Tragedias - Volumen II
Eurípides - Tragedias [2]
Eurípides

  Eurípides (c. 480-406 a.C.) vivió en la época del mayor esplendor político y económico de Atenas, asistió a la construcción del Partenón y los más hermosos monumentos de la Acrópolis y compartió el orgullo de los ideales democráticos. 

  Se han conservado dieciocho tragedias suyas, casi todas ellas pertenecientes a la plena madurez del autor, de las noventa y dos que se le atribuyen, y conocemos el título de unas ochenta. Su obra se distingue de la de los dos grandes dramaturgos que le precedieron, Esquilo y Sófocles, por el tratamiento humano y realista del mito, por la inusitada importancia de la mujer y por el análisis de las pasiones más violentas.

  Este volumen incluye algunas de las mejores tragedias de Eurípides. 

  Suplicantes y Heracles son tragedias de índole político-patriótica, como lo era los Heraclidas del primer volumen dedicado a Eurípides. En la primera, representada hacia 422 a.C., los tebanos impiden que se entierre a los dirigentes argivos que han atacado la ciudad; las madres de éstos, que forman el coro de suplicantes, llegan a Eleusis y ruegan a Etra, madre de Teseo, rey de Atenas, quien recupera por la fuerza los cuerpos para enterrarlos: Eurípides celebra el valor marcial ateniense que protege los derechos de los indefensos en cualquier lugar. En Heracles, el protagonista venga la muerte de su suegro y salva la vida de sus tres hijos, amenazada por el asesino Lico. pero la diosa Hera le hace enloquecer y asesina a sus propios hijos, confundiéndolos con otros, y a su esposa; recuperada la cordura, Heracles trata de suicidarse por desesperación, pero Teseo le convence de que acuda a Atenas para purificarse y le insta a superar el horror.

  Ión recrea el mito griego sobre el ancestro de los griegos de Jonia, una historia de un nacimiento no deseado (del hijo del dios Apolo con Creusa), el abandono del recién nacido y la recuperación y el reconocimiento posteriores, en un final feliz propio de la Comedia Nueva. Como en Ifigenia entre los tauros y Helena, la tragedia da aquí un giro hacia la intriga romántica.

  Con Las troyanas, representada en 415 a.C. después de la terrible matanza de la isla de Melos (donde los atenienses acuchillaron a los hombres y esclavizaron a las mujeres), Eurípides puso en escena el último día de la destrucción de Troya y el sufrimiento de las mujeres troyanas, que son el botín de los vencedores. La tragedia pone de manifiesto los sufrimientos de los vencidos y la degradación moral que produce la guerra en los vencedores.

  Electra retoma, con modificaciones que apartan el relato de su fuente mítica y le confieren una realidad humana, el tema de la tragedia homónima de Sófocles: Electra vive desdichada en Micenas, donde su madre, Clitemnestra, ha asesinado a su padre Agamenón, hasta que su hermano Orestes regresa para vengarse de la madre y su amante, matricidio justo pero espantoso en el que le asiste Electra.

  Por último, Ifigenia entre los tauros narra la etapa de la hermana de Electra como sacerdotisa de Artemis en el país de los tauros (Crimea), donde preside a la fuerza sacrificios humanos ofrecidos por bárbaros y evoca con nostalgia su perdida patria. Los griegos llegan a la península y se comunica a Ifigenia que debe sacrificar a su hermano Orestes, pero ambos lograrán huir con la imagen de la diosa. La obra se acerca al melodrama y a la intriga romántica por el secuestro y la salvación de la heroína, así como por los escenarios exóticos.

Introducción, traducción y notas de J. L. Calvo Martínez. Revisada por E. Acosta Méndez.
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