Las cartas están echadas

 

Una noche su madre le habló del señor Richard Forbes, ocurrió mientras peinaba su cabello, antes de decir las oraciones e irse a dormir.

Ella se ruborizó. No podía explicarlo. Amaba a Ned Holmes pero la presencia de ese caballero la turbaba. Aparecía de repente, a veces sin anunciarse, o lo veía en Boston cuando iba con su madre de compras.

—Elaine, ese caballero está interesado en ti, lo he visto en sus ojos. ¿Te agrada?

La joven optó por hacerse la tonta y ruborizada diciendo: “¿qué, quién?”

—Richard Forbes. La señora Withcomb pretende atraparle para alguna de sus hijas pero él no se mostrado interesado, ¿sabes?

A Elaine no le sorprendió, las hijas de Withcomb no tenían belleza ni buenos modales. Sus padres habían echado a perder a las niñas con tanta mala crianza, o eso aseguraba siempre su madre.

Mary Anne creía que el misterioso forastero era el indicado para su hija, y con ese fin se propuso oficiar de casamentera.

—Madre, Ned Holmes… Sabes que siempre he soñado con casarme con él.

—Ned se ha marchado del pueblo Elaine. No ha regresado. Ese joven no tiene un porvenir y tu padre dice que es papista.

Entonces le habló de la mansión de Willows house, de sus modales, de sus creencias protestantes. Y de lo guapo que era…

—Creo que ese caballero está seriamente interesado en ti hija, espero que no te arrepientas de haberlo rechazado.

Mary Anne era realista. No quería ver a su hija mal casada, o casada con alguno de los granjeros parientes de su marido. Esa rama de la familia Lowell Lawrence estaba perdida. No había refinamiento alguno en ellos, y no hacían más que dejar preñadas a sus esposas todo el tiempo hasta que las mataban. Ella no quería esa vida para su pequeña Elaine.

La ausencia de Ned, y un futuro siendo la señora en la mansión de Willows hicieron que la joven se sintiera deslumbrada y confundida, y que su turbación aumentara cada vez que Richard Forbes se acercaba a hablarle.

Debía reconocer que era guapo, pero ay, todavía amaba a Ned, no podía alentarle en modo alguno, no habría sido honesto.

Entonces llegó el día de acción de gracias.

Richard Forbes tenía a sus parientes en el Norte, dijo que no podía viajar en esos momentos y su padre dijo que podía quedarse a pasar con ellos a festejar un día tan especial.

Recorrieron juntos los jardines una mañana y él se acercó despacio cuando llegaron al río. La atracción entre ambos fue instantánea. Elaine temblaba como una hoja cuando el misterioso forastero la envolvió lentamente entre sus brazos y la besó.

Un beso suave y profundo, y su respuesta tímida despertó aún más ese deseo tenaz que sentía por la joven.

—Señorita Lowell, cásese conmigo. Necesito una esposa dulce y hermosa, una esposa como usted—fueron sus palabras.

Ella no pudo escapar de su  mirada ni de esas sensaciones que la confundían.  El destino parecía haberlos unido, el destino y la necesidad de huir del dolor que ambos sentían.

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Un mes después pidió la mano de la joven Elaine Lowell y sus padres lo aceptaron encantados. Mary Anne se emocionó cuando su esposo le habló de la entrevista que había tenido con el caballero Forbes. Su hija viviría en una mansión y sería la esposa de un hombre notable. Heredero del más antiguo linaje de Boston.

Las cartas estaban echadas, habría boda y una nueva dama para Willows house.

Cuando los criados se enteraron, con la noticia de que debían preparar nuevas habitaciones para los recién casados se estremecieron y persignaron. Otra novia, otra esposa Forbes...

El ama de llaves se atrevió a pedir en las plegarias que nada malo le ocurriera a la nueva señora de la mansión de Willows house.