1 Uno de los documentos más antiguos y sin disputa el de mayor importancia e interés, que han llegado a nosotros relativos a la vida y costumbres de la Germania en el tránsito del conocimiento y colonización por Roma, es este del insigne historiador Cayo Cornelio Tácito.
Es un relato vivo sobre fuentes vivas. El autor opera con materiales directos: sus observaciones, que salpica de comentarios sustanciosos, están llenas de virilidad e interés. Los hechos llegan a la retina, y de la retina al cerebro, con tensión de primera magnitud. Los juicios que produce el choque son elocuentes, certeros e intencionados, aunque la intención revista, las más de las veces, un sentido de acritud, que, casi siempre, es manifestación de sinceridad. Según todas las investigaciones que conocemos, los hechos son exactos y puede asegurarse con fundamento, que el padre del autor, sino él mismo, lo que es más verosímil, fue procurador de Roma en Bélgica, y que a este observatorio llegaron en detalle las noticias y datos que de manera magistral utiliza, y que se hallan refrendados con la máxima calidad por todos los espurgos que han podido hacerse a lo largo de los siglos y que prueban de manera definitiva la exactitud material de los hechos. “En cuanto a su calor moral dice Carlos Coloma, Tácito pintó a los Germanos como Montaigne y Rousseau a los salvajes, en un acceso de mal humor contra su patria. Su libro es una sátira de las costumbres romanas, el arranque de un patriota filósofo que cree encontrar la virtud donde no halla ni la vergonzosa molicie, ni la depravación sabia de una sociedad decrépita. No se crea sin embargo que era todo falso, moralmente hablando, en esta obra inspirada por el enojo: la imaginación de Tácito es esencialmente robusta y veraz”, o, como dice Guizot en su Historia de la civilización en Francia, “cuando quiere simplemente describir las costumbres germanas, sin alusión al mundo romano, sin comparación, sin deducir de ellas ninguna consecuencia general, es admirable y se puede dar entero crédito no sólo al dibujo, sino al color del cuadro: nunca ha sido pintada la vida bárbara con más vigor y más verdad poética. Únicamente cuando le asalta la idea de Roma, cuando habla de los bárbaros para avergonzar a sus conciudadanos, es cuando su imaginación pierde su independencia, su natural sinceridad y derrama un color falso sobre sus cuadros.” Estas mismas fuerzas encontradas por los autores citados señalan, ponen de manifiesto, antes que aminoran, el vigor de los asertos de Tácito. Quizá uno de los valores perfectamente esenciales que animan la creación de Tácito, es este choque violento entre lo absolutamente real los hechos y su pensamiento íntimo, con respecto a su mundo y a su pueblo.<<