—Me gustaría preguntarte algo y quizá sea un poco grosero según vuestras costumbres.
—Nuestras costumbres no difieren tanto de las vuestras.
—Vale, quizá es que la pregunta es simplemente grosera. Es sobre… tu hija.
Benedict la miró brevemente.
—Rule te ha hablado de ella.
—Esta misma noche, sí. Y la otra noche me enteré de lo de… bueno, de lo de vuestra edad.
Todavía estoy intentando asumirlo.
—Te ha conmocionado. —Fue una simple observación, sin juicio de valor de ninguna clase—. ¿Qué quieres saber sobre Nettie?
—¿Su madre era tu Elegida?
—No. —La pausa entre esa simple respuesta y sus siguientes palabras fue muy breve, una fracción de segundo—. Conocí a Claire cuando Nettie tenía doce años. No tuvimos hijos.
Lily tenía una docena de preguntas más. Sabía a ciencia cierta que la Elegida de Benedict había muerto, pero no sabía cómo ni hacía cuánto. Quería saber qué ocurría cuando uno de los miembros de un vínculo moría. ¿Cómo afectaba eso al que seguía con vida?
También quería saber más cosas personales. ¿Había amado a Claire? ¿Habían sido amigos además de amantes? ¿Cuáles habían sido los límites de su vínculo? ¿Sus habilidades se habían transmitido al otro como había ocurrido con Rule y ella?
Lily estaba acostumbrada a formular preguntas profundamente personales, a menudo tenía que hacerlo incluso cuando los sentimientos estaban a flor de piel. Pero aquello no era una investigación y la reserva de Benedict era muy profunda.
—Gracias por contármelo —dijo Lily por fin.
Cuando Benedict habló, Lily detectó una nota de diversión en su voz.
—¿Eso era todo lo que querías saber?
—No, pero…
El móvil de Lily sonó. Metió en la mano el bolso y lo sacó para responder cuanto antes.
—¿Sí?
—¿Lily Yu? —dijo una voz masculina desconocida. Lily frunció el ceño. Muy poca gente tenía su número de teléfono.
—¿Quién es?
El hombre al otro lado rió, un sonido muy masculino y muy agradable.
—Todavía no habíamos tenido el placer de conversar. Soy Patrick Harlowe.
El agotamiento de Lily se evaporó en una ardiente oleada de ira. Se sentó erguida.
—Es muy considerado por su parte que me haya llamado. Lo he estado buscando.
—Ya me he enterado. —Tenía una de esas voces que dotaban de significado a todas y cada una de las palabras que decía, un significado que sugería cierta intimidad entre ellos dos. Como un predicador de la televisión, pensó Lily, o alguien que vende aparatos de cocina en los programas de teletienda que dan por la noche—. No ha tenido mucha suerte hasta ahora, ¿eh?
—Por ahora no. —Que siga hablando. Lily estaba dispuesta a seguirle el juego fuera cual fuera con tal de tenerlo hablando más tiempo. Si hacías que alguien siguiera hablando, siempre conseguías que dijera más de lo que tenía pensado decir—. ¿Cómo ha conseguido este número?
—De la misma forma por la que últimamente he aprendido tantas cosas interesantes sobre usted, gracias a alguien que es casi omnisciente. Me imagino que eso le resultaría muy útil en su trabajo —añadió—. Ser capaz de observar y escuchar a quien usted quiera, en cualquier parte del mundo.
—Sería muy útil, sí. Pero «casi» significa que Ella no es omnisciente, ¿no es cierto? No puede espiar a los lupi. Ni a mí. Y Ella no puede hablar con usted directamente. —¿O podía? Dios, si el báculo había convertido a Harlowe en un telépata y ahora era capaz de recibir instrucciones de Ella directamente y sin intermediarios…
—¿Tan segura está usted de eso? —Sonaba como el típico tío comprensivo echándole un rapapolvo a una sobrina traviesa—. Pero tiene usted razón en este caso. Ella no es omnisciente del todo. Pero como demuestra esta simple llamada de teléfono, hemos encontrado la forma de trabajar a pesar de esas pocas limitaciones. Aunque el teléfono también es una limitación en cierto sentido, ¿no? Siempre es más agradable conversar en persona.
—¿Le gustaría almorzar conmigo? —Lily hizo que su voz sonara seria y seca—. Vaya, espere, voy a comprobar mi agenda.
—La verdad es que no me refería a un almuerzo. —Harlowe se rió. Se estaba divirtiendo mucho—. ¿Y si nos vemos ahora mismo? Es un poco tarde, pero mi agenda está tan apretada últimamente…
Lily miró a Benedict. Su rostro estaba limpio de cualquier expresión salvo concentración.
Por supuesto. Él también estaba escuchando a Harlowe.
—Esta noche estoy libre. ¿Quedamos?
—Tendrá usted que venir a mí, me temo. Y debo insistir en que no se lo diga a nadie. A nadie en absoluto, Lily… A excepción de a su conductor, por supuesto.
¿Harlowe sabía que iba en el coche con alguien más? Lily miró a Benedict. Lily todavía era capaz de subvocalizar, aunque ya no fuera capaz de oírlo.
—¿Nos siguen?
Benedict negó con la cabeza.
—Eso también va para su conductor. Nada de llamadas de teléfono. Si alguien más está al tanto de nuestra pequeña cita me sentiré muy mal, y me temo que no reacciono muy bien cuando hieren mis sentimientos. Y yo lo sabré, Lily. —Harlowe bajó el tono de voz—. Aquella a quien sirvo quizá no será capaz de espiarla directamente, pero no le hace falta. Puede observar a los demás, a cualquier persona a quien se sienta tentada de llamar. Como sus colegas del FBI, o la policía… o incluso su propia familia.
De repente, Lily sintió húmeda su nuca, como si alguien la hubiera tocado con un trapo húmedo y frío.
—¿Dónde nos reunimos entonces?
—Le daré las instrucciones en un momento. Primero, aquí hay alguien a quien le gustaría hablar con usted.
—Espere…
Pero Harlowe le pasó el teléfono a otra persona. Alguien cuya voz hizo que Lily sintiera un golpe de terror ciego.
—¿Lily? —dijo Beth Yu con su forma de hablar rápida y despreocupada—. Harlowe me ha pedido que te diga que estoy bien. No sé por qué. En realidad, ni siquiera sé por qué quería venir aquí… No me gustan nada los sitios como este. Pero no está tan mal, ¿sabes? Patrick así lo ha dicho. Él cuidará de mí.
Las velas ya habían ardido hasta más de la mitad. Discutieron muchos temas pero apenas llegaron a un acuerdo sobre ninguno, y ya casi era la hora de que Cullen se marchara para su segundo número.
Aunque Cullen ya no tenía la necesidad de bailar. Al menos, no por dinero. Y Rule había creído que Cullen dimitiría después de que el rho le otorgara una asignación en nombre del clan, como «un maldito abogado», como solía decir Cullen. Pero aún continuaba haciendo dos espectáculos cada noche, dos veces a la semana. Le había dicho a Rule que seguía trabajando a tiempo parcial porque necesitaba el dinero extra.
Quizá el propio Cullen se creyera su excusa. Pero Rule no. Cullen nunca había tenido demasiado interés en el dinero, más al á de que le permitía acceder a aquellos trozos de papel que eran el verdadero tesoro para él: pedazos de antiguos libros de hechizos y cosas así. No, Rule creía que el baile le daba a Cullen algo que necesitaba.
Pero en aquel momento, precisamente, no era más que una maldita molestia.
—Deberíamos ir acabando —dijo cuando consiguió meter baza en las discusiones—. En cuanto se rompa el círculo, recordad que debéis tener cuidado de no hablar de los temas que se han discutido aquí. —Después de aquella reunión se celebrarían otras cuantas, de eso estaba seguro. Quizá menos formales, pero mucho más productivas.
—Todavía sigo sin saber qué quieres de nosotros. —Ben estaba gruñón—. ¿Qué quieres que hagamos? Está muy bien hablar de luchar contra Ella, pero Ella no está aquí.
—Mantened abiertos los ojos —dijo Rule rápidamente—, y las narices pegadas al suelo.
Observad si esto que os he contado de que las esferas se están moviendo y que se están produciendo cambios ha tenido alguna repercusión en vuestros clanes. Por ejemplo, ya os he hablado de la banshee que se avistó en Texas.
—Posible avistamiento —corrigió Javiero—. Pero ya lo he comprobado y las historias de los testigos concuerdan.
—¿Qué está sucediendo en vuestros territorios? —preguntó Rule—. Avisad de cualquier cosa extraña que suceda. Intentad averiguar qué saben otros miembros de la Estirpe. Tú, Ben, quizá puedas avisar a los trols, comprobar si ellos han notado algún cambio. —El clan de Ben estaba radicado en Escandinavia, la parte de la tierra que acogía a lo que quedaba de la población trol de todo el mundo.
—Trols. —Ben rió sarcástico—. ¿Alguna vez has intentado hablar con uno? Hablarle a un árbol sería más efectivo.
—Ya que mencionas eso de hablarle a los árboles —dijo alguien—, yo me ofrezco voluntario para consultar con las dríadas.
Aquel comentario suscitó varias risas. Las dríadas eran excepcionalmente timidas… y excepcionalmente cariñosas una vez superaban su timidez.
Ito negó con la cabeza.
—Yo no sé nada sobre trols o dríadas, pero conozco a los árboles. Y a los árboles no se les habla. Se les escucha.
Hubo unos segundos de silencio. El ambiente se cargó con un ligero toque a vergüenza ajena que apuntaba a Ito. A todo el mundo le caía bien Ito, pero nadie lo entendía muy bien.
—Nos estamos saliendo del tema—dijo Randal —. Pedirnos que prestemos atención a cualquier acontecimiento extraño es como pedirnos que prestemos atención a la letra «s». Una vez pongas tu atención en esa letra, la empezarás a ver por todas partes. Por supuesto que la gente verá acontecimientos extraños en cualquier parte si se pone a buscarlos con empeño.
—La letra «s» es común. Los acontecimientos extraños son, por definición, poco comunes.
No te estoy pidiendo que me informes de cosas como el nuevo peinado de tu hermana… por extraño que sea. —Hubo un par de sonrisas y algunas risillas—. Pero si oyes rumores de que se han visto criaturas pertenecientes a la Estirpe que no deberían estar en nuestro mundo, los demás debemos saberlo.
—¿Y a quién se lo contamos? ¿A ti? —El labio superior de Randall subió ligeramente como expresión de su desprecio—. Tienes un plan. Pretendes emplear toda la información que reunamos para «probar» que tienes razón y así aumentar las probabilidades de convertirte en el líder de la guerra si resulta que los clanes se alinean con tu padre en su megalomaníaco…
—Será mejor que te detengas ahí. —Rule se quedó muy quieto—. No hables de mi padre así como yo no he hablado del tuyo ni de su costumbre de matar mediante una emboscada, así que…
—Si quieres, puedes contármelo a mí —dijo Stephen con toda la calma del mundo. Me presto para actuar como juez y parte en estos asuntos. A no ser que dudéis de la habilidad de Etorri de ser imparcial, claro.
Randall no se atrevió a ir más lejos, pero entrecerró los ojos y su cabeza se giró hacia Stephen.
—¿Te has tragado su absurda teoría de que las esferas están cambiando?
—Por favor —le dijo Ito al hombre sentado a su lado—, ¿qué significa «tragado»?
Randall le contestó sin dejar de mirar a Stephen.
—Creer. Estar de acuerdo con. Pensar que la teoría en cuestión vale más que las cagarrutas de un gato.
Stephen ni se inmutó.
—Etorri ya estaba considerando la posibilidad de que las esferas estuvieran cambiando antes de que recibiéramos la invitación para este círculo de pax.
—¿Por qué? —Explotó Randal —. En nombre de Dios, ¿qué pruebas tenéis para creer eso?
—En primer lugar, encaja con la profecía…
Aquella afirmación hizo que todos se lanzaran a hacer comentarios.
—¿Qué profecía?
—…A los Etorri les encantan todas esas tonterías místicas…
—Si tenías conocimiento de la existencia de una profecía y no nos has dicho nada al respecto hasta ahora…
—Y en segundo lugar —siguió Stephen—, yo mismo he visto al Gran Cazador en los bosques del norte.
Se hizo el silencio. Y en medio de él, se oyó la voz de Cullen.
—Rule.
Rule giró la cabeza y las aletas de su nariz se hincharon.
—¿Qué?
—Tenemos que romper el círculo ahora. Benedict ha apretado el botón de emergencia.
Capítulo 16
Rule sintió que se le erizaba el vello a lo largo de todo el cuerpo, como si le hubiera alcanzado un rayo. Sintió que todo lo que lo rodeaba se volvía afilado, al igual que su mente. No necesitó detenerse a pensar lo que tenía que hacer; las acciones fluyeron de su cuerpo una tras otra, con una claridad cristalina.
—Este círculo ha terminado —dijo a la vez que se ponía de pie—. Lily está en peligro, quizá la estén atacando ahora mismo. Me voy. Cullen…
Él también se había puesto de pie inmediatamente.
—El mapa está en mi camerino, al igual que tu móvil. Quizá Benedict haya intentado contactar contigo.
Rule ya se había puesto en marcha cuando uno de los nonheris lo detuvo agarrándolo de un brazo.
—Espera un minuto. —Rule se deshizo de él con violencia y siguió caminando.
Hubo una pequeña trifulca; el hombre que había caído al suelo estaba enfadado, pero Rikard y Con lo detuvieron cuando vieron que iba a por Rule.
—Idiota —rugió Rikard—. La compañera de Rule está en peligro. Tienes suerte de que no te haya partido el cuello.
Rule se dirigió a la barandilla, ya que bajar por las escaleras le iba a llevar demasiado tiempo, pero Stephen le cortó el paso. Rule gruñó.
—No estoy intentado detenerte —dijo Stephen con su voz fastidiosamente calma—. Voy contigo.
—Entonces, vamos. —Rule agarró la barandilla con una mano y saltó por encima para dejarse caer al vacío.
Los demás lo siguieron.
Aquella noche los clientes del Club Infierno presenciaron un espectáculo inesperado e insólito. Uno, dos, tres, cuatro y más hombres cayeron desde la oscuridad y aterrizaron sobre las mesas y en el suelo; se movían asombrosamente rápido. Como un río que se abre paso entre las rocas, avanzaron esquivando los obstáculos. Aquellos que habían aterrizado sobre las mesas, simplemente saltaron sobre quien fuera que estuviera ocupándola, luego bajaron al suelo y siguieron avanzando sin mirar atrás.
Las ruedas del Toyota chirriaron ligeramente cuando Benedict tomó un desvío. Lily sentía su lengua hinchada y torpe, como si ocupara demasiado espacio dentro de su boca.
—Estamos en la Cincuenta y Cinco —dijo al hombre que tenía a su hermana de rehén.
—Sigan hasta Bárbara… Creo que eso es lo que pone aquí. Beth, cielo, ¿puedes ver qué pone en estas letras diminutas? No comprendo por qué tienen que hacer los mapas tan… ¿Sí?
Oh, Bandera, no Bárbara. Giren a la derecha en Bandera. Intenten darse prisa. Solo les quedan quince minutos.
—Sigue hasta Bandera y gira a la derecha —le repitió Lily a Benedict.
Harlowe sabía que no conducía Lily y que alguien iba al volante. No sabía quién, ni que Benedict podía escuchar todo lo que decía. Tampoco sabía que Benedict tenía unos auriculares conectados a su móvil. Lily le había marcado el número de Rule, para que él pudiera seguir concentrado en conducir.
Llamar a Rule era un riesgo calculado. Harlowe insistía en que Lily siguiera hablando con él: le daba instrucciones para avanzar poco a poco y un tiempo límite para cubrir la distancia en cada fase. No sabrían a dónde se dirigían hasta que llegaran al í, así que Benedict no sabía cuándo convendría quitarse los auriculares. Si Harlowe se daba cuenta de que los llevaba…
Pero necesitaba ayuda. Harlowe tenía a Beth y él estaba al mando; además, el momento y el lugar en el que se iba a producir el encuentro estaban completamente bajo su control y quizá no estuviera solo. Lily no se atrevía a pedir refuerzos de forma oficial, pero Rule podía escuchar a Benedict cuando este se comunicara subvocalizando. Y Harlowe no.
Si es que Rule respondía a la maldita llamada.
De pronto, como si él fuera un imán y ella tuviera un trozo de hierro en las tripas, Lily sintió la presencia Rule en una dirección y distancia determinadas. No estaba en el Hogar del Clan.
Estaba mucho más cerca. En alguna parte de la ciudad. Podía apuntar con su dedo en la dirección en la que él se encontraba, pero no podía llegar hasta él y obligarle a coger el maldito teléfono.
—Este es un barrio pésimo —dijo Lily haciendo lo único que estaba en su poder: hacer que Harlowe siguiera hablando—. No le va muy bien, ¿eh?
—Es temporal, es simplemente temporal. Debería ver los planes que he trazado. Quizá se los enseñe antes de que… Beth, no me molestes ahora. ¿Por dónde iba? Ah, sí, mis planes.
Primero me ocuparé de usted, Lily querida. Si no fuera por usted, yo no estaría aquí ahora, ¿no?
No puedo decir que esté contento con usted, no, ni hablar, no estoy contento, pero recibirá lo que se merece. Y usted… Ahora no, Beth.
—¿Y cuáles son sus planes? —preguntó Lily rápidamente. Podía escuchar de fondo la voz enfadada de Beth. Beth, por favor, tranquila. No lo hagas enfadar—. ¿Ser el rey del mundo, quizá?
—No, no. —Otra vez estaba de buen humor—. Me elegirán. Todos me amarán, ya verá.
Benedict le dio unos golpecitos en el brazo. Cuando Lily lo miró, él señaló sus auriculares y asintió.
Gracias a Dios por fin había contactado con Rule.
—Qué curioso —dijo Lily—. Ahora mismo no me siento nada inclinada a amarlo.
—Sí, usted es diferente ¿verdad? Tiene usted mala suerte. Pero no se preocupe, cariño, es solo temporal. O quizá deba decir que la que es temporal es usted. —Y se rió de su propia gracia.
—Puede seguir pensando eso si le hace sentir mejor. —La gran ventaja que tenía el bando de Lily, es que por ahora Harlowe, o su diosa, no la quería muerta. Harlowe la quería para alimentar al báculo, o al demonio, o a lo que fuera, lo que requería mucho más trabajo que simplemente matarla. Eso le daba a Lily cierto tiempo para maniobrar.
A no ser, claro, que estuviera equivocada sobre las intenciones de Harlowe.
—Pero no será usted un problema durante mucho tiempo más. Yo me encargaré de… A ver, a ver, ¿no te he dicho que la dejes en paz?
Esto último se lo había dicho a otra persona. Lily oyó una voz masculina y luego la voz de Beth, aguda y asustada.
—¿Qué ocurre? —Quiso saber Lily—. Si le hace daño yo….
—Haré lo que me dé la gana. Mientras ella esté en mi poder…
—Seguirá viva y no sufrirá daño alguno, o mi trabajo se va a convertir en algo muy sencillo: matarlo y ya está.
—Oh, pero no puede. Incluso si pudiera, no lo haría. Tiene que arrestarme, ¿eh? —Hizo que sonara como si fuera algo de lo más divertido.
—No arresté a Helen.
Harlowe guardó silencio durante unos segundos.
—Bien, bien. No va a tener la oportunidad de matarme. Pero no seamos tan agoreros.
Después de todo, su hermana está viva, y está bien. No está muy contenta ahora mismo, pero eso es culpa suya. Se ofende con facilidad.
Una risa masculina en el fondo. Lily cerró el puño con la mano que tenía libre y las uñas se le clavaron en la palma.
—Quizá sea usted quien la ofende.
—No, ella está completamente enamorada de mí. Sin embargo, yo… Beth, ¿no te he dicho que te calles? —gritó Harlowe.
Lily tenía que distraer a Harlowe.
—¿Se trata de una venganza, Harlowe? ¿Por eso va a por mí? ¿Por qué estropeé sus grandes planes?
—Se lo advertí a Helen —murmuró Harlowe—. Le dije que iba demasiado deprisa. Pero, ¿me escuchó? Y usted… usted se cree tan lista, pero en realidad no fue usted la que lo estropeó todo. Fue la estupidez de Helen. Aunque no voy a negar que usted no tuviera nada que ver, yo…
¿Qué?
La voz que esta vez Lily escuchó de fondo era aguda y chillona.
—Oh, está bien. —Harlowe había retirado su cabeza del teléfono. Su voz llegaba apagada, el tono petulante—. Ya que no se comporta, átala.
Lily oyó a su hermana decir el nombre de él, Patrick, como si no pudiera creer lo que estaba pasando. Y después, una bofetada.
Al instante, Harlowe volvió al teléfono, muy contento otra vez.
—Ya aprenderá. Quizá me la quede. Es muy bonita, aunque no tan leal como debería. Parece ser que piensa que si me hace enfadar usted estará a salvo.
El báculo quizá mantuviera a Beth totalmente cautivada, pero no había podido cambiar su forma de ser ni su inteligencia. Quizá Beth no fuera capaz de entender lo que estaba sintiendo, pero… probablemente ya había descubierto que él la estaba utilizando para llegar hasta Lily.
Lily respiró profundamente y tranquilizó su voz.
—Acabamos de entrar en Bandera. Y ahora, ¿a dónde?
Rule se agachó en el frío hormigón del aparcamiento fuera del Club Infierno con el móvil pegado a la oreja. Cullen lo imitó. Estaban observando cómo un punto luminoso en el mapa que Cullen había desplegado se movía por la línea recta que representaba la calle Bandera.
Doce hombres más, quietos y silenciosos, también observaban.
—De acuerdo —le dijo Rule a Benedict—. Os tenemos localizados. Somos ocho lu nuncios y siete nonheris, además de Cullen y yo mismo. Voy a informarles. —Una pausa—. Sí. Llámame cuando hayáis llegado a vuestro destino.
Rule colgó y miró a los hombres silenciosos que lo rodeaban.
—¿Estáis aquí para ayudar de verdad o por mera curiosidad?
—¿Todo esto tiene que ver con el báculo? —preguntó Javiero.
—Sí. Harlowe ha secuestrado a la hermana de mi nadia y la está utilizando para llevar a Lily hasta él. Él tiene el báculo.
—Entonces voy contigo —dijo Javiero, y su afirmación fue seguida de un coro de aceptaciones, bien en forma de «sí», bien transmitidas por un simple asentimiento de cabeza.
—Entonces entended esto: vamos de caza y yo estoy al mando.
La simple palabra «caza» dejaba muy claro los términos en los que iban a actuar: obediencia inmediata. Nada de discusiones, nada de preguntas. En aquellos momentos, Rule era incapaz de hacer las cosas de otra manera, y los Jemas lo entendían. Incluso Randall asintió, un poco reacio.
—Muy bien. Lily y Benedict van en coche. Benedict conduce. Lily tiene guardaespaldas, pero él no cree que sean capaces de seguirlos todo el camino. Los está llamando ahora mismo. —Los guardaespaldas tenían uno de esos mapas hechizados de Cullen, pero no contaban con su ayuda para hacerlo mencionar cuando la señal empezaba a fallar—. Podéis ver en el mapa que Lily v Benedict avanzan en nuestra dirección. Todavía no sabemos a dónde van, Harlowe les está dando instrucciones poco a poco y tiene a Lily al teléfono todo el rato. Afirma que lo único que hace es transmitir la información que recibe de Ella a cada instante, y que sabrá si Lily contacta con alguien para pedir ayuda.
Eso produjo algunos murmullos. Rikard frunció el ceño.
—¿Es eso posible?
Cullen respondió.
—¿Posible? Sí. ¿Probable? —Se encogió de hombros—. La leyenda deja bien claro que Ella puede observar nuestro mundo, aunque no puede espiarnos a nosotros.
—Pero nadie puede establecer comunicación entre esferas. Ni siquiera Ella. ¿A no ser que haya conseguido otra mascota telépata…?
—No parece probable. —Rule sentía que su instinto y su necesidad de actuar ardían en su interior con una fuerza imposible de ignorar, como la de la sangre o las mareas. Sin embargo, durante unos segundos, la urgencia entró en equilibrio con su mente, que se mantenía fría y clara como a la luz de la luna. Gracias, Dama—. Harlowe ha sabido cuándo Lily salía del edificio del FBI. Sabe que alguien conduce el coche de Lily, pero ignora quién. También desconoce que hay gente siguiendo a Lily físicamente, e informando de todos sus movimientos por medios convencionales, así que Ella le está dando la información de alguna manera. —Hizo una pausa antes de revelar su conclusión—. Benedict dice que no los está siguiendo nadie. Y es difícil engañar a Benedict.
Algunos asintieron, otros fruncieron el ceño. Ninguno se mostró en desacuerdo con aquella afirmación.
—Harlowe no sabe que Benedict se ha puesto en contacto contigo —dijo Stephen, pensativo—. Eso nos dice que su fuente de información es, de hecho, nuestra enemiga. Si los estuviera siguiendo una persona, podría haber visto a Benedict hablando por teléfono, pero Ella no lo puede saber, sobre todo si él está hablando con uno de nosotros. Somos lupi.
Rule asintió un tanto ausente, estaba concentrado en el mapa. Podía sentir a Lily débilmente, muy débilmente, pero percibía su presencia casi en el límite de sus sentidos como una pluma que tocara su piel. Nunca había sentido a Lily desde tan lejos. Quizá fuera un regalo de la Dama. Se detuvo a considerar la logística.
—¿Por qué —preguntó uno de los más jóvenes—, seguimos aquí todavía?
Cullen señaló el mapa.
—Perderemos un tiempo valioso si nos lanzamos en la dirección equivocada. Una vez dejen atrás la calle Garner, aquí —dijo, y señaló una línea recta que descansaba justo delante del punto luminoso—, sabremos con más seguridad hacia dónde tenemos que ir.
Rule habló.
—Tendremos que ir en varios vehículos. La mayoría de vosotros no conocéis la ciudad, así que…
Sonó su teléfono móvil. Lo tuvo pegado a la oreja mucho antes de que sonara de nuevo.
—Sí. —Oyó a su hermano hablar en una voz tan baja que le resultaría imposible escuchar a un humano, y respondió—. Vendrán. Reglas de caza, Etorri va de segundo.
Tras unos instantes en los que cal ó para escuchar, Rule se puso de pie con agilidad.
—Los guardaespaldas de Lily no han podido seguirles el rastro, así que todo depende de nosotros. Han recibido nuevas instrucciones de Harlowe. En Garner girarán hacia el sur. Hacia nosotros. —Miró a todos los hombres que lo rodeaban—. Nos vamos.
Aquel barrio era de lo más cutre.
Era tan tarde que la mayoría de las casas estaban a oscuras y alguien había disparado a muchas de las farolas de la calle. Pero en una ciudad de aquel tamaño, la oscuridad nunca era completa. El sucio cielo púrpura reflejaba las luces del centro y proporcionaba cierta iluminación lúgubre.
De todas maneras, Lily ya sabía qué aspecto tenía aquel barrio a plena luz del día: un puñado de casitas pequeñas en plena decadencia, muchas estaban vacías. La pintura de las fachadas se caía, los jardines estaban sucios y algunas tenían el típico coche oxidado como ornamento del césped delantero. Las paredes estaban cubiertas de grafitis con los colores de las diferentes pandillas. Tiempo atrás, en aquellos cinco meses memorables en los que había patrullado aquellas calles, había sido territorio de los Cripps. Ahora los grafitis contaban la historia de cómo los Docenas se habían hecho con el barrio.
Eran una banda relativamente nueva, en parte importada, en parte nacida en aquellas calles.
Muchos de sus líderes eran supervivientes de las guerras que habían asolado los países de Centroamérica; adolescentes y jóvenes que de niños habían sido testigos directos de todo tipo de atrocidades. Un hermano al que le habían cortado la cabeza con un hacha. Una madre a la que había violado todo un batallón. Una hermanita muerta por accidente a causa del machete de un soldado.
Niños que se habían abierto camino hasta los Estados Unidos, escapando de los escasos familiares que habían podido sobrevivir a la barbarie. Niños que habían crecido para cometer las mismas atrocidades.
Tan pronto como Benedict hubo tomado el último desvío, Lily estaba segura de que estaban a punto de llegar a la madriguera de Harlowe. Indicó a Benedict que se quitara los auriculares.
Gracias a Dios, Benedict ya había cortado la llamada y los había escondido en el compartimento del salpicadero, sin perder tiempo con dudas o discusiones.
—Supongo que nuestra escolta acaba de situarse delante de nosotros —dijo a Harlowe—.
Un viejo Chevy Impala, de color púrpura muy brillante, con llamas pintadas en los lados. Un coche de chasis bajo. El conductor y uno de los pasajeros son hispanos. El otro es afroamericano.
—Vaya por Dios, sí que le gusta ser políticamente correcta, ¿eh? —Harlowe estaba de muy buen humor ahora que por fin Lily había llegado sin incidentes a sus manos—. Asegúrese de seguir a Raúl y a sus amigos.
—Deduzco que estamos a punto de llegar. —El pasajero que iba en el asiento delantero estaba hablando por teléfono. Sin duda estaba informando de que ya se habían encontrado con Lily y Benedict.
—Quizá.
—La verdad es que me siento fatal por no haber pensado antes en la posibilidad de las pandillas. —Lily tenía intención de que Harlowe se sintiera satisfecho de cómo la había engañado. Tenía intención de dejar que Harlowe hinchara el pecho lleno de orgullo, se pavoneara y se creyera invencible—. ¿Cuál sería mejor escondite que este? Responden muy bien a la influencia de un líder carismático.
—Los muchachos nos han sido muy útiles. Entienden mi mensaje.
Benedict tocó el hombro de Lily. Ella lo miró.
—¿Por qué no me habla de eso?
—¿Quiere escuchar mi mensaje?
—Claro. —Benedict hizo un gesto como de frenar con una mano. Lily subvocalizó: —¿Nos retrasamos un poco? ¿Haces que se cale el coche? —Benedict asintió y ella le respondió de forma idéntica. Por lo menos, los dos estaban en la misma onda.
Harlowe estaba cometiendo errores. Confiaba demasiado en su casi omnisciente diosa. No estaba pensando correctamente o habría tenido en cuenta la debilidad de Ella: los lupi. Quizá fuera cierto que se creía invencible, como había sugerido Rule.
Eso no significaba que Harlowe fuera menos peligroso. Pero les daba una oportunidad. Rule estaba de camino con otros lupi, o al menos esa era la esperanza de Lily. No sabía a qué distancia estaba, pero cada vez lo sentía más cerca.
—Sí que quiero —dijo de nuevo en voz alta—. Me gustaría saber que hay algo más que el típico «únete a mí y tendrás todo el dinero y todas las mujeres que quieras».
Harlowe rió.
—No subestime a los Docenas. También quieren armas, alcohol y drogas. Pero, ¿qué hay de usted Lily Yu? ¿Qué quiere usted?
—Quiero que suelte a mi hermana, sana y salva.
—Ya lo supongo, si no, no estaría ahora mismo siguiendo a Raúl y a sus amigos. Pero, ¿qué hay de su persona? ¿Acaso no tiene la esperanza de salir de esta sana y salva también?
—Ese es mi plan, sí.
—Pues los míos se desvanecieron hace poco —añadió soñador—. Por supuesto, he hecho más. Un hombre no puede evitar seguir haciendo planes. Pero quizá usted podría expresar cierto remordimiento por haber interferido en mis antiguos planes. De hecho, estoy seguro de que lo hará. Le predigo que pronto, muy pronto, se va a arrepentir mucho de que creyera que se iba a salir con la suya.
El Chevy se detuvo sin previo aviso. Lily se vio impulsada hacia delante cuando Benedict pisó el freno a fondo para evitar empotrar su coche en el parachoques del que los precedía. El pasajero sentado en el asiento de atrás del Chevy se volvió y les sonrió. Apoyó el cañón de una escopeta recortada en el respaldo y apuntó a Lily.
—La predicción es un asunto muy poco de fiar. —Quizá Lily se había equivocado al creer que conocía el objetivo de Harlowe. Quizá la había llevado hasta allí porque quería que la mataran, y quería presenciar cómo lo hacían—. Incluso los buenos precogs meten la pata continuamente.
—Ya veremos. Aparque junto a la acera —le ordenó Harlowe casi en un susurro—. Aparque y salga del coche. Los muchachos la llevarán a donde tiene que ir.
Había un hueco para aparcar al lado de la acerca, justo delante de una casa de estuco estropeado y descolorido. Las ventanas estaban tapiadas, pero la luz se filtraba por las rendijas de los tablones. Una vieja camioneta modificada hasta el punto de que ya no se podía identificar el modelo original ocupaba la mayor parte del jardín delantero.
Lily miró a Benedict. El lupus tenía aspecto de estar aburrido. Parecían una pareja que vinieran a una tediosa visita familiar.
Pero él debía saber lo asustada que estaba ella. Podría oler el miedo de Lily. Maldición, maldición… Lily respiró profundamente y lanzó los dados. Se apostó su vida, la de Beth y la de Benedict.
—No.
—¿Qué? ¿Qué ha dicho?
—Una vez esté en sus manos, habré perdido mi baza para negociar. Suelte a mi hermana.
Después hablaremos.
Benedict asintió brevemente.
La risa de Harlowe fue mucho menos convincente de lo que había sido hasta el momento.
—Debe estar bromeando. Haga lo que se le dice o Beth lo lamentará, aunque usted no lo haga.
—Que yo entre en esa casa no hará que ella esté más segura. Si nos tiene a las dos, no me quedará nada con qué negociar.
—¿Y qué hay de su seguridad? —La voz de Harlowe perdió su tono cantarín al elevar el volumen—. ¿No ve la escopeta que la está apuntando? También tienen más armas. ¿Qué le hace pensar que tiene otra opción?
—Dispárenos, entonces. —Escuchó a su propio corazón latir más rápido y más fuerte, como si estuviera enferma—. Dígales que disparen. A no ser, claro, que eso haga enfadar a su diosa.—Ela no me controla. Yo estoy al mando, ¿entiende?
—¿Sí? ¿Y cómo es que se dedica a matar a la misma mujer una y otra vez, Patrick? ¿Esas chicas de pelo castaño no le recuerdan a alguien?
Eso hizo que Harlowe perdiera el control. Maldijo a Lily… y a Ella. A todas las mujeres.
Mientras Harlowe se desahogaba, Lily miró a Benedict.
—¿Cuánto tiempo? —susurró. Quería decir «¿Cuánto tiempo tardarán en llegar los refuerzos?»
Benedict extendió las dos manos, las cerró y luego de nuevo extendió los dedos de una de ellas.
Quince minutos. Seguro que podría seguir distrayendo a Harlowe durante quince minutos más…, aunque el hombre se estaba enfadando tanto que Lily se temía que ordenara que les dispararan solo para demostrar que estaba al mando. Lily interrumpió el discurso de Harlowe.
—Está bien, está bien, usted es el jefe. Es el pez gordo. Lo he captado. Pero aun así tiene que negociar. Me quiere a mí, así que tendrá que negociar conmigo.
Silencio, excepto por la fuerte respiración de Harlowe amplificada por el aparato de teléfono.
Estaba jadeando como si se hubiera pegado una carrera.
—No voy a soltar a su hermana —dijo por fin—. Si lo hiciera perdería mi única baza para negociar, ¿no es cierto? Quizá sea usted la que necesite que la convenzan. Félix —dijo a otra persona—, ¿serías tan amable de violarla por mí? Puede escuchar —le dijo a Lily—. Podrá oírla suplicar.
Lily sintió que se le enfriaban las manos. Flexionó los dedos, tragó la bilis que había llegado hasta su boca y dijo:
—Aparcaremos en la acera, pero no voy a salir hasta que vea a Beth.
Harlowe rió estúpidamente.
—Sabe qué le digo… Le iremos quitando toda la ropa mientras usted se lo piensa, ¿eh?—Catorce minutos más. Tenía que entretenerlo catorce minutos más.
—No sabe mucho sobre asuntos de rehenes, ¿verdad? No me está ofreciendo nada que me haga pensar que tengo una oportunidad de recuperar a mi hermana. Si decido que mis esfuerzos son inútiles, cogeré el teléfono para llamar a cuarenta o cincuenta agentes federales solo para estar segura de que pagará por lo que le haga a mi hermana.
—¿Y qué cree que le sucederá a su hermana si hace eso?
—No lo sé. ¿Es tan malo como lo que le sucederá a usted si no me lleva hasta su diosa?
Hubo un instante de silencio.
—Quizá podamos llegar a un acuerdo.
Capítulo 17
Benedict había terminado la llamada con un solo gruñido: —Daos prisa.
La fuerza crecía dentro de Rule como una explosión inminente, vaciándolo de todo propósito, alejándolo de la racionalidad del humano y acercándolo al poder del animal. Había encontrado un nuevo equilibrio. El seguía allí, igual pero cambiado; las palabras ya no significaban nada para él, pero existían como pequeños momentos de paz en medio de la tormenta que se avecinaba.
Cullen iba en el asiento de atrás del Mercedes, con el mapa extendido sobre sus piernas. Con conducía; Rule no había querido dividir su atención. Avanzaron a buen ritmo por la carretera de cuatro carriles, pero unas obras los hicieron desviarse a una de dos y estaban arrastrándose como un caracol por culpa de una lenta furgoneta que iba delante.
Sin embargo, ya estaban cerca. Rule podía sentir a Lily claramente, como una pulsación.
También sentía la luna y su llamada. Una llamada que en vez de calmarle alimentaba la fuerza que estaba surgiendo en su interior.
Pronto, dijo a la furia que corría por su sangre. Muy pronto.
—Detén el coche—dijo a Con.
Con detuvo el coche. Rule no le había dicho que saliera de la carretera, así que no lo hizo.
Los tres vehículos que los seguían se habrían empotrado unos en otros si los conductores hubieran sido humanos. Pero no lo eran, así que todos se detuvieron como si lo hubiera coreografiado.
Rule se bajó del coche. Los demás lo siguieron, sin hacer preguntas, sin discutir.
La reglas de la caza.
—Se nos acaba el tiempo —les dijo elevando la voz para que se le oyera por encima de los bocinazos de los demás conductores. Les habló deprisa porque no creía que pudiera evitar el cambio durante más tiempo—. Lily ha llegado hasta Harlowe, o está a punto de hacerlo. Ha reclutado a una banda, una pandilla muy violenta. No sé cuántos son. Pero tienen armas. —Rule se detuvo intentando respirar normalmente.
Solo unos minutos más.
—Cullen —ordenó—, aléjate.
Con el mapa en la mano, Cullen se alejó unos paseos.
—Estamos muy cerca —continuó Rule—. Los coches solo nos obligarán a ir más despacio, así que la mitad de nosotros avanzaremos desde aquí a cuatro patas, y a toda velocidad. Nos acercaremos con el viento a favor, los humanos no podrán olemos, pero Benedict sí. Nuestro ataque será una sorpresa.
Algunos sonrieron. Muy pocos humanos habían visto a toda una manada de lupus de caza. Y
los que lo habían hecho, en general, no habían vivido para contarlo.
—La otra mitad os quedaréis con Cullen, con Etorri como líder. Stephen. —Se volvió hacia él—. Tú quédate en tu forma humana para que puedas dar órdenes. Tu trabajo será hacer que Cullen se acerque lo suficiente para que pueda destruir el báculo. No puede cambiar ni pelear.
Necesita todas sus fuerzas para el báculo. Haz que llegue lo más rápido que puedas.
—¿Quién va contigo?—preguntó Stephen.
—Los que estén más cerca de mí, me imagino que… —Pero la frase se detuvo ahí cuando el cambio atenazó a Rule. La tierra entró en su cuerpo, como si quisiera llegar a la luna que la reclamaba, utilizándolo a él como escalera.
Como en el nacimiento y en la muerte, el dolor era parte del cambio. A veces era tan solo una nota menor en una canción, como un dolor en los pulmones y en el cuerpo durante una carrera. Y otras, cuando se había evitado el cambio durante demasiado tiempo, o se producía lejos de la tierra o de la influencia de la luna, el dolor era como un gran gong resonando en todas y cada una de las células.
Aquella vez, el cambio lo atravesó y arrancó a la bestia de su interior con una única explosión.
Uno detrás de otro, los que estaban más cerca de él cambiaron, como Rule había esperado que hicieran. El cambio repentino del líder alfa provocaba una ola de energía que alcanzaba a la manada, y que arrastraba a los demás al cambio. Como si en realidad no fueran más que un puñado de burbujas a la espera de ser reventadas por un dedo gigante y maléfico.
La ropa cayó al suelo desgarrada. Las bocinas dejaron de sonar cuando los conductores humanos se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo y miraron asombrados. En algún lugar, un perro empezó a aullar.
Unos segundos después, ocho pares de zapatos quedaban donde antes había habido hombres. Y ocho lobos enormes echaron a correr en la oscuridad de la noche.
Lily sintió su fuerte respiración contra el pecho mientras salía del coche. Su mente estaba totalmente concentrada en sus acciones.
Catorce o quince hombres, algunos adolescentes, otros cercanos a los treinta, se abrieron en abanico formando un semicírculo delante de la plataforma de hormigón que servía de porche de la casa. Todos estaban en guardia. Lily contó seis rifles, dos escopetas recortadas y. una gran variedad de pistolas y cuchillos.
Justo detrás, apenas visibles, había tres personas: Harlowe, Beth y un miembro de la banda que la tenía bien sujeta con un brazo grande y grueso.
La oscuridad reinante no lo ocultaba todo. El báculo de Harlowe, por ejemplo. Era totalmente negro y no debería haber sido visible y, sin embargo, los ojos de Lily lo localizaron con facilidad, al igual que al hombre que lo sujetaba. El pandillero que sujetaba a Beth también era fácil de ver, ya que era casi una cabeza más alto que todos los demás y tenía la constitución de un toro. Aparte de su tamaño, el pañuelo de color claro que cubría su cabeza y su camiseta blanca, lo hacían destacar claramente. Un fugitivo destello de luz hizo que Lily viera el cañón de un arma que apuntaba a la cabeza de Beth.
Y Beth… estaba vestida. Lily tragó aliviada. No habían violado a su hermana y Harlowe había aceptado dejarla marchar.
Por fin, Lily dejó en el suelo el maldito teléfono. Con la puerta del coche entreabierta, se volvió hacia Benedict.
—Quédate aquí. Harlowe me quiere viva. Pero no tiene ningún motivo para no pegarte un tiro a ti.
—No podré hacer mucho desde aquí.
—Tampoco podrás hacer nada ahí fuera. No con veinte o treinta balas en tu cuerpo.
Benedict sonrió con aquel gesto que apenas era una sonrisa y echó mano de la manilla de su puerta.
Lily le cogió el brazo.
—No puedo detenerte. Eres jodidamente grande. Pero no te conviertas en un lastre. Con ese báculo Harlowe puede hacer que cambies de bando, que creas en él, que quieras ser su seguidor.
No te fíes de tus reacciones. Déjamelo a mí.
Benedict la miró fijamente y asintió.
—Entendido. Pero su carisma no le va a servir de mucho si no puede oler.
—¿Qué quieres decir?
—¿Sale o no sale? —gritó Harlowe—. Beth, quizá quieras decirle a tu hermana que se dé prisa, ¿eh?
Lily oyó el grito de dolor de Beth y abrió la puerta de par en par.
—De acuerdo, de acuerdo. Ya estoy aquí. Ahora deje ir a Beth. —Ese era el trato. Ella y Benedict saldrían del coche para quedar a merced de aquel pequeño ejército de pandilleros, y Harlowe dejaría ir a Beth.
Lily no creía que Harlowe fuera a cumplir el trato. ¿Cuánto tiempo más? ¿Cinco minutos?
¿Más? ¿Menos?
Rule estaba cerca. Estaba cerca y venía hacia ella.
—No lo creo. —Harlowe avanzó unos pasos con el báculo en la mano. Parecía que estuviera haciendo de pastorcillo en el desfile de Navidad. Pero este báculo no acababa en forma de caracolillo. Era simplemente un trozo de madera recto y alto del color del carbón.
Desde detrás de los pandilleros, Beth gritó:
—Lily, lo siento. Lo siento tanto.
—No es culpa tuya —respondió Lily mientras permanecía inmóvil al lado del coche, con los brazos pegados al cuerpo. ¿Lo ves? No llevo armas. No hay necesidad de disparar a nadie—. El báculo de Harlowe te ha hechizado. No has podido evitarlo… —De pronto, se detuvo—. ¿Qué diablos es eso?
Eso era una mancha pálida que llegaba casi a la altura de la cadera de Harlowe, y que parecía un cruce entre un canguro y una pesadilla realmente extraña.
—¡Eh, puede verme! —La cosa dio un saltito sobre sus enormes ancas, su voz aguda y excitada—. ¡Puede verme!
—Claro que te ve, cretino —murmuró Harlowe—. Es una émpata.
—Yo creía que ser eso solo servía para los hechizos, pero puede verme a pesar de que soy dshatu.
—También puedo oírte, ¿sabes?—dijo Lily.
—¿Con qué o quién estás hablando? —preguntó Benedict en voz baja.
Lily se le quedó mirando. Se había acercado a ella tan silenciosamente que no se había dado cuenta de que estaba a su lado. Respondió en un susurro.
—El demonio, creo. ¿No puedes oírlo? —Eso, ese, esa… Definitivamente, eso que colgaba en la parte de arriba, el torso, eran pechos, aunque los genitales… eran claramente masculinos.
—No. No creo que lo oiga nadie más de los que estamos aquí.
—Harlowe sí lo oye. —Lily alzó la voz—. ¿Eres un demonio? ¿Tú me golpeaste?
—Sí, y casi no puedo esperar a…
Harlowe le dio al demonio un golpe en la cabeza con el báculo.
—Intenta ser un poco menos estúpido. Y ahora —le dijo a Lily—, es hora de que mis muchachos les quiten las armas.
Lily dejó de prestar atención a la extraña criatura que seguía al lado de Harlowe.
—No, no. Es hora de que le diga a Míster Musculitos que suelte a Beth.
Harlowe rió.
—Oblígueme.
—De acuerdo —dijo Benedict.
Lily nunca había visto a nadie moverse tan rápido, ni siquiera a Rule. Simplemente vio de refilón algo que se alejaba de ella como un rayo… y después, alguien la golpeó en la cabeza.
Cogida por sorpresa, Lily cayó al suelo mientras los disparos sonaban desde todas partes.
Rodó unos metros, escupiendo tierra, mientras luchaba por sacar su arma.
Gritos. Más disparos. El olor acre de la pólvora en el aire y el sentimiento de seguridad al tener un arma en sus manos.
Y aullidos.
Inquietantes, fantasmagóricos, hermosos… Aullidos que nacían en las gargantas de unos lobos enormes. Dos, tres, media docena de ellos cruzaron el jardín como rayos, con la luz de la luna bañando sus pieles veteadas y oscuras, directos hacia los pandilleros que no dejaban de dispararles.
Hacia los pandilleros que habían decidido quedarse, claro está. Muchos habían desaparecido; huidos o muertos. Lily no podía saberlo a causa de la oscuridad y la confusión. Y era más difícil todavía ver más al á del cuerpo fuerte y peludo que había caído sobre ella, cubriéndola en parte.
—¡Rule! —Maldita sea, estaba haciendo de escudo. Le dio un empujón en la tripa; era todo lo que ella podía ver: la tripa, las patas, el torso—. No puedo ver nada y no puedo disparar. No puedo ver dónde está Beth. —O Benedict, ¿lo habían matado?
Harlowe gritó.
—¡No, no! ¡Deteneos! ¡Deteneos!
Pero Rule no hizo caso. Miró hacia la batalla, aullando.
Dándose por vencida, Lily se quedó en el suelo, boca abajo con los brazos estirados, con el arma en la mano derecha y utilizando el brazo izquierdo para sujetarla.
El joven gigante había desaparecido, pero Beth seguía sin ser libre. Harlowe la tenía bien sujeta. Ella luchaba con todas sus fuerzas, pero era mucho más pequeña y no había sido entrenada para el combate. Harlowe la sujetaba con una mano. Con la otra, utilizó el báculo. Al í donde apuntaba, le seguía la agonía.
Era indiscriminado. Cayeron hombres y lobos por igual, gritando y retorciéndose. Algunas veces la sangre manaba abundantemente. Otras no. Harlowe seguía gritando.
—No, no. —Una y otra vez, apuntando el báculo casi sin mirar. Y poco a poco avanzaba hacia Lily con ese maldito demonio-canguro saltando a su lado.
Lily no tenía visión clara para disparar.
—¡Beth, no te muevas! —gritó por encima de los gritos y los disparos.
—Cógela —gritó Harlowe—. ¡Cógela!
—¡Líbrate del lobo! ¿Cómo voy a coger a nadie si ese lobo me arranca la mano?
—¿Cómo? —Fue un chillido—. ¡El báculo no funciona! Se supone que debe amarme, seguirme…
—¡No hueles como un lobo, imbécil! Cuidado, ¡no, no! —La criatura agarró el brazo de Harlowe cuando este apuntó el báculo hacia Rule—. ¡No dañes el cuerpo de la mujer! ¡Necesito ese cuerpo! ¡Acércate más! ¡Acércate más!
La extraña pareja cambió de posiciones para intentar llegar hasta ella, acercándose a Rule por un costado. Rule se movió con ellos, su aullido como un trueno permanente que atravesaba a Lily. Y ella se arrastraba intentando tener una visión clara de alguna parte del cuerpo de Harlowe, aterrorizada ante la posibilidad de herir a su hermana de un disparo.
Un tiro a la cabeza. Iba a tener que intentar un tiro a la cabeza. Debería ser fácil a esa distancia, pero Harlowe no dejaba de moverse y el movimiento de Lily estaba limitado por un lobo cabezota haciéndose el héroe.
—¡Deprisa! —Chil ó el demonio—. ¡Los lobos están ganando!
—¡Cállate! ¡Dividámonos! ¡El lobo no puede estar pendiente de los dos!
Lily se movió hacia la derecha, siguiendo los pasos de Harlowe mientras el demonio caminaba en dirección opuesta. Chocó con una pata de Rule y… ahí estaba. Sí, quieto ahí, bastardo, no te muevas. Apretó el gatillo justo cuando Harlowe se hizo a un lado de nuevo. Maldición, maldición… ¿Dónde…?
Más rápido de lo que ella habría podido reaccionar, Rule se giró para lanzarse a por Harlowe…, pero el báculo atacó justo cuando estaba a punto de actuar.
Lo hirió en el hombro. El cuerpo de Rule sufrió un espasmo y cayó al suelo, como sin vida.
El mundo desapareció. Solo quedó un estado de vertiginosa caída hacia el terror y la culpa.
Es mi culpa, es mi culpa… primero Beth, luego Rule. Sufren por mi culpa…
La ira invadió su cuerpo y le dio fuerzas para liberarse del peso muerto de Rule, rodar por el suelo para alcanzar su arma y… Entonces, una mano caliente sujetó su muñeca y la detuvo en seco como si fuera un cepo de hierro.
Era naranja. Lily lo sentía naranja. Como en la herida del hombro.
—¡La tengo! ¡De prisa, deprisa!
Harlowe soltó a Beth. Esta cayó al suelo y no se movió. Lily luchó violentamente para liberar su mano, pero el demonio no quería soltarla; así que intentó cambiar de posición para coger el arma con la mano libre, pero sus piernas seguían atrapadas por el pesado cuerpo de Rule. No podía llegar hasta su pistola.
Harlowe se acercó a ella con una expresión de maníaco regocijo y la golpeó en el estómago con el báculo.
Un sentimiento nauseabundo inundó su cuerpo como un cieno repugnante que se pegaba a ella, se endurecía y se partía en cientos de fragmentos. Fragmentos que se le clavaban en el cuerpo, desgarrándola de maneras indescriptibles mientras aquella mano naranja la sujetaba con fuerza y algo tiraba y tiraba de ella desde un lugar que nadie debía haber sido capaz de alcanzar…
Lily gritó.
Una bola de fuego negro, inquietante y terrible, golpeó a Harlowe en la cabeza creando un halo repugnante que descendió por su brazo hasta alcanzar el báculo.
El dolor era insoportable, afilado, como un cuchillo que se clavara en el mundo y que arrastrara a Lily… hacia la nada.
Capítulo 18
Cansancio. Dolor. Sonidos…
—…excepto Rikard. El maldito báculo le ha cortado el cuello. Ha muerto antes de que tuviera oportunidad de sanar.
—Fuego del infierno. Aunque se ha ido con mucho estilo. Estaría contento de eso. ¿Es el único?
Lily conocía la segunda voz, pero la memoria era como un pez resbaladizo que saltaba y se liberaba antes de que ella pudiera tenerlo bien sujeto. Casi perdió la conciencia de nuevo, pero el dolor que sufría su cuerpo insistía en mantenerla despierta.
Sentía como si la hubieran marcado a fuego a la altura del ombligo, y el dolor palpitaba al ritmo de su corazón. Pero existían peores dolores que el físico. Flotando en un espacio indefinido, Lily era consciente de una pérdida tan grande que su mente evitaba detenerse en ese pensamiento.
—…Ya nos hemos llevado a todos los heridos, así que me marcho. La policía llegará enseguida. Será mejor que tú te vayas también.
—¿Y dejar que ella se despierte sola en medio de este desastre? —La voz familiar sonaba a reproche.
—Su hermana también se despertará pronto. Ella puede…
Su hermana. Beth. Sí. Ella… La memoria volvió de golpe, fea y retorcida. E incompleta.
Necesitaba saberlo.
Cuando consiguió abrirlos ojos, vio que todavía era de noche. Estaba oscuro y veía las cosas borrosas, como si hubiera olvidado cómo enfocar los ojos. El aire olía a pólvora, sangre y carne quemada. Su mente recordó el fuego, un fuego extraño, negro en el centro y azul en las llamas externas. Un fuego negro que rodeaba a Harlowe y descendía por el báculo… que estaba apoyado en su estómago.
Lily había sufrido quemaduras. De fuego mágico. Quizá se hubiera freído junto con Harlowe de no haber sido por su don… que había resultado no ser la completa protección que había creído que era.
Las formas borrosas se fueron aclarando. Arriba, el cielo nublado que impedía ver las estrellas, brillando por la luz de la ciudad reflejada en él. Y arrodillado a su lado, aunque en ese momento estuviera mirando hacia otro lado… era Cullen, descubrió Lily. Desnudo de cintura para arriba. Estaba escuchando lo que le decía alguien situado detrás de él.
—Si no te marchas quizá puedas hacer algo útil —dijo el otro hombre. Lily tenía una vaga impresión de su aspecto: rasgos simétricos, piel clara, pelo rubio… pero la oscuridad ocultaba el resto de los detalles—. Sus quemaduras necesitan cuidados.
—No soy ningún sanador.
—Nunca has prestado atención a las cosas que se pueden hacer sin usar la hechicería. El agua fría enfriará las heridas de modo que no sigan ardiendo.
—¿Llevas agua?
Ya era suficiente. No necesitaba seguir escuchando cómo hablaban de ella. Lily se mojó los labios y trató de hablar.
—¿Rule?
El otro hombre desapareció en la oscuridad tan rápida y silenciosamente que Lily llegó a pensar que se lo había imaginado. Poco a poco, Cullen la miró. Sus ojos reflejaban un cansancio más allá de cualquier límite.
—Lo siento, Lily. Se ha ido.
Cansancio. Dolor. Sonidos…
Sonidos sin sentido, un parloteo de palabras que Lily no entendía. Entraba y salía de la inconsciencia. Nada en aquel parloteo la forzaba a despertar… y, sin embargo, algo la empujaba a hacerlo.
Ira. Debajo de aquel parloteo, alimentándolo con una fuerza increíble, había ira. Alguien estaba muy, pero que muy enfadado.
Quizá fue el sentido de peligro lo que evitó que volviera a dejarse llevar por la inconsciencia.
Quizá fue la curiosidad. Sin embargo, una vez que logró seguir consciente durante más de un latido de su corazón, supo que algo andaba mal. Sentía dolor, y aquello era parte de ese sentimiento… Como si alguien la hubiera marcado a fuego en el estómago. Sentía dolor a causa de alguna herida. Pero había algo más que andaba mal. Algo que era peor.
Necesitaba saberlo…
La confusión, vasta y poderosa como el dolor, la hizo abrir los ojos.
Lily vio el cielo, un cielo del color del metal sin lustre, brillando como los rescoldos de un fuego moribundo. Brillaba por todas partes y, sin embargo, no había ni rastro del sol. Debajo de ella el suelo era de piedra. Los guijarros se le clavaban en la espalda… en la piel desnuda de su espalda y sus nalgas.
Estaba desnuda. Eso la molestó. Intentó pensar qué debería hacer al respecto, pero sentía su mente pesada como si los pensamientos tuvieran peso y ella careciera de la fuerza necesaria para levantarlos y ponerlos en orden. Pero yacía desnuda en un suelo de piedra bajo un cielo de color metálico. Aquello no estaba bien, pero… ¿dónde se suponía que estaba?
Por lo menos no tenía frío. De hecho, no tenía ni frío ni calor, a excepción de las piernas.
Estaban muy calientes. Había algo sobre ellas que las mantenía así.
Oh…
Un impulso mayor que el dolor o la debilidad le permitió alargar una mano. Tocó pelaje…
un pelaje que subía y bajaba ligeramente al ritmo de la respiración.
Entonces todo estaba bien.
Suspiró aliviada y cerró los ojos de nuevo.
Lily se sentía mareada, como si el mundo hubiera girado y hubiera adoptado un ángulo extraño. Miró al cansado rostro de Cullen con un gran sentimiento de pérdida.
No, descubrió. No era el mundo lo que estaba torcido. Era la distancia lo que lo hacía parecer así… La distancia entre la realidad y lo que le habían contado.
—No. No es posible.
—Lily… —La expresión de Cullen se suavizó y mostró algo que Lily nunca había visto en él.
Piedad.
Eso la puso furiosa.
—No si estás usando la expresión «ido» como un eufemismo para «muerto». Ni siquiera se ha ido lejos. Está a menos de dos kilómetros. —Había experimentado con el vínculo lo suficiente para estar segura de la distancia—. Puedo localizarlo fácilmente, aunque quizá tengas que ayudarme a moverme.
Cullen negó con la cabeza, parecía tan destrozado que Lily no sabía si lo que tenía que hacer era sacudirlo o darle palmaditas en la mano. Los labios de Lily se convirtieron en una fina línea, pero de todos modos hizo la siguiente pregunta.
—Mi hermana. Harlowe la ha dejado inconsciente. Está…
—Está bien —dijo Cullen con rapidez—. Está inconsciente, pero Stephen dice que su respiración y sus pulsaciones están bien, así que pronto volverá en sí. Se la ha llevado al porche para que no se despierte al lado de lo que queda de Harlowe.
—Bien, eso está bien. ¿Era Stephen con el que estabas…? Da igual. —Eso podía esperar.
No tenían mucho tiempo—. Tenemos que encontrar a Rule.
Cullen hizo un gesto de tristeza.
—Lily…
—Mira, no sé dónde está, pero sé que lo han herido. No está muerto. Échame una mano.
Necesito sentarme.
Cullen negó con la cabeza, el desconcierto mezclado con el cansancio.
—No, no te vas a sentar. Estás herida.
—No es por bromear, sabes. Pero tirada en el suelo no impongo mucho y esas sirenas se están acercando. Vas a necesitar todo el apoyo oficial que pueda darte para evitar que te arresten y te ejecuten por utilizar la hechicería para freír a Harlowe. —Y ella tenía que encontrar a Rule.
Cullen suspiró.
—Espera un minuto. Déjame intentar algo. No me queda mucho, pero… —Sacó un pequeño diamante que colgaba de una cadena alrededor del cuello.
—¿Qué es eso?
—Piensa en esto como si fuera una batería de repuesto. El fuego mágico gasta gran cantidad de energía, así que llevo almacenándola un tiempo.
En su apartamento… cuando Cullen había dicho que estaba jugando con las sorcéri, ¿cabía la posibilidad de que hubiera estado almacenándolas para más tarde?
—Creía que el conocimiento para hacer eso se había perdido durante la Purga.
—Soy jodidamente brillante, ¿eh? —Su voz sonaba despreocupada, pero su rostro era otra historia. Sostuvo el pequeño diamante en una mano y con la otra tocó el estómago de Lily, susurró algo, y luego señaló con un dedo.
Una pequeña llama nació en el lugar que había señalado y luego se apagó. Y una ola de frío reconfortante hizo desaparecer el calor que atenazaba el estómago de Lily.
—He hecho desaparecer el calor. Frío instantáneo en tu tripita. ¿Mejor?
—Sí. Gracias. Ahora ayúdame a levantarme. —Lily alargó su mano.
En vez de cogerla con la suya, Cullen se inclinó, pasó un brazo por debajo de los hombros de Lily, y la levantó. Le dolió, pero el mundo no desapareció. Una vez que hubo recuperado el aliento, Lily recorrió el lugar con la mirada.
Estaban solos a excepción de los muertos.
Había un montón, pilas de cadáveres por todo el jardín que apenas se adivinaban en la penumbra. Y a sus pies, un pequeño montón de cenizas. Aquel tenía que ser Harlowe, o lo que quedaba de él. No tenía muchas ganas de contarle los detal es a la policía.
Pronto llegarían las primeras patrullas. Las sirenas sonaban desde unas manzanas de distancia.
—¿Benedict?
—Maldito héroe. —Sacudió la cabeza—. Ha calculado un poco mal.
Algo se retorció en el pecho de Lily
—Entonces, está muerto.
—Diablos, no. Está lleno de agujeros, pero ni siquiera ha tenido la decencia de desmayarse.
Nos ha obligado a volver a por su cuchillo antes de dejarnos que nos lo lleváramos de aquí. Si sobrevive a esta noche, se pondrá bien, aunque le llevará mucho tiempo recuperarse del todo.
—Los demás… —Fueran quienes fueran, y Lily tenía muchas preguntas al respecto—. ¿Los demás se lo llevaron a pesar de sus heridas?
—No podemos dejar atrás a nadie. Tus colegas lo arrestarían. Los muertos, sin embargo…
—Titubeó—. Tradicionalmente sirven a la comunidad una última vez cargando con la culpa de los humanos que hayan podido morir. Y esta noche han muerto bastantes.
—Rule no —dijo Lily con firmeza—. No vas cargarle nada a él. No está muerto y puedo jurar que no ha matado a nadie. Estaba conmigo.
—Lily. —Cullen estaba demacrado—. El báculo ha explotado y luego ha desaparecido. Rule se ha ido con él.
Dos coches de policía derraparon al tomar la curva con las luces parpadeando y las sirenas aullando.
—Ya discutirás conmigo más tarde —dijo rápidamente—. Haz lo que te digo. No respondas a las preguntas que te haga nadie salvo yo. Llama a un abogado. Yo diré que creo que Harlowe se prendió fuego a sí mismo cuando intentaba matarme. De todas maneras, no te he visto, así que no puedo testificar sobre lo que has hecho o no. Y la magia es un asunto peligroso, ¿no? Quizá al intentar utilizar el báculo en una émpata le ha salido el tiro por la culata.
—Es una historia tan buena como cualquier otra. —Cullen sonó indiferente.
Está destrozado, pensó Lily. No cree que Rule esté vivo, y el dolor le impide darse cuenta del destino que le espera si se queda aquí.
—Cullen —dijo, alargando la mano para tocar el brazo desnudo del lupus… y quedándose helada. Porque no estaba ahí. El zumbido, el murmullo, la indefinible textura de la magia, la que tenía que haber sentido al tocar la piel de Cullen… no estaba ahí.
Se despertó atenazada por el terror. En su mente resonaba el eco de un aullido como de otro mundo. Había algo en aquel sonido…
Sin embargo, ahora lo único que oía era ese parloteo furioso y agudo, igual que antes. El mismo cielo metálico la observaba desde lo alto. Ni nubes, ni sol. Y el mismo dolor le atravesaba el estómago.
El peso sobre sus piernas había desaparecido.
Sintió una oleada de pánico. La angustia le dio fuerzas para elevar el cuerpo apoyándose en un codo.
Había un lobo enorme de pie a su lado. Era hermoso, con el pelaje negro y plateado, y proporciones elegantes. Estaba enfadado, su labio superior formaba un gruñido inaudible que permitía ver sus grandes y torcidos colmillos.
Estaba gruñendo a la fuente de aquel parloteo, una criatura que Lily no había visto nunca antes. Era de color naranja brillante. Iba desnudo. Y por lo menos era macho en su mitad inferior.
A excepción de los pequeños y suaves genitales que colgaban, la parte inferior de su cuerpo se parecía a la de un canguro o a la de un dinosaurio de juguete, ya que poseía unas ancas enormes y una cola puntiaguda. Pies grandes. No tenía ombligo. Tenía el torso musculoso y ornamentado con dos pechos muy femeninos y pezones color verde oliva del tamaño de medio dólar. Por el contrarío, los brazos y los hombros parecían casi humanos.
Carecía de vello. No tenía ni alrededor de los genitales ni en su redonda cabeza. Su boca era una gran rendija atestada de dientes, tan afilados como los del lobo, pero no tan enormes. Los ojos eran grandes y estaban rodeados de largas pestañas, absurdamente hermosas en aquel feo rostro. Los tenía muy separados, y estaban colocados por encima de dos agujeros que Lily supuso que eran la nariz.
Medía casi un metro de alto. El tamaño de un niño.
—¿Qué eres? —preguntó Lily.
El ser saltó y abrió los ojos por la sorpresa. Después suspiró fastidiado de una forma muy humana.
—Genial. Esto es genial. No has entendido ni una sola palabra, ¿verdad?
—¿Eso eran palabras?
—Tienes suerte de que hable tu idioma—gruñó el ser.
El lobo miró a Lily y dejó de gruñir. Se retiró un poco, con cuidado de no perder de vista a la criatura, y se situó al lado de Lily.
A ella no le gustaba estar tumbada en el suelo. Tampoco le gustaba estar desnuda, pero no parecía que hubiera ninguna alternativa por el momento.
Le dolió todo el cuerpo al intentar sentarse, pero lo consiguió. Se quitó el pelo de la cara y sus dedos tocaron algo extraño en su cuello… una cadena con un colgante. Tocó el colgante y le hizo sentir bien, tanto por la forma como por el zumbido de la magia que percibió a través de él.
Lo agarró con una mano y se apoyó en el lobo.
Su pelaje no era tan suave como parecía a simple vista, pero era agradable sentirlo en su piel.
Él parecía contento de servir como sostén para Lily, así que ella pasó un brazo sobre su cuerpo y se apoyó más en él. El contacto era agradable. Bien.
El lobo soltó un gemido, como si hubiera hecho una pregunta.
La criatura habló.
—Y supongo que tampoco lo has entendido a él.
—¿Y tú sí?
El ser se llevó las dos manos a la cabeza como si quisiera arrancarse el pelo que no tenía.
—Las cosas no podrían ir peor. ¿Podrían ir peor? Debería estar dentro de ti, en la Tierra, y sin embargo aquí estoy, de vuelta en Dis…
La tierra tembló. Y se movió. Sus dedos se agarraron al pelaje del lobo. ¿Un terremoto?
Sintió que el corazón le latía más deprisa. Por primera vez, Lily miró a su alrededor.
Rocas. Era lo único que podía ver: rocas grandes, rocas pequeñas, guijarros. Rocas anaranjadas, rojizas, grises y amarillas. Ni árboles, ni hierba, ni agua. A lo lejos podía ver una única montaña, negra, coronada por lo que parecía un cráter. ¿Un volcán extinto?
Lily esperaba que estuviera extinto.
Pero no podía ver muy lejos. Estaban en un pequeño callejón sin salida, en el fondo de una vaguada, rodeados de rocas. Rocas que podrían desprenderse si la tierra temblaba de nuevo.
Lily no quería quedarse allí. No sabía a dónde tenía que ir, pero aquel no era un buen lugar para ella, estaba mal lo mirara como lo mirara. Tenía que ponerse en marcha, salir de allí… pero el simple hecho de estar sentada la había dejado sin fuerzas.
¿Cómo podría andar? ¿A dónde podría ir?
La criatura gimió.
—Ella está tan enfadada. Tenemos que salir de aquí. Hay una zona muy cerca de aquí. Una zona —repitió impaciente mientras ella lo miraba sin entender—.Ya sabes, donde las regiones se superponen.
El lobo enseñó los dientes en una expresión que parecía ser más de desdén que de enfado.
—Lo sé, lo sé. No te fías de mí, pero deberías. Por lo menos en lo que respecta a Lily…
¿Lily?
—…Porque no puedo dejar que le pase nada. ¡Por los grandes y brillantes pezones de Xitil, estoy unido a ella! ¡Si ella muere, yo muero! Ese estúpido hombre me tenía que haber ayudado a entrar en ella, pero no pude porque vuestro estúpido hechicero se metió de por medio, y ahora estoy unido a una estúpida émpata que no debería estar aquí, y Xitil está peleando contra Ella, y… —Su voz se elevó hasta convertirse en un chillido—. ¡Y tenemos que salir de aquí!
El lobo giró la cabeza para mirar directamente a Lily, y ella estaba segura de haber adivinado una pregunta en sus ojos.
—No me preguntes a mí —dijo con la voz tan seca como el polvo, tan seca como todo lo que le dolía de su cuerpo, todo lo que sentía vacío—. No sé qué creer, ni qué hacer. No sé quién eres, ni por qué estás aquí, ni dónde es «aquí», ni… —Intentó tragar para aliviar la sequedad de su garganta, pero su voz siguió sonando áspera—. Ni quién soy.
El cielo que rodeaba el cono oscuro y negro de la montaña comenzó a arder y a lanzar todo tipo de rocas y brasas: negras y naranjas incandescentes o doradas; el amanecer llegó con una explosión. Un segundo después, el suelo tembló y oyeron un estruendo sordo, como un trueno resonando bajo tierra.
—Recuérdame —susurró la criatura—, que nunca vuelva a preguntar si las cosas pueden ir peor.
Capítulo 19
Aunque el hombre permanecía siempre cerca del lobo, tanto como el lobo permanecía cerca del hombre, la forma en sí marcaba una diferencia. El instinto era más vivo en Rule cuando estaba a cuatro patas, y las palabras se convertían en algo extraño. Aquello estaba bien. El ser de la bestia estaba mucho más apegado al momento presente que el del hombre, por lo que no temía al futuro.
Aunque el presente ofrecía también mucho de lo que alarmarse. Tanto que sentía la necesidad de alzar el hocico y aullar… pero ya lo había hecho. El demonio, maldita fuera su estampa grasienta y anaranjada, tenía razón. Había sido un acto estúpido, pero no habría podido reprimir ese aullido ni aunque su vida estuviera en juego.
Que podía estarlo en aquellos momentos. Y peor aún: también podía estar en juego la de Lily. No sabía qué o quién podía haber oído ese aullido. Pero en ese breve segundo en el que se dio cuenta de que podía haberlos puesto en peligro, ambos, el lobo y el hombre, perdieron el control.
Intentó cambiar. Pero no pudo.
Ahora el animal quería actuar. Comida, agua, refugio… las necesidades básicas que podía entender una bestia. El hombre estaba de acuerdo, pero, ¿dónde podrían encontrar algo de eso en el infierno?
Rule dominó el instinto que lo impulsaba a actuar con urgencia. No había ninguna amenaza inmediata. Si el volcán estaba a punto de entrar en erupción, estaba tan lejos que no suponía peligro alguno. ¿Qué era lo que solía decir Benedict? Hay un momento para actuar, un momento para planear tu siguiente acción, y un momento para reunir información de modo que puedas planear.
Un sentimiento de tristeza lo atravesó al pensar en su hermano, que quizá estuviera muerto.
El lobo, más apegado a lo inmediato que el hombre, le prestó poca atención. Si Lily y él sobrevivían y se las arreglaban para volver a casa, entonces sería el momento de preocuparse por Benedict.
Rule alzó el hocico. El aire era seco y no hacía viento. Había un ligero olor en él, pero le era desconocido y no le servía para nada.
Miró a los otros dos. Lily se estaba tocando la herida casi cerrada de su hombro, quizá preguntándose cómo se la había hecho. Tenía el ceño fruncido. Por sus ojos dedujo que Lily se sentía perdida.
¿Cuánto había desaparecido? Estaba claro que sus recuerdos personales se habían volatilizado, pero no lo había perdido todo. Aún conservaba los conocimientos del lenguaje y las habilidades motoras básicas. ¿Recordaría la Tierra aunque hubiera olvidado a su familia? ¿Sabía que él tenía otra forma, aunque no pudiera recordar su rostro? Parte de Lily lo conocía. Rule estaba convencido de eso. ¿Acaso Lily no había aceptado su apoyo momentos antes?
Pero Rule no podría hacerle preguntas. No podía abrazarla, ni curar su herida. Ni siquiera podía pronunciar el nombre de Lily. Rule sentía la necesidad de alzar el hocico hacia aquel feo cielo y aullar de nuevo, pero eso habría sido totalmente estúpido.
Lily estaba sola ahora, privada de su memoria. Rule, incapaz de ofrecer el consuelo que podría dar un hombre, se acercó a ella y la tocó suavemente con su hocico. Y retrocedió.
Mezclado con el olor de Lily, que Rule tanto amaba, había un ligero tufo a clavo y a tubo de escape. El olor de un demonio.
Lily se volvió hacia él, inexpresiva.
—¿Algo va mal?
Terriblemente mal. Pero Rule no podía decírselo. Olió de nuevo para comprobar que no se había equivocado. La peste a demonio era muy ligera, pero provenía de la piel de Lily. Y, sin embargo, el demonio estaba claramente separado de ella, así que, Lily no podía estar poseída. ¿O
sí? El demonio había dicho algo de que estaba unido a ela. Dedujo que era esa unión lo que estaba oliendo…, pero no habría pensado nunca que esa unión supusiera que parte del demonio estaba dentro de Lily. Que era parte de ella.
Lily percibió la confusión de Rule, o sintió que ella misma necesitaba que la reconfortaran un poco. Se acercó a él y pasó sus dedos por el grueso pelaje de su cuello, rascando ligeramente. El alivio inundó el cuerpo de Rule. El sentimiento reconfortante del vínculo que lo unía a Lily seguía intacto, independientemente de lo que fuera que la unía a aquel demonio.
Rule giró la cabeza para mirar al ser. El demonio saltaba de pierna a pierna, y miraba ansioso a su alrededor… y esto era literal porque su cuello tenía un rango de movimiento semejante a los de un búho. Cuando vio que Rule lo observaba, habló.
—Tendrás que ponerte al mando. Tenemos que movernos y ella ha perdido tantos tornillos que no sabe lo que tiene que hacer…
Rule enseñó los colmillos.
—Habla en mi idioma —le dijo Lily—, no parlotees en algo que no puedo entender.
Rule no se había dado cuenta de que el ser había hablado en su lenguaje extraño. De alguna manera él podía entender a la criatura, hablara la lengua que hablara… Y al parecer el ser también podía entenderlo a él.
Bueno, merecía la pena probar. Emitió un chillido hacia el ser.
—Las preguntas más tarde —dijo el demonio sin dejar de saltar—. Cuando estemos en Akhanetton.
Rule dobló sus patas traseras y se sentó sin dejar de mirar al demonio. Lily los miró a los dos.
—No creo que tenga intención de ir a ningún lado. ¿Qué ha preguntado?
—Está bien, está bien. Quiere saber por qué puedo entenderlo. —El demonio suspiró fastidiado—. Vosotros, la gente, no entendéis nunca nada. Los significados son parte de las reglas.
—¿Y eso qué significa?
—Nada que tú puedas entender —dijo el demonio, y se dejó caer al suelo. Se sentó como un mono o una gárgola, aunque su gruesa cola lo obligaba a inclinarse hacia delante. Sus grandes ancas se separaban naturalmente y caían hacia los lados con las rodillas mirando hacia arriba, una posición que dejaba bien al descubierto sus genitales.
—Será mejor que sigas hablando.
El ser suspiró.
—En la esfera de la Tierra tenéis vuestras leyes de la naturaleza, la gravedad y todo eso. Aquí tenemos reglas. Una de ella es que los significados están claros estés donde estés, así que todo el mundo capta siempre el concepto de lo que quieres decir, aunque no conozca las palabras que hayas pronunciado. A no ser que seas muy bueno escondiendo cosas, es decir, escondiendo un significado detrás de otro. Yo soy muy bueno —añadió orgulloso—. A veces, casi puedo llegar a mentir.
—Yo he oído tus palabras, pero no sé qué significaban. Ni… —Lily miró a Rule con el ceño fruncido—. Ni las de él.
El demonio se enfurruñó.
—No funciona con los émpatas. Un montón de cosas no funcionan bien con los émpatas. Y
además, llevas encima un obsequio de Ishtar. Nadie me había avisado. Habría estado muy bien que alguien lo hubiera mencionado en algún momento… —Sus ojos se agrandaron de golpe—.
¡Quizá Xitil no lo supiera! ¡Quizá Ella no se lo dijera! ¡Oh, oh, oh! —Se meció sobre sus ancas—.
¡Xitil tiene que estar tan enfadada! ¡Tenemos que salir de aquí!
—¿Y a dónde iremos? —Quiso saber Lily—. ¿Qué lugar es mejor que este? ¿Y quién es Xitil?—Xitil es el príncipe de esta región. Mi príncipe. Tenemos que legar a Akhanetton, es la región más próxima. Da miedo. —Tembló—. Con todo este cielo abierto… Pero no podemos saber qué va a ocurrir aquí. Quizá Xitil esté peleando contra Ella.
—¿Con quién?
—No voy a decir Su nombre. Ninguno de sus nombres. Es una diosa. Quizá pueda oírlo.
Rule gruñó una pregunta.
—Vale. La que está aquí no es Ella en persona, sino su avatar, su representación. Pero en lo que a nosotros se refiere no hay ninguna diferencia. Mientras esté luchando contra Ella, Xitil no se preocupará en lo más mínimo de lo que pase aquí. Arriba puede convertirse en abajo, o quizá lluevan cenizas o… vaya, realmente no tienes ni idea, ¿eh? —El ser estaba muy frustrado—. Dis está dividido en regiones, que no solo están gobernadas por sus príncipes, sino que están determinadas por ellos. Calor o frío, qué crece y qué no, todas esas pequeñas reglas las impone el príncipe, que es parte de todo porque se ha comido parte de todos nosotros. ¿Lo entiendes?
—¿Se ha comido parte de todos vosotros? —preguntó Lily disgustada—. ¿Ha comido parte de ti?—¡Así es como son las cosas! Vosotros y vuestras almas estáis acostumbrados a la muerte, así que matáis con facilidad. Pero nosotros preservamos la vida.
—¿Comiéndoos vivos los unos a los otros?
—Sí. ¿Podemos irnos ya?
—Aún no. Antes has dicho que me llamo Lily.
El ser asintió.
—Lily Yu.
—¿Y él? ¿El nombre del lobo?
—Se llama Rule Turner.
—Rule —dijo Lily pensativa, como intentando reconocer el nombre de alguna manera, algo que pusiera en marcha su memoria. Pero su expresión indicaba decepción—. Y, sin embargo, lo conozco.
—Claro. Tienes sexo con él un montón de veces. Bueno, cuando no es un lobo. No sé si tienes sexo con él cuando está en esta forma. —Inclinó la cabeza hacia un lado. Tenía los ojos brillantes y su pene empezó a endurecerse—. Pero si lo hacéis, me gustaría verlo.
Rule gruñó.
Lily ignoró los detalles irrelevantes para centrarse en sus preguntas.
—¿Qué quieres decir con «cuando no está en esta forma»?
—Es un lupus. Tú eres humana. Y yo… —dijo el ser. Su alegría y su pene volvieron a su estado anterior—, yo estoy metido en un lío muy gordo. Se supone que ninguno de los dos deberíais estar… ¡Vaya!
Rule también lo había oído y había girado la cabeza hacia el origen de la posible amenaza antes de que el demonio hubiera dejado de hablar.
Pies. Montones y montones de pies corriendo, y se dirigían hacia ellos.
El demonio saltó y aterrizó en la cima de una gran roca vertical.
—¡Haz que suba aquí! —gritó—. ¡Empújala hacia la roca o la arrollarán!
¿Era una especie de estampida? Tomando una rápida decisión Rule empujó a Lily con el hocico.
—¿Quieres que haga lo que dice esa criatura? No sé sí… ¿Qué es eso?
Lily acababa de oír lo que los otros dos habían captado hace rato. Rule la empujó con urgencia. Fuera lo que fuera lo que se dirigía hacia ellos, se acercaba a gran velocidad.
Lily hizo un gesto de dolor, pero apoyándose en Rule consiguió ponerse de pie.
Rule sabía que Lily estaba herida. Aunque no recordaba los últimos instantes en la Tierra, había podido olerlo al despertar aquí. Pero ahora podía ver claramente la herida de Lily, y le preocupó. Justo debajo de su ombligo tenía una ampolla hinchada con forma de un puro gordo, aunque más grande. La piel que la rodeaba estaba rosada y purulenta.
Una quemadura de segundo grado, pensó Rule, alarmado. ¿Había bacterias en el infierno?
Era una pregunta estúpida. Probablemente Lily habría traído con ella algunas bacterias en su piel, y lo único que Rule podía hacer era esperar que el cuerpo de Lily pudiera luchar contra ellas.
El dolor sería intenso y el proceso de cura muy lento. Maldita sea, Lily necesitaba tratamiento médico. Y Rule ni siquiera podía ofrecerle un vendaje. No tenía una camiseta de la que arrancar trozos de tela para proteger la herida de Lily.
Ni tampoco ella.
Ahora que lo pensaba, eso era extraño. ¿Por qué las ropas de Lily no habían llegado con ella?
El amuleto de la Dama había facilitado el viaje del cuerpo de Lily hasta Dis, pero no de su ropa.
Rule no tenía respuesta para esa pregunta y no podía ayudar en nada. Tan solo podía caminar nerviosamente al lado de Lily mientras ella se acercaba a trompicones hacia el saliente. Después Lily se colocó entre él y el demonio y se sentó en el suelo. Rule podía oír los latidos del corazón de Lily, demasiado rápidos, y su respiración entrecortada.
Segundos después, los alcanzó el impacto.
Capítulo 20
Cayeron en cascada por los bordes de la vaguada, tan rápido y en tanto número que Rule no pudo ver qué aspecto tenía una criatura individual. Se quedó con la impresión de haber visto un montón de cuerpos de color gris con demasiadas piernas, y de haber captado un penetrante olor a champiñones y a pomelo. Pasaron a toda velocidad por el callejón en una manada de cientos de miembros y siguieron corriendo hasta salir por la única salida como un río que fluye por un cauce.
La riada iba y venía de forma intermitente, pero la estampida duró al menos diez minutos. Y
tan rápido como la tierra había empezado a temblar, todo terminó, dejando detrás unos cuantos cuerpos. Muchos se habían visto reducidos a pulpas sanguinolentas; sangre roja, así que era posible que el sistema vital de esas criaturas se basara en el oxígeno. Algunos de ellos todavía se movían.
El demonio no se movió; tampoco Rule. Segundos después, dos sombras gigantescas se deslizaron por el suelo rocoso. Rule miró hacia arriba.
¿Pterodáctilos? ¿Pájaros gigantes? Pasaron demasiado deprisa para vislumbrar algún detalle y, en su forma actual, no veía muy bien de lejos. Daba la impresión de que perseguían a la estampida. Quizá estuvieran de caza.
El demonio suspiró aliviado y, después de mirar al cielo un poco angustiado, salió al exterior.
Esperando que eso significara que el peligro ya había pasado, Rule lo siguió. Quería ver de cerca a una de esas criaturas.
El cuerpo más cercano a él estaba casi intacto. Parecía una cucaracha sin caparazón, del tamaño de un gato y con la piel grisácea. Las seis delgadas patas eran bastante extrañas, pero eran más de un animal que de un insecto. En las partes en las que había desaparecido la piel y la carne, Rule pudo ver huesos. Las patas terminaban en una pequeña garra. La cabeza, sin embargo, era la de un insecto, pequeña, plana, con ojos con facetas y mandíbulas serradas.
Era muy desagradable a la vista, pero no olía mal. Aunque en breve, empezaría a hacerlo. Por lo menos para él. El cuerpo del animal lanzaría al aire todo tipo de toxinas. Rule no sabía si, en caso de tener que hacerlo para no morir de hambre, Lily podría comerse un bicho de esos sin que le pasara nada; o si ella estaría dispuesta a hacerlo.
Deseó con todo su ser que no tuvieran que llegar hasta ese punto.
—Ahora o nunca —dijo el demonio resignado. Cogió a una de las criaturas que aún se movía y le arrancó la cabeza de un mordisco.
Lily hizo sonido como de disgusto.
—¿Qué decías de que nosotros matamos con facilidad?
El ser masticó y tragó.
—Yo no lo he matado. Simplemente me lo estoy comiendo.
—¿Y por qué será que no veo diferencia alguna?
—No está muerto. Lo estaría si no me lo hubiera comido, pero ahora es parte de mí.
Vosotros coméis cosas muertas y os quedáis con el hecho físico. Nosotros comemos cosas vivas y mantenemos la vida. Aunque hubiera preferido otra cosa antes que un hirug. —Hizo un gesto de disgusto al mirar el cuerpo decapitado que sostenía entre sus manos, y arrancó una pata. —Son criaturas estúpidas. Pero están aquí y voy a necesitar un poco de ymu extra.
Cuando el demonio abría completamente esa enorme raja que le servía de boca, daba la sensación de que la parte inferior de su rostro colgaba completamente. El demonio mordió la pata.—Deberías haberme dicho que estás demasiado débil para viajar.
Lily suspiró y se apoyó en una roca. No estaba muy cómoda, pero la herida del estómago le impedía inclinarse hacia delante.
—Tu pequeño aperitivo no me va a ayudar a viajar. A no ser que estés pensando en cargar conmigo, y no pienso…
—¿Cargar contigo? Eso sería estúpido. Será mejor si te doy una pequeña descarga y hago que desaparezca tu herida.
—No puedes hacer eso. Has dicho que soy una émpata y eso… debe ser cierto. Puedo tocar la magia… —Su mano buscó el amuleto de la Dama que llevaba al cuello y que había recibido al entrar a formar parte del clan Nokolai—. Pero la magia no puede tocarme. No puede afectarme.
—¿Y cómo crees que has llegado hasta aquí? —replicó el ser—. ¿En tren?
La cabeza de Lily giró como si le hubieran dado una bofetada, sus cejas se arquearon.
—Estamos unidos —dijo el demonio, impaciente—. Así que yo puedo afectarte. No puedo entrar más dentro de ti, pero estoy a medio camino. Puedo darte… Tu idioma no tiene las palabras adecuadas.
—Pues búscalas—dijo Lily, tensa.
El ser frunció el ceño.
—Bien, cuando como, recibo ymu y assig. Ymu es energía. Assig es un patrón, la memoria y la capacidad de pensar. Ese hirug no podía pensar, pero ya entiendes lo que quiero decir.
Rule sí lo entendía y no le estaba gustando nada. Se colocó entre Lily y el demonio.
—¡No voy a hacerle daño! Voy a ayudarla.
Rule gruñó.
—Espera.
Lily tenía las cejas fruncidas y eso la hacía parecerse mucho a su madre, Pensó Rule.
—Yo tampoco confío en él… ella… eso. —Lily se detuvo frustrada—. ¿Qué diablos eres?
—Me llamo Gan. Tu estúpida lengua no tiene una palabra para los que somos él y ella, así que puedes llamarme eso. No nos quedamos con un sexo único. Bueno, algunos demonios lo hacen, pero la mayoría…
—Eres… un demonio.
Gan suspiró fastidiado.
—¿Qué creías que era
—Entonces este lugar es…
—Dis. O el infierno, como lo llamáis vosotros, pero eso no es más que un malentendido.
Lily ya estaba pálida. Y ahora parecía conmocionada. Cuando Gan siguió hablando, Rule le gruñó. Cállate.
Lily cerró los ojos y luego los abrió, como si por esa simple acción pudiera ver las cosas más claras. Miró las rocas, el cielo extraño, los hirug muertos y moribundos, el demonio. Tamborileó sus dedos en un muslo.
—De acuerdo. Tú eres un demonio y estamos en el infierno. ¿Y ahora qué?
—Ha sido un accidente. El hechicero ha quemado el báculo mientras estaba intentando entrar dentro de ti.
A juzgar por la expresión del rostro de Lily, aquella explicación no tenía mucho significado para ella. Lily sacudió la cabeza.
—No importa. Ya hablaremos de eso más tarde. Tienes razón sobre una cosa, este lugar no parece muy seguro.
¿Y cualquier otro lugar en el infierno sí lo sería? Rule hizo un ruido con la garganta, frustrado por no poder hablar. No estaba muy seguro de que fuera buena idea salir de aquel pequeño refugio.
No sabía cómo habían llegado al í, pero el báculo ya había desaparecido antes, cuando Ella lo había reclamado. Harlowe también se había visto arrastrado a aquel lugar, voluntaria o involuntariamente, solo porque en aquel momento el báculo había estado en sus manos. Quizá era eso lo que había ocurrido ahora. La quemadura en el estómago de Lily sugería que su piel había estado en contacto con el báculo cuando este fue alcanzado por el fuego mágico. Y Rule había estado en contacto con Lily. Así que los dos se habían visto arrastrados al infierno junto con el báculo.
¿Y qué había pasado con aquel demonio? ¿Por qué había vuelto también? ¿Y dónde estaba el báculo? Si Ella lo había reclamado, ¿no habrían aterrizado ellos al í donde estuviera Ella?
Miró hacia el volcán. No es que se quejara de haber caído bien lejos de Ella. Cuanto más lejos estuvieran, mejor. Pero si había sido el báculo el que los había arrastrado hasta allí, tenían que haber aparecido junto a él.
La otra posibilidad era que, de alguna manera, la destrucción del báculo hubiera abierto una puerta. Cullen había dicho que aquella cosa era como una brecha en la realidad, así que no era una idea tan descabellada. Si había ocurrido eso, aquella puerta era la única forma de volver a casa.Pero si Lily recordaba la posibilidad de la existencia de una puerta, no tenía la mente puesta en eso ahora mismo. Tenía muchas preguntas, eso no había cambiado; y solo un ser al que hacérselas. El demonio.
—¿Cómo vas a hacer eso que sea que haces? ¿Y qué más me hará además de darme fuerzas?
—Controlaré tu cuerpo, más o menos.
Rule gruñó.
Gan frunció el ceño.
—Si quieres decir algo, tienes que pensar en las palabras. No sirve de nada que hagas ruidos sin sentido.
—Creo que ya sé lo que quiere decir —dijo Lily—. No voy a dejar que controles ninguna parte de mi cuerpo.
—No estoy hablando de posesión. Si hubiera podido hacerlo, ya lo habría hecho. Estaba intentándolo —añadió ofendido—. Lo que quiero decir es que tendré que tomar el control de tu cuerpo de forma temporal. De modo que pueda crear ymu.
—¿Esa ymu es la energía de la que has estado hablando? ¿La que proviene de los seres vivos?
—Lily negó con la cabeza—. Tampoco voy a dejar que me llenes de magia de muerte.
Gan empezó a perder la paciencia.
—¡Ymu no es magia de muerte! Cuando comes cosas muertas, ¿es eso magia de muerte?
Ymu es solo energía. Vosotros tenéis todo tipo de energías en vuestro mundo, bombas, electricidad y gasolina; solo que no podéis comeros esa energía, ¿no? Tu cuerpo tendría que cambiar para obtener energía de la gasolina y no de animales muertos como hacéis ahora.
—Sí, pero… Me parece que me estás llevando en una dirección para que no vea la carta que escondes en la manga.
Gan frunció el ceño.
—¿Carta?
—No importa. ¿Cómo puede ayudarme esa ymu?
Gan frunció el ceño aún más.
—Se puede decir que la ymu hace que las cosas adopten la forma que deben tener.
—Entonces la ymu de un hirug hará que mi cuerpo quiera ser como un hirug.
—¡No, no, no! La ymu es energía. El patrón viene del assig, pero con eso tú no puedes hacer nada. Yo sí —dijo de forma petulante—. Por eso soy un demonio. Pero tú no vas a recibir assig de hirug, y tu cuerpo ya conoce su propio patrón, así que solo tengo que darte ymu y él mismo se curará y se hará fuerte de nuevo.
Lily se mordió el labio durante unos instantes.
—¿Y cómo vas a hacer eso?
—Podrías hacerme una mamada…
Esta vez fue Lily la que gruñó.
—Está bien, está bien. No tiene por qué haber sexo de por medio. Pero tienes que meterte parte de mi cuerpo dentro de ti. Es como comer. No puedo poner mi ymu en el aire.
—¿Tengo que comerme una parte de ti?
—A mí tampoco me hace gracia, sobre todo si no hay sexo de por medio, pero… —Frunció el ceño como si estuviera pensando furiosamente—. Saliva. La saliva podría funcionar. Puedo poner un montón de ymu en la saliva, y luego te la puedes tragar.
Lily hizo un gesto de profunda repulsión.
—¿Qué es eso que has dicho antes? Supéralo. Sí. Supéralo. Si eres escrupulosa con lo que vas a encontrar por aquí para comer, te vas a morir de hambre. No hay ningún McDonald’s en la esquina. No hay esquina. ¿Lo pillas? No hay esquina. —Se rió de su propio chiste—. Pero antes de que puedas comer ymu, tengo que hacer unos pequeños ajustes en tu cuerpo. Hacer que las cosas sean un poco más densas donde haga falta.
—¿Densas?
—¡No existen las palabras en tu idioma! —Gan se rascó la cabeza con la mano que no sujetaba al hirug muerto. Después, una cascada de palabras incomprensibles salieron de su boca, eso que Lily llamaba parloteo. Y esta vez, Rule tampoco entendió qué quería decir.
Las palabras se mezclaban con imágenes e impresiones sensoriales. Rule entendió la palabra «hidrocarburo». Olió sangre. Después oyó «trigo tierno» seguido de «hígado» y el sonido de un goteo de agua. «Huevos» eran parte de una imagen que representaba el brillante disco del sol.
—¿Lo ves? —Dijo el demonio por fin—. Él tampoco puede entenderlo. Tienes que tener las ideas en tu mente, o no podrás captar los significados.
Lily asintió lentamente.
—Una pregunta más. ¿Puedes deshacer más tarde lo que hagas ahora?
—Claro. —El ser miró el hirug que todavía sostenía en una mano y lo tiró al suelo. Al parecer, algo que moría del todo se convertía en incomible. Después, Gan miró a su alrededor, examinando los cuerpos de los hirug muertos y moribundos.
Lily se frotó la frente.
—Tengo que pensarlo.
A lo lejos, la montaña retumbó, aunque esta vez no tembló la tierra.
—Pues hazlo rápido —dijo Gan mientras se agachaba para recoger otro hirug.
Rule tocó el brazo de Lily con su cabeza mientras gruñía suavemente. Es una mala idea. No lo hagas.
Ella le pasó la mano por el lomo.
—¿No te gusta la idea, eh? A mí tampoco. Pero ¿qué opciones tenemos? Casi no he podido llegar hasta aquí antes de que llegara la estampida. Me duele. No puedo viajar en este estado.
Rule la tocó con el hocico y luego se sentó en el suelo.
—¿Crees que deberíamos quedarnos aquí? Por ahora, al menos. —Rule asintió.
Lily negó con la cabeza.
—Creo que debemos aceptar que la criatura, el demonio… que Gan sabe cómo sobrevivir aquí. Y que nosotros no sabemos. Nos ha dicho que me necesita viva, porque si no, él morirá también… ¿Qué opinas al respecto?
Rule no podía responder a esa pregunta con un simple sí o no. Ni siquiera podía escribir en el suelo. No había tierra suficiente. Rule hizo un ruido de frustración.
—No importa. —Lily hundió los dedos en el pelaje de Rule y rascó suavemente—. No sé por qué tengo la sensación de que deberías ser capaz de responder a mis preguntas… De todas maneras, creo que Gan está diciendo la verdad. —Miró al cielo, donde el halo que rodeaba al volcán había empezado a desaparecer—. Me pregunto si sabes algo de esa diosa que dice Gan que está peleándose con su príncipe.
Rule asintió de nuevo.
—¿Sí que sabes algo? Ojalá pudieras hablar. Debe ser muy poderosa si puede enfrentarse así con un príncipe demonio. ¿Crees que podría ayudarnos?
Rule negó enérgicamente.
—¿Ella es de lo malos?
Él asintió.
—Entonces nos da igual quién salga vencedor de esa pelea. Cualquiera de los dos es malo para nosotros.
Maldita sea, Lily tenía razón… mucho más de lo que ella se daba cuenta. Y Rule no estaba pensando correctamente. Si el avatar de Ella sobrevivía a la batalla con el príncipe demonio, quizá comenzara la búsqueda de Lily.
Así que, quizá fuera cierto que tenían que marcharse de al í; pero no en ese mismo instante.
Lily estaba dejando que la urgencia del demonio la obligara a tomar una decisión precipitada.
Lentamente, Rule meneó la cabeza. No vayas tan rápido. Dame tiempo para buscar los restos del báculo, o alguna señal de la puerta. Para buscar comida y agua para nosotros. Para descubrir si podemos sobrevivir aquí.
Lily ladeó la cabeza.
—No sé si eso quiere decir «no, no podemos quedarnos aquí», o «no, no estoy de acuerdo».
Pero supongo que no importa. Es mi decisión.
Rule negó con la cabeza. Ella no tenía información suficiente para tomar una decisión. Ni siquiera podía consultar sus propios recuerdos, o se daría cuenta de que él estaría atado de pies y manos por la decisión que tomara. Él tendría que seguirla, tanto si Lily decidía quedarse allí como si decidía ponerse en marcha.
Pero ella no le estaba prestando atención. Había levantado una mano y había apoyado su cabeza en ella. Parecía estar tensa y exhausta. Y muy incómoda.
Por lo menos, Rule podía ayudarla un poco en ese sentido. Se acercó a ella para que Lily pudiera apoyarse en él. Ella le sonrió e hizo justo eso, apoyar un brazo sobre el lomo de Rule y descansar. Durante unos segundos, los dos permanecieron inmóviles.
¿Qué haría él si Lily decidiera aceptar la oferta del demonio?
No había nada que pudiera hacer, pensó Rule. Quizá le atrajera la idea de atacar al demonio, pero, por poca confianza que le tuviera, era el único guía que tenían en aquel mundo. Además, el ser afirmaba que estaba unido a Lily. Podría intentar interferir e impedir que el demonio se acercara a ella, pero no serviría para nada y haría enfadar a la criatura. No serviría para que Lily repensara su decisión, y él no podía interponerse entre ellos dos de forma indefinida.
—Maldita sea —dijo Lily por fin, y se incorporó—. Ojalá tuviera aquí mi ropa. —Sacudió la cabeza—. Qué estupidez. Es estúpido preocuparse ahora por la ropa, pero no me gusta estar así.
No me gusta ir desnuda por ahí.
No era estúpido en absoluto. Pero él sí que lo era, porque no se había percatado de la desnudez de Lily. Solo porque su cuerpo no reaccionara a ella como solía hacerlo cuando era un hombre… ¿Pero por qué su ropa no había llegado con ella? El obsequio de la Dama sí que había cruzado. Y también había venido él.
Más tarde. Se preocuparía por eso más tarde. Ahora mismo tenía que ofrecerle a Lily algo de protección. Toda su piel estaba expuesta a la intemperie y podía ser dañada fácilmente. Por lo menos, Lily necesitaba zapatos. Giró la cabeza y le chil ó al demonio.
La criatura se rió.
—¿Ves algún centro comercial por aquí? En este lugar, la ropa sirve para decorar los cuerpos de los seres de alto rango. No puedes ir y comprarla.
Rule hizo un ruido de nuevo.
—¡Pies que pueden resultar heridos al andar con ellos! —Gan rió—. Los humanos son muy extraños. Si se va hacer daño al andar con sus pies, ya los curará. Una vez le dé algo de ymu, claro está. —Sonrió solapadamente—. Apuesto a que podré conseguirle algo de ropa cuando lleguemos a Akhanetton.
—De acuerdo —dijo Lily. Rule se volvió para mirar a Lily.
—Mi cuerpo —le dijo ella—. Mi decisión. Creo que debo aceptar lo que propone Gan. Este no es un buen sitio para sentirse débil.
Gan murmuró aprobando las palabras de Lily.
—Bien dicho. Tu cerebro funciona mejor de lo que creía. —El demonio había encontrado otro hirug que aún se movía. Este estaba en mejor estado que los demás: tres de sus patas todavía se movían y trató de escapar, algo que pareció alegrar a Gan. El demonio sonrió antes de arrancarle la cabeza al animal de un mordisco. Masticó y tragó. Después se dirigió hacia Lily y Rule.—Muy bien, todo lo que tienes que hacer es estarte quieta.
Lily alzó una mano.
—Un momento. No vas a tocarme mientras tengas eso en la mano.
—¿Qué? —Gan miró los restos del hirug—. Oh. ¿No te gustan la sangre y las vísceras? A muchos humanos les gustan. ¿No eras una especie de policía?
—No lo sé. ¿Lo era?
Gan se golpeó la frente con una mano.
—Es verdad. Has perdido unos cuantos tornillos. Lo había olvidado. —Centró su atención en terminarse el hirug tras descartar algunas partes que no estaban suficientemente vivas. Después avanzó hacia Lily.
A Rule se le erizó el lomo. Aquello no estaba bien. No estaba bien, pero no sabía cómo podía detener a Lily.
Gan se detuvo a unos metros de Rule y lo miró con desconfianza.
—No confío en ti. Vete a otra parte.
¿El demonio no confiaba en él? El hocico de Rule no tenía la forma adecuada para reírse ni para ser irónico, ni para ninguna otra cosa.
Lily le hizo un gesto para que se alejara.
—Muévete. Cuanto antes hagamos esto, mejor.
Al parecer, Lily no necesitaba recuperar su memoria para ser fastidiosamente cabezota e independiente. Sin tenerlas todas consigo, Rule se alejó unos metros, pero se mantuvo a una distancia desde la que pudiera saltar encima del demonio si fuera necesario. Quizá fuera más fuerte que el propio Rule, pero era más pequeño y más lento. Si hacía daño a Lily…
Gan se acercó más a Lily, manteniéndose lo más alejado que podía de Rule. Lily estaba sentada en el suelo y su cabeza estaba a la altura de la del demonio. El ser le mostró sus manos.
Sus pies eran grandes y planos como los de un canguro, pero sus manos eran pequeñas. Del tamaño de las de un niño. A excepción del color, parecían humanas.
Lily se quedó mirando esas pequeñas manos anaranjadas, inexpresiva. Después, las cogió con las suyas.
Durante unos minutos no sucedió nada. Nada que Rule pudiera ver, al menos.
—¡Tienes que estarte quieta! —dijo Gan frunciendo su enorme boca.
—No me he movido.
—Te estás moviendo por dentro. Intentas evitar que entre. —Gan frunció la boca con más fuerza aún—. Piensa en cosas que estén quietas. Cosas que no se mueven nunca. Y piensa en ellas con todas tus fuerzas.
Lily cerró los ojos.
Instantes después, Gan se inclinó y abrió su boca sobre la de ella. Lily intentó alejarse, pero el demonio le impidió mover la cabeza. Rule se puso tenso, gruñó, pero el beso había sucedido antes de que estuviera seguro de que debía atacar.
Gan dio un paso atrás, sonriente.
Lily no sonreía. Tragó. Tragó de nuevo, como si le costara pasar la saliva del demonio. Poco a poco su expresión cambió de asco a asombro.
La rojez que rodeaba la quemadura de su estómago empezó a desaparecer.
Poco a poco fue más rápido, mucho más rápido de lo que Rule podría haber sanado una herida de ese calibre. Primero la piel rosada se volvió color crema y después la ampolla empezó a encogerse. En cinco minutos no quedó ni rastro de la quemadura. La herida del hombro también había desaparecido.
¿Era así como se sentían los humanos respecto a la habilidad de sanar de los lupus?
¿Incómodos, intranquilos, convencidos de que no debería ser así de sencillo? ¿Que esa facilidad para recuperarse debería pasarles factura en algún momento?
Lily se tocó el estómago y luego movió los hombros comprobando el alcance de la curación.
Sus cejas se arquearon.
—Ha funcionado. Me siento… —Estiró ambos brazos—. Me siento bien.
—Deberías —gruñó Gan—. Te has llevado ymu suficiente como para una garra. Vamos. —Empezó a caminar hacia la salida del callejón.
Lily se puso de píe con facilidad, sin muestras de dolor, sin necesidad de apoyarse en Rule.
Lily lo miró y él no pudo ver en su rostro nada a lo que agarrarse, ni una sonrisa, ni una disculpa, ni una duda. Quizá fuera una forma de afirmarse: él no había querido que ella lo hiciese, pero lo había hecho igualmente.
Rule estaba muy enfadado. Le retiró la mirada a Lily.
Gan ya estaba trepando por un talud. Lily lo siguió. Y también lo hizo Rule.
Se colocó en retaguardia. El callejón no era muy profundo y el talud que el demonio había elegido para salir de allí era fácil de escalar. Rule siguió a Lily, como ella seguía al demonio, y su ira no desapareció.
Era injusto. Rule lo sabía, pero el saberlo no le impedía seguir bullendo de ira. Lily estaba rota y separada de su propio ser, de un modo que a Rule le resultaba difícil imaginar; perdida en el infierno con un lobo y un demonio como única compañía, incapaz de recordar su propio nombre. Dolorida, asustada, sin recuerdos, ¿por qué Lily debería haber seguido su silencioso consejo?
Pero la ira no era lógica, y la suya nacía de su más profundo ser. Porque él también estaba roto, separado de una gran parte de él mismo: su clan, su familia, su mundo y su otra forma. Yquizá nunca fuera a recuperar nada de eso. Quizá nunca volviera a utilizar las palabras, o ver a su padre o a su hermano, o estar ahí para ayudar a su hijo a sobrevivir a su primer cambio. Quizá nunca volviera a coger algo con la mano en vez de con sus fauces.
Y si seguía en forma de lobo durante demasiado tiempo, olvidaría cómo era utilizar las manos. Dejaría de pensar en palabras. El hombre desaparecería y solo quedaría el lobo.
La parte de él que era lobo no tenía miedo como su parte de hombre. Echaba de menos a su clan, pero disfrutaba de volver a correr a cuatro patas y de la cercanía de su compañera. ¿Acaso en algún momento el futuro había sido algo más que una neblina? Y sin embargo, el dolor del lobo también era profundo.
Donde debería haber existido una larga y lenta melodía, el poder y la energía que conformaban su alma, solo había silencio. Y por eso, el lobo no hallaba consuelo.
No hay luna en el infierno.
Capítulo 21
Lily se despertó muy alterada, con el corazón latiendo frenético y los ojos abiertos de par en par por el terror.
Un olor mezcla de antisépticos, flores y fluidos corporales atravesó la niebla de pánico que la atenazaba y le hizo comprender que estaba en un hospital. Con ese descubrimiento, la razón también despertó y empezó a darle sentido a las sensaciones que estaba recibiendo.
El sonido que había oído, el ruido que la había sacado de su sueño de una forma tan abrupta… Lily retrocedió mentalmente hasta dicho momento, lo revivió y decidió que a alguien se le había caído algo al suelo justo al otro lado de la puerta de su habitación.
Había estado soñando. Retazos del sueño seguían pegados a su mente a pesar del repentino despertar… un grueso pelaje entre sus dedos, un pelaje cálido y reconfortante que cubría un cuerpo fuerte. También había sentido bienestar físico, y recordaba la existencia de un objetivo, un lugar al que debía llegar. Tenía que ir andando hasta allí. Estaba de camino cuando se había despertado. Había estado andando.
En el sueño no estaba sola. Ahora, lo estaba.
Era muy temprano. La luz grisácea que entraba por la ventana de la habitación apenas permitía ver las formas de las cosas, pero sí pudo comprobar que no existía ninguna amenaza en las inmediaciones. La habitación estaba vacía, tan vacía que Lily sentía que no tenía vida y que era tan real para ella como el escenario de un teatro.
Tan vacía como ella misma. Tenía la sensación de que alguien le había quitado algo muy importante y muy preciado.
Lily cerró los ojos, esperando que su corazón se tranquilizara tras el inesperado subidón de adrenalina. Se encontraba sola y un entumecimiento se extendía como una enredadera cancerígena desde aquel lugar vacío y muerto que había en su interior. El lugar donde había residido su don.
Abuela, tú me aseguraste que esto no podía suceder. Que era imposible que dejara de ser una émpata. Lily deseó que su abuela estuviera allí con ella, lo deseaba con la misma intensidad de un niño que se acaba de despertar de una pesadilla, llorando en medio de la oscuridad. Necesitaba que alguien la abrazara. Necesitaba que alguien le explicara qué le había ocurrido, incluso aunque eso no pudiera arreglar nada.
Pero no iba a obtener lo que deseaba. Lily abrió los ojos de nuevo a un día con el que no quería enfrentarse.
Rule había desaparecido.
Desaparecido, se recordó a sí misma. No muerto.
Poco a poco la habitación fue adquiriendo forma, sustancia, mientras la luz clareaba en el exterior. Tal como había sugerido su sueño, Lily tenía un objetivo. Tenía que encontrar a Rule.
No sabía nada: ni dónde buscar, ni cómo hacerlo, ni quién podría ayudarle a reunir las piezas para darle sentido a su desaparición. Pero siguió el consejo de su sueño. Echaría a andar y daría un solo paso cada vez.
Su primer paso sería literal, pensó. Tenía que salir de la cama.
Las dos tareas fundamentales de la piel de una persona eran mantener fuera las toxinas peligrosas y dentro los fluidos. Las grandes quemaduras le impedían realizarlas con eficacia, de modo que le habían dado antibióticos para ayudarla, y la habían ingresado para pasar la noche para que sus fluidos pudieran recuperarse.
La vía intravenosa había hecho un buen trabajo. Se sentía estupendamente.
El esfuerzo de sentarse no resultó ser muy duro, sobre todo en una cama que respondía a todos sus movimientos, pero girarse para bajar al suelo fue un tormento. Aunque lo hizo. Se puso de pie, jadeando… tendría que aguantarlo. Empezó a avanzar hacia el cuarto de baño, arrastrando con ella la percha que sostenía la bolsa de los fluidos.
Quizá aquel molesto sentimiento de irrealidad con el que se había despertado fuera un efecto secundario de los calmantes que le habían dado la noche anterior. Los había necesitado. Cuando la habían trasladado a la habitación, su mente había estado tan abotargada por el dolor y las emociones que no habría sido capaz de seguir el razonamiento de un simple juego de piedra, papel o tijera.
Sin embargo, ahora no necesitaba drogas. Tenía que pensar sobre muchas cosas.
Y de todas maneras, Lily no creía que a estas alturas fueran a ofrecerle algo más fuerte que ibuprofeno. Pronto le darían el alta. No había razón alguna para que siguiera más tiempo en el hospital.
Lily hizo lo que pudo para enfrentarse a aquel nuevo día. Utilizó el cuarto de baño de su habitación, el cepillo de dientes facilitado por el hospital, y el peine que solía llevar en el bolso. Se lavó la cara y las manos, y miró la ducha con anhelo.
Incluso aunque no le hubieran recomendado que no se duchara aún, Lily no lo habría hecho.
No tenía nada limpio que ponerse. Habría tenido que llamar a alguien… a alguien que no fuera su madre.
Lily miró fijamente el impecable lavabo blanco, su mano sujetaba el peine con fuerza.
Palabras inconexas flotaban en su mente junto con fragmentos de conversaciones y la posibilidad de haber dicho en su delirio cosas que no debería haber dicho.
No cabía duda de que la noche anterior se había convertido en la pesadilla de cualquier padre: dos hijas ingresadas en urgencias, ambas víctimas de la violencia. Y su madre siempre manejaba la ansiedad asignando culpas, como si eso fuera a resolver el problema. Así que Lily creyó que era una tonta por necesitar algo que Julia Yu era incapaz de dar, o simplemente no podía… El hecho de que hubiera llegado a esa conclusión no evitó que Lily sintiera dolor. O ira.
Al principio, Lily había estado demasiado aturdida para comprender la diatriba de su madre.
Mucho de lo que decía lo había escuchado ya muchas veces, las mismas quejas cansinas sobre la profesión de Lily. Pero aquella vez la voz había sonado tan estridente. Tan ansiosa por echarle la culpa. «Tu culpa», le había dicho su madre. «Es tu culpa que le hayan hecho daño a tu hermana pequeña. Casi la violan. Casi la matan.»
«¿Y qué hay de mí?», había dicho Lily, o quizá simplemente lo había pensado. Siento mucho que hayan hecho daño a Beth, pero a mí también me han hecho daño. He hecho todo lo que…
Todo lo que había podido. ¿Pero cuándo había sido eso suficiente? Aunque su madre no se había detenido ahí. Ha ido demasiado lejos, pensó Lily. Esta vez, su madre había ido demasiado lejos.
Y también ella. Cuando Julia Yu se había echado al cuello de Rule porque necesitaba a más de una persona en quien descargar aquel cargamento de culpa; cuando Julia Yu había dicho que él estaba merecidamente muerto, y ella le había dado una bofetada.
Lily sacudió la cabeza intentado alejar esos pensamientos que se negaban a abandonar su cabeza. Dejó el peine, abrió la puerta del baño… y su corazón latió como si se hubiera vuelto loco.La puerta de la habitación se había abierto de par en par justo en ese mismo instante, lo que provocó que ella y un hombre de piel oscura enfundado en una bata de médico que le venía grande, se quedaran mirándose sorprendidos.
Lily dedujo que era el médico, por el estetoscopio que llevaba y la expresión hostil que lucía.
Tenía que dejar de dar un salto cada vez que escuchara un ruido o viera algo inesperado.
Veinte minutos después, Lily había vuelto a la cama y miraba con el ceño fruncido la pantalla apagada del televisor. Tenía la mesa plegable abierta delante de ella. Contenía una humeante taza de café, un bolígrafo y el cuaderno que solía llevar en su bolso.
Iban a tenerla ingresada una noche más, «en observación».
No había razón para ello. El médico había hecho todo lo posible por ofrecer una buena explicación; había mencionado el trauma y el peligro de sufrir una conmoción. Lily no se lo creía.
Quizá la noche anterior sí que hubiera habido peligro de que la sufriera, pero eso ya había pasado.
Y le había quitado la vía intravenosa.
El bastardo del estetoscopio había tenido el valor de darle golpecitos en la mano diciéndole la suerte que tenía. Las juntas médicas y las compañías de seguros siempre estaban encantadas de sacar a la gente a puntapiés de sus camas, y sin embargo a ella le estaban ofreciendo un día extra.
Lily aprovechó y se dedicó a descansar.
Rubén también le había dicho que descansara. Maldita sea.
Una persona paranoica habría llegado a pensar que alguien la quería en un lugar en el que fuera fácil encontrarla. Alguien oficial, con mucho poder. Alguien que quizá prefiriera que la declararan demente.
Lily había contactado con Rubén dos veces la noche anterior. Primero lo había llamado desde la escena del crimen para ofrecerle una impresión general de los hechos. Después le había dado un informe más detallado mientras esperaba que la trasladaran de urgencias a su habitación.
Algo había cambiado en el lapso de tiempo entre esas dos llamadas. Algo o alguien había convencido a Rubén de que Rule estaba muerto y no desaparecido.
Él había dicho algo de que los lupi se llevaban los cuerpos de sus muertos así como hacían desaparecer a los heridos. Lily había insistido en que ellos no habrían hecho nada parecido sin decírselo a ella. En ese momento, Rubén le había dicho que descansara.
Cullen tampoco le había creído. Nadie la creía. Y deberían hacerlo.
No había cuerpo.
La noche anterior, sus pensamientos la habían llevado en una dirección que no le gustaba nada. Había tenido la esperanza de que dormir la ayudaría a aclarar la mente lo suficiente para encontrar una explicación que no tuviera que ver con conspiraciones. Pero hoy sus pensamientos se dirigían en la misma dirección.
Lily tomó un sorbo de café y empezó a organizar sus ideas sobre el papel.
«Secuencia», escribió. Debajo desarrolló una lista de los eventos de la noche anterior. Marcó con un asterisco los hechos que no había vivido o no recordaba, y que le habían contado otras personas.
Según Cullen, Benedict había captado el olor de los otros lupi. Al saber que la ayuda estaba a punto de llegar, se había lanzado al ataque con la idea de provocar la máxima confusión para cuando llegaran los refuerzos. Después había sacado a Lily de la línea de fuego y se había encargado del tipo que tenía a Beth.
Su cuchillo había sido rápido y certero. El pandillero había muerto inmediatamente con tres palmos de acero clavados en la garganta. Tan rápido que no había tenido tiempo de lastimar a Beth. Después, Benedict había abierto fuego contra el resto de la banda.
Había veinte humanos. Veinte hombres jóvenes cargados de armas que habían apuntado a Benedict, listos para disparar. Él había matado a siete y herido a cinco antes de que los pandilleros lo derribaran a tiros; justo en el momento en el que había llegado el resto de la manada.
Aquella irrupción había espantado a la mayoría de los pandilleros que quedaban en pie. Los que no habían salido corriendo murieron, pero solo uno de ellos había sido asesinado por los lobos.
A esas alturas, Harlowe se había vuelto loco y su obsesión por liquidar a Lily había alcanzado cotas insospechadas. Había utilizado el báculo de forma tan errática que había destruido tanto a sus propios hombres como a los lupi, sin distinción.
«El báculo», escribió Lily.
Uno. Harlowe lo tenía en la mano cuando Cullen lo había alcanzado con su fuego mágico. Se había achicharrado al instante… pero su cuerpo no había desaparecido.
Dos. El báculo estaba en contacto con Lily. Como consecuencia, había sufrido quemaduras, pero no había desaparecido.
Tres. Rule estaba alejado del báculo y, sin embargo, había desaparecido.
¿Por qué? ¿Y por qué era la única en darse cuenta de que la muerte de Rule no aclaraba nada?Lily frunció el ceño al mirar la secuencia de eventos que había confeccionado. Termínala, se dijo, y así añadió: «Una patrulla de policía examinó el lugar del tiroteo. Rule no estaba al í.»
Lily no podía culpar a la policía local por creer que se había vuelto loca. Lily había sido capaz de decirles dónde estaba Rule, había podido percibir su presencia en el lado oeste de la casa destartalada que había servido de cuartel general a la banda. Había convencido a uno de los policías para que la acompañara hasta el lugar… y no habían encontrado nada, ni a nadie. Ni rastro de Rule.
«Posibles explicaciones», escribió. Y justo debajo, añadió: «1) El vínculo no funciona correctamente» y «2) El vínculo funciona correctamente, es la realidad la que está mal.» Hizo un gesto de disgusto. Veía imposible poder probar tanto la primera afirmación como la segunda. Al final, Lily se obligó a escribir una última posibilidad: «3) Rule está muerto y me estoy engañando a mí misma».
Pero, maldición, Lily todavía era capaz de sentir a Rule. No estaba cerca desde luego. Quizá estuviera a unos quince kilómetros de distancia, incluso a más. Pero Lily sentía claramente su presencia en una dirección determinada. Si aquello era imaginación suya, es que el vínculo había sido una ilusión desde el principio.
Lily tachó la última posibilidad.
¿Dónde la dejaba eso?
Nadie había visto morir a Rule. Nadie había visto que alguien se llevara su cuerpo. Y, sin embargo, los dos grupos, los lupi y el FBI, insistían en que estaba muerto, no desaparecido. Uno de esos grupos, o los dos, debía tener poderosas razones para declarar muerto a Rule, incluso aunque sospecharan que todavía estaba vivo.
Ahí es donde Lily se encontró con un muro infranqueable. No le cabía en la cabeza que Cullen pudiera estar compinchado con el FBI… Lo que la dejaba con dos grupos con motivos diferentes o de vuelta con la posibilidad de que se estuviera engañando a sí misma. En ese caso, Lily no podía confiar en lo que percibía ni en su lógica, y debería aceptar agradecida el ofrecimiento de internarla en algún lugar agradable y seguro.
A la mierda.
Rule estaba vivo. Ella era la única que podía encontrarlo, porque nadie más quería buscarlo.
¿Cómo podía empezar la búsqueda?
Repasando lo que sabía, por supuesto. Y sabía dónde estaba Rule, al menos, la dirección a la que tenía que dirigirse. Retiró la mesa, se agachó, recogió su bolso del suelo y sacó un mapa plegable de la ciudad tamaño bolsillo. Lily tenía la intención de seguir el rastro de Rule.
Se había movido, descubrió Lily. Eso la sorprendió. Y todavía se movía… despacio; quizá estuviera caminando. Hizo todo lo que pudo para calcular la distancia y anotó en el mapa el lugar aproximado donde creía que podía estar Rule. Decidió que cada treinta minutos volvería de nuevo al mapa para comprobar la evolución. Y no se detuvo a pensar en cómo iba a encontrar a Rule ni en cómo iba a traerlo de vuelta, sin ayuda de nadie.
Porque parecía imposible. Y si se permitía pensar en qué era posible y qué no, nunca reuniría las fuerzas suficientes para dar el siguiente paso.
Aunque ese paso la llevara directa al infierno.
En aquel lugar, el cielo no cambiaba. Era difícil acostumbrarse a eso. Lily no tenía ni idea de cuánto tiempo llevaban caminando, pero le daba la sensación de que había pasado mucho tiempo. Le dolían los pies.
Por lo demás, se encontraba en muy buena forma. Esa ymu era algo realmente fuerte. Sentía que podría seguir caminando durante días… si es que los días pasaban en aquel lugar privado de sol. Habían dejado atrás las estériles alturas y ahora caminaban por un estrecho valle.
Extrañamente, el ambiente se había ido enfriando a medida que descendían, y hacía frío suficiente para que Lily hubiera empezado a envidiar el pelaje del lobo. Sin embargo, y por el momento, el caminar la mantenía relativamente protegida del frío.
En aquel lugar crecían cosas.
Nada verde, desde luego. Y dedujo que sin sol, era imposible que existiera la clorofila. La planta más común tenía la apariencia de una hierba suculenta, gruesa y carnosa, del color de los limones, que crecía desperdigada y apenas se alzaba del suelo lo suficiente para cubrir su pie. Las demás plantas apenas eran tallos o raíces que tampoco crecían mucho más que aquella «hierba».
Existía una excepción: una enredadera de color óxido que formaba grandes pilas enroscadas, creando matorrales que salpicaban el valle asemejando nidos de enormes y venenosas serpientes.
Lily no había tenido la oportunidad de verlas de cerca. Gan no quería acercarse a ellas por nada del mundo.
En ocasiones, el cielo estallaba en llamas cerca de las montañas que quedaban a su izquierda.
Habían perdido de vista el volcán, pero las señales de la batalla continuaban.
Delante de ellos estaba la zona. No faltaba mucho. Quizá treinta minutos más de caminata, nada más.
Desde aquel a distancia no parecía más que un enorme muro gris que se extendía de lado a lado del valle, bloqueando la salida. A medida que se acercaban, de alguna manera perdía definición en vez de ganarla. Y a no ser que se obligara a mirarlo fijamente, Lily era incapaz de posar su mirada en él.
No era por un hechizo, eso lo sabía. Lily no podía verse afectada por un hechizo.
Simplemente algo en la naturaleza de aquella pared hacía que fuera imposible enfocarla. Fuera cual fuera el material con el que la habían levantado, no era sólido. Su parte más alta se fundía con el cielo como una sombra proyectada hacia arriba.
Al otro lado estaba la meta: Akhanetton. Al í estarían fuera del alcance del príncipe de Gan y de la diosa cuyo nombre temía pronunciar.
Según Gan, en una zona las reglas se comportaban de forma extraña. Y eso era todo lo que el demonio le había explicado sobre las zonas. Lo único que Lily sabía sobre Akhanetton era que era otra región. Cuando ella le hacía preguntas, Gan la hacía callar y miraba alrededor asustado.
Lily estaba bastante segura de que el demonio estaba fingiendo parte de ese temor como excusa para evitar contestar a sus preguntas.
Gan estaba especialmente nervioso ahora que estaban en campo abierto, pero Lily no había detectado ninguna amenaza en la cercanía. Tan solo había insectos. El infierno estaba lleno de insectos. La mayoría de ellos eran pequeños y actuaban como insectos normales; volaban y zumbaban con esa despreocupación que solo puede ser consecuencia de carecer de cerebro. Los más grandes habían huido en cuanto se habían acercado a ellos.
Más que insectos, y más que plantas, lo que el valle tenía a montones era tierra y polvo. Era un polvo muy fino de un color bastante peculiar, púrpura muy oscuro. Como un crepúsculo desecado.
Lily recordaba el crepúsculo. También el amanecer, el olor del mar y el ronroneo de un gato.
No tenía ni idea de qué tenía que ver todo eso con ella, pero ahora era capaz de recordarlo.
Al principio, Lily no había tenido nada, ni un solo recuerdo. Pero mientras caminaba, de vez en cuando una palabra se colaba en su mente y encontraba su lugar. Como cuando el zumbido de los insectos le había hecho recordar el ronroneo de un gato, y de pronto, la palabra «gato» había adquirido el tamaño y la forma de los gatos, con su pelaje suave y sus afiladas garras. Y su forma de moverse por el mundo, como si fueran los dueños del lugar.
Todavía no era capaz de identificar el nombre que el demonio había dicho que era el suyo, pero quizá tarde o temprano volviera a ella también. Quizá, en algún momento, supiera de nuevo quién era «Lily».
La tierra y el polvo, aunque aliviaban la planta de sus pies, resultaban muy incómodos cuando se le colaban por la nariz y por la garganta. Con cada paso se elevaba una humareda.
Sintió picor en la garganta y tosió.
—¡Chsss! —dijo Gan sin mirarla.
El demonio iba delante, de guía. Lily lo seguía unos pasos por detrás, y el lobo deambulaba por el valle. Lily lo había perdido de vista hacía ya un buen rato y, sin embargo, era capaz de decir por dónde andaba.
Eso la había sorprendido. La primera vez que Rule había desaparecido de su vista, con la intención de vigilar ante posibles peligros, Lily se había sentido intranquila hasta que había percibido su vínculo con él.
No captaba sus pensamientos ni sus sentimientos, ni nada concreto, pero Lily sabía en todo momento dónde estaba Rule.
Y en aquel momento, estaba de camino a reunirse con ellos de nuevo. El valle era un espacio abierto que no ofrecía ningún refugio, pero entre los matorrales y las subidas y bajadas del terreno, el lobo, Rule, se las arreglaba para avanzar escondido. También era silencioso, asombrosamente silencioso. Ni siquiera Gan pudo oírlo mientras se acercaba.
Probablemente Rule habría podido sobrevivir en aquel lugar él solo, pero nunca habría abandonado a Lily.
Incluso aunque estuviera enfadado por la decisión de Lily, y eso había quedado muy claro desde el instante en el que habían abandonado su refugio en el barranco, Rule se quedaría a su lado. Estaba segura de eso, aunque fuera incapaz de explicar cómo lo sabía.
El demonio también se las habría arreglado muy bien por su cuenta. Pero ella no. Como sus heridas se habían curado ya, había dejado de ser un lastre. Ahora, simplemente, era inútil.
Aunque también era cierto que, de no ser por ella, a esas alturas el lobo y el demonio se habrían matado el uno al otro.
Una sombra oscura y enorme apareció de la nada, justo delante de ellos. Gan gritó, dio un salto atrás y luego le enseñó el puño al lobo.
—¡No vuelvas a hacer eso!
—¡Chsss! —dijo Lily.
Gan se giró para mirarla.
Rule, el lobo, sonrió. O por lo menos Lily creyó adivinar que lo hacía. Le gruñó al demonio.
—¿Qué ha dicho?
Gan miró desdeñoso a Rule.
—Oh, el perrito bonito está cansado y tiene sed.
Rule gruñó más alto.
—Venga, Gan. ¿Qué ha dicho de verdad?
—Ha encontrado agua —admitió Gan a regañadientes—. Cree que deberíamos descansar antes de cruzar la zona.
—De acuerdo. —Aunque no estaba sedienta. Tenía ganas de quitarse el polvo de la garganta, pero la verdad es que no necesitaba beber algo. Y ahora que se detenía a pensarlo, tampoco tenía hambre. Extraño. ¿Un efecto secundario de la ymu?
¿Qué más efectos secundarios estaría padeciendo su cuerpo sin que ella se hubiera percatado? ¿Sin que ella hubiera notado nada porque no tenía los recuerdos suficientes para saber si algo había cambiado?
Rule la interrogó con la mirada. Lily asintió y él se alejó al trote. Ella lo siguió, y Gan también, aunque no dejó de quejarse por el rodeo que les obligaba a hacer. Lily sospechaba que, en el fondo, el demonio también estaba deseando tomarse un descanso y que solo se quejaba porque había sido idea del lobo.
Sus pies agradecieron cambiar la dura roca por aquel suelo terroso. El paisaje del valle era monótono, pero las montañas que podía ver a su derecha eran bonitas a su manera. La vegetación suavizaba sus contornos, y las decoraba en tiras de varios colores: ocre, óxido y marrón en todos sus grados, del color de la arena hasta el del café o la uva.
No se parecían en nada a las montañas del otro lado del valle.
Se detuvo para mirar atrás e intentó localizar el lugar del que habían partido. En algún lugar entre aquellas rocas, estaba escondido el barranco que, en sentido estricto, la había visto nacer.
Lily no pudo localizarlo.
—¿Qué? —Susurró Gan—. ¿Ves algo?
El demonio se había detenido. El lobo también, y la miró fijamente. Lily negó con la cabeza, incapaz de expresar con palabras los sentimientos que se habían arremolinado en su estómago.
Era demasiado tarde para preguntarse si sería capaz de encontrar el camino de vuelta.
Todo lo que le quedaba a Lily era seguir adelante. Así que siguió adelante.
Capítulo 22
El charco era literalmente eso, un agujero en la roca donde se recogía el agua. Parecía más una charca que un estanque. Estaba en una depresión que parecía haber sido creada por el impacto de un pequeño meteorito. Meteorito, pensó Lily, sorprendida de que la palabra plantara en su mente una imagen de un cielo estrellado. El espacio. La luna y lluvias de meteoritos que parecían estrellas que caían.
Se detuvo para gozar de la imagen del espacio y las lluvias de estrellas. Gan llegó el primero al charco, se arrodil ó y, apoyándose en sus cortos brazos, metió la cabeza en el agua. La sacó, escupió y después se inclinó de nuevo para tragar agua como… bueno, como un perro. O un lobo.Lily observó a Rule. Seguramente había bebido ya todo lo que necesitaba cuando había descubierto el charco, así que ahora permanecía echado cerca de la orilla, los ojos abiertos, pero cabeceando.
Está exhausto, pensó Lily, y eso la preocupó. ¿Había pasado más tiempo del que creía? ¿O
quizá el lobo no se encontraba bien?
—¿Cuánto tiempo llevamos andando? —preguntó súbitamente.
Gan se sentó sobre sus ancas, satisfecho de haber ahogado la sed, o fuera lo que fuera que sentía un demonio.
—¿Según el reloj de quién? Aquí el tiempo es más errático de a lo que estás acostumbrada.
—El tiempo no cambia. Eso… eso no tiene sentido.
—Aquí sí. Aunque… —Gan arrugó la frente—. Cerca de ti quizá funcione como tú estás acostumbrada. No sé exactamente cómo funcionan las cosas cerca de una émpata.
Una docena de preguntas amenazaron con desviarla de su tema principal, pero se mantuvo firme en su camino.
—Pues haz una estimación de cuánto tiempo llevamos andando según tu, eh, reloj.
—Oh, quizá uno de tus días. Ya te he dicho que la zona no está lejos.
Entonces que Rule estuviera exhausto tenía sentido, se dijo aliviada. En su vagabundeo quizá había cubierto el doble de territorio que Lily y había pasado mucho tiempo desde la última vez que había dormido. Quizá también llevara mucho tiempo despierto antes de que hubieran llegado allí. Era un pensamiento desconcertante que hacía referencia a un pasado que Lily desconocía. Se dio cuenta de que sentía celos. Celos de Rule, por poseer algo que ella había perdido. Celos de ella misma… de esa Lily que ya no existía, excepto en los recuerdos de otros.
Por supuesto, si Rule llevaba mucho tiempo sin dormir, lo mismo le ocurría a ella.
—No tengo sueño.
—Todavía estás cargada de ymu. Su efecto dura más que una comida normal a las que estás acostumbrada. Una vez empiece a desgastarse, quizá te entre sueño. O te sientas débil. O
hambrienta. O quizá simplemente caigas redonda.
Genial.
—¿No lo sabes?
El demonio se encogió de hombros.
—Los únicos humanos de los que sé que tomaron ymu, estaban poseídos. Probablemente tenga efectos diferentes si no tienes a un demonio dentro de ti.
Pero Lily estaba unido a uno… justo al que tenía delante bloqueándole el camino. Rodeó a Gan para acercarse al agua y así poder quitarse el polvo de la garganta.
Gan tiró de ella hacia atrás.
—¡Eh!
—Primero tienes que fijarte en las cosas. ¿Ves eso?
Ahora que Gan se lo señalaba, Lily se fijó. Una pequeña enredadera emergía de una fisura en la roca, justo donde Lily había estado a punto de poner el pie. Pálida y sin hojas, parecía más un gusano albino que una planta.
—¿Y bien?
Gan suspiró fastidiado.
—¿Por qué crees que hemos estado evitando esas cosas?
¿Aquella era una de esas traicioneras enredaderas?
—No lo sé. Te lo he preguntado, pero me has hecho callar. —Lily se acercó para examinar la planta—. Las grandes tienen un color diferente.
—Tienen un montón de sangre en su organismo.
Oh. Lily se agachó aún más para echar un buen vistazo y asegurarse así de que sería capaz de reconocerla en caso de que viera una.
—No veo que tenga boca, pero está cubierta de pelillos. O quizá sean cilios.
—Llámalos como quieras. Son pegajosos. Muy pegajosos. Y son la parte que come.
—¿Cómo? ¿Y por qué es un peligro para mí? Es demasiado pequeña para comer algo más que insectos.
—Podrás marcharte de aquí, sí. Pero la planta seguirá pegada a ti y la savia destruirá tu piel.
Después de aquella explicación, Lily tuvo mucho cuidado a la hora de acercarse al charco.
Cuando se arrodil ó en la orilla, vio gran cantidad de insectos que volaban cerca de la superficie del agua, unos bichos muy bonitos del tamaño de la palma de su mano. Apenas tenían color, pero sus alas eran iridiscentes. Los insectos tocaban ligeramente el agua y se elevaban de nuevo, dejando pequeñas ondas tras ellos.
A Lily no le hacía mucha gracia beber de aquellas aguas, así que simplemente se salpicó la cara. El agua estaba fría. Sintió un cosquilleo en la piel, pero no fue por el frío.
—Está por todas partes, ¿no?
—¿El qué? —Gan saltó encima de una roca cercana al agua y se sentó en un saliente inclinado que le vino a la perfección para acomodar la cola.
—La magia. No es que esté literalmente en todas partes —se corrigió a sí misma. Buscó un lugar cubierto de tierra donde poder sentarse. La roca no era para ella tan cómoda como lo era para el demonio—. Pero existe en el suelo, en el aire, en el agua. —A veces, mientras caminaba, sentía que la rozaba una suave brisa. Pero el aire no se movía. Era solo la magia.
Aquello era distinto, ¿no? Lily estaba segura de que no estaba acostumbrada a estar rodeada por tanta magia en estado puro.
—¿Quieres decir que puedes sentirla? ¿Que la sientes a pesar de no estar haciendo ningún esfuerzo?
—Por supuesto. No hay nada que se interponga entre mi piel y todo lo demás, y soy una émpata, ¿recuerdas?
Gan rió sarcástico.
—Mejor que tú, te apuesto lo que quieras. A no ser que hayas encontrado los tornillos que te faltan.
Lily apretó los puños.
—Lo tuyo no es el tacto, ¿verdad?
Rule se puso de pie y se acercó a ella. Rozó la cadera de Lily con su cabeza. Ella dejó caer su mano sobre el lomo del lobo y con ese simple gesto se sintió mucho mejor. Más tranquila, como si durante mucho tiempo hubiera estado apretando un puño imaginario alrededor de un pensamiento o un miedo, y finalmente pudiera relajarse.
—He recuperado algunos recuerdos —dijo dirigiéndose al lobo, y no al demonio—.
Ninguno sobre mí, pero me acuerdo de… un lugar que no es como este.
Rule hizo un ruido grave y sordo. Lily miró a Gan con la esperanza de que pudiera traducirlo.
—Dice que él recordará por ti. Y ahora, ¿podrías estarte quieta? ¿O es que quieres atraer a un par de erkint?
—Creo —dijo Lily mirando al lobo—, que Gan se preocupa mucho por los ruidos cuando no quiere responder a mis preguntas.
El lobo asintió.
—Tengo un montón de preguntas y probablemente tú también. Pero quizá sea mejor que nos las guardemos hasta que hayamos descansado. —Lily no estaba físicamente cansada, aunque para sus pies sería estupendo poder estar sentada un rato. Estaba agotada por la gran cantidad de preguntas que tenía, por el vacío que sentía en su interior y que solo contaba con el silencio como respuesta—. Ya acribillaré a Gan con preguntas más tarde. Ahora necesito sentarme, y tú necesitas dormir.
Rule titubeó, pero enseguida estuvo de acuerdo y se acomodó en un claro protegido por una elevación del terreno que hizo pensar a Lily en el reborde de un cráter de meteorito. El lobo se tumbó y miró a Lily. Tenía unos ojos preciosos, oscuros y cálidos, y capaces de transmitir todo tipo de sentimientos. En aquel instante, parecían invitar a Lily a acercarse.
Ella aceptó y se sentó junto al lobo. Su cuerpo era suave y caliente, y Lily se sentía bien a su lado. Le acarició el lomo.
—Venga, duerme. Yo vigilaré.
De nuevo, el lobo titubeó.
—No estás acostumbrado a que otro vigile tu sueño, ¿eh? Es cierto que yo no seré tan buen centinela como tú. Carezco de la capacidad de tus sentidos. Pero no necesito dormir, y tú sí.
El lobo suspiró y apoyó la cabeza en el muslo de Lily. Se durmió en cuestión de segundos.
Esto también hizo que Lily se sintiera bien. Sabía que el lobo había estado enfadado con ella.
No había querido que Lily tomara la ymu, ni que hubieran abandonado la seguridad del barranco.
Pero o bien había superado su ira, o la había dejado de lado. Rule había confiado en ella lo suficiente como permitirle velar su sueño, y eso importaba. Importaba mucho.
—Si él no hubiera estado al í con ella… pero, lo estaba, así que no tenía sentido seguir por esa línea de pensamientos. Pero simplemente con el mero hecho de pensarlo surgió un sentimiento… como una de esas olas del mar que todavía era capaz de recordar: rodaba en su interior haciéndose cada vez más grande.
Y también como esas olas que recordaba, este sentimiento tenía cierto toque a sal. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Él era la única cosa buena que tenía.
—Me alegro tanto de tenerte —susurró suave, muy suavemente, para evitar despertarlo—.
Maldita sea, me alegro tanto de tenerte.
Gan soltó una risilla. Lily se secó las lágrimas a toda velocidad y se volvió hacia el demonio, enfadada; pero la criatura no le estaba prestando la más mínima atención. Estaba ocupado con los insectos voladores de alas brillantes. Una de sus manos salió disparada y agarró a uno de ellos.
Lily también debía alegrarse de tener a Gan a su lado. Era cierto que todo lo que el demonio había hecho hasta el momento había sido por propio interés, pero aun así era el que había curado sus heridas.
Gan se metió el insecto en la boca.
Sus hábitos no eran exactamente agradables, pero ella y el lobo lo habrían pasado mucho peor si no hubieran contado con su ayuda.
El demonio agarró otro insecto y se lo dio para comer a una enredadera-serpiente. Gan soltó una risilla mientras el insecto aleteaba frenético.
Ahí tenía una clara razón para no vincularse con Gan más de lo necesario. Apartó la mirada.
Le estaba resultando difícil estarse quieta. Antes había sentido la necesidad de descansar, pero ahora que estaba sentada, sentía el impulso de moverse. Lily había pensado que su nerviosismo desaparecería una vez hubieran dejado atrás aquel barranco encajonado, pero resultaba que había cargado con él durante todo el camino.
Y también se había traído otro sentimiento. Uno que alimentaba su nerviosismo, aunque Lily sospechaba que no era la causa directa. Un doloroso sentimiento de necesidad.
Quería sexo.
Ahora que estaba sentada, quieta, aquella necesidad había saltado al primer plano. Pero había estado sintiéndola durante todo el camino sin prestarle mucha atención, sobre todo desde de que Gan le había dado la ymu. Recordó la súbita oleada de fuerza y energía, como si su sangre hubiera empezado a bullir de forma repentina.
Quizá era así como solía sentirse cuando su cuerpo estaba sano y descansado. ¿No se suponía que los demonios estaban obsesionados con el sexo? Quizá esa necesidad proviniera directamente de Gan, al fin y al cabo estaba unido a él. O quizá fuera culpa de la ymu.
Lily miró a Gan de nuevo. No iba a preguntarlo de ninguna de las maneras.
Gan había dicho que ella y Rule solían acostarse «cuando él no era un lobo». Lily frunció el ceño. ¿Rule llevaba mucho tiempo en forma de lobo? ¿Cómo era cuando no era un lobo?
Lily deseó poder recordarlo. Qué curioso… recordaba el sexo, sabía qué era lo que necesitaba su cuerpo. Podía imaginar cómo era tener las manos de hombre sobre su cuerpo, pero no podía recordar que la hubieran tocado nunca. Intentó evocar una sola imagen, específica: un rostro, un nombre, un lugar. Y fracasó. ¿Cómo era su cama? ¿Con quién solía dormir en ella?
¿Había tenido muchos amantes? O… recuperó otra palabra, pero esta entró en su mente con la sutileza de un martillo.
Matrimonio. ¿Y si estaba casada?
Lily miró al lobo, cuya cabeza seguía apoyada en su muslo. Frunció el ceño mientras intentaba poner orden los pensamientos que la asaltaban. No llevaba alianza… pero también era cierto que su ropa no había llegado allí con ella así que, que no hubiera alianza no significaba mucho.
No se había dado cuenta que había echado mano del pequeño colgante que llevaba al cuello, hasta que sintió que sus dedos se cerraban alrededor de él. El débil y familiar zumbido de la magia le hizo relajar los hombros. Aquel colgante sí que había viajado con ella. Seguramente una alianza habría podido venir también.
El demonio suspiró, estiró sus cortas patas y se reclinó en su cola.
—Me aburro.
¿Acaso el silencio solo importaba cuando el demonio no estaba aburrido? Lily lo miró con gesto de reproche.
—¿Qué? —Dijo Gan—. ¿Tú no te aburres de estar aquí sentada sin hacer nada?
Lily se dio cuenta de que el demonio era como un niño. Un niño malcriado que le arrancaba las alas a las moscas y con ellas alimentaba a las plantas carnívoras. Pero quizá los demonios no durmieran, así que Gan no se daba cuenta de que tenía que guardar silencio o despertaría a Rule.
Lily lo hizo callar.
Gan hizo un gesto de disgusto y arrancó un puñado de hierba carnosa y amarilla.
Lily apostaba a que si empezaba a formular preguntas de nuevo, sería el demonio quien le mandaría callar en actitud asustada. Pero no se iban a mover de al í hasta que ella supiera más cosas.Lily admitió que se había precipitado al tomar su decisión. O había dejado que la presionaran para tomar una. El dolor había sido un argumento convincente que había jugado a favor del demonio. Todavía pensaba que había tomado la decisión acertada, pero se había basado en muy pocos datos. Antes de cruzar la zona y llegar a otra región, Lily tenía intención de conseguir algunas respuestas.
Miró a su izquierda, donde se alzaba aquella barrera turbia que cerraba la boca del valle, como una camiseta compuesta de lycra y de niebla a partes iguales.
Lycra. Camiseta. Lily sonrió satisfecha mientras ambas palabras generaban rodo tipo de imágenes y conceptos en su mente. Gimnasios y hacer ejercicio. Tiendas y grandes almacenes.
Calcetines y zapatillas de deporte… y, oh, ¡ojalá tuviera un par ahora mismo!
Aunque también deseó tener a mano un centro comercial entero para poder hacerse con otras cosas como ropa interior, pantalones, una camisa, un peine… su pelo tenía que estar hecho un desastre.
Su pelo. No sabía qué aspecto tenía. O su rostro.
La superficie del charco estaba demasiado agitada a causa de los insectos y no era un buen espejo. Aunque tampoco había pensando en eso hasta ahora. Ahora necesitaba saberlo.
Alzó una mano temblorosa. Primero tocó su pelo. No muy largo ni muy corto. Liso. Al ponerse un mechón ante los ojos pudo ver que era negro. Y su rostro… se tocó las mejillas, el mentón, pero no sabía cómo unir lo que recibía con la punta de los dedos para formar una imagen. ¿Las orejas debían ser así de grandes? ¿Y la nariz? La suya parecía que estaba bien, pero ¿era grande o pequeña? No sabía cómo de grande tenía que ser la nariz. O los labios. Sus…
¿Qué era eso?
Giró la cabeza con rapidez y sacudió al lobo para que se despertara.
—Despierta. Rápido. Gan, ¿qué son esas cosas?
—Qué son qué… ¡Mierda! —gritó el demonio a la vez que el lobo erguía la cabeza, la sacudía para despejarse y la dirigía hacia donde apuntaba Lily.
Cuatro formas aladas y enormes acababan de salir de la zona y volaban hacia ellos.
—¡Mierda, mierda, mierda! —Gan saltó de pata en pata, mientras se cogía la cabeza con las manos y miraba frenético a su alrededor—. ¡Sabía que era mala idea que nos paráramos aquí! ¡Lo sabía!El lobo ya se había puesto de pie, pero él tampoco sabía qué había que hacer. No había ningún refugio a la vista, nada que los escudara de cualquier ser que viniera volando, y Lily carecía de arma, incluso de la más rudimentaria… Y esas cosas eran enormes.
Y volaban rápido. Ahora Lily podía verlos claramente.
Durante unos instantes, la sorpresa se impuso a cualquier otro sentimiento. Al ver a aquellas cuatro formas sinuosas del color del bronce viejo, volando directamente hacia ellos, deslizándose por el aire con la facilidad con la que una serpiente se arrastra por la tierra, ayudadas por unas alas enormes cuya envergadura podía abarcar a una casa, todo lo que pudo pensar fue: Existen.
Existen de verdad.
Dragones.
Lily sintió que una nariz fría la tocaba.
—¿Qué…? Oh. Sí —dijo mientras el lobo se echaba bajo el borde de una depresión del terreno y se apretaba contra el suelo todo lo que podía—. Sí, ya veo.
No existía ningún lugar al que poder huir, ni ninguna manera de defenderse. Su única oportunidad era intentar pasar lo más desapercibidos posible. Lily se agachó detrás de una roca.
Ya no podía ver a los dragones. La inundó el terror que no había sentido segundos antes.
Sintió la boca seca. Su corazón latía frenético. Giró la cabeza para intentar localizar a las criaturas sin tener que moverse. Así es como se siente un conejo, temblando en la hierba mientras el águila merodea desde el aire, incapaz de ver venir su m uerte, pero sabiendo que antes o después llegará.
Sabiendo que llegará.
Se aferró a la gorguera de Rule. Puede que fuera una mera coincidencia que los dragones volaran hacia ellos. O que tuvieran una visión pobre. Quizá…
El demonio seguía dando saltitos sin saber qué hacer, a punto de sufrir un ataque de histeria.
—¡Me comerán! ¡Sé que me comerán!
—¡Gan! —Gritó Lily—. ¡Les estás ofreciendo un blanco perfecto! ¡Cállate y agáchate!
El demonio la miró fijamente, con sus bellos y extraños ojos abiertos de par en par por el terror.
—¡Me comerán! —chil ó—. ¡Ya no existiré! Tú tienes alma, tú todavía existirás. ¡Pero yo no!
¡Todo lo que soy desaparecerá!
Lily se le quedó mirando sin saber qué decir. ¿Quizá pudiera derribarlo y obligarlo a que se tirara al suelo? ¿Podría? Gan parecía pequeño, pero era mucho más pesado de lo que parecía…
—¡No! —gritó al lobo mientras intentaba evitar que saliera corriendo. Demasiado tarde.
Rule se había escabullido de su escondite y había salido a campo abierto. ¿Había perdido la cabeza? ¿Acaso pensaba que podía luchar contra ellos, o correr más que ellos o…? Oh, no.
—¡Está loco! —El demonio siguió al lobo con la mirada mientras este corría en línea recta, sin preocuparse por avanzar en zigzag, rápido, muy rápido. Estaba claro que no estaba simplemente huyendo de los dragones, sino que seguía alguna estrategia—. ¡No puede ir más rápido que ellos!
No, no podía. Estaba intentando atraer a los dragones hacia él. Se estaba ofreciendo como una presa fácil.