Prefacio

Jamás se me había pasado por la cabeza escribir otra cosa que no fueran artículos científicos hasta que me mudé con mi familia a una vieja mansión que databa de 1529. Quisimos recuperar el encanto histórico de la casa desprendiéndonos de las mejoras modernas de los anteriores inquilinos, y así fue como dimos con un auténtico tesoro en el desván: doce cuadernos con oscuras tapas de piel que estaban escondidos bajo el suelo de madera y cubiertos de una gruesa capa de arena, tierra y agujas de alerce. Eran los diarios de una mujer realmente extraordinaria.

Su historia me dejó tan admirada que me quedé sin palabras. Ojalá yo pudiera ser tan valiente. A fin de respetar su deseo de anonimato, he combinado el nombre de una amiga, una cerveza alemana (lo siento) y la última parte de mi apellido y he formado el nombre de Anna Kronberg. También he modificado los nombres de las personas cercanas a ella, como su amante y su padre, mientras que otros personajes conservan su identidad.