Cautiva

LOS primeros días fueron difíciles, la joven no dejaba de llorar y temblar haciéndolo sentir como un reverendo hijo de puta. Esa era la verdad y tal vez sí fuera un reverendo hijo de perra, no quería serlo por supuesto pero... Él sólo quería una noche de sexo con su cautiva, luego la dejaría ir. No pedía tanto, pedía muy poco.

Así que le compró ropa nueva, un oso blanco de peluche, bombones y todas las niñerías que se les regalan a las novias adolescentes porque él había tenido otras novias y recordaba lo que le gustaba a las jovencitas.

Ella aceptó los regalos sin demasiado entusiasmo mientras intentaba convencerle de que todo había sido una locura lamentable.

—Quiero regresar a mi casa, mi madre... Creo que notó que me pasaba algo y ha de pensar que...—dijo y comenzó a sentirse mareada, débil.

La noche anterior habían conversado y ella había aceptado resignada dormir en la única cama que había en el apartamento que era la suya, pero él no la había besado ni tocado, sin embargo sentía sus miradas intensas y tenía miedo, mucho miedo y de pronto lloró y sus mejillas se pusieron rojas y él la observó con curiosidad.

—Deja de llorar, pareces un pollito mojado... Ven aquí, tranquila...

La abrazó muy despacio y sintió que la joven sollozaba mucho más, desbordada.

—SCH... Tranquila, no voy a hacerte daño, te lo prometo, sólo quiero una noche de amor contigo, luego, prometo que te dejaré ir, enserio que lo haré...

Ella lo miró tan furiosa como asustada.

—Yo no voy a dormir contigo, ni siquiera te conozco y además... Nunca lo he hecho nadie aunque no me creas y no quiero hacerlo.

Forcejearon y él la besó, no pudo contenerse, atrapó sus labios y llenó su boca con su lengua, hambrienta de ella, de su cuerpo. Su corazón comenzó a latir con fuerza, el suyo, el de ella. Chiara quería golpearlo y escapar, y él, quería desnudarla y hacerle el amor sin parar todo el día. La había dejado en paz pero debía volver a intentarlo, acercarse a su cautiva hasta que comprendiera que era suya y nunca la dejaría ir. Le gustaba que fuera suya: robada, cautivada, y seducida. Faltaba lo último y él lo conseguiría.

De pronto dejó de resistirse, de luchar y él la miró pensativo mientras acariciaba su cabello y de pronto ella habló mirándolo con fijeza.

—¿Por qué haces esto? ¿Por qué un joven guapo como tú debe raptar a una muchacha para poder tener sexo? No puedo creer que no tengas una chica para salir.

Había llorado, suplicado pero nada de eso servía con un raptor perturbado como ese. Porque debía sufrir algún trastorno, algún desorden psíquico.

Él la miró y sonrió de forma extraña.

—Porque me gustas—fue su respuesta.

—Pero yo nunca te había visto y... Debes tener chicas que te llaman para salir o...

Ahora él estaba serio.

—No quiero follar con zorras, estoy harto de las rameras, preciosa. Mi novia era una de ellas y un día la encontré teniendo sexo con unos amigos y amigas, se divertían a lo grande en su apartamento. Pero a mí nunca me invitó a sus fiestas, eso es lo que no puedo perdonarle—rió con amargura.

La joven lo miró con pena, ahora entendía... Estaba trastornado porque la joven que amaba lo había traicionado.

—Lamento lo que te pasó pero yo... Debo regresar a mi casa, y recuperar mi trabajo, soy pobre, necesito el dinero y mis padres son personas mayores que... Escucha, todos hemos sufridos decepciones, pero eso no significa que debamos hacer daño a las personas, si realmente querías salir conmigo debiste acercarte a mí de una forma más natural, no comprendo por qué tenías que raptarme. El rapto es un delito y también es una tortura. Yo entiendo que estés pasando por un mal momento ahora, deberías buscar alguna ayuda terapéutica.

Él se acercó a ella y no la dejó hablar más, volvió a besarla: sus labios, su cuello y quiso seguir un poco más.

—Gracias por preocuparte por mí preciosa, eres muy dulce, ¿lo sabías? Pero dime algo: ¿cómo es que nunca lo has hecho? ¿Es verdad eso o me lo dijiste para que no te tocara?

—Yo no mentí, no salgo con muchachos, no me interesa eso ahora, estoy estudiando y quiero terminar mi carrera y estar tranquila.

—¿Y no sientes curiosidad por el sexo, no sientes deseo de experimentar qué se siente?

Ella quiso apartarlo pero él era muy fuerte y no se le antojaba dejarla en paz todavía.

—No dormiré contigo y esto que has hecho es un delito César, pero yo estoy dispuesta... Yo no te denunciaré si me dejas regresar a mi casa ahora, lo prometo.

Él tomó su rostro redondo tan bonito de labios rojos, mejillas redondas y ojos muy azules. Era preciosa y no se cansaba de mirarla y de preguntarse cómo una joven tan bonita no tenía novio ni deseaba hacer el amor.

—¿Y qué pasó con ese novio del verano? Cuéntame, quiero oír la historia.

Al parecer su raptor escuchaba cuando tenía ganas, y en ocasiones sus preguntas quedaban sin respuestas, hacía lo que se le antojaba, tal vez su cabeza no coordinaba ni funcionaba con normalidad.

—Mi novio era un cretino, sólo quería sexo, como los demás, no me daba tiempo a desearlo ni a decidirme... No quería hacerlo con él ni con ningún otro porque comprendí que yo no les importaba un rábano, todos los que se acercaron a mí querían dormir conmigo porque les gustaba y me deseaban, como tú... Por eso te digo que no voy a hacerlo contigo. Lo haré el día que me enamore, el día que realmente siento que me aman, ¿entiendes? Y será mi decisión, no seré presionada por ningún cretino.

Debió decir cretino raptor pero no se atrevió. No quería que se enfureciera, tenía un temperamento bravo, ya lo había notado al comienzo.

—Bueno, para enamorarme necesito un poco más de tiempo, tal vez ya esté algo enamorado de ti preciosa, al menos no he dejado de espiarte durante meses, eso de por sí es una prueba de amor ¿no lo crees?—dijo y volvió a besarla despacio, un beso suave pero intenso.

—¿Me espiabas? Pero yo sólo te vi una vez en el centro y no te conozco de nada.

—Bueno, entonces te quedarás aquí hasta me conozcas y te enamores de mí...

Ella frunció el ceño.

—El amor nace sin que te des cuenta, no ocurre como tú crees. Y no puede forzarse ni... Si crees que encerrándome en tu apartamento o si crees que forzándome a tener sexo contigo voy a enamorarme de ti te equivocas... Te odiaré si haces eso y luego te denunciaré.

—No, no lo harás—el raptor parecía muy seguro de sus palabras—Presiento que te vas a enamorar de mí, sólo necesitas un poco de tiempo, ven aquí—dijo y la tendió en la cama para que durmiera abrazada a él esa noche.

Ella se resistió pero luego, exhausta se durmió entre sus brazos. No lo había conseguido, no había podido hacerle razonar que lo había hecho era un delito, tal vez con los días comprendiera que había cometido una locura, tal vez...

*******

Pasaron los días y su raptor no daba muestras de querer liberarla. Chiara llamó de nuevo a sus padres para tranquilizarles y logró inventar una historia verosímil. Estaba pasando unos días en casa de un joven con quien salía, un compañero de trabajo. Aseguró que regresaría el sábado próximo, pues él había dicho una semana...

No volvió a tocarla ni a besarla pero todas las noches debía dormir con él sin ropa, en su cama.

Era algo extraño vivir con un desconocido que además planeaba llevarla a la cama pero tras vencer el terror de los primeros días logró serenarse y mostrarse dócil. Y cuando la señora que hacía la limpieza fue un día ella se quedó mirándola boquiabierta.

—Buon giorno signorina—dijo la mujer con naturalidad.

Ella miró a su raptor perpleja, de no haber estado presente le habría pedido que la ayudara a escapar pero él estaba allí...

Siguió sus movimientos y su mirada tropezó con la de César que la observaba muy serio.

—Señora María por favor, le ruego que prepare algo para mi novia, sufre del estómago y no puede comer esas pastas congeladas y...

La mujer sonrió y puso manos a la obra. Comenzó a cocinar y luego fregó todo, pasó la aspiradora.

César se marchó al trabajo y Chiara se quedó como hipnotizada viendo la aspiradora hacer un ruido infernal. No se atrevió a pedirle ayuda, tuvo miedo, por primera vez comprendió que su raptor la tenía atrapada.

Esa noche, mientras miraban televisión luego de cenar pasta en salsa de hongos regada con abundante vino tinto, sintió sus brazos rodeando su cintura y besándola con el mismo fuego que había en su piel. “No, no” se resistió y quiso gritar pero él siguió besándola despacio con el mismo fuego, llenándola de caricias suaves. Olía a sándalo, era un demonio perverso, era su raptor y no debía...

No la desnudó con prisa ni le pidió caricias, de haberlo hecho ella habría escapado.

“He bebido vino, eso debe ser” pensó ella.

—Eres preciosa Chiara, estás hecha para el amor y debes despertar, deja de temblar... No voy a forzarte, lo prometo—le susurró.

Pero ella se asustó al sentir el deseo recorrer su piel y experimentar esa sensación de peligro y terror.

—No, por favor, no...—suplicó la joven temblando.

Él la retuvo entre sus brazos y la miró.

—Tranquila, no voy a hacerlo ¿entiendes? No hasta que tú lo desees tanto como yo...—le susurró y la abrazó con fuerza hasta que dejó de temblar.

Una semana era muy poco tiempo, necesitaría dos o tal vez unos meses, no era sencillo, esa joven se resistía al deseo, aunque su cuerpo quisiera responder, ella se negaba, se asustaba. El sexo le daba miedo. Pero allí estaba él para lograr vencer su resistencia y hacerla florecer y convertirse en mujer. Sería un desperdicio que ocurriera lo contrario.

La observó acurrucada en su pecho. Estaba en ropa interior y no la dejó ponerse el camisón, quería sentirla así... Era tan suave y delicada. Se estaba involucrando con esa chiquilla, eso no era conveniente para él, odiaba perder el control de la situación, eso no estaba en sus planes además. No quería ni lo necesitaba pero tampoco podía impedirlo.

Seducirla no sería sencillo y para lograrlo debía convencerla de que ella le importaba, supuso que era de las chicas que prefería una pareja estable, un hogar, niños...

No lo haría sin una buena razón. El sexo podía ser atracción, emocional, calentura del momento pero luego se transformaba en algo más cerebral. O tal vez ella buscaba excusas para no ceder a la tentación.

****

Llegó el viernes y Chiara comprendió que ese psicópata no era tan loco como parecía: él tenía planes. Sospechaba que quería seducirla y con ese fin la enredaba en esas charlas que casi parecían una terapia para ella. No quería una terapia, ni que la ayudara con su virginidad, lo que quería era regresar a su casa y a su vida de siempre. La mantenía contra su voluntad, el rapto era una tortura, un delito, y esos días había dejado de ser ella y no sabía... No sabía quién era en realidad.

Debía escapar y volver al mundo real cuanto antes.

Lo más triste era que empezaban a gustarle sus besos y casi se había acostumbrado a su cautiverio, como si él ejerciera no sé qué poder maléfico sobre ella, un poder de seducción insólito e inesperado pero tan fuerte que no podía resistirse.

Él era un hombre seductor y no se explicaba cómo siendo como era: guapo, joven y musculoso estaba solo, sin una novia ansiosa de montarlo día y noche. Bueno, ese joven no quería compromisos y una novia era un compromiso.

Chiara observó el apartamento, estaba vacío y sin embargo sentía su presencia en todas partes, su olor, su voz... Se preguntó si al regresar a su vida normal podría olvidar esos días en su apartamento, si no vería su auto negro en todas partes si no sentiría ese olor que le era familiar...

Debía buscar su bolso con sus cosas, no podría ir muy lejos sin él, allí tenía sus documentos, sus tarjetas y...

Revisó el placar principal, no le gustaba hacerlo pero no tenía opción, quería escapar, necesitaba escapar.

Buscó desesperada y con prisa, preguntándose dónde habría escondido sus pertenencias, debió dejarlas en algún lugar...

Se trepó al placar con una silla y entonces la vio, al fondo de todo: su pequeño bolso con sus documentos, sus pinturas, perfume, cartas, sus tarjetas y el dinero. Todo estaba intacto. Ese día estaba de suerte, debía aprovechar y darse prisa. Observó la puerta a la distancia sabiendo que sólo podría gritar y pedir ayuda, porque jamás podría conseguir la llave para abrir, él se la llevaba siempre. Tomó su bolso y corrió, no podía perder el tiempo, y entonces gritó, pidió ayuda mientras golpeaba la puerta de calle. Luego pegó el oído para escuchar la respuesta. El silencio de ese piso era desesperante, nadie respondió, debía golpear más fuerte y lo hizo con ambos puños.

De pronto escuchó pasos, alguien se acercaba, ¡oh, estaba salvada!

—¡Ayúdeme por favor, estoy encerrada aquí me han raptado, llame a la policía!

Los pasos se acercaron y entonces notó que alguien introducía la llave en la cerradura, con mucha calma y precisión. ¡Oh, su secuestrador había llegado antes de tiempo, no podía ser!

La puerta se abrió en un santiamén y volvió a cerrarse y ella vio los ojos cafés de César echando chispas mientras la miraba con rabia. Ahogó un grito de terror y corrió, corrió por todo el apartamento desesperada, él la siguió corriendo con la velocidad de un gato. Esa excitante correría la dejó sin aliento, él la atrapó antes de que pudiera llegar al baño, él único lugar dónde podía encerrarse tranquila.

Su raptor estaba hecho una furia y llevándola hasta la cama y sin decir nada la ató con cuerdas con mucha precisión.

—No por favor no me ates—gritó ella desesperada.

—Quieta, te quedarás ahí atada hasta que se me antoje—dijo él con rudeza.

Y estuvo tentado a amordazarla pero maldita sea, no podía hacerlo, sus labios, no quería que sufrieran ningún daño, eran tan bonitos.

—Si vuelves a gritar te dejaré amordazada, ¿entiendes?

Chiara sintió como esa cuerda rodeaba su cuerpo hasta dejarla inmóvil, indefensa y lloró, odiaba que la ataran y odiaba a ese loco más que nunca.

—¿Así que intentando escapar? Pues ya es hora de que aprendas modales o te daré azotes muñecas, soy un domn ¿sabes? Y de aquí en más me dirás amo César porque eso es lo que soy ahora preciosa: tu amo. Y no podrás regresar a tu casa hasta que hayas aprendido a follar como dios manda, ¿has entendido?

Sus palabras la hicieron estremecer porque apretó bien las cuerdas y luego le quitó el vestido a jirones mientras se desnudaba con prisa.

—No, no por favor...

—Dime amo, preciosa, llámame amo o te daré azotes como hacen los amos con sus sumisas desobedientes. ¿Me has oído? No estoy jugando, ¿quieres que te muestre el látigo que tengo en mi placar?—sus ojos echaban chispas mientras se quitaba lentamente la corbata y la camisa de ejecutivo luego de tirar los jirones de su vestido al piso. No podía ser tan malvado, había prometido...

—No, por favor tú prometiste que no me harías daño.

Él ignoró sus palabras e impaciente fue a su ropero y le mostró un látigo negro, una especie de fusta corta muy efectiva para dar nalgadas a las mocosas impertinentes.

Chiara lloró y en un momento quedó roja como un tomate.

Bueno, él no podía ponerse sentimental en esos momentos bueno, en realidad no era un tipo sentimental para nada, así que se acercó con su fusta y le dijo al oído:—No me has respondido muchachita. Dilo, quiero escucharlo de tus labios. Quiero que me llames amo César ahora.

Ella estaba agitada y tenía terror a ese artefacto y no podía creer que... al diablo con eso, si no se mostraba obediente le daría una paliza.

—Sí mi amo, eres mi amo César. No volveré a escapar, lo prometo, si me desatas ahora... yo...

—No voy a desatarte, te quedarás así hasta que se me antoje lo contrario. Te ves bonita así en ropa interior y cuerdas. Como una sumisa, aunque deberé conseguirte un traje negro como llevan las chicas de esos clubes. Ahora deja de llorar y obedece, soy tu amo y estoy hablando en serio.

Ella siguió todos sus movimientos asustada, y notó que se servía una cerveza de la nevera pero todavía conservaba la fusta. Tragó saliva varias veces y procuró serenarse, seguramente la estaba asustando, él no era malvado, sería incapaz de pegarle con ese horrible látigo corto. Dios, ¿dónde habría conseguido ese horrible artefacto? Estaba tan asustada que permaneció callada observándole con fijeza.

Él también la miraba con atención, sin su camisa y con ese pantalón de vestir, el pecho ancho y fuerte parecía un titán, sus brazos...

Al sentir su mirada se ruborizó, sus miradas se unieron y ella apartó la suya sonrojada, estaba indefensa y en ropa interior, y a merced de ese lunático que decía ser su amo. Pues no lo era, nunca lo sería, ¡ella no era su esclava, maldita sea!

Bajó la mirada y se dijo “no voy a llorar, no debo mostrar debilidad, no debo hacerlo”...

De pronto sintió un olor que le era familiar y vio una jarra llena de cerveza cerca de sus labios, él la sostenía con mirada furiosa.

—Es para ti, pequeña, bébela—le ordenó.

—No—respondió ella en un gemido.

—No te lo estoy pidiendo, es una orden Chiara—el tono era frío y sus ojos echaban chispas.

La joven bebió un sorbo y él le dio a beber paciente más de la mitad. ¿Alcanzaría para embriagarla como planeaba?

—No bebes, no fumas, no haces el amor... ¿Acaso no has pensado que tu vida es un completo tedio exenta de placer? Tú no sabes lo que es vivir la vida pequeña ¿no es así? Pareces una autómata: trabajas, estudias, ves a tus amigas, vuelves al trabajo, a la universidad... Rutina, nada de emociones, nada que sea intenso ni que valga la pena.

Ella lloró, tenía razón pero no le importaba, jamás se revolcaría como las rameras ni haría esas cosas horribles de las que hablaban sus amigas: sexo oral, sexo anal, follar sin parar toda la noche... Beber, embriagarse, follarse al mejor amigo sólo porque tenía buen físico... Mentir, robar galletas del supermercado. Sus amigas hacían cualquier cosa y era extraño pero le gustaba oír hablar de sexo, el sexo era un enigma para ella por él que sentía curiosidad, aunque no lo practicara, no podía evitar preguntar ni querer saber cómo era.

—Bebe. Es una orden Chiara—insistió él—Deja de llorar, quiero ayudarte muñeca...—insistió y acarició su cabello con suavidad, le gustaba la textura y el olor...Y sus manos recorrieron sus hombros hasta llegar ambas a sus pechos. Pero tocarlos no era suficiente para él, necesitaba deleitarse con ellos y lamerlos con suavidad, besarlos despacio.

Ella cerró sus ojos porque no podía hacer otra cosa, estaba atada, inmovilizada y comenzaba a sentirse mareada por la cerveza. Al cerrar los ojos las sensaciones se multiplicaron y cuando la desnudó: gimió y quiso quitarse las cuerdas pero sabía que era imposible.

—Tranquila pequeña, sólo quiero despertarte, abre tus ojos ahora.

Obedeció y sus miradas se encontraron. Él también se había desnudado pero conservaba un bóxer negro de licra que mostraba claramente su sexo abultado y listo para entrar en acción.

—Mírame, ¿crees que soy un monstruo?—dijo con suavidad.

No, no lo era, o tal vez sí, ella no estaba segura, la cerveza se la había subido a la cabeza y empezaba a sentirse húmeda y confundida.

—Dilo. ¿Crees que soy un monstruo?

—No, no lo eres.

Él sonrió.

—Dime amo, preciosa.

—Sí, amo.

—Así está mejor. La naturaleza nos hizo como somos: hombre y mujer, todos tenemos un cuerpo a menos que seamos extraterrestres. No debes avergonzarte de tu cuerpo, eres preciosa, eres una joven mujer hermosa... Y tímida. ¿Por qué te avergüenzas?

Ella lo miró desesperada.

—Estoy atada, amarrada a esta cama, por favor desátame... Tú dijiste que no me obligarías, lo prometiste.

Él sonrió.

—¿Y tú te fías de la promesa de un loco? Dije que no iba a hacerte daño y no lo haré, eso es verdad pero creo que debo intentar lograr algo antes de que te escapes, ¿no crees? Si no lo hago seré un completo imbécil y ya fui imbécil una vez, hace tiempo.

Su raptor se acercó y besó sus pechos lamiéndolos lentamente con suavidad, pero lo que quería saborear era ese tesoro escondido entre sus piernas. Su respiración era agitada, el aliento caliente y sus labios húmedos succionaros sus pechos casi al mismo tiempo.

La joven le suplicó que no hiciera eso, asustada, avergonzada.

—Tranquila, no te pediré que hagas nada, hoy mi placer será tu cuerpo y debo saciarme de él, ¿entiendes? Debo tener lo que deseo: soy tu amo y tú te quedarás como estás: atada y anhelante.

Arrancó su bikini blanco y observó su pubis pequeño y virginal. Una fruta verde que debía hacer madurar cuanto antes, no podía pasar su vida colgada al árbol.

Así que la tocó con suavidad y aguardó, estaba tan excitado que lo habría hecho en esos momentos pero debía ser paciente y esperar...

Chiara quiso escapar pero una nueva reprimenda y la visión de la fusta la obligaron a quedarse donde estaba. Cerró los ojos para no ver lo que planeaba hacer, era demasiado terrible para ella, vergonzoso, sucio, espantoso...

Pero él fue paciente, no se abalanzó sobre su sexo con forma de corazón, cubierto con escaso vello rubio, quería tocarla despacio, muy lentamente y sentir su olor. Ella suplicó “no, no, por favor”...

Hasta que sus labios llegaron al tesoro celosamente guardado y escondido y con su lengua abrió los pliegues para saborearlos lentamente.

No quería ver, no quería hacerlo pero la sorpresa fue tan grande que lo hizo, y al ver besando su sexo, acariciándolo con suaves lamidas creyó que se desmayaría. Su mirada en ella la había excitado y al comprender que lo haría de todas formas también y se estremeció, tembló de pies a cabeza mientras él liberaba sus pies para abrir aún más sus piernas.

Oh, estaba húmeda, húmeda y deseando que continuara y cayó laxa en la cama, incapaz de moverse mientras pensaba que nunca había tenido sensaciones tan fuertes en su vida. Sus besos y suaves lamidas la despertaron, la dejaron húmeda de repente. Inmóvil, cautiva, pero él la había desatado en parte y aflojado las otras cuerdas. Eso le dio alivio y sin embargo sus besos le gustaban.

Su raptor sintió que su cautiva despertaba y respondía a sus besos y eso lo volvió loco lamiéndola con más ferocidad y desesperación mientras desataba sus manos. Luego la abrazó despacio y aguardó, no estaba seguro de querer hacerlo todavía pero la deseaba como un demonio y estaba húmeda para recibirle, para él...

—¿Estás bien, preciosa?—le susurró.

Ella no lo sabía, estaba agitada, excitada y no entendía por qué se había detenido. El sí lo sabía y volvió a besarla con suavidad mientras atrapaba sus caderas y rozaba su miembro contra su sexo. Tenían todo el día para hacerlo, no había prisas... y quería que estuviera a punto para recibirle, si es que realmente quería hacerlo.

Esta vez no lo detuvo cuando besó sus pechos y la llenó de caricias íntimas, que la dejaron más húmeda que antes. Húmeda y anhelante de más como si la mujer encerrada en su cuerpo hubiera despertado de golpe y quisiera sentir esas sensaciones embriagadoras y nuevas, desconocidas para ella.

Y al sentir que gemía estremecida pensó que había llegado el momento que tanto había esperado, no podría aguantar más y tomando a su cautiva con fuerza le abrió las piernas despacio.

—Chiara, estás temblando, ¿quieres que me detenga? No lo haré si no quieres preciosa, me detendré ahora—dijo su raptor, porque a pesar de ser un loco no iba a obligarla.

Pensó que iba a detenerle, era su oportunidad de escapar y no quería forzarla, ni...

Sin embargo ella lo abrazó con timidez y le rogó que la besara de nuevo. No sabía qué le pasaba, por qué sentía tantas ganas de sentir sus besos cuando rato antes había estado tan asustada amarrada a la cama.

Él la besó con mucha suavidad, estuvo horas a su lado, besándola, acariciándola hasta que logró vencer cualquier resistencia.

—Relájate preciosa, tranquila, será doloroso pero luego te gustará, estoy seguro... Dios eres una criatura ardiente, preciosa...

Chiara gimió al sentir que tomaba sus caderas y las abría, entrando en ella lentamente. Su miembro la llenó por completo y la sensación era extraña y embriagadora. Fue doloroso al principio pero él fue tan suave y delicado, que el dolor pasó rápido y pudo disfrutar del roce suave que la convertía en suya y en mujer. Lo abrazó con fuerza mientras él suspiraba y le murmuraba “preciosa, ¿estás bien? Hermosa. Chiara...” Y ella lloró emocionada al oír sus palabras, no sabía qué le pasaba, o tal vez sí lo sabía...

Nunca creyó que sería así ni que llegaría a desearlo como lo deseaba en esos instantes. Sintió cómo la penetración se hacía más profunda y el roce más ardiente, y de pronto notó que la dejaba húmeda, empapada con su semen. Dios, no se había cuidado, lo habían hecho así, siguiendo el impulso del momento y del deseo...

Pero para él fue mucho más que un deseo satisfecho, ese momento fue el mejor de su vida en mucho tiempo y cuando estalló de placer sintió que liberaba su alma...

—Preciosa, ¿estás bien?—quiso saber.

La joven lo miró confundida y él la besó con suavidad. Todo el ritual amoroso había sido una locura y la deseaba, estaba loco por ella y por hacerlo de nuevo, tenía tanto que enseñarle...

—No te cuidaste César—le reprochó—No quiero quedar preñada o que luego...

Él sonrió tentado, esa jovencita solía decir esas cosas en los momentos más inesperados, sin embargo tenía razón, ni siquiera pensó en usar un maldito condón.

—No temas, no ocurrirá, fue sólo una vez, ven aquí... Además soy sano, siempre uso látex pero hoy se me olvidó.

Quería hacerlo de nuevo, una vez era muy poco y besó su cuello y acarició sus pechos.

—Oh César no, debemos cuidarnos, cuídate por favor...

Él besó su cuello y le susurró al oído:—Luego preciosa, luego lo haré... Ahora quiero sentirte así cada instante. Por favor...

Atrapó sus pechos con desesperación lamiéndolos con suavidad, atrapando su cintura y luego su vientre para deleitarse con el olor de su sexo y su sabor. Tenía tanto que enseñarle pero primero debía despertarla de nuevo, hacer que se estremeciera, era una jovencita apasionada y ardiente, necesitaba ser despertada... Mucho más pero primero debía convertirla en su mujer, su amante...

Esa noche decidió no cuidarse, no pudo, no llegó a tiempo, no le importó, pensó que no pasaría nada si lo hacían de esa forma.

Tres veces lo hicieron y no fue suficiente para él, quería más y sabía que nunca se sentiría satisfecho.

Ella se durmió abrazada a él sin pensar en nada, con la mente en blanco sintiendo una paz que no había experimentado en mucho tiempo. Feliz, satisfecha y cansada sintiendo ese perfume de su piel que ya le era familiar.