
“Ahora hablamos, ve con cuidado…”
“Bueno, llévatelo así.”
“¿Atado así, con una cuerda por el tobillo? Oh, tío, no le habéis
cambiado, sigue vestido de puta …
“Venga, no fastidies, despega, lárgate ya, estar aquí es
peligroso.”
“Pero ¿a dónde voy?”
“Tú despega y te lo digo en seguida, nos encontraremos allí… Te
llamo ya, pero ahora, largo, que nos pueden ver desde esos
edificios de pisos o la plaza esa, venga, tío, mira, corre, corre
…”
“¿Pero a dónde? ¿Con el tío colgando así?”
“Sí, déjalo ya, ¿no querías terminar de una vez? Pues tenemos que
separarnos, voy a limpiar la nave y nos encontramos luego, tengo
que despejar las pistas o nos encontrarán. En marcha. ¡Venga,
venga!”
“¡Llámame ya, tío!”
“¡Qué sí, que sí!”
“¡Joder, tío, no sé a dónde llevármelo, menuda movida! “¡Rodón,
tío, me has timado, tío, lo acabo de ver! ¡Me escuchas! ¡Me oyes!
¡Tío, me están siguiendo! ¡La pasma! ¡Me la voy a pegar! ¡Qué coño
me habéis hecho! ¡Hacia dónde tengo que ir!”
“Ahora no puedo hablar, te llamo…”
“¡Rodón! ¡Estoy jodido! ¡Hijo de puta…! ¡Me has dado por culo, pero
te voy a decir algo! ¡Escúchame bien! ¡Saldré de esta! ¡Te
delataré! ¡Voy a confesar!¡Y tú serás un puto chalao con cara de náufrago el resto de tu vida!
¡Voy a curarme! ¡Viviré en un barrio tranquilo con gente corriente!
¡Levantaré una familia! ¡Tengo un primo que tiene un velero!
¡Saldremos a Formentera y nadaré con las ballenas! ¡Amaré a mis
hijos! ¡Admiraré la luz de neón del supermercado mientras el
dependiente peruano me corta jamón york del caro…! ¡Admiraré el
brillo en sus ojos…!”
FIN