Atados al pasado
Barbara Delinsky
An anthology of three novels by the best-selling, award-winning novelist features
*A Woman Betrayed, Within Reach, *and *Finger Prints. *
Uno
Marni Lange supo instintivamente que estaba equivocada. Sin embargo, había aprendido hacía mucho tiempo a no confiar ciegamente en sus corazonadas.
Por esta razón un buen día tomó la decisión de rodearse de los mejores y más brillantes vicepresidentes, directores y personal necesario para asesorarla en todo lo que había invertido. Toda esa gente le exponía ahora sus ideas.
-Es una idea brillante, Marni -dijo Edgar Welles apoyado en la mesa de conferencias, con los dedos entrelazados y su calva brillando bajo las lámparas-. No hay duda. La exposición será maravillosa.
-No resulta extraño que digas eso siendo el director del departamento de relaciones públicas -respondió Marni secamente.
-Estoy de acuerdo -replicó Anne Underwood-, y soy la primera defensora de esta nueva idea. Creo que eres perfecta para la primera portada de
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. Das el tipo y posees la clase necesaria. Si lo que estamos buscando es la treintañera triunfadora, creo que tú la representas.
-Acabo de cumplir los treinta y uno y, además, no soy modelo -se quejó Marni.
-Puede que no seas modelo, pero darías el tipo perfectamente -dijo Cynthia Cummings, la directora de arte de Anne.
-Soy muy baja, sólo mido un metro sesenta y dos -dijo Marni.
-La altura es irrelevante en este caso, pues se trata de una foto de cintura para arriba -continuó Cynthia-. Tienes un rostro clásico y abundante pelo rojizo. Posees la naturalidad requerida para algo como esto; no lo sugeriríamos si todo esto no fuera cierto.
Anne se puso frente a Marni, que había decidido sentarse entre sus asesores en vez de presidir la larga mesa de reuniones.
-Cynthia tiene razón -dijo Anne-. Puede que tú estés arriesgando tu dinero, pero los que trabajamos en la revista también arriesgamos nuestra reputación. Llevamos trabajando miles de horas para concebir y llevar a cabo
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; ¿crees que arriesgaríamos todo eso con una portada de la que dudáramos?
-Me consta que no -contestó Marni quedamente mientras miraba a Edgar-, pero ¿no creéis que resultaría pretencioso que yo aparezca, a todo color, en todos los quioscos del país?
Edgar sonrió afectuosamente. Había trabajado con Marni desde que ésta aceptara la presidencia de la compañía Lange tres años atrás. Personalmente, se alegró de que el padre de Marni se retirara conservando tan sólo el título de gerente de la empresa. Con Marni se trabajaba mejor.
-Siempre has trabajado duro y sin vanagloriarte de ello. Creo que ahora es el momento de hacerte publicidad -dijo Edgar.
-Sabes que no me gusta llamar la atención, Edgar -respondió Marni.
-Ya sé que prefieres trabajar a la sombra, pero se trata de algo diferente, de algo nuevo. Lange posee experiencia con las publicaciones, pero es la primera vez que tratamos con moda.
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es una aventura para la editorial, una aventura para todos nosotros. Quieres que sea un éxito, ¿no es cierto? - preguntó Edgar a pesar de que ya sabía la respuesta.
-Me parece un poco arrogante -contestó Marni.
-Tienes derecho a ser arrogante -interrumpió Steve O’Brien. Steve era el director del departamento de publicaciones y había defendido firmemente desde el principio a Marni y a
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.
-Casi has aumentado el doble nuestro margen de beneficios en sólo tres años. ¡Tres años! Es francamente encomiable -continuó Steve.
Marni se encogió de hombros. A pesar de la evidencia, no le gustaba darse importancia.
-En realidad han sido más de tres años, Steve. He trabajado bajo la supervisión de mi padre desde que me gradué en la escuela de comercio. Eso añade otros cuatro años al total.
-No importa -continuó Steve-. Tres, cinco, siete años... ¡Has hecho maravillas! Tienes todos los derechos de aparecer en la portada de
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.
-Una sesión en el estudio del fotógrafo -interrumpió Edgar antes de que Marni pudiera seguir discutiendo-. Eso es todo lo que te pedimos. Una sesión; sencillo y sin esfuerzo.
-¿Sin esfuerzo? - dijo Marni con un gesto de incredulidad-. ¡Odio que me fotografíen!
-Pero si eres muy fotogénica -argumentó Dan Sobel, director creativo de
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. Tienes más derecho que cualquiera de los que han aparecido en las cubiertas de otras revistas. Mira lo que Scavullo hizo con Martha Mitchell.
-Gracias -dijo Marni, cerrando los ojos.
-Ya sabes lo que quiero decir. Y no me digas que ella se lo merecía más que tú.
-Está bien -dijo Marni, sintiendo que no podía argumentar sobre la cuestión-. No estamos hablando aquí de Scavullo o de Avedon; estamos hablando de Webster. ¿Estáis todavía convencidos de que es el idóneo?
-Absolutamente -respondió Anne, asintiendo con determinación-. Ya te he enseñado sus portadas. Las hemos visto miles de veces y las hemos comparado con otros trabajos. En lo que a mí respecta, aunque Scavullo o Avedon hubieran estado libres, habría escogido a Webster. Les da una vitalidad refrescante a las portadas. Es un hombre que ama a las mujeres, que le encanta trabajar con ellas y hacer que parezcan maravillosas. Tiene buena mano con las modelos y con la cámara.
-Tenemos suerte de poder contar con él -dijo Dan, apoyando a Anne-. Nunca ha estado dispuesto a firmar un contrato con una revista.
-Y, ¿por qué ahora lo está? - preguntó Marni.
-Porque le gusta la idea de la revista, para empezar. Tiene cuarenta años y puede identificarse con la idea del trabajo que queremos realizar.
-El que un hombre llegue a los cuarenta no significa que no le gusten las jovencitas -señaló Marni-. Todos tenemos amigas cuyos maridos no pueden pasar sin la revista Vogue.
-De acuerdo -dijo Dan-, no digo que Webster no quiera trabajar con modelos de diecinueve años, pero creo que comprende la necesidad de una publicación como la nuestra. Según sus propias palabras, está acostumbrado a tratar con celebridades a quien el tema de la edad les pone nerviosos. Quieren que les haga aparentar veintiún años. Él trata de sacarles bien sin importarle la edad que tengan. Dice que algunas de las mujeres más bellas que ha fotografiado en los últimos años tenían alrededor de cuarenta y cinco años.
-Parece un hombre maravilloso -opinó Anne.
Marni le ofreció una sonrisa. Anne había pasado de los cuarenta y era extremadamente atractiva.
-Creo que existen otras razones para que Webster quiera trabajar con nosotros -continuó Dan-. Cuando un hombre llega a los cuarenta, tiende a replantearse su vida. Brian Webster ha tenido un éxito extraordinario en los últimos diez años, pero no le ha sido fácil conseguirlo. No ha tenido ni siquiera un agente. No tenía contacto con ninguna revista. Se ha construido su reputación con esfuerzo, presentando su trabajo y apoyándose en la calidad de éste para conseguir encargos. Él hace todas sus fotografías y, aparte de su trabajo con la moda, obtiene muchas comisiones de los retratos de celebridades. Puede que se encuentre en el momento preciso de consolidar sus intereses. A través de
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, podría conseguir un nombre dentro de mi profesión. Además, su primer libro de fotografías saldrá el próximo verano. Creo que hemos tenido suerte y hemos dado con él justo en el momento oportuno.
-Y, ¿ha accedido a trabajar con nosotros por una temporada? - preguntó Marni-. Habíamos decidido que discutiríamos todos los problemas hasta el fondo, ¿recordáis?
-Estamos preparando el contrato -dijo Steve-. Dice que lo firmará.
Marni asintió con la cabeza. Su problema no era elegir al fotógrafo, sino la foto de la portada.
-De acuerdo, elegiremos a Webster -dijo Marni al tiempo que miraba a todos los allí reunidos-. Teniendo mi total confianza puesta sobre todos vosotros y suponiendo que sois bastante más objetivos que yo en este tema, dejaré que me uséis como conejillo de indias. ¿Cuál es el plan? ¿Tengo tiempo de hacerme la cirugía estética?
-Una vez que Webster firme el contrato -dijo Anne-, arreglaremos una cita con él. Será probablemente dentro de dos semanas.
-Tomaos todo el tiempo que necesitéis -dijo Marni, suspirando profundamente.
Pasaron casi tres semanas antes de que el fotógrafo firmara el contrato y Marni estuviese lista para ser fotografiada. No le agradaba en absoluto. Confiaba en que Edgar, Anne y el resto de la compañía supieran lo que estaban haciendo.
Sin embargo, eso no le impidió romperse dos uñas, ni evitó que pensase que le habían cortado el pelo un poco más de lo convenido.
Afortunadamente no tuvo que preocuparse por la ropa. Marjorie Semple, la directora de moda de
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, se encargaba de ello. Lo único que Marni tenía que hacer era presentarse temprano en el estudio y ponerse en manos de los peluqueros, los maquilladores, los estilistas y todos sus ayudantes; y, por supuesto, de Brian Webster. Desafortunadamente, Edgar, Steve, Anne, Dan, Cynthia, Marjorie y varios más de la revista se presentarían también en el estudio.
-¿Tenéis que presentaros todos allí? - preguntó Marni nerviosamente cuando hablaba con Anne el día antes de la sesión.
-La mayoría sí, al menos el primer día. Webster sabe la clase de sentimiento que le queremos dar a la imagen de la portada, pero creo que nuestra presencia servirá para recordárselo.
-Es un profesional. Creía que teníais fe en él.
-Yo sí la tengo -respondió Anne con confianza-. Lo que trato de decir es que me parece mejor que nosotros estemos presentes.
-Puede que tú lo creas así, pero a mí no me va a ayudar en nada. Ya es suficiente con que estén todos los ayudantes de Webster. Si vais vosotros también, me sentiré como un mono de feria. ¡Dios mío! No sé cómo me convencisteis para hacer una cosa así.
-Te dejaste convencer porque sabes que será un éxito rotundo. Ya verás como no es tan terrible como lo pintas. Ya te han hecho fotografías con anterioridad, Marni, y las he visto; son maravillosas.
-Una foto publicitaria en blanco y negro es una cosa; esto es diferente.
-Es más fácil. Todo lo que tienes que hacer es estar allí. Los demás se encargarán del resto.
Ya habían discutido aquello muchas veces y Marni tenía muchas cosas en las que pensar como para volver a discutir sobre lo mismo.
-De acuerdo, Anne; pero, por favor, que no se queden más de lo imprescindible. Steve puede llevarme, ya que se trata de su proyecto. Pero no necesito más testigos.
Sin embargo, Steve tenía una reunión importante en Atlanta y no le sería posible llevarla; de hecho, llegaría a la sesión una vez empezada. Edgar aprovechó la ocasión para presentarse con la limusina de la empresa en el apartamento de Marni, en la Quinta Avenida, aquel martes por la mañana. Ella llevaba un conjunto de seda muy ceñido de color malva. Se había puesto también una chaqueta a juego de lana para combatir el frío de febrero.
En un momento impulsivo, Marni había pensado en presentarse en el estudio vistiendo vaqueros, camiseta, zapatillas deportivas y la cara lavada; después de todo, nunca la habían retocado anteriormente. Sin embargo, había desechado la idea al cabo de unos minutos. Por una parte, tenía que regresar a la redacción directamente desde el estudio, de ahí la elección de su atuendo; y por otra, tenía que cuidar su imagen. Llevando vaqueros, parecía joven y vulnerable; pero tenía treinta y un años y ya era la presidenta de la compañía de su familia. Ella tenía que irradiar sofisticación y madurez.
Había mucho tráfico y el trayecto hasta el estudio resultó más largo de lo que había calculado. La limusina se paró frente a un enorme y aparentemente abandonado almacén situado junto al río en la parte oeste de Manhattan. Marni estudió dudosa el edificio a través de la ventanilla ahumada del coche.
-Aquí es -dijo Edgar mientras guardaba los papeles en el maletín y lo cerraba-. No lo parece, pero Webster ha estado realizando grandes trabajos en el interior de ese edificio durante años.
Se dirigieron hacia el montacargas. A Marni no se le ocurrió pensar en lo que podía haber en los cuatro primeros pisos del almacén; solamente se imaginaba la escena en el quinto piso que, de acuerdo con el botón que Edgar había presionado, era adonde se dirigían.
La puerta se abrió. Frente a ellos se encontraba la recepción. Estaba muy iluminada; sus paredes blancas exhibían una selección modesta de los mejores trabajos del fotógrafo. La recepcionista, una joven exquisita con pelo negro, ojos de color ámbar y una sonrisa tímida se acercó a ellos y le tendió la mano.
-¿La señorita Lange? Yo soy Angie. Espero que lo encuentre todo de su agrado.
Marni estrechó su mano y asintió con la cabeza, un poco retraída por la belleza de la mujer. El hecho de que la recepcionista de Webster no fuera una señora entrada en años la ponía aún más nerviosa. Marni se dio cuenta de que Angie debía de ser modelo y pensó que daba más el tipo para el trabajo que iban a realizar.
-Creo que ya están todos aquí; si tienen la amabilidad de seguirme...
Marni y Edgar la siguieron hasta el estudio. Era una habitación enorme tan iluminada como la recepción. Luces, paneles reflectantes y todo el resto de la parafernalia se encontraban esparcidos por el suelo; en el centro del estudio había un trípode con una cámara.
Unos momentos más tarde, Anne se acercó a Marni y le presentó al principal asistente de Webster y al resto del equipo. Marni empezaba a ponerse realmente nerviosa cuando Anne dijo:
-Brian volverá dentro de un momento. Angie ha ido a decirle que baje.
-¿Que baje? - preguntó Marni.
-Sí; vive arriba. Cuando vio que todo estaba ya preparado aquí, subió para hacer unas llamadas -dijo Anne-. Ahí está. Ven, te lo presentaré.
Marni se volvió, pero cuando vio al hombre alto y moreno que se acercaba, el corazón le dio un vuelco. Era un rostro del pasado y sin embargo algo diferente. ¡Debía de estar soñando! Lo miró con incredulidad mientras él se acercaba. Webster era un apellido común, no podía ser él. Sin embargo, él también la miraba y sus ojos le decían que no estaba equivocada. Aquellos ojos azules... No podría olvidarlos nunca.
Marni notó cómo se le cortaba la respiración y cómo su corazón bombeaba como si quisiera salir de su pecho.
-¡Dios mío! - murmuró ella con desesperación.
-Cálmate -dijo Anne al ver cómo temblaba-. Puede que sea extraordinariamente guapo, pero también es una buena persona.
Marni no la oía; seguía mirando a Brian. Los ojos de él no revelaban sorpresa. Él debía de haberlo sabido desde el principio. Sólo existía una compañía Lange. Pero Webster era un apellido muy común. En casa de Marni se le había conocido por «el chico salvaje» o simplemente «él». Marni nunca supo su nombre de pila; siempre lo había llamado «Web».
-Brian -dijo Anne alegremente-, ésta es Marni.
-Lo sé -dijo él quedamente-. Ya nos conocíamos.
-¿Que ya os conocíais? No comprendo... -dijo, Anne volviéndose hacia Marni con una pregunta en sus ojos-. No me dijiste...
Anne dejó de hablar cuando vio que Marni palidecía.
-¿Marni? - prosiguió Anne-. Cielo, ¿te encuentras bien?
Fue Web quien respondió sin dejar de mirar a Marni.
-Creo que necesita estar sola un rato -dijo él mientras tomaba suavemente del brazo a Marni-. Volveremos dentro de un momento. He encargado café y pastas, así que el equipo estará entretenido hasta que regresemos.
Marni no pudo hacer otra cosa más que seguirlo; se encontraba demasiado aturdida como para reaccionar.
El estrépito del estudio acabó en el momento en que Web cerró la puerta. Se encontraban en un vestíbulo en el que había al menos seis puertas. La escalera en espiral del centro de la estancia los condujo hasta otra puerta tras la cual se encontraba el salón de la casa de Web. La luz natural que entraba por las ventanas daba una alegría singular a la habitación elegantemente decorada.
Web la condujo hasta un sillón y la ayudó a sentarse antes de encaminarse hacia el mueble bar.
Marni lo observaba. Él se movía con la misma flexibilidad, la misma gracia que poseía años atrás cuando se conocieron. Parecía más alto. Sus piernas eran delgadas y largas como siempre lo habían sido, sólo que ahora estaban cubiertas por un elegante pantalón en vez de por los raídos vaqueros que siempre llevaba en el pasado. La camiseta ceñida había sido reemplazada por una camisa de seda abierta en el cuello y remangada en los antebrazos. Sus hombros parecían más anchos y su pelo era, sin lugar a dudas, más corto y más oscuro.
-Ya sé que no son horas de beber -dijo él con una sonrisa-, pero creo que deberías tomarte esto.
Web puso un vaso de vino en la mano temblorosa de Marni y miró cómo ella daba un trago. Marni no apartó los ojos de Web en ningún momento, ni siquiera cuando él se sentó cerca de ella en el sofá.
-No lo sabías -dijo él, cruzándose de brazos.
Marni bebió otro sorbo de vino y negó con la cabeza.
Web se alegró de que ella hubiera dejado de temblar y confió en que un poco más de vino devolviera el color a sus mejillas. Comprendía lo que Marni debía de estar sintiendo. Él había vivido con esos mismos sentimientos durante los últimos tres meses, desde que contactó con
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. Esos sentimientos se intensificaron cuando se enteró de que el personal de la editorial había decidido contratar a su presidenta para la primera portada.
A pesar de tener conocimiento de ello, Brian estaba impresionado al verla, perplejo de encontrarse allí con ella después de lo que había pasado hacía catorce años.
-Lo siento -dijo él, sincerándose-. Pensaba que habías tomado parte en la decisión de contratarme.
-Lo hice -dijo ella, sorprendida de que su voz le pareciera la de otra persona. Respiró profundamente e intentó modular el tono como la mujer de negocios que se suponía que era-. Tomo parte en cualquier decisión de
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, incluido tu contrato. De todas formas no sabía que tu nombre era Brian; incluso si lo hubiera sabido, nunca podría haber imaginado que se trataba de ti.
-He recorrido mucho trecho desde que nos conocimos -dijo él con una sonrisa helada.
-Yo también -murmuró ella sombríamente.
Marni dio otro trago a la bebida y se quedó mirando sus manos pálidas.
-He tenido un presentimiento desde el principio.
-¿Acerca de contratarme? - preguntó él.
-Acerca de posar para la portada. Discutí mucho con mis ayudantes, pero me convencieron. Me dije a mí misma que ellos eran profesionales y que debían de saber lo que estaban haciendo. No podía imaginar por lo más remoto que tú fueras el fotógrafo y, sin embargo, me resistía a la idea de posar. No debería haber aceptado.
-Creo que tienen razón -dijo Web quedamente.
-No lo dirás en serio -murmuró ella.
-Sí -contestó él-. Eres perfecta para la portada, Marni. He pasado mucho tiempo estudiando la línea de tu revista con todo el personal de la misma, y tú pareces ser la indicada para la cubierta. Das el tipo; siempre lo has dado, sólo que esta vez estás mejor, más madura.
Marni pensó que había algo de sarcasmo en las palabras de Web.
Antes de que pudiera pronunciar protesta alguna, se encontró con la cabeza entre las rodillas sintiéndose muy mareada.
-Respira hondo; relájate -dijo él mientras le masajeaba la nuca.
Marni sintió una corriente de recuerdos; recuerdos de caricias suaves, de éxtasis, y también de total desconsuelo. Abrumada por el dolor, se recostó en el sillón.
-No me toques -dijo ella.
Web se sintió como si le hubieran propinado una bofetada, pero al mirarla se dio cuenta de que la víctima de la situación era ella. Temblaba de nuevo y parecía que iba a llorar. Pestañeó un par de veces, respiró hondo y se irguió en el sillón. Fue entonces cuando lo miró de nuevo.
-Lo sabías. Yo no, pero tú sí lo sabías. ¿Por qué accediste a hacerlo? - quiso saber ella.
-¿Trabajar para
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? Pues porque creo que ha llegado la hora de realizar un trabajo como éste.
-Pero debiste de enterarte rápidamente de quién era la presidenta; ¿por qué seguiste adelante?
-Es posible que no lo hubiera hecho si tu padre estuviera al frente de la compañía. Supe que tú te encargabas de todo, pero no estaba seguro de la parte que él controlaba todavía. Pensé durante un tiempo que me rechazarían para el puesto, y yo mismo lo habría hecho si hubiese estado seguro de que todo dependía de tu padre.
-Mi padre sólo está presente en algunas reuniones -dijo Marni, defendiendo a su padre ante el tono amargo de la voz de Web-. No le interesan más los detalles del negocio. Incluso si hubiera reconocido tu nombre, dudo que hubiese dicho algo al respecto.
-No me digas que él lo ha olvidado todo y me ha perdonado -contestó Web con una risa áspera.
-No lo hizo en mucho tiempo... -murmuró ella-. Ninguno de nosotros lo hizo. Pero no creo que pudiera haber asociado ese... ese Web que un día conocimos con el fotógrafo Brian Webster. Sin embargo, tú sí lo sabías y seguiste adelante con tu idea. ¿Por qué?
-Ya te lo he dicho -contestó él, encogiéndose de hombros-. La idea era buena. Pensé que sería un paso importante en mi profesión.
-No recuerdo que fueses tan ambicioso.
-He cambiado mucho.
-Pero, cuando te enteraste de que me tenías que fotografiar a mí, ¿no te lo pensaste dos veces?
-Por supuesto que sí.
-Y sin embargo accediste. ¿Por qué?
Web tardó un poco en contestar, porque quería decirle la verdad. Sentía que se lo debía a ella.
-Curiosidad -dijo finalmente.
Marni negó con la cabeza, incapaz de creerlo. Si hubiera dicho «venganza», o «arrogancia», o incluso «sadismo», ella lo hubiese entendido mejor. Pero él jamás diría esas palabras; siempre había sido muy diplomático.
Ella no podía apartar su mirada de los ojos de Web y, cuanto más miraba, más se abstraía en sus recuerdos.
-Esto no va a salir bien -dijo finalmente con voz queda.
Web se levantó. Una parte de él, se debatía entre dolor y sentimiento de culpa. La otra parte era la que se había formado a través de los años y la que había aprendido a aceptar las cosas que no podían cambiarse. Él era ahora un profesional. Tenía un nombre, una reputación y un contrato.
-No puedes echarte atrás ahora, Marni. Hay todo un equipo ahí fuera esperando a ponerse a trabajar.
-No me importa el equipo -dijo ella, poniéndose a la defensiva-. Pagaré lo acordado por sus servicios, y por los tuyos también. Podemos encontrar a otra modelo para la portada.
-¿Con tan poco tiempo? No me parece muy probable; además, la producción no puede esperar.
-Tenemos mucho trabajo adelantado y, si es necesario, cambiará la programación. No puedo realizar esta sesión.
La mirada de Web se endureció. Era cierto que al principio él tuvo sus reservas con respecto al trabajo, pero había podido más su curiosidad. Quería saber cómo estaba después de catorce años. No esperaba sentir algo especial por ella. Sin embargo, existían sentimientos que lo confundían y no podía controlar.
Se preguntaba si quería fotografiarla por el reto que eso suponía o por puro orgullo, o incluso por el deseo de una pequeña venganza. La familia de Marni Lange lo había tratado como si fuera escoria hacía mucho tiempo. No podría soportar que ninguno de sus miembros lo hiciera de nuevo.
-¿Por qué no puedes hacerlo? - le preguntó a Marni fríamente.
-No sabía que ibas a ser tú el fotógrafo -contestó ella.
-Eso no debería preocuparte; ya sonreíste para mí hace mucho.
-Sí; hace muchísimo tiempo, Web.
-Brian. Ahora me llaman Brian, o señor Webster.
-Te miro y veo a Web. Por eso no puedo realizar este trabajo.
-Resulta gracioso -dijo él rascándose la nuca-. Creía que ya no eras tan sensible. Eres una mujer poderosa, Marni; una mujer de negocios. Debes de estar acostumbrada a las presiones. No pensaba que te echarías para atrás en una situación como ésta.
-Soy un ser humano. ¿Qué es lo que quieres de mí?
La mirada de Web descendió desde la cara pálida de Marni hacia su cuello, sus senos, su cintura, sus caderas. Él recordaba, sí; lo recordaba perfectamente. Esos dulces recuerdos quedaban oscurecidos por un accidente sin sentido y por la acusación de una familia embargada por el dolor.
Pero todo eso pertenecía al pasado. El presente estaba en el estudio, con un equipo de producción y todo su material esperando, y con una cubierta de revista por hacer.
-Me gustaría mucho hacerte una foto -dijo él quedamente-; quiero que te sobrepongas, que entres en el estudio y actúes como la editora de esta revista que queremos sacar. Quiero que te pongas en las manos de mi equipo, que te sientes delante de la cámara y trabajes conmigo.
Su voz se había endurecido nuevamente a pesar de que él no lo notase. Continuó hablando después de respirar profundamente.
-Quiero ver si esta vez tienes agallas para poner los pies sobre la tierra y sacar algo en claro.
Los ojos de Marni comenzaron a llenarse de lágrimas. Como había hecho un poco antes, pestañeó un par de veces hasta que las lágrimas desaparecieron.
-Eres un bastardo -susurró mientras se ponía de pie.
-Es de nacimiento -dijo él sin orgullo-, pero no te lo había dicho antes, ¿verdad?
-Nunca me contaste mucho sobre ti. Creo que no me he dado cuenta hasta ahora. Lo que nosotros tuvimos fue... fue...
Incapaz de encontrar las palabras apropiadas, Marni cerró la boca y salió de la habitación. Bajó muy despacio la escalera de caracol tratando de recuperar la compostura. Él la había retado y ella estaba decidida a aceptar el reto. Web quería una foto y la tendría. Ella era la editora de la revista y, sí, era una mujer de negocios muy poderosa. Él la había dañado en el pasado y no permitiría que lo hiciera de nuevo.
Cuando entró otra vez en el estudio, trató de concentrarse en los negocios, la única posibilidad de evasión. Anne se le acercó rápidamente y la miró.
-¿Te encuentras bien?
-Sí, estoy bien -contestó Marni.
-Lo siento, Marni. No sabía que lo conocieras.
-Yo tampoco.
-¿Te has repuesto de la impresión?
-Sí, sí.
-No parece que el señor Webster sea el tipo de persona de tu agrado. No sabes cuánto lo siento. Hemos estado tratando de convencerte para que trabajaras con él y...
-Pero estáis en lo cierto, Anne. Es un fotógrafo muy bueno y el hombre que
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necesita. Mis sentimientos personales no cuentan en esto. Se trata del negocio.
Marni trataba de convencerse a sí misma de lo que estaba diciendo, pero Anne se dio cuenta del rictus en su boca que la denunciaba.
-Pero no querías salir en la portada desde un principio y ahora tendrás que trabajar con Brian.
-Brian no me preocupa. Será mejor que comencemos. Tengo millones de cosas por hacer en la oficina.
Durante una hora, Marni se dejó peinar mientras se concentraba en la reunión que convocaría al día siguiente con el personal de la sección de ordenadores. Vio cómo le lavaban la cara y le ponían el maquillaje perfecto, pero sus pensamientos estaban ocupados con el nuevo problema que había surgido en la sección de distribución de material médico. Dejó que la desnudaran y la vistieran de nuevo, pero su mente estaba en la posibilidad de conseguir que un competidor particularmente bueno dirigiera el departamento de sondeos. Como resultado de su abstracción, no se dio cuenta del modelo de seda ceñido que le habían puesto. No reparó en todas las joyas que la adornaban y en el hecho de que estaba muy atractiva.
En el momento en que salió de la sala de maquillaje, oyó una serie de exclamaciones admirativas.
Mientras el personal de Webster la preparaba para la cámara, se perdió en sus pensamientos.
Cuando Web se acercó a ella para comprobar el trabajo de sus ayudantes, notó que su corazón latía más deprisa y se esforzó por concentrarse en el hombre que quería contratar para la sección de sondeos. Lo había visto muchas veces y, sin embargo, no podía recordar su rostro en esos momentos. Pestañeó, tragó saliva y trató de concentrarse en otros problemas del negocio.
Web se volvió para dar órdenes a su equipo. Se movía alrededor del Marni estudiándola desde cada ángulo posible y comprobando su fotómetro.
A Marni le aterrorizaba pensar cómo se sentiría una vez que Web se sentara tras su cámara y la mirara solamente a ella. Cerró los ojos y trató de relajarse con ejercicios de yoga; mente en blanco, respiración lenta...
Nunca se le había dado bien el yoga.
Trató de crearse otro decorado en su imaginación; un campo de flores, el canto de los pájaros... De repente, oyó a lo lejos una canción de amor. Abrió los ojos y vio cómo Web se acercaba a ella.
-Esa música -dijo ella-, ¿es necesaria?
-Pensé que te relajaría -respondió él.
-Debes de estar bromeando.
-No, no lo estoy; pero si te molesta...
-Sí, me molesta. No me gusta en absoluto.
-¿Prefieres otro tipo de música?
-El silencio me vendrá bien.
-Yo también necesito inspirarme -dijo él.
-Entonces pon algo diferente -murmuró ella.
Web se dirigió a uno de sus ayudantes y éste se dispuso a ejecutar sus órdenes. Cuando él regresó, se colocó muy cerca de Marni y ésta sintió que su corazón se contraía. Web puso las manos sobre los hombros de Marni y apretó sus dedos cuando ella intentó apartarse.
-Quiero que intentes relajarte... -ordenó él suavemente mientras comenzaba a liberar la tensión en el cuello de Marni-. Si queremos hacer un buen trabajo, tendrás que relajarte.
La música de fondo se paró bruscamente.
-No puedo relajarme cuando me estás tocando -murmuró ella.
-Tendrás que acostumbrarte. Tendré que tocarte y colocarte donde me parezca necesario.
-Puedes decirme lo que tengo que hacer, pero no necesitas hacerlo por mí.
Las manos de Web continuaron masajeándole los músculos del cuello.
-Me gusta tocarte; eres una mujer muy bella.
-Basta, por favor -casi gritó Marni, cerrando los ojos-. No juegues conmigo.
-No estoy jugando. Hablo muy en serio.
-No podré hacerlo -dijo cuando una música con un ritmo más marcado comenzó a sonar y ella abrió los ojos-. ¡Oh, Dios mío! No querrás que baile, ¿verdad?
-¿Sería eso tan horrible? - preguntó él, sonriendo ante la cara de terror de Marni.
-No lo haré, Web. No soy modelo, ni bailarina ni una exhibicionista, y me niego a hacer el payaso delante de tanta gente.
Web todavía sonreía. A sus treinta y un años, ella estaba más bella de lo que él hubiese imaginado.
-Tranquilízate, por favor -prosiguió él-. No te pediré que bailes. Nos dejaremos llevar por la música, ¿qué te parece?
-No me siento muy inspirada.
-¿Qué conseguiría que te inspiraras?
Marni se dio cuenta de las pequeñas patas de gallo en los ojos de Web y las arrugas de su boca; su piel tenía la textura que la madurez proporcionaba a un hombre.
Las manos de Web pararon y Marni dirigió su mirada al suelo.
-Creo que no hay nada que me inspire en estos momentos, pero será mejor que acabemos con esto de una vez.
Web se acercó a ella y puso los labios sobre las cejas húmedas de Marni; sin apartarse de ella, le dijo al oído:
-Quiero que recuerdes, Marni. Quiero que pienses en lo que tuvimos; aquella primera vez en la playa y esas otras en el bosque y en mi pequeño refugio.
Marni cerró los ojos y trató de calmarse. Web se apartó un poco y secó una lágrima de los ojos de Marni.
-Recuerda, Marni; acuérdate de los buenos momentos. Imagina que estamos allí ahora, que somos amantes escapando del mundo real, que compartimos secretos que sólo tú y yo conocemos. Imagina que estamos en peligro, que lo que estamos haciendo no puede saberlo nadie, pero que estamos muy seguros de nosotros mismos.
-Pero el resto...
-Recuerda lo bueno de nuestra relación. Recuérdalo cuando me mires ahora. Quiero verte confiada. Quiero que me muestres ese especial espíritu femenino que me cautivó desde el principio; lo tienes dentro de ti... sólo déjame verlo.
Web dio un paso atrás y sin más palabras se dirigió hacia la cámara.
Atónita y más confundida que nunca, Marni no apartaba la vista de Web. Los ayudantes de Web le arreglaban el pelo y el maquillaje, pero ella deseó quitárselos de encima porque se metían en sus pensamientos. De todas formas, no podía hacerlo, como tampoco podía levantarse e irse de allí tal y como la voz de la conciencia le estaba diciendo en esos momentos.
Fue entonces cuando comenzaron la sesión fotográfica. Sentado con las piernas separadas y alternando su mirada entre la cámara y ella, Web daba instrucciones al equipo de iluminación.
-Primero tomaremos unos primeros planos. Mira hacia aquí, Marni.
Ella lo había estado mirando durante largo tiempo y ahora tenía la mente en blanco.
-No sé lo que debo hacer -dijo-. ¿Se supone que debo sonreír?
-Simplemente relájate. Haz lo que quieras. Levanta la cabeza un poco... Hacia la derecha... Mira hacia allá.
Web disparó su cámara en aquel momento. Marni no sonrió; no quería hacerlo. Lo que quería hacer era llorar, pero no podía.
-Pasa la lengua por tus labios -continuó Web, disparando al mismo tiempo-. Bien. Hazlo de nuevo. Mueve la cabeza... así, muy bien... como la brisa del mar en una noche cálida de verano.
Marni miraba a la cámara angustiada e intentando recordar todo lo que él le había dicho. Web abandonó la cámara y se acercó a ella. Elevó la banqueta donde Marni se había sentado; cambió de posición sus piernas, sus brazos, sus hombros, su cabeza, murmurándole mientras tanto palabras de aliento que hacían mella en su mente. Después se dirigió de nuevo a la cámara, colocó otro objetivo y la puso de nuevo en el trípode.
-Muy bien, Marni -dijo en voz baja para que sólo ella lo oyera-. Quiero que gires la cabeza. Ahora cierra los ojos y recuerda lo que te he dicho. Piensa en la arena, las estrellas y una maravillosa luna llena. La música te ayudará. Eso es; ahora vuelve lentamente la cabeza hacia mí... abre los ojos... una pequeña sonrisa.
Marni se resistía. Volvió la cabeza como él le había dicho. Pensó en la arena y en Web allí tumbado; en las estrellas, la luna y ellos dos tumbados bajo su resplandor; volvió la cabeza hacia él, pero cuando abrió los ojos, éstos estaban llenos de lágrimas.
Web no tomó ninguna foto esa vez. Sentado allí pacientemente, se enderezó un poco y detuvo a Anne cuando ésta intentó acercarse a Marni.
-No es precisamente lo que quería -dijo él con cierta ironía.
-Lo siento -dijo ella, pestañeando hasta recuperar el control-. Me siento incómoda.
-Está bien; probaremos de nuevo -decidió, haciendo un gesto a sus ayudantes para que la retocasen un poco y dirigiéndose hacia la cámara-. De acuerdo, Marni. Deja caer la cabeza hacia atrás. Eso es. Ahora concéntrate en relajar los hombros. Bien. Ahora levanta la cabeza rápidamente y mira directamente al objetivo. ¡Muy bien! Eso es.
Web disparó varias veces la cámara. Las fotos que estaba tomando ahora resultaban mejores que al principio, pero no eran exactamente lo que quería retratar.
Él podría arreglarle el pelo, cambiarle la vestimenta o el maquillaje, pero no podía retirar el dolor de los ojos de Marni.
Le había dicho que recordase lo bueno y lo bello, porque eso mismo era lo que él quería recordar. Sin embargo, ella no conseguía separar lo bueno de lo que siguió.
Decidió usar otra táctica. Le habló, siempre suavemente, de la revista; de la imagen que quería dar. Retiró la banqueta donde había estado sentada y animó a Marni a moverse.
Consiguió que posara de mil maneras y, cuando notó que estaba cansada, dejó que se sentara de nuevo.
Web continuó cambiando luces y objetivos y tratando de crear un ambiente que alejara los pensamientos tristes de la mente de Marni.
Para ella no era nada agradable la certidumbre de que estaba fracasando rotundamente. Cuando Web se acercó a ella entre disparo y disparo de cámara, Marni se justificó culpando al calor que irradiaban los focos, luego al maquillaje. Las horas se sucedían y, cuando empezó a cansarse, la instaron a cambiarse de ropa y tomar un zumo de naranja. Sin embargo, aquel descanso no la ayudó a recuperarse, puesto que el dolor estaba en su interior.
El equipo técnico empezaba a mostrar signos de cansancio a cada minuto que pasaba. Todos trataban de ayudarla sin conseguirlo.
Cuando ya llevaban cuatro horas trabajando, Web encendió un pequeño ventilador en dirección a la cabeza de Marni como último recurso. Le indicó cómo moverse, cómo balancear sus brazos y erguir su barbilla.
Ella siguió sus instrucciones al pie de la letra, sintiéndose exhausta. Sabía que no podría aguantar mucho más. No quería aguantar más. ¿Acaso no era ella la jefa allí? ¿No eran todos sus empleados?
Mientras Marni se debatía con sus pensamientos, Web la observaba desde el objetivo de la cámara, pensando que se estaban acercando a lo que él quería. Moviéndose de esa manera, con su cabellera ondeando al viento, Web podía ver a la chica que él recordaba de aquel verano en Maine.
Web contuvo la respiración y rápidamente alzó la cámara y se preparó para disparar.
-Eso es, ¡oh, cielo!, eso es -dijo Web.
Marni se paró bruscamente. «Cielo». Era lo que siempre la había llamado en los momentos de pasión.
Era la gota que colmaba el vaso. Incapaz de retener las lágrimas que tan valientemente había contenido momentos antes, se cubrió el rostro con las manos y comenzó a llorar.
Dos
Marni Lange se encontraba en la cima del mundo. Tenía diecisiete años y estaba impaciente por vivir la vida intensamente. Había acabado el bachillerato y entraría el curso siguiente en el Wellesley College.
Como cada junio, sus padres, hermanos, hermana y ella, habían llegado a la casa veraniega en Camden, Maine, para tomar el sol, navegar y hacer fiestas al gusto de todos.
Su hermano Ethan, que era ocho años mayor que ella, había anhelado este verano especialmente, ya que se trataba de su primer verano como trabajador. Se había graduado en la escuela de comercio y había pasado ocho meses como vicepresidente de la compañía Lange, formada por su padre, Jonathan, hacía treinta años. Contando con privilegios por ser el hijo del fundador, Ethan atendía los negocios desde Camden tal y como su padre lo hacía.
Su hermana, Tanya, que era dos años mayor que ella, también deseaba ese descanso después de estudiar todo el curso. Sus padres la obligaron a seguir sus estudios, pues de otra manera hubiera pasado el tiempo viajando y flirteando con cualquier chico guapo que se le pusiera a tiro.
Descubrió que los chicos de la escuela la aburrían tanto como las clases. Clamaba que necesitaba hombres más maduros con experiencia y estilo.
Marni se sentía a años luz de su hermana, como siempre le había ocurrido. No se parecían en nada físicamente, y sus respectivas aspiraciones y personalidades también diferían en gran manera. A Tanya le interesaba divertirse hasta el día en que encontrara al hombre que la liberase de su familia y le asegurara una buena vida. Marni era más callada, más seria, pero también amante de la diversión. Quería cultivarse y quizá trabajar durante algún tiempo; el mayor requerimiento que le exigía a un hombre era que la adorase.
Un marido era lo último en lo que Marni pensaba aquel verano. Era joven. Se codeaba con la élite social yendo a fiestas y divirtiéndose, pero no salía con ningún chico en serio. La mayoría de los jóvenes que había conocido eran insustanciales, incapaces de entablar conversaciones acerca de las noticias internacionales, o el último libro de cualquier autor. Ella quería madurar, conocer gente interesante que ampliara sus miras antes de sentar la cabeza.
El verano comenzó como siempre lo había hecho: reuniones entre familias cuyos hogares suntuosos, cerrados durante el invierno, rebosaban de vida durante el verano. A Marni le gustaba volver a ver a la gente de allí después de un año.
Después de las reuniones, llegó la verdadera diversión: navegar por la costa de Maine, tomar el sol en la playa o pasearse por la ciudad con los últimos modelos de coche.
Marni tenía su propio grupo de amigos al igual que Tanya, pero ambos grupos intentaban en lo posible coincidir con Ethan y sus amigos. A pesar de que a su hermano le gustaban las chicas un poco mayores, sabía que algunos de su grupo preferían a chicas más jóvenes.
Aquel verano Ethan hizo un nuevo amigo. Su apellido era Webster, pero todos lo conocían como «Web», al menos todos los que iban al club de Camden donde él estaba empleado como portero y botones.
Ethan estaba nadando en la piscina cuando entabló la primera conversación con Web. Y descubrió que le resultaba mucho más interesante que el resto de sus amigos. Web tenía veintiséis años. Era un trotamundos, algo que Ethan, debido a su clase social, nunca hubiera podido ser. Ethan siempre se alojaba en hoteles de cinco estrellas, mientras que Web había viajado en barcos mercancías y todo tipo de vehículos donde le ofrecieran un empleo. Mientras Ethan era presentado a los personajes más influyentes del país bajo la vigilancia de su padre, Web leía libros sobre ellos en cualquier habitación de mala muerte en donde estuviese alojado.
Web era tan culto como él, pensaba Ethan, o incluso más. Lo envidiaba y admiraba hasta tal punto, que cada vez pasaba más tiempo con él.
Era inevitable que Marni lo conociera, casi tanto como lo fue enamorarse de él. Era maduro, guapo, sin ataduras y amante de la aventura; también era culto. A Marni le parecía el hombre más excitante que había conocido en la vida. Era libre, dueño de sí mismo. Era también una persona errante. Lo supo mucho antes de enamorarse de él, pero aquello no evitó que lo hiciera. Ethan decía que eran tonterías de la edad, pero ella sabía que no era cierto.
Después de que Ethan la presentara a Web, Marni no se apartó de la sombra de su hermano. Al principio lo hacía disimuladamente. Se acercaba a Web en la piscina y le decía que había ido a nadar un rato. Pero llevaba su biquini más provocativo y se aseguraba de que la tumbona donde tomaba el sol estuviese a la vista de Web.
Luego empezó a ir a navegar con su hermano y su nuevo amigo, argumentando que no tenía nada que hacer en la casa y que estaba aburrida. Utilizaba cualquier excusa para estar siempre presente cuando su hermano visitaba a Web.
Pero Ethan y Web hacían otras cosas también, más salvajes: se emborrachaban en el bar de la ciudad y luego iban a correr con la moto por la playa; otras veces se sumergían en el mar para robar langostas de alguna trampa y cocerlas luego en un fuego hecho en la playa. Marni no podía unirse a ellos en esas ocasiones, pero sabía adonde iban, y lo que hacían, y eso aumentaba su fascinación por Web, de la misma manera que lo hacía el rechazo que Jonathan y Adele Lange manifestaban por él.
Marni nunca se había mostrado rebelde ante sus padres. Le gustaba dialogar con ellos cuando cometía errores e incluso le agradaba todavía hacer que sus padres se enfadaran un poco con ella. Pero lo de Web iba más lejos.
-¿Quién es ése? - había preguntado su madre al enterarse de que Ethan iba a salir de nuevo con Web-. ¿De dónde es?
-De muchos sitios -contestó Ethan, mostrando sus ansias de independencia.
-Pero Ethan, tú apenas lo conoces -argumentó su padre-. Lo único que sabes de su vida es que ha tenido problemas con la justicia en algún momento de su vida.
-Es posible -contestó Ethan con una mueca-. Pero da la casualidad de que sabe mucho acerca de muchas cosas. Míralo de esta forma, papá; él es como una extensión de mi educación, como unas clases particulares.
Los padres de Marni nunca lo vieron de ese modo. Los Lange nunca lo invitaron a su casa y él se convirtió en la cabeza de turco cada vez que discutían con su hijo. Marni no creía una palabra de lo que sus padres le decían para desacreditar a Web; lo único que lograron así fue añadir un elemento de peligro, de reto a los intentos de Marni por atraer su atención.
A Marni le gustaba mirar a Web. Mirar su bronceado rostro en el que destacaban los ojos más azules que había visto jamás; su pelo oscuro aclarado por los rayos del sol; sus manos sabias y experimentadas. Su cuerpo era sólido y musculoso y su forma de andar revelaba confianza en sí mismo.
Marni sabía que a él le gustaba mirarla, pues lo había sorprendido alguna vez fijándose en ella con los ojos llenos de deseo; al menos, Marni creía que era deseo.
La frustración se convirtió en algo permanente en su existencia. Se ponía sus mejores vestidos cuando sabía que iba a verlo y se acicalaba para parecer mayor. Sin embargo, él siempre guardaba las distancias y Marni no sabía ya qué hacer para lograr sus propósitos.
Fue entonces cuando Ethan cayó enfermo. Web tenía el día libre y había quedado con Ethan para ir de marcha a la montaña, pero éste se había puesto enfermo la noche anterior. Marni, que había estado rogando a su hermano para que la llevara con ellos, estaba sentada en la cama de Ethan a las siete de la mañana.
-Yo puedo ir en tu lugar -le dijo.
-No lo harás -contestó Ethan con los labios resecos-. ¡Dios santo! ¡Qué mal me encuentro!
-Voy a ir, Ethan. Web estaba deseando que llegara este día. No hay razón para que cancele la marcha o tenga que ir solo.
-¡Por el amor de Dios, Marni! ¡No seas absurda!
-No hay nada de absurdo en que yo vaya de marcha.
-Lo habrá si vas con él: lo obligarás a caminar más lentamente.
-No, no lo haré. Tengo más energía que tú. Tengo la juventud de mi parte.
-Exactamente. ¿Y crees que le vas a gustar a Web? Tienes diecisiete años y se te cae la baba por él. Vamos, cariño, sé realista. Los dos sabemos por lo que quieres ir y no tiene nada que ver con respirar aire puro -concluyó él mientras se quejaba de nuevo.
-Está bien. Iré a su casa y le explicaré por qué no puedes ir.
-Llámalo por teléfono.
-Iré a su casa -dijo ella, levantándose-. Que él tome la decisión.
Marni se marchó después de decir estas palabras.
Web se sorprendió de ver a Marni en su puerta en vez de a Ethan y no pudo evitar ponerse un poco a la defensiva.
-Estás planeando algo, ¿no es cierto? - preguntó Web.
-No. Me gusta el aire libre y he hecho marchas con anterioridad.
-¿Cuándo? - preguntó él.
-Cuando estuve en un campamento.
-¿Cuánto tiempo hace de eso?
-Cuatro o cinco años.
-¿Saben tus padres que estás aquí?
-¿Qué tienen ellos que ver en esto?
-¿Lo saben, sí o no?
-Saben que no voy a volver a casa hasta tarde -dijo ella, cambiando el tono ante el gesto reprobador de Web-. Les he dicho que me voy con un par de amigos en coche a Old Orchard. No se preocuparán por mí; ya soy una mujer.
-Efectivamente -dijo él, recorriendo el cuerpo de Marni con su mirada.
Era la primera vez que la miraba de ese modo y Marni sintió cómo una ola de emoción la recorría todo el cuerpo.
-Sí, eres una mujercita de diecisiete años -repitió él.
En vez de discutir como lo hacen las quinceañeras, Marni se controló y prosiguió en un tono que creía apropiado.
-Mi edad no tiene nada que ver con la razón de encontrarme aquí. Me gustaría muchísimo ir de marcha, y como lo habías planeado con mi hermano, no pensé que hubiera nada de malo en pediros que me dejarais ir con vosotros. Ethan estaría aquí si no estuviese enfermo -prosiguió-, pero a lo mejor prefieres esperar a que se reponga.
Marni se encontraba a medio camino del vestíbulo cuando Web la llamó. Se quedó sin habla cuando lo vio recoger sus cosas de la habitación y cerrar la puerta tras de sí. Luego, Web le rodeó el cuello con su brazo y se dirigieron a la puerta.
Fue el día más maravilloso de la vida de Marni. Web condujo el coche. Llegaron a la montaña elegida a las diez de la mañana. Era bastante escarpada. Ella no dijo nada, sólo disfrutaba del contacto de su mano junto a la de Web cuando la ayudaba en algunos pasos difíciles.
Una vez llegada la hora de comer, Marni se alegró de poder descansar. Había llevado la comida que la cocinera de su familia había preparado para Ethan y una botella de vino que había tomado «prestada» de la bodega de sus padres.
-Qué detalle -dijo Web mientras descorchaba la botella y servía dos vasos del líquido-, aunque no será muy conveniente para la bajada.
-También hay cerveza si lo prefieres -señaló Marni-. Ethan lo tenía todo preparado; es evidente que no le importaban los efectos secundarios de la bebida.
-Prefiero el vino -dijo él, tomando un sorbo-. A ti te pega más. No puedo imaginarte bebiendo cerveza.
-¿Por qué no?
-Tú eres más delicada que la cerveza -respondió él, tomando un emparedado.
-Te lo agradezco si se trata de un cumplido -dijo ella tratando de ocultar su rubor-. Se está bien aquí. Es un sitio muy tranquilo.
-¿Te gustan los sitios tranquilos?
-No siempre -continuó ella mientras miraba un bosque cercano-. Me gusta la actividad, que pasen cosas. Pero éste me parece el mejor modo de pasar las vacaciones.
-Estás deseando empezar en Wellesley, ¿verdad?
-Sí, es cierto. He estudiado mucho para entrar en ese colegio.
Web le preguntó qué deseaba estudiar, y Marni se lo relató. Él continuó preguntando lo que quería hacer con su futuro, y ella se lo dijo, aunque no le contó todo. No podía contarle que lo que quería era un marido y una casa en Connecticut. En esos momentos, todo lo que deseaba era estar allí con él.
Charlaron mientras comían. Web mostraba curiosidad por su vida y ella le respondía alegre a todas sus preguntas. Una vez que terminaron con los emparedados y la botella, se sintieron un poco somnolientos.
-¿Ves lo que te decía? - bromeó Web-. Puede que nunca bajemos de este lugar.
-No hemos llegado a la cima todavía -dijo Marni mientras su corazón palpitaba con fuerza.
-Llegaremos. No nos queda mucho y, desde allí, la bajada es más fácil y rápida; sólo que... -prosiguió él mientras doblaba una rodilla- no estoy seguro de querer ir.
-No hay prisa -dijo ella suavemente.
-No -dijo él, pensativo y mirándola fijamente-. No me mires de esa forma, Marni.
-¿De qué forma? - respondió ella, nerviosa.
-Así, como lo estás haciendo; soy de carne y hueso, ¿sabes?
-Lo siento -dijo Marni sin saber si estaba disgustado o contento-. No pretendía...
-Ya sé que no. Tienes diecisiete años; no puedes saber lo que pasa cuando miras a un hombre de esa manera.
-¿Cómo?
-Con el corazón en la mano.
-¡Oh! - dijo ella, apartando la mirada-. Lo siento.
Ninguno de los dos dijo nada durante unos segundos. Marni miraba unos arbustos.
-¡Maldita sea! - dijo Web, tomándola de un brazo-. Ven aquí. Quiero verte sonriente, no con los ojos húmedos.
-No tenía los ojos húmedos -dijo ella, dispuesta a discutir, pero cambiando de opinión cuando Web la acercó hacia su hombro-. Es que... quizá Ethan tenga razón y yo no sea más que un estorbo. No quería que viniese de marcha contigo; sólo tengo diecisiete años.
-Tú misma has dicho que la edad no tiene nada que ver con el montañismo.
-Es cierto, pero...
Sus mejillas se ruborizaron y no pudo terminar la frase.
-Creo que ya va siendo hora de que hablemos de esto -dijo Web mientras comenzaba a acariciar el pelo de Marni-. Tienes diecisiete años y yo veintiséis. Nos encontramos ante un problema.
-Yo soy la que tiene un problema.
-¿De veras crees que sólo tú tienes un problema?
-¿Acaso estoy confundida? - prosiguió ella.
-Sí, y mucho.
Ella contuvo la respiración.
-Eres una mujer muy bella -murmuró él mientras comenzaba a besarle el rostro.
-Soy una niña.
-Eso es lo que me repito una y otra vez, pero mi cuerpo no parece creerlo. Lo he intentado, Marni. Durante todo este mes he estado tratando de controlar mis instintos. Resulta peligroso haber venido hoy aquí solos.
El cuerpo de Marni comenzó a relajarse junto al de Web.
-Yo te ayudé a decidirte.
-Pero yo soy mayor que tú; debería ser más responsable.
-¿Es que existen reglas que varían con la edad?
-Existe el sentido común, y él me dice que no debería estar aquí tumbado contigo.
-Fuiste tú el que me pidió que me acercara -señaló Marni.
-Y tú no te has resistido.
-¿Te gustaría que lo hiciese?
-Pues ya que lo dices, sí. Alguno de nosotros debería mostrar más sentido común.
-No hay nada malo en lo que hacemos -dijo Marni muy despacio, pues estaba acariciando el pecho de Web. Notaba cada músculo de su cuerpo.
-¿No? - preguntó él al tiempo que se erguía y se ponía encima de ella.
La mirada de sus ojos azules la llenaba de calor.
-¿Sabes, Marni? Yo no soy como tus amigos del colegio ni como esos chicos de la universidad con los que habrás salido.
A pesar de que Web se sostenía un poco con los brazos, Marni notaba todo su peso encima de ella.
-He conocido a muchas mujeres, muchísimas. Si alguna de ellas se encontrase aquí, no estaríamos jugando. Probablemente nos estaríamos desnudos y haciendo el amor.
Marni nunca supo de donde sacó las fuerzas para hablar. Las palabras de Web, tan llenas de experiencia, madurez y aventura, la excitaban inmensamente. Su sangre hervía y sus huesos se derretían.
-¿Es eso lo que estamos haciendo? ¿Jugando? - preguntó ella al fin.
-Tú no quieres jugar, ¿verdad? Lo quieres todo.
-Sólo quiero que me beses -dijo, comenzando a respirar más rápidamente y notando toda la masculinidad de Web.
-¿Sólo un beso? - preguntó él-. Está bien, Marni Lange. Veamos cómo besas.
Marni contuvo la respiración mientras Web inclinaba la cabeza. Los labios de Web ardían.
Él la probó y la acarició; luego pareció querer bebérsela con una sed incontenible. Marni respondía instintivamente, ofreciéndole el interior de su boca y su lengua cuando él las buscaba.
Él jadeaba tanto como ella cuando se paró a mirarla.
-No besas como una quinceañera.
Marni le respondió con una leve sonrisa. Nunca había reaccionado a un beso de esa manera anteriormente, pero no quería que Web supiera lo inexperta que era en ese aspecto.
-Parece que aprendo rápidamente -dijo.
-¿Ah, sí? - contestó él y, al momento, hizo desaparecer su sonrisa con otro beso. Entonces comenzó a deslizar su mano hasta que llegó al montículo de sus senos-. ¡Oh, Marni! Eres encantadora, joven y fuerte.
-Bésame otra vez -rogó ella mientras le acariciaba el cabello.
-Puede que me condene por esto -murmuró él-, pero no me importa.
Web la besó muchas, muchas más veces; y tocó sus senos, su vientre y sus muslos. Cuando su mano se acercó al punto que él más deseaba, Marni se arqueó convulsivamente.
-Dime, Marni -le dijo al oído-. Necesito saberlo. ¿Has hecho esto alguna vez?
Ella sabía que Web pararía si le decía la verdad, pero no era una irresponsable. Tampoco podía jugar a la mujer fatal. Él se enteraría de una forma u otra.
-No -dijo Marni finalmente con remordimiento en su voz.
Web se quedó quieto encima de ella, luego soltó un quejido y se apartó.
-¿Web? - dijo, incorporándose al momento-. No importa. Quiero hacerlo, de verdad. Muchas de mis amigas...
-Me importan un comino la mayoría de tus amigas -respondió él, poniéndose un brazo sobre la cabeza-. Tienes diecisiete años y eres la hermana menor de un hombre que se ha convertido en mi mejor amigo. No puedo hacerlo.
-¿Es que no quieres?
Él levantó la mano de Marni y la acercó a su pantalón. La tela estaba tirante. Presionó la mano contra su erección y se apartó bruscamente de su lado.
Su pregunta había tenido una respuesta muy elocuente. Marni sentía un nudo de frustración en su vientre y también sentía la frustración de Web.
-¿Puedo... puedo hacer algo? - susurró ella, queriendo satisfacerle.
-Sí, claro -replicó él-, pero sólo significaría un
shock
para ti y no creo que estés preparada para ello.
-Sí lo estoy, Web -dijo ella, inclinándose sobre él-. Quiero hacerlo.
Web levantó una mano para acariciarle la cara.
-Si de verdad quieres hacer algo por mí, ayúdame a recoger todo esto. Después, subiremos a la cima y, cuando bajemos, estaremos más tranquilos o demasiado cansados para hacer nada.
Fue la sonrisa de Web y los latidos de su corazón los que le hicieron sentirse enamorada. Creyó volverse loca durante la semana que siguió a la excursión, pues Web se aseguró de que no se encontraran a solas. Lo que no podía evitar era mirarla, y Marni supo que no era inmune a su presencia. Sabía que al final llegaría hasta él. Web sentía algo por ella, algo poderoso. Pero el tiempo era el enemigo de Marni. El verano se acababa y no había manera de pararlo.
Marni tenía razón acerca de los sentimientos de Web. Se decía a sí mismo que estaba loco, pero había algo que le atraía de Marni, algo que las demás mujeres no poseían. De tal manera que, cuando todos los amigos de Ethan se reunieron para dar una fiesta, Web llevó a Marni a un rincón oscuro y comenzó a besarla hasta que sus labios se hincharon.
-¿Por qué lo has hecho? - preguntó ella con los brazos alrededor del cuello de Web.
-¿Es una protesta? - bromeó Web, sabiendo que ella le había devuelto el beso con pasión.
-No, simplemente curiosidad; has hecho todo lo posible por evitarme últimamente.
-Lo he intentado de nuevo, pero no hay solución -dijo él, enmarcando la cara de Marni con sus manos-. Te deseo, Marni. Cuando me tumbo en la cama por las noches, recuerdo ese día en la montaña y lo bien que te sentía bajo mi cuerpo; y me digo que son tonterías, pero mi sistema hormonal no está de acuerdo.
-Te entiendo perfectamente -dijo ella en un susurro.
-Entonces, ¿qué vamos a hacer al respecto?
-Puedes hacerme el amor, si lo deseas -contestó, acariciándolo.
-¿Es eso lo que quieres?
-Lo he deseado desde que te vi por primera vez.
-Tus padres te matarán. Y a mí también.
-Hay diferentes formas de morir. Ahora mismo estoy agonizando porque te deseo muchísimo y tengo miedo de que todavía pienses que soy una quinceañera a la que le gusta jugar con fuego. Puede que sea muy joven, pero he conocido muchos hombres como para saber cuándo uno es diferente.
-Lo de tus padres lo digo en serio, Marni. Sienten aversión por mí; si encima se enteran de que he seducido a su hija...
-Tú no me estás seduciendo. Es algo mutuo -dijo Marni, deslizando una mano entre sus cuerpos y acariciando la dura evidencia de su sexo-. Nunca le he hecho esto a ningún hombre. Por favor, Web, hazme el amor.
La proximidad de Marni, el movimiento de su mano, le hacía difícil la respiración.
-¿Crees que puedes salir más tarde? - susurró él.
-¿Esta noche? Creo que sí.
Web la apartó de su cuerpo y la sujetó por la nuca.
-Piénsalo hasta entonces, y si todavía sientes lo mismo, ven a verme. Estaré en la playa detrás de Wayword Pines a las dos en punto.
Ella asintió con la cabeza, incapaz de pronunciar palabra. Web la dejó entonces para reincorporarse al grupo. Ella se fue directamente a casa y se sentó en la oscuridad de su cuarto, tratando de convencerse a sí misma de que no debería ir a ver a Web. Sin embargo, sabía que estaba enamorada de él.
Parecía no tener importancia el hecho de que Web fuera un trotamundos; que él se habría ido una vez terminado el verano; que no pudiera ofrecerle ningún tipo de futuro. La realidad era que lo amaba y que deseaba que él fuese el primero en enseñarle los secretos de su cuerpo.
Ataviada con unos pantalones cortos, camiseta y unas sandalias, Marni salió de su casa a hurtadillas a las dos menos cuarto y corrió hacia la playa. Web se encontraba en el sitio indicado, y el corazón de Marni comenzó a latir con fuerza. Se paró para poder respirar y continuó su marcha un poco más despacio.
-No estaba seguro de que vinieras -dijo él suavemente mientras le tendía su mano.
-Tenía que hacerlo -dijo Marni, ignorando la mano y colgándose de su cuello.
Los brazos de Web la rodearon y abrazaron fuertemente; la retuvo de esa forma mientras hundía su cabeza en los cabellos de Marni. Entonces aflojó un poco su abrazo.
-¿Estás segura? ¿Estás segura de que es esto lo que quieres?
A modo de respuesta, Marni se llevó las manos a la camiseta y se la quitó. No llevaba sujetador. Sus pechos brillaban a la pálida luz de la luna. Con un poco menos de confianza en sí misma, Marni tomó una mano de Web y se la llevó hacia su seno.
-Por favor, Web; tócame; enséñame.
Él no necesitó más aliento. Bajó la cabeza y tomó los labios de Marni mientras sus manos exploraban las curvas de sus senos, acariciándola con movimientos circulares de la palma de su mano; sus dedos se acercaban inexorablemente hacia los pezones que estaban endureciéndose para él.
Marni lanzó un gemido y se pegó a él. Necesitaba tocarlo, conocerlo como él lo estaba haciendo con ella. Web se apartó lo justo para quitarse su propia camiseta y entonces la atrapó de nuevo y la abrazó tembloroso.
-¡Oh, Web! - jadeó ella cuando sintió sus cuerpos juntos.
-Es maravilloso, ¿verdad? - dijo él sin presunción.
Marni recorría con sus manos la espalda de Web al tiempo que lo besaba en el cuello.
-Tranquila, Marni. Hagámoslo despacio esta primera vez.
-No creo que pueda -jadeó ella-. Me siento... me siento...
Él sonrió.
-Lo sé -contestó, respirando profundamente para continuar hablando con una voz más grave-. Quítate los pantalones.
Web estaba de rodillas desabrochando sus shorts, tirando de ellos hacia abajo. No llevaba bragas.
-¡Marni! - jadeó él.
Las piernas de Marni temblaban visiblemente y ella se aferraba a los hombros de Web para mantenerse en esa posición.
-Por favor, no pienses que soy torpe, Web. ¡Te deseo tanto...!
Web presionó la cara contra el estómago desnudo de Marni, y comenzó a besarla.
-No más de lo que yo te deseo -susurró.
Entonces se levantó y se desvistió.
Minutos más tarde, ambos se encontraban rodando por la arena. Marni se sentía sobrecogida por la fuerza de Web, por su olor masculino, que se mezclaba con el de los pinos y que la emborrachaba. Se sentía más vulnerable que nunca, pero también más protegida.
Y más amada. Web no pronunciaba palabras, pero sus manos le mandaban mensajes mientras la tocaban. Estaban hambrientas, y sin embargo, la estimulaba con suavidad, sin dejar de acariciar ni un solo milímetro de su cuerpo. Sus senos, su espalda, su vientre, sus muslos... Si Marni hubiera pensado alguna vez que sentiría vergüenza al exhibirse así ante un hombre, el deseo y el amor que sentía borraba esas ideas. Todo era correcto ante la actitud libre de Web; sentir sus labios sobre su cuerpo desnudo, notar su peso cuando se ponía entre sus muslos.
Marni apretó sus caderas, instándolo a que empujara, gritando silenciosamente para hacerla suya. Ella sintió los dedos de Web entre sus piernas y se arqueó mientras él la acariciaba íntimamente.
-¡Marni... Marni! - jadeó, mientras uno de sus dedos se aventuraba aún más profundamente-. ¡Oh, cielo! ¡Estás tan preparada para mí...!
-¡Por favor... ahora... te necesito!
De pronto, él se incorporó.
-¿Web? - imploró ella.
-Tranquila, todo está bien -dijo, rebuscando en el bolsillo de sus pantalones-. Tenemos que tomar precauciones.
Web sacó un pequeño paquetito del bolsillo de sus vaqueros y, al cabo de unos segundos, se encontraba de nuevo encima de Marni.
-¡Bésame, cielo! - demandó él.
Ella así lo hizo, y sintió cómo Web comenzaba a entrar en su cuerpo. Era la experiencia más maravillosa de su vida, y la más frustrante. Alzó sus caderas con fuerza, sin darse cuenta de que su cuerpo era lo que frenaba a Web. Él respiraba entrecortadamente con sus labios junto a los de Marni.
-Dulce, ¡es tan dulce...! Un poco de dolor, una llamarada de gloria -dijo al tiempo que empujaba hacia delante.
Marni gritó al primer latigazo de dolor, pero éste se apaciguó casi inmediatamente.
-¿Estás bien? - le preguntó mientras ella jadeaba, todavía reteniéndolo en su interior. Era todo lo que él podía hacer para no alcanzar el clímax en ese momento.
-Sí, estoy bien -susurró.
-Relájate -dijo él, bajando la cabeza y comenzando a jugar con la lengua en el pezón de Marni-. Estoy dentro de ti; vayamos a por la gloria.
Ella no pudo pronunciar palabra, pues Web se retiraba en ese momento para retornar suavemente; se retiró un poco más y empujó esta vez con más fuerza; él se retiró una vez más, casi separándose completamente, y arremetió de nuevo. Marni lo sentía dentro de ella; y el sentimiento era tan sobrecogedor, que sólo podía aferrarse a sus hombros y esperar.
Web era lo único que existía para Marni en esos momentos. Ella no pensaba en sus padres y en lo furiosos que se pondrían; ni en su hermano y en la sorpresa que se llevaría; ni en sus amigos y lo envidiosos que estarían. No pensaba en el pasado ni en el futuro; sólo en el presente.
-Te quiero -gritó ella una y otra vez.
Marni sentía una excitación que crecía y crecía hasta que le pareció que iba a explotar.
-¡Oooh, cariño!... así... ¡Oh! - exclamó Web.
Entonces, hasta el sonido del mar se disipó. Primero Marni y luego Web quedaron dominados por la fuerza de su orgasmo.
Pasó un largo rato antes de que alguno de ellos hablase, un largo tiempo antes de que los espasmos se redujeran y sus jadeos se acallasen. Web se deslizó hacia un lado y abrazó fuertemente a Marni.
-Eres maravillosa, Marni Lange -susurró él.
-¡Web... Web... ha sido increíble!
-Creo que estoy de acuerdo contigo -respondió con una risa profunda, satisfecha, puramente masculina.
Marni anidó su cabeza en el pecho de Web.
-Entonces, ¿lo he hecho bien? - le preguntó.
-Más que bien. Ha sido fabuloso, Marni.
-Gracias -dijo ella, sonriendo y levantando la cabeza para ver esos ojos azules que adoraba-. Quería que tú fueses el primero. Ha sido muy especial, muy, muy especial.
Habría deseado decirle cuánto lo amaba, pero él no le devolvió esas mismas palabras y ella no quiso forzarlo. Se sentía agradecida por lo que había sentido con él, por todo lo que Web le había dado. Era más que suficiente por el momento.
Reposaron durante un rato el uno en brazos del otro, escuchando el sonido del mar hasta que no resistieron la tentación de bañarse. Corrieron hacia el agua, riendo y jugando, y finalmente hicieron de nuevo el amor en las olas, sin importarles lo que el resto del mundo pudiera ver, escuchar o saber.
En las dos semanas que siguieron, Marni y Web fueron un poco más prudentes. No podían estar separados, planeaban sus encuentros con sumo cuidado; se encontraban a horas intempestivas y en lugares impensables para olvidarse de que el mundo existía y vivir esos momentos intensamente. Marni era sensual y muy pasional en el amor. Web sentía que había algo especial en ella, algo luminoso. Marni era un espíritu libre y lleno de frescor: era un rayo de luz en su vida.
Los padres de Marni sospechaban que algo estaba pasando, pero ella siempre tenía buenas excusas preparadas cuando ellos le preguntaban dónde había estado o adonde había ido. Siempre tuvo cuidado de no mencionar el nombre de Web. Ethan sabía lo que estaba ocurriendo. A pesar de preocuparle un poco, adoraba a su hermana y confiaba lo suficiente en su amigo como para saber que tenía las cosas bajo control. Tanya estaba simple y llanamente celosa. Se había enterado por medio de una amiga del grupo y decidió hablar con Web para remediar lo que ella creía ser un error. Pero Web no estaba interesado en escucharla y Marni no tenía intención de discutir con ella.
Entonces nadie sabía que el verano acabaría prematura y trágicamente.
Una semana antes de su viaje de vuelta, Web y Ethan fueron en busca de aventuras a la ciudad universitaria de Orono. Marni quiso unirse a ellos, pero Ethan había sido radical en ese punto. Argumentó que sus padres habían estado preguntando acerca de su relación con Web, y por lo tanto, sería mejor que ella se quedara en casa esa noche. Marni siguió protestando, pero Ethan lo arregló todo diciéndole a Web que llevase su moto. De ese modo, ella no podía ir.
Durante meses y meses después de aquello, Marni seguía preguntándose lo que podría haber hecho aquella noche. ¿Qué hubiera pasado si se hubiera puesto pesada hasta conseguir que los tres se fueran en el coche como se había planeado originalmente? ¿Y si hubiese montado un escándalo y conseguido así que cancelaran su salida?
Todos los porqués quedaban fuera de lugar. El daño había sido causado y no se podrían cambiar los hechos.
Comenzó a llover ligeramente después de las once. La carretera estaba oscura. Dos coches habían colisionado a la altura de un cruce sin visibilidad. La moto chocó salvajemente contra uno de ellos. Ethan fue despedido de la moto y se golpeó contra el tronco de un árbol, encontrando la muerte instantáneamente.
Tres
-Está bien -suspiró Web, irguiéndose-. Basta por hoy.
Anne se acercó a él rápidamente sin apartar sus ojos de Marni.
-Pero, si no has conseguido lo que querías -argumentó Anne, preocupada.
-Tú lo sabes y yo también, pero Marni no parece encontrarse en buena forma hoy -dijo Web, dándole la cámara a uno de sus asistentes-, y creo que a mí me ocurre lo mismo.
Se encontraba verdaderamente descontento consigo mismo. ¿Cómo podía haber dejado que se le escapara la palabra «cielo»?
Web ignoró los murmullos que flotaban en el aire, se acercó a Marni y puso el brazo alrededor de su cuello.
-Lo siento mucho, Marni. Todo ha sido culpa mía. No lo he hecho intencionadamente, créeme, por favor -dijo él mientras Marni lloraba en silencio-. ¿Por qué no vas a cambiarte de ropa? Ya terminaremos esto otro día.
Marni asintió con la cabeza sin decir nada. Web le hizo una seña a Anne y ésta se acercó. Web señaló entonces el vestuario y se alejó de las mujeres.
-Vamos, Marni -dijo Anne dulcemente ayudándola a levantarse.
-Lo he estropeado todo -susurró Marni-, y me he puesto en evidencia.
-Por supuesto que no -insistió Anne mientras se dirigían al vestuario-. Todos sabíamos que no te hacía gracia hacer esto; nos has mostrado que eres humana y que hay ciertas presiones que superan a los humanos.
-Tendremos que escoger a otra persona para la portada.
-Ya hablaremos de eso cuando te calmes.
Anne permaneció con Marni mientras ésta se cambiaba. Alguien llamó a la puerta y Anne se apresuró a abrirla. Era Web; entró en la habitación y cerró la puerta después de que Anne saliese.
-¿Te encuentras bien? - preguntó él, apoyado en la puerta.
Marni asintió con la cabeza.
-Creo que tenías razón -continuó Web-. Había mucha gente por allí. Debería haber insistido para que se fueran.
-Eso es sólo parte del problema -dijo ella, mirándolo fijamente.
-Lo sé -dijo él, devolviéndole la mirada.
-Ya te dije que no podría hacerlo.
-Será más fácil la próxima vez -continuó él-. Habrá menos gente.
-No habrá próxima vez -dijo ella, negando con la cabeza.
-¿Por qué? ¿Porque te ha traído recuerdos?
-Exactamente.
-Cosas que no quieres recordar.
-Cosas que me causan dolor.
-Si no te enfrentas a ellas, siempre te perseguirán.
-No lo había hecho hasta hoy.
Web no la creyó.
-Quizá las hayas reprimido -concluyó él.
-Quizá, pero no puedo cambiar el pasado.
-Yo tampoco; todavía hay cosas que me carcomen por dentro.
-No quiero hablar de esto. No puedo. Ahora no. Además, tengo que irme a la oficina. Ya he perdido demasiado tiempo en este fiasco.
Web dio un paso adelante. Su expresión era dura.
-Esto es lo que hago para ganarme la vida, Marni. Tengo éxito y soy respetado por todos. No vuelvas a llamarlo «fiasco».
-Lo siento -dijo ella, dándose cuenta de que había tocado el punto flaco de Web-. No quise decir eso. Te respeto a ti y a tu trabajo. De otra forma, no estaría pagándote como lo hago. El error estaba en usarme a mí para la portada, especialmente después de lo que tú y yo... de lo que compartimos una vez.
Marni agarró su bolso y se dirigió a la puerta.
-Te invito a cenar esta noche -dijo Web quedamente.
-No, muchas gracias; eso sería como echarle sal a la herida.
-Quizá eso sirva para curar la infección, Marni. Durante catorce años esta herida se ha ido ulcerando. Quizá ninguno de nosotros haya sido consciente de ello. Quizá nunca nos habríamos dado cuenta de no habernos encontrado hoy. Pero está ahí. No sé lo que piensas tú, pero yo no descansaré hasta que hayamos hablado. Si vamos a trabajar juntos...
-¡No vamos a hacerlo! ¡Eso es lo que estoy tratando de decirte! Hoy hemos probado y ha resultado ser un fracaso; así que se ha terminado. Elegiremos a una modelo y yo podré volver a mi trabajo.
-¿Escondiendo la cabeza bajo el ala?
-¡Yo no escondo la cabeza! - dijo Marni con fuego en los ojos.
-¿No? Hace catorce años dijiste que me amabas. Después del accidente estuve en el hospital y no viniste a visitarme ni una vez. ¡Ni una sola vez, Marni! - dijo Web, haciendo rechinar los dientes-. Estuve dos meses en el hospital. Dos meses y ni una llamada, ni una carta, ¡nada!
-No puedo hablar de esto -dijo ella con los ojos llenos de lágrimas-. No puedo aguantarlo en este momento.
-Esta noche, entonces.
Marni pasó por su lado, pero él la sujetó con fuerza.
-Por favor -rogó ella-. Tengo que irme.
-A las ocho y media esta noche. Te recogeré en tu casa.
-No -contestó.
-Allí estaré, Marni -concluyó él, liberando su brazo-. A las ocho y media.
Ella continuó negando con la cabeza mientras salía del vestuario. Desafortunadamente, Edgar, Steve, Dan, Marjorie, Cynthia y Anne la aguardaban. Cuando todos se pusieron a hablarle al mismo tiempo, Marni levantó una mano en señal de alto.
-Me voy a la oficina -dijo Marni, mirando al personal de
Class
-. Buscad en vuestros archivos, poneos a trabajar y elegid una modelo para la portada. Hablaremos de ello mañana por la mañana. Me voy en la limusina, ¿alguien viene conmigo?
Edgar y Steve la siguieron sin mediar palabra.
Web los siguió con la mirada. Ella tomaba el control cuando lo deseaba y todos podían ver su fuerza. Pero aun así, él lograría que cambiase de opinión y accediese a hacer la portada. Al menos así se probaría a sí mismo que era un buen profesional.
A las ocho y media, Marni se encontraba sentada rígidamente en su salón con las manos apretadas sobre el regazo. Saltó del asiento cuando el teléfono sonó, preguntándose si tal vez Web había cambiado de opinión. Era el guardia de seguridad, que llamaba desde el piso de abajo y le anunciaba la llegada del señor Webster.
Marni había decidido hablar con él. Web le había lanzado una acusación aquella mañana y ella quería defenderse.
Con un suspiro profundo, Marni ordenó al guarda que lo dejara pasar.
Cuando sonó el timbre de la puerta, Marni estaba muy nerviosa. Las manos le sudaban. Se las metió en los bolsillos del traje. Era el mismo que había llevado por la mañana. Quería darle a Web la impresión de que aquello no era más que una cita de trabajo.
Con lo que no contaba al abrirle la puerta era con que Web llevara un impecable traje y un abrigo de paño azul marino.
-¿Puedo entrar? - preguntó él.
-Oh, sí -respondió Marni, un poco aturdida-. Por favor, pasa.
-Pareces sorprendida -observó él, recorriendo con la mirada su cuerpo-; ¿Es que estoy tan impresionante?
-Bueno... es que yo... no me esperaba... nunca te había visto...
-No esperarías que apareciese vestido con una camiseta y vaqueros, ¿verdad?
-No... Es sólo que...
-Han pasado catorce años, Marni. Todos crecemos tarde o temprano.
Marni no quería tocar aquel tema.
-¿Me das tu abrigo, por favor? ¿Te apetece tomar algo? - dijo ella nerviosamente.
-Está bien -dijo él al tiempo que se lo quitaba-. Tomaré un
whisky
con agua.
Web observó cómo Marni se encaminaba hacia el mueble bar con piernas temblorosas.
-Tienes una casa realmente preciosa -dijo él, admirando la decoración-. ¿Llevas mucho tiempo viviendo aquí?
-Tres años -dijo ella sin volverse.
-¿Dónde vivías antes?
-Tenía otro piso. Era más pequeño.
Web veía que Marni no se encontraba a gusto y él quería que se relajase, pero no sabía cómo conseguirlo. Al final decidió probar contándole la verdad.
-No estaba seguro de que estuvieras aquí esta noche. Me preocupaba que tuvieras otros compromisos: una reunión, una cena de negocios o una cita.
-Hoy no se me han dado bien las cosas -dijo Marni sincerándose.
-Pero te fuiste a la oficina después de salir del estudio.
-No me ha servido de mucho.
En efecto, no había podido concentrarse en nada mientras estaba en la oficina. Había leído contratos y contestado a llamadas telefónicas, pero no recordaba de qué había hablado. Alzó la mirada hasta encontrar los ojos de Web y no ocultó la urgencia que sentía por hablarle claramente.
-Quiero que sepas algo, Web. Cuando tú estabas en el hospital, bueno, no es que no pensara en ti. Es que... no pude ir a verte. Telefoneé varias veces al hospital para saber cómo estabas, pero me resultó imposible ir a verte.
Los ojos de Marni se llenaron de lágrimas otra vez. Eso era lo último que Web deseaba.
-No he venido para hablar de eso, Marni. Siento haber explotado de esa manera esta mañana...
-Pero lo dijiste en serio. Todavía estás enfadado.
-Ahora mismo no lo estoy, y te aseguro que no he venido para hablar de eso.
-Dijiste que teníamos que hablar.
-Y lo haremos. En un futuro próximo.
-¿En un futuro próximo? Pero ¡no nos queda tiempo! En realidad nunca lo tuvimos. Parece que se nos escapó antes de que todo empezara.
-Claro que tenemos tiempo. He hablado con Anne esta tarde. Está de acuerdo conmigo en que tú eres la única que puede aparecer en la portada. Tú misma has dicho esta mañana que teníamos bastante trabajo adelantado.
-Te lo he dicho. No posaré para la portada. Anne y tú podéis conspirar contra mí, pero yo soy la directora de esta revista y tengo la última palabra. Ya no soy una niña, Web.
-Lo sé, Marni -dijo él muy suavemente.
-Nadie me va a decir lo que es bueno o malo para mí.
-Me parece que nunca ha sido así. Creo que siempre te has salido con la tuya.
-No tanto -dijo ella, negando con la cabeza.
-Mira, Marni -empezó a decir Web, poniendo el vaso sobre la mesa-. No creo que ninguno de nosotros quiera remover el pasado en estos momentos. Lo que me gustaría es que nos conozcamos. Los dos hemos cambiado a lo largo de estos catorce años. Fuimos amigos durante algún tiempo. No sé tú, pero yo siento curiosidad por saber cómo se encuentra mi amiga y qué ha hecho durante este tiempo.
-¿Con qué finalidad? - preguntó Marni en tono desafiante.
-Para que nos resulte más fácil realizar este trabajo, por ejemplo -dijo él, alzando una mano cuando vio que Marni quería interrumpirlo-. Sí, ya sé; no vas a hacerlo, pero la única razón que tienes para no hacerlo es que te trae recuerdos. Si ni siquiera podemos conocernos cuando somos adultos...
-Tú ya eras adulto hace catorce años. Yo sólo era una niña...
-Yo era un hombre y tú una mujer -la corrigió él-, pero ambos éramos inmaduros en algunos aspectos.
-Tú no eras inmaduro -dijo Marni, sin creer las palabras de Web-. Tenías experiencia. Habías vivido mucho más que yo.
-Hay vidas y vidas. Pero ése no es el tema. La cosa consiste en que ambos hemos crecido ahora. También hemos cambiado. Si pudiéramos pasar algún tiempo juntos, reemplazaríamos esos malos recuerdos por otros nuevos. ¿No lo comprendes, Marni? Te ha impresionado verme hoy porque lo último que compartimos fue algo doloroso para ambos. No hemos hablado de ello durante catorce años. Es natural que nos impresione vernos ahora, pero no tiene por qué resultar tan doloroso; no, si añadimos algo nuevo a esos recuerdos.
-No estoy segura de comprender lo que estás sugiriendo -replicó ella.
-Todo lo que quiero -continuó Web con un suspiro- es olvidar el pasado. ¡Demonios! Es posible que se trate de una cuestión de orgullo para mí. Quizá lo que pretenda sea mostrarte en lo que me he convertido. ¿Es eso tan malo? Hace catorce años nadie hubiese apostado por mí. Sin embargo, tú lo tenías todo, y no me refiero al dinero. Tenías familia, hogar, y pertenecías a una privilegiada clase social.
Marni lo escuchaba con atención. Lo que decía le llegaba al corazón. Estaba siendo sincero. Había dolor en su mirada. No podía olvidar cuánto lo había amado. Ahora no lo amaba, pero quedaban esos... sentimientos. Y sus ojos azules la seguían cautivando, magnetizando.
-Quiero enseñarte mi mundo, Marni. Estoy orgulloso de él y quiero que tú lo estés también. Puede que no lo creas, pero mi vida se vio profundamente afectada por aquel verano en Camden -dijo Web, al que por un momento se le humedecieron los ojos-. Dame una oportunidad, Marni. Podemos empezar por ir a cenar. No te presionaré, nunca lo hice.
-No -contestó ella suavemente.
-Tienes mi palabra de que no lo voy a hacer ahora. También te aseguro que, si no te encuentras bien en algún momento de la velada, te traeré a casa y te dejaré a solas. Incluso te aseguraré también que, si al final decides no hacer la portada, aceptaré tu decisión. ¿Te parece justo?
Marni le respondió con una media sonrisa y asintió levemente con la cabeza.
Web mantuvo su mirada sobre la de Marni durante un momento, como si no creyera que ella hubiera accedido. Alzó la manga de su camisa y miró el reloj.
-Tenía reservas hechas en un restaurante para hace cinco minutos. Si me dejas usar el teléfono, llamaré y le diré al maître que vamos para allá.
Marni le mostró dónde estaba el teléfono y miró en dirección al pequeño lavabo que había junto a la cocina. Decidió que la ocasión merecía que se maquillara un poco.
Web la esperaba cuando Marni reapareció. Él ya se había puesto su abrigo y sostenía el de Marni. La ayudó a ponérselo, la tomó suavemente por el brazo y la acompañó a la puerta. Bajaron silenciosos en el ascensor. Caminaron por el vestíbulo hasta llegar a la calle. Web le dio discretamente una propina al portero, y éste le entregó las llaves de su coche. Antes de que ella llegara a la puerta, Web la abrió solícitamente.
El restaurante que había elegido era elegante. El maître pareció no molestarse con su tardanza y los condujo a la mesa. Web pidió vino para cenar y ordenó el menú una vez que se habían decidido. Viendo cómo se desenvolvía, Marni pensó que él seguía siendo tan amable como antes. Siempre había irradiado confianza, y Marni asumió que esa cualidad se extendía a cualquier actividad que él escogiera. Aquella visión la forzaba a pensar en él bajo un nuevo punto de vista, y Marni luchó contra este pensamiento.
-¿Has estado alguna vez aquí? - le preguntó él.
-Sí, un par de veces; por asuntos de negocios. La comida es excelente, ¿no crees?
-Cuento con ello -respondió Web con una mueca-. Bueno, cuéntame cosas sobre Marni Lange y la compañía Lange.
Ella negó con la cabeza.
-Tú primero. Cuéntame acerca de Brian Webster, el fotógrafo.
-¿Qué quieres saber? - preguntó él.
-Cómo empezaste. Nunca supe de tu afición a la fotografía.
-No tenía afición, al menos cuando te conocí. El año siguiente a aquel verano resultó muy difícil para mí -continuó, frunciendo el ceño-. Miré en mi interior y no me gustó lo que vi.
-Pero eras un aventurero. Hacías un montón de cosas y las hacías todas bien.
-Era joven, sin raíces ni futuro -la contradijo él-. Entonces me paré a pensar en lo que me convertiría después de diez o quince años de vivir a salto de mata, y no me gustó la idea.
-Así que decidiste hacer de ti un fotógrafo -comentó Marni en tono escéptico.
-Lo que hice fue empezar a escribir sobre lo que había estado haciendo. Hay un gran mercado para los libros de aventuras. Me veía viajando alrededor del mundo, haciendo toda clase de cosas interesantes: navegando a través de los océanos, escalando picos a los que nadie había llegado, cruzando el desierto del Sahara con un camello...
-¿Hiciste de verdad alguna de esas cosas? - preguntó ella.
-No.
-Entonces, escribiste sobre cosas que ya habías hecho.
-No -dijo él-. No podía. Lo intenté, Dios sabe que lo intenté. Me sentaba durante horas frente al papel en blanco, escribía algo y entonces hacía una pelota con la hoja y la tiraba a la papelera. Era muy bueno encestando los papeles.
-Oh -exclamó Marni con una sonrisa.
-Pero me sirvió de algo. Me imaginaba mis artículos en cualquier revista de renombre y quería que fuesen ilustrados con maravillosas fotografías y, ¿quién mejor que yo para hacerlas? Me encontraba en Nuevo México en aquel momento, en unas excavaciones arqueológicas, y pensé que las fotos podían resultar interesantes.
-¿Habías usado una cámara con anterioridad?
-No, pero no me preocupaba. Se trataba de toda una aventura. Compré una cámara de segunda mano, algunos manuales sobre su uso y me puse a disparar.
-Y, ¿qué pasó? ¿Vendiste esas primeras fotos?
-Bueno, no se las pude vender a ninguna revista conocida.
-De acuerdo -dijo ella, recordando que Web siempre se había hecho de rogar para contar algo acerca de su vida-. Así que hiciste fotos de Nuevo México y las vendiste a una revista de poca monta; pero ¿cómo lo hiciste? ¿Cómo pasaste de fotografiar descendientes de los mayas a fotografiar a las personalidades de más renombre?
-¿Sabes? Creo que a ti se te daría bien escribir, y yo podría ayudarte con las fotos.
-Ya tengo trabajo, gracias. Vamos, Web, cuéntame cómo lo hiciste.
En ese momento, llegó el camarero con el vino. Sirvió dos copas después de que Web lo probara. Pero sus pensamientos no estaban en el vino, sino en el hecho de que se estaba divirtiendo mucho con Marni esa noche. Ella se parecía ahora a la chica que una vez conoció, y él no podía evitar observarla y sonreír. Ella sentía curiosidad, siempre había sido así. La personalidad nunca cambiaba; el tiempo y las circunstancias podían modificarla un poco, pero no llegaban a cambiarla del todo.
-¿Web? - inquirió ella-. ¿Cómo fue?
-Bueno, fue en ese viaje. Las excavaciones donde estaba trabajando iban a ser también utilizadas para una película. Tomando en cuenta la capacidad que siempre he tenido para relacionarme -dijo él en tono orgulloso-, logré meterme en el equipo de rodaje y comencé a aprender los secretos de la fotografía.
-¿Quieres decir que vendiste esas primeras fotos?
-No; eran horribles. Quiero decir, eran buenas en potencia. Me gustaron las expresiones que reflejaban. Técnicamente me faltaba mucho por aprender, así que me puse a trabajar con un fotógrafo de Los Angeles. Después de seis meses me independicé.
-¿Seis meses? - preguntó Marni con incredulidad-. ¿Eso fue todo? Cualquier fotógrafo que haga las fotos que tú haces tarda varios años en conseguirlo.
-No contaba con mucho tiempo; ya había perdido bastante y necesitaba ganar dinero. Hay cosas que se necesitan, como una casa, comida y todo el material que usaba en mi estudio. Empecé modestamente, trabajando como un loco e intentando invertir lo poco que ganaba en material más sofisticado. Contacté con otros fotógrafos, compré libros y estudié. Observé el trabajo de los grandes y me dediqué a ir de revista en revista para averiguar lo que se podía vender. Hice
books
de modelos y actores y las cosas parecieron mejorar.
-¿Tenías alguna meta en especial? - preguntó ella.
-Sí. Nueva York. Portadas. Independencia sin límites.
-Entonces lo has conseguido -dijo ella sin darse cuenta del orgullo que había en sus ojos.
Web, sin embargo, sí pudo notarlo, y aquello le causó un gran placer.
-Supongo que sí -contestó él suavemente-. Siempre hay algo más que me gustaría hacer. El reto está en hacer un trabajo diferente al de los demás. Quiero que mis fotos tengan un estilo y un sentimiento únicos. Supongo que necesito eso más que otra cosa, dejar una marca indeleble tras de mí.
-¿Es que vas a algún sitio? - bromeó ella.
-Todos somos mortales -contestó él con una sonrisa triste-. Pienso mucho en ello. Al paso que voy, mi trabajo será lo único que deje para la posteridad.
-Entonces nunca te casaste -inquirió Marni tímidamente.
-Estaba demasiado ocupado... ¿y tú?
-Yo también.
El camarero apareció en ese momento para servirles la comida, y comieron en silencio durante un rato.
-Es gracioso -dijo finalmente Web-. Yo te imaginaba casada, con niños y viviendo en una maravillosa casa de campo.
-Yo también pensaba lo mismo de ti -contestó ella, sonriendo tristemente.
-¿Es que tus sueños se han desvanecido?
-No lo sé. Es como si hubiera sido absorbida por el negocio.
-Deberías hacer cosas para divertirte.
-Y lo hago -prosiguió ella-; de vez en cuando. Y, ¿tú? ¿Todavía trabajas tanto como al principio?
-Sí, trabajo mucho, pero la meta es diferente. Ahora puedo concentrarme en la parte creativa y dejar el resto a mis ayudantes. Tengo más tiempo libre de esta manera; intento tomarme todos los fines de semana libres.
-¿Qué sueles hacer entonces?
-La mayoría de las veces me voy a Vermont -continuó él, encogiéndose de hombros-. Tengo una pequeña casa allí. En el invierno esquío y en el verano nado.
-Parece maravilloso -dijo ella con sinceridad.
-¿Ya no vas a Camden?
Marni se irguió en su silla y la expresión de alegría se borró de su cara.
-Mis padres sí. Significa toda una tradición para ellos. Y yo, bueno, ya no me divierte tanto como antes. Algunas veces me quedo en Nueva York durante el verano; todos se van y esto parece el paraíso.
-Siempre te gustaron los sitios con poca gente -comentó él, recordando aquella conversación entre ellos cuando fueron a escalar hacía catorce años.
Marni también lo recordó. Tomó un profundo respiro y se esforzó por volver a la realidad.
-En cualquier caso, siempre procuro tomarme un par de días libres cuando acabo algún trabajo importante y me pierdo por ahí para eliminar un poco de tensión.
-¿Vas sola? - preguntó él.
-Normalmente sí.
-Así que no hay ningún hombre especial en tu vida.
-No.
Al decir eso, Marni se dio cuenta de que una pareja se acercaba hacia su mesa. Siguiéndolos con la mirada, Web se volvió. Echó su silla hacia atrás, se levantó y ofreció su mano al hombre.
-¿Cómo estás, Frank? - preguntó Web.
-No muy mal -dijo él, dándole palmaditas en la espalda.
Web saludó a la mujer con un apretón de manos y con un beso en la mejilla.
-¡Maggie! ¡Estás preciosa! Frank, Maggie, quiero presentaros a Marni. Marni, estos son los Kozol.
-¿Marni Lange... de la compañía Lange? - preguntó Frank.
Marni asintió con la cabeza.
-Conocí a tu padre hace mucho tiempo -continuó Frank-. ¡Madre mía! Hace años que no lo veo.
-Ahora está jubilado -contestó ella a pesar de que mencionar a su padre en presencia de Web la hacía sentir muy incómoda.
-¿Cómo está? ¿Y tu madre? - dijo Frank.
-Ambos están muy bien, gracias.
Maggie se acercó a la mesa para charlar más cómodamente con Marni.
-Frank trabajaba para Ingenierías del Este por aquel entonces, pero montó su propio negocio hace diez años -dijo Maggie mientras su marido charlaba animadamente con Web-. Tendrás que disculpar nuestra intromisión, pero Frank adora a Brian y no podía pasar sin hablar un rato con él.
-No te preocupes -dijo Marni, sonriendo-. ¿Conocéis a... Brian desde hace mucho?
-Sí, desde hace varios años. Nuestra hija es... era... modelo. Cuando empezó a trabajar con Brian estaba pasando por un mal momento. Creo sinceramente que, de no haber conocido a Brian, nuestra hija hubiese acabado mal. Ahora está casada y acaba de tener su primer hijo -dijo Maggie con el rostro encendido por el orgullo-. El niño es una preciosidad.
-¿Cómo se llama? - preguntó Marni.
-Christopher James -respondió Maggie.
-Y tú estarás encantada con él, supongo. ¿Vivís cerca de vuestra hija?
-No, vivimos en Washington, pero hemos ido a verla varias veces...
-Vamos, cariño -la interrumpió Frank-, el coche nos está esperando y no quisiera robarles más tiempo a nuestros amigos.
-Ha sido un placer conocerte -le dijo Maggie a Marni. Luego, se despidió de Web con un beso y se alejó del brazo de su esposo.
-Lo siento mucho -dijo Web, acercando la silla a la mesa.
-No te disculpes -dijo Marni mientras pensaba que había conocido a los primeros amigos de Web-. Son encantadores. Maggie ha mencionado a su hija. Según sus palabras, parece que están en deuda contigo.
-Era una dulce chiquilla que se perdió en el mundo competitivo de las modelos. Maggie y Frank dicen que se encontraba confusa, y es cierto, pero también andaba con drogas y era prácticamente anoréxica.
-¿No les ocurre eso a la mayoría de las modelos?
-Es posible, pero resultó muy triste en el caso de Sara. No creo que quisiera convertirse en modelo, pero tenía estilo y se metió en ese mundillo casi sin darse cuenta. Si no hubiera salido de todo eso, ahora estaría probablemente muerta.
-¿Qué hiciste para ayudarla? - preguntó Marni, pestañeando.
-Hablar mucho -contestó él, pensativo-. Le hice fotos y me aseguré de que fueran muy buenas. Entonces traté de convencerla de que había llegado a la cima de su carrera y que debería retirarse.
-¿Y ella lo aceptó así de sencillamente?
-No exactamente. Le enseñé mi portafolios de los fracasados.
-¿Cómo dices? - preguntó ella, sorprendida.
-Conservo los ficheros de todos los modelos que he fotografiado. Tengo una carpeta especial de los que llegaron muy arriba y luego cayeron en picado. Cuando me siento deprimido, miro esas fotos y pienso en lo bueno que tengo a mi alrededor. No suelo enseñárselo a cualquiera, pero creo que hizo un buen efecto en Sara. Empezó a visitarme con regularidad y, finalmente, la convencí de que fuera a ver a un psiquiatra. Maggie y Frank son excelentes personas, pero la idea de que su hija necesitase un psiquiatra les ponía nerviosos.
-Y funcionó -concluyó Marni.
-Bueno, ayudó un poco. Lo definitivo fue conocer al hombre que ahora es su marido. Trabaja como abogado para el Departamento de Justicia y está loco por ella. La ayudó a decidirse para matricularse de nuevo en la escuela que había abandonado cuando empezó su carrera como modelo -continuó Web, aclarándose la garganta-. Ahora se dedica a atender al niño y no puede ir a clase, pero sabe que puede hacerlo cuando lo desee.
-Es una historia preciosa -dijo Marni, poniendo su codo en la mesa y apoyando su barbilla contra él-. Apostaría a que tienes muchas más por ahí. Cuéntame algunas más, por favor.
Durante la siguiente hora, Web le relató varias de esas historias. Lo hacía con una modestia que fascinaba a Marni. Ella lo escuchaba, pensando en lo excitante que era la vida para él y cómo había conseguido lo que quería.
Cuando acabaron la segunda taza de café, ambos quedaron en silencio, mirándose, comunicándose en otra dimensión. Era un tipo de comunicación que Marni no quería analizar.
-Como en los viejos tiempos -dijo Web quedamente.
Ella asintió con la cabeza y sonrió tímidamente.
-Podría escucharte durante horas. Siempre has sido tan diferente a los demás...; tienes tanta experiencia.
-También tú tienes experiencias...
-Pero no son tan excitantes -lo corrigió ella-, o quizá es que no les doy la importancia que se merecen. ¿Te ocurre a ti lo mismo alguna vez?
-Me gustaría que así fuera, pero no creo que llegase a donde quiero si no analizase las cosas.
-Parece que es muy importante para ti conseguir llegar a donde te propones -dijo ella al tiempo que pensaba en lo diferente que encontraba a Web.
-Todo el mundo quiere lograr el éxito. Tú también, ¿no es cierto? Si no, ¿por qué pasas todo el rato pendiente de tu trabajo?
Marni no contestó de inmediato. Tenía sentimientos contradictorios. Sí, quería tener éxito como presidenta de la compañía Lange, pero por razones que no quería analizar en ese momento.
-Supongo que sí -dijo finalmente Marni.
-No pareces muy segura.
-Lo estoy -se esforzó por decir.
-Estabas pensando en algo más cuando lo has dicho, ¿qué era?
-Nada -dijo ella, sonriendo-. De veras, no era nada; creo que estoy un poco cansada, ha sido un día muy largo.
-Sí, y un día de pruebas duras también.
-Así es.
Web no quería presionarla más y se calló. De hecho, él había conversado la mayor parte de la cena. A pesar de que todavía le quedaban muchas cosas por saber de Marni, se sentía muy satisfecho de la velada. Estaba decidido a hacerla confiar en él una vez más. Aquella noche sólo había sido el principio. Estaba segura de que todavía les quedaba mucho tiempo para conocerse más. Su relación se había interrumpido hacía catorce años y él necesitaba que continuara.
El aire era frío cuando salieron del restaurante. Esperaron en la puerta a que les llevasen el coche. Marni no se resistió cuando él le rodeó los hombros con sus brazos. Web era fuerte y lo sentía cálido junto a ella, como siempre lo había sentido.
Durante unos instantes, Marni cerró los ojos y trató de imaginar que aquel verano no había acabado de aquella forma. Era un pensamiento muy dulce, intensificado por el olor de Web, de su tacto, de su saber... Marni lo amaba; su cuerpo reaccionaba a la proximidad del cuerpo de Web. Se habían citado en secreto para olvidarse del mundo...
-Vamos -murmuró él suavemente-. ¿Marni?
Web le apretó el hombro con la mano. Ella abrió los ojos.
-El coche, ya está aquí -dijo Web. Perpleja, Marni se dejó guiar hasta el vehículo.
Cuando reaccionó, ya se encontraba en el interior del coche.
Cuando llegaron a la casa de Marni, él le dio las llaves del coche al portero y la acompañó a la puerta de su apartamento. Una vez allí, él agarró las llaves de Marni y abrió la puerta.
-Gracias, Web. Me he... Ha sido una velada encantadora.
-Yo también lo pienso -dijo él con una sonrisa que provocó un escalofrío en Marni-; me encanta estar contigo.
-Me extraña un poco, teniendo en cuenta que tú has sido el que ha animado toda la cena.
-Sólo porque estaba inspirado por ti -continuó él-. Marni, acerca de la portada...
-Shhh -dijo ella, poniendo su dedo índice en la boca de Web. Al sentir sus labios tan llenos de fuego, Marni apartó bruscamente la mano y bajó su mirada hacia la corbata de Web-. Por favor, no discutamos sobre eso otra vez.
-Todavía quiero hacerla. ¿No crees que será más fácil para ti ahora?
-Yo... no lo sé -respondió, insegura.
-¿Pensarás en ello al menos? De todas formas, no podremos empezar hasta la semana que viene. Quizá entonces te sientas mejor.
-No lo sé -dijo ella, bajando aún más la cabeza.
-¿Marni?
Ella cerró los ojos, pensando que era el momento de entrar en el apartamento, pero fue incapaz de moverse. Cuando Web intentó alzarle la cabeza, ella se resistió, pero él lo intentó con más fuerza hasta que sus miradas se encontraron.
-Todavía está ahí -dijo él-; lo sabes, ¿verdad?
Ella asintió con la cabeza y con los ojos llenos de miedo.
-¿Es que tenemos que luchar contra de ello? - continuó él.
-Creo que no estoy preparada -susurró ella, incapaz de hablar en alto y con el corazón latiéndole fuertemente-. Me cuesta mucho después de lo que sufrí entonces.
Web le acarició la mejilla con su mano, una mano que había conocido y explorado cada milímetro de su cuerpo. Sus ojos azules se oscurecieron.
-Yo también sufrí. Tú no lo sabes, pero sufrí mucho, Marni. ¿Crees que me apetece recordarlo?
Marni tragó saliva y negó con la cabeza.
-No sugeriría nada si no estuviese seguro de que nos va a servir para alegrarnos y borrar los malos recuerdos -se aventuró a decir Web.
-¿A qué te refieres? - preguntó Marni.
-El viernes por la noche tengo que ir a una fiesta. Sólo tengo que aparecer por allí. Ven conmigo, Marni, y luego podemos hacer cualquier otra cosa: ir a cenar, al cine o pasear por el parque. No me importa lo que sea, pero necesito verte de nuevo.
-Hay algo raro en todo esto; yo era la que siempre me ponía pesada para conseguir salir contigo -bromeó Marni.
-Porque yo era aún muy arrogante y jugaba a ser un donjuán -prosiguió Web al tiempo que recorría con su pulgar los labios de Marni-. Estoy cansado de jugar, Marni. Soy demasiado mayor para eso ahora. Quiero verte de nuevo, lo necesito. ¿Qué dices de lo del viernes?
-No te prometo nada acerca de la portada.
-El viernes. Nada de negocios, sólo diversión.
Si catorce años atrás alguien le hubiera dicho que Web le rogaría que saliese con ella, nunca lo habría creído.
-De acuerdo -concluyó, sabiendo que no tenía otra posibilidad.
Web le hacía sentir cosas que no había sentido con ningún hombre, siempre lo había hecho. Ella se sentía viva, y eso era un regalo muy preciado.
Cuatro
La fiesta resultó ser increíblemente estridente. La música pop sonaba altísima y se mezclaba con las luces de colores y el mar de gente contoneándose al ritmo de la misma con energía desatada.
El anfitrión era un productor de vídeos de música
rock
, a quien Web había conocido hacía varios meses. Los invitados procedían de profesiones diversas: actores, cantantes, músicos y técnicos de sonido.
Marni apenas podía vislumbrar el rostro de ninguno de ellos, y se habría sentido perdida si no fuera por el cordón umbilical que Web representaba para ella en ese momento.
Sin embargo, a Marni le sirvió de mucho la hora que pasó en la fiesta; pudo observar que Web era reconocido, querido y respetado por todos. Vio cómo él se negaba a hacer de donjuán sin parecer por ello aburrido. Observó que no le gustaba beber mucho, y que evitaba por todos los medios el rincón donde se concentraban los consumidores de cocaína; que no soportaba el
rock
y que no bailaba mejor que ella.
-Creo que está empezando a dolerme la cabeza -gritó él-. Vámonos de aquí, por favor.
Web tomó a Marni de la mano, recogieron sus abrigos y salieron a la calle. Una vez allí, él se reclinó en la pared. No había soltado la mano de Marni en ningún momento.
-Lo siento -dijo él-. No pensé que sería una fiesta tan salvaje. Bueno, quizá sí, pero le había prometido a Malcom que vendría. ¿Cómo estás tú?
-Un poco aturdida -dijo ella apretando su mano contra la de Web.
-Quiero que sepas que éstos no son mis amigos; quiero decir, Malcom sí lo es. Conozco a los demás, pero no suelo ir con ellos cuando tengo tiempo libre. Es posible incluso que lo haga de vez en cuando, pero te aseguro que tengo otros amigos. ¿De qué te ríes?
-Es que parecías estar en tu salsa ahí dentro, y ahora te pones como un crío, todo nervioso y disculpándote -contestó ella-. No soy tu madre, Web; no estoy aquí para juzgar a tus amigos o conocidos.
-Lo sé, pero... ¿por qué será que sospecho que tus amigos tienen más clase? - preguntó él.
-Quizá porque soy la presidenta de una compañía seria.
-No me refiero a eso. ¿Cómo son tus amigos? - preguntó Web.
-Bueno, son diferentes; más tranquilos, supongo -dijo ella, un poco pensativa-. Es curioso; cuando pienso en cuando era una chiquilla, en la pandilla que tenía, recuerdo aquellas fiestas que hacíamos y nuestra actitud rebelde.
-Tú nunca fuiste rebelde -la corrigió él.
-No, pero me acerqué mucho. Cuando pienso en los otros, en los más osados de la pandilla, me dan ganas de reír. Ahora son personajes totalmente convencionales. Sí, todavía se divierten, pero toda su rebeldía, en aquel tiempo tan preciada por ellos, ha desaparecido.
-Dices «ellos». No parece que te identifiques con tus amigos.
-No es eso -dijo ella, arreglándose el cuello de la blusa, algo nerviosa-. Pero de alguna forma, dejé de congeniar con ellos después de... después de...
-... de que Ethan muriera -completó Web la frase con tono sobrio.
Al ver que ella no respondía, Web le dijo suavemente:
-Vamos, daremos un paseo. Todavía lo echas de menos, ¿verdad? - preguntó Web.
El aire era lo suficientemente frío como para adormecer sus sentidos y ser capaz así de hablar de su hermano muerto.
-Lo adoraba. Nos llevábamos ocho años y, no es que fuéramos uña y carne, pero había algo muy especial entre nosotros. Sí, lo echo de menos.
-Él habría sido el presidente de Lange, ¿no es así? - preguntó Web mientras rodeaba los hombros de Marni con sus brazos.
-Sí, así es.
-Lo has suplido en la compañía.
-Mis padres necesitaban a alguien.
-¿Qué me dices de tu hermana Tanya?
-Tanya no tiene arreglo -contestó Marni con una risita-. Corrió espantada cuando pensó que tendría que trabajar en el negocio de la familia. No es que mi padre hubiese pensado en ella, es más, quizá por eso se mostrase tan negativa. No acabó sus estudios; deambuló de colegio en colegio hasta que abandonó sus estudios por completo.
-¿Qué hace ahora? - inquirió Web.
-Vive aquí, en Nueva York. Se ha casado un par de veces y va en busca de un tercer marido. Recibe una pensión lo suficientemente alta como para llevar el tren de vida al que está acostumbrado y se pasa la vida yendo de compras y dando fiestas.
-No parece que tengáis mucho en común...
-No, no mucho.
-¿Fuisteis alguna vez verdaderamente amigas?
-La verdad es que no. Nos peleábamos mucho de pequeñas. Tanya era la instigadora. Era como si se encontrara perdida cuando estaba entre Ethan y yo. No sé por qué, pero creo que se sentía inferior a nosotros. Ella era más guapa y sociable; y a pesar de ello, se comportaba como si estuviese celosa de mí.
-Era dos años mayor que tú, ¿no? - preguntó Web.
-Sí.
-A lo mejor eran los típicos celos hacia la hermana menor. Si Ethan tenía siete años cuando Tanya nació y era la primera niña, probablemente la mimaran mucho y le sentara mal tu nacimiento.
-Sea lo que sea -dijo Marni con un suspiro-, nuestra relación nunca fue buena. Nos vemos de vez en cuando en las reuniones familiares, o nos encontramos por casualidad; pero casi nunca hablamos por teléfono y jamás salimos juntas. Quizá te resulta patético, siendo como eres hijo único.
-No soy hijo único.
-¿No? - exclamó Marni, sorprendida-. Pero yo creía que... Bueno, tú nunca mencionaste a tu familia y supuse que no tenías.
-Tengo un hermano; mejor dicho, un hermanastro. Es cuatro años menor que yo.
-¿Lo ves alguna vez?
-Trabajamos juntos; es mi agente, o como quieras llamarlo. Se llama Lee Fitzgerald. Estaba en el estudio el día de la sesión fotográfica. Pero no recuerdas mucho de aquel día, ¿no es así?
-No fue uno de mis mejores días -dijo ella, avergonzada.
-No podrías haber sabido que se trataba de mi hermano; no nos parecemos. Es un buen chico y muy competente.
Marni recordó entonces que aquella mañana Web había dicho en un momento de ira que él era un bastardo.
-¿Y el apellido Webster? - preguntó ella curiosa.
-Era el de soltera de mi madre.
-¿Conociste a tu padre?
-No. Creo que estaba casado.
-¿Piensas en él alguna vez?
Web acarició el hombro de Marni por encima de su grueso abrigo, como si necesitara el apoyo de su presencia.
-Pensaba en él cuando era pequeño. Me preguntaba quién sería, cómo sería físicamente, dónde vivía y si yo le gustaría. Casi puedo identificarme con Tanya. Pasé todos esos años viajando, vagando, nunca permaneciendo en un sitio durante mucho tiempo. Quizá no quería averiguar que en realidad mi padre no quería verme. No creo siquiera que él supiera o que sepa que existo.
-¿Tu madre nunca se lo dijo? - preguntó Marni, sintiendo compasión por él.
-Mi madre no lo vio más que una noche. Sabía su nombre y que trabajaba como vendedor, pero no sabía dónde. También sabía que estaba casado. Mi madre también se casó cuando yo tenía dos años. No era el típico padrastro, me quería.
-¿Vive tu madre todavía? - preguntó ella cuando torcían por la Quinta Avenida.
-No; murió hace varios años.
-Lo siento, Web -dijo, dándose cuenta de que ella siempre había tenido a alguien a quien acudir-. ¿Todavía te preguntas cosas acerca de tu padre?
-No. Creo que pensé que echar raíces era más importante que huir del hecho de que mi padre no me conociera. Decidí que quería hacer algo, ser alguien; ahora estoy orgulloso de ver hasta dónde he llegado.
-Tienes razones para ello -dijo ella suavemente y mirándolo a los ojos, hasta que la intensidad de sus miradas la obligó a apartar la vista.
Caminaron un rato en silencio, escuchando los ruidos de la ciudad por la noche.
-¿Y tú, Marni? Puedo ver en lo que te has convertido, pero ¿qué habrías hecho si... las cosas hubiesen sido diferentes? Sabía que querías terminar tus estudios, pero no contaste mucho más de todo eso. ¿Quisiste siempre trabajar en la compañía?
-No podía ir tan lejos en aquel tiempo. Negocios, una carrera, eran las últimas cosas en las que pensaba -Marni adquirió un tono más grave-, hasta que mi hermano murió. A partir de entonces, crecí muy deprisa.
-¿Por qué? Quiero decir, sólo tenías diecisiete años.
-Ethan ya había empezado a trabajar y yo sabía que él reemplazaría a mi padre en la compañía algún día. No es que yo quisiera la presidencia, pero mi padre necesitaba a alguien y parecía justo que yo lo intentara.
-¿Llegaste a ir a Wellesley? - preguntó Web.
-Bueno, no me apliqué mucho durante el primer trimestre. Todavía me encontraba muy afectada. Pero después me recuperé. Me diplomé en Columbia y después me uní a la compañía.
-¿Te arrepientes? ¿Alguna vez has deseado hacer otra cosa?
-Me habría gustado que Ethan hubiese sido presidente, pero como eso es imposible, más vale no pensar en ello. No tengo quejas y creo que se me dan bien los negocios. Hay un reto en este trabajo y la holgura económica que tiene la compañía te permite cierta independencia para invertir en nuevos proyectos.
-Como Class.
-Efectivamente, como Class.
Salieron de la Quinta Avenida y se internaron en una callejuela oscura. Ella se preguntaba cuánto tiempo había pasado desde la última vez que había paseado por las calles de la ciudad de noche. Siempre estaba muy ocupada y tenía que ir de un sitio a otro con la ayuda de taxis o en coche, sin tener tiempo siquiera de pensar en caminar.
De pronto, oyeron un grito sordo que venía del callejón que acababan de pasar. Se pararon en el sitio y se miraron el uno al otro, y sus ojos se engrandecieron cuando escucharon un segundo grito. Rápidamente Web agarró a Marni de la muñeca y la llevó hasta el rellano de una tienda que había por allí.
-No te muevas ni digas nada -dijo Web.
Entonces empezó a correr en dirección al callejón. Un hombre se topó con él y lo hizo caer. Web se levantó en un acto reflejo y echó a correr tras el hombre; éste era mucho más pequeño y lento que él. Logró derribarlo, pero de pronto, advirtió que el hombre llevaba una navaja en la mano. Latigazos de dolor recorrieron el cuerpo de Web mientras intentaba desasirse del hombre. No tenía pretensiones de convertirse en héroe o mártir, así que lo dejó escapar y volvió corriendo donde había dejado a Marni. Ella no estaba.
-¡Maaaarni! - gritó él sintiéndose ahora aterrorizado.
-¡Aquí, Web! ¡En el callejón!
Marni estaba de rodillas junto a una joven que respiraba con dificultad.
-Ya ha pasado todo -le decía Marni a la joven suavemente-. Vamos, ya ha pasado todo; se ha ido.
-¿La ha violado? - preguntó Web al ver que las ropas de la joven estaban desgarradas.
Marni negó con la cabeza y dijo:
-El asaltante debe de haberse asustado al oírnos pasar. Le ha robado la cartera; eso es todo.
-Voy a llamar a la policía -dijo Web a la chica-. Quédate con Marni hasta que yo regrese.
Web se lanzó a la calle y se preguntó dónde demonios se iban los coches cuando más se los necesitaba. Corrió hacia la Quinta Avenida en busca de ayuda. Había coches, pero no paraban. Los taxis estaban todos ocupados y no se veía ni un policía. Se dirigió a una cabina telefónica, y llamó a la policía. Luego volvió corriendo hasta donde se encontraban Marni y la chica.
-Ha debido herirla -dijo Marni asustada-, tiene sangre en la manga pero no sé de dónde sale.
-De mí -respondió Web agachándose de nuevo.
Se sentía un poco aturdido. Sus dos manos estaban cubiertas de sangre. Tiró del pañuelo que llevaba al cuello y se vendó fuertemente la mano con él.
-¡Dios mío! ¡Web! ¿Qué ha pasado?
-Ese hombre tenía una navaja.
-Pero ¿y tu mano?
-No es nada.
La mujer comenzó a llorar.
-Lo siento... es culpa mía... no debí salir a pasear sola a estas horas.
-Shhhh -dijo Marni-. No lo pienses más; la policía llegará muy pronto.
-Sí, ya está de camino -aseguró Web, dirigiéndose a la chica, que no debía tener más de veinte años-; dime, ¿cómo te llamas?
-Denise... Denise LaVecque.
-Vas a ponerte bien, Denise. La policía está al llegar. Necesitarán saber todo lo que puedas recordar acerca del hombre que te ha atacado.
-No puedo recordar mucho... Estaba oscuro... él se me echó encima...
-Cualquier cosa que recuerdes les servirá de ayuda.
Se oía el sonido de una sirena que se acercaba.
-Querrán saber todo lo que tú recuerdas también -dijo Marni refiriéndose a Web, con cara de preocupación.
-Lo sé -contestó él, mirándose la mano.
-¿De veras te encuentras bien? - susurró Marni.
Web le ofreció una amplia sonrisa y asintió con la cabeza.
Finalmente, el coche patrulla apareció por el callejón.
Los minutos que siguieron fueron como un remolino de confusión para Marni. Otro coche patrulla se presentó allí. Preguntaron acerca de todo, y buscaron en el callejón por si encontraban algún objeto que los ayudara a reconocer al asaltante. Finalmente, metieron a Denise en un coche y a Marni y a Web en otro. Marni no sabía cuáles eran los planes de la policía para Denise, pero insistió en que llevaran a Web al hospital antes de seguir con las preguntas.
El trayecto fue silencioso. Marni sujetaba la mano sana de Web, mirándolo preocupada de cuando en cuando.
-Sólo es un corte -murmuraba él cuando sorprendía a Marni mirándolo de ese modo.
Marni sabía que Web había actuado instintivamente cuando salió en persecución del atacante de Denise. En una ciudad como Nueva York, donde todo el mundo evitaba involucrarse en reyertas, Web se había comportado como un ser humano, y ella lo respetaba enormemente por ello.
La enfermera de la sección de urgencias, llevó a Web rápidamente a una habitación después de sugerirle a Marni que esperase en el vestíbulo, pero ella se negó. Siguió aferrada a la mano de Web. La soltó sólo cuando el médico empezó a examinarlo.
Al llegar a un punto particularmente doloroso, Web tragó saliva y Marni también.
-¿Estás bien? - preguntó ella.
El doctor les comunicó que la navaja había cortado el tendón de su dedo meñique, que tendría que darle puntos y que tardaría algún tiempo en curarse.
-Estoy bien, Marni -dijo Web-. Eres tú la que está sudando de preocupación. ¡Cómo me duele!
-Doctor -dijo ella-. Parece que le duele mucho. ¿No podría usted...?
-Marni -interrumpió Web-, es sólo un corte.
-¡Seguro que el dolor te sube por todo el brazo! ¡Y no me digas que no es cierto porque sí lo es! - exclamó Marni como si la herida la tuviese ella-. Doctor, ¿no va a anestesiarlo o algo así?
El doctor le dirigió una sonrisa de consuelo y dijo:
-Sí, voy a ponerle anestesia local en la mano.
Introdujo la jeringuilla que la enfermera había preparado y Marni miró hacia otra parte. Después de unos segundos, Web dijo:
-Ya puedes mirar; todo ha terminado.
Sí, la anestesia había sido inyectada, pero el corte en la mano de Web parecía más horrible que nunca.
-Puede que resulte gracioso para ti -dijo Marni en un tono irónico-, pero no para mí, Brian Webster. Quizá la navaja estaba oxidada. ¿Cómo vas a manejar tu cámara con una mano inmovilizada?
-¿Crees que no estoy preocupado por esas cosas? - preguntó él.
-No tiene por qué preocuparse, señor Webster -interrumpió el doctor-. Le pondré la vacuna antitetánica; y en lo que se refiere a su trabajo, bueno, sólo se trata de su dedo meñique; yo creo que podrá adaptarse a sostener la cámara con el resto de los dedos de la mano.
-¿Lo ves, Marni? Me las arreglaré.
Cuando hubo acabado de coserlo, el doctor le vendó la mano. Le puso la vacuna y le dio unos calmantes para el dolor que Web necesitaría una vez que se le pasase el efecto de la anestesia. Marni habría deseado llevarlo a casa, pero los policías estaban esperándolos para llevarlos a la comisaría.
-¿No podemos dejarlo para mañana? - preguntó Marni a los policías-. Creo que Web debería descansar ahora.
-Déjalo, Marni -dijo Web, apretándole la mano-. Si lo hacemos ahora, acabaremos con esto de una vez. Además, no me atrae la idea de pasar el sábado mirando fichas de delincuentes.
-¿Me avisarás si empiezas a sentirte peor? - dijo ella.
-Creo que lo notarás -dijo él.
Web estuvo mirando las fichas de la policía hasta el amanecer. La mano de Web comenzaba a dolerle de nuevo y también la cabeza. Sabía que Marni debería estar agotada. A pesar de que hubiera deseado que se marchase a casa, sabía que la necesitaba junto a él.
-Nada -dijo él cuando acabaron con el último libro de fichas-. Lo siento, pero no puedo ver aquí al hombre que me atacó.
El oficial que había estado toda la noche con ellos se levantó y recogió el libro.
-Éstos son los más difíciles de atrapar: atacan y se largan a la carrera -dijo el oficial-. Puede que llevara peluca, o que se haya afeitado el bigote. Puede incluso que no esté fichado.
Marni quería creer todo lo que le decían con tal de que los dejaran ir pronto.
-¿Hay algo más que debamos hacer? - preguntó ella con miedo.
-Creo que no; tengo sus declaraciones y sé donde encontrarlos si descubrimos algo.
-¿Cree que podrá hacerlo pronto? - preguntó Web mientras se ponía el abrigo.
-Lo dudo -respondió el oficial.
-Está bien -dijo Web dando un suspiro-. Si nos necesita para algo...
Marni y Web salieron de allí y se dirigieron a la parada de taxis.
-Te acompañaré a casa -murmuró Web al tiempo que abría la puerta del coche.
Mientras se metía en el coche, Marni le dio al conductor la dirección de Web. Éste no se dio cuenta de lo que ella había hecho hasta que ya llevaban un trecho del trayecto.
-Pero Marni, no puedo dejar que vayas sola a casa después de lo que ha pasado esta noche.
-No tengo intención de hacerlo. Nos vendrá bien una copa -respondió Marni mientras el taxi paraba y ella abría la portezuela y lo ayudaba a salir.
Después de pagar y llegar hasta la puerta del edificio, Web dijo:
-Esto no es... lo que yo había planeado -dijo disgustado-. No debí llevarte a esa fiesta. Si no hubiésemos ido...
-Habrían violado a esa chica -dijo ella, apretando el botón del ascensor-. No sirve de nada pensar en lo que podríamos haber hecho o no. Lo sé por experiencia. El caso es que fuimos a la fiesta y que luego paseamos por aquellas callejuelas; que pudimos detener a un delincuente y que tú tienes una herida en la mano.
El ascensor llegó y ambos se montaron en él.
-Estoy rendida, pero sé que, si cierro los ojos, no podría evitar pensar en el callejón, en esa pobre chica o en tu mano herida. Por cierto, no te has tomado ningún calmante.
-Me tomaré un par de aspirinas.
Web sacó las llaves de su apartamento y esperó a que las puertas del ascensor se abrieran. Un poco más tarde atravesaron el estudio, subieron la escalera de caracol y llegaron al salón de Web. Él se dirigió directamente hacia el mueble bar, sacó una botella de
whisky
, sirvió dos vasos y dio un largo trago al suyo antes de ofrecerle el otro a Marni.
-Ven, siéntate a mi lado -dijo Web, sentándose en el sofá y recostando la cabeza en el respaldo.
-¿Dónde están las aspirinas? - preguntó Marni.
-El botiquín está en el cuarto de baño del dormitorio.
Marni encontró el camino sin problemas. Regresó al salón y se las dio. Luego, se sentó junto a él en el sofá.
-Pareces terriblemente cansado -susurró ella.
-Sí -contestó él sin abrir los ojos.
-Quizá deberías echarte.
-Ya lo estoy.
-Me refiero en tu cama.
-Sí, dentro de un momento.
Muy tiernamente, Web levantó su mano herida y la puso sobre el regazo de Marni. Ella quería aliviarlo de algún modo, pero no sabía cómo. Comenzó a acariciarle el brazo, y como Web no se quejaba, continuó haciéndolo.
-Ha sido toda una aventura -dijo Web.
-Sí. Tú estás acostumbrado a ellas, pero es la primera vez que tomo parte en una.
-Creo que me estoy haciendo viejo para esto. En realidad, me estoy haciendo viejo para muchas cosas. Debería estar en Vermont. Es mucho más tranquilo.
-¿Por qué no te has ido? Creía que ibas todos los fines de semana -dijo Marni.
Web abrió un ojo y la miró.
-Porque prefería estar contigo. Pensé que no te apetecería venir conmigo -dijo Web, y al ver que ella cerraba los ojos, retiró su mano y prosiguió-. De todas formas, suelo esperar al sábado por la mañana para conducir hasta allí, si hay algo que me retenga el viernes por la noche.
-¡No puedes conducir con la mano herida! Bueno, a lo mejor sí puedes, pero la mano se resentirá y...
-Olvídate de mi mano -dijo él un poco bruscamente-. No creo que me levante antes del mediodía, y ya será demasiado tarde para irme.
-Vamos Web, deja que te ayude a acostarte.
Con mucho esfuerzo y haciéndolo lentamente, Web se incorporó y se quedó de pie. La mano le dolía, todo el brazo le dolía. Después de toda la tensión sufrida sentía el cuerpo dolorido, Web pensó que se estaba haciendo viejo.
Marni lo llevó hasta la cama. Una vez allí, reparó en la decoración del dormitorio.
«Funcional y masculino», pensó Marni mientras le desabrochaba la camisa y lo ayudaba a quitársela. Una vez hecho esto, Web se tumbó en la cama, y se puso el brazo sano sobre los ojos.
Marni se quedó donde estaba con las manos sujetando la camisa de Web y los ojos fijos en su pecho desnudo. Pensó que se sentía tan atraída físicamente por él como lo había hecho catorce años atrás. El magnetismo sexual era algo increíble. Él había sido el primer hombre con el que había hecho el amor y ninguno de los otros hombres con los que había estado había logrado excitarla de la misma manera ni con la misma intensidad que Web.
Apartando esos pensamientos de su mente, Marni dejó caer la camisa sobre la cama y se sentó a su lado. Comenzó a desabrochar el botón de su pantalón y a bajar la cremallera cuando Web le tomó la mano.
-Sólo... sólo trataba de hacer que te sintieras más cómodo -explicó ella-. ¿No estarías mejor sin los pantalones?
-No, estoy bien así.
Más que eso, lo que Web quería hacer era evitarle a Marni la visión de su pierna. Ambos habían pasado una noche infernal y no creía que ella estuviese preparada para ver sus cicatrices. Los recuerdos que evocarían no resultarían agradables.
Dando por sentado que ella no seguiría desvistiéndolo, Web llevó la mano de nuevo hasta su cabeza y soltó una risa profunda.
-¿Sabes, Marni? Desde que te vi la otra mañana en el estudio, he estado soñando con tenerte otra vez; con hacerte el amor... aquí en mi cama. Ahora tú estás aquí y yo me siento tan mal que no creo que pudiera hacer nada incluso si tú aceptaras.
Sus palabras flotaban en el aire. Marni no era capaz de dar la respuesta que Web esperaba. No tenía dudas de que físicamente lo deseaba; otra cosa era emocionalmente. A pesar de que se había sincerado con él durante aquel reencuentro, todavía le quedaban recuerdos muy amargos de aquel verano. Él había sido para ella una obsesión en Maine. No estaba segura de que ahora no se convirtiera en lo mismo. Y la cuestión era saber adonde llegarían después de eso.
-No creo que sea el momento indicado para ninguno de los dos -dijo ella en voz baja-. Tienes razón; te encuentras muy mal y yo me siento como si me hubiera atropellado una apisonadora. Me sentaré en esa silla...
-No me dejarás, ¿verdad? - dijo él, sujetándola por la muñeca.
-No, no me iré.
-Entonces, ¿por qué no te tumbas tú también? Hay sitio para los dos.
-Sí... ahora -dijo ella-. Puedo traerte lo que necesites.
-Creo que no necesito nada.
Cuando su voz se apagó, Marni se sentó en la silla. Lo estudió durante un largo rato hasta que estuvo segura de que se había dormido. Un poco después, Marni cerró los ojos.
Veinte minutos más tarde, se despertó sobresaltada y miró instintivamente a Web, que seguía dormido en la misma posición. Entonces, decidió tumbarse en el lado libre de la cama; echó una manta sobre su cuerpo y el de Web y se quedó completamente dormida.
Cuando despertó, Marni se sintió desorientada durante unos minutos, pero reaccionó en el momento en que vio a Web a su lado. Él todavía dormía. Tenía el pelo revuelto y la barba le ensombrecía el rostro.
En silencio, Marni se levantó de la cama y se dirigió al cuarto de baño en busca de aspirinas y agua. Web se estaba despertando cuando ella regresó, de modo que se sentó a su lado y le dio la aspirina y un vaso de agua.
-Gracias -dijo él estirándose.
-No hay de qué. ¿Cómo te encuentras? Bueno, quizá no debería preguntar.
-No muy mal. Ahora estoy mejor que durante la noche -dijo él, mirándola-. Me gustaría poder quitarme este vendaje.
-¡Ni te atrevas!
-Y, ¿cómo voy a ducharme?
-Puedes poner el brazo fuera de... Olvídate de la ducha y date un baño.
-Yo nunca me baño.
-Entonces -dijo ella, encogiéndose de hombros-, date una ducha y mantén el brazo en el aire; y da gracias de que sea el izquierdo.
-Tienes muchísima razón -prosiguió él, mirándola a hurtadillas-. Debo de tener un aspecto horrible, ¿no?
-Estás bien; maravilloso dadas las circunstancias -susurró ella-. Nunca te había visto por la mañana. No hemos pasado... no hemos pasado nunca una noche entera juntos.
-Hoy sí -dijo él con una sonrisa triste-, pero no hemos hecho nada.
Al decir eso, Web levantó su mano derecha y acarició los labios de Marni con el dedo índice.
-Ni siquiera te he besado, ¿sabes? ¡Dios mío! Lo deseaba tanto... pero no sabía si tú también lo querías, y hablar parecía lo más importante para nosotros.
-Ocurría al revés hace catorce años -dijo ella, sintiendo que se derretía por dentro.
-Ahora somos mayores. Puede que tengamos bien definidas nuestras prioridades, pero todavía deseo besarte -dijo él, acariciando su mejilla tan dulcemente que Marni empezó a temblar-, ¿me dejarás?
-¡Tienes unos ojos preciosos! - susurró ella, hipnotizada por la mirada de Web, ahogándose en ella-. Nunca pude negarme a nada cuando me mirabas de esa forma.
-¿De qué forma?
-Como si me desearas. Parecía que sintieses que no era muy prudente, pero me deseabas de todas formas, como si hubiera algo en mí que tú quisieras.
-Es cierto -dijo él, deslizando los dedos por el pelo de Marni e instándola a besarlo-. Sí, Marni... eres una mujer muy... muy especial.
La voz de Web se perdió en la boca de Marni. Todo empezó muy tiernamente. Había algo en el sabor de Web, en la textura de sus labios, que borraba todos los años de distanciamiento.
Web sentía lo mismo. Había algo en Marni que borraba el tiempo transcurrido entre éste y el último beso que se dieron.
Sus labios se tocaban y se movían con familiaridad. Como siempre había ocurrido, el deseo empezaba a crecer, convenciéndolos poco a poco de que los besos no serían suficientes para satisfacerles.
Con los ojos cerrados, Marni aceptaba todo lo que Web le ofrecía y ella le respondía. La boca de Web devoraba la suya. Sus lenguas entablaron un duelo pasional. Mientras la mano de Web se enredaba inquieta por el pelo de Marni, ella recorría el pecho de Web con la suya.
-Ven aquí -dijo él mientras suavemente hacía rodar a Marni hasta que ésta quedó recostada de espaldas y Web la cubrió con su cuerpo.
Se encontraban encendidos por un fuego tan abrasador que Marni no podía ignorar aquella sensación celestial... Web siempre había sido así con ella, una llama que excitaba sus terminaciones nerviosas.
Él le rodeó los senos con las manos por encima de su blusa, acariciándolos con movimientos circulares, hasta que sus dedos alcanzaron los erectos pezones. Marni arqueó su cuerpo en busca de un mayor contacto. Había estado hambrienta durante años y ahora nada la saciaba. Él empezó a desabrocharle la blusa.
-Levántate un poco... así... dulcemente... necesito tocarte, Marni.
Ella lo ayudó. Necesitaba lo mismo que él. Se despojó de la blusa mientras Web le desabrochaba el sujetador y se lo quitaba. Él estaba recostado sobre ella. Su mano redescubría hambrienta todo su cuerpo, y Marni lanzaba gemidos de placer, exigiendo aún más, arañando con las uñas la espalda de Web.
Marni se encontraba como en trance. Él se deslizó hacia abajo, y ella enterró los dedos en sus cabellos. Gritó de placer cuando la boca de Web llegó hasta sus senos, le rodeó un pezón con los dientes y continuó su camino hacia el vientre.
-¡Web! - gritó-. ¡Oh, Dios mío! Te deseo...
Web se incorporó y ella levantó su mano instintivamente hacia su sexo, acariciándolo, rodeándolo... Él le agarró la mano entonces, y se bajó la cremallera del pantalón con la otra. Tomó la mano de Marni y la introdujo en sus calzoncillos.
-¡Tócame... tócame, cielo!
Marni lo acarició hasta que él no pudo soportar aquel placer tan intenso y emitió un ronco gemido. En ese momento, Web terminó de desnudarla.
Lo que pasó entonces resultó algo inesperado tanto para Marni como para Web. Ella sentía la presión de su sexo contra el vello rizado de su pubis. Y la sensación fue tan intensa, que se retorció y rompió a llorar en un estallido de emoción.
-¡Web!... ¡Oh!... -gimió al tiempo que sus lágrimas caían sobre el pecho de Web-. ¡Web... yo... yo...!
Marni no pudo decir nada más a causa del llanto. Él le sostuvo la cabeza junto a su pecho mientras que con la mano derecha le acariciaba la espalda desnuda.
-Ya está bien, vamos. Shhhh. Shhhh -le dijo.
-Te deseo -dijo ella con voz entrecortada-. Te deseo tanto... pero...
-Shhhh. Tranquila.
Marni se secó las lágrimas, pero éstas no paraban de brotar. Se sentía frustrada, avergonzada y confundida. Decidió esperar hasta que le fuera posible hablar de nuevo.
-Lo siento... no pretendía hacer eso... no sé lo que ha pasado.
-Algo te preocupa, Marni -dijo él pacientemente.
-Pero lo que he hecho es algo terrible. Una mujer no tiene derecho a hacerle esto a un hombre.
-Sé que me deseas y que también estás sufriendo por tu reacción.
-Deja que te ayude, por favor -imploró ella con ojos llorosos llevando la mano hasta el sexo de Web-. Déjame, Web...
-No, no, no deseo que hagas eso.
-Pero te aliviará...
-El desconsuelo está más en mi mente que en mi cuerpo, Marni.
Marni descubrió entonces que Web ya no tenía erección. Sus ojos se abrieron sorprendidos.
-¡No me deseas! - exclamó, enfadada.
Web soltó una pequeña carcajada y llevó su mirada hacia el techo.
-Me maldices si lo hago y me maldices si no lo hago -dijo, mirándola de nuevo-. ¡Pues claro que te deseo! Tú eres mi cielo, ya lo sabes. Eres excitante y pasional, la fuente de una inagotable energía; pero sólo cuando estás segura de ti misma, cuando eres feliz. Algo acaba de ocurrir. No sé exactamente lo que ha sido, pero se ha llevado toda tu pasión.
Marni no sabía qué pensar. Nerviosamente, jugueteó con el vello del pecho de Web y continuó diciendo:
-Solía pensar que nada podría llevarse esa excitación, ¿sabes?
-Ahora somos mayores, Marni. La vida es más complicada de lo que solía ser entonces. Cuando yo tenía veintiséis años, el sexo era pura necesidad para mí. Un escape físico, de acuerdo, pero también un medio de comunicar las cosas que no entendía, que no veía o que no quería decir.
Su brazo empezaba a molestarle otra vez. Web se recostó de nuevo sobre la almohada y atrajo a Marni hacia él, abrazándola con el brazo derecho y dejando descansar el izquierdo sobre la sábana.
-Si todavía tuviese esos años, te habría hecho el amor ahora mismo sin darle importancia a tus lágrimas. No habría tenido la fuerza para parar o el control necesario para hacerlo. Pero ya no tengo veintiséis años, tengo cuarenta. Ahora sí tengo el control y la fuerza necesarios. No he sido un monje todos estos años, Marni. Durante un tiempo salí con todas las mujeres que me excitaban de alguna forma. Entonces, me di cuenta de que la excitación era puramente física, y eso no era suficiente. Me hice más exigente. Creo... Creo que cuando tú y yo hagamos el amor, será una experiencia nueva e increíblemente maravillosa.
Marni comenzó a llorar de nuevo ante el horror de Web.
-¿Por qué... por qué dices cosas como ésas, Web? ¿Por qué eres tan increíblemente comprensivo?
-Me duele cuando lloras -dijo él, abrazándola con más fuerza-. Por favor, cielo, dime lo que te preocupa. Dime qué es lo que ha pasado.
-¡Oh, Dios mío! - dijo ella, lloriqueando-. ¡Me gustaría saberlo! Estaba tan excitada... tan sumamente excitada y... Fue como si se abriera una puerta en mi mente por donde entraran todos mis fantasmas. Me sentía nerviosa, culpable...
-¿Culpable? - preguntó él, apartando un poco la cabeza de Marni para poder verla mejor.
-¿He dicho yo eso? - dijo Marni, pestañeando perpleja.
-Muy claramente; ¿qué querías decir?
-No lo sé. Quizá... Quizá sea porque hace mucho que no estábamos juntos...
-Quizá -dijo él escépticamente-. Has estado con otros hombres desde aquel verano, ¿no es cierto?
Marni asintió con la cabeza y dijo:
-Pero hace mucho tiempo que no estoy con nadie y... quizá esto resulta demasiado cotidiano y eso me preocupa.
-Siempre has sido muy sincera conmigo, Marni. Dime; éstos son otros tiempos, y tú eres una mujer experimentada y madura. Si conocieras a un hombre por el que sintieras algo poderoso y único, y él sintiera lo mismo hacia ti, y ambos desearais hacer el amor desesperadamente, ¿rechazarías hacerlo en honor a tus principios?
-No -dijo Marni después de vacilar unos segundos.
-Sin embargo, ahora te sientes culpable. ¿Por qué, cielo? ¿Por qué te sientes culpable?
-Quizá todo haya ido demasiado deprisa. Además, tu mano...
-No me dolía la mano; amarte puede calmar todos mis dolores. No me estaba quejando. Vamos, Marni, dime por qué te sentías culpable.
Marni frunció el ceño, tragó saliva y trató de respirar profundamente.
-Supongo... supongo que... creo que me sentía como... bueno, hicimos tantas veces el amor durante aquel verano, y lo hicimos tan bien, y entonces... entonces...
Sus ojos estaban llorosos cuando los levantó para encontrarse con la mirada de Web.
-... y entonces pasó lo del accidente y Ethan murió, y tú estabas en el hospital, y mis padres me prohibieron volver a verte...
Web cerró los ojos. El dolor inundaba su alma. La rodeó fuertemente con los dos brazos.
-¡Dios mío! ¡Lo que hicieron! ¡Lo que han hecho...! - la sostuvo en esa posición durante largo tiempo sin hablar.
Y fue entonces cuando se dio cuenta del enorme obstáculo con el que se enfrentaba.
Cinco
Web debía considerar muchas cosas. Entendía ahora que había una conexión en el cerebro de Marni entre hacer el amor con él y la muerte de su hermano Ethan. Comprendía que una pequeña parte de Marni, a pesar de que ella no lo supiera, se sentía culpable por la muerte de Ethan. Este hecho le parecía ser el castigo por haber desobedecido a sus padres.
Web sujetaba fuertemente la mano de Marni, queriendo protegerla desesperadamente, acabar con su dolor. Era una mujer tan fuerte y sin embargo tan frágil... Intentaba decidir qué hacer o decir. Al cabo de un rato, se encontró tan incómodo como Marni para discutir sobre el tema que ella había revelado, y que era el legado de aquel verano en Maine.
-¿Marni? - preguntó él susurrándole al oído-. ¿Cariño?
Web pasó su mano por la espalda desnuda de Marni, y luego la besó en la frente.
Marni estaba pensando en lo que acababa de decir, pero cerró los ojos y dejó que el sólido cuerpo de Web la calmara con su calor.
-¿Qué tal se te da hacer café? - preguntó él.
-No muy mal -respondió ella, sabiendo que Web trataba de ayudarla.
-¿Te importaría preparar un poco mientras yo voy al baño? Me siento un poco atontado.
-Creo que me las arreglaré -dijo Marni, tapándose los senos con la blusa, mientras se incorporaba.
-¿Qué quiere decir esto? No solías cubrirte cuando estabas conmigo.
-Eso fue hace catorce años -contestó ella avergonzada.
-Y, ¿no crees que lo que tenemos ahora es tan intenso como lo de antes?
-No es eso...
-¿Qué es entonces? Dímelo, cielo -dijo él, acariciándole los hombros.
-Soy... soy mayor... He cambiado -dijo ella sin apartar la mirada del suelo.
-Marni, te he visto hace unos minutos. Te he tocado y saboreado y estabas maravillosa.
-Era en el furor de la pasión.
-Y ahora temes que yo vea un cuerpo de treinta años y no me excite.
-El tiempo no pasa en balde -respondió ella.
-Para mí tampoco. ¿No crees que me doy cuenta de que mi cuerpo no es el mismo que antes? Tengo cuarenta años. Yo también estoy un poco nervioso ante la idea de que veas esos cambios en mi cuerpo.
-Sí, pero te vi ayer por la noche, sin el fuego de la pasión, y comprobé que tu cuerpo está mejor que nunca.
-Igual que el tuyo, Marni -susurró él.
Muy lentamente, Web retiró la blusa de sus manos. Sus ojos se tiñeron de una especial luminosidad mientras recorrían con ellos las curvas de Marni.
-Tu piel es maravillosa; tus senos, perfectos.
-No están tan turgentes como antes.
-Están más llenos, más formados.
Web no la tocó, pero su corazón latía apresuradamente cuando se encontró con la mirada de Marni.
-Marni, deseo a una mujer madura; te deseo a ti.
Web la atrajo hacia sí muy cariñosamente y la besó en ambos senos. Ella se hundió en un profundo suspiro y sus pezones se endurecieron al instante.
-Y si no te levantas en este momento -prosiguió él bromeando-, te tomaré a la fuerza, mujer madura.
-¡Oh, Web! - dijo ella, dándole otro abrazo-. Siempre tienes las palabras correctas para el momento preciso.
Cuando empezó a notar que se excitaba de nuevo, Web hizo un esfuerzo y dijo:
-¿Y ese café, Marni?
-¡Al instante! - dijo ella, saltando de la cama y corriendo hasta la puerta para volver de nuevo, ruborizada, a por el sujetador y la blusa antes de dirigirse a la cocina.
Cuando Web hubo acabado en el baño, Marni había preparado no sólo el café, sino huevos revueltos, tostadas y zumo de naranja para el desayuno.
-Así que sabes cocinar -bromeó Web.
Él recordaba cuando ella le decía en Camden que la cocinera de su familia no aceptaba intromisiones en su cocina.
-Te vas a atragantar si no comes más despacio -dijo ella.
-Es que tengo mucha hambre. Tú también deberías estar hambrienta; anoche no cenamos.
Marni le ofreció lo que le quedaba a ella en su plato. Cuando hubo acabado, Web se echó para atrás con aire de satisfacción y estudió a Marni durante un momento.
-Y, ¿ahora qué? - preguntó suavemente.
-¿Todavía tienes hambre?
-No, me refiero a nosotros. ¿Te quedarás un rato más?
Marni se lo había estado preguntando a sí misma mientras hacía el desayuno.
-Creo... creo que será mejor que me vaya a casa. Han pasado un montón de cosas en un tiempo récord. Necesito un poco de tranquilidad.
Web asintió con la cabeza. Deseaba muchísimo que ella se quedara, pero comprendía que necesitara un poco de tiempo para pensar. Confiaba también en que eso lo ayudara a él indirectamente.
-¿Podrás arreglártelas solo?