MATADOR
Fabio Brühl
La tristeza me llena el alma. Solo, muy solo me dejaron, y aquí en mi soledad comienzo a gestar un dolor que se convertirá en furia y ésta se hará imparable hasta que haya dejado de vivir...
Las luces de la noche encontraban al hombre solo y desesperado en uno de los pasillos del hospital Álvarez, un hospital municipal semi destruido y cayéndose a pedazos. Era un nosocomio del Estado donde trataban de salvarle la vida a sus seres queridos, de ese mismo Estado que había acabado de acribillar a cientos de inocentes en esa tardenoche de diciembre.
Las cosas iban cada vez peor, la situación del país era caótica, tres personas caían por hora bajo la línea de la indigencia, los políticos corruptos se llenaban los bolsillos de dinero mientras la gente se agolpaba en la puerta de los supermercados en busca de algo que comer. Los restaurantes que trabajaban todavía, veían detrás de los vidrios colas de gente que como una manada salían despedidos detrás de cada bolsa de basura que se arrimaba al cordón, el hambre comenzaba a llenar las calles y con ella llegó el miedo.
Por la televisión se podía ver como un grupo de personas atacaban los camiones que hacían logística de comida. Las fuerzas de seguridad trataban de controlar a las turbas iracundas que sólo intentaban asegurarse la comida por unos días. El presidente desde la oficina de su despacho contaba al mundo que el país había entrado en un colapso y pedía ayuda, ayuda que iría a parar a sus arcas pues el pueblo jamás se enteró de lo que había pasado con el socorro internacional, los que debían cuidarnos se habían repartido un botín de ayudas internacionales.
Por las calles se veían personas que peleaban con otras por el mismo oxígeno, el aire estaba raro y quien osaba decir algo así en público o en algún medio informativo corría la suerte de exiliarse muy raudamente antes que lo apresaran las fuerzas de seguridad.
La gente, el pueblo, estaba colapsado y pedía urgente algún cambio. Por el clamor popular y detrás de la boca en boca todos se organizaban en repudiar al gobierno y su tiranía. De alguna forma nacieron los cacerolazos y con ellos el clamor popular en aquel mes de diciembre.
Las peleas en las calles dejaban heridos por todos lados pero lo curioso del tema era que la pelea era entre la misma gente hambrienta y no con las fuerzas de choque de este gobierno tirano que veía como sus ingresos se engrosaban con el dinero de la gente, un sistema corrupto en donde las masas caían cada vez más y un grupo de empresarios seguía agrandando sus fortunas detrás del aval oficial del régimen, que ya había dejado de ser un gobierno electo para convertirse en una dictadura democrática.
La fuga de capitales fue tan grande que las economías provinciales colapsaron perdiendo todas las divisas que pasaban a manos del Estado, tuvieron que hacerse cargo de sus economías imprimiendo promesas de pago y así el caos se empezaba a agrandar de forma desorbitarte. Las próximas elecciones se acercaban y con ellas la esperanza de los idiotas que creíamos que algo habría de cambiar...
Nada. Las elecciones fueron fraudulentas y dejaron en el gobierno a quienes venían devastándolo todo. Era tan grande la maquinaria política que no se podía salir de ella y el pueblo seguía sufriendo el dolor del hambre. Así fue como me llegó a mí también. Me despidieron de mi trabajo en una fábrica donde era encargado de un sector, el sector de empaque, a primera instancia me conformé con el dinero que me habían dado como indemnización, creí que podría vivir con él hasta que consiguiera algo para trabajar, cosa que empecé a hacer pero no me di cuenta de que el tiempo que había calculado para conseguir el tan ansiado trabajo se haría tan largo y que se llevaría todo cuanto teníamos. Debía mantener en pie mi casa que estaba compuesta por mis hijas Gabriela y Sabrina más mi mujer y yo. Al principio ellas me ayudaban a buscar el trabajo soñado, por la mañana me traían el diario mis dos hijas una de seis y la otra de ocho se repartían en partes el diario para llevármelo hasta la mesa, Gaby era un poco mas grande y eso la hacía un poco mas pilla, ella se reservaba los clasificados donde buscaba yo a diario si salía algún tipo de trabajo que pudiera hacer feliz, pero nada. Poco a poco empecé a buscar cualquier trabajo mientras iba viendo que los días pasaban y nada salía y que el dinero que había guardado se evaporaba...
Así fue como de a poco comencé a hacer cualquier tipo de changas con tal de llevar algo a mi casa en donde ya no había corriente, tuve que colgarme del cable de un vecino, teléfono era algo que habíamos dejado en el olvido y la tv por cable se inventaba con un par de agujas clavadas en una papa.
Todas las mañanas salía en busca de alguna changa y así de día en día era peón de descarga de un camión o quizás al otro día era electricista y así cambiaban mis profesiones como las necesidades y según el hambre que tenía ese día mi familia. De pronto, otros que estaban como yo comenzaron a deslizar por lo bajo su descontento, algún otro que se veía en un futuro inmediato de la misma manera también empezó a hablar con quejas y así comenzó a crecer el descontento haciendo que el rumor de la calle corriera desde Salta a Tierra del Fuego, desde San Juan a Entre Ríos. Las palabras eran cada vez mas fuertes y los voceros de la presidencia empezaron a oír los reclamos, hicieron lo que debían hacer muy rápidamente, sacaron la gendarmería a patrullar las calles y con ella más represión...
La gente se comunicaba entre ella y en horarios muy particulares hacían apagones enteros en las ciudades contándole al mundo lo enojados que estaban con nuestros gobernantes, así nació el cacerolazo, irónico pedido de que las ollas que sonaban se llenaran.
Después de los apagones y las cacerolas la gente salía a la calle por la noche a manifestarse y los cantos populares asustaban a los políticos, no tenían presión porque una turba los colgara de la plaza de mayo, sólo pensaban que dejarían las esferas de poder y como siempre el miedo dominaba a la razón.
Por la noche llevé a mis hijas y a mi esposa a Plaza de Mayo donde la gente gritaba su repudio frente a la casa de gobierno. Allí desde el verde césped de la plaza, todos nos orientábamos hacia el despacho presidencial, en medio de los gritos, con la plaza casi llena y con más gente acercándose a ella, el grito de uno se perdía entre miles que tomaban la misma consigna, “que se fueran todos.” En la emoción no me di cuenta de lo que estaba pasando. Unos camiones rodearon la plaza, mientras la multitud de la que formábamos parte seguían gritando, rezando una queja interminable al cielo de esa tarde—noche de Buenos Aires...
Un grupo de choque de infantería cercó el ala norte de la plaza mientras que la policía montada había trabado con sus caballos en fila la salida del sur, en el sector este y el oeste estaban los blindados desde donde se comenzaron a armar ametralladoras apuntando al centro de la plaza...
Nadie supo cual fue el momento en el que salió la primera ráfaga de metralla, tampoco nos dimos cuenta cuando nos salpicaba la sangre caliente que salía despedida del cuerpo de nuestros seres queridos, sólo la confusión y los puntos rojos que caían sobre nosotros nos avisaban que estaban disparando, algunos quisieron correr hacia las salidas de la plaza donde se encontraban con más hombres armados que descargaban sus armas sobre los pobres inocentes que atinaban ir hacia allí. Muchos murieron aplastados por nosotros mismos que corríamos sin saber bien a donde y sólo con la desesperación de escapar de las balas.
Todo fue muy rápido y enchastrados en un charco enorme de sangre mi tiré sobre mi familia mientras con la mirada veía a mi mujer que se movía sobre el cuerpo de mi hija Sabrina. Gabriela estaba bajo mi cuerpo, las balas traspasaron la espalda de mi esposa haciendo impacto en Sabrina dejando sin vida a las dos, yo sentí un calor desesperante que atravesaba mi brazo derecho. Me acurruqué mas para abrazar a Gaby más fuerte para que nada le hiciera daño. Un par de minutos después el caos se convirtió en dolor al levantar mi mirada vi que casi nadie quedaba en pie, sólo el humo de la metralla mandaba por sobre el aire, un niño caminaba solo con sangre saliendo a chorros donde debía estar su mano, volví a mirar a los míos para comprobar con el peor de los dolores, que mi hija Sabrina yacía muerta bajo el cuerpo inerte de su madre que había perdido la vida tratando de salvarla, unos movimientos convulsivos me hicieron volver a mí y darme cuenta de que mi hija Gabriela todavía estaba viva pero convulsionaba bajo mi cuerpo, me paré la tomé en alzas y comencé a caminar hacia una de las laterales, en medio de la confusión y bañado en mi sangre y la de mi hija me subí a un auto de alguien que me hizo señas, nunca le pude agradecer a aquel extraño que me haya dejado en las puertas del hospital.
Ahora estaba entre la confusión y el desconcierto, por la lucha de mi hija entre la vida y la muerte y por el dolor de haber perdido a otra de ellas y a mi mujer, mi compañera...
No entendía bien donde estaba parado, no sabía muy bien que hacer, tenía la duda si era mejor que nos fuésemos los cuatro o que sólo quedáramos dos. Seguro estaba que de quedarme sería con Gaby pero no viviría solo... Los médicos iban y venían y yo no podía hacer nada, sólo preguntaba intentando entrar una y otra vez donde ella estaba, era tan grande el caos que dominaba el lugar que nadie sabía bien a quien atendía. Con el correr de los minutos fueron llegando más heridos, algunos ya bajaban muertos de las ambulancias y se sentían los lamentos de quienes los acompañaban aferrándose de los cuerpos ya sin vida.
Un médico que debajo del rojo de la sangre tenía un blanco guardapolvos otrora pulcro pasó a mi costado, lo tomé de los brazos y le pregunté por mi hija, el médico me contestó que no sabía de quién le hablaba y ante mi insistencia y de mis súplicas explicándole que ya había perdido a su madre y a su hermana bajo aquel fuego mortal se compadeció de mí y fue a buscar información sobre ella. Los minutos en los que lo esperé fueron interminables, la angustia de que saliera de esa puerta vaivén derruida y me dijera que Gaby ya se había unido a su madre me crispaba de dolor.
De pronto vi que se acercaba con la mirada al piso, allí terminé de suponer lo peor y casi sin dejarlo hablar rompí en llanto. El hombre apoyó su mano en mi cabeza y me dijo que ella estaba fuera de peligro pero que sin embargo una bala se había alojado entre las vértebras bajas de la columna y que era muy difícil que volviera a caminar...
Al ver que tenía un torniquete que me había improvisado yo mismo con la camisa que llevaba puesta sobre la remera me revisó la herida de aquella bala que había terminado en el cuerpo de mi hija, la bala al pasar de lado a lado había cauterizado parcialmente la herida cortando en su trayecto una parte grasosa del músculo, sin tocar ni venas ni arteria, igual me llevó detrás de aquellas puertas, me sentó al lado de la cama de Gaby quien yacía inconsciente y comenzó a limpiar la herida para después darme unos puntos de sutura, me pidió que me recostara en una colchoneta al costado de mi hija y siguió con su trabajo, cuando se fue, me incorporé, vi el rostro de mi hija dormido por los sedantes, besé su rostro y caí casi inconsciente.
Así pasaron los días y con ellos las cosas que habían ocurrido en aquella plaza fueron quedando en el corazón de la gente pero desaparecía de los boletines oficiales, como pudieron aplacar aquella revuelta las cosas quedaron casi igual que como estaban, es más, creo que fue realmente peor, el gobierno se fue haciendo más y más fuerte, las agencias de noticias fueron perseguidas, los periodistas que pudieron comprar lo hicieron, los que no vendían sus opiniones fueron parte de una feroz caza de brujas en las que el gobierno salió a perseguirlos sin darles tregua alguna, el caos dominaba a los medios y muchos de aquellos personajes detrás de las informaciones debían exiliarse procurándose conservar la vida. El brazo de choque del gobierno era tan largo, que en los países vecinos podían actuar con total libertad asesinando a quienes tenían la voz mas cantante. habían creado una secretaría de acción social que en realidad lo que hacía a través de un subsidio que llamaron “plan trabajo” poco a poco el gobierno fue haciéndose de empleados baratos alrededor de todo el país, tomaba diferentes fábricas y se las daba a los trabajadores que ya había comprado con subsidios y planes, en cada toma de fábrica detrás había un negocio para el gobierno, algunos creían que el presidente se había volcado hacia la izquierda, cuando en realidad era la derecha más temida, el autoritarismo nazi flotaba en el ambiente. Primero persiguieron a los periodistas y a quienes pensaban distinto a ellos, después se encargaron de los empresarios que todavía querían conservar sus fábricas y después fueron tras todo lo que pudieron... Algunos de los que estaban fuera del sistema se volvieron marginales, eran muy pocos tan pocos que el estado les daba caza de una forma espectacular. Una parte de la iglesia se puso en contra y el gobierno retiró al embajador de la Santa Sede. Distintos organismos internacionales denunciaban al poder por los abusos a los derechos humanos y nadie pero nadie dentro del territorio nacional podía opinar distinto...
Al otro día, con mi mujer y una de mis hijas yaciendo en la morgue judicial, fui a reconocer los cuerpos, cuando estaba allí, el dolor se apoderó de mí, calaba tan profundo que no podía sacarlo, ¿por qué estúpida razón habíamos quedado vivo Gaby y yo?, ¿por qué no nos fuimos los cuatro?, ¿por qué debería convivir con el dolor de ver por lo que restara de vida a mi hija en una silla de ruedas, sabiendo que la otra parte de mi familia me había dejado para siempre en medio de esta soledad aterradora?
Los médicos trataron de hacer lo imposible por lograr que mi hija no quedara inerte en la silla, pero no pudieron hacer más de lo que intentaron, una bala se había clavado en medio de dos vértebras de su columna y se había encaprichado el destino en dejarla allí, sólo una operación muy complicada y particularmente costosa que no podía pagar podría llegar a darnos la esperanza de volver a verla de pie. Así volvimos a casa, un lugar inhóspito al que no reconocía sin el resto de mi familia, si pensaba que todo me había salido mal hasta ese momento quizás debía esperar lo que estaba por venir...
Me encontré con que tenía que procurarme por mi hija y sus necesidades constantes y sus cuidados, aparejando a esto el dolor de no poder comprar ni pañales descartables, debía dejarla sola por varias horas para ir en busca de remedios que daban en la lista a aquellos que se habían inscripto para medicamentos de una lista de gracias, nunca jamás pude llevarme completamente lo que necesitaba y así cada día le debía a algún amigo o conocido algo mas que debía pedir para que ella siguiera viva.
Una noche, quedé recostado sobre la cama de mi hija, cuando escuché sus plegarias antes de dormirse, ella creía que yo ya estaba en los brazos de Morfeo, así fue que la escuché rezándole a un Dios que nos había dejado solos, en sus rezos le rogaba que su madre y su hermana la estuvieran esperando a su lado, que yo pudiera salir de mi soledad por que era lo único que ella tenía en todo el mundo y que no quería ir con él todavía, que necesitaba volver a caminar, que en sus ruegos la ayudara, sin mirarla pude notar que el dolor de sus palabras se hacía un llanto, así con mi cabeza de costado reposada sobre ella dejé correr las lágrimas que me surcaban el rostro, el dolor se había empeñado en no dejarme.
Los días seguían pasando y las cosas se complicaban aún más, no sólo no conseguía trabajo ni los insumos sino que ya no tenía a quien pedirle ayuda. Y además debía dejar a la nena durante varias horas sola, quizás librada a su suerte. Así de changa en changa volvía a casa y hacia su comida, yo aprovechaba a tomar mates y dejar secar la yerba para poder volver a usarla. Entre tantos medios quedé partido y una mañana después de una reacción casi epiléptica que hizo Gaby, ahora eran más constantes y la falta de los medicamentos adecuados hacía que eso le pasara cada vez más. Con cada crisis y al ver que no podía hacer nada más que abrazarla muy fuerte y esperar que terminara terminé de partirme... Llegué tarde a la changa y el capataz me dejó afuera de esa descarga, no entendió lo que me pasaba ni quiso entenderme, sólo me dejo de lado.
Y si yo creía que lo que me había pasado era malo, sólo porque todavía no había visto lo peor que era a Gaby doblándose en esa cama por la falta de medicamentos y cuidados. Lleno con una impotencia y con la furia muerta, sólo mi alma llena de desilusión y dolor, sentí que golpeaban mi puerta, entre pasos me acerqué hasta ella y pregunté quién era el que golpeaba, detrás de la madera escuché la voz del Pingüino, un amigo de la infancia, nos habíamos criado juntos en el barrio, abrí y lo vi allí parado, detrás del auto con dos personas más, era tarde, la noche ya estaba en su mitad final, el se acercó me tendió un abrazo al que respondí y me pidió un favor.
Me dijo que fuera con esos dos hombres del auto que debía ayudarlos para meter un camión en un galpón, que el chofer que lo traía se había emborrachado y no podía meterlo. Lo miré fijamente y le dije que no tenía a quien dejar con Gaby a lo que él me respondió que se quedaría hasta que yo volviera, me dijo que lo tomara como una changa, que el sabía que yo lo necesitaba.
Después de pensar unos segundos y rever en mi mente cuantas cosas necesitaba para mi hija, no dudé más y le dije que lo haría, mientras caminábamos hacia el auto escuché que me decía que me traerían de vuelta, a cada paso que dábamos sabía hacia donde iba, el Pingüino había sido amigo mío desde chico y el padre había sido pirata del asfalto como lo había sido su padre anteriormente y como correspondía a su casta... él no salió de la herencia familiar.
Mientras uno de los dos hombres que estaba en el vehículo bajó y se fue acercando, nosotros llegábamos, me tendió su mano y nuestro amigo en común me lo presentaba bajo el nombre del Yaya. Saludé y subimos al timepo que arrancaba el que no había bajado. Fueron muy pocas las palabras que cruzamos y en realidad casi ni recuerdo cuales fueron, sólo que el chofer me tendió un cigarro que acepté gustoso, hacía tanto que no fumaba era uno de los placeres que había suspendido con la llegada de las carencias, mientras pitaba siguiendo el ritmo de como se quemaba el papel, miraba el paisaje urbano, una fila interminable de casas tras casas repitiendo la misma imagen cuadra tras cuadra. De pronto salimos de la avenida para dirigirnos a calles mas oscuras, después de un par de giros llegamos a un callejón cortado donde un automóvil estaba cruzando la esquina, por detrás pude ver ese enorme camión cruzado que detrás del tractor tenía encima un contenedor, totalmente cruzado y con poco movimiento, el automóvil que cruzaba la esquina se corrió al vernos llegar, detrás de el salieron dos hombres más que miraron hacia nosotros, que seguimos donde debíamos ir, al costado del camión.
Al bajarnos del auto un par de tipos más que estaban por ahí en las puertas de aquel depósito me saludaron con el típico: —Buenas noches muchacho... Respondí el saludo y me encaminé hacia el tractor de aquel camión, agarrado del estribo trepé raudamente y me senté frente al volante, con un par de movimientos pude destrabar el acoplado, una vez que había enderezado el camión pude entrarlo al deposito. Un par de sonrisas se veían en los rostros de los que estaban allí, algunos ponían en sus caras un poco de paz y menos nervios, no hacia falta que nadie me dijera que ese camión era recién robado, faltaba que pegaran carteles en los muros. Cuando el portón comenzó a cerrarse apagué el motor y bajé.
El tipo al que llamaban Yaya se acercó y me agradeció con un abrazo, vi que una de las cajas de aquel contenedor salía de la cola del camión y la subían en los asientos traseros del auto.
Nos despedimos con un saludo generalizado a los que habían por allá, mientras salíamos le pedí al conductor que me había traído otro cigarro, el tipo ahora mucho más relajado me tendió el atado y me dijo que me lo quedara, cosa que agradecí profundamente, no me di cuenta hasta unos días después que ya me estaba acostumbrando a la caridad ajena.
Una vez que estábamos volviendo, el Yaya que venía al volante en un semáforo metió la mano en el bolsillo de la camisa y me tendió un puñado de billetes, los que guardé sin mirarlos. En la vuelta hablamos sobre distintas cosas sin sentido, me contó que el era de Parque Patricios y que sponsoreaba la murga del club de su barrio y montones de cosas que no tenían demasiada importancia. Aunque me moría de ganas de saber cuanto tenía en el bolsillo, ni acerqué mi mano a él, sólo escuché y respondí, para cuando ya llegábamos a casa, Yaya sacó de su cintura un handy, lo llamó al pingüino y éste respondió que en casa estaba todo tranquilo que nos esperaba y que me avisara que Gaby dormía plácidamente. Al cortar la conversación me explicó que usaban handis por que eran las únicas frecuencias que la policía y la fuerzas de seguridad no podían controlar, así que era la vía libre de comunicación, me llamó la atención que había algunas cosas que el maldito poder no podía controlar.
Así fue que llegamos a mi casa los dos bajamos del auto, Yaya se acercó mientras el pingüino salía a recibirme y me pidió que lo ayudara con la caja que estaba en los asientos de atrás, lo hice y fuimos juntos hasta la puerta de mi casa, con una mirada firme y ojos que no parecían ser de un delincuente por su paz y sinceridad me dijo: —Gracias este es para vos y espero poder verte pronto...
Con un abrazo nos despedimos, el Pingüino me preguntó si estaba todo bien a lo que le contesté que si, me tendió su abrazo y dio media vuelta para subirse al coche y dejarme en la soledad de la noche. Al entrar a casa husmee las dos cajas que habíamos bajado del auto, la chiquita era un celular con radio, estaba impecable y se lo veía de los mas caros, lo dejé sobre la mesa, en la otra que habíamos cargado en el deposito una tv LCD impactante, mi primera idea era salir mañana mismo a venderla, cuantas cosas podría hacer con tanto dinero, inmediatamente saqué la idea de mí, me imaginé el rostro del comprador al verme llegar con eso, sabría de toque que era un artículo robado, irónico el destino, me envió una tv de última generación pero no tenía electricidad.
De un salto recordé que en el bolsillo de la camisa tenía un puñado de billetes que me había dado Yaya, metí la mano y comencé a separarlos sobre la mesa, mi asombro era enorme hacia tanto tiempo que no veía la cara de Roca en un billete, ¡y ahora tenía como veinte! todo en un ratito, con eso compraría los remedios mas urgentes de Gaby y comida, mucha, en abundancia. Es mas podría pagar la electricidad y con eso valdría la pena el tv.
Soñé en ese rato lo feliz que estaría Gaby por ver todo esto, automáticamente decidí que lo mejor era callar para que no preguntara, pero después caí en la realidad que vería que del hambre más extremo estábamos pasando a sólo necesidades al menos por este mes. Aprovecharía para poner a alguien que cuidara a Gaby y así poder buscar algún trabajo, el mundo volvía a girar para mí.
La mañana siguiente me encontró buscando quien cuidara a Gaby y ella muy feliz rodeada por las necesidades básicas cubiertas, tenía las medicinas que su cuerpo requería, había comprado un par de paquetes de esos dulces que tanto lo gustaban, el tv colgado, sin electricidad que lo hiciera funcionar pero allí mostrándose para que en cualquier momento asomaran las imágenes y un oso de peluche que decía en un cartelito que llevaba entre sus manos todo lo que amaba a mi hija.
Llegué a la casa de Alicia, ella siempre me ayudaba cuando no conseguía alguna changa a cuidar a Gaby, me pareció lo mas lógico que quedara al cuidado de ella y así fui a verla, no le conté de donde, ni como había conseguido el dinero, sólo la convencí de que viniera todos los días y le adelante dos meses de paga para que empezara desde esta misma tarde.
Al volver a casa Gaby comenzó a hacerme un riguroso cuestionario de donde había venido todo ese dinero, me las arreglé para decirle que el Pingüino, para ella el tío Ezequiel me había prestado el dinero para que buscara un trabajo y que me había dado el teléfono para que si alguien me llamaba pudiera atender. Gaby se conformó con aquella explicación, dudo que le hubiera gustado a su mamá que le contara otra cosa, pero ahora estaba tan lejos que nada podía decir.
Así salí esa misma tarde ofreciéndome para cualquier tarea por los distintos lugares por donde pasaba caminando, así en una vidriera vi un cartel que solicitaba parrillero y me adentré pidiendo el puesto. El encargado que era demasiado soberbio me preguntó si tenía alguna experiencia gastronómica, a lo que contesté que no, el tipo promovió al ayudante de cocina a parrillero y a mi me mandó a la bacha, lavé mil platos y todavía quedaban más, pero no me importaba yo sólo quería no volver al infierno de donde había salido y lavaría los platos del mundo de ser necesario.
Después de una larga jornada con miles de platos lavados me acerqué al encargado para preguntarle si estaba contento con mi desempeño y que ganaría por ello, tenía que sacar cuenta de todo, pagar los remedios, pagar a Alicia y seguir pagando la electricidad para que funcionara la tv. El hombre levantó su mirada y a fin de cuentas no era tan soberbio, me contestó que veía que mi necesidad hubiera hecho que lavara y estuviera en la parrilla a la vez, eso me dejó un poco más tranquilo, alguien todavía podía ver las cosas esenciales, me dijo que el sueldo era de una suma que no alcanzaría a cubrir todo mis gastos pero al menos llegaría a cubrir algo, igual tenía una cantidad de billetes que de administrarlos bien, más mi nuevo trabajo haría que pudiera sobrevivir al menos seis meses, con Gaby feliz y su tv.
De esta forma comenzaron mis días de volver al sistema, estaba por demás feliz de haber regresado a la vida, aunque sabía que sólo sería cuestión de tiempo cuando se acabara lo que tenía guardado y allí las cosas volverían a complicarse, igual seguí adelante, seis meses de paz era algo que necesitaba con presura, algunas noches cuando ya era bien tarde y Gaby dormía, salía a la vereda escondido entre las sombras de los árboles y lloraba, lloraba desconsoladamente la ausencia del resto de mi familia, recuerdo que cada vez que salía a llorar aprovechaba la excusa para fumar, compraba unos cigarros baratos, creo que se llamaban Richmond, eran los únicos que podía pagar sin llevar el cargo de conciencia en mí por haber gastado demasiado dinero en cigarros buenos, estos valían cerca del peso y medio y eran particularmente espantosos pero los usaba para dejar caer las lágrimas con menos pena o al menos con la compañía de quien nunca volverá.
¡Cómo extrañaba a mi mujer, cómo extrañaba a mi hija y cómo necesitaba el amparo de ellas en medio de esta soledad y desesperación de no saber como hacer con lo que me quedaba de vida y para peor que hacer con la vida de Gaby!
***************La necesidad tiene cara de hereje y la pobreza es su abanderada, los meses fueron pasando y el dinero que había ahorrado se fue yendo de mi hogar. Si bien Gaby estaba mejor, los remedios se retrasaban y se encarecía mantenerla, había comenzado una nueva terapia que sin faltar día alguno la llevaba Alicia, quien aparte de cuidarla había tomado un cariño muy particular por mi hija, pocas eran las esperanzas de que Gaby volviera a caminar, pero las agotábamos a todas.
Así entre terapias alternativas y convencionales fue marchitándose el vil metal de mis manos hasta que comencé a preocuparme por lo poco que quedaba, una de esas terapias alternativas emocionaba a mi hija más que nada ante la idea de volver a caminar y ser una niña común y corriente. Y yo que deseaba que así fuera, haría lo imposible. Pero entre mi empleo de lavacopas y la limpieza de vidrios de distintos locales, que hacía después, no alcanzaba...
Una noche en la parrilla donde trabajaba apareció en una de las mesas el Pingüino, mi amigo Ezequiel estaba allí cenando con un par de tipos más, lo saludé desde el asador y el se levantó y vino preguntarme por qué no lo había llamado más, y me había borrado y yo no hice más que explicarle lo que había pasado, que si bien lo respetaba y respetaba lo que hacía, eso estaba muy lejos de mi mundo y que si me pasaba algo a mí no quedaría nadie para estar junto a Gaby. Él con un tono dubitativo me prometió que me vería al día siguiente, llamó a uno de los hombres que estaba en su mesa y le dijo algo al oído, me saludó y volvió a su mesa. Minutos después volvió el hombre al que había llamado y traía una bolsa, me la tendió y me dijo lo manda el Pingüino, lo tomé, agradecí y sin mirar en su interior volví a mi asador.
Cuando se levantaron todos los ocupantes de la mesa de mi amigo, él levantó la mano para saludarme mientras con la otra me hacía la seña de que me llamaría por teléfono, me lo quedé mirando incrédulo y al perderse detrás de la puerta de salida abrí la bolsa para ver su contenido, habían no menos de una veintena de estuches con mp4 dentro de ellos todos nuevos y en sus empaques, un teléfono celular de esos que son increíblemente nuevos, sólo los imaginaba de haber visto alguna publicidad y el cargador correspondiente, un fajo de billetes, todos esos que llevan la cara de Roca, con eso seguro que tiraría un par de meses más, pero el teléfono en la bolsa me avisaba que el llamado estaba mucho más cerca de lo que yo lo imaginaba...
***************Al llegar a casa me acordé al costado de la cama de Gaby y allí mientras ella dormía sin saber que yo estaba a su lado, me dejé llevar por mis pensamientos acunados por su paz y su tranquilidad, le di rienda suelta a mi imaginación, para saber, para soñar en que hacer, estaba creando planes que estaban más cerca de la fantasía que de la realidad, por momentos veía a mi compañera de nuevo junto a mi, veía a mi otra hija y a Gaby caminando con ellas, jugando en alguna plaza mientras yo las miraba. Después de ese sueño ilógico me senté a pensar como sería si fuera con estos muchachos a trabajar, indudablemente debería hacerlo, quizás esa fuera la salida para juntar algún dinero y después irme de Buenos Aires con Gaby a algún lugar del interior y poner un pequeño comercio para dejar pasar los días de mi vida en paz, ya habían estado bastante sufridos como para no darle la paz que deseaba a mi vida...
Pensando y pensando me quedé dormido al costado de mi hija y la luz de un nuevo día me encontró. Daba vueltas por la casa con el dichoso teléfono sobre la mesa de la cocina, tomé un café detrás de otro esperando que el maldito aparato sonara, cuan lenta que es la espera. En la taza de café numero mil y con la hora encima mío para volver al trabajo, escuché el sonido, pero no era el teléfono lo que sonaba si el timbre de mi casa, salí hasta la puerta y lo vi allí a mi amigo, igual que en la noche anterior, sólo que esta vez no se encontraba acompañado, al acercarme a él me dio uno de esos abrazos en los que te cuentan cuanto te quieren y las cosas que no se dicen, se sienten.
Entró a casa y se sentó en mi mesa, la dueña de los mil cafés, no antes sin ir a saludar a Gaby, cuando quedamos frente a frente, después de haber cerrado la puerta, no quería que Gaby escuchara lo que Ezequiel tenía para decirme, el comenzó con un discurso corto pero por demás efectivo, me contó de cómo era de diferente su vida y que de alguna manera, que fuera a trabajar con él y sus amigos era la única alternativa que me quedaba para salir adelante, yo que lo escuchaba atentamente lo dejé hablar para que después escuchara lo que yo tenía para decirle, sus palabras se hacían como deseos algunos soñados y otros esquivos para mí, no tenía demasiadas intenciones de algunos de ellos, me llamaban la atención algunos, como que anoche habían seguido de gira hasta que llegó ahora a casa, me contaba la cantidad de dinero que había gastado en “Cocodrilo” la noche anterior y como rodaban las botellas de champagne en las mesas que ocupaban y como se habían gastado miles de pesos sólo en medio de la noche detrás de algunas prostitutas de un alto nivel y caras por demás en sus compañías, jamás hubiera soñado siquiera pagar semejante cantidad de dinero por tener sexo con una mujer, igual lo escuchaba atentamente, pero no llegaba a comprenderlo, no llegaba a entender por que razón se jugaban la vida de día y se la derrochaban de noche. Ezequiel seguía explicándome las andanzas que se suscitaban después de sus hechos y yo la verdad es que quería esquivar aquella parte para que me explicara que era lo que en realidad quería de mi. Después de casi una hora de anécdotas llego lo que esperaba y Ezequiel me contó que todo lo que tenía que hacer para el era manejar los camiones después de que bajaban a los choferes y reducían las custodias, me convencía o al menos trataba de hacerlo diciéndome que los únicos que perdían eras las compañías aseguradoras, que no habían damnificados entre la gente común y corriente, entre la gente de trabajo, si bien lo que me decía era bastante cierto, la realidad no era del todo así, si fueran sólo las compañías las que perdían por que había tanta gente preocupada en recuperar lo sustraído, pero deje pasar su comentario, casi tomándolo como una lógica indiscutible.
Un par de horas después y con mi consentimiento quedamos que pediría una semana de licencia sin goce de sueldo en mi trabajo y lo acompañaría en sus aventuras. Si por meter un semi remolque en un galpón había vivido un par de meses tranquilo, con una semana trabajando con ellos debería vivir por lo menos un par de años en paz... ***************
El teléfono me avisó que mi amigo me pasaría a buscar a las seis de la mañana, así fue como viví una de las noches mas largas de mi vida, no podía dormir, sólo esperar al costado de Gaby que llegara la hora de arrancar, el momento esperado estaría por llegar, abrazado a mi hija dejé que las horas pasaran y cuando llegó el momento me paré, al costado de su cama me frené para mirarla atentamente, pensando para mis adentros que pasaría, que sería de ella si no volvía, que sería de ella si quedaba tirado en medio de una vereda inmerso en un charco de sangre, borré rápidamente la imagen que me mostraba el frío piso. Me quité la cadena que pendía de mi cuello con aquel crucifijo que tantos años atrás me había regalado mi abuela y me acompañó durante tantos años para dejárselo bajo su almohada, me recliné sobre su frente y la besé. En aquel instante supe cuanto la amaba y lo que estaba por hacer sólo sería por y para ella...
Salí de casa y en la puerta estaba el auto que me llevaría a mi destino, saludé a los ocupantes, estaba allí Ezequiel y otro tipo al que no conocía, mi amigo me daba charla mientras íbamos hasta una confitería en donde entré con ellos y nos dirigimos a una mesa más grande donde había tres personas más, entre ellos estaba el Yaya, ese personaje que había conocido un tiempo atrás y otro con quien tiempo después haría una amistad, Chopper, otro más que su mirada me perturbaba de sobre manera, pero yo estaba allí de invitado y era poco lo que podía decir, sólo saludar, callar y mantener el lugar que se me había dado, el de la mirada perturbadora se hacia llamar Lalo y el que había venido con nosotros en el auto lo apodaban Coki, en esa mesa larga desayunamos todos juntos, creo que hacía muchísimo tiempo que no veía una mesa tan llena para un desayuno y que todos se sirvieran de todo, aproveché para comer todo lo que allí había mientras escuchaba los planes de lo que haríamos mas tarde.
Todo era un mundo bastante extraño para mí, miraba todo y a todos, creo que ni cuando había ido al cine por primera vez habría estado tan maravillado, las personas que estaban en las otras mesas mostraban una opulencia que estaba lejos de mi vida normal, todo el lugar era espectacular y en medio, la mesera que nos atendía era particularmente hermosa, su cabello rubio y lacio, colgando de lados prolijamente descuidado y unos ojos miel que coronaban aquella sonrisa hermosa y única, su cuerpo menudo y delicado no desentonaba en lo que ella mostraba: una deliciosa delicadeza, cuando se acercó hasta la mesa para tomar las ordenes mostraba los dientes perlados con su sonrisa única, a pesar de lo temprano del día, parecía que no le molestaba en lo más mínimo estar atendiendo y que eso la hacía de alguna manera feliz.
En un momento, Ezequiel se levantó para ir al baño, yo lo miraba sin dejar de prestar atención a todo lo que nos rodeaba y pude ver que me hacía un par de señas bastante particulares como para que lo siguiera, así lo hice. Cuando estábamos en el baño al final de todo el salón, me tendió su mano con un fajo de billetes y mirándome fijamente me dijo que pagara las cuentas como los demás lo hacían a veces, que dejara lo mismo que dejaban los otros y que siguiera de cerca a todos pero que sólo hiciera lo que él me dictara, que me quedara tranquilo y que quitara la cara de sorpresa de mi rostro, que no habíamos venido a un cumpleaños, que esto era lo normal del día a día y que me cuidara de Lalo, que estaba mirando demasiado a la mesera que él llevaba meses invitándola a salir, encontrando un no como respuesta y que antes ya lo habían intentado todos, me ruboricé ante la observación de mi amigo que estaba más atento a todo de lo que yo creía.
Volvimos a la mesa entre palabras perdidas, esquivé a partir de allí en toda ocasión la mirada a la camarera y seguí de cerca las palabras que emitía Ezequiel de como seria el trabajo y que era lo que debía hacer, todos los de la mesa le prestaban una atención única y casi religiosa a las palabras del que todos pensábamos era el líder de esta secta. Después de explicar cada cosa que tenía que hacer cada uno de nosotros, no levantamos como dando por terminado aquel desayuno de negocios y todos sacaron un billete tirándolo sobre la mesa, yo hice lo mismo ante la mirada de mi amigo, por un segundo conté que todo lo que habíamos dejado sobre aquellas tablas sobreexcedían largamente el total de la cuenta y entendí por un segundo el por qué de la sonrisa de la camarera y de su afan en atendernos tan bien. Cuando comenzamos a salir seguí la fila de la salida, sólo quedó cerca de la mesa el tal Lalo, que se acercó a ella para decirle algo que no escuché y seguí mi camino, me dieron las llaves de uno de los autos, yo debía seguir la caravana desde el fondo y cuando sonara mi handy debía dejar el auto estacionado delante del camión y subirme al transporte con destino a Lugano, no importaba ni donde estuviéramos, ni para donde estuviese orientado el camión al que me subiría, sólo tenía que llevarlo hasta una dirección que me habían dado de Lugano. Emprendí mi tarea, al menos la primera de las partes, la de seguir a los demás autos a una distancia acorde para dejarlos trabajar.
Por momentos pensaba en Gaby y recordaba su sonrisa hermosa, una y otra vez, pensaba en la soledad en que me había dejado el destino al llevarse a su madre y a mi otra hija, pero volvía a los abrazos de Gaby y más ganas de seguir adelante me daban. Entre pensamientos y recuerdos se me cruzó la sonrisa de esa camarera que marcaría a futuro una parte importante en mi vida...
***************De pronto ya en la ruta, me encontré con que las cosas ya habían comenzado su rumbo y el destino había empezado a marcar sus designios, uno de los autos que venía con nosotros se adelantó a la trompa de uno de esos camiones que son tan largos que hay que tomarse recaudos para rebasarlos, el segundo de los tres, se abrió de costado, quedando a la altura de la puerta del conductor y yo que manejaba el tercero de los autos tuve que ponerme en la cola del camión dejando una distancia prudencial como para que el equipo no pudiera moverse a ningún lado y quedara bloqueado en medio de los vehículos, aunque debía quedarme bien en medio de la cola del camión, me situé un poco sobre el costado izquierdo para poder ver lo que pasaba una vez que el camión frenara...
Bajó del auto que estaba al costado de la puerta del chofer del camión, Chopper que pistola en mano hacia señas. Vi como se abría la puerta del camión y el conductor saltaba al asfalto, se metió muy dócil en el auto que estaba a su costado, y de pronto arrancó, y girando en semicírculo volvió por la ruta hacia donde habíamos venido, alejándose raudamente, el primero de nuestros autos aceleró y se fue unos cientos de metros más adelante, de mi auto bajó el satelitalista, un tipo con lentes que me inquietaba un poco, se sentó en el asiento del acompañante encima del camión y yo me situé en el volante del expreso, el tercer compañero de mi auto se volcó al volante del vehículo en el que habíamos llegado y así dejó la distancia para que yo arrancara.
Al poner en marcha el camión el satelitalista encendió una computadora portátil, en ese mismo momento quise comunicarme con Ezequiel, cosa que me fue imposible, ante la mirada incrédula del tipo de lentes, me dijo que estábamos totalmente incomunicados, sólo nos quedaban hacer señas entre los autos de apoyo y seguir hasta donde descargaríamos el contenido del camión. Seguí por la ruta al mando del camión y cuando llego al cruce que nos debía llevar por la ruta adecuada hasta el depósito donde se bajarían las cosas, supe que en el código pirata del asfalto, eso se llama “piso”, sentía como el corazón palpitaba desesperado en medio de esto que era lo que estaba haciendo, sentía como la presión de la sangre golpeaba en las venas de mi cuerpo, no puedo describir las cosas que sentía, en algún momento pensaba que podía morir por exceso de adrenalina, pero seguía muy serio en medio de lo que me había tocado hacer que era conducir el camión hasta el destino acordado, por momentos miraba al satelitalista que no me prestaba atención alguna, el tipo sólo seguía mirando sus máquinas como procurando que nada saliera de lo acordado, la ruta se hizo mucho más corta de lo que esperaba, los minutos pasaron muy rápido, no sé si fueron mis nervios o qué pero antes de poder darme cuenta estaba girando en la boca del galpón donde tenía que atracar el camión. Vi como se levantaba la gran persiana que ocultaría lo que acabábamos de robar mientras descargaban el camión, del que todavía no tenía la más mínima idea de qué llevaba dentro.
Sobrepasé el portón y cuando la cola del camión quedó orientada comencé a girar a ese monstruo inmenso haciendo que se perdiera poco a poco dentro de las fauces del galpón, al detenerlo vi como las personas que estaban dentro bajaban la gran persiana y al apagar el motor me dejé caer de la altura del camión para buscar un cigarro entre mis ropas, apartarme del vehículo y pensar por primera vez en Gaby.
Serían un par de estos hechos los que me alejarían por y para siempre de Buenos Aires y sus miserias...***************
Las cosas se sucedieron mucho más rápido de lo que esperaba y si bien había sido largo el trayecto e interminable el tiempo, todo parecía que había llegado a su fin. El camión estaba descargándose y por otro lado de la ciudad se estaban deshaciendo de la seguridad y del chofer del camión. Dejaron a todos en una confitería cerca de la Av. Eva Perón, y desde allí rápidamente llegaron hasta el costado de la avenida General Paz, donde pararon para cambiar la chapas de identificación de los autos, y vinieron sin escalas hasta donde me había encontrado con el Pingüino. Después de saludarnos como si hicieran meses que no nos veíamos nos fuimos a tomar café, venían con nosotros otros compañeros como Chopper y el Yaya. De pronto me había quedado pensando en porqué había sido tan fuerte el abrazo que nos dimos cuando nos encontramos y me di cuenta de que eso pasaba por que era una forma de mostrarnos que las cosas habían terminado y todavía estábamos vivos.
Ya en el café, juntamos dos mesas y allí alguien tomó el diario, otro sacó del bolsillo papeles que leía con suma atención, mientras el Yaya pedía de comer, Chopper y yo hablábamos de mecánica, si bien yo no entiendo nada o casi nada de motores, le contestaba lo que me sonaba más coherente para seguir el hilo de la conversación, en tanto ésta seguía, veía al Pingüino que hablaba por el handy con quien compraba las mercaderías que nosotros no dedicábamos a sustraer, un tal “Pantera”. El satelitalista, encargado de buscar que no hubieran bichos— Sensores de alarma— entre las mercaderías, terminaba de hacer lo suyo y así otro camión vendría y cargaría las mercaderías que ya estaban revisadas para al día siguiente ir el pingüino por donde estab el Pantera a buscar el pago de lo vendido.
Después de un rato comenzamos a separarnos, el Yaya me dijo que me acercaría hasta casa, que le quedaba de paso, acepté casi de buen gusto y saludé a todos, mientras me retiraba el Pingüino me avisó que llegadas las nueve de la noche me pasaría a buscar para ir a cenar con los chicos, yo no decía nada, sólo asentía todo.
Llegué a casa donde Gaby me esperaba con Alicia, quien había preparado algo de comida. Estaban contentas las dos de que no tuviera que trabajar por las noches en el puesto de parrillero y que disfrutaría del final del día en casa, cosa que hoy no podría hacer, porque de un momento a otro vendrían a buscarme para cenar. Sin querer hacer un desplante a Alicia y a su cena me senté en la mesa y reí con ellas carcajadas de felicidad mientras comía por primera vez en la noche y a sabiendas de que otra cena me esperaba y lo peor del caso es que Alicia servía platos por demás abundantes y se esmeraba en que los repitieras.
Me cambié dejándolas a solas entre risas e historias, desde el baño le agradecí al cielo que Alicia estuviera con nosotros, no era ni mi mujer, ni la mamá de Gaby, pero si lo mejor que nos pudo pasar.
Llegó el pingüino a buscarme y bajó a saludar a Gaby a quien abrazó con todo el cariño que tenía, de vez en cuando me costaba conciliar la imagen de un salvaje ladrón con la del buen tipo que también era, por momentos preguntaba a mi corazón si en algún momento yo comenzaría a reaccionar como él.
Salimos de casa rodeado de consejos de Alicia y de besos de Gaby, que se empeñaba en comer todos los dulces que le había traído el Pingüino, y todos reíamos por eso, una vez arriba del auto me tendió un manojo de dinero diciéndome que al otro día cobraríamos el trabajo pero que dejara eso en casa por si hacía falta algo, a lo que le contesté que no, que gracias, que todo estaba bien allí. El separó cinco billetes de cien y me pidió que pagara yo la cena, sin pedirle explicaciones guardé los billetes y emprendimos el viaje.
Al llegar al restorán que estaba sobre la avenida Córdoba ya estaban casi todos allí sentados, entre risas e imitaciones de nosotros mismos pasamos ese tramo de la noche, allí no había la seriedad del día de trabajo, allí el mundo parecía perfecto y nuestra realidad totalmente alejada al verdadero mundo.
Tal como me lo pidió Ezequiel (el Pingüino) pagué la cuenta después de los cafés, todos miraron callados y hasta complacidos, pensé para mí que este sería algún tipo de ritual que se hacía entre este tipo de gente. Después me aclararon que se sentían honrados por haberles pagado la cuenta y por haber compartido su trabajo conmigo.
Al salir del restorán, ya estaba dispuesto a irme para mi casa cuando me di cuenta que la cosa no terminaba allí, todos se ordenaron en los distintos autos y comenzamos una peregrinación que sólo seguía sentado en el auto y atento con la mirada, de pronto estacionamos frente a un hospital, vi la fila de autos y al final nosotros, bajamos y seguí al Pingüino, en esa peregrinación vi como los otros entraban a un local de pocas luces, el cartel que estaba por arriba de la marquesina marcaba el nombre, “Cocodrilo”, aquel lugar lo había sentido de oído, era una especie de cabaret, muy famoso, al que no me había imaginado ni en sueños estar allí.
Subimos una escalera que nos mostraba el camino, al llegar a la cúspide de los escalones me encontré con una pista de baile y en ella debían haber no menos de cien mujeres que se movían al ritmo de la música que sonaba, cuerpos sugerentes, labios sugestivos y miradas lascivas que se cargaban de ganas y deseo, la testosterona flotaba en el ambiente y la hormonas corrían en los cuerpos ante los bamboleantes cuerpos que se meneaban de un lado a otro.
Mis amigos y compañeros se sentaron en los reservados de la punta del lugar y desde allí se podía ver casi toda la pista con aquellas mujeres bailando, al acercarse el camarero ordenaron champagne para todos, las botellas se sucedían y las copas chocaban constantemente, augurando un buen final de día para todos, yo sólo los seguía en el acompañarlos. De pronto uno de los que estaba allí con nosotros, se levantó y fue en busca de las presas que según entendí estaba dispuesto a comprar y yo seguía mirando atentamente todo, vi como volvió al reservado acompañado de quien había ido a buscar y de un par de amigas de su futura compra, más champagne, se acercó a la mesa y más lujuria se comenzó a esparcir por los sillones, las horas comenzaron a pasar y de repente todas las mujeres del lugar, hacían una escala en nuestros reservados, como mostrando lo que había para comprar. Nunca había visto tantos pares de tetas en una noche y todos juntos exhibiéndose sin dudarlo, en medio de todo esto, Yaya comentaba con Chopper de alguna vez anterior que habían venido y a quienes se habían llevado, terminé de sacar la conclusión de que esto era normal para ellos y que yo sólo debía seguir lo que hacían.
El final de la noche se anunciaba afuera del lugar mostrando muchos rayos del sol iluminando la calle y el fin del interior lo daba el DJ que dejó de pasar música para anunciar que la casa cerraba sus puertas hasta la noche siguiente. En los reservados donde nos habíamos sentado ahora éramos más del doble que al principio y así fuimos saliendo en grupos, yo no me había procurado a nadie y el Pingüino me sugirió que eligiera que ya era hora de irnos, me di vuelta y le contesté que tenía otras prioridades más importantes que gastar el dinero en prostitutas, a lo que me contestó que la que yo eligiera ya estaba paga y que no podía hacerle ese desplante al Yaya quien ya había dejado servicios pagos.
De todas las que estaban allí, una sola fue la que me había llamado la atención, no sabía su nombre y sólo se coronaba el rojo de su cabellera detrás de la delicadeza de la que carecían casi todas las demás que estaban allí, como las cosas debían seguir su rumbo, me limité a acercarme a ella para mostrarle el interés de que fuera la elegida por mí.
Ella se acercó con toda la naturalidad del mundo, creo que yo no me di cuenta de que hacía su negocio y yo colgado de la luna creyéndome un seductor, por suerte la realidad tardó poco en volver a traerme donde debía y así fue como tomé de la mano a esa colorada y salí del lugar bajo las luces del nuevo día que estaba naciendo. En la puerta, el Yaya se acercó a mí, me tendió la mano con dos billetes de cien pesos y las llaves de uno de los autos, me deseó suerte y desapareció entre el cuerpo de dos mujeres que había seleccionado durante lo largo de su noche.
***************Subimos al auto y la colorada me siguió, tenía una seguridad propia de aquellas personas que saben lo que hacen, como un vendedor que sabe, serás su presa cuando estés mirando y el esperara que el brillo de tus ojos muestre el interés y allí, sólo allí atacará. Era igual, pero había algo que ella no había calculado y eso era yo.
Apenas estábamos en marcha se encargó de marcarme el camino al albergue transitorio más cercano y yo sólo seguí sus palabras, entramos en una cochera poco iluminada y ella bajó mientras yo tomaba algunas cosas de los bolsillos del costado de la puerta. Caminó hasta la trompa del auto y la poca luz difusa en su cuerpo dejaron ver su silueta, si bien no tenía los atributos que casi todas las demás del lugar se habían encargado de comprar en un shopping de siliconas, marcaba el sexo con sus curvas leves y delicadas. Bajé y me quedé mirándola mientras caminaba a la puerta de entrada, así fue como miré sus muslos firmes, los tacos que llevaba hacían que su cola se levantara más y su lacio cabello colorado caía graciosamente por su espalda, yo seguí cada uno de sus pasos detrás de ella y así llegamos hasta la recepción en donde me adelanté a pagar la habitación que nos contendría las horas siguientes, el tipo de la recepción, que ya debe de estar harto de ver parejas pasar, sólo me indicó que debíamos tomar el primer ascensor y después al final del pasillo encontraríamos nuestro nido de amor o cuarto de lujuria. Ella se acercó para ver el número de la habitación que nos tocó y se encaminó rumbo donde debíamos ir, esa pequeña acción me demostró que conocía todas y cada una de las habitaciones del lugar.
Salimos del elevador y tomó mi mano como guiándome y tratando de darme algo más de confianza, quizás me habría visto dubitativo o temeroso. Al entrar en la habitación, puso su mano al costado del marco del lado derecho y accionó la tecla de luz, así en vez de quedar totalmente iluminada, la habitación quedó en penumbras, ella me soltó la mano mientras yo di la vuelta para trabar la puerta y al volver a girar la vi como se había recostado en la cama apuntando su rostro al tablero del comando de canales de música para seleccionar su música preferida, al menos para esta noche.
Me acerqué a la cama y me llevó a su humanidad, de pronto quedamos frente a frente y comenzó a besar mi cuello, yo sentí como algo se movía en mí, de a poco fui arrodillándome al costado de la cama y ella se abalanzó aún más en mí, de pronto y como marcando un espacio se levantó y me dijo que iba al baño a ponerse más cómoda, al volver estaba totalmente desnuda y yo sentado en el costado de la cama sobre unos sillones. Volvió a cargar contra mí, sólo que esta vez yo había podido dominar el deseo, pedí al conserje que me trajera dos cafés que esperamos mientras comenzamos la charla que habría de marcarle el camino a estos corazones perdidos en la noche.
De pronto comenzamos a hablar y ella se empeñó en cumplir la parte suya del trato y yo en esquivarla, una y otra vez, ella se corrió un segundo tomando como distancia y desde su lejanía prudente, me preguntó si yo era gay, mi sonrisa se dibujó de punta a punta en cada comisura de los labios y detrás de ella vino mi ¡NO! y después la explicación de lo que realmente pasaba. Le conté un poco de mi vida y de que ella era el primer contacto femenino que tenía después de la muerte de mi esposa, le expliqué que no me había quedado más alternativa que aceptar el regalo, que era ella, por parte de mis compañeros. Me miraba muy atentamente y seguía cada palabra de la conversación, después de un rato ella preguntaba y yo respondía, una hora después ella ya me volaba sus opiniones y yo reía de sus ideas.
Siguió totalmente desnuda, no le molestaba en lo más mínimo su desnudez, de hecho se sabía de buen cuerpo y hermosa y lo mostraba, yo por mi parte seguí tan vestido como había llegado.
La charla fue cambiando y después de las historias ella comenzó a preguntar que buscaba de la vida y que esperaba del futuro. Comencé a explicarle que era lo que buscaba para mí y como lo estaba haciendo, como trataba de fabricar un futuro mejor para mi hija y para mí, de pronto vi un brillo especial en sus ojos y me sentí cómodo, como si hubiera entendido qué y porqué hacía las cosas de esta forma. Obviamente no escuché un reclamo, ni un reproche de su boca, obviamente su moral era bastante marginal. De pronto miré la pantalla del celular y vi que las horas habían pasado demasiado rápido y le pregunté si ella quería irse. Me miró fijamente a los ojos y me pidió si podíamos dormir juntos, me dijo que necesitaba descansar pues tenía un largo camino a su casa, le contesté que sí y ella corrió el acolchado y me invitó a acostarme a su lado, cuando lo hice, apoyó su cabeza en mi pecho y fui sintiendo como su cuerpo comenzaba a relajarse y minutos después escuché su leve ronquido de paz en el mar de los sueños.
Me desperté antes que ella, al correrme tuve el cuidado de no despertarla y pedí el desayuno, cuando la bandeja estuvo en el cuarto preparé todo a su lado y la llamé, ella abrió los ojos y cuando vio todo dispuesto a su alrededor se estiró donde mis labios y con un beso sonoro acompañó el rodeo de brazos que le hizo a mi cuerpo.
Pude ver la emoción en sus ojos y el ímpetu, preparó las tostadas mientras servía el café y revolvía la azúcar, estaba particularmente atropellada como queriéndome servir a mí, disfruté demasiado de esa mañana y de aquel desayuno. Así fue como llegó el final y nos dispusimos a salir, en el elevador venía muy pegada a mí y sus brazos se mezclaron con los míos hasta que llegamos al auto, una vez fuera del lugar me ofrecí a llevarla hasta su casa, ella rió y me dijo que le encantaría que fuera a su casa, pero que debía ir a la mía, donde Gaby estaría esperándome. Paré a un costado y comenzó a bajar, se enredó con el cinturón de seguridad y casi la recibe el suelo, la tomé de un brazo y ayudé a desengancharla, así se liberó quedando frente a mí, allí su cuello corrió hacia adelante y sentí como sus labios se mezclaban con los míos, que hermosa sensación inesperada, de pronto se corrió y mirándome a los ojos me dijo: —No te voy a dar mi número de teléfono porque no voy a esperar que me llames, esperaré por ti todas las noches para que la de hoy vuelva a repetirse...
Yo me quedé mirándola y asentí, de pronto me había olvidado como nos habíamos conocido y sólo sentía que el mundo estaba bien, ella giró y comenzó a irse, mientras la miraba partir me di cuenta que no le había preguntado su nombre.
***************Una de las mañanas siguientes salimos en busca de un camión que venía desde Córdoba, en él había una caja de seguridad que a medida que hacían el recorrido iban guardando allí las recaudaciones, el camión era una Mercedes Benz de los nuevos, esos con las trompas largas y la caja de seguridad estaba en la primer parte del acoplado, el dato lo había pasado Rolo, el tipo de la agencia de seguridad y se había asegurado que el copañero de éste que manejaba el auto de custodia del camión desacelerara cuando nosotros le avisáramos y así el primero de nuestros autos podía cortar la seguridad dejando al camionero a nuestra merced. Así se hizo, pude ver mientras sobrepasaba el auto del Pingüino como éste se había puesto al costado de la custodia que desaceleraba tirándose a la banquina. Esa parte del trabajo ya estaba hecha, seguí al auto de adelante que juntos a todos nosotros venía por la colectora de Panamericana, rebasó al camión y desaceleró, el tercer auto se frenó al costado de la puerta del conductor y vi como asomaba el caño de una escopeta de grueso calibre, el chofer del camión no quería tener problemas y se estacionó, en un par de segundos vi como el Yaya subía al camión, mientras Chopper acompañaba al hombre hasta el auto donde yo estaba, abrió la puerta del acompañante y lo sentó allí. En los asientos de atrás venía Diego, quien le explicó con toda la calma del mundo que sólo lo llevaríamos de paseo hasta que el trabajo estuviera terminado, no hubo necesidad de mostrarle un arma o amedrentarlo, el hombre sabía exactamente que era lo que debía hacer y minutos después mientras girábamos en dirección contraría a la que había tomado el camión y volvíamos para capital, el hombre comenzó a hablar con total naturalidad, eso me hizo dar cuenta que no era la primera vez que lo asaltaban y quizás la paz que mostraba se trataba de que el tipo no tenía intenciones de hacer nada o que quizás el miedo lo había convertido en un buen locutor. En medio de la charla me contó que las llaves de la caja de seguridad estaba en Córdoba capital y que no estaban dentro del camión, Diego le explicó que el auto de atrás traía dentro del baúl una soldadora autógena para cortar los fierros que amuraban la caja al chasis del camión, el hombre ni se inmutó, dándose cuenta que alguien ya había pasado los datos necesarios, después del final de la ruta decidí que no había demasiado peligro en este hombre y que no tenía mucho sentido seguir dando vueltas, así que decidí que bajaríamos a tomar un café, allí descomprimiríamos las presiones de manejar sin sentido correindo el riesgo de equivocarme y pasar dos veces por el mismo lugar llamando la atención de la gente.
Bajamos en una cafetería, no antes sin que mi compañero le explicara lo que pasaría si las cosas se alteraban del plan, el hombre asintió agachando la cabeza, Diego bajó y yo quedé mirando al chofer de frente y le pedí casi con vergüenza que las cosas no se fueran de lugar, el hombre me miró y me agradeció el trato, inmediatamente le expliqué que yo tenía más miedo que él de lo que estaba pasando, en ese instante pude ver la sonrisa del hombre detrás del chofer, supe allí mismo que no tendríamos problemas alguno con el chofer y menos con el hombre.
Entramos al lugar y nos sentamos en la mesa del fondo, una camarera vino rápidamente a tomar nuestro pedido y el rehén por así decirlo dudaba en si tenía que pedir algo, Diego por su parte había entendido como que las cosas estaban bien y todo en paz, dejó de prestarle atención al chofer y yo sólo me limitaba a hablarle sobre cosas sin sentido, de hecho habíamos empezado a hablar de política, facilité las cosas y pedí café con leche y medias lunas para los tres y así siguió lo que ahora parecía un desayuno de negocios más que el secuestro de un chofer mientras robaban su camión. Diego se distendió tanto que fue a buscar el diario y yo encendí un cigarro, entre charlas y conversación, sonó mi handy y al atenderlo me encontré con la voz del Pingüino diciéndome que todo estaba en orden y preguntando como estábamos nosotros con el chofer, le conté que acá todo estaba más que bien y le pregunté por el tiempo que calculaban ellos para dejar el camión y donde lo harían, para avisarle al hombre, con la voz muy calma como casi siempre me dijo que en media hora más podía dejar ir al chofer y que dejarían el camión en Panamericana y 197 del lado camino al Tigre, que Charly lo dejaría allí y que el Yaya iría detrás de él para traerlo con el auto de apoyo.
Corté la comunicación y me quedé como pensando que haría con este hombre una vez que me ordenaran liberarlo, donde lo dejaría, el chofer me pidió un cigarro y le tendí la caja, sacó uno del atado y lo encendió mientras comenzó a hablarme...
—Muchacho, yo entiendo todo lo que esta pasando y de hecho mi tranquilidad esta con ustedes, sé que no me van a hacer nada y que todo esto terminará cuando dejen mi camión y yo me iré hasta una comisaría para hacer la denuncia y jamás pude verlos. Pero sí tengo algo que pedirte, en el camión, en el buche del medio de los asientos, hay un perro, mi esposa y yo no tuvimos hijos y ese animal vive con nosotros hace diez años y es como si fuera nuestro hijo, ¿puedo pedirte que lo dejen en el camión hasta que yo llegue?
Las palabras del hombre me habían llegado profundo, mientras me hablaba pude ver que la mirada era firme, sincera y segura, que su ceño se fruncía con dolor cuando me hablaba del animal y había puesto un énfasis especial cuando me contaba de su mujer y la familia que formaban con el perro, un caniche toy. Abrí la comunicación con el Pingüino para decirle que por favor dejaran el perro en la cabina del camión, del otro lado me dijo que todo estaba bien, que le diría a Charly mi mensaje, minutos después volvió a sonar mi handy, la voz del Pingüino estaba cortada y entre dudas me dijo que Charly quería llevarse al perro para su mujer. Charly vivía en el Docke, una parte muy marginal del Dock sud, en la parte mas abandonada de la ciudad, su mujer era una morocha de piel muy morena con el cabello teñido de rubio platinado, jeans muy ajustados y casi ridículamente ceñidos sin poder esconder que el paso de los años se mostraba en su cuerpo, pero ella no daba acuse de recibo y por alguna razón creía que era la Susana Giménez del Docke y Charly una mezcla de Monzón con Humphrey Bogart. Le pedí a mi amigo Ezequiel, que en ese momento había dejado de ser el Pingüino que tratara de hacerlo recapacitar y que de hecho de mi parte yo le compraría el perro que el quisiera.
Mi amigo esta vez habló triangulando la conversación y volvió con la negativa de Charly, que por alguna razón trataba de medir fuerzas conmigo, corte la conversación con el Pingüino, como para sacarlo del medio de la pelea y decidí llamarlo yo mismo a Charly, le pregunté por donde iba, y me dijo que estaba volviendo a tomar Panamericana para dejar el camión en la colectora del lado izquierdo, le pedí si por favor podía dejar al animal en el camión, devolviéndome una negativa rotunda. Agregó que ese sería el presente para su mujer ya que hoy cumplían años en pareja. Tragué mi saliva y volví a hablar, antes miré el rostro del chofer, que seguía mi conversación con la mayor atención que había puesto en su vida, pude ver que de su ojo derecho caía una lágrima que no se molestó en secarla. En ese mismo instante le contesté a Charly que me importaba muy poco su aniversario y la vida misma que dejara al animal allí y que el tema se acababa acá o sería para peor, Charly encontró el desafío que estaba buscando y me contestó con la peor de las respuestas, me dijo muy claramente... —Chupala. —y cortó el canal. Me paré y tomé el handy de Diego, el chofer me siguió después de una seña que le hice. Mi compañero me miraba sin entender lo que pasaba y se limitó a callar, le dije que me esperara ahí que volvería pero que lo dejaba fuera de este lío, me deseó suerte, subimos al auto dejando atrás a Diego, yo estaba tan sacado que ni siquiera controlaba que hacía el rehén. Puse la trompa del auto rumbo hacia donde estaba Charly, aceleré a lo que daba y minutos después estábamos por la colectora, viendo la cola del camión que buscábamos, con el handy de Diego llamé esta vez a Charly, el atendió y le dije que parara o que lo iba a parar yo. Charly era un experto chofer de camiones y esquivaba a todos escapándose de mí, a un costado pude ver al Yaya que lo seguía para evacuarlo cuando dejara el camión. El rostro del Yaya demostraba una preocupación y se metió en línea para preguntarme que pasaba, luego de contarle se limitó a decirme que nos seguiría pero que el estaría afuera de la disputa por el perro, así alguien más me daba vía libre para mi problema personal con Charly que seguía rebasando vehículos, como si manejara un PlayStation y no un camino real. Cuando estuve al costado del camión lo miraba por la ventanilla y el camión se vino hacia nosotros, esquivé y aceleré sobrepasándolo, la conversación se abrió por los handys y en ella me decía que me fuera o que la iba a pagar caro, yo por mi parte le contesté que si no dejaba al perro donde correspondía, sería peor para todos, le prometí balas y el las aceptó, seguía sin frenarse y yo me clavé treinta metros delante de él, a Charly no le quedó otra opción que frenarse detrás de mi, bajé del auto y a mi lado estaba el chofer y dueño del perro. Saltó desde la cabina del camión empuñando su pistola, yo tenía la mía en la cintura, frente a frente le dije que se subiera al auto del Yaya que ya estaba estacionado veinte metros detrás de camión, tomó al perro entre los brazos y dijo —me voy y con el perro. El chofer lloraba, ya no caía una lágrima de su ojo derecho si no un montón de ambos y yo sentí como el corazón lloraba la desesperación de perder lo que el consideraba parte de su familia. Quedamos frente a frente y allí en medio de palabras que no llegaba a entender pero si la intención de Charly, le dije que dejara al animal como último aviso, Yaya me preguntó que haría si él no hacía lo que le pedía y no dudé en decirle que le daría un tiro, no creyó lo que le decía y siguió adelante con su voluntad, giré mi mirada y vi a aquel hombre chofer llorar sin hablar y lamentarse en silencio lo que estaba por perder. Giré nuevamente, saqué de mi cintura el 38 y le volví a decir que lo dejara como último aviso, puedo recordar todavía la sonrisa con sorna que me dio en ese instante, dio un paso más adelante y afirmé la pierna, extendí las manos, apunté y disparé en su rodilla izquierda, el sonido del balazo aviso en el ruido de pleno día, el borbotón de sangre salió de su cuerpo el grito acompañó al estampido del balazo y el cuerpo de Charly cayó desplomándose en el piso, me acerqué a él y le dije — Esto queda acá o tengo que disparar de nuevo? — La voz de Charly se fundió en su miedo y mi decisión de seguir adelante con lo que creía justo, la gente comenzó a mirar desde los diferentes lugares, tomé el perro y se lo extendí a su dueño, quien me ayudó a levantar al herido y a ponerlo en el asiento del acompañante de mi auto. El chofer me alentó a que me fuera rápido de allí. Cuando cerré la puerta donde habíamos dejado a Charly el hombre se acercó a mí, me abrazó y dijo —Suerte y cuando me necesites estaré a tu lado…
***************Comencé a manejar volviendo por la colectora pero en sentido contrario, alejándome del lugar donde había disparado, no entré a Panamericana para que no me grabaran las cámaras de los peajes, la sangre seguía saliendo de la rodilla de Charly que se quejaba en un llanto muy silencioso, como no queriendo molestarme, allí justo en la salida para tomar la general Paz, frené y le pregunté a Charly si esto seguía o todo quedaba allí sin resentimientos, parte de mí temía la revancha de este hombre, el sólo dijo que todo estaba bien que lo llevara hasta el médico que sabía qué hacer, bajé por la avenida hasta entrar por Triunvirato en busca del doctor Monteverdi, quien sabría como arreglar lo que nosotros habíamos roto.
Mis otros compañeros me hicieron de apoyo contándome como el camino estaba liberado, Pingüino llamo a Moneteverdi avisándole de nuestra llegada y en medio de la Paternal bajamos Charly, la bala en su rodilla y yo, el médico nos estaba esperando en la puerta de un edificio y yo cargué al herido hasta el decimo piso sosteniéndolo en el ascensor, un torniquete que se había hecho sujetaba el lugar ocupado por la bala que se empeñaba en seguir dejando salir la sangre. El médico me indicó que lo apoyara en una cama, acercó una botella de whisky y una jeringa en la que le inyectó un calmante, por demás efectivo, los ojos de Charly se dieron vuelta, lavó la herida y la inflamación comenzó a bajar, no me daba impresión ver lo que tenía en la rodilla, me daba impresión haberme sabido capaz de hacer lo que había hecho.
Los llamados se hicieron constantes después de saber que todo estaba bien y que el médico había sacado el plomo del cuerpo de mi compañero, un par de horas después estuvimos en movimiento, yo lo lleve a Charly hasta su casa en el Docke y en el camino, mi antes enemigo y ahora ex compañero me dijo que todo quedaría acá, pero que no volvería a trabajar conmigo, que estaba loco y que nosotros éramos ladrones y no vengadores anónimos.
Me quedé colgado en sus palabras y después de dejarlo fui en busca del perro que tanto había deseado para su mujer y lo compré, lo mandé a su casa con un moño y con todo lo que necesitaba para tenerlo, cucha incluída. Horas después me encontré con Pingüino, Yaya y Chopper y al sentarnos a la mesa pensé que me dirían que no volviera a trabajar con ellos. Algo que no hicieron, sólo me dijeron que los había puesto en peligro a todos y que no volviera a hacer algo así, entendí lo que me estaban diciendo y no traté de explicar absolutamente nada, sólo mi silencio me acompañó, somos dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras.
Poco a poco se fueron yendo de a uno y sólo quedó el Pingüino conmigo, pero ahora no era el Pingüino quien hablaba, sino mi amigo Ezequiel, que me dijo que había hecho lo correcto y que me entendía, porque el barrio nos había enseñado estos códigos de chicos..., mientras salíamos me abrazó y sentí que estaba acompañado.
Antes de llegar a casa me escondí en las sombras de la noche y me dejé llevar por las lágrimas que salieron de mí sin pedir permiso, estaba preso del dolor de no reconocerme, de hacer cosas que nunca se hubieran cruzado por mi mente y lo peor de todo me sentía terrible con la frialdad con la que apreté el gatillo.
Algo había cambiado en mí...***************
Llegué a casa y me acosté al lado de Gaby, sólo ella podría darme la paz que necesitaba, sólo ella me daría la calma, así lo hice y al llegar a casa todo pareció ser una fiesta, Alicia estaba allí, como siempre y Gaby me recibió en su cama, miramos la tele y nos perdimos en la nada y sin nada en que pensar.
No recuerdo bien cuando me quedé dormido pero sí cuando me desperté, el salto que pegué en la cama al costado de mi hija me hizo quedar de pie al costado de la cama, no podía sacarme el sueño de la cabeza, en el veía a un Charly vengativo que venía en busca de mí, por la revancha de lo que había pasado. El corazón todavía me latía muy fuerte y se mezclaban los recuerdos del sueño en el que había más gente, estaba la mujer que había pasado la noche conmigo y había un petiso, morocho, de pelo corto que no sé quien era, pero durante todo el sueño me había seguido muy de cerca. Este torbellino de imágenes se superponían en mi mente y algo me avisaba que había entrado en un mundo del que me seria difícil salir, me levanté y fui hasta a la cocina, preparé unos mates mientras buscaba una libretita negra en la que debía anotar algo que se volvía imperioso comenzar a sacar de mi interior.
Allí comencé a anotar la cantidad de dinero que estaba ganando malnacidamente y detallado en códigos los hechos por los que había cobrado o cobraría dinero, si bien no sabía para que lo hacía me sentía realmente mejor sabiendo u ordenando que era lo que estaba haciendo. Un par de minutos después sonó mi handy, del otro lado estaba la voz fría del Pingüino que me decía que por la tarde volveríamos a salir de cacería.
A media tarde me arrodillé al costado de la cama de mi hija, ella se había dormitado en medio de tanta charla y sueños que compartíamos a futuro, había un lugar pequeño, muy al sur, un pueblo costero que alguna vez hace unos años, tantos que ya no recuerdo habíamos ido con el resto de la familia a veranear, nos habían prestado una casa y allí fuimos ese verano, Gaby jamás pudo olvidar el rugido del mar y lo feliz que había sido junto a su hermana corriendo por aquella playa, algo que ya no podría hacer, pero que jamás le haría saber para no romper su sueño y hacer valer el mío, de volver a verla allí nuevamente, sonriendo y feliz. Me levanté muy lentamente, en uno de los parantes de la cabecera de la cama dejé colgada mi cadena de plata con la cruz que me había regalado tantos años atrás mi abuela, algo a lo que me aferraba con el alma, en el cuello de Gaby colgaban las cruces de su madre y su hermana, me arrodillé besando su frente, estaba tan cansada que nunca se dio cuenta de que la había besado y me encaminé a mi siguiente destino.
Mientras esperaba la llegada del Pingüino, Alicia que sabía guardar silencios, pero que también sabía usar sus derechos que había ganado cuidando de Gaby y de mí, comenzó a insinuarme que se imaginaba que era lo que estaba haciendo y entre lágrimas que minutos después se convirtieron en un llanto desesperado me pidió que volviera a la parrilla donde trabajaba antes, que ella se quedaría con nosotros por siempre y que alguna vez daríamos vuelta la situación, que vendrían tiempos mejores y que no resistiría que me pasara algo. Alicia había perdido a su familia, primero a su hijo con sus veinte años e inmediatamente después a su marido quien no resistió la muerte de su único hijo. Desde ese momento vivía sola y había hecho gran amistad con mi mujer quien trató de acompañarla cuando sus perdidas se hicieron presentes, ahora Alicia le devolvía a la mama de Gaby, lo que había hecho por ella tanto tiempo atrás, había una comunión especial entre Gaby y Alicia y a su vez ellas comulgaban cuidándome a mí.
Me levanté de la silla y me acerqué hasta el cuerpo de Alicia que no dejaba de jadear entre su mar de lágrimas y yo comencé a dejar escapar algunas al sentirme tan querido por aquella mujer que estaba dando todo por nosotros, así fue como minutos después cuando calmó el llanto y le pude contar que esto sólo era temporal, que serviría para juntar el dinero suficiente para irnos lejos de allí, a aquel lugar llamado Monte Hermoso, tan cerca del mar y tan lejos del mal de Buenos Aires. Alicia prestaba suma atención a cada una de mis palabras, asentía y negaba permanentemente, de su boca salían palabras en las que me explicaba que ella vendería todo lo que tuviera y que se iría con nosotros, yo sólo le explicaba que nunca jamás imaginamos el futuro sin ella, como explicándole que no se asustara, lo que yo no entendía era que ella me estaba tratando de ayudar gritándome en silencio que no saliera más, que juntáramos todo y nos fuéramos, le expliqué que faltaba menos, que él mañana ya estaba cerca y que habría de terminar lo que había empezado por Gaby, por ella, por la memoria de mi familia y por mí...
La llevé hasta un escondite que había fabricado detrás de la heladera, en aquel hueco había comenzado a guardar el dinero que iba obteniendo y que quería que ella supiera donde estaba para administrarlo y por si me pasaba algo, la sola mención de aquella idea la volvió a poner a llorar y yo a tratar de calmarla, mas cuando terminamos de hablar no dejó de pedirme que acabara lo más pronto posible con todo y que nos fuésemos de allí.
Después de la conversación Alicia preparó un café y mientras lo hacía yo la miraba agradecido a mi mujer el hecho de haber dejado a aquella madraza en casa y maldiciendo al cielo por el egoísmo que tuvo al irse y no habernos llevado a Gaby y a mí.
***************Arriba de un auto, Pingüino me explicaba como sería este trabajo nuevo, el camión detrás del que íbamos era de ropa, una lata contenedora a la que llamaban Jumbo. Toda esa ropa iba al puerto para exportarse, había que cruzar al camión antes de que llegara al puerto, creíamos por los datos dados que se metería en las puertas número tres, así que calcularíamos la ruta que el camionero haría debido a la red de transito pesado, entre especulaciones y adivinanzas fuimos hasta un bar donde nos reunimos con el resto de los compañeros, que, vistos desde afuera parecían una banda, pero que para nosotros no éramos más que un equipo en donde la última incorporación se estaba convirtiendo en la estrella de este nuevo team, algo que yo no quería ser. La verdad indicaba que estos muchachos estaban tan acostumbrados a trabajar de una forma y que en ningún momento se imaginaron nuevas estrategias y eso hacía que yo con la mente nueva y limpia imaginara atracos sin tiros y negocios sin sangre.
Sobre la mesa decidíamos como cortar el camión y la seguridad, el satelitista después del último golpe y habiendo escuchado mis palabras decidió equiparse, compró una camioneta que la llevaba al costado del camión, cortando los radares sin siquiera subirse al camión, la tecnología estaba allí para ayudarlo, cada sistema de seguridad tenía una falla y días después del lanzamiento un ejercito de hackers se preocupaban por sabotear la seguridad del sistema y nuestro hombre tecno se puso al día, de esta forma uno menos arriba del camión que robáramos seria menos complicaciones. Barbie, así es como le decían, había encontrado rápidamente las respuestas a mis ejemplos. Los otros muchachos comenzaron a alinearse en nuevas formas y aceptaron de buen gusto las cosas que les proponía, consideraban seriamente poder robar sin que nadie lo notara y les parecía hasta divertido, eso quizás fue lo que más me ayudó a planear los próximos golpes. Pingüino y Yaya rescataban los datos y los traían, Chopper y yo nos sentábamos a diseñar las formas de parar los camiones sin la necesidad de ponernos al costado de las puerta de los choferes mostrándoles el caño de alguna escopeta recortada. Este siempre era el problema a resolver: como poder parar el camión para bajar al chofer. Después de eso el trabajo siempre va sobre rieles, últimamente a los choferes las compañías le pagaban un premio si contrarrestaban los robos y muchos choferes se habían decidido a abrir fuego antes cualquier vehículo que se parara al costado de ellos, de hecho teníamos conocimiento que en el oeste la banda de allí decidió parar los camiones a los tiros, dejando lejos la sutileza.
Este camión fue el primero de decenas de robos brillantes donde la ocurrencia hacia ganar lo que no se debía a tiros.Así fue como todos sentados calculamos la trayectoria que tomaría aquel camión hasta el puerto tomando su punto de salida, después de ver todos los posibles caminos tramamos distintas estrategias, deberíamos usar mas personas pero el hecho se haría sin un tiro, sin un grito y sin problemas algunos, una vez que comenzara, en tres horas todo estaría terminado...
Salimos en busca de GPS, una notebook, mapas impresos, camiones y motos. Quedamos en encontrarnos en la cafetería de siempre y así lo hicimos, un par de horas después llegamos todos hasta el lugar de reunión y tomamos cuatro mesas, que acomodamos haciendo un gran grupo en medio, allí desplegamos mapas, usamos lápices de colores marcando las distintas rutas y viendo las vías de escape por si algo salía mal, en medio de la reunión apareció ella: la camarera que había cortado mi respiración días atrás, y sus ojos se clavaron en los míos, saqué rápidamente el recuerdo de aquella mirada en mí para no distraerme de lo que estaba haciendo, habría tiempo después del hecho para pensar en aquella mujer.
Cuando todo estuvo planeado salimos todos en busca de este nuevo destino con modalidades que nadie había usado jamás, debo decir que la suerte ayudo a que ninguno se resistiera a estos cambios en las modalidades de trabajo, quizás, me habría ayudado el tema con Charly y el perro para ganarme algún tipo de respeto. Si así fue, debía mantenerlo firme y seguro, pues de mí ahora dependía mi seguridad, la de mis compañeros y la más importante de todas aunque jamás abriera mi boca para decirlo, la de los choferes y las seguridades, sabía bien dentro mío que no soportaría muertes dentro de mi mente sin una verdadera razón.
***************Los teléfonos estaban todos coordinados, todas las partes estaban en posición y ahora la dichosa banda se había agrandado de una forma en que nadie había imaginado. Habíamos tomado tres rutas como las posibles que tomaría el semi para llegar al puerto y nosotros estábamos cerca de los portones de donde saldría aquel camión, esperando entre cigarros y seriedad. Uno de los posibles caminos sería por medio de calles de desagote de Panamericana, otra sería la vía que lo llevaría por más autovías y la tercera por si salía al final de la Panamericana por si fuera por dentro, todos estaban apostados donde debían.
Chopper chequeaba las posiciones constantemente y todas las vías quedaban libres después de chequearlas, de pronto vimos como el camión salía por detrás de aquel portón, un auto de seguridad lo seguía, el hecho de que estuvieran polarizados los cristales del auto de apoyo nos limitaba a ver cuantos hombres venían allí, eso hizo que Chopper llamara a una de las motos para que cruzara al auto de seguridad y viera al interior cuanto efectivos habían cosa que el motoquero hizo en minutos, llamó avisando que habían tres efectivos, en el camión vimos al chofer y a un acompañante y detrás de ellos, fuimos. Los seguimos por el trayecto hasta la Panamericana y así vimos que tomó el camino de la colectora, allí llamé a un camión que habíamos dispuesto cerca de Fondo de la legua, un Scania enorme que sólo consistía en el tractor, la parte del camión pero sin cajas ni equipos, arriba de aquel camión iba Pingüino y Lalo, una cuadra después estaba Paco esperando en otro auto con Nico y en medio estaba Barbie con su camioneta y equipos, fuimos siguiéndolos tan de cerca que quizás parecimos otro auto de apoyo, cuando pareció el momento perfecto, se accionaron las líneas y todos hicieron lo suyo, justo esa parte de la colectora era la mas angosta y allí pudimos realizar nuestro golpe, nuestro camión dejó pasar al que cazaríamos y se metió en medio de la seguridad y la presa, Daniel el mecánico había preparado un dispositivo en el que apretando el botón de las balizas un chorro de aceite caía sobre el caño de escape del camión, que debido al calor de la temperatura del motor hacía que saliera una humareda enorme y un olor a quemado impresionante, así fue como Pingüino se coló entre medio del camión y sus seguridad, vio como el auto de apoyo trataba de sobrepasarlo y en el momento justo apretó aquel botón, el humo salía por todos lados. Apagó el motor del camión parándolo en medio de donde nadie podría traspasarlo, la seguridad baja con escopetas en mano inmediatamente, allí las actuaciones de Lalo y Pingüino hicieron que la seguridad creyera que todo se trataba de un desperfecto y que el camión en realidad se había clavado el motor del camión sin posibilidad de arrancarlo, mis compañeros le pidieron que les dieran una mano para correrlo después de que Chopper hiciera sonar el handy avisándoles que la otra parte del plan se había ejecutado. Mientras tanto Pingüino absorbía las puteadas de todos los que habían quedado varados en medio de aquella colectora. Nosotros sabiendo lo que vendría nos habíamos cortado por un costado sobrepasando todo ese lío de autos que estaba por producirse y desde allí vimos como el camión paró en un semáforo y dos malabaristas se acercaron hasta la puerta del conductor en busca de la propina, desde la ventanilla pudieron ver dos escopetas que los apuntaban desde unos zancos y sin dar demasiado resistencia bajaron del camión y subieron al auto que los llevaría a pasear. Nuestro chofer subió y cambió la trayectoria del camión, la camioneta de Barbie, pegada al camión hacía lo suyo y así se fueron donde todos los demás esperaban para descargar aquella lata.
Un par de horas después estábamos todos en el bar de siempre, ahora cerrado para nuestro festejo del atraco perfecto. Muchas fueron las felicitaciones que recibí de mis compañeros, aunque pasamos de ser ocho trabajando a trece y nadie se quejó, en el fondo nadie quería tirar tiros ni hacerse el violento, sólo querían terminar el día en paz y esto había transcurrido así.
Una lata enorme de ropa que Pantera reduciría en un par de días y la cantidad de dinero que me acercaba más al Monte Hermoso de Gaby y la tranquilidad de que nadie había salido herido.
***************Mientras festejábamos nuestro triunfo la camarera de nuestros sueños iba y venía, todos estábamos de acuerdo en seguir el festejo en “Cocodrilo”, todos cantábamos la victoria de nuestro hecho y varios querían festejar en el cuerpo de alguna mujer, la testosterona que había producido en los cuerpos, había que sacarla. Me levanté y encaminé al baño, me crucé con ella y su sonrisa hermosa, ella sabía que éramos y que hacíamos, ni en sueños se acercaría a uno de nosotros, mucho menos a mí que era nuevo en este circo, pero su sonrisa, esa que me estaba regalando era bastante particular y era para mi solo, acción que hizo que me parara antes de llegar a donde me dirigía y tratara de hablar con ella. Mi gracia fue muy útil y por demás de estúpida, lo que le dije fue tan poco ocurrente que creo que lo borré inmediatamente, pero fue efectivo, quedamos en medio de una charla que ansiaba y deseaba y se ve que a ella le resultó por demás de cómoda, las palabras fluían y el tiempo se hacía eternamente corto, prestaba atención particular a cada palabra que le regalaba y trataba de absorber las que ella me brindaba, así fue como intercambiamos nuestra primera conversación con la promesa de volver a hablar, aquella mujer me estaba robando parte del corazón.
Al llegar a la mesa decidimos seguir nuestro camino, de allí nos fuimos a cenar a “Los Amigos” en Loyola y Gurruchaga, siempre éramos bien recibidos en ese lugar y los dueños a quienes no le importaban que hacíamos mientras no lo hiciéramos allí, siempre nos esperaban con los brazos abiertos. Todos los muchachos tenían un especial cariño por la abuela que siempre nos contaba que era lo que teníamos que pedir, cuando la larga mesa estaba armada para nosotros, comíamos, reíamos y sacábamos cuentas de las caras de sorpresa de la seguridad al ver que no estaba más el camión que cuidaban, todos querían volver a actuar. Algunos teléfonos sonaban llamando a las chicas que rato después los esperarían en aquel cabaret, yo por un segundo me quedé pensando si estaba allí también la colorada esperando por mí.
Salimos del resto repartiéndonos en distintos autos, yo subí al del Pingüino y allí hablábamos de lo bueno que había sido todo durante el día y de cómo nos imaginaríamos los próximos actos, en un momento de la conversación le pregunté el porqué de todos a seguir mis ideas, el me miró y sonrió, sólo se limitó a contarme que después de lo que pasó con el perro él había ido a ver a Charly y éste le había dicho que no había temido por el balazo, sino por la determinación que tenía en los ojos y que eso a pesar de todo merecía un respeto, así fue como todos habían dejado sus seguridades y libertades en mis manos. Creo que esa charla en aquel auto me ayudó a entender un poco más lo que estaba pasando y hacia donde estaba yendo.
Llegamos a las puertas de “Cocodrilo” en donde estaban los demás y volvimos donde la noche pasada nos habíamos sentado, las mujeres volvieron solas a acercarse y el desfile de champagne y mujeres volvió a cernirse sobre nosotros. Busqué con la mirada por todo el salón a la mujer de cabellos rojos que había compartido aquella noche conmigo y no la vi, habían cuerpos insinuantes por todos lados pero el delicado de la mujer de las noches anteriores no estaba. Yaya me sentó al lado a una que era particularmente molesta, se la pasaba pidiendo que le compren cosas, yo me desentendía de la situación y la mujer seguía molesta, en un momento comenzó su disposición a abalanzarse sobre mí. Mis amigos disfrutaban de la situación y se reían, yo seguí escapándole a sus manos hurgadoras una y otra vez, hasta que de pronto encontré muy rápido la vuelta para salir de ella, su mano estaba corriendo el cierre de mi jean cuando le dije que si no se había dado cuenta de que era gay y que jamás pasaría con ella nada de nada. Sus ojos insoportables se pusieron como cuadrados, algo en ella me avisaba que yo había sido una perdida de tiempo durante un rato largo y que me odiaba desde lo mas profundo de la copa de champagne que había vaciado tantas veces, se levantó mientras me propinaba un:—hijo de puta, el tiempo que me hacés perder. Salió como despedida de mi lado y todos rieron, junto conmigo, menos ella.
El tiempo siguió pasando y la mujer de mí otra noche apareció subiendo la escalera, de pronto nuestras miradas se cruzaron y otro tipo que estaba acodado en la barra se acercó a ella y de un instante a otro se la estaba llevando, ella me miró torciendo su cuello y yo la miré con mis ojos muy triste, dudando de poder volver a cruzarla esa noche.
Así siguió la noche y las botellas de champagne, las mujeres y los deseos, yo por mi parte daba por terminada mi noche. Volvería a casa y allí en la soledad de la cocina quizá si tuviera un poco de suerte podría soñar en el futuro mejor que me esperaba. Así fue como decidí salir saludando a cada uno de mis amigos y compañeros, Pingüino me sugirió que lo esperara así me llevaba a mi casa. Le contesté que tenía ganas de caminar y empecé a buscar la salida. Saliendo de allí esquivando cuerpos transpirados, la noche había entrado profundo en el reloj y los alcoholes hacían que todos los presentes bailaran más y más, llegué hasta la escalera y me afirmé al pasamanos, el transito de esta hora se hacía más fluido por aquellos peldaños y entre todos los transeúntes bajé para llegar a la puerta de salida. Subí el cierre de mi campera y salí, antes de llegar a la esquina un taxi paró a mi lado y del interior salió a quien había esperado toda la noche, ella asomó su cabeza y mirándome fijamente me dijo si me iba, le contesté que si y ella me pidió acompañarme, le expliqué que no tenía auto y ella se abrazó a mi costado y me dijo caminemos entonces, me sentí mejor como que había valido la pena la espera y los roces con tal de caminar a su lado. Comenzamos hablando sobre cosas perdidas y ella reía y yo festejaba cada sonrisa, ella me hacía un giño de confianza y yo me sentía más feliz. No sé ni como llegamos hasta una plaza en donde aquella mujer de cabellos rojos corrió hasta la hamaca en donde yo la empujaba en medio de la charla y las risas, que feliz que fue aquel momento libre de mi nueva vida, libre de su vida vieja...
Momentos después nos sentamos en uno de los bancos, algunos autos pasaban llevando a trabajos tempraneros a sus ocupantes y todo comenzaba a reactivarse, ella se acercó a mis labios como queriendo besarme y un milímetro antes se corrió hacia atrás para pedirme que no viniera más a su trabajo pues desde allí salía con sus clientes y no soportaba la idea de que yo estuviera viendo esa parte de su vida, me explicaba que cuando se acostaba con algún tipo, lo único que sentía eran las ganas de acabar rápido con lo que estaba haciendo, me daba el ejemplo de mi mismo, que sólo quería acabar cada trabajo que empezaba y que le dolía en el alma verme allí.
Un segundo después y en medio de las dudas de ambos terminamos mezclados en un beso que nos hizo estallar las pasiones encerradas en el corazón, tomé su cabeza desde la nuca acercándola más a mí, sus labios finos se arqueaban dándole forma a los míos y con ellos las lenguas se mezclaban una y otra vez, nuestros cuerpos se pegaban más y más y un murmullo descuidado se escuchaba en el aire, algo estaba quebrando la madrugada de Buenos Aires y los dos éramos responsables de aquello. Nos paramos abrazados, muy pegados, como sin querer separarnos y nos encaminamos hacia un hotel, el mismo donde habíamos pasado la noche juntos un par de días atrás, nos tocó la suerte de la misma habitación y la confianza al lugar jugó el papel preponderante a la hora del amor que se desbocaba en nosotros. Las horas se sucedieron entre el sexo, el placer, las ganas y el sueño de dos marginales que nos escapábamos del mundo que nos provocaba minuto a minuto en una marejada de vértigo casi irresponsable.
Llegando al mediodía desayunamos y después de mil caricias la colorada mujer decidió decirme su nombre, si bien había oído por ahí que le decían Sheila, en realidad se llamaba Susana, cuando yo quise contarle de mí, ella estiró su mano poniendo su índice en mis labios y muy bajito me dijo: —Soy una puta, las putas hacemos puterío y cuanto menos sepa, será mas seguro para vos y para mí, así que vos te llamás...: Matador.
El nuevo día me había encontrado en los brazos de una colorada de nombres ambivalentes y con uno nuevo para mí, estaba siendo bautizado con aquel apodo que vendría conmigo en las malas y las más malas.
***************Pasé el resto del día junto a Gaby y a Alicia en casa, la televisión contaba la mnera en que unos ladrones disfrazados de payasos habían robado un camión, los canales oficiales contaban como la vergüenza de la seguridad oficial se había visto mancillada por unos piratas del asfalto. Mientras que los pocos que quedaban de libre opinión se mofaban de la seguridad que oprimía al pueblo.
Así fue como me di cuenta que habíamos robado algo que no teníamos que tocar, resultaba extraño como el gobierno manejaba negocios mas allá de las recaudaciones por impuestos, el famoso grupo sushi, que operaba por detrás de las espaldas de un presidente influenciable era artífice de casi todos los males que se cernían sobre las calles argentinas y su máximo exponente no era ni más ni menos, que el ministro de interior.
Mientras escuchaba todo esto llegó Ezequiel a mi casa, acompañado del Yaya, cuando sonó el timbre, me sobresalté y Gaby se quedó mirando, Alicia la distrajo mientras yo acudí al llamado, allí afuera estaban mis amigos, detrás de ellos una camioneta con un moño rosado en el techo, me abrazaron mientras los cuestionaba por eso y les pregunté si ellos habían visto las noticias, rieron al tiempo que contestaban que era un regalo para Gaby, Ezequiel se acercó a mi hija mientras el Yaya ayudaba a levantarla hasta su silla de ruedas. Gaby no entendía mucho lo que pasaba y yo menos, la sacaron hasta la puerta y le dieron las llaves de la camioneta, Ezequiel se arrodilló delante de la silla de ruedas y le dijo esto es para que tu viejo te saque a pasear, mientras el Yaya trataba de subirla por los portones de atrás, me empujaron hasta el volante y me obligaron a dar una vuelta. Mi hija lloraba un llanto desesperado por la emoción de lo que ahora la haría volver a salir, en ese instante quise tanto a mis amigos como jamás había sentido y la gratitud la llevaré dentro por siempre porque estaban cambiando mi vida, pero aún más la de mi hija.
Después de la vuelta y la preguntas de Gaby acerca de todos los botones volvimos a la puerta de casa y adentro sentados estaban los muchachos tomando el café que les había preparado Alicia a quien llevé de inmediato hasta el vehículo, le tendí las llaves y le dije que ella sería quien se encargaría de llevar y traer a Gaby, tal como lo hacía ahora y que era mejor que la tuviera ella y no yo.
Volví a la mesa con mis amigos y les pedí si podíamos ir hasta la cafetería de siempre, así lo hicimos, nos volvió a atender la camarera de los sueños, en esta ocasión estábamos sólo tres y no era una de esas mesas enormemente largas, allí fue como en medio del décimo café, les pregunté a mis amigos si tenían idea de a quién le habíamos robado. Me contestaron que había sido un error, pero que estaban muy contentos de haberlo hecho, el Yaya venía de Parque de los Patricios, en plena quema, allí las fuerzas del gobierno habían hacinado a miles de familias, habían derrotado las voluntades poniendo “Paqueros” e inundando de drogas a los pibes, la A1—11—14 era un reventadero de vidas, el creía que lo que habíamos hecho era un acto de justicia, por parte de Ezequiel, escuché que no había más que cien años de perdón por haber robado a un ladrón y yo sólo me quedé con la impresión de que vendrían detrás nuestro, cuando se los dije el Yaya arqueó las cejas y me contestó que de algo debíamos morir.
Quería salir de esa conversación lo más rápido posible, no le tenía miedo a la muerte, de hecho, del otro lado me esperaba mi mujer y una de mis hijas, pero temía por como sería la vida de Gaby sin mí. Me había quedado tan colgado en el pensamiento que la camarera de los sueños se acercó a mis ojos y me dijo si estaba bien, su belleza particularmente deslumbrante hizo que volviera a este mundo para decirle que estaría mejor si ella decidía aceptar salir a cenar esa noche. Ella rió y se fue, yo seguí adelante con mi mundo y mis amigos decidieron que era hora de soñar con el próximo golpe. Me acerqué hasta la caja para pagar la cuenta y la camarera de los sueños me tendió un papel que apreté entre mis dedos hasta que estuve fuera del lugar. Al llegar al auto en el que habíamos venido, lo desarrugué y vi que decía Luciana, y el número de teléfono, mis ojos demostraban tanta felicidad que mis amigos se dieron cuenta de que algo estaba pasando y me preguntaron, les mostré el papel y el Yaya entre risas y sarcasmo me dijo: —Por algo será que te dicen el Matador... Inmediatamente le pregunté por que me decían así y como lo había averiguado, Ezequiel riéndose con ganas me dijo que en la noche de Buenos Aires, todo se sabía.
Dejé pasar las horas hasta que llamé a Luciana y ella aceptó mi invitación, pasé a buscarla con el auto de Ezequiel y salimos en busca del resto de la gente que la hiciera sentir cómoda. Cuando subió al auto parecía que habíamos hablado toda la vida, su simpatía inundaba todo. Llegamos hasta donde nos dispusimos a cenar y allí me enseñó como uno sabía si el camarero que lo atendería era bueno o no, según su hipótesis el camarero que no tenía el mentón en alto no podía prestar atención a lo que pasaba en el salón y mucho menos en su plaza si la barra estaba alejada, después de prestarle atención durante rato largo a todos los camareros del lugar pude corroborar que su teoría era cierta. Reímos mucho esa noche y la cena se hizo demasiado corta, le pedí si me acompañaba al cine, hacía mucho tiempo que no iba a ver una película y ella accedió. Si todos estaban enamorados de Luciana, mientras nos atendía en la cafetería, fuera de ella creo que tendríamos que desafiarnos a tiros para ver quien lograba su corazón.
Entramos al cine, una sala de esos complejos enormes en los que hay una al lado de otra y después de entrar al laberinto de nombres te perdés con cual era la película que habías elegido. Me tomó de la mano ante mi perdida en aquel lugar y me guío hasta donde teníamos que ir, la película empezó y estábamos rodeados de pochoclos, gaseosas y ganas de estar juntos, los minutos pasaban y yo estiré mi brazo por detrás, ella me miró y sonrió, yo le devolví la sonrisa y siguió así la película, las dos horas del film se habían esparcido en algún lugar llamado tiempo y ella se había quedado quieta en su butaca por más que pasaban los títulos y todos los extras que habían trabajado en aquella película, o eran mis nervios o realmente nunca terminaban de pasar nombres. Me dijo algo que no entendí y me acerqué preguntando por lo que no había escuchado, tiempo después me confesó que nunca dijo nada, que sólo había pronunciado algo para acercarme, cuando lo hice sus labios me besaron y mi lenta reacción hizo que disfrutara más de aquellos labios apasionantes y tan deseados.
Así como así ella decidió besarme y empezar algo que nunca sabríamos donde terminaría, salimos de la sala y camino por la boca paramos nuevamente a besarnos, en un torbellino de ganas y pasión, quizás estaba llena la noche de besos puros e inocentes, así fue como en medio de abrazos nos encontró la luna, mirándonos celosa de nuestros besos. En el auto nuestra charla se pausaba en los besos que nos dábamos y continuaba esperando el siguiente, no sé bien como terminé en la puerta de su casa y allí ella se recostó sobre mí y dejamos libre la imaginación de un tiempo mejor y el deseo de un mañana juntos.
Al bajar ella del auto, nos volvimos a besar, tenía un cuerpo hermoso para acariciar y hacía lo posible por acomodarse entre mis brazos, dejándome el espacio para recorrer su cuerpo y su cabello con mis dedos, lo delicado que era cada beso, nuestros labios se frenaban en cada comisura en donde la punta de la lengua jugaba apoyándose muy suavemente, recorría por momentos toda la longitud de sus labios y agradecía el hecho de que su boca tuviera el tamaño que tenía, me perdía en esos labios y ella parecía disfrutar del tour que llevaba en su boca, creo que en toda la noche nuestras lenguas llegaron a cruzarse una vez en el aire, entre nuestras cuerpos y todo lo romántico hacía de lado la obscenidad del deseo, logrando la pureza de un amor apasionado.
***************A alguien le había molestado el robo que habíamos hecho, la idea de los zanquistas y malabaristas habían logrado la vergüenza de los que manejaban los transportes del grupo, de hecho la policía había comenzado a correr cuanto malabaristas y artistas callejeros hubieran en los semáforos, nosotros sólo mirábamos todo lo que habíamos causado sin pensar que esto sería la burla máxima que habría recibido el poder.
El señor Torlo era un hombre recio y serio, en él recaían todas las responsabilidades de los manejos económicos realizados por el gobierno, era tan decidido en su empresa que no había dudado un segundo en reprimir aquella tarde noche en la plaza, aquella en la que había perdido parte de mi familia. De la misma forma obraba para con los disidentes y detractores al régimen, tiempo después supe que el primer camión que había entrado a un galpón, también pertenecía al gobierno y este hombre estaba dispuesto a hacer lo necesario para llevar su trabajo a buen puerto, en su oficina recibió a dos inspectores que era los que se dedicaban a la caza de peligrosos delincuentes. En esa oficina de la calle Balcarce, Torlo había citado a dos de sus oficiales, ambos trabajaban en la sección especial de robos y hurtos, los dos eran bajos pero de miradas decididas, con sólo verlos a los ojos daba a entender que no pararían en sus objetivos por nada ni por nadie. Uno de ellos, su nombre era Molina, había entrado a la fuerza ni bien había llegado de Tucumán, se había destacado en su curso y alguien había pensado en él particularmente para verlo donde estaba ahora, por otro lado estaba su compañero con quien llevaba cerca de ocho años trabajando, su nombre es Ricardo Coro, aunque en la calle los conocían como Ricky y el Tucu.
Torlo les tendió una carpeta con toda la poca información que tenían acerca de nosotros, en la carpeta había un par de dibujos de nuestra fisonomía, unos dibujos que quizás se parecían en algo a nosotros, pero que les haría trabajar demasiado hasta dar con nosotros. El encargo preciso de Torlo para con estos oficiales fue determinante, por alguna razón creía que no sería bueno para la propaganda oficial el hecho que unos ladrones se burlaran de ellos vestidos de payasos, así fue como los oficiales se retiraron de las oficinas del ministro con unas carpetas en sus manos, y la sensación de un trabajo arduo por delante. Esa fue la primera vez que aquellos oficiales supieron de mí.
***************Un nuevo hecho estaba preparado, esta vez íbamos detrás de un camión que traía reproductores mp4, el chofer estaba arreglado con nosotros, este hombre resultaba ser amigo de un cuñado de Chopper quien tenía más hermanas que las que podíamos contar en cada relato. Así fue como este hombre había arreglado que cuando bajara por la avenida Nazca, cruzaría uno de los semáforos en amarillo, casi en rojo y uno de nuestros autos tendría que frenarse trabando la custodia. Sabíamos la cantidad de dinero que vendría en los remitos, ya que la noche anterior el chofer ya contaba con los datos de que cargaba y el valor, así Pingüino llamaba a la Pantera y le avisaba lo que llevaríamos para que él lo redujera.
La noche nos encontró en el cruce de las vías en Nazca, todos los autos estaban preparados y todo estaba articulado para llevar adelante el hecho. Todos entramos en acción en el momento justo y sincronizados. Fuimos acompañando al convoy hasta donde debían ir, justo en la altura de Jonte, fue cuando el chofer del camión aceleró después de frenarse durante un trecho, cruzó en rojo profundo el semáforo y el auto de Yaya se paró adelante del auto de la custodia, trabándolo. El vehículo de la seguridad quiso maniobrar para la izquierda donde podía encontrar la libertad para seguir al camión custodiado y fue trabado por la cola de la camioneta que manejaba Barbie, así quedó apresado entre nosotros, por mí, que esperaba metros más adelante y que desde allí marcaría el camino que el camión debía seguir, al doblar por la primera calle a la derecha, allí estaba esperándolo París, quien se subió al camión para conducirlo por la lateral hacia el mismo sentido de donde había venido. La camioneta de Barbie una vez que dejó libre al auto de la seguridad que salió como una saeta por la avenida, giró en busca del camión y yo que había cargado al chofer que traía la carga cambié mi recorrido llevándolo lejos. Llegó Barbie con la camioneta y desarticuló todos los sistemas de protección mientras seguían rumbo hacia donde desengancharían el semi dejando libre el tractor, así fue como ellos llegaron a un galpón de dos entradas en donde estaban esperando para desenganchar y cambiar la carga de lugar. Apenas frenaron, Lalo abrió los portones y desde el interior un par de zanping’s comenzaron el trabajo que no duró mas de quince minutos y desde allí se llevó el lastre que significaba el camión. Por mi parte, dejé al chofer cerca de una de las comisarias donde teníamos conocidos para que efectuara la denuncia, por el otro lado de la línea del handy, Paco que había seguido al auto de seguridad me avisaba que estaban completamente perdidos y sin saber para donde ir.
Un par de horas después estábamos celebrando con café en el bar de siempre y felices de haber logrado otra vez en paz, el golpe deseado. Allí en el lugar de siempre estaba Luciana, la mujer que se estaba robando mi corazón, en una total discreción nos cambiamos las miradas cómplices del amor que estábamos gestando.
***************Las cosas resultaron mas fáciles de lo que esperábamos. Si bien creía que ya casi contaba con el dinero que necesitaba para la operación de Gaby, creía que un último golpe sería lo ideal para irme a Monte Hermoso, por lo pronto alguien ya estaba siguiendo nuestras pisadas, un llamado de Susan me había alertado que dos oficiales habían llegado a Cocodrilo preguntando y averiguando por nosotros. Fue cuando todos nos pusimos de acuerdo en tratar de pasar desapercibidos, así fue como Chopper se fue a la costa, el Yaya tomó a su familia y salió para las sierras, Nico con Pingüino se fueron a una isla del Tigre en donde pasarían la semana próxima y así todos y cada uno de nosotros decidió partir hasta el próximo golpe, quizás la forma de agradecerle a Susan su preocupación por mí era invitarla a cenar.
Pasé a buscarla por el lugar donde habíamos acordado, ella estaba magnifica, sus pechos anunciaban que estaba allí y el resto de su cuerpo me decía que me acercara a ella, su cabello rojo llamaba la atención de los transeúntes y su ropa tan ajustada robaba miradas de los que por allí pasaban. Subió al auto y me estrelló un pico en los labios, entre la sonrisa forcé los labios para responderlo, desde allí fuimos a cenar a puerto Madero, donde había un hermoso lugar en donde después de la cena podíamos bailar. Si bien no soy bueno bailando, haría lo posible por hacerla sentir bien y de ser necesario bailaría, mal pero bailaría. Una vez en el restó pedimos la entrada y un tinto vino rojo que quizás lograría hacerme bailar, entre la luz de las velas pude hablar con Susan y agradecerle todo lo que estaba haciendo por mí, ella de repente me dijo también lo que se estaba hablando acerca de las cosas que hacíamos después de los robos, había un montón de gente que nos creía alguna especie de Robín Hood y las habladurías decían que parte de los botines los repartíamos en los barrios bajos de la rivera, que ayudábamos a los desprotegidos y muchas otras cosas más que no habíamos hecho, pero al menos la parte marginal de la ciudad creía que nosotros hacíamos justicia por ellos. Me contó que un par de prostitutas comenzaban a decir que nos conocían y que especialmente caían sobre mí las responsabilidades de los hechos maravillosos que hacíamos, de pronto los escasos robos que habíamos realizado se convertían en una factura constante que se superaba en la imaginación de los hechos. Susan me contaba las historias que comenzaban a gestarse en nuestra realidad.
La cena siguió su rumbo, de pronto decidí que ya eran demasiadas aventuras y comenzamos a hablar de nosotros, le conté que tenía intenciones de irme con mi hija a un pueblo del interior y que quizás ella quisiera venir con nosotros. Me miró con lágrimas en los ojos y con una honestidad brutal me contestó que no podría vivir conmigo, que yo era demasiado para su vida y que estaba agradecida de lo que estábamos viviendo, pero que ella era una prostituta y en su condición marginal, nunca lograría que yo me sacara la mala fama y que pudiera vivir el resto de mi vida en paz, en un segundo entendí lo que me decía, y para terminar de atestiguar y reforzar su posición me miró a los ojos y me dijo que pasaría si algún día alguien la reconocía como lo que era, estando a mi lado.
Entendí lo que me decía y entendí también que ella tampoco quería cambiar su vida, así que decidí seguir adelante con ella como quien estaba hasta este momento, como amigos con derecho a roce.
En medio de la cena, del otro lado del salón en una de las mesas que estaban dispuestas se sentó una joven hermosísima, de cabello oscuro, ojos negros profundos y un rostro hermoso y relleno, debía de tratarse de alguien importante pues tres tipos llegaron primero y acomodaron todo alrededor de la mesa y formaron un cordón de seguridad, ella llegó hasta allí y yo me quedé colgado de su belleza.
Era particularmente hermosa y delicada, estaba sentada allí con otra pareja, los tres en su mesa y mientras hablaban ella sonreía y yo me perdía de a ratos en su sonrisa. Susan veía lo que le pasaba a mi rostro y reía por lo estúpido que estaba y para dominar los celos que se estaban gestando dentro de ella.
Después de la cena, en la que reímos entre las cosas que me contaba Susan acerca de todo lo que se decía de nosotros, vi como en la mesa de enfrente la muchacha de cabellos oscuros y sonrisa agradable, gesticulaba mientras hacía morisquetas con su rostro y agradaba a la pareja que estaba sentada con ella. De pronto, Susan me tomó de la mano y me levantó para bailar los temas viejos que sonaban. Ella meneaba su cuerpo sensualmente, poco a poco más personas se acercaron a esa pista improvisada y entre todos los que llegaron, se acercó le morocha de rostro angelical, en algunos de los giros quedamos pegados espalda con espalda y al darme vuelta en uno de los pasos, quedamos frente a frente y rostro con rostro, sus ojos se clavaron en los míos y mi boca dejo escapar un —¡Hola Diosa!, ella se me quedó mirándo, con la sonrisa amplia y enorme. Por un segundo el mundo dejó de girar para quedarse viendo cuanta pasión se había gestado en ese instante entre los dos. No nos volvimos a encontrar en lo que quedó de la noche, el tiempo y el destino nos volvería a juntar.
Susan que tenía más noches que la luna y más giras que los Rolling Stones supo que algo estaba pasando y me sacó de allí, volvimos a la mesa y entre besos y arrumacos se propuso que no volviera a mirar para la mesa de la hermosa mujer de esos ojos penetrantes y la sonrisa más bella que había visto. La noche siguió su camino y la luna su trayectoria antes de esconderse en el nadir, salimos de allí y giré mi cabeza hacia la mesa para poder ver de nuevo a aquella mujer que me había robado las sensaciones de la noche, ya no estaba, sólo me encontré con el vacío de su silla en la mesa desolada...
Noche de sexo apasionado ante el cuerpo exuberante de la colorada que tanto me cuidaba y defendía. Ya entrada las primeras luces del día Susan me pidió que la acercara hasta Cocodrilo, allí en la puerta salían decenas de mujeres con hombres jugados bajo el efecto del alcohol y en medio de todos ellos habían dos que no entonaban con esta serenata de larga noche, los dos eran bajos, si bien sus ropas eran iguales a las de todos lo que por allí andaban, algo era distinto, estaban totalmente pulcros y ordenados, si bien a aquel lugar concurrían bastantes efectivos de las fuerzas, estos dos no parecían haber ido a divertirse, el más fornido de los dos clavaba sus miradas en todos los ojos que se le cruzaban, mientras el otro repasaba todo lo que veía, por alguna razón entendí que esta gente estaba allí por otra cosa que por diversión.
Arranqué el auto mientras la besé en la comisura de los labios para encaminarme a mi casa entre los recuerdos de una noche excitante con los besos de Susan, la sonrisa de aquella morocha y la mirada de estos dos extraños.
***************Llegué hasta la cafetería donde siempre nos juntabamos, en el interior estaba hermosa y brillante Luciana, si bien no tenía bien en claro hacia donde iba con ella, al menos su rostro demostraba alegría cuando me veía y eso me reconfortaba. Fui el primero en llegar, minutos después vi que entraba el Yaya con Chopper y se vinieron a mi mesa, las medialunas y el café comenzaron a llenar la tabla y las risas se hicieron más amplias cuando llegaron los otros que esperábamos, si bien cruzábamos miradas con Luciana, ninguno de los dos rompíamos el silencio y el anonimato de nuestra salida delante de los otros. Cuando llegó Lalo, comenzó a hablar acerca de las cosas que haría con aquella rubia hermosa, yo por lo bajo me reía de saber que sus deseos nunca llegarían a buen puerto, y había algo en su mirada que no terminaba de cerrarme.
Pingüino trajo el dato acerca de unos camiones que traían rollos de aluminio y que venían de a dos. Después del robo con los payasos el Ministerio aconsejaba que las seguridades se extremaran, así que ahora los camiones venían con tres autos de custodia, de esta forma sería mucho más difícil el trabajo pero de un momento a otro las cosas serían magníficas y las habladurías populares harían de este robo una leyenda más. Yaya advirtió a quienes no quisieran participar del hecho que este convoy también pertenecía al Ministerio del interior, que sabían que hacían figurar aluminio en los camiones cuando en realidad traían motores para la central eléctrica del norte. Todos asentimos en hacerlo de hecho la cifra de venta de aquellas cargas aseguraban el futuro que necesitaba y allí se acabaría mi historia delictiva, estaba bien un último acto.
Sabíamos la ruta que tomarían los camiones, alguien nos pasaba los datos necesarios, pero lo que teníamos que idear era la forma en que haríamos el golpe y allí estábamos, cada uno derramaba sus ideas y Barbie sacó planos acerca el recorrido que tomarían y allí comenzamos a dibujar planes fastuosos.
Así fue como dispusimos todo para el hecho, sabíamos que estábamos jugando con fuego y eso en algún sentido los hacía sentir vivos a todos, de pronto se me ocurrió una idea que todos secundaron, si todos esperaban que hiciéramos actos únicos y arriesgados, que mejor que hacer algo inesperado, mientras hablaba todos me miraban atentamente, por un momento pensé que seria el portador de una importante estupidez, pero igual, que más daba. Les expliqué que si todos esperaban el próximo robo y calculaban que mañana atacaríamos o a lo sumo pasado mañana por los lapsos que nos tomábamos entre hecho y hecho que mejor que distraerlos a todos con un robo sin sentido y sin beneficios hoy mismo, todos se quedaron muy serios y yo creí que me exiliarían de aquel grupo en ese mismo momento, pero resultó que a la mayoría le pareció inteligente lo que había dicho y por suerte las opiniones del Yaya, Pingüino y Chopper fueron afirmativas, sus decisiones pesaban más que las de los demás y así fue como todos nos pusimos en marcha de hacer algo ya y vender una cortina de humo, así fue como salimos a la caza del algo, que no importaba mucho que fuera. Comenzamos a dar vueltas buscando la próxima víctima, por alguna razón tomamos la avenida Avellaneda, los cuatro autos y la camioneta de Barbie, yo que iba con el Pingüino le consulté si uno de esos camiones de harina sería buen target, el me contestó que no había a quien venderle eso, inmediatamente se me ocurrió que no importaba hacer un negocio, le sugerí que podríamos regalar la carga y de esta forma hacer un trabajo limpio y sin indicios, había algo que hacía que fuera fácil el trabajo, el camión sólo llevaba un auto de seguridad que contaba con un solo pasajero, así fue como nos lanzamos al robo de ese camión, Pingüino activó las líneas con los llamados a los otros handis, nadie preguntó el porqué ni para qué, pero salimos todos al cruce y así fue como le dimos caza a la carga.
Yaya y Lalo cortaron la seguridad, nosotros nos encargamos de frenar al camión y Chopper de llevarse al chofer, yo me subí al camión y giré camino a Lugano, se me había ocurrido una idea más, ese día había estado por demás creativo y parecía no dejar de hacerlo, llamé a Ezequiel y le sugerí que dejáramos el semi de harina en alguno de los hogares donde habían comedores infantiles para tantos chicos a los que poco les mandaba el estado para alimentarlo y ayudarlos en el día a día. Ezequiel, habiendo dejado lejos a su otro yo el Pingüino, me contestó que si, que encara hacia donde creía que debía dejarlo, Barbie me seguía casi pegado cortando los satélites y otro de nosotros se adelantó hasta el medio de la ciudad oculta, donde dispusimos dejar la carga y que allí la compartieran, me corrí en la trayectoria tomando la avenida Alberdi, al llegar hasta Lacarra donde doblé llegando a una de las partes más humildes de la ciudad, muchas miradas veían a uno de esos camiones que rara vez pasaban por allí. Una vez que estuvimos en las puertas de la villa miseria, Barbie me avisó que él no podía entrar detrás mío pero que tenía unos veinte minutos hasta que el paraguas de protección dejara de funcionar y así seguí entre caminitos estrechos formados a los costados con casas precarias de maderas y chapas, algunas caras humildes y sucias se acercaban a mirar mi camino, otras con ojos perdidos detrás de un pipazo de paco me miraban sin entender y una vez que llegué hasta donde el comedor que hacía de red de contención social, paré el camión, bajé y me acerqué a la mujer que salía de este lugar. Sus ojos mostraban el sacrificio diario que hacía y el amor que tenía, le expliqué que era una semi de harina que acabamos de robar y que lo habíamos traído para ellos, como para equilibrar el mundo la mujer me tomó de las manos y me dijo que gracias, me acerqué nuevamente al semi donde activé las palancas que soltarían el semi y me dejarían llevar lejos el tractor que tenía dentro el GPS que hacía de vigía de la ley, cuando terminé de desengancharlo, alrededor del camión en el que había venido no había menos de cincuenta personas, la mujer les pidió que comenzaran a bajar las bolsas y las entraran al comedor, yo la abracé y comencé mi camino al volante del camión, la mujer volvió a decirme gracias y por lo bajo preguntó mi nombre, una de esas caritas sucias que estaba ayudando a descargar el semi le contestó.
—Marga, es el Matador...***************
Por la tarde todos estábamos sentados donde la misma mañana habíamos planeado el golpe, aquel golpe de hoy, donde todos quedaron felices, salvo la seguridad y la compañía de seguros.
Mis compañeros sintieron que de alguna manera no sólo habíamos echado una cortina de humo a nuestros planes, sino que también habíamos devuelto algo de lo que habíamos robado, mis compañeros estaban felices y yo también, no quitaría jamás en el resto de mi vida aquella carita sucia asomando detrás de una bolsa de harina diciendo mi nuevo nombre.
De pronto los noticieros informaban sobre el robo de camión de harina que había quedado vacio y abandonado en el medio de una de las villas miserias donde más se vivía en condición de urgencia, un par de imágenes de helicóptero mostraba en semi vacio al costado de las casas precarias y miles de cabezas que iban y venían tocando los fierros de aquel esqueleto, la policía trataba de encontrar huellas que pudieran dar con nosotros, en medio de aquellas imágenes pude ver que estaban dos hombres que me parecían bastante familiares y en el cambio de canales de noticias mostraban los identikit de figuras que en algo se parecían a las nuestras..., ¡tenían dos ojos! Alguno de los presentadores se atrevió a hablar más de una leyenda urbana que se comenzaba a gestar, alguien habló del “Matador”.
Mis compañeros reían y yo los acompañaba, pero en realidad un gran temor se estaba instalando en mí, ese temor y miedo tenía nombre y era Gaby, todos estaban centrando sus miradas en el Matador, hasta habían logrado entrevistar al viejo conductor dueño del perro, que había deformado mi imagen física y enaltecido la interior. Obviamente él estaba contando la historia desde su lugar emotivo y no desde mi realidad que se volvería tirana. Hay veces que los medios son más efectivos que la policía para encontrar las noticias, gracias a Dios la televisión encontraba un gran espacio para llenar conmigo.
Mi hija, de alguna manera, tenía que salir de Buenos Aires inmediatamente, antes de que todos vinieran por mí, cosa que ya estaba pasando pero que aún no estaban sobre mi pista, tan cerca como para terminar de complicar la vida de mi hija. Ella había sido el motor por lo que yo había arrancado con todo esto y esperaba que no fuera éste el final de la ruta. Así fue como esperé que todos se fueran hasta poder quedar a solas con Ezequiel, quien en ese mano a mano de soledad, había dejado de ser el Pingüino, para ser mi amigo y no mi compañero de andanzas. Le pedí que por favor me prestara el dinero para sacar a Gaby de Buenos Aires y le conté de Monte Hermoso, le expliqué del porqué quería ir allá, de los sueños de Gaby y de un futuro con ella, le hablé de la visita que habíamos hecho en familia y de lo mucho que soñábamos con terminar nuestra vida allá. Ezequiel me miró fijo y me contestó que era lo mejor que podía hacer por todos, el se había alejado de su familia prefiriendo dejar de ver a sus hijos a que la policía lo llevara de su casa esposado ante la mirada de ellos. Creía en lo que le decía y que si nadie llegaba a mí, tampoco lo harían a él, decidimos ir hasta su casa y del “canuto”, me dio lo que necesitaba para cumplir el sueño de Gaby...
Llegué hasta casa, Alicia como siempre estaba allí, después de abrazar a Gaby y contarle lo mucho que había trabajado en mi oficina imaginaria del tío Ezequiel le conté la noticia que al día siguiente por la noche saldríamos en su camioneta a Monte Hermoso, sus ojos parecían los de un animé japonés, enormemente grandes, las lágrimas caían sin rodar por sus mejillas y su corazón galopaba salvaje en su pecho, entre la falta de aire y el latido de la emoción, con sus palabritas tiernas y su aliento cortado me dijo que cumpliríamos el sueño de mamá. Lloré y la abracé, casi con miedo a lastimarla de tan fuerte que la apretaba, me había recordado a su hermana y a su madre, la gran mujer de mi vida que me había dejado tan solo. Alicia escuchaba los gritos de felicidad y vino corriendo, miró confundida nuestras lágrimas y la senté a nuestro lado para decirle lo que habíamos planeado, más lloraba Gaby que no parecía poder parar de hacerlo, más lloraba Alicia, así más lloraba... Yo.
Después de un rato en el que Gaby no se cansó de contarle a Alicia las maravillas que habían planeado junto a su hermana en tiempos pasados y de cuanto había corrido al costado del mar juntando caracoles y sueños que volaban como gaviotas, recién después de todo eso Alicia me llevó hasta la cocina donde comenzó el interrogatorio, esa mujer sabía más de lo que decía y la intuición femenina la llevaba por el lugar acertado, así fue como tuve que blanquearle mi situación por completo, ella sólo se limitó a decirme que si existía el Matador, sin dudas era yo.
En una parte me puso feliz lo que me decía Alicia porque su concepto de mí estaba alto, por el otro me di cuenta en ese preciso instante que las cosas alguna vez se complicarían, todo parecía irse de las manos. Cuando miraba la televisión con mis compañeros, me hacía a la idea de que sólo era un CD grabado para los que estábamos allí, no tomé conciencia de la cantidad de gente que me conocía y podía llegar a pensar que el Matador era yo, después de un largo rato en silencio seguí entre medio de tazas de café con Alicia en como sería nuestro exilio, que al principio sólo sería de ellas hasta que pagara mi deuda con Ezequiel y con el mundo.
***************La mañana me encontró con los primeros mates, Alicia se había quedado en casa, como acostumbrándose a lo que vendría en un futuro muy cercano, entre mate y mate fuimos planeando la noche del día de mañana, bajo esa luz de luna partiríamos rumbo al paraíso y ella se empeñaba en analizar cada cosa que cargaríamos, cada recuerdo que llevaríamos, cada parte nuestra que se iría por siempre de la misteriosa Buenos Aires. Así fue como planeamos cargar con la menor cantidad de cosas posibles y en los viajes sucesivos llevaríamos las cosas que quedaran olvidadas. Aproveché la situación para darle todo el dinero que había juntado, el de los trabajos y el que me había prestado Ezequiel, Alicia lo contó conmigo mientras me preguntaba cuando me quedaría yo con ellas y dejaría este mundo para pasar al otro, yo dudaba en las respuestas pues en verdad no las sabía y ella se empeñaba en seguir con un cuestionario que me hacía recorrer desde la ida de Buenos Aires hasta la posibilidad de buscar una nueva pareja para seguir haciendo el futuro. Quizás dejaría a alguien atrás al irnos de la ciudad, quizás era necesario que preparara a Gaby diciéndole que una amiga mía vendría con nosotros, había tantos quizás que sólo sonreía y le contestaba que no había respuestas en mí para todas las preguntas.
Al salir Alicia me abrazó tan fuerte que sus dedos se clavaban en mi espalda, en su mano tenía una estampita de Judas Tadeo, patrono de los imposibles, me pidió que la tuviera encima hasta que saliéramos de Buenos Aires, mientras le agradecía sus cuidados, la guardaba en el bolsillo de la campera.
Así, entre los sueños a cumplir y los deseos que caerían como estrellas fugaces desde el cielo, salí en busca del lugar de siempre, allí estarían todos esperando por mí y por el destino de aquel día en que haríamos un nuevo hecho del que se hablaría en los próximos días.
Arrancamos todos juntos desde donde lo hacíamos siempre, una mirada cómplice y deseándome suerte de Luciana me avisaba que me esperaría por la vuelta. Todos los autos salimos juntos calibrados de antemano, cada uno tenía una hoja de ruta con un dibujo didáctico y explicativo del lugar que tenía que ocupar cada cual, sabíamos que el convoy de tres camiones venía por la avenida Warnes con rumbo a J. B. Justo y lo tomaríamos antes de que cruzara la barrera que bordeaba al cementerio. Allí habíamos organizado que un compañero de Barbie, con sus artilugios electrónicos adelantara o atrasara la barrera según nuestra conveniencia, por la radio nos habían avisado que seis coches de custodia seguían al convoy procurando sus cuidados, lo que no sabíamos era que dentro de uno de esos autos venían Coro y Molina, los policías que estaban detrás nuestro. Ellos al saber que el convoy pasaría por la Paternal, nuestro barrio, decidieron acompañar a la custodia. Aparte de Barbie y sus juegos eléctricos en la estación de trenes, el gordo Coki estaba armando otra escenografía en el puente de la Av. San Martin, que quedaba como a diez cuadras de donde daríamos el golpe, allí Coki había dispuesto de una cuadrilla municipal que se había encargado de cortar una de las rampas del puente para asegurarnos el escape, conocía gente en cada lugar que necesitabamos y así fue mas fácil convencer a la gente de la comuna de un arreglo repentino a dicho puente, todos los que estaban con sus chalecos naranjas cortando el paso estaban al tanto de que algo pasaría y con un hermetismo de los oprimidos, nadie dijo absolutamente nada, se rumoreaba entre ellos que se trataba de uno de los golpes del Matador y todos querían contribuir con algo. Lalo y Chopper hacían un grupo, el que atacaría al primer camión, Nico y yo iríamos tras el segundo y la seguridad se dividiría siguiéndonos.
Esperamos pacientes la llegada con avisos de informantes en cada una de las postas que habíamos calculado y las radios sonaban avisándonos la llegada inminente de lo que estábamos esperando. Ezequiel esperaba en una ochava al costado de la avenida y nosotros esta vez con dos motos estábamos dentro de uno de los galpones que bordeaban las vías. Vimos como el primero de los camiones asomaba la trompa, las radios avisaban coordinadas por el Yaya que miraba todo desde el interior de un cajero automático al costado de la estación, dio la orden a Barbie, quien se encargó de frenar el primero de los camiones bajando la barrera, así arrancó la primera moto, Lalo acercó entre los autos de la custodia que estaban en fila india repartidos en medio de los camiones hasta llegar al costado de la puerta del primer camión, Chopper abrió la puerta y del mismo envión bajó al chofer de atrás del volante, la seguridad encendió las sirenas y Lalo arrancó por el camino bordeando el cementerio, rumbo al norte detrás de él salió Chopper llevando a la máxima velocidad el camión, detrás de él salieron dos de los autos de custodia, el chofer del segundo camión facilitó mi trabajo al bajarse a mirar como se llevaban el camión y lo seguían las fuerzas de seguridad. Haciendo maniobras y desde atrás se acercó el auto en el que venían los dos policías que estaban detrás nuestro y rebasándolos por el costado le gané la puerta al chofer que había bajado y seguía mirando sin sentido lo lejos que habían quedado los autos, Nico aceleró la moto y cruzó la barrera baja, yo cerré la puerta del camión, solté el freno de estacionamiento y arranqué ante la mirada crédula del chofer que se había quedado abajo y crucé las vías esquivando las barreras. Dos autos reaccionaron inmediatamente y salieron detrás mío, el tercero era en el que venían Coro y Molina, seguí por esa calle ancha hasta que en la primera avenida doblé a la derecha buscando aquel puente que me estaba esperando, podía ver por el retrovisor los tres autos siguiéndome, por la radio escuchaba como el primer camión, el que se había llevado Chopper estaba entrando por la pequeña puerta del cementerio británico, jamás podrían hacer pasar ese camión por allí. Así fue como lo estrelló contra la entrada y rompió el parabrisas, las puertas habían quedado bloqueadas por las columnas de la entrada y los autos de seguridad atrás, Chopper salió por el parabrisas y corrió con rumbo al camposanto de al lado, nunca pudieron ni siquiera divisarlo, cuando la custodia accedió a la cabina del camión encontraron un vacío y la vergüenza de saberlo escapado. Yo por mi parte había visto salir a Nico en contramano y perderse en el transito, enfilé hacia el puente, los autos estaban pegados a mí y allí cuando comencé a subir la trompa del camión por la rampa del puente, crucé el volante y solté el semi, que comenzó a derrapar llevándose todo lo que encontraba a su paso. Coki se las había arreglado para cortar el tráfico de aquel puente y en el medio salté de la cabina del camión a una de las escaleras del costado, dejando que el camión bajara como pudiera y sin chofer. El gordo que estaba miraba todo desde abajo, corrió a la gente y dejó que el camión siguiera su curso hasta que se frenó en una columna de la luz que arrancó de cuajo. Los autos de la seguridad después de esquivar el semi que les había soltado siguieron al camión y ninguno me vio bajar por aquel puente, mientras saltaba los escalones hacia abajo me puse uno de los tantos chalecos naranjas que correspondían a la cuadrilla de trabajo y me mezclé entre ellos, la policía se desesperaba buscándome luego de encontrar la cabina vacía.
Cuando todo esto sucedió y a merced del Pingüino, el tercer camión quedó parado y sin ninguna custodia delante de él, que sólo tuvo que mostrar el caño de la pistola para que el chofer bajara lo más dócil, dio vuelta al camión tomando el rumbo por donde había venido y detrás de la cabina de la estación salió Barbie haciendo el paraguas que cortaba todo la seguridad satelital, el Pingüino se lo llevó ante los ojos atónitos del chofer y las risas de todos nosotros.
El plan se había realizado a la perfección.***************
Otra vez la televisión comenzó a avisarnos que todo el mundo festejaba el nuevo golpe del Matador, todos lo mirábamos sentados en la mesa del bar de siempre, Luciana nos estaba atendiendo y todos los muchachos iban llegando. Gritos de felicidad entre nuestro grupo agitaron un poco el lugar, algún teléfono sonó y el Pingüino lo atendió, se paró y se fue a un costado para hablar, yo lo miraba y seguía atentamente su charla, todos los demás sacaban cuentas de cuanto tiempo podríamos vivir tranquilos con el golpe de hoy. Por mi parte sabía que mi porción era para devolvérsela a Ezequiel. Quien seguía hablando muy compenetrado en su conversación.
De pronto volvió a la mesa dando por terminada la reunión y con la promesa del hacer de pagador al día siguiente yendo casa por casa de cada uno de los muchachos. Nadie preguntó el porqué y en silencio se fueron despidiendo con la promesa de armar el próximo golpe otra vez, todos juntos. Algo había en todos ellos, parecía que todos los que estaban allí querían formar parte del grupo que hacía leyenda al Matador, ya parecía no importar el dinero, sólo las ganas.
Cuando todos se fueron despidiendo quedamos sólo Chopper, el Pingüino y yo.Mano a mano en esa mesa, Pingüino nos explicó que había tenido una llamada de Pantera que le pedía si podíamos reunirnos en una parrilla de Palermo por la noche, porque había alguien que quería hablar con nosotros. Le dije que yo estaba preparando el viaje con Gaby y que no sabía si podría ir, me explicó que quien venía, lo hacía únicamente para hablar conmigo, le pregunté si sabía quien era la persona en cuestión y mirándome fijamente a los ojos me contestó que esa noche en aquella parrilla de Palermo estaría junto a la Pantera esperándonos... El León Santillán.
Yo creía hasta el momento que el León era una fábula, un mito urbano, que quizás eran las ganas de que existiera un tipo de Robín Hood, que el inconsciente popular de la zona sur de Buenos Aires había inventado, tal como el Golem para los judíos. Lo nuestro era distinto, nos habíamos equivocado de camión una vez y para distraerlos hicimos lo que hicimos, si bien todos teníamos ganas de hacer quedar en jaque al sistema, era yo más que nadie, quien lo quería porque había perdido parte de mi familia a las órdenes del Ministerio del interior. pero, lo cierto es que había sido una cortina de humo que estábamos vendiendo para seguir con lo nuestro. No tenía muchas intenciones de seguir con toda esta vida delictiva mucho más.
Lo miré fijamente a Ezequiel y le pregunté si el creía que el León existiera, sólo se limitó a contestarme algo que me negaba a oír. —¿Si acá esta el Matador, por qué del otro lado de la ciudad no puede estar el León?Le pedí que pasara más tarde por mí y lo dejé despidiéndome de todos en el lugar, se ofreció a llevarme pero rechacé la idea, creo que tenía que caminar para domar la cantidad de sensaciones y emociones que fluían dentro de mí. Así llegué hasta casa y al llegar a la esquina de mi cuadra vi que había un auto estacionado a pocos metros de mi entrada, ese tipo de auto no tenía mucho que hacer por mis calles, así que supuse que alguien estaba por allí fisgoneando, por las dudas y por si acaso, pasé por el costado del auto siguiendo hasta la otra esquina, giré y me quedé parado allí como esperando que vinieran por mí, pasaron mas de diez minutos y de aquel auto con vidrios negros nadie bajó. Mientras esperaba lo que habría de venir trataba de acomodar las ideas dentro de mi cabeza, ¿en que momento alguien me había hecho madera de héroe popular, en que momento había dejado de robar lo que me había quitado el sistema, para convertirme en ladrón del pueblo, en que parte de la historia trastoqué mis ideas de irme lejos de Buenos Aires en silencio sufriendo el luto que tendría por siempre por quienes se habían ido dejándome tan solo...?
De pronto y sin darme cuenta de lo que estaba haciendo cigarro en mano me encaminé hasta mi casa, me había olvidado completamente de quienes estaban dentro del automóvil estacionado y distraído entré, directamente donde estaba Gaby. Estaba en su cama acomodando lo que había preparado para su viaje, el que cambiaría nuestra vida, en el que había soñado junto a su madre y a su hermana que ya no estaban con nosotros, Alicia se acercó a mí, estaba llena de preguntas y yo que había quedado tildado en mis pensamientos, no podía pensar las respuestas, mi hija me preguntaba a que hora saldríamos rumbo a Monte Hermoso y sólo le pude contestar que tenía una cena muy importante y que a la vuelta vendría por ella y por Alicia para subirnos a la ruta, cuando de pronto sonó el timbre, me sobresalté al acordarme que fuera estaba aquel automóvil y yo sin saber quien estaba arriba, cuando se me ocurrió decirle a Alicia que no fuera atender ya había sido demasiado tarde. Salí de la habitación de Gaby, detrás de su atónita mirada, cruzando el marco de la puerta, me aferré al revolver que llevaba en la cintura, un 38 vizcachero y fui junto a Alicia, allí pude ver a una mujer de breve cintura y lentes negros que se confundían con los que llevaba colgando de lectura, si bien hablaba muy rápido y casi desordenado en sus ideas y en lo que quería decir, me daba la idea de una mujer demasiado inteligente, por un segundo me pareció un rostro conocido, la dama se empeñaba en consultarle a Alicia si podía hablar conmigo y yo cuando estuve frente a ella, logré el silencio que deseaba. Le pregunté que era lo que deseaba y por qué estaba así dentro de mi casa, ella se presentó y me explicó que era Johanna Hernández, periodista y que estaba detrás de una nota exclusiva conmigo, yo la miraba atónito, casi sin entender bien que era lo que deseaba de mí, por esos tiempos todo se estaba volviendo confuso con las mujeres y mis sentires. Ella volvió a insistir hablar conmigo y después de un par de veces de negarme, giró mientras la acompañaba a la puerta y mirándome a los ojos me dijo:
—¿Si yo encontré al Matador, cuanto tardará el servicio de inteligencia en encontrarte...?Me quedé helado, sentía como un frío polar me corría por dentro, no había propaganda de pastilla o gaseosa que pudiera hacerme sentir el fresco de ese momento. La mujer volvió a hablar...
—Por favor déjeme que lo ayude, yo creo en usted, creo en lo que hace y le ofrezco toda mi ayuda y la de los míos, nosotros sufrimos al Ministerio igual que usted.
Yo seguía viendo una película a la que nadie me había invitado y en esta calesita de la vida parecía estar aferrado a algún caballito del que no podía soltarme.
—Deme la exclusiva y yo seré la vocera del Matador.Alicia miraba todo con un tono de incredulidad en el rostro, la voz de Gaby del otro lado de la habitación preguntando que pasaba y las palabras que salían de la boca de esta mujer me desubicaban sin dejarme reaccionar, un impulso único me sacó del estupor en el que me hallaba inmerso y hablé, le pedí por favor que me esperara afuera, en su auto que unos minutos saldría a hablar con ella y aclararíamos las cosas, pero que mi hija y mi familia estaba allí y no sabían nada del Matador, la mujer asintió y salió mucho más calma de lo que había entrado, confió en mi palabra de salida y yo en la de ella de hablarle.
Después de calmar las cosas en el interior de la casa y de explicarle a Alicia que ahora con esa mujer periodista afuera debíamos apurar la salida del viaje. Le pedí que tuviera todo preparado para mi vuelta y ella accedió, no antes de darme un abrazo enormemente eterno y decirme que me cuidara. Saludé a Gaby con la promesa de volver lo más rápido posible junto a ella para irnos a su playa, que quizás mañana por la tarde caminaríamos por el mar juntos viendo las olas llegar hasta donde nosotros estuviesemos.
Una vez fuera de casa fui hasta el automóvil según lo había prometido, la mujer seguía allí firme a su palabra y yo cumplí con la mía, me acerqué a la puerta del acompañante y me subí al auto, ella me preguntó donde había un bar cerca y yo le contesté que fuéramos hasta la plaza que estaba a un par de cuadras. Allí la mujer comenzó a hablar de que sabía quien era y por lo que había pasado, que era honorable lo que estaba haciendo y que tenía miles de fans en Capital y GBA, que la leyenda se extendía al interior, yo la miraba incrédulo y ella para certificar lo que estaba diciendo me dio un pequeño relato de mi vida, desde aquel diciembre negro hasta hoy, nunca me contó como hizo para saber todo de mí, sólo me decía cada vez que le preguntaba, que ella nunca revelaba sus fuentes.
Sentada en un banco de plaza ella se ofreció a ayudarme a cambio de mis relatos, y mis notas, algo que ella soñaba como declaraciones de guerra. Yo que no caía en lo que me proponía me limitaba a decirle que a quien le interesaría lo que hacía un grupo de ladrones, cuando de un sobre sacó una colección de fotos, todos eran grafitis callejeros y en todos ellos se leía una misma palabra... Matador.
Así fue como comencé a entender que nos estábamos convirtiendo en leyenda popular y que el pueblo necesita creer en gente como nosotros y el León Santillán... ¿Pero ésto es lo que yo quería del destino para mí? Me despedí con la promesa de llamarla y ella me pidió que sacara a mi familia de mi casa lo más pronto posible, que si había dado conmigo, sólo era cuestión de tiempo hasta que la ley también lo hiciera. ***************
La noche después de mi vuelta de Monte Hermoso, decidí salir del circuito al que íbamos noche a noche, lejos de Cocodrilo, lejos de mis compañeros, se me había antojado salir en compañía de un amigo, así fue como lo llamé a José, el tipo mas bueno del mundo. Al que quiero como a un hermano, un hermano de la vida, que había quedado muy alejado cuando comencé a vivir esta vida bajo el nombre del Matador, hacía mucho tiempo que necesitaba de él y esta era la oportunidad perfecta de verlo.
Decidimos encontrarnos en un restorán de Cañitas, el lugar era particularmente bello, una larga barra de madera hacia espectacular el largo del salón y una barra cuidadosamente desordenada, me acerqué hasta la caja para preguntar si mi amigo había llegado, una de sus hermanas trabajaba allí y una castaña de ojos hermosos me contestó que había llegado y estaba en el piso de arriba, me quedé colgado mirando aquellos ojos como si algo me fuera familiar, no sabía bien si había leído de ella en algún libro o si la conocía de algún lugar, sus ojos particularmente hermosos me resultaban conocidos. Subí hasta donde se hallaba José y nos quedamos junto a una mesa de pool. Una rubia pasó entre medio de nosotros que charlábamos sin prestarle demasiada atención al resto del mundo que giraba por allí, vi que entraban dos tipos trajeados, me sobresalté un poco y eso lo notó José que me preguntó el porqué de mi acción, le fui contando poco a poco sobre lo que estaba pasando y sobre el dichoso Matador, un ser que se parecía a mí, pero que en realidad no era yo.
José con su paz de siempre, me fue llevando adelante el tema, después de explicarle todo lo que ocurría, me sentí mas tranquilo, pero le cargué la vida de más problemas, el tipo jamás le daba un no a un afecto, tampoco lo hizo esa noche conmigo, de hecho le pedí que cuando terminara de radicar a Gaby en Monte Hermoso, por favor velara por ella y por Alicia, sabía que mi hermano de la vida sin dudas haría eso por mí.
Él aceptó la responsabilidad y yo me quedé más tranquilo, era bueno saber que alguien cuidaría de mi hija como lo haría yo, si bien estaba Alicia, siempre era necesario la parte de papá cerca de una niña.
Después de regalarle semejante carga a mi amigo, decidimos que era momento para divertirnos y comenzamos a jugar pool, mientras nos divertíamos, un par de amigos de José se acercaron y terminó por formarse un grupo. Las risas y el desenfado al divertirnos, fue llamando la atención de todos los que estaban allá, más a los dos tipos de traje que estaban en la otra punta del salón que se acercaron un par de veces, pero no interfirieron en nuestro mundo, sino que se limitaron a mirar, pensé que quizás se trataba de la seguridad del lugar, salvo que estaban demasiado bien vestidos y prolijos como para trabajar de eso. Recorrí el salón con la mirada y al final de mi pasada, pude ver en uno de los sillones que daban a los ventanales a la misma mujer que había visto aquella noche en Puerto Madero, era imposible olvidar la belleza de su rostro, ella estaba con un par de amigas y yo quise acercarme hasta ella, me parecían muy hermosos sus ojos y sus rasgos, algo me decía que lo que no podía ver, era todavía más bello que lo que veía.
José se quedó mirándome como veía a aquella mujer y me dijo, amigo, estas embobado. ¿tanto se notaba mi cara de estúpido?, pensé para mí y le contesté que si. José, dueño de una gracia única y de un desenfado particular, encaró hacia donde estaba esta mujer, acercándose a ella, la invitó a jugar al pool, con la excusa de que mi condición era terminal por que estaba muriendo de amor por ella y que si no asentía y venía a jugar con nosotros me tendrían que llevar a internar en una terapia de amor intensiva. La mujer que se había robado mis miradas accedió y por ese instante se me pareció olvidar todos los problemas que me aquejaban, estaba esperando por ellos y José como todo un caballero dejó pasar a la mujer de mis deseos y a una de las compañeras para venir él por detrás. Yo había entrado en un trance estúpido del que no podía salir al poder verla desde tan cerca, la joven me mostró una sonrisa blanca y perfecta, sus dientes me contaban que dentro de aquellos labios había mucha pasión y que sin dudas todo dentro de esa boca era cálido. José seguía manejando la conversación, de pronto uno de los hombres de traje se acercó hasta nosotros, la joven le hizo una seña y el tipo volvió a su lugar, mire todo lo que pasaba y pensé que se trataba de unos simples guardaespaldas, sin dudas ella sería la hija de algunos de los empresarios rodeados al gobierno.
La dama de plata, con cabellos oscuros lacios y hermosos jugó de la mejor manera posible y yo tan estúpidizado bajo sus influjos no podía ni acertar los tiros, su amiga se reía al compás de José que se empeñaba en mostrarse tal como es, un tiro más y otro error, la morocha me miró y me dijo...
—Según tu amigo, te iban a llevar a una terapia de amor intensivo, por culpa mía, si jugas tan mal, también por mi culpa, quizás lo mejor es que me vaya.
La miré fijo y por fin pude salir de mi estupor.—Si volvés a tu mesa, no va a hacer falta que me lleven a la terapia, que me lleven al cementerio porque si te alejás de mí, salto por la ventana y me suicido, total después de haberte tan de cerca, ahora sé que el cielo existe y que de vez en cuando dejan que los ángeles salgan a pasear.
Ella rió y un rato después estábamos tomando algo en la mesa más alejada del mundo, sólo ella y yo.La noche se escurrió entre mis dedos, su gracia fue mi condena y su sonrisa mi karma, ella parecía sentirse cómoda y yo aliviado de que así fuera, de pronto nuestras manos habían quedado unidas y un rato después, como casi al final de esa misma noche, nuestros dedos se entrelazaron y un beso llego a robarnos suspiros largos y emotivos. A la hora de despedirnos, cambiamos teléfonos con la promesa de una cena próxima y el ardiente calor de la emoción en los ojos.
La noche había llegado a su fin cuando la vi subirse a su camioneta detrás de los dos guardaespaldas que no se nos habían despegado demasiado, cuando se alejó el vehículo, saqué un cigarro de mi atado y lo encendí, esta noche no fumaba soledad, si no esperanza de volver a verla.
***************La noche me encontró entre cientos de dudas y problemas a solucionar, por un lado me estaba convirtiendo en un forajido típico de canción de Gieco, algo así como un bandido rural, por el otro mi vida quería seguir ordenándose para ser lo que tanto había deseado, las dudas de mi futuro y el triángulo amoroso que sentía por Susana, Luciana y yo en medio de ellas, encima y para rematar las cosas ésta periodista que me explicaba cosas que no quiero entender. Sumado a todo esto iba al encuentro del famoso León Santillán, pensaba para mis adentros que hasta hace un par de meses la máxima preocupación que tenía era si el carbón de la parrilla en donde trabajaba se encendía y poder hacer bien mi trabajo, ahora desafiaba al sistema y estaba en boca de tantos.
Mientras iba a la parrilla donde nos encontraríamos en Godoy Cruz y Jufré pasé por la cuadra anterior donde miré un grafiti en rojo en el que alguien le decía a una mujer que la amaba y un poco más allá en rojo sangre en medio de los ladrillos que circundaban aquel galpón, pude leer que rezaba una frase que me marcó desde esa noche hasta mi final, “ATRAPADO EN LIBERTAD”, lo que leí debajo para mi fue todavía peor, con el final del rojo de la pintura corrida, firmaba... El Matador.
Entré a la parrilla y vi que en la mesa de uno de los costados estaba sentado el Pingüino, a su lado la Pantera y frente a ellos dos hombres más, uno bajo de estatura y el otro corpulento y con una barba recortada, al girar vi sus ojos verdes, destellantes y firmes en sus mirada, me acerqué y saludé a todos, dejando al final al hombre de ojos firmes, su mano se estrechó con la mía, era firme y dura, mientras tendía su mano se acercó y nos fundimos en un abrazo, había mucha sinceridad en aquel hombre y mucho desconcierto en mí. Sentados en aquella mesa el hombre al que había ido a ver, me explicó que más allá de lo que éramos: piratas del asfalto, ahora nos estábamos convirtiendo en una leyenda que ayudaba a la gente a creer..., a creer que había algo mejor para ellos, para todos. Si bien entendía lo que este hombre me decía, no tenía la menor idea de qué o de porqué me había tocado esto, pero el fervor de su discurso me hacía sentir lo que el hombre sentía, un tipo de obligación moral para con todos los demás, dejando de lado las ambiciones personales. Por una lado tenía a este hombre que era el verdadero hombre con su discurso y la incitación a que siguiéramos haciendo lo que hacíamos por la gente, por el otro los ojos hermosos de Gaby, que me decían cuando nos vamos papá y la periodista que me contaba que alguien vendría por mí de un momento a otro...
La cena siguió con mi ser inmerso en estas dudas y las ganas de seguir la voz de aquel hombre, en medio de la charla entró otra persona, cuando encaró a la mesa todos se levantaron a saludarlo, era un tipo corpulento, alto de rulos castaños claros y ojos verdes también, sin la mirada firme de León, pero con una gran astucia que se notaba en sus rasgos. Nos lo presentaron como el responsable de invertir el dinero de nuestros robos, lo que habíamos guardado para limpiar ese dinero y hacer como había hecho la banda del León, tener negocios lícitos que le dejaban las ganancias necesarias para poder vivir, y dejar las ganancias de los nuevos ilícitos al pueblo. Me le quedé mirando, pensé que el tipo que había venido al final, se trataba de un lavador, un contador que limpiaría nuestro dinero, tiempo después supe que la gente del León con el dinero de algunos robos, habían creado cooperativas de trabajo en la zona sur de la ciudad, a medida que pasaba la conversación me di cuenta que había otro mundo detrás de la leyenda del León y alguien pretendía que el Matador hiciera lo mismo de este lado de la ciudad.
Seguí la conversación muy atentamente, y cada uno de los que estaba en la mesa derivaba con detalles de lo más interesantes, salvo para mí, que sólo quería irme de allí lo mas rápido posible, no tenía miedo de quedar atrapado ante la policía, no tenía miedo de que me reconocieran, no tenía miedo ni siquiera de morir allí mismo en un enfrentamiento, simplemente pensaba que estaban cargándome de cosas que seguramente no podría manejar, me parecía por momentos que hablaban de otra persona y no de mí, que el hombre que estaba sentado conmigo, el León Santillán era más una fábula como el “nene Carrizo” y no la realidad que se presentaba frente a mí. Seguían las palabras y con ellas volví a la realidad alternativa que tenía frente a mí, el León vio que algo me pasaba y me pidió si lo acompañaba a fumar afuera. Buenos Aires tenía leyes estúpidas y la ley libre de humo, era una opresión más del gobierno que en realidad jamás ayudó a que disminuyera el consumo de tabaco, sólo logró coartar más libertades, todo esto se daba en los restó donde la gente podía pagar por una buena comida, mientras el Ministerio de salud se preocupaba de nuestros pulmones, por que debían cubrir nuestros gastos sus obras sociales, en los sectores marginados de la sociedad se vendía a precio regalado “Paco” que no sólo mataba los pulmones, si no el alma, el cerebro y la voluntad de nuestros chicos.
Afuera el León me convidó un cigarro de su atado, lo tomé y él encendió el mío primero, aquella bocanada de humo que tragué en la primer pitada, fue como un elixir, el humo era algo que ayudaba a esconderme de todo lo que estaba pasando.
El hombre tenía como diez años más que yo y dejaba ver en sus canas que también tenía mucha más vida que yo, así que usó su sabiduría de viejo, para sacarme a caminar la manzana y en medio de la noche y bajo la luz de aquella luna partida lanzó las palabras que sólo me dijo a mí. —Matador, ese es tu nombre a partir de tu nuevo bautizo, tu nombre nuevo que tanto te aterra, según leo en tus ojos, te trajo responsabilidades, que conllevan derechos que perdiste, amigo vos ya no sos vos, ahora el pueblo ve en vos lo que necesita...
Traté de decirle que la gente en algún momento se daría cuenta que sólo se trataba de un ladrón y no de un espíritu noble como el de él, pero no tenía mucho sentido hablar, el hombre estaba muy convencido de lo que decía, así que sólo lo dejé seguir hablando, quizás me podía mostrar lo que yo no quería ver.
—La gente elige, nunca te preguntaste por qué un programa de televisión que a vos te parece bueno lo levantan del aire, y alguien por el que nadie da esperanzas comerciales termina siendo un éxito arrollador, eso es la magia del público y el público es el pueblo, curiosamente el nuestro esta oprimido, avasallado y consumido por las drogas que comercian los mismos funcionarios de gobierno, pero aún muchos pueden diferenciar, que elegir y ahora te han elegido a vos...
Seguí pensando mientras él hablaba, para mí no era ningún privilegio que me hubiesen elegido, yo no era Tinelli y todo el mundo esperaba sintonizarme por la noche para olvidar sus problemas, por respeto lo dejé seguir hablando.
—Tu responsabilidad es con la gente y con la memoria de tu mujer y tu hija que cayeron en aquella plaza.Lo miré muy fijamente, no tenía ninguna responsabilidad en los hechos pasados, mi única obligación al hoy por hoy era sólo para con Gaby y no con gente que necesitaba un héroe, tampoco guardaba rencor por lo que había pasado, ni buscaba venganza alguna, sólo quería seguir mi vida.
—Hijo, (dijo mientras apagaba la colilla del cigarro con el taco de su bota.) ya no hay forma de volver para atrás, así como llegó la periodista a tu casa y nosotros te ubicamos, mañana lo hará la policía secreta y allí será tu solitario y triste final.
Sus palabras me explicaron por fin lo que tanto me estaba negando a oír y de golpe la realidad mostró su cara mas asquerosa frente a mí, el destino estaba marcado y la suerte echada.
Me levanté de aquella mesa siendo yo, el papá de Gaby y volví a sentarme convertido en lo que ahora soy... El Matador.Después de coordinar los detalles a futuro, Darío “el francés”, nuestro nuevo administrador cruzó números con Pingüino y Pantera. El acompañante del León fue el primero en salir, al cruzar la puerta, pude ver como usaba su handy y salió gente de todos lados, eran las custodias del León, que se acercó a mí y con un fuerte abrazo me dijo a modo de despedida.
—Matador, el León te saluda, espero que nos volvamos a encontrar...Lo miré fijamente, como agradecido por haber aclarado mi panorama y el sólo me dejó una frase más mientras se perdía en la oscuridad de la noche.
—Recuerda siempre que vamos por el oro... La plata ya la tenemos...***************
El fin de la noche social, por así decirlo, me había traído demasiadas emociones, sensaciones y sentimientos, algunos hasta encontrados.
Había pasado por uno de los días más largos de mi vida, por la mañana habíamos trabajado en aquel camión, haciendo espectacular y hasta cinematográfico el delito, más tarde, nos habíamos encontrado con todos los noticieros hablando de nosotros, en medio había confirmado que Luciana se estaba enamorando de mí, al saber que me esperaba, aquella periodista que había llegado hasta casa para terminar la noche con un administrador que manejaría nuestros botines y nada más, ni nada menos que el León Santillán hablándome acerca del futuro y como si fuera poco ahora debería llegar a casa y salir hacia el sur para cumplir con Gaby y nuestros sueños de paz.
Al llegar a casa y como lo esperaba Gaby y Alicia habían dejado en la camioneta todo lo que deseaban llevar a Monte Hermoso y mi cansancio se notaba en mi rostro, Alicia demostró una poca de piedad, diciéndole a Gaby que fueran hasta su casa en busca de las últimas cosas que le quedaban por cargar y aprovecharían esas horas para que yo descansara, ya que el viaje nos llevaría casi ocho horas, así que me preguntó que si cuatro horas de sueño estaría bien, le agradecí al buen olfato de Alicia y al cielo mismo por su breve treta, así fue como mi hija y Alicia se fueron para dejarme dormir en paz...
Fui hasta mi vieja cama en donde me acosté vestido como estaba, el cansancio se había apoderado de todo mi cuerpo, los párpados eran unas cortinas pesadas que se me hacían imposibles mantener abiertas, todos los músculos pedían por favor que los dejara descansar después de haber estado tan contraídos por momentos y un rato después relajados, para volver a contracturarse, así a lo largo de todo el día. Me apoyé de costado cubriéndome con la manta que tenía a mano, y antes de enderezarme ya estaba inmerso en un sueño que hacía a la vez de vorágine en mi cabeza, todo el día parecía repetirse dentro mío, sólo que ahora lo veía todo desde afuera, cada situación, cada palabra y cada comentario.
No sé bien cuanto había pasado con mis ojos cerrados y mi sueño profundo pero de pronto escuché un ruido inusual, un sonido que no se correspondía a los de a diario, me paré de un salto y vi sombras corriéndose por las paredes, alargadas y sin formas. Allí se perseguían la primera a la segunda, alrededor de la casa y tomé distancia escondiéndome en las sombras, de pronto se me cruzaron las voces de la periodista y del León, previniéndome que si ellos habían dado conmigo porque no lo haría la policía. Apreté en silencio mi respiración y miré las posibles salidas que tenía de la casa, la ventana de la habitación de Gaby, daba a un patio trasero que rodeado de los árboles de la cuadra me harían casi invisible, a cualquier mirada curiosa, de pronto los ruidos desconocidos se volvieron mas familiares, era como si ya no estuvieran las sombras a hurtadillas, era como si las siluetas se hubieran dignado a entrar por mí.
Sentí como se agrupaban las sombras y los murmullos detrás de la puerta principal, yo por mi parte ya estaba acovachado en la habitación casi vacía de Gaby, de pronto sentí como la madera del marco comenzaba a crujir, sin dudas la estaban barreteando y yo que no tenía la curiosidad de quedarme a ver quien asomaba la cabeza, encaré a la ventana de mi hija, pude ver de atrás del cristal que había gente por todos lados, se me había complicado la situación, un par de sombras caminaban el perímetro de atrás, igual abrí la ventana y salí, caí en el césped y me fui arrastrando hasta el árbol que tenía la casita que había hecho para mis hijas, sentí de golpe el grito de los policías mientras entraban a mi casa y cuando entraban todos de a grupos, aproveché la confusión y trepé a la casita del árbol, me acosté dejando mi cuerpo pegado al suelo, por una hendija en la madera, podía ver todo lo que pasaba, tipos con capuchas y cascos yendo y viniendo por toda la casa, de repente cuando se cansaron de dar vueltas dentro de ella, dos salieron y se vinieron bajo el árbol que me hacia de reparo. Escondiéndome de sus ojos, en medio de mi silencio y de la curiosidad de la gente del vecindario que se había acercado hasta las puertas de mi casa, pude escuchar a estos dos hablando y allí volvieron las palabras de la periodista en medio mi mente y plagado de maldiciones por su acierto, me silencié a mí mismo y a mis ideas para poder escuchar a los dos que tenía abajo...
El más fornido de los dos llevaba los ímpetus de las maldiciones, el otro sólo se limitaba a opinar las cosas que le parecían importantes. En un par de preguntas y respuestas supe que el fornido se llamaba Coro y el otro Molina, que estaban detrás mío por órdenes de Torlo, el ministro del interior y que la orden de cazarme a toda costa había sido dada por él. Escuché que hablaban de un topo, pero en ningún momento dijeron su nombre, oí como habían estado detrás de varios periodistas atosigándolos para ver cual de ellos, todos disidentes, se había comunicado con nosotros. Coro decía que sin duda alguien me había avisado que ellos vendrían por la noche y maldecía entre dientes al juez que había liberado la orden de cateo tan tarde, en medio de un cigarro escuché casi todo lo que necesitaba saber, el tal Coro sólo se distraía para darle órdenes a los demás agentes de que sacaran a la gente de la calle y volvía al tema recurrente de mi captura frustrada, me parecía que hacía horas que estaba acostado en el piso de aquella casa del árbol que había hecho hacía ya tanto tiempo y que habían disfrutado mis hijas. Recuerdo el empeño que había puesto cuando la construí y lo feliz que éramos todos, las risas de mis hijas y la de mi mujer, la felicidad de aquellas risas sólo se cortó en mi mente cuando escuché que los de abajo salieron al cruce de una cámara de televisión, pude ver por las hendijas como Johanna estaba parada delante de su camarógrafo tratando de tomar imágenes del frustrado acto de los policías. Mientras Coro trataba de arrancarle la cámara al cameraman, Molina le pedía explicaciones a la periodista de como habían llegado hasta aquí, Johanna nada decía, sólo que sabía que ésta era la casa del Matador y que quería tener la exclusiva de como el perseguido se les había escapado de las manos, volviéndolos a ridiculizar. Molina por su parte trataba de explicarle lo caro que le costaría a ellos salir en la televisión de un acto fallido ordenado por el Ministerio, los cuatro se calmaron y fueron hacia la calle totalmente iluminada, Coro obligó a todos sus hombres a hacer un cordón en esa calle para que nadie pudiera entrar, todos absolutamente todos los efectivos salieron a cortar esa calle y yo que pude verlos a la luz, identifiqué sus rostros, caras que no olvidaría mientras estuviera en pie.
Johanna mientras discutía con los oficiales se quedó un momento con la mirada perdida a la casita del árbol, por un segundo creí que me estaba viendo y que no estaba del todo bien escondido, extrañamente ella los convenció a Coro y a Molina de seguir hablando del tema en las puertas del móvil de exteriores en el que habían venido, así fue como mi camino para salir de la casa del árbol quedó libre y bajé con una velocidad de la que no me creí capaz jamás, salté la reja de atrás y corrí por entre medios de los jardines descuidados para llegar por la mitad de cuadra de una de las laterales. Me acerqué a la esquina ahora acordonada de tropas policiales y desde allí vi a Johanna con su acompañante y a los dos oficiales que estaban detrás de mí.
Después del vistazo y sin que nadie de los que me vio allí dijera que esa era mi casa o me señalara con el dedo, di media vuelta y fui para lo de Alicia.
***************Llegué a lo de Alicia, Gaby y ella estaban como haciendo tiempo para que yo descansara algo más, cuando llegué abracé muy fuerte a Alicia y mucho más a mi hija, le dije que ya era el momento de partir, la mujer me miró y me pidió que la esperara un minuto, al rato después mientras yo llevaba a Gaby al interior de la van, ella apareció con un sobretodo negro, impecable, no tenía olor a viejo, es más, estaba perfumado y su aroma era agradable, me lo tendió diciéndome que era de su hijo, lo había comprado un mes antes de que se fuera de este mundo y que me lo pusiera que estaba desabrigado. No me preguntó nada, sólo yo me limité a decirle que la policía había llegado hasta casa y que lo mejor seria salir ya mismo, ella sólo se sentó en el asiento del acompañante y así emprendimos el viaje, una vez que pasamos Ezeiza para tomar la 202, tardamos escasos minutos para llegar hasta Cañuelas, habían varios cordones de control, pero ninguno nos paró, seguimos viaje hasta llegar a Tres Arroyos, donde busqué un hotel, tanta adrenalina del día anterior y del escape de las fuerzas de seguridad me habían estresado más de lo que había creído y un par de horas de sueño me vendrían bien, así fue como me quedé dormido apenas apoyé la cabeza en la almohada sin saber ni siquiera donde estaba.
Los rayos de luz que entraban por la ventana, de la mañana siguiente me trajeron la paz que no esperaba y las risas de Gaby se oían desde fuera de la cabaña. Parecía ser que todo estaba bien y por un segundo, sólo por un segundo soñé con que todo había terminado, que sólo había sido una mala pesadilla, pero no abrí las cortinas para ver a mi hija llevada por Alicia en medio de varios perros que hacían monerías para ella, al salir fui hasta el salón comedor donde desayuné con la compañía de las damas que habían venido conmigo y planeamos el resto del viaje, así lo hicimos hasta llegar a Monte Hermoso.
Era un pueblo bastante particular, sólo tenía una entrada de unos veinte kilómetros en recto, era un lugar de donde uno no se podía escapar y mucho menos entrar sin ser visto, casi llegando al casco del pueblo un destacamento tomaba notas de cuanto vehículo entraba o salía de allí, yo me acerqué hasta el oficial sin necesidad que éste me hiciera seña alguna, el tipo saludó con un gesto policial y yo me limité a preguntarle como estaba el clima del lugar, y para disimular más, si había pique desde la playa, el hombre me contestó cortésmente lo preguntado y noté que su uniforme era un toque distinto a los del resto de la policía de la provincia de Buenos Aires y le pregunté el porqué, el hombre me miró y me dio la explicación más rigurosa que me hubiera imaginado jamás de un policía, me dijo que este lugar era uno de los pocos en el país que se regía por la policía municipal, que ellos no dependían de la Bonaerense, ni de la federal, me dio muchas explicaciones más, pero en el fondo me sentí tranquilo que al menos no estaría en medio de boletines de la bonaerense si llegaban a imaginar que hubiera venido hacia aquí.
Seguimos camino y Gaby no paraba de contarle a Alicia las historias relatadas miles de veces de como lo había pasado con su hermana y su mamá cuando habíamos venido aquí un par de años atrás, mientras ella hacía todos esos comentarios, llegué al centro de la ciudad, que contaba con un centro comercial más vacío que lleno, quizás por que estábamos fuera de temporada o quizás porque el lugar es tan pequeño que el centro se remite a una cuadra costeada por dos peatonales. Un poco más allá una plaza desde donde se podía ver la municipalidad, al bajar allí fuimos hasta un café, Vía Apia, era uno de los dos abiertos en el pueblo durante esta época y desde allí decidimos como serían nuestros pasos a seguir. Después del café nos instalamos en un hotel, de los pocos que estaban abiertos en esa época del año.
Todas las tardes nos dedicábamos a elegir la casa que compraríamos, habíamos llegado a llevarnos bien con uno de los inmobiliarios del lugar, su negocio se llamaba Atlantic y el hombre que tanta paciencia nos tuvo a la hora de elegir nuestra casa se llamaba Sánchez, le decían el Pichi y era oriundo del lugar, después de señar la casa que elegimos y de pedirle que nos mandara a un contratista que habría de acondicionarla con las rampas necesarias para la movilidad de Gaby, volvimos por él para que nos ayudara a hacer las inversiones necesarias para mantener a mi familia en Monte Hermoso.
Por más que estuviera a setecientos kilómetros de Buenos Aires, no podía dejar de ver los informativos que contaban como el Matador se les había escapado de las manos a la policía del Ministerio del interior. En una encuesta en la calle donde le preguntaban a la gente que pensaba del Matador y donde estaría escondido, supuse que la policía no tenía la menor idea de donde estaba y que en la calle opinaban que me había convertido en un héroe, o al menos eso era lo que ellos esperaban de mí, tanto como mi nuevo amigo, el León Santillán.
Al otro día después de la compra de nuestra casa actual para Gaby y para Alicia y futura para mí, sonó mi teléfono, del otro lado Ezequiel que me preguntaba como estaba y que me contaba lo revolucionado que estaba el mundo esperando por nuestro próximo golpe, le contesté que me quedaría allí dos semanas más y que cuando volviera lo llamaría para que me buscara un lugar donde parar. Ya estaba al tanto que habían reventado mi casa y me contestó que ya se pondría en campaña a buscarme lo que necesitaba a futuro, nos despedimos con un hasta pronto y volví al mundo de Gaby y con ella visitando cada lugar compramos todo lo que necesitaba para instalarse por y para siempre en Monte Hermoso.
Unos días después habían terminado la obra, las rampas para Gaby ya estaban hechas, las reformas en los baños y todo lo que necesitaba mi hija Nos mudamos y allí comenzamos a vivir nuestra felicidad imaginada, íbamos de compra en compra los primeros días.Allí la gente nos hablaba bastante cortante, con la repetición de veces de vernos comenzaron a saludarnos mas afectuosamente y Alicia había hecho lo posible mediante sonrisas y charlas para quebrar el hielo que nos imponían los montermoseños. Las sonrisas de las mujeres que me acompañaban habían logrado el milagro y la gente comenzó a preguntarnos si nos instalaríamos en el pueblo y nosotros asentimos afirmativamente, habíamos armado una coartada con Alicia en la que le decíamos a todos que yo trabajaba para una multinacional, en un cargo gerencial y esa era la razón por la que debía volver a Buenos Aires permanentemente, le habíamos contado a todos que Alicia era la tía de Gaby, inventándole el hecho de que era la hermana mayor de mi mujer ya fallecida y todos los vecinos fueron abriéndonos sus puertas y sus casas en señal de amistad.
Nuestra nueva casa estaba frente a la playa, allí donde Gaby había soñado tantas veces poder vivir sus mañanas y así lo hicimos, fuimos a recorrer el costado de las olas, las risas de Gaby y las mías se podían escuchar desde la rambla, su rostro me mostraba la felicidad y mis ojos dejaban correr algunas lágrimas cuando ella no me miraba, cuando se perdía la vista de ella en las olas, yo lloraba la profundidad del mar, al recordar a la otra parte de mi familia que ya no estaba allí.
Fueron días felices y duros a la vez, por primera vez desde que se habían ido mis seres amados, empecé a pensar en todo lo que me había pasado, en el final de aquella noche de diciembre, en aquella plaza, lo vivido por los pasillos del hospital y las culpas que jamás se me habían cruzado por la cabeza de repartirlas a quienes eran los culpables, el maldito estado y la gente que dominaba los designios de mi país castigado. Eché culpas a quienes nos habían manejado, eché culpas al Ministerio del interior, eché culpas al cielo mismo y comencé a pensar en las palabras del León y su mensaje final.., “vayamos por el oro, la plata ya la tenemos...”
Casi un mes después decidí que tenía que volver a Buenos Aires y dejar de lado la quietud en la que tenía inmersa a todos mis compañeros y a lo que esperaba la gente del Matador.
Cuando le expliqué a Gaby que debía volver a Buenos Aires, ella decidió dejar de lado las lágrimas, a pesar de su corta edad sabía que había algo más que tanto Alicia y yo no le terminábamos de contar y ella decidió que no preguntar sería lo mejor. Así fue como un mediodía lleno de luces y aroma a mar me fui de Monte Hermoso, con los consejos de Alicia y los besos de Gaby.
***************No esperé demasiado para llamar a la morocha, de hecho lo hice al día siguiente al de aquella noche fantástica, en donde los besos se habían anidado en nuestros corazones. Había algo en esa mujer que me recordaba lo más puro de mí y a su vez, una rebeldía muy romántica. Ella atendió al primer toque, su voz traía las ganas y la mía, llevaba dentro al deseo, las palabras se entrecruzaron y nos llevaban de un lugar a otro en un mundo de fantasías de amor.
La conversación fue tan fluida que nunca se escuchó el vacío del silencio, ese silencio que algunas veces aparece volviendo todo tan incomodo, en esta ocasión eso no pasó y las palabras salían de nuestras bocas, algunas veces encimándose entre ellas y los dos parábamos para dejar de hablar al otro, quedamos en encontrarnos en el mismo lugar que la noche anterior y ella me pidió que le tuviera paciencia para poder sacarse de encima a las personas que la custodiaban. No se me ocurrió en el momento preguntarle quién era o por que la custodiaban tanto, así fue como dejé esa pregunta a futuro y seguimos con lo inmediato, quedamos en encontrarnos en tiempo y forma, Jackie O, volvería a ser el lugar de encuentro y al caer el sol, hacia allá fui.
Ella estaba sentada con dos amigas en uno de boxes que paralelos a la pared se esparcían, unos metros mas allá, estaban sus guardias, se me antojó acordarme de nuevo de aquel grafiti, el que rezaba, ‘’Atrapado en libertad’’ y así fue como la veía. Ella estaba atenta a mi llegada y sus amigas también. Cuando subí aquella escalera, antes de llegar, una de las compañeras de mesa se acercó mientras sonaba mi teléfono, al atender escuché con sorpresa la voz de Jenny que me decía que siguiera a su amiga, así lo hice, casi sin pensar y sin preguntar nada de nada. De pronto la amiga me condujo hasta el baño de la planta superior y de seguirla terminé dentro del baño de mujeres. Un segundo después llegó Jenny con dos jóvenes más, yo miraba todo sin entender demasiado, un par de segundos después vi como Jenny quedaba desnuda en medio del baño y su amiga también, no entendía nada de nada y mis ojos se perdían en el techo, un rubor se había apoderado de mí. Cuando terminaron de cambiarse, entendí todo, ellas se pasaron las ropas y a la corrida la amiga de Jenny salió por delante del grupo que la acompañaba, el grupo la siguió y detrás de ella, su seguridad, por la puerta entornada, Jenny miraba la situación y así después de que se perdieron en la muchedumbre, salí del baño de damas de la mano de esta joven tan particularmente especial.
Al salir, quise encarar a mi automóvil, pero ella tenía preparado algo mejor, caminamos una cuadra y entramos en un pub, pequeño y acogedor, subimos por una escalera y allí una camarera nos estaba esperando, una botella de vino tinto, sólo velas como iluminación y grandes ventanales nos dejaban ver la luz de la luna, sólo los dos y nadie más.
Quedamos sentados en una mesa baja, sillones para los dos y el amor flotando en el aire, ella hablaba y con cada frase que terminaba, un gesto la hacía mas hermosa y graciosa, era dueña de una desfachatez única, mi humor parecía funcionar a la perfección con ella, por momentos logró hacerme olvidar de todo lo que venía detrás de mí, cada gesto, cada morisqueta embobaba más mi corazón y me enamoraba un poco más, esta muchacha estaba lejos de la calle de Susan, cerca del cariño de Luciana, pero en un lugar especial, tenía la rebeldía en ella y la paz también, la creatividad que había mostrado para que nos escapáramos de sus guardias y el planeamiento que había de antemano para estar aquí, la hacía única.
Los minutos como siempre comenzaron a escaparse de nuestras manos y la verdad es que dolía siquiera intentar saber la hora, sabía que sus amigas harían lo imposible por ella, pero Jackie O debería cerrar sus puertas en algún momento y eso nos corría en contra, en medio de la charla ella se paró para mostrarme algún movimiento que no recuerdo relacionado con la historia que me estaba contando y quedó muy cerca mío. No resistí la tentación y estiré mi cuerpo para que nuestras bocas se encontraran, un beso trajo al segundo y la pasión desató al deseo, fui quitando su ropa, sin dejar de besarla, ella hizo lo mismo conmigo, nos fuimos acariciando los cuerpos hasta que de pronto un torbellino se adentró en nosotros, ella se sentó sobre mis piernas y comenzamos a amarnos, bajo la luz de aquella luna de agosto que se colaba por los ventanales y más atrás de las llamas de las velas, se encendían las llamas de nuestro amor.
Un teléfono sonó destrozando el momento del amor, la amiga de Jenny le avisaba que habían comenzado a encender las luces de Jackie O y eso nos avisó que era el final de nuestra noche de amor, volvimos por la misma cuadra que habíamos caminado hasta llegar al mismísimo paraíso, cerca de la puerta de entrada me sugirió que yo me fuera, que sola entraría al baño y volvería a cambiar ropas con su amiga y así dejar todo en silencio para poder volver a usar este escape alguna vez, yo la miraba maravillado y enamorado.
Un beso cargado de pasión y de apuro nos despidió, ella se perdió en una marea de personas que caminaban por allí y yo di media vuelta buscando mi automóvil, una vez sentado detrás del volante, saqué un cigarro del atado, lo encendí y me dejé llevar con el humo, a mis sueños de volver a verla.
***************La noche me encontró entrando a Buenos Aires, si bien mi corazón se había quedado al lado de mi hija en las costas de Monte Hermoso, mi mente estaba de vuelta en la ciudad, llamé a Ezequiel para contarle que ya estaba de vuelta, me contestó entre gritos de felicidad y alegría, quedamos en encontrarnos en Cocodrilo, estaba de más pero me dio la recomendación de que ni pasara por mi casa.
Al entrar alboliche el portero me saludó y desde ahí hasta donde me senté, todos se acercaban a saludarme, con la mirada buscaba a Susan sin la suerte de encontrarla, en el final del salón estaba Omar, el dueño del lugar, quien se acercó hasta mí y fundiéndonos en un abrazo me dijo que subiera al vip, donde estaría más tranquilo. Así lo hice y poco a poco fueron llegando mis compañeros, el primero en llegar fue el Yaya, que me rodeó con sus brazos levantándome en el aire, su felicidad se notaba y detrás de el fueron llegando los demás, la mesa se hizo larga, estaban todos, hasta el Francés, el contador que hacía de inversor, que ya parecía formar parte de este grupo.
Así fue como en medio de las luces artificiales que iluminaban aquella noche programábamos nuestro próximo golpe, quizás este sería un poco menos imaginativo que los anteriores pero sería muy efectivo, debíamos juntar cierta cantidad de dinero que nos llevaría a armar una cooperativa para darle trabajo a una treintena de personas que vivían bajo la línea de la pobreza en un asentamiento al costado de las vías del San Martín. El Francés había planeado una fábrica de alfajores artesanales que contaría con la distribución en varios supermercados chinos, había averiguado y calculado todo, hasta el combustible que gastaría cada vehículo para hacer la distribución de los productos que allí se fabricarían.
Chopper tenía el dato de que un camión de transporte de caudales recogería el pago de los tributos de los campos de Entre Ríos, una nueva ley había hecho que los depósitos de reembolsos por la venta de cereales se depositaran en el banco provincial de Gualeguaychú, allí saldría el camión con todos lo recaudado para llevarlo hasta las arcas del banco central y de allí a la cuenta del Ministerio y sus sombras. Calculaban que el camión tendría cerca de cinco millones de dólares en su interior, de hecho era una información que había llegado hasta él por un canal muy secreto, el hecho del transporte del dinero se debía a que no querían que los depósitos fueran en forma electrónica, para que nadie pudiera rastrearlos y así desaparecieran. Fue de esa manera como alguien salió a conseguir las herramientas para parar al blindado, otro en búsqueda de un lugar donde recalar, otro en la forma de dejar libre la ruta de escape y así preparar todo. Por alguna razón nadie esperaba que yo hiciera algo de trabajo antes del hecho y así me dejaban el tiempo libre hasta el momento en que saldríamos para Gualeguaychú.
Las horas pasaron en medio de la cena y con ellas las chicas que subían a saludarnos, era como un desfile de mujeres que se habían olvidado algo y sólo trepaban las escaleras para saludarnos y mostrarse, subieron todas menos la que yo esperaba, di por descartado que Susan estaba trabajando y que por eso no pudo venir a verme porque ni se había enterado que estaba allí.
Las horas pasaron y si bien no tenía donde pasar la noche, se me ocurrió que quizás podría irme con cualquiera de aquellas mujeres para pasar la noche hasta el mediodía donde iría a verla a Luciana.
Al final de todo comencé a bajar las escaleras del vip rumbeando entre las miradas, Ezequiel se había hecho de compañía para él y una para mí, yo me encontraba perdido en mis pensamientos. De saberme lejos durante tanto tiempo, quizás había perdido la compañía de Susan para y por siempre, para no levantar sospechas, a nadie le pregunté por ella y sólo me iba acompañado por la joven que había elegido mi amigo para mí y el deseo de haberla visto a Susan, cuando desde una de las banquetas de la barra escuché una voz familiar que me decía:
—Matador... Pensé que me habías olvidado.Allí estaba con sus pechos llamativos y su cabello colorado, ondulado y lleno de belleza destellando un extraño glamour que llenaba el ambiente, me paré y me quedé mirándola, ella se acercó y nos fundimos en un abrazo que se coronó en el beso que había estado esperando.
La joven que Ezequiel había elegido como mi compañera de cama se la llevó él antes de que abriera la boca con cualquier tipo de reclamos y quedé a solas con Susan, nos fuimos lejos de allí, entre besos y arrumacos quedamos en medio de una habitación de hotel en las luces de la mañana que comenzaban a clarear. Desayuno de por medio y besos a los costados hicimos el amor durante horas, me dormité abrazado a su panza, por encima de su sexo y con sus manos acariciando mi cabeza, allí tuve el sueño de paz que esperaba y el anhelo de que quizás ella estaría junto a mí, que quizás revería su idea de venir conmigo lejos de aquí, le había contado entre beso y sexo que había comprado una casa al borde de la playa, que mi hija estaba muy feliz y que quizás si ella así lo deseaba, sería bueno que cuando todo terminara ella se viniera conmigo. Susan no respondía nunca directamente, sólo repreguntaba lo que le decía, a las veces la sentía como psicóloga y a las veces como mujer amante, pero no dejaba ver más de lo que mostraba y yo seguía con mis sueños de sentirme acompañado.
La mañana se hizo más larga de lo que esperaba, un llamado de Pingüino me avisaba que tenía que ir hasta donde estaban los chicos, que ya tenían varias de las cosas que necesitábamos para seguir adelante el plan. Acerqué a Susan hasta su casa, cuando íbamos en el auto miró el bolso que estaba solo y casi desamparado en el asiento de atrás y me preguntó si eso era todo lo que tenía de ropa, le contesté que sí, que mis cosas habían quedado en casa, y no pude sacar nada de aquel lugar, me pidió que la dejara en el shopping y que más tarde me llamaría. Al bajarse del auto me besó con fuerza, sentí como su lengua rascaba la mía y sus manos apretaban mis pómulos, yo sólo me dejaba llevar. La vi bajarse y mientras se perdía en el montón de gente que pasaba por allí, pensé para mí, cuál seria el final de esta parte de mi historia...
************El día comenzaba a tomar forma y Ezequiel pasó a buscarme por la puerta de la confitería donde siempre nos encontrábamos, allí estaba parado en la puerta, esta vez todos habíamos elegido otro lugar desde donde arrancar con esta aventura.
Ezequiel no me preguntó nada en absoluto, me miró y sólo se limitó a decir que por el rostro que tenía, había sido larga la noche. No hice ningún comentario, pero ya estaba todo dicho y la suerte de mi silencio echada en sus manos.
El trayecto era corto, así que no tardamos en llegar y una vez allí vi como el resto del grupo hacia los preparativos para el golpe que estábamos por dar. Coqui era el encargado de los autos, así que salió a la calle y dio la vuelta donde habían quedado todos estacionados, los volantes estaban designados para Chopper en primer lugar, Pingüino y yo iríamos en el segundo auto, el encargado del blindado, en el tercero Yaya que cortaría el trafico desde atrás del blindado y el cuarto y último se encargaría de apoyar a cualquiera que sufriera algún inconveniente, allí estaba Barbie, cada auto se llevaría a un ocupante del camión y así no levantaríamos sospechas de una muchedumbre dentro de algún vehículo.
Después de haber revisado todos los detalles Coqui había vuelto para dar el ok mecánico a nuestra salida y así arrancamos, tomamos la avenida Gral. Paz hasta llegar a Panamericana desde donde seguimos viaje a Gualeguaychú, Nico nos venía informando de cómo era el estado de movimiento del blindado, el había salido desde allá y por teléfono nos contaba las cosas que hacían.
Después de una hora y media de viaje, calculamos el tiempo necesario para regular nuestra subida al puente de Zarate brazo largo, el primero de los autos con Chopper encima salió como despedido acelerando para despegarse de nosotros, nos sacó unos cuantos kilómetros de ventaja, cuando el blindado estaba en el segundo tramo del complejo puente, comenzó todo.
Ya Nico dejó de perseguirlo sabiendo que nosotros lo encontraríamos de frente, y al desacelerar dejó recalentar el auto llevándolo en tercera y acelerándolo para hacer que el motor levantara temperatura y así cortar a todos los que venían detrás del blindado, Chopper hacía de barrera entre Nico y el camión y nosotros con Ezequiel llegamos a destino, Pingüino abrió el baúl y de allí sacó una bazooka, la armó estirando los extremos y me la tendió, yo crucé de lado y esperé que el blindado llegara de frente a mí que lo estaría apuntando, el auto del Yaya comenzó a hacer lo mismo que hacia Nico pero del otro lado cortando el tránsito y dejándonos en medio de la soledad a nosotros y al blindado.
Cuando asomó la trompa el camión amarillo que traía todo ese dinero para nuestras arcas, se ve que el chofer esa mañana había tomado jugo de héroe y decidió acelerar como esperando que yo me corriera del medio del camino. Otro de los guardias de seguridad del blindado se asomó para verme y cuando estaban cerca y yo estaba casi seguro que podían visualizar bien la situación, saqué el seguro del arma y destapé la mira, de pronto y sin necesidad de más, el blindado dejó de moverse quedando como a dos metros mío, Pingüino desde el auto en paralelo a mí comenzó a gritar por el megáfono que el de la Bazooka no era ni más ni menos que el Matador y que se bajaran o que dispararía. Un par de segundos después vi como la puerta del costado se abría y salían del interior el guardia, que se había acercado al parabrisas para mirarme y otro con el mismo uniforme. Al toque apareció el conductor que había desistido de la idea de convertirse en héroe, Pingüino les pidió que sacaran sus armas y las dejaran en el piso, lo hicieron sin vueltas y como entendiendo el talante de la situación, inmediatamente les pidió que cargaran las sacas y se las trajeran, siguieron las órdenes de la misma forma en que un niño obedece a su padre. Yo seguía parado frente a ellos, de pronto Pingüino comenzó a modular y el auto del Yaya cargó con uno de los guardias, el de Chopper hizo lo mismo y el chofer otrora lobo suelto ahora cordero atado, se sentó en nuestro auto, vi como dócil juntaba sus muñecas y Pingüino lo ataba con un precinto, volví a cruzarme en el camino y apoyado en el techo del auto disparé el arma sobre el costado del blindado que al irse de lado cayó por el costado del puente, subí al auto y seguimos camino. Mientras bajábamos del puente pude ver como los primeros helicópteros se alarmaban sobrevolando el puente pero sin poder acercarse demasiado debido a los cables que estaban sobre los pilares de aquel coloso puente. Al llegar a Gualeguaychu nos encontramos frente a la terminal de micros con el auto del Yaya y uno de los seguridad que estaba con ellos, lo juntamos con el chofer y le explicamos que teníamos las direcciones de sus hogares y que todo esto quedaba allí, que los liberaríamos inmediatamente y que a cambio de su silencio desde ahora en adelante en días recibirían un regalo para sus familias, el chofer se le ocurrió preguntar que era lo que podía decir y el Pingüino no dudó en decirle que le avisara a todos que este había sido otro golpe del Matador. Los dos hombres me estrecharon sus manos y desaparecieron camino a la fabrica de jugos que estaba más allá de la terminal, nosotros seguimos para el interior del pueblo, Nico había dejado reservado un par de cabañas camino a Ñandubaizal y allí fuimos, después de entrar y dejar nuestros bolsos allí, subió Pingüino con Yaya en uno de los autos y se fueron para el este del otro lado estaba esperando gente del Francés para llevarse el botín al Uruguay, donde depositarían el dinero para luego blanquearlo en Buenos Aires. Me recosté en una de las camas que había en mi cabaña y me dejé llevar por el sueño.
Cuando me desperté ya estaba el equipo completo, la notebook de Barbie nos mostraba las noticias de Buenos Aires mostrando en todos los noticieros que el Matador había dado otro golpe maestro al Ministerio del interior. En uno de los canales apareció Johanna mi amiga la periodista tratando de entrevistar a Torlo, que la única respuesta que tenía en boca, era que no había comentarios, el dueño de la hostería la cerró por completo luego de pagarle todas las cabañas, prepararon una asado para nosotros que lo disfrutamos entre vino y festejos, todos estábamos felices de haber dado bien otro golpe, sólo nos quedaba volver a Buenos Aires, uno en casa siempre se siente más seguro...
El dueño del lugar, un pelado con cara jovial se me acercó y como pidiéndome disculpas me dijo...—Gracias Matador por ayudar a nuestra gente.
Me tendió la mano y se la tomé, apretaba bien fuerte, su sinceridad se veía en los ojos y se sentía en el apretón de su mano.
La noche me encontró fumando bajo una luna de invierno con todos los que antes eran cómplices y ahora se convertían en hermanos de una causa que no entendimos jamás, pero que la peleábamos palmo a palmo.
***********La adrenalina parecía fluir por los poros de todos mis compañeros, había algo más que el dinero que se habían llevado, quizás sentían como que lavarían las culpas de los malos hábitos en medio de lo que estábamos haciendo, quizás todos nosotros habíamos equivocado el camino por necesidad y no por elección y esta era la forma de hacernos fuertes, en el interior.
Quizás todos estábamos uniéndonos en una limpieza de culpas, de dolores pasados y tranquilidad a futuro, la mayoría de nosotros había dejado la familia atrás y sé que muchas de las mujeres de los que estábamos juntos rezaban por nuestras almas, algunos de mis compañeros eran devotos del gauchito Gil, otros simplemente rezaban oraciones con ojos al cielo, sobre todo después de haber terminado un trabajo, pero todos sin excepción creíamos en algo.
Las cosas habían cambiado mucho desde que el Francés había llegado a nuestra vida, todo se había instrumentado como sociedades, de las que había alguien que figuraba como nosotros en la parte legal y así nunca más tuvimos que trabajar por el dinero, ahora sólo lo hacíamos por la revancha al sistema, por la libertad, por las ganas de vengar a quienes como nosotros no podían defenderse.
El envión anímico con cada triunfo se hacia más y más grande, por alguna razón extraña comenzamos a creernos imbatibles, únicos y fabulosos, en algún lugar de este camino nos fuimos lejos del mundo y comenzamos a descuidar nuestra seguridad, nuestros pellejos y nuestras vidas, estábamos tan seguros de ganar que nada ni nadie terminaba por preocuparnos, si bien no olvidaba que habían estado en la puerta de mi casa y que tuve que mudar a Gaby, había algo que me hacía creer que éste no era mi tiempo y que podríamos seguir poniendo en jaque al sistema.
Así llegó el Yaya con el dato de un camión que iría por la avenida Rivadavia rumbo a la zona oeste del GBA con sacas con bonos al portador y que sería un golpe más grande que el del camión de caudales. Comenzamos a idear la estrategia de como haríamos para poder salir de allí airosos y con otro triunfo bajo la manga, en plena ciudad y a la vista de todos, este golpe seria una pena más para el gobierno que se volvería tan mítico como los anteriores.
Luciana iba y venía por allí y yo no podía dejar de mirarla, no olvidaba sus labios de seda y no podía dominar las ganas de acercarme a ella, pero hacía el esfuerzo y me salía bien, todos los papeles y fotos de como sería el camión que llevaba esos bonos estaban sobre la mesa, la gente que pasaba por allí, hacia o parecía que no nos prestaba atención alguna y nosotros seguíamos con nuestros planes de conquista y gloria. Después de un par de horas todo estaba listo, planeado y soñado para dos días después, como siempre los encargados de conseguir las cosas que necesitábamos comenzaron a moverse, esta vez en medio de golpe, en la línea de fuego, estaríamos Pingüino, el Yaya, Chopper, Nico y yo. Ya que no nos podríamos llevar el camión, haríamos lo mas practico, frenaríamos el camión, abriríamos sus puertas y sacaríamos del interior todas las sacas de bonos poniéndolas en nuestros vehículos, dejando el blindado trabado en medio del trafico y nosotros volviendo por la misma avenida por la que iríamos en su busca. Descartaríamos las cosas en la playa de estacionamiento de un albergue transitorio que tenía dos entradas, allí pasaríamos de autos y dejaríamos atrás las persecuciones, todo estaba ideado y planeado a la perfección, ahora sólo quedaba esperar para hacerlo.
Uno a uno se fueron yendo mis amigos y cuando quedamos solos con Ezequiel en la mesa, más allá de hablar del trabajo que nos esperaba, las conversaciones se hicieron mas personales, me preguntó si Gaby estaba bien y como me sentía yo, para después recalar en el tema del corazón, me preguntó por Susan y le contesté que no tenía futuro con ella, esa mujer era consciente de sus limitaciones y no quería manchar con su pasado mi vida futura, me preguntó por Luciana y le contesté que me pasaba lo mismo que con Susan, sólo que el que mancharía su futuro con mi pasado sería yo en su vida. Ezequiel me miró y me dijo con voz casi cómica.
—Que jodido que estás hermano...Y cuanta razón tenía, mi corazón no terminaba de acomodarse jamás.
La mañana nos encontró en el ritual del bar donde siempre nos encontrábamos, allí decidimos salir en rumbo al camión de los bonos, los autos estaban listos y preparados, las herramientas calibradas y las ganas como estandartes de lo que vendría.
El desayuno se abrió entre risas y comentarios, poco era lo que calibrábamos acerca del golpe, sólo nos dejábamos llevar, en ese instante previo donde todos los que estábamos allí, sabíamos que podría ser el último, si bien la creatividad nos ayudaba demasiado a la hora de escaparnos sin riesgos, el factor de una muerte inesperada estaba siempre allí, latiendo entre las sombras del día y de la noche, oculto detrás de la cosa más insignificante y todos sabíamos que lo que estaba bien planeado y calculado, podía convertirse en una tragedia, casi todos tenían el mismo lema, “La gloria o Devoto.”
Y hasta ahora siempre se nos había dado la gloria, otros como yo teníamos el concepto de “La gloria o la vereda bañado en un charco de sangre”, estaba seguro que nadie iría a visitarme a un pabellón de visitas, sabía en el corazón que no sobreviviría una semana encerrado detrás de barrotes y que no podría vivir en un mundo como el que se vivía, privado de la libertad.
Así que mi opción era quedar tirado en una vereda. Todos se alistaban de distintas formas, cada uno de nosotros tenía sus cábalas, Pingüino, acariciaba una y otra vez el anillo que le había pertenecido a su hermano, ya muerto. Chopper apretaba en su bolsillo a la estampita del gauchito Gil, Coqui tenía pulseras de tela de tres colores, a las que tocaba permanentemente antes de salir a trabajar, absolutamente todos creíamos en algo.
Las risas se fueron acortando ni bien las agujas del reloj no avisaban que la hora estaba llegando, ya no había comentarios que se prologaran, muy lentamente desaparecieron, los que nada tenían que ver con el trabajo y así como el Yaya con una seña nos avisó a todos que las cosas tenían que empezar. Nos encaminamos a los automóviles, la punta de lanza la hizo Coqui, yendo a la cabeza de la fila, el tendría que sobrepasarnos y demorarse en medio del cruce de Rivadavia y Gral. Paz, en la segunda posición venía el auto que cortaría el camino del camión, con Pingüino y Barbie, en el tercer puesto estaba Yaya con Nico, ellos abrirían las puertas del blindado, terceros estábamos Chopper y yo, que juntaríamos las sacas tirándolas dentro de los otros autos, en cuarto lugar venía otro auto con Paris y un quinto que venía con Lalo detrás del blindado desde que lo habían ubicado, ellos nos daban por radio las coordenadas de donde estaban ubicados, detrás del botín.
Cuando llegaron a la altura de la av. Segurola, cerca de las autopistas, comenzamos a caer los demás autos y así como lo habíamos planeado fue como lo estábamos haciendo, a la altura de Timoteo Gordillo, Coqui se despegó acelerando su auto, Yaya se acercó al blindado y le dimos caza, cuando quedó trabado el camión, el primero en bajar a abrir las puertas fue Nico, los demás estábamos en posición. En ese momento escuchamos un estruendo que partió la calma del día, yo que estaba mirando el trabajo de Nico, vi como ese pibe de veinte años, que era como un sobrino para el Yaya, salía despedido como un muñeco de trapo, el fogonazo me contó que dentro del blindado estaban todos armados fuertemente y que no estaban dispuestos a entregar nada de lo que llevaban, más estruendo se sucedieron y vi como Yaya rodeaba aquel camión descargando sus balas al interior, Chopper, pistola en mano hacia lo mismo y vi como un punto incandescente se metía en su cuerpo, bajé saltando del auto y sólo atiné a empujar el portón del camión, como cerrándolo, se escuchaban las quejas y los gemidos, el Yaya fue a levantar a Nico, o lo que quedaba de él, era imposible hacer articular siquiera una parte el fogonazo era de una Ítaca y prácticamente lo había partido al medio, Chopper quiso subirse al auto que lo había traído y el chofer del blindado comenzó a topar con la trompa del camión a los dos autos que habían quedado a su alcance. Chopper con borbotones de sangre saliendo de su cuerpo se me quedó mirando, como esperando alguna respuesta y yo le grité que corriera, mientras trataba de sacarle el cuerpo ya sin vida de Nico de los brazos al Yaya. Después de un par de tironeos, Yaya pareció reaccionar y así lo eché a correr por la colectora de la Gral. Paz, le dije por handy al Pingüino que saliera con el auto de allí y nos cruzara en la primera avenida, y comencé a correr detrás de mis compañeros, para saber para que lado iban, sólo debía seguir la huella de sangre que iba dejando Chopper.
Todo pareció conjugarse en medio del desastre, pude ver como adelante mío corría el Yaya y Chopper, un poco mas atrás, casi cincuenta metros estaba yo mirándolos, los handis seguían las comunicaciones, la ropa de Chopper se había cambiado de color por la sangre, un muchacho de origen boliviano venía entre Yaya y Chopper, me adelanté entre medio de los tres y encaré al muchacho desconocido, el pobre pibe pensó que lo iba a punguear, y cuando vio que le pedía su campera comenzó a quitársela muy manso, le pregunté si tenía cosas en los bolsillos, el muchacho sacó un atado de cigarros y un encendedor y me contestó que no tenía nada más, Chopper ahora pasaba por nuestro lado, le tendí la campera, el se la acomodó sobre la remera teñida del rojo negruzco y el muchacho norteño se quedó mirándome, saqué de mi bolsillo dos billetes de a cien y se los di agradeciéndole lo que había hecho, el pibe quedó mirándome con cara de asombro, recién caía en la realidad de que le estaba pidiendo la chaqueta y no robándosela.
Mi teléfono me avisaba que Pingüino estaba en Mariano Acosta esperando por Chopper, allí entre él y el Yaya subieron a Chopper al asiento de atrás del auto, de allí directo a la casa del Yaya.
Yo por mi parte tuve que volver al lugar donde ocurrió todo, como para saber que todos los demás estaban bien, me subí a un taxi y pasé por el puente mirando para abajo, la cantidad de policías que rodeaban los vehículos nuestros que habían quedado allí. Criminalística, RyH, brigadas, todos estaban allí, en mi segunda vuelta por el lugar, pude ver a Coro y a Molina que estaban por allí, esos hombres estaban dispuesto a darnos caza a cualquier consecuencia.
**********Los muchachos llegaron hasta la casa del Yaya, en donde la mujer esperaba por ellos y por el médico que sacaría la bala del cuerpo de Chopper. Apenas cruzaron la puerta de la casa, la mujer lo llevó con la ayuda de los muchachos a su cama matrimonial, allí estaba acostado mi compañero, la sangre ya no corría tanto, pero la bala había infectado la carne, la mujer del Yaya comenzó a limpiar la infección a los costados de la carne, la inflamación comenzó a bajar y por momentos Chopper desvariaba, yo estaba al tanto de todo lo que pasaba por teléfono, mientras seguía pasando la revisión de cerca de todo lo que pasaba en el lugar del hecho.
Llego el médico a la casa del Yaya y allí en la clandestinidad empezó su trabajo hasta que logró curarlo, mis compañeros siguieron allí, esperando como moverse y pensando que haríamos después de esta derrota.
En una de las vuelta que me daba por el lugar, vi como un grupo de peritos estaba sacando las huellas dactilares de los autos que habían quedado abandonados. Luego de eso di por terminada mis pasadas por allí, tenía miedo ya de que me divisaran ya que estaba pasando por las narices de los policías y en cualquier momento me olfatearían.
Llamados cruzados de un lugar a otro me contaron que una parte del grupo estaba en la casa del Yaya con el Chopper reponiéndose, por el otro estaba Nico con Barbie, Lalo, París y los otros en el lugar de siempre, hacia allá fui. Al entrar me crucé con Luciana, estaba tan hermosa como siempre, pero no fue mucho lo que me paré para admirar su belleza, fui directo a la mesa, los muchachos estaban esperando las órdenes de lo que tenían que hacer, el grupo había quedado desorganizado y sin las cabezas de mandos, Pingüino estaba con los otros supuestos líderes y yo quedé con ellos lejos y el resto de la banda esperando decisiones.
Llamé a Ezequiel, en medio de las palabras me dejó en claro que ellos eran los que me seguían y que las decisiones eran las mías, eso fue determinante para mí, mis ideas no terminaban de aclararse cuando comenzaba a darse cuenta de que eran mis palabras las que decidían como seguir el rumbo y yo no sabía como seguir adelante con todo esto, era una carga demasiado pesada para mí, en medio de este torbellino de ideas recordé el grafiti de Palermo que decía “Atrapado en Libertad”. Así me sentía yo.
Mis directivas fueron claras, teníamos que separarnos y así quedar en la nada, si todos estábamos separados y cada uno por su lado, sería más difícil de que dieran con nosotros. Todos tenían el número del Francés, Darío se aseguraría de que a ninguno de nosotros nos faltara absolutamente nada y un con Dios nos despedimos, prometiéndonos las radios encendidas para la vuelta.
Cada uno se abrazó con el que estaba al costado, nos despedimos con una mística, casi única.Quede solo en la gran mesa que ahora estaba vacía, esperé por los ojos de Luciana, ellos llegaron a los míos y por un segundo ella entendió todo lo que pasaba. Se acercó a mí, en medio de mi soledad y dijo que la esperara, que nos iríamos juntos, la miré con ojos de niño, por un segundo me sentí amparado en su mirada y lejos, muy lejos de aquí...
Autos iban y venían, celulares sonaban y todo tipo de máquinas se encendían buscando la compatibilidad de huellas, con los archivos policiales. Molina esperaba como en suspenso y con una calma única que llegaran los resultados que deseaba, Coro no tenía la paciencia de su compañero y casi caminaba por el techo de la desesperación, había algo en ellos dos que quería que terminaran este caso lo más pronto posible. Por el lado de Coro la cosa era simple, debía cumplir con las órdenes asignadas, era policía de carrera y esta sería una buena estrella en su legajo, sabía que si le habían asignado este caso era por su capacidad y no dejaría de demostrarle al Ministerio del interior que había acertado en la decisión de llamarlo. Por el lado de Molina, el hombre venía del interior, se había unido a la fuerza parte por su vocación y parte por que buscaba una seguridad social para él y su familia, era su sostén y debía llevar adelante la carga, a diferencia de su compañero. “el Tucu” como le decían, tenía gran corazón y una sensibilidad en el termómetro de lo que ocurría, mientras giraba por la cuidad, leía aquellos grafitis en los que rezaban alguna esperanza para el Matador y su rebeldía popular, algo de él todavía recordaba los tiempos difíciles antes de unirse a la fuerza y eso lograba que tuviera en silencio y ostracismo un cierto agrado hacia quien estaba persiguiendo a sol y a sombra.
Las máquinas parecían llegar al final de lo que buscaban y el resultado fue parte de lo que esperaban, si bien no habían encontrado huellas mías en los autos, habían dado con las de Nico y las de Lalo, desde allí comenzaron a organizar la búsqueda y caza de estos dos compañeros míos. La gente se había entrecruzado para defenderme y era un silencio casi a sottovoce el que casi no me nombraba, varias eran las personas que sabían de mí como el Matador, nadie decía, ni daba seña alguna de donde poder hallarme o en que lugar encontrarme, pero no pasaba lo mismo con el resto de mis compañeros.
Nico tenía un par de asuntos pendientes con la justicia de los tribunales, como así también los tenía con la de la calle, había barrileteado durante un tiempo y se había hecho de varios enemigos, más que nada, gente que había quedado resentida por algunos hechos anteriores, estos no dudaron en el momento de pasar la información de donde lo podían encontrar.
Así fue como después de un par de llamadas telefónicas y un par de aprietes de informantes Coro y Molina llegaron hasta una parte de la Paternal que comúnmente se le decía, “La Isla”, era una porción de barrio que quedaba detrás de la agronomía y entre los cementerios, allí cerca del barrio de calles redondas vivía Nico, con su familia, su mujer embarazada y su hijo de dos años, vivía en una casa de bajo, en la puerta había quedado su auto, un modelo del año, que desentonaba con el resto del barrio, al llegar allí, los policías no dudaron de cual era la casa de quien buscaban.
Los refuerzos llegaban detrás de ellos, en un par de minutos detrás de la quietud de la noche el grupo de fuerza de choque había rodeado aquella casa, sin que desde el interior siquiera se dieran cuenta de lo que estaba pasando afuera.
Coro flanqueaba uno de los lados de la casa, del otro Molina dirigía, en un movimiento de manos avisaron la entrada, un golpe voló la puerta de entrada y detrás del primero de los hombres, llegó la horda. Nico que estaba en su cama mirando televisión se sobresaltó y giró en la cama buscando su arma, el lado que pertenecía a Molina entró por la habitación del hijo de Nico, el pequeño que no entendía lo que estaba pasando se quedó mudo, Molina lo cargó en sus brazos y lo sacó por donde había entrado.
De pronto y con su arma empuñada Nico apuntó, el Grito de Coro fue claro.—Soltá el fierro pendejo...
Nico apuntó y disparó acostado, nunca pudo afirmar los brazos y la bala salió sin rumbo fijo, bajo las luces artificiales las llamaradas que salían de los caños de las armas policiales acabaron con la vida de Nico que quedó tendido en una marejada de sangre en su cama. De pronto las telas de las sabanas comenzaron a teñirse en un rojo profundo, un ruido del costado dejó caer otro cuerpo muerto, una de las balas de los gruesos calibres había atravesado la fina pared impactando en medio de la frente de la mujer de Nico, dejándola automáticamente sin vida, Coro corrió al baño, Molina entraba detrás de los disparos y trataron infructuosamente de revivir a aquella mujer que acababa de dejar la vida, llevándose también la que tenía dentro de ella.
Por los ojos de Molina se corrió una lágrima, cálculo que Coro también lloró pero para su adentro.**********
Al salir de allí, subieron a su auto mientras encargaban el papeleo a otro de sus sub alternos, esperaron que llegara una asistente social que se encargaría de la guarda del pequeño hasta que apareciera la familia. Molina después del hecho no soltó al niño hasta que se retiraron, por parte de Coro, cada cinco minutos se acercaba al pequeño y tocaba su cabeza.
Algo había empezado a cambiar dentro de aquellos hombres, pero sin olvidar en ningún momento lo que estaban haciendo y cuales eran sus órdenes.No dejaron pasar la noche y fueron a la caza de Lalo, esta vez, serían más precavidos y esperarían a que el hombre saliera de su casa, no querían correr más riesgos con familiares inocentes, el cuerpo sin vida de la mujer de Nico se les presentaba en cada imagen. Llegaron hasta Soldati, donde vivía Lalo, un pelotón de personas se distribuyó con el fin que algún llamado avisara a Lalo, previniéndolo de lo que vendría, así fue como la noche llegó a su fin y por la mañana, bien entrada Lalo salió de su casa, al subirse al auto encaró hacia avenida La Plata, en donde dejaba pasar sus horas, haciéndose pasar como un compraventa de autos usados.