Por vía de prólogo
Es bastante feo hablar de sí mismo; pero ¿qué remedio queda, puesto uno a contar cosas de las que, como el Rimado de Palacio cabe decir: E puedo fablar en esto, ca en ello tove que fazer?
El yo aborrecible de Pascal no es siempre odioso y antipático. Es indudable que hay cierto deleite en descubrir al hombre detrás del escritor, o como dice san Agustín en sus Confesiones: «Yo no soy yo cuando estudio a la humanidad, porque entonces necesito un hombre para mis estudios, y como el que tengo más a mano y más conozco soy yo, echo mano de mí mismo...».
Tras este preliminar, voy a mi asunto, que es una breve correría por el Maestrazgo, allá por los años de 1875, cuando la segunda guerra carlista.