IV
—Tengo un recado para Rod Britt —dijo Maud, cautelosa, mirando a su nueva compaúera de guardarropía.
La otra levantó la ceja.
—¿Rod Britt? Me suena.
—Piensa.
Las dos recogían las prendas de los clientes. Eran las doce de la noche.
—Se lo preguntaré al barman. Me suena mucho ese nombre. Pero ten presente que no llevo aquí mucho tiempo. Hay muchos Britt en Los Angeles y en toda California.
—Cuando veas al barman o a un camarero amigo, pregúntaselo. No le digas por qué quieres saberlo.
Greta la contempló un segundo con curiosidad. ¡Era tan fina aquella compañera! Cuando días antes la encontró allí, le resultó simpática. Ella disponía de un apartamento, y le propuso vivir con ella. Maud repuso que ya disponía de un apartamento para sí sola.
—¿Es que te gusta, ese Britt?
—Claro que no.
—Está bien, está bien. No te alteres. Lo preguntaré en la primera ocasión.
A las tres de la madrugada, ambas amigas se reunían en la salida para dirigirse a sus respectivos apartamentos.
Era invierno. Enero, precisamente. El mes más triste para Maud. Levantó el cuello del abrigo y perdió las dos finas manitas en los guantes de piel.
A su lado, Greta miró a un lado y a otro.
—Hoy no me espera mi novio —dijo Greta.
En el guardarropía del night-club ganaban buenas propinas y un sueldo decente. Emparejaron las dos, en dirección a la parada del «bus».
—No has preguntado por Britt, ¿verdad?
Greta lanzó una exclamación.
—Claro que pregunté. Se me olvidaba. Britt hay muchos, como pensamos tú y yo, pero si se trata de Rod Britt, no hay más que uno en Los Angeles, y lo conocen en todos los lugares donde la gente se divierte.
El corazón de Maud dio un salto loco, pero no hubo en su rostro reflejo alguno que denotara su callada ansiedad.
—¿Sí? ¿Es vendedor de periódicos?
—Ya, ya. Es el hijo menor de una poderosa familia de financieros.
El corazón de Maud empezó a palpitar rápidamente.
—¿De… financieros?
—Eso es.
Ambas se detuvieron en la parada. Había dos o tres rezagados junto al poste, con los cuellos del gabán subidos, la cabeza perdida en el pecho, como si la prategieran del frío, y las manos hundidas en los bolsillos.
Greta comentó:
—El frío es insoportable. ¿Cuándo llegará, el verano? Detesto el invierno.
—¿A quién le preguntaste lo de… Britt?
—Al barman. Dice que Rod Britt viene al night-club un día sí y otro también. Cuando dispone de dinero, es muy capaz de cerrar el local para él solo, y cuando no lo tiene, se sienta en un rincón y hace la caricatura del personaje más importante.
Maud sentía una loca necesidad de saber cosas de el. Pero no sabía cómo desatar la lengua de Greta sin llamar la atención de ésta.
—¿Y… de dónde saca el dinero cuando lo tiene?
—Mujer, ¿no te lo he dicho?
El «bus» estaba allí. Ambas subieron. Las puertas automáticas se cerraron y el vehículo se perdió avenida abajo.
—No me lo has dicho —susurró Maud.
—Su padre tiene varias fábricas de productos químicos en todo el estado de California. Su hermano Gerard, es como un gerente general. Trabaja con su padre, y es hombre serio y grave, todo lo contrario de su hermano Rod. Este es como la ovejita mala de la familia. Cuando se cansa de Los Angeles, va a Hollywood, y allí sale con las artistas más rimbombantes. Y si no a Las Vegas, y se gasta en un día la paga de todo el mes. O firma las facturas para que se las pasen al cobro a su padre. Es un tipo pintoresco. Si tienes, como dices, un recado para él, será mejor que se lo envíes por correo. Tú eres mujer bonita, y a él le gustan las mujeres como tú Líbrate de esa pesadilla.
El «bus» se detenía, y Greta se dirigió a la salida.
—Hasta mañana. ¿Quieres que te llame por la tarde? Podemos vernos antes del tumo de la noche.
—No puedo. Tengo muchas cosas que hacer.
—Buenas noches.
Saltó, y Maud quedó con la frente pegada al cristal.
Rico, sinvergüenza y cínico… Bien. Ya sabía más que demasiado.
«Desde este instante —pensó— me dedicaré a defender lo que considero me pertenece. No sé cómo. Creo que cualquier arma que esgrima en este asunto, será buena. Es mi marido. Puede que él se haya casado de mentirijillas, pero yo me he casado de verdad. Y voy a defender lo que me pertenece. Aún no pensé la forma mejor y más convincente de hacerlo, pero es evidente que voy a luchar con todas mis fuerzas para conseguirlo.»