Capítulo 5
Decir que estaba nerviosa era el eufemismo de la década, no sabía qué planes tenía Max para mí esta noche. Tampoco sabía qué estaba pensando yo como para aceptar este juego, me había hecho jurar que no iba a enamorarme de él, una promesa que no estaba segura de poder cumplir.
¿Se puede mandar en el corazón?
Los tres tragos que me había tomado en "Fetiches" habían desaparecido de mi sistema nervioso como por arte de magia, en estos momentos estaba más sobria que un martes por la mañana. Me peiné el cabello con las manos, como en las últimas siete veces desde que había entrado a la habitación, inhalé profundamente y me senté en la cama, hacía quince minutos que Max había dicho que esta noche cumpliría una de sus fantasías, pero eso no era lo que me tenía nerviosa, lo que realmente me ponía los nervios de punta eran sus últimas palabras: "Esta noche, seré tu señor".
Mierda, ¡en qué demonios estaba pensando!
Yo no era una sumisa, me parecía denigrante. Además, ¿señor? eso no sonaba bien ¿Qué oscuras fantasías traía consigo la palabra?
Iba a levantarme para salir cuando escuché sus pasos por el corredor, —eran firmes y seguros—, entró a la habitación y su mirada se encontró con la mía haciéndome levantar de la cama; él me mostró una sonrisa torcida y pícara, de esas que anunciaban una noche llena de lujuria y placer, sus ojos grises estaban cristalinos y su cuerpo irradiaba esa seguridad que a mí me faltaba, lo vi venir como un cazador, acorralando su presa ‒que era yo‒, retrocedí aunque sabía que iba a tropezarme con la cama.
¡Joder, no tenía escapatoria!
—¡Hey! —una de sus manos tomó mi cintura acercándome a su cuerpo y con la otra, tomó mi mentón alzando mi mirada hacia él—. Vamos a jugar, Dulzura.
—¿Recreo?
¡Eve, controla tus nervios! ¡Te hacen decir chistes malos!
—No, esta no es una clase más, ahora seremos tú y yo. ¿Entendido?
—¡Sí!
Estuve a punto de hacerle un saludo militar ¡Jodidos nervios!
—Tu palabra de seguridad será Black.
—¿Black?
De inmediato me mordí la lengua.
—Es mi fantasía y, quizás empuje alguno de tus límites, pero si sientes que estoy exigiéndote mucho, solo tienes que decirla, ¿de acuerdo?
Asentí con la cabeza, no quería correr riesgos con mi boca loca.
—¡Háblame!
—Sí, Max.
Fui escueta. Él negó con la cabeza.
—Maestro. Señor. Amo, no Max, no esta noche. Ahora no eres mi alumna, eres mi esclava, la mujer que se entregará a mí para mi placer —la mano en mi cintura se apretó más a mí—. Quiero que te entregues, que te rindas… quiero que seas mía, de todas las formas posibles.
—Max, yo…. —la forma en cómo pronunciaba las palabras me tenía al borde. Me separé de él su aroma me aturdía y necesitaba pensar— no soy una sumisa, no me gusta serlo, me parece que es lo más…
—¡Tsk! No, Eve—dijo enfocando su mirada en mí nuevamente—¡Ven aquí!—ordenó, sin embargo, no me moví—. Evangeline, el sexo es jugar, es abrir la mente y ser creativo en la cama, no te estoy humillando ni me creo superior a ti, quieres saber todo acerca de esto, pues te lo estoy enseñando linda.
—Entonces, sí es clase y sí soy alumna.
Ignoró mi comentario y el sarcasmo con que lo dije.
—Esperé y esperé mucho tiempo para esto, me lo debes—sentenció—. Tenemos un acuerdo, quiero tenerte para mí, te merezco y quiero que seas mía, de la manera que quiero.
Sus grises ojos parecían mercurio líquido, recorriendo cada centímetro de mi cuerpo.
—Es que…
—Eve, somos tú y yo. ¿Tú no querías que D´Angelo te enseñara esto?
—Bueno, sí, pero…
—Te dije que el sexo no era algo que podría explicarse, tienes que sentirlo, experimentarlo y vamos a experimentar esto simplemente porque tu cuerpo y el mío quieren hacerlo —alargó su mano hacia mí y extendí mi mano vacilante hacia él.
—¿Eso quieren?
—Puedes apostar que si Dulzura, míranos, siente las sensaciones que recorren tu cuerpo… Tú también quieres esto nena, ¿confías en mí?
—Es casi estúpido que preguntes eso después de todo lo que hemos hecho.
Sonreí nerviosa, él apretó mis dedos entre los suyos.
—Este será el juego: ordenaré y tú cumplirás, exigiré y tú entregarás, si no lo haces… te castigaré. ¿Está claro?—suspiré—. ¿Está claro, Evangeline?
Asentí.
Yo, dije que sí.
Mi cuerpo dijo que sí.
Toda yo temblaba de anticipación…
Y en ese momento, en aquel preciso momento lo supe, yo había dejado de ser la niña inocente, y ahora estaba a punto de entrar en una esfera desconocida de placer y juego, en ese momento era toda una amazona, una amante, una mujer moldeada para el placer.
Era otra…Era yo.
—De acuerdo—tomó mi mentón nuevamente e inclinó mi rostro de tal manera que mis ojos solo pudiesen ver su rostro—, desde ahora eres mi sumisa y yo, tu dominante.
Se alejó de mí, y me sentí intimidada, sabía que debía seguir, pero tenía dudas.
—Desnúdate para mí, Evangeline—ordenó con voz gruesa.
—Max—cuando vi que enarcó una ceja me di cuenta de mi error— ¡Señor! —sonrió a medio lado—, yo no sé si…
Max volvió a caminar hacia mí.
—Relájate, Evangeline—murmuró suavemente quitando mi chaqueta y girándome hasta quedar reflejada en los vidrios del balcón—. Voy a sentarme allá—señaló el sofá—, quiero que te desnudes para mí; si no lo haces, será un desacato a mi orden, te desnudaré y te azotaré—murmuró fuertemente.
¿Azotarme? Eso sonaba irreal entonces ¿por qué estaba excitada?
A través del reflejo lo vi separarse de mí y sentarse en el sofá, tal como lo había dicho. Tragué grueso, quité mi bufanda y la dejé a un lado de la cama, mis manos temblaban, pero no por temor sino por la expectativa; no sabía qué pasaría si Max me obligara a practicar algo que no quisiera hacer, tenía una palabra de seguridad: "Black", y esperaba que Max aceptara mi decisión si la usaba. Tomé la camiseta por el borde, subiéndola lentamente hasta sacarla por mi cabeza, Max me observó con atención, tenía un sostén rosa a juego con mis bragas, quisiera creer que me los puse esta mañana porque era lo primero que había sacado de la cómoda, pero una parte de mí —quizás la que Max había despertado—, sabía que no era así.
Max me hacía sentir sexy, hermosa y, si no estuviese lo bastante nerviosa por lo que sea que él estaba pensando, me regocijaría en su mirada.
—¿Me quito el pantalón?—pregunté tontamente. Max arqueó una de sus cejas dándome una mirada inquisidora, suspiré una vez más y llevé las manos hacia el botón de mis vaqueros.
—Evangeline—Max cerró los ojos y suspiró—, estás tensa, relájate—se levantó del sofá y caminó hasta la cama, tomando mi bufanda.
—¿Qué harás con eso?
—Cierra los ojos.
Sí, estaba más excitada que asustada, así que obedecí rápidamente, sentí como con mi bufanda me cubría los ojos.
—Tu cuerpo es mi templo.
No sé si era porque tenía los ojos vendados o qué, pero sentía que sus caricias me quemaban, sus manos se deslizaron por mis brazos hasta quedar en mi cintura, sentí sus húmedos labios en mi hombro y no pude evitar la pequeña descarga que sacudió mi cuerpo, quería hablar, decir algo, pero no me salieron las palabras.
—Disfruta… no hay nada—su lengua delineó un círculo donde antes había besado—más gratificante que entregar placer, así que no tienes que temer nunca conmigo, nena.
—Es que…
Sus manos subieron por mis costados hasta posarse sobre mis pechos y se me olvidó lo que iba a decir.
—Relájate, obedéceme, disfrútame, así como yo lo haré contigo linda—su voz, su maldita y enloquecedora voz, era ronca y gutural, como si estuviese conteniéndose. Bajó las copas de mi sujetador y sus dedos acariciaron mi pezón, endureciéndolo a medida que él me acariciaba, mi cabeza se fue—¡Eso es, déjame moldearte!
Su aliento golpeó mi pecho minutos antes que su lengua lamiese mi endurecida carne. Jadeé entrecortado cuando mi pezón estuvo dentro de su boca mientras el otro era atendido por sus manos; mi cuerpo temblaba, mis manos se afirmaron a sus fuertes hombros, su lengua giraba alrededor mi pequeño botón, sus manos descendían por mi piel sin dejar de succionar mis pechos, alternándose simultáneamente hasta llegar a la cinturilla de mi pantalón desabrochándolo con esa rapidez y maestría tan propia de él.
—Max…—murmuré entre la bruma de sus caricias.
Mordió fuertemente mi pezón derecho, todo ardía y se inflamaba, mi cuerpo era atacado por miles de lenguas en llamas que me calcinaban.
¡Soy esto!, ¡soy esto, ya no puedo volver atrás!
—¡Señor! ¡Amo!—Habló entre dientes, no soltó mi pezón y tiró de él hasta que abandonó su boca—¡Vuelves a llamarme Max y te azotaré el culo!
Tensó mi cabello e inclinó mi rostro nuevamente, antes que su pérfida lengua asaltara mi boca con alevosía, mis manos se sujetaron fuertemente a su camisa en un beso despiadado y desesperante en donde me mostraba que él creía tener el control absoluto de esta noche. Bajé mis manos apretando mi cadera a su cuerpo, no necesitaba verlo para saber que sus ojos se habían oscurecido y que mi piel respondía ante la mirada cargada de deseo de Max Farell. Su erección golpeó mi vientre bajo y él jadeó, aproveché su distracción para apoderarme de su lengua, asaltándola de la misma manera que él había hecho con la mía; dominé el beso por cortos y escasos segundos, los suficientes para que Max pegase su erección más a mi cuerpo gimiendo antes de tirar de mi cabello fuertemente, separándose completamente de mí.
Mi cuerpo levantado en el aire, un pequeño grito salió desde lo más profundo de mi garganta ante el brusco movimiento. Sentí que me dejó caer sobre algo mullido, pero antes que pudiese reaccionar, un fuerte azote en mi trasero me hizo jadear.
—¡Joder!—exclamé jadeante.
—¿No te he dicho linda que tienes el culo más delicioso que he visto?—un nuevo azote me tomó desprevenida.
—¡Bastardo!—escupí iracunda.
¡Este hijo de puta me estaba azotando!
¿Y qué creías? Eres su sumisa esta noche, esto no es una broma.
—Fui claro Evangeline, esta noche yo ordeno, yo controlo. Si sigues diciendo blasfemias, no solo lavaré tu boquita con lejía—acarició suavemente donde me había golpeado, mi cuerpo entero tembló ante la sensación de su palma—Te azotaré hasta que aprendas a quién debes obedecer.
Separó su mano de mí y una nueva palmada seca me hizo gemir de dolor, de… ¿placer?, mi vientre bajo se contrajo y pude sentir la leve humedad entre mis piernas.
¡Santo Joder!, ¡me estaba gustando!
Max dejó una mano en mi cintura y besó el hueco en mi espalda baja, sus labios descendieron mordelones y húmedos por la nalga golpeada hasta el centro del dolor.
—¿Con que te gusta no es así, nena?—Dio otra palmada, luego, beso y palmada—. Puedo olerte desde aquí, preciosa ¡Ambrosia!—beso, lengua y palabras sucias mientras abría mis piernas levemente al tiempo que las levantaba, dejándome con el culo al aire. Su lengua lamió la parte de mi trasero que picaba por sus palmadas y su nariz inhaló mi sexo—. Esto no es nada comparado a lo que nos depara esta noche, Dulzura ¡No te resistas!
Me giró rápidamente, dejándome de espaldas contra el colchón y siguió hablando.
—¿Entendiste, Evangeline?—el tono de su voz no admitía replica, era duro y ronco mientras quitaba mis botines y sacaba mis vaqueros completamente—. O ¿debo darte un par de azotes más…? —sonrió socarrón.
—Entendí, amo—murmuré un poco más relajada y casi pude sentir su sonrisa. Parpadeé ante el hecho aterrador y excitante que entender que yo deseaba esto tanto o más que él.
—Muy bien, nena, eso no te ha dolido—acarició mi muslo y negué a pesar de que aún me picaba el trasero.
¡Claro que había dolido, pedazo de cabrón! Pero a pesar de la picazón, la experiencia no había sido tan mala ¡Joder!, estaba confundida, había sido una extraña mezcla de placer, sorpresa, vergüenza y anhelo con la dosis justa de dolor, él acarició mi rostro con uno de sus dedos y perdí completamente el hilo de mis pensamientos.
—De eso se trata el juego de Dominación y Sumisión, de entrega y confianza… —susurró lentamente mientras su nariz se deslizaba por mi cuello— ¡Gírate!, coloca tus manos y tus rodillas sobre la cama.
Lo obedecí rápidamente su mano me sujetó firme mi cadera mientras la otra volvió a acariciar mi trasero lastimado, fue un roce relajante hasta que separó mis nalgas y acarició con su lengua mi orificio anal.
—¡Max!—jadeé, inclinándome hacia adelante, su mano se tensó en mi piel justo antes de sentir un nuevo azote, cerré los ojos cubiertos por la tela ante la adrenalina que recorrió mi cuerpo.
—¿Cómo debes llamarme, Dulzura?
—Amo—contesté en voz baja.
—¿Tienes miedo?
Asentí.
—Tienes una palabra de seguridad, úsala cuando creas que bordeo tus límites, no te obligaré a nada, esto es algo que quiero intentar hace mucho tiempo, pero, tienes que relajarte.
Volví a asentir.
Separó nuevamente mis glúteos y su lengua volvió al lugar de antes.
Me sentía excitada, asustada, a la expectativa. Inhalé profundamente intentando confiar en Max, pero fue el dulzón olor a coco lo que captó mi atención así que respiré un poco más antes de sentir como su dedo acarició con suavidad el anillo de músculos de mi trasero.
—Por favor, no—rogué.
—Stss, relájate Dulzura—sentí como la punta de su dedo presionó, pero mi cuerpo reaccionó, alejándose.
—No puedo relajarme cuando tienes tu dedo metido en mi culo—ironicé.
—Estás resultando una sumisa muy insolente, debes hablarme con respeto y acceder a lo que pido.
Me dio un palmazo con la mano abierta y aprovechó mi sorpresa para empujar más su dedo.
—¡Black!
Me soltó y se alejó de mí, yo me senté, me molestaba la venda, pero no intenté sacármela, bajé la cabeza y esperé, hubo un silencio mortal. Max respiraba pesadamente, después de unos minutos, me atreví a hablar.
—No quiero ser insolente, pero, me asusta el dolor.
—Todo va a estar bien, Eve—con un movimiento brusco volvió a la cama—no hay nada que temer, para cuando termine esta noche sabrás que valió la pena, confía en mí.
—Estoy tratando.
—Bien, ahora, inhala despacio.
Max había dejado la pose de dominante y ahora era solo mi maestro, me acomodó con sumo cuidado; estaba guiándome y aunque moría de miedo sabía que no me haría daño. Sentí su dedo un poco más y tomó todo de mí no apartarme, era incómodo mas no me estaba haciendo daño.
—Bien hecho, Dulzura.
Susurró suavemente, besó mi hombro y movió su dedo dentro de mi trasero bombeando suavemente y aunque estaba un poco más cómoda con mi posición no pude evitar tensarme cuando Max unió otro dedo a la ecuación.
—Shssts…
—¡Black!, ¡Black, por favor!
Sacó sus dedos de mi interior, sus brazos abrazaron mi cintura trayendo a su pecho y me arrulló, todo fue silencio. Luego, se apartó.
—No te vayas.
Volvió a mi lado, por su voz sabía que estaba perdiendo la paciencia con mi tira y afloja.
—Quiero ser el dueño de todas tus primeras veces. —acarició mi espalda con un roce de la yema de sus dedos.
—Odio la oscuridad, señor… —susurré en un tono suave.
Era parte de la disciplina de George y yo la odiaba, quería que me quitase la venda.
—Confía en mí—quitó la venda de mis ojos y flanqueó mi rostro con sus manos—. Confía en mí y hagámoslo.
Su mirada, era más que deseo, más que lujuria, era anhelo.
—Hagámoslo.
Tomó mi mano y tiró de ella, sacándome de la cama
—Ve al templo y espérame en esta misma posición—dio un corto beso en mis labios y me alentó a obedecer su orden.
Caminé con pasos inseguros y el corazón acelerado, no tenía miedo de Max, pero tenía miedo de mí, de este dolor en el pecho, de esta absurda manera en la que me estaba comportando, abrí las puertas del templo y me senté sobre el mullido suelo.
Max no tardó en llegar, tenía solo un bóxer negro que se adhería a él como una segunda piel, se sentó frente a mí y coloco un pequeño envase entre los dos.
—Debería castigarte por no obedecer, pero soy un amo benevolente así que voy a cambiar el castigo por un masaje—tomó el aceite y lo aplico un poco en sus manos creando fricción entre ambas para calentarlo—¡vamos, ¡Dulzura, gírate! y mírate al espejo.
Masajeó mi espalda, piernas y glúteos antes prepararme para empezar de nuevo, respire profundo y enfoque mis ojos en el espejo para mirarlo a través de él, la luz daba directo sobre su cabeza y en el reflejo daba la impresión que un halo sobrenatural lo cubría.
¡Santísimo Joder del Olimpo! Nunca mejor dicho: ¡el dios de sexo me está masajeando!
Que hiciera un chiste confirmó que estaba relajando mis nervios. El aceite y la forma en cómo me tocaba, ayudaban; trabajaba concentrado, había tenido mucha paciencia con mis temores y era hora de frenar mi histeria, estaba aquí dispuesta a dar todo de mí. Mi libro lo exigía. Mi cuerpo pedía que me entregara a él.
Sentí la leve presión de su dedo cuando penetró mi trasero, esta vez no huí de él, ni siquiera cuando agregó otro dedo a la ecuación, pero no pude evitar que un gemido lastimero abandonara mi garganta.
Confiaba en Max
—Tienes un anillo mágico maravilloso —susurró extasiado.
Observar su rostro concentrado a través de los espejos del templo me hacía sentir segura y me excitaba, Max buscaba crear una nueva experiencia para ambos y yo de verdad quería disfrutarla, si no lo hacía con él no sería con nadie. De eso estaba segura.
—Voy a agregar un dedo más—susurró encontrando mis aterrados ojos en el espejo.
—No creo que pueda…
—¿Te duele?
Negué
—Es incómodo.
—En un comienzo lo es, todo se resume en la confianza, la dilatación y la relajación. Como la primera vez—depositó un beso en mi espalda y mi cuerpo se estremeció por completo.
Dejó caer un poco más de aceite antes de intentar introducir un nuevo dedo.
—¡Black!—dije, cerrando los ojos.
Los abrí al medio segundo y a través del espejo vi su cara contrariada, estaba a punto de perder la paciencia, inhaló profundamente intentando controlarse.
—Solo un poco más, Dulzura.
Dudé, no mucho, pero dudé, respiré profundo y lo enfrenté.
—Voy a odiarte.
—No lo harás.
Y volvimos a donde lo habíamos dejado, sentí mi piel estirarse ante la nueva intromisión, al principio fue doloroso y difícil, pero a medida que sus dedos bombeaban en mi interior el dolor daba paso a la incomodidad y luego al bienestar. Un gemido escapó de mí cuando el placer empezó a ubicarse en su lugar habitual en mi vientre bajo.
Max curvó su sonrisa prepotente cuando mis manos se volvieron puños debido a las nuevas sensaciones.
—Creo que estas lista.
Por los espejos vi como sacó un preservativo, lo rasgó con sus dientes y sin sacar sus dedos de mi interior lo colocó en su miembro erecto.
¡Santo joder! Él va… ¡Joder! ¡Joder! ¡Joder!
Volvió a besar mi espalda, sus dedos abandonaron mi interior y fue su glande el que acarició mi trasero.
—¡Max!
Mi cuerpo intentó escapar cuando empezó a introducirse en mí, su rostro era absoluta concentración.
—Una vez que el glande esté dentro, todo será más sencillo—deslizó su mano por mi espalda— ¡Inclínate más!
Bajé mi pecho al colchón hasta dejar mis pezones contra la lona azul.
—¡Santo joder! —grité cuando él se empujó dentro de mí.
—Stsss—me amonestó.
Podía sentir mi esfínter apretándolo fuertemente y dolía, sentí la intromisión, una emoción extraña me embargó.
—¡Maldición!—Bramó con voz gutural—¡esto es el cielo!—acarició mi espalda hasta llegar a mi trasero
—¿El cielo? ¡Acabas de follarme el culo!—No sabía si estar enojada o pedirle que hiciera algo.
—¿Estás bien?
—Arde como el demonio.
—Pasará, tiene que ser así nena ¿y el dolor?
—Ya pasó
—Bien, bien, ahora, no quites tu mirada del espejo.
Lo observé bien, sus piernas fuertes y torneadas, sus manos en mis caderas, su duro pecho…
—Voy a moverme.
Salió con lentitud antes de volver a entrar, sus embestidas empezaron lentas, el ardor dio paso a nuevas sensaciones tan placenteras como las muchas que había vivido junto a él.
Susurros y gemidos llenaron la habitación, mi cuerpo empezó a moverse, encontrándome con sus caderas.
Vernos reflejados en las paredes del templo era casi tan narcótico como las sensaciones que ahora me abrumaban, las manos suaves y avariciosas tocaron cada parte de mi cuerpo, deteniéndose en mis pechos amasando, acariciando, tirando de ellos volviéndome absolutamente loca de placer.
Pero fueron sus dedos cuando tocaron mi clítoris los que me provocaron la sensación de que todo mi cuerpo iba a romperse iba a romperse, el placer era exorbitante mi cuerpo estaba hirviendo necesitaba…
—¡Joder!
—Córrete para mí, Dulzura—su voz susurraba de manera excitante en mi oído. Eso… necesitaba simplemente eso para alcanzar el clímax total. Grité con desesperación y jadeé entrecortado cuando los nudos en mi interior se soltaron entregándome el tan apreciado orgasmo.
—¡Maldición, esto es…! ¡Santísimo Joder del Olimpo!
—¡Así bebé! Justo así…—tensó sus manos en mis caderas y recibió su orgasmo tan a gusto como lo había hecho yo.
—Me encanta tu piel, es suave… sedosa.
Respiré profundamente intentando sonreír, habíamos vuelto a la habitación después de nuestra experiencia en el templo, me sentía extraña y no por el hecho de haber practicado sexo anal hacía pocos minutos y de que aún tenía cierto escozor; era diferente había confiado en él. Max no me había defraudado, a pesar de lo doloroso que fue en un comienzo y el miedo que invadía mi ser, había encontrado placer en el sexo anal.
—A mí me encantan tus abdominales.
Sí, la verdad era que me encantaban.
—Eres absolutamente hermosa, Evangeline Runner.
Cuando sentí que las yemas de sus dedos se paseaban por mi columna vertebral, me giré imitando su posición, de medio lado, observé sus ojos, se veía satisfecho y confiado.
Te dio por el culo, es el sueño de todos los hombres.
—Gracias por confiar en mí.
—Fui un poquitín histérica, gracias por tu paciencia.
Acarició mi pecho e inmediatamente mi pezón se elevó ante su toque.
—Jodidamente bellos, ¡y listos para seguir!—salió de la cama, levantó la bufanda del suelo y me la enseñó.
—¿Eh?
—Amo y sumisa.
Tragué saliva, mi corazón se agitó otra vez, evidentemente mí experiencia con un dominante no había terminado y lo confirmé cuando sacó unos juguetes sexuales.
—Max…
—Stss.
Mientras me reprochaba el “Max”, me cubría la vista con la bufanda
—Amo.
—No hemos terminado—tomó mis manos, las puso por encima de mi cabeza y las ató con algún tipo de material suave a ¿la cama?
No escuchaba más que la pulsación de mis latidos, la temperatura de mi cuerpo iba del calor al frio ¿y si tengo fiebre?
Estaba a punto de hablar cuando sentí algo duro y frio se deslizarse sobre mi vientre y entre mis pechos, mi cuerpo volvió a la agradable sensación de placer y de mis labios brotaron gemidos cuando un zumbido acompañó la caricia alrededor de mis pezones.
—No sabes lo que me provoca verte así, estoy como una maldita roca, nunca he sido dominante, así que esto es una primera vez para ambos y ver como te rindes ante mí, me pone a mil—sus palabras estaban cargadas de tensión.
—¿Me harás daño?
—¡Nunca!
Lo sentí nuevamente en la cama y jadeé sonoramente cuando el metal acarició la piel de mi vientre, Max separó mis piernas dejando que el vibrador se deslizara contra mis muslos. La ya familiar contracción empezaba a formarse con intensidad en mi vientre
—Amo…—susurré en voz queda removiendo mis piernas para crear algún tipo de fricción que calmara el dolor en mi sexo.
—¡Silencio! Por el momento, solo quiero escuchar gemidos y jadeos, ¡Vamos, Eve! ¡Aliméntame con tus suspiros!, ¡hazme esclavo de tu placer!
¡Santo Joder!
—Quisiera poder ver tus ojos, Evangeline.—Sus dedos acariciaron los húmedos pliegues de mi sexo, acercándose más a mí—. Quisiera saber si tienes esa mirada de lujuria contenida o el brillo desatado que te da el éxtasis supremo.
—¡Quítame la venda!, ¡desátame!
Con voz entrecortada, intenté gritarle, mis sentidos estaban alerta a cada movimiento de la cama o de sus manos, pero sus dedos aún permanecían acariciando superficialmente mis pliegues, quería acariciar su cabello, pero los amarres en mis manos eran imposibles de soltar. Max bajó su cabeza hasta posesionarla en el medio de mis pechos y dejar un pequeño beso en el camino que los dividía, antes que su boca succionara fuertemente mi pecho izquierdo, como si fuese un niño hambriento
—No te soltaré, Dulzura, ni te permitiré ver…esto también hace parte de mi fantasía.
Tiré de mis amarres mientras lo sentía jalar y morder la pequeña piedrilla en la que se había transformado mi pezón encorvé la espalda entregándome más a su succión voraz, sus dedos acariciaron mi clítoris y, por un par de segundos, lo hizo suavemente haciéndome gemir.
—Eso es chica, eso me demuestra que te gusta lo que hago.
Su lengua paseó por mi cuerpo hasta tomar el pecho derecho y ofrecerle la misma atención que le había dado al izquierdo, por segundos—o minutos—me torturó con dedos, lengua y dientes mientras yo mordía mi labio fuertemente, intentando por todos los medios de no gritar como deseaba hacerlo.
Max se separó de mí y estuve a punto de maldecirlo en todos los idiomas que conocía por dejarme.
—¡No te corras! —sentenció severamente—. Parte de este juego es que tus orgasmos me pertenecen.
¡¿Qué?! ¡Pedante! ¡Cabrón! ¡Hijo de su P…! ¡Joder! Crucé mis piernas nuevamente tratando de calmar el ardor de mi interior.
—No hagas eso, Evangeline— sus dedos volvieron a mis pliegues intentando deshacerme desde mi interior. Sentía mi cuerpo como si fuese una bola de fuego, Max sabía exactamente qué hacer para hacerme perder la cabeza. Estaba desesperada, todo esto era demasiado lento y, si bien él no me estaba dominando, estaba controlando el momento.
Solo podía jadear, gemir e intentar removerme mientras notaba sus manos en mi piel, sentir cómo el calor de su cuerpo se alejaba del mío. Tortura y más tortura, pedir que agilizara todo eso sería demostrarle en lo que me convertía cuando estaba cerca de él.
—Abre la boca, nena—susurró suavemente e hice lo que me pidió—. ¡Pruébate!
Su voz se enronqueció y colocó sus dedos justo sobre mis labios, tanteé tímidamente con mi lengua, al tiempo que él enrollaba sus dedos en ella, gimiendo quedamente al sentir mi sabor junto con la textura de sus dedos.
Max soltó un gemido ronco y varonil, su mano libre retiró suavemente la bufanda de mis ojos. Tardé en adaptarme a la luz a pesar de que la habitación estaba tenuemente iluminada. Él estaba a un lado de la cama, su pecho fuerte y marcado y su sonrisa torcida, observándome fijamente.
—Tienes los ojos oscurecidos por el deseo, hay tanto desespero en ellos. ¿Demasiado lento para ti, Dulzura? —exclamó socarrón, subiéndose nuevamente a la cama.
Este era su juego alejarse y volver a mí, disfrutar de lo que hacía con mi cuerpo e irse. Tiré de mis amarres.
—¡Todavía no! Voy a ponerte esto.
Gemí cuando sentí las pinzas en mis pezones.
Él sonrió, luego se metió lo que parecía un cubo de hielo en la boca, lo trituró con sus dientes y se lo tragó después, se acercó hasta estar a milímetros de mi rostro y exhaló su aliento frío, tomó mi mentón, dejó un helado beso en mi mejilla y sus labios se escurrieron hasta besar cada porción de la piel de mi cuello, haciendo que me estremeciera no solo por sus besos sino por el frío que contrastaba con el calor de mi cuerpo. Sus manos acariciaban mi cintura y sus labios seguían descendiendo hasta llegar a mi ombligo, observé que tomaba otro cubo de hielo de un tazón sobre la cama y volvía a besarme, ahora de manera ascendente.
¿A qué horas había conseguido el hielo? No lo sabía.
—¿Te gusta mi juego?
No contesté.
—Tienes permiso para hablar, preciosa.
—¿Disfruta torturándome, señor? —dije molesta, sentía como si algo me faltase.
—Es parte del juego, linda.
—¿Se divierte, señor?
Me dio su sonrisa de un millón de dólares y sostuvo un trozo pequeño de hielo frente a mi boca.
—¡Abre!
Obedecí y apenas sentí el agua congelada quise triturarla, pero sus labios salvajes y violentos tomaran posesión de los míos.
Nos besamos entre las brumas del deseo y la pasión; él dominando completamente y yo, intentando seguirle el ritmo. Se metió entre mis piernas, todavía con su bóxer y embistió mi sexo desnudo, su erección era notable como siempre, quería aferrarme a su espalda o a sus hombros así que tiré aún más del amarre sin ningún éxito mientras él asaltaba mi boca sin reparos, sus manos se tensaron en mi cadera y se separó de mí tirando de mi labio inferior entre sus dientes. Nuestros ojos se encontraron un segundo y podía ver que estaba casi tan desesperado como yo, pero, haciendo uso de su autocontrol se refrenaba, quería mandar este juego al infierno si era necesario y pedirle que me follara, pero no lo haría… no aún.
Colocó cada una de mis piernas sobre sus hombros dejando mi sexo expuesto a su hambrienta mirada, lo vi estirar su mano hasta alcanzar el tazón con hielo y tomar una porción pequeña antes de llevarla a su boca y triturarla. Su lengua delineó los pliegues de mi sexo, haciéndome temblar de anticipación antes de zambullirse completamente en ella, lamiendo, succionando, torturando, rozando y acariciando mi intimidad con fuerza y delicadeza, al mismo tiempo que mis gemidos se hicieron sonoros; mi cuerpo entero convulsionaba ante los choques que intensamente me tenían al borde del abismo, estaba cerca muy cerca, tan malditamente cerca que solo necesitaba un poco más para llegar, pero entonces, volvió a retirarse…
—¡Maldición, Max! —grité fuertemente y él me dio una sonora cachetada en el muslo derecho, siseé y lo maldije internamente, pero no era tonta, este era su juego y yo debía ser mucho más inteligente que él—. ¡Por favor, señor!
Mi pecho subía y bajaba rápidamente. Ya nada importaba, solo lo quería a él… a él enterrado en mí, permitiéndome disfrutar de la falacia de sentimientos en la que él me envolvía. En ese momento, era todo el universo, todo lo que era importante para mí no existía, no había nada, nada en este mundo que me importara, solo él, él y su cuerpo sobre el mío.
Lo vi sonreír ladinamente y tomar otro cubo de hielo, acarició mis humedecidos e hinchados labios vaginales con él antes de introducirlo dentro de mí haciéndome sisear mientras apretaba mis músculos internos fuertemente. Su lengua nuevamente estuvo en mí, dando rápidos y cortos toques en mi intimidad haciendo que el cúmulo de placer que albergaba en mi interior creciera cada vez más, como si mi cuerpo fuese sujetado a un toma corriente, las sensaciones eran cada vez más fuertes mientras él bebía de mí.
—¡Córrete!—murmuró sin despegar su cabeza de mi entrepierna—, dame de beber ¡ahora!
Y volví a hacerlo.
Un grito agónico escapó desde el fondo de mi ser y me corrí cerrando los ojos fuertemente, dejando que mi cuerpo completo se levantara de la cama, disfrutando de las embriagadoras sensaciones de plenitud que me otorgaban esos pocos segundos de placer y éxtasis total.
No había terminado de bajar del quinto cielo, cuando Max me giró rápidamente; mis manos habían quedado cruzadas y el movimiento había sido inesperado y brusco, la posición incómoda pero aun así no había dolor, al menos no el dolor que se suponía debía tener.
—Voy a follarte ahora, nena.
Desperté a la mañana siguiente cuando el sol se coló por las puertas del balcón, miré el reloj en la mesa de noche y gemí al ver que eran las 8:45, tenía sueño, pero también la imperiosa necesidad de ir al baño.
¡Demonios, si teníamos dos horas de habernos quedado dormidos era mucho! No pude evitar darle una mirada al hombre que estaba a mi lado, se veía profundamente dormido y relajado. Estuve tentada a acariciar su hermoso rostro, pero negué con la cabeza y me levanté lentamente de la cama, siseando cuando mi pie tocó el suelo, Max había sido inclemente conmigo. En un primer momento había pensado que por haberse corrido en el templo toda nuestra clase quedaría reducida a lo que pasó en ahí. ¡Qué ilusa! Él se había vuelto una bestia sexual una vez que me tuvo a su merced y no paró hasta que mi cuerpo fue una masa gelatinosa en sus manos.
Caminé hacia el baño quejándome silenciosamente con cada paso que daba. Una vez que estuve debajo de los chorros de agua tibia mis ojos se cerraron recordando lo que había sucedido la noche anterior: no solo había disfrutado del sexo anal cuando me había jurado a mí misma que nunca lo intentaría sino que estuve jugando a ser sumisa; pero, vamos, también había dicho que nunca aceptaría la propuesta de Max y heme aquí, convertida en toda una máquina sexual, nada mal para una chica que hasta unos meses era impoluta.
Una vez que estuve seca, me paré frente al espejo observando las “heridas de guerra” que me habían quedado y me perdí disfrutando de los recuerdos de la noche anterior, pero fue cuando abrí el botiquín de Max que todo mi cuerpo se puso en tensión al mirar la cantidad de medicinas que había ahí.
Era más de lo mismo, pero aun así era preocupante ¿Cuántas pastillas puede tomar una persona con tensión alta?
¡Joder!
Salí del baño con prisas hasta la sala de Max y tomé mi propia caja de pastillas, las conté brevemente antes de tomar la del día, no podía olvidarme de una de estas, al menos hasta que mi período hiciera acto de presencia y fuese a inyectarme el nuevo anticonceptivo. Volví al baño y tomé el cepillo de dientes que Max había comprado para mí.
—¿Qué haces despierta?
Enfoqué la mirada en el espejo para verlo. Max estaba recostado en el marco de la puerta, se veía jodidamente sexy, tenía una pequeña sombra de barba y sus ojos se veían somnolientos y cansados, aun así, vagaron por mi cuerpo y una pequeña sonrisa se instaló en su rostro cuando cambié mi peso de un pie a otro y siseé
—Vuelve a la cama—caminó hacia mí y besó suavemente la unión de mi cuello y mi clavícula—es temprano—pegó su torso a mi espalda.
—Debo irme—intenté separarme.
—Es sábado, Brit no está, volvamos a la cama y durmamos un poco más,
Sus labios tocaron mi cuello y mi cuerpo se erizó ante su toque.
—Max…
—Solo quédate—me giró entre sus brazos—, quédate este fin de semana—murmuró, cepillando mis labios con su incipiente barba.
¿Cómo se supone que debería negarme a un fin de semana juntos?, pero, no podía, estaba empezando a acostumbrarme a su compañía y eso no podía ser.
—No pienses, Dulzura.
Sus labios depositaron un beso en mi mentón. A pesar de acabarse de levantar su aliento no era desagradable, besó una de mis mejillas y luego la otra hasta fundir sus suaves, carnosos y adictivos labios con los míos, sus manos delinearon mi cuerpo hasta acariciar mi trasero, mordí su labio y él siseó, alzando mis piernas para que las anudara a su cintura, entre besos y caricias volvimos a la habitación.
Una vez en la cama, me entregué una vez más a él, con la firme convicción de sellar el corazón a este sentimiento que no era posible entre él y yo.
Estuvimos toda la mañana en la cama, muchas de esas horas durmiendo. Cuando despertamos, él volvió a pedirme que me quedara en medio de uno de esos besos pasionales que hacían que me olvidase de todo. Una vez que acepté, no me dejó vestir, pero no volvimos a hacer el amor. ¡Corrección!, volvimos a tener sexo.
¡Recuérdalo! esto es sexo, Eve. Aunque empieces a sentir más es Max Farell, el soltero de oro de Nueva York, el dios del Sexo y tu tutor…
Estaba agotada física y mentalmente, por lo cual estuvimos hablando de todo y nada; me habló sobre sus viajes y sus aventuras en India, no supe nada más del mundo exterior y la verdad, no me importaba. Me sentía cómoda, Max y yo, desnudos, en su cama, riendo y conversando, me hacía sentir en casa.
Lamentablemente, esta no era mi casa.
Cerca de las dos de la tarde decimos pedir algo de comer a domicilio. Entre sushi, pizza y pasta, el sushi fue el ganador así que comimos mientras veíamos El sorprendente hombre araña. Confieso que de los súper héroes de Marvel, Spiderman era mi menos favorito, yo era más Iroman o el Capitán América, a pesar de que podría compararme con Peter Parker.
—¿Sabes?—rodé los ojos cuando lo escuché hablar, se venía otro de sus análisis cinematográficos—, esta película es una pérdida de dinero y tiempo, algo para que los nerds gasten su dinero en cine—lo miré sonriendo porque muy en el fondo pensaba lo mismo—. Es la misma historia del origen de Spiderman, solo que, con un actor cara de muñeca, tú sabes, para que las nenas vayan a verlo, igual que Superman—puntualizó—. El tipo no aporta más de lo que aportó McGuire en su momento, bueno, además de retorcerse como si hubiese tenido una sobredosis de cocaína, romper todas las putas cosas de la casa, actuar como un idiota niño mimado cada vez que puede y cambiar a la sexy Mery Jane por Gwen.
—Kristen Dunst no es sexy—ataqué—, es pálida y lo único que hacía en esas películas era gritar.
—¡Y cómo gritaba!—cerró los ojos e hizo una mueca morbosa.
—¡Pervertido!
—¡Joder! a estas alturas de tu vida ya deberías saberlo—sonrió torcidamente—pero, volviendo la película, en Spiderman uno—que es cuando la puta araña lo muerde—él pelea con el jodido Duende Verde y en esta, pelea con el Doctor Lagarto además que es el personaje más cliché de toda la historia.
—Tú colocaste esa película, pensé que te gustaba—mordí un roll de sushi y mastiqué lentamente.
—Naah… quería que supieses mis apreciaciones sobre ella y de paso, joderte un poco una película más.
Tomé otro rollo y se lo tiré, pero él la atrapó con su boca.
—¡Delicioso, nena!, debí pedir ese—dijo masticando y robándome una rueda de pescado.
—¡Oye, es mía! Eres un tragón—dije señalándolo con los palitos chinos, el siguiente movimiento no lo vi venir. Max me empujó sobre el colchón quedando sobre mí e inmovilizando mis manos con las suyas.
—¡¿A quién le dijiste tragón?!—dijo fingiendo enojo.
—¡A ti!—lo reté—Eres un tragón y un ladrón.
Se cernió aún más sobre mi cuerpo, atacando mis costados mientras me retorcía debajo de él, nunca me habían gustado las cosquillas porque me dejaban sin aliento y...
—¡Max!—sentía que el aire escapaba de mis pulmones—¡Max, no puedo! ¡basta!—dije con temor—¡Por favor! no puedo respi… ¡Max! —se separó de mí riendo mientras yo buscaba la manera de que le llegara aire a mis pulmones.
—Evangeline—dijo cuando dejó de reír—. ¡Eve! joder, intenta calmarte nena, respira despacio. ¡Mierda! Respira conmigo—se le veía realmente angustiado mientras yo intentaba retomar mi respiración—. Eso es nena, despacio… ¿por qué demonios no me dijiste que sufrías de ataques de pánico? Recuéstate—ordenó, acomodando mis piernas sobre la cama. La poca comida que quedaba estaba sobre las sábanas fue retirada y recolocada en la mesa de noche, respiré fuertemente sintiendo a Max acariciar mis cabellos con sus dedos, la primera vez que alguien me hizo cosquillas me desmayé y el pobre Collin pensó que había acabado con mi existencia— ¿Estás bien?
—Nunca más vuelvas a hacerme cosquillas—jadeé y lo vi soltar un suspiro, mientras colocaba un mechón de mi cabello tras mi oreja.
—Nunca vuelvas a asustarme así—su voz estaba cargada de preocupación—. Casi muero antes de tiempo
Inhalé fuertemente, el rostro de Max estaba muy cerca del mío y no pude evitar que mi mano acariciara su mejilla.
—¿Por qué siempre hablas de la muerte?—se tensó y suspiró, tomando mi mano y dejando un beso en la palma abierta.
—Porque es lo único que tienes seguro en la vida. —Su voz fue melancólica, se había acabado el juego—Sabes que naces, pero nunca sabes cuándo mueres, es algo de lo que no puedes escapar, seas un chico o un adulto.
La forma en cómo sus palabras salían de su boca, me provocaban dolor en el pecho, deseaba levantarme y abrazarlo, lo iba a hacer justo cuando Closer empezó a escucharse y Max salió de la cama buscando su celular.
—¿Qué onda, JD?—contestó, luego de ver la pantalla— ¿Esta noche? —sus ojos se encontraron con los míos—. No te pongas melodramático, JD—bufó—. ¿Es seguro que Alanna vaya a ese tipo de lugares? Digo, por su estado—se pasó la mano por el cabello. Max se había colocado unos pantalones de yoga cuando el pedido había llegado y yo había aprovechado ese momento para colocarme una de sus camisas, además, había abierto el balcón para que la habitación se aireara un poco—. No lo sé, Jeremy—frunció el ceño—. Sé que es una de nuestras bandas favoritas. Eres exasperante, ¿lo sabías?—sonrió—. Está bien, amor, nos vemos en unas horas—se burló—. Te amo, nene —sonrió abiertamente y luego colgó.
—¿Pasó algo?
—JD, Alanna, Cassedee y Bryan nos invitan a un concierto de la mejor banda de Metal del mundo: Mettalica—dijo saltando en la cama mientras simulaba tocar una guitarra.
—¿Nos?—pregunté con una ceja arqueada.
—Sip, nos… Si tú no vas, no iré a ningún lado.
—No sabía que tocaban hoy.
Se sentó a mi lado y sus dedos me jalaron la camisa, hasta dejarme el hombro expuesto.
—Mmm… yo sí sabía, pero tenía cosas más interesantes que hacer—besó mi hombro descubierto—. Entonces, ¿vamos?
—Nunca he ido a un concierto de esa banda y conozco muy pocas de sus canciones.
—Hay que hacerte un exorcismo mujer—dijo sentándome en su regazo—. Anda, vamos con los chicos, aunque si quieres que nos quedemos aquí, tengo muchos planes para entretenerte —succionó el lóbulo de mi oreja mi cuerpo entero se estremeció ante la sensual caricia.
—Col…Collin ama esa banda—dije ignorando el temblor en mi voz—, los sigue desde que era un niño—recordé los posters de revista que Collin tenía en su habitación.
—¿Te parece que le diga a JD que consiga dos entradas más, una para Samantha y Collin?—su lengua lamía toda la piel que estaba a su alcance.
—No sé si sea buena idea, tú sabes, el embarazo de Sam—gemí.
—Creo que Allana tiene un poco más de tiempo y JD asegura que estaremos ubicados en un buen lugar.
—En ese caso, Collin estará eternamente agradecido contigo—susurré con voz queda.
—Prefiero tu agradecimiento, Dulzura— dio un nuevo beso en mi hombro y sonrió presumido, acariciando mis pechos por sobre la tela de su camisa.
Deslicé mis manos por su nuca y lo besé, estaba segura que un beso más no empeoraría mi situación.
—Tienes que llamar a JD si quieres una buena recompensa—le dije con voz coqueta, cuando nuestros labios se separaron. Max alcanzó su celular y oprimió una tecla rápidamente.
—JD, Evangeline, Sam y Collin van con nosotros. Genial tenías las boletas, te amo hermano… Nos vemos ahí —colgó
—Nos encontraremos con JD a las 17:45… ¿En dónde estábamos?—sonrió mostrándome sus dientes perfectos.
—En que debo ir a casa para buscar ropa—Max frunció el ceño y aproveché para salir de su regazo—no tengo bragas ni sostén —él gruño chistosamente.
—Ve a cambiarte—dijo con voz juguetona, antes de darme un pequeño azote en el trasero.
Sam y Collin estaban emocionados por ir al concierto, afortunadamente la pequeña estaba con la mamá de Sam, así que tenían la noche libre, habíamos quedado de vernos en mi casa para así solo llevar un coche.
Durante el viaje a mi departamento, no pude evitar ver a Max, se había colocado unos vaqueros de talle bajo y un suéter negro, una chamarra oscura para el frío, tenía una bufanda atada a su cuello y su cabello se había secado y ahora, tenía ese peinado post sexo que tanto me gustaba.
—¿Sabes, me vas a desgastar? —arqueó una ceja en mi dirección y sentí como el sonrojo cubría mi rostro—. Eres tan predecible, Evangeline—sus dedos acariciaron mi mejilla intensificando el sonrojo—. ¿Tienes ropa apropiada para ese tipo de eventos? Podemos parar en algún lugar—entrecerré mis ojos entorno a él mientras lo veía sonreír.
Llegamos a mi departamento rápidamente, para ser sábado, la ciudad estaba bastante tranquila. Dejé a Max en la sala y corrí a mi habitación; me había dado una ducha rápida en su casa así que era solo buscar la ropa indicada.
Escuché el timbre de la puerta y le grité a Max que abriese mientras me colocaba unos vaqueros y un suéter cuello alto negro.
—¡Combinamos!—chilló mi amiga emocionada entrando a mi habitación.
—¡Sam!
Ella estaba prácticamente igual que yo, solo que tenía unas botas hasta la rodilla.
—¿Botas o zapatillas?—dijo sentándose en mi cama.
—Zapatillas—dije sentándome a su lado—. ¿Esto no afectara al bebé?—le pregunté preocupada.
—Llamé a Dimitri, me dijo que siempre y cuando no hiciera movimientos bruscos, todo estaría bien con Junior—acarició su hasta ahora inexistente vientre.
—¿Junior? ¿No has pensado que puede ser una niña?
—Algo me dice que es un niño. Tú sabes, instinto de madre —sonrió y yo sonreí con ella.— Si es una niña quiero un nombre que convine con el de Sury—fruncí el ceño.
—¿Ya has pensado alguno?
—No, pero algo se me ocurrirá—Sam me dio un abrazo y yo la atraje fuertemente a mí.
—Evangeline—Max llegó hasta la habitación—, nena, tenemos el tiempo justo.
El trayecto hasta el Madison Square Garden fue ameno y divertido, Collin estaba muy emocionado y junto con Max hablaban de Lars Ulrich y James Hetfield, que por lo que había escuchado eran los creadores de la banda. ¡Joder, no tenía idea quiénes eran esos tipos! Cuando llegamos al lugar donde nos encontraríamos solo Alanna y Cassie estaban esperándonos ya que Bryan y JD estaban en la fila de la entrada esperando por nosotros. Cassede me dio un gran abrazo, pero Alanna aún me miraba con cierto recelo, cosa que no entendía, Sam y Cassie prácticamente se nos adelantaron mientras Collin y Max seguían hablando de la bendita banda de la que no conocía absolutamente nada. Alanna iba a mi lado, pero completamente en silencio, de esos que no son para nada cómodos, suspiré fuertemente ajustando mi bufanda.
—¿Cómo va todo con Max?—preguntó de pronto tomándome por sorpresa
—Bien, ¿cómo se suponía que debía ir?—Metí las manos en los bolsillos de mi chamarra—. ¿Cómo va el embarazo?
—Bien, como se supone que debe ir—se encogió de hombros y sonreí ante su respuesta.
Max tomó mi brazo, sacándome la mano del bolsillo de la chaqueta para anudar nuestros dedos.
—¿Tienes frío, Dulzura?
—No, estoy bien.
La entrada al lugar fue caótica, nunca había visto tanta gente en mi vida, una vez pasamos la taquilla buscamos donde ubicarnos, a pesar de estar en un área “especial” había una gran cantidad de personas, poco a poco el estadio quedó completamente lleno, JD, Bryan, Collin y Max se colocaron detrás de nosotros mientras se veía el personal de logística ultimando detalles antes que los músicos saliesen a escena.
—No sabía que te gustaba este grupo—dije a Sam y ella me sacó la lengua y me enseñó el dedo, antes de gritar algo así como "soy yo la que vive con Collin". Alanna le dijo algo y ambas se enfrascaron en una conversación amena; al parecer, Sam le caía mejor que yo.
Los minutos iban pasando y las personas se movían en las gradas superiores, Bryan y Cassie estaban en una pequeña burbuja en donde solo cabían ellos dos, abrazados haciéndose cariñitos.
—Estás muy pensativa—dijo Max, colocando su mentón en mi hombro.
—Ya que estoy sin hacer nada, trato de salir del bloqueo que tengo con respecto a Danielle y Caleb.
—Me dijiste que se reconciliarían.
—Sí, pero también estaba pensando que, si los dejaba separados, no tendría que pensar en otra historia.
—Eso es justo lo que quiere Julius nena, quiere que hagas dos historias por una, algo se nos va ocurrir para el nuevo libro—enarqué una ceja en su dirección—. Antes que se acabe nuestro trato, por supuesto—susurró bajo.
Sentí como si una espina se enterrara en mi corazón.
—Está empezando a hacer calor—dije quitando mi bufanda y cambiando el tema, aun teníamos un mes por delante.
—Cuando el concierto empiece, será peor. Pero eso no importa, conocerás la buena música.
—¿Eres muy fan de la banda?—pregunté intentando quitar la sensación de mi pecho.
—Cuando teníamos trece años, JD, Cassie y yo teníamos nuestra propia banda de metal en el ático de la casa, JD quería ser baterista, incluso no dejaba que le cortaran el cabello—sonrió ante el recuerdo—. Ellos eran sus ídolos así que me contagió; no soy una fan enamorada, pero tienen buenas letras, excelente sonido y el montaje es fenomenal.
Las luces se apagaron en todo el recinto.
—¿Ya?
—Ya, mirada al frente Dulzura y a disfrutar—murmuró con evidente agitación en su voz, sus ojos brillaban como los de Sury en mañana de Navidad, sonreí de solo sentir su emoción.
Luces de colores encendiendo y girando en todas las direcciones, los gritos de los miles de espectadores, los sonidos de la guitarra empezaron a escucharse sobre las voces de los fans y los reflectores se centraron en el escenario mostrando a cada uno de los integrantes. El baterista tocaba con energía mientras que los que sostenían guitarras y bajos se alternaban por todo el espacio. JD cargó a Alanna en sus hombros no sin antes guiñarme un ojo y Bryan y Collin hicieron lo mismo.
Max sonrió pícaramente, pero me negué a que él me alzara, así estábamos bien por el momento, fuegos artificiales empezaron a salir del escenario y la gente enloqueció cuando el vocalista de la banda saludó a la audiencia, podía sentir la emoción de Max. El sexólogo, el maestro y el empresario habían quedado atrás encerrados en el clóset con su colección de Armani, para dejar salir al chico de 29 años que en realidad era. Sabía algunas de las canciones gracias a Collin y, afortunadamente, conocía esta y solo fue que el vocalista empezara para que el Madison Square Garden se encendiera con ‘Enter Sandman’.
La banda cantaba una canción tras otra, parecíamos chiquillos saltando uno al lado de otro; Max no me había alzado y ahora Cassie estaba a nuestro lado junto con Bryan puesto que ella le había pedido bajar, la música a pesar de ser estridente era relajante al tiempo, la chaqueta me asfixiaba, pero estaba feliz, estaba haciendo algo que nunca había hecho: divertirme con mis amigos, con la persona que empezaba a amar, aunque no pudiese decírselo. Cassie empujó a Max y él se tambaleó un poco mientras la empujaba de regreso, era increíble verlos así. Collin, Sam, Bryan Cassie, Alanna, JD. Max me estaba dando momentos únicos dentro y fuera de la cama, el vocalista dijo algunas palabras antes de empezar a sonar la música de entrada de la siguiente canción.
‘Master of Puppets’… lo que Max me había susurrado al oído. Mientras me apretaba más a su cuerpo y cantaba pegado a mi lóbulo alternando la canción con pequeños besos.
El sudor recorriendo nuestro cuerpo, la música navegando en el aire, la sexy y aterciopelada voz de Max Farell susurrándome que lo obedeciera sumado a los recuerdos de la noche anterior, me tenían en un frenesí de deseo que causaba escalofríos en mi cuerpo. Su voz, su cuerpo pegado al mío, sus manos apretándome contra él, jadeé y él me giró para besarme devorándome completamente y controlando cada uno de los movimientos.
Jadeamos por falta de aire y sonreímos como tontos cuando una nueva canción comenzó; ‘One’ articuló Max sin voz, me giré para ver a los integrantes de la banda, los fuegos artificiales y el espectáculo en sí era tremendo, avaricioso, deslumbrante…
El vocalista de la banda volvió a saludar antes que una suave música inundara el lugar, Sam y Alanna se bajaron de los hombros de sus respectivas parejas y empezaron a moverse al compás de la música, Max volvió a pasar sus brazos por mi cintura mientras descansaba su mentón en mis hombros cantando suavemente.
Me giré y lo abracé fuertemente sin saber por qué, solo sentía la necesidad de mantenerme cerca de él cuanto tiempo fuese posible, no me importó sentir las miradas de nuestros acompañantes, sabía perfectamente que Sam me estaba taladrando con sus pequeños ojos azules, pero en este momento todo el mundo podía irse al infierno. Max me acercó a él, abrazándome con la misma intensidad que yo lo hacía, antes de capturar mis labios en un beso hambriento.
—¡Busquen una habitación! —gritó Bryan, pero aun así no dejé de besarlo, tenía un mes para saciarme de él y parecía nunca estar completamente satisfecha de sus besos, en ese momento, por una ráfaga de segundo me vi en el futuro sin este fuego, sin este hombre, sin su risa, sin su loción o sin su ser arrogante y perverso, y todo me dolió, mi alma, mi corazón…ese futuro…sin él.
La última hora del concierto había parecido a la primera, las personas seguían llenas de energía, pero la evidente emoción de Max había mermado, tenía su mentón apoyado sobre mi cabeza, pero no estaba brincando y bailando como los demás, yo estaba muerta.
—¡¿Estás bien?! —preguntó JD sobre la música, su rostro se veía realmente preocupado por lo que me giré para verlo. El rostro de Max estaba completamente perlado en sudor y tenía el cabello pegado a la frente, se veía pálido, más que lo normal.
—Max—coloqué mis manos en su rostro estaba helado y sus ojos ahora carentes de emoción me observaron impávidos—, ¿estás bien?, ¿te duele la cabeza? —asintió levemente—. ¿Quieres que salgamos de aquí?
—Estoy bien—susurró—, vista al frente Evangeline, es el final del concierto.
A pesar que los integrantes de la banda seguían tocando con el mismo ahínco, incluso algunos de ellos se habían quitado las camisas, revelando torsos musculosos y tatuados, no podía mirar al frente estaba preocupada por Max, había sido testigo de sus migrañas y sabía lo que podía ocurrir. Lo escuché suspirar fuertemente sobre mi cabello antes de inhalar con la misma intensidad.
—¡Chicos tenemos que irnos!—gritó JD de repente.
—¡Estoy bien JD! —gritó Max de vuelta.
—No, no lo estás joder…. Dime qué sientes—lo encaró.
—Solo me duele la cabeza.
—¿Te tomaste los medicamentos de la migraña?—pregunté, empezando a preocuparme.
—¿Migraña? —JD bufó—. ¡¿Migraña?! ¡Maldición, Max! —le gritó más fuerte.
—¡Cállate ya, Jeremy!, estoy bien, solo es un jodido dolor de cabeza—siseó enojado.
—Chicos, no discutan—Cassie se acercó a nosotros— Estás muy pálido, hermanito—tocó su rostro con cariño—. Mejor nos vamos ya, JD.
—Estoy malditamente bien, terminemos el concierto.
—Max, si quieres podemos irnos nosotros—murmuré.
—Ya está pasando, nena…—metió un mechón de mi cabello detrás de mi oreja, pero no era así, lo sabía, conocía a este hombre, sabía lo rudas que podían ser sus migrañas.
La banda interpretó la última canción bajo el sonido de gritos por parte del público que pedía más.
—Pienso que es mejor que salgamos antes—dijo Collin sobre la música—, esto va ser un mar de personas que querrán salir al mismo tiempo, pueden lastimar a Sam o a Alanna.
Todos asentimos y empezamos a movernos entre las personas para salir del lugar. Max apretó mi mano fuertemente mientras caminábamos, fuera de la multitud la brisa golpeaba, se notaba que noche buena estaba cerca.
—¿Comemos algo chicos?—Bryan preguntó acariciando su estómago ante la mirada de divertida de Cassie y JD.
—¿Te sientes mejor?—le preguntó su hermano con autoridad, pero Max no se veía bien, estaba más pálido de lo normal y sus ojos no tenían el brillo de hacía unas horas atrás—. ¿Max? Joder, llamaré a Dereck y al Doctor Archer—señaló con determinación.
—No me jodas, Jeremy Daniels Farell—dijo intentando sonreír, pero no era una sonrisa verdadera—¡Joder!, tengo hambre, vayamos a comer.
JD no se veía tranquilo, pero asintió, era casi media noche, pero aún había lugares abiertos; empezamos a caminar hacia los coches, Collin y Bryan entablaron una conversación acerca del concierto mientras Sam y Alanna parecían que hubiesen recargado baterías, incluso Cassie se veía como si acabara de salir de un Spa, yo estaba deshecha, me dolían los pies y quería llegar a casa y dormir por dos días. Cassie iba escuchando a todos y Max iba conmigo detrás.
—¿De verdad te sientes bien?—pregunté anudando nuestras manos y recostándome en su brazo.
—Estoy bien nena—me dio un beso en el tope de la cabeza—, no es la primera vez que me da una migraña, siempre me repongo—cerró los ojos y se detuvo—. Ohh… por todo lo sagrado—susurró apretándose el puente de la nariz—. ¡Joder! Maldito…—su rostro perdió aún más color.
—¿Quieres que llame a JD? —tomé su rostro entre mis manos— ¿Max?
—¡Ohh Mierda!—gritó haciendo que los chicos se detuviesen—. ¡Joder, solo unos días más!—gritó, agarrándose la sien. JD llegó a nosotros rápidamente.
—Cassedee llama a papá dile que vamos a la Fundación y que llame al doctor Archer—la desesperación en su voz era palpable.
—JD.
—¡Hazlo Cassedee!—gritó apremiante.
—Max, mantente despierto hermano… Max—dijo JD, golpeando sus mejillas.
Me estaba asustando, el rostro de JD era contrito, Sam y Collin estaban a un lado y Bryan estaba con Cassie que intentaba comunicarse con Dereck.
—Bryan ayúdame a sentarlo —dijo JD, todos nos movimos hacia un pequeño borde— Max, respira despacio, hermano—Max asintió abriendo sus ojos y alzando su mano la cual tomé rápidamente y sostuve junto a mi pecho—. Max, escúchame. Del uno al diez ¿qué tan intenso es?
Silencio.
—¡Max!—a lo lejos podía escuchar a Cassie pero nada me importaba, estaba demasiado nerviosa y cada uno de mis sentidos estaban enfocados en él—, tenemos que ir al hospital —respiró profundo—Eres terco joder, ¡terco!
A modo de respuesta, Max apretó mi agarre.
—JD—la voz de Cassie fue temblorosa—Dereck pregunta qué tan intenso es.
—¿Max?
—Diez ¡Joder, diez!—gritó fuertemente, su amarre en mi mano se debilitó, abrió sus ojos mostrando vacío y desesperación y, ante la mirada de JD, mis amigos y sus hermanos, Max Farell se desplomó sin que nosotros pudiésemos hacer nada.