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Activó la alarma antes de entrar a la puerta del Agro´s, un bar pequeño ubicado en una zona muy concurrida y nocturna. Había escuchado que el ambiente podía ser bastante bueno pero nunca se tomó el tiempo de visitarlo.
Varios hombres se la comían con los ojos. Si fuese por un par de liebres en busca de su presa, Valeria estaría en posición de cuchara para ser embestida por cada uno de ellos. Vaya mente sucia la de los hombres…
La música del bar era moderada y no había tanta gente. Miró de un lado a otro y no vio nada interesante.
—Una brisa de bahía por favor. —ordenó mientras se sentaba en la barra.
El bar tender sonrió ampliamente. Ya estaba acostumbrado a toparse con cada clase de cosas, en especial mujeres solitarias. Pero Valeria no le parecía una mujer amargada, todo lo contrario.
A Valeria le temblaban las piernas, por lo que fingió revisar su mensajería mientras le preparaban el trago. Tuvo intenciones de devolverse a su departamento y rendirse, pero continuó como toda una guerrera tratando de disimular el deseo de salir corriendo.
—Aquí tiene bella dama. —dijo el Bar tender después de guiñarle un ojo. El hombre tenía una pinta de bailarín de shows tropicales. Sus músculos hacían parecer su camiseta más pequeña de cuenta y la cola hacia atrás todavía goteaba un poco de agua. Valeria asumió que se acababa de bañar. Igual su acento le hizo pensar a ella que podía ser un colombiano.
Valeria le agradeció igual, con un guiño. Hasta ella misma se sorprendió de tal atrevimiento.
—No sabía que dejaban a las princesas plantadas en los bares. Que tonto el que lo haga. —escuchó ella una voz áspera casi susurrándole.
—No me han dejado plantada, estoy disfrutando sola que es diferente . —sonrió disimulando el nerviosismo.
—Pues más interesante todavía. Mi nombre es Alan, un placer.
Valeria le extendió la mano para saludar pero este se la llevó a los labios para besarla. Ella sintió una corriente extraña al igual que la misma situación que le abrumaba y a la vez le encantaba. Descubría una nueva faceta en su vida, probar sensaciones desconocidas en lugares extremos hacía que le subiera la adrenalina.
Alan tenía unos labios tan sexy que invitaban a rendirse por completo a él. Sus pómulos eran muy pronunciados y llevaba la barba al descuido. Su cabello negro brillante resaltaba por sobre las luces del bar.
—¿Es interesante ver a una mujer beber sola en un bar?
—Sí, sobre todo cuando esa mujer busca respuestas a sus preguntas.
Valeria miró a ambos lados. Lo primero que imaginó era que sus amigas le habían pagado a Alan para que la conquistara. ¿Cómo era que él sabía que ella buscaba respuestas?
—¿Respuestas? —preguntó enarcando las cejas. Se hizo la sorprendida.
Alan sonrió observándola de arriba abajo. Actuaba de forma pasiva, como si conociera toda su vida y eso le aterraba.
—Si, en especial porque tomar la decisión de sentarte aquí acompañada de tu brisa de bahía y el brillo de estas luces, me dan la ligera impresión de que quisieras salir volando de tu vida, al menos por unos instantes.
Alan se sentó a su lado mientras ordenaba un cuba libre.
—Tienes razón y no sé cuánto te pagaron mis amigas pero, de que me gustaría tomar un cohete para la luna… es cierto.
Alan sonrió de forma divertida. No tenía idea de qué hablaba ella cuando dijo lo de las amigas pero prefirió ignorar el comentario y descubrirlo por él mismo.
—A ti si te dejaron plantado. Tienes cara de acercártele a cada mujer que se sienta en este lugar. —tomó un trago y se remojó los labios.
—¿Es una pregunta o estás confirmando tu teoría? —dijo Alan acercándose más a ella. Por un instante abrió un poco su chaqueta de cuero negro y por dentro de veía una camiseta también del mismo color. En su cuello colgaba una cadena plateada con una cruz muy gruesa. Valeria se quedó anonadada e hipnotizada con su sonrisa. Pero igual, le pareció uno de esos tipos que iban de bar en bar cazando presas.
—Digamos que lo confirmo. —sonrió ella con aires de coquetería.
—¿Solo tomas brisa de bahía o te apetece una margarita?
—Con la brisa de bahía está bien.
—Yo invito. —sonrió con autoridad. Su presencia era muy fuerte, al igual que su mirada penetrante que la atravesaba. Valeria no estaba muy segura de que ere tipo fuese el acompañante perfecto, el que estaba dispuesta a alquilar. Prefería un hombre de smoking, con un horario de 8 a 5 de la tarde al igual que ella y que sea “normal”.
Alan no le despegó la vista, estaba concentrado en ella como si fuese algún tesoro por descubrir.
—¿Eres así de curioso con las demás mujeres? —Valeria absorbió tanto del liquido que por un instante sintió el etílico quemarle parte del cerebro.
—Me gusta analizar el por qué de las cosas, en especial cuando se trata de alguien como tú.
—¿Es decir, que soy un objeto de análisis? —Valeria se echó a reír.
—Brindo por ese sentido del humor que me alegra la noche. Por mi desconocida acompañante de barra. —Alan elevó su vaso de whisky para brindar.
—Valeria, ese es mi nombre.
Después del brindis, ambos se miraron sin decir más. La música había subido el nivel y ya no se podía conversar mucho. Tan solo atinaron a entonar a la canción de Amaury Gutiérrez :
Dime corazón que hacer, si estoy sintiendo que me ahoga el tiempo, no sale bien la vida de nuestros sueños y se convierte todo en puro deseo.
Dime corazón qué hacer, qué hacer con tanto y tanto sufrimiento. Creo que es algo que yo no merezco, pero es real y trato de detenerlo…
—Eres un amargado de la vida, mira como te sabes las letras de esa canción. —dijo Valeria más emocionada aun. La estaba pasando muy bien.
—¿Y tú? Eres la dueña de algún lugar de esos para abandonados por el amor. Te sabes todo el repertorio.
—Voy a pedir que me pongan una a ver si te la sabes. —Valeria hizo el intento de ponerse de pie, pero le falsearon los movimientos por el alcohol. Por suerte Alan la tomó por el brazo mientras ella se echaba a reir. Sabía que estaba bien ebria después de tres tragos y no le importaba.
—Ven, te voy a llevar a tu casa. No puedes conducir asi.
Alan le habló tan cerca que su aliento a Whisky lo pudo respirar. Valeria se sentía muy atraída, pero a la vez sabía que era una noche y que aquella no se repetiría tal vez por el lugar donde se conocieron. Era un completo desconocido.
—No, no, no. Yo puedo conducir mi auto hasta mi departamento. —Se giró de nuevo dándole la espalda a Alan, pero de nuevo se sintió a punto de caer y él esta vez se colocó muy cerca de su espalda para sostenerla y acompañarle hasta la salida.
—Es lo que le pasa las niñas buenas que quieren ser malas. —susurró Alan.
Al salir, estaba cayendo una lluvia torrencial. En vez de cubrirse, Valeria salió, desplegó sus brazos y dejó que el agua la mojara por completo, ignorando las advertencias de Alan.
—Ven y cállate, que no eres de papel. —Le animó con las manos.
—Soy un niño malo queriendo ser bueno asi que paso.
Alan se cruzó de brazos mientras la veía divertirse bajo la lluvia como si fuese una criatura con juguete nuevo.
Valeria se quitó los zapatos y los elevó al aire obviando la mirada de Alan que se encontraba sorprendido con tales ocurrencias.
—Eres un cobarde, una gallina. Ja ja ja.
Alan empezó a relajar los hombros, bajó los cuatro escalones desde la puerta del bar hasta alcanzarla de dos zancadas. Valeria todavía estaba mareada pero disfrutaba el momento aunque no sabía qué diablos estaba haciendo.
Alan la tomó en sus manos y sin pensarlo dos veces mordisqueó su labio inferior dejándola exhalando el poco de aire que le quedaba. Acto seguido introdujo su lengua y exploró hasta sus sentidos. Valeria quiso despegarse y decirle que no era una de esas mujeres a las que él estaba más que acostumbrado, que ella sólo había salido para, para.. no se acordaba a qué y por qué entró a ese bar sola. Tampoco por qué debía ser tan obstinada y comportarse diferente al resto. Mientras tanto el hombre se aferró a sus caderas y a su cuerpo.
Debía separarse de él o terminaría desnuda encima del capó de uno de esos carros con un desconocido. Esa no era ella, Valeria Rodriguez.
—Lo siento, debo irme. —dijo apresurándose a su auto. Todavía llovía y esta vez más fuerte.
—Valeria, yo te llevo a tu casa. Se que no me conoces pero te juro que no te haré daño. Nunca me aprovecharía de ti.
—Por Dios Alan, eres como cualquier hombre. Ya me besaste, luego quieres acostarte conmigo y listo.
—No es como dices… Es cierto, te acabo de conocer y me provocaste besarte pero estas un poco pasada de tragos y lo último que haría es aprovecharme.
—Ni siquiera sé quién eres. Y bueno, se mojó mi móvil de seguro ya no tiene remedio. Si tanto te preocupas llámame un taxi.
—De la única manera en que te llamo uno es si voy contigo para asegurarme de que llegarás bien.
—Lo que me faltaba, un segundo padre. Eres indeseable, ya no contrataré tus servicios de acompañante…
Silencio.
Valeria se dio cuenta que había hablado más de cuenta.
—¿Mis servicios? No entiendo.
—Bueno, es una larga historia. El punto es que quiero regresarme a mi departamento y me voy porque soy adulta, sé lo que hago y hacia donde voy.
De nuevo tuvo un traspiés y por poco pierde el equilibrio de una mala manera. Por lo que Alan se la echó al hombro y la llevó hasta su auto. No tenía idea de dónde vivía ella, pero lo peor fue que al sentarla en el asiento delantero, se quedó dormida.
—¿Dónde vives muchachita? —Se dijo más para sí mismo que para ella.